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Número 277-278

Serie XXVIII

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Una crítica del materialismo

UNA CRITICA DEL MATERIALISMO
POR
THOMAS .MQLNAR
Lucrecio es el mayor defensor de la doctrina materialista, y
su posición, heredada de Demóerito y de su más admirado mo­
delo filosófico, Epicuro, no ha sido esencialmente superada des­
de el primer siglo antes de Cristo, El mismo Epicuro fue un he­
redero consciente de una prolongada tradición de la filosofía grie­
ga sobre la «des-divinización» del mundo, un proceso llevado a
cabo con varios siglos de adelanto en el mundo hebreo de los
profetas, aunque siguiendo éste una línea diferente, que desem­
bocó en un sistema monoteísta ttascendente. La des-divinización
griega fue puesta por obra, entre ottas vías de especulación, a
ttavés del pensamiento
de Leucipo, Demócrito y Epicuro, un
pensamiento que fue más allá de la negación de dioses (a quie­
nes se les consideraba como una especie de superhombres fe­
lices, indiferentes a la. humanidad) y que dio como resultado un
cumplido materialismo ontológico.
Para Lucrecio la materia es eterna porque nada que
existe
puede proceder de la nada, as! como de un dios creador que crea­
ra el mundo ex nihilo en la religión hebreo-cristiana. La opinión
de que sólo
existen partículas elementales e indivisibles ( áto­
mos)
y el espacio vado (la nada) donde se mueven, chocan y
separan,
es tranquilizadora para Lucrecio por dos motivos: mues­
tta como una falsa invención los dioses que · han preocupado
siempre a los hombres con su impredectibilidad e incapacidad
para· servir de causas inteligibles de los fenómenos y sucesos. En
segundo lugar, la enseñanza epicúrea también rechaza la suposi­
ción de que el universo fue hecho de fuego, tierra, aire o
alguna
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otra materia, porque esta presunción de los físicos (presocráticos)
no puede satisfacer nuestros sentidos.
Lo «verdadero» y lo «fal­
so»
se decide por percepciones sensoriales, nuestras únicas guías
seguras.
De este modo, el poema de Lucrecio, desde el princi­
pio, manifiesta Implícitamente su propósito:
invalidar la teología
griega
(la creencia en dioses mitológicos y en el prímer motor
aristotélico) y
la metafísica griega desde Tales a Platón, que son
todos aquellos sistemas
que suprimieron el conocimiento de la
única esfera de los sentidos.
No
es neoesario decir que Lucrecio sostiene que la materia
y
el espacio son infinitos: el vacío y los cuerpos se suceden en­
tre sí en yuxtaposición sin fin. «La meta del universo es ser eter­
no, que no exista espacio fuera de
él por el cual pueda escaparse
la materia, y que la materia no pueda entrar y desintegrarlo por
la fuerza del
Impacto» ( 1).
Lo siguiente es que en cuanto al problema del origen se
vuelve a la materia, que se encuentra entre las causas calculables
de lo
que. existe ahora. Tietra y cielo proceden de la concentra·
ción inicial de
la materia, la última existencia, como ya hemos
vis.to, eterna. Lucrecio insiste en que los átomos «no se colo­
caron ellos mismos por un acto de inteligencia en un orden es­
tablecido» (2), pero avanzaron a gran velocidad en número in­
finito a través del tiempo infinito,
chocando e

integrándose unos
con otros con ayuda de pequeños nexos, después
se soltaron de
nuevo los nexos y se prepararon para otras combinaciones.
En el
tiempo infinito dispuesto «se realizaron todas las combinaciones
y finalmente se juntaron aquellas cuyo encuentro repentino for­

la tierra, el mar y las razas» (3 ). La teoría así descrita
supone también que los «cuerpos materiales generativos crean
objetos diversos
y luego _los descomponen» (4). Los huevos. se
convierten en pollos, los gusanos pululan por la tierra: de. lo
insensible puede producirse el sentido. Lucrecio sostiene que
(!) On the Nature of tbe Universe, Penguin Clas<ícs, pág. 120.
(2) Idem, pág . .183, .
(3) Idem, pág. 184.
( 4) Idem, pág. 62.
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todo lo existente, emocional o mental, tiene explicación a través
de los . diversos movimientos de los átomos -debemos añadir
que todo excepto aquellos mismos movimientos, sus disposicio­
nes, regularidad
y organízación creciente-. Pero no · caigamos
en una crítica anticipada. Lucrecio
explica que el dolor se origi­
na .al agitarse los átomos por alguna fuerza; el placer se siente
cuando los átomos regresan a su lugar; la mente
y el espíritu se
componen de
. «partículas excepcionalmente pequefias, de tal mollo
que pueden funcionar con un leve impulso» (5); las mismas per­
cepciones que afectan a
la mente son «imágenes de objetos»
que tienen un impacto en nuestros ojos
y las. mismas «imágenes»
son películas externas de objetos que
se desprenden de ellos, las
partículas delicadas se desligan por sí mismas de los objetos,
entran en nuestra cavidad nasal
y se ,perciben como olores.
A1 mismo tiempo que miramos críticamente esta doctrina,
examinemos uno
de los últimos trabajos de un materialista filo­
sófico ( 6
), a fin de comprender las caracter!sticas comunes del
materialismo a través de diferentes períodos históricos. Natural­
mente;
el profesor Feibleman se sirve de los últimos datos cien­
tíficos
y de los instrumentos a través de los que han accedido a
ellos los científicos. Su objetivo, como veremos,
es parecid;, tam­
bién al de Lucrecio, aunque
más explícito: alentar a los hombres
acerca de las esperanzas de reconciliar sus tOSmtwisiones eil có.tl­
flicto y acerca de la posibilidad de una humanidad conviviendo
armoniosamente.
La religión no deberla ser un facior de división
y las diferencias metafísicas deberían resolverse con una «flexi­
bilidad de creencias» (7).
La suposición básica en 1970, así como en el primer siglo
antes de Jesucristo,
es que sólo existen partículas materiales
(átomos),
pero que el «átomo nuevo» es complejo, y sus niveles
y propiedades, indefinidamente analizables, permiten a las partícu­
las conservar no sólo las propiedades
físicas tales como la masa,
(5) Idem, pág. 99.
(6)
James K. FEIBLEMAN, The New Materialism, M. Nijhof, La ll'aya,
1970.
(7) Idem, pág. 174.
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dei,sidad y dimensión, smo tamliién todas las. rualldades que. úna
vez llevaron implíci~ .los valores espirituales, o, según el idea­
lismo, la conciencia de las cuestiones humanas» (8). ·
Lucrecio, no dijo otra cosa (más tarde John Locke recogió este
razonamiento) cuando
argumentó q¡¡e las partículas primarias de
la materia no tienen .color, ni. c¡,lor, frialdad, sabor ni olor (9);
peto que esto
no impide el hecho de que ·su «agrupación' acci­
dental, fortuita y sin fmalidad concreta sirva como punto de par­
tida de tejidos sustanciales, y de criaturas vivientes» ( 10 ), Los
hechos señalados
por Lucr<:cio y Feiblem¡¡n •son los mismos, sólo
que
el óltimo utiliza termÍllología moderna. Prosigamos la .expo­
sición de Feibleman: la materia s.e agrupa, pero estas agrupacio­
nes se separan
por grandes espacios (pág. 49); cuanto más com­
pleja es la materia mayor ·es el valor que se puede alcanzar (pá­
gina 53 ); existe una considerable evidencia de que la vida se
prod¡¡jo espontáneamente a partir de. materias Íllorgánicas, como
producto
de procesos físicos y químicos sin vida; las células se
combinan en el
Íllterior. de los organismos, los organismos se
reúnen en el
mterior de las sociedades; la serie es contioua y la
línea· divisoria entre lo inorgánico y lo orgánico es mínima y qui­
zás
mexistente (págs. 6

y
46 ); la mente es naturaleza autocons­
ciente (pág. 36
); el hombre es un objeto material complejo que
destaca en bajorrelieve del resto de la naturaleza material
(pá­
gin~ 6).
Hasta aquí se ha expuesto
la teoría de Feibleman ( o Lucrecio)
sobre. la estructura de la · materia, el paso de las formas Íllorgá­
nicas de la existencia a las orgánicas, el surgimiento de la men­
te, la quiditas del hombre. Detengámonos un momento antes de
dirigimos a la naturaleza
de la,. sociedad, cultura y religión y exa­
mÍllemos la naturaleza de los argumentos de Feibleman (y de Lu­
crecio ). Ambos utilizan tiñ lenguaje que no puede considerarse
genuinamente científico; incluso
con un gran esfuerzo de buena
voluntad. Lucrecio habla de una unión de átomos accidental
y
(6) . Idem, pág. 42.
(9) LuCRECIO, op. cit., pág. 81.
(10)
Idem, pág. 91.
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sin propósito; ambos hablan de una materia comple¡a capaz de
llevar implícita propiedades no materiales (Feibleman los llama
«valores»); ambos están
de acuerdo en que la vida se produjo
espontáneamente, que las células se combinan
·en estructuras SÚ·
periores, que la linea divisoria quizás es inexistente, que la 111en­
te es naturaleza devenida autoconsciente, que el hombre (aunque
en bajorrelieve) destaca del resto de la naturaleza.
Si miramos
ahora las palabras subrayadas, encontramos las que se supone
son las soluciones, cuando en realidad simplemente replantean
los problemas.
Se apropian en beneficio del sistema de Feible­
man y Lucrecio cuanto hay de misterio en la vida, pensamien·
to, hombre, consciencia, cultura,
y consideran estos misterios
resueltos por
el uso de palabras· que no son otra cosa sino la ro­
bertura de los mismos problemas. Sin embargo, los problemas
permanecen:
¿pur qué las partículas materiales se combinan en
estructuras complejas? ¿C6mo lo inorgánico produce vida
espon­
tánea:mente? ¿Qué ocurre a lo largo de la línea divisoria entre lo
inorgánico y lo orgánico? ¿Qué hace a la mente autoconscien­
te? ¿Por qué el hombre sobresale del resto
de la naturaleza, aun·
que en bajorrelieve? La única respuesta que recibimos en este
primer nivel de nuestras preguntas podría plantearse
así: las
realidades mentaleo no son otra cosa sino la «compleitficaci6n»
de Ir.is realidades materiales. De la cual extraemos nuestra res­
puesta al primer nivel de esta forma: la materia comple¡a ya no
es ~ateria, es materia más un ·aditivo extraño (no material), el
resultado de una intervenci6n extraña y aparentemente inteli·
gente.
Los argumentos de Lucrecio
y Feibleman, más que una tesis
patética, significan que mientras la materia es algo tosca,
el es­
píritu es también material pero pulido. El pensador romano insis­
te en que los átomos de los cuales se forman las uniones men·
tales · son extremadamente pequeños, suaves, rápidos y etéreos,
en
un estado casi líquido como el mercurio, en un estado de
equilibrio inestable como un montón de semillas de amapola que
sólo necesitan la más ligera brisa de aire para empezar a
espar·
cirse y vibrar en todas direcciones. La versión moderna de los
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pensadores americanos sobre· esta descripción está tomada de
Arthur R. von Hippe[en un artículo ( 11) que cita: «Si pudiéra­
mos ver con ojos
de · rayos X, el mundo molecular aparecería
como una extraña membrana de nubes de electrones sujetos a
puntos cargados positivamente. Estos puntos,
examinados con
un gran aumento se disolverían en fuentes potenciales esféricas
que contienen, encogidas profundamente a causa de su
gmn
masa, los núcleos». Es verdad que la descripción que hacen von
Hippel y Feibleman sobre
el mundo subvisible presenta una ima­
gen
más complicada de la que Lucrecio hubiera nunca intentado,
y que sólo puede seguirse con un
gran esfuerzo de imaginación.
De todas formas, parece que es más profunda que las semillas
de. amapola .de Lucrecio, pero ¿por qué detectamos menos espi­
ritualidad en
la semilla de amapola que .en las «fuentes poten­
ciales esféricas que contienen
el núcleo»?, en otras palabras,
¿por qué tenemos que aceptar.
el criterio de que la materia,
cuando es analizada microsc6picamente
hasta ·su último centro,
es más espiritual, conlleva más «valores» que cuando no es ana­
lizada así?
La demostración .de que la materia es extremadamente refi­
nada
y por tanto más cercana, quizás idéntica, al espíritu, simple­
mente
es el torpe tributo del materialista hacia la espiritualidad.
Sin embargo, hay que decir al materialista que
el espíritu no es
materia dilatada y refinada, así cqmo hay que decir a Heisenberg
y Nils Bohr, que
el principio de indeterminación y los saltos
insondables de neutrones de una
órbita atómica a otra no son
argumentos en favor de la h'bre voluntad. Existen dos
dominios,
dos principios, y ninguno puede ser reducido al otro. En otras
palabras, el
upiverso y nuestra experiencia de él no se pueden
explicar con una ontología monista .
. Ahor~ debemos investigar las . considernciones complementa­
rias del materialista en cuanto a
cultura, religión, política, mora­
lidad,
cosas sobre las que tenemos experiencias más íntimas que
sobre
la estructura de la materia. Lucrecio nos dice que la na-
(11) «Molecular designing of Materials», Science, 1965.
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turaleza sólo reclaJna dos cosas, un cuerpo libre del dolor y una
mente liberada de la preacupaci6n y el miedo para disfrutar de
sensaciones agradables {pág. 60)
.. Sin embargo, es cuestionable
si el miedo, por ejemplo el miedo a la muerte --que se encuen•
tra entre los primeros de la lisra que Lucrecio pretende disi­
par-, se puede calmar con el argumento de que el hombre se
aflige ante
· la muerte porque él mismo se ve como un cadáver
(ya que nadie, evidentemente,
ha experimentada la.muerte). Pero
los razonamientos de Lucrecio van
más allá en. su intento de
alentar a
Memmio, a quien está dedicado este trabajo: el .hom,
bre cadáver ve que su mente rio es él, sino un grupo de átomos
en proceso de desintegración y que no deja ·nada detrás (alma)
que pueda llamarse consciencia, memoria o yo (pág. 122) (12).
El profesor Feibleman también obtiene
· nuevas conclusiones
de su convicción de que sólo existe la materia y sus
movimien­
tos. Por ejemplo, llama bondad a una propjedad de la materia
que corresponde
en el mundo moral a lo que es la gravitación
en
el mundo físico. Este razonamiento ya lo utilizaron en el si­
glo pasado Augusto Comte, Fourrier y otros fundadores de la
sociología y el positivismo pol(tico, quienes creyeron haber for·
mulado
las leyes de la afinidad sqcial con tanta seguridad como
las
-leyes de Newton. Feibleman va más allá que éstos, aunque
repite alguno de sus argumentos e
itnágenes preferidos. Nos han
dicho, por ejemplo, que «la
cultura empezó con el primer mono
que
se cansó de trepar ... La vida arbórea no peligró ante los
anitnales mayores ni por problemas de supervivencia. Pero una
vez en la tierra y en las extensas sabanas, la situación fue dife­
rente» (pág. 97, lo subrayado es mío). Se nos ha dicho también
que la consciencia es una forma de vigilancia y, como los neuro­
psicólogos han demostrado, la vigilancia (= estar alerta) depen­
de de la recepción de novedades. (input af navelty). Si no hay
(12) Unamuno tiene -cosa'& interesantes que decir_ sobre la contempla~
ci6n de la mume -en El sentimiento trágico de la vida. .Afuma que_ no es la
muerte física lo que tememos sino la extinción de la coiisclenci.á, nuestra
ventana al ser. Lucreci.o rontraargumenta que la consciencia tainbién es un
conjunto de átomos. ¿Me tranquiliza: ésto a-mí?
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ll!novación en. la recepción, después. de la muerte, entonces no
será consciencia
(pág. 182, lo subrayado en mío).
Ahora, como anteriormente, ·examinemos las tres expresiones
subrayadas. Si, como Lucrecio afuma, nosotros, cuerpo y mente,
estamos formados
por. átomos y por eso el mundo· exterior en­
cierra nuestras imágenes sensoriales, ¿por qué la mente
-un
conjunto de átomos-reclamaría ser liberada de la preocupa­
ción y el dolor -otro conjunto de átomos---.? De hecho, aunque
el
«dolor» se pueda producir por un simple choque -incluso en­
tonces debemos
separar el hecho físico del choque y el hecho
mental (?) de ser

consciente de
ello-, la «preocupación» no se
puede justificar seguramente por
las colisiones de átomos. En
otras palabras, la colisión de átomos no explica las experiencias
de
un orden superior incluso mínimamente como el dolor, pla­
cer, sentimientos, temores -ya que, como insiste Lucrecio, las
mismas partículas primarias no sienten nada, al igual que no tie­
nen nada, al igual que no tienen color ni
sabor-.
Feibleman no consigue más que Lucrecio intentando persua­
dimos
de que la materia puede justificar la consciencia y cultu­
ra.
Se nos ha dicho que lo primero es la vigilancia bajo el im­
pacto de la recepción de novedades. Entonces, ¿por qué se puede
introducir eSil innovación sólo en ciertas Cosas y no en otras?
¿ No indicaría esto que el valor de la innovación de la entrada y
la capacidad de estar alerta también dependen de aquello que
los recibe? Intenta como
puedas introducir innovación en un
cadáJer, no lo conseguirás. Algo no permanece en el cadáver
-la vida-, cuya presencia aceptó y reaccionó ante la entrada,
en realidad la consideró como innovación y produjo como resul­
tado estar alerta. Feibleman nos dice también que un mono se
cansó de trepar; descendi6 del árbol y se enfrentó a los nuevos
peligros de
la sabana. Desmond Morris en The Naked Ape se
manifiesta en idénticos términos, y
as! lo han afumado muchos
otros que sostenían que ]a civilización o humanidad
empezó cuan­
do el primer
animal pudo torcer el pulgar de tal forma que del
pie resultara una mano, que
es un instrumento prensil. De este
modo pudo ponerse
de pie, levantar la cabeza del suelo, mirar
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UNA CRITICA DEL MATERIALISMO
al .cielo;. desarrollar pensamientos,. étc. De . cualquiera de estas
etapas,
según se afirma, históricas o evolutivas: que tomemos,
volvemos con la declaración de
Feibleman de que un mono se
cansó de trepar. ¿Están tan seguros Feibleman
y Morris (no se
sabe si Lucrecio) de que el mono que pudo
· cansarse de trepar y
así empezó una nueva forma de vida, fue un mano?. Yi que «ba­
jar
del.· árbol» obviamente 110 fue el capricho de un mono que
inst011táneamente se extendió a otros monos y. ya que el resto de
los monos permaneció en los árboles, podemos
afirmar con se­
guridad que el que bajó del árbol, perma11eció en la sabana y
sobr,,,..ivió era ya un ser humaoo .
. Ahora, veamos la semejanza de la argumentación del mate'
rialista, ya hable de la estructura exclusivamente atómica de las
formas inorgánicas u orgánicas o de
.la exclusiva materialidad de
las formas vitales
y racionales: hombre, cultuta, moralidad. Pre­
viamente vimos que para
él los objetos mentales no son otra
cosa que la «complejiíicación» de objetos materiales; de los ar·
gumentos examinados después añadimos ahora que
el hambre no
es ot!'a cosa sino un mano fuera del árbol. Ambos argumentos
contienen el proceso completo de enriquecimiento ( desde lo
ma­
terial. a lo mental; desde el mono hasta el hombre) de tal modo
gue no parezca que se produce enriquecimiento, no. máS. En ver­
dad, tendríamos que decir (lo dijimos anteriormente) que la mate­
ria 001:llPleja no es materia por .más tiempo, es materia ·más un adi­
tivo externo. De la misma manera: un mono «cansado de tre­
par», ,:te., fuera det árbol no es por más tiempo un mano, es un
man «vida» en el ptimer
caso y «alma» en el segundo, no es un pon-.
to importante; de cualquier forma, los aditivos no pueden ser de
la misma naturaleza de aquello a lo que se añaden. El principio
monista no puede
explicar la diversidad de fenómenos y desde
que la ciencia
es una· forma sistemática de dar a conocer fenó­
menos, el principio monista no puede justificar
la ciencia.
Esta tesis ha recibido sorprendentes confirmaciones en
. este
siglo. Lucrecio
. planteó como axiomático, como evid~temente
tenía que ser, que.los átomos no tienen ni principio ni fin. Sus
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THQMAS MOLNAR.
wúones,. efectivamente, se desintegran y después algunas de sus
partes componentes se vuelven a integrar en otra wúón: «ni Lr
mente ni el espíritu nace o muete» (pág. 99). Peto los átomos
como tales no tienen principio ni fin. Sin embargo,
la ciencia hoy
afirma· que el wúvetso tuvo un· principio, afirmación que se basa
en
el análisis espectral: el extenso wúverso, y sus galaxias que
salieton
de un punto central, indican que hubo un principio del
cual surgió todo.
De un modo. parecido, si la rnatetia lo fuera
toélo y ella misma explicara todas las demás· complejidades, la
ciencia
tendría que encontrar en algún lugar la materia prima; sin
estructura, desorganizada, en un estado
de caos como se descri­
.be en los antiguos mitos cosmog6micos (13). Este no es el caso,
la materia
se encuentra en todas partes en un estado organizado y
sus partes están informadas por algo que no es materia. Las
mismas dificultades surgen en las ciencias de organismos vivos
y
del hombre. A pesar de los esfuet2os entusiastas, los bioquími­
cos no han encontrado, hasta ahora, la «fórmula de la vida», y
aunque la encuentren un día, no podrán probar que la fusión
de · ciettos componentes realmente genera vida o si se añadió
algo a los ~omponentes fusionados para crear vida. Los teóricos
evolucionistas hasta ahora no han encontrado el eslabón perdi­
do,
«el mono que descendió del. árbol», o la raz6n por la que
ciertos monos en cietta época se cansaron de la existencia ar­
b6rea. En contraste, todo lo que conocemos sobre el hombre de­
muestra que es un ser incomparablemente superior a sus · com­
ponentes matetiales; capaz de lo abyecto y lo sublime, de emo­
ciones y comprensión, de hacer preguntas científicas y metafísi­
cas sobre él mismo y los demás, de imaginar cosas que existen y
que no existen (14).
(13) CL. TRESMONTANT, .C.O#'Jment~ -se ¡wse 'í1uiourd1huí le probleme de
l'existence de Dieu, Ed, du Senil, 1966, págs. 163-64.
(14) La explicación de Lucrecio de por qué podemos concebir las co­
sas no existentes, por ejemplo centauros, casi se ·mueve en los esfuerws
mecánicos por demostrar que las iroágenes iropersonales, desligadas de
hombres y caball()S1 puedan por· casualidad llegar ·a los ojos simultáneil"'
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UNA CRITICA DEL MATERIAUSMO
E argumento lucreciano de que la materia y el movimien­
to ( casual) de la . materia explican satisfactoriamente todo lo
que existe,
no es aceptable. Simplemente añade, en la obra lucre­
ciana
y en la de sus contemporáneos, al argumento del «tiem­
po
infinito» el argumento mecánico. Si la materia dispone de
tiempo infinito para probar todas las posibles permutaciones
y combinaciones, en el curso de este expetimento se debe dar
con los componentes que imaginamos, retrospectivam.~te, como
proyectados por una inteligencia suprema
y siguiendo un cier­
to orden. Como
ha quedado dicho, todavía la materia no dis­
ponía de tiempo infinito y,
de haberlo habido, ¿se podría ex­
plicar
por qué se formaron estas permutaciones y combinacio­
nes.
¿Qué o quién y por qué experimentó? Sin embargo, su­
pongan que
sutgieron ordenaciones y reordenaciones casuales
regularmen;e;
es obvio que tal modelo ordenado, producido
por casualidad, no po4rla. reproducirse de nuevo por casualidad.
Después
de. la primera instancia, los elementos que habrían pro­
ducido
un cierto modelo de orden · se· desharían y producirían
un modelo diferente. A pesar de todo, incluso según la hipóte­
sis evolucionista,
hay una secuencia de orden desde los peces y
saurios a los mamífetos y al hombre, y esto en el transcurso de
millones
de años. ¿Por qué, después de producirse los peces,
las partes materiales no se disolvieron, produciendo, digamos,
colinas y nubes,
petO no más peces, máxime al quedar un tiem­
po infinitamente menor que el que transcurrió hasta los pe­
ces? ¿ Por qué hubo una transmisión orgánica hasta los hu­
manos?. Parece que la respuesta a todas estas preguntas es que
una fuerza, una inteligencia,
un componente no matetial diri­
gió los cambios, el crecimiento, la adición
de un plus a una se­
rie inferior para elevarla a un nivel superior. ¿Cuál es la razón
para argumentar que
el podet creativo responsable del plus se
debería· atribuir a la propia materia? Muchos científicos y filó­
sofos confiesan , sincetamente su fracaso a la hora de ofrecer
mente. Sin embargo, Lucrecio no explica por qué se puede. prescindir de
la mitad del cuerpo del hombre y del caballo en la represen~6n que te­
nemos del centuaro.
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THOMAS MOI,NAR
alguna explicación científica, ,para la constitución orgsruca de
seres vivos, De un
modo. parecido· los físicos, se enfrentan hoy
con los problemas
estructurales que. ha levantado Ja física mo­
lecular, A pesar de todo, como señala Etienne Gilson, los cienc
tíficos prefieren .iotroducir . en la física los conceptos no mecá­
nicos de discontinuidad e indeterminación. antes que acudir a
algo como una intención {15), Gilson pregunta, ¿por qué los
eminentes seres racionales, científicos, prefirieron los conceJ>­
tos arbitrarios de fuerza ciega,. oportunidad, emergencia, varia­
ción
repentina y otros similares a los simples conceptos de pro­
yecto. o
intencionalklad (telas de Aristóteles) en la naturale­
za? Sólq porque prefieren una; completa .. ause!ncia de inteli­
gibilidad
a la presencia de . una inteligibilidad no científica. A
esta preferencia se la .llama .hoy «reduccionismo», ·es decir, la
explicación de
lo superior, por 'lo inferior, de lo más articulado
por lo menos articulado,
deLfenómeno complejo ·poF """' cóm,
ponentes sencillos, Oaude. Tresmontant escribe sobre esta ten,
dencia o h.ábito merita!, que a los ojos del ateo la aparición de
un orden ont9!6giro radicahnente ·nuevo 'es· una · cosa escandaió-­
sa ( 16 ); en consecuencia, se hacen esfuetzoS pará reducir la ori~
ginalidad y especificidad de· Jo vivo y lo pensante a Ja. materia'
lidad, ¿Por qué esta preferencia,. por qué estos esfuerzos? ¿,Por
qué nos encerramos en este dilema: l) atribuir a la materia
propiedades creativas, o
2) negar la posibilidad de justificar fue.
cluso el plus que hace a fa· materia irrumpir en la vida y pen­
samienio? Ciertamente, tan contrarió a la experiencia es atri­
buir a la materia, como su atributo, todo lo que evidentemente
sucede fuera de ella, como · intolerable para la futeligencia es
renunciar al deseo de explicar la vida y pensamiento simple-­
mente porque los materialistas dicen que· el paso de la .falta
de vida a la vida nunca se desentrañará,
La razón de la elección del materialista no es dlfícil de ex­
plicar. El concepto de ·Dios, a su juicio, ha sido una tapadera
histórica de
la ignorancia y, últimamente, de un oculto deseo
(15) God and Philosophy, pág, 130. ·
(16) CL. ThEsMONTANT, op, dt,, pág, 273.
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UNA CRITICA DEL MATERIALISMO
de hacer descarrilar .a la ·teoría mecanicista de su curso de· expli­
cación gradual de
la . estructura y · movimientos del universo. El
materialista cree que :«Dios» no sólo aparece por reaccionarismo
político y social, no sólo por oscurantismo en el pensamiento y
actitudes, sino también por intentos de introducir misterio en
los intersticios del conocimiento
empírico y concreto. El come­
tido del misterio es, sucesivamente, extender
sü propio dominio
y finalmente hacer que se dude también del conocimiento
em­
pírico. Es un elemento distorsionador en la red homogénea del
conocimiento verificado
y verificable después. El profesor Feib­
leman escribe que, «los inclinados religiosamente han recházado
siempre. el tnaterialismo». Pero ·en su libro insiste repetidamen­
te en que nuestro · conocimiento de · la materia se ha visto tan
completamente alterado
que no existe justificación ·para desa­
probar el materialismo en el terreno religioso. Actualmente, la
materia
se entiende como un estado de equilibrio de fuerzas de
corto alcance que
milntiene unidos un 'número de componentes.
Es tauro cinética como inerte en : diferentes fases, se intercon­
vierte con
energía y por tanto es dinámica. Es porosa y contie­
ne
más espacio vacío que materia. En lügar de los cuatro anti­
guos demeritas, ahora existen treinta y dos partículas: dieciseis,
con
sus correspondientes anti.partícula~; cuatro de estas• partí­
culas son· estables... Y, as!, sucesivamente, una serie de argu:
mentas · literariamente ·extremos para persuadir de que la ma­
teria es tan imprescindible, natural, engañosa' y llena· de sorpre­
sas que uno podría imaginarla con una cualidad vital, un alma.
Un simposio científico celebrado en Moscú (1957) sostiene, en
su declaración final, con menos vehemencia que el profesor
Feibleman pero con un ojo
puClltO en la dirección de los tena­
ces teístas: los estudios puramente químicos sobre el origen de
la vida en este planeta sugieren que la creación de alguna for­
ma de organización compleja y . replegada sobre . sí mistna de la
'materia es .una consecuencia bastante cierta del ambiente pri­
mitivo del tipo de la Tierra. La declaración final añade con una
sencillez conciliadora: «Tal ambiente idóneo: no necesita ser de­
finido con
detnasiado rigor».
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THOMAS MOLNAR
En . todos estos textos se reconoce implícitamente que en
alguna materia .existe el wmponente, el plus del que hemos , es­
tado hablando y que explica que la matetia en cuesti6n ya no es
una. materia inculta. A pesat de todo, el materialista, atriesgán­
dose a contradecir su propia doctrina, no puede no encontrat
el principio de ese plus en la sustancia única, por· eso anula su
propia afirmaci6n en la que todavía habla de sustancia única.
Sin embargo, Michael Polanyi señala que
la intervención de un
nivel
superior no se puede justificat por .las. leyes que rigen
sus
portl\enores en el siguiente nivel inferior. No se puede ob­
tener un vocabulario de la fonética, una gramática del vocabu­
latio,
un uso correcto de la gramática no justifica un buen estilo
y un buen estilo no suple el contenido de
un texto en pro­
sa (17 ). La única respuesta desesperada que d materialista
puede
dar en contra de esta presentación de los fen6menos es
que la denominación
de niveles como «superior» e «inferior» es
atbitraria, «un juicio de valor» sin fundamento fáctico. Tales
atgumentos
se utilizan e incluso otros más radicales; así pode­
mos recoger otra de las
ronsi.deraciones de Polanyi, que los bió­
logos intentan exorcizat
la teología, que es un proyecto inteli­
gente, desde observaciones científicas, esperando que
se pueda
reducir todo eventualmente a
química y física. Los neur6logos
como Hebb declaran que la consciencia es una hipótesis, no un
dato, o,
como Kubic, que el conocimiento es útil como concepto
operacional pero en realidad no existe tal cosa (
18 ).
* • *
El precedente estudio comparativo de Lucrecio y James
Feibleman demuestra que, en
términos generales, no hay ,lll!IIWos
atgumentos en favor de la tesis materialista, solamente nueva
y más precisa t=lnología 'gracias• 11 los nuevos y más precisos
instrumentos de investigación. Pero a este respecto encontramos
extraordinario que, a través del mero
poder' de inruici6n y razo-
(17) Knowing and Being, p,!g. 233.
(18) I~em, pág. 42.
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UNA CRITICA DEL MATERIALISMe
namiento, Lucrecio (Epicuro, Demócrito) húbiera encontrado los
principios explicativos
básicos en los que los materialistas han
podido !\llÍS tarde crear embellecimientos, no modificaciones sus·
tanciales. De hecho, Platón ya criticó a los materialistas de una
forma muy similar
a, la que se ha mostrsdo en estas páginas: en
Las leyes, el personaje llamado el «Ateniense» dice que cier­
tas personas derivan todos los elementos del azar, así la
tierra;
el sol, la luna y las estrellas de los elementos, etc. Pero Platón
dice que estas personas simplemente cambian el orden de la
ge­
neración de las cosas, poniendo' el alma al final y la tnateria
primero. Este
es el «origen de su insensatez» (locura). Los es­
toicos beben de la misma fuente: distinguiendo el principio pa­
sivo; inerte, la materia sin forma,· y-"·eI· prin~pio activo, razón o
logos que es inherente a la materia, concluyen que el logos or­
ganiza todas las cosas en y mediante la materia. El universo so­
litario existe, dice Zeno ( como citó Cicerón en De Natura Deo­
rum), y hace uso de la raieón dado que el universo es lo mejor
que existe y
es preferible utilizar la raieón que no utilizarla.
Por tanto, el universo es un dios , trabajando innianentemente en
la materia. De esta manera
descubrimos el doble origen del
ateísmo materialista mencionado anteriormente: los atomistas
griegos formularon una versión que no puede justificar que los
seres
posean el plus de la vida, de los fenómenos psíquicos y
del pensamiento;
los estóicos griegos formularon la otra versión
que admite un principio de organización inmanente y se con­
vierte en un «panteísmo» máterialista.
El materialismo se eclipsó mientras que el sol se ponía en
la especulación
heléhica; los sistemas platónico, plotínico y es­
toico prevalecieron después, hasta que el cristianismo empezó
a extenderse, aunque
la misma filosofía cristiana, profundamen­
te
,deudors de Platón, tuvo que mantener una , larga lucha con­
tra las doctrinas gnóstica y hermética. Ni el materialismo como
tal, ni el ateísmo, pudieron levantar la cabeza durante la Edad
Media. No oímos hablar de ellos hasta
el siglo diecisiete y
fue principalmente en Italia y Francia donde resurgieron las
tradiciones
epicúrea y estoica. Esto indicarla, incidentalmente,
973
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THOMAS MOLNAR .
que si los dos grandes sistemas especulativos antiguos, materia,
lismo y espiritualismo (gnóstico, hermético), habían sucumbid~
merecidamente al final de la cultura helénica y resurgieron de
nuevo según
se debilitaba la influencia de la Iglesia en la mente
de los hombres,
i,llo mismo es consecuencia de la última filosofía
escolástica (principalmente ockhamista)
y de la desintegración
institucional (Reforma).
En el .vacío así creado se precipitaron
los representantes de varios sistemas .monistas, revividos de la­
herencia de la antigüedad, descargando todos ellos su furor in­
telectual contra el dualismo cristiano. Ernst Cassirer, escribien­
do sobre el método característico del Renacimiento, observa que
tendía a reducir el
mundo intekctual e histórico al mundo de · la
naturaleza y sus leyes básicas últimas; Este reduccionismo es,
desde luego,
el método por excelencia, tanto del . espiritualismo
y del materialismo.
En
el siglo siguiente, que es cuando los materialistas italia­
nos abundaron en
la vida intelectual de París, ayudando a exten­
der
el movimiento libertino, se desarrolló un clima que recor­
daba a los Jardines de Epicuro. Averiguamos que
la policía acu­
saba a Theophile de Viau de enseñar que la religión cristiana se
podµ olvidar y de no teconocer a ningún orro . dios más que a
la naturaleza, a la cual debetnos una completa sumisión, hasta
el punto de llegar a ser como bestias (19). También averigua­
mos que Viau puso su confianza en el destino más que en la
providencia porque creía que la materia era eterna y el Alma
del Mundo ( el logos inmanente de los estoicos) origina la reunión
de los
elementos en formas efímeras (Epicuro, Lucrecio ). Entre
las líneas
de los Pensées, de Pascal, la filosofía líbertina está
claramente
trazada, quizás más claramente que en muchos otros
documentos materialistas-ateos contemporáneos. «Los espacios in­
finitos» de Lucrecio causan angustia y terror en .el alma libertina;
el hecho por el que se supone que utiliza la razón audazmente
para investigar el mundo material no párece alentarle: de otro
(19) Un siglo más tarde esto iba· .a ser la e8encia del credo del Mar~
qués de S.dec
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UNA CRITICA DEL MATERIALISMO
modo, Pascal 119 habría tenido que poner · en la raron el puritó
focal de la dignidad del. hombre· por la cual comprende a Dios.
El mismo Pascal también desenmascar6 el materialismo/ ateíss
mo circunspecto

de Descartes.
Temperamentalmente inapto para
combatir a la Iglesia igual que Galileo, Descartes introdujo a
«Dios»
en su sistema pero como una adici6n innecesaria que los
cognoscentes sabrían como desechar. Para Descartes, escribi6 Pas­
cal, Dios estaba
allí para ctear un chiquenaude inicial, ¡,ero sin
que su utilidad posteripr
se conozca (20). De hecho, en su obra
El Mundo (1633), Descartes postula el universo lucreciano de
la materia, supuestamente creado por Dios, pero en el que ·las le­
yes de la materia están tan «maravillosamente establecidas que,
incluso
si suponemos que Dios no cre6 nada más [ sino la mate­
ria y el movimiento], estas
leyes son suficientes para permitir a
las partes materiales
agruparse ellas mismas ordenadamente». La
diferencia entre el caos original de los atomistas griegos y el de
Descartes es que el último es creado; lás generaciones posterio­
res, sin embargo, tenían derecho a ignorar :al ·creador, ·recordar
el mundo material como autoengendrado y las leyes de la natu­
raleza como procedentes
de la materia misma. Este no es el ateís­
mo de
EpicÍiro y Luctecio, sino que está más cerca del ateís'
mo estoico y su logos inmanente; y contribuyó a las f6rmulas
imprecisas
del deísmo, por un lado, y del materialismo integral,
por -otro.
El materialismo integral elimin6 del sistema cartesiano no
sólo
a Dios, sino también al alma, de modo que sólo el cuerpo
cartesiano petmaneci6 en donde' el alma no tiene dominio. El
,cuerpo se basta a sí mismo, se mueve de manera mecánica, mien­
tras la consciencia, las emociones y el pensamiento son epifenó­
menos. Anteriormente
vimos que este criterio todavía está muy
difundido entre los biólogos, neurólogos y otros; si la conscien­
cia, etc., todavía plantea un problema, estos científicos creen
(20) «No puedo perdonar a Descartes: en toda su filosofía le gustarla'
liberarse de Dios. Utilizó a Dios acertadamente para poner en movimien·
to al mundo; después no se sirve de Dios más» ( cita de Margarita, her·
lilllJla de Pascal).
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que se resolverá en el futuro, lo que significa que pensamiento,
vida, emociones y espiritualidad se reducirán a química y física.
Si .el cuerpo es independiente del alma y puede funcionar sin
ella, entonces
se puede considerar que el mundo material ente­
ro puede funcionar sin ser
. informado del exterior por un agen·
te
no. material. Como Tresmontant observa juiciosamente, la re­
lació1_1 de Dios con el universo no es la. misma que la relación del
alma con el cuerpo (21);
de esta manera el alma añade el plus
al cuerpo y Dios se distingue del. universo. El materialismo y
a.teísmo de los siglos dieciocho · y diecinueve tuvieron que elimi­
nar el
alma como principio de las funciones corporales, de otra
manera Dios también hubiera permanecido inmanente en el uni­
verso: el ateísmo no hubiera sido absoluto.
* * *
No es necesario decir que la historia y filosofía del materia­
lismo
continµan en los siglos diecinueve y veinte: el mecanicismo
gobernó las universidades durante generaciones,
antes de que el
marxismo tomara posesión. Actualmente, sin embargo, el espi
0
ritualismo tiene la última palabra en sus formas evolucionistas· y
hegelianas. Con cualquier disfraz, todos estos sistemas especula­
tivos son del tipo monista¡ invaden
la filosofía porque en su in•
tento desesperado por justificar todo de la experiencia, én reali­
dad la deforman
y de ese modo empobrecen al sujeto de la ex­
periencia, el hombre.
(Traducción de
A. M. A. T.).
(21) Les Probll:mes de l'Aiheisme, pág. 75.
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