Índice de contenidos
Número 269-270
Serie XXVII
- Textos Pontificios
-
Estudios
-
Miguel Agustín Pro, mártir de la fe
-
Sobre el bien y el mal
-
Moscú y el oeste de Moscú
-
Las dos democracias
-
El liberalismo y la Iglesia española. Historia de una persecución: Antecedentes: V. La agonía de la Inquisición
-
Fundamentos del orden social virreinal
-
La información
-
El mal menor en política. Historia y aplicaciones actuales
-
A propósito del libro de Javier Nagore: Defensa de la navarridad
-
- Actas
- Crónicas
- Información bibliográfica
- Verbo
Autores
1988
La información
LA INFORMACION
POR
MAB.Io SoRIA
Para conocer cuanto ocurra en el mundo, son múltiples los
medios de comunicación. Diarios, revistas ilustradas,
semanarios,
televisión, radios, prensa especializada en economía y finanzas
dan a los curiosos noticia de los sucesos políticos, militares,
económicos, religiosos,
etc., de ambos hemisferios. Casi ninguna
región del globo se escapa de esta red · informativa. Si resulta
imposible dar cuenta de todos los acontecimientos de una sola
vez, los medios de comunicación son complementarios.· Ciertos
diarios
cuentan lo que otros omiten; la relevisión proporciona
una
imagen viva de lo que solo· desvaídamente aparece en la
letra escrita. Por definición, nada le está vedado saber al públi
co.
Los secretos de Estado mejor guardados pueden caer en ma·
nos de un periodista, y éste se siente profesionalmente empeña
do en informar
de ellos: el Iector, el radioyente, el telespec
tador deben saber. Ideal de la información es hacerlo. todo a
cielo abierto,
sin que existan misterios de ninguna clase. Las
naciones tendrían que ser como jugadotes de póker que juga
sen ron las cartas descubiertas, para satisfacer la curiosidad de
los
circunstantes. Si un militar, por ejemplo, entrega a un enemi
go
real o posible planes bélicos reservados, traiciona a su patria;
si los revela a
la ptensa, cotnete una indiscreción. Pero si un
periodista
divulga el secreto a los cuatro vientos, limitase a cum
plir con su obligación informativa. El público mismo condena
el caso primero, disculpa
el segundo y aprueba el tercer<>, en
nombre de la libertad de prensa .
. Esta constituye una expresión sagrada, una especie de man
tra .. Es la fórmula correspondiente al principio de tener el ciuda-
1319
Fundaci\363n Speiro
MARIO SORJA
dano que saber cuanto suceda en su tierra, no importando que
lo acaecido ataña al régimen general del país como que sea no
ticia picante de corral de vecindad o conventillo. Inconcebible
resulta que algo se le esconda a quien por definición es
miein
bro soberano de la sociedad y gobierna la misma, puesto que a
los gobernantes
él los elige, estando convencido de que son dele
gados suyos y deben rendirle cuentas. Y cuanta mayor impor
tancia tenga el hecho, mayor también es la necesidad
de di
vulgarlo. Por otra parte, cada cual es libre de opinar como le
pareciere y
de escribir lo que quisiere, con el solo límite .de no
dañar la reputación de terceros .. Habría,· sin embargo, que pre
guntarse si el periodista verdaderamente publica lo que cree
cierto y difuode lo que haya descubierto su sagacidad, o si no
es solo mano y
mirada teledirigidas. Y preguntarse también si
los ciudadanos pueden propagar
sus ideas con tanta facilidad
como se asegura.
En los regímenes totalitarios, solo la burocracia hállase facul
tada para apreciar los hechos. Y el Occidente, hogar de todas las
libertades habidas y por haber, ¿cómo prooocle? Entre nosotros,
la posibilidad de enjuiciar lo divino y lo humano carece virtual
mente de restricciones, salvo la señalada, tan imprecisa, de la
reputación ajena; pero la de divulgar ese enjuiciamiento, de no
guardarlo
para uo cenáculo o un grupillo de amigos, esa facul
tad es privilegio exclusivo. de algunas gigantescas etnpresas, do
tadas de enorme capital y a las cuales tienen acceso contadísi
mas plumas y voces,
de tal forma que no se exageraría asegu
rando no existir otra' libertad. de prensa que la de un oligopolio
informativo.
El ciudadano común apenas puede hacerse escu'
char mediante las cartas al director, sección insignificante, don
de, a mayor abuodamiento, se aceptan o rechazan, según conve
niencia del periódico o capricho del responsable, las opiniones
presentadas.
En otros medios de comunicación se organizan de
bates o encuestas, pero cuidando siempre que las voces discre
pantes sean mesuradas, aunque cuidando también haber
los jui
cios
divergerrtei<'necesarios para presentar uoa controversia. Huel
ga decir
que· las discusiones así urdidas huelen a falso que apes,
1320
Fundaci\363n Speiro
LA INFORMACION
tan. En algunos casos, contadísimos, diarios y radios sí encar
nan una opinión independiente, atinada o desatinada, eso
poco
importa ahora, contra la ideología gubernamental. Tal sucedía
con El Mercurio, de Santiago de Chile, cuando Salvador Allen
de; con
La Prensa, de Buenos Aires, en tiempos de Perón; con
El Comercio, de Llma, en época de V e!asco Alvarado. Y tal es
hoy la situación de
La Prensa managüense, respecto de la dicta
dura sandinista. Pero son excepcionales todos estos ejempios,
porque
en circunstancias normales nadie resulta más obsequio
so con las autoridades, menos espontáneo en las apreciaciones,
menos capaz de llamar pan al pan y vino al vino, que plumífe
ros y locutores. Domada, la sátira; las críticas, con sonlina; pron
to, el incensario, si se trata de un personaje grato a la dirección.
Así, pues, el lector que no lo sea de un solo petiódico, ni el
espectador de una sola televisión, ni el oyente de una sola radio,
pronto
advertirá que, si bien muchos órganos informativos son
complementarios o enjuician de forma opuesta ciertos asuntos
secundarios, mantienen
en cambio una extraña unanimidad res
pecto de los temas de mayor momento. Parece que, a pesar de
la multiplicidad de empresas
de este género, de la gran canti
dad de corresponsales, de los hechos tan dispares
que suceden
en diferentes
partes del mundo, una sola sea la mente seleccio
nadora y uno solo el criterio interpretador. Existe como un acuer
do tácito para alabar determinados regímenes y . denigrar otros,
rebajar el papel de estos figurones y ensalzar al de aquéllos, di
simular una atrocidad. y convertir en atrocidad cualquier baga
tela, cegarse para
lo cercano y tener ojo zahorí para cuanto ocu•
rra a miles de leguas de distancia, etc. Salvo los medios de .co
municación pertenecientes a partidos políticos, que mantienen
una ideología rígida y cuentan escaso público, los diarios
de má
xima difusión, las cadenas de televisión, las radios más escu
chadas,
en suma, los dueños de la comunicación mundial, tienen
un denominador idéntico, aparte, como dijimos, alguna
disen
sión en m11teria de escasa importancia. Y si encontramos un ór
gano informativo que discrepe
en lo fundamental, pero no esté
subordinado a un partido político,
casi· siempre comprobaremos
1321
Fundaci\363n Speiro
MMUO SORlA
tratarse de un sen,anario de escasísimos lectore& ( carente de w
blicidad,. de existencia precaria) o de una radio seiniclandestina.
La libertad, en la que todos los medios de comunicación se fun
dan
y que p.o dejan de invocar a diestro y a sinkstro, termina
curiosamente en la uniformidad, como la libertad de la oferta y
la demanda suele conducir al monopolio. No es, por lo tanto,
extraño que en ciertos momentos proliferen los boletines priva
dos, alguno
de los .cuales consigue mantenerse durante decenios
y llega a tirar miles de ejemplares mensuales, como La Contra
"eforma
Católica, del abate francés Jorge de Nantes (advirta
mos que los
diarios,· revistas y demás pertenecientes a editoriales
religiosas se
aseinejan a los publicadas por compañías o perso
nas seglares como un huevo a otro), No es tampoco extraño que
se califique la libertad
de prensa de mero negocio o juguete de
r4:os.
Puede interpretarse esta singular uniformidad como unifor
midad real,
en el sentido de que verdaderamente sean muy simi
lares los sucesos,.
por mucho que difieran los protagonistas y los
lugares de los mismos. Pero, ¿cabe defender esto? ¿No se
trata
más bien de una adulteración o una ·trivialización? Por ejemplo,
fetiche de nuestra época
es la democracia; ha dejado de ser un
simple sistema
de gobierno para convertirse en ídolo. Pues bien,
cuando
en un país cualquiera, europeo o iberoameric111110, musul
mán o budista, asiático o africano,
estalla una revuelta, invaria,
blemente se interpretará el suceso como contrario o favorable a
la democracia. Así,
demócratas son los guerrilleros afganos, los
adversarias de Pinochet, los birmanos alzados contra su gobier
no, los estudiantes argelinos, los enemigos de Fidel Castro, los
críticos
de Jomeini, las bandas armadas salvadoreñas. A la in
versa, antidemócratas considéranse quienes se opongan al doc
tor Alfonsfn o al jefe de estado colombiano Barco, a Corazón
Aquino o al presidente
qe Rodesia. Aparte de la arbitrariedad
con que se otorga el calificativo, resulta ingenua la creencia .de
que el fin de todos los primeros ~ea establecer el sufragio uni
versal, instituir una o dos cámaras representativas y permitir la
formación
de partidos, en tanto que los segundos solo preten-
B22
Fundaci\363n Speiro
LA INFORMACION
dan oprimir al pueblo, privándolo de sus derechos civiles y po·
líticos. Las diferencias históricas, la estructura. social, el régimen
de propiedad,
la religión, las tradiciones peculisres carecen de
importancia para los simplificadores. Por lo cual no puede uno
menos de preguntarse: ¿ Presenciamos una falsificación de los he
chos o solo de ese modo es factible interpretarlos?
También cabe otra suposición: es
el público quien en reali.
dad está convencido de la gigantomaquia entre democracia y an,
tidemocracia, como lucha entre la luz y las tinieblas. Por lo tan·
to, hay que servirle lo que pida y no regatearle sus gustos. Al
respecto, ciertas empresas periodísticas
han dado en la flor de
editar
·diarios conservadores y diarios progresistas, de manera que
no: haya. sector
de·los consumidores de papel impreso sin su co
rrespondiente pasto. Y volvemos a preguntarnos: ¿Es realmente
esto
lo que pasa? ¿No sucederá que los medios de comunica
ción van forjando una opinión y, después de ésta forjada, dan
lo que la misma pide y la confirman? ¿No se partirá.de un em
buste fundamental que la ignorancia o la propensión de la mu
chedumbre acepta casi como dogma de fe, no preocupándose na
die de restablecer la verdad?
· Diremos, entonces, que
loo medios de comunicación, en. su
afán de homogeneidad, desnaturalizan los sucesos, puesto que
prescinden
de cuanto haga a éstos peculiares y les permita huir
del lecho de Procusto tendido
por prejuicios y dogmas. De ahl
que todos los periódicos resulten similares, sean de Buenos Aires,
Londres, Madrid, Nueva York, Constantinopla o Sidney. Y tam
bién de la misma falla nace el soporífero parecido .de las televi·
siones, con las mismas películas, análogos noticiosos, parecidos
comentarios, iguales tendencias.
Por lo demás, hay que conve
nir que .esta trivialización le gusta al hombre moderno, poco ami·
go de profundizar y satisfecho con cualquier ex¡,licacioncilla o
con
la verosimilitud, a falta de la verdad. Asimismo, que la vul
garización y el adocenamiento son propios de la mentalidad nor·
teamericana, de su exagerado pragmatismo. El attollador influjo
de Estados Unidos ha terminado imponiéndose en los medios de
comunicación, como en casi todas
las formas de la vida.
1323
Fundaci\363n Speiro
MARIO·SQRJA
Los tales medios no son, pues, informadores, sino formado
res
y deformadores, a placer. Halagando tendencias, las fomen
tan, hasta las crean, cuando les.
pareciere necesario. Leer un pe
ri6dico no es tanto saher qué pasa en el mundo, como saher cuál
es la tendencia de la publicación correspondiente
.. Leer es siem
pre hacerlo entre .líneas. Nadie menos
sincero que los profesio
nales de la comunicación; nadie,
a. menudo,·más falso. Y no nos
referimos a los casos de
picaresca, a las cr6nicas sobre Nigeria
escritas
en un café parisiense, ni al corresponsal que vive con los
lapones
bañándose en Hawai; hablamos del sesgo que se les da
a esas noticias. Así, la
pa,labra ya no refleja la realidad, sino que
la crea. Es cierto lo que aparece
en la página primera de un dia
rio o en el lugar primero de las noticias televisivas; menos cierto
lo
que se publica postergado; inexistente,· lo que se calla.
De· suerte que no resulta aventurado imaginar una imposi
ción
dé. órdenes expresas o tácitas a las que obedecen los medios
de comunicación; órdenes del. poder económico o político, del
cual ellos mismos forman
.parte. La difusión de ciertas noticias
se paga con publicidad, con subvenciones, con cargos
de pingüe
sueldo.
Los periodistas occidentales difundían a troche y moche
la reputación izquierdista
de Olaf Palme, cosa· que a éste le• ser
vía. de coartada para vender armas a la teocracia persa. ¿Quién
duda de que la prosperidad de la industria
bélica sueca repercu
tía como lluvia de oro sobre los periódicos adictos? Y los ejem
plos hasta la saciedad podrían aducitse. Hoy, comunicación y ne
gocio $Oll como vasos comunicantes.
An:tes hemos hablado de la prensa ideológica y del poco fa
vor de que gooa entre el público. En efecto, a éste no le gusta
que lo aleccionen abiertamente. Como se considera idóneo para
conocer la
verdad a poco que ella se presente delante de cual
quier ciudadano, la
enseñanza expresa supone la ignorancia y la
tontería y resulta ofensiva. ¿Qué albañil, romero, barrendero,
estudiante, ama de casa, mecanógrafa, ingeniero o agricultor
no
"puede juzgar sobre la. conveniencia o inconveniencia . de pertene
cer a la Alianza Atlántica, la separación de la Iglesia y el Esta
do, los propósitos. más r6cónditos del Kremlin, la política judía
1324
Fundaci\363n Speiro
LA INFORMACION
o las causas de la guerra centroamericana? Todos son en ello
doctores consumados.
Los antiguos estrategas de café avergon'
zados quedaríanse escuchando tamaño saber. Por esto, la habili
dad
de los medios de comunicación estriba en proporcionarle a
ese público quisquilloso la ilusión
de una información veraz,
acerca de la cual nada tenga que
aprender, salvo conocer su exis
tencia para juzgarla apropiadísimamente. La didáctica subliminal
adoctrina de forma inconsciente, hasta que, al cabo del tiempo,
el lector, oyente o espectador piense, sienta y hasta hable
com9
su disfrazado mentor. Este convierte a los pacíizicos en belicosos,
y viceversa; remacha los grilletes del preso y libera a los ya Ji,
hres; hace olvidar la colosal riqueza de los estados modernos
parásitos y tilda el bienestar
de algunos particulares; desempol
va antiguallas presentándolas como novedades; pone el cielo aba
jo y la tlerra encima. Los medios de comunicación forman eÍ
gran burdel de la palabra; la vuelven ambigua, polivalente, em
bustera y traidora; pero -<:oncedámoslo--tan sabiamente aci
ealada prostituta,· cuando sale a buscar clientes, a millones los
consigue, embolsándose para sí y para la chulería organizada
in
gente ganancia.
«Al principio era el Verbo». Todo lo hizo Dios según su
Verbo, y lo hizo
bien, afuma San Juan en su evangelio. El papel
de la palabra empleada por los medios
de comunicación es, en
cierta forma, la antítesis del trabajo divino:
también ellos conci
ben la palabra como instrumento moldeador de la realidad, pero
como actúan sobre la rurturaleza ya formada, la descrean, por así
decirlo, la revierten poco a poco al caos de donde la sacó la mano
suprema. O
si no la pervierten y pervierten el criterio de cono
cer cosas y hechos, sí crean escépticos, para los cuales todo es
igualmente bueno o malo, que sostienen que a nadie hay que
prestar crédito, siendo inasequible la verdad. No hay motivo de
repetir los juicios de Menéndez Pelayo y de Carlos Kraus acerca
del periodismo de sus respectivas épocas. Son hogaño los pOO:.
pios insultados quienes nos recuerdan los viejos dicterios, los
justifican, nos los hacen parecer insufic:ientes.
1325
Fundaci\363n Speiro
POR
MAB.Io SoRIA
Para conocer cuanto ocurra en el mundo, son múltiples los
medios de comunicación. Diarios, revistas ilustradas,
semanarios,
televisión, radios, prensa especializada en economía y finanzas
dan a los curiosos noticia de los sucesos políticos, militares,
económicos, religiosos,
etc., de ambos hemisferios. Casi ninguna
región del globo se escapa de esta red · informativa. Si resulta
imposible dar cuenta de todos los acontecimientos de una sola
vez, los medios de comunicación son complementarios.· Ciertos
diarios
cuentan lo que otros omiten; la relevisión proporciona
una
imagen viva de lo que solo· desvaídamente aparece en la
letra escrita. Por definición, nada le está vedado saber al públi
co.
Los secretos de Estado mejor guardados pueden caer en ma·
nos de un periodista, y éste se siente profesionalmente empeña
do en informar
de ellos: el Iector, el radioyente, el telespec
tador deben saber. Ideal de la información es hacerlo. todo a
cielo abierto,
sin que existan misterios de ninguna clase. Las
naciones tendrían que ser como jugadotes de póker que juga
sen ron las cartas descubiertas, para satisfacer la curiosidad de
los
circunstantes. Si un militar, por ejemplo, entrega a un enemi
go
real o posible planes bélicos reservados, traiciona a su patria;
si los revela a
la ptensa, cotnete una indiscreción. Pero si un
periodista
divulga el secreto a los cuatro vientos, limitase a cum
plir con su obligación informativa. El público mismo condena
el caso primero, disculpa
el segundo y aprueba el tercer<>, en
nombre de la libertad de prensa .
. Esta constituye una expresión sagrada, una especie de man
tra .. Es la fórmula correspondiente al principio de tener el ciuda-
1319
Fundaci\363n Speiro
MARIO SORJA
dano que saber cuanto suceda en su tierra, no importando que
lo acaecido ataña al régimen general del país como que sea no
ticia picante de corral de vecindad o conventillo. Inconcebible
resulta que algo se le esconda a quien por definición es
miein
bro soberano de la sociedad y gobierna la misma, puesto que a
los gobernantes
él los elige, estando convencido de que son dele
gados suyos y deben rendirle cuentas. Y cuanta mayor impor
tancia tenga el hecho, mayor también es la necesidad
de di
vulgarlo. Por otra parte, cada cual es libre de opinar como le
pareciere y
de escribir lo que quisiere, con el solo límite .de no
dañar la reputación de terceros .. Habría,· sin embargo, que pre
guntarse si el periodista verdaderamente publica lo que cree
cierto y difuode lo que haya descubierto su sagacidad, o si no
es solo mano y
mirada teledirigidas. Y preguntarse también si
los ciudadanos pueden propagar
sus ideas con tanta facilidad
como se asegura.
En los regímenes totalitarios, solo la burocracia hállase facul
tada para apreciar los hechos. Y el Occidente, hogar de todas las
libertades habidas y por haber, ¿cómo prooocle? Entre nosotros,
la posibilidad de enjuiciar lo divino y lo humano carece virtual
mente de restricciones, salvo la señalada, tan imprecisa, de la
reputación ajena; pero la de divulgar ese enjuiciamiento, de no
guardarlo
para uo cenáculo o un grupillo de amigos, esa facul
tad es privilegio exclusivo. de algunas gigantescas etnpresas, do
tadas de enorme capital y a las cuales tienen acceso contadísi
mas plumas y voces,
de tal forma que no se exageraría asegu
rando no existir otra' libertad. de prensa que la de un oligopolio
informativo.
El ciudadano común apenas puede hacerse escu'
char mediante las cartas al director, sección insignificante, don
de, a mayor abuodamiento, se aceptan o rechazan, según conve
niencia del periódico o capricho del responsable, las opiniones
presentadas.
En otros medios de comunicación se organizan de
bates o encuestas, pero cuidando siempre que las voces discre
pantes sean mesuradas, aunque cuidando también haber
los jui
cios
divergerrtei<'necesarios para presentar uoa controversia. Huel
ga decir
que· las discusiones así urdidas huelen a falso que apes,
1320
Fundaci\363n Speiro
LA INFORMACION
tan. En algunos casos, contadísimos, diarios y radios sí encar
nan una opinión independiente, atinada o desatinada, eso
poco
importa ahora, contra la ideología gubernamental. Tal sucedía
con El Mercurio, de Santiago de Chile, cuando Salvador Allen
de; con
La Prensa, de Buenos Aires, en tiempos de Perón; con
El Comercio, de Llma, en época de V e!asco Alvarado. Y tal es
hoy la situación de
La Prensa managüense, respecto de la dicta
dura sandinista. Pero son excepcionales todos estos ejempios,
porque
en circunstancias normales nadie resulta más obsequio
so con las autoridades, menos espontáneo en las apreciaciones,
menos capaz de llamar pan al pan y vino al vino, que plumífe
ros y locutores. Domada, la sátira; las críticas, con sonlina; pron
to, el incensario, si se trata de un personaje grato a la dirección.
Así, pues, el lector que no lo sea de un solo petiódico, ni el
espectador de una sola televisión, ni el oyente de una sola radio,
pronto
advertirá que, si bien muchos órganos informativos son
complementarios o enjuician de forma opuesta ciertos asuntos
secundarios, mantienen
en cambio una extraña unanimidad res
pecto de los temas de mayor momento. Parece que, a pesar de
la multiplicidad de empresas
de este género, de la gran canti
dad de corresponsales, de los hechos tan dispares
que suceden
en diferentes
partes del mundo, una sola sea la mente seleccio
nadora y uno solo el criterio interpretador. Existe como un acuer
do tácito para alabar determinados regímenes y . denigrar otros,
rebajar el papel de estos figurones y ensalzar al de aquéllos, di
simular una atrocidad. y convertir en atrocidad cualquier baga
tela, cegarse para
lo cercano y tener ojo zahorí para cuanto ocu•
rra a miles de leguas de distancia, etc. Salvo los medios de .co
municación pertenecientes a partidos políticos, que mantienen
una ideología rígida y cuentan escaso público, los diarios
de má
xima difusión, las cadenas de televisión, las radios más escu
chadas,
en suma, los dueños de la comunicación mundial, tienen
un denominador idéntico, aparte, como dijimos, alguna
disen
sión en m11teria de escasa importancia. Y si encontramos un ór
gano informativo que discrepe
en lo fundamental, pero no esté
subordinado a un partido político,
casi· siempre comprobaremos
1321
Fundaci\363n Speiro
MMUO SORlA
tratarse de un sen,anario de escasísimos lectore& ( carente de w
blicidad,. de existencia precaria) o de una radio seiniclandestina.
La libertad, en la que todos los medios de comunicación se fun
dan
y que p.o dejan de invocar a diestro y a sinkstro, termina
curiosamente en la uniformidad, como la libertad de la oferta y
la demanda suele conducir al monopolio. No es, por lo tanto,
extraño que en ciertos momentos proliferen los boletines priva
dos, alguno
de los .cuales consigue mantenerse durante decenios
y llega a tirar miles de ejemplares mensuales, como La Contra
"eforma
Católica, del abate francés Jorge de Nantes (advirta
mos que los
diarios,· revistas y demás pertenecientes a editoriales
religiosas se
aseinejan a los publicadas por compañías o perso
nas seglares como un huevo a otro), No es tampoco extraño que
se califique la libertad
de prensa de mero negocio o juguete de
r4:os.
Puede interpretarse esta singular uniformidad como unifor
midad real,
en el sentido de que verdaderamente sean muy simi
lares los sucesos,.
por mucho que difieran los protagonistas y los
lugares de los mismos. Pero, ¿cabe defender esto? ¿No se
trata
más bien de una adulteración o una ·trivialización? Por ejemplo,
fetiche de nuestra época
es la democracia; ha dejado de ser un
simple sistema
de gobierno para convertirse en ídolo. Pues bien,
cuando
en un país cualquiera, europeo o iberoameric111110, musul
mán o budista, asiático o africano,
estalla una revuelta, invaria,
blemente se interpretará el suceso como contrario o favorable a
la democracia. Así,
demócratas son los guerrilleros afganos, los
adversarias de Pinochet, los birmanos alzados contra su gobier
no, los estudiantes argelinos, los enemigos de Fidel Castro, los
críticos
de Jomeini, las bandas armadas salvadoreñas. A la in
versa, antidemócratas considéranse quienes se opongan al doc
tor Alfonsfn o al jefe de estado colombiano Barco, a Corazón
Aquino o al presidente
qe Rodesia. Aparte de la arbitrariedad
con que se otorga el calificativo, resulta ingenua la creencia .de
que el fin de todos los primeros ~ea establecer el sufragio uni
versal, instituir una o dos cámaras representativas y permitir la
formación
de partidos, en tanto que los segundos solo preten-
B22
Fundaci\363n Speiro
LA INFORMACION
dan oprimir al pueblo, privándolo de sus derechos civiles y po·
líticos. Las diferencias históricas, la estructura. social, el régimen
de propiedad,
la religión, las tradiciones peculisres carecen de
importancia para los simplificadores. Por lo cual no puede uno
menos de preguntarse: ¿ Presenciamos una falsificación de los he
chos o solo de ese modo es factible interpretarlos?
También cabe otra suposición: es
el público quien en reali.
dad está convencido de la gigantomaquia entre democracia y an,
tidemocracia, como lucha entre la luz y las tinieblas. Por lo tan·
to, hay que servirle lo que pida y no regatearle sus gustos. Al
respecto, ciertas empresas periodísticas
han dado en la flor de
editar
·diarios conservadores y diarios progresistas, de manera que
no: haya. sector
de·los consumidores de papel impreso sin su co
rrespondiente pasto. Y volvemos a preguntarnos: ¿Es realmente
esto
lo que pasa? ¿No sucederá que los medios de comunica
ción van forjando una opinión y, después de ésta forjada, dan
lo que la misma pide y la confirman? ¿No se partirá.de un em
buste fundamental que la ignorancia o la propensión de la mu
chedumbre acepta casi como dogma de fe, no preocupándose na
die de restablecer la verdad?
· Diremos, entonces, que
loo medios de comunicación, en. su
afán de homogeneidad, desnaturalizan los sucesos, puesto que
prescinden
de cuanto haga a éstos peculiares y les permita huir
del lecho de Procusto tendido
por prejuicios y dogmas. De ahl
que todos los periódicos resulten similares, sean de Buenos Aires,
Londres, Madrid, Nueva York, Constantinopla o Sidney. Y tam
bién de la misma falla nace el soporífero parecido .de las televi·
siones, con las mismas películas, análogos noticiosos, parecidos
comentarios, iguales tendencias.
Por lo demás, hay que conve
nir que .esta trivialización le gusta al hombre moderno, poco ami·
go de profundizar y satisfecho con cualquier ex¡,licacioncilla o
con
la verosimilitud, a falta de la verdad. Asimismo, que la vul
garización y el adocenamiento son propios de la mentalidad nor·
teamericana, de su exagerado pragmatismo. El attollador influjo
de Estados Unidos ha terminado imponiéndose en los medios de
comunicación, como en casi todas
las formas de la vida.
1323
Fundaci\363n Speiro
MARIO·SQRJA
Los tales medios no son, pues, informadores, sino formado
res
y deformadores, a placer. Halagando tendencias, las fomen
tan, hasta las crean, cuando les.
pareciere necesario. Leer un pe
ri6dico no es tanto saher qué pasa en el mundo, como saher cuál
es la tendencia de la publicación correspondiente
.. Leer es siem
pre hacerlo entre .líneas. Nadie menos
sincero que los profesio
nales de la comunicación; nadie,
a. menudo,·más falso. Y no nos
referimos a los casos de
picaresca, a las cr6nicas sobre Nigeria
escritas
en un café parisiense, ni al corresponsal que vive con los
lapones
bañándose en Hawai; hablamos del sesgo que se les da
a esas noticias. Así, la
pa,labra ya no refleja la realidad, sino que
la crea. Es cierto lo que aparece
en la página primera de un dia
rio o en el lugar primero de las noticias televisivas; menos cierto
lo
que se publica postergado; inexistente,· lo que se calla.
De· suerte que no resulta aventurado imaginar una imposi
ción
dé. órdenes expresas o tácitas a las que obedecen los medios
de comunicación; órdenes del. poder económico o político, del
cual ellos mismos forman
.parte. La difusión de ciertas noticias
se paga con publicidad, con subvenciones, con cargos
de pingüe
sueldo.
Los periodistas occidentales difundían a troche y moche
la reputación izquierdista
de Olaf Palme, cosa· que a éste le• ser
vía. de coartada para vender armas a la teocracia persa. ¿Quién
duda de que la prosperidad de la industria
bélica sueca repercu
tía como lluvia de oro sobre los periódicos adictos? Y los ejem
plos hasta la saciedad podrían aducitse. Hoy, comunicación y ne
gocio $Oll como vasos comunicantes.
An:tes hemos hablado de la prensa ideológica y del poco fa
vor de que gooa entre el público. En efecto, a éste no le gusta
que lo aleccionen abiertamente. Como se considera idóneo para
conocer la
verdad a poco que ella se presente delante de cual
quier ciudadano, la
enseñanza expresa supone la ignorancia y la
tontería y resulta ofensiva. ¿Qué albañil, romero, barrendero,
estudiante, ama de casa, mecanógrafa, ingeniero o agricultor
no
"puede juzgar sobre la. conveniencia o inconveniencia . de pertene
cer a la Alianza Atlántica, la separación de la Iglesia y el Esta
do, los propósitos. más r6cónditos del Kremlin, la política judía
1324
Fundaci\363n Speiro
LA INFORMACION
o las causas de la guerra centroamericana? Todos son en ello
doctores consumados.
Los antiguos estrategas de café avergon'
zados quedaríanse escuchando tamaño saber. Por esto, la habili
dad
de los medios de comunicación estriba en proporcionarle a
ese público quisquilloso la ilusión
de una información veraz,
acerca de la cual nada tenga que
aprender, salvo conocer su exis
tencia para juzgarla apropiadísimamente. La didáctica subliminal
adoctrina de forma inconsciente, hasta que, al cabo del tiempo,
el lector, oyente o espectador piense, sienta y hasta hable
com9
su disfrazado mentor. Este convierte a los pacíizicos en belicosos,
y viceversa; remacha los grilletes del preso y libera a los ya Ji,
hres; hace olvidar la colosal riqueza de los estados modernos
parásitos y tilda el bienestar
de algunos particulares; desempol
va antiguallas presentándolas como novedades; pone el cielo aba
jo y la tlerra encima. Los medios de comunicación forman eÍ
gran burdel de la palabra; la vuelven ambigua, polivalente, em
bustera y traidora; pero -<:oncedámoslo--tan sabiamente aci
ealada prostituta,· cuando sale a buscar clientes, a millones los
consigue, embolsándose para sí y para la chulería organizada
in
gente ganancia.
«Al principio era el Verbo». Todo lo hizo Dios según su
Verbo, y lo hizo
bien, afuma San Juan en su evangelio. El papel
de la palabra empleada por los medios
de comunicación es, en
cierta forma, la antítesis del trabajo divino:
también ellos conci
ben la palabra como instrumento moldeador de la realidad, pero
como actúan sobre la rurturaleza ya formada, la descrean, por así
decirlo, la revierten poco a poco al caos de donde la sacó la mano
suprema. O
si no la pervierten y pervierten el criterio de cono
cer cosas y hechos, sí crean escépticos, para los cuales todo es
igualmente bueno o malo, que sostienen que a nadie hay que
prestar crédito, siendo inasequible la verdad. No hay motivo de
repetir los juicios de Menéndez Pelayo y de Carlos Kraus acerca
del periodismo de sus respectivas épocas. Son hogaño los pOO:.
pios insultados quienes nos recuerdan los viejos dicterios, los
justifican, nos los hacen parecer insufic:ientes.
1325
Fundaci\363n Speiro