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Número 295-296

Serie XXX

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Ciencia histórica: investigación y didáctica

CIENCIA HISTORICA: INVESTIGACION Y DIDACTICA
POR
JOSÉ FBRMÍN GARRALDA AruzcuN
Doctor en Historia.
« ¡Hilos sutiles / que quedáis, para atarnos unos a
otros, / ttaS nuestro desatarnos; / para que no seamos
nunca solos; / sonrisas, besos, lágrimas!• (J. R. JIMÉ·
NEZ, Piedra y cielo, El Recuerdo II, 4 ).
«Los pueblos, como los hombres, se distinguen entre
sí por notas que les individualizan ( ... ) la historia, la
geografía y la naturaleza» (VfcroR PRADERA).
«La religación, o entramado de un pueblo, constituye
la forma en que se manifiesta su solidaridad constituti­
va, el modo de religar horizontalmente sus hombres y
sus comunidades humanas, de menor a inayor; y, la
tradición es el modo de expresarla, en continuidad
histórica, de unas generaciones con otras, verticalmente.
La dialéctica no es sino una consecuencia. de una fisura
o ruptura de la solidaridad, es una reacción febril pro·
ducida por esa eofermedad» (J. B. V Ali.ET DE GoYTI·
SOLO),
El impulso natural, en parte poético, que mueve a· todo hom­
bre
-y a algunos exige-para conocer el pasado; la importan­
cia de la historia para las sociedades; y la tendencia natural de
estas últimas a
la solidaridad y continuidad, valores ambds donde
encuentran su sólido fundamento
... , son algunas aportaciones
propias de otras humanidades diferentes a
la Historia que incitan
al historiador
a efectuar un diálogo interdisciplinar. Las entra­
dillas a este trabajo no
significan un apriorismo, pues en él, por
lo que respecta a la investigación y a la comunicación de sus re­
sultados, nos centraremos exclusivamente en la disciplina histó­
rica propiamente dicha
y no en consideraciones· filosóficas o de
otro carácter.
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JOSE FERMIN GA.RRALDA ARIZCUN
l. INTRODUCCIÓN
La actualidad. Lo sorprendente de ciertos planteamientos ac­
tuales no es ya que por ellos la sociedad crea en un progreso so­
cial inevitable y siempre ascedente, sino que este último se
vincule necesariamente al estudio, comprensión e interpretación
del pasado. Esta paradoja no se pregona a los cuatro vientos:
queda patente en círculos reducidos, y oculta
-pero actuante-­
en la actual divulgación cultural.
Se quiere popularizar una interpretación y análisis de la His­
toria que, de admitirlos, conquistarían fácil e insensiblemente,
la mentalidad del receptor, quien quedaría condicionado y
adoc­
trinado para juzgar el ayer, para intervenir de una manera con­
creta en el presente, y para casi adivinar el futuro. Dicha inter­
pretación y análisis quedan plasmados de una manera patente en
ciertos libros de texto utilizados en las enseñanzas de Historia,
de Historia de
la literatura contemporánea y de otras disciplinas
impartidas en
la enseñanza del Bachillerato, COU y otros estu­
dios. Libros que están elaborados con profundidad y esmero,
pero cuyo estudio puede modificar insensiblemente
la mentalidad
y valoraciones del alumno que carece de
un guía crítico adecuado.
Hoy, con pretextos didácticos o pedagógicos para subsanar
el denominado «fracaso escolar»,
se ofrecen métodos de análisis,
exposición y aprendizaje cuya naturaleza es tal que su mera
aceptación tiene la virtud de modelar las mentalidades, previa e
independientemente de la ciencia o disciplina sobre la que dichos
métodos y
técnicas se aplican. A esto se denomina manipulación,
aunque se hable mucho de libertad para todos, de progeso de
las ciencias, de pedagogía, de creatividad de los alumnos... El
clamor individual o social que esta manipulación pudiera provo­
car, sería fácilmente sofocado con
]a apariencia científica y «mo­
derna» (léase atrevida) de aquellas interpretaciones manipuladoras
que
-aunque al principio rechazadas-al fin sedan aceptadas
fácilmente por el receptor a pesar de la oposición inicial
de éste.
Esta aceptación sería la expresión viva de
la notable influencia que
ciertas ideologías todavía imperantes tienen en buena parte del
ambiente social
-valores y práctica cotidiana-a través de
eslogans, de ciertos mediOs de comúnicación y difusión, de la po­
pularización de una determinada cultura masificadora, etc. Según
esto, es frecuente que los alumnos, como hijos de su tiempo,
posean esquemas previos sobre cuestiones que desconocen, o bien
que pretendan explicar el pasado
con las categorías ideológicas
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CIENCIA HIS'IORICA: INVESTIGACION Y DIDACTICA
de uso habitual en el presente. A esta influencia se añade la
explicación ideologizada de no pocos libros de texto, e incluso
la posterior incidencia en el mismo sentido de aquellos estudios
universitarids y aun postuniversitarios que acostumbran a repetir
viejas hipótesis. ·
Todavía hoy se utiliza la cultura y cierta denominada ciencia
como arma ideológica y política. Asistimos a una lucha por las
mentalidades mediante la popularización de una «cultura» masi­
ficada, subjetivista, utilitatia, practicista y de
la acción. Hasta
que todo ello no
se experimenta y comprueba directamente, es
difícil comprender la profundidad, importancia y gravedad que
hoy adquieren ciertos esquemas sobre
la investigación histórica, la
enseñanza y la divulgación de la
Hfatoria en todos los ámbitos.
El mito del progreso. Al ingenuo mito liberal del progreso
indefinido le ha sucedido el mito racionalista
del. progreso evolucid­
nista, efectuadd éste conforme a las leyes de la dialéctica, consi­
deradas
en desatrollo a lo latgo del acontecer histórico y, sobre
todo, como motor del mismo.
Los activisttJs de la cultura. La explicación de dicho mito está,
de hecho, sustentada y forjada
por ide6logos que indican el sentido
de
la Historia confd:rme a una cosmovisión previa, a través de
la cual pretenden explicat aquella ya antes
de efectuar . la in­
vestigación propiamente histórica;
investigadores que o&ecen la
materi11, prima y efectúan las debidas interpretaciones subjetivis­
tas conforme
al esquema ideológico recibido de aquéllos ; los
equipos
editoriales de redacción de textos escolares, quienes re­
piten
lds «descubrimientos» de ideólogos e investigadores; ciertos
profesores que .se dejan guiat fácilmente por todo lo que se les
presente con ropajes considerados
cientfficds, didácticos y peda­
gógicos.
Por último, y en relación con todos los anteriores, se
encuentra
el Ministerio de Educaci6n, quien aprueba los textos
escolares ( esta labor
correspondería a los respectivos colegios
profesionales), dirige la enseñanza de carácter público, controla
los centros de iniciativa. social
· subvencionados en parte por el
poder
político ( control de gestión, de programaciones, profesora'.
do, didáctica de aula, etc.), e incluso los no subvencionados. Con
esto no queremos decir que todos los eslabones citados efectúen
su labor de manera consciente, organizada y programada; bien
pudiera ser en ciertos casos,
pero también es cierto que el am­
biente y la corriente social arrastra y crea modas, talantes y cos­
tumbres. Sin embargo, sí parece cierto que unos y otros han
creado, transmitido y popularizado, unas interpretaciones
más o
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/OSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
menos ideológicas del pasado repetitivas hasta la saciedad que,
conforme al evolucionismo histórico, mitifican
la idea· del progre­
so, lo vinculan a ciertos contenidos,
efectúan una explicación de
tendencia ideológica liberal o marxista
-d ambas entremezcla­
das-sobre el ayer, y acuñan un método de investigación y ex­
plicación histórica que predetermina acientíficamente los conteni­
dos
dos del pasado e influye desde un punto de vista ideológico
a través de ciertos juicios
-•;olapados o abiertos-y de la apor­
tación
de un determinado sentido a la Historia.
Profesionales no ideologizados. De todas maneras, no pocos
profesionales de los sectores de
la investigación, editoriales, pro­
fesores. _ .

, quedan al margen de
la utilización -suponemos que
bien intencionada, aunque esto
sea lo menos importante-- de
la Historia. Utilización que tiene por objeto la concienciación
y captación de
la mentalidades, e incluso una toma de postura
previa para
la acción en el presente.
• Afortunadamente, estos nlilllerosos sectores profesionales se
resisten a una ideologización de la ciencia histórica ; efectúan una
crítica adecuada contra los apriorismos y
redllccionismos, la ins­
trlilllentalización de la ciencia, y la manipulación ( en su sentido
menos peyorativo) del pasado; y reclaman
la puesta al dí;i. de cier­
tas interpretaciones repetitivas hasta la saciedad, en cuya exposi­
ción nos habían acostumbrado -al menos hasta hoy-a ignorar
los estudios
más recientes que desvelan la realidad del pasado y
muestran la incorrección de ciertas interpretaciones habituales.
Es el taso, a modo de ejemplo, del tema de la Revolución
francesa, respecto al cual
José Andrés-Gallego y Antonio R. Ru­
bio ( 1 ), han reclamado la adecuación de los libros de texto es­
paiíoles de enseñanzas medias a las nuevás inevestigaciones, re­
chanzando así áquellas viejas hipótesis ( transformadas en «tesis»
por
la costumbre de su utilización o por espíritus interesados)
que
se aferran a s! mismas con menosprecio. de las modernas
investigaciones de
Fran~is Furet y de otros autores revisionistas.
En buena medida, la investigación de
la Historia, incluidas
las nuevas generaciones de investigadores en España (2), se sitúa
(!) ANI>ills-GALLEGO, José: «La Revolución francesa: cara y cruz de
·un debate», Boletin: del Colegio de doctorrs y licenciados de. Filosofía y
Leirás y Ciencias, núm. 6, Junio-julio, 1989, págs. 13-16; RUBIO, Antonio R.:
«Rezagados de la historia•, id., núm. 8, octubre, 1989, págs. 24-27. En
realidad, aunque la ideologizac;ión del pasado afecta a todo él, estos autores
especifican la Revolución francesa de 1789 tanto con ocasión de su II Cen·
tenario como por ser uno de lOs temas_ preferidos para. 41 manipulac:l6n.
(2) Por ejemplo, el C.Ongreso de jóvenes historiadores y geógrafos, cu-
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CIENCIA HISTORICA: INVESI'IGACION Y DIDACTICA
al margen de cualquier molde. ideológico que condicione el es­
tudid del pasado. No ocurre lo mismo, al parecer, con no pocos
de. quienes acercan los resultados de la investigación ál público
mediante la
elaboración de manuales y síntesis para las enseñan­
zas no universitarias. Desgraciadamente, y en cierta medida, la
evolución y seriedad de la investigación y de la educación o difu­
sión no son hoy
paralelas y homogéneas. La educación, además
de distanciarse de la investigación, es una actividad tentadora para
modelar las mentalidades ideológica y políticamente. A veces, los
contenidos de difusión académica o extra-académica suelen dar la
impresión que nada se ha investigado en
España desde hace algu­
nos lustros, pues todavía siguen anclados, según el caso, en la
histdriografía
liberal decimonónica o bien en · en evolucionismo
dialéctico. Constatamds la
permanencia -en la cultura española en ge­
neral-de adherencias ideológicas y de reduccionismos que distor­
sionan tanto la ciencia histórica
-v. gr., el objeto yf)nalidad de
la investigación-
como su transmisión a_ la . ju".c;ntud escolar y al
gran público. En estas páginas pretendemos efectuar un elenco
explicativd de la evolución
historiográfica hasta _ la actualidad que
ilumine el presente
y el futuro inmediato de la ciencia histórica.
Resefiar también algunos recientes intentos de reavivar viejos
moldes en base a
La Historia subversiva (Univesidad de Deusto,
1990)
y con ocasión de «la utilización didáctica del entorno
aplicado a la Historia» (ICE, Santander, 1989). En otra ocasión
daremds respuesta a ciertas cuestiones fundamentales inherentes
al quehacer histórico
relativas al concepto de Historia· y su me­
todología.
· No pretendemos ser exhaustivos. Aunque no son escasas las
publicaciones
renovadoras relativas a la metodología histórica y
a
su historiogtafía (3), en ciertos círculos actuales se insiste en
un inadecuado método
de investigación histórica· por un ladd, y
aun pedagógico para la enseñanza de la Historia por otro, de
yas Actas han sido publicadas; Historiadores y ge6grafos. Congreso de ;a­
venes, Madrid, Ed. Universidad Complutense, 1990, 2 vol. v. 1, 1.022, pá­
ginas, v. 11, 1.014 págs. El comité organizador lo preside AHonso Bull6n
de Mendnza. (3) Algunos trabajos son los siguientes: CoM!l'.LLAS, José Luis: His­
toria, gula de los estudios universitarios, Pamplona, EUNSA, 1982, 2! ed.,
349 págs.; n'ORS, Alvaro: «Objetividad y vetdad en historia», Madrid,
Ed.
Sperio, Rev. Verbo, núm. 223-224 (marzo-abril, 1984), págs. 315-
336; In.: •Para una metahi.storia jurídica», id., núm.. 253-254 (marzo-abril,
1987), pág. 295-308; ID.: Papeles del oficio universitario, Madrid, Ed. Rialp,
1961, 356 págs. págs. 116-138; SuÁRllZ, Federico: Reflexiones sobre la
historia y sobre el método de la investigaci6n hist6rica, Madrid, Ed. Rialp,
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/OSE FERMIN GA.R.RALDA A.IUZCUN
carácter evolucionista y dialéctico, que hipotecan la investigación
histórica
y la transmisión de sus ·resultados, e incluso alteran la
finalidad de · ambas ciencias -Historia y Pedagogía-en bene­
ficio
de una mentalidad utilitarita, bajo el espejuelo de potenciar
(mediante
la técnica de la sublimación) las facultades denomina­
das activas
y de efectuar . un compromiso transformador con el
presente (
4 ).
II. MÉTODO HISTÓRICO E HISTORIOGRAFÍA
l. Racionalismo.
Desde que René Descartes escribió su Discurso del Método
y sus Meditaciones, no pocas ciencias (5) se han polarizado, con
un esmero digno de todo elogio, en formalizar . sus métodos res­
pectivos
más que en descubrir la realidad y adecuar a ella el
conocimiento humano. Sobre todo las ciencias humanísticas, pues
la complejidad de su objeto (el hombre y las sociedades) pareda
hipotecar su carácter de ciencia, esto es, sistematizada, rigurosa,
1977, 256 págs.; ·V ARIOS: El método. hist6rico. Conversaciones internacio­
nales sobre Historia I, Pamplona, EUNSA, 1974, 182 págs. VARIOS: Las
individualidades en la Historia. Conversaciones ... II, Pamplona, EUNSA,
1985, 248 págs. V ARIOS: La Historiografía en Occidente desde 1945. Ac·
titudes, tendencias y problemas metodol6gicos. Conversaciones ... III, Pam­
plona, EUNSA, 1985, 501 pá¡¡s. Son interesantes los artículos de TREVOR­
RoPER, Hugh, BAILYN, Bernard, ANnR:és--GALLEGO, José, y ÜLÁBARlll GoR­
TÁZAR, Ignacio: en la revista Atlántida, Madrid, Ed. Rialp (1990), núm. 4,
127 págs., págs. 4-39. Desde un punto de vista filosófü:o, GARcfA Mo­
RENTE, Manuel: «La estructura de la Historia», Pamplona, Revistll Principe
de Viana (1942). Aunque hemos citado 'estos trabajos por su homogenei­
dad, -existen, otros, coincidentes con ellos en_ lo fundamental muchos que omitimos.
(4) Citamos, por ejemplo> La Historia subversiva. Una propuesta para
la irrupci6n de la historia en el presente, Bilbao, Universidad de Deusto,
1990, 60 págs.;
UBIETO AR.TETA, Agustín, FERNÁNDEZ' BENITEZ, Vicente, y
otros V ARIOS: 'La utilización diddctica del entor_no. II Encuentro regional
de itivestigaci6n educativa, Santander, ICE, 1989, -114 págs., s/n.
(5)
Las ciencias puras o del conocimiento persiguen aumentar nuestro
conocimiento de la realidad, y -son la base de las ciencias aplicadas. Las
ciencias puras pueden dividirse en: formales o analíticas (filosofía, lógica,
matemática), y factuales o sintéticas, fundadas éstas en hechos o experien­
cias (ya sean ciencias naturales como la física, química y biología que utili­
zan la inducción; ya las sociales o del hombre, como la sociología, historia.
y economía, que se sirven de la deducción). Por su parte, las ciencias
aplica.das tienen una finalidad utilitaria: incluyen a las distintas tecnologías
que se apoyan en las ciencias puras (físicas, sociológicas, biológicas, etc.).
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CIENCIA. HISTORICA.: INVESTIGA.CION Y DIDACTICA.
universal y plenamente concluyente. En consecuencia, la fiebre
racionalista
vació a las ciencias humanas, tanto del arte inherente
a toda comprensión sobre el propio hombre, como de
la adecuada
reflexión sobre
la gran complejidad de lo real. Han intentado
sistematizar lo
imposible como es la vida del hombre y las socie­
dades, así como la sucesión de culturas y civilizaciones; han pre­
tendido conocer y explicar todo y hacerlo buscando una plena
seguridad, con olvido
de la gran· complejidad humana y de la
necesaria
percepción del hombre como misterio.
Como respuesta al racionalismo imperante, se comprende la
queja
de Rosa Chace!, según la cual, «la ciencia es lo único vivo
hoy
día ; las artes son un desastre y la literatura vive porque no
quiere dejarse
morir». Este dramático diagnóstico contrasta con
el
esfuerzo efectuado por las humanidades en general para sobre­
vivir y ser aceptadas con carta de ciudadanía en nuestra civili­
zación. Este esfuerzo, vinculado a la lamentable confusión
gene­
ral que reduce las ciencias a las ciencias naturales, permite for­
mular una pregunta todavía sin respuesta: la aceptación de
las
humanidades por la sociedad, ¿ a cambio de qué? ¿ De justificar
una civilización tecnológica y no humanística?
¿ De vincularse . a
aquellas ideologías que
todavía aletean y sobrevuelan, ya heri­
das ? ¿ De vestir con galas culturales el ocio e incluso el antihu­
manismo imperante?
¿ De purificar una mala conciencia que no
quiere rectificar?
En realidad, Descartes no hizo un simple experimento men­
tal; para él andaba en juego el futuro mismo de la humanidad.
Su objetivo fue proponer un método general aplicable a cualquier
ciencia. Descartes llega a la pérdida del ser y a la
creencia de
que utilizando el método y sistema adecuado para la generalidad
de
las ciencias y el método propio de cada ciencia particular, la
realidad acudiría al entendimiento sin dubitar, científicamente,
con plena seguridad
y previa demostración, aunque en este intento
Descartes confundiese la verdad con la certeza.
Posteriormente, según Carlos Cardona ( 6
), . Hegel utilizó un
método revolucionario para
un sistema conservador. A este sis­
tema le «interesaba mucho más la racionalidad de las ideas y
construcciones, que la observacíón y la experiencia». Implicaba
un mundo,
a priori, en el que «más que ir de la ignorancia a la
verdad,
se va del error a la certeza·, de la confusión a 1a concien­
cia» ; la creencia de que «lo lógico hace· lo real» ; el «mundo de
las ideas, bien depuradas por la abstracción y donde la razón
(6) CA.RnoNA, Carlos: René_ Descartes: Discurso del método, _Madrid,
Ed. Magisterio Español, 1975, 159 págs.
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discursiva está poniendo orden,.; una crítica centrada mucho
menos sobre los hechos que sobre su
explicación, como si la
ciencia no tuviese que conquistar los hechos a la
vez que su in­
tetpretación.
Quizás vinculado a esto, hoy día algunos intentan abandonar
el estudio
de las causas del acdntecer humano, a cambio de pro­
fundizar en la génesis, evolución, conexiones con otros fenóme­
nos, complejidad
y situación. Ciertamente, el qbjeto del historia­
dcir exige ampliar lo máximo posible la comprensión del pasado,
pero no creemos que ello deba implicar el abandono del estudio
de las causas, tanto
pdr explicar éstas la génesis de cada desarro­
llo histórico como por condicionar a este último.
El racidnalismo aplicado a la Historia tuvo su principal ma­
nifestación en el idealismo absoluto, el positivismo, los materia­
lismos dialécticos
y mecanicistas, y el evolucionismo. La crisis
del positivismo
y de los restantes sistemas interpretrJtivos hizo
prevalecer la técnica y el método
de la ciencia histórica en la
denominada «Nueva Historia¡> posterior a dicha quiebra. A su
vez, la crisis de esta «Nueva Historia» está permitiendo
hqy la
recuperación de una Historia «tradicional», concebida como cien­
cia y arte y que acepta plenamente los avances técnicos y meto­
dológicos anteriores.
2. Desideologización de los estudios históricos.
El camino de la ciencia · histórica ha sido largo y muy com­
plejd. ¡ Cuáles han sido los principales hitos del quehacer his­
tórico hasta hoy? El romanticismo, positivismo, historicismo,
evolucionismo dialéctico, materialismo marxista
... , se han suce­
dido, a veces conviviendo conflictivamente, sin que exista razón
alguna para suponer que esta sucesión haya sido necesaria y per­
fectiva. Dichas escuelas aparecieron subsumidas en
la concreta
mentalidad de su tiempo e incluso, algunas de ellas, encadenadas
tanto a una concepción peculiar del ser como a diferentes aprio­
rismos históricos
acientfficos desde el punto de vista del histo­
riador.
Durante parte del siglo
XIX y xx, las circunstancias históricas
e ideologías
pdr un lado, y la mejora de las diferentes metodo­
logías y técnicas para
el estudio del pasado por otro, evoluciona­
ron a
veces paralelamente aunque, en ciertos casos, dichas ideo­
logías
se interfirieron indebidamente en el método y técnicas
históricas, e incluso intentaron catalízar para
sí el estudio de la
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CIENCIA HISTORICA: INVESTIGACION Y DIDACTJCA
Historia, al considerar que desde su respectiva ideología podían
efectuar
-más o menos según el caso--una respuesta satisfac­
toria al pasado, con una
al menos pru:cial independencia de la
investigación de los hechos históricos concretos. Es el caso del
idealismo absoluto o alemán, del positivismo, de los materialis­
mds dialécticos y mecanicistas, del evolucionismo ..• Es decir, los
movimientos historiográficos citados al comienzo de este punto
segundo, dependieron de hecho
y en cierta medida de las corrien­
tes de pensamiento y mentalidades desarrolladas en el siglo
XIX.
Algunas de estas filosofias, al pretender solucionar los principales
interrogantes del pasado antes de efectuar la investigación histó­
rica, subordinaron las técnicas
y métodos del conocimiento del
pasado peculiares de la disciplina histórica a
un nuevo método
originado desde la filosofía. Este filosofismo pretendió subordinar
la ciencia histórica a
la explicación filosófica, al igual que el
historicismo intentó
diluir el ser en la contingencia histórica.
El rumbo historiográfico sigue actualmente su curso.
El mé­
todo y las técnicas para conocer el pasado se están «desengan­
chando» poco a poco de los sistemas impuestos
pOr las ideologías
y filosofías ; este distanciamiento lo han efectuado las «Nuevas
Historias», así como las actuales alternativas presentadas ante
la crisis de estas últimas. Es decir, la crisis general de aquellas
ideologías que habían utilizado la Historia y sumido a ésta en
·
una total decadencia en cuanto ciencia· y en una repetición pro­
pias del sistema racionalista,
ha servido para liberar el estudio
del pasado de toda ideologización, condicionamiento, rigidez
ex­
plicativa y apriorismos. Estamds asistiendo a la consunción de
diversas formas de acercarse
-para aquellas mejor recrear-al
pasado del hombre y de las sociedades. Presenciamos tanto la
quiebra del materialismo marxista como los epígonos del mecani­
cismo y de la dialéctica evolucionista no marxista aplicados a la
investigación histórica. Sin embargo, también presenciamos un
nuevo intento de levantar cabeza,
derto canto del cisne, que pre­
tende reaviviar rescoldos de dicho pasado, intento éste movido
-quizás-por la lógica resistencia de toda ideología a su desapa­
rición
y a perder su presa -la investigación histórica-, pero
quizá también por las condiciones de nuestra vacía civilización,
masificada, utilitarista
y alta y desproporcionadamente tecnificada.
Como la ciencia histórica
no alcanza a explicar y profundizar
plenamente en ciertos aspectos-clave del pasado, y el hombre
busca una explicación
y comprensión cada vez más profunda del
mismo, el historiador debe dialogar con otras ciencias indepen­
dientes de ella como la antropología, la sociología
... , e incluso,
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JOSE FERMIN GA.RRALDA A.RlZCUN
y con mayor profundidad y provecho, con la filosofía y la teolo­
gía, aunque respecto a estas últimas desde un punto de vista
diferente por empírico.
En realidad, en estos úlitmos casos, el
historiador muestra querer llegar
más allá de la propia investi­
gación histórica. Es necesaria una moderada interdisciplinariedad
para profundizar plenamente, entre las diversas ciencias huma­
nísticas, sobre determinados acontecimientos históricos. Sin
em­
bargo, quienes rechazan la validez al efecto de la filosofía y la
teología, están comprensiblemente inclinados a encontrar la
so­
lución de sus interrogantes más pofundos en una explicación
histórica ideologizada efectuada por la pseudohistoria, con el
consiguiente desvirtuamiento de la ciencia histórica, al quedar
ésta mixtificada con diferentes ideologías.
Hoy, el horizonte
se ha clarificado aunque se continúa la
búsqueda de nuevos
petfiles en el estudio del pasado. El final
penoso a que
ha desembocado la ideologización de la ciencia his­
tórica
· es una realidad fuera de España, con atisbos de que se
extienda a esta última. Sin embargo, a esta primera crisis la ha
sucedido la crisis de las «Nuevas Historias» que sustituyeron a
la Historia ideológica; esta nueva situación crítica presenta
ac­
tualmente un reto de gran envergadura para conseguir una ade­
cuada síntesis entre la denominada «historia tradicional» y las
nuevas técnicas y
metodologías. Es el retorno de Herodoto y de
«la misteriosa sabiduría de Tuéídides» del que hablan importan­
tes historiadores.
3. Principales tendencias historiográficas.
La ciencia histórica es relativamente reciente. Aunque los
estudios sobre
el pasado hunden sus raíces más allá de la Grecia
clásica, sin embargo
es a comienzos del siglo xrx cuando los
historiadores buscan el
máximo rigor posible, se centran en las
fuentes

históricas
--sobre todo en las escritas-y aspiran a dife­
renciar progresivamente el estudio histórico respecto a la litera­
tura, ya que el principal objeto de esta última era y es la expre-
sión de la belleza a través de
la palabra. ·
ROMANTICISMO. Esta es la época de la fundación de importan­
tes instituciones y de la elaboración
de proyectos al servicio de
la Historia.
La École des Chartres se funda en la Francia de
1821 ;
se crea la Record Cammzssion en 1800 «para la publica­
ción de fuentes relativas a la historia nacional», y también
el
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CIENCIA HISTORICA: INVESTIGACION Y DI_DACTICA
Public Record O/fice en 1838, ambas en Reino Unido; se inicia
la publicación de
Monumenta Germaniae Historica en la Alema­
nia de 1826, en Francia
la Collection de documents sur l'histoire
de France en 1835, y en España la Colecci6n de documentos
inéditos para la Historia de España, a cargo de la Real Academia
de la Historia, a partir de
1842. Podríamos sefialar una larga
lista
de historiadores y de instituciones para el estudio del pa­
sado en esta fecnnda época ( 7 ), cuya
peculiaridad no sólo está
en
el considerable interés -<:amprensible en su caso-que la
vasta cultura romántica proyectó hacia el pasado, sino en la utili­
zación principalmente de fuentes .históricas escritas.
La polarización de . la historiografía romántica en. la época
medieval, en
la historia local, la crónica . co11temporánea, la bio­
grafía y la publicación de fuentes ; la intención y el énfasis . pa­
triótico
de no pocos estudios, e incluso la distorsión idealista. y
aun ideológica del pasado inmediato (por ejemplo, Michelet en
su historia de Francia durante .la .Revolución francesa); la propia
exposición
de los. estudios, que con frecuencia carecían de la
suficiente ecuanimidad y objetividad (parecíao escritos de tesis y
con notables influencias literarias); y el carácter escasamente
riguroso, explicativo, lógico
y ordenado, coadyuvó a cuajar el mé­
todo positivista de las ciencias naturales aplicado a la Historia.
PO.SIT.IVISMO. Leopold von Ranke y .sus sucesores ilrsist!an en
la interacción
de los. hechos sociales, en el .factor económico y
en las condiciones ambientales.
para compender el pasado, lo cual
explica que prefiriesen el estµdio de los grupos humanos, relegan­
do el estudio de los individuos a un segundo término: Su objeto
era la realidad del pasado en
su evolución histórica, Exigían una
exposición realista y verdadera,
rigurosa y ,-en lo posible--ex­
plicativa
y documentada en base principalmente a las fuentes
históricas escritas.
Esta historia positiva dominó con éxito en la
Francia de
la Sorbona, de la Écr,le de Chartres y del École practi­
que des hautes etudes.
El positivismo tuvo sus innegables aciertos: amplió el hdri­
zonte
histórico ; buscó la constatación fiel de los hechos ; . exigió
(7) En Francia: Fran~is Guízot, Iules Michelet, Mignet, Augustin
Thierry, Adolphe Thiets; en Espafia: Manuel Milá y Fontanals, José María
Quadrado, Modesto Lafuertte, Juan Varela, Borrego, Antonio .Pirala; en
Inglatetra: Thomas Babington barón de Macaulay, Thomas Carlyle; en
Alemania: Droysen, Leopold von Ranke; en Rusia: Nikolai Mijailovich
Karamzin; en Dinamarca: Barthold Georg Niebuhr; en Suecia: Gcijer;
en Bohemia: Palacky; en Italia: Vicenzo Gioberti, Durando, Alessandro
Manzoni, Casare Balbo, Cesare Cantu, etc.
729
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
al historiador soslayar sus preferencias, subjetivismos y opinio­
nes en el estudio del pasado; eliminó
tddo perjuicio personal para
así garantizar la veracidad y objetividad del conocimiento; pro­
fundizó en el método histórico relativo a la búsqueda y selección
de los documentos, su interpretación o hermenéutica ( crítica del
documento mediante· las ciencias auxiliares
de la Historia, y crí­
tica histórica del mismo)
; y se propuso ceñir la explicación his­
tórica a los datos recogidos en las fuentes.
Sin embargo, la crítica al positivismo fluye rápida: redujo la
realidad al seleccionar parte
de ella con un claro sabor materia­
lista, en menoscabo del estudio de
las mentalidades, las creen­
cias,
la historia política y jurídica, la biografía de personas de
gran relevancia histórica y decisivas para el desarrollo
de los
acontecimientos, etc.
En su afán por acumular datos y asegurar
su veracidad, y de presentar el dato aislado y en sucesiones ilimi­
tadas, se perdió en una multitud de ellos de manera que «los
árboles
no le dejaban ver el bosque», el pasado histórico. Esto
hizo inviable la penetración del dato; dificultó toda síntesis his­
tórica ; impidió una auténtica explicación
del pasado y la debida
comprensión
de la realidad mediante la búsqueda de las causas,
consecuencias, relaciones e interacciones
de los hechos; y la in­
vestigación divagó sobre hechos de escasa importancia y aun
triviales. El positivismo
pudo convertirse -y así ocurrió-en
la erudición justificada
por sí misma. Se optó por una Historia
nartativa, plana, excesivamente analítica y prolija,
en menoscabo
de la profundidad del conocimiento. El excesivo apego a los
hechos
patentizados en datos bien perfilados (perfiles cuyo mé­
rito es evidente) hizo imposible una debida interpretación, tér­
mino éste cuyo alcance aquí no significa suplir con
la imaginación
o mediante suposiciones
lo que la realidad no ofrece, sino el no
atarse o
vincularse demasiado a los datos empíricos de manera
que impidan a modo de sobrevalora sobre éstos, abarcándolos a
su
ve2 con una total fidelidad en lo que dicen, callan y en esto
a veces hablan.
La posterior tendencia del evolucionismo dialéctico y después
del marxismo, efectuó una feroz crítica al positivismo. Esta
crí­
tica no se dirigía contra la reducción del positivismo en sentido
materialista
-que todos ellos efectuaban-de la realidad, sino
contra la falta
de sentido ( entiéndase en su versión dialéctica y
evolucionista) de la historia positiva,
y su incapacidad, tanto para
interpretar ,según ellos recrear) la realidad, como para transfor­
marla. Ciertamente, el positivismo cercenaba una explicación his­
tórica del pasado
y mostraba una patente dificultad para penetrar
730
Fundaci\363n Speiro

CIENCIA H.ISTORICA.; -INVESTIGA.CION Y DIDACI'ICA
en los datos ; es decir, su historia carecía de «nterpretación y sen­
tido».
En esto podemos estar de acuerdo con la crítica dd evolu­
cionismo dialéctico efectuada al positivismo.
Sin embargo, enten­
demos dichos
términos de una manera muy diferente a ésta. Esta
tendencia critica la falta de «interpretación y
sentido» dd posi­
tivismo
- toriadores-aprovechando las diferentes significaciones que se
pueden atribuir a dichos términos. La ambivalencia terminológica
es,
sin duda, uno de los aspectos más utilizados hoy día por la
tendencia dialéctica-evolucionista para lograr adeptos.
A pesar de esta crítica, la tradición positivista y la materialista
dialética o
marxista tienen un mismo demento básico expresado
por Ortega y Gasset y citado por Olábarri: «El hombre no tiene
naturaleza, sino que tiene ( •.• ) historia. O, lo que es igual: lo
que la naturaleza es a las cosas,
es la historia( .•. ) al hombre» (8).
Aunque por su
época y por su temperamento pertenece al
positivismo triunfante a mediados del siglo
XIX, d suizo Jacobo
Burckhardt (1818-1897), cualificado esteta de la historia, reac­
cionó contra el
positivismo materialista con su celebrada obra
Cultura del Renadmiento en Italia (1860), algunos de cuyos
contenidos fueron prudente y posteriormente revisados y puestos
en tela de juicio con acierto. Aunque
en dicha obra, y como buen
positivista, su autor idealizó el Renacimiento, Burckhardt siem­
pre alardeó de acercarse a
la historia como a un arre, y aspiró
---eon éxito--a efectuar una gran síntesis histórica sobre esta
importante etapa histórica.
Por su carácter estético y su afán
sintético, esta obra supone
un alejamiento del positivismo histó­
rico. Burckhardt
no fue el único que reaccionó .contra el positi­
vismo materialista, pues también destaca, entre otros,
d alemán
Gregorovius.
HISTORICISMO. Esta tendencia supuso una nueva reacción
frente al positivismo materialista.
En ella se subraya el hecho de
la temporalidad del hombre y de las sociedades, de su naturaleza,
hechos y valores,
en favor de un relativismo aplicado a las hu­
manidades.
Toda realidad sería· temporal, pasajera, cambiante.
Esta reacción también
se aplicó a las ciencias política y jurídi­
ca (9). Alemania fue el principal foco historicista de Wilhelm
(8) ÜRTEGA y GASSET, José: Historia como sistema, Madrid, Éd. Rev.
de Ocidente, 1942, 2.' ed., pág. 63.
(9) VALLET DE Gottrsoto explica las diferencias entre la escuela tra­
dicional catalana y la escuela histórica alemana del siglo xrx respecto al
vasto campo del Derecho, en Reflexiones sobre Cataluña. Religaci6n, in-
731
Fundaci\363n Speiro

/OSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
Dilthey ( que evoluciona desde el positivismo con su problema
central sobre la comprensión de
la vida), Federico Meinecke y
Georg Simmel, etc.
Por su parte, Benedetto Croce (1866-1952) identificó la
filo­
sofía con la historia, e intentó reavivar y actualizar el ayer in­
sertándolo en un presente vivido por el historiador como prolon­
gación y realidad dependiente del pasado. Es el denominado «pre­
sentismo» aplicado a la Historia, que involucra al ' historiador
sicológica y realmente en
un ayer asumido en el presente.
SIGLO xx. La importancia y la complejidad de la historio­
grafía de este siglo es patente. A diferencia de una extendida
opinión, en
la, historiografía europea de los dos últimos siglos
ha habido una
evolución,. y no una revolución desde el punto de
vista teórico. Sin embargo, desde
un prisma práctico, según
Olábarri puede hablarse
de una revolución ,a partir de 1945, en
atención
a las nuevas posibilidades de.las fuentes, temas, métodos
y técnicas, que nos permiten hablar con todo rigor de una «Nue-
va Historia».
. . . .
Tomamos el. ejemplo de Francia ( 10), uno de los países de
mayor tradición historiográfica y que mejor ejemplarifica la
va­
riedad de tendencias y escuelas históricas durante este siglo,
debido a su considerable actividad científica, vinculada a su
ca­
rácter eminentemente innovador. Sus principales hitos historio­
gráficos han sido los siguientes:
Entre las
.dos guerras mundiales, en 1929 se funda la revista
Annales d'Histoire Economique , et Sociale, dirigida por Marc
Bloch y Luden Febvre, acompañados por
Simiand, Labrousse,
Mourset, .etc
.. El enlace entre la generación positivista y los fun.
dadores de esta escuela de los
Annales, se encuentra en la Revue
de Synthese de Henri Berr, quien rechazaba y denominaba como
historia lineal y de hechos singulares a
la historiografía que
dominaba los medios académicos de comienzos del siglo xx, para
los cuales los hechos históricos
serían irrepetibles y el historiador
debería coordinarlos
y exponerlos en forma coherente según una
cadena de
causas y consecuencias. Los Annales pretendieron ela-
teracci6n y dialéctica en su historia y en su derecho, Barcelona, Ed. Fun·
daci6n Caja Barcelona, 1989, 321 p¡lgs., pág. 273-295.
(10) CARBONELL, Charles-Olivier: «La Historiografía en el mundo,
principalmente en Francia», en La Historiografla en Occidente desde 1945,
op. cit., págs. 3·17. Respecto a Inglaterra, vid. BURICE, Peter: op. cit., pá·
ginas 19·33; sobre España, ÜLÁBAI\RI GoRTÁZAR, Ignacio: op. cit., págs. 87~
109; y otros trabajos de interés. Véase, también, ÜLÁBARRI, Rev. Atlánti­
da (1990), núm. 4, págs. 35-39.
732
Fundaci\363n Speiro

CIENCIA HISTORICA: INVESTIGAC.JON Y DIDACTlCA
borar un enfoque nuevo, una nueva Historia, socializada, pluri­
disciplinar en cuanto núcleo de discusión entre investigadores
de
las distintas ramas de las ciencias sociales, totalizadora, y que
plantease las cuestiones con relación directa al presente. Para
ellos, la Historia era la ciencia del
hombre. en todos sus dimen­
siones (influencia historicista), pretendían superar el. racionalismo
filosófico mediante el vitalismo (Bergson), y aspirar a la elabo
0
ción de una historia total como síntesis de todas las ciencias so­
ciales, con la consideración de la Historia como reina de todas
ellas positivismo). Según Hugh Trevor-Roper, la filosofía
de
los Annales supuso «un tipo de determinismo. social limitado por
el reconocimiento de una virtualidad humana independiente».
Carbonell ha efectuado un análisis del contenido de los
Annales
(1929-1939), según el cual buena parte de las investigaciones se
polarizaron en temas económico-sociales. Paralelamente, a diferen­
cia de ella, la
anteridr Revue Historique (1876), pertenciente a
la escuela metódica y de carácter positivista, muestra una consi­
derable dispersión temática (historia económica, social, demográ­
fica, política interior y exterior, militar, religiosa, biográfica).
Simultáneamente, marxistas
más o menos ligados al · partido
comunista francés (Albert Mathiez, Georges Lefébvre,
Jaurés ... )
disputaban la influencia a los Annales. Según algunos historia­
dores actuales como Fontana y Arciniega, los Annales adolecían
de una
«teorla global que arricule los elementos dispersos».
Tras la segunda guerra mundial, en 1945 los
.Annales modi­
ficaron su
título transformándose en Annales. Economies, Socié­
tés, Civilisations. También nace la demografía histórica; se reha­
bilita la historia oral propia delas culturas extraeuropeas carentes
de escritura e incluso de la misma Europa ; triunfa la Nueva His­
toria que toma préstamos del marxismo, aunque corrigiéndolos
con otras influencias ;
y se buscan nuevos métodos y áreas de
investigación.
Hoy día, la
ya mencionada crisis general de las ideologías
afecta con fuerza al materialismo
dialéctico. Según Carbonell, la
seducción del marxismo
ya ha dejado Francia, con el consiguiente
y radical alejamiento de el efectuado por nos pocos historiadores
como Besan.on, Kriegel, Franeois Furet ( véase sus estudios reno­
vadores sobre la Revolución francesa), Le Roy Ladurie, etc. Esta
ruptura ha sido paralela a la revisión de las citadas «Nuevas
Historias» respecto a la Historia económica y demográfica.
En España, la historiografía del siglo
xx es deudora princi­
palmente de
las corrientes históricas foráneas, ya sea de Alema­
nia, de Francia, o bien de Reino Unido. Sin embargo, esta in-
733
Fundaci\363n Speiro

/OSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
fluencia exógena no llega antes de 1936. Comienza con entidad
tras 1950 a través, sobre todo, de los
Annales y de las variantes
del marxismo propias de diferentes países europeos, especialmen­
te de Francia, Reino Unido y Polonia (11). Pero
también llega a
través
del neopositivismo, de los denominados funcionalismo y
conductismo, de la
técnica de la cuantificación de la historia
oral
... , de la ampliación temática en base a la ciencia demográ­
fica, a la economía, sociología, antropología, etc.
Sin embargo, estas «Nuevas Historias», que
se auto-conside­
raban definitivas con un rotundo menosprecio hacia la
calificada
por ellos «Historia Tradicional» (Historia narrativa), fue «con­
testada» por los que siguieron cultivando esta última quienes
aplaudieron
las innovaciones técnicas y metolol6gicas, pero he­
chazaron, tanto la consideración exclusivista de las «Nuevas His­
torias» en sí mismas, como la creencia de estas en el carácter
definitivo de su nueva tendencia. Uno de
los principales críticos
de las «Nunevas Historias» es Lawrence Stone, para quien la
crisis de estas últimas es patente ( 12).
En España se está efectuando una crítica a las «Nuevas His­
torias» ; hay un nuevo interés en la función desempeñada por las
( 11) A diferencia del carácter originario y del retroceso del marxismo
en Francia, la situación._ de ésta ·escuela en España es, -según ÜLÁBARRI, la
siguiente: «El influjo del marxismo ha sido grande en la joven generación
de historiadores españoles de hoy y, a diferencia de lo que ocurre en los
países de origen, no ha decrecido en los últimos años; parece una ley de
nuestra historia
cultural contemporánea que los nuevos movimientos llega~
dos de otros países alcancen aquí su cénit cuando su decadencia es _ ya
patente en los países exportadores», ÜLÁBARR.I GoRTÁZAR, Ignacio: «La
tecepción en Espafia de la 'revolución historiográfica' del siglo xx», en
lA Historiografía, op. cit., págs. 87~109.
( 12) Olábarri identifica la posición de Stone de la manera siguiente:
-«el) que Stone no recomendaba el regreso a un _cierto tipo de historia o
el rechazo de· otra, sino tjue decía limitarse a constatar el hecho de que,
después
de décadas de esfuerzos por construir una historia científica, muM
chos «new historians», y él mismo entre ellos, habían vuelto por una u
otra
vía a una historia narrativa; y 2) que el «reviVal» no se limitaba a la
vuelta a la narración ( ... ), sino que significaba una compleja serie de
cambios, todos en sentido contrario al rumbo seguido por los «new his­
torians»
e:n los 50 años anteriores: se consideraba ~ora que el problema
central
de la historia no era ya el de las circunstancias que rodean al homM
bre, sino el .del hombre en sus circunstancias; de los problemas demográM
ficos y económicos se giraba hacia los· culturales y emocionales; de la
influencia de
la sociología, la economía y la demografía, a la de la antro­
pología y la psicología; del grupo al individuo; de los modelos explicati­
vos ·del cambio estratificados y monocausales a los interconectados y mulM
ticausales; de la cuantificación del grupo al ejemplo individual; y, en fin,
de lo analítico a lo descriptivo y de la función científica a lá función lite­
raria de la Historia» (pág. 99).
734
Fundaci\363n Speiro

CIENCIA. HISTORICA: INVESTIGACION Y DIDACTICA
personalidades tanto en su respectiva parcela del pasado comd
en su inherente proyección histórica, con la consecuencia del re­
surgir de los estudios biográficos ; se estudian temas de historia
cultural e intelectual, historia política e institucional, etc. A de­
cir de
Olábarri, existe -- bate abierto enrre las «Nuevas Historias», y el nuevo rratamiento
de los estudios históricos:
«Un debate que, a
mi modo de ver, debería contribuir
a una síntesis entre las más innovadoras aportaciones his­
toridgráficas de nuesrro siglo
-que han contribuido gran­
demente a
un análisis riguroso de las estructuras y los
ambientes en los que vive el
hombre--y la rradicional, y
a mi juicio perenne, condición humanística de nuestra dis­
ciplina» (pág. 100).
En mi opinión, este debate no es fácil de desarrollar. Ni si­
quiera es fácil que sea tolerado, admitido, asimilado y participado
por aquellos sectores de investigadores de la Historia, influencia­
dos
por el marxismo y el evolucionismo dialéctico no materialista,
influencia debida tanto al actual mimetismo de los círculos cultu­
rales españoles respecto a la Europa noroccidental
y cenrral, como
al
retraso de España respecto al proceso desideologizador citado
para Francia.
Nd es fácil la admisión del debate, tanto por los
historiadores materialistas, principalmente cuantitativos
y socio­
economicistas, que ansían reconsrruir toda la realidad del pasado
con
un claro prurito cientifista de gráficas, porcentajes y una
supuesta exactitud estadfstica, como
por la historia militante que
parte de
· las inquietudes del presente, y utiliza el pasado como
justificación práctica de su quehacer socio-político actuante
y
actualizador. Difícilmente estas tendencias exclusivistas y a veces
«pagadas» de sí mismas, que han conquistado con relativo éxito a
no pocos investigadores, reconoceráo públicamente a sus rivales
la conveniencia
de la confrontación científica a la que estos últi­
mos aspiran.
Metodológicamente,
en la España actual, el estudio del pasa­
do
ha avanzado mucho en extensión temática, en profundidad
técnica y metodológica, y en calidad explicativa, salvo aberracio­
nes acientíficas que parten de apriorismos ideológicos, de concep­
ciones previas
de la realidad pasada, de parcelaciones de lo real,
de reduccionismos temáticos, de utilizar la Historia como arma
ideológica y socio-política, de seleccionar el pasado conforme al
interés, orientaciones
y utilidad del presente, de dar más impor­
tancia al método que al acontecer histórico concreto
...
735
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
El método erudito de indicar datos (hechos o palabras, /acta
o verba respectivamente), el método analítico-sintético o expli­
cativo, y el método estadístico ... pueden y deben ayudarse mu­
tuamente dentro de sus innatas funitaciones. Cada historiador,
con su temperamento,
carácter, aptitudes y, sobre todo, forma­
ción tenderá a valerse de un método específico para efectuar la
denominada «Historia total», siendo
quizás infructuoso, a parte de
las dificultades que ello supondría,
el intentar dominar todos los
métodos de
conocimientd histórico existentes. El necesario diálo­
go entre los historiadores para contrastar, homologar y perfilar
sus conclusiones sobre los mismos problemas, pero tratados con
métodos diferentes, es, entre otras razones, lo que origina los
Congresos, Jornadas, Encuentros, etc.,
de Ciencias Históricas.
III.
L, HISTORIA SUBVERSIVA: UNA PROPUESTA PAR4 LA
IRRRUPCIÓN DE LA HISTORIA. EN EL PnESENTE
Así se titula un manifiesto o alegato, cuya génesis, contenidos
y publicación corresponde al
Departamento de Historia Contem­
poránea .de la Universidad de Deusto en 1990. Su temática son
«los problemas teóricos y prácticos que afectan hoy a los his­
toriadores y

a la Historia». Su finalidad
es· «salvar esta disciplina,
todavía rescatable del estrago
. total». Y su medio el «proclamar
la responsabilidad social de la
reina de .. las humanidades» para
así evitar que la disciplina histórica sea diluida en otras ciencias
del presente como la sociología, la antropología, etc. ; y
«esfor­
zarse en acoplar su enorme caudal, no al entretenimiento o al
lujo de la distracción, sino al remedio de las dolencias y desigual­
dades mundanas», es decir, reivindicar «una Historia que pueda
intervenir en
el. presente social y político de nuestra época» ...
(pág, 7).
El proyecto es ambicioso y su formulación lo suficientemente
nítida. Entre aciertos
de contenido y de exposición, creemos que
la concepción sobre
· el quehacer histórico que aflora en dichd
alegato está fundamenta,lmente desviada por suponer un intento
de reavivar y remozar viejas tesis en base
a: un evolucionismo
dialéctico
nd materialista, impulsar y exigir la ideologización de
la Historia y del oficio
del historiador, su sistemática utilización
para fines ajenos a
la Historia y al conocimiento del pasado, y la
inversión total del quehacer histórico cuya nueva función tendría
un carácter sociológico e incluso antropológico transformador.
Los autores de La Historia subversiva parten de una realidad
736
Fundaci\363n Speiro

CIENCIA. HISTORICA.: INVESTIGACION Y DIDACTICA
que juzgan --creemos que con acierto-- lamentable. Tal es su
preocupaci6n por el incierto futuro profesional de quienes, a
pe­
sar de la «profunda falta de expectativas sociales o laborales»,
cursan
los actuales estudios universitarios de Historia, estudios
éstos considerados por
dicho autore como totalmente improceden­
tes para desempeñar
la debida funci6n social de los estudios his­
t6ricos. Paralelamante, muestran su inquietud, tanto por la de­
dicaci6n de hecho de los nuevos profesionales (13 ), como por la
necesidad de sacar a la Historia del ostracismo social en que se
encuentra sumida (14).
(13) Vid. La Historia subversiva, págs. 7 y 15. Queda bien expuesta
la diferencia esencial entre el investigador y el profesor (págs. 22 y si¡¡s.):
mientras el primero se preocupa en descubrir la verdad del pasado, el
profesor es un velúculo de transmisión y formación, Creemos que la crisis
profesional
de los historiadores noveles afecta, con fuerza, hasta la tragedia
personal, a profesores e investigadores, aunque más a estos últimos. Son
innumerables las jóvenes vocaciones científicas y
pedag6gícas tronchadas
i;:,or la dificultad de situarse profesionalmente. Pocos son los que alcanzan
un puesto como profesores; menos los que alternan ambas dedicaciones (a
nuestro criterio y por diferentes razones, esta alternancia es lo ideal), y
casi ninguno se dedica exclusivamente a la inVC::i!ación ( esta dedicación exclusiva sería el deseo de los autores elle m · · esto para las nuevas
vocaciones). Para el curso
1990-1991, ha descendido mucho el número de plazas so­
licitadas para los estudios universitarios de Letras en el distrito de Barcel.0-
na, en la espera de que en otras Universidades haya ocurrido algo· similar.
Las causas de este descenso han sido «la progresiva devaluación de las
Humanidades, confirmada por su desconsideración en las reformas educa­
tivas»
y «el elevado índke de paro entre sus titulado» (ABC, 21-VIII-
1990). Mucho nos tememos que, entre las Humanidades, los estudios
de
Historia lleven la peor parte.
(14) Aunque injusto y calamitoso, este ostracismo es muy comprensi­
ble
en una sociedad materialista, hedonista y utilitaria. Al parecer, también
influye
en él el carácter revolucionario de nuestra civilización (liberal o
marxista), en la cual, la devoción filial a los ántepasados, la admiración
de sus obras, y el deseo de conocer los hechos y aspiraciones de los ma­
yores, carecen de auténtico interés.
No obstante, es cierto que existe una
«tradición revolucionaria», liberal o
marxista, justificada e incluso ensalza­
da
directa o indirectamente por no pocos historiadores. La ciencia histórica.
actual todavía es deudora de ambas tendencias revolucionarias, En esta pos­
tura observamos dos desfases.
En primer lugar, existe un quehacer histórico
más o menos ideologizado, que parte de unas tesis cuya comprobación di­
cen que se
efecruó ayer, pero que sin duda alguna hoy -creem0&-ne­
cesita una nueva revisión y demostración, ante la impugnación de no pocas
de ellas. Un segundo aspecto es el partidismo quizás insensible e involun·
tario con
el que la historiografía de tradición liberal o marxista y de otras
tendencias
plantean ciertas cuestiones. El actual triunfo de ciertos mode­
los de
civilización (liberal o marxista), han conllevado una pérdida de
objetividad por parte de historiadores inmersos en ambas mentalidades;
737
Fundaci\363n Speiro

!OSE FERMIN GARRALDA. A.RIZCUN
Por otra parte, considero incorrecto -me expreso con total
libertad
y sinceridad-tanto el remedio propuesto y justificado
por
el manifiesto comentado, como el carácter exclusivista y beli­
gerante de su propia concepción de la Historia que desemboca
hasta
la violencia verbal para, sin duda, así povocar a los discre­
pantes.
Se quiere salvar a la ciencia histórica de la ruina ( en la
que creemos no se encuentra, aunque otra cosa es el aprecio de
esta ciencia
por la sociedad) y obtienen otra ruina mayor, que
es su inconsciente intento. de defunción. Pretenden que
la socie­
dad respete y aprecie a los historiadores y el estudio riguroso
del pasado, lo que consignen es desvirtuar totalmente dicho
es­
tudio e investigación e incluso el mismo aprecio y respeto por el
pasado, y transformar a los historiadores en partidarios de una u
otra crítica
y solución alternativa a los problemas de nuestras
actuales sociedades.
Los autores de La Historia subversiva rechazan aquellos estu­
dios, carentes, según ellos, de sentido: los polarizados en la
me­
todología --denominados estudios de «tabla y serial», de «inva­
sión cuantitativa»,
etc.-y los que propician la confusión de la
ciencia
histórica con la literatura y el entretenimiento, mediante
una vulgarización
y trivilializaci6n intelectual (15). En realidad,
aquellos que las han evitado se pueden encontrar en una posición venta­
josa. respecto a estos a beneficio de una mayor objetividad hist6rica.
Si
la tradición historiográfica imbuida en la mentalidad liberal o mar­
xista ha pagado tributo a la mayor o menor distorsión del pasado al llevar
~plícita una considerable dificultad por parte del historiador para ser
imparcial y objetivo, la investigación, movida únicamente por el natural
interés por
conocer el ayer tal cual fue, incita a estudiar el pasado sin
afirmaciones apriorísticas y sin la tentación de utilizar el pasado para jus,.
tificar un presente o un proyecto ideológico o político actualizador, sino
que tan sólo proyecta al historiador para descubrir la realidad pasada, en
cuyo caso, la distorsión interesada sólo podría se una mera tentación, por
supuesto que a
superar.
(15) Ultimamente, abundan las novelas históricas. Consideramos a éste
género literario
legítimo en su esfera, aunque puede estimular a cierto pÚ·
blico lector, indirectamente y sin complicidad alguna por parte de los auto,
res, a confundir la novela histórica con el conocimiento histórico científico.
Tenemos presente algunos títulos de RICARDO DE LA CmRvA, Loms DE
WoHL, JuAN VAN-HALEN, etc. Según RICARDO SANABRE («La moda de la
novela histórica», ABC, 17-VIII-1990, pág. 22), «es su peculiar transfor­
maci6n artística ( de la novela histórica) lo que puede conferirles carácter
estético. Lo contrario no es más que pura arqueología de aficionado: a
la postre,
ni novela ni Historia». Por otra parte, creemos clara la diferencia
entre la novela histórica y la Historia novelada, efectuada con gran acierto,
por ejemplo,
por ADRO XAVIBR (seud.) y otros autores. Ignoramos el
sentido real de la afirmación de FERNANDO DíAz.PLAJA: «No hay novelas
que -tengan tanta inventiva como la historia» (Diario Montañés, 15·XII-1987).
En esta frase, en cualquier caso desafortunada, el término «novela.» pue-
738
Fundaci\363n Speiro

CIENCIA HISTORICA: INVESTIGACION Y DIDACTICA
simplifican dramática y err6neamente la cuestión mediante un
falsd dilema: o una historia decorativa, de entretenimiento,
anecdótica, de mercado e inútil, y otra enciclopédica
y de carácter
positivista y sin sentido . . . por
un lado; o una historia como
arma de transformación, con carácter de «herramienta» y «servi­
cio» social por otro,
es decir, una historia útil. Según ellos, existe
una intencionalidad oculta en ciertas mentalidades e instituciones
que potencia la polarización de los estudios sobre el pasado en
la metodología -vacía y sin sentido-, con detrimento de la
preocupación
pdr el sentido del acontecer humano como proyec­
ción sobre el presente. Dicha intencionalidad presumiría de in­
mejorable
-y por ello inmóvil con una crasa violencia contra la
ley de la evolución inexorable-- la situación social actual. Es
decir, según
La Historia subversiva, las actuales ideologías do­
minantes de la burguesía democrática ( cita las predicciones de
Francis Fukuyama, que hemos localizado el «El fin de la histo­
ria», artículo publicado en
The National Interest, 1989). o de
la burocracia del Estado (suponemos que el comunismo), creen
que la
Historia habría terminado que «la historia está escrita y
cerrada» (pág. 54 ). De esta manera, mediante la decadencia de
los estudios del sentido de la Historia, «se liquidan las utopías
y promesas» (pág. 58). Burguesía y burocracia manipularían a
la
sociedad logrando de ella la masificación y su incapacidad para
una reflexión crítica individual y social.
En estas circunstancias, el primer
y gran servicio de la inves­
tigación histórica aplicada a la política sería mostrar a la
socie­
dad actual el carácter transitorio y en ningún caso permanente
de las estructuras existentes. Por nuestra parte, nds parece evi­
dente dicha transitoriedad conforme a la experiencia histórica, al
jocoso refrán de que «no hay mal que cien afios dure», a la ley
social del cansado, a que la materia de la historia es la vida,
esencialmente dinámica, ya que
el historiador es un narrador de
mundos en movimiento
... Sin embargo, y en rigor, creemos que,
debido a la libertad humana y a que nunca
debemos asegurar
tanto
la existencia de un pasado sin previa investigación históri­
ca y empírica, como tampoco la concreción de un futuro por
llegar, nada asegura sin posible apelación
la transitoriedad o in­
movilismo esencial y estructural de las realidades actuales.
En
investigación, la certeza moral nd debe condicionar la seguridad
empírica; en
caso de elegir entre ambas, un científico de la His-
de entenderse, al estilo de Unamuno o Pío Baroja, como el mejor medio
para expresar la dimensién real de la vida, y el de «inventiva» como
continua creativi~ inherente a toda realidad humana.
739
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
toria preferirá, aunque sin prudencia para no caer en el cientifismo,
esta última seguridad.
De cualquier manera, aunque el historiador
probase
-lo cual es fácil-la volubilidad de las situaciones so­
ciales del ayer, jamás deberá efectuarlo, como tal historiador,
con el fin de
influir en la transformación del presente o en la
construcción del futuro.
Algo muy diferente es la aplicación que
los hombres de su tiempo pueden efectuar con las tesis históri­
cas, e incluso el propio historiador en el ejercicio
de sus restan­
tes facetas como persona. La diferenciación entre el historiador
y sus restantes facultades debe de ser nítida. Una realidad es la
ciencia histórica
y otra los subjetivismos, opiniones socio-políti­
cas, creencias religiosas, etc. Dicha diferenciación la creemos ne­
cesaria para salvaguardar el carácter científico
del conocimiento
histórico vulnerado
por La Historia subversiva comentada.
A continuación, proponemos
un elenco de afirmaciones efec­
tuadas
por La Historia subversiva, respecto a qué es la Historia
y cuál su método, contenido y función fundamentales. Omiti­
mos sus afirmaciones respecto al
fin, objeto, y sentido, etc., de
la Historia, tanto por hacer referencia a ellas posteriormente
como para ceñir estas consideraciones.
De cualquier manera, ade-
.
más del método apriorístico mantenido por La Historia subversi­
va,
métddo evolucionista ·y dialéctico, creemos que lo más rele­
vante de aquélla es la función adjudicada a la Historia y al his­
tdriador, para así liberar a amhos del ostracismo social.
En reali­
dad, esta propuesta de Historia no es del todo origiual, sino un
intento significativo de reavivar viejas hipótesis y métodos. La
crítica formulada
por La Historia subversiva al materialismo y
a
la lucha de clases inherentes al marxismo, es patente; no obs­
tante, aunque al efectuarla,
as! como en otras ocasiones, rechaza
el reduccionismo materialista, los dos primeros textos sefialados
a continuación reflejan una huella economicista. Por otro lado,
hay dos ausencias significativás. La primera y al modo de conclu­
sión histórica tras
el. estudio de los datos, es la preeminencia de la
influencia del espíritu y
de las mentalidades -sobre las influen­
cias
materiales-en los acontecimientos más relevantes del pasa­
do. La segunda y
por lo que respecta al sentidd último de la His­
toria
--ruestión que aflora con fuerza en el manifiesto--, soslaya
totalmente su sentido providencialista y cristiano. Aunque es cier­
to que señalar este sentido a la Historia
no corresponde al his­
toriador, también
lo es que a este tampoco le ses propio formu­
lar los apriorismos históricos
indicadds al respecto por La Historia
subversiva; y, sin embargo, los formula.
740
Fundaci\363n Speiro

CIENCIA HlSTORICA: -INVESTIGACION Y DIDACTICA
Conforme a La Historia subversiva, ¿ qué es la Historia, cuál
su contenido y
verdad?:
«La Historia, por tanto, . explica pero también señala
y corrige el caminar del hombre entre el reino de
la nece­
sidad y el reino de la libertad. Cuya mayor parte está
compuesta por
esos hechos humanos ( económicos, sociales,
políticos, culturales, religiosos, emocionantes
... ) que son la
fase intermedia de creación, producción y satisfacción de
esa necesidad.
En este caminar, el animal humano se ra­
cionaliza, se socializa y a grandes saltos convive en com­
plejas relaciones de aceptación,rechazo con sus semejantes,
con el mundo y el medio que los contiene a todos en el
rincón de
la galaxia en que está confinada su minúscula
grandeza»
(pág. 57).
«Para la Historia es fundamental aceptar la realidad y
la necesidad de las transformaciones socioecon6micas, como
motor de los hechos y sustancia de conocimiento. Su come­
tido será entonces analizarlos, demostrarlos y subrayar su
carácter básico en la vida
de las sociedades» (pág. 50).
«La verdad del historiador debe
ser una certeza de per­
cepción
dialéctica y de .valoración política. Una verdad
crítica, un concepto que por sí mismo sea combativo. Y
que, por tanto, incluya objetividad, subjetividad y capaci­
dad de discernir, Que persiga la superación de lo propuesto
y que combine en un juicio proporcionado el interés social
con la realidad de los hechos.
La Historia-conocimiento,
por lo tanto, puede y debe ser un juez que recupere de
ese modo la parte más jugosa de su identidad» (págs. 55-56).
¿ Cómo se debe reflejar todo ello en la universidad?
Hay que lograr una «fórmula de incorporación univer­
sidad-sociedad, en la que
se titule a los licenciados en el
interés colectivd y no en reliquias. Que haga auténticos
profesionales y especialistas sociales en la más amplia
acep­
ción política del concepto( ... ) (que) se acrediten como peri­
tos en el hombre en sociedad» (pág.
21 ). Para ello hay que
«permitir· el acceso a ·un 'paquete; de asignaturas opción,
mucho más adecuadas a las perspectivas profesionales del
individuo y a su propia teoría de
la Historia, entre las que
escoger libremente» (pág. 22).
741
Fundaci\363n Speiro

/OSE FERMIN UA.RRALDA A.RIZCUN
742
¿ Cómo se deberá investigar?
«La Historia que se haga, por tanto,
contribuirá a re­
producir el presente y la sociedad existente. Es decir, será
conservadora. O
por el contrario, podrá incluirse entre los
esfuerzos por hacerla cambiar.
En este último supuesto la
Historia-conocimiento se amoldará al sentido de la Historia
conocida, en una verdadera identidad epistemológica.
Ple­
gándose a dla, interviniendo en ella y procurando mante­
nerse a su ritmo de desarrollo, formará la unidad de co­
nocimiento-acción que le servirá · de guía antes de empezar
su trabajd. El resultado de la investigación histórica es, en­
tonces, una
parte de la ideología social de su época y debe
participar en igualdad de condiciones en las luchas políti­
cas e ideológicas de su tiempo. Será utilizada y esgrimada
por unos y otros,
en sus propósitos teóricos y alcanzará
el timbre de beligerancia, en
las mismas condiciones que
cualquier otra opinión-conciencia de
la estructura culrural
de la sociedad» (pág. 30 ).
«La elección del objeto debe tener en cuenta una regla
de
oto: la investigación sobre el pasado no puede hacerse
más que desde el presente. Si intentamos aislar el presente
y en concreto el presente del historiador, de lo que inves­
tiga, tendremos el
agujero negro de la itrelevancia o el sa­
ber menor del divertimento intelectual. El investigador
perseguirá entonces una imposible neutralidad, una
Histo­
ria-anulación, que le conducirá a hacerse cómplice de la
inmovilidad,
pero que no podrá hacerle renunciar al influ­
jo de lo actual» (pág. 29).
Respecto a
la Historia-conocimiento: «Algunos creen
que esta impertioencia o inadecuación social, procede de
una equivocada o elitista elección del objeto histórico. De
una despreccupación por los problemas actuales y,
conse­
cuentemente, por la total ausencia de relevancia o interés.
En el origen de esta actitud estaría la inexistencia de una
vocación política en
la corporación de los historiadores,
que no pueden precisamente presumir de intromisión en
la
vida de las sociedades actuales, sino de un aislacionismo
suicida que empeora aún
más las cosas» (pág. 14).
«El mayor peligro actual
para la Historia es que ter­
mine triunfando
el proyecto de sus peores detractores, que
la relegan
al ·oficio de registrar y suministrar datos de in­
vestigación a los 'verdaderos' científicos sociales (sociólo­
gos, economistas, pol!ticos ... ). Para ello se pretende espe-
Fundaci\363n Speiro

CIENCIA HISTORICA: INVESTIGACION Y DIDACTIC.A
cializat a la Historia en cada vez más compartimentos es­
tancos del pasado» (pág. 15).
¿ Qué función se rechaza para el historiador?
«Tópicos como el de que conociendo el pasado se
cons­
truye un mejor futuro, o el de que los pueblos que desco­
nocen su ayer están condenados a repetirlo mafiana, pues­
tos en
boca de políticos aficionados o magnates del estatus
histórico
Id único que buscan es evitar que se hable del
hoy. Que resulta ser la única realidad en la que, lo mismo
la Historia que la sociedad, pueden y deben intervenir»
(pág. 17).
¿ Cuál es la función principal del historiador?: la función
política de intervenir en el presente.
«Para los historiadores, el conocimiento del pasado se
convierte en una función política,
á través de cuya eviden­
cia
se puede colaborar en la modificación del presente»
(pág. 56).
«El historiador debe ( ... } enjuiciarla ( a la actividad hu­
mana), señalar aciertos
y errores y tomar partido. Y de
estas
perspectivas, proporiet cambios y transformaciones a
sus contemporáneos»
(pág. 57.).
Se rechaza a una Historia relegada «a una función cul­
tural decorativa, a un trabajo menor en el que no se refle­
jan las inquietudes de su
tiempo, Sin poder intervenir en
el presente, el futuro tiene que ser por fuerza negativo»
para la Historia como ciencia y
para las perspectivas pro­
fesionales de los historiadores
(pág. 12). También. se recha­
za el «progresivd alejamiento de la Historia y los historia­
dores de la vida pública, de
las instituciones políticas y de
los centros de poder» (pág.
11 ).
« Uno de los principales elementos de su función polí­
tica: la labor de deducir, demostrar y propagar el carácter
transitorio y en ningún caso permanente de las estructuras
existentes, sean económicas, sociales, nacionales, políticas,
religiosas, etc. Ello es una aportación de primer otden para
la subvetsión positiva del presente» (pág. 50).
«Aceptar
un modelo de Historia que tenga la preten-
743
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN GARRALDA A.RIZCUN
sión de convertirse en arma para· la transformación social»
(pág. 33
), «que sea factor de cambio en una sociedad»
(pág. 34), «encaminándose a estudiar y aconsejar, desde
sus
conocimientos previos, la oportunidad de los cambios so­
ciales» (pág. 26 ).
«El gran desafío actual de la Historia es imponer su
poder político,
divulgarse y popularizarse como ciencia del
cambio social y del conocimienro de las luchas sociales,
para lo que cuenta
con mejores instrumentos que ninguna
otra ciencia social
en. ninguna otra época. Pero el progra­
ma que puede salvarla incluye necesariamente la interven­
ción en el
presente»-(págs. 52-53); conforme a las «posi­
bilidades de intervenir en el presente» (pág.
49), al «in­
terés político del presente en el pasado»
(pág. 49) y al
«interés permanente de lo actual sobre el pasado» (pági­
na 47) (
... ).
La Historia debe ser «comprendida desde un punto de
vista militante» (pág. 32). «Intentar oponerse a esta
dis­
posición no sólo es acientífico, sino además reaccionario e
inútil a largo plazo. La Historia por lo mismo tiene la
obligación de ser fiel a su sentido de cambio y conformar­
se como una ciencia subversiva, sirviendo de musa y agente
de las transformaciones positivas. Adoptará la forma de
una ciencia para la
. agitación y la propaganda, dirigida a
suscitar reacciones pol!ticas apasionadas en la sociedad en
que
se desarrolla. Destinada a ser arma científica del pro­
greso, de las aspiraciones
de las mayorías, a ajustar las
cuentas a las desigualdades, apoyar los derechos de
los
pueblos oprimidos, de las minarlas o de los marginados.
Apropiada para desenmascarar los falsos privilegios y las
turbias plegarias. Instrumento para denunciar imposturas y
apaños. Y, por tanto, condenada a
la persecución y al atrin­
conamiento, que ejerce el poder contra ella, con tanta su­
tileza como persistencia» (págs. 32-33).
«Reinvindicar la verdadera función de
la Historia: sub­
vertir
el presente para hacerlo más favorable y positivo
para todos ( ... ) La Historia tiene encomendada una misión
más alta: la de aportar soluciones e intervenir en el arre­
glo del presente.
El historiador no es un arquitecto de fu­
turo, sino un trabajador del. presente» (pág. 59).
No pretendemos efectuar una crítica exhaustiva ni completa
a la Historia subversiva} aunque" sí concretaremos los aspectos
744
Fundaci\363n Speiro

CIENCIA HISTORICA.: INVESTIGACION Y DIDACTICA
que por considerarlos nosotros más relevantes urgen el rechazo
de esta repetitiva y nada novedosa «propuesta pata
la irrupción
de la Historia en el presente
.. :
l.º El proclamar a la Historia como «reina de las humani­
nidades.. puede tener un fuerte sabor historicista, positivista,
marxista, etc., a elegir entre una u otra escuela. Creemos que,
en el árbol de las ciencias humanas, la filosofía ocupa el lugar
cumbre (la teología
es la ciencia sobre Dios a pattir de la reve­
lación); y que la filosofía no debe ser subsumida en aspecto
al­
guno por la historia (sería caer en el historicismo), ni a la in­
versa, por ser ambas ciencias independientes entre sí. Esto no
imposibilita, sino estimula, el debido diálogo entre la historia,
la filosofía y la teología en cuestiones concretas y de gran tras­
cendencia científica.
2.º No creemos en
la existencia de una «teoría de la His­
toria,,., ni que se pueda estudiar qué es la Historia independien­
temente del conocimiento de los hechos históricos o bien sin
una estrecha y continua dependencia de los datos conocidos y por
conocer. Desde el punto de vista del conocimiento, a mayor
con­
tacto con el pasado a través de las fuentes históricas corresponde
una mayor capacidad para elaborar el qué
es la Historia, su ob­
jeto, finalidad ,etc.
En realidad, y para los autores de La Histo­
ria subversiva, su «teoría» de la Historia patte de consideraciones
filosóficas ajenas al estricto quehacer histórico y a la independen­
cia de la ciencia histórica.
3.º Para
liberar a la Historia de su ostracismo, Lá Historia
subversiva
pretende otorgar a aquélla una nueva justificación,
identificación
y sentido. Para ello, insiste en la función de la
Historia y del historiador, otorgándoles un carácter político -en
el amplid sentido del término--, utilitario y practicista como es
el «intervenir el presente». La función de
la Historia sería «sub­
vertir el presente para hacerlo
más favorable y positivo para to­
dos» (pág. 59); construir el presente
-no el futuro--previo
conocimiento de
la Historia pero sin voluntad de repetirla.
Esta posición coincide, en parte, con la reflejada por Vicente
Pinilla en su trabajo sobre Teruel:
«( ... ) quien busque aquí una justificación histórica de
la 'provincia', no la
va a hallar. No es mi objetivd apor­
tar argumentos en este sentido,
ni tampoco en cdntra ( ... ),
sino por el contrario, de encontrar explicaciones a su pre­
sente desde la Historia. Por ello, quizás pueda sentirse
satisfecho quien busque en ésta las raíces del presente,
al
745
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN GA.RRALDA. ARIZCUN
que le interese mirar al pasado para lograr un mañana me­
jor, el que comprenda que como dijo tan bellamente el
profesor Fontana, para muchos de nosotros
la Historia no
es sino una herramienta
para la construcción del futu­
ro» (16).
Con el autor, creemos que la función de la investigación no
es justificar el pasado ni el presente. Pero, a diferencia de él,
también consideramos cierto que la explicación del presente es
una función muy secundaria y siempre limitada a los temas his­
tóricos que lo permiten, que son una pequeña parte de los exis­
tentes. La función de la ciencia histórica queda desvirtuada
al
ser tendida comd herramienta para construir el futuro: ·
Frente a La Hist01'ia subversiva, creemds los siguente:
a) La virtualidad de la ciencia histórica no se mide por su
capacidad para la transformación del presente debido al practi­
cismo y presentismo que esto conllevaría, sino por el natural y
autosuficiente interés que
el conocimiento del pasado como tal
adquiere por sí mismc,.
b) La función principal de una ciencia debe ceñirse a lo
que su naturaleza le exija y permita.
e) La alternativa propuesta por dicho manifiesto o alegato
conllevaría la preferencia de hecho por
la historia contemporánea
y
la selección política o ideológicamente interesada del pasado a
investigar.
d) También implicarla un serio peligro para la objetividad
histórica, debido al grave riesgo
de la manipulación de la His­
to'ria y a la fácil y a veces tentadora deformación de la realidad
del ayer.
e) Significa la sustitución de la Historia por la sociología
e incluso por
la antropología cultural, y la del conocer pdr el
hacer.
4.º
La Historia subversiva reduce el objeto del historiador
a
la ciencia social (págs. 9 y 60), con una lamentable exclusión
de
la historia política, militar, de las individualidades, el género
biográfico, etc., y con la consiguiente parcelación
de la Historia.
Según los autores del manifiesto o alegato,
la Historia no sería
(16) PINILLA NAVARRO, Vicente: Teruel (1833-1868): Revolución bur­
guesa y atraso econ6mico) · Temel, 1986, 158 págs., pág. 13.
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Fundaci\363n Speiro

CIENCIA HISTORICA: INVESTIGACION Y DIDACTICA
una ciencia social más, debido a su carácter de «reina de las hu­
manidades». Efectivamente, desde este punto de vista, creemos
que las diferencias de
la ciencia histórica respecto a las denomi­
nadas ciencias sociales son notables: estas últimas centran su
interés en los problemas del mundo actual aunque ello exija
amplios recortidos
y panoramas históricos, mientras que la . His­
toria parte del pasado hasta desembocat en el presente, quedando
este último fuera de
sus posibilidades y consideración.
V aldeón explica la capacidad integradora, apta
para recons­
truir una imagen global de la sociedad, que posee la disciplina
histórica,
enriquecida ésta con las ciencias sociales como la Etno­
grafía, Sociología, Economía, Antropolgía cultural, etc. A dife­
rencia de dicho autor, consideramos que dicho enriquecimiento
no pertenece propiamente
al oficio del historiador, máxime por­
que
el objeto de la Sociología, la Antropología, etc., es el pre­
sente. Según
J. V aldeón, la Historia-conocimiento no debe limitat
su interés a ningún campo específico sino que, de alguna manera,
pretende
integrar todos ellos, aspiración ésta que consideramos
prácticamente imposible de llevar a efecto. Una
cosa es la
denominada «historia
total» y otra reunir en una ciencia-la
Historia-todas las ciencias sociales. La posición de V aldeón
es similar a la de Topolsky, que otorga a la Historia una función
de
construcci6n integral de las ciencias sociales. Según hemos
señalado a este respecto, la distorsión de la ciencia histórica
es
obvia, toda vez que el objeto de las ciencias sociales no es el
pasado, sino
el presente, mientras que la Historia es fundamen­
talmente una ciencia del pasado ( 17). A nuestro criterio; la
Historia
no es una sociolog!a del pasado por tres razones: por
el reduccionismo del pasado que ello supondría ; porque no
se conservan datos suficientes pata aplicat los métodos de la
sociología al pasado anterior a la edad contemporánea, y por la
(17) VALDEÓN, J.: En defensa de la Hi,toria, Valladolid, Ed. Ambito,
198S; ToPOLSKY, J.: Metodologla de la historia, Madrid, Ed. Cátedra,
1985, 517 págs. En la elección de un tema de investigación concurren múltiples moti­
vaciones.
Una de las más importantes y convenientes para el buen éxito
y finalización de la investigación es el interés del propio investigador en
el
tema elegido. Sin embargo, si el móvil en la elección de un determinado
tema histórico es únicamente lograr una explicación del . presente en el
cual se vive, se
logra una inconveniente exclusión de gran parte del pasado
-de aquel que no tiene virtualidad en el presente del investigador o
sociedad...:..... en· lógico perjuicio del conocimiento histórico. Los polacos Kula
y Topolsky; los ingleses Dobb, Hill, Hobsbawn, y E. P. Tbompson; los
franceses Labrousse, Vilar, Calomon y· Soboul, etc., son marxistas consa~
grados a la Historia. .·
747
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JOSE FERMIN GA.RRALD.A. A.RJZCUN
estrecha vinculaci6n entre Historia y Filología, al basarse la pri­
mera en los textos históricos.
Menos todav!a la Historia. es una
sociologla del presente, debido a ceñir su objeto a lo ya acaecido
y
de lo cual debe obtenerse la debida perspectiva histórica. Es
más,
La Historia subversiva pretende ser una ciencia social del
presente.
Para ésta, la Historia debe dejar «sentir su presencia
en la resoluci6n de los problemas del presente. Pero s6lo a
con­
dición de que esa necesidad haya sido demandada desde hoy»
(pág. 52). Este supuesto límite poco a nada limita, debido a
su
carácter eminentemente subjetivo y a la dificultad, tanto de con­
cretar dicha demanda como de garantizar la objetividad de su
contenido.
La Historia subversiva parece hacerse eco de la siguiente
inquietud de George Lefebvre:
«( ... ) sin teoría previa, sin teoría preconcebida no hay
trabajd científico posible. La
teoría-construcci6n del esp!­
ritu que responde a nuestra necesidad de comprender, es
la experiencia misma de la ciencia. Toda teoría está fun­
dada, naturalmente, en el postulado de que
la naturaleza
es explicable. Y el hombre, objeto de la Historia, forma
parte de la naturaleza».
Asimismo, Josep Fontana, en
La Historia en construcción ha
señalado:
«( ... ) Lo que sucede es que lo primero que necesita­
mos para poder cumplir con este propósito,
es disponer de
un nuevo esquema satisfactorio y coherente que sustituya
al viejo y nos muestre inequívocamente qué es lo funda­
mental y de qué puede prescindirse» ( 18).
5.
0 Admite numerosos apriorismos históricos y conceptuales,
elaborados
-además-independientemente de la realidad del pa­
sado, con los cuales se argumenta una «teoría» sobre la natura­
leza, función, objeto, método, etc., del estudio
de la Histdria.
Aunque alguno de dichos conceptos resulta evidente partiendo
de los hechos históricos (ej., el movimientd está inserto en
la
vida humana), sin embargo, se elevan a categoría de axioma y se
(18) Del mismo autor, FONTANA, Joseph: Historia. Antflisis del pasado
y proyección social, Barcelona, Ed. Grijalbo, 1982; ID.: «L'ensenyament
de la
Hlstoria», en Actes del Primer Symposium sobre l'ensenyament de
les Ci~ncies Socials, EUMO (1988).
748
Fundaci\363n Speiro

CIENCIA HISTORICA: INVESTIGA.CION Y DIDACTIC.tl.
desvirtúan totalmente al relacionarlos con otros supuestos (ej., en
base a lo anterior, se pasa a formular la ley del cambio, esto es,
un cambio concebido como necesario, sistemático y sublimado).
Nos encontramos así ante la utilización de la Historia por la
Filosofía,
es decir, una Historia convertida en. «cuasi-historia»
y unos historiadores-fil6sofos.
6.
0 El conocimiento de la Historia se emprobrece hasta las
ilusiones idealistas de Hegel cuando se afirma que ha «de enten­
derse la Historia como un sistema
de vínculos ordenados por
leyes» (pág. 49), de manera que lo único necesario sería «descu­
brir
las leyes del desarrollo social y del cambio histórico» (pá­
gina 50). Descubrir un determinado análisis sería la permanente
piedra filosofal, pues el historiador «con su análisis del pasado
está diagnosticando el presente y
programando su remedio» (pá­
gina 54
), Además del exagerado alcance señalado a dicho análi­
sis, impropio de cualquiera de ellos, ¿ no está el análisis invocado
viciado de raíz
al efectuarse conforme a los apriorismos ideológi­
cos y a las indebidas generalizaciones mencionadas anteriomente?
7.º Sin vinculamos el carácter -conscientemente buscado-­
beligerante y

a un provocador del manifiesto, que rechaza con
calificativos peyorativos
las concepciones de la Historia diver­
gentes a él y «no
subversivas», con la supuesta función pol!tica del
historiador y con los apriorismos históricos de
los que se parte
para estudiar el ayer, el historiador se puede sentir fácilmente
inclinado a manipular (transformar, recrear) los contenidos del
pasado. Esta actitud tiene cierta
similitud con la de E. H. Carr
y otro autores. Según Wilson, el libro
de Carr What is History
(London, 1961
), que insiste en la subjetividad del juicio históri­
co (la cual en cierto modo compartimos):
«Es un libro deliberadamente provocador, que consigue
este objetivo, gracias _ a una _ contundente argumentación,
ingeniosamente forzada. Uno de los blancos de su ataque
es el concepto de objetividad histórica. Los estudiantes de
historia
son urgidos a 'estudiar' a sus historiadores, sus
orígenes y entorno antes de
ponerse a estudiar historia.
Sólo
así podrán despojar al historiador de su falso prestigio,
pues
el historiador es 'un producto de la historia y de la
sociedad' y los estudiantes deberían aprender a considerar­
le como
tal» (19).
(19) WnsoN, Charles: «Aciertos y errores· en las decisiones persona-
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Fundaci\363n Speiro

/OSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
Permítasenos centrarnos en una actual tendencia historiográ­
fica sobre Navarra, de la mano de
la crítica a la decisión de Carr.
Dicho afán provocador también lo observamos en
Del Río Al­
daz (20), quien califica - y descalifica- de conservadores, in­
tencionalmente manipuladores, faltos de rigor, mentirosos, media­
tizados ideológicamente, víctimas de
la ignorancia ... , a numerosos
historiadores.
S61o salva a un autor, a un ilustre médico aficiona­
do
-pero riguroso aunque sólo descriptivo-- a la Historia, al
parecer para así «abochornar» a los profesionales de esta disci­
plina, aunque al fin -y como era de esperar-también despla­
za a aquél por su positivismo y sus limitaciones. Lógicamente,
Del Río presenta su investigación como la única válida
y aun
definitiva, con menosprecio de
las restantes investigaciones, an­
teriores o coetáneas a sus · propios trabajos. En realidad, recien­
temente se
han publicado algunos trabajos que exigitlan a Del
Rid modificar sus iniciales puntos de vista, e incluso alguna de
sus descalificacidnes personales. Este autor
ha pretendido ser el
desvelador de todo mito o beneficio de la denominada por él
auténtica Historia.
La carencia de rigor del título del libro de Del Río, -supone
lo que fue la guerra carlista sin estudiarla-sus coloquialismos
y vulgarismds impropios
de una tesis doctoral, su toma de par­
tido a favor del liberalismd y los liberales (no en vano algu­
nos pensadores consideran a la Revolución francesa un aconteci­
miento necesarid para la posterior revolución proletaria), el
em­
pirismo «cargado de datos» utilizado con un claro sentido a
beneficio de
un evolucionismo dialéctico de lucha de clases, la
lectura parcial e incluso
equívoca de ciertos textos ... sdn signi­
ficativos. No obstante, nosotros no negamos nuestro respeto hacia
el autor, como
tampocd los logros y aciertos de su investigación:
no
se puede decir que lo mismo haya la obra citada.
La «cruzada» contra los mitos elaborados en tomo a Navarra
comenzó, según sus valedores, hace
afios. El Fuero, el Carlis­
md ... y todo componente sociológico, sicológico y espiritual del
denominado «navarrismo» serían unos
mitos creados por una
clase social dominante para extorsionar a
las bases sociales (21).
les en la historia. Tres ejemplos: Isabel I de Inglaterra, Cromwell y De
Witt»,
Las individaulidadesc .. , op. cit., págs. 195-209., pág. 204.
(20) DaL Ria ALDAZ, Ramón: Orlgenes de la guerra carlista en Na­
varra (1820-1824), Estella, Ed. Prlncipe de Viana, 1987, 471 págs.
(21) Nos centramos en la actual critica del Fuete efectuada por di­
versos autores. Esta crítica, ideologizada, considera que el Fuero anterior
a 1839 (fin de la primera guerra carlista) y 1841 (ley Paccionada para Na­
varra) sería una creación de las clases dominantes feudales o semifeudales
750
Fundaci\363n Speiro

CIENCIA HISTORICA: INYESTIGACI_ON Y DIDACTICA
Por eso, Del Río es un autor más en la labor de desmitificar el
pasado. Por ejemplo, Juan Pan-Montojo, en los agradecimientos
con los que inicia su libro, cita a «la nueva generación
de histo­
riadores navarros (
... ) que han iniciado el difícil e importante
trabajo de
desbrozar de mitos ideológicos, tópicos y prejuicios,
para mantener sus privilegios económicos mediante la conservación del
poder
político foral o feudal en sus manos. Posteriormente, el Fuero sería
una creación de la burguesía liberal de Navarra quien, para garantiza:t su
poder económico y social, también pretendió ocupar el poder pol{tico;
para ello creó el mito del Fuero que le permitiese controlar a toda la
sociedad navarra engañada políticamente por ellos con el sefíuelo Foral.
La primera expresión peculiar del mito foral conllevaría la consideración
de la
ley de 1841 como Paccionada; ley ésta que supondría un régimen
financiero y tributario favorable a dicha burguesía dominante en perjui­
cio de la clase proletaria y asalariada. En ambos. casos «Forales», los
del Antiguo
y Nuevo Régimen, una minoría privilegiada de navarros ex­
plotaría a uns mayoría plebeya o proletaria, desheredada, también de
navarros.
El fuero sería creado por una élite al exclusivo beneficio de
si misma, para mantener un poder econ6mico «contestado» de diversas
maneras por la
baae social (por ejemplo, por las bases populares del
realismo
en 1820-1823 y del carlismo en 1833-1839). La historia del
Fuero sería
la historia de la lucha entre una minoría privilegiada de na­
varros contra una mayoría. y, como reverso, el intento de sublevación de
ésta última. Este intento habría sido ocultado y desvirtuado desde que
se produjo hasta
hoy, tanto por las élites privilegiadas que deseaban me.­
tener el Antiguo Régimen mediante las guerras realista. y carlista, como
por la historiografía conservadora favorable a dichas élites arcaizantes y
antiprogresistas.
La mitificación del Fuero sería, en cada caso, una ideali­
zación interesada del pasado, de algo inexistente a beneficio de los in­
tereses de una clase privilegiada tradicional o -liberal.
También la Iglesia insrirncional tendría su responsabilidad en la crea·
ci6n del mito Foral, como propietaria cuasi-feudal en el Antiguo Régimen,
y como propietaria y vinculada al poder político conservador tras 1841.
La Iglesia se vincularía, primero a las clases dominantes de la aristocracia
y la burguesía ennoblecida, y después a la burguesía; siempre vinculada
al poder económico y político, y utilizando los mitos religioso y Foral
simultáneamente para mantener sus situaciones de
privilegio.
Es más, según M.• Croz Mina Apat, el Foralismo del siglo XIX y xx
sería una creación típicamente del hDeralismo navarro. Entre otras cosas,
al ser el mito Foral señalado como -«culpable», también sería· «acusada»
como «culpable» la burguesía navarra, con lo-cual la Historia ganaría
protagonismo en la lucha ideol6sica y pol{tica de la acroalidad.
Parte de ésta
interpretaci6n, asombrosa desde cualquier punto de vis­
ta, ha sido defendida por miembros del «Instituto Gerónimo de Uztariz»,
lo cual no niega el valor de -ciertas investigaciones efectuadas por aquellos
de los
más cualificados. Esta defensa se ha realizado, en parte, en varias
ponencias presentadas a su «Primer
Congreso de Historia de Navarra de
los
siglos xvn1-xrx-xx», celebrado en Pamplona en diciembre de 1985,
así como en varios trabajos, publicados en el Boletín núm. 2 de dicho
Instirnto (1988), 120 págs. Omitimos los nombres de las investigadores
mlis destacados al respecto.
En dicho Congreso, Francisco Tomás y Valiente present6 una «provoca-
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/OSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
el conocimiento del pasado de Navarra» (22). Resulta paradójico
afirmar científicamente la existencia de mitos, etc., sin trabajos
concluyentes demostrativos ; incluso, en el caso de una demos­
tración, el recurso al mito más parece un apriorismo de lucha que
la formulación de una tesis científica. No es preciso insistir sobre
tiva»-ponencia, no publicada en las Actas, titulada «Aspectos politico-ins­
titucionales de Navarra en los siglos XVII, XIX y xx», de na.turale?.a polémica
y beligerante. En ella se efectuaron ciertas afirmaciones más allá de lo es­
trictamente científico, de carácter ideológico y militante: «el historiador
de hoy, que como hombre individual participa de
un modo de ver todo
desde el punto de vista racionalista, está en mejor punto de partida para
hacer historia» que los restantes;
la razón se mide con criterios de ma­
yoría; el conservadurismo económico y político ha creado el mito Foral; la
creación de aquellos mitos cuyo responsable interesado en dicho conserva­
durismo, conlleva la
alienación del pueblo, en claro perjuicio de éste. Dicha
ponencia
y ciertos trabajos de diversos autores, tienen una clara proyección
práctica de compromiso ideol6gico. Desde
un punto de vista práctico,
Tomás y Valiente nos permite
imaginar a una mayoría (por serlo, poseedo­
ra de la razón y en cuanto tal «desalienada») popular, que desee despla­
zar definitivamente a la minoría
couservadora de los privilegios económi­
cos y, por ello, del poder político, al que -según ellos-se aferra ·para
conservar aquellos. Para lograrlo y una vez conseguido, el centro -de aten­
ción popular pretenderla derribar el mito creado
por dicha élite privilegia­
da
y de poder; el sentimiento popular actuaría con contundencia y sin
contemplaciones contra el mito irracional, alienador y opresor, declarando
a sus interesados creadores como culpables de un grave delito contra un
pueblo hasta entonces oprimido. Ignoramos los medios utilizados en esta
lucha, aunque
en nuestra hip6tesis interpretativa imaginamos que deberán
de ser los que aporten una victoria segura y eficaz; Los medios, con ser
importantes, sería lo de menos; lo
más relevante fue la frialdad y contun­
dencia· de
la exposición de Tomás y Valiente -a pesar del trascurso de
los· años todavía me impacta su recuerdo-, y su gran coherencia ideoló­
gica, en lorba. Del Río fue contestado por Rafael Gambra en Diario de Navarra,
4-XII-1987; y
Tomás y Valiente y las hipótesis del «mito Foral» por
Jaime Ignacio del Bnrgo
(Diario de Nava"a, 21-1-1986) y José Angel
Zubianr (id., 20-III-1986), aunque ninguno de ambos -y .si el autor de
estas
líneas-asistió al la sesión del Congreso citado.
Al parecer, Pablo Antoñana, escritor a veces aficionado a la Historia,
ha
aportado· su «grano de arena» (por su frenético parcialismo y anticarlismo
que utiliza la Historia
y se aprovecha. de un precioso álbum de un veterano
carlista lleno de preciosas miniaturas:
en fin la arena transformada en lodo)
a ésta interpretación al señalar sobre los Fueros defendidos por los
car­
listas en 1876: «¿Los Fueros?, una administración medieval arcaica, roída
por el Poder
central día a día y que servía a Sumisos notables y principa­
les, que los
utilizaban en beneficio propio», ANTOÑANA, Pablo: Noticias
de la segunda guerra carlista, Pamplona, Ed. Gobierno de Navarra, 1990,
col. «Panorama», núm. 16, 53 págs. (101 lám. s./n.). El precioso álbum
utilimdo en parte, se conserva en la cámara acorazada del Archivo Ge­
neral de Navarra. Lo hemos coO:templado no pocas veces, y nos apena
sus tristes destino y
utilización, tan contraria a la voluntad de su autor,
al parecer hombre de fidelidad y vibrar carlista.
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CIENCIA HISTORICA..: INVESTIGACION Y DIDACTICA
esto, salvo mencionar la también reciente publicación de un libro
del escritor Pablo Antoñana que
.«desmitifica» -sin prueba al­
guna-el Carlismo navarro de la tercera guerra (1872-76), en
cuya versión
añade una fuerte dosis de recba20 del Carlismo que
pasa basta el insulto. Claro está que este último libro no
se
presenta como estrictamente cienúfico a diferencia de los ante­
riores, aunque utilice
una documentación a través de la
cual su
autor pretende desvelar el pasado (23).
Paralela a esta interpretación «desmitilicadora», últimamente
Emilio Valerio
-a quien mucho apreciamos-'-ha vuelto a ,insis­
tir en la existencia del Fuero político de Navarra, como realidad
y no como mito, durante los siglos XIX y XX, así como en la ca­
pacidad de éste para vertebrar la entidad política que es Navarra.
Sin
embargd, creemos que ciertos fundamentos y perfil de las
afirmaciones que conocemos de Valerio, no se ajustan rigurosa­
mente a
la realidad del pasado (24).
(22) PAN-MONTOJO, Juan: Carlistas y liberales en Navarra (18JJ-18J9),
Pamplona, Ed. Gobierno de Navarra, 1990, 208 págs. Apaste de las in­
dudables aportaciones científicas de éste libro, considero impropio en un
científico el tratamiento que dispensa a cierto historiador, tanto en sí
mismo como por
extraer la afirmación que crítica de su contexto, por no
comprender
la verdad condensada en una ironía, no apreciar el recurso na­
rrativo por el cual el investigador se incorpora en sus personajes en al­
guna ocasión, no-distiguir el núcleo de una investigación de las adherencias
finales que amplían
la visión expuesta en aquel, no aprovechar las apor­
taciones ofrecidas al tema estudiado, sustituir
el sefuerzo critico por la
descalificación gratuita no ya sólo del trabajo que contraría sus tesis, sino
también de su autor ... Se puede
y debe discrepar científicamente, pero
nunca mutilar, distorsionar, desvalorizar
y menos intentar desprestigiar cier­
tas tesis, historiadores, trabajos
y· revistas históricas. Vid., págs. 171-172.
Parece que
el autor ha seguido de cerca el consejo citado de Carr de
estudiar más
al historiador (por supuesto que a su manera) que su inves­
tigaci6n.
(23) Vid., nota 21.
(24) Valerio, muy acorde con la posición de Jaime Ignacio Del Bur­
go, mantiene la existenciá de una mutua oposici6n entre los ilustrados y
el denominado Antiguo Régimen en Navarra, es decir, entre los ilustrados
renovadores por
un lado y el clero y los pueblos del Norte de Navarra por
otro, identificando a este últimos sector con
la Navarra medieval. Afirma
la identificación entre el liberalismo moderado y la modernización, y que las
Cortes del reino y el clero eran un freno para dicha modernidad; que el
liberalismo sería necesario para la perviven.da del Fuero navarro; hubo una
continuidad
y no una ruptura entre -las instituciones del Antiguo y Nue­
vo Régimen en Navarra; los liberales se destacaron fundamentalmente
por adaptar a Navarra las ideas'· foráneas a ésta, puesta la mirada y es­
peranza en el futuro; donde más influyó el Carlismo sería en 1936 y en
la definición del Régimen de Franco, y no en
el siglo XIX en la defensa
de los Fueros.
En adelante, la clase media, burguesa y católica, marcó
cómo iba a ser Navarra, superando así el viejo enfrentamiento entre libe-
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/OSE FERM1N GA.RRA.LDA .ARIZCUN
8.º Según La Historia subversiva, d historiador debe juz­
gar d pasado y ayudar a «reprogramar nuestro presente para
interpretar, enjuiciar y mejorar el de todos» (pág. 59). No en
vano, arremeten
contra Bloch y Febvre, los fundadores de los
rales y carlistas· y las ideologías .que ambos representaban; el amejora­
miento Foral de 1982 sería la expresión de una supuesta evolución per­
fectiva del Fuero y de Navarra,· efectuada durante los últimos 200 años
a partir de finales del siglo XVIII. Quiere identificar los principios de la
Revolución francesa con dicho · perfeccionamiento de origen histórico al
que 9-uestros días serían deudores. VALERIO, Emilio: «Contribución al
estudio sobre el origen y evolución ,de la foralidad Navarra», tesis doc­
toral, Uuiversidad Complutense de Madrid, 1988. Estas afirmaciones que
reseñan dicha tesis las encontramOs en Diario de Navarra, 17-IX-1989,
pág. 46 donde· se inserta uoa larga entrevista con el autor. Conocemos
las tesis de V alerio por la extensa reseña periodística señalada. Según
aquellas y a la espera de la publlcación de dkho estudio, parece que nada
se ha investigado en los últimos años, pues ciertas afirmaciones expuestas
ya han sido puestas en tela de juicio y declaradas insuficientes e incluso
erróneas conforme a realidades que consideramos documentadas.
Creemos que
la respuesta a la postura «crítica» (nota 21), y a Valerio es
la siguiente: hay varias clases de Ilustración por lo que falta uoa conexión
global entre la Ilustrnción en general y el liberalismo posterior; el liberalismo
no poseía la exclusiva del progreso .material -y menos espiritual-, pues
también los sectores no liberales lo deseaban, estaban comprometidos con
él,
y podían crear las condiciones aptas al· efecto aunque con patentes diferen-.
cias respecto al liberalismo; el Nuevo Régimen supuso una ruptura en las
instituciones del reino de Navarra y, a modo de ejemplo, también en el
ayuntamiento de Pamplona; con la Revolución liberal el Fuero del reino
quedó truncado y desvirtuado y el municipal de Pamplona aoulado; el
liberalismo convirtió al reino d.e Navarra en una provincia, con el despojo
de una gran parte de sus inalienables derechos forales; las atribuciones de la
Diputación Provincial tras 1841 adoleclao de una pérdida de competen­
cias respecto a las que poseía anteriormente, a pesar de su incorporación
de algunas propias del abolido Consejo Real del reino de Navarra; las
concesiones o derechos reconocidos por la ley Paccionadá de 1841 a favor
de Navarra, no respondieron a los derechos del viejo reino,
ni al sentir
de los navarros
-en general favorables a D. Carlos--por haber sido
pactadas entre los liberales
moderados de Navarra y los del Gobierno
de Madrid; el denominado Antiguo Régimen ( una vez caído ha sido y es
fácil hacer astillas y fuego con él) tenla la virtualidad de su propia per­
duración previas reformas en su seno, ansiadas por un sector de sus
partidarios
más firmes, ansiedad ésta susceptible de un detenido e inte­
resante estudio; los
liberales navarros enm. foralistas per acciden¡ y a pesar
de ser-liberales, mientrás que el Carlismo lo era per se, como lo más
propio y natural; la tendencia renovadora ( en la. variedad de sus mani­
festaciones) que
en España hunde documentalmente sus raíces hasta fina­
les del siglo XVII (Corona Baratech y otros) iospiró, al parecer, a amplios
sectores del realismo y después del Carlismo peninsular, sobre todo en
Navarra, por haber vivido ésta -aunque como excepción bajo el trono
centralista de los Borbone&-el régimen pol!tico tradicional y Foral hasta
la Revolución liberal. Suponemos que la tradición de Navarra miraba al
futuro, no se anquilosaba en sus insuficiencias y tenía una clara vocación
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CIENCIA HISTORJCA: INVESTIGACION Y DIDACTICA
Annales, según los cuales el historiador debe «explicar, compren­
der, pero jamás juzgar». Por nuestra
parte, creemos que el his­
toriador debe de abstenerse de dar juicios tanto debido· al subje­
tivismo que éstos implican, lo cual
contrariaría la necesaria obje­
tividad de toda ciencia, como
por la dificultad de poseer todos
los datos del pasado y
de alcanzar así una períecta comprensión de
las circunstancias.
Si alguna vez el historiador efectúa algún juicio
(nunca como sistema), debe presentarlo con todas las cautelas,
y realizarlo
en aquellos aspectos que poseen una gran importan­
cia, en los que se comprende una cierta confluencia entre la
faceta del historiador y otros interrogantes propios de un hom­
bre
en continuo contacto con las personas y circunstancias del
ayer, máxime cuando
se acerca a lo que Alvaro D'Ors denomina
«verdad
histórica», cuyo conocimiento va más allá de las posibi­
lidades de la ciencia histórica.
Los temas respecto a los cuales
se
puede admitir que el historiador eíectúe cierta interpretación
y formule algunos juicios prudenciales podrían ser, por ejemplo,
actualizadora. La complejidad y pluralidad social innata a toda comunidad
-no ya sociedad-, sobre todo en Navarra debido a la gran variedad de
sus gentes, nos permite no aceptar d red.uccionismo que supone el creer
que la clase media fue quien determinó cómo iba a ser esta provincia:
la vieja querella entre liberalismo y carlismo no depuso las armas ~basta
imbuirse de hemeroteca-, ni siquiera durante la II República en donde
se presentó una candidatura única de derechas.
En fin, negamos: que la aportación de la Revolución francesa tuviese
un saldo positivo para Navarra, sin que esto suponga un jujcio de valor
moral; la continuidad institucional y' práctica entre el espíritu reformista
del siglo XVIII en Navlltta y el liberalismo; la necesidad del liberalismo
para el progreso material e institucional; que los liberales navarros sir­
viesen al Fuero (aunque foralistas a su modo más· bien se sirvieron de
él); la continuidad entre la plenitud Foral del reino de Navarra y los
mínimos forales (sí así pueden llamarse) de la ley Paccionada de la nueva
provincia; la permanencia institucional, social, política, etc., de la Nava­
rra anterior al liberalismo en la Navarra postei;ior a la victoria de ésta
ideología e:x6gena a dicha provincia.
Valerio
señala: «lo que iba a ser una historia de la foralidad y el
Fuero, terminó en un estudio de las ideas y los hombres políticos de
Navarra durante el periodo estudiado, del siglo XVIII al xx». El proyecto
era ambicioso, y lo que· todavía no han podido efectuar los historiadores
por su complejidad, lo ha intentado hacer un hombre de leyes, fiscal del
Estado. De todas maneras, repetimos, esperamos la publicación del trabajo
comentado. En v~ de interdisciplinariedad, asistimos a la absorción del
vasto
tema del Fuero en sus ·manifestacionu; &>ciales, de mentalidad, etc., por
una investigación que -a nuestro parecer-debería limitarse al Campo del
Derecho. Esto no me es fácil de comprender. En realidad, y sin ánimo
de exclusivismo, parece que la ciencia histórica es el reclamo principal
de no pocas investigaciones que no son propiamente Historia. ¿Será por
ser
la «reina de las humanidades»?: no lo creemos.
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JOSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
los grandes hitos que jalonan el acontecet histórico de los si­
glos modernos y contemporáneos, con motivo de los cuales con­
viene que la ciencia histórica entre en diálogo intetdisciplinar
con otras ciencias independientes como
la Filosofía, Teología, etc.
La mala costumbre, a
veces sistemática y aun implícita en
ciettos
análisis históricos, de realizar juicios sobre el pasado, im­
plica; además de la citada pérdida de objetividad histórica y. el
subjetivismo inherente a todo juicio, la tendencia a situar a dicho
subjetivismo el juicio como centro del quehacer histórico.
Con­
forme a estos supuestos, la Historia dejaría de set una ciencia,
transformándose
-en el mejor de los casos--en erudición o, en
el peor, en opinión transformadora de la realidad del presente
y
muchas veces también del ayet.
9.
0 La labor del historiador encuentra su sentido en «anun­
ciar el modo en que la humanidad· se ha enfrentado a su destino
para mejorarlo y equivocarse», pregón este cuya formulación
con­
lleva una clara intencionalidad para la transformación eficaz del
presente
en un sentido dialéctico. El sentido de la Historia sería
alcanzar «la prometida y utópica libertad igualitaria» (pág. 57),
un «punto utópico de libertad y
paz genetales, al que la huma­
nidad llegaría después
de la larga travesía entre el reino de la
necesidad y el reino de la libettad» (pág. 31). Estas afirmaciones
se vinculan a Ia patente simplificación acerca
de lo que es la
vida: «procurar subsistir y alcanzar el bienestar, a través
de una
gradación conflictiva» (pág.
31 ).
En todo ello observamos una confusión entre la labor propia
del historiador y sus variopintas proyecciones como hombre.
Confusión según la cual el historiador, como tal, debetía de
poseet
unas ideas e intertcionalidad filosófica, a nuestro criterio inadmi­
sibles en
su función de historiador, de científico del pasado. De
un pasado donde posibilidad
y realidad no siempre se identifican,
donde la multiplicidad de concreciones de lo real pueden ser
asombrosas en cualquier circunstancia,
y donde intervinen --0
pueden intervenir-factores tan aleatorios como el libre albedrío
el misterio que encierra cada hombre, la conciencia humana, el
azar, la casualidad, la imaginación, la sorpresa, lo casual, ideas
y decisiones individuales, las formas de ser
... No debemos for­
zar la realidad.
Las preferencias personales, la carga intencional, la Filoso­
fía ... , pueden existir en el científico en cuanto hombre; sin
embargo, en
su quehacer como historiador, lo que en realidad
interesa
es conocer el pasado con la mayor fidelidad posible.
El deseo sincero por encontrarse con el
ayer tal como fue
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CIENCIA HISTORICA: INYESTIGACION Y DIDACTICA
debe ser el norte y guia del trabajo, efectuadd éste tan sólo con
los datos aportados del pasado. Esto no impide que
el estudio
fiel del ayer ilumine el presente de alguna manera y según el
tema.
La Historia sólo es partidaria de. si misma, esto es, de lo
ya ocurrido y tal como ocurrió ; no existe un estudio histórico
auténtico de carácter beligerante, militante, apologético. Una
cosa
es que la investigación histórica como tal desbaga un incorrecto
entendimiento del pasado, otra que este conocimiento sirva a
otras disciplinas
científicas para sus argumentaciones, y una ter­
cera que el ensayo parta de todas las ciencias como firme sustrato
10.º
La Historia subversjva considera como objetivo de la
investigación histórica el estudiar lo que denomina como
mov:i·
miento y lucha. Todd ha estado siempre en movimiento hera­
cliano. A nuestro parecer, y desde una prespectiva histórica, las
manifestaciones de lo real han variado sin que ello indique que
la mutación
sea un constitutivo del ser y nd sólo un predicable,
ni que toda la Historia sea, sin más, un producto de cambios
y transformaciones. Hubo etapas históricas como los
comien­
zds del Renacimiento cultural y de la Ilustración en general, en
que las élites culturales y políticas tenían una conciencia de
dife­
rencia respecto a las élites de la etapa anterior ; sin embargo,
en otras épocas,
pdr su homogeneidad y su larga duración, esta
percepción y conciencia pudo ser inexistente. Asimismo, la His­
toria no es sólo uria sucesión de cambios rápide>s o lentos, pues
también acontecen claras fases de asimilación, consolidación y
aun estancamiento de
urta concreta manifestación del ser. Ade­
más, en las épocas que caracterizamos como de cambio, hay
numerosos elementos anteriores que persisten, la mutación
-en
Id que respecta a los aspectos más decisivos-pueden afectar
sólo a una pequeña
parte de la sociedad, y las evoluciones se
diferencian claramente de las revoluciones culturales o políticas,
es decir, de la ruptura en las ideas, mentalidades, costumbres,
valores, etc.
En la Historia, todo relativo cambio ha supuesto,
a
su vez, una relativa .estabilidad.
Coincidimos con Bernard Bailyn, según
el cual ·es desafío
actual está en «escribir unas narraciones que estén dominadas
por
un sentido del movimiento a través del tiempo, que incor­
pdren los estudios técnicos, muestren cómo el mundo actual fue
moldeado desde un pasado muy diferente
y, por lo tanto, estén
concertadas en los movimientos críticos
de transición del pasado
al presente» (Altántida, 1990, núm. 4, pág. 20).
Según
el elegato comentado, la lucha de clases ha sié:lo sus­
tituida para la mejor comprensión del pasado, por un continuo,
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/OSE FERMIN GARRALDA. ARIZCUlv
excluyente y aun brutal forcejeo «con alguien o contra los demás
y el entorno natural establecido». Es evidente, hasta la redun­
dancia, que la vida .supone
un esfuerzo, aunque es una realidad
oculta -que se puede rastrear en las biografías--que este force­
jeo tiene lugar
sobre todo en el interior del hombre, y
se encuen­
tra en éste consigo mismo
más que con otros hombres d el entor­
no. El esoenatio
más auténtico es el interior del propio hombre. En
realidad, la conciencia
ha sido la fuerza motora de numerosas
decisiones históricas ( el casd de Lutero
es uno de los más lla­
mativos).
Sin comprender, en lo posible, la conciencia humana,
no
se puede descubiri ni entender los principales -pdr no decir
ninguno--acontecimientos históricos de envergadura, ni otros
de menor o
escasa relevancia. Quizá sea ésta una de las mayores
limitaciones del historiador: lo verdaderamente interesante se
desconoce, pues el
corazón del hombre, el verdadero y profundo
escenario de la Historia, queda vedado al historiador casi total­
mente. En relación con la intimidad humana, advirtamos que la
conciencia individual (las ideas.:.) fue anulada, en su día, por
la escuela de los
Annales, al insistir ésta en la conciencia colectiva
(las mentalidades).
En realidad, no toda manifestación humana ha supuesto un
forcejeo, ni éste ha sido el ideal de no pocas sociedades. Desde
la perspectiva del historiador,
Id primero es concreiar y exPlicar
los acontecimientos del pasado para as{ conocer los esfuerzos que
los originaron. Al insistir incisivamente en el hecho del
movi­
miento y la lucha, estas categorías pueden ganar entidad por si
mismas en detrimento incluso de los hechos históricos que son
los que

primeramente nos deben de interesar.
La imagen visio­
naria de
La Historia subversiva se exPresa de la manera siguiente:
758
«Pero este forcejeo se ejerce siempre en disputa con
alguien o contra los demás y el entorno natural establecido.
Se trata de una lucha sin contemplaciones, de una compe­
tición la maydr parte de las veces cruel. Como sucede en
el reino animal, el hombre individual o asociado a otros
hombres provee a sus intereses mediante una riña
exclu­
yente. Este elemento es básico y denominador común his­
tórico. Es
el componente más significativo de la histori­
cidad humana, porque se puede encontrar en
el origen y
desarrollo de
· los grandes y pequeños acontecimientos de
la especie. También como entre los animales esta competi­
ción tiene límites y leyes, que pueden ser condcidos, or­
denados
y previstos, descontando los debidos márgenes
erráticos, que no afectan a la trayectoria global» (pág.
51 ).
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CIENCIA HISTORICA: lNVHSTIGACION Y DIDACTICA.
Según esta formulación, la lucha es elevada al ámbito de los
principios. El
maximalismo, recluccionismo y apriorismo de este
esquema, temple y contenidos,
es evidente para un historiador.
Seguramente dichas
afirmaciones, de inspiración existencialista,
originarían un debate filosófico, pero nunca histórico, por lo
que prescindiremos de tenerlas
en cuenta en lo que respecta al
método de la ciencia histórica.
No es fácil comprender el sentido que pueden tener las rea­
les o supuestos constantes del movimiento y de la lucha citadas
en el texto, de no incluirlas en la mentalidad evolucionista y
dialéctica compartida por
el manifisteo comentando. En dichos
aspectos, la formulación de este último fiolosófica
y, por ello,
puede recibir impugnaciones desde la ciencia de la filosofía.
Ello
no niega que, en las realidades concretas del pasado, se
cdnstante empíricamente, como parte de la realidad, la presencia
de
la movilidad y de las tensiones sociales de todo tipo.
11.º
La Historia subversiva establece una estrecha vincula­
ción entre los elementos siguientes: la estructura estableci~ en
la sociedad actual, la ideología dominante, la burguesía, el inmo­
vilismo, le denominada Historia cerrada, la trivialización de la
ciencia histórica, el descriptivismo y el concepto de Historia man­
ntenido
-intencional y conscientemente-- según él por la Aca­
demia y las Universidades, etc. Estas generalizaciones y vncula­
ciones, al parecer de inspiración ideológica, deberían ser demos­
tradas y no meramente formuladas. En realidad, numersos De­
partamentos de la Facultades de Historia que hay en España
han mostrado su competencia e independencia profesional, aun­
todavfa las ideologías
-y las «teorías» previas a la investifación­
aniden en determinados Departamentos. La recesión ideológica
experimentada en Francia
se está retrasando en España, quizá
por nuestro deseo de · independencia científica, fidelidad a las
posturas adoptadas con retraso
y el frecuente mimetismo respecto
a las corrientes europeas, según
el caso.
12.º La objetividad histórica desaparece al considerar que
«el historiador debe hacer valer su función como eje de la his­
toria.
El es el protagonista de lo que investiga, descubre y escri­
be» (pág. 54 ). El elegato continúa: «Debe aprovechar el caudal
de influencias recibido en su formación y cultura, absorbidas del
mundo contemporáneo y derramarld en iluminar el objeto de sus
trabajos por muy alejados que le parezcan en
el tiempo». · Esta
afirmación se vincula a otras, según las cuales el historiador debe
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juzgar el pasado, su principal función es construir el presente,
y no puede evitar la influencia de su
época. Creemos que, preci­
samente, debido al compromiso de los estudios históricos por la
modificación del presente, a
la conveniencia de evitar extremos,
y para poder ser fieles al evolucionismo dialéctico, según
La
Historia subversiva «debe evitarse la degeneración partidista de
esta función ( ... ) de hacer pasar por el aro de . nuestros intereses
actuales cualquier hecho del pasado. Así
se forzaría la lógica de
los hechos, o se negarla su objetividad ( ... ) sin respetar la con­
dición de conocimiento indispensable: la realidad autónoma del
hecho histórico» (pág. 56). De todas maneras, esta «objetividad»
del hecho histórico nunca podrá
-al parecer-ser captada, con­
forme al idealismo trascendental kantiano, que -<:reemos­
emerge en los razonamientos del manifiesto.
Conforme al protagonismo adquirido por
el sujeto ( el his­
toriador) frente al objeto (el pasado), en base al cual -según
el manifiesto-- el conocimiento no abarca con fidelidad al ob­
jeto, es muy pretenciosa la disposición de que «sólo a través de
él ( el historiador), pueden los demás identificar el interés del
pasado».
Aunque no
es fácil, sobre todo si se eligen temas de gran
proyección y expectación actual, creemos que
si es posible lograr
la objetividad histórica,
precisamente porque el conocimiento del
historiador depende del dato (hecho o
facta, palabra o verba)
extrínseco a él. La misión del historiador será supeditarse al dato
empírico y comprenderlo con objetividad y precisión mediante
el
ejercicio de las reglas de la hermenéutica. No obstante, aunque
la objetividad es posible,
no es absolunta sino limitada. Por eso,
el diálogo entre los profesionales en los Departamentos
de las
Facultades universitarias, en Congresos, Jornadas, etc., ayuda
mucho para lograr una mejor comprensión de la realidad pasada.
Una
cosa es la objetividad, alcanzada en una concreta investiga­
ción, y otra que la realidad sea descubierta y captada en la
ple­
nitud de sus múltiples facetas. Mientras que la objetividad es
irrecusable en la ciencia histórica, pocos historiadores pretende­
rán captar por sí mismos toda la realidad. Conforme a las posi­
bilidades del entendimento humano, a
la recta · intención cientí­
fica, a la utilización de la debida metodología, creemos que

es posible al objetividad, es decir, «esquivar la carga política o
socieconómica que flota en el aire
· en la que ( el historiador) está
inmerso». De acuerdo
cdn los numerosos y cada vez más fre­
cuentes estudios y a la relación profesional existente entre los
historiadores, el conocimiento de ciertas realidades
qel ayer ha
760
Fundaci\363n Speiro

CIENCIA HISTDRICA: JNVESTIGACION Y DIDACTICA
alcanzado una razonable plenitud, aunque siempre se pueda am­
pliar el panorama temático y perfeccionar su tratamiento. La ple­
nitud de una investigación es una importante garantía para
ga­
rantizar su objetividad.
La Historia subversiva rechaza con más vehemencia la posibi­
lidad de la objetividad histórica que la posibilidad de la «Histo­
ria
total», es decir, que la capacidad de estudiar, según esta ulti­
ma, las múltiples facetas e implicaciones que conlleva la investi­
gación de cada acontecimiento relevante del pasado.
Su ataque a
la objetividad y a quienes la mantienen,
es frontal y abierto. Quie­
nes no acepten los supuestos ideológicos de los que parte el
ma­
nifiesto y, en consecuencia, su .distorsionada comprensión de la
función del historiador, deberán de
ser recriminados infatigable­
mente, toda
vez que «el investigador persegnirá entonces una im­
posible neutralidad, una Historia-anulación, que le conducirá a
hacerse cómplice de la inmovilidad, pero
qrie no podrá hacerle
renunciar
al influjo de lo actual» (piíg. 29).
Es nuestro criterio que la investigación del pasado se efectúa
desde el presente, pero desvinculándose de
él, debido a sus di­
ferentes materias (lo que fue y lo que es), objeto (buscar la ver­
dad del ayer o del presente) y método.
Si sólo estudiamos el
pasado al cual subjetivamente reaccionamos -o nos demandan­
psicológicamente, el ayer que «dice más» al hombre de hoy,. ¿no
estamos . mutilando la autenticidad y plenitud del hombre del
ayer?
¿ No es traicionar la misma hu,nanidad necesaria para el
estudio de las «humanidades»?
¿ Donde queda la Historia global,
con aspiraciones de totalidad?
¿ No estamos potenciando abierta
y conscientemente
d subjetivismo en la ciencia? ¿ No se da
preeminencia a la acción sobre la contemplación, exigida ésta en
toda ciencia especialmente en las humanidades? Es más,
¿ no se
potencia al escribir la historia como si lo que sucedió estuviera
realmente destinado a suceder?
Por otro lado, y a modo de ejemplo, ignoramos cómo puede
influir
-según se dice, pretendamos o no-en el presente, el es­
tudio del rechazo de los navarros al traslado de aduanas del
Ebro al Pirineo en 1718-1720, 1817 y 1828; o bien
los intentos
de Felipe
II de Castilla de asimilar a los moriscos al resto de la
población al prohibirles
el uso de sus vestiduras y lengua tra­
dicionales. Estos asuntos y muchos otros,
de gran importancia
en su época, hoy carecen de virtualidad propia sobre el presente.
Es decir, sólo si
el historiador desea, politiza artificialmente su
quehacer cientlfico, quedando fuera de las exigencias impuestas
por la ciencia.
Si otras personas utilizan las conclusiones cientf-
761
Fundaci\363n Speiro

/OSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
ficas para fines extracientíficos, el historiador, en coanto tal, no
debe
hacer lo mismo con la delicada ciencia de su dedicación.
El problema es de envergadura, pues según José Andrés-Ga­
llego: «El problema (
... ) no es 'histórico' sino de las humanida­
des todas (
... ) ; lo que late detrás ( ... ) es el dilema filosófico en
el que se resuelve la cultura occidental» (Atlántida, 1990, núm. 4,
pág.
3 3 ). Es decir, el problema no es la ciencia histórica como
método y técnica sino que puede ser el prdpio historiador. Aun­
que esto es grave, ofrece no pocos esperanzas.
IV.
HISTORIA y DIDÁCTICA
Existe una fuerte tendencia actual en España que utiliza la
ciencia histórica como principal disciplina para efectuar una di­
dáctica cuya meta es educar en el evolucionismo y en la perenne
transformación revolucionaria del presente. A
veces son los pe­
dagogos ideologizados quienes utilizan estudios de Historia de
autores serios y competentes, que aquéllos transforman conforme
a sus propios fines. Otras,
las menos, son los propios investiga­
dores del pasado quienes ejercen
-a veces de forma inconscien­
te--el triste oficio de malograr sus estudios mediante esquemas
preconcebidos.
No en vano, según Topolsky, la
ensefianza de la Historia es
una de las bases principales para configurar la conciencia ideo­
lógica y política de la sociedad (25). A nuestro criterio, esta
configuración
qui2á pudiera corresponder a los estudios filosófi·
cos, sociológicos del presepte, etc., pero nunca al estudio cientí­
fico del pasado. Por otra parte, desde otro punto de vista, aun­
que el ayer siempre influye en el presente, nunca lo determina.
No
en vano, la herencia del pasado -en su viva realidad y por
ello también en su estudio y transmisión
científica-nunca es
difícil de transgredir por los hombres del presente. De cualquier
manera, sobre todo hoy, hay que evitar con sumo cuidado los
efectos
de inmersión; por el contrario, conviene lograr el distan­
ciamiento del objeto
propio de la ciencia histórica a beneficio
de ésta, para así conseguir la objetividad, tantci de la investiga­
ción como de la exposición de
sus resultados. Por su parte,
Topolsky prefiere la ensefianza de
la Historia por muy buenas
razones,
es decir, tanto porque los estudios por él propuestos ya
(25) ToPOTSKY, J.: Metodologla de la historia, Madrid, Ed. Cátedra,
1985, 517 págs,
762
Fundaci\363n Speiro

CIENCIA HISTORICA: INVESTIGACJON Y DID.4.CTICA
están ideologizados, como por creer en la dialéctica de la Historia.
Un historiador contemporáneo, Marc Bloc, ha escrito:
«La Historia o
es una tentativa de reproducción o bien
una tentativa de análisis.
En el primero de los casos, como
es imposible contar todos los hechos acaecidos, el historia­
dor deberá seleccionarlos, con lo cual deberá tomar par­
tido. Pero, además,
al no adoptar una actitud critica, se
basará, sin duda, en las fuentes más fácilmente conserva­
das,
es decir, las emanadas del poder, con lo cual correrá
el
peligro de ser transmisor involuntario de una ideología
determinada.
Si la tentativa de entender la Historia se basa
en el análisis, procurando
la comprensión de cada vestigio
del pasadd,
sin propósitos calificadores o descalificantes,
estaremos, sin duda,
más cerca de la verdad de la historia».
Estas afirmaciones
han podido deslumbrar por su sencillez,
contenidos, suponer una mayor complejidad histórica y una
no,.
vedad critica, así como por la apariencia de verdad que encierran,
a cierto sector de profesionales. Máxime en el supuesto de que
en la mentalidad de dicho sector exista una tendencia a la des­
confianza, a una búsqueda --o creación-de tensiones sociales,
y a una supuesta y sistemática creencia en la vinculación entre
poder (socieconómico y por ello político) e ideología ( «conserva­
dora» o «reaccionaria») a quienes combatir.
Creemos que
la ciencia histórica tiene una dimensión de re­
producir o narrar el pasado a conocer, aunque no todo el pa­
sado sino el más relevante. Vinculada a la narración, la Historia
debe ofrecer una explicación de los acontecimientos. También
es claro que toda narración-explicación necesita de un análisis
que indague
las relaciones e implicaciones entre los múltiples
datos, y que
efectué una crítica documental e histótica. Dicho
análisis no debe seleccionar los datos de la realidad de pasado
e11 función de una estructura congnosctivia apriorística para, en
base a ella, explicar lo acontecido. En tal caso,
los supuestos pre­
vios de análisis poseerían un carácter reduccionista y lamentable­
mente distorsionador de la realidad pasada a desvelar.
Para reproducir el ayer considerado
más relevante, sin negar
por ello
las múltiples y siempre nuevas implicaciones que surgen
en el proceso investigador hasta que se considera el estudio «ma­
duro», no s6lo se utilizan las fuentes emanadas de la institucio­
nes políticas y sociales, públicas o privadas ( el denominado «po,.
der» ). También se recurre a todo tipo de fuentes y de la natu-
763
Fundaci\363n Speiro

/OSE ."ERMIN GARRALDA ARIZCUN
raleza más variada, con inclusión -si es posible-de los fondos
documentales de los archivos familiares. Denominar como
«po­
den, a toda institución pública o privada, económicamente pu­
diente o socialmente relevante, y la
consiguiente descalificación
-aunque limitada-de los documentos· emitidos por estas enti­
dades «dominantes», supone una
hipercrítica documental que
convierte a la Historia
en un galimatías o imposible, para salir
del cual sólo queda el recurso de la interpretación subjetiva.
De
cualquier manera, creemos también que el historiador debe estar
formado para superar
los inevitables escollos presentados por las
fuentes y así alcanzar
la objetividad histórica. Es evidente que
para elaborar la Historia de una institución política (por
ejem­
plo, un ayuntamiento) es necesario utilizar las fuentes produ­
cidas por dicha institución
más que las recibidas en su secretaría
( que en realidad serán una pequeña parte del volumen total).
En este caso concreto, siempre hay muchos parámetros de reali­
dad y muchísimas fuentes documentales totalmente ajenas a «una
ideología determinada», que permiten
al historiador no tomar
partido
ni ser «transmisor involuntario» de la supuesta ideología
de la institución estudiada. En el supuesto de manejar fuentes
que supongan una determinada mentalidad, el historiador lo hará
constar así en el capítulo correspondiente a la mentalidad de
dicha institución.
Se debe salvar la Historia narrativa-explicativa, esa Historia
denominada despectivamente como de «reproducción».
Si el aná­
lis.is ,-que nosotros incluimos en la explicación-preferido por
Bloc
es el evolucionista dialéctico, mucho nos tememos que los
supuestos vicios que segúri algunos invalidan
la «Historia repro­
ducción) aparecerán cuajados ·con =es en su engolado análisis
histórico.
En las Jornadas del I.C.E. de Santander sobre la utilización
didáctica del entorno, Agustín Ubieto Arteta, tras citar dichas
palabras de Bloc con
las· que introduce su «Propuesta de esque­
ma
conceptual previo al estudio .idáctico del entorno» (ICE, San­
tander, 17 a 21 de abril de 1989, 35 págs.), indica lo siguiente:
764
«Por otra parte, uno entiende que la Historia que se
debe procurar enseñar es aquélla surgida como producto
de la permanente dialéctica presente-pasado,
o, si se quiere,
dicho de
otro_ modo, como una explicación histórica del
presente.
La Historia, en definitiva, debe conducirnos a la
comprensión y
al conocimiento del presente, a través de
la interpretación de todo tipo de documentos y vestigios
del
pasado» (id., pág. 2).
Fundaci\363n Speiro

CIENCIA HISTORICA: INVEST/GACION Y DlDACTICA
A nuestro criterio, los propios datos históricos no indican
que ellos mismos sean, en su origen, una «producto de
la perma­
nente dialéctica presente-pasado». En
el caso de constatar esta
supuesta relación en casos concretos, no por ello
se debe afirmar
y menos todavía generalizar previamente a la investigación. Por
otra
parte, si seleccionamos del ayer sólo aquello que tenga una
plasmación en el presente, estamos increpando a buena parte
-a
la parte «olvidada»--del pasado cercano o remoto de esta ma­
nera: «tú no mereces la pena de ser. recordado», «no interesas)>,
e incluso «no fuiste realidad». Esta concreta selección es propia
de cierto estilo de nuestro tiempo, según el cual todo ayer en
cuanto tal carece de auténtico interés por sí mismo. Con atj_erto
intentamos acercar los estudios del pasado y el pasado mismo
al alumno, descubriéndole la huella del ayer .en la época en que
vive. Sin embargo, al sublimar esta táctica convirtiéndola en
finalidad y método, hemos puesto fin al natural interés de cono­
cer la Historia en plenitud, incluido por supuesto aquel pasado
inoperante en
l.a actualidad. Porque si bien es cierto que la
separación entre el pasado y el presente no
es fácil de. efectuar,
pues supera la rigidez cronológica, también puede ser que buena
o gran parte de la multitud de aspectos
. del ayer sea hoy -y,
sobre· todo, actualmente-inoperante.
Respecto al contenido restante del citado artículo de Ubieto,
está lleno de interesantes sugerencias prácticas sobre la utiliza­
ción pedagógica del entorno, aunque sólo creemos aplicables con
rigor al aprendizaje de jóvenes preuniversitarios- _ y universitarios,
y no al de los alumnos de enseñanzas medias.
Vicente Fernández Benítez, en «Una aproximación
al con­
cepto del 'entorno' desde la historia. Sus posibilidades didác­
ticas en Cantabria» (ICE, Santander, 1989, 25 págs.), efectúa
varios razonamientos teóricos que le conducen a la enseñanza
de una Historia militante de la evolución, como contenido fun­
damental del conocimiento históricos de su enseñanza.
La evo­
lución
es convertida en la única realidad del pasado.
Según dicho autor,
la capacidad del entorno para estimular la
conducta de cada hombre, unido a la natural tendencia de las
sociedades a mantenerse o perpetuarse institucionalizando dicho
entorno, hacen que el estudio del pasado, con el objeto de jus­
tificar
el presente, se ponga al servicio de dichos intereses insti­
tucionales, conforme a
Id deseado por quienes los sustentan.
R.especto a esta formulación, consideramos_ que si bien el
hombre puede recibir influencias exteriores a su intimidad, tam­
bién puede asimilar y subjetivarlas plenamente, influyendo a
su
765
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN GAR.R.A.LDA ARJZCUN
vez -romo consecuencia y por su capacidad creadora-en su
entorno. Lógicamente, el historiador no debe tener como objeto
de su investigación
la justificación de su entorno personal, del
presente o del pasado, sino el conocimiento en general de
la ver­
dad de los múltiples aspectos del ayer; en realidad, pasado y
presente nunca
se identifican -en todo o en parte--entre sí,
aunque haya elementos comunes que los puedan vertebrar.
La
afirmación según la cual para el historiador los hechos del
pasado no son «dados» sino «realizados»
puede tener un sabor
kantiano, tanto
si la «realización» se refiere al hombre del ayer
como
al propio historiador. Según el autor, dicha «realización»,
lo subjetivo, histórico y opcional, esto es,
la vivencia, se deno­
mina «ideología», como expresión de la realidad social y similar
a la cultura. El estudio de los «datos» como «dados» al histo­
riador
-afiade--sería propio del positivismo, es decir, del ra­
cionalismo, amigo de la cantidad, de lo medible y lo evaluado,
y en consecuencia
-dice--fácilmente manipulable. El estudio
de las ideologías sería lo único que adelanta el conocimiento del
pasado, por ser aquéllas la dimensión caulitativa del ayer y, por no
medirse, difíciles de manipular. A este
respecto. consideramos que
la supuesta diferencia entre lo «dado» y lo «realizado»
no tiene
implicaciones para un buen historiador, pues nunca estudia el dato
o&ecido
por el pasado al margen de sus múltiples implicaciones
ambientales, de mentalidad, intencionales, de sigoíficación en el
ayer, etc. Por lo que implica al hombre del
pasado, todo «dato»
se entiende como «realizado» en o fuera del sujeto, subjetivado,
pues todo el quehacer humano tiene
la impronta del hombre,
tuya huella revierte a su vez en
él: es el diálogo del hombre con
su obra.
Separar al autor de su obra, esto es, la mentalidad y
otras facultades del hombre
respecto a su creación, nos parece
una abstracción: uno y
otra nos acercan al hombre con seguridad
y relativa precisión.
Somos conscientes de la limitación del positivismo, aunque
en no
pocos casos éste permitiese al historiador conectar con la
realidad del pasado más que muchas recreaciones apriorísticas o
reduccionistas actualmente vigentes. El que
los positivistas pre­
firiesen numerosas sucesiones de datos, no sigoífisa que, de por
sí,
los datos sólo sigoífiquen cuantificación, precisamente por
ser imposible desgajarlos de
su «realización». La rotunda sepa­
ración, y antítesis entre dato-cantidad y realización-calidad, no
es más que una simplificación racionalista ajena a la realidad,
al parecer con el objeto de permitir una construcción
dialéctica.
El autor aplica las anteriores consideraciones a .la educación
766
Fundaci\363n Speiro

CIENCIA HISI'ORICA; INVESTIGACION Y DIDACTICA
con el resultado siguiente: la realidad social, que es «intrínseca­
mente ideológica»,
se identifica con la cultura ; la institucionali­
zación de una cultura (ideología) reclama la inserción en ella de
la juventud, perpetuarse en esta
última ; y dicha perpetuación
supone la continuidad de «la experiencia de la comunidad, his­
tóricamente acumulada y culturalmente organizada». Este
pro­
ceder es -segón el autor-contrario a los criterios de J. J. Rous­
seau plasmados en su
Emilio (1762), cuyo ideal es el hombre
totalmente autónomo como expresión
de su radical dignidad y
libertad. Toda influencia sobre el hombre se convertiría automá­
ticamente
en un «poder dominante».
Esta pedagogía parte de su rechazo a toda permanencia e
ins­
titucionalización, precisamente por ignorar el sentido de la comu­
nidad y de la libertad conforme a una filosofía que no nos
com­
pete explayar. Al parecer, Rousseau sería el reclamo liberal, be­
neficioso
-por su efectos--para la construcción del evolucionis­
mo dialéctico. Una vez construido este, dicho reclamo sería
procristo.
En realidad, el autor confunde la evolución y el movi­
miento, naturales y armónicos, con el evolucionismo,
es decir,
con la evolución sistemática, permanente y buscada por
sl misma;
confunde
lo esencial con la accidental; confunde la estabilidad
de los criterios, proyectos, y
de las categorías del ser, con su
perpetuación e inmovilismo.
El motor o causa inmanente del
movimiento serla la lucha dialéctica.
Desde esta perspectiva, pa­
rece que se pretende crear y exagerar ciertas posiciones para as!
contraponerlas a continuación, con el objeto de obtener una edu­
cación imbuida por la dialéctica, en cuya misma concepción y
punto de partida educativo
se den cita los elementos siguientes:
una ideolog!a dominante ( resultado de la deformación intenciona­
da de las cualidades naturales de permanencia y estabilidad, a las
t¡ue se opone la «rebeldía» e independencia juvenil como antí­
tesis social), ideología ésta opuesta a lo «popular» (la dificultad
de separar y aun oponer entre
sl la ideología dominante y la
popular
es insuperable, pues hoy ambos procesos de «culturi­
zación» se manifiestan entrecruzados y en estrecha vinculación),
activadas mediante la evolución continua, que implicaría una lucha
«popular» ( de la juventud) contra las formas control o represión
(las instituciones heredadas o creadas por los mayores).
En reali­
dad, consideramos a esta concepción del comportamiento humano
como una de
las más ajenas a la naturaleza, aunque su demostra­
ción corresponda a la ciencia filosófica.
Segón el autor, la labor del profesor serla comunicar e incul­
car el principio de que la Historia de las sociedades
es la radio-
767
Fundaci\363n Speiro

/OSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
grafía de su evolución; esta última, previa distorsión del concepto
«evolución»,
al ser generalizada y elevada a la categoría del ser,
supone la radiografía del evolucionismo. Así,
se reduce -y, en
consecuencia,
sé distorsiona-el pasado a . [o que hay de muda­
ble en
él, explicado en función de la evolución dialéctica. Esta
evolución,
su sentido y las leyes que la explican y regulan, serían
los
principales contenidos de la Historia a transmitir. Los acci­
dentes se transforman en sustancia, el adjetivo en sustantivo ; las
individualidades ceden paso a lo colectivo, y el ser
-los aconte­
cimientos
de pasado-se diluyen en el sentido de la Historia
--de raiz filosófica-, sin interesar los hechos por sí mismos. No
en vano, consideran que la Historia es «una de las bases principa­
les para configurar la conciencia ideológica y política de una
sociedad», su denominada «identidad cultural».
Esta visión se completa al reconocer a un determinado
aná­
lisis histórico ' como única forma de explicación científica con
absoluta exclusión de
lás restantes explicaciones existentes. Di­
cho· análisis que daría estructurado mediante ciertas reglas in­
te'más que suponen ciertos apriorismos extrahistóricos de origen
filosófico; también estaría vinculado a un lenguaje ideologizado
y actual
de fácil comprensión de tipo vitalista y, por ello, de rá­
pida adopción, cuyo contenido empujaría y aún conminaría a una
determinada «concienciación» y compromiso
práctico de carác­
ter político e ideológico.
Esta concepción y
didáctica de la. Historia, se vincula a la
creencia de que · la Histoña «conserva su· papel de construcción
integral de las ciencias sociales», quizás con
el objeto de some­
ter a dichas ciencias sociales a un análisis histórico ideologizado,
tomado
como punto de partida y referencia para la transforma­
ción social
pot una determinada ideología. Para otros autores
como los de La Historia subversiva ya comentada, la Historia
debería tener una importancia similar
como «reina de las huma­
nidades». Todo
ello discurrirá en beneficio de la cultura y la
experimentación pedagógica, reclamos estos mediante los cuales
sus defensores son fácilmente escuchados por un auditorio . de
profesionales ansioso
de novedades y de nuevas técnicas peda­
gógicas que solucionen el denominado «fracos escolar».
Una
tercera ·ponencia, esta de varios autores, sobre «La prác­
tica de un proyecto
de innovación ... (ICE, Santander, 1989,
24 págs.), presentó una propuesta que a nuestro entender supone
la transformación radical de la didáctica
de la Historia y de la
mentalidad de los discentes, con una clara inspiración marxista.
No en vano se inserta
un juramento del joven Marx, simbólico
768
Fundaci\363n Speiro

CIENCIA HISTORICA: INVESTIGACION Y DIDACTICA
y expresivo, en la introducción de la ponencia. Efectivamente,
admitir el análisis marxista supone
la adopción del marxismo.
Desde esta perspectiva
hay que entender lo que para dichos auto·
res
es el objeto de la enseñanza:
«Desarrollar la capacidad de implicación
de los alum­
nos con
la comprensión y explicación de los problemas,
lo que apela a
su capacidad de pensamiento, y con la su·
peración de dichos problemas,
lo que apela a su voluntad
y su capacidad para asumir alguna clase de compromiso
ético»
(pág. 10).
Dicho de otra manera: esto supone una estratégica elección
de los temas y del perfil de cada uno de ellos, conforme al in­
terés del alumno
-o del coordinado--y no según su importan­
cia objetiva en la Historia. También conlleva un posicionamiento
emocional para «superar» el pasado, lo cual supone un juicio
de valor que impele a la acción; y una postura activa ante el
presente y el futuro, no
ya para comprender el pasado (lo que
por otro lado y de esta manera sería imposible), sino para
cons­
truir el presente e incluso el mañana (26 ).
El logro y éxito de este proyecto implica, en primer lugar,
concienciar
al profesorado para que este lo haga después con
sus discípulos.
Mentalización, que deberá de ser activa por parte
del sujeto paciente. Este proceso no es
fácil pero, quizás, no ten·
ga grandes resistencias por el señueld en el que se funda, esto
(26) Esta tendencia pedagógica pretende: l.º plantear la verdadera
dialéctica de los hechos; 2.º considerar como prioritario y obligad.o inte­
resarse por el movímento (no le interesan los hechos en sí mismos, sino
su corrupción en el tiempo),
toda vez que el núcleo base de la Historia
serla el dinamismo interno de sus distintos niveles, que provocarla una
contradicción entre un pasado acabado y un presente; 3.º entender la His­
toria como un discurso entre lo móvil e inmóvil; 4.º teorizar sobre las
acciones y tensiones sociales; 5.º conectar continuamente el
pasado con el
presente tanto
para acceder a la propia realidad del alumno -para ha­
cerle c6mplice de la actual transformación del mundo-como para acele­
rar el devenir; 6.º convertir al alumno en un sujeto constructor de una
síntesis interpretativa y
creadora que parta de sugestivas hip6tesis, del
enfrentamiento entre sujeto y objeto de estudio, de apriorismos como el
de la necesidad de adecuar las superestructuras a unas «infraestructuras»
nuevas
y cambli!,lltes; 7.0 entender la enseñanza como la sustitución de la
asimilación consciente y activa por la investigación personal y totalmente
autónoma, etc. Esta
didáctica. se ha planteado en España desde hace no
pocos años.
Vid., por ejemplo, RA.MÍRBZ AIS.A, Elías: «Hacia una nueva
didáctica de la Historia»,
Rev. Vida escoltlt', núm. 197-198 (marzo-abril,
1978), págs, 69-72; Jornadas del ICE de Santander (1977), 193 págs., pá·
ginas 83-102.
769
Fundaci\363n Speiro

/OSE FBRMIN GARRALDA ARIZCUN
es, en una forma muy especial de «pedagogía activa», acompa­
ñada a su vez de un vocabulario y formulaciones ideologizadas
pero de una actual
fácil comprensión por responder a una de las
mentalidades socialmente actuales y actuantes.
Los autores de la ponencia comentada niegan la objetividad
en el conocimiento de la Historia pues,
para ellos, dicha objeti­
vidad es, sobre todo, un problema ideológico. Hablan de una
«aparente neutralidad» de la Historia, y
de la imposibilidad de
«manejar un conocimiento científico al margen de aspectos ideo­
lógicos y sociológicos» (27). Según éste planteamiento, los cien­
tíficos que no sigan los moldes marcados por los nuevos profe­
tas, efectúan, por eso mismo, una ideologización de la ciencia, de
una ciencia convertida en un imposible. Se presentan como los
únicos «servidores» de la realidad histórica
---- utilizarla-quizá porque esto da un buen resultado práctico, y
porque
es lo único viable, para no levantar sospechas, el adelan­
tarse a denunciar a otro de aquello de lo que no se quiere ser
recriminado o, peor, porque ellos son los únicos que tienen el
privilegio de poseer la clave de
la Historia y la ciencia histórica:
«Se valoraban como positivas las aportaciones ( ... ) en
el sentido de abandonar
una historia de hechos y datos con
utilidad aparente por sí mismos,
pero al servicio implícito
de ciertas necesidades ideológicas» (pág.
7).
Los autdres de la ponencia efectuaron una encuesta entre un
grupo
de profesores de Santander (ignoramos su validez técnica
y la veracidad de sus resultados),
en hase a las preguntas si­
guientes: ¿ por qué enseñamos Historia? y ¿ qué Historia ense­
ñamos ? Las respuestas entre las que es facil identificar las que
reflejan
las opiniones íntimas de los encuestadores, fueron las
siguientes:
(27) Para ARCINIEGA, Pietro: La Historia como arma de reacci6n,
Madrid, Ed. Akal, 1976, cada interpretación del hecho histórico obedece
a una ideología, dotada a su vez de su propia metodología e interpretación
del mundo; defender la imagen del historiador imparcial, del historiador
puro -algo según d inexistente-, sería no haber superado d. positivismo.
TSlllbién piensan así Fontana, Valde6n, Schaff, etc. El historiador y el
profesor están en la Historia, hacen la Historia, serlan un producto social.
SCHAFF, A.: Teoría y verdad en la Historia, México, Ed. Grijalbo,
1974, pág. 80, sefiala: «en resumen, la situación se presenta como sigue:
la problemática teórica y metodológica, que debe distinguirse de las técni­
cas de investigación, en el ámbito de la ciencia hist6rica, ha preocupado
principalmente a los filósofos y muy raramente a los historiadores; estos
últimos cuando tienen una
filiación positivista ignoran deliberadamente
esa problemática».
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Fundaci\363n Speiro

CIENCIA HISTORICA: INVESTIGACION Y DIDACTICA
l.º ¡ Por qué enseñamos Historia!
a) Para comprender el presente a través de un conocimiento
críticd del pasado. A este respondemos que si absolutizamos esta
función del conocimiento histórico, que
es una entre muchas -y
no la más importante--, eíectuamos una «utilización» del pasa­
do en el peor sentido del término. Es decir: ¿ el pasado no tiene
interés por sí mismo? ;
¿ el ayer que no se incluye en el presente
no
es objetd de la Historia?; el criterio que nos conduce a eíec­
tuar la selección, ¿ tiende a ser objetivo o más bien es total­
mente subjetivo?; el sujeto, a veces interesado y con prejuicios,
¿ no se erige de esta manera en el centro de la investigación his­
tórica, de la propia Historia, en vez de ser esta centro de sí
misma y del historiador?
b) Permite conectar con las necesidades de los jóvenes y
explicar las aberraciones e injusticias del presente.
e) Facilita la desalienación, al situar al individuo frente a
su función
de protagonista de la Historia.
Otras respuestas efectuadas:
d) Ayudar a entender el mundo.
e) Conocer y comprender la naturaleza individual y social
del ser humano.
f) Adquirir habilidades cognitivas como medio para desarro­
llar actitudes social o intelectualmente tolerantes.
g) Fomentar el respeto y valorización del patrimonio artís­
tico.
2.º
;Qué Historia enseñamos!:
a) Lo importante es manejar la Historia como forma de co­
nocimiento para comprender la lógica, método y perspectivas ¡,e..
culiares de la disciplina.
b) La administración del Estado no puede limitar el campo
de maniobra del profesor sobre «curriculum», su orientación cien­
tffica e ideológica.
e) Ningón hecho es significativo per se, sino en relación a
una visión particular del pasado.
Los contenidos deben seleccio­
narse por su pertinencia para enseñar técnicas, conceptos e ideas.
n1
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
d) La especialización del conocimiento y de la didáctica de
las disciplinas responde a planteamientos corporativistas y de
poder.
e) Debe haber un mayor espacio para la empatía e integrase
las explicaciones causales e intencionales.
f) La ensefianza de la Historia debe estar al servicio de la
crítica de las ideologías.
g) El método hipotético-deductivo es el principal o único
a utilizar.
En realidad -añadimos--éste método sólo sirve para
estimular la crítica del historiador o
del estudiante de la Historia,
no para investigar o desvelar el pasado latente en
las fuentes
históricas.
h) Hay que reinvertir la relación-pasado-presente; recurrir
al pasado s6lo cuenta
para adquirir experiencia histórica para la
superación de las injusticias del presente.
i) No hay verdades históricas incuestionables, pues la verdad
de hoy
es perjuicio para el mañana.
j) Se rechaza la Historia denominada descriptiva y anecdó­
tica, una Historia explicativa fuera del alcance de comprensión del
alumno, unas explicaciones carentes de sentido global.
k) Se defiende una Historia donde los contenidos tengan
valor por el servicio prestado al desarrollo de una forma
sólida
de pensar e investigar los problemas de la realidad.
l) Debido a la falta de motivación de los alumnos, se debe
abandonar el estudio del pasado por el pasado mismo, así
como
encontrar la forma de convertir el estudio del ayer en algo útil
para superar los problemas del presente.
ll) La Historia debe enseñarse como método de investiga­
ción del pasado.
. Otras respuestas efectuadas:
m) Hay que romper con los
tricos.
marcos nacionales y eurocén-
n) El diseño cronológico es muchas veces inadecuado: hay
que utilizar diseños alternativos.
ñ) Los contenidos y el proceso de adquisición de estos, de­
ben formar un todo.
o) Reducir la extensión de los contenidos favorecería el
desarrollo cognitivo.
772
Fundaci\363n Speiro

CIENCIA HISTORICA: INVESTIGA.CION Y DIDACTICA.
Entre estas respuestas, algunas de ellas efectuadas con mejor
voluntad que advertencia y conocimiento,
es fácil advertir la
huella a veces ideológica, relativista en el interés por el pasado,
utilitaria, pragmática... Estos profesionales
-profesores de En­
señanzas
Medias--parecen ignorar que el carácter de la enseñan­
za o didáctica de la Historia (objetivo, función, límites, etc.) está
guiado y debe correponderse, al menos en parte, al carácter de
la investigación histórica, y que es la naturaleza de la Historia
lo que modela
la investigación y transmisión de sus resultados.
Esta ignorancia puede deberse a múltiples razones: no plantearse
estos temas con el debido rigor y detenimiento, desconocer el
carácter de
la investigación histórica, dejarse conducir por pro­
fesionales despiertos e incluso militantes ideológicos cuya visión
de
la vida depende de su concepción de la Historia, ceder ante
un ambiente
---:-SQ\:Íal, padres y alumnos-ideologizado y utili-
tario, etc. .
Conforme. a la realización práctica de este planteamiento, el
alumno sólo recibirá ciertos conceptos y procedimientos meto­
dológicos básicos relativos a
la denominada «lógica histórica».
A este respecto, recuerdd el consejo de un buen profesor, según
el cual debíamos de desconfiar del conocimiento del pasado en
el que todos los datos y explicaciones «cuadrasen» o
se ensam­
blasen perfectamente.
Por otra parte, todo conocimiento deberá vincularse a los
procedimientos que dieron lugar. a su elaboración, para así apro­
ximar
al alumnd al trabajo del historiador: «saber historia no
podía quedar al margen de saber hacer la historia». Dichos «ins­
trumental lógico» y trabajo de «investigación» (muy interesan­
tes aunque
se deben utilizar en la práctica de la educación. con
moderación) se vinculará a lo siguiente:
Al «aprovechamiento didáctico de una concepción del
proceso de desarrollo del conocimento
como proceso dia­
léctico o
de "colisión" entre las conjeturas del alumno so­
bre la realidad a partir de su propio conocimiento previo
y
la configuración de la propia realidad» (pág. 9).
De esta manera, y en esto discrepamos, el discente deberá
reconstruir la Historia y el sentido de los hechos históricos -aun­
que «sin caer en la trampa del espontaneísmo (sic.) y colocando
en
su debido lugar el contenido básico»-movido por la pro­
blematización (sic.) del presente, en contacto directo con los ma­
teriales de trabajo, y en el contraste de los problemas detectados
y las hipótesis
formuladas como consecuencia de un análisis pre-
773
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN GA:RRALDA -A~IZCUN
vio. Todo ello, conforme a las (aportaciones cogrut1v1stas (sic.)
del constructivismo dialéctico» (G. Mugny, W. Droyse, L. S. Vy­
gotski, D. P. Ausubel, etc.).
Este attactivo planteamiento
aprovecha la equivocidad y las
múltiples formulaciones prácticas del término «educación activa»,
que tado · profesor debe desear para sus alumnos, pues, además
de razones de eficacia y humanidad, no hay educaci6n si
el edu­
candd no quiere. La interpretaci6n más extrema de dicha «educa­
ci6n activa» consideta
que el alumno debe crear el objeto de su
estudio, algo por otta parte relativamente «fácil» y atractivo en
el ámbito de las humanidades donde actualmente reina el
escep­
ticismo y la creencia de que s6lo hay opiniones. Hoy día, fuera
del ámbito universitario por lo general, la práctica común despo­
ja a las ciencias humanas de su carácter de ciencia, incluso en
ciertos
departamentos de nuesttas universidades. ·
Dicho planteamiento encierra un doble error: uno científico
y otto
pedag6gico. El primero versa sobre la concepci6n de la
ciencia histórica: por nuestta parte
rechazamos la insttumenta­
lizaci6n de la Historia, todo apriorismd ideol6gico, no considerar
al hombre del pasado como objeto único y principal de la ciencia
hist6rica
(en· cuanto hombre y en tanto que del pasado), el re­
duccionismo temático al presente, el sociologismo que desprecia o
minusvalora las individualidades, la pérdida del carácter
diacr6-
nico de la Historia y de la importancia de la cronología como
lugar común del hombre en el pasado, la existencia de unas su­
puestas leyes históricas ( estas «leyes» aparecerían en la Historia
y sin determinar a esta), etc.
El
error pedag6gico jmplica un método ilusionista por su
inadecuación al alumno de Enseñanzas Medias,
al poner en pri­
mer
y exclusivo plano la «investigación» es unos ámbitos de
aprendizaje donde sólo puede ser secundaria y complementaria ;
no
se aprovecha toda la capacidad del entendimiento al reducir
los temarios hasta
el extremo y la exigencia a mínimos ( com­
prensible toda vez que el estudio es obligatorio por el Estado) ;
se ridiruliza el uso de la memoria con el fácil alegato de la «lista
de
los reyes visigodos»; se potencia al alumno un subjetivismo
extremado y una falsa consideración de sí
mismo-·al exagerar sus
propias posibilidades del presente
y creer las totalmente vincula­
das a la evolución general de
la sociedad; se confunde la crítica
con
el criticismo, la personalidad con el individualismo la faceta
social con la masificación, y
el juicio personal con el afán de
enjuiciar todo y a
todos ; conlleva la inseguridad intelectual al
tener el alumno que demostrarse todos los conocimientos ; la
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Fundaci\363n Speiro

CIENCIA HIS1'0RICA.: INVESTIGACION Y DIDA.CTICA.
percepción de lo real queda polarizada a lo conflictivo de la
realidad con exclusión de lo armónico y se crea el mito del
evolucionismo
radical y permanente. Por otro· lado, ·se minus­
valora sistemáticamente todo sentido
de confianza, la transmi­
sión de conocimientos ya comprobados, y se distorsiona
y vacía
la autoridad (necesaria
para el aprendizaje y educación, aunque
en la ciencia
sea el argumento de menos valor) al confudir­
la intencionadamente con el autoritarismo, el poder, y la pasivi­
dad del receptor. De esta manera el alumno partitá desde
cero en su
práctica cotidiana, al verse obligado a demostrar y
comprobar todos sus conocimientos. Otra grave cuestión es la
posible manipulación del alumno tanto por el lenguaje
utilizado
como por la orientación ideológica del profesor dinamizador del
grupo de estudio activo, La adopción de la didáctica expuesta
en la ponencia
comentada implica, ya en su misma formulación,
una conquista ideológica, que puede
· llegar a su culminación en
el transcurso de su aplicación,
al desarrollar los supuestos ideoló­
gicos que encierra mediante el lenguaje y la orientación del per­
sonal docente. En la huida de lo que ~al parecer intencionada­
mente--han llamado «manipulación histórica» ( así denominan a
una Historia sin
ideologizar y asumida como ciencia), se ha
desembocado a
la aceptación de un punto de partida y un desa­
rrollo de
aprendizaje totalmente ideologizadó y manipulador, a
pesar de presentarse como cientlfico y eminentemente pedagógi­
co. Repetimos: el valor equivaco del término «método activo» de
aprendiza;e,
la exagerada inclusi6n de los rudimentos de «inves­
tigaci6n» aplicada
a la enseñanza, la duda sistemática, etc., han
sido trampa de
incautos. Es comprensible que una concepción ideo­
logizada de
la educación e investigación acuse de ideológicas a
aquellas otras concepciones que no lo son) y, en consecuencia,
que la primera se presente como única realista. ·
Demos
un paso más. Después del análisis dialéctico del pasa­
do, de la comprensión del presente a través de aquel, y de la
«concienciación» intelectual, se llegará a la acción: según nues­
tra perspectiva interpretativa,
ayer en las barricadas ahora obso­
letas, y hoy ofreciendo alternativas a
las fuerzas políticas (socia­
les, de base o élite) de una determinada plasmación y concreción
ideológica, a través
.de las cuales construir el presente y el futu­
ro
en base a la autogestión social.
En conversación particular con el principal ponente todo que­
dó dialécticamente claro: ellos no pretenden servir a la ciencia
histórica, sino
ha= ciudadanos en base al estudio del pasadd.
Esta antítesis ciencia-ciudadano
es total y evidentemente falsa:
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Fundaci\363n Speiro

/OSE FERMIN GARRALDA ARlZCUN
como si el. científico no fuese también ciudadano y éste no tu­
viese
que estudiar ciencia. En realidad, a muchos pedagogos y
educadores, les importa más la transformación del presente para
servir al mito del evolucionismo y del progresismo, que la verdad
del ser, sobre. todo si tan sólo fue. Más que los contenidos cien­
tíficos,
hoy les interesa saber utifüarlos de modo «constructivo»;
según esto, la reducción de los contenidos educativos
es un su­
puesto necesario e incluso una meta e ideal a alcanzar en cuanto
tal, y no sólo
comd medio para una mejor profundización y educa­
ción «constructivista» que pretenden. Claro está que la Historia
seguirá siendo importante,
pero sólo en cuanto que de ella se
extraigan las famosas leyes de la dialéctica ; el conocimiento del
pasada restante
es eso, un resto (no un reto), no interesa.
Tampoco nosotros nos conformamos con la pasividad acadé­
mica, la repetición diaria en temas y métodos, y el olvidarnos
del presente
en que vivimos. Sin embargo, nuestras diferencias
respecto al planteamiento expuesto son muy profundas. Para
ellos, el denominado «fracaso escolar» es motivo
para esgrimir
sus principios ideológicos totafüadores: evolucionismo dialéctico
y al parecer científicamente agnóstico (ya no abiertamente mate­
rialista como ayer). Nosotros entendemos ser necesario y aun
urgente que la ciencia histórica y otras ciencias humanísticas
mantengan su propid
carácter y personalidad; que la Filosofía no
intente solicitar de la Historia los conocimientos que a esta no
le competen y, mucho menos, que la primera pretenda explicar
el pasado histórico; que
no se reduzca la Historia. a la Sociolo­
gía ; que las humanidades no se politicen o sean víctimas de las
ideologías; que la Universidad y los estudios en general
no se
trivialicen
; que la importancia del presente no desplace a la propia
del pasado en el conocimiento histórico, el hacer a la contempla­
ción, la voluntad al entendimiento, el relativismo a la confianza
en
el conocimiento y posibilidades humanas, y lo útil a lo bueno.
Queremos evitar que el saber histórico
caiga víctima del proceso
general de
«socialización», masificación y utilitarismo que padece
el hombre contemporáneo.
Tenemos confianza
en las posibilidades del cnnocimiento hu­
mano y de las nuevas metodologías y técnicas aplicadas a la
Historia,
por lo que resulta difícil aceptar la afirmación de Pierre
Chaunu
-afirmación excesiva aunque sus facultades como histo­
riador están fuera de duda-de que «casi todo conocimiento
del pasado es, necesatiamente, artificial». Y ello porque no
son
artificiales ni las fuentes históricas, ni el entendimiento humano,
ni
el arte e inruición con el que, mediante aquellas, se debe ilu-
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CIENCIA HISTORICA: INVESTIGACION Y DIDACTICA
minar el pasado ni la historia manifiesta se puede separar de la
latente,
ni las experiencias subjetivas y si estados de conciencia
pueden disgregarse del mundo exterior ...
Estas
ra;,ones son las que, en nuestra opinión, justifican que
los estudios de la Historia no adquieran, hoy, la debida audiencia
social y oficialista.
Para que la ciencia histórica recupere su vi­
gor, credibilidad, y despierte sinceros y entregados entusiasmos
en la sociedad y ;uventud en general, son éstas últimas las que
deben cambiar de perspectiva actual, de valores, yo no la Historia
como
ciencia, ni la función propia de los historiadores, profesio­
nales o no. No es solución, sino que empeoraría la situación, el
qne el elevado número
de parados jóvenes y licenciados en la
disciplina histórica
se dedicasen a la investigación para llenar
de
alguna manera su juventud. La investigación no es un entre­
tenimiento sino que exige vocación a prueba.
La historiografía contemporánea, a pesar de los embates de
ideologización
y del vacío existencial sufrido por la sociedad,
investiga temas de gran interés
-muchos a la espera de un~
síntesis general-, con seriedad, profundidad y alto conocimiento
de las nuevas técnicas
y de las ciencias auxiliares de la ciencia
histórica.
La alternativa propuesta por La Historia subversiva y la
orientación pedagógica indicada, cada
vez parece adquirir más relie­
ve entre los profesores sepañoles no universitarios ajenos al queha­
cer investigador y estrictamente científico. Este intento alternativo
pretende, en cierta medida, evitar el ocaso de
la Historia y de
los historiadores aunque, en realidad sólo consigue perjudicar a
la ciencia histórica hasta lograr casi su desaparición como tal.
Tal alternativa parece ser uno de los últimos intentos de ciertas
escuelas
y tendencias en retroceso, que en su día fueron despla­
zadas por las Nuevas Historias
y, actualmente, por las nuevas
búsquedas historiográficas. Confiamos en que los jóvenes inves­
tigadores de la Historia, numerosos
y no pocos de ellos bien
cualificados, impulsen adecuadamente los estudios históricos en
la actual encrucijada de la historiografía en España. También
confiamos en que los profesores de Historia se introduzcan en
la investigación, sean fieles a la ciencia en su difusión
y logren
la debida educación activa. entre sus alumnos. La crisis de algu­
nos sectores de la investigación y, sobre todo, de la educación
-ésta ante tddo valor moral-, no podrán superarse hoy sin
un serio compromiso con la verdad
y sin el debido ejercicio de
la libertad y la creatividad e imaginación.
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