Índice de contenidos

Número 285-286

Serie XXIX

Volver
  • Índice

Discurso de María José Fernández de la Cigoña [San Fernando 1990]

FESTIVIDAD DE SAN FERNANDO 1990
DISCURSO DE MARIA JOSE FERNANDEZ DE LA
CIGO~A
Queridos amigos:
Me 'Dais a permitir que comience mi discurso con unas palabras
que no son mías, sino del
E'Dangetio dé San Mateo: «De lo que rebosa
el corazón habla la boca».
Y el moti'Do que me lte-oa a deciros esto es,
principalmente, el de aho"arme complicaciones. Porque, ¿de qué pue­
do yo hablaros sin que el tema os abut'1'a por sobradamente conocido?
Sólo de to que rebasa
mi corazón.
Y mi corazón ·rebosa, en primer lugar, esperanza. Sí,· en estos tiem­
pos
en los que cualquiera que nos mire desde fuera podrá decir que
nuestra lucha
es desesperada, que abogamos por causas perdidas, y
que sólo un loco podría mantenerse ilusionado, a mí se me ocurre
hablar de esperanza.
Pero, ¿
es que no tenemos motivos sobrados para ella? El Reinado
de Jesucristo, ¿no es una batalla ganada de antemano? ¿Acaso
no tiene
et Señor prometida la
'Oictoria a tos que le temen? Mejor aún, como
nos
dijo Donoso Cortés, «en su bondad infinita reseroa a los que com­
baten bien
por su causa una recompensa mayor que ta 'Victoria».
Ante esto, et desánimo no tiene sentido. Y en la festividad que -hoy
celebramos, qué mejo, ejemplo de espe,anza que San Femando, para­
digma de gobernante cristiano, pero no sólo en la paz
y la prosperi­
dad, sino también en tiempos, como los que ahora sufrimos, de
ad­
versidades y de lucha.
Fueron ocho siglos tos que tardaron nuestros antepasados en
recris­
tianiza, España. ¿ Vamos nosotros a pretende, reconstruirla en ocho
dias? Nuestro deber es sembrar para que otros recojan; el Señor sabrá
si nos corresponde o
no atisba, siquiera el fruto de nuestro trabajo.
Pero nada podremos hacer sin esperanza. ¿Qué sentido
tendría la
lucha? Gracias a Dios, ta esperanza es un don del Cielo, y no se agota.
Nos decía el beato Claudia de la
Cotombiere, citando et salmo: «Toda
mi confianza se funda en mi misma confianza: porque Tú, Señor, me
has confirmado singularmente en la esperanza». Y, en otro momento
de ta misma oración: «en Ti, Señor, he esperado, no quedé avergonza­
do jamás». Vamos, pues, a ponemos, ya mismo, manos a la obra, sa­
biendo que lo que más necesitamos es aquelto de to que nunca. ·ado­
leceremos, con ta ayuda de Dios.
Sin embargo, no basta con la esperanza.
Es muy cómodo de¡ar de
hacer tas cosas con la
excusa de que

todo está
en las manos de Dios
y que, al final, Et triunfará sobre sus enemigos. Si San Fernando hu­
biera reaccionado
así, es posible que nosotros estu'Diéramos ahora ado­
rando a Alá.
Está en nuestras manos el trabajar por el Reino de Cris­
to, y es nuestra más sagrada .obligación. Como dijo Marcetle de la
Bique de
Villeneu'fJe: «Ninguno tiene derecho a retirarse. Más bien
debe decirse que tal
'lJez es él la unidad que completa'l'á el número de
justos necesarios para sal'Dar ta ciudad corrompida». Y, también, con
palabras de
Oti'Deira Salazar: «No se sabe nunca hasta dónde pueden
905
Fundaci\363n Speiro

FESTIVIDAD. DE SAN FERNANDO 1990
llega, los ecos de una 'UOZ, aunque se tenga ta sensación de predicar
en et desierto».
Y si es un deber i"emisible para con Dios. es tamóién una deuda
de
p,iedad contraída con los que. nos hat:t precedido. Y cuando digo
esto,
me refiero al significado de la palabra' piedad como pago de un
don impagable, de un regato tan infinito que no está en nuestras ma­
nos· devol'Der. Me refiero a esa piedad que se debe sólo a Dios y a los
padr.es, pero que en un sentido amplio se prolonga a todos nuestros
antepasados
y a su obra, que es Za Patria. Todo lo que tenemos. o
bien es regalo directo del Señor. o nos
ha sido transmitido. ¿De qué
forma mostraremos nuestro agradecimiento a
todos aquellos que fue­
ron delante de nosotros en· la lucha por el mismo ideal? Como acabo
de deciros, es imposible pagárselo. Sin embargo. ¿qué
menos que p1e­
set"Da1 · su obra. para que los que sin duda nos miran desde el Cielo
'Dean complacidos lo que muchos de ellos no pudieron ver en 'Dida?
¿ Cuál no será su gozo al ver que sus deS'Delos no fueron en 'Dano, y
que los que somos sus hi;os seguimos traba;ando por el Reino de Cris­
tal No ol'Didemos que Dios, en su omnisciencia. nos ;uzga como miem­
bros de
un solo Cuerpo, y que, por tanto, nuestros predecesores 11an a
ser premiados por su contribución a nuestra propia santificación.
Pero se nos plantea. llegado este punto,
una responsabilidad más
fuerte aún que ta contraída con nuestra historia: la ·que nos ata a nues­
tro futuro. Y en
razón a esta responsabilidad no es deber nuestro conser­
'Oar únicamente to que nos ha sido dadCJ, sino aumentarlo y perfeccio-­
narlo en la medida de nuestras fuerzas, de la misma forma que nues·
tras reyes medie'Dales no se limitaron a mantener en ta Fe sus pose­
siones;
sino que fueron ganando nue'Oas tie"as para Dios, hasta que
su obra. se 'Dio concluida, no con Za reconquista -de Granada, sino con
la prolongación de la España católica en ta
evangelización de Amé­
rica.
Et Señor, que conoce a cada uno por su nombre, tiene un plan so~
bre todos nosotros desde el principio de los tiempos, y to que nosotros
de;emos de realizar, por comodidad o por miedo, se
'Da a quedar sin
hacer. No· es cuestión de enterrar los talentos recibidos, porque ya sa~
bemos el ;uicio que espera a tos que así se comporten. Hemos reci~
bido un talento que pesa mucho, y puesto que el don es inmenso, in­
menso es
et traba;o que nos toca realizar. Igual que . a nuestros ante~
pasados, Dios nos-;uzgará por lo que hemos sembrado, que, bien mi­
rado,
y si es· que por nosotros mismos podemos ganar mérito algu­
no,
mayor será ·éste de sembrar que de recoger lo que otros nos pre­
pararon. No ol'Didemos, al menos, -nuestro propio nombre, Speiro, y
que no se quede en una simple palabra vacta de contenido. Ramiro
de Maeztu· murió diciendo: «Vosotros no sabéis por qué matais». No
parece que el nuestro sea tiempo de
morir por el Señor, pero si puede
serlo de decir: «Vosotros
no sabéis para qué 'Di'Oís. Yo sí sé para qué
'Divo: para que 'Ouestros hijos sean me;ores que 'Dosotros».
Así que nuestro deber es sembrar. Pero, ¡qué sembraremos si nos
falta la
semilla? Es aqut donde entra en ;uego un tema que · considero
de
enorme importancia: la formación. Porque si antes os he dicho que
encuentro más meritoria ta siembra que ta recolección,
me resulta e'Di­
dente, quizás porque yo empiezo ahora en esta batalla, que sin la
recolección
pre'Dia la· siembra no se puede tle'Dar a cabo. Y aunque es
'Derdad que la formación, si no la orientamos a la acción, a ta lucha
por et Reino de Cristo,
es una 'Daciedad, no es menos cierto que -oi'Di-
906
Fundaci\363n Speiro

FESTIVIDAD DE SAN FERNANDO .1990
mos en una época en la que el campo que se nos ofrece para la acción
politica es más bien estrecho. Y os diré, con palabras de Mau"as, que
«cuando no se
tienen tropas que suble'Oár, ni masas que agitar, la teoria
sigue siendo el mejor modo de la acción». Este es, por tanto, un mo­
mento que parece
servido en bandeja para aprender, para echar raí­
ces; si no, es absurdo esperar que algo brote_. A la pregunta de dónde
obtener la semilla que debemos
sembrar nos responde Adro Xll'Diei:
«Para que et corazón sepa actuar, antes hemos de llenar ta cabeza,
y a la cabeza se tlega por tas ideas, y tas ideas tas cog-émos de to$
libros». Hay que leer; para que nosotros leyéramos escribierón nues­
tros más grandes pensadores. ¡Qué pérdida
·de tiempo, si no, para ellos/
Nada ganaban
p·ara sí mismos lle'Dandó a un papel lo que ya poseian
en su corazón
y en su cabeza. La única forma de agradecer et· don
de los libros
es teyéndotoS. Y fomentando, en ta medida de núestras
fuerzas, su lectura. Os digo esto porque· a mí llevan ya mucho tiempo
diciéndome: ¡Lee! (aunque algunos de
'Dosotros os sonriais pensando,
¿a qué
tlamará esta niña mucho tiempo?), y están empezando a con­
seguir que les haga caso, aunque sea sólo por no oírles, y cuando to
hago, más les agradezco que estén encima de
mí para recordánnelo.
Por eso me siento un poco ridícula deciéndoos yo a vosotros: ¡Leed!,
pero seguro que aún
que.dán cosas que no_ habéis leido, y si. 'no to ha­
céis, ¿quién me dirá a mi que las tea?
Es, por lo tanto, deber nuestro formarnos, pero además es ta tác­
tica más adecuada para llegar a conseguir nuestros
objeti'Dos, y asi tf.OS
lo recordó et Cardenal Gomá: «Siempre será 'Derdad que_ el pensamiento
manda. A la etapa puramente intelectual de la idea
sigue el periodo
del proselitismo,
y si con él se llega a la conquista de una porción
considerable de las masas, ta idea encuentra fácil acceso at poder po­
lítico». Leamos, por tanto, primero por amor a ta Verdad, que es re,.
fléjo de Dios, pero pensando siempre en sobrepasar esa etapa pura­
mente intelectual de la idea,· miremos ta lecturti cómo medio y no
como fin, y subsanaremos asi et peligro de caer en un narcisismo que
sólo conducirla a ensoberbecer nuestros
corazones.
Ya pocas cosas· me _quedan por decir. Sin embargo quisiera aún
detenerme
en otro punto, el del compromiso. Debemos·ser conseéuen­
tes con nuestras ideas,
y llewar a nuestra 'Dida aquello en to que Cree­
mos, para que no se quede en simple teoria. En los círculos que-nos
son_ propios es nuestra· obligación et vi'Dir de acuerdo con nuestro mo­
deto de sociedad,
y aplicar tos principios que tan bien. conocemos ( so­
lidaridad, subsidiariedad, bien común ... ) a nuestras familias, y, mien­
tras podamos, a nuestro ámbito de trabajo. Es la idea, conocida por
todos, de Paut Bourget, y que
me 'Dais a perdonar porque ta cito de
memoria
y no es textual; de todas formas, et contenido es el mismo:
«Hay que 'Divir como se piensa, porque si no, más- tarde O· más tem­
prano, se acabará pensando como se -ci'Oe». Y si no vivimos igual que
pensamos, difícil será pretender que nadie nos
C1'ea, y que nuestro
mensaje llegue a ser una realidad. Por otro lado, crear pequeños nú­
cleos de sociedad cristiana
es un buen método para empezar .a recris­
tianizar
España.
Como -último. ruego· os pido que recéis, que si oZvi4flmOs la oración
todo será inútil. Después de todo, son palabras de. Cristo que sin El no podemos hacer nada, pero también to son éstas: «En 'Oerdad os to
digO: todo lo que pidiereis en ta oración creed que lo recibiréis y se
os dará».
Muchas gracias.
907
Fundaci\363n Speiro