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Número 269-270

Serie XXVII

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A propósito del libro de Javier Nagore: Defensa de la navarridad

A PROPOSITO DEL LIBRO DE JAVIER NAGORE:
DEFENSA DE
LA NAVARRIDAD (*)
POR
FRANCISCO JAVIER DE LlzARzA
Defensa de la nava"idad es el penúltimo lihro de Javier Na­
gore, reciente aún el éxito del anterior,
En la 1.• de Nava"ª'
sus memorias de la guerra española, que tiene prácticamente ag0-
tada su primera edición pública.
Es
de destacar el título del nuevo libro, de claras resonan­
cias maeztuanas, hoy ran interesadamente olvidadas. Los cursis,
los demócratas y los socialistas
hablan de Latinoamérica o de
Iberoamérica, como
palabras que creen ellos ser modernas, ac­
tuales y exactas, cuando es evidente, por ejemplo, que Haití no
tiene nada de «latíno», ni Brasil de «ibero». Esos cursis, y
sus
compañeros de viaje, no saben, porque suelen ignorar casi todo,
que en los Estados Unidos
se usa más y más la palabra «hispa­
nic» para designar lo que hispano quiere decir, y lo que para
Hispanidad quiso que significara Maezru.
Navarridad
es palabra nueva, que llegará, lo presentimos, le­
jos, cuya acuñación corresponde a esa entrañable amistad de
Al­
varo d'Ors y Javier Nagore. Escrito el libro, como él mismo re­
conoce orgullosamente, apasionadamente, ·no le importa que le
tomen por ingenuo. «Esa ingenuidad es mucho menos insegura
que la incoherencia y el cambiar
de programa o de partido según
las circunstancias».
No son muchos los que han ido o van contra
corriente. «Pero al final las aguas pasarán. Solo las rocas quedan».
Ejemplo vivo de lealtad navarra, sencilla y fuerte,
«de uno con
una, para siempre».
Selecciona el libro una serie de artículos de los 600 publica­
dos desde 1960 hasta nuestros
días por Javier Nagore en la pren­
sa nacional y revistas. Se recopilan los elegidos alrededor de la
columna vertebral de estos conceutos: la foralidad de Navarra,
su identidad y españolía, y el concepto y
significado de la unidad.
(*) Madrid, Ediciones DYRSA, 1987.
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l. La foralidad de Navarra.
Veamos sus pensamientos-clave en esta materia.
Navarra es «una unidad jurídica y moral dentro de la uni­
dad política de España». La defensa de la unidad de España es
la del ser de Navarra. Este ser, esa foralidad navarra, la forali­
dad navarra,
la foralidad por antonomasia, es a su vez ingrediente
esencial de la unidad de la Patria.
Ha sido Navarra, y es como es, por su resistencia constante
a dejarse absorber, resistencia a veces violenia, y cuando no po­
día serlo, de astucia y de maniobra, que significan pragmatismo
político
y jurídico, lleno de sentido oomún.
Esa permanente disposición de legítima defensa es perfecta­
mente compatible con el temperamento
negociador de Navarra.
Tiene ésta una perenne disposición para la
defensa contra el cen­
tralismo antinacional antes, y, sobre todo, contra el separatismo
antiespañol, ahora
más que nunca.
La foralidad no es un aditamento de la nacionalidad, sino un
elemento constitutivo de la misma. «Soy navarro lo primero, y
por navarro español», así dice la letra de una de las «Canciones
navarras» del Maestro Moreno Torroba.
El Fuero de Navarra es anterior a
las Constituciones del Es­
tado, por lo que no requiere de
ellas reconocimiento formal al­
guno. El régimen navarro, al ser pre y supra constitucional, no
puede
modificarse unilateralmente pdr Constitución alguna.
El fuero nunca
se ha basado en el sufragio universal. Está
por encima, se basa en
la Tradición -con mayúsculas- y lo que
ésta conlleva.
Fuero
y estatuto son distinos. Aquél es derecho, y éste es
políti<:a. El origen de aquél es propio, originario, preconstitucio­
nal; el del estatuto es derivado, es una simple cdncesión política.
Pero esto no puede llegar a suponer que el régimen foral no
sea
autonómico. Lo es. Lo que pasa es que la autonomía jurídica de
Navarra
no se funda en estatuto alguno, sino en la autonomía
del
Fu<;ro, la del antiguo Reyno, incorporado a Castilla por vía
de unión igual y principal.
Navarra, que tiene la condición de reino dentro de los reinos
de España
y. de «la Hispanidad» (Cortes de 1549), además de
indivisible no puede ser anexionada a ninguna otra
región o pro­
vincia, sin que referéndum alguno pueda cambiar este principio
unitario
d,, la Navarra española.
Martín Villa, convertido en «protector de Navarra», dijo que
«todo puede cambiar
si el acuerdo se produoe». Pero Nagore
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pregunta: «¿Puede pactatse la desaparición del Fuero? ¿Puede
valer un
pacto que sea contra:fuero? ¡Fuero, o fuera!».
II. La integridad de Navarra.
Comienza Nagore por señalar como característica actual de
Navarra
la existencia de una ofensiva del nacionalismo vasco,
tenaz, hábil, orquestada y sofista. «Es 'Euzkadi'
un ente irreal
de razón, de razón delirante, soñadora, utópica, inventado en
1892, sin
precedente ,tlguno jurídico, histórico o social. Ni vas­
congado siquiera».
Para Navarra, la integración significa, entre otras cosas, el
pasar de un
centralismo «central» a otro regional; menos navarro
que el anterior. Porque Navarra tiene
una autonomía limitada,
cierta
·y secularmente reconocida por Madrid. Perdería sus tito·
los originarios por novación. Y novar quiere decit extinguir. Con
la integración perdería Navarra
su personalidad histórica y jurí·
dica. La identidad de Navarra no puede jugatse en esta genera­
ción. Pertenece a todas. El ser de Navarra es
permanente y no
puede ser sometido a un referéndum.
La mitad más uno de los
votos navarros no puede
decidir el destino de Navarra prescin·
diendo de
la Historia, de las generaciones pasadas y futuras. En
todo caso para una votación así no bastaría el criterio adminis·
trativista del empadronamiento, sino que, según el Derecho na·
varro, solo serán navarros los que cumplan simultáneamente tres
requisitos: vecindad
foral, juramento de lealtad, posposición de
su
interés particular al general de Navarra.
La Disposición Transitoria 4.' de la Constitución es vergon­
zante, discriminadora, técnicamente ·deficiente; cómo dijo -muy
bien Jesús Aizpún. Nada tiene de transitoria porque sustituye
al articul.o 143 de la Constitución. Debería, pues, suprimirse.
El
País Vasco no ha tenido nunca un Derecho común para sus
tres provincias. Nunca ha existido un Derecho Foral
vasco. El
vascuence ni siquiera tiene palabra original para «Derecho», y
confunde a éste con «Ley».
De integrarse Navarra, que sí tiene
Derecho completo, Público y Privado, habría que
traducir al vas·
cuence el Fuero Nuevo, la Compilación de Derecho privado. El
cuerpo legal navarro, de más de 100 libros, tendría ocupados
100 años a los
traductores.
Nada hay de común entre las Provincias vascongadas y Na,
varra, ni en leyes ni en los fueros, ni en hí•toriii foral. Basta re­
pasar la Histotla. Mejdr, la Historia del Derecho.
Ha habido sobre esto equivocaciones. Aiaña creyó, y fue
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aplaudido por el lendakari de entonces, José Antonio de Aguirre,
que «las
regiones adheridas a la causa (despótica) de don Carlos
eran absolutamente indiferentes
al problema dinástico, porque lo
que les importaba no eran don Carlos, sino sus Fueros». La ver­
dad
es distiota, dice Nagore con Ramos Oliveira. Si había libera·
les navarros en guerra con sus paisanos carlistas, ¿por qué lucha­
ban aquéllos? ¿Cómo se iban a matar, de ser cierta
la tesis de
Azaña, compartida por los nacionalistas vascos, liberales
y car­
listas por una cuestión en la que coincidían? El gran problema
debatido en las guerras carlistas no fue la cuestión foral, sino la
del destino
común de los españoles.
El carlismo no es padre del nacionalismo. Aquél es español
a carta cabal, y éste es antiespañol. No puede decirse tampoco
que los carlistas se
han hecho nacionalistas vascos, aunque no
han faltado traidores en su centenaria historia. Algunos hijos de
· carlistas sí se han podido hacer nacionalistas por llevar la con­
traria a sus padres, cosa harto frecuente entre padres e hijos, o
por no saber lo que
es el carlismo. En uno de los artículos re­
copilados, escrito hace años (31 de marzo de 1982) expresaba
Nagore el temor de que
el Tradicionalismo abandonara su ideal
y pudiera ser empujado o dirigido por cauces equivocados a un
separatismo regional. Afortunadamente, el carlismo tradicional o
Tradicionalismo carlista, hoy nnido, ha
levantado, como solía, la
bandera de
la españolidad, de la nnidad de la Patria. El separa­
tismo «euscadiano» de unos
y otros es: «El mismo separatismo;
el de --1Jetdonen la redundancia-separarse de España».· En
esto son todos iguales, moderados y violentos. Su objetivo final:
la independencia de «Euzkadi», previa la necesaria integración de
Navarra. Como acuñó el gran periodista Ramón Sierra, el PNV
quiere la independencia a plazos; ETA al contado.
Insausti, Presidente del PNV, sintetizaba así
la cuestión na­
varra: «Este asunto terminará con la conquista de Navarra». Na­
gore hace el siguiente comentario al bélico y poco democrático
desahogo: «En Bilbao solían decir:
Adiós, Vd.». En otro re­
cuerda Nagore que a José Luis Lizundia, parlamentario de EE,
Navarra resulta muy pequeña. «¡Pues qué bien! Tan pequeña
era hace 46 años, cuando 46 navarros
de Artajona tomaron
San Sebastián».
Lo terrible es que en Navarra ha bajado el termómetro reli­
gioso, está en su cota
más baja y los navarros derivan al radi­
calismo. Un viejo párroco navarro hacía una observación que
puede resultar profética: «Si algón día los navarros se les
cam­
bia su temple religioso, y supuesto que seguirán conservando el
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coraje en su sangre, formarán en tercios _tan com1bativos y temi­
dos como fueron los de requetés en la guerra de liberación».
Tan solo las ideas tradicionales, tradicionalistas,
podrán nueva­
mente aglutinar a los navarros en torno a un combate en
el que
se juega el ser de Navatra, y con éste el de España. Víctor Pra­
dera, recordado por Nagore, dijo: «el deber español y católico
es hoy robustecer
la unidad patria para que España salga de este
caos con fuerza para reconstituirse. Este es un régimen transi­
torio, porque es antiespañol».
Si En la primera de Navarra supo el autor recoger el ambiente
de
la guerra, las motivaciones religiosas y patrióticas de los vo­
luntarios navarros, su habla, aquí plasma la atmósfera de agobio,
a veces de tensión, en que vive Navarra, que respiran los nava­
rros. «Hoy en Navarra y en toda España la cobardía sustituye
al valor y el miedo al coraje». Y sé pregunta con tristeza: «¿No
habría que poner en verbo pasado la jota de Larregla 'Navarra,
siempre p'alante'?».
Aterrorizados algunos, precisamente el fin, la razón del
te­
rrorismo es aterrorizar; desazonados otros por 1a catástrofe que
se ha venido encima, aunque no sea solo sobre Navarra; la falta
general de
fe, el pulso arrítmico en la gente, el embate incen­
sante contra el
espíritu que fue siempre característico de Nava­
rra; perdido
el norte de su carácter misionero, que proclamó con
voz de gigante el mismo Papa en Javier, ante las aclamaciones
y
el fervor de los fieles y la frialdad de parte de la jerarquía, de
su establishment, más a tono ron el día gélido que con el men­
saje que
Su Santidad quería transmitir.
Bienvenida la llegada de este libro, que ha de hacer mucho
bien, ha de
esrocer, levantar ampollas, despertar conciencias,
animar a tibios, dar
bagaje intelectual y empuje a los decididos
y animosos.
Dios le continue dando buena salud a quien, como Javier
Nagore, todos los sábados sube
un monte de tnás de 1.500 me­
tros y cuya ilusión sería caminar todos los del Tibet; que siga
derrochando ese humor cordial, humano sentimental de que hace
gala en esa increlble bella pieza, que remeda en su titulo el de
Padre lski, ron que cierra su libro Defensa de la navarridad:
«Triunfo del amor y de la lealtad, día grande de Navarra».
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