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Número 273-274

Serie XXVIII

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Del Estado de Derecho al Estado moral: Juan Pablo II en Estrasburgo

DEL ES;t'ADO DE. DER.ECHO AL ESTADO DE MORAL:
JUAN PABLO
II EN ESTRASBURGO
POR
ANTONIO SEGURA FERNS
«Los derechos humanos, de los que estamos
hablando, extraen su vigor y su efecúvidad de
un sistema de valores... Estos valores fundantes
preceden a la ley positiva que les da expresi6n
y de la que son base. También ellos preceden a
los razonamientos filos6ficoS que las. varias es­
cuolas de pensamiento puedan darles».
·(Juan.
Pablo II a la Có!nisi6n y a la Corte
de los Derechos del Hombre, 8-X-1988, ~ 6).
Desde el mismo comienzo de su pontificado, Juan Pablo II
se impuso la enorme tarea de la cristianización de la vida soci;.¡
y pPlítica del hombre en el mundo actual. Así, tras el inicial «No
tengais miedo» con que inició su Magisterio,. en el mismo mo­
mento de su elevación al Solio Pontificio, añade: «no tengais
miedo... a meter a Cristo en la vida
social y política. Sí, taro·
biért en la vida social y política», recalcó. Ahora, sus apremúln­
tes llamadas a la recristianización de la civilización occidental
no son sino el lógico desarrollo
de aquella idea seminal origi­
naria.
Aún no se han apagado los ecos de la XXVII Reunión de
amigos de la Ciudad Católica, dedicada
al tema del Poder, cuan­
do vamos a comentar uno de los últimos actos del. Magisterio
del Papa,
directamente referente al tema político, expuesto en
un foro eminentemente político, como son las Instituciones Euro­
peas de Estrasburgo (

1
).
(1) Cfr. L'Osservatore Romano, ed. castellana semanal, núm. 834, dd
6 de noviembre de 1988, pdgs. 6 a 9.
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La "raíz cristiana" de Europa.
Esta visita comienza por la salutación del Papa a las autori­
dades y
pueblo de Francia en el aeropuerto de Estrasburgo, don­
de señala cómo «es urgente que estos pueblos acudan a las fuen­
tes comunes de la misma
fe y. de los mismos valores que cons­
tituyen
su herencia más. preciosa». Este, y no otro, será el pro­
grama que va a desarrollar doctrinalmente en su visita pastoral.
En
el discurso que dirigió a la Asamblea Parlamentaria del
Consejo de
Europa, empezará, como fundamento, recordando «la
voz .del Papa Pío XII que se alzó para proclamar 'la dignidad
inviolable del hombre', la 'verdadera Hbertad del hombre'» (Ra­
diomensaje de Navidad, 1944), recuerdo inevitable teniendo en
cuenta
se hizo «rras demasiados largos desgarrones de la frater­
nidad cristiana», dice citando a R. Schuman, uno de los padres
de la Europa comunitaria. Como base imprescindible de esta
«raíz», señala
el Papa cótno «el mensaje cristiano traduce una
relación tan estrecha
del hombre con su Creador que valora to­
dos los itsp~ctos de la vida, comenzando por la vida físie¡,.: el
cuerpo y
el cosmos ·son ohra y don de Dios. La fe en el bios
creador desmitificó · el · cosmos para ofrecerlo a la investigación
racional
deL hombre ... En paz con el cosmos, el hombre ctistia­
no aprendió también a respetar el valor inestimable de cada per­
sona, creada
.a imagen de Dios y rescatada por Cristo ... , el cris­
tianismo les enseña que la historia no es un ciclo indiferente que
se inicia continúamerite, sino ·que· encuentra un sentido en la alian­
za que Dios propone a los hombres a fin de convidarles a acep­
tar libremente. su reinado» (§ 3). Justamente por esto, «una
elevada noción
ele la dignidad humana de la persona ~igue sien­
do
ún valor esencial, incluso en los que no se adhieren a una fe
religiosa» (§ 4). · ,
Los «desgarronesi de que habló Schuman se producen por;
que «la persona, con;,o sujeto único de derechos y deberes, con
frecuencia ha cedido su lugar al individuo, prisionero de sus egoís­
mos y considerándose a si mismo su verdadero fin». (ib. ), sien-
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-E/EL ESTADO DE DERECHO AL ESTADO DE MORAL
do -indiferente que este «individuo» se tome por los distintos
«hombres» o los diferentes «colectivos» políticos o sociales: tan­
to en uno como en otro caso, «el materialismo práctico o te6ri,
co, desconoció la naturaleza espiritual del hombre y redujo dra­
máticamente sus
razones_para vivir» (ib).
Las terribles consecuencias de esto han llevado, aun por la
razón natural, a reconocer la necesidad de «ser
fíe! a la hetedad
de la conciencia europea, dándose como principal tarea el pro­
clamar y proteget los derechos del hombre» (§ 5), siendo aquí
clave
el señalar que «la dignidad de la persona humana va -mu­
cho más allá de lo que definen los textos específicos referentes
a los
derechos humanos» (ib.). Es decir, hay que superar el
mero concepto de Estado de Derecho, jurídico, por el de Esta­
do de Justicia, moral, en «el
roa! la Iglesia insiste en expresar
su punto de vista» (ib.), exigencia que, aun solo vista humana­
mente, viene exigida por su historia y sus realizaciones
en este
tema. Y
esto_ va referido a temas específicos que desarrolla a
continuación «in extenso»: La problemática de la
familia «en
el cuadro de la nueva sociedad» ( § 7 ), de las regulaciones , que
precisa el desarrollo
científico «de las disciplinas biológicas y
médicas»,
es decir, de la bioética, así como «la defensa de la
vida como don, de Dios», pues éstas -son «cuestiones que son de
naturaleza fundamentalmente ética» (ib. ), ya que hay «una exigen,
cia ética que resulta de lo que el mismo hombre es y que no
puede ser ajena a ninguna conciencia libre y
esclarecida_» (ib.),
sea creyente o no. Por ello, dice el Papa al Consejo de Europa,
en tanto que alta instancia política supranacional,
al «colocar
los límites
d"1 orden ético en la acción del hombre sobre el hom­
bre, su Institución cumplirá su papel de conciencia
critica al -ser­
vicio de la comunidad» (ib. ). Igualmente en otros temas, como
son los referidos a
la solución de los problemas sociales, en es­
pecial los de la juventud.
Respecto a ésta, es
importapte señalar cómo «se oye con .fre­
cuencia
ei algún modo extrafios a la memoria del patrimonio cultural cons­
tituido por los pueblos de Europa durante
más de dos milenios»
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ANTONIO SEGURA FERNS
(§ 10), al posponer «la inquietud por la conservacron de este
patrimonio» a los picos y, coo frecuencia, hedonistas y permisivos». Aquí el Papa
señala
• cómo «el incomparable patrimonio cultural de este con­
tinente no debe ser solamente conservado para permanecer dispo­
nible
. a la mitada distante o indiferente que se dirige a sus ves­
tiglos, sino que hay no solo que salvar las riquezas del pasado,
sino también construir las riquezas de hoy»
(ib.): es decir, no
cop.vertir el patrimonio cultural cristiano en frívolo objeto de
curiosidad, sino en
la riqueza de la vida cristiana.
Europa, fiel a sí misma.
· Para ello, «si Europa· quiere ser fiel a sí misma, tiene que
saber reunir todas las fuerzas vivas del continente ... , reencoo·
trando en
sus raíces un espíritu común» ( § 11 ), que es el que ha
hecho que «Europa haya jugado un papel destacado en otras
partes del mundo»
(ib. ), al llevarles las riquezas de su civiliza­
ción cristiana
para construir lo que ahora se conoce como Civili­
zación Occidental, la civilización humana por antonomasia, para­
digma hacia el que miran otras corrientes culturales. «¿Cuál
es
esta civilización de Europa?»: es precisamente aquella en que
«sus hijos han tenido una parte esencial en la difusión del men­
saje cristiano» (ib.). Y este mensaje, que sigue vivo, «no puede
quedarse simplemente en tratos de orden político o económico»,
ni en meras «buetlas relaciones», sino que «se siente de un modo
nuevO cuán necesario es ·comprenderse entre comunidades de di~
ferentes tradiciones», lo que conlleva «manifestar su respeto por
los• creyentes de otras religioues presentes en sus reglones» (ib.);
pues «la paz exige pagar esta estima· por la identidad cultural y
espiritual de los pueblos. ¡Puedan los europeos fundar sobre esta
convicción su desinteresada convicción
al bien de todas las nacio­
nes ! » (ib).
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DEL ESTADO DE DERECHO AL ESTADO DE MORAL
Loe "derechos humanos".
El discurso ante la Asamblea Parlamentaria del Consejo de
Europa es completado doctrinalmente por
.el que pronunci6 ante
la
Comisi6n y Corte de los Derechos del Hombre, . en el que
desarrolla tan importante tema. Empieza recordando «la heren­
cia común de Europa en el desarrollo y maduración de los de­
recbos humanos», aunque la idea· de ellos «implica un no. pre­
ciso catálogo
de los .derechos positivos, sino un cuerpo de va­
lores fundamentales que la Convención correctamente denomi­
na la 'herencia común' de los ideales y principios de las nacio­
nes de Europa»
(§ 2), y que la Declaración, Universal de 1948
«se ha constituido en una especie de bien común
.de toda la hu­
manidad»
(ib.). Pues, es obvio, que «no puede haber una autén-.
rica realización de los derecbos. humanos donde la ley no preva­
lece»
(§ 3); ya. que «el domir¡io de la ley, por otra parte, es
inseparable de los. derechos civiles y políticos» (§ 4) y, en rea­
lidad, .«estos mismos derechos pueden ser, efectivamente, apli­
cados. donde libremente pueden ser debatidos y definidos»
(ib. ),
es decir, constituyen el contenido de la ortodoxia pública o «auc­
toritas», que es el saber socialmente reconocido en libertad por
todos
los· ciudadanos, llegando en este tema . político su libertad·
hasta donde llegue su conocimiento. Además, se exige «una pra­
xis de jurisprudencia que contribuya a
la eliminación de cual­
quier arbitrariedad en la relación entre individuos y Estados»
(§ 5), en otras palabras, el ejercicio de la virtud de la Justicia.
Es así por «la profunda preocupación de
la Iglesia por todo
lo que se relaciona con los derechos y
libertades del hombre»
(§ 6 ), ya que «la afirmación de hecbo es que los derechos hu­
manos ... extraen su vigor y su efectividad de un sistema de va­
lores, cuyas raíces se encuentran en la herencia cristiana que
tanto ha contribuido a la cultura europea»
(ib. ). Pero no son
«solo» un hecho cultural, sino que «estos valores fundantes pre­
ceden a
la ley positiva que les da expresión y de la que son base»,
tal como
hemos puesto en la entradilla de este trabajo. Son,
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pues, algo sustantivo, no meramente accidental y subjetivo. Por
ello, «la Iglesia es la aliada de todos aquellos que defienden !ase
auténticas libertades humana•» (ib.) -no las que Le6n XIII
(cfr. Libertas) llamó «Hbertades de perdición»-, como no pue­
de por menos de ser, ya que tales auténticas libertades han sido
dadas al hombre por su Creador.
El "foro laico" de Estrasburgo.
Antes de entrar en el obligado comentario de tan · expresivos
textos pontificios, conviene señalar el marco y las circunstancias
en que
se dijeron. En efecto, el «foro» en que fueron dichas es
absolutamente «laico» por definición. No se juzga aquí tal· hecho;
solo
se constata. Por ello, el Papa tiene que aducir razones his­
tóricas y especulativas evidentes, con independencia de sus creen;.
cias o increencia religiosa: ahora, completado el ciclo político
que se inicia en la Revolución de 1789, tales creencias han
.sido
reducidas en el ámbito de· la Civilización occidental al foro de la
conciencia individual, no teniendo peso alguno en las diversas
Constituciones políticas modernas. No trata aquf el Papa -y es
una constante del Magisterio de Juan Pablo II-más que de
reinstaurar el orden natural como argumento en el diálogo so­
ciopolitico, orden natural que, para
el creyente, como dice eI
Papa, es expresión de la voluntad de Dios Creador y Ordena­
dor. Y, para el no creyente de buena fe, este orden natural es
postulado aunque no sea más que por las evidentes consecuen­
cias nefastas que comporta su vulneración.
Estamos, pues, ante una dialéctica
reductiV'!l a los ojos de los
creyentes, de

puros
mínimos, pues para éstos fa Revelación es fa
suprema norma y el supremo argumento de toda actuación hu­
mana, personal o social. Pero esta dialéctica, si bien reductiva,
es la única posible en un foro laico en el que se pueden expo­
ner, pero no apelar como argumentos, lo que tenga referencia­
ª lo sobrenatural revelado. En este contexto dialéctico el único
punto de arranque, por todos aceptado, son
los· «derechos hu-
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DEL ESTADO DE DERECHO.AL ESTADO DE MORAL
manos»; derechos que ahora ya n.o tienen el . matiz ateo en que
se formularon por primera vez en la Revolución francesa como
contrapuestos a los «derechos de Dios» y de la Iglesia, siendo
ahora
la e,q,resión de una salvaguarda, siquiera mínima, de la
Civilización y aun de la Humanidad. El Papa, desde este inicio
por todos admitido, va a intentar
fundamentar, histórica y especu­
lativamente, desde una visión cristiana del
tema, visión a la .que
ni desde la Historia. ni como «facto» presente puede negársde
la legitimidad de su presencia.
Diálogo de la Iglesia y el mundo moderno.
La exigencia de este diálogo, formulada precisamente en el
Concilio Vaticano
II, reclama una atenta lectura de los textos
pontificios aludidos para evitar simplísimos desnaturalizantes en
tan complejo
tema, tal como sería, v; gt., el tomar las palabras
del Papa
en el sentido «laico» usual, pues hay que considerar,
como señala
el propio Juan Pablo II, que aunque «la Iglesia,
como sociedad
humana, puede, sin duda, ser también examinada
según las categorías de las que se sirven las ciencias en relación
con cualquier tipo de sociedad
... , estas categorías son insuficien­
tes»
(Redemptor hominis, 21 ). Esto comporta dos consecuencias:
a) Es necesario acudir a la totalidad de la doctrina de la Iglesia
para poder comprenderla tal como
es y como ella quiere ser
comprendida,
y b) Inevitablemente se originará incomprensión por
parte de aquellos que reducen
la Iglesia a mera sociedad huma­
na, ignorando o despreciando su fundamento transcendente.
a) En linea con· la globalidad del cuerpo doctrinal de la· Igle­
sia vamos a traer aquí dos documentos del propio Juan Pablo II
referidos al mismo tema tratado por él en Estrasburgo, la ahora
citada
enciclica Redemptor hominis y la Dominum et vivifican­
tem:
En la primera, en el párrafo 12, trata, precisamente, de los
«derechos del hombre» desde las exigencias de la

Revelación
cristiana, señalando cómo «la Iglesia no tiene la necesidad de
confirmar cuán
estrechamente está vinculado este problema con
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su misión en el mundo contemporáneo ..• En definitiva, la paz se
reduce al respeto de .. los. derechos inviolables del hombre: 'opus
jllstitiae pax'»
(§ 17), exponiendo en este párrafo una visiófi del
encuadre
y desartollo histórico . del tema, coincidente con lo an°
tes expuesto aquí. Pasa a continuación a precisar cómo «la lgl<>'
sia,. consciente de que la sola 'letra' puede matar, mientras sola•
mente el 'espíritu da vida debe preguntarse . continuamente,
junto con estos hombres
• de buena voluntad, si la Declaración de
los derechos del hombre y la aceptación de su 'letra' significan;
también, por todas partes, la realización de su 'esplritu'» (ib.),
es decir, que tal como dijo en Estrasbutgo, «la dignidad de la
persona humana va
mucho, más allá de lo q11e definen los textos
específicos referidos a los derechos humanos», o sea, la «letra»
legal y jurídica frente al. «esplrltu» moral ..
Cara y cruz de los mensajes Pontificios: ·¿qué "1;,ien común"?
Con lo anterior entramos en b): Hemos visto antes cómo el
tema; tal como es expuesto por el Papa, está directamente re­
lacionado por él con los «valores» que subyacen en las necesa­
rias formulaciones jutldicas
y les sirven de fundamento. Y, aquí,,
aparte de la posibilidad de· que algún interlocutor social niegue
alguno de estos «valores», hemos de considerar que, aun admi­
tiéndolos a todos los que la Iglesia propone, no necesariamente
han de ordenarse según la misma tabla .de valores, es decir, pue­
den venir, para algunos, supeditados unos a otros,
en diferente·
forma de como los entiende
la doctrina católica. Por ejemplo: la
sentencia del Tribunal Constitucional español, que declara legal,
desde su perspectiva
jurídica la ley del aborto, no deja de tl:co­
nocer, «expressis verbis», que el «nasciturus» es un bien sujeto
como tal a la protección del Esrado ... , pero lo sacrifica -lo
«condena a muerte»-en determinados supuestos sociales que,
para su interpretación legal de la Constitución española son prio­
ritarios.
As!, en este tenor sociopolltico, los diferentes grupos ·com-
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ponentes de un· Estado, religiosos, políticos, sociales o económi·
cos, pueden tener --de hecho tienen-diferentes «órdenes de
valores» para ellos
irrenunciables -sobre todo en lo religioso,
político-ideológiro
y, social-, imposibles de casar en un proyec­
to común de cómo debe ser
el Estado. Esto lleva a distinguir la
ortodoxia pública vigente, como expresión del por todos recla­
mado «bien común», de cuáles sean·lOS contenidos de este 'mismo
«bien común» en cada ámbito particular, desde el personal de
la conciencia, pasando por las· diferentes comunidades incluidas,
hásta el propio Estado, tomado como unidad global de todas
ellas. Y es obvio que esto hace
referencia, directamente, a cómo
se entienden los conceptos básicos de «libettad» y «participación».
En este marco,
nos dice el Papa que «la Iglesia se presenta
ante.nosotros como sujeto social de la responsabilidad de la ver­
dad divina» (Redemptor hominis, §··19); por lo tanto, no pac­
table por su propia naturaleza sobrehumana. Ello es cooflictivo
en la vida
sociaC potc¡ue «la Iglesia, cuando profesa y ensefia la
fe, está íntimamente unida a la verdad divina y la traduce en
conductas vividas de
'tationabile obséquium', obsequio conforme
a la
razón» (ib. ), siendo; precisamente, la «razón» el campo co­
mún de encuentro con los hombres de otras creencias, «desde
el punto
de vista del 'derecho natural', es decir, de la postura
puramente hum,ma, sobre la· base de · premisas dictadas por la
misma
· experiencia del hombre por su razón · y el sentido de su
dignidad» (§ 17). Ésta base de una «verdad divina», antes pro­
clamada en el proyecto cristiano,. «debe aplicarse de modo justo
a todos los
hombres y a cada UllO de ~llos.. . ( es la que) tienen
que construir con sus vidas ·1os esposos, los padres, la~ mujeres
y los hombres de condición y' profesiones diversas, comenzando
por los que ocupan en la sociedad los puestos más altos» (§ 21),
que. son, justamente,. los responsables políticos de la gestión: del
«bien común» en
el Estado.
Se ve cómo las anteriores consideraciones .de la Redemptor
hominis
iluminan «eri católico» los discursos de Estrasburgo, ex­
puestos, .como se .. dijo, en un marco «laico». La interpretación
aquí dada va, sin duda, más allá\de la· «letra» ·de los. documen-
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tos pontificios citados; pero es obvio que no la fuerza ni la saca
de contexto, sino que son desarrollo de su «espíritu», si bien·
apuntan a una conflictiva problemática sociopolítica que es la
«cruz» que el cristianismo tiene que cargar, también en lo político.
Más allá de la "razón" hµ.mana.
En efecto, «nuestra difícil época tiene especial necesidad de
la oración», nos dice el Papa en la endclica Dominum et vivifi­
cantem, ya que no basta la apelación a la razón meramente hu­
mana que, en último extremo, estará condicionada por los pre­
supuestos fontales, metafísicos, que constituyen
el fundamento
de sus cadenas l6gicas de razonamientos. Aquí
se dan dos posi­
bilidades opuestas: o
se consideta la «razón humana» una chis­
pa
de la
Razón divina (2} y entonces, aun con los no cristianos
o no católicos
se puede llegar a un principio de acuerdo en tan
conflictivos temas; o, por el contrario, se constituye la «razón
humana como autónoma, hbre de toda heteronomía y, entonces,
como vimos con Donoso Cortés (3
), cómo «la soberanía del de­
recho es una e indivisible si la tiene el hombre,
no la tiene Dios.
La soberanía popular es, pues, ateísmo».
En este caso, desvinculada la «chispa» de la razón humana
de la «hogueta» del Saber y el Amor divino, cae sobre el barril
de pólvora de las ignorancias, las concupiscencias y la siempre
po­
sible mala voluntad de los hombres y, racionalmente, por su­
puesto, se va a la catástrofe, pues «la razón crea monstruos»: «La
desobediencia, como dimensión originaria del pecado, significa el
rechazo de Dios por
la pretensión del hombre de llegar a ser
(2) «El intelecto ·es, comúnmente, denominado chispa r11scintilla").
porque, como la chispa, es U1l8 pequeña partícula que se desprende del
fuego; as! esta fuerza (intelectiva) es cierta módica participación en_ la in­
teligencia divina» (dice Santo Tomás de Aquino, In II, Sent. ds. 3!1, q, ,,
ar. 1, co,).
(3) J. DoNoso CoRTÉS, Lecciones _·de Dereého Politico, Obras Com­
pletas, Madrid, 1854, t. I, pág. 137.
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luente autónoma y exclusiva en decidir sobre el bien y el mal...,
significa dar la espalda a Dios y, en derto modo, el cerrarse de
la libertad humana ante él ... Es falseada la. verdad del hombre:
quién es el hombre y cuáles son los límites insuperables de su
ser y su libertad», nos dice Juan Pablo II en Dominum et vivi­
.dicantem,
párrafos 36 y 37.
¿Cómo ocurre esto?
En el campo político que ahora vemos, el
hombre actúa por la mediación de los «intereses» y de los «va­
lores» ideológicos imperantes hoy en los diversos grupos existen­
tes y representados en la Asamblea de Estrasburgo: «Esto lo
ve­
mos confirmado, en nuestros días, en que• las ideologías ateas
intentan
desarraigar la religión en base a presupuestos que de­
terminan la radical alienación del hombre, como si el hombre
fuera expropiado de su humanidad cuando, al aceptar
la idea de
Dios, le atribuye
lo que pertenece al hombre... La ideología de
la 'muerte de Dios' en sus efectos demuestra, fácilmente, que es,
a nivel teórico y práctico, la ideología de la 'muerte del hom­
bre'» (Dominum et vividicantem, § 38) ( 4 ).
( 4) En la Redemptor hominis la teología, incluso, puede ídeologizarse,
pues '«nadie puede hacer de la teología una especie de colección de;: lps
l)ropios conceptos personales; sino que cada uno debe ser consciente de
permanecer en estrecha unión con esta misión de enseñar la verdad, de
la que es responsable la Iglesia» (Redem¡,t.,. Jmminisr §, 19). • ..
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