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Número 271-272

Serie XXVIII

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Ante el XIV Centenario del Concilio III de Toledo

ANTE EL XIV CENTENARIO DEL CONCILIO III
DE TOLEDO
J osll ÜRLANDIS
l. Mil. cuatrocientos añ06 de historia: 589-1989.
Va a
hacer pronto dos años -en el número 25 3-254 de
Verbo, correspondiente a los meses de marzo-abril de 1987-
que tuve ocasión de recordar a los lectores que se cumplía. en­
tonces
e) XIV centenario de la conversión de Recaredo, que vino
así a ser el primer rey católico de España. Advertía también,
con
la mirada puesta en un cercano futuro, que dos años más
tarde -en 1989-, se cumpliría el XIV centenario del Cpnci­
lio III de Toledo, la solemne asamblea donde quedó sellada ·la
unidad espiritual y política de la nación española. Hemos llegado
ya a los umbrales de este año jubilar, y parece obligado que ~os
preparemos para conmemorar debidamente una efemérides de
la máxima trascendencia para
la lústoria total -religiosa y· ci­
vil, social y cultural-de España y del pueblo español.
La celebración en la próxima primavera, por iniciativa· del
Cardenal Primado, titular de
la Sede toledana, de un Congreso
Internacional sobre el Concilio
III de Toledo, que tendrá lugar
en
la ciudad que fue capital del antiguo Reino visigótico, habrá
de ser,
,;in duda, el acto conmemorativo de más alto nivel, en
el ámbito
pr!>piamente científico. Es de esperar que ese Congreso
tenga amplia resonancia en
Ios medios culturales españoles y ex­
tranjeros, y sus trabajos supongan un importante progreso en los
estudios acerca de un Concilio qoe ha de contarse
entre los más
notables, no solo de la lústoria eclesiástica española, sino de toda
la .historia de la Iglesia universal. Un Concilio -d III de To-
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JOSE ORLANDIS
ledo-inscrito además en el conjunto de los grandes sínodos
visigodo-toledanos, que representan la principal serie conciliar sur­
gida en una Iglesia del Occidente latino, cuya aportación a la
historia de
la Teología y del Derecho canónico debe considetarse
con toda justicia como
ex~onal. ' ·
2. La fe católica de los pueblos de España.
Mas la celebración del
XIV Centenario del Concilio III de
Toledo quedaría empequeñecida si no
rebasara las fronteras, ló­
gicamente limitadas, de los círculos eclesiásticos y eruditos. Se
trata de rememorar un acontecimiento que ha influido tanto en
los destinos de España que bien
se merece que el pueblo espa'
ñql
-m;¡s necesitado quizá que nunca de tomar conciencia de
sus raíces-tenga noticia de lo que significa para él aquel Cen­
tenario y pueda asociarse así a su celebración. El Episcopado le
ha dado ejemplo, y buena prueba de su interés por explicar y
«pppularizar» las rarones del Centenario ha sido la Instrucción
publicada por
la Comisión Permanente, con el título de La fe
católica de las pueblos de España. Quisiera recoger aquí algunos
pasajes de la «Instrucción» episcopal,
y añadir -en calidad de
historiador de la
Iglesia-las reflexiones ·y glosas que me ha
sugerido
la lectura de tan importante documento.
«El próximo año de. 1989 -comienza diciendo la Instruc­
ción-se cumplirá el XIV Centenario de la celebración del III
Concilio de Toledo, acontecimiento de gran trascendencia en la
historia civil y religiosa de nuestra patria, que juzgamos debe
ser conmemorada por las consecuencias que tuvo para
la fe ca­
tólica en la Península Ibérica y aun en otras regiones de Euro­
pa». Y los obispos precisan seguidamente cuál es la razón de la
histórica importancia del gran sínodo toledano: «fue la célebre
asamblea en que se
hizc>' solepmemente la abjuración del arrianis­
mo y comenzó la unidad religiosa de España en la fe católica».
La conversión de los germanos arrianos fue un factor de de­
cisiva importancia para que los dos gtupos principales de la po-
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blación peninsular -visigodos e hispano-romanos--, hermanados
religiosamente en una misma confesión católica, constituyeran
-pese a las múltiples diversidades regionales-- un solo pueblo
o, si se prefiere, una pluralidad de pueblos que conocemos con el
nombre de España, La común fe católica fue después el motor
y
la meta de las dos mayores empresas colectivas llevadas a tér­
mino por los españoles eo el curso de su historia: la epopeya
multisecular de
la Reconquista y la evangelización y civilización
de
América, ese otro acontecimieoto máximo de la historia uni­
versal, del que
España fue protagonista indiscutible, y que se
conmemorará con toda solemnidad en 1992, al cumplirse el V
Centenario del Descubrimiento.
El Concilio
III de Toledo, donde se forjó la unidad religio­
sa española, aparece así como un ~contecimiento repleto de po­
tencialidades, que puso eo marcha una formidable dinámica his­
tórica. «Esta unidad de fe
-recuerda el documeoto episcopal­
se mantuvo durante los siglos de la invasión musulmana y fue
factor decisivo de la opción
de los pueblos de España, por la
que salieron fortalecidcs en sus convicciones religiosas. Así se
desarrolló, especialmente a partir de 1492, una larga etapa que
ha llegado hasta nuestros días, durante la cual, tanto
en el inte­
terior de la Península como
en el continente americano que en­
tonces se descubría, se creó
y propagó una cultura católica de
extraordinaria
significación y relevancia».
3. El sentido religioso en la historia de España.
Pero, acaso podría preguntarse algún lector de estas pagi­
nas: el Concilio III de Toledo, ¿conserva aún hoy cierta razón
de actualidad? ¿Puede
significar todavía algo para el español de
las postrimerías del siglo xx? La respuesta a estos interrogantes
debe ser, a
mi juicio, abiertamente afirmativa y ello, al menos,
por dos razones de no escasa entidad: sirve, ante todo, para que
ese español sea ca,paz de comprender su propia historia; y puede
servir, en segundo lugar, para .que el ciudadano ,atólico de hoy
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sepa afrontar los desafíos y las responsabilidades que el tiempo
presente le depara
y el futuro inmediato le plantea.
«No
se puede entender la historia de España -advierte la
Instrucción del Episcopado-- sin tener presente la
fe católica,
con toda
su enorme influencia en la vida y cultura del pueblo es­
pañol. Lo manifestamos sin arrogancia, pero con profunda y fir­
me convicción. Por lo mismo, consideramos que es un burdo
error y una actitud antihistórica querer educar a las nuevas ge­
neraciones procurando deliberadamente el olvido o la tergiversa­
ción de aquellos hechos que, sin la fe religiosa, no tendrían nun­
ca explicación suficiente».
La unidad católica instaurada en el Concilio III de Toledo,
y que sería durante muchos siglos un valor fundamental de la
existencia colectiva y de las grandes empresas a las que se dedi­
caron con alma y vida los españoles, constituye la clave indispen­
sable para un buen entendimiento de su historia
y de su cultura.
Una historia que no estuvo ciertamente libre de sombras, por­
que
sus actores fueron hombres y no un utópico conglomerado de
santos
y de ángeles; pero una historia digna y valiosa, que los
españoles de hoy
--dejando de lado cualquier triunfalismo pa­
triotero-podemos asumir sin complejos de inferioridad ni ma­
soquistas sentimientos de culpabilidad. Una h~toria que puede
compararse, con más ventaja que desdoro, con otras. historias
nacionales de nuestro espacio cultural: las de Francia o Ingla­
terra, la de Italia o Alemania. Los obispos no vacilan en
decla­
rarlo así, sin jactancia, pero con serena seguridad: «El balance
de estos catorce siglos
de unidad en. la fe católica -pese a las
inevitables deficiencias inherentes a toda obra
humana-es evi­
dentemente positivo. Los católicos españoles asumimos nuestra
historia en su integridad, incluso los errores
y los excesos. Esti­
mamos que en ella son muchas más las luces que las sombras».
4. En unas nuevas circunstancias históricas.
Las circunstancias de hoy son muy distintas de las que pre·
valecieron durante largos siglos, y han quedado atrás formas
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pretéritas de unidad católica y Estado confesional. «La Iglesia
en España
-proclama el Documento episcopal-ha asumido
sin reticencias
las enseñanzas del Concilio Vaticano II, especial­
mente
la doctrina de la Declaración sobre la libertad religiosa, la
Constitución Pastoral Gaudium et spes y documentos sobre el
ecumenismo y sobre el diálogo con otras religiones». Por otra
parte, el
status jurídico de la Iglesia católica ha experimentado
una sustancial transformación, tras la entrada en vigor de
la
Constitución de 1978 y los acuerdos entre la Iglesia y el Esta­
do español, que sustituyeron al Concordato de 1953.
En esta
situación, por tantas razones diversa del pasado, ¿cuál puede ser
el mensaje del Concilio Toledano III a los católicos españoles
de
hoy?
El amor a la unidad de la Iglesia y un renovado talante evan­
gelizador podrían constituir
el núcleo medular de ese mensaje.
«En
el contexto de la presente realidad social, en la que existen
amplios sectores influidos por una concepción materialista y
ag­
nóstica de la vida, hemos de procurar --dicen los obispos­
que se mantenga la comunión de fe de los católicos españoles,
privada y públicamente». Los siglos de unidad
de fe constituyen
una preciosa herencia que el pueblo español
ha de agradecer a
Dios y a sus mayores, sin estériles añoranzas, pero sin renegar
tampoco de aquella gracia extraordinaria, porque esos siglos cons­
tituyen -también hoy-un inapreciable don de Dios, pata
afrontar
el rudo impacto espiritual de la modernidad y poder
así
encarar -sobre la base de un sólido fundamento-- las difí­
ciles pruebas que traen consigo los
aires secularizadores de los
tiempos nuevos.
Tal es, en suma, el mayor provecho que el católico de hoy
puede obtener de
la conmemoración del XIV Centenario del Con­
cilio toledano, y así lo declara la Conferencia episcopal al ex­
poner la razón de la publicación de este documento: «Nues­
tro propósito, pues,
al recordar con mirada de fe el hecho his­
tórico de la unidad católica fraguada en el III Concilio de To­
ledo no es suscitar un sentimiento de nostalgia, sino dar gracias
a Dios Padre, Hijo
y Espíritu Santo por el don de la unidad en
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la fe e invitar a las comunidades católicas a reflexionar sobre lo
que esta fe ha representado en nuestra vida y en nuestra cu}.,
tura, como elementos de nuestra propia identidad histórica a
lo largo de
mil cuatrocientos años. Esta herencia de fe, reno­
vada a la luz de las enseñanzas del Concilio Vaticano
11, cons­
tituye una llamada a la responsabilidad cristiana ante el pre­
sente y
el futuro de nuestra sociedad».
5. Valor actual del Concilio III de Toledo.
El historiador de la Iglesia poco tiene que añadir a estas
palabras. Solo le corresponde
-a más de las ligeras acotaciones
y glosas que haya podido hacer-prestar su contribución al me­
jor conocimiento de la Instrucción del Episcopado, y ttatar así
de que los fieles católicos y todos los españoles cobremos más
clara conciencia de lo que representó
en su día el Concilio 111
de Toledo y del valor que ese acontecimiento sigue teniendo
para la hora presente de la vida española.
Para terminar, nada podría ser más oportuno que reprodu­
cir unas palabras de Juan Pablo
11 dirigidas a nuestro pueblo,
con la mirada puesta a la
vez en su historia y en su futuro, pa­
labras que los
obispos españoles recogen también al final de su
Instrucción: «Esa historia
~ha dicho el Papa~, a pesar de las
laguoas
y errores humanos, es digna de toda admiración y apre­
cio. Ella debe servir de inspiración y de estímulo para hallar en
el momento presente las raíces profundas del ser de un pue­
blo ... En este contexto histórico y social,
es necesario que los
católicos españoles
sepais recobrar el rigor pleno del espíritu,
la valentía de una fe vivida, la lucidez evangélica, iluminada por
el amor profundo
al hombre hermano. Para sacar de ahí fuerza
renovada que os haga siempre infatigables creadores de diálogo
y promotores de justicia, alentadorep de la cultura y de la ele­
vación humana y moral del pueblo» (Juan Pablo
JI, 31 de oc­
tubre de 1982, en el aeropuerto de Barajas, Madrid).
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