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Número 267-268

Serie XXVII

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El poder. Ante la XXVII Reunión de amigos de la Ciudad Católica

EL PODER
ANTE LA XXVII REUNIÓN DE AMIGOS DE LA CIUDAD CATÓLICA
De nuevo, como en años anteriores por estas mismas fechas,
volvemos a convocar a nuestros lectores y amigos a fin de que
nos encontremos en ntiestra próxima Reunión.
Nuestro prop6sito, lo hemos repetido muchas veces, consiste
en instaurar y restaurar la Ciudad Católica sobre sus fundamen­
tos naturales y divinos, conforme a
la eocliortación de San Pío X.
Para ello proponemos una forma
peculiar de trabajar (1 ), de lo
que son muestra esta revista, Verbo, y las Reuniones anuales
que desde hace veintisiete años celebramos sin interrupción. Nues­
tra finalidad no
es ni puede serlo exclusivamente nuestra, pues
constituye una obligación de todo católico que tiene que ser
amorosamente aceptada. Lo que
especifica nuestra tarea es el
realizar «·una labor auxiliar, lo más profunda posible, para la res­
tauración del tejido social y pol(tico, en todos sus niveles, desde
la misma raíz y base» (2), comenzando por la formación doctrinal
de unas élites capaces
de realizarlo.
Reciente todavía
la audiencia privada con Su Santidad Juan
Pablo
II, no podemos olvidar sus palabras de aliento y su exhor­
tación a que continuemos con
el trabajo emprendido (3 ). Por
ello, una vez más, os alentamos a que traigais nuevos amigos ca­
paces de comprender nuestra obra, en la que encontrarán un
complemento y un auxilio de la que
ya realicen o simplemente
un lugar de encuentro con quienes nos esforzamos en difundir
la
doctrina social de la Iglesia. Aún más reciente, la encíclica Solli­
citudo rei socialis confirma la vigencia de esa doctrina y mani­
fiesta el deber de los católicos de conocerla, difundirla y aplicarla.
El tema de este año,
el poder, constituye, sin duda alguna,
uno de los temas
más vivos y candentes, uno de los problemas
más importantes ante los que se debate la sociedad actual. Cons­
tituye, también, piedta angular de la doctrina social de la Igle­
sia, que lo fundamenta en Dios, pero exige, para su rectitud, el
sometimiento a la justicia y al bien común.
Cuando presenciamos
y con frecuencia senti,mos y hasta su­
frimos el desbordamiento del poder del Estado, cada día crecien-
(1) Cfr. EsTANISLAO CANTERO, «¿Qué es la Ciudad Católica», en Ver­
bo, núm. 235-236 (1985).
(2) Cfr. JuAN VALLET D~ GoYTISOLO, «Que somos y cual es nuestra
tarea», en Verbo, núm. 151-152 (1977).
(3) Cfr. Carta de Juao Pablo II, en Verbo, núm. 261-262 (1988).
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EL PODER
te, fuera del ámbito de su esfera de competencia; cuando presen­
ciamos el
desboroamiento de la libertad, que fuera de sus cauces
naturales, rechaza la ley moral y el somentimiento al bien, con
frecuencia amparado en el poder de un Estado que ha renunciado
a su labor principal, pues desconoce el bien común que ha sus­
tituido por cualquier apetencia; cuando observamos el declive
de los
poderes sociales o la renuncia a ejercerlos por parte de
los
cuerpos sociales; cuando observamos el declive de la autori­
dad casi
por todas partes al tiempo que el poder se hace más to­
talitario; cuando vemos
la situación en que nos encontramos y
a la que nos ha conducido la modernidad, que tras la Revolución
francesa, quiso liberar
al hombre del yugo de la autoridad -prin­
cipalmente de Dios--y ha llevado a las sociedades al someti­
miento incondicional
al poder del Estado, el tema elegido resulta
de total actualidad.
Durante muchos siglos los cristianos trabajaron
y se esfor­
zaron en seguir
fas exigencias de Nuestro Señor y de nuestra
Santa
Madre la Iglesia; no pudieron prever las transformaciones
que sufriría la ,sociedad; no buscaban
el éxito sino que, tal como
Dios pide, se conformaban con luchar,
lq que .ciertamente no es
poco; siglos después afloró la Cristiandad Medieval, «tiempo en
que
la filosofía del Evangelio gobernaba a los Estados» como
dijo León
XIII. Por ello, aun cuando al hombre le gusta ver el
fmto de sus afanes, eso no debe preocuparnü!', ni dejamos caer
en
el desaliento si éste parece que no ller;a.
Los versos de Sor Cristina de la Cruz explican y muestran
cuál ha de ser nuestra actitud: sembrar para que al menos otros
puedan
recorger:
Sin saber quién recoge, sembrad
Nos
os importe no ver germinar
Las espigas dobles romperán después.
otros segadores
cortarán las flores ...
Sembrar, es decir, difundir la doctrina católica de la que la
doctrina
social es parte fundamental. Invitar a vuestros amigos
a esta reunión que
es también la vuestra. Traba¡ar para difundir
la doctrina social en la que reiteradamente insisten los ¡papas y
de lo que nuestra próxima Reunión es una pequeña manifestación.
ESTANISLAO CANTERO
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