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Número 275-276

Serie XXVIII

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Trabajo y humanización

TRABAJO Y HUMANIZACION
POR
FERNAND'O GUTIÉRREZ GODINEZ
Preámbulo.
· Hace más de dos siglos que el trabajo es lugar común de
serias reflexiones desde· distintos y ha~ta contradictorios enfoques.
No obstante los esfuerzos
te6ricos y las consecuencias prácticas
que éstos han generado,
podemos afirmar que la problemática
que conlleva el trabajo no
se ha resuelto de modo favorable al
hombre.
En términos generales, se 'observa, por un lado, que
las implementaciones sotio'políticas del trabajo dentro de una pe­
culiar cosmovis.tón marxista han creado situaciones antihumanas.
En el
occidente; libre, a pesar de las prédicas y esfuerzos des­
comunales de la Iglesia y de muchos hombres de buena voluntad,
las cosas no han mejorado substancialmente: prevalecen aún
muchas pautas liberal-utilitarias.
y el egoísmo de· una gran ma­
yoría.
Así las cosas, el marxismo, no obstante, reclama para si la
gloria de ser
el adalid de la causa de los hombres del trabajo y
se autopróclama como un humanismo. Pero hay. una enorme fa­
lacia y un engaño sutil en sus pretensiones. Muchos ingenuos
siguen creyéndole, a pesar de que los resultados negativos de sus
tesis revolucionarias están a
la vista. Los conceptos de. hombre
y de. trabajo que sostiene, situados en su particular concepción
de la realidad, resultan ser objetivámente náda humanos. Según
Marx,. por el trábajo «el hombre se enfrenta a la materia natural
misma como un poder natural. Pone en movimiento las fuerzas
naturales que pertenecen a su cor,poreidad, brazos y piernas, ca-
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beza y manos, a fin de apoderarse de los materiales de la natu­
raleza bajo una forma útil para la propia vida.
Al operar por me­
dio de este movimiento sobre la naturaleza exterior a él y trans­
formarla, transforma, a la vez, su propia naturaleza, desarrolla las
potencias que dbrnlitaban/ en' •ella' y •sujeta ii 'su señorío el juego
de fuerzas de la misma» ( 1 ).
Como se evidencia, el trabajo en este texto básico es visto
simplemente como
un movimiento mecánico, corpóreo, donde
energías
físicas por parte del hombre y del medio natural entran
en colisión. Esto entraña un redm;cionismo antropológico ina­
ceptable y lo mismo del acto de trabajo. Aunque, paradójicamen,
te, parece poner énfasis en el valor subjetivo del trabajo, sobre
todo en
las últimas frases. Pero bien analizado· resulta ser una
apariencia que,
por .ser tal, quizá sea un<>. de los factores que
hacen atractivo al marxismo.
A poco de ser elevado a la Cátedra de
San Pedro el actual
Pontífice,
S. S. Juan .Pablo II, ha retomado expresamente la
temática del trabajo en el ejercicio de su magisteri<>. Ha definido
el trabajo.
Y. su problemática como la «clave .de la. cuestión s~
cial». Ha enseñado que «el . trabajo es un bien. del hombre --de
su humanidad~ porque mediante el trabajo no sólo transforma
la natoraleza adaptándola a las propias necesidades, sino que
se
realiza a sí mismo como lwmbre, es más, en cierto sentido se
hace más hombre». (2). Recalca con estas palabras y precisa que
el trabajo es, ante todo, algo subjetivo y que en esta dimensión
personalista radica su propia
razón de ser y su valor hm:pano.
Este enfoque subjetivo del trabajo y el sentido de crecimiento
del hombre que connota, es el
. que pretendemos retomar aquí.
La actualidad, importancia
y atractivo de esta formulación ra­
dical del trabajo no puede . pasar desapercibida a la reflexión
antropológica
y filosófica, Es más, pienso que sólo desde esta
perspectiva de estadio
alcanza plena dilucidación y fundamenta­
ción. Desde este plano analítico, antropológico-filosófico,
se hacen
(1) CARLOS MARX: El Capital, tolÍlo I, vol. l; Ed. Siglo XXI, México,
1975; 3.· ed., págs. '215-216.
(2) Ene; Laborem E: 740
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las. reflexiones que siguen. Con ello no pretendo negar la im­
portancia que tienen y lo necesario que es analizar y comprender
que el trabajo desde cualesquiera otros ángulos válidamente cien­
tíficos. Afirmar la primacía de la filosofía no es unilateralliar,
puesto que cada enfoque, si es verdaderamente científico, tiene
su propia legitimidad. Pero sí estoy plenamente convencido de
que
sólo la filosofía nos puede revelar la naturaleza íntima de la
persona
y de las cosas humanas, por tanto, del trabajo, que es
acto humano;
y resulta insuperable, además, la luz que puede
aportar a los estudios económicos, sociológicos, organizativo­
adn;,inistrativos, psicológicos, t!'Cnicos, etc., a fin de establecer
pautas fundadas
que resuelvan de· modo integral la problemática
que entraña el trabajo.
. ·
Dado el título del artículo y lo que .antecede, .ante todo
queremos mostrar
la relación originaria que .existe entre el tra­
bajo en cuanto tal y el desarrollo. d!'i hombre que trabaja; pues,
al decir del Papa, en cierto sentid~, por el trabajo, el hombre
s~ hace más hombre. Puede esto· expresarse media~te las pre­
guntas siguientes: ¿puede
el hombre por su trabajo perfeccionar­
se en cuanto hombre?; si se contesta positivamente, ¿qué per­
fecciones específicas adquiere el hombre po~ el trabajo? O tam­
bién en forma de tesis: el acto del trabajo, visto e .implementado
prácticamente en tocia su integridad, es un factor de lmniani­
zación.
Ahora
bi~, si entendemos por humanización el desarrollo
perfectivo del ser humano, que
éste sea más y mejor en la línea
ele la perfección teleológica o final de su naturaleza; y si, como
enseña Santo Tomás,
es por la virtud:por la que el hombre llega
a ser
bueno como hombre (3), entonces la humaniza~lón se resu­
me en la adquisición y cultivo de virtudes, en que el hombre ad­
quiera hábitos operativos buenos. Esto· clesde una óptica estric­
tamente filosófica y en un plano
natural, pero en relación de
orden con
el plan~ sobrenatural. Desde esto, la cuestión puede
también ser formuláda en los siguientes términos: ¿Puede el
(3) SANTO ToMÁS DE AQUINO: Suma Teol6gica, I-II, q. 40, a. le.
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hombre adquirir virtudes en' y por la ejecución de su trabajo?
¿Qué condiciones se requieren
para ello? ¿Qué virtudes engen­
dra la actividad trabajadora?
El hombre y su obrar.
Sólo al hombre puedo preguntar si trabaja y por 'qué trabaja,
y solo de
él puedo esperar una respuesta satisfactoria, porque es­
trictamente hablando solo él trabaja. La actividad · de cualquier
irracional, así como los
«resultados» de la misma o los logrds
y modificaciones · que por ella imprime' a la naturaleza "inanimada
y vegetal, no son trabajo. Quedan más bien ineórporadas a la
naturaleza· y a su dinamismo como algo suyo, como una maní·
festación de sí misma y de su orden vital. La actividad del hom­
bre,
en cambio, significa uil .«plus» sobre la naturaleza misma.
Los resultados · de su actividad superan las posibilidades de la
energía natural y de la vida puramente sensible. Sólo del hombre,
por eiío, se predica con toda propiedad que trabaja, de los ani­
males sólo por extensión. Aunque debe decirse que no toda ac-
tividad humana es trabajo. .
Provisionalmente,
atendiendo al sentir común, se puede de­
finir el trabajo como una actividad propia del hombre por la que
éste logra crear una obra externa o cumplir una
determinada
función. Y como toda actividad supone una potencia de la cual
es acto, hemos de atender a la potencia y al sujeto de la' misma
ante todo, a fin de descubrir
no sólo la génesis de la actividad,
sino su misma
naturaleza. Porque los efectos se conocen por sus
causas, la operación humana resulta esclarecida en su misma es­
tructura, como efecto humano, por el conocimiento del hombre
(causa).
El trabajo debe ser ubicado, por tanto, en el contexto
del peculiar obrar humano
y en una relación estrechísima con el
ser del hombre si queremos conocerlo plenamente y captar la
interacción que guarda con el sujeto personal
en cuanto a pro­
piciar su crecimiento, su
humanización.
El principio «operario sequitur esse» (la operación sigue al
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ser) justifica la conclusión anterior. En efecto, sólo porque hay
ser hay
operación; s6lo por el hombre ,es que se da el trabajo.
Y según
es, la naturaleza del ser es la operación, pues cada ente
actúa según lo que es (el .agua moja, el sol ilumina); así el tra·
bajo,
como actividad humana, expresa de algún modo la natu­
raleza del hombre -como el mojar la del agua o el iluminar la
del
sol-; el acto del trabajo no puede sino expresar la interio­
ridad intencional cognitiva y libre del sujeto que trabaja.
Tam·
bién debe decirse que la operación o actividad es, en los entes
finitos, una como extensión de su propio ser, una prolongación
de lo que son; por lo cual, entran en comunicación y relación
con los
demás dentro del orden. universal; de esto puede .encon·
trarse el .fundamento de la interacción del trabajo-mundo natural
así como el
carácter social del propio trabajo. Pero hay más: en
su operación los entes finitos alcanzan su acabamiento; puesto
que son
imperfectos por la potencialidad que los · constituye, la
actividad es la actualización de esa potencialidad y el alcanza.
miento perfectivo
de lo que originalmente no son. Por su acción,
expresa el P. de Finance, «el ser
se acaba en su línea propia,
alcanza su perfección, su pleno valor, su fin» (4}.
El trabajo,
por tanto, conlleva ineludiblemente un cierto perfeccionamiento
del hombre desde el momento que
es actividad suya. Con esta
visión general del principio
metafísico «operatio sequitur esse»,
referido al trabajo, tenemos que
éste, como operación humana:
a) nos muestra al hombre mismo; b) entraña un nexo con el
mundo natural y los demás hbmbres, y e) llevá inherente una
cierta perfección
humana,
Pero, · de una manera más específica, el obrar humano puede
comprenderse mejor a la luz de la clásica doctrina
del. obrar tran­
sitivo
y dél obrar inmanente { «manent in», que permanece en).
Aristóteles,
quizá el .primer exponente de esta sabia y rica doc­
trina, explica .en su Etica a Nicómaco que «parece que hay al·
guna diferencia entre
los fines: pues unos son actividades,· y los
(4) JOSEPH DE FINANCE: Conocimiento del Ser, Tratadó de Ontologla,
Ed. Gredas,. Madrid, 1971, págs.· 391-2.
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otros, aparte de esto,. ciertas obras» (5). Con ello brevemente
nos. está indicando que
.ciertas actividades son fines (cambiando
un poco los términos) porque no tienen otro objeto que su misma
realización,
mientras que. otras tienen pot fin o término «ciertas
obras». o cosas externas
.. En su Meta/mea lo explicita así: «el fin
de ciertas
·cósas. es simplemente el ejei:cicio: el fin de la vista
es
la visión, y la vitsa no produce . absolutamente otra cosa que
la visión;
en otros caSQs, por el contrario, se .produce otra cosa:
así, . del arte de construir se deriva no sólo· ¡a construcción, sino
la casa» ( 6 ). La diferencia fundamental entre lo que se expresa
en la Etica y lo que:, se dice .en la Metafísica, estriba en que en
en el primero fija la atención en la acción. ,misma, y .en el se­
gundo
.en la P9tencia, pues la vista .es la potencia del acto de la
visión y el .arte de construir lo es . de la· COllStrucción y de. la .casa.
Los ejem¡,lc¡s que emplea ilustran la distmción de las, dos formas
de actuar,
Un poco antes,. en la Metaflsica, li,s había. asignado
sus ,nombres propios:
«de estos dos modos ---1lfirma-, llamare­
mos a los
unQS. movimientQs, a los otros actos» (7). Las activi­
dades
que concluyen en. algo diverso d1> sí,. como el construir,
caminar, enflaquecer, etc., son movimientos (kinesis), pues tienen
un término externo; las que no persiguen .una obra. fuera .de sí,
puesto que
ellas mismas son fines, son llamados actc¡s ( energeiai).
Estas son actividades transitiva e inmanente, respectivamente,
según las
denominó Santo 'l;'omás (8).
Desde
un punto de vista metafísico y antropológico son más
completas y
perfectas las opetaciones inmanentes o simplemente
actos-fines, «se puede ver, concebir, pensar
y haber visto, con­
cebido y pensado» (9), concluye
;'1.ristóteles; porque en ellas es
(5) AfUSTÓTELES:' Et;ca a Nic6maco, lib. I, ICCt. 1, núm. 1.094 a, 5;
4 a. Ed. Bilingüe de María Araujo y Julián Matúis, Madrid, 1985, Centro
de Estudios Constitucionales, pág. l.
(6) .AllISTÓTELES: Metaflsica, lib. 9, cap. VHI; Espasa Calpe, colec­
ción Austral; Madrid, 1981, 10.' ed., pág. 202,
(7) Ibid., lib. 9, cap. VI, p,lg. 198.
(8) SANTO TOMÁS DE AQUINO: In I Ethic., lect. I, núm. 13; Ed. Ma·
rietti, Roma, 1966.
(9) ARISTÓTELES: Metaflsica, lib. 9, cap. VI; pág. 199; ·edición citada.
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concomitante el acto de realizarlas y una cierta perfección y poseer
por parte del
agente ( 10 ). El Doctor Angélico precisa que las
acciones -transitivas están esencialmente ordenadas al fin que
persiguen, porque «en las operaciones de este género las obras
son los fines
(y es del fin del que les viene su perfección) ...
pues el fin es mejor que lo que es para el fin ... y aquello que
es para el fin, tiene razón de bondad por orden al fin» ( 11 ); es
palpable, por tanto,
el carácter instrumental de las acciones ttan­
sitívas.
La construcción de una casa, por ejemplo, será hacer perfecto
sólo en cuanto sea construida totalmente la casa
y quede bien
facturada, pues el construir «no es acción
y perfección del agente,
sino más bien del
paciente» (12). En cambio, las operaciones in­
manentes, «in cuanto manent
in ipso operante» ( en cuanto per­
manecen en el mismo operante) son más nobles ( 13 ); y así, «el
sentir, el entender y el querer son de algún modo perfecciones
y actos del agente» ( 14
).
Quizá se piense que esta duplicidad del obrar humano co­
rresponde a lo que modernamente se ha venido a denominar
actividad teórica y actividad práctica.
Sin embargo, sólo existe una semejanza muy relativa, porque
la actividad inmanente encierra un significado mucho más amplio
y rico. Abarca, incluso, las actividades puramente biológicas o
fisiológicas, que, de algún modo, pa1ticipan de la inmanencia de
la vida sensible
y orgánica; pero, estrictamente hablando, toda
la riqueza del obrar inmanente se manifiesta en el nivel de la
conciencia espiritual del hombre y en sus
pc¡tencias superiores, e
incluye no sólo los actos especulativos, sino también
el obrar
moral: «el ver,
el entender, el querer»; corresponde a la «actio»
latina,
y as! le llama también Santo Tomás, o a la «praxis» de los
(10) LEONARDO Poto: Curso de Teoria del conocimiento, EUNSA,
Pamplona, 1984, p,!g. 46. También de Finance, op. cit., pág. 393.
(11)
SANTO ToMÁS DE AQUINO: In I Ethic., lect. 1, núm. 14.
(12) SANTO TOMÁS DE AQUINO: Suma Teológica, I-II, q. 3 a. 2 ad. 3.
(13) SANTO TOMÁS DE AQUINO: In I Ethic., lect. 1, núm. 13.
(14)
SANTO ToMÁS DE AQUINo: Suma Teológica, I-II, q. 3, a. 2 ad. 3.
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griegos ( 15 ), Las actividades transeúntes son llamadas «factio»
en la tradición latina y
«poiésis» en la griega. Con esto, vemos
que la praxis, en su sentido original, corresponde más bien
al
obrar inmanente, las · actividades humanas libres en donde el
espíritu tiene
su máxima expresión. Se evidencia, por tanto, un
reduccionismo en la metamorfosis moderna que
se ha obrado
sobre el concepto de· praxis con consecuencias que sería ~tere­
sante analizar, pero no es el momento.
Interesa poner atención en que ya tenemos delimitado el lugar
del trabajo dentro del total obrar huntano.
Los ejemplos de Aris­
tóteles y de Santo Tomás lo ubican en el obrar transitivo:
«cons­
truir, edificar», «hacer camas con la madera».
Cierto que éstas son algunas clases de trabajo; pero igual
estatuto tienen otros, como cultivar la tierra, conducir un vehícu­
lo, escribir a máquina, prestar
un servicio, exponer las mercan­
cías al público como hace el comerciante.
El fin de todas estas
actividades, llantadas comúnmente tra­
bajos, es algo exterior.
En todas ellas se da lo que Santo Tomás
ensefia al caracterizar, como en sus géneros máximos, ~ obrar
transitivo. Sostiene que se observa una doble modalidad en su
ordenación a
un fin externo: «el obrar transitivo puede efec­
tuarse asumiendo la materia (cosas o entes externos), o para. usar
de ella
- reando--, o ·para hacer que se mude en una nueva forma --como
el artífice hace de. la madera una casa o una cama» ( 16 ). Toda
actividad transitiva y todo trabajo se sitóa como 'un uso o ,una
transformación de las cosas,
El ser humano es el que. realiza toda esa gama de actividades
y él, como síntesis substancial de cuerpo y
alma, como. espíritu
incorporado o cuerpo espirituado, no puede obrar sino según
la unidad que lo constituye ontol6gicamente. Pero, atendiendo
a las
dos formas de actividades básicas que venimos distinguien­
do,
se puede observar lo siguiente: las actividades.inmanentes.no
(15) P. SANTIAGO RAMÚU!Z: La prudencia, Ed. Palabra, Madrid, •1982,
pág, 41.
(16) SANTO TOMÁS DE AQUINO: In I Ethic., lect. 1, núm. 13.
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requieren del cuerpo necesariamente; lo cual, no quiere deciJ;
que al realizarlas nos despojemos del cuerpo que nos constituye
ontológicamente en síntesis substancial con nuestra alma. Pero,
los actos de conocer
y amar · trascienden por su objeto lo estric­
tamente corpóreo; el entender
y el querer tienen como principio
fontal el espíritu humano en sus potencias supremas. Por este
tipo de actividades
es por Jo que el hombre es comparado con
los ,mgeles, que son espíritus puros, por Santo Tomás de Aqui­
no ( 17).
En las actividades transitivas, en cambio, el cuerpo tiene
un
lugar necesario; el hombre no puede actuar sobre el mundo
natural corpóreo sino a través
de su cuerpo: toda acción tran­
seúnte es. corporal. Por esto, el obrar transitivo ha sido llamado
«acción física o corporal». De esto se sigue que todo trabajo,
en cuanto acción transitiva,
es corpóreo o «manual». En parte
tenía razón Marx en cuanto a esto, pero no totalmente. Primero,
porque
el hombre no trabaja sólo por el impulso de sus necesi­
dades biológicas; segundo,
. porque aunque el trabajo requiera
el movimiento corporal
y ocurra un desgaste de energía física,
no
se reduce sólo a esto, ni es causado por el simple movimiento
mecánico.
Si el hombre no fuera más que un haz de .necesidades
biológicas o un conjunto de órganos corpóreos
y fuerza física,
le daríamos a Marx la razón.
Jerarquía y dependencia en el obrar humano.
Sin profundizar demasiado en el fundamento metafísico que
permita.,discernir la .relación de los dos modos de obrar, sobre
todo
la situación del agente al obrar transitivamente, hemos de
afirmar que
la relación existe necesariamente desde que es uno
mismo
el sujeto que ejecuta ambos tipos de actividades. Pode­
mos
seiialar una relación de dependencia y otra de subordi­
nación.
En .efecto, el obrar transitivo depende necesariamente del
inmanente, puesto que el hombre no puede actuar extemamen.te
(17) SANTO ToMÁS DE AQUINO: In X Bthic., lect. 10, núm. 2.084.
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sino por un fin conocido y querido. Y el conocer y el querer
aquel fin (el objeto,
la acción que debe realizarse) se sitúan en
la
inteligencia y
la voluntad y son en sí mismos actos inmanentes.
Esto quiere decir que la acci6n transeúnte antes
de manifestarse
exteriormente y producir· algún efecto, está
de algún modo en
el sujeto que actúa. Tal es el sentido de
las palabras de uno de
los discípulos de Santo 'Tomás: «la aoci6n en los agentes crea­
dos
... está incoactivamente en el agente y consumativamente en
el término o efecto» (18
). Y este estat incoado de la acci6n tran­
sitiV'a en el agente se ubica primigeniamente en los actos del in­
telecto práctico y de la voluntad, que le dan sentido a aquélla.
El trabajo y cualquier acción
transitiV'a, por tanto, no tienen
sentido si
el sujeto que los realiza ( el agente) no sabe intencional­
mente lo que hará o no lo
realiza queriéndolo. Si sólo se mueve
mecánicamente y por rutina, sin plena conciencia y voluntad
'de
su acción, en ella se desgaja el trabajador en un sin sentido y en
realidad
no produce nada; ¿ qué artefacto producirá un obrero o
un artesano que no saben ejemplarmente lo que harán? ¿Qué
obra artística produciría Miguel Angel sin la intuición interior y
Ia. representación imaginativa (inmanente)? ¿Cómo realizatá al­
guien, humanamente, su acción si no quiere y es más bien for­
zado?
Esta dependencia no es hoy muy aceptada.
Y seguramente en
esto
radica una de las causas de nuestra decadencia. El hombre
contemporáneo se debate
en gran medida en la actuación, en la
praxis según su sentido moderno; no da un resquicio a la con­
templación y
se mueve muchas veces sin saber por qué y hasta
sin querer: por eso le invade el tedio y el hastío de la vida. Esta
es la tragedia tremenda de muchos hombres del trabajo, de la
política, del atte, de la
profesión ...
Necesitamos aceptar que, como lo intuyó el genio Dante, «el
actuar
es sólo una prolongación o extensión del conocer» ( 19)
(18) JUAN DB SANTO ToMÁs: Philosophia Natura/is, I p., q. 14, a 4;
Confr. P. De Finaoce, op. cit., pág. 395.
(19) Citado por E.
GILSON en la Metamorfosis de la ciudad de Dios,
Ed. Rialp, Madrid, 1965, pág. 144.
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o no es nada. Esta dependencia es justamente lo que funda la
acción como verdadera praxis. Mucho bien hariamos a nuestra
cultura, a la sociedad
y a nosotros mismos, si con Aristóteles
nos damos cuenta que «de nuestros actos, unos deben ser fioes
(conocer, pensar, amar); y los otros, aparte de esto, ciertas
obras» (20). Sólo esta dependencia salva a la vida activa y al
trabajo, a más de la debida subordinación a la contemplación.
Pues,
si es cierto que lo inferior sirve a lo superior en el orden
de
las cosas naturales, entonces hemos de obrar transitivamente
a fin de tener tiempo y condiciones apropiadas para
el ocio del
intelecto, estado habitual de contemplación. El orden natural y
ontológico
es que lo superior esté en lo inferior por participación
y lo inferior esté en lo superior por eminencia, con lo cual todo
está unido a todo
y resplandece la armonía y el orden universal
salvándose
los diversos estratos. De este modo, es que la con­
templación y la libertad
se participan en el obrar transitivo y le
dan sentido: la acción es una prolongación o extensión del cono­
cer; con ello se da también la elevación y salvamento del mundo
de la acción, que es llevado a un orden superior: sirve y hace
posibles las condiciones para que se ejerza la contemplación.
Las
edades pasadas han producido frutos abundantes y ricos de ci­
vilización y cultura por practicar esta debida ordenación del hacer
práctico a la vida del espíritu; los griegos veían en
el «Ocio, el
principio de todas las cosas
... , pues tiene razón de fin» (21), y
subordinaban todo a su conseguimiento. Los medievales eran
conscientes y obraban consecuentemente con el principio «vita
activa est dispositio ad contemplativam» (22).
El trabajo, en cuanto actividad transitiva, no puede sino
estar
abierto a la contemplación y llevarla ínsita, con un acto de liber­
tad, en su misma realización. Esto es lo que lo constituye como
obrar humano, «porque en
la medida que se cierra sobre sí mismo
(20) ARISTÓTELES: Etica a Nic6maco, lib. 1, lect. 1, núm. 1.094 a 5
(altero un poco las palabtas, pero no el sentido).
(21)
AlusT6TELES: Polltíca, lib. VIII, cap. 2, núm. 1.337 b, 32; ed.
bilingüe de
Anronio Gómez Robledo; UNAM, México, 1963; pág. 238.
(22) SAN"to TOMÁS DE AQUINO: In III Sent., d. 35, a.l, 3 ad 3.
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y corta toda vía de acceso a la contemplaci6n, se absolutiza y se
destruye» (23 ); pero con tal «trabajo» así realizado es el mismo
hombre,
la persona, quien se aniquila.
Contemplación y libertad en el acto del trabajo.
Para poder culminar con el objeto fijado al pnne1p10 del
presente estudio y en base a todo lo antecedente, necesitamos
librarnos de ciertos prejuicios muy en boga hoy. Hemos de
sos­
layar el desaliento del escepticismo que inutiliza y perviel"le la
actividad propia de la inteligencia; en contrapartida, aceptamos
que todo hombre, por el hecho de serlo, es partícipe de una ap­
titud natural que lo empuja a la búsqueda de la verdad (hasta
Kant en su criticismo acept6 este principio) y que llega a conocer
verdaderamente el ser de las cosas. Con esto
ya tenemos mucho
a nuestro favor. Pero si somos conscientes, además, ·de que en
lo más íntimo de nuestro ser hay un poder por el que nos auto­
determinamos libremente a actuar o no actuar, despojándonos
de los «slongans» conductistas y
demás tesis de ideologías deter­
ministas,
ya tenemos bastante de nuestra parte.
Esta catarsis nos deja en condiciones de poder ver con
cla­
ridad práctica que en todo nuestro obrar transitivo, y por tanto
en todo trabajo, podemos realizar
la contemplaci6n y la libeJ"tad;
que cualquier tra·bajo se efectúa gracias a ellas y a ellas se ordena,
llevándolas en su misma realizaci6n.
En algunos trabajos
la contemplación es más perceptible- que
en otros, pero en cualquier tipo de trabajo está presente. Par­
tiendo de que hay trabajos productivos, los que transforman
la materia haciéndola adquirir nuevas modalidades (producci6n
de artefactos útiles o cosas bellas, en lo que el sujeto agente
ejerce una verdadera causalidad eficiente) y trabajos que no son
productivos .en sí mismos, sino funciones de servicio, acciones
por las que simplemente se usan o manipulan las cosas (la ma-
(23) ALBERTO CATURELLI: Metaflsica del traba¡o, Ed. Huemul, Bue­
nos Aires, 1982, pág. 68.
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teria) disponiéndolas para su aprovechamiento; a partir de esto,
digo, es posible,
distinguir los modos de presentarse en ellos la
actividad
de la inteligencia¡ la contemplación.
Primero, hemos de decir que como momento previo en el
orden de la naturaleza y fundante de todo hacet
fo.1mano, ocurre
una contemplación o captación del ser que hace posible toda
otra contemplación y toda otra actividad,
El· profesor Alberto
Caturelli la llama contemplaci6n
originaria (24); es la presencia
primigenia y fundante del ente real a la conciencia que ocurre en
el primer momento del despettar del intelecto que
se actualiza al
aprehendet intencionalmente las cosas, los entes que están en­
frente. Esta contemplación del ser hace posible y funda toda
otra contemplación, sea con intención puramente teórica o con
intención práctica, así como toda acción; esto es así en cuanto
que éstas no pueden veraar
real!sticamente, sino sobre el ser.
Ahora
bien, en los trabajos productivos, los realizados por el
artesano, el obreto, el artista e inclusive el agricultor,
es perfec­
tamente perceptible la
existencia de una representación intelec­
tual o imaginaria de la cosa que se
va a realizar o fabricar. Esta
es una contemplación
inmeaiatamente proauctiva o práctica,
necesaria al acto del trabajo y
en la que el intelecto debe pararse.
Se apoya en la contemplación identificada antes como originaria
y
en la experiencia. Peto en estos mismos trabajos, como inhe­
rente a su dinámica productiva y total, ocurre una contempla­
ción
final. Es la que se ejetc¡; cuahdo el agente trabajador ve
-y se goza en ese vet;_ exteriorizada e incorporada a la matetia
la
forma ejemplar que antes radicaba en sus facultades internas.
Esta contemplación, que bien se puede llamar terminativa o
posterior, por ocurrir después y como conclusión del acto estric­
tamente transitivo-corpóreo, es muy imperfecta por su objeto:
una cosa artificial;
pero es momento constitutivo del acto del
trabajo visto integralmente. Es reconfortante y gozosa, gratifi­
cante para
el trabajador, por lo cual no se debe privar ál mismo
de ella sin truncar con eso, como
si se le priva de la contempla-
(24) Ibldem, pág. 22-23.
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ción inmediatamente productiva, el ejerctcio humano del acto
trabajador. Esta contemplación terminativa o conclusiva
es un
trasunto analógico
de aquel gozo divino que experimentaba el
Creador, cuando «vio ser muy bueno». lo que había hecho,
«y
descansó» (25).
En los trabajos dispositivos en general, que consisten en
manejar o usar las cosas, como el comercio, el ejercicio de
la
medicina, muchas profesiones y servicios, la contemplación in­
mediatamente productiva no es menos real, aunque no tan pal­
pable como en los trabajos señalados arriba. Tiene una modali­
dad distinta. Aparece en algunos casos como una representación
interior, contemplativa, del orden y disposición de las cosas
naturales o artificiales para la utilización por parte de las per­
sonas; o también
como la intención cognoscitiva de los actos
que hay que realizar para servir a los demás, directamente a
través de las cosas. Connota, pues, una relación inmediata con
los demás sujetos personales en favor de los cuales se obra .
.La
contemplación identificada anteriermente como terminativa o
conclusiva es mínima en estos trabajos y quizá llegue a ser nula,
porque parece que
la acción por la que se usan las cosas se
esfuma, no queda encarnada ( a excepción de la del médico) · en
la materia. Pero es reemplazada por el contacto con la persona
o personas a las cuales se hace directamente un bien, produ­
ciendo la satisfacción de
haber cumplido en el servicio. Se
puede decir que la intención cognoscitiva que guió la acción,
así como la acción misma, quedan más bien como incorporadas
en
la ·persona a la que se sirvió, en su espíritu, y por .eso «no se
ven» ·sus resultados ni se pueden medir. Pero el beneficiado
tiene gestos exteriores de agradecimiento, que sí se perciben
como respuesta al servicio recibido, causando con ello un
gozo
mayor al trabajador de estos tipos de trabajos llamados servi­
cios en general.
La libertad, por su parte, es causa, ptincipio de toda acción
transitiva, de todo trabajo.
Si yo no quiero no lo hago. Claro
(25-) Génesis, cap. 1, v. 31; cap. 2, v. 2.
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que si sé lo que voy a hacer y lo descubro como algo bueno en
sí, puedo quererlo
y querer realizar la acci6n como medio in­
sustituible para obtenerlo, para lograrlo. Se nota por ello una
prioridad del acto contemplativo inmediatamente productivo,
por el que
se sabe lo que se debe hacer, respecto al de la vo­
luntad. Y en · este sentido el acto de libertad se nos revela como
un acto
de la voluntad intelectual. Hay, pues, una estrechísima
relación
y concausación de los actos del intelecto práctico y de
la voluntad en
el ejercicio del obrar transitivo_ y de todo trabajo.
Por tanto, todo trabajo, desde una perspectiva humanista
y
personalista ( que es la única que lo explica en -plenitud) es rea­
lizado bajo la luz de la inteligencia y con el impulso de la vo­
luntad que quiere el bien. Contemplación y libertad son factores
indispensables
y fundantes de una visi6n integral del trabajo;
son los principios
y las leyes supremas de su misma estructura.
Si falta una o las dos, el tr<>bajo pierde sentido humano, ya no
es trabajo.
Virtudes del trabajo.
Tenemos
ya los s_upuestos necesarios para pasar al objeto
principal que perseguimos
y que viene a ser como el coronamien­
to de nuestra tesis: que a través del trabajo puede desarrollar el
ser humano ciertas virtudes que lo perfeccionan en cuanto hom­
bre; que por ello mismo el trabajo es de algún modo una virtud.
Esto
es plenamente posible si el trabajo se realiza, en las cir­
cunstancias concretas de su ejecución, bajo una óptica persona­
lista e integralmente en su dinamismo propio, según los elemen­
tos
y principios hasta aquí descubiertos.
La inteligencia actuante en el acto trabajador como contem­
placi6n inmediatamente productiva y en pos
de la verdad prác­
tica, hace factible el desarrollo del hábito artístico o técnico, que
es una virtud del intelecto práctico. Consiste esta virtud
en el
dominio
de los conocimientos de todo lo que se refiere al hacer
productivo
de algo útil o bello; y, como tal, significa la actuali-
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zación de las potencialidades cognitivas naturales del sujeto, pues
un hábito
es una potencia operativa adquirida que inhiere en la
estructura de la persona, conformándola y enriqueciéndola in­
teriormente. Por eso escribe monseñor Octavio
N. Derisi que
la «cultura del hacer técnico y artístico más que en las facturas
externas radica en el hábito interior que las realiza.
Con este
hábito o virtud intelectual
de' la técnica y del arte .... se consti­
tuye el artista o artífice
... , esos hábitos son los que con más
propiedad constituyen
la cultura del hacer» (26). En efecto, la
técnica y el arte, ante todo, se poseen subjetivamente, se poseen
como conocimientos y disposiciones interiores que se refieren al
hacer. Arte y técnica primigeniamente son un saber
práctico y
éste es su sentido personalista y subjetivo. De este significado
se derivan los otros, que
se refieren: ya a la acción misma que
se desarrolla técnica o artísticamente bien y eficientemente
porque tiene detrás
el hábito, y por eso se llama acción téc­
nica o artística, o
ya el artefacto, útil o bello, que es el signi­
ficado más objetivo y pobre de la técnica y el arte.
Pero, a nuestro ver, también la prudencia encuentra un lugar
de cultivo en el hacer productivo o dispositivo, claru .está si
la contemplación intelectual está presente gniando, iluminando
y concluyendo el acto trabajador. En efecto, la contemplación
que hemos llamado inmediatamente
práctica o productiva, por
la que se concibe ejemplarmente
la acción o la obra a realizar,
que guía
el acto productivo en las circunstancias concretas. y cam­
biantes en que se desenvuelve, puede ser denominada creativi­
dad, invención ( «sollertia»,
según Santo Tomás), e incluso cir­
cunspección, por cuanto exige estar atento a todo lo que ocurre
alrededor y que puede influir en
el sentido del acto transitivo.
Ahora bien, la creatividad e invención,
como habilidad mental
para encontrar nuevos modos
y nuevos caminos a la actividad,
así como la circunspección, son catalogadas como partes inte-
(26) Monseñor ÜCTAVIO N1cotis DERISSI:. Cultura y Humanismo
Cristiano, en II Congr. Mundial de Filosofía Cristiana; Montert'ey N. L.,
México, -octubre de 1986·; consultado J)romanuscrito, pág. 7.
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grales de la prudencia en la doctrina tomista. Cierto que ;Ja pru­
dencia, en cuanto disposici6n habitual, tiene por objeto de su
acto
lo agible humano y no lo factible productivo. Peto en la
medida que
es uno mismo el sujeto y las facultades en que
ambos hábitos y modos de obrar radican, hay interacci6n e
influjos mutuos, y
se puede decir que indirectamente los mo­
mentos de la virtud artística y técnica coadyuvan al desarrollo
de
la prudencia; y que ésta también influye en el desarrollo y
ordenaci6n moral
de las virtudes técnica y artística.
Por su parte, el ejercicio
de la libertad, entendida como acto
de la voluntad intelectual, en el desarrollo del acto trabajador,
geneta virtudes de una excelencia moral
, excepcional. La labo­
riosidad o diligencia es la primera
y más importante. Esta virtud
es, si atendemos a
la etimología que nos manifiesta su signifi­
cado genuino,
más que el simple trabajar mucho y acelerada­
mente; ante todo, es ( detivada de «dilectio, dilectionis» amor
de ,preferencia) un actuar impulsado por una inspiración especial
de amor. Diligencia
es la presencia de la caridad en el ejercicio
del trabajo.
El amor está detrás y ordena el trabajo y sus frutos
a testimoniar un servicio benefactor a los demás hombres;
el
trabajo, por la virtud de la diligencia, es un símbolo de nuestro
amor al Creador y Padre a través de nuestras obras fácticas.
De
todo esto se sigue, como consecuencia, que la diligencia exprese
también una disposici6n a obrar atenta, constante y prolonga-
damente.
'
La libertad hecha posible en el trabajo, conlleva también el
desarrollo de virtudes como
la responsabilidad, por la que el
sujeto sabe enfrentar
y responder a las consecuencias de su ac­
tuar. Indirectamente desarrolla hábitos como la templanza, la
fortaleza y la justicia. La templanza porque el trabajo desarro­
llado
en libertad mantiene a raya las pasiones del apetito con­
cupiscible, que se van disciplinando y no
se da ocasión holgada
a que se manifiesten desordenadamente. De la fortaleza porque
el
trabajo supone un esfuerzo, cuyo mejor signo es la fatiga
física, en pos de un bien arduo que, en este caso, es la acción
misma de servicio y el producto del obrar transitivo; como tal
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es mandado por la voluntad libre, que con ello ordena el ape­
tito irascible. De la justicia, y, en primer lugar, de la justicia
general, porque el trabajo como resultado es ordenable al bien
común de
la sociedad de la cual es miembro el sujeto trabajador;
pero, de modo palpable, el ejercicio del trabajo en las condicio­
nes laborales concretas
se da incorporando en un sistema de re­
laciones de alteridad de individuo a individuo, por lo que con­
lleva también la justicia conmutativa; el acto trabajador supone,
por tanto, un dar lo que corresponde por parte del mismo obrero
en virtud del contrato contraído con el patrono. A su vez, por
parte de éste,
es condición el acto trabajador y el contrato para
que ejerza la justicia pagando un salario satisfactoriamente
al tra­
bajador
y poniendo las condiciones para que se ejerza adecuada­
mente
el trabajo. La misma concteción del trabajo es condición,
sobre todo en el mundo laboral· moderno, para que florezca
la
justicia distributiva. Porque si la factoría, la empresa o negocio
es un todo donde varios hombres ejercen el trabajo ordenado
inmediatamente a
la producción · de determinados satisfactores
sociales, un todo donde cada uno ocupa su lugar concorde con el
fin
de la totalidad, que es un bien buscado por personas, en­
tonces la empresa es un todo moral: Y es de justicia distributiva
que a cada uno se le dé, dentro del
todo, conforme a su incor­
poración
al mismo y a su responsabilidad; eso que se le ha de
dar son, concretamente, los frutos del trabajo, que no debe ser
entendido como
el salario que ordinariamente se le paga, sino
los puestos
y responsabilidades dentro de la empresa, la partici­
pación en el capital de
la misma, etc.
Conclusión.
El trabajo así concebido y ejecutado es verdadero trabajo y
factor de humanización, de crecimiento virtuoso humano. Por eso
asienta Romano Garclini: «En realidad, el que obra, 'se hace'
constantemente lo que
'hace', desde el que dirige responsable-
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mente un Estado, al director de una oficina, o la dueña de la
casa; desde el sabio al técnico, desde el artista al que cultiva la
tierra» (27). Porque así se ve que el trabajo, junto con ser «per­
fectio operis» (perfección de la obra), es también, y sobre todo,
«perfectio operantis» (perfección del agente trabajador); y es
plenamente válido en esta perspectiva que «el hombre se desa­
rrolla,
se produce a sí mismo como causa y efecto... en el tra­
bajo manual» (28
).
Cabe precisar que, no obstante que el trabajo integralmente
practicado es un factor de humanización, no es
el único ni el
más importante, aunque sí el más común para todo hombre.
Las conclusiones que podemos sacar son: primera: el trabajo
puede
y debe ser ejercido en el más humano sentido de lÍbertad y
estar abierto a la contemplación en su misma dinámica. En la
medida que esto suceda,
el complejo y agotador «mundo del
trabajo»
se humanizará y los hombres que trabajan crecerán.
Segundo: como consecuencia
de lo anterior, el sujeto que trabaja
podrá acceder a la posesión de virtudes intelectuales y morales
que
lo perfeccionan. Pienso que en tomo a tales virtudes aún
se puede ampliar la panorámica y la profundidad. Pero también
se puede concluir que, en el orden teórico, se impone la adop­
ción de actitudes intelectuales consecuentes;
y, entonces, dehen
ser cuestionadas
y analizadas críticamente muchas ideologlas que
influyen en la concepción del trabajo
y en su práctica concreta;
como el liberalismo individualista
y utilitario, el colectivismo
marxista
y el conductismo entre las más significativas. Ello su­
pone sentar las bases de una fundada reflexión antropológica.
Se impone, en el orden práctico, la puesta en cuarentena de
muchos sistemas organizativo · administrativos y economicistas,
para los que el sujeto personal, dentro del conjunto del proceso
productivo, no es sino un insumo más
casi al nivel de la ma­
teria prima que se procesa.
(27) ROMANO GuARDINI: El poder, Ed. Cristiandad, Madrid, 1977,
pág. 81.
(28) P. J osÉ TonoLÍ: Füosofia del trabaio, Publ. del Instituto León
XIII; Madtid, 1957, pág. 101.
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Es necesario, asimismo, adoptar actitudes y poner las condi­
ciones que hagan factible
un ejercicio integral del trabajo. Se
requiere educar a los hombres para el trabajo, para que sean
capaces
de ejercer en su rea:lizaci6n la contemplaci6n y la libertad.
Se hace necesario, fundamentalmente, despojarse de egoísmos
y amar más al hombre concreto de carne y hueso en su carácter
de persona.
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