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Número 295-296

Serie XXX

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Herbert J. Porras

IN MEMORIAM
HERBERT J. PORRAS
Escribo profundamente apenado por la noticia de la muerte
de nuestro
amigo Herbert J. Porras. Con él se va uno de los
personajes
más notables del movimiento católico tradicional y del
hispanismo en
los Estados Unidos. En cuanto al primer aspecto,
era promotor del muy prestigioso Christian
Law Institute; funda­
dor del grupo de
Friends of the Catholic City -inspirado, y no
s6lo en el nombre, en nuestra actividad de formaci6n
cívica y
acci6n doctrinal, según el derecho natural y cristiano-; orga­
nizador de un importante Symposium anual en El Paso, al que
acudían intelectuales y dirigentes de grupos católicos de todos
los Estados Unidos; y auténtico centro de una red impresionan­
te con contactos a lo largo de todo el mundo: Méjico, Argenti­
na, Chile, España, Italia, Francia, Inglaterra, Austria, Alemania,
Australia, etc. En cuanto a lo segundo, discípulo del P. Eruesto
Burrus,
S. J., su programa de televisi6n Perspectiva, no tenía
prang6n. Asimismo
ejercía de corresponsal de nuestra Verbo,
para la que escribo estas
!!neas, y de la fraternal Iglesia-Mundo;
y FUNDICE, la institución para conmemorar el quinto centena­
rio de la evangelización de América, le contaba entre sus miem­
bros más activds.
Hada años que nds carteábamos, aunque no nos conocimos
personalmente hasta el mes de octubre pasado, aquí en España,
y en el monasterio de Poblet, con motivo de la XXIX Reuni6n
de amigos de la Ciudad Cat6lica, en la que participó destacada­
mente
y en la que obtuvo el sincero reconocimiento de los ami­
gos españoles. De allí me surgió una invitación para que visitara
los Estados Unidos, lo que tuvo lugar en febrero de este año
--según consta en cr6nica amabil!sima del número anterior de
Verbo-y recuerdo con nostalgia ahora. Todavía el sábado 13
de julio, pocos días antes de su fallecimiento, me llamó por te­
léfono e hicimos proyectos de futuro, en particular para los si­
guientes Symposiums de noviembre.
Nunca olvidaré las atenciones que entonces tuvo para
con-
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migo -ni las que continuó teniendo a través de envíos diver­
sos-, y guardo recuerdo imborrable de su bondad, generosidad
y sencillez. Bajo su apariencia humilde, pocos conocían sus útu­
los acadétnícos
-J urisprudence Doctor entre otros-, y sus estu­
dios en las Universidades de Austin, Oxford, Estrasburgo y
Sa­
lamanca. Precisamente en la última, y por esas carambolas de la
Providencia, conoció al P. Victorino Rodríguez, O. P., que le
puso en contacto con nosotros. Y su aspecto desaliñado -y su
entorno desastroso exterionnentec-ocultaba un gran corazón,
volcado hacia
los más pobres y necesitados, y entregado comple­
tamente a la causa del apostolado intelectual y político. En suma,
una
gran persona, un gran católico. Por esas casualidades de los
encuentros a que antes me refería, lo había comentado en las
últimas semanas con mis grandes amigos, que también lo eran
de él, los profesores Lorenzo G.
La Farelle y Frederick D. Wil­
helmsen. Texas, y la zona de influencia hispánica de los Estados
Uni­
dos, para la que tenía ambiciosos proyectos, pierde un personaje
de primer
orden. La Ciudad Católica, uno de sus más entregados
militantes. Y quien escribe estas
!!neas un amigo inolvidable.
Si Dios quiere que vuelva a rodar los caminos de Texas y New
México, no
me será fácil olvidar la evocación, de antiguo héroe
-y más del mission trail que del far west-, de Heriberto
Porras. Descanse en
paz, y reciba su viuda nuestra condolencia.
MIGUEL AYUSO.
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