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Número 263-264

Serie XXVII

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La encíclica Sollicitudo rei socialis ante el desarrollo sin solidaridad

LA ENCICLICA SOLLICITUDO REI SOCIALIS ANTE
EL DESARROLLO SIN SOLIDARIDAD
POR
JuAN VALLET" DE GoYTISOLO
l. LA ENCÍCLICA "POPULORUM PROGRESSIO" COMO
PRECEDENTE
El 20 de febrero se hizo pública, aunque lleve fecha del 30
de diciembre de 1987, la séptima endclica de
Su Santidad Juan
Pablo
·n, Sollicitudo rei. socialis que se presenta como una pro­
fundizaci6n del tema que plante6 la endclica
Populorum pro­
gressio de Paulo VI, publicada el 26 de marzo de 1967.
La Populorum progressio suscit6 una polémica que mostra­
ría la evidente incomprensi6n de algunos sectores, junto con un
tendencioso esfuerzo del lado progresista para llevar
el· agua a su
molino, socializante e intervencionista, pretendiendo que
se ha­
bía introducido un cambio sustancial en la doctrina tradicional
acerca del derecho de propiedad, manifestada especialmente
en
las encíclicas Rerum novarum de Le6n XIII, Quadragesimo anno
de Pío XI y Mater et Magistra de Juan XXIII.
En VERBO, número. 55, nos ocupamos, enseguida, de ella, para
salir al paso de ambas posiciones, tratando de mostrar que la
nueva encíclica significaba ~una llamada de un padre dolorido
al ver la situaci6n de muchísimos de
sus hijos»; «un grito angus-• tiado del Pastor que quiere mover los sentimientos de generosi-
dad de los pueblos
· ricos ante l~ extensi6n cada vez mayor del
hambre en los pueblos pobres».
«Como los
Padres de la Iglesia, más que precisar normas ·
jurídicas -dijimos-quiere m:over los sentimientos para lograr
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LA SOLLICITUDO RE! SOCIALIS ANTE EL DESARROLLO
propósitos de amor, generosidad y solidaridad», sin pretender
tampoco constituir «un tratado de doctrina moral social como
lo fueron las encíclicas
Rerum novarum, Quadragesimo anno y
Mater et Magistra».
Intentamos demostrarlo así en nuestros comentarios: l. Su
significado y sus directrices generales; II. ¿Ha variado la doc­
trina tradicional del magisterio pontificio ordinario sobre el de­
. recho de propiedad? -que escribí yo mismo--, y III. Los cuer­
pos intermedias
en la encíclica «Popularum progressio» -que
expuso la profesora Carolina Rovira Flórez de Quiñones.
JI. LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
l. Continuidad y renovación constante del magisterio pon­
tificia.
La XXV Reunión de amigos de la Ciudad Católica (Alco­
bendas-Madrid, 6, 7
y 8 de diciembre de 1986) la dedicamos
precisamente a la doctrina social católica. En el número 249-250
de
VERBO apareció (págs. 1.398-1.455) en crónica, escrita por
María Angeles Badía.
La elección y la oportunidad de este tema
había sido expuesta unos meses antes, en VERBO, número 247-
248 (págs. 849-851), por Estanislao Cantero; y a su explicación
corresponden
los dos párrafos que a continuación reproducimos,
«Pío
XII había señalado con toda claridad que la doctrina
social de la Iglesia "está definitivamente fijada en cuanto a
sus
puntos fundamentales", es "clara en todos sus aspectos" y "es
obligatoria, nadie puede separarse de ella sin peligro para la fe
y el orden moral". A pesar de ello, algunos osaron afirmar la<
caducidad de la doctrina social de la Iglesia e incluso su muerte
o prefirieron sustituirla por la "teología de la liberación". Y, sin
embargo, como
.en VERBO hemos recordado, Juan XXIII, Pablo
VI y Juan Pablo II, no han cesado de insistir en la perentoria
necesidad de difundir, seguir
y poner en práctica la doctrina so­
cial católica.
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
»Al elegir este tema, pues, respondemos a la llamada del
Papa
y, al mismo tiempo, a nuestra específica vocación en la Ciu­
dad Católica».
En
la nueva encíclica, Juan Pablo JI nos explica, en la se'
gunda mitad del primer párrafo, que «a partir de la aportación
valiosísima de León
XIII, enriquecida por las sucesivas apor­
taciones del Magisterio, se ha formado yiJ un "corpus" doctrinal
renovado, que
se va articulando a medida que la Iglesia, en la
plenitud de la Palabra revelada por Jesucristo y median.te la
asistencia del Esplritu Santo (cfr. Jn., 14, 16, 26; 16, 13-15),
lee los hechos según se desenvuelven en el curso de la historia.
Intenta guiar de este modo a los hombres para que ellos mismos
den
una respuesta, con la. ayuda también de la razón y de las
ciencias humanas, a su vocación de conStructores responsables
de la sociedad terrena».
Respecto de este corpus doctrinal señala, en Sollicitudo rei
socialis, que uno de sus objetivós es, «manteniéndome en la línea
trazada por mis venerados predecesores en la Cátedra de Pedro,
afirmar
una vez más la continuidad de la doatrina social ¡unto
con su constante renovación. En efecto, continuidad y renova­
ción son una prueba de la perenne validez de la enseñanza de
la Iglesia». Y explica:
- «es constante porque se mantiene idéntica en su inspira­
ción de fondo, en sus "principios de reflexión", en sus funda­
mentales "directrices d,e acción" y, sob;e todo, en su unión vital
con el Evangelio del Señor».
-«es a_ la vez sie»pre nueva, dado que está sometida a las
necesarias y oportunas adaptaciones sugeridas por la variación de
las condiciones históricas, as! como por el constante fluio de los
acontecimientos en que se mueve la vida de los hombres y de
las sociedades».
2. Qué es la doctrina social de la l glesia.
Insiste Juan Pablo II, una vez más, en el contenido propio
de
la doctrina social de la Iglesia. Así, leemos, al comienzo del
número 41:
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LA SOILICITUDO REI SOCIALIS ANTE EL DESARROUO
«La Iglesia no tiene soluciones técnicas que ofrecer al pro­
blema del subdesarrollo en cuanto tal, como ya afirmó el Papa
Juan Pablo VI, en su encíclica. En efecto, no propone sistemas
o programas económicos y políticos, ni manifiesta preferencias
por unos o por otros, con tal que la dignidad del hombre sea
debidamente respetada y promovida,_ y ella goce del espacio ne­
cesario para e;ercer su ministerio en el mundo.
»Pero
la Iglesia es "experta en humanidad" y esto la mueve
a e»tender necesariamente su misión religiosa a los diversos cam­
pos en que los hombres y mu¡eres desarrollan sus actividades, en
busca de la felicidad, aunque siempre relo.tiva, que -es posible en
este mundo, de acuerdo con su dignidad de personas».
Por eso estima que «la Iglesia tiene una palabra que decir
tanto hay como hace veinte años, así como ., en el futuro, sobre
la naturaleza, condiciones, exigencias y finalidades del verdadero
desarrollo y sobre los obstáculos que se o ponen a
él. Al hacerlo
así, cumple su misión evangeli2adora, ya que da su primera con­
tribución-a la solución del problema urgente del desarrollo,_ cuan­
do proclama la verdad . sobre Cristo, sobre sí misma y sobre el
hombre, aplicándola a una situación concreta.
»A este fin la Iglesia utiliza como instrumento su doctrina
social. En la difícil coyuntura actual, para favorecer tanto el plan:
teamiento correcto de los problemas como sus soluciones me;o­
res, podrá ayudar mucho un conocimiento más exacto y una di­
fusión más amplia del "Con;unto de principios de reflexión, de
criterios de ¡uicio y de direc.trices de acción" propuestos por su
enseñanza.
»Se observará, así, inmediatamente, que las cuestiones que
afrontamos son, ante iodo, morales; y que ni el análisis del pro­
blema del desa"ollo como tal, ni los medios para superar las
presentes dificultades pueden prescindir de esta dimensión esen­
cial».
La doctrina social tiene el «ob¡etivo principal» de. interpre­
tar
las «comple¡as realidades de la vida del hombre en la socie­
dad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tra­
dición eclesial», «examinando su conformidad o_ diferencia con
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JUAN VALLET DE GOYTISOLO
lo que el evangelio .enseña acerca del hombre y su vocaci6n te­
rrena y a su vez trascendente para orien,tar en consecuencia la
condición cristiana».
Por ello, .afirma fa Endclica .que la enseñanza y difusión de
esa doctrina «forma parte de la misión evangelizadora de la Igle­
sia. Y como se trata de una doctrina que debe orientar la con­
ducta de las personas, tiene como consecuencia el '1campromiso
por la justicia" según la función1 vocación y circunstancias de
cada uno».
Siendo, consiguientemente, su ámbito el de la teología y es­
pecialmente el de la «teolog!a morrd».
3. Qué no es la doctrina social de la Iglesia.
La Encíclica dice (núm. 41) que la doctrina social de la
Iglesia no es:
-Una «"tercera vía" entre el capitalismo liberal y el colec­
tismo marxista, ni siquiera una po_sible alterYtativa a otras so­
luciones menos co'ntrapuestas radicalmente sino que tiene catego­
ría propia»;
-ni., tampoco, una ideología.
Y, aunque literalmente no lo diga:
- tampoco tiene. na-da que· ver con el «análisis en forma ri­
gurosa y científica de los hechos», propugnado por el marxismo
y, tras de él, por los autodenominados . «cristianos para el socia~
lismo», que también lo éa!ificaton de «experiencia histórica li­
beradora», para
el conocimiento de los «hechos históricos lil,e:
radores».
Estas tres notas negativas son de capital importancia, para
no errar de camino, cuando tratamos de seguir profundizando
y
aplicar la doctrina social de la Iglesia. En efecto:
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LA SOLLIC!TUDO RE! SOCIALIS ANTE EL DESARROLLO
· a) No es una «tercera via» entre el capitalismo liberal y el co­
lectivismo marxista, «ni entre otras pOsiciones menos radi-·
calmente contrapuestas».
De esa tercera vía se habló constantemente hace años entre los
movimientos sociales cat(?liCos, e incluso, hoy, de vez en cuando,
se escucha. como enunciado de una aspiración superadora, que al­
gunos l¡an creído ver en la autogestión y, otros, en las socialde­
mocracias.
Cuando, en 1971, VERBO, número 97-98, comenté la Octo­
gesima adveniens, hice notar (págs. 7~1, in fine) que, según Ra­
dio Vaticano, el Cardenal Suenens creía que Paulo VI indicaba
que debía seguirse el camino del ¡usto medio «entre la ideología
marxista totalitaria
y atea y el neoliberalismo caracterizado por
la búsqueda exclusiva del interés» . . . «Su llamada sigue la vía
de uua realización
y de uua democratización y de un reparto más
justo
de las responsabilidades a niveles distintos».
En mi respuesta --que, ya entonces, estimé correctamente
basada en el texto de la propia Encíclica-advertí contra la afir­
mación de que la . doctrina social católica constituye una tercera
via. Ahora, Juan Pablo II rechaza paladinamente que se trate de
una vía intermedia. Repasaré brevemente' ambas cuestiones.
a) ¿Constituye una tercera vía?
Tal -como, entonces, preci8'§:
-No hay tercera vía, por cuanto la Iglesia renuncia a for-
17!ular un programa, a -modo de · «una palabra única, como tam­
bién proponer una solución con valor universal», como dijo Pau­
lo VI, en el número 4, donde estimó: «No es m;estra ambición
ni tampoco !Íuestra misión. Incumbe a las comunidades cristia­
nas analizar· con ob¡etividad la situación propia de su pais ... ».
-Tampoco hay tercera vía, en tanto pueden seguirse plu­
ralulq,d de caminos, como dijo en su número 50: «En las situa­
ciones concretas y habida cuenta de las solidaridades vividas por
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
cada uno, es necesario recOnocer una legítima vtiriedad de op­
ciones diferentes. Una misma fe cristiana puede conducir a com­
promisos diferentes».
-Pero sí que es una ·orientación diferente; en el sentido
de que debe seguirse la doctrina social católica ( que no debemos
confundir con los,
programas concretos, para cada lugar y tiem­
po, que
se confían a fos seglares), aunque puede seguirse por
diversos caminos (y
es sabido que, en la realidad, muchas veces
el camino más corto no es la línea recta, que puede estar corta­
da por accidentes de toda clase) y en los que los astros y la brú­
jula
-fe y razón natural-nos guian, para seguirlos y hallar,
con su ayuda, la mejor dirección que nos sea asequible.
{3) No es una via intermedia.
Juan Pablo II lo dice rotundamente. No tan solo no lo es,
sino que úene una «categor!a propia» (núm. 41, § 7.º).
La tiene clarísimamente, pues, por su inspiración teológica
(núni. 41, § 7.0
, in fine) y evangelizadora (núm. 41, § final), no
puede ser colocada entre las ideologías, ni entte las praxis secu­
lares. No podemos situarla en el mismo plano que ellas, ni entre
dos lineas paralelas de esa especie.
Es curioso observar que
la , mayo ria de quienes pretendieron
descubrir una tercera
vía cristiana, trátaron de situar la doctri­
na católica entte el capitalismo liberal y
el marxismo, marizado
«como materialismo ateo». Con lo cual
se pretendía introducir­
la
en el «movimiento histórico concreto» socialista, sin más sal­
vedad sino la de que éste salvaguardase valores como la libertad
y la apertura a lo espiritual, conforme sostuvo
el P. Biot, en
Temoignage Chrétien del 20 de mayo de 1971. Luego veremos
que esto
_:que tampoco se esúmó posible en la Octogesima ad­
veniens (cfr. VERBO, núm. 97-98, pág. 721)-queda descatta!l<)
clarisimamente en la Sollicitudo rei socia/is.
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LA SOLLICITUDO REI SOCIALIS ANTE EL DESARROLLO
b) No es una ideología.
El término «ideología», según el Diccionario de Filosof!a de
José Ferrater Mora, es una palabra -situada en el ámbito del
pensamiento filos6fico-sociol6gico-- que representa «un modo
de
manifestarse, a través de "ideas"» para «la _constitución interna
de la sociedad y, por consiguiente, tanto de una manera de co­
nocimiento como
una forma de ocultarse». Como hace años ex­
pliqué
~ Ideología, praxis y mito de la tecnocracia-, signi­
fica un sistema de ideas destinado a la fabricación del. mundo o
parte de él; es decir, tiene finalidad operativa en funci6n de la
razón humana; considerándose el hombre, no como
causa segun­
da del orden divino de la creación, sino como un demiurgo.
(Cfr. ldeologia o participación, 7, en VERBO, núm. 215-216, pá­
ginas 583 y sigs., o en ¿Crisis en la democracia?, Madrid, Spei­
ro, 1984, págs.
75 y sigs.).
Según
Sollicitudo rei socia/is la doctrina social de la Iglesia
no. es una ideología, porque efectúa el examen y reflexión acer­
ca d.e «las complejas realidades de la vida del hombre en la so­
ciedad y en el contexto internacional a la luz de la fe y de la
tradídón eclesial»; y las interpreta «examinando su confarmi­
dad o diferencia con lo que el Evangelio enseña acerca del .hom­
bre y de 'su vocación terrena y, a su vez, trascendente, para
orientar, en consecuencia, la conducta cristiana» (núm. 41, ·§ 7 .º).
Esto nos muestra
u~ radical contraposición con toda pers­
pectiva antropocéntrica, fabricada por la mente humana, ideoló­
. gica o poiéticamente.
c) Nada tiene que ver con el análisis marxista ni con la «expe­
riencia histórica liberadora».
Es .decir, es totalmei e ajena al denominado, por el marxis­
mo, «análisis en forma rigurosa
y científica de los hechos», aun­
que, pof otra parte, ~e análisis nada tiene d~ científico en tan­
to -se mueve con conceptos trucados, como son los .expresados
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
en ·su praxis con las palabtas «explotación», «opresión», «capi­
talismo»,
«clases», «imperialisino», «colonialismo»; según en ella
se truncan (cft. Datos y notas so·bre el cambio de estructuras, Ma­
drid, Speiro, 1972, págs. 168 y sigs.); y porque Marx, al formu­
lar «las leyes necesarias del comportamiento humano», no parte
de la observación meticulosa de los hechos, sino de principios
a
priori; y, a partir de ellos, usa el método dialéctico con el fin
de destruir la sociedad existente, ofreciendo para ello
el espe­
jismo de un fururo mundo feliz, el paraíso comunista, que refleja
en su pantalla propagandística (dr. F. Elías de Tejada, El mito
del marxismo, en VERBO, núm. 75-76, págs. 403 y sigs.) ..
Tampoco tiene relación alguna con la llamada «experiencia
histórica liberadora», según
la cual el mundo .es interpretado a
la luz del esquema de la lucha de clases, partiendo de que «toda
la realidad
es política y debe ser explicada políticamente»; y con­
forme ese tenor, la autodenominada teología de la liberación
interpreta, a su vez,
la teología. Así, como denuncia el Cardenal
Joseph Ratzinger: «La palabra
Redención es reemplazada gene­
ralmente por la de liberación, que, a su vez, es entendida en el
último plano de la historia, y la
focha de clases como proceso de
liberación en marcha. En fin, es también fundamental el
ac!'nto
puesto sobre la "praxis": la verdad no ha de ser entendida en
un sentido metafísico, pues se trataría de un )}idealismo,.,. L11
verdad se realiza en la historia y en la praxis. La acción es la
verdad» . : . «La única cosa decisiva es la praxis. La ortopráxis
se convierte así en la única verdadera ortodoxia. Así se ~lica
un alejamiento enorme ele los textos bíblicos: la crítica históri­
ca libera de la interpretación tradicional, que se presenta · como
no científica» (dr. Cambio y esperanza, 10, en EL CAMBIO, Ma­
drid, Speiro, 1986, pág. 41),
Concluye el número 41 de la Encíclica con una importante
matización en contra del abuso que, desde esa pseudoteología
de la liberación y, en general, del «prógresivo cristiano», se ha
efectuado de la denominada denuncia profética: «Al ejercicio de
este
ministerio de evangelización en el campo social [ constituido
por la enseñanza y difusión
ele la doctrina social de la Iglesia],
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LA SOLLICITUDO REI SOCIALIS ANTE EL DESARROLLO
que es un aspecto de la función profética de la Iglesia, pertenece
también
la denuncia de los males y de las· in¡usticias. Pero con­
viene aclarar que el anuncio es siempre más importante que la
aenuncia, y que ésta no puede prescindir de aquél, que le brin­
da su verdadera consistencia y la fuerza de su motivación más
alta».
4. Cuáles son las características de la doctrina social de ta
. Iglesia que la dotan de una "categoría propia".
Hemos visto -según leemos en Sollicitudo rei socia/is, 3,
§ final-que la doctrina social de la Iglesia, en un aspecto, es
con~tante y, en otro, es· siempre nueva; es decir, requiere cons­
tante «renovación».
Es constante, es decir, invariable < do», «en sus principios de reflexión», en sus «fundamentales
directrices de acción», «y, sobre todo, en su· unión vitál con el
evangelio del Señor».
Requiere constante renovación, en tanto «está sometida a las
necesarias y oportunas adaptaciones sugeridas por la variación
de las condiciones hi,tóricas, así éomo por el constante flu¡o de
los acontecimientos en que se mueve
la vida de los hombres en
las sociedades».
Ello,
ya de por sí, implica que, para enlazar sus principios y
directrices
-sobre todo las del Evangelio-con las situaciones
· histórica~ concretas que han de resolverse mediante la proyec­
ción de la luz de aquellos principios, no
es utilizable un método
deductivo, lógico, formal, constituido por cadenas
.de silogismos.
No cabe una subsunción formal de una
p=isa menor en otra
mayor; sino que debe efectuarse una ponderación prudencial, no
mediante una abstracción conceptual, sino con
.el examen de la
cosa en sí. misma ---en su realidad plena, profunda, que recoja
todos sus matices,. sus circunstancias-y, también, consecuencias dimanantes de Ia misma y de sus posibles · correc­
ciones. Se trata de su estimaci6n prudencial, en el correcto sen­
tido correspondiente a la virtud cardinal de la prudencia, como
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JUAN VALLET DE GOYTISOLO
visión y consideración ·no solo de lo presente sino de lo lejano
para su aplicación práctica, como explicó Santo Tomás de Aqui­
no, en
S. Th., 11-1100, 47 a 56.
Así, a
la primera consideración -de que ha de ser de natura­
leza esencialmente
moral-debe unirse -<:0mo dice la Encícli­
ca
al' referir su aplicación al «desarrollo» (núm. 35)--la estima­
ción de los obstáculos que se oponen, sus motivaciones y meca­
nismos, así como las causas de todo orden ( económicas, políti­
cas
y morales); para formar «¡uicios o referencias de orden éti­
co», con una valoración que «es' de por si positiva, sobre todo
si llega a ser plenamente coherente y si se funda en la fe en
Dios y en su ley, que ordena el bien y prohibe el mal».
Ello lleva a que Juan Pablo II, a continuación, nos muestre
la diferencia que media entre:
- la clase de análisis sociopolltico;
- y el que se efectúa haciendo presente «la voluntad de
Dios, tres veces Santo, su · plan sobre los hombres, su ;usticia y
su misericordia», que comporta una llamada a la segunda tabla
de los diez Mandamientos;
y, lleva, tras un análisis de la no.tu­
raleza real de los males que tratan de corregirse, a un diagnós­
tico
moral que sirva para «identificar adec,uadamente, a nivel de_
conducta humana, el camino a seguir, para superarlo» (núm. 37).
Esto conlleva que la solución -profunda no es socio-política,
ni siquiera jurídica --éstas quedan al nivel de medios, aunque
también deban ser valoradas moral y prudencialmente--, sino
moral, como muestra
la Encíclica a -lo largo de todo su núme­
ro
38.
Pero, antes de profundizar en esto, es preciso que nos de­
tengamos a examinar los puntos,clave de ese análisis que Juan
Pablo
II efectúa.
Ill. LA REVELACIÓl'I Y EL ORDEN DE LA CREACIÓN -COMO CLAVES
DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
Pío XII, al conmemorar el .cincuentenario de la Rerum no­
varum, recordó que
«es competencia indiscutible de la Iglesia,
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LA SOLLICITUDO REI SOCIALIS ANTE EL DESARROLLO
en aquella parte del orden social en que éste se acerca y aun
llega a tocar el campo moral, juzgar si las báses de un determi­
nado ordenamiento
social están de acuerdo con el orden inmuta­
ble que Dios Creador
y Redentor ha manifextado por medio del
derecho natural
y la revelación: doble manifestación a la que
León
XIII se refiere en su enciclica. Y, con razón; porque las
enseñanzas del derecho natural y las verdades de la revelación
se derivan por diversos caminos, como dos arroyos de aguas
no. contrarias, sino acordes1 de la misma fuente divina ... ».
Aquí, en la Sollicitudo reí socialis, Juan Pablo II centra la
solución de las cuestiones sociales, que contempla, en -la natura~
leza del hombre -tema que reiteradamente ha venido explican­
do desde sus fundamentos teol6gicos-y en la del propio cos­
mos, es decir, en el orden de la naturaleza que, asimismo, impc­
ne
al hombre su sumisión a leyes no solo físicas sino también
morales.
l. El orden moral impuesto por la misma naturaleza del
hombre.
Juan Pablo II indica (núm. 29, § 2) que es necesario no per­
der de vista el
parámetro que se halla en la naturaleza especifi­
ca del hombre «créado por Dios a su imagen y seme¡anza (cfr.
Gen. 1, 26 ). Naturaleza corporal y espiritu simbolizado en el se­
gundo relato de la creación por dos elementos, la tierra, con la
que Dios modela al hombre, y el hálito de vida, infundido en
su rostro {dr. Gen. 2, 7)».
· Juan Pablo
II, en su discurso en el Meeting 82 de Rimini,
el 29 de agosto de 1982, había animado a los j6venes partici­
pantes, hablándoles de la grandeza del hombre: «por su inteli­
gencia»1 «mediante la cual se conoce a sí mismo, conoce a los
demás, conoce el mundo y conoce a Dios», «por su voluntad,
por la que se da en el amor hasta alcanzar cotas de herolsmo»,
y por «el anhelo que tiende a la verdad -he aquí la vida de la
inteligencia-y el anhelo que tiende a la libertad -he ahí el
hálito de
la voluntad ... -».
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JUAN V ALLET. DE GOYTISOLO
De ahí, los deberes del hombre; y que, cuando no los cum-·
pla, le sea necesario un cambio de actitudes espirituales: Sollici­
tudo
rei socia/is, 38, § 3.0 , recuerda que la Populorum progressio
extiende, diferenciadamente, esos deberes a las «relaciones de
cada hombre consigo mismo, con el pr6iimo, con las comunida­
des humanas, incluso las
más le;anas y con· Za naturaleza», «en
funci6n de unos valores superiores».
El propio Juan Pablo II ha señalado cuál es el peso del pe0
cado original que gravita en el hombre (dr. Catequesis en la
Audiencia general de 14 de diciembre de 1983; O. R., 14 de
diciembre); por lo
cual, el mal y el pecado andan en él y de ahí
su necesidad de redención, de modo tal que -- reí socialis, 31, § 2, in fine-tan solo «el pecado, que siempre
nos acecha y compromete nuestras realii.aciotles humanas, es ven­
cido y rescatadó por la reconci.liaci6n obrada por Cristo» (dr. Col.,
·1, 20). Sin embargo, la Iglesia -- 7,
§ 2), tiene confianza en el hombre, «aun conociendo la mal­
dad de que es capaz, porque sabe bien -no obstante el peca­
do heredado y el que cada uno puede cometer--que hay en la
persona humana suficientes cualidades y energías, y hay una
"bondad" fundametal
(d. Gén., 1, 31), porque es imagen de su
Creador, puesta ba¡o el influio redentor de Cristo, "cercano a
todo hombre", y porque la acción fficaz del Espiritu Santo "lle­
na la tierra" (Sab., l, 7)». Y; por ello, añade, «no se ;ustifican
ni la desesperación, ni el pesimismo, ni la pasividad. AuN¡Ue,
con tristeia, conviene decir que, así como se .puede pecar por
egolsmo, por afán de ganancia exagerada y de poder, se puede
faltar también -.,.ante las urgentes necesidades de unas muche­
dumbres hundidas
en el subdesarrollo-,-por temor, indecisión y,
en el fondo, por cobardía». .
a) Los ·deberes con los demás hombres, presentes en el plan
divino,
«exige de los hombres actiJudes precisas que se expresan
también en acciones u omisiones ante el pr6iimo», con «una·re­
ferencia a la llamada "segunda tabla" de los diez Mandamientos
(cfr. Ex., 20, 20, 12-17; Dt,, 5, 16-21)» (núm. 36, § final, apar­
tado primero).
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LA SOLLICIT{JDO RE! SOCIALIS ANTE EL DESARROLLO
Ese deber es «de todos para todos», en una cooperación que
constituye
«un imperativo para todos y cada uno de los hombres
y mujeres, para las sociedades y las naciones» {núm. 32). Y si
se incumplen las debidas acciones u omisiones. «se ofende a Dios
y se perjudica al prójimo, introduciendo en el mundo condicio0
namientos y obstáculos que van mucho más allá de las acciones
y breve vida. del individuo» {núm. 36, § últ., inc. penút.).
fil) Respecto de las demás creaturas, advierte la Encíclica
que
«el hombre no ha sido creado, por asi decir, inmóvil y es­
tático. La primera presentación que de él ofrece la Biblia lo des­
cribe ciertamente como creatura y como imagen determinada en
su realidad profunda por el origen y el par~ntesCó} que lo cons­
tituye. Por esto miSmo pone en el. ser humano, hombre y mujerj
el germen y la exigencia de una tarea originaria a realizar, cada
Uno por separado y también como pareja. La .tarea es '' dominar"
las demás creaturas, "cultivar el jardin"» (núm. 30, § 2.", inc. 2);
pues, siempre según la narraci6n del
Génesis (2, 15), «es colo­
cado en el jardin para cultivarlo y custodiarlo por encima de to­
dos los demás
seres puestos por Dios bajo su dominio (cfr., ibid.,
1, 15 y sigs.)» (núm. 29, penúlt.).
Ese dominio implica el deber de ejercerlo.
La Encíclica, 30,
§ 7, recuerda
la parábola de los «talentos» y comenta que, a
nosotros,
«que recibimos los dones de Dios para hacerlos fructi­
ficar1 nos toca })sembrar" y ,,recoger". Si no lo hacemos se nos
quitará incluso la que tenemos».
Por otra parte, ese dominio ·no es ilimitado --como vamos
a ver-·en cuanto se halla inserto en el orden Je-la naturaleza,
en la cual --<:orno señaló Santo Tomás de Aquino (S. Th., I,
103)--el hombre actúa como causa segunda de la causa prime­
ra,
es decir, de la Providencia divina.
2. El orden de l_a naturaleza, ínsito por Dios en su obra. crea-
dora. ·
La Endclica va advirtiendo:
En cuanto al dominio concedido al hombre sobre los demás
319
Fundaci\363n Speiro

JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
seres y la tierra, que al ejercerlo, «debe someterse a la voluntad
de Dios, que le pone límites en el uso y dominio de las cosas
(dr. Gén., 2, 16 y sigs.}» (núm. 29, § 3.'}, pues la tarea de «do­
minar» las demás creaturas y «cultivar
el ¡ardln», «hay que ha­
cerlo en el marco de obediencia a la ley divina y, por consiguien­
te, en el respeto de la imagen recibida, fundamento claro del
poder de dominio, concebido
en orden a su perfeccionamiento
(dr. Gén., 1, 26, 30; 2, 15 y sigs.; Sab., 9, 2 y sig&.}» (núm. 30,
§ 2, inc. final).
En el número 34 se desenvuelve esta cuestión:
«El carácter
· moral del .desarrollo no puede prescindir tam­
poco del respeto
por Jos seres que constituyen la naturaleza visi­
ble y que griegos, aludiendo precisamente
al orden que lo dis­
tingue, llamaban el "cosmos". Estas realidades exigen también
respeto, en virtud de una triple consideración que merece atenta
reflexión.
»La primera consiste en la Conveniencia de tomar mayor con­
ciencia de que no se pueden utilizar impunemente las diversas
categorías de seres, vivos o inanimados ~nima/,es, plantas, ele­
mentos
naturales-, como mejor apetezca, ·según las propias exi­
gencias económicas.
Al" contrario, conviene tener en cuenta la
naturaleza de cada ser y su mutua conexión en un sistema orde­
nado, que es precisam.ente el cosmos.
»La segunda consideración se funda, en cambio, en la con­
vicción, cada vez mayor también, de la limitación de los recur­
sos naturales, algunos de los cuales no" son, como suele decirse,
renovables. Usarlos como si fueran inagotables, con dominio ab­
soluto, pone seriamente en peligro su futura disponibilidad, no
solo
para la generación presente sino, sobre todo, para las. fu­
turas.
»La tercera consideración se refiere directamente a las con­
secuencias de un cie.to tipo de desarrollo sobre la calidad de la
vida en las zonas industrializadas. Todos sabemos que el resul­
tado directo o indirecto de la industrialización es, cada vez más,
la contaminación del ambiente, con graves consecuencias para la
salud de la población.
320
Fundaci\363n Speiro

LA SOLLICITUOO REI SOCIALIS ANTE EL DESARROLLu
»Una vez más, es evidente que el ·desarrollo, asi como la vo­
luntad de planificación que lo dirige, el uso dr los recursos y
el modo de utilizarlos, no están exentos de respetar las exigen­
cias morales. Una de éstas impone, sin.Juda, ltmites al uso de la
naturaleza visible. El dominio confiado al hombre por el Crea­
dor no es un poder absoluto, ni se puede hablar de libertad de
"usar y abusar", o de disponer de las cosas como mejor parezca.
La limitación impuesta por el mismo Creador, desde el princi­
pio, y expresada simbólicamente con la prohibición de "comer
del fruto del árbol"
(cfr. Gén., 2, 16 y sigs.), muestra claramen­
te que, ante la naturaleza visible, estamos sometidos a leyes no
solo biológicas, sino también m0Tales1 cuya transgresión no queda
impune;,>.
Por eso, la Encíclica (26, § 7) considera como una señal po­
sitiva actual la preocupación ecológica, consistente en «la mayor
conciencia
de la limitación de ltJs recursos disponibles, la nece­
sidad de respetar la integridad y los ritmos de la naturaleza y de
tenerlos en cuenta en la programación del desarrollo, en lugar
de sacrificarlo a ciertas concepciones demagógicas del mismo».
3. El plan divino, el sentido de la historia y el Reino de
Dios.
Estos tres temas, claramente conexos y entteligados, son abor­
dados por la Encíclica en relaci6n con el desarrollo del que des­
pués deberemos ocupamos.
Pero aquí, en relación con el orden
dinámico de la naturaleza
y la inseroióh en él del hombre como
causa segunda, debemos anticipar las orientaciones de carácter más
general contenidas en
Sollicitudo rei socialis.
El número 31, § 1, apartados 2 y 3, explica: «En la carta de
San Pablo a los colose11ses leemos que Cristo es "el primogéni­
to
de toda la creación" y que "todo fue creado por El y para
El" (1, 15-16). En efecto, "todo tiene en El su consistencia",
porque "Dios tuvo a bien
hacer residir en El toda plenitud y
reconciliar por El para El todas las cosas" (ibid., 1, 20).
«En este
plan divino -sigue en su § 2.•-, que comienza
321
Fundaci\363n Speiro

JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
desde la eternidad en Cristo "Imagen" perfecta del Padre, y
culmina en El, })Primogénito de entre los muertos" (ibid., 1,
15, 18), se inserta nuestra historia, marcada por nuestro esfuer­
zo personal y_ colectivo por elevar la condici6n humana, vencer
los obstáculos que surgen siempre en nuestro camino, disponién­
donos as! a participar en la plenitud que "reside en el Señor" y
que El comunica
"a su cuerpo, la Iglesia" (ibid., 1, 18; cfr. Ef.,
1, 22-23 ), mientras el pecado, que siempre nos acecha y compro­
mete nuestras realizaciones humanas, es vencido y rescatado por
la "reconciliaci6n" obrada por Cristo» (cfr. Col., 1, 20).
Ah! tenemos conjugados, conforme la teología cristiana el
plan divino, y la libertad del hombre, acechada por el pecado,
en
el sentido de la historia.
«La historia del género humano, descrita
en la Sagrada Es­
critura, incluso después de la calda en el pecado, es una historia
de continuas realizaciones que, llunque puestas siempre en crisis
y en peligro por el pecado, se repiten, enriquecen y se difunden
como respuesta a
la vocaci6n divina señalada desde el principio
al hombre y a la muier (d. Gén. 1, 26-28) y grabada en la ima­
gen recibida por ellos».
La Iglesia tiene conciencia -nos recuerda la Encíclica. en el
número 47, § 1.0
, inciso final-«de la promesa divina en virtud
de la cual la historia presente no está cerrada en sí misma sino
abierta al Reino de Dios».
«La Iglesia sabe muy bien -comienza el número 48-que
ninguna realización temporal se identifica con el Reino de Dias,
pero que todas ellas no hacen más que reflejar, y en cierto modo
anticipar, la gloria de ese reino, que esperamos al final de la his­
toria, cuando el Se_ñor vuelva. Pero la espera no p-0drá ser nunca
una excusa para desentenderse de los hombres en su situaci6n
personal cóncreta y en-su vida social, nacional e internacional.,
en la medida en que ésta --'sobre todo ahora--condiciona a
aquélla.
»Aunque imperfecto
y provisional, nada de lo que se puede
y debe realizar .mediante · el esfuerzo solidario de todos y . a la
gracia divina en un momento dado de la historia, para hacer
322
Fundaci\363n Speiro

LA SOLLICITUOO REI soci:ALIS ANTE EL DESARROLLO
"más humana" la vida de los hombres, se habrá perdido ni ha­
hrá sido vano».
Como
vemos, la Encíclica no acepta fa posición de los exége­
tas progresistas que pretenden deducir una delegación incondicio­
nal y sin limites, ni siquiera de orden moral, de Dios al hombre
para culminar
la creación iniciada por Dios, es decir, el cambio
a un mundo transformado por
el hombre, de. conformidad a un
nuevo orden, impuesto por
él mismo, animado por la esperanza
de un Reino
de Dios aquí en la tierra como final de la Historia
(dr. Cambio y esperanza, 12, eil VERBO, núm. 237-238, pági­
nas 874 y sigs., o en El cambio, págs. 44 y sigs.). Aun cuando
la misma Encíclica (núm. 47, §
3.0
) afuma que «no se justifican
ni
la desesperación, ni el pesimismo, ni la pasividad». Y, sin duda,
como añade (núm. 48,
§ 2.0), repitiendo palabras de la Gaudium
et spes, todos
los frutos, propagados «por la tierra en el Espiritu
del Señor y de at;uérdo con su mándatiJ, volveremos· a encontrar­
los, limpios de toda mancha, iluminados y transfigurados cuan­
do Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal ... , reino
que está ya misteriosamente presente en nuestra tie"a».
«El Reino de Dios -,dice el párrafo siguiente-- se hace,
pri:sente, ahora sobre todo en la celebración del Sacramento de
la Eucaristía, que
es el Sacrificio del Señor. En esta celebración
lqs frutos de la tierra y del trabajo humano -1 pan y el vino-­
son· transformados misteriosa, aunque real Y substafzcialmente,
pqr. obra del Espíritu Santo y de las palabras del ministro, en
e.l Cuerpo y Sangre del Señor Jesucristo, Hijo de Dios e Hijo
de f',f.aría por el cual el reino, del Padre se ha hecho prese,¡te en
medio de nosotros».
En él -concluye el párrafo siguiente--se «anticipa el Reino
de Dios y anuncia su venida final».
«Así el Señor -sigue el § 5.0
-mediante la Eucaristia, sa­
cramento. y sacrificio, nos une consigo y nos une entre nosotros
c~n un vínculo más perfecto que toda unión natural; y unidos
no5; envía al mundo entero para dar testimonio, con la fe y con
la~ obras, del amor de Dios, preparando la venida de su Reino
y anticipándolo en las sombras del tiempo presente».
323
Fundaci\363n Speiro

JUAN V AUET DE GOYTISOiO
IV. Los ÓRDENES POÚTICOS Y ECONÓMICO-SOCIALES
l. La 1 glesia. no propone sistemas o programas económicos
y políticos ni manifiesta preferencias por unos o por otros.
Así lo reitera Sollicitudo rei socialis, en su número 41, § l.",
que añade esta salvedad «con tal que la dignidad del hombre
sea debidamente respetada y promovida y ella [la Iglesia] goce
del espacio necesario para ejercer su ministeriO en el mundo».
La explicación encabeza el· mismo párrafo: «La Iglesia no tiene
soluciones técnicas». Estas corresponden a quienes tengan la com­
petencia y la responsabilidad concreta para proponerlas y, en
su caso, hacerlas realidad.
a) Sistemas politicos deseables.
Tal vez, algunos entenderán, en una somera lectura de la
Encíclica, que la afirmación de su número 41, ·párrafo tercero,
resulta contradicha en
el párrafo final de su número 44, en
su primera frase, que dice, «Otras. naciones necesitan reformar
algunas estructuras y, en particular, sus instituciones políticas,
para sustituir regimenes corrompidos, dictatoriales o autoritarios,
por otros democráticos y participativos».
Sin embargo, no puede interpretarse de ese modo contra­
dictorio, pues la palabra
democracia no se identifica y agota con
lo que hoy se denominan democracias formales y democracias
materiales;
y porque la doctrina pontificia, ya desde Pío XII, le
da un significado más lato, .en algunos aspectos, y es más exigen­
te de ciertos requisitos, en cuestiones fundamentales, para
cali­
ficar un régimen de «sana democracia».
Es
algo que examiné, hace años, en mi artículo La participa­
ci6n del pueblo y la democracia, aparecido en ESTUDIOS FILOSÓ­
FICOS, número 71-72, enero-agosto de 1977, y reproducido en
VERBO, número 161-162, páginas 165 y siguientes, y que, más
recientemente y de modo más completo, ha expuesto Federico
324
Fundaci\363n Speiro

LA SOLLICI11JDO REI SOCIALIS ANTE EL DESARROLLO
Cantero, en su ponencia La democracia y la doctrina pontificia de­
sarrollada en la
XXII Reunión de amigos de la Ciudad Cató­
lica, Alcobendas,
1982, y publicada en VERBO, número 225-226,
páginas 645-678, y en ¿Crisis en la democracia?, Speiro, 1984,
páginas 191-232.
Para calliicar un régimen de «sana democracia», debernos,
en especial, tomar como
pauta las características siguientes:
-La representación del pueblo, en todo «cuerpo legisla­
dor», «tiene que extraer de su. seno una selecci6n ·de hombres1
espiritualmente eminentes y de firme carácter, que se conside­
ren como representantes de todo
el pueblo y no como man­
datarios de una muchedumbre». Distinción que corresponde a la
existente entre pueblo y masa (Pío XII, radiomensaje de Navi­
dad de
1944, Benignitas et humanitas).
- «Del hecho de que
la autoridad derive de Dios, no se
sigue que los hombres no tengan la libertad de elegir las perso­
nas investidas de la misión de e¡ercitarla, así como de determi­
nar las formas de gobierno y los ámbitos y métodos según los
cuales la autoridad se ha de ejercitar ... »; y,, en cambio, en vir­
tud de ella, «no puede ser aceptada como verdadera la posición
doctrinal de aquellos que erigen
la voluntad del hombre en par­
ticular o de ciertas sociedades como fuente primaria y única de
donde brotan derechos
y deberes y de donde provenga tanto la
obligatoriedad de las constituciones como la autoridad de los po­
deres públicos» (Juan XXIII, Pacem in terris).
-La acción de los poderes públicos: «Debe inspirarse en
el principio de subsidiariedad» (Juan XXIII, Pacem in terris,
140).
- La Iglesia, «es bien· sabido, no prefiere ni rechaza forma
alguna de gobierno, siempre que sea justa y apta para procurar
el bien común de los ciudadanos»; y lo que aprueba «está menos
unida a un régimen
f}Olitico determinado que a las estructuras
de
las que dependen las relaciones entre el pueblo y el poder
en la búsqueda de la prosperidad común» . . . «Entendida así la
democracia, puede reconocerse en todo régimen que no es tota­
litario» . . . «supone un equilibrio que puede ser muy vario den-
325
Fundaci\363n Speiro

JUAN VALLBT. DE GOYTISOLO
tro la representación nacional y la iniciativa de· los. gobernantes;
implica cuerpos intermedios libremente formados, reconocidos
y
protegidos por la ley, normalmente consultados en las cuestio­
nes
de su competencia» (Carta de 2 de julio de 1963 del Secre­
tario de Estado, en nombre de · Paulo VI, a la Semana Social
francesa de Caen).
-El Estado «comprende su misión sobre la sociedad, según
el principio
de subsidiariedad que quiere expresar la plena so­
beranía de la nación» (Juan Pablo II, alocución a la Conferencia
Episcopal Polaca, de 5
de junio de 1979. Cfr. también, Redem­
tor hominis,
17).
El texto de S ollicitudo rei social is sigue la misma concep­
ción que hace equivalente régimen sanamente democrático a
ré­
gimen participativo, pues, después de la frase transcrita, concluye
el párrafo final del número 44: «porque la "salud" de una co­
munidad politica -en cuanto se expresa mediante la libre · par­
ticipación y responsabilidad de todos los ciudadanos en la gestión
pública,
la seguridad del derecho, el respeto y la promoción de
los derechos
humanos-es condición necesaria y garantía segura ·
para el desarrollo de "todo el hombre y de todos los hombres"».
(Respecto al significado de
los derechos humanos, según Juan
Pablo
II, cfr. mi comunicación a la :XXIV Reunión de amigos
de la Ciudad Católica,
El hombre su¡eto de la liberación. Refe­
rencia a los denominados derechos humanos, publicada en VER­
BO, núm. 253-254, págs. 335-360, y en La verdadera liberación,
Speiro, 1988,
págs. 113-138).
Es importante notar que
Sollicitudo reí sociaUs, en el nú­
mero 15, § 4, dice: «Es necesario recalcar que ningún grupo so­
cial, por e¡emplo un partido, tiene derecho a usurpar el papel
de único
guia porque ello supone la destrucción de la verdade­
ra subietividad de la sociedad y de las personas-ciudadanos, como
ocurre
en· todo totalitarismo. En esta situación el hombre y el
pueblo se convierten en "ob¡eto", no obstante todas las decla­
raciones contrarias y las promesas verbales».
)26
Fundaci\363n Speiro

LA SOLl..ICITUDO REI SOCIALIS ANTE EL DESARROLLO
b) Sistemas económicos no aceptables y rechazados.
También entre los sistemas económicos
la doctrina social de
la Iglesia nos señala cuáles son inaceptables o, por
lo menos, de­
fectuosos; y qué características deben reunir para responder a la
doctrina social de la Iglesia.
La Encíclica los contrapone en tres textos
(20, § 5; 21, § 2,
y 41, § 7).
En el 20, § 5, dice que, en Occidente, existe «un sistema ins­
pirado históricamente en el capitalismo liberal tal como se desa­
rrolló en el siglo pasado» y, en Oriente, «se da un sistema ins­
pirado
en el colectivismo marxista que nació de la interpreta­
ción de la condición de la clase proletaria»; y, advierte, eµ el
§ 6, que cada una de estas ideologías, «al hacer referencia a dos
visiones tan diversas del hombre,
de su libertad y de su cometido
social, ha propuesto y promueve, ba¡o el aspecto económico., unas
formas antitéticas
de organización del trabaio y de estructuras
de
la propiedad, especialmente en lo referente a los medios de
P,oducción».
En el número 21, § 2 señala que la doctrina social de la
Iglesia «asume una actitud crítica, tanto ante el capitalismo li­
beral como ante el colectivismo marxista»; sin· constituir --como
antes hemos visto y dice el número 47, § 7-una «tercera vía»
entre ambos.
La crítica de uno y otro, según la doctrina social de la Igle­
sia, la examiné al comentar
la Octogesima adveniens {VERBO,
núm. 97-98, cit.), y, especialmente, me he ocupado de ambas en
Datos y notas sobre el cambio de estructuras. Por eso, aquí, me
limitaré a recoger los datos aportados por la nueva Encíclica.
Es de destacar, primero, que del mismo modo que en
el or­
den político indica
la necesidad de participación, en el eco­
nómico señala la necesidad de la libertad de iniciativa; y sub­
raya que no identifica en
modo· alguno -como hace el marxis­
mo-el capitalismo liberal con la propiedad privada de los me­
dios de producción. (Respecto esa no identificación, dr. Capita­
lismo-Socialismo-Tecnocracia,
1, en VERBO, núm. 101-102, pá-
327
Fundaci\363n Speiro

JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
ginas 657 y sigs., y Datos y notas sobre el cambio de estructuras,
págs. 5 y sigs.). Voy a limitarme, aquí, a destacar lo que, en
Sollicitudo reí socialis
se dice de la libertad, iniciativa económi-
ca y del derecho de propiedad. .
De la iniciativa econ6mica, que en el mundo actual es repri­
mida a
menudo, según se dice en 15, § 2.º, «se trata de un de­
recho importante no solo para el individuo en particUlar, sino}
además, para el bien común. La experien¿ia nos demuestra que
la negaci6n de tal derecho o. su limitaci6n en nombre de una
pretendida "igualdad" de todos en la sociedad reduce, o sin más,
destruye de hecho el espíritu de iniciativa, es decir, la subjeti­
vidad creativa del ciudadano.
En consecuencia,. surge, de este
modo, no tanto una verdadera igualdad, sino una
"nivelaci6n
descendentl'. En lugar de la iniciativa creadora, nace la pasivi­
dad, la dependencia y la sumisi6n al aparato burocrático que,
como .único órgano que "dispone" y "deciden -aunque no sea
"poseedor" -de la totalidad de los bienes y medios de produc­
ci6n, pone
a todos en una posici6n de dependencia casi absoluta,
similar a
la tradicional dependecia del obrero-proletario · en el
sistema capitalista. Esto provoca
un sentido de frustración o de­
sesperaci6n y predispone a la despreocupaci6n de la vida nacional,
empu¡ando a muchos a
la emigración y favoreciendo, a la vez, una
forma de emigraci6n "sicol6gica"».
Ese «derecho» a la inicilttiva
econ6mica, después (al final del. mím. 42) lo destaca como uno
de los derechos fundamentales, .la ptivación de los cuales consti­
tuye una
«forma especial de pobreza».
Respecto del derecho de propiedad y de su función social
leemos,
en los incisos ptimero y segundo del párrafo final del
mismo número 42: «Es necesario recordar, una vez más, aquel
principio peculiar de la doctrina cristiana: los bienes de este mun­
do están
originariamente destinados a todos. El derecho a la
propiedad privada es válido y necesario, pero no anula el. valor
de tql principio. En efecto, sobre
ella grava "una hipoteca so­
cial' es decir, posee, como cualidad intrínseca, una función so­
cial fundada y ;ustificada precisamente sobre el princi¡,io del des­
tino universal de los bienes». (No anduve, pues, descaminado
328
Fundaci\363n Speiro

LA SOLLICITUOO REI SOCIALIS ANTE EL DESARROLLO
en mi comentario, ¿Ha variado la reciente encíclica «Populo­
rum progressio» la doctrina tradicional del magisterio pontificio
ordinario sobre el derecho de propiedad?, en VERBO, núm. 55,
págs. 375-382).
El mismo Juan Pablo
JI, el 10 de enero de este mismo año,
en su alocución a los obispos de la archidiócesis de
Wroclaw,
Polonia, en su visita ad limina apostolorum, les dijo:
«El derecho de propiedad está unido a la persona, incluso
cuando
se trata de la propiedad de los medios de producción.
Está unido porque· el hombre, desde el
principio, fue nombrado
por
el Señor dueño de la creación visible. Está unido para que
pueda ser liberada correctamente
la iniciativa económica, que sir­
ve no solo al individuo sino también a la sociedad. Este princi­
pio, considerado por Santo Tomás expresión del derecho de na­
turaleza (cfr. Summa Theol., 11-11, q. 66, art. 2, en c. y en la
respuesta ad unum; cfr., también, 1-II, q. 94, art. 5, ad 3), per­
tenece a toda la tradición de la doctrina social· de la Iglesia, des­
de la nRerum novarum" a la "Laborem excercens".
»Naturalmente, el principio as! expuesto no tiene nada en
común con
la absolutización de la propiedad de los medios de
producción. Por esta razón hablamos incluso de la "hipoteca so­
cial" que grava sobre la propiedad, reconociendo al Estado ~para
el bien de la totalidad de los ciudadanos-el derecho de control
en este campo. Sin embargo, una cosa es este derecho y otra
el quitar -por parte del sistema--,-al lmmbre Jet lugar de tra­
ba;o que le es propio, la anulación de la iniciativa económica, e
indirectamente,
privarlo del sentido del trabajo mismo».
(Cfr., respecto del derecho de propiedad y su función social,
nuestro estudio
Propiedad y iusticia a la luz de Santo Tomás de
Aquino,
en VERBO, núm. 188, págs. 1.065-1.122).
En el párrafo penúltimo del número 31 se lee que «pertene­
ce a la enseñanza y a la praxis más antigua de la Iglesia la con­
vicción de que ella misma, sus ministros y cada uno de sus miem­
bros están llamados a aliviar la miseria d.e los que sufren cerca
o leios, no solo con lo nsuperfluo", sino ·con lo "necesario". Ante
los casos de necesidad, no se debe dar preferencia a los adornos
· 329
Fundaci\363n Speiro

JUAN VALLET DE GOYTISOLO
superfluos de ./os templos y a los objetos preciosos del culto di­
vino,-·al ·contrario, podría ser obligatorio enajenar estos bienes
para dar pan, bebida, vestido y casa a quien carece de ello ( cfr.,
por ejemplo, San Juan Crisóstimo,
In Evang. S. Mathei, hom. 50,
3-4; PG 58, 508-510; San Ambrosio, De Officiis Ministrorum,
lib. 11, XXVIII, 136-140;
PL 16, 139,141; Posidio, Vita S.
Agustini Episcopi, XXIV, PL 32, 53 y sigs.). Como ya se ha
dicho, se nos presenta aquí una "jerarquía de valores" -en el
marco del derecho de propiedad-entre el -"tener."· y el "ser",
sobre
tOtio cuando el "tener" de algunos puede ser a expensas
del
"ser" de tantos otros>>.
No dice aquí Juan Pablo II nada que ya no hubiesen dicho
los Santos Padres, especialmente
San Juan Crisóstomo (cfr. en
VERBO, núm. 117-118,. págs. 597-719, al estudio de Estanislao
Cantero,
San Juan Cris6stom~ y sus "Homilías sobre San Mateo")
y San Ambrosio. Pero
es preciso dar su exacto sentido a las pa­
labras «podia ser obligatorio enajenar estos bienes ["los ador­
nos superfluos de los templos y a los objetos preciosos del culto
divino" J para dar pan, bebida, vestido y casa a quien carece de
ella». El condicional, «podrla ser obligatorio», para pasar a im­
perativo requiere un orden de prelación, una necesidad y la pre­
visión del resultado, todo prudentemente valorado. En una
so­
ciedad opulenta, que se llama cristiana, los bienes destinados al
culto divino no son los que primero deben ser enajenados, sino
al contrario; por otra parte, a veces, esos bienes producen unos
réditos -<:on su exposición-que, en mayor espacio de tiempo
pueden permitir mayor· ayuda. Recordemos que
la Instrucción
Pastoral de 1813 de los obispos refugiados en Mallorca, afirma­
ba que la misma Iglesia que «quiere se derritan hasta sus cálices
si la urgencia lo exigiera», condena al mismo tiempo los pretex­
tos frívolos de
los saqueos por el poder público, los atentados e
invasiones tiránicas por la
fuerza y la violencia sobre sus bienes,
las vías tortuosas y medios ilegítimos de gravarlos, apoderarse de
ellos, enajenarlos, detener o distraer sus frutos (cfr. Francisco
José Fernández de
la Cigoña, «Instrucci6n pastoral» de las obis­
pos refugiados en Mallorca, en VERBO, núm. 183-184, pág. 416).
}30
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LA SOLLICITUDO RE! SOCIALIS ANTE EL DESARROLLO
O, tal vez, ¿ querrían algunos que esos bienes pasen, como pie­
zas muertas, a mu.seos del Estado u otras entidades oficiales en
lugar de ser objeto de homenaje a nuestro Dios?
La Encíclica
también ahonda en · uno de los aspectos malsa­
nos del capitalismo contemporáneo, la formaci6n de la sociedad
de consumo, que
es una de las consecuencias de la masificaci6n
actual. Al respecto, leemos en el número 28, §§ 2.º y 3.º:
< certante
de ese período más reciente: ¡unto a las miserias del
subdesarrollo, que-son intolerables, nos encontramos con u,Ía
especie de superdesarrollo, igualmente inaceptable, porque, coma
el primero,
es contrario al bien y a la felicidad auténtica. En· efec­
to, este superdesarrollo, consistente en
la excesiva disponibilidad
de toda clase de bienes materiales para algunas categorías socia­
les, fácilmente hace a los hombres esclavos de la "posesión" y
del goce inmediato, sin otro horizonte que la multiplicació!f o la
continua sustitución de los objetos que se poseen por_ otros toda­
via más perfectos. Es la llamada civilización del "consumo" o
Consumismo) que ~omporta tantos "desechosn _.o nbasuYas". Un
objeto poseido, y ya superado por otro más perfecto, es descar­
tado simplemente, sin tener en cuenta su posible valor perma­
nente para uno mismo o para _Otro ser humano más pobre.
»Todos somos testigos de los tristes efectos de esta ciega
sumisión al mero consumo: en primer término, una forma de
materialismo craso, y al mismo tiempo una radical, insatisfacción,
porque se comprende rápidamente que -si no se está prevenido
contra
la inundación de mensaies P1 sante y t"en.tadora de productos-, cuanto más se posee más· se
desea, mientras las aspiraciones más profundas quedan sin satis­
facer y, quizás, incluso, sofocadas».
( Respecto de esas consecuencias
. recomendamos la lectura del
estudio del profesor Marcel de Corte,
La economía al revés, en
VERBO, núm. 91-92, págs. 125-176);
Finalmente, rechaza la Encíclica totalmente la concepci6n me­
ramente «económica», o sea, la «economicistá», «vinculada a la
palabra desarrollo»,· que viene a coincidir con la posici6n que
331
Fundaci\363n Speiro

JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
tuvieron los tecnócratas en los años optimistas, cuando prevale­
cían los llamados «halcones
del desarrollo» ( me ocupé de ello en
mi libro Ideología, praxis y mito de la tecnocracia). El número
28, § l.º, explica, al respecto: «En efecto, hoy se comprende me­
,
¡or que la mera acumulación de bienes y servicios, incluso en fa­
vor de una mayoría, no basta para proporcionar la felicidad hu­
mana. Ni, por consiguiente, la disponibilidad de múltiples bene­
ficios reales
aportados en los tiempos recientes por la ciencia y la
técnica, incluida la informática, traen consigo la liberación de
cualquier forma de esclavitud. Al contrario, la experiencia de los
últimos años demuestra que si toda esta considerable
masa de re­
cursos y potencialidades, puestas a disposición del hombre, no es
regida por un objetivo moral y por una orientación que vaya di­
rigida al verdadero bien del género humano, se vuelve fácilmente
contra
él para oprimirlo» .

2. La participación y la solidaridad claves del. camino que
se debe seguir.
El camino que es preciso seguir, según dice la Encíclica en
d número 38, § l.º, «es. largo y complejo y, además, está ame­
naz4!0 constantemente, tr,¡nto por la intrínseca fragilidad de los
propósitos
y realizaciones humanas, cuanto por la mutabilidad
de las circunstancias externas tan imprevisibles. Sin embargo, debe
ser emprendido decididamente
y, en donde se hayan dado ya al­
gunos pasos o, incluso, recorrido una parte del mismo, seguirlo
hasta el final».
Este significa un valor moral «requerido por la voluntad de
Dios» (ibid., § 2.º); y los obstáculos opuestos «no son solamente
de orden económico sino que dependen
de actitudes más profun­
das que se traducen, para el ser humano, en valores absolutos» y
requieren de los responsables que «se den cuenta plenamente de
la necesidad urgente de un cambio en las actitudes espirituales»
(ibid., § 3.º); que, eu los cristianos, ha de ser de «conversión'»,
según el lenguaje bíblico (dr. Me., 1, 15; Le., 13, 35; Is., 301,
332
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LA SOILICITUDO REI SOCIALIS ANTE EL DESARROLLO
15) que, con la gracia de Dios, «transforme corazones de piedra
"en" corazones de
carne (cfr. Ez., 36, 26)».
Es preciso que todos, hombres y mujeres sin
excep<;ión
-<:orno exhorta Juan Pablo II (47, § 5.0)--, «convencidos de.
la gravedad del momento presente y de la respectiva responsabi­
lidad individual, pongamos por obra
~on el estilo personal y
familiar de vida, con el uso de los bienes, con la participación
como ciudadanos} con la colaboración en las decisiones económi­
cas
y políticas y con la propia actuación a nivel nacional e inter­
nacional-, las medidas inspiradas en la totalidad y en el amor
preferencial por los pobres».
Participación
y solidaridad son dos conceptos clave. La se­
gunda palabra, que Juan Pablo II empleó ya con especial énfa­
sis en la Laborem exercens (cfr. La enclclica «Laboren exercens»
en la tradición de la doctrina social católica, en VERBO, núme­
ro
199-200, págs. 1.097-1.112), tiene resonancias económico-po­
líticas y jurídicas en autores franceses de la segunda mitad del
siglo pasado
y principios de éste. Incluso se habló del «solida­
rismo»,
aunque con significados diversos.
Así, según el economista Gide y para Bougle, la solidaridad
sería una norma biológica de las sociedades humanas; el polí­
tico León Bourgois la convittió en una bandera ideológica colo­
cada entre el individualismo
y el socialismo; para A. Croiset
. constituía una regla moral con base científica, y León Diguit la
consideraría una regla de derecho que los gobernantes debían
atender, pues la legitimidad
de sus actos pendería de que fue­
sen conformes a la solidaridad, pues
~ce--el hombre, «como
tal, no puede vivir sino por
la solidaridad». Para Juan Pablo II
es una virtud moral. .
En la nueva Encíclica nos explica (núm. 38, § final», que hoy,
cuando «la interdepencia
percibida como sistema det~rminante
de las relaciones en t:l mundo actual, en sns aspectos económico,
cultural, politico y religioso y asumida como categoría moral»,
«es reconocida así, su correspondiente respuesta, como actitud
moral y socia/. y como "virtud,, es la solidaridad».
«No es, pues, un sentimiento superficial. Al contrario -si-
333
Fundaci\363n Speiro

JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
gue diciendo-es la determinación firme y perseverante de em­
peñarse por
el bien común, es decir, por el bien de todos y cada
uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de to­
dos». Es
la actitud «diametralmente opuesta» del afán de ga­
nancia y de la sed de poder: es «la entrega por el bien del pró­
jimo, que está dispuesto a "perderse", en' sentido evangélico,
por el otro en lugar de explotarlo, y a "servirlo" en lugar de
oprimirlo para el propio protJecho (cfr. Mt., 10, 40-42; 20, 25;
Me., 10, 42-45; Le., 22, 25-27)».
Y, sigue exponiendo (núm.
39, § l.º): «El e¡ercicio de la so­
lidaridad dentro de cada sociedad es válido solo cuando sus miem­
bros se reconocen unos a otros como personas. Los que cuentan
más, al disponer de una porción mayor de bienes y servicios co­
munes, han de sentirse responsables de los más débiles, dis­
puestos a compartir con ellos lo que poseen. Estos, por su par­
te, en la misma línea de solidaridad, no deben adoptar una ac­
titud meramente pasiva o destructiva del teiido social y, aun­
que reivindicando sus legítimos derechos, han de realizar lo que
les corresponde
para el bien de todos. Por su parte, los grupos
interme.dios no han de insistiT egoisticamente en sus intereses
particulares, sino que deben respetar los intereses de los demás».
La solidaridad tiene raíces teológicas en
la antropología cris­
tiana, como explica en el número 40:
«La solidaridad es, sin duda, una virtud cristiana. Ya en -la
exposición precedente se podían tJislumbra'f' numerOsos puntos
de contacto entre ella y la caridad, que es signo distintivo de los
discipulos de Cristo (cfr. Jn., 13, 35).
«A la luz de la fe, la solidaridad tiende a superarse a si mis­
ma, al revestirse de las dimensiones específicamente cristianas de
gratuidad total, perdón y reconciliación. Entonces el pró¡imo no
es solame11te un ser humano con sus derechos y su igualdad fun-
. damental. con todos, sino que se, convierte
0
en la imagen viva de
Dios Padre, rescatada por
la sangre de Jesucristo y puesta ba¡o
la acción permanente del Espiritu Santo. Por tanto, debe ser
amado; aunque sea enemigo;-con el mismo amor con que le ama
334
Fundaci\363n Speiro

LA SOLLICITUDO REI SOCIALIS ANTE EL DESARROLLO
el Señor, y por él se debe estar dispuesto at sacrificio, incluso ex­
tremo: "dar la vida por los hermanos" (cf. 1, Jn., 3, 16).
»Entonces la conciencia de la paternidad común de Dios, de
la hermandad de todos los hombres en Cristo, "hiios en el
Hi¡o", de la presencia y acci6n vivificadora del Espiritu Santo,
conferirá a nuestra mirada sobre el mundo un nuevo criterio para
interpretarlo. Por encima de los vínculos humanos y naturales,
tan fuertes y profundos, se percibe a la luz de la fe un nuevo
modelo de unidad del género humano, en el cual debe inspirar­
se en última instancia la solidaridad. Este supremo modelo de
unidad,
refleio de la vida intima. de Dios Uno en tres Personas,
es lo que los cristianos expresamos con la palabra ncom,µni6n".
Esta comunión, específicamente cristiana, celosamente custodia­
da, extendida y enriquecida con la ayuda del. Señor, es el alma
de la vocaci6n de la Iglesia a ser "sacramento", en el sentido
ya indicado».
3. Los "mecanismos perversos" y las "estrZW!Uras de pecado".
La c:oncepción rousseauniana del hombre, naturalmente bueno
pero
corrompido por las instituciones sociales, ha tenido desde
las pasadas décadas una versión que considera
la paz, la justicia
y
la fraternidad de los hombres dependiente del cambio de es­
tructuras, pues estima que éstas son determinantes de ht" con­
ducta humana, y no viceversa. Juan Pablo II ha venido predi­
cando lo contrario, los «mecanismos perversos» y las «estruc­
turas de pecado» son consecuencias de la conducta de los hom­
bres; los pecados conducen a las «estructuras Je pecado», aun­
que al caer en ellas se forme un círculo vicioso condicionante.
No ignora Juan Pablo II, como dice en su última Encícli­
ca (núm. 16,
§ penúlt.), que «es necesario denunciar la existen­
cia de unos mecanismoS, econ6micos} financieros y sociales} los
cuales, aunque mane¡ados por la voluntad de los hombres, fun­
cionan de modo casi automático, haciendo más rígidas las situa­
ciones de riqueza de los unos y de pobreza de los otros. Estos
335
Fundaci\363n Speiro

JUAN V ALI.ET DE GOYTISOLO
mecanismos, maniobrados por los países más desarrollados, de
modo directo o indirecto} favorecen, a causa de su mismo funcio­
namiento1 los intereses de los que los maniobran, y terminan así
por sofocar o condicionar las economías de los países menos
desarrollados. Es necesario someter más adelante estos mecanis­
mos a un análisis atento bajo el. aspecto ético-moral».
Tampoco ignora y reconoce (núm. 35, § 61, inst. penúlt.),
que «para superar los mecanismos perversos que señalábamos·
más'-ª"iba y sustituirlos Con otros nuevos, más justos y con­
formes al bien común de la humanidad, es necesaria una volun­
tad poli tic a eficaz».
Pero la causa de ellos se halla en el «pecado», ya que -con­
forme expuso en su , Exortaci6n Apostólica «Reconciliato et pae­
nitentia», 16-«se fundan en el pecado personal y por consiguien­
te; unidas siempre a "actosn concretos de las personas que las
introducen, hacen difícil su eliminaci6n»; pues --explica, en 36,
§ final-«Dios, "rico en misericordias' "Redentor del hombre'
"Señor y dador de vida", exige de los hombres actitudes preci­
sas tjue se expresan también en acciones u omisiones ante el
pr6jimo», conforme exige la segunda tabla de los Diez Manda­
mientos.
«Cuando no se cumplen éstos se ofende a Dios y se
perjudica al pr6¡imo, introduciendo en el mundo condicionamien­
tos y obstáculos que
van mucho más allá de las acciones y de la
breve vida del individuo. Afectan, asimismo, al desarrollo de los
pueblos, cuya aparente dilación o lenta marcha debe ser juzgada
también bajo esta luz».
A ese «análisis genérico de orden religioso», añade en el nú­
mero 37, «algunas consideraciones particulares», acerca de las
que estima
«más características actitudes», «opuestas a la volun­
tad divina y al bien del prójimo y a las actitudes que conlle­
van»:
-«el afán de ganacia exclusiva»; y
-«la sed de poder», «con el propósito de imponer a los
demás
la propia voluntad».
Ambas·, «a· cualquier precio», en una «absolutizaci6n» de ac-.
titudes humánas, «con todas sus posibles consecuencias». Y que,
336
Fundaci\363n Speiro

LA SOLLICITUDO REI SOCIALIS ANTE EL DESARROLLO
«aufzque sean de por sí separables y cada una pueda darse sin la
otra», se encuentran a su vista, «indisolublemente unidas», tan­
to si predomina la una como la otra.
Son dos
«actitudes de pecado» ele las que pueden ser vícti­
mas no solo los individuos sino también
naciones y bloques, y
que
«favorecen mayormente la introduducción de las "estructu­
ras de pecado"». Tanto es así que, en «ciertas formas de impe­
rialismo moderno»,
detrás de decisiones que se presentan «ins­
piradas solamente por la economía o
la polltica», se ocultan
verdaderas formas de idolatría: al dinero, a la ideologia, a la
clase social, a la tecnologia.
Ese diagnóstico de esos «mecanismos perversos» y «estruc­
turas de pecado», como uii «mal moral», fruto de «muchos pe­
cados»
que llevan a ese mal, equivalente a «identificar adecuada­
mente, a nivel de conducta humana», cuál es el «camino» que
se debe «seguir» pata supetarlos, · que es -recomienda en el
núm. 38, §§ 3.º y 4.º-un cambio de actitudes espirituales, una
«conversión» que lleve a la «virtud» de la solidaridad -tal
como hemos referido antes, núm. 40-hasta alcanzar las ·di­
mensiones «especlficamente cristianas» ele «gratuidad total, per­
d6n, reconciliación».
Solo con esa solidaridad -de la que han. dado «admirable
testimonio»
muchos santos canonizados por la Iglesia, entre los
que cita
en el número 40, final, a San Pedro Claver y San Maxi­
miliano María Holbe-, podrán ser · vencidos los «mecanismos
perversos» y las «estructuras de pecado», «tanto a nivel indivi­
dual como a nivel nacional e internacional».
4. Medros excluúl-Os, incluso contra las estructuras de pecado.
Acabamos de ver que, según Juan Pablo II, no existe otro
remedio afectivo contra los
«mecanismos perversos» y las «es­
tructuras de pecado» que la solidaridad alcanzada mediante una
«conversión», empleando esa palabra en el lenguaje bíblico.
& algo que ya advirri6 Paulo VI en la Octogesima adveniens
337
Fundaci\363n Speiro

JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
{núm. 45, § l.º). Sin «libertad interior» que requiere «un amor
trascendente del hombre»
y «una disponibilidad efectiva de ser­
vicio»: «se ve claro que aun las ideologías más revolucionarias
110 desembocarán más que en un cambio de amos; instalados a su
vez en el poder; es.tos nuevos amos se rodean de privilegios,
limitan las libertades y consienten que se instauren otras for­
mas de iniusticia» (Los diecisiete años transcurridos desde que
fueron escritas estas . palabras han reconfirmado su clara visión
Sin duda, el camino preconizado
es --como dice So/licitudo
rei socia/is al comienzo de su número 38-«largo y complejo,
y, además, está amenazado· constantemente, tanto por la intrín­
.seca fragilidad de los propósitos y realizaciones humanas . cuanto
par la mutabilidad de las••rircunstancias externas, tan imprevi­
sibles. Sin embargo, debe
ser emprendido decididamente y, en
.donde se hayan dado ya algunos pasos o incluso recorrido parte
del mismo, seguirlo hasta el fin» ..
La libertad -en el sentido que es precisado en el número 46,
·§ 4.0
, inciso final, de que el ser humano «es totalmente libre
solo cuando
es él mismo, en plenitud de sus derechos y debetes;
y lo mismo cabe decir de la sociedad»-es el fundamento de la
participación y de la solidaridad, tanto en lo pol1tico como en lo
-económico y lo cultural.
Naturalmente, resulta que, frente a
la solidaridad, .nada hay
.más opuesto que el racismo; y,·que, para una participación autén­
tica, constituyen un obstáculo los regímenes dictatoriales y auto­
ritarios. En
el número 15 se señala la basada en la diferencia ra­
cial éomo la más odiosa entre las discriminaciones. Y, en el nú­
mero 44, § final, se indica que, algunas naciones «necesitan re­
formar algunas estructuras y,-en particular, sus instituciones po­
líticas, para sustituir regímenes cÓrrompidos, dictatoriales o auto-.
ritarios por otros
democráticos y participativos».
Ya hemos dicho lo que, a partir de Pío XII, Juan XXIII,
Paulo VI y Juan Pablo U, la doctrina política de la Iglesia en­
-tiende por un r~gimen democrático sano ·que,--aquí, la Encíclica
matiza
al decir «democráticos y participativos»; es decir,. no solo
:338
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LA SOLLICITUDO REI SOCIALIS ANTE EL DESARROLLO
democrático, sino, además, participativo, con lo que, por lo me­
nos, excluye las democracias totalitarias en las que solo se 1Íóta
pero no se participa.
Por otra parte debemos recordar, aquí, que la Iglesia
---<:omo
dice en su número 41 la misma Encícli~ no tiene «soluciones,
técnicas»,
y su misi6n es mostrar la dimensi6n moral} como esen:.
cía/, para el análisis de los problemas y de los medios para su­
perar las dificultades. Por ello, corresponde a los responsables
políticos tomar las decisiones
concretas, aunque sin olvidar ese
aspecto moral sobre el cual,. sin duda alguna, la Iglesia tiene «una
palabra que decir». Pero es indispensable que la solución con­
creta contemple si el cambio de unas estructuras dictatoriales o
autoritarias no conlleva, como contrapartida, el deslizamiento a
otro régimen dictatorial, o autoritario de otro tipo, o bien a un
toialitarismo demagógico
o, en fin, a una corrupción mayor; e,
incluso, si una, discriminación racial mantenida en lo político,
con finalidad defensiva,
es o no · es único modo de evitar otra
discriminación de
signo contrario o, incluso, el genocidio de los
miembros
de la minoría racial que no opten por exiliarse.
En todo caso, la Iglesia rechaza, evidentemente, determinados
medios
de lucha que considera de por sí ilegítimos y siempre
reprobables. Notemos que marca una clara diferenci.v entre
'el
uso de la. fuerza de· las armas, nunca deseable, pero que puede
ser legítimo, y
el terrorismo, que jamás fo es.
Así, el 25 de enero de 1987, en su discurso al Cuerpo
Di­
plomático acreclitado en la Santa Sede, dijo Juan Pablo II: «Cier­
tamente esto no significa descartar totalmente
el principio según
el
cual cada pueblo, cada gobierno, tiene,. el derecho y el deber
de proteger, con medios proporcionados, su existencia
y su /i.
bertad
contra un injusto agresor. Pero la ... guerra aparace ·-cada
vez más como· el medio más bárbaro y más ineficaz de resolver
los
conflictos entre dos palses e de conquistar' el poder en el pro­
pio pais. Hay que hacer todo los posibkpor adoptar instrumen•
tos de diálogo, ·¿e negdciación} sirviéndose/ en Caso de necesf~
d-ad, del arbitra;e imparcial de terceros, o de una autoridad in·
ternacional dotada de poderes:suficientes».
}'39
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JUAN V ALLET DE GOYTISOW
En cambio, la Sollicitudo rei socia/is, en el número 24, § 4.0
,
rotundamente afuma: «No se pueden cerrar los ojos a otra do­
lorosa plaga del mundo actual: el fenómeno del terrorismo, en­
tendido como propósito de matar y destruir indistintamente hom­
bres
y bienes, y crear precisamente un clima de terror y de in­
seguridad, a menudo incluso .con la captura de rehenes. Aun cuan­
do se adúce como motivación de esta actuación inhumana cual­
quier ideologia ·o la creación de una sociedad mejor, los actos de
terrorismo nunca son justificables. Pero mucho menos lo son
cuando, como sucede hoy, tales decisiones y actos, que a veces
llegan a verdaderas mortandades, ciertos secuestros de personas
inocentes
y ajenas a los conflictos, se proponen un fin propa­
gandlstico en . .favor de la propia causa; o, peor aún, cuan.do son
un
fin en si mismos, de forma que se mata solo por matar. Ante
tal horror
y tanto sufrimiento siguen siempre válidas las pala­
bras que pronuncié hace algunos años, y que quisiera repetir
una vez más: "El ·cristianismo prohibé ... el recurso a las vías
del odio, al asesinato de personas indefensas y a los métodos del
terrorismo"».
V. REFLEXIQNES ACERCA DE LA "POPULORUM PROGRESSIO".
l. Objetivos de su publicación y novedad.
Dice Sollicitudo rei socialis (núm. 6) que la Populorum pro·
gressio «se presenta en cierto modo comoun documento de apli­
cación de las enseñanzas del Concilio», «porque nace de la pre­
ocupación de la Iglesia que inspiró el trabajo conciliar --- modo particular la Constitución· pastoral Gaudium et spes-en
la labor de coordinar rdesarrollar algunos temas de su enseñan­
za». La encíclica de Paule VI -dice Juan Pablo n~ resulta
«plenamente fiel a la orientación conciliar» de «indicar horizon­
tes de
gozo y esperanza», ante la miseria y el ·subdesarrollo, es
decir, «las tristezas y las angustias», «sobre todo de lós pobres».
Y que
~ conclusión-, la Populorum progressio «se presenta
340
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LA SOLLICITUDO REI SOCIALIS ANTE EL DESARROLW
como una aplicación de la enseñanza conciliar en materia social
respecto al problema del desarrollo, así como al del subdesarro­
llo
de los pueblos».
Su novedad, dice Juan Pablo II, se puede articular en tres
puntos:
.
-Primero.-La de «haber señalado el carácter ético-cultural
Je la problemática relativa al desarrollo y, asimismo, a la legitimi­
dad
y necesidad de la intervención de la Iglesia en este cam­
po» (núm. 8, § 3.0).
De este modo «la doctrina social cristiana ha reivindicado,
una vez
más, su cafÍ'Cter de aplicación de la Palabra de Dios a la
vida de los hombrés y de la sociedad, así como a las realidades
terrenas, que con ellas se enlazan, ofreciendo "principios de re­
flexión", "criterios de juicio" y "directrices de att::i6n". Pues bien,
en el documento de Pablo VI se encuentran estos tres elementos
con una orientación eminentemente práctica, o sea, orientada a
la conducta moral.
»Por eso, cuando la Iglesia se ocupa del "desarrollo de los
pueblos" no puede ser acusada de sobrepasar su campo especí~
fico de competencia y, mucho menos, el mandato recibido del
Señor».
Segundo.-La amplitud del horizonte (núm. 9), que abre a la
denominada
«cuestión social», considerándola en dimensión mun­
dial, mostrando que «la problemática en los lugares de traba­
jo o en el movimiento obrero y sindical de un determinado país
no debe considerarse como algo aislado, sin conexión, sino que
depende
de modo creciente del influjo de factores existentes por
encima de los confines regionales o de
las fronteras nacionales».
Y, tras considerar bajo un punto de vista moral la distribución
desigual
de los medios de subsistencia, reclama que «cada uno
debe tomar conciencia» de este hecho y de la obligación moral
de tomar en consideración «la interdependencia que subsiste
en­
tre su forma de comportarse y la miseria y el subdesarrollo de
tantos miles de hombres» (núm. 9, § 7.º, inc. 28), que ya Paulo
VI denominó (Pap. pr., 48) «deber de solidaridad»; y señaló
que debe examinarse si el desarrollo se obtiene «a costa del
341
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
subdesarrollo de muchos» y de la «dimensión social, cultural y
espiritual del ser humano» (núm. 9, § final).
Tercero.-También fue novedosa la afirmación, en su fór­
mula recapiruladora, de que
«el desarrollo es el nombre de la
paz» (núm. 10), pues: «No atender a dicha exigencia de jus­
ticia en el desarrollo podrla favorecer el surgir de una tentación
de respuesta violenta por parte de
las victimas de la in¡usticia,­
como acontece en el origen de muchas guerras. Las poblaciones
excluidas
de la distribución equitativa de los bienes, destinados
en origen a todos, podrían. preguntarse: ¿Por qué no responder
con la violencia a los que) en primer lugar, .vos tratan con vio-. . lencia? Si la situación se considera a la lut de la división del
mundo en bloques ideológicos -ya existentes en 1967-y de
las consecuentes repercusiones y dependencias económicas y po­
liticas, el peligro resulta harto significativo» (µúm. 10, § 2.º).
Esta exposición de novedades
-puesto que ya hemos esru­
diado
el significado que Juan Pablo JI aplica a la palabra «soli­
daridad»--requiere que analicemos el sentido que interpretati­
vamente
es atribuible al término «desarrollo», eu relación con
el de bien común de toda la humanidad y la considetación del
«Intimo vinculo que existe entre el respeto de la ¡usticia y la
instauración de la paz verdadera» (núm. 10, §§ penúltimo y úl­
timo).
2. Panorama del mundo Contemporáneo.
«El contexto social en el que· vivimos en la actualidád -sigue
en el núm. 11-no se puede decir que sea exactamente igual al
de hace veinte años». Diferencia que es examinada en los aspec­
tos ~iguientes:
A) Negativos.
La esperrinZa de desarrollo --dice él ·núm:. 12-, «entonces
tan viva, aparece en la actualidad muy le¡ana de la realidad».
Es un hecho que, en 1972, los halcones del desarrollo cometi0
342
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LA SOLLICITUOO REI SOCIALIS ANTE EL DESARROLLO
zaron a ser dispersados o capturados por las palomas de la ecolo­
gía. El llamado Raport Meadorws, T he Limite de Growth, el
libro del club de Roma,
Halte a la croissance, y las advertencias
de
Sicco Mansholt, en su carta dirigida al Presidente de las Co­
munidades Europeas el 9 de febrero son de ese año. Los tecnó­
cratas tenían que cambiar de frente
al haber perdido la bandera
ilusionadora del progreso
indefinido ( dr. Ideologia, praxis y mito
de
la tecnocracia, 2.' ed. en castellano, Madrid, Montecorvo,
1975, págs. 251 y sigs.; y
La tecnoérticia, 3, en VERBO, núm. 158,
págs. 1.157 y sigs.).
Era ·algo que antes, en .diversos sectores, ya
había sido advertido (dr. Ideologia, praxis y mito de la tecno­
cracia, l.' ed., Madrid, Escélicer, 1971, págs. 109 y sigs., en es­
pecial, 119 y sigs.).
Ahora, Juan Pablo
II llama la atención sobre «algunos in­
dicadores genéricos», sin· excluir los más específicos: «Son mu­
chos millones los que carecen de esperanza debido al hecho de
que en muchos lugares de la .tierra su situaci6n se ha agravado
sensiblemente» (núm. 12, § últ, inc. penúlt.).
a) La primera Constatación· negativa es «la persistencia y, a
veces, el alarg,a?niento del abismo entre ·las áreas del llamado
Norte desarrollado y la del Sur en vias de desarrollo». Dicho esto
en unR terminología «solo indicativa»; pues, «las fronteras de
la riqueza y de la pobreza atraviesan en su interior las mismas
sociedades, tanto desarrolladas como
en vias de desarrollo» (nú­
mero 14).
La palabra «abismo» no expresa aquí un fenómeno estacio­
nario,
pues -advierte (núm. 14, § 4.º}-a lo largo de estos años
se ha producido «una velocidad diversa de aceleración que im­
pulsa a aumentar las distancias».
b) Las nuevas expresiones Primer Mundo, Segundo Mun­
do, Tercer Mundo
y, alguna vez, Cuarto Mundo, son un muy
significativo «signo»
de una percepción difundida que la unidad
del mundo,
la unidad del género humano "stá «seriamente r:om­
prometida». En ello se esconde un contenido moral, frente al
cual ~ 343
Fundaci\363n Speiro

JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
unidad de todo el género humano", no puede permanecer indi­
ferente»
(núm. 14, § final).
e) A los expresados «indicadores econ6micos y sociales» se
añaden otros
«más preocupantes todavia», comenzando por el
plano cultural: «el analfabetismo, la dificultad ,; imposibilidad
de acceder a los
niveles superioras de instrucción, la incapacidad
de participar en
la construcción de la propia nación, las diversas
formas de explotación
y de presión econ6mica, social, politica
y también religiosa de la persona humana y de sus derechos, las
discriminaciones de todo tipo» (núm. 15, § l.º).
Entre ellas -en el párrafo sig:µiente que antes (IV, b ), he
transcrito--- destaca
la represión del derecho de iniciativa econ6-
mica «importante para el bien común» que, «en tJOmbre de una
pretendida "igualdad"», al destruir «el espiritu de iniciativa» pro­
duce una «nivelación descendente»} con una «sumisión al aparato
burocrático» que «provoca un sentido de frustración o desespera­
ci6n y predispone a
la despreocupaci6n de la vida nacional» (nú­
mero 15, § 2.
0).
«Una situación semeiante tiene sus consecuencias también des­
de el punto de vista de los "derechos de cada naci6n". En efec­
to, acontece a menudo q~e una naci6n es privada de su suh¡eti­
vidad, o
sea, de la "soberania" que le compete, en el significado
económico, así Como en el -político-social y en cierto modo en
cultural, ya que en una comunidad nacional todas estas dimen­
siones de
la vida están unidas entre si» (§ 3.º).
E igual ocurre cuando un partido usurpa «el papel de ,,inico
guia», convirtiéndose al pueblo en «ob¡eto» (como dice en el
· § 4.º, antes transcrito íntegramente en IV, a, al final).
Aún señala (
§ 5 .º) muchas otras «formas de pobreza» que
' «empobrecen a la persona humana igual o más que la privaci6n
de bienes materiales»,
produciendo en nuestros días -dice el
§ final-un subdesarrollo, no solo econ6mico, sino también
«cultural, polftico y simplemente humano», debiendo preguntatse
«si la triste realidad de hoy no sea, al menos en parte, el resul­
tado de una concepción demasiado limitada, es decir, prevalen­
temente económica, del desarrollo».
344
Fundaci\363n Speiro

LA SOLLICITUDO REI SOCIALIS ANTE EL DESARROLLO
. d) La formación de unos mecanismos económicos, financie­
ros
y sociales que, aun cuando son «manejados por la voluntad
de los hombres, funcionan de modo·
casi ~utomático, haciendo
más rigidas las situaciones de riqueza de los unos y de probeza
de los otros», «maniobrados
por .los paises más desarrollados de
modo directo
o indirecto», que «terminan por sofocar o condicio­
nar
las economías de los paises menos desarrollados» (núm .. 16, ·
§ 3,º), dando lugar a que la interdependencia, separada de las
exigencias éticas tenga «consecuencias funestas» para .los más dé­
biles y provoque «efectos negativos» hasta en los países ricos.
La
razón de ello consiste en que. «el desarrollo o se convierte
en un
hecho común a todas las partes del. mundo o sufre un
proceso de retroceso aun en las zonas" marcadas por un constante
progreso» (núm. 17, § l.º).
Se trata de un efecto de los «mecanismos perversos», que la
Encíclica analizá como «estructuras de pecado», y de cuyo exa­
men nos hemos ocupado antes (IV, 3 ). Entre los indicadores
es¡,ec!ficos
del subdesarrollo que afectan de modo creciente· tam-. ' bién a los países desarrollados, destaca dos «particular,nente re-
veladores de una situación dramática».
Uno, la crisis de la vivienda, a nivel universal (a 17, §§ 2,
3 y 4).
Otro, el desempleo y el subdesempleo (núm. 28).
Triste fenómeno
«con su secuela de efectos negativos a nivel
individual
y social, desde la degradación hasta la pérdida del
respeto que todo hombre
y mujer se debe a si mismo, nos lleva
a pregutarnos seriamente sobre el tipo
de desarrollo, que se ha
perseguido en el curso de. los últimos veinte años (18, § 3.º),
signo sumamente indicativo, ·por su incidencia negativa, del es­
tado y de la calidad del desarrollo de los pueblos, ante el cual
nos encontramos hoy».
e) La fieuda internacional, también relacionada con la in­
terdependencia que hoy existe entre los países desarrollados y
los
subdesarrollados, tiene un profundo vinculo con el desarrollo
de los pueblos (núm. 19, §§ 1 y 2), que ha dado lugar a que el
ofrecimiento de préstamos
de los países ricos para actividades
345
Fundaci\363n Speiro

JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
de desarrollo en los pueblos faltos de capital, se ha transforma­
do en un «mecanismo contraproducente») que se ha· convertido
en un freno cuando no llega a constituir una «acentuación del
subdesarrollo»
(§§ 3, 4 y 5).
f) El efecto particularmente negativo para las relaciones in­
ternacionales de la contraposición geopolitica de bloques, ya no
solo
es política sino también ideológica, pues provoca no solo la
oposición entre los remas económicos del capitalismo liberal y del
colectivismo marxista, sino entre dos
concepciones del desarrollo
mismo, originantes de una-«creciente» cOntraposición militar con
sus respectivas
zonas de influencia, la consecuente guetra fría, -a
veces, y, en otras, de guerra por e{poder, mediante «la instrumen­
talización de conflictos locales o bien teniendo el ánimo angus­
tiado y en suspenso ante la amenaza de una guerra abierta y ·to,
tal» (núms. 20 y 21, §§ l.° y 2.º). Lo cual ha dado lugar, ade­
más, a que los
palses independizados recientemente «que, esfor­
zándose
en conseguir su propia identidad cultural y política, ne­
cesitarian la aeortación eficaz y desinteresada de los palses· más
ricos y desarrollados, se encuentran comprometidos -y a veces
incluso desbordados-en conflictos idelógicos que producen ine­
vitables divisiones internas~ llegando incluso a provocar, e-n · al­
gunos casos, verdaderas gue"as civiles. Esto sucede porque las
inversiones y las ayudas para el desarrollo. a menudo son desvia­
das de su propio fin e instrumentalizadas para alimentar los con­
trastes, por encima y en contra de los intereses de los priíses que
· deberian beneficiarse de ello. Muchos de ellos son cada vez más
conscientes del peligro de caer víctimas de un neocolonialismo y
tratan de liberarse. Esta conciencia es tal.que ha dado origen, aun­
que con dificultades, oscilaciones y a veces contradicciones, al
Movimiento Internacional de los Países no Alineados ... » (núme­
ro 21, § 3.º).
De
ese .modo, los países subdesarrollados «en vez de transfor­
marse
en naciones aut6nomas, preocupadas de. su propia marcha
hacia .la· justa. participación eti los bienes y serviCios destinados
a
todos1 se convierten ·en piezas de 'un mecanismo y de un en­
granaie gigantesco». De modo tal que, «en el campo de los .me-
346
Fundaci\363n Speiro

LA SOLLICITUDO REI SOCIALIS ANTE EL DESARROUO
dios de comunicación social, a tltenudo; ,imponen una visión des­
viada de la vida del hombre y así no responden a las exigencias
de un verdadero desarrollo» (núm. 22, § 2.º); y cada uno de los
bloques tiende al imperialismo o. a formas de neocolonizaci6n,
que trata de ocultar
y que «impide. radicalmente la cooperaci6n
solidaria de todos por
el bien común del género humano», e im­
. pone «una economla sofocada por los gastos militares» y «por
la bttrocrat:i<,,, ··con «su ineficacia intrínseca» (núm. 22, §§ 4.º
y 5.0), y los recursos que podrían emplearse en aliviar la miseria
de las poblaciones necesitadas
se destinan. a la producción de .ar­
mas para tratar de asegnrar a cada uno de los dos bloques la
prevalencia sobre el otro y garantizarse su propia segnridad» ( nú­
mero 23,
§§ l.º y 2.º).
Me parece extraordinariamente importante la doble afirma­
ción que hace aquí Juan Pablo
II:
-Que «un papel de liderazgo entre las naciones se puede
iustificar solamente con la posibilidad y la voluntad de contri­
buir, de manera más amplia y generosa} al bien común de todos»
(núm. 23, § 4.º).
-Y que una nación «que cediese} más o menos consciente­
mente, a la tentación de cerrarse en sí misma, olvidando la res­
ponsabilidad que le confiere una cierta superioridad en el con­
cierto de las naciones, faltaría gravemente a un preciso deber
ético. Esto es fácilmente reconocible en la ·contingencia histórica,
en la que los creyentes entrevén las. disposiciones de la divina
Providencia que se sirve de las naciones para la realización de
sus planes, pero que también "hace vano, los proyectos de los
pueblos"
(dr. Sal., 33/32, 10).
»Cuando Occidente
parece inclinarse a unas formas de aisla­
miento creciente y egoísta,. y Oriente, a su vez, parece ignorar,
por motivos discutibles, su deber de cooperaci6n para aliviar la
miseria de los pueblos, uno se encuentra no solo ante una trai­
ci6n de las legítimas esperanzas de la humanidad con consecuen­
cias imprevisibles, sino ante una defección verdadera y propia, de
una obligación moral» (§ 6.º).,
g) El comercio de armas merece a la Encíclica un ¡uicio
347
Fundaci\363n Speiro

JUAN. V ALLET DE GOYTISOl,O
mora/, todavía más severo que su producción. Fenómeno que ca­
lifica de «extraño» en cuanto es «sin fronteras, capaz de sobre­
pasar incluso las de los bloques», ocurriendo, incluso, en. algu­
nos casos, que «los capital.es prestidos por el mundo desarrolla­
llo
han servido para comprar armamentos en el mundo subdesa­
rrollado». Añadiéndos.e el peligro tremendo que representan las
armas atómicas «acumuladas hasta lo increlble» (núm. 24, §§
l.º y 4.º).
h) Los millones de refugiados, que constituyen «una plaga
tlpica y reveladora de los desequilibrios y conflictos del mundo
contemporáneo»
que han perdido «casa, traba¡o, familia y pa­
tria».
i) El terrorismo, como «propósito de matar y destruir in­
distintamente hombres
:r4Jdenes y crear precisamente un clima de
terror y de inseguridad, a menudo, incluso, con captura de· rehe­
nes», que el Papa considera siempre in¡ustificable y prohibido
por el cristianismo (núm. 24,
§ 4.º), como hemos recogido, antes,
al final del epígrafe IV, 4.
i) La angustia y el miedo y los fenómenos de evasión como
la
droga, típicos del mundo contemporáneo (núm. 26, § 5.º, ca­
pítulo 3).
k) El problema demográfico, extensamente expuesto por el
propio Juan Pablo II en su Exortación Apostólica Familiaris con­
sortio. Nota, al respecto, Sollicitudo rei socia/is, que, mientras
en la parte Sur el problema c:lemográfu:o crea dificultades al
desartollo, en cambio, en la parte Norte «este problema es de
signo inversa»; .consiste en la calda de la natalidad, con reper­
cusiones «en él enve¡ecimiento de la población, incapaz incluso
de renovarse biológicamente»,
«capaz de obstaculizar de por sí
el desarrollo», sin que-, por el contrario, «no está demostrado si­
quiera que cualquier crecimiento demográfico sea incompatible
con un desarrollo ordenado».
Prejuicio que provoca el «lanza­
miento de campañas sistemáticas contra la nata/,idad, por inicia­
tiva de sus gobiernos, en contraste no solo con la identidad cul­
tural y religiosa de los mismos paises, sino .también con la na­
turaleza del verdadero desarrollo», las cuales, a menudo, «son
348
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LA SOLLICITUDO REI SOCIALIS ANTE EL DESARROUO
debidas a presiones y están financiadas por capitales provenientes
del extran;ero»
y, en algún caso, «subordinados a las mismas y a
14 asistencia económico-financiera», con una falta absoluta de res­
peto
«por la libertad de decisión de las personas afectadas, hom­
bres y mujeres, sometidos· a veces a intolerables presiones, in­
cluso económicas, para someterlas a esta nueva forma de opre­
sión», provocaudo sobre las poblaciones más pobres la aplicación
de
ciertas formas de eugenismo racistas (núm. 25). Sin olvidar
las tentaciones de
destruir la vida, desdé el aborto a la eutana­
sia (núm. 26, § 6.
0).
Por eso, concluye (núm. 25, § final), señalándolo con su con­
dena más enérgica por ser «indicio de una ·concepción errada y
perversa» del verdadero desarrollo humano.
B) Aspectos positivos.
a) La plena conciencia, en muchísimos hombres y mujeres,
«de la propia dignidad y de la de cada ser humano», que es ex­
presada, por ejemplo, en
una viva preocupación por el respeto
de los derechos humanos
(núm. 26, .§ l.º).
Aquí voy a repetir, una vez más, que es preciso no confundir.
las diversas concepciones que
se han tenido y úenen de los deno­
minados
derechos humanos:
-La positivista, antropocéntrica y laica, de la que es proto­
tipo la
Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano
de 1789, a la cual se refirió la condena de Pío VI, que declaró
sus 17 artículos «contrarios a la religión y a la sociedad».
- La que podríamos denominar
neohegeliana, que los con­
sidera como expresi6n de un consenso universal, en un momento
histórico dado, que hemos visto acertadamente refutada por el
profesor Carlos Ignacio Massini en su estudio Derechos huma-·
nos y consenso, en VERBO, número 257-258, páginas 785-797.
- La hoy predominante
en la que vienen a constituir un resi­
duo del derecho natural racionalista de las Luces o la Ilu - Y la que los engarza con los principios de la ley natural
y
en la consideración de la persona y las sociedades humanas de
349
Fundaci\363n Speiro

JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
conformidad al · derecho . natural clásico en su · formulación to­
mista
y en la de los clásicos españoles de los 5iglos XVII y xvm.
La posición de Juan Pablo II -vuelvo a insistir en ello, ·
tal como ya lo advirtió antes Michel Villey-consiste en hablar
al mundo en un lenguaje que le
llegue inteligiblemente y le im·
pacte y, a la vez, en reconducir su concepto a una concepción
teocéntrica en la que el hombre ocupe el lugar que, conforme .el
orden de la creación, le fue asignado por Dios -<:orno volví a
reiterar, recientemente, 1en mi conferencia Introducción al dere~
cho y a los derechos humanos, 7 (cfr. VERBO, núm. 259-260, pá­
ginas 1.024
y sigs.)-. Aunque Juan Pablo II invoque instrumen­
talmente la
Declaración de la ONU por considerar lo que sería
sin ella del hombre aíslado
y de las .sociedades sometidas al to­
talitarismo estatal, de los pueblos subdesarrollados y de las na­
ciones menos fuertes ante un «orden» basado solo en la fuerza
y en consideraciones económicas y políticas meramente egoístas.
Es de subrayar que la Encíclica, en su número 26,
§ 4.0
,
dice: «La conciencia de la que hablamos no se refiere solamen­
te a los
individuos, .sino también a las naciones y a los pueblos,
los. cuales, como entidades con una determinada identidad cultu­
raJ., son particularmente sertsibles a la conservación, libre gestión
y promoción de su precioso patrimonio»
Dejo de lado, como jurista, la cuestión de la impropiedad ju­
rídica de esa terminología, «derechos humanos», que ~o encaja
muchas veces con un «derecho» propiamente dicho en sentido
jurídico riguroso
-y en esto sigo de acuerdo con Villey-; pero
Juan Pablo
II emplea la· palabra en una acepción ética más lata
que
la estrictamente jurídica.
b) El incremento de «la convicción de una radical interde­
pendencia,
y por consiguiente de una solidaridad necesaria que
la asuma y traduzca en el plano moral», y de la conciencia de
los hombres, de que· tenemos «un destino común que construir
;untos si queremos evitar
la catástrofe para todos», «con la con­
siguiente renuncia al propio egolsmo» (nútn. 26, § 5.0).
c) La preocupación por la paz, concomitante con el respe­
to por la vida; la convicción de que la paz es indivisible, o es de
350
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LA SOLLICITUDO REI SOCIALIS AJYTE EL DESARROLLO
todos o de nadie, y de que exige, cada vez más, el respeto ri­
guroso de la justicia y, por tanto, «la distribución equitativa de
los frutos del verdadero desarrollo» (núm. 26, § 6.º).
d) La «mayor conciencia de la limitación de los recursos ·dis­
ponibles, la necesidad de respetar la integridad y los ritmos de
la naturaleza», sin sacrificarlos a ciertas concepciones demagógicas
del desarrollo;
es decir, la preocupación ecológica (núm. 26, pá­
rrafo 7.º).
De ello induce «una nueva preocupación moral, sobre todo
en orden
· a los grandes problemas humanos, como son el desa­
rrollo y la paz».
3. Concepto del "auténtico desa"ollo humano".
Juan Pablo II advierte en el número 9, inciso final de esta
Endclica que,
según la Populorum progressio, 14: «El verdade,
ro desarrollo no puede consistir en una mera acumulación de
riquezas o en
la mayor disponibilidad de los bienes y de los ser­
vicios, si esto se obtiene a costa del subdesarrollo áe muchos y
sin la debida conside·ración por la dimensión social, cultural y es­
piritual del ser humano».
Y, más adelante (núm. 28, § 4.º), subraya que la Encíclica de
Paulo VI, en el número 19, señalaba la «diferencia, hoy tan fre­
cuentemente. acentuada, entre el "tener1
' y el ,,Ser'·', que el Con-
. cilio Vaticano II había expresado con palabras precisas (Gau­
dium et spes, 35). "Tener" objetos y bienes no perfecciona de
por
s! al sujeto, si no contribuye a la maduración y enriqueci­
miento de su "ser' es decir, a la realización de la vocación hu­
mana ·como tal».
Un punto importantísimo de la Sollicitudo reí sociales es, pre­
cisamente, su interpretación de la
Populorum progressio en lo
referente al concepto de «desarrollo humano». Advierte, en sil
nota 50, que por tener la palabra «progreso» connotacfones filo,
sóficas de tipo iluminista, ha preferido, a éste, la palabra «desa­
rrollo», pero procurando darle «el sentido tnás pleno».
351
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
Para ello, comienza por mostrar las concepciones equivocadas
del desarrollo.
a) No es «un proceso rectilíneo)_ ~así automático y de por sí
ilimitado, com"'si, en ciertas condiciones, el género humano mar­
chara seguro hacia una especie de
perfección indefinida» núme­
ro 27,
§ l.º). Y aquí hace una cita de la Familiaris consortio, 74:
«La historia no. es simplemente un progreso necesario hacia lo
mejor, sino más bifn un acontecimiento de libertad, más aún, un
combate de libertades».
Esta concepción, «unida a una concepción del "progreso" de
connotaciones filosóficas de tipo
t1uminista más bien que a la Je
"desarrollo"» y «usada en sentido específiCamente econ6mico­
social», hoy resulta puesta seriamente en duda. «A un ingenuo
optimismo mecanicista le ha reemplazado una fundada inquietud
por el destino de
la humanidad» (núm. 27, § 2.0).
b) · Tampoco es -y, asimismo, ha entrado en crisis-«la
misma concepci6n "económican o "economicista" vinculada a la
palabra desarrollo». (núm. 28, § l.º). Se trata de la opción tecno­
crática con su ideología de crecimiento, en sentido unidimensio­
nal, de la cual, por ~ltima vez, me ocu_pé en mi comunicación
La tecnocracia: sus ob¡etivos unidimensionales, en San Antonio
de Texas (Estados Unidos), en marzo de 1981, en
el simposio
del grupo
VISA, de Monterrey (cfr. en VERBO, núm. 205-206,
págs. 457-491, o
en En torno a la tecnocracia, Madrid, Speiro,
1982, págs. 43-77). Como concluye
el mismo párrafo de la En­
cíclica,
«la disponibilidad de múltiples beneficios reales, aporta­
dos en los tiempos recientes por la ciencia y la técnica, incluida
la informática», no · traen consigo «la liberación de cualquier for­
ma de esclavitud. Al contrario, la experiencia de los últimos años
demuestra que si toda esta considerable masa de recursos y po­
tencialidades, puestas a disposición del hombre, no es regida por
un objetivo moral y por una orientaci6n que vaya dirigida al ver­
dadero bien del género humano, se vuelve fácilmente contra él
para oprimirlo».
El párrafo siguiente es el que alude al superdesarrollo, con
la
«excesiva disponibilidad de toda clase de bienes», con la ci-
352
Fundaci\363n Speiro

LA SOLLICITUDO REI SOCIALIS ANTE EL DESARROLLO
vilizaci6n dd «consumo» o «consumismo» con sus «desechos» o
«basuras», el «materialismo craso»·, la «radical insatisfacción», la
«inundación de mensajes publicitarios y la oferta incesante y ten­
tadora de productos»,
con preferencia del «tener» respecto del
.fi.ser».
Sin embargo, advierte (núm. 28, § 5.º) que la diferencia en­
tre «ser»-, y «tener» «no debe transformarse necesariamente en
una antinomia».
Señala, en el párrafo 6.º del mismo número, los
efectos que para el «ser» tienen el exceso y el defecto de «te­
ner»,
contraponiendo «aquellos -los pocos que poseen mucho-­
que no llegan verdaderamente a "ser", porque, por una inversión
de la ¡,mirquia de los valores, se encuentran impedidos por el
culto del "tener"; y los otros
-los muchos que poseen poco o
nada-, los cuales no consiguen realizar su vocación humana
fundamental
al carecer de los bienes indispensables».
«El
maJ no consiste en el ,,tener" como tal, sino en el po­
seer que no respeta la calidad y la . ordenada jerarquía de los bie­
nes que
se tienen. Calidad y jerarquía que derivan de la subor­
dinación de los bienes
y de su disponibilidad al "ser" del hom­
bre y a su verdadera vocación».
De ahí los caracteres. que requiere para el «verdadero desa­
rrollo humano»:
l.º Tiene una «necesaria dimensión económica», puesto que
«debe procurar al mayor número posible de habitantes del mun­
do la disponibilidad de bienes indispensables para el "ser"»; pero
«no se agota con esta dimensión»; pues, limitado a ella, «se vuel­
ve contra aquellos mismos a quienes desea beneficiar» (núm. 28,
§ penúlt.).
2.0 Debe «estar a la altura de la auténtica vacación del hom­
bre y de
la mu¡er» (núm. 28, § últ.); «se mide y se orienta se­
gún esta realidad y vocación del· hombre visto globalmente, es
decir, según un propio parámetro interior» (núm. 29, § 1.•, in­
ciso 1 ), sin que el peligro de «abuso consumistico y de la apari­
d6n de necesidades» deban, en manera alguna, «impedir la esti­
ma y utilización de los nuevos bienes y recursos puesJos a nuestra
353
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
disposición», en los que «debemos ver un don de Dios» «incisos
4
y 5).
3.0 Pero sin perder de vista dicho «parámetro» _que está
en la «naturaleza especifica» del hombre, «creado por Dios a su
imagen
y semejanza» (Gén., 2, 26), corporal y espiritual(§ 2.º);.
por lo cual se debe «subordinar la posesión, el dominio y el uso
[de las cosas creadas] a la semejanza divina del hombre y a su
vocación de inmortalidad»,
conforme la «realidad trascendenta(
del ser humano» (§ últ,) ..
4." Y en una perspectiva teológica, conforme la fe cristiana,
el progreso
«es , posible solamente porq,ue Dios Padre ha decidi­
do desde el principio hacer al hombre partícipe de su gloria en
Jesucristo resucitado» (núm. 31, § 3.6). De ahí qne la Iglesia
considere
la problemática del desarrollo «un deber de su minis­
terio pastoral»
para «servir al plan divino que ordena todas la~
cosas hacia la plenitud que reside en Cristo» (Col., 1, 19) (§ 5.º).
4. , Deberes dima_nantes y otras secuencias.
De ello resulta la «obligación de empeñarse en el desarrollo
de los pueblos», como deber de «todos y cada uno» (núm. 32,
§
l.") para lograr un desarrollo «digno del hombre». Es decir:
- Un
tipo de desarrollo que respete· y pro:tnueva los dere­
chos humanos «persona/,es y· so.cia!es, ecoit6'111icos y políticos i'fl'­
cluidos los derechos de las naciones y de los pueblos» (núm. 33;
§ l.º). O sea, también los de la familia y de los cuerpos interme'
dios, en cuanto esos derechos han de ser no solo personales, sino
también sociales, como corrobora tres párrafos después: «Cuan­
do los individuos y las comunidades no ven rigurosamente res­
petadas las exigencias morales, culturales y espirituales fundadas
sobre la dignidad de la persona y sobre la identidad propia de
cada comunidad, comenzando por' la familia y las sociedades re­
ligiosas, todo. lo demás» ... «resultará insatisfactorio y, a la lar­
gar, despreciable. Lo dice claramente el Señor, en el Evangelio,
llamando
la atención de todos sobre la verdadera jerarquia de
354
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LA SOLLICITUDO REI SOCIALIS ANTE EL DESARROUO
valores: "¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero
si arruina su vida?"» (Mt., 16, 26).
-Que no sea solamente económico, que no conlleve d ries­
go de subordinar «la persona humana y sus necesidades más pro­
fundas a las exigencias de la planificación económica o de la ga-·
nancia excesiva» ( § 2.0).
-Que sea, por tanto, de carácter «moral», pues «la ver­
dadera elevación del hombre, conforme a la vocación natural e
histórica de
cada uno, no se alcanza disfrutando solamente de la
abundancia de bienes y· servicios, o disponiendo de infraestruc­
turas perfectas»
(§ 3.0).
-Que implique una conciencia del valor dd derecho de
todos por parte de quienes intervienen activamente en ese pro­
ceso
y sus responsables, «asi como la necesidad de respetar el
derecho de cada uno a la utilización plena de los beneficios ofre­
cidos por
la ciencia y la técnica» (§ 5.0).
Y distingue el necesario respeto en las esferas interna, inter-
nacional y de la naturaleza.
a) En d orden interno de cada nación ( § 6.º), especialmente:
-«el derecho. a la vida en todas las fases de la existencia»;
-«los derechos de la familia como comunidad social básica
o })célula de la sodedad11»;
-«la justicia en las relaciones laborales»;
-«los derechos concernientes a la vida de la comunidad po-
lítica en cuanto tal» [sin duda aquí incluye la participación y
los cuerpos intermedios, según siempre ha sostenido la doctrina
social de
la Iglesia y podemos ver en los textos de Juan Pablo II
que encabezan este número de VERBO}; y
-«los basados en la vocación transcendental del ser hu­
mano, empezando por
la libertad de profesar y practicar el pro­
pio credo religioso» (cfr. su sentido en el Mensaje de Juan Pa­
blo
II dd 1 de enero de este mismo año -expresándolo como
derecho civil
y social a la libertad religiosa~, en .el sentido de
que, en ningún caso, «la organización estatal puede suplantar
la
coizciencia de los ciudadanos ni quitar espacios -vitales o tomar
el lugar de sus asociaciones religiosas»; ni debe imponer «una
355
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
especie de confesionalismo negativo que aun afirmando respetar,
en cierto
marco, las creencias, tome posici6n contra la fe de
una parte de sus ciudadanos»].
. b) En el orden internacional, o sea, en las relaciones entre
"los Estados o entre los diversos «mundos» (§ 7 .º):
-el pleno respeto de la identidad de cada pueblo, con sus
características hist6ricas y culturales» [palabras de Paulo VI en
Populorum progressio, 47, que explica Juan Pablo II a continua·
ción];
-«igual derecho a. "sentarse a la mesa del banquete co­
mún", en lugar de yacer a la puerta como· Lázaro mientras ntos
perros vienen y le lamen las llagas"» (cfr. Luc., 16, 21);
-es decir, disfrutar de una igualdad básica, «que es el
fundamento del derecho de todos a la participaci6n en el pro­
ceso de desarrollo pleno».
c) En cuanto a la naturaleza visible o «cosmos», según los
griegos:
-«Tomar mayor conciencia de que no se pueden utilizar
impunemente las diversas categorías de· seres vivos o inanimados,
sino conforme la naturaleza de cada ser y su mutua conexión en
un sistema ordenado, que es precisamente el cosmos» (núm. 34,
§ 2.º).
~-A.sumir «la convicci6n de la limitación de los recursos na­
turales», algunos «no renovables», sobre los cuales no nos co­
rresponde un dominio absoluto; pues su disponibilidad es «no
solo
para la generaci6n presente, sino, sobre todo, para las fu­
turas» .(§ 3.0
) •
.,---Atender a la «calidad de la vida», evitando la «contamina­
ción. del ambiente», en especial en las zonas industrializadas (pá­
. rrafo 4.0).
Es decir, el orden impuesto por nuestro Creador ha de sig­
nificar para nuestra conciencia una pauta de la «dimensión mo­
ral» que debe «distinguir el desarrollo» (§§ penúlt. y últ.).
La Endclica
añade; más adelante, algunas orientaciones par­
ticulares acerca de su tema, que comienzan con la advertencia
356
Fundaci\363n Speiro

LA SOLLICITUDO REI SOCIALIS ANTE EL DBSARROUO
de que la Iglesia no tiene soluciones técnicas, etc. (cfr., supra,
II, 2). -
Sigue exponiendo y explicando su opción o amor preferen­
cial por los pobres (núm. 42), para concluir que en ese empeño
«no ha de olvidarse aquella forma especial de pobreza que es la
privación de los derechos fundamentales de la persona, en con­
creto, el derecho a la libertad religiosa y el derecho, también a
la iniciativa económica» (núm. 42, inc. final) ..
Preocupación que -'-dice (núm. 43, § l.º)-«debe traducir­
se a todos .los n.iveles, en acciones concretas, hasta al~an"zar deci­
didamente algunas reformas necesarias. Depende de cada situa­
ción
local determinar las más urgentes y los modos para reali­
zarlas; pero no conviene olvidar las exigidas por la situación de
desequilibrio internacional que hemos descrito».
Y, a este respecto, recuerda particularmente:
-La reforma del sistema internacional de comercio --«hi­
potecado por el proteccionismo y el creciente bilateralismo» (nú­
mero
43, § 2.º)-que «hoy discrimina frecuentemente los pro­
ductos de las industrias incipientes de. los países en vías de desa­
rrollo, mientras desalienta a los productores de materias primas.
Existe, además, una cierta división
internacional del trabajo por
la cual los productos a ba¡o coste de algunos países, carentes de
leyes laborales eficaces o demasiado débil~s en aplicarlas, se ven­
den en otras partes del mundo con considerables beneficios para
las empresas dedicadas a este tipo de producción, que no conoce
fronteras» (núm. 43, § 3.º3. ·
-La reforma del_ sistema monetario y financiero mundial
-«reconocido como insuficiente» (núm. 43, § 2.0)-, que «se
caracteriza por la excesiva fluctuación de los métodos de inter­
cambio y de interés
en detrimento de ·za balanza de pagos y de
situación de endeudamiento de países pobres»
(núm. 43, § 4.0).
-La cuestión de los intercambios de tecnología y de su uso
adecuado, que constituye, hoy, uno de los «problemas principa­
les del intercambio internacional y de los graves daños que se
derivan de· ellos», ya que no son raros «los casos de países en vías
357
Fundaci\363n Speiro

JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
de desarrollo a los que se niegan las tecnologías necesarias o se
les envían las inútiles» (núm. 43, § 5.0).
-La necesidad de una revisión de la estructura de las orga­
nizaciones internacionales existentes en el marco de un orden ju­
rídico internacional
--de las cuales recoge la opinión de que «sus
mecanismos de' funcionamiento, ·los costes operativos y su efica­
cia requieren un examen atento y eventual.es correcciones»-.
Pero, advierte, q-qe «no se conseguirá ,tan delicado procéso sin
la colaboración de todos», con «la superación de las rivalidades
politicas
y la renuncia a la voluntad de instrumentalizar dichas
organizaciones, cuya raz.6n única de ser es el bien común>> (nú­
mero 43, § 6.0). Y «la humanidad, enfrentada a una etapa nueva
y más difícil de su auténtico desarrollo, necesita hoy un grado
superior de ordenamiento internacional al servicio de las socie­
dades, de las economías y de las culturas del mundo entero»
(núm. 43, § 7
.º).
Concretamente, respecto del desarrollo, es de resaltar que esta
Encíclica no recomienda medidas imperativas de
los Estados, ni
coercitivas de las organizaciones . internacionales, ni planes impe­
rativós coactivos, sino, al contrario, señala que el desarrollo «re­
quiere, sobre todo, esp!ritu de iniciativa por parte de los mismos
paises que lo necesitan» (núm. 44)
--del mismo modo que, antes
(núm. 15,
§ 2.º), ha reclamado en el interior de cada Estado «el
derecho de iniciativa
económica»-; cada uno de los cuales «ha
de actuar según sus propias responsabilidades, sin esperarlo todo
de
los paires más favorecidos y actuando en colaboración con los
que se encuentran en la misma situación», aprovechando «lo me­
;or posible el espacio de su propia libertad» (núm. 44, § l.º) y
ofreciendo la «autoafirmáción» de
,ada uno de sus ciudadanos
mediante el acceso a una mayor cultura y a una libre circula­
ción de las informaciones (núm. 44, §
2:").
Concluye subrayando la interdependencia a escala mundial
(núm.
45, § penúlt.) y preconizado la solidaridad universal, con
la advertencia de que ésta requiere, como
«condición indispensa­
ble», la «autonomla y libre disponibilidad incluso dentro de aso-
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Fundaci\363n Speiro

LA SOLLICITUDO RE! SOCIALIS ANTE EL DESARROLLO
ciaciones [regionales]» y «disponibilidad para aceptar los sacrifi­
cios necesarios
para el bien común mundial» (núm. 45, § final).
5. Naturaleza de los derechos y deberes en relación_ aJ, "desa·.
rrollo humano" que la doctrina social de la l glesia pre­
coniza.
En un reciente libro, Iota ··unum, su autor, Romano Almerio,
expresa su opinión de que, en la Populorum progressio, se
realizó:
-el tránsito del orden de la beneficencia, que es de deber
moral, al orden de
la justicia, en el cual se dan derechos exigi­
bles
-tránsito que cree justificado en el sistema católico, porque
las circunstancias históricas pueden cambiar no solo
el grado sino
también las especie de una
· actitud moral, convirtiendo una falta
leve en falta grave
y un acto de beneficencia en un acto jurídico
obligatorio-;
-y un giro teológico que hizo del progreso técnico y utili­
tario
si no el fin propiamente dicho, sí, al menos, la condición
previa de
la perfección espiritual y de la acción de la Iglesia,
«segón la orientación doctrinal de P. Montuclard». «Cierto
-ad­
mite el autor-, que el término al cual se dirige el desarrollo es
"un desarrollo integral" y un humanismo destinado a integrarse
en Cristo, haciéndose
así un humanismo traScendente. Pero la re­
lación entre el hombre humanamente desarrollado entero y el
hombre sobrenaturalizado, también entero, queda indeterminado».
Así, cree que el sentido de la parábola de
Lázaro ha sido
«invertido», pues: «Pretender que Lázaro goce como
el rico serla
asimilar los bienes del mundo al consuelo celestial y hacer del
goce de los bienes de este mundo de un valor conexo con el
gozo de Dios e incluido en éste». Por
otra parte -sigue di­
ciendo-que, como enseña el sermón de la Montaña, «hay con­
traposición entre los llantos y la consolación, entre la sed de jus­
ticia. y la consecución de' la justicia. Por lo cual, no puede soste­
nerse que los llantos
sean un comienzo de la consolación ( sien-
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Fundaci\363n Speiro

JUAN V ALLET DE GOYTI'SOLO
do ésta la cesación de los llantos), ni que la sed sea un comienzo
de desaltetación». «El preámbulo de una cosa no es la cosa mis­
ma»; y,
en el cristianismo, «las cosas de este mundo no .son
deseables sirio hipotéticamente y como medios; las del cielo ab­
solutamente -y como fin último de todos los fines».
En fi~, cree Romano Almerio que el sentido de la Encíclica
de Paulo
VI foe puesta en claro por el P. Lebret, de quien
-dice--que fue su autor (lo cual no puede ser exacto, aun cuan.­
do éste sea su redactor; pues, aunque la letra .sea suya, su sen~
tido -mens y ratio-será siempre el que le diera Paulo VI,
que tan solo sus sucesores
en la Sede de Pedro pueden interpre­
tar auténticamente], explicando que «el
papel de la Iglesia en
la transformación del mundo no es supletorio ni secundario,
sino esencial a
la· predicación del Evangelio, que es «según el
Sínodo de Obispos de 1971) "la misión de la Iglesia para la
redención de la humanidad
y para la liberación de toda situación
opresiva".
La dualidad entre redención y liberación ofrece de
nuevo el sofisma ,, et etu: redención y liberación no son dos
cosas sino una, pues la redención coincide con la liberación, pero
en Cristo, pero espiritual, pero
escatol6gica». .
Sinceramente creo
qu~ si· alguna .. duda ofreciera la letra de la
redacción de la Populorum ptogressio, su interpretación y
el de­
sarrollo de su texto
por la Sollicitudo rei socia/is disipa total­
mente esas posibles ambigüedades
y subsana cualquier expresión
litetalmente
poco afortunada. Vamos a tratar de confirmarlo.
CreO que Romano Almerio ni sig_uiera tiene razón en su afir­
mación
de que la Populorum progressio significa el paso --que
él piensa puede estar justificado-- desde el deber moral a la
exigencia
jurídica. El. deber de justicia corresponde también al
orden moral} a la virtud de la justitia; pero no siempre es, ni
debe ser, jurídicamente exigible. Así lo mostré, hace ya
bastan­
tes años, en mi estudio De la virtud de la ju,ticia a lo justo jurí­
dico,
II parte (cfr. en Revista de Derecho Español y Americano,
año X,
II época, núm. 10, octubre.diciembre de 1965, págs. 66
y sigs., y en En torno al derecho natural, Madrid, Org. Sala Ed.,
1973, págs. 121
y sigs., y, especialmente, págs. 163 y sigs.).
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Fundaci\363n Speiro

LA SOLLICITUDO REI SOCIALIS ANTE EL DESARROLLO
La Sollicitudo rei socialis propugna la participaci6n, la soli­
daridad que define como virtud cristiana (núm. 40) - pone como modelos a San Pedro Claver y

a San Maximiliano
María Kolbe (núm. 40,
§ final)-. Solidaridad de todos, perso­
nas y países, en el amor, como camino necesario para concluir
con los
mecanismos perversos y las estructuras de pecado; y, aun­
que aconseja ciertas soluciones concretas, lo hate sin entrar en
las soluciones técnicas que -dice--«no tiene» la Iglesia.
En cuanto el giro .teológico., que Romano Almerio denuncia en
la Populorum progressio, parece indudable que la Sollicitudo rei
sociali;, muestra claramente qu_e no. la hubo ni la hay. Se trata de
que se cumpla
«la voluntad de Dios, tres veces Santo, su plan
sobre los hombres, su justicia· y su misericordia»; y sus exigencias
en la llamada «segunda tabla de los Mandamientos», con cuyo in­
cumplimiento «se ofende a Dios» (núm. 36, § 5."). Se trata de
que los hombres cumplan
el plan divino, según el orden In sito
en la creación, «poniendo ante nuestra conciencia la dimensión
moral que debe distinguir el desarrollo» (núm. 34).
«El carácter moral del desarrollo -dice en el núm. 33, pá­
rrafo últ.-y la necesidad de promoverlo son exaltados cuando
se respetan rigurosamente todas· las exigencias derivadas de la
verdad y del bien propios de la creatura humana. El cristiano,
además, educado a ver en el hombre la imagen de Dios, llamado
a
la participaci6n de la verdad y del bien que es Dios mismo,
no comprende un empeña por el desarrello y su realizaci6n sin
la observancia y el respeto de la dignidad única de esta "ima­
gen".
En otras palabras, el verdadero desarrollo debe fundarse en
el amor a Dios y al prójimo, y favorecer las relaciones entre los
individuos
y las sociedades. Esta es la "civilizaci6n del amor",
de la que hablaba con frecuencia e/Papa Pablo VI».
Y la solidaridad, al «revestirse de dimensiones especifica­
mente cristianas»} llega a convertir al prójimo «en imagen viva
de Dios Padre, rescatada por la sangre de Jesucristo y puesta
bajo la acci6n 'permanente del Esplritu Santo» (núm. 40, § 2.0);
de modo tal que «la conciencia de la paternidad común de Dios,
de
la hermandad de todos los hombres en Cristo "hijos en el
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JUAN V AUET DE GOYTISOLO
Hiio", de la presencia y acción vivificadora del Esplritu Santo
conferirá a nuestra mirada sobre el mundo un
nuevo criterio
para interpretarlo», percibiéndose «a la luz de la fe un nuevo
modelo
de unidad del género humano, en el cual debe inspirarse
en última instancia la solidaridad», en una «comunión específi­
camente
cristiana» (núm.· 40, § 3.º).
En cuanto a la parábola de Lázaro, pienso que no cabe duda
de que nos muestra la
igualdad fundamental de los hombres
-ante Dios, Padre común~ por la cual nos es impuesto el deber
de amar
al pr6jimo como a nosotros mismos por amor a Dios.
Sin perjuicio de que
-.siguiendo la terminología comúnmente
aceptada ( a
mí personalmente no me sastiface )-hoy se hable
de «derechos» más que de «deberes, entiendo que es una creen­
cia equivocada la de entender que aquéllos están implícitos siem­
pre en éstos, y que del campo moral de nuestras relaciones con
el prójimo hayan pasado, sin más, automáticamente
al campo
jurídico.
En fin, en cuanto a la aducida confusión establecida entre
redenci6n y liberación, nos remitimos a los textos de Juan Pa­
blo 11 que VERBO, número 173-174, publicó en las páginas
287-297, y recomendamos su relectura, en especial la del
último,
· que también aclara el pensamiento del· Papa acerca de la relación
entre
evangelización y liberación.
Jun Pablo 11, en la. conclusión de esta Encíclica (núm. 48,
§ 5),
escribé, «el Señor, mediante la Eucaristla, sacramento y
sacrificio, nOS une consigo y nos une entre nosotros con un
vinculo más perfecto qué toda uni6n natural; y unidos nos envía
al mundo entero para dar testimonio, con la fe y con las obras,
del amor de Dios, preparando la venida de su reino y antici­
pándolo
en las sombras del tiempo presente».
Sigue una súplica de mediación a la Santísima Virgen ~ue,
dirigiéndose a. su Hijo, nuestro Redentor, intercedió: «no tienen
vino»-y termina con una plegaria a Dios, Nuestro Señor.
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