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Número 299-300

Serie XXX

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Poesía y prosa en la obra de San Juan de la Cruz

POESIA Y PROSA EN LA OBRA
DE SAN JUAN DE LA CRUZ
POR.
MARIO SORIA
l. Objeto de estas páginas es .estudiar la ~ón existente
entre la poesía
y la prosa que componen las cuatritigrandes obras
del contemplativo de Fon ti veros:
Subida del monte Carmelo,
Noche
oscura del alma, Cántico espiritual y llama de amor viva.
Estos libros consisten en una serie .. de liras a la que siguen largos
comentarios. Los dos primeros (Subida y Noche) declaran el mis­
mo poema; son, pues, tres obras en verso y cuatro en prosa.
Con motivo de celebrarse el .cuarto centenario de la muerte
del carmelita (14 de diciembre de 1591),
se ha suscitado la po­
lémica acerca del sentido de los poetruts contenidos en los tra,
tados susodichos y del valor que tiene la glosa de tales versos.
San Juan nos dejó unos y otra, concibiendo a la última como
interpretación auténtica de los primeros. Parecería, por lo tanto,
no haber duda al respecto; sin embargo, gramáticos, poetas,
so­
cióldgos, críticos literarios y hasta algún cineasta botarate, han
presentado múltiples objeciones a
la versión tradicional acerca del
vínculo que une las dos partes de
la obra sanjuanista.
Existen
además, a la par de la descalificación de la prosa,
lecturas sorprendentes de
la poesía: eróticas, islarnizantes, hebrai­
zantes, panteístas,
trutterialistas, etc., todas las cuales pueden te­
ner un asomo de verosimilitud, siempre que se artumbe el co­
mentario. Por último, y esto quizá sea lo más grave, se pretende
mostrar a este doctor de la Iglesia
como un herético bajo disfraz
o una especie
de libertino que daba· rienda suelta a sus deseos
exponiéndolos en verso.
2. El místico de Fontiveros
ha pasado a la lústoria de la
literatura sobre todo como poeta. Y de su obra en verso son par­
ticularmente el Cántico espiritual, la
llama de amor viva y la
Noch.e oscura o Subida del monte Carmelo famosos. Pero igno­
rar que, además de autor de poemas
espléndidos, es Juan de
Yepes un prosista notable,
no sólo significa reducir su obra (igual
Verbo, núm. 299-300 (1991), 1215-1284 1215
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MARIO SORIA
que tiende a hacerse con fray Luis de Le6n), sino también volver
ininteligible lo que tanto se admira.
Las poesías del carmelita cabe dividirlas (para el propósito
que aquí
nos ocupará) en dos grupos: aquellas cuyo sentido re­
ligioso es obvio y aquellas que necesitan de una explicación para
aprehenderlo.
. .
Las primeras son coplas, canciones, romances y glosas, algu­
nds quizá no tan hermosos
como ciertás · estrofas del Cántico o
de la
llana, pero sí de hondura y pasión sobrenatural extraordi­
narias. Su estilo es, por lo .general, conceptuoso, sentencioso,
abundante en contraposiciones y paradojas, a ratos arcaizante; el
contenido siempre rebosa de
la experiencia mística del gran con­
·templativo, haciendo hincapié, en la inefabilidad de la contempla­
ción
y en el absoluto desprendimiento. Su contenido resulta claro,
hasta el extremo de poderse afirmar que· son en cierto modo tra­
taclitos de mística puesta en verso, además de desahdgos de un
-alma henchida de amor a Dios. Diríase que aquí se muestra al
desnudo el espíritu del poeta, revelando sin intermediarios de
ningún género su tremenda experiencia. Con todo, la estructura
estrófica no
es tan simple como pudiera creerse, salvo en los
romances. Los villancicos ( estrofa consistente en el pie, de seis o
siete versos, y
su estribillo) disimulan el artificio mediante el arte
menor. Y
el soberbio «Cantar del alma que se huelga de conocer
a Dios por fe», combinación de endecasílabos ( dodecasílabo, en
el lema) y pentasílabos, expresa de forma admirable una convicción
fervorosa, solemnemente declarada,
al mismo tiempo que el obs­
táculo para expansionar por completo el corazón y llegar al co­
nocimiento y el amor totales:
«¡Qué bien
sé yo la fonte que mana y corre,
Aunque
es de noche !
«Su claridad nunca es escurecida,
· Y
sé que toda .luz de ella es venida.
Aunque
es de noche».
3.
Los otrds poemas: Noche oscura, Cántico espiritual y
llama de amor viva pueden interpretarse a primera vista en sen­
tido completamente profano, tal como ocurre con el Cantar de
los cantares
bíblico, cañamazo de San Juan de la Cruz para la
segunda de sus obras. Ateniéndonos a la estrofa con que empieza
el primero de dichos poemas:
·
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POESIA Y PROSA EN LA OBRA DE S. JUAN DE LA CRUZ
«En una· noche OScura,
con ansias en amores inflamada,
j oh dichosa ventura!;
salí sin ser notada,
estando ya
:tni casa sosegada»,
diríase
que lo único que expresari los versos es lo que en e]los
parece entenderse 'espontáneamente': el huir una muchacha de su
casa, su inquietud, su cautela,
la paz nocturna. Pero también cabe
comprender este episodio y sus
circunstancias como símbolos de
una verdad superior.
De modo que, dilucidados, la fuga sea el
apartarse del mundo sensible ; 1a casa seari los sentidos ; la caute­
la,
el cuidado de no despertar los apetitos dormidos, y así suce­
sivamente.
Comd nos hemos acostumbrado a leer estos escritos,
en la parte medida y en la prosaica, siguiendo _ la interpretación
religÍosa habitual, damos por evidente algo que muy lejos está de
serlo.
·
Por otra parte, también el estilo es distinto en la segunda
clase de poemas.
La ascesis y la contemplación tradúcénse en una
serie de metáforas tomadas de.
la naturaleza, la vida común, la
experiencia erótica, el senti:tnientcÍ' estético. Por eso resultan mucho
más «literarios» que los anteriores, ya que el autor envuelve la
¡,alabra
en una esplendorosa cadena de imágenes. La disposición
:tnisma de las estrofas aquí empl~s, lira. y; s"'lfeto lira, más
alambicadas
por la combinación de mettos y rimas, abona esto
que
decimos, en contraste· con los versos a¡,.teriores'; Tales es­
trofas quizá atiendan más
á · la .forma . que al contenido; 'qen al
verso una musicalidad• sensual, mediariie el entréi,ero de metros
largos y cortos; induzcan a en.Hquecet el léxico; La combinación
de
heptasílabos y endéCllSÍlabos deja, fluir cohceptds e imágenes
y
luego los remansa, de acuerdo coh)ó que se'q11tera ~ar;
o a la inversa, 1és da rienda suelta y hace culminar el impulso
poético, ·
«jOh cauterio.suave.t
¡Oh regalada llaga! ., .
¡ Oh mano blanda! ¡Oh· toque delicado
. Que a vida et.erna sabe.
Y toda deuda
pagaJ . . . . . . . ,
Matando, muerte en vida la has trocado» ( 1 ).
(1) Llama de amor viva, estrofa 2. Empleamos para nuestro estudio la
edición de la «Biblioteca de Autores Cristianos», de 1955, hécha en Madrid,
tercera
de las obras del Santo. Las páginas y demás 'teferencias que indirn­
remos corresponden a dicha edici6n.
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MARIO SORIA.
El verso de arte mayor permite graduar con toda libertad los
sentimientoo, fraguandu el proceso en uua sola líuea, con lo que
es mayor el efecto estético que si se hiciera en dos o más renglo-
nes:
«Decilde que adolezco, peno y muero» (2).
Asimismd, facilita el
acumular aposiciones, metáforas, enume­
raciones que, prolongándose en los heptasílabos, multiplican su
efecto:
«A las aves ligeras,
leones, ciervos, gamos saltadores,
:tQ.ontes, valles, riberas,
aguas, aires, ardores
y miedos de las noches veladores» (3 ).
Igualmente, conseguir de forma magistral la armdnÍa imita­
tiva:
« Y déjame muriendo
Un no
sé qué que quedan balbuciendo» ( 4 ).
La expresión pooee la claridad propia de conceptos y emocio­
nes vertidos en tropos relativos a objetos materiales, extremada­
mente concisa, lógicamente desenvuelta y cuyo lenguaje no está
forzado por la afectación sintáctica
ni por términos rebuscados,
si bien esa claridad, paradójicamente, nubla el sentido propia­
mente religioso.
En suma, el poeta tiene mayor relación con la
naturaleza que en los
poetnas menores, lo. cual le mueve a sosla­
yar abstracciones y fórmulas. teológicas. La consideración del uni­
verso obedece; hasta cierto punto, a un criterio platoni.zante si­
milar al de fray Luis de Le6n, Garcilaso, Fernando de Herrera,
Nieremberg, Luis de Granada,
etc,, al contrario del neoplatouismo
apofático, procedente del Pseudodionisio, que predomina en las
otras poesías ; diferencia tan
· chocante que estada uno tentado
de creer que el
Cántico, la Subida y la llama pertenecen a un
autor, siendd los
otroo poemas de otro, aunque

penetrados hasta
el tuétano del espíritu del genial carmelita abulense.
La ambigüedad semántica tiene como efecto que esta poesía
pueda referirse por igual al amor profano que al divino, hasta
el extremo de alimentar las conclusiones
más disparatadas, esas
donde asoma la pezuña de Freud y Reich. Resulta a nuestro juicio
(2) Cántico t!spiritual, estrofa 2.·
(3) Id., estrofa 20.
(4) Id., estrofa 7.
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POESIA. Y PROSA EN LA OBRA. DE S. JUAN DE LA CRUZ
innegable que, tomados los versos in nudo, quepa el considerarlos
como relación de las vicisitudes, emQciones, deseos, goces y afanes
del instinto y la carne. En efecto, ¿qu~ clase de amor .es el que así
se
canta: i i '.fil
«Quedéme y olvidéme,
El ros.tto recliné sobre el Amado;
Cesó todo y dejéme,
Dejando mi cuidado.
Entre las azucer¡as .olvidado»? (5).
Prescindamos de la delicadeza de .los versos, que podría ser­
virnos
de pista. Ateniéndonos al significado, ¿ de qué forma dis­
cernirlo? ¿ No se podcl ver en esta estrofa la idealización de los
momentos posteriores al orgasmo, la. satisfacción cansada del amor?
Y nunca faltará el ingenioso. que, además de la significación ge­
neral,
encuentie picantes indicios de tal o cual afición en estos o
aquellos pasajes.
¿No ha sido capaz Bruno Béttelheim de conver­
tir, con una hermenéutica similar; los más inocentes cuentos in­
fantiles en historietas obscenas que ruidie se. -atrevería a. leer, sal­
vo a escondidas? Concretamente, una traducción al alemán de
la Subida, hecha por Von Diepenbrock con soltura y fidelidad,
inclina
de modo perceptible el sentido hacia lo profano y seo­
sual, aun -romo acabamos de decir:-:-sin alterarlo ni parafrasear­
lo, salvo
lo mínimameote necesario para formar la combinación
propia de la lira. La transformación llévase a cabo mediante la
mera sustitución de· ciertas · pala\,ras · d proposiciolleS por sinóni­
mos algo más explícitos, donde la exptesión pudorosa o arcana
se materializa un ápice ( 6 ).
Así, la lira última citada,
«Quedéme y olvidem.e,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó
todo y dejéme,
dejando
mi cuidado
entre las azucenas olvidadd»,
se·. transforma c1'11
«Von heilger Wonne trunken, ·
durft ich mein Haupt auf den Geliebten lehnen,
-----(5) Subida del monte_ Carmelo o Noche oscura, estrofa 8.
(6) Lyrik des Al,endlandes, I {Munkh, 1967), págs. 188 y sigs.
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MARIO SOlt.lA
die W elt war mir. versunken,
gestillet all meÍll Sehnen,
begrahen untet Lilien Hatm und Trlinen».
El sentimiento original ( tan sobriamente expresado, mediante
siete simples verbos, cuatro
sÍJ1 calificativos, tres. con el cdmple­
mento mínimo del pronombre reflexivo, uno repetido) se llena
de imágenes, referencias
y reiteraciones que lo materializan. De
la contenci6n primera, casi pudorosd susurro; nada queda, aun­
que se mantenga el significado del vetso.
4. Pero no vaya alguien a creer
Íllusitada o peculiar de
nuestro poeta esta
dificultad semántica. ¿ Acasó d Cantar de las
cantáres, cuando lo separa uno del ca.non bíblico y prescinde de
la tradici6n eclesiástica,
nd parece s6lo un bellísimo epitalamio,
apoteosis del amor
carnal, antítesis de las consideraciones que
llenaron las páginas de tantos autores piadosos, consideraciones
que, conforme a dicho criterio,
calificaría 11no_ de deformaci6ri
monda y lironda? Desde el punto de vista del naturalismo, en el
poema hebreo simplemente se explaya la pasi6n, . dejando traslu'
cir además
cierto refinamiento er6tico, múy lejos ya de la sim­
pleSatisfacci6n genésica, Como vierte Li Vulgata:
«Quam pulchrae sunt mammae tuae, soror meá sponsa!
Pulchriora sunt ubera tua vino,
Et odór unguentoruni tuorút11 supet omnia aromata.
Favus
distillans labia tt¡a, sponsa; . ·
Me! et lac sub lingua tua ...
«Statura tua assimilata est palmae,
Et ubera tua botris.
Di.xi: ascendam in palmam
Et apprehendam fructus ejus ;
Et erunt ubera tua sicut botri vineae» (7).
(7) IV, versículos 10 y sig.; VII, versículos 7 y sig. La concisi6n latina
no deja apreciar del todo la sensualidad contenida en estos versos. ·Una tra­
ducci6n atribuida a fray Luis de León se detiene morosamente en ellos,
hasta
virtualmente despojarlos, mediante rotundas amplificaciones. castella­
nas,
de cµanto no sea. apet:ito, ifsioo;
«¡Oh cómo son hermosos
Tus· pechos! Mas_ .. qué . el vhio stiS · licoreS; Tus ungüentos · precib'sos · ·
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POESIA Y PROSA EN LA OBRA DE S. JUAN" DE LA CRUZ
5. No siempre es discutible el sentido religioso de loS ver­
sos sanjuanistas. Casi explícito tal significado lo encontramos en
las estrofas cuarta, quinta,
décimocuarta y décimoquinta del Cán­
tico espiritual, siguiendo la versi6n del c6dice de Jaén o Cánti­
co B (véase nota 124).
El tema
es un diálogo entre la Esposa y las criaturas. Aquélla
pregunta por
su amor y éstas contestan. Siguen las lamentaciones
de la Esposa por
la ausencia de su Amado y, por último, después
de breves palabras del Esposo,
se escucha su exaltaci6n por boca
de la Esposa. Nosotros tomamos s6lo las estrofas mencionadas,
porque en ellas nos parece traslucirse mejor que en las restantes
la soberana trascendencia que es el alma del poema:
« ¡Oh bosques y espesuras
plantadas por la
manci del Amado I
¡Oh prado de verduras
de flores esmaltado,
decid si por vosotros ha pasado I
»Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura
y, yéndolos mirando,
con sola su figura
vestidos los dejó de hermosura.
Son mil veces mejor-es
Que especias y aromáticos olores.
«Tus labios colora:dois Son ·cual dulce panal, Esposa amada,
De dulzura cercados;
La leche y miel preciada Debajo de tu lengua está encetrada ...
«Tu altura es comparada
A la pujante palma levantada,
Y tus pechos hermosos
A los racimos; dije yo en mí mente:
Subiré diligente
A la dichosa palma y emineote.
« Y pondránse mejores
Tus pech~.s que racinios más creci_dos ... »
( «Los cantares del rey Salom6n en versos_ líricos»,. IV, 55 y sigs.; VII,
34 y sigs., ep. .Qbras c-ompletas castellanas. de· frpy L,¡is _t}.e León, págs._ 1714,
1719 y sigs., Madrid, 1959). · · · · ·
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MARIO SORIA
»Mi Amado, las montañas,
loS valles -solitarios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos. sOQ.orosos,
el silbo de los aires amorosos ;
»la noche sosegada
.
en par de los levantes del aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora».
Estas liras tienen un alcance cósmico ajeno a otras diviniza­
ciones contemporáneas del autor y cuyo sentido profano es inne­
gable.
En el caso de fray Juan parece haberse borrado toda re­
ferencia a una persona ¡,articular o una situación concreta. La
Esposa lleva todavía nombre y no ha ¡,erdido su ¡,ersonalidad,
¡,ero
no está limitada al yo mundano, chato, contingente, sino
que
se alza casi a la altura sobrehumana de su Amado para cele­
brarlo; el universo entero le sirve de lengua y referencia. Apenas
se menciona a sí una vez, con la palabra «mi». Está toda vuelta
hacia fuera, literalmente
en éxtasis. Por su ¡,arte, el Amado re­
sulta inabarcable, salvo mediante el enumerar y describir, que
¡,odría indefinidamente continuarse, pero que la medida poética
termina, dándole un sentido absoluto.
De otro lado, las formas personales del verbo son sólo seis,
a diferencia de participios
y gerundios, que suman nueve, algu­
nos en función de adjetivos. A esto hay que afiadir el haber
muchos verbos sobrentendidos
y estar en a¡,osición el substantivo
principal
y los atributos, que suelen ser otros substantivos con
sus
corres¡,ondientes calificativos. Todo ello da a los versos un
sentido a la vez estático, espacial y pictórico, donde el espíritu
se ha convertido en
una emoción casi imperceptible de las cosas.
Hasta
los gerundios, que indican el movimiento con mayor fuerza
que
el mero presente de indicativd, diríase que se paran apenas
han comenzado a significar. El tiem¡,o de estas liras es una es­
pecie de presente inmóvil, a la vez que intensísimamente vivo,
que sólo se comprende leyendo la glosa del
Cántico.
Además, las palabras ricas en «a» y «o» suscitan en el oído
una sensación de plenitud, especialmente cuando terminan
los ver­
sos; asimismo, la abundancia de consonantes líquidas, «1» y «r»,
dan a la poesía una suavidad peculiar, como de río que fluyera
sin obstáculo alguno, a lo que también contribuye
el que de más
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POESIA Y PROSA EN LA OBRA DE S. JUAN DE LA CRUZ
de ciento setenta sílabas, sólo cincuenta y ocho sean cerradas.
El ritmo, que, salvo una vez, cae en las
silabas segunda, sexta y
décima, tiene como efectd una
_ tersura de la estrofa que contrasta
con
la variedad de imágenes, la abundancia de términos y el
desarrollo dramático de preguntas, respuestas y reflexiones. Esta
especie de perfecta diversidad en la unidad la corrobora la lira
con su alternancia regular de metros.
6. A una exégesis semejante cabe someter la lira transcrita
antes de
la Subida del montf! Carmelo, aunque su sentido sea
menos obvio que el de las cuatro estrofas analizadas del Cántico
espiritual:
«Quedéme y olvidéme,
el
rost_ro recliné sobre el Amado;
cesó todo y dejéme,
dejando
mi cuidado
entre las azucenas
olvidado».
Esta es la octava ; -las siete estrofas anteriores de la Subida
no parecen tan susceptibles· de una interpretación mística que
fluya naturalmente de los versos, sin .ayuda del comentario, si
bien tampoco existen en ellas referencias
concretas que inclinen
la
balanza-semántica hacia lo profano. Los sentimientos, circuns­
tancias, hechos, evitan cuidadosamente cualquier regusto munda­
no, no obstante
la inequívoca pasión que los anima. Con la
excepción
del verso «en mi pecho florido» (VI, verso 1 ), donde
sí tropezamos con una resonancia sensual, el poema tiene un
aire misterioso que no nace de ningún disfraz ni afán de disimu­
lo.
La estrofa que vamos a analizar, término• de la obrita, a la
par que la concluye deja entrever el enigma del autor.
Las alusiones venéreas
están transfiguradas o, mejor dicho, se
le presenta al lector una experiencia inefable, para entender la
cual se emplean términos cuyo sentido analógico es como una
escala que
permite contemplar desde su peldaño supremo todo,
de lo
más elevado hasta lo ínfimd. No se entiende,_ pues, lo su­
perior merced a lo inferior, sino que lo divino produce una es­
pecie de turbio reflejd en el barro, Nada se disimula, ni siquiera
usando de la exquisita discreción con que Dante envuelve el
amor carnal en una elipsis, _ al hablar del adulterio de Paolo y
Francesca:
«Que! giomo
pfü non vi -leggemo avante».
La acción que señalan los versos prácticamente se ha despo-
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MARIO SORIA
jado de cualquier accesorio retórico o semántico y sucede con
exrraordinaria simplicidad. La estrofa, además, está toda
com­
puesta de actos: «quedar», «olvidarse», «reclinar», etc., que pa'
recen en rigor uno solo o, mejor dicho; se suceden rápidament.e
corriendo a un
mismo fin, sin apenas desviarse. La lira es de lo
menos pictórico que
ha escrito San Juan. Los substantivos cons­
tituyen simples refetencias · a la acción, cuyos varios momentos
señala el autor. Ni un solo adjetivo,
ni un advetbio. Casi inco­
lora, ingrávida, tiene, sin embargo,
la estancia una densidad sig­
nificativa inusual. La depuració1i" de sentimientos se confirma con
la referencia a las azucenas,
símbolo de pureza y cuyo color
blar,co tiñe la acromia de los versos, sólo soplo y movimiento de
un alma.
Pot otra parte, el abandono se indica de varias formas:
«quedarse», «olvidarse», «reclinar», «dejar», «cesar», como si
fuese un estado de tal índole, que resultara imposible agotarlo
con una sola palabra.
De las cuarenta y rres sílabas, dieciocho
tienen «e». Esta aliteración, especialmente de los
términos más
característicos de la estrofa, subraya

el abanddno insistente,
ex­
presándolo semántica y prosódicamente. A ello se suma la suge­
rencia nacida del uso repetido del pronombre enclítico «me», de
pronunciación atenuada, casi como el semitono del chino manda­
rín: la disminución de la voz insinúa el término de la acción. El
significado se expresa. no
sólo mediante el concepto, la imagen,
el símbolo y la onomatopeya,. sino también empleando la prosodia
misma y, en este caso, el semisilencio.
Huelga decir que todas las estrofas que hemos analizado tie­
nen su
correspondiente glosa, escrita por fray Juan. Según la
misma,
es inequívoco el sentido religioso de los vetsos. Nosotros
sólo hemos querido probar, antes de que abordemos la relación
íntima existente enrre la poesía y la prosa sanjuanistas, que ya
por sí solas muchas litas del abulense tienen lo que podemos
llamar soplo sobrenatural, a pesar de su significado dudoso.
7. Y,
¿pot qué este afán nuestro de claridad? ¿No es la
poesía algo fundamentalmente impreciso, cuya esencia consiste en
sugerir, conmovet, inducir al ensueño, deleitar, descubrir me­
diante metáforas relaciones inusitadas de las cosas? ¿Por qué,
entonces,
pedir petas al olmo, vale decir pretender que un verso
se entienda como el lenguaje cotidiano o exigirle la precisión de
una fórmula dogmática ? La poesia genuina, la que no
es sólo
prosa medida
y timada, ¿ no tiene, acaso, un encanto que seduce
a
la inteligencia, pero que rebasa la mera comprensión intelectual?
Todo ello es cierto, ¡,ero ( como suele ocurrir con ciertas pro-
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POESIA Y PROSA EN LA OBRA DE S. JUAN DE LA CRUZ
posiciones absolutas) cum grano salís. En verdad, a pesar de su
carácter
arracional por la sugestión de las imágenes y el asunto,
existe poesía religiosa cuyo, significado es inequívoco, Ya mencio­
namos algunos poemas del propio San Juan. Otros cabe citar,
de contenido análogo
al de los mayores del carmelita, que pue­
den compararse con los suyos, teniendo. en cuenta la CO™:epción
grandiosa y la experiencia mística de los autores. Por ejemplo,
éstos de la madre Cecilia
. del Nacimiento, escritora de obras que
merecieron ser confundidas con Jas .del Santo, pero donde se ha
borrado la ambigüedad:
«Aquella niebla
oscura
Es una luz divina, fuerte hermosa,
Inaocesible y
pura,
Intima y deleitosa,
Un ver 'a Dios sin vista de otra cosa».
Lo mismo cabe decir de los magn!ficos tercetos del capitán
Francisco de
Aldana, en su epístola a Arias Montano:
« Y pasará ( el alma) de vuelo a tanta alteza,
Que volviéndose a ver
tan sublimada,
Su misma olvidará naturaleza.
«Cuya capacidad ya dilatada,
Allá verá, do
casi ser le toca
En su primera causa transformada.
«Ojos, oídos, pies, manos y boca,
Hablando, obrando, andando, oyendo y viendo,
Serán del mar de Dios cubierta roca».
Después, el poeta aclara ciertas ideas espinosas, sin perder
fuerza el numen:
«No que del alma la especial natura,
Dentro del divinal piélago hundida,
Cese en el Hacedor de ser hechura,
«O quede
aruquilada y destruida; .
Cual gota de licor que el rostro enciende,
Del altísimo mar toda absorbida;
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«Mas como el . aire en quien su luz extiende
El
claro sol, que juntos aire y lumbre
Ser una misma cosa
el ojo entiende» ( 8).
En el caso de· fray Juan, enttan en liza dos interpretaciones
antitéticas de los
¡,oemás: la religiosa y la sexual. Pero, ¿ se ha
delimitado
la frontera que sepira una de Otta, no en el aspecto
ontológico, donde son inconfundibles, sino en el semántico? ¿ Se
ha advertido que la P.Oe5ía sanjuanista no constituye· ninguna ex­
cepción ni caso especlalísitno, puesto que es frecuente expresarse
los místicos con términos tomados en préstamo al amor profano,
como, por ejemplo, ya lo había hecho en el siglo x,v Enrique
Suso, empleando
palabras y conceptos procedentes de los trova­
dores? O, a
la inversa, no menos abunda la pasión física que
habla con los magnos
términos susttaídos a la religión. Herrera
canta:
«Serena Luz, en quien presente espira
Divino amor, que enciende y junto enfrena
El
noble pecho, que en mortal cadena
Al alto Olimpo levantarse aspira
... » (9);
pero,
¡ c6mo saber exactamente, ateniéndose uno al mero verso,
quién incita a tan fervoroso
apóstrofe, si la Luz divina o una
persona transfigurada por la fantasía? Cuando don Alvaro de
Luna
se atteve a decir, ponderando la hermosura de su querida:
«Si Dios nuestto Salvador,
Ovier de tomar amiga,
Fuera
mi competidor» (1 O),
¿ blasfema el jactancioso, o es tan intenso su sentimiento que le
abre las puertas de una realidad desconocida de quienes no están
enamorados, revelándole la imagen divina en
el hombre? Y le­
yendo estos versos de Miguel Angel Buonarrotti:
«S'un anima in duo
corpi e fatta eterna,
Ambo levando al ciel'e con pari ale;
(8) FRANCISCO DE ALnANA: Carta para Arias Montano sobre la contem­
plación de Dios y los requisitos de ella, versos 76 .Y sigs., 100 y sigs.
(9) FERNANDO DE HERRERA: Poeslas, soneto XXXVIII (Madrid, 1970).
(10) Citado
por PEDRO JOAQUÍN ÜLIVEIRA MARTINS: Los hiios de
don Juan I (Buenos Aires, 1946), pág. 222.
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POESIA Y PROSA EN LA OBRA DE S. JUAN DE LA CRUZ
S'Amor d'un colpo e d'un dorato strale
Le viscer di duo petti arda e discerna» ( 11 ),
¡ los entenderemos en el sentido que podría darles, por ejemplo,
Santa Margarita
María de Alacoque, más bien que como acto
de casi adoración a Tomás Cavalieri? ( 12).
8. No obstante la ambigüedad de muchos de sus versos,
el carmelita
se propone algo muy concreto: explanar ciertas ex­
periencias, deseos y creencias, no otros distintos o aun contrarios.
La glosa lo manifiesta sin lugar a dudas ; pero, a mayor abunda­
miento, la persona y la vida de fray Juan de
Yepes demuestran
hasta la saciedad cuál de los sentidos posibles da a su obra el
contemplativo, salvo sostener que el carmelita fuera, maestro de
hipocresía, una especie de temprano cura Mesliet, del cual todavía
r.o se ha descubierto el testamento.
La vida de San Juan se desarrolla en un círculo restringido y
riguroso, rodeada
efe circunstancias que él acepta de todo c6ra­
zón. Y al decir restricción y rigor hablamos de la rectitud moral
de su familia y relaciones, no mentamos la cultura ni aislamiento
social alguno,
porque el abulense conoce ampliamente las teorías
teológicas y
las formas literarias de su época, además de beber
abundantemente de la tradición eclesiástica. Si siente afición a la
soledad y, de seguro, esa afición lo induce a entrar en una orden
rdigiosa que antaño había sido de ermitaños, no puede sino muy
raramente satisfacer su inclinaci6n, envuelto como está en via~
jes, fundaciones, dirección espiritual de religiosos y seglares, dispu­
tas intestinas de su orden,
administración de monasterios. El
muchacho pobre,
miembro de . una familia necesitada, pero suma­
mente cristiana y caritativa; que estudia· con los jesuitas de Me­
dina del Campo latín, griego y retórica; además de familiarizarse
con
los clásicos castellanos y latinos; que, acabados tales estu­
dios, a los veintiún años entra en el Carmelo;
luego, oye tres cur-
(11) Ivmas, 59 (Milán, 1975).
(12) La traslación de lo religioso a l_o profano, que en los casos aduci­
dos
arriba conserva la ambigüedad , del _.sentido; logrando con. ello : un no­
table
efecto _poético, es distinta de la· profanaci6il, en el significado estricto
del término, de los textos sagrados literalmtiite tales, donde nada es 'dudoso ni semánticamente oscuro: oraciones, · liturgia, pasajes bíblicos y demás,
aplicados a la sátira; manifes1;ación de sentimientos mundanos, etc. · Piénse­
se, por ejemplo, en el padrenuestro polltlco de QUEVEDO; las coplas de
pie quebrado
y quintillas que compuso'.9ARCI SÁNCHEZ DE BADAJOZ, glo­
sando versículos
del libro de Job;. ta· Misa de amor de SUERO ],}E RIBERA,
y otros similares, de indisim.ulable irreverencia. ·
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MARIO SORIA
sos de filosofía y teología en Salamanca; piensa hacerse cartujo,
pero acaba, convencido por Santa Teresa, de reformador
de los
carmelitas; este niño,
chiquilla, adolescente, hombre, ¿qué relación
tiene durante su vida entera
con el ·mundo al que ahora se insiste
en integrarlo, como.
si hubiera sido parte de él? En verdad, lo
conoce exclusivamente desde el punto de vista de
su vocación
religiosa: aquello que existe en función de Dios, que hay que
salvar y sanúficar y de
lo que, en última instancia, es preciso
apartarse,
si se quiere gozar de la unión inefable.
9, Por otra parte, la obra de Juan de Yepes corresponde
enteramente a
su forma de existencia. El, junto con la madre
Teresa, reforma un instituto que, fundado en Oriente, había sido
en principio eremítico
y contemplativo; después, huido de los
musulmanes y aclimatado en Europa,
se convierte en semimen­
dicante y acaba relajándose.
Los dos españoles le devuelven su
set primitivo, su sentido místico, aunque adaptado a la época
del renacimiento, Los carmelitas,. que se habían establecido pri­
mero en el monte C~elo, no pierden el recuerdo de su origen
o,
.por mejor decir, San Juan lo saca de nuevo a la luz, magistral­
mente espirituali;,ado en su obra, que expresa a
la vez el sentido
genuind de la orden y
la. vida misma del autor de FontivetOS.
El
. monte real de Palestina, donde vacaban a la contemplación
los solitarios, se
transforma én d monte metafísico que sube
penosamente el
alma sometida a la' purificación.
10. Sin embargo, es· necesario advertir que fray Juan, al
contraria de su génial amiga e inspiradora, casi nunca habla de
sí, salvo en
el prólogo de sus libros. No quiere contar incidentes
y menudencias, sino considetar todas las cosas desde una meta­
física a lo divino. Enseña a todos, empleando para ello, cietta­
mente,
su propia experiencia, pero trasmutándola en considera­
ciones genetales; fórmulas
y análi.sis. El perfecto desasimiento
que predica en sus obras, lo aplica a su persona, de la cual
se
olvida para no vetla más que en forma estricta de alma en busca
de Dios. No
se oculta por raz6n bastarda alguna; desaparece de
la supetficie, de la vista de los lectores, por ·exigencia de su
doctrina misma. ·
Así, su poesía carece de autonomía, según él la concibe ; los
vetSOs forman parte de · una enseñanza que aprovecha todas las
faétiltades del fraile y sus emociones. El doctor carmelita no
es poeta y contemplativo, ni sólo poeta, ni contemplativo por
poeta, sino poeta por comtemplativo o, mejor dicho,
un contem-
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POESIA Y PROSA EN LA OBRA DE S. JUAN l!fI· LA CRUZ
plativo que pone al servicio de su experiencia mística un pro­
digioso numen. Resulta útil, sin duda, estudiar las liras sanjua­
nistas, aquilatar
sus mil características, señalar influencias, com,
pararlas,
ponderar su belleza y hasta indicar defet;tos ; es útil todo
ello, siempre que los poemas
no se separen del comentario, por­
que, en tal caso, el crítico no entiende ni siquiera aquello
en que
se cree perito.
11. Supongamos, con todo, que
San Juan sea heterodoxo
o simpatice con una forma cualquiera de heterodoxia. Conforme
a esta
hipótesis, necesita disimular su verdadero pensamiento.
Esto lo
hace mediante la prosa. ¿ Cuál sería, entonces, el motivo
concreto? No el ser erasmista, puesto que, si la doctrina del
humanista holandés patrocina
la interioridad y· 1a contemplación,
en perjuicio
de ceremonias y prácticas piadosas, el santo no ha­
bría enmascarado sus ideas, sino descubiértolas. Aparte de ser
totalmente
inverosímil semejante filiación doctrinal, toda vez· que
resultan antitéticos
el cristianislno frío y deslavazado de Erasmo
y la
ardiente religiosidad del abulense. ¿ O más bien es asunto de
embozar
teorías hebraizantes y arabizantes ? Mas, ¿ c6mo detectar
tales teorías ? ¿ En qué se caracterizan? ¿ Y cuáles son? ¿Acaso
cabe
atribuir simpatías filojudaicas al carmelita por haberse ins­
pirado en el Cantar di los cantares?Entotices habría que:pensar
lo mismo de Orígenes,
San Gregorio de Nisa, Sart Bernardo de
Claraval, Bossuet,
etc., que también declaraton el célebre epita­
lamio. · En el fondo de esta posición late ese abominable ra­
cismo cultural que, propugnado por Américo Castro y sus discí­
pulos, no
es sino el reverso de las barbaridades de Hitler. Y por
lo
que. respecta a la influencia · de los ,nústicos .mus\Ulllanes anda­
luces, concretamente del rondeño Abenabad,
más valdría hablar
de coincidencias que en sí nada tienen de opuesto al cristianismo,
coincidencias quizá inevitábles,. ya que grandes ingenios agracia­
dos con la contemplación han de tener experiencias similares y
llegar a conclusiones
patecidas .. Al fin y al cabo, los hombres
somos casi iguales bajo todo cielo y Dios tampoco. es diverso.
12. ¿O
con,siste su heterodoxia en la influencia sufrida por
autores que había prohibido
la Inquisición, tales como Enrique
Harpio, Taulero y
otrós? Al respecto, Menéndez y Pelayo llama
nefasta la
influencia en Espaful de los citados, lo mismo que la
de Ruysbroeck, Suso, Dionisio füjckel, cuyas ideas -afirma­
dieron origen a toda clase de desvaríos, so color de contempla-
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MARIO SORI.A.
ci6n mística ( 13 ). Como la presencia de estos autores es notoria
en
:Setnarclino de Laredo, Francisco de Osuna, Juan de los An­
geles y otros insignes contemplativos de nuestto país, y como cabe
rasttearla también en
los escritos del carinelita fontivereño, basta
que
se detecte la misma para que muchos hablen de hetetodoxia,
siguiendo así las huellas
del polígrafo santandetino, si bien con­
virtiendo en timbre de gloria lo que para aquél era estigma.
Inocentemente don Marcelino proporciona armas a sus peores
advetsarios. Aclaremos
al respecto que la inclusi6n en el Indice
de ciettas obras de escritores alemanes y flamencos debi6se a
ex­
ceso de suspicacia por parte de unos vigilantes que, a causa de
la turbulencia de la época, veían desviaciones por todas partes.
En tiempos antetiores y postetiores a tal condena, muchos de
esos libros circularon sin demasiada dificultad, suscitando tan
s6lo las polémicas naturales de una tesis nueva y muy precisa,
peto sin que se llegase a
un veto definitivo, ni mucho menos a la
condena de· detetminadas proposiciones o de la doctrina toda de
los autores.
Por otta parte, si es exacta la tesis que sostiene haber
sido San Juan de la Cruz, en varios puntos importantes, discípulo
de Eckhardt (
14 ), esto no significa de ninguna manera que el
carmelita aceptase las ideas semipanteístas atribuidas al dominico
alemán,
lo cual es obvio. para cualquiera que· haya leído al pri­
mero y conozca las proposiciones contenidas
en.la bula 1n agro
dominico, donde Juan XXI¡ condena a Eckhardt. Por el contta­
rio, admitido tal improbable ttasvase. de conceptos,
San Juan de­
muestta no ser todo etr6neQ en la enseñanza del maestto. saj6n.
13.
Si se ha de creer una relación confusa e insegura de
Juan Antonio Llorente, hecha sin ninguna prueba documental
(13) Historia .de .los heterodOXos españoles, vol. 11 (Madrid, 1956),
págs. 172, 232, 359. Una apreciación -inucho más fina de las relaciones
entre el misticismo -flamenco y el español la ·da el canónigo belga PEDRO
GROULT, en su libro Los místicos · de ·los_ Países Baios ·y la literatura espi­
ritual española del siglo XVI (Madrid, 1976). Respecto de la influencia
alemana en generá.l, léase a JOAQUÍN SANCHÍs· Ar.VENTOSA.: La. escuela mis­
tica
alemana y sus relaciones con nuestros místicos del siglo áe oro (Madrid,
1946); TEODQRO .MARTÍN HERNÁNDEZ:.,.Enrique Herp (Harphius) en las
letras esp'añolas (Avila, 197.3 ). Por lo que se refiere en particular a fray Juan
de los Angeles: Prólogo de ANGEL GoNZÁLEZ PALENCIA a la edición_ madri­
leña-de 1946, de los Diálogos de la conquista del reino de Dios, págs. 24
y sig~. Cf., también, BREMOND:--: Historia-literaria del sentimiento religioso
en Fr(}ncia, vol. Xi' cap. 2. --·
,. (14) JuAN ÜRCIBAL: San Juan de la .Cruz y los místicos renanoflamen-
cos (Madrid, 1987), cap. 5. ·
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POESIA Y PROSA EN LA OBRA DE S. IUAN DE LA CRUZ
concreta, en 1580 San Juan «es perseguidd como alumbrado» ( 15),
y después
de la muerte del contemplativo arrecia la polémica ;
pero las sospechas que sufre el doctor futuro de la Iglesia no
son, en el fondo, distintas
ni de mayor enjundia de las que afectan
a otros escritores espirituales, como Santa Teresa, San Juan de
Avila, San Francisco de Borja y fray Luis de Granada. Téngase,
además, en cuenta que una denuncia a la Inquisición no significa
incoación de proceso
ni muchísimo menos condena. Para dar cur­
so a una
delación hílase muy fino (16), y, en el caso de San Juan,
puede concluirse con el
padre Bernatdino Llorca que nunca pro­
cesó
el Santo Oficio al autor de la llama, nunca condenó ninguna
de sus obras, a pesat de las acusaciones, que, sin duda, juzgáronse
insuficientes ( 17).
Es precisamente un ortodoxísimo dominico,
al que por arras razones también lo denunciaton a la Inquisición,
Domingo Báñez, quien, en la censura que escribe en 1575 de la
Vida de Santa Teresa, expresa de maravilla cuál es la opinión de
aquellos custodios de la verdad, opinión a la vez firme y flexible,
de
gran inteligencia, aunque haya que reconocer la cerrilidad y
malevolencia de
no pocos: «Esta mujer --- m engañase en algo, a
lo menos no es engañadora; porque habla tan
llanamente, bueno y malo, que
no deja dudat de su buena inten­
ción. Y cuanto más tazón hay de que semejantes espíritus sean
examinados,
por haber visto en nuestros tiempos gente burlado­
ra so color de virtud, tanto más conviene amparat a los que con
el eolor
patece tienen la verdad de la virtud, porque es cosa ex­
traña lo que se huelga la gente floja y mundana de ver desauto­
rizados a los que
lleva~ especie de virtud» ( 18 ).
Por otra .patte, las denuncias e impugnaciones suscitan la
correspondiente defensa. Ignal que fray Luis de Le6n había sal­
tado a la
palestrá en defensa de la autora de las Moradas, lo hace
el
sobrino de aquél, Basilio Ponce de Le6n, también agustino y
catedrático de
Salamanca, amén de amigo --- de Jansenio, pata rebatir a los adversarios de Juan de Y epes. La
(15) JuAN A.NToN;:ro LLORENTE:. Historia critica de ta' Inquisici6n (Ma­
drid, 1980), vol. III, ¡i,lg. 86; IV, 250. MENÉNDBZ l'BLAYO: Op. cit., II,
p,lgs. 187 y sigs. ·
(16) JERÓNIMO MONTES: El crimen de here¡ia, §§ 64 y sigs. .
(17) BERNARDINO LwilcA: La úlquisici6n en España (Madrid, 1954),
págs. 276 y sigs.; Die spanische· I114uisition und die ''Alumbrados' (Berlín,
1934), XXVIII, § 7; Historia de la Iglesia cat6lica, vol. 111 (Madrid, 1960),
pág. 947. .
(18) .DOMINGO BÁÑEZ: «Censura en el autógrafo dela Vida», p,lg. 175
de las
Obras completas de Santa Teresa, Madrid, 1962.
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MARIO SORIA
formación de una auténtica e!ICUela de espiritualidad, que sigue
las huellas de los dos grandes
correformadores del Carmelo, no
obstante ciertas diferencias de forma y de fondo existentes entre
la obra
del uno y la del otro, así como las numerosas ediciones
de los libros de Santa Teresa a fines del siglo
xvr. y principios
del siguiente, junto con la publicación de los tratados de fray Juan
en 1618, prueban que, a la postre,
no se había encontrado en
ninguno de dichos escritores nada que estuviese emparentado con
la enseñanza de los alumbrados. Perd veamos este proceso más
de cerca, refiriéndonos indis.tintamente a Juan y a Teresa y ci­
ñéndonos sólo a España y sus dependencias y a los escritores
españoles, aunque sin la pretensión de agotar todas las vicisitu­
des ni publicaciones. Por
.esto. haremos gracia al lector de gran
número de aprobaciones
y defensas por parte de personajes de
la época: Antonio Possevino, Baronio, Suárez, los papas Paulo V
y Gregorio XV, Alonso Manrique, arzobispo de Burgos; Feli­
pe II, los duques de Alba, la emperatriz María y dtros (19).
En 1574, se denuncia a la Inquisición la Vida de. Santa Tere­
sa. Seis años después, el temible tribunal se fija en fray Juan de
la Cruz, si admitimos la afirmación citada de Llorente.
En 1585,
el .maestro Juan Alfonso Curie! recomienda, desde
su cátedra sal­
mantina, la autobiografía teresiana. Un concenobita de Juan de
Yepes, fray Juan de
Jesós María (Aravalles), escribe en 1587 su
(19) Para lo .escrito·a con-dnuaci6n hemos··consultado las obras siguien~
tes: CrusóGONO DE JESÚS: La escuela mistica carmelitana (Madrid,· 1930),
caps. 6, 7, 8; SoR CECILIA DEL.NACIMiaNTO: Obras coinpletas1 anotadas por
el jesuita JosÉ DfAz Cim.óN (Madrid, 1970); Ar.BBRTO DB LA VIRGEN DBL
CARMEN: «Figuras de la escuda mística carmelitana», en Revista de Espi­
ritualidad, vol. I, págs, 84 y sigs.; III, págs. 155 y sigs., págs. 377 y si­
guieotes; IV, págs. 288 y sigs.; XIV, págs. 17 y sigs.; EN!UQUB DEL SAGRA·
po CORAZÓN. (Llamas): Santa _.Tere~a de Jesús y .la !nquisici6n española
(Madrid, 1972) y «Notas al proceso inquisitoriill contra la 'Subida. del alma
á Dios' del padre José ·de Jesús Marfu (Quiroga)», en ·Revista de 'Espiritua~
lidad, XIV, págs, 76 y sigs.; VALBNTIN MAccA: El doctorado de Santa Te­
resa3· JUAN DE LA CRuz: La iconografia 4e Teresa de Jesús; SIMEÓN DE LA
SAGRADA FAMILIA: Doctora entre los doctores de la Iglesia; FoRTUNATO
DE JESÚS SACRAMENTADO: Influ;o de los escritos teresianos (estos cuatro
opúsculos se hallan-incluidos en el volumen.. Sancta Teresia a Iesu doctor
Ecclesiae~ publicado en Roma, ,año de 1970); IsAfAs RODRÍGUEZ: Santa
Teresa de
Jesús y la espiritualidtNJ española (Madrid, 1972); S1LVERIO DE
SANTA TERESA: Obras del padre Gracián (Burgos, 1933),. vol. 1, págs. XXVI
y sigs.; 11, págs. VII y sigs.; E: DOMÍNGUEZ CARRETERO: «La escuela teológica
agustiniana de Salamanca», en La ·Ciudad de Dios, vol. CLXVIII, pági­
.nas 29 y sigs.; ANGEL CUSTODIO VEGA: Introducción a la obra ·Amores
de Dios y el alma, de fray AGusTIN ANTOLÍNEZ (El Escorial, 1956), pági­
nas XXVIII, L y sigs.; PEDRO SÁINZ Ro_DRÍGUEZ: Introducción a la historia
de
la literatura mística en España (Madrid, 1984), págs. 247 y sigs.
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POESIA Y PROSA EN LA OBRA DE S. JUAN-DE LA .CRUZ
Tratado de oración para instruir a los novicios de los .que era pre,
ceptot en Pastrana, y lo escribe conforme a la espiritualidad que
pronto
sería característica del Carmelo. Un año más tarde se publi­
can las obras principales de Teresa de Jesús (Vida, Camino de per­
fección, Moradas, Avisos, Exclamaciones del alma a Dios. Antes ha­
bía habido impresiones parciales. Seguirían más tiradas en 1591,
1592, 1594, 1597, 1598, 1601, 1602, 1604, 1606, 1607, 1608,
1610, 1611,
1612,1613 ... , en Salamanca, Barcelona, Zaragoza, Ná­
poles, C6rdoba, Madrid, Valencia, Bruselas, etc.f. En 1589, fray
Luis de León escribe una apología de dichos libros.
Es igualmente
en
1589, cuando el dominico Alonso de la Fuente tilda, en un
escrito dirigido a la Inquisición, de alumbrada la doctrina de la
madre de las descalzas,
y añade hasta 1591 cuatro memoriales
más, remachando su· delación primera; el agustino Antonio de
Quevedo lo refuta en este año de 1591, que ve otra denuncia de
la escritora abulense: una calificación desfavorable, obra del
do­
minico Juan de Orellana. También en 1591 muere el autor del
Cántico espiritual y áparece la Instrucción de novicios, del citado
Aravalles,
henchida de idéntica doctrina que su libro anterior.
Un año antes,
en 1590, había publicado el jesuita Francisco de
Ribera su Vida de la madre Teresa de Jesús, fundadora de descal­
zos y descalzas; pero también entonces el agustino Antonio de
Sosa presenta «ciertas advertencias» contra un libro (no se sabe
cuál) de Teresa.
En 1593 aparece; en Nápoles, De la oración mental
y de sus partes y condiciones, de fray Jerónimo Gracián, reeditado
en Bruselas, en
1609. Ese mismo 1593, otro adversario de la es­
piritualidad carmelita, Juan de Lorenzana, secunda a sus herma­
nos de hábito
La Fuente y Orellana, escribiendo un memorial
adverso a
la monja de A vila ; al año siguiente, la delata a Roma.
También en 1593, Juan de Orellana redácta otro memorial con­
trario a Santa Teresa. En 1598, un clérigo toledano, Francisco
de Pisa, insiste en lds inconvenientes que, a su juicio, encierran
los libros de la fundadora. Sor Cecilia del Nacimiento (Sobrino
y Morillas) compone hacia
1599 sus Liras de la transformación
del
alma en Dios ; ese mismo año da a luz el jerónimo Diego de
Yepes
su Vida, virtudes y milagros de la bienaventurada virgen
Teresa
de Jesús. En 1601, mete en prensa Gtacián su Mystica
theologia.
El Tratado de la unión del alma con Dios lo. escribe
sor Cecilia en
1602, y al año siguiente declara las liras citadas,
explanándolas con el título de
Tratado de la transformación del
alma en Dios.
Madrid ve en 1604 salir a luz otra obra de Grac
cián, de nombre provocativo: Dilucidario del verdadero espiritu,
en que se manifiesta la verdadera oración, púreza, luz, caridad
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MARIO SORl.A
y trato del alma con Dios, y se declara la doctrina de la madre
Teresa de
]effls y de otros libros espirituales; reimpresa en Bru­
selas, año
de 1608, y en la villa del Manzanares, en 1616. Apro­
ximadamente poco después de mayo de 1605, se presenta en Roma
una extensa denuncia española contra la madre Teresa, denuncia di­
rigida a Paulo V y al Santo Oficio.
En respuesta a la misma, el
dominico Diego
Alvarez y el franciscano Juan de Rada, o sea
dos
notables representantes de las escuelas tomista y escotista,
reiteran
la ortodoxia. de la contemplativa abulense. Por 1607,
fray Basilio Ponce. de León empieza
la traducción al latín de las
obras de Santa Teresa, y también
entonces publica en Nápoles
Juan
de Jesús María (San Pedro y Ustarroz) su Theologia mys­
tica. Dos años más tarde, del incansable Gracián se edita en la
ca¡,ital de los Países Bajos españoles Vida del alma, también apa,
recicla en Madrid, año de 1616. Juan de Jesús María publica
Vitae beatae Theresiae compendium, ese mismo año de 1609. To­
más de Jesús (Diaz Sánchez Dávila) saca a luz en Roma, 1610,
Suma y compendio de las grados de orai:ión. El fecundo fray Je­
r6nimo Gracián vuelve, en 1611, a dar trabajo a los impresores
bruselenses con su
Declaraci6n en que se trata de la perfecta vida
y virtudes heroicas de la santa madre Teresa de Jesús y de las
fundaciones de sus monasterios, y en 1612, con sus Conceptos
del divino amor sobre los ocho
libros de los Cantares de Salomón,
publicado igualmente cuatro años después en Madrid. En 1615,
aparece
Teolog!a mlstica y espe;o de la vida eterna, de Inocencio
de San Andrés. 1618 ve
la edición príncipe, dedicada al cardenal
Gaspar de Borja, de las obras de San Juan, salvo el
Cántico es­
piritual. Al año siguiente se reproduce esta edición en Barcelona.
Entre 1619 y 1624, el catedrático de Salamanca Agustín Antolí­
nez, agustino, escribe sus
Amores de Dios y el alma, comentado
del
Cántico, llama y Noche oscura de fray Juan de la Cruz ( el
autor muere en 1626, arzobispo compostelano). Otro libro da
a luz en 1620 Tomás
de Jesús: De contemplatione divina. En
1622, Juan de Jesús María publica
Schola orationis et contempla­
tionis;
ese mismo año, acaba fray José de Jesús Maria (Quiroga)
Subida del alma a Dios. En 1623, el carmelita calzado fray Miguel
de la Fuente
imprime su Libro de las tres vidas del hombre: cor­
poral, racional y espiritual. 1624: redacta Basilio Ponce de León
su célebre «respuesta»
en defensa de San Juan, respuesta encar­
gada
por el inquisidor general, Andrés Pacheco, con motivo de
una memoria presentada contra
la doctrina del doctor de Fonti­
veros.
En 1627 aparece en Bruselas .por vez primera el Cántico
espiritual.
José de Jesús Maria (Quiroga) publica en 1628 la His-
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POESIA Y PROSA EN LA OBRA DE S. JUAN DE LA. CRUZ
toria de la vida y virtudes del Venerable P. Fr. Juan de la Cruz,
primer religioso de
la reformaci6n de los descalzos, con declara­
ci6n de los grados de la vida contemplativa por donde N. S. lo
levant6 a una rara perfecci6n en estado de. destierro. Y del sin.
gular don que tuvo para enseñar la sabiduría .divina, que trans­
forma las almas en Dios. El título, como se ve, ·además de una
apología,
es todo un éompendio doctrinal. Dos años más tarde,
edición de las obras completas de San. Juan. Todavía en 1631,
fray Nicolás
.de Jesús María (Centurión) mete en prensa una de­
fensa de la doctrina sanjuanista: Phrasíum mystícae theologiae
V.
P. Fr. I oannís a Cruce carmelitarum excalceatorum parentis
primi elucidatio. Más adelante, las esporádicas denuncias, que a
veces no totna en cuenta
la Inquisición, van· asestadas .sobre· todo
contri\. los discípulos del Santo, evitando. atacar directamente al
último, tan grande es ya su prestigio.
En cuanto a la polémica
quietista, de fines del siglo xvrr, aunque parezca por un momento
comprometer
al contemplativo de Fontiveros, no hace mella al­
guna en la roca doctrinal del monje carmelita.
14. Nadie pretenderá que en el lapso de medio siglo, desde
1574 a 1631, hubiese habido en España una serie de revolucio­
nes cultnrales que, transformando
1a mentalid'!(l general, induje­
sen a aceptar la heterodoxia de
la que poco antes se había des­
confiado. La explicación
es mucho más sencilla: después de una
especie de criba o de una bien fundada defensa,
la· misma socie­
dad, las mismas instituciones ti;rminan acogiendo sin reserva
teorías y libros que nunca tnvieron
otra mácula sino la que des­
cubrieron una
prudencia imprudente y la inveterada ojeriza de
los discípulos de Melchor
Cano contra todo lo que superara el
ascetismo más ramplón.· Y durante ese 'período de discusiones,
también va difundiéndose, callada
· o abiertamenté, la debatida
doctrina con su correspondiente experiencia, pese a que simul­
táneamente continúe
la 'lucha contra el misticismo falso de los
alumbrados, como lo
·prueba, por· ejemplo, el .edicto sevillano de
1623.
15. Las sospechas acerca de San Juan
de la ·Cruz tienen que
considerarse no aisladas, sino
den¡:ro de las polémicas 'generales
de
la época, polémicas que surgen, de un lado, por el bullit mís­
tico de una
sociedad sumamente religiosa, y de otra, a causa de
la desviación de esa tendencia, particularmente en la versión de
los alumbrados. La condena de fray Domingd Valtanás y la de
Carranza ;
las. persecuciones que sufre el padre Baltasar. Alvarez;
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M.A,R/0 SORIA
la oposición (a menudo sacada de quicio) de Melchot Cano; el
índice de V aldés, con su inclusión de muchos libros de espiritua·
lidad; los contratiempos de· fray Luis de Granada y de San Juan
de
Avila; la orden ·del cuarto general de fos jesuitas, Everardo
Mercuriano, prohibiendo
la lectura de obras místicas, por ser
contrarias a la índole activa del
instituto ignaciano, ere., son otros
tantos episodios de un
procesd en el que también se ven envuel­
tos los carmelitas. Ahora bien; sin dejar
de proscribirse a los
alumbrados,
se afirma paso a paso una versión ortodoxa de la mís­
tica, que es principalmente la del Cartuelo. De esta forma, Juan
de Y epes y Teresa de Cepeda, amén de sus innumerables
discí­
pulos, no son heréticos ni eróticos, sino encauzadores de una vi­
gorosa corriente, reduciéndola precisamente a la más estricta or­
todoxia. Ese es uno de los sentidos de la evolución de las ideas
y experiencias
en esta materia, más d menos desde el tiempo en
que .escriben Francisco de Osnna y Bemardino de Laredo, hasta
la edición primera
de las obras de San Juan de la Cruz (20).
16.
Es de notar, además, otra circunstancia cuyo sentido
quizá haya escapado a los historiadores. Cinco años después de
publicados los libros del
doctdr de Fontiveros, se presenta, en
1623, a la Inquisición una
memoria con cuarenta asertos sacados
de
la Subida, la Noche y la llama, tildándolos de heterodoxos,
peligrosos, etc. Inquisidor general
es por entonces Andrés Pa­
checo, obispo de Cuenca, que encarga un dictamen acerca de la
denuncia a Agustín Antolínez. Este
se excusa de escribir el in­
forme, pero · recomienda para llevarlo a cabo a su cofrade Basilio
Ponce de
. León, que sí acepta hacerlo. Pacheco no puede ignotar
que los dos agustinos. mencionados son favorables a los contem·
plativos carmelitas, conforme vimos antes. El sentido del dictamen
es el que había que espetar: una apokigía de los libros incrimi·
nados y la refutación d!e todas las objeciones. También resulta
significativo
el que fray Basilio señale haber aprobado la edición
de 1618, entre 'otros consultados, censores de la Inquisición, y
que sería inconveniente desautorizarlos vituperándola: «Pues tam·
(20) Acerca. de .las varias tendencias de la ascética y la rrústica españo-,
las en aquella época _.y .de las vicisitudes que tuvieron sus representantes,
véanse
V.rcENTE BELTRÁN DE HE:REDIA: Las corrientes de espiritualidad
entr'e los dominicos de Castilla durante la primera mitad del siglo XVI
(Salamanca, 1941); PE01to SÁINZ RomúGUEZ: Espíritual/dad española (Ma­
drid, 1961), especialmente los caps. 111 y IV., e.Introducción· a la historia
de la literatura mistica en España, cap. V; ENRIQUE BRBMOND: Historia
literaria·
del sentt"mienta religioso en Francia, ·vol.. V (París, 1967), cap. I y
apéndice I; vol. VIII (París, 1968), parte IV, caps. primero a cuarto.
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POESIA Y PROSA EN LA OBRA DE S. IUAN DE LA:CRUZ
bién algunos de los que calificaron entonces eran ministros del
Santo Oficio,
y ha menester set muy grande la ·autorid.-d de
los que le
calificaron para hacer balanza con calificación tan in­
signe» (§ 1 ). Igualmente, como son numerosos yá en aquella
época de censuras
y defensas los discípulos de T etesa de Jesús .y
del autor del Cántico, Ponce de León, aludiendo a la tolerancia
implícita en
ello. por parte de los policías de la ortodoxia, pon­
dera la difusión de la doctrina de fray Juan, amén de sus benec
ficiosos efectos, y repite argumentos que había e,,npleado su tío:
« Véanse los religiosos y religiosas carmelitas
descalzas que se han
criado con su doctrina y la saben de coro» (§ 44) (21). La cita
de fray Luis, que supone, como hemos advertido, muchos discípu­
los de la doctrina abulense, continúa
así: « ... y miren si .están
locos o ilusos, o si hay quien eiJ. la pureza de la verdadera reli­
gión y santidad y
amor de Dios les haga ventaja» (22).
Todo esto indica, a nuestro juicio, que hacía ya tiempo que
la Inquisición
tenía formado · su criterio acerca de la espirituali­
dad sanjuanista y que, gtiardando
las formas, a cada impug1ia•
ción no pretendía variarlo, sino C\)1110 mucho perfilarlo. La insis­
te.ncia progrésista en detectar hipotéticas herejías de San Juan
termina con la paradoja de acusar de débil al denostado tribu­
nal,
puesto que no condenó al. contemplativo de Foniiveros.
17. Que los
!ibroS de Y epes no . habían esquivado . la vigi­
lancia inquisitorial, es obvio,· porque en copias manuscritas se
difunden.
,;,ípidame11te y su a11-tor no· se tecata de escribirlos ni
de. divulgar las ideas. de los n:iismos en «caµtelás» y cartas. No
los redacta en
secreto ni para µ,nventlculo algüno: Se conocen
sus arrobos y su virtud, sirviendo. los traslados para propágar
(21) La respuesta de fray Basilio, que, como hemos dicho, absuelve
de la tacha de heterodoxia cuarenta, proposiciones. de los libros de San Juan,
la publica íntegr~ fray Silverio de Santa Teresa. én su edición de las obras
completas de Sru, JU1lll de la Cruz, vol. I, págs. 396 a 439, fechada en
Burgos, año de 1929. Título del opúsculo es
Respuesta del R. P. M,' Fr. B,,.
sitio Ponce de León cathedrático de prima de fbeal-ogía en la Universidad
de Salamanca a.las notas y obieciones. que se. hicieron a.algunas proposicio­
ites del libro de N. S. P. Ft.' Juan de la Cruz. ·por ·to que Se refiere a> la
techa dé la obrita de P9nce s~ lee en el original «once de julio de 1622»,
mas ·parece que por ·error, según el ág\lStino·-Angel Custodio Vega, siendo
necesario retrasarla dos años, hasta 1624. (Introducción a la obra Amores
de Dios
y el alma, de fray AGUSTÍN ANTO'LÍNEZ, pág. XXVIII):
(22) Apología :del P. M.· Fr. Luis de León, catedrático de Escritura,
de la Universidad· ·de ·Salamanca, donde. m.ue,stra la utilidad que se sigue.
a la Iglesia en que las obras d_e la santa madre .Teresa· de Jesús :V otras
semeiontes, anden -.impresas en lengua.-vulgar, 'en Obras· completas castella­
nas (Madrid, 1959), pág. 1.325.
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.MARIO SORIA
todavía más el conocnmento de tales fenómenos extraordina­
rios (23). Recientemente se ha descubierto un códice fechado en
1593 (apenas dos
alios después de la inuerte de nuestro autor),
del
Cántico B, copia hecha por orden de la priora de descalzas
de San Lúcar de
Barrameda, ·tomo una prueba más de una trans­
misión que
no era pasarse ,bajo mano obras de doctrina prohibida
o sospechosa,
sino espaldarazo casi oficial, al menos de la rama
femenina del Carmelo
· descalzo (24 ). Las persecuciones· qtie pa­
dece fray Juan siempre nacen de las disputas internas de la orden
a que pertenece, los calzados· primero y
· los descalzos después,
no habiendo en ello ningún motivo doctrinal.
18. Sólo queda, entonces, que
e1 autor intente esconder sus
sentimientos, y que para esto emplee
un le.bgUaje deliberadamente
ambiguo. Pero tampoco se conoce
dc;Jcumento alguno que respal­
de
la tesis del ¡,namoraroiento profano de San Ju,µ,. Hubo un
escrito donde.
se venteaba .algo, donde quizá se tratase de inter­
pretar torcidamente la relación del contemplativo con algunas
religiosas: el informe del
definidor. fray Diego Evangelista. Exis­
tió; ya no existe: lo mandó quemar
el. general de los carmelitas
descalzos,
fray Eiias de San Martín. Era probablemente un mon­
tón de chismes y suposiciones malévolas del definidor, suma­
mente
hostil a .fray Juan. La fecha tan temprana de la destruc­
rjón del documento, 1594, apenas tres años después de muerto
Yepes, prueba que es ohiria la falta de fundamento de las acusa,
clones, puesto que, de lo contrario, se ,hab;ría procedido contra
los escritos
y. los cómplices presuntos del Foniiverefio (25). De
todas maneras, constituye. una desgracia tal destrucción, . porque
seguramente
era el desaparecido un documento niuy significativo
que, procediendo de la orden, atacaba
al gran carmelita, en me­
dio de las alabanzas generales. Por otra parte, ¿ es creíble -dan­
do por cierto tal sentimiento torrjdo-que nuestro autor lleve
el disimulo hasta escribir
centenares de páginas, llenas de análi­
sis psicológicos, tesis de
teología, observaciones metafísicas e
interpretaciones de
la Es<:ritura, con objeto de borrar toda huella
de la realidad?
¿ No es mucho más verosímil opinar que fray
Juan emplea sencillamente
mi. géoerd literario cuya característica
(23) CrusóGbNo DE Jilsús, O. C. D.: Vida de San Juan de la Cruz,
cap. 16, en Vida y obras de San Juan de la Cruz (Madrid, 1955), pág. 336.
(24) . EuLOGIO 'PAcHo,· ·O. C, D.: «~C~ntico espiritual' definitivo», en
el diario ABC de Madrid, de 4 de mayo de 1991, págs, IX y sigs.
(25) CRISÓGONO DE JESÚS: Op. cit., pág. 427.
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POESIA Y PROSA. EN LA. OBRA DE S. JUAN DE LA: CRUZ
estriba precisamente en Ja_ ambigüedad y su• ·aclaración, consi­
guiente?
Sí cabe propugnar que la poesía mística,
lo mismo que la
prosa, no sea más .que producto . de . una .sexualidad reprimida,
sublimación de ella. Cabe hacedo, a despecho de mil. argumentos
contrarios.
La porfía y la testarudez son libres. Pero, en tal caso,
hay que discutir
no cl sentido de la obra de San Juan, sino la
posibilidad y la objetividad de la experiencia mística. Entonces,
la discusión
rebasa la simple jnterpretación literaria, cayendo de
bruces en la filosofía, planteando el problema de la existencia
de Dios y
. de la comunicación entre Creador -y criatura, y ya nos
alejamos del asunto
de estas consideracim¡es. ·
19. En suma, aun concediendo; tal vez contra la evidencia,
que el criterio exterior,
las circunstanciasrno bastan para. aprehen­
der de forma definitiva
y exacta el sentido, el interior, proceden­
te del escrito mismo, disipa cualquier duela. Este criterio S\: en­
cama, conforme el proJ:>io . autor )o .afirma, en ,la. declaración
prosaica de los versos,iridispensable, por lo tanto, para sú com-
prensión. · ..,... ·
20. Digamos de pasó 'que la ~piritualización de, los. versos
de San Juan de la Cruz mediante la prosa es lo cont¡:ario del
ptoceso a que somete Sebastián
de . Córdoba las poesías de Gar­
cilaso, técnica que también
sigue ·,el carmelita en· alguna de sus
poesías menores. Córdoba cambia palabras de los. versos . del· to,
ledano para darles un. sentidó cristiano o religioso. Así, donde
Garcilaso dice,
· en su soneto Cqi,tltjto: ' · ·
«Escrito está en mi alma *'1estrogesto, .
Y .cuanto yo esctebif d(vos deseo, .
Vos sola lo escrebiste, yo ló leo . ·
Tan sólo, que aun de vos. me 'guru;ílo en esto»,
Córdoba muda:
«Escrito -está en mi. alma vuestro gesto
Y cuanto yo escrevir·de vos desseó:
Vos, Christo, lo escrevís, y yo lo leo,
Así que sólo vos obráys en esto».
Por elcontrario, Juan de Yepes mani:iene inc6lume el·texto,
pero lo interpreta conforme al conte±'t,.j, insuflándole un alma
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MARIO SORlA
peculiar. En el odre que puede contener diversas clases de vino,
el poeta vierte el divino.
21.
La simbiosis de poesía y prosa no es excepcional. Y a
antes de
San· Juan de la Cruz la había empleado Dante, en su
Vida nueva y su Banquete, así como Juan Pico de la Mirándola,
cuando declara las
Canciones de amor de Jerónimo Benivieni.
Asimismo, un contemporáneo del carmelita español, Jordán o
Giordano Bruno, compone según esta forma su libro
De los fu­
rores heroicos, y es frecuente la misma en los autores religiosos
del siglo
XVII. También dos ilustres disdpulos de fray Juan em­
plean la forma susodicha: sor Cecilia del Nacimiento y fray Agus­
tín Antolínez: aquélla declarando liras en sus tratados «de la
transformación del
alma en Dios», y éste comentando a su modo
los
tres grandes poemas del carmelita de Fontiveros. Nada más
natural, entonces, que Juan de Yepes emplease un género lite­
rario frecuente en su época, género que tiene la ventaja de dar
rienda suelta a cualquier efusi6n poética, pero sin trabar la exac­
titud de f6rmulas y análisis. Téngase en cuenta que nuestro mís­
tico cursa con gran provecho humanidades en el colegio que los
jesuitas tienen en
Medina del Campo, y termina dominando pro­
bablemente el latín, el griego
y la ret6rica. En Salamanca, donde
estudia filosofía y teología, sigue impregnándose de la cultura
predominante en aquel tiempo.
Consiste la explanaci6n en tomar una composici6n y expli­
carla en prosa línea por línea,
confonne al pensamiento del autor.
De hilo conductor de las diversas · consideraciones sirve cada uno
de los versos. Pero no s6lo cabe declarar un poema; también es
factible hacerlo con lemas, imágenes, emblemas o empresas, y
con trozos
de escritos en prosa. La. ilustraci6n de estos últimos
casos es semejante a la dilucidaci6n de la poesía.
Los Emblemas
de Andrés Alciato, .as! como las «empresas», «blasones», «lemas»,
«alegorías», etc., de Saavedra Fajardo, Francisco de Villava, Juan
Baños de V elasco, Baltasar Gracián, Sebastián de
Covarrubias,
Juan de Borja, Hernando de Soto, Mauricio Sceve y otros, son
ejemplo de dicha
forma literaria. Y las innumerables exégesis de
grandes fil6sofos, de la Sagrada Escritura, de textos religiosos y
jurídicos de importancia, . también demuestran cuán extendido
hállase el género en los siglos xv, xvr y XVII. Citemos unas cuan­
tas pruebas de lo dicho. Anterior a nuestro santo
es Marsilio
Ficino,
intétprete famoso de Plat6n,. comentador del Banquete
y otros diálogos del insigne griego. Coetáneos de San Juan, o un
1240
Fundaci\363n Speiro

POESIA Y PROSA EN LA OBRA DE S. JUAN DE LA CRUZ
poco más jóvenes que él, son el jesuita Juan de Maldonado, autor
de unos
celebérrimos Comentarios a los cuatro evangelios, reedi­
tados hasta hoy; Guillermo Estío, renombrado exégeta
· de las
epístolas paulinas; el también jesuita Cornelio a Lápide, laborio­
sísimo comentarista de la Biblia entera, versículo por versículo;
fray Luis de León, que, glosando a
la letra el Libro de Job y el
Cantar de los cantares, funde la sabiduría del biblista con la gra­
cia del estilo y la finura de las observaciones morales, etc. (Sóld
cuatro señalamos de una ingente cantidad de sabios). Por
lo que
se refiere al
comentario de textos religiosos, pero no inspirados,
valga la obra del jesuita Luis
de la Palma, que parafrasea en más
de cuatrocientas
páginas· a doble columna el texto de los · Eierci­
cios de San Ignacio (26). Huelga decir que la libertad, y hasta
arbitrariedad, interpretativa de los textos filosóficos y literarios
hállase muy restringida al tratarse
del comentario bíblico. Abru­
madoramente pesan. en este caso los precedentes y la tradición,
si bien hay que notar que la libertad sé recupera mediante la
interpretación alegórica, donde caben todas las fantasías habidas
y por haber, hasta.dar de bruces en el gerundismo.
Señalemos de paso que también
'la arquitectura y la pintuta
suelen tener
en esta época de _emblemas y glosas un sentido
traslaticio, necesitado
de declaraciones mediante un lenguaje que
ya no es plástico: el de la intetpretación oral o escrita de los
símbolos. Tal sucede, para no
dar sino pocos ejemplosi con la
alegoría de pecados
y virtudes, del cuadto «Finis gloriae mundi»,
de Juan de Valdés
Leal; la representación de algunas invocacio­
nes sacadas de
las letanías de la Virgen, en las «Inmaculadas»
del
. citado V aldés . Leal y de Zurbarán ; · el gigantesco jeroglífico
que es «El jardín de las delicias», del Bosco; la fortna circular
de las iglesias, considerada como
la perfección de la existencia
cristiana,
en contraste con la cruz latina, evocadora de la pere­
grinación hacia el cielo; la planta longitudinal terminada en ro­
tonda, también de los templos, cristianos, versión arquitectónica
de la
figura humana, como la capilla ubetense del Salvador, et·
cétera.
En todas estas obras existe una transposición de concep­
tos filosóficos, teológicos, morales y antropológicos a las artes
figurativas, de tal manera que para entender los cuadros o edifi­
cios es necesario dilucidar, en prosa sabia, colores, líneas, figuras,
volúmenes y formas,
por muy diversa que parezca de lo explicado
la explicación. Fuera
de duda, eo mucho casos conoce el público
de aquel tiempo, sin necesidad
de más precisiones, el significado
(26) Camino espiritual, en Obras del padre de La Palma (Madrid, 1967).
1241
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MARIO SORIA
de dichos símbolos ; pero esto no suprime la variedad de los
medios semánticos, ni .desvirtúa la transformación relativa del
sentido, siguiendo
la índole de la forma de expresión, ni hace
inútil el análisis para el entendimiento completo.
·
Este sentido traslaticio igualmente emplea sentimientos y pro­
pensiones naturales del ser humano. Ejemplo de ello puede ser
la iglesia cacereña de San Francisco Javier, en la plaza de San Jor­
ge. Situada sobre la falda de una colina y 'dominando la plaza
susodicha,
se llega hasta ella por una empinada escalinata de
dos tramds, a la que sigue una 1onja, y después hay todavía que
s1..bir otros · peldaños más para alcanzar la puerta del recinto.
Bien
validad de construir . una gran iglesia en lugar prominente,
bien simple solución
arquitectóruca de trazar una escalinata para
ascender hasta el templo, premeditadamente o no se suscita en
el fiel, junto
con el esfuerzo físico, la sensación del esfuerzo
moral necesario para acercarse a Dios, amén de hacérsele com­
prender la superioridad de Este, sugerida por el edificio eminen­
te. Teatralidad barroca basada
en el sentido. eterno de lo alto y
lo bajo, del
arriba y abajo. Sentido, además, traducido en me­
dida, proporción y disposición de la matetia. (Cf. nota 34 ).
22. Que la prosa no sea algo adventicio, sino parte esencial
de su obra, es idea que se
halla clara en la intención de nuestro
escritor: «Toda la doctrina que entiendo
tratar en esta Subida
del monte Carmelo está incluida en las siguientes canciones» (27);
«En este· libro
se ponen· primero tddas las éanciones que se han
de declarar. Después
se declara cada canción de por sí, poruéndo­
la también al principio» (28); «El orden que llevan estas can­
ciones es desde que un alma comienza a servir a Dios hasta que
llega al último estado de perfección, que es matrimonio espiritual.
Y así, en ellas
se tocan los tres estados o vías de ejercicio espi­
ritual
por los cuales pasa· el alma .. ;; y se declaran acerca de
cada una algunas propiedades
y efectos de ellas» (29); «Y en este
encendido grado
se ha de entendet que habla el alma ... Y ella
así lo siente, y así lo dice en estas canciones con íntima y deli­
cada dulzura de amor, ardiendo en ·su llama, encareciendo · algu­
nos efectos que hace en ella ; los cuales iré declarando · por. el
orden que las demás: que las pondré primero juntas, etc.» (30).
No
obstante, el místico se muestra en el Cántico y en la U4ma
· (27) Subida del monte Carinelo~. argumento.
(28) Noche oscura, prólogo.
(29) Cántico espiritual, argumento.
(30) llama de amor viva, prólogo, § 4.
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Fundaci\363n Speiro

POESIA Y PROSA EN LA OBRA DE S. IUAN.-_DE LA CRUZ
un poco reacio a explicar los versos, .«por, ser. de cosas tan ihte­
:riores
y espiritual~, para las cuales comúnmente falta lengua­
je» (31). Asimismo, toda la .doctrina ascética de la Subida· y la
Noche, acerca de la «desnudez»., «privación,.,,«ceguedad», «cami­
.nar
en fe», «sabiduría secreta», ,etc.,,implícitamente abonan ese
carácter
ihefable que se hace expreso. en .el Cántico y la. Uanu,,
como si el autor se percatara más de ello a medida que se absorbe
en la contemplación
.(32). La dificultac;I, con todo, no, lo apea de
su
propósito. El autor llena págiria tras página, .relatando y orde­
nando sus experiencias.
23. San Juan
no sólo coÍnentaJos 'versos; revela en los
mismos cierta sistematización de la vida mística, confotme a cuan­
to
el poeta ha. sentido, snfrido .y percibic;lo d,µ-ante su peregriha­
ción sobrenatural; y también conforme al
sisteina f'ilosófico y teo­
lógico aprendido en Salamanca. Hay qüe confesar que dicha siste­
matización
no. siempre corresponde de modo exacto a la ihspiraci61i
propiamente poética:, ésta es mucho más fluida, imprecisa, 1ecu·
rrente y anárquiCa que la prosa. Pero, oh.servando con atención,
se reconoce. en la primera una especie de proceso a partir del as­
cetismo hasta la contemplación, con las diferentes etapas orgáni­
camente
relacionadas entre sí. Bien que, para dilucidar de forma
inequívoca. tales diferencias, que el verso sólo .en germen encierra,
menester es el instrumento del lenguaje
ordihario, donde ni el me­
tro,
ni la rima, ni el estilo peculiar de la poesía impiden un desa­
rrollo minucioso.
La enseñanza de. Santa Teresa -ya lo observatnos---, al con­
trario de
la de su concenobita, va poco a poco surgiendo de la
experiencia, como fruto de cuanto Dios da a sentir y conocer a
la escritora de
Las moradas, siendo evidentes los tanteos, vacila­
ciones
y rectificaciones de la monja. Yepes, en cambio, parece
mucho más seguro, si. bien menos espontáneo y natural, porque
(31) llama de am.or viVa, prólogo, § l. Y en el _Cántico: «Por haberse,
pues, estas canciones compuesto en amor de abundante inteligencia. nústi~
ca, no se podrán declarar al justo, ni mi intento sefá tal, sino sólo dar
alguna. luz en general .. ,. -Los dichos ,de amor-es mejor dejarlos en su an­
cliura para que -cada-: uno de ellos ·se_ aproveche según su modo y caudal
de espíritu, que abreviarlos a un sentido que no se acolllode a. todo pa­
ladar. Y así, aunque en alguna manera se déclaien, n'O hay poi qúé atarse
a la declaración; porque la sabiduría mística -la cual es por ·amor; -de
que las presentes canciones tratan-no ha menester distintamente enten­
derse para hacer efecto de amor y afición en el alma, porque es a modo
de la fe, en la cual amamos a Dios sin entenderle» (Prólogo, § 2).
(32) Cf. Subida, II, 3, §§ 3 y sigs.; Noche, II, .16, §§ 11 y sigs., y 17,
§§ 2 y sigs.
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. MARIO SORIA
todo su saber místico lo comunica ya conceptualizado al lector,
explayándolo en análisis, plasmándolo en fórmulas, fundiéndolo
en el crisol
escolástico; sin embargo, como veremos, esa forma
abstracta encubre un
espíritu fervorosísimo y sumamente dúctil
para expresar, de
acuerdo con el momento y la intención del
tratadista, tal o
cual aspecto de su comercio con Dios.
·
24. La importancia de la glosa no es la misma en las cuatro
gtandes obras del Santo.
La dualidad de experiencia y ciencia,
de inspiración y reflexión, inclínase unas
veces hacia uno de los
términos y otras hacia el término opuesto. La Subida y la Noche
dan al texto declara)lv:o una extensión. e importancia mucho IOa­
yores, por relación· al verso, que las otras dos. Aquéllas analizan
detalladísimamente,
casi perdiéndolas \le v.ista, las dos primeras
liras
qmdiguran al principio de los tratados o, mejor dicho, los
pasos que da el alma y
1as pruebas a que es sometida en su largo
camino en pos del conociniiento absoluto. Ditíase que el arduo as­
censo descrito en la Subida y la Noche se refleja en la laboriosa
ilustración de la prosa.
El
conteIOplativo de F<>ntiveros dibujó· un esquema del Car­
melo místico, bosquejando senderos, atajos y desvíos, esquema
que después transformaron
los. editores de las obras de San Juan
en viñetas
cuidadosrun,:bte representa,;las·con rocas,.caminos, despe·
ñaderos,
etc. (33), Además de imitar las explanaciones de los
autores
·de emblemas y empresas, seguramente nuestro carmelita
traduce en líneas y formas penosos ascensos suyos por algún
cerro real; referencia a la naturaleza que, aunque mucho
menos
clara que en el Cántico espiritual, no deja de. advertitse también
aquí. Y quizá Juan de Yepes influya a su vez en una de las ge­
niales concepciones arquitectónicis • espafiolas niodernas, quereIOos
decir en el Valle de los Caídos, particularmente en el sendero
que lleva a la
cruz, camino más o menos llano al principio, arduo
después y relativamente fácil al terminar, recorrido donde no hay
que. detenerse, aunque lo hagan a ratos ameno algunos pinares,
zarzales cuajados
de moras o los robles que también allí abundan,
sino subir y subit
si=pre hasta alcanzar la cruz, que, apareciendo
u ocultándose, diríase
cada vez más cercana, no sólo en el sentido
de vérsela, sino de sentírsela
más próxima (34 ).
(33) Edición citada de las obras de San Juan de la Cruz, págs. 476;
492. . (34) La -subida mística llevada a cabo mediante un ascenso espacial
yái se ooncibi6 eri el siglo_-.ix,· hablamos del templo budista javanés de
Borobudur. Los innumerables vía crucis cristianos son fruto de la misma·
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POESIA Y PROSA EN LA OBRA DE S. JUAN DE LA CRUZ
25. La Subida y la.Noche están.llenas de términos abstractos
o de significado negativo .. Topamos a cada paso con vocables tales
como «nada», «noche»-, «privación», «tinieblas», «desasimiento»,
«vado», «desnudez», «olvido», «sequedad», «desgana», «repug­
nancia»; «purgación», «aniquilamiento»,
etc., aparte de las pa­
labras técnicas propias de la filosofía, la
teología y la moral, y
de un sinnúmero de ideas y principios de dichas ciencias, susten­
tadoras de las ideas desenvueltas en el testo.
El Cántico y la llama, en cambio, obedecen a ,un estadó .de
espíritu mucho menos teórico, merced al cual .la pasión del verso
repercute
en la interpretación, que, impregnada .de lirismo, man­
tiene con todo el rigor analítico y teológico. Ambos libros com­
pletan los dos anteriores. Sin embargo, al ceñirse con mayor es­
trechez al· verso, la. prosa suele tener una abundancia terminoló­
gica estraordinaria, amén de estar de continuo las . consideraciom;s
doctrinales
ilustradas por imágenes. tomadas de la poesía, que. :a
su vez las saca de la naturaleza (35).
En concreto, el Cántico, de esuberante fantasía, pone plan­
tas, animales, personas, accidentes geográficos, fenómenos
me,
teorológicos, música, costumbres domésticas, oficios y labores cam­
pestres a contribución, para expresar las vicisitudes de la expe­
riencia mística. Y cada uno de estos seres
y circunstancias adquiere
en la explicación un sentido desusado,
conforme a la secreta
inteligencia que
en. ellos descubre el Santo. Así, «vuelo» es· el
éxtasis
(XIII,§ 11); «ejido», el mundo (XXIX,§ 6); «majadas»,
las jerarquías angélicas
(lI, § 3); «raposas», los apetitos sensitivos
(XVI,§ 3); «montes», lasvirtndes (IH, § 4); «prado de verdu'
ras», el cielo (IV, § 4); «adobado vino», un amor intenso (XXV,
§ 7),
.etc. Si el autor parte de la idealización común a muchos
escritores del renacimiento, su fe, su imaginación y .. su _riquísima
vida interior le permiten dar al mundo un significado que no es
el meramente estético de la metáfora y el amor profano. Nue,¡tro
idea. Por otra parte, si. hay influencia del carmelita abulense en los ar­
quitectos Diego Méndez ·y Pedro Muguruza, aquélla ~ nuestro juicio--,;.
sólo se refiere al ascenso por el cerro, no al remate del mismo: los cons­
tructores ponen
fin a su vereda conduciendo al peregrino hasta el pie de
la cruz, majestuosa e inaccesible, como señalando que no hay otro -término
de la vida religiosa que adorar el signo de la redención. Por el contrario,
San Juan, como muchos místicos, tiende a :postergar un tantico la Encar--
naci6n_ y acaba su viaje en la unión extática con· la Trinidad divina. _._·
(3.5) Véase, por_ ejemplo, la ·declaración de las canciones décimocuart-a
y décimoquinta del Cántico, donde las comparaciones se suceden unas a
otras, sacadas de propiedades de las cosas naturales, demostrando a la· par
gran · sensibilidad a· la belleza del universo y extraordinaria capacidad
transfiguradora.
,
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MARIO SORIA
carmelita vuelve parábola el cdsmos,. asemejándose su visi6n a
los cuadtos
de fray Angélico, donde cada cosa parece recién sa­
lida de las manos del Creador y canta sin esfuerzo la gloria divina.
Por
lo tanto, se halla a ratos mucho más cerca del simbolismo
bíblico que del platonismo imperante entonces.
Las cosas las
convierte
en figura o cifra sagrada, a la par que les reconoce ser
reflejo de una hermosura infinita.
Particularmente en esta obra atribuye San Juan (aunque
sin
decirlo de modo explícito) a la fantasía carácter intelectual, des­
pojándola del sambenito de ser simple dep6sito de sensaciones
o imágenes, «quasi thesaurus
. quidam formarum per sensum
acceptarum», como
la define Santo Tomás (36). Por consiguiente,
la imaginaci6n no se limita a evocar imágenes
ya sabidas ni a
yuxtaponerlas, como la cabeza
y el cuerpo de un centauro, sino
que las relaciona, las combina
en un organismo, las funde, mul­
tiplica, amplía, hallando significados nuevos, realizando una
com­
prensi6n fundada en síntesis que son una forma de paradoja y
en análisis que, a su vez, descubren en la naturaleza de algo
mucho más de lo que esa naturaleza parecía contener. Son todas
ellas formas de comprensi6n diversas de las que lleva a cabo
el
entendimiento solo; que se basan más que en la identidad o la
exclusi6n, en una especie de analogía universal, pero que resul­
tan válidas tanto como las de aquél, aparte
de· ser complemen­
tarias de las mismas. Y en este punto, como en muchos
otros,
según veremos, parece haber recibido nuestro contemplativo la
inspiraci6n del fil6sofo inglés Juan Baconthorp, para el cual las
imágenes de
la fantasia no s6lo reflejan el objeto individual del
cual proceden, sino que le
dan al mismo un sentido implícito
universal,
haciendo factible que el intelecto saque de dichas imá­
genes toda clase de conceptos y juicios (37). En fin, excusado
(36) Suma teológica, !, q. 78, a. 4.
(37) « ... ipsum objectum phantasiatum non solum est natum mo­
vere secundum intentionem illam singularem, qua est singulariter phantasia:­
tum, ·sed etiam natum est movere secundum intentiones universales generum
et_specierum»
(Quaestiones in quatuor libros Sententiarum, 1, prólogo, q. 2;
art. 2, § 3, núm. 98); ·«Objectum phantasiatum non solum movet secun·
duin intentionem singularem ve1 particularem imaginatam, sed natum est
movere
ad ulteriores conceptus, et illi non possent intelligi _esse . aliquae
rationes
sin~ares, quia intentio-singularis ponitur apprehendi a phantasia;
ergo, illi ufteriores sunt universales intentiones in potentia intelligibiles»
(núm. 99). Y replicando
.a Pedro, Aureolo, :abunda en la misma idea: «Et
quando dicit quod omnis forma. existens
.in phanta:sia pru:ticularis est et
exprimens particularitatem, dico, quod veruin est de ea forma quae est . in
ea subjective, non autem .de ea_ qua.e e,t in ea objective, cujusmodi _est
objectum in esse cognito. Et quando probat quod si exprimeret universall~
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POESIA Y PROSA EN LA OBRA DE S. JUAN DE LA. CRUZ
es decir que cuando San Juan proscribe las formas de la imagi­
nación, para lograr la unión perfecta COll Dios ( 38 ), lo que hace
es expulsar de la memoria las imágenes de las cosas· sensibles, tal
comd las concibe Santo Tomás, pero no condena la capacidad
de la fantasía,
segúri lo demuestra cumplidamente con sus me­
táforas, transfiguraciones, parábolas y demás.
Por
su parte, la Llama siempre nos produjo el efecto· del
fondo incandescente de un volcán. El objeto de las
comparaciones
es más reducido que en el poema anterior.· «Llama», «fuego»,
< flamar»,
· «encender», etc., son térnrinos corrientes en el texto,
que adquieren gracias a la pluma del nústico un sentido de ilumi­
nación cordial, distinta tofo cae/o e 'incomparablemente superior
a
la iluminación fría del mero conocimiento racional. Para San Juan
la luz nunca es plena, ni siquiera cuando el espíritu está todo
impregnado de ella. El contemplativo habla·
dé «resplandores en
que el
alma resplandece con calor de alnor» (39). La luz es, por
lo tanto,
más brasa que llama, más calor que claridadc El nústico
de Fontiveros, incluso al lqgrar una experiencia que parece muy
alejada
de la enseñanza del gran maestro que escondió su nom­
bre bajo el de San Dionisio, sigue fiel a la teología negativa y
al concepto de luz inteligible, sinónimo de bien' (40).
Correlativo a esa luz
cáliente o calor · luminoso es el objeto
alumbrado:
no el hombre superficial, ni su pura existencia físi­
ca, ni su condición de animal racional, sino el «centro» del alma,
«las profundas cavernas del sentido», la «substancia», «seno»,
«secreto». Consiguientemente, la. acción transforma, purifica, al­
tera dolorosamente el ser del hombre, siendo deleitosa sólo al fin.
Y la expresión de esa actividad inefable es sobre todo táctil ( así
como en el Cántico domina lo visual multicolor, y en la Subid.a
y la Noche lo conceptual y negro): «herida», «cauterio», «llaga»,
«mano», «toque», «blando», «duro», «sutil», «delicadc>», «abra­
sar».
tatem, tune phantasia cognosceret universale: ·verum est si exprimeret
universale in ordine quem habet ad phantasiam; sed non est. ita, quia
intellectus agens transfert · ipsum de ordine quem habet ad phantasiam, in
ordinem quem habet ad aliam potentiam, scilicet, ad íntellectum possíbi­
lem,
et sic exprimit universale» (núm. 10.5).
(38) Subida, II, cap. 12, § 3; III, caps. 8, 9, 10, 11, 12, 13, §,1.
(39) llama, III, § 9 B.
(40) Cf. respecto de aquélla, -por ejemplo, los pasajes siguientes del
Pseudodionisio:
De divinis nominihus, IV, §§ 5 y sigs.; De caeleste bte­
rarchia, I, §§ 1 y sigs.
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,MARIO. SORIA
26. La «Biblioteca de Autores Cristianos» publica las cuatro
obras mayores de San Juan de la Cruz de acuerdo con
el orden
que hemos seguido también nosotros
al citarlas: Subida del monte
Carmelo, Noche oscura del alma, Cántico espiritual
y Uama de
amor .viva. Esta sucesión se conforma en cierto modo con el or­
den lógico: el del alma que, partiendo de la ascesis elemental,
se remonta
poco a poco hasta el éxtasis y la íntima unión con
Dios. La Subida refiérese primero a la huida del alma de la pri­
sión de los sentidos y la privación de todo apetito sensible ( 41).
Sigue con el cumplido desasimiento de las tres facultades espiri­
tuales: memoria, inteligencia y voluntad. Una vez así purificada
la parte consciente
del espíritu, .viene después la purificación de
las porciones inconsciente
y semiconsciente de los sentidos y de
la propia alma, operación esta que sufre el sujeto y cuyo actor
es tan sólo Dios. De ello trata la. Noche, aunque hay que tener
en cuenta haber quedado este libro incompleto, precisamente
al
empezar la explicación de la vía iluminativa. El propósito inicial
del mismo era mucho más amplio de lo que ha llegado basta
nosotros. El Cántico en cierta forma resume las dos obras cita­
das: «El orden que llevan estas canciones
es desde que un alma
comienza a servir a Dios hasta que llega al último estado. de
perfección, que es matrimonio espiritual. Y así, en ellas
se tocan
los
.tres estados o vías de ejercicio · espiritual por las cuales pasa
el alma hasta llegat al dicho estado, que·son purgativa, ilumina­
tiva y unidva» ( 42). De las estrofas, trece se refieren a la vía
purgativa; hasta la vigésimoprimera habla el autor de la vía
iluminativa ; las siguientes describen los diversos grados de la
vía unitiva, y las seis últimas
.son como una recapjtulación, a la
vez que tratan del estado beatífico, tal como puede lograrse en la
tierra. En cuanto a la llama, describe los mil matices apasiona­
dos, gozosos, dolorosos e inefables de la unión mística.
27. Empero, la sucesión mencionada de
las obras sanjuanis­
(41) Fray Juan describe así el comienzo del proceso purgativo: «Pon­
gamos ejemplo en todas las potencias. Privando el alma su apetito en el
gusto de todo lo que al sentido del oído puede deleitar, se· queda esta
potencia a
oscuras y .sin nada. Y privándose del gusto de todo 1o que al
sentido de la vista puede agradar, también seg6n esta pótencia se ·queda
el alma a oscuras y sin nada. De donde, si lo que puede recibir por los
sentidos ella
19 desecha y niega, "bien podemos decir que se queda como
a oscuras y vacía... Porque, aunque es verdad que no puede dejar de oír,
y ver, y oler, y gustar, y sentir, no le hace más al caso ni le embaraza
más al alma, si lo niega y lo des~ que si no lo viese no lo· oyese, etc.»
(Subida, I, 3, §§ 2, 4). .
(42) Cántico, argumento, pág. 909.
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POESIA Y PROSA EN LA OBRA DE S. JUAN .DE"·LA CRUZ
tas no corresponde a la cronología que ve aparecer los tratados,
porque su autor compone los versos y redacta la prosa mediando
largos intervalos entre capítulo y capítulo de la misma obra, a
causa de las peripecias que
sufre el reformador del Carmelo. Así,
las páginas de la
Subida las comienza en: e! Calvario, continúa
en
Baeza y termioa en Granada, de 1578 a 1595. La Noche la
empieza y acaba en Granada ; pero los dos · libros · de este texto
parecen anteriores a los tres de la
Subida. Fragmentos de las es­
trofas del Cántico sdn del período de su prisi6n toledana, año de
1577 ; completa el poema en Baéza, época de su rectorado, de
mediados de 1579 a 1582. Las declaraciones de este último
libro las lleva a cabo parte en Beas, parte en Granada, entre
1578 y 1589.
La Uama la concluye en quince días, siendo vicario
provincial de Andalucía, de 1584 a 1587, etc.
(43 ).
28. Distinta es la actitud espiritual.· de los tratados, pero no
cabe sostener, por ejemplo, que su autor hubiese evolucionado
desde el escdlasticismo
hasta el lirismo, porque en las diversas
épocas coexisten los también diversos estilos y talantes. Diríase
que San Juan domina de tal modo su numen. y sus facultades
analíticas, que
ad libitum se. deja arrebatar por la inspiraci6n o
desarrolla con plena lucidez,
en todos sus pormenores, una tesis
henchida de saber empírico
y de conocimiento filosófico y teoló­
gico. Así, la prosa del Cántico llega a convertirse frecuentemente
en oración y corresponde a
la poesía ebria de. gozo y de deseo,
del epitalamio, Por el contrario, en la . .LJama vuélvese el autor
hacia sí mismo, a. su interior más. íntimo, conforme dicen los
versos:
«i Oh llama de amor viva,
Que tiernamente
hieres
De mi alma en el más profundo centro!».
La actitud es diametralmente opuesta a la de la obra prece­
dente, atraída por
la belleza del mundo natural. Y opuesta tam­
bién a las minuciosas distinciones, consejos, símiles, advertencias,
exégesis de la Escritura, explanaciones metafísicas de la Súbida.
y la Noche. Siri embargo, esas disposiciones dispares del escritor
son simultáneas o,
por ¡.,.. menos, el carmelita es capaz de pasar
(43) Crus6GoNo DE JESÚS: Vida de San Jw,n·de la Cruz, cap. XVI, en
la edición citada de la B. A. C., p~. 332 }'. sigs.; LUcmi'o DEL SANTÍSIMO
SACRAMENTO: Introducciones a la Súbiáa/ Cántico y Uama, de la edici6ri
cuarta de las obras del Santo en la B. A. C. (Madrid, 1960), págs. 405,
731 y sig., 975. En realidad, -y a falta de' testimonios decisivos, las· fechas
señaladas son s61o aproximadas.
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MARIO SORIA. '.
de unas a otras, según lo requiera el género y estilo de su obra.
Lds conceptos 16gicamente antetiores se repiten en textos ulterio­
res, si bien de forma breve y en un entramado hasta ciert.o
punto divetso, más como aplicación circunstancial de un principio
que como episodio independiente de la
gran epdpeya mística. El
itinerario espiritual de San Juan no va rígidamente de fueta a
adentro; no se va ensimismando sin retomo; fluctúa come, la
vida misma del alma, con todos los vaivenes de la persona que,
además de habet pasado pdr incontables arideces, dudas y triste­
zas, es un altísimo contemplativo, peto tiene también funciones
de gobierno, alza conventos, negocia con los poderosos, ha de
luchar contra sus émulos.
Tampoco puede sostenerse del carmelita de Fon
ti veros que
pasase, como de una fase superada a otra definitiva, de la lírica
a la épica, conforme a una regla psicológica que establece prime­
ro el conocimiento sensible, la emoción,
la intuición intelectual,
y después el fuego poético atempetado por la madurez y la re­
flexión; primero lo atañente a la persona y sus sentimientos, y
posteriormente lo _general o universal ( 44 }. Las obras que dan la
impresión de set predominantemente · líricas ( Cántico, Llama),
también son épicas, y las que relatan en · elaborados análisis y
fórmulas el camino por recorrer (Subida, Noche) no dejan de
tener aliento poético.
29. El encanto
que emana de estos versos y que seduce hasta
a ·poetas
tan distantes del de Fontiveros por idiosincrasia e ideo,.
logía; como Nicolás Guillén, .. ¿ se mantendría, caso de seculari­
zarse o profanarse abiertamente su significado? Si las metáforas
no fuesen
más que vestidura de deseos físicos, ¿subsistiría la su­
gestión, sonaría igual la melodía de los. versos, parecetían éstos
otra cosa que
, una embarullada prosopopeya para encubrir temas
tan sórdidos como los
de ciertas poesías de Quevedo, por ejem­
plo?
· 30. La belleza verbal de San Juan tiene, además, una acción
purificadora que
no nace ciertamente de la prosa, peto que ésta
dilucida
y refuerza. Esa acción se produce mediante la lectura
de los versos, debida, sí, a
los. elementos estéticos: cadencia,
metáforas,
eneanto de las comparaciones, sobetana soltura. de la
dicción, eufonía, sentido dramático; etc. ;
pero debida también
a un hálito misterioso, a una .suavidad peculiar, a una especie de
, ( 44) . La regla patece Cl,Ullplirse respecto de las dos partes del Qui¡ote
y las dos del Fausto goethiano. . .
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POESIA Y PROSA EN LA OBRA DE S. JUAN DE LA. C.I;tUZ
intuici6n incoada. Efecto peculiar de nuestro autor. L6gicamen­
te, compartido por muchos otros poetas religiosos inspirados.
Efecto que consiste no s6lo en
un simple resultado de la aten­
ci6n, al desplazar ésta
de. la conciencia un asunto para centratse
en otro, sino en una verdadera ·catarsis (al ineoos 'momentánea)
de sentimientos y
un afinarse de la percepci6n respecto dé cuanto
no
sea crasa materia. Con todo, siendo bivalente el significado,
se antojaría aventurado hablar de un «no sé qué» mundificador,
si
la prosa no allanara las dificultades e hiciera evidente el alcance
de los poemas.
31. La declaraci6n
de los versos demuestra tambiéo gue los
libros de
San Juan forman una obra de arte impregnada de idea•;
vale decir gue el autor, analizando sus éxtasis, e¡nbelesos, visio­
nes y padecimientos, as! como en la expresi6n poética de los
mismos, repetidamente pone a contribuci6n la abundante .cultura
filos6fica
y teol6gica acopiada durante sus años de estudiante ..
Con lo cual resultan refutadas calificaciones tan zafias como la
de Ortega y Gasset, que no duda en llamar, aunque de forma
sesgada, frenético al contemplativo
. abulense, hablando de algo
que congénitamente es incapaz no s6lo· de entender, sino ni si­
quiera de barruntar.
32. No trataremos.
aquí de todas las in{Juencias doctrin~es
que recibe nuestro autor. Ba~tará .una ·reseful de las mismas. De.
Arist6teles, San Bernardo de ClaraV'al, Santo Tomás de Aquino,
los escritos
que corren con el nombre de San Dionisio Areopagi­
ta, Ruysbroeck,
.San Agustín, etc., es en cierto modo tributario
el doctor carmelita.
Expresamente o sin citarlos se encuentran
en sus páginas. Todos ellos
abonan el valor de los comentarios,
puesto que constituyen como
el armazón ccinceptual donde se
apoyan las experiencias y las ideas propias de fray Juan. Un mun­
do de nociones
16gica e ideol6gicaménte muy bien trabado, in­
dependiente de cualquier motivo. espurio.
Sin embargo, existe un escritor, concenobita de Juan
de Ye­
pes, acerca del cual queremos decir unas palabras y al qiie ya
citamos con motivo de su influjo en el concepto sanjuanista de
la imaginaci6n. ·
· ·
33. El carmelita inglés Juan Bacontborp, nacido hacia 1290
y muerto entre 1345 y 1348, profesor de Cambridge y quizá de
Oxford,
es uno de los pensadores escolásticos que influyen pro,
fundamente en San Juan de la Cruz durante los estudios. de éste
en Salamanca, como, a nuestro juicio,
es dable comprobar exa-.
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MARIO" SORIA
minando determinadas tesis del doctor místico y las divergencias
de las mismas respecto del tomismo (45).
34. Yepes distingue, igual que Santo Tomás, la esencia dd
alma de sus facultades. Aparentemente, nada difiere. Ahora bien,
los fundamentos de ambos no pueden ser más distintos, como
lo
es la doctrina dd dominico italiano de la de San Agustín.
El Doctor Angélico
observa more aristotelico las varias opera­
ciones
dd hombre, corporales y psíquicas, y le asigna a cada
cual su facultad propia, aunque todas derivadas del espíritu (
46 ).
Admite, por lo tanto, cinco clases de potencias anímicas: vege­
tátivas, sensitivas, intdectivas, apetitivas, motrices ( 47). Sólo dos
cdnsidera cuyo sujeto sea d alma sola: intdigencia · y voluntad,
que persisten incluso después
de la muerte ( 48) y que son pro­
piamente «intdectivas», distinta una de la sensibilidad y la otta
del apetito sensible ( 49). La memoria no es facultad divers.a del
entendimiento (50). En cambio, ·d carmelita de Fontiveros sigue
más bien a San Agustín, para
d cual son ttes las potencias del
alma: memoria, intdigencia y voluntad
(51 ).
La diferencia está grávida de· consecuencias, porque d Hipo­
nense se forma la idea dd espíritu humano· atendiendo a un punto
de vista religioso, conforme a la teoría de estar el hombre hecho
a imagen y semejanza
de Dios: el espíritu refleja las ttes perso­
nas
de la Sanúsima Trinidad y tiene, por lo tanto, tres faculta­
des ~memoria, inteligencia y voluntad~ con sus correspondien­
tes
operaciones (52). Baconthorp, por su parte, desarrolla · el
(45) Cf. CRisóGONO DE JESÚS: Vida de San Juan de la Cruz, p,lgs. 77
y sigs., págs. 341 y sigs; San Juan .de-la Cruz: su obra científica y literaria
(/1.vila, 1929), vol. I, págs, 26 y sigs, . (46) Suma teol6gica, I, q. 77,· a. 2.
• (47) Op. cit., I, q. 78, a. l.
(48) Op .. cit., I, q. 77, a. 5 in corpore; a. 8.
·(49) Op.-cit., I, 4.· 78, a. 1, in. torpore; I,-q. 80, a. 2 incorpore.
(50) Op. cit., I, q. 79, a. 7. . .
(51) «Capítulo VL En c¡ue se trata cómo las .tres virtudes teologales
son las que han ·de poner en-perfección las tres potencias del alma ... Ha­
biendo, pues, de tratar de·in.ducir.las tres·potencias del.alma, entendimien­
to, memoria y voluntad, .. » (Subida, II; 6; título y párrafo 1). «Estas ca­
vernas son las tres potencias del alma: memoria, entendimiento y. volun­
tad» (llama, III, § 18) .
. . (52) De Trinitate, libro IX, cap. 12, § 18;caps. 11 y 12; XI, cap. 3.
Son _de;: notar ·1as ·diver~as coné:epq.ones de· Agustín .Y de Tomás: este úl­
timo seculariza, en -cierto modo, ·la teoría.-antropológica -dél primero, · así
como da-un sesgo_ racionalizan.te y. sensualista al COnocimiento. 'Unó-es
discípulo
de Platón.; el otro, de Aristóteles. La distinta actitud con· que
pinta Rafael a_ ambos filósofos _ griegos en s'u «Escuela de Atenas»1 genial
intuición de los respectivos sistemas, · inspira también a los caudillos de
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POESIA Y PROSA EN LA OBRA DE S. JUAN DE LA CRUZ
concepto agustiniano de memoria, y de esta forma sostiene tener
aquélla
su objeto propio (lo pasado como tal pasado), distinto
del
objeto peculiar de la inteligencia ( el ser en general), consti­
tuyendo, por lo tanto
-deducimos nosotros----una potencia di­
versa de la última (53 ), con todas las consecuencias gnoseol6gicas
y ontol6gicas
de tal teoría, y que el inglés no deja de señalar
en
su interesantísimo comentario. Una de ellas es, por ejemplo,
la posibilidad
de recordar remitiéndose s6lo a los conceptos co­
nocidos, sin necesidad de imagen alguna (54 ). Esto también lo
afirma San Juan de la Cruz (55), demostrando la influencia del
maestro de Cambridge. Tal teoría supone un concepto que no
s6lo expresa lo universal, sino que virtualmente encierra
todas
las particularidades y circunstancias de aquello de donde fue abs­
traído, dándose así a la idea un contenido capaz de ser materia
lo mismo
de la inteligencia y la memoria que de la fantasía,
lo que son, más que dos escuelas teológicas, dos talantes que de distinta
forma se manifiestan durante toda
la historia dd cristianismo.
(53) «Memoria intellectiva habet pro objecto
per se merorabile sub
conditione
particulari, scilicet, ut praeteritum.; unde quod Aristotdes dicit,
quod
intellectus est universalium, stricte loquitur de intellectu, ut distin­
guitur contra memoriam intellectivam... Et quando dicitur... quod sensus
est
singularium, dico quod singulare materiale, ut sunt hic et nunc... ut
exsistit... ut est in hoc loco et in hoc tempore, tale singulare est per se
obje.ctum sensus, non intellectus.
Sed per hoc, quod singulare in extremo
materialitatis est objectum. sensus, per. hoc non exclud.itur quin universale
inmmateriale sub
racione alicujus singularis conditionis possit esse objec­
tum. intellectus secundum aliquam ejus virtutem» (Quodlíbetorum, I, q. 3,
art. 2, núms. 170 y sig. Edición de Madrid de 1754). También: «Intellectus
non solum habet actus circa praeteritum, sed habet praeteritum pro
ob­
jecto» (Ibídem, art. 2, núm. 166); «Memoria intellectiva ... est hahitus recor­
da.tivus respecta
praeteriti ut praeteriti; sed talis. non potest esse prima
pars imaginis»
(Ibidem, q. 4, art. 2, núm. 200); «Intellectus habet prae­
teritu.m objecrum directum postquam est in memoria positum. et adeptu.m»
(Ibidem, q. 4, art. 1, § 2, núm. 199). Cfr, al respecto, CR.isócoNo DE JESÚS:
San Juan de la Cruz: su obra, etc., 1, pág. 79, nota 2 y págs. 79 y sigs.
(54) BACONTHORP: Quaestiones in quatuor libros Sententiaru_m (edi­
ción de Madrid de 1754), 1, dist. 111, q. 3, art. 1, § 2, ns. 178 y sigs.;
Quodlibetorum, I, q. 3, art. 2, ns. 170 y sigs.
(55)
«Las noticias espirituales pusimos por tercer género de aprehen­
siones de
la memoria, no porque ellas pertenezcan al sentido corporal de
la fantasía, como en las
demás -pues no tienen imagen y forma corpo­
ral-, pero porque también caen debajo de reminiscencia y memoria espiri­
tual. Pues que, después de
haber caído en el alma alguna de ellas, se pue­
de, cuando quisiere, acordar de ella. Y esto no por la efigie o imagen que
dejase la tal aprehensión
en el sentido corporal ... , sino que intelectual _ y
espiritualmente se acuerda de ella por la forma que en el alma de sí dejó
impresa ( que también es forma o
noticia, o imagen espiritual o formal, por
lo cual se acuerda), o por el efecto que hiro» (Subida, III. 14, § 1).
1253
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MARIO SORIA
asunto igual de la filosofía y la teología que del arte en todas
sus formas.
Parte, pues, el fraile abulense de una noción del hombre
íntimamente emparentada con
el platonismo que bautizó el autor
de
De Trinitate, noción más religiosa que nacida del análisis
o de la observación empírica,
y que Baconthorp había integrado
en t;!l sistema escolástico, adaptándola a la minuciosa exposición,
argumentos y refutaciones del mismo.
35. Dichos principios
no obstan, sino todo lo contrario en
apariencia,
para concebir el alma como asiento de sus tres facul­
tades, diversa de las mismas. Así, hasta la saciedad habla el carme­
lita español de la trinidad de potencias espirituales, de
la purga­
ción activa
y pasiva de ellas, de su ejercicio y capacidad, etc. Cada
una de
las virtudes teologales informa la potencia correspondien­
te y tiene por fin «hacer el vacío» en ella, logrando que el en­
tendimiento ande a oscuras, sin «posesión» la memoria y des­
nuda de todo afecto la voluntad (56 ). Los dos tratados ascéticos
desmenuzan
el aniquilamiento de la actividad de las potencias
una por una, conforme a principios parecidos, pero distinguiendo
expresamente las facultades entre sí, de igual manera que distin­
guen «las dos partes del hombre, inferior
y superior» (57).
La autonomía de
las facultades respecto de la esencia pruébase
también por
la especificidad y operación exclusiva de las mismas.
Dicho de otro modo: la inteligencia tiene como objeto
el ser en
general; la memoria,
ld pasado como pasado; la voluntad, el
bien sin limitación alguna de este o aquel bien. Por lo tanto, no
puede
el espíritu conocer, sino ejercitando el entendimiento, re­
cordar más que por medio de la memoria y amar usando exclu­
sivamente
la voluntad. Abona, además, tal diferencia el efecto
distiuto que en cada
tina de las potencias tiene la purgación as­
cética. Y no menos se prueba la. diversidad por la alteración del
proceso común ·cognoscitivo y volitivo, pues si «naturalmente»,
conforme a la doctrina aristotélica,
nada se· ama que primero no
se conozca o entienda,
el milagro místico permite amar mucho
sin tener clara inteligencia de lo amado, así como entender mucho
y amar poco o nada (58). Se rompe en tal caso la relación habi-
(56) Subida, II, cap. 6, §§ 1 y 2.
(57) Subida, 1, 1, § 1; II, 6 y sigs.; 111, 1 y sigs. Noche, 11, 4, § 2;
7, §
1; 8, § 2, etc.
(58) «De lo que habemos dicho aquí se colige cómo en estos bienes
espirituales que pasivamente se infunden por Dios en:-cl·-alma, ·puede muy
bien amar la voluntr.d sin entender el entendimiento, así como el en.ten-
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POESIA Y PROSA EN LA OBRA DE S. JUAN DE LA CRUZ
tual entre las potencias, pero éstas obran corrientemente según
su actividad peculiar.
Ahora bien, lo que en verdad importa no
es tanto el uso,
por muy repetido que sea, de tal o
cual palabra: importa lo que
la misma exprese exactamente. El problema cabe plantearlo así:
la antropología
sanjuanista, ¿ distingue realmente el alma de sus
facultades, o concibe estas últimas a modo de simples operacio­
nes de
la substancia espiritual, como lo hace su maestro Bacont­
horp, que no admite una heterogeneidad radical entre el alma y
sus
facultades (59), aceptando sólo una diversidad conforme a
los grados ontológicos, de un más
o menos de ser? ( 60). En
efecto, desconcierta comprobar que quien tantas veces supone o
deja suponer la distinción real señalada, sostenga también que,
aparte de
las nociones y sentimientos correspondientes a las fa­
cultades del alma, haya. un conocimiento o comunicación esencial,
«ajeno de todo sentido y accidentes, por cuanto
es de substan­
cias desnudas» (61), y afirme que «cuanto el alma se pone más
en espíritu,
más cesa en obra de las ·patencias en actos particula­
res, porque
se pane ella más en un acto general y puro» ( 62):
De atra parte, habla de la purgación del alma «según sus poten­
cias y su substancia», y cómo «en la substancia» el aJma «pade~
ce desamparo y suma pobreza, seca y fría, y a veces caliente, ll?
hallando en nada alivío, ni aun pensamiento que la consuele, et­
cétera» ( 63 ). Y no habla con menor claridad de las «fiestas del Es­
píritu Santo» que pasan «en la substancia del alma», concibiendo
además los grados de amor como un profundizar la voluntad
dimiento puede _entender sin que ame la_ voluntad» (Noche, 11, 12, § 7).
«Donde es de saber acerca de lo que algunos dicen que no puede amar la
voluntad, sino lo que primero entiende
el entendimiento, hase de entender
naturalmente~ porque por vía natural es imposible s.mar si no se entiende
primero lo que se ama;
mas por vía sobrenatural bien puede Dios infundir
amor
y aumentarle sin infw1dir ni aumentar distinta inteligencia ... Y esto
experimentado está de
n1uchos espirituales, los cuales muchas veces se ven
arder en amor de Dios sin tener más distinta inteligencia que antes; por­
que pueden entender poco
y amar mucho, y pueden entender mucho y amar poco» (Cántico, XXVI, § .8).
(59) La diferencia entre acto y potencia, substancla y accidentes, esencia
y existencia, etc., que Postulan los aristotélicos, aplicada a la psicología,
tiene oomo consecuencia la distinción real entre el
espíriru y sus faculta­
des, de modo que propian1ente no se puede decir que el alma entienda,
sino que lo
hace mediante una potencia suya denominada entendimiento,
ni que quiera sino mediante la voluntad.
(60) Cf. CR1sÓGONO DE JESÚS: «Maitre Jean Baconthorp», en la Revista Neoescolástica de Filosofía (Lovaina), 1932, págs. 357 y sigs.
(61) Cántico, XIX, §§ 4, 5.
(62) Subida, II. 12, § 6.
(63) Llama, I, §§ 18, 20, 23.
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MARIO SORIA
hasta llegar a la esencia del espíritu, más bien que como una
intensión creciente de la operación de dicha potencia ( 64
).
Es cierto también que, refiriéndose el carmelita a la «noticia
o advertencia general en Dios y amorosa», parece atribuirla a la
actividad de «las potencias espirituales» (memoria, inteligencia
y voluntad). Sin embargd, de esta «noticia general» dice también
que «cuando
es .más puta y sencilla y perfecta y más espiritual e
interior», el
entendimiento «no la siente ni echa de ver», sino
que le
parece tiniebla, etc. En otras palabras, babia nuestro autor
de una noticia que por sutil
se escapa a la inteligencia, si bien no
es menos real que «otras inteligencias y noticias particulares en
que
pddría hacer presa el entendimiento o sentido» (65).
Todo lo cual no significa, a nuestro juicio, sino un conoci­
miento en cierta forma contradictorio por desconocidd, y un
querer de los actos inquerido. En otras palabras, el alma conoce,
quiere y padece no sólo mediante
sus facultades: también lo hace
gracias
a su esencia. Así, pues, la esencia misma del alma es en
cierta forma
cdgnoscente y volente y, a la inversa, determinados
conocimientos y quereres afectan de forma directa a la propia
esencia del espíritu.
San Juan parece corroborar esta interpreta­
ción nuestra al escribir que «las potencias del alma no pueden
hacer de suyo reflexión y operación, sino sobre
alguna forma,
figura e imagen,; y ésta es la corteza y accidente de la substancia
y espíritu que hay debajo de
la tal cdrteza y accidente. La cual
substancia y
espíritu no se une con las potencias del alma en ver­
dadera inteligencia y amor, si no
es cuando ya cesa la operación
de las potencias ; porque
la pretensión y fin de la tal operación
no es sino venir a recibir en el alma
la substancia entendida y
amada de aquellas formas» ( 66
). La misma idea expresa nuestro
autor en
las coplas «sobre un éxtasis de alta cdntemplación»:
«Yo no supe dónde entraba,
pero cuando alli me vi,
grandes cosas entendí;
no diré lo que sentí,
que
me quedé no sabiendo,
toda sciencia trascendiendo
...
«Cuanto más alto se sube,
tanto menos se entendía,
(64) Uama, I, §§ 9 y sigs.
(65) Subida. II, 14, §§ 6 y sigs.
(66) Subida, III, 13, § 4.
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POESIA Y PROSA EN LA OBRA DE S. JUAN DE LA CRUZ
que es la tenebrosa nube
que a la noche
esclarecía ;
por eso quien lo sabía
queda siempre no sabiendo,
toda sciencia trascendiendo».
Santa Teresa interpreta de modo parecido su experiencia
mís­
tica: «El entendimiento, si entiende, nd se entiende cómo entien­
de ; al menos no puede comprehender nada de lo que entiende ;
a
mi modo no me parece que entiende, porque --como digo­
no se entiende; yo no acabo de entender esto» (67).
36.
La búsqueda de lo esencial o retorno a ello se advierte
también en otro aspecto del misticismo sanjuanista: el aniquila­
miento de las potencias o, mejor dicho, de
su actividad, en con­
traste con la concepción corriente del ascetismo, que hace hin­
capié en «la consideración laboriosa de lds divinos misterios, la
mortificación de las pasiones y
el ejercicio metódico de las virtu­
des y de las prácticas piooosas» (68). La peculiaridoo del carme­
lita estriba no sólo en la supresión de cualquier acto de los sen­
tidos o del espíritu, sino en la importancia que da a dicha su­
presión, hasta convertirla en clave de un sistema místico y, pdr
ende, de una antfOPOlogía. Rehúye por principio ideas, intuicio­
nes, deseos, satsifacciones, luces o aficiones, en pos siempre de
la nada de la intelección, la
nooa de la memoria y la nooa de la
(67) Wda, cap. XVIII, § 14. ANTOl.ÍNE:z, en su comentario citado,
coincide con nuestra interpretación, aunque no de forma muy clara: Amores
de Dios
y el alma, págs. 212 y sigs. En cambio, sor Cecilia del Nacimiento
sí se refiere inequívocamente a la comunicación substancial, prescindiendo
de las poteocias anímicas:
«... el alma que de amor está inflamada,
y viene a quedar ciega
quedando
sin ver nada,
la ciencia trascendida y alcanzada ...
»Está (el alma) puesta en sosiego,
ya
todas las imágenes perdidas,
y su entender ya
ciego,
las pasiones rendidas,
con fuerza
las potencias suspendidas».
Véase también
el comentario a los versos transcritos, en Tratado de la
transformación del alma en Dios, 1, canción segunda, §§ 14 y sigs.; sex­
ta, §§ 7 y sigs. (68) JuAN GONZÁLEZ MINTERO: La evoluci6n mistic• (Madrid, 1959),
pág. 17.
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MARIO SORIA
volici6n, o, como dice nuestro autor, «conviene ir por este estilo
desembarazando y vaciando y haciendo negar a las potencias su
jurisdicción natural y opetaciones, para que
se dé lugar a que
sean infundidas e ilustradas de lo sobrenatural» (69). Inspirador
lejano de Yepes
es el Pseudodionisio, de tal manera que las pa­
radojas de la teología apofática del misterioso escritor griego
cobran. realidad en la experiencia psicológica del español.
Ciertamente, no proscribe
San Juan l¡¡ meditación; incluso la
r~comienda para los «principiantes» (70); no obstante, ¡ cuán de
pasada trata de ella!
El contemplativo de Fontiveros es en esto
la antítesis de Loyola, del padre Alonso Rodríguez, del padre
Luis de
La Palma. Y no se nos objete que los últimos se refieren
al comienzo de la vida espiritual
y el otro habla de los grados
más avanzados de la misma, no habiendo oposición fundamental
entre éste y los jesuitas. San Ignacio y
sus dos discípulos prác­
ticamente nunca rebasan la meditación
.. La Palma es muy explí­
cito
al respecto: «Así como la primera semana (de los ejercicios
espirituales) pertenece a
la vía purgativa, y la segunda a la ilu­
rrJnativa, así lá cuarta a la unitiva, en la cual consiste la perfec­
ción ... La unión con Dios se hace en esta vida por medio de las
tres potencias del alma y por el ejercicio de las buenas obras.;
conviene a saber, con la memoria, teniéndole presente ; con
el
entendimiento, penetrando con su luz sus atributos y petfeccio­
nes ... ; con la voluntad, transformándose en El por amori. (71 ).
Es obvio que la tesis se opone frdntalmente .a cuanto sostiene
Juan de Y epes, que hubiera sonreído escuchando
esa pretensión
de unirse íntimamente a
Dios al cabo de cuatro semanas de me­
ditación, especie de manual para ser santo en treinta días, que
parecería escrito hoy ( 72).
37. San Juan vacía to(almente las facultades del hombre y
así descubre
la capacidad infinita de aquéllas para entender y
(69) Subida, III, 2, § 2.
(70)
Subida, II, 13, § 1; Llama, III, § 32.
(71) Práctica y breve declaración del-camino espiritual, en Obras del
padre La Palma, pág. 899 (Madrid, 1967). También del mismo: Camino es­
piritual, libro I, cap. 14, § 1; libro III, prólogo; cap. 1, § 7 in fine.
(72) Lejos estamos de denigrar los ejercicios ignacianos. Observemos
únicamente su diferencia radical respecto
del_ misticismo sanjuanista, recal­
cando un punto ya conocido de muchos, que hicieron resaltar tal oposición
dentro de la propia Compañía de Jesús, entre los miembros activos o
«meditativos» de la misma· y los contemplativos. Cf. BREMON'D: Historia
literaria del sentimiento religioso
en Francia, vol. IV, cap. I y apéndice,
§ 1 (París, 1967); ARINTERO:· Cuestiones místicas; preámbulo, § 5 (Madrid,
1956).
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POESIA Y PROSA EN LA OBRA DE S. IUAN DE LA CRUZ
amar, correspondiendo a esa capacidad un objeto también infi­
nito:
«Y es cosa admirable que, con ser capaces (las potencias)
de infinitos bienes, baste
el menor de ellos a embarazarlas de
rr,anera que no los puedan recibir hasta de todo punto vaciarse,
como luego diremos. Pero cuando están vacías y limpias,
es in­
tolerable
la .sed y hambre y ansia del sentido espiritual; porque,
como son profundos los est6magos de estas cavernas, profunda­
mente penan, porque el manjar que echan menos también
es
profundo, que, como digo, es Dios» (73 ). Nuestro autor se mues­
tra aquí tributario ----0:eemos-de otra teoría de Baconthorp: la
de tener la criatura humana
posibilidad de conocer sobrenatural­
mente a Dios, sin necesidad de fuerza o ayuda adventicia alguna,
bastando con que Dios actualice dicha capacidad o potencia obe­
diencial, que
es lo que llevan a cabo las virtudes teologales (74).
En efecto, el inglés empieza por rechazar algunas teorías ex­
tremas de su época, que apuntan al racionalismo, como la que
sostiene que mediante solas sus fuerzas naturales,
si Dios se le
mostrara, podría el espíritu aprehenderlo, tal como quería Clough­
ton, o la que pretendía, según W alsingham, que el entedimien­
to fortificado, o sea una inteligencia muy aguda, lograría
tal
aprehensi6n (75). Tras refutar dichas tesis, sostiene Baconthorp
la posibilidad de .un desarrollo metafísico, por así decirlo, del
espíritu, que haga a éste capaz de conocer lo sobrenatural, desen­
volviendo sus fuerzas latentes, merced a una acción divina eleva­
dora (76) .. No hay que olvidar, por otra parte, ·que esta doctrina
supone la aptitud radical del espíritu para conocer sin imágenes
los seres inmateriales, sea Dios, sean las ideas plat6nicas (supues­
to que éstas existieran), siempre que dichas entidades
se hicieran
presentes a una inteligencia debidamente preparada ( 77
). De lo
(73) llama, III, §§ 18 y sigs.
(74) Escribe San Juan: «Así, la luz de la fe, por su grande exceso,
oprime y vence la del entendimiento, la _cual sólo. se extiende de suyo a
la ciencia natural; aunque tiene potencia para lo sobrenatural, para cuando
Nuestro Señor
la quisiere poner en acto sobren~tural» (Subid4, 11, 3, § 1 ).
(75) Quaestiones in quatuor libros Sententiqrum, l, Prol.~. q. l, art. 3,
§ 2, núms. 41 i _,µgs. (Edición de Madrid, de 1754). .. (76) «Afio modo potest intelligi quod_ hoc. possit de potentia absl)luta,
sic intelligendo, quod licet per naturam suam non habeat omnino in po­
testate sua quod possit cum effectu sibi acq~irere illam cognitionem de
Deo, quae vocatur supernaturalis, tamen absolute loquendo per naturam
suam talis conditionis est, quod in-illam cogriitionem supernaru.ralem elevari
(etiam sine omni hal,itu supernaturali) posset, si Deus vellet» _(Ibidem,
§ 3, núm. 50). (77) «Si univetsalia haberent esse extra ,animam (sicut· intendit PlatO),
non indigeret Aristoteles ponere intellectum ageD.tem propter cognitionem
1259
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MARIO SORIA
cual cabe colegir otra tesis del maestro cantabrigense: que la luz
de la fe no se necesita por parte de la potencia perceptora o
cog­
noscitiva, sino del objeto de la creencia, de manera que la fe
rr.uestra
dicho objetd a un entendimiento ya de por sí apto para
conocerlo,
pero cuya aptitud sólo se actualiza si se dan las cir­
cunstancias adecuadas, igual que la luz muestra las cosas a un
ojo capaz de visión, haciendo efectiva esta facultad,
pero no le
da la función visual misma (78).
38. Por otra
parte, la disminución de la actividad natural
del espíritu supone el aumento correlativd de la influencia divina
en las facultades así coartadas.
El Santo sostiene una especie de
razón inversamente proporcional entre lo uno
y lo otro: « ... las
afecciones, sentimientos y aprehensiones del espíritu perfecto,
porque son divinas, son de otra suerte
y género tan diferente de
lo natural y eminente, que
para poseer las unas actual y habitual­
mente, naturalmente se
han de expeler y aniquilar las otras, como
hacen dos contrarios que no pueden estar juntos en un
suje­
to» (79). Pero como, en este desechar radical de toda forma,
concepto
d volición, sufre el alma la acción purificadora divina,
que no opera en un objeto inerte, sino en un ser vivo, dicha
ac­
ción produce multitud de efectos, si bien «secretamente, a obscu­
ras de
la obra del entendimiento y de las demás potencias» (80),
y, junto con un «penar y padecer sin consuelo» (81), «cierta
cdmpañía y fuerza en su (del alma) interior» (82). En otras pa-
eorum, et hoc apparet si res abstractae naturaliter sibi fierent praesentes.
Ergo Deus non erit objectum aequivocum respecta intellectus possibilis,
accedendo
ad aliquatn aliam potentiam absolutam intellectus nostri, se-.
cundum quam posset in actu supernaturalem, si Deus se praesentialiter
vellet ostendere,
et potentiam. intellectivam suo velle elevare» (Ibidem,
núm. 51).
(78) Op. cit., I, Pro!., q. 2, art. 3, § 1, núms. 126 y sigs. (79) Noche, 11, 9, § 2. « ... cuando el entendimiento va entendiendo,
no
se va llegando a Dios, sino antes apartando. Y así, antes se ha de
apartar el entendimento de sí mismo y de su inteligencia. para llegarse a
Dios, caminando en fe, creyendo y no entendiendo ... Tampoco hay que
temer en que
la memoria vaya vacía de sus formas y figuras, que, pues Dios
no tiene forma ni figura,
segura va vacía de formas y figuras, y más acer~
cándose a Dios» (llama, III, §§ 48, 52). (80) Noche, II, 17, § 2, Cf. Op. cit., II, 12, § 5. «Esta inflamación
y ansia de amor no siempre el alma la anda sintiendo. Porque a los prin~
cipios que comienza esta purgación espiritual, todo se le va a este divino
fuego
más en jugar y disponer la madera del alma que en calentarla; pero
ya, andando d tiempo, cuando ya este fuego va calentando el alma, muy
de ordinario siente esta inflamaci6n y calor de amor».
(81) Op. cit., II, 11, § 6.
(82) Ibldem.
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POESIA Y PROSA EN LA OBRA DE S. JUAN DE LA CRUZ
labras, la supresión de la actividad natural de las potencias y el
descubrimiento de la inmensa capacidad de las mismas, con la
correlativa presencia
de un objeto infinito, causa, de una parte,
innumerables actos semiconscientes o infraconscientes y, de
otra,
operacidnes que podemos llamar casi supraconscientes, cuando,
al final del proceso purificador,
realízase de modo cumplido la
unión entre las dos infinitudes ( una por plenitud, la otra por pri­
vación) enfrentadas. Dicha unión
la hemos llamado «casi supra­
consciente»,
ya· que en ella virtualmente desaparece la reflexivi­
dad propia de la conciencia, al
ser suprimida cualquier considera­
ción, y aun la mera posibilidad de efectuarla,
por la enajenación
de las operaciones humanas
en las divinas. La supraconsciencia
y la inconsciencia
cabe interpretarlas, pues, como actividades de
la esencia misma del espíritu, con mínima repercusión en las po­
tencias.
Tales efectos o modos absolutamente nuevos de conocimiento,
recuerdo y amor no son de extrañar, puesto que
la unión mística,
que entraña
la casi fusión del alma con Dios, con la consecuencia
de formarse «dos
naturale2as en un espirito y amor» ( 83 ), está
grávida de modificaciones gnoseológicas y ontológicas. Por esto
no vacila fray
Juan en sostener que es una la voluntad de la
criatura y del
Creador y, por lo tanto, «la operación de Dios y de
ella (el alma) es una» (84). Ni duda en hacer participar al hombre
así endiosado en la vida intima divina, en las operaciones vitales
de
la Santísima Trinidad, de tal manera que el alma dé Dios a
Dios mismo y, transformada hasta
cierto punto en el Padre y el
Hijo, aspire ( como escribe técnicamente el autor, dando mayor
fuerza a su expresión) al Espíritu Santo (85).
El hombre llega
a ser de modo muy particular, causa
y parte de Dios, pudiendo
sostener sin blasfemia, como Angel Silesio:
«Sol
ich mein letztes End und ersten Anfang finden,
So muss ich mich
in GOtt und GOtt in mir ergründen.
Und werden
das was Er: Jch muss ein Schein im Schein,
Jch muss ein Wort in Wort, ein GOtt in GOtte seyn ... » (86).
39.
Otra teoría de Baconthorp que creemos ha inspirado
muchas ideas del carmelita espalíol
.y confirmado su talante, es la
del conocimiento intelectual clirecto del singular.
(83) Cántico, XXII, § 3.
(84) llama, III, § 78. (85) Cántico, XXXIX, §§ 3, 4; Uama, III, § 82.
(86) Cherubinischer Wandersmonn3 1, 6. Mantenemos la ortografía
alemana antigua.
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MARIO SORIA
En este importantísimo punto es seguro que ni franciscanos
ni agustinos inspiraron las ideas de San Juan, ya que por aquella
época
las órdenes religiosas se atenían con fidelidad a la ense­
ñanza de -su maestros respectivos, lo cual sin duda coartaba la
facultad de aprovechar enseñanzas ajenas al instituto de cada
discípulo,
pero. daba en cambio una extraordinaria libertad en
conjunto, pues los doctores proponían toda clase de soluciones,
siempre conformes éstas con
la ortodoxia, a los problemas filosó­
ficos y teológicos. No obstante tal incomunicación relativa entre
unas corrientes y otras, llama la atención que, al constituirse las
diversas corrientes de pensamiento durante la edad media, coin­
cidiesen pensadores de diversa procedencia en sostener una teoría
que soslayaba los peligros de la excesiva intelectualización del
dogma y de
la realidad, reconociendo la capacidad creadora de
la fantasía y
el sentido metafísico de la memoria, a la vez que
permitía formulaciones claras y aseguraba
el dominio de la inte­
ligencia sobre los datos procedentes de los sentidos.
Los francis­
canos y ciertos carmelitas y agustinos concordaban en esto. El
acuerdo de doctrinas continuaba durante el siglo
XVI, si bien
quedando siempre circunscrita cada. escuela a sus pensadores
pro­
pios.
Parece
obvio dicho conocimiento intelectual de lo singular
y absurdo el negarlo ; pero un examen más detenido prueba su
dificultad o,
por lo menos, la posibilidad de que no sea falsa la
doctrina contraria. A los escolásticos -recuérdese,-se les plan­
tea
el problema de saber cómo el espíritu, dotado de inteligencia,
cuyo objeto
es el ente en general y las esencias de las cosas, co­
noce seres materiales y singulares. De acuerdo con el sistema
filosófico de cada pensador, son muy ingeniosas las soluciones
a esta dificultad. .
Santo Tomás, por ejemplo, sostiene que la inteligibilidad de
los seres materiales está como sepultada en
la materia que los
constituye. Sólo mediante
la abstracción se la saca a luz. Los
sentidos aprehenden una cosa cualquiera y la presentan a la
in­
teligencia mediante una imagen o «fantasma»; la inteligencia
elabora
.esa forma y abstrae de ella lo universal, que es su cono­
cirnierito peculiar. Sólo de manera indirecta y mediata conoce el
espíritu los
individuos o singulares, carentes de inteligibilidad
propia. Para aprehender lo concreto necesita
la inteligencia rea­
lizar una especie de operación refleja o aplicación del conocimien­
to abstracto
ya obtenido (87).
(87) Suma teol6gica, I, q." 85, art. 2; q. 86, art. l.
·J262
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POESlA Y PROSA EN LA OBRA DE S. JUAN DE LA CRUZ
Es de suma sutileza la teoría tomista y corresponde al hecho
de que, espontáneamente, cuando
se conoce algo, ese algo nunca
es un batiburrillo de fenómenos, sino un ser, del cual después
se advierte ser específicamente tal. Teniendo en cuenta que la
propia sensación, la iluminación de los fantasmas por el entendi­
miento y
la abstracción son operaciones diversas de la inteligen­
cia, todo conocimiento, induido el sensible, está en cierta forma
organizado por
la mente: tal puede ser el resumen del tomismo.
Otros escolásticos, sin embargo, como el ya citado Baconthorp
(muy venerado entre los carmelitas, cuyos discípulos
se encuen­
tran hasta el siglo
XVIII y sus obras se reeditan todavía en esa
época), Duns Escoto y toda su escuela, el general de los agusti­
nos Gregario de Rímini, etc., sostienen, sin caer en el nomina~
lismo ni el sensualismo, el conocimiento intelectual directo de los
seres singulares, un poco al modo, si no nos equivocamos, de la
inteligencia sentiente de Zubiri, aunque sin asomarse al despeña­
dero materialista y sensualista al que parece proclive el filósofo
vasco.
En efecto, Baconthorp defiende que, antes de llevarse a
cabo abstracción alguna por
la mente, es de sí inteligible lo sin­
gular. En cuanto se muestra un objeto cualquiera a la inteli­
gencia, ésta lo
capta como objeto inteligible, sin necesidad de
abstracción previa. La mente comprende la esencia realizada
en
tal ser concreto, aprehendiendo a la vez lo individual y lo univer­
sal.
Así, una especie o imagen mental representa inmaterialmente
algo material, de forma inextensa la extensión,
sin colot lo colo­
rido, etc. ( 88). Por lo tanto, el conocimiento directo es de lo
(88) «Quidditas rei materialis formaliter de se · est intelligibilis, sed
quamdiu est
sub conditionibus materialibus non potest movere intellectum.,
sed solum est in potentia ad movendum. Fíat autem praes~ns intellectui
agenti ( quod fit quando
objectum est cognitum in poten tia phantastica,
quae est proxima intellectui agenti), statim habita praesentia illa potest
cum effectu movere intellectum possibilem, non per impressionem aliam,
per
quam noviter fíat intelligibilis, sed per .. propriam intelligibilitatem,
quam primo habuit,
ut dictum est ... » (BACONTHORP: .Quaestiones in quatuor
libros
Sententiarum, 1, prólogo, q. 2, art. 2, § 5, núm. 116). No menos
claro es el inglés cuando distingue «abstraer» de «iluminar», o sea la
separación
de lo universal y lo singular, .por una parte, y, por otra, la
aprehensión
que·· lleva a cabo el intelecto de lo singulat como tal ( op. cit.,
I, dist. III, q. !, art. 2, § 5, n. 89). A esta inteligibilidad potencial de los in·
dividuos corresponde un proceso cognoscitivo .más siniple y directo que
el que preconiza, por ejemplo, el tomismo, pero sin caer de ninguna ma~
nera en el error nominalista (Op. cit., 1, -prólogo, q. 2, art. 1, núm. 78;
art. 3, § !, núms. 162 y sigs.). Aunque no influyese en San -Juan, es interesante consultar sobre el
conocimiento
directo de lo singular a un contemporáneo de Baconthorp,
Gregario
de Rímini. El gran teólogo agustino· coincide en esto con el
1263
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MARIO SORIA
inteligible concreto y el reflejo o indirecto (al contrario de Santo
Tomás), del inteligible universal.
Este conocer,
distinto de la mera sensación y del conocimien­
to abstracto, constituye en cierto modo una intuición de la en­
tidad desnuda, aunque para intensificar esa intuición y quitarle
el carácter excesivamente conceptual tengan todavía
-opinamos
nosdtros-que intervenir facultadés que participan a la vez de
la sensibilidad y
de la inteligencia: el sentimiento y la fantasía.
De
esa conjunción, transfigurada además por la gracia, es produc­
to -como antes observamos-sobre todo el Cántico espiritual,
magnífica síntesis de poesía y religión. Con esto se entiende que
San Juan concibe las cosas materiales no como un amasijo de
impresiones, ni como simples entidades pesadas, extensas, etc., ni
como generalizaciones desabridas de cuanto lo rodea, sino que
las intuye esencialmente, tales cuales son, pero en su relación
universal, con el ejemplar y causa suprema
de las mismas y con
toda la creación. No otra cosa significa, cuando se
profundiza,
la conjunción de lo universal y lo individual, a saber la significa­
ción absoluta, hasta donde
es factible, de cada individuo. Esto es
justamente lo contrario de cuanto sostiene el intelectualismo to­
mista, para el cual no existe. otra universalidad que la despojada
de todo carácter individualizador, ni otro conocimiento de la
existencia concreta que el inferior, sensible, porque
la propia
individualidad procede
de la materia. Como afirma el Angélico,
«principium singularitatis in rebus materialibus est materia indi­
vidualis: intellectus autem noster
... intelligit abstrahendo speciem
intelligibilem ab hujusmodi materia. Quod autem a materia
in­
dividuali abstrahitur est universale» ( 89 ).
carmelita inglés: Lectura super primum et secundum Sententiarum, I, d. 3,
q. 1, art. 2. Cf. JosE WoREK: «.Agustinismo y aristotelismo tomista en la
doctrina gnoseológica de Gregorio de Rlmini», artículo publicado en La
Ciudad de Dios, año de 1964, págs. 654 y sigs. del tomo CLXXVII. Gre­
gario da sugestivas nociones acerca de la desmaterializaci6n e intelectuali­
zación de la realidad. Y por lo que respecta. al escotismo, baste señalar en
este aspecto gnoseol6gico las coincidencias anotadas tal como las exponen
M!GU;EL ÜROMf: Obras del Doctor Sutil, Juan Duns Escoto, introducción
general (Madrid, 1960), págs 51 y sigs.; JUAN M. MARTÍNEZ: Vida breve
y criteriologia del Doctor Sutil, Juan Duns Escoto (Pontevedra, 1957), ca­
pítulo X; EsTBBAN GILSON: La filoso/la en la edad media (Madrid, 1982),
págs. 557 y sigs.; JosÉ MARIA RUBERT CANDAU: El siglo XN a través de
Guillermo RJ,bi6, cap. 6, § 4. Etc.
(89) Suma teológica, I, 86, a. l. Cierto es que también se dice que
«singulare non repugnat intelligibilitati inquantum est singulare, sed in­
quantum est materiale» (ibidem, ad tertium),· pero esto es una especie de
1264
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POESIA Y PROSA EN LA OBRA DE S. JUAN DE LA CRUZ
40. Hay que observar también otro punto que nos parece
capital para la catacterizaci6n de la obra
de San Juan de la Cruz.
Según los tratadistas de teología mística, el camino que lleva a
la contemplación es el desarrollo de una complicada estructura de
cualidades sobrenaturales que otorga Dios al hombre: virtudes
(especialmente
las teologales), dones y bienaventuranzas, cuyo
número ( tres las primeras, siete los segundos y otro tanto las ter­
ceras)
se fija basándose en textos bíblicos, aunque también pro­
ceda de una concepción aritmosófica que da especial relieve a
los números
tres y siete. Especialmente los llamados dones del
Espíritu Santo constituyen el fundamento de la
vida mística,
de acuerdo con tal enseñanza (90).
Brev!simamente recuérdese
la diferente influencia de las vir­
tudes y los dones, siguiendo a tratadistas que no sólo son peritos
en la materia, sino probablemente experimentadores
de lo que
escriben, como el ilustre abad
dom Columba Marmión, en su her­
moso libro mencionado: las virtudes son hábitos, disposiciones o
virtualidades que elevan
el espíritu, dándole capacidad de cono­
cer y obrar sobrenaturalmente, si bien aquél sigue actuando
conforme a
su condición racional y humana, por impulso propio,
mientras que mediante los dones ( que también son hábitos o vir­
tualidades)
se insufla un principio motor distinto del natural,
concesión infructífera, porque la ídea que se lleva d gato al agua es la
opuesta. Fray CRrSÓGONO DE Jnsús, en San Juan de la Cruz: su obra científica,
etc.,
vol. I, pág. 89 y sigs., aduce varios textos, tomados especialmente de
la Subida, para determinar la teoría cognoscitiva del carmelita de Fontiveros,
diversa de la de Santo Tomás. Discrepan de sus conclusiones MARCIAL SOLA­
NA: Historia de la filoso/la española en el sigj,o XVI, II (Madrid, 1941),
pág. 521, y GUILLERMO FRA.'!LE: Historia de la füosofia española, 1 (Madrid,
1985), pág. 277. Hay que advertir que .ciertos pasajes que pueden presen­
tarse
(Cántico, XIV-XV, § 14 y XXXIX, § 12) pata aline.r a San Juan de
la Cruz entre los sostenedores del conocimiento directo de lo singular, más
que la conclusi6n del proceso cognoscitivo refieren fenómenos místicos de
percepción, por medio
dd entendimiento, de la substancia divina, estando
dicha percepción exenta
de las turbiedades del conocimiento habitual. Con
todo, creemos que estas «gracias dél Amado», como dice d doctor carmelita,
se basan parcialmente en un conocer distinto ab initio de la sensación pura
y de la abstracción, conocer naturalmente intuitivo y poético. Y decimos
que
se basan de forma parcial en este conocer propio de la naturaleza hu­
mana, porque la causa principal de donde proceden. no es de este mundo
ni fruto de las fuerzas
de hombre alguno. (90) R. DE MAuMIGNY: La práctica de la oración mental, ttat, 11, parte
primera, cap.
2; ARINTERO: La evolución mística, parte 1, ·cap. 3. §§ 3
y sigs.; ANTONIO Royo MARíN: El gran desconocido. El Espíritu Santo y
sus dones (Madrid, 1987), págs. 98 y sigs.; dom COLUMBA MARMIÓN;
Cristo, vida de alma> I, cap. 6, § 4.
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MARIO SORIA
inspiración de lo alto, soplo divino. Como dice un eximio esco­
lástico, «dona Spiritus Sancti sunt habitus formaliter disponentes
potentias hominis
ut bene et prompte moveantur a ratione divina
seu a divino instinctu; dum virtutes sunt habitus formaliter
dis­
ponentes potentias hominis ut bene et prompte moveantur ah
humana ratione» (91). Estas diferencias
(aparte de su posibili­
dad, cosa que no es de este sitio examinar) parecen no existir en
las descripciones del doctor carmelita, pata el cual desde el co­
mienzo está el alma movida pcr el Espíritu Santo, sin distir,ción
de tal o cual medio. El
carmelita atribuye ya a las virtudes lo que
otros teólogos dan específicamente a los dones, y así parte de un
panmisticismo tácito.
·
En efecto, resulta curioso que San Juan, que tan a menudo
habla de la fe, la esperanza y la caridad, mencione rara vez esa
otra energía actuante en los contemplativos. Incluso cuando
la
menciona, no cabe (a nuestro juicio) deducir de tal referencia
sistematización alguna ni la consecuencia que sacan, por ejem­
plo, de la existencia, el número y la operación de los dones,
personas tan .notables
pcr su santidad y su saber como los jesui­
tas Luis Lallement
y Diego Alvarez de Paz. Así, fray Juan habla
de siete grados o «bodegas», cooforme a los cuales ascieode
el
alma hasta la cootemplación, correspoodieodo dichos grados en
cierto modo
al número clásico de los dones: « Y podemos decir
que estos grados o bodegas del amor son siete, los cuales
se
vienen a tener todos cuando se tienen los siete dones del Espí­
ritu Santo en perfección,
en la manera que es capaz de recibirlos
el alma» (92). Pero del texto citado y de su contexto se deduce
más bien que tales hábitos son fruto del amor, no aptitudes pre­
vias facilitadoras de una unión mística. Téngase, además, en cuenta
que la idea de «don» o «grado», que fundamenta la división y
sistematización teol6gica, se ve completamente postergada por
la
experiencia manifestada mediante el término de «bodega», expe­
riencia que no atiende tanto a esa separación sistemática como a la
plenitud de lo que se vive. Por otra patte, los dones ( sabiduría,
inteligencia, ciencia, consejo, fortaleza, piedad y temor de Dios),
tal como los distingue
la teología, basándose en un texto del
profeta Isaías (XI, 2), además de corresponder
-como ya diji­
mos--a un número que no se refiere a la cantidad de los hábitos
u operaciones, sino ante todo a
la condición sobrenatural de los
mismos, pues el siete fue antiguamente uno de los números saM
(91) SANTIAGO RAMíREZ: De donis Spiritus Sancti deque vita mystica,
ttact. !, § 74.
(92) Cántico, XXVI, § 3.
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POESIA Y PROSA EN LA OBRA DE S. JUAN DE LA CRÚZ
grados ; los dones -decimos-son disposiciones intelectuales y
morales que no tienen mucho que ver, aparentemente, con· las
apasionadas efusiones de la contemplación, según la entiende el
doctor de Fonriveros.
Es cierto
cjue tales hábitos, por definición, se relacionan ínti­
mamente con
la vida mística. Así, el don de entendimiento hace
que la inteligencia «penetre en el sentido de las verdades revela­
das mucho más rápida y profundamente que la ciencia teológica
más perfecta»;
el de sabiduría permite un «conocimiento de
Dios, que nace dd amor e inspira amor», etc., como dice Maumi­
gny en el lugar citado artiba. No obstante, el carmelita español
describe la purificación de las potencias y la
unión espiritual, ate­
niéndose a la realidad psicológica, a los medios catárticos
impres'
cindíbles y a una acción soberana que nurica distingue compar­
timentándola. Fray Juan atiende más al Dador que a sus dones;
fija la atención en el supremo conductor y motor del alma, y
apenas si para mientes en los hipotéticos medios de que,
segúp
los teóricos, Aquél se vale, y cuya función presunta la realizan
con sobrada capacidad las tres virtudes purificadoras del
espíritu,
Quizá porque el carmelita insista eri la

purificación, hable tam­
bién tanto de las virtudes teologales, atribuyéndoles a éstas una
aptitud dinámica que no suelen atribuirles otros escritores, con
lo .que resultan superfluas las restantes entidades sobrenaturales,
más aptas para lograr ciertas éxperiencias _ extraordinarias que
para llevar a cabo el vaciamiento radical preconizado. Basta, en­
tonces, el desarrollo de la fe,
la esperanza y la caridad para lograr
la unión mística. San Juan no sigue la noción general que entien­
de estas virtudes como hábitos. operativos sobrenaturales, sino
que las concibe sobre todo a modo de «virtudes», fuerzas en
el
sentido etimológico de la palabra, provistas de una eficacia in­
finita.
Con todo, en una ocasión sí coincide con la doctrina citada
de los dones que previenen la contemplación, cuando habla del
«aspirar del Espíritu Santo por
el alma», del «aposentador que
prepara la posada» (93). No obstante,
es manifiesta su tendencia
a referirse preferentemente a
la acción directa del Espíritu, tal
como lo hace
al hablar de la «llama de amor» o «inflamaciones
de amor», operación llevada a cabo por
el Esplritu Santo en un
sujeto
ya por completo penetrado de El personalmente, medios o
instrumentos aparte (94
). Además, la «quietud y sosiego» que
(93) Cántico, XVII, §§ 4 y sigs.
(94) llama, I, §§ 2 y sigs. Cf. III, § 46; Cántico, XXVI;§ 1; Carta 22,
(95) Subida, II, 5, § 2.
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MARIO SORIA
adquiere el alma, o sea la «uruon total y permanente según la
sustancia del alma y sus potencias, en cuanto al hábito obscuro
de unión» (95), nace
--conforme lo asegura el doctor de Fonti­
veros-de lo que él llama «actos de toques sustanciales», «actos
de la divina unión» (96), siendo efecto de una relación inmediata
entre dos esencias, no de hábitos, facultades o entidades cuales­
quiera creadas. Y tan estrecha
es la unión susodicha, que fray
Juan llega a escribir del Espíritu Santo que «informa» al alma
para transformarla y hacerla capaz de participar en las propias
operaciones vitales de la Santísima Trinidad, o sea que
se une
casi tan íntimamente a la criatura
como la forma a la materia,
según la teoría aristotélica, sin medio alguno (97). Asimismo, afir­
ma que el alma, en estado de «unión y entrega matrimonial» a
Dios, «ama por
el Espíritu Santo», ¿excluyendo el autor tácita­
mente
la caridad infusa creada? (98).
Así, pues, no opinamos a humo de pajas que la función
pre­
paratoria de los dones el doctor carmelita la reemplaza por el
desasimiento ascético, cuya consecuencia es dejar el alma despo­
jada y afinada en la presencia inmediata de
su· Creador. Clara­
mente razona el proceso nuestro santo: «Dos contrarios
-según
nos enseña la filosofía-no pueden caber en un sujeto; y por­
que las tinieblas, que
son las afecciones en la criaturas, y la luz,
que
es Dios, son contrarios y de ninguna semejanza entre sí...,
¿ qué conveniencia se podrá dar entre la luz y las tinieblas ? De
aquí
es que en el alma no se puede asentar la luz de la divina
unión, si primero no
se ahuyentan las afecciones de ella» (99).
¿ Está, por lo tanto, su concepción mística más alejada de las
sistematizaciones occidentales que de la teología hagiopneumática
ortodoxa, según la cual la gracia en su grado
máximo, Dios al
desnudo, transforma al hombre en algo así como un cristal ilu­
minado de plano por
el sol, biombo por el que se transparenta un
tremendo incendio, de que es manifestación la impresionante
ico­
nografía de ciertos obispos rusos? ( 100).
(96) Noche, II, 24, § 3.
(97) Cántico B, XXXIX, § 3.
(98) Uama, III, § 82.
(99)
Subida, I, 4, § 2. (100) Muestras de ello, en el museo de iconos de Torrejón de Ardoz,
en la llamada Casá Grande. Acerca de la preeminencia del Espíritu Santo
en la vida interior de los cristianos orientales y del rechazo de las entida­
des divinizantes creadas (gracia santificante, gracia: actual, dones), véase
SAN GRBGORIO PÁLAMAS: Triadas en defensa de los santos hesicastas, 111,
1, §§ 3, 25; 3, § 8 (edición de las obras completas, Sal6nica, 1982, volu­
men segundo); llspl. 6.:lwv ivsp1slWv, § 37; Jlspl 6stai; xul fho1tow6 p.s6á~swi;,
§ 7, e introducción del profesor Panagiotos Christos, págs. 56 y sigs., 60
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POESIA Y PROSA EN LA OBRA DE S. JUAN DE-.LA,CRUZ
Nuestro contemplativo problablemente-siga ,tan¡bién en _esto,
aunque un poco de-lejos;.' al maestro inglés; . Reihrdemos _ algunos
puntos del pensamiento
de éste, siempre original. ·
41. · BaconthroJ.>,,COne;ibe hombre y mundo en estrecho· con·
tacto
col;l Dios. Así, argumentando ·-..cerca de la inmanencia de
Dios en las cosas
y-la causalidad divina, insiste COl;l tanta ,fuerza
en ambas¡ que las cosas se,convierteti en una especie dé tenuísima
pelícut,: rodeada ·y sustentada-·.por Dios e _impregnada de El en
todos sus: poros-( 1 O 1,-. -Sostiene,, además, que en todo -conocimien­
to humano· está ncr sólo implícita la• idea de Dios, __ s.ino la-intuición
mi_sma -del Ser· absolúto; maym•'esta última cuanto más perfecta
fuere
la comprensión, ya que el conbcimiento fü;l es siemp lo singulat (102). Otra,, tesis •tlel moiestro de Cárilbcidge es la si­
guiente, todo· acto meritorio ,o,;sobrenaturaI· naae ,de ,un. impulso
expreso o
de la inhabit,áción, del ,Espíritu0Santo (1-0:3'),,com lo cual
sé redondea;' ert>cieita-forma, un sistema ,proclive".aLmisticismC>.-~" :i ::., .
y sigs., etc., del volumen tercé:io dedichd edición (l. e:,' 198:f). También,'
NtcoLÁS-CAilirusi· De' la vida en Cristo {Salónica, 1979; Wste versión
española), IV¡.es_pecialmente :§. 4;-VtLADIMIRO ... :LoSSKY,r .Teol,ogia ·-misti,O..¡á.e;
la I/!)esia de Orie~te (P~; 1980), ,.págs. -l'.i9. y sl¡¡s.; J¡¡AN !,jE,:ERSON:
Introducción a_ la (eo(ogla .N~tin~ (París, 1975), ~' 23,l __ Y, _sig.; ~Eil: GIO BúLGÁKOF: La"oftodoxiá (Parli;;:1980) pógs. 165 y: •igs. ·
San Juán hace hincapié. en un· aspectó prácticamenie olvid•do pór el:
crlstlanlsino occldentaB la presencia o «inhabitación» del,-Esplriiu Santo
en_ el alma de_J_o __ s ,_·usios_. J)-·-icha_,_P"" __ .. IP~ µe._ la ____ T,;i¡µd __ ·_ 1_..¡, ___ ,pr1nCI_·, ·P ___ iº_ nu_'_s,_i_'i':'_-_' y profético, nq patere,.h:µlarse. muy, ~e. con~ p~mjni6 .d?. la .tell;
dencia i_urípica y niotiµizahte_·de _1a··tbolo~'_cát01ica·_y J>rote~tanté usu~,
salvadas excépcionés. La actitud del _Fontivj;reño es-súínamente• !órigin'áf en
una époci>: hi¡,malorizadora- hastá tol e,rttemO . de: la-redénción ,de Ctlsto,,
que éngendtflll a -.Lut~ y ~tta .l~ . ~Putas. ~lógi~~ en, Ja .1so~etip~qgía1 poster~do. Qtros · f:logr¡;aas Y. llegando, .. ,.como s~~e. · ~. __ ij ,. retaPlo, ¡p.ayot.
(debido •la 'gubia de Gil de Si!oéY ele la cártu)a'de .Mlri,flóres,·a des~ojlir'
al. Espíritu Sanio de su: forma 'alada o fgiiea y fubitltuir esa inflnit< :im--, vilidad;·,,mfinitíí eD.etgi_a~' ;por: la -fi:gurá•1:lé~ un mancebo '. serh -.y: ;sedente, casi
simple:··compatSa del-,gigante$CO .. ~~-' .·.· ,-,,-, 1: , .._, • .., ;,
(101) «(Deus) est in creatura sic intime et intrinsece, quod .ca11:~a
formalis et essentia creaturae non esset essentia, nec forma esset forina; 'tiec
fonnaret, nisi tota essentia. creaturae et ,forma et materia COI!tineantur in esse
a Deo ·COI).iliíente. -Sed· ilfud 'CX:'Cujus átusalitate dcpendent Mtitas et causa·
lita$ olDnium: causarum;!.et etiam onmiu.mLca'u,s~~-:qit·,W..tin::µ!JS.-causat9,
qualll .i~et ~USAtt!ffl sibi -ipsi, .et; _;q~,ptppria .1SQ\\.caU~0. _ipsi ca~¡i~­to ... Deus ut est 'in 'éréaiura per ·essentiaín, 'inürirlus· est·fü creatuta quam
crea.tura sibi ipsi» (Quaestiones in quatuor libros Sententiarum, I, dist. 111,
q. 1, art. 3, § 2, núm. 117). ----· · · -· · (102) Op. cit., 1, dist. Ill, q. 1 art. 1, § 3;' ar1i. 3, §§ 1, 2; 3; •art. 4.
(103) Op. cit., 1, dist. XVII, q. -r, art. 5, §2, núm.,77; QuodlibeWi'Utn,
1, q. 8, art. 3, § 2, núms. 422 y sigs. · · -
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MARIO -SORTA
-42. _ San Juan acoge estos-puntos de vista. El conocimiento
casi
ontologista de Dios se transmite a -la cimción quinta del Cán­
tico, lo que le permite al poeta convertir la. realidad material en
una especie de mensajero, resquicio o reflejo de lo alto, con todas
las consecuencias místicas
y semánticas que aparecen en sus libros.
La profunda afinidad entré.-_el -hombi;e y Dios es, pues, un
principio·. _que., . a nuestro juicio, __ ,s.e' : pu_ede ;-rastrear· en -la: . tácita·
antropología sanjuanista. Así, el doctor carmelita no sók> llama
al.alma
«hermos_ísima y.acabada imagen:deDios» (104);.sw:o que
le concede una . capacidad · tan. -grande,-a ella _ y a sus, potencias
(memc>ria, inteligencia y voluntad), .«que .no se llen~. con me­
nos. que infinito», soll'.oapaces-de bienes ,sin cuentó y «cuando
están vacías ,y limpias; es .intolerable' la: sed y hambre y .ansia del
sentidct:espmtual; porque;:romo son profundos los estómagos de
estas
cavemas,.profundamente-penan, porque elmanjar que:ecb;in.
menos tambiétt.-es profundo, qaé, icómo digo,.:es Dios» (105). Es
de
nótar que•. San Juan llama -«caveuas» a -las facultades aními·
cas, haciendo gráficamente hincapié, con una sola palabra, en la
cabida,
des~~ón y :vacío de, las mismas. _ _ _
_ -
Asímismo, la_ teoría_ de la activic\ad directa y principal qel
Espíritu -Santd, por su poderoso. séntid!) místico,_ debió de sedu­
cir a Yepes.·En éste, 9ettamente, d'inf!ujo hagiopneumático no
áparece al principio con tanta clarid# c rotundidad de las tesis_ ¡eje J?~q
thoq,; Pl'l:Q, con todo, no hay
que olvidar
que el alma, ·según el doctor dé Fontiveros, empieza
su·peregrinaró,~o, «eo\1 ansiásen amores inflamada» (106),
am.0,r que sin duda suscita (;}_ l;:spítjtu SÍU!td, al que San Juan
llanía, «austro qu,; reciteí:d,is Jos, amores», _ «porque cr¡ando este
divino aire embiste en el alma; de tal manera la-inflama toda y
la
regala,y _ aviva-y tecuerda ,Ja-"'.t>luntad; y-levanta los' ,apetitos,
qui; antes está):,ari. caídos y 9orttiidos al. an4,t· de Dios, que se
p~ede \>ién decir que recuerda, los. a,ó,otes'de ~ y de ella» (107).
(Ya vimos haoe un momentos cómo ese influjo actúa a lo largo dé
todo el proceso místico, desde'-,el, comienzd hasta la.-unión su-
prema). ·
4 3. En .el mismÓ orden doctrinales, áúnque
refiriéndonos a otro autor,, ¡ hay, algún pa­
recido del carin'elita a\>ul~sé .con dertiik· _ideas -de ftay Bartoh
(104) Subida, I, 9, § l.
(105) llama, nr, § 18,
(106) Subida, I,. 14;. Nóche, J, 11,
(107) Cántico, XVII, § 4.
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POESlA Y PROSA EN LA OBRA DE S. JUAN __ I:m:LA.·,-CR.l!Z
mé de Carranza? P;ensamos•,en aq¡.¡ellas.·~ qé los Comenta:
rios sobre el catecismo Í:risti¡mo,: donde el-=bispó, ;toledano se
álarga acerca de la inhabipiclón o estancia del Espíritu Santo eñ
el alma, haci$do .in<;Iuso .J:epender la . Je teologal de dicha pre,.
senciá divina ( 108 ).
44. Aventurándonqs á deducir una conclusión de lo dicho,
afirmatemos que el canimo qué sigue San Jurui° és sóhre tódo U11
proceso negativo¡ de vaciamiento o: aniquilación intelectual; ·mO'
rál y casi ontológico; Resume·su•enseñanza -el _carmelita:· «Si qúie-•
res · venir ál santo recoghniehto;. no ,.fo1s de venir admitiendo,
sino negando». (109); Por lo tanto, el 'espítj.tu ilo hit de il:t,egarse
a ningún gusto, noticia, imagen, forma; luz o afecto, séa de la
sensibilidad, sea del espíritu, -natural o sobrenatural, ya' que · el
único
fin. del alma es la unión· subsíanciál. con Dios, mas··állá de
cuálquier Sentimiento, aprehensiónº:o. figura (110). :Y· puesto
que
muchos, , de , táles femómeoo,s .de :-la .fantasía; la intéligencia o
la voluntad calxb1ttibuirlos ,a losf•-«dónes» (en• especial' ál de
entendiiniento, y aL de sabiduría)¡ t de Fontiveros, desecha en cierta' forma. el apuntála:miéntó teológi'
co
usual,. ateniéndose a una pneumaíologfa sim¡,lificada, Además,
su camino de inttoversióil ra:dical y de negación éónsiguieiíte no
se empareja del tódo con ·la ·idea de ser la gracia utiá, especie de
semilla
que germina y se desarrolla; mediante fa, COOperációti de
tóda clase de entidades sobrenaturales, ,hasta. la rontemp_lación
mística,. plenitud de la, vida:-espirituál {Ul)'. EL método· s'ánjUli'
nis ta difiere· de tál' explicación biológica· ( cnyo aniecedente; por
otra Pllfte,. hállase en textos deLevaiigelió: y! dl!:'8.UJ. "Pablo) y de su
cortejo. de. entidades disoernidas>O''plasmadas por ·los tratadistás.
En suma, la poesía de San Juan. se faspira parcialmente i,n·
una complicada síntesis teológica y filosófica qüe, sin duda, no
es necesario .cooorer para•eLgoce ,inmediato de 'los veri¡oS>; sin
embargo,
ese entramado docttinál resulta> inseparable d~ '.valat
estético e .imprecindible, si se·quiete ·con1prendét,,c:..:baln1ente el
significado de·los poemas, nacidos ·al calor.de uná' crkm:i,ry únas
ideas . determinadas. Qúizá e1 proceso · de ·comprensión se lo· india
quexaUector el propio fraile, poniendo los versos ál,prilidpio-de ' .. -~-_.,_.-; . . '.· .. . ,, . . . ' .
(108) Volumen prilliero de la edición iiladrileiia de 1912, i,~. 354
y sigs,,, si. bien en otro pasaje aíttme--,el-'·8utor ~.dicha.fe-.ª .. la· in­habitación (I, 136 y sigs..).,. · , · · ,. · ·
(109) Dichos de luz y amor, 49.
(UO) Cf., por ejemplo, $u_bi_4a, II, 4. § 2; 26, §. 18.
(111) Cf. ARINTERO: Op. c,t., I, ca¡,. 5, §§ l y 2,
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MARIO -SORIA
los tratado&; La intuición., primera ·del· pdcina nó' tiene . todavía
patente
fa idea,; esa explicitud 1á d,da 'prtililÍ; pero como' cuanto
se ha sentido es en cierte ínodo irtéfable; desde el p:únto d,:( vista
religioso
y desde el· poético, otra ve:i se vuelve· afverso; · aürtque
ya transfigurado por las largas explicaciones.· · · ·
45. . Las qbras. de San Juan de la Cruz plantean del modo
más agudo el P1'9blema del sentido de un texto, sea literario, po­
líti<;d, ~OSP, fil9sófi¡;Q•O jurídico, No alguien extraño, . sino el
propio autor
da;a entenw;, mediante una interpretación auténti­
""' que el si¡wificado ob·,,io n@ es, eLverdadero, sino uno derivado
de la . glosa. Los _poemas , del español, se encuentran en la misma
condicl,ISµ s""W}tica del C,,ntar de., los ámtares,. que sirve de ins-
Pil"l!ción .y trama. al Clmtico , espiritual. ·
. T;µaj:¡j.én el epitalamio hebreo tierie, atendiendo·alas interpre­
µcipnes, muy-diversos sentidos,. sólo que estas.polisemia no puede
acl,¡¡:¡m¡e; de for.ma indiscutible, pues, falta la interpretación del
pqeta !)Üsmo que escribió aquel apasionado diálogo entre la Es­
POSª y el Esposo. Los gnmdes comentaristas· del Cantar (Bossuet,
Lujs de la Puente,. Sat1; Bernardo •de Oaravaldray.Luis de León .. ,)
encuen~an en él, ,aparte, deLsentido literal, oiro',inás profundo,
si.mból,i<:o.: o ·tnistico,.:que es -según ellos-·el gemiino, el real­
ment<:,quériqo Pi'1:t el autor. -En .eainbío, si se cree a la exégesis
moden¡¡¡,; ,p.roclive a dejarse llevar del materialismo y el raciona­
fümo,.·,y,.
pa,:aJa cual no. existe, si bien se mira, otro significado
que el ewdente, 'el que la razón _pueda entender sin esfuerzo, el
poema, nQ. JJ cualquier ótra interptetaci6n· forzada y hasta absurclá>En un ,caso,
pues,, entiéndese.el teJrto:ron ayudaide·rcierta .trádid6n y·de deter­
minado criterio.
En el. otro,. por medi .de una tradición contra­
ria (la. ele cientificismo) y un ,criterio: opuesto también al pri­
merp. _Por .consi¡wlente,' .ambos sentidos sop. vercladerós desde el
puj¡tto de vista semántiqa1. si
.bien uno. es ,incomparablemente más
ent!:CQ ¡¡ :m~UÍJlo.que.el otro. Juan de Yepes, mediante el rigor
toológico J1,.d,vigoJJ poético, demuestra tenet: las palabras siquiera
dos s,mtidds, para, no hablar de polivaléncia; · aquel :propio del vo­
cablo {«bosque»,·.«cena», «llama»; .«subida»; etc;)
y· aquel que
posee a causa de la intención del usuario de cada palabra, sentido
que puede estar a i,nil Jegµ~ del, prÍlner\l, pues pibe, entre otras
metasehúás ,9 variaciopesi ele sig:111ficad conceptualizaci6n de una realidad meramente. material' ( H-2 ). ,·., ..
, (112) En los más -v_aríados -'C1Ullp6s -.tr(}pieza-.'tlho'·con·'la polise.m,ia. Re­
cordemos al respecto una · graciostr -'frase · tepetlda hasta· la·· Baciedad: «Ge.to
1272
Fundaci\363n Speiro

POESIA. Y PROSA. EN LA OBRA. DE S. JUAN DE. LA <;RUZ
46. No obstante, la transfOl:lru\CÍón •. tiene un límite, con arre­
glo a la
naturaleza de Jos objetos señaladoq>or.las palabras. Tales
objetos (lo
mismo hay que clecir de cua,lesquiera hecl,os, .ambientes
y pattitj¡laridades), ~sten ant¡;s qe sú denominaq6n verbal. Esta
suele
refltjar; por fo menos. en. el lenguak primigenio, algu.na de
las
carácterfsticas más notc,rias. de la cosa designada. La significa­
ci6n
ptiriiordial se refiere, pues, a la: existencia .o esencia que
in<;lica la pa)abra. Mas, apart.e de •la: ~tur¡tle2;a fija, estal:ile; incon­
fundible, tienen Jos ~eres del 1,ll;liversd' lJJla virtualiclad casi inde­
finida para expresar otros .~eres. y relacionarse con ellos, Lo bá,
sico, impr~cindible, sin lo cual nada !ial;>ria ni nada· cabría decir,
es esa naiuiáleza a. la q_ue hay que vc,lver toda vez que se preten­
da una
aclaraci6n cleBnitiva; pero junto a ,;lla la emoción y la
fantasíá descubren un
bullir ,inagotable, de fuerzas, ,vínculos, inusi,
tados, secretos casi
mágico¡;,,influencias, .ei,~plos y lll€lleaies in­
sospecillldos. La ambival.encia nace de la virtualidad de. tQdos los
seres del
¡.miversó, asf,Í:om minos con
que aquéllos se .designan, retle,jo,, la .última ¡;le la pri-
mera (113).
· . . · .. ·. .
¿ Y qué significa tener la transformación un límite, según
arriba
. dijimos? Sencillamente, que un objetd, o. una palaq111, es
polifacético; que puede 'sugerir; reflc¡jar;' sfmbolizar i,,,_co;ntables
cosas y senefdos, :i,efu con la conditio, '#ne' qua non 'de haber.de,;ta
relaci6n ettire el significado''original' y'.el' aerivado. . . " ' ' -· ,,-' .
47. Apliquemos lo que aaibamos de seflalar a la r~l'IC;ión
entre amor profano y amor sagrá'clo. Ya ,hemos adv~dQ qiie
muchos términos
del uno: .los emplea el otto, y viceyersa. As!, el
simbolismo' nupcial' • deseri\>iielto por los ~u to res' 'contéinplativos
trru¡sfigura
im pril!;eso entero de ideas y. relaci8nes,. entre otros
el concepto de pasividiid,' átribuyéudolo' al alma etl espera del
blano;,, gato negro, pqco ~p9rta, .siemp~~·· q~· c~ce ratones>,>_·: El .sen?do
evidente_ ~ble .hasta_'ser_' una p;eto8hill_ad,~. sin __ embargo, ,.nada, .tiene
qüe-ver.~coil. el-.qUc. ·a.~a .la ·ezj;iJ;ésió~ el, Ji)f~~·, ~SV? chfuo. ~~~»:
--según -Terig-:-es el. slS_t_e¡ína ~.OÓ!111.i;o; «:~-~co.» .. -° .-~n~gro_», ~p1taJ,is;~
o comunista; «cazar ratones», prodUCir. ;·· _ .,
(113) Aunque no contempc,~eo de. Sa¡, Juan parg~e ywe c;le :;624
a 1677 e!mlsticó álemlñ Juan ~cheffler oAngeISíÍe¡;io también se rel'ierf,
con toda la fue~a y ,C9ntjaj6~ 4~. -~~~-paréa~9s~;_,~ l~ multivaléncia ~~-~:
tica del imti1d0; "Y_. su_ esenp.;al ~~a a l)Ióf;, _ .-,
. «Wie sah Sankt,Jlenedikt .die :Welt in: cinem strahl?
Es ist (weistu's noch niclrt?)c;in: allem ·a11s, iumahl>: ·
«Jn einem Senffk:Ornlein. sq .,~'s-yerst~ ·.wilt,, · · · · · _
Jst aU,er oberern un . (Cherubiniscber W""'1-ann,:IV, 159, 161),
1273
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MAR.10 SORlA' ·
divino fecundador. Las desciipciones de la unión con Dios corres­
ponden ·en muchos de sus· rasgos a emparejiimíent versa •lridole, resultando
fácil que la ignbrancia 6 la malevolencia
confundan
las rosas. As!, el presidente de Brosses, contemplarido
la estatua (debida al, cincel de Bemini) de Santa ·Teresa en el
momefi yo
lo cónozco» ( 114 ). Ahora bien, el sostén . del' símbolo es el
sentido ,literal,
aclaración;
mas, siendo ambivalente el sentido, no ha de plasmar­
se en
un relato con pelos y señales; ni caér en deialles obscenos,
intransfigurables,
ni desarrolllir todas las cónsécuencias que con­
tenga una proposición cualquiera. La polisemia sólo es po6;Íhle
merced a cierta indefinición, y ésta rehúye tanto la minuciosidad
conceptual
como·. lá ··concreción· lograda · por formas, sentimien­
tos,
emociones o actitudes inequívocos. No es diffcil espirituali­
zar el' Cantar hebreó o. las poesías de Ornar Khaya
, ; pero nadie
soñarla hacerlo con 'e! l(amasutrtr, ni coo El ;ardín perfumado,
ni con ciertos capítulos dé Las 'mil y una noches (115). Juap de
Y epes se detiene en el punto justo.
· 48. Comé> ya se seí'íal.$ respecto del Cantar de los cantares,
la multiplicidad semántica. . tiene sobre todo un origen extrarracio­
nal, religioso o poético. EstQ Jo· sabían muy bien los exégetas
bíblicos, que,
sin distinción de tendencias teológicas, distingu!an
al menos dos sentidos generales (literal
o inmediato y místico,
aplicado o simbólico) en
el. texto. sagrado, y además .exhortaban
a
leer ese texto con determiriadas disposiciones morales, amén. de
em¡,lear _ la inteligencia. y. tP dos
para des
(ll(í): Hay 'que observar, además, que hasta finales del si-
(114) Viaie ·á Italia (Madrid, 1922), vol. TI pág. 192. A. falta de fe,
de ponetración, . de sensibilidad,. curiO(lamente, el ingenio , y la estupidez
dw~ la máno ,en. fa··mismá, persona y .respecto_ .de idéntico~asunto. El es·
critór dijonés · ineréce -'considerarse precurior de . las teotías" pa.ns~alistas tan
<'11 boga hoy. . . . .. . . . . . . . . · · , · .
'(115) 'fa! divergencia también )a climptoqamos 'en .la opinión citada
~El .. '.feng.Jüw ~g. Si eµ. vez. de a·.«gatQ» se. hubiera te"{erido el estadista
pequinés a otro animal, Íiot ,ejcmiplo,· ~J9bo~J de·. W O'lodo _que di,j~e:-«Lobo gris o lobo rojo, poco impórta, siempre 'que cacé ovejas», la idea de utili·
dad habría sidor.-.i:mposible· suscitarla) .. pries_to ·que se hubiese· -impuesto la
consideración -del deptedador, de ·ganado. · ·
( 116) Lógicamente, el de Fontlveros ; adniit<> sitirestricciones la multi­
plicidad significativa:
Suliidil/ U, 19, §§ 7; 8;((:.lntico, piólogo, § l. De la multitud de i:e6Iogos, "fil6sofoS y exégetas · que-sostienen lo mismo,
1274
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POESIA Y PROSA EN LA OBRA DE S. JUAN DE LA CRUZ
glo xvm . admiten los intérpretes haber en muchos pasajes de la
Biblia un. sentido literal múltiple (117), basándose· tal teoría, ya
defendida por San Agustín, en ser Dios¡ autor del texto:.,sagrado,
«infinitus et. summe fecundus et. sapiens», · como dice un ilustre
teólogo español ( H&). El mismo argumento de la inagotable ri-
espiguemos algunos. nom.b.te.1$ . ilustres: · T~MÁS -DE_ AQl;JINO ::, ~Uma t~l6gic4,
I, q. l, a. 10; BELARM_INC): De Verbo Dei,-1ibto III,' cap. 3 ·(vol. I, pág. 101,
de la edición napolitana · ducci.ón; BoSSUET:. Elevaciones sobre los· mi-sti!rios (París, 1962),' VII, 3;. 4,
8, 9,
·etc.; IX, :3, etc.;_LUIS HABBRT~_-Teología dogmátíc4 y ,moral, vol .. I
(Augsbutgo, 1771):. p:ágs. 36 .. Y sigs.; GA$PAR. JUENIN: De locis __ tbedlogicis
(Valencia, !790), I, cap, 8, art. 1; PASCAL: Pensainitintoi (Páns, s./d.),
~aps. 10, 12, 13, 15, § 10; JUAN ÜPSTRAET: De locis theólogicis (Venecia,
1795),
Disert, I,·'1· VII;,§ 4; VIII,§ 2, númsA y.5; NmoLÁS ,Li, GROS:
; T ractatus de Scripturae Sacrae sensu multiplici. (pubUcado·-cqmo, apén<;ijce-:de
la __ obra anterior), _qs. 2; _ 4, .. 16, etc.;. JosÉ V~LA: Institutiones Jheologica,e
(Lyon, 1780), vol. r, págs. 236 y sigs.; JUAN PERRóNE: Prdelectiones theo·
logicae (Barcelona, 1894), vol. IV, parte II, §§ 238, 240 y sig.; MIGUEL
NrcOLAU: De Sacra Scriptura, §§ 195 y sigs., en Sacrae Theologiae summa,
vol. IV (Madrid, 1958), págs. 1103 y sigs. . : , · ·
Hemos elegido autores de .la e¡¡cue)as .más dispares para demostrar que, en este punto, 11cordes st; .l;uillan. t_odos. ..,-: _ _
(117) Ejemplo de esa riqueza. significativa son muchos .salmos de Da­
vid,
·donde el autor' se -lámenta de sus ·persecuciones- y desgratjas·, -pero
donde también expresa,-de .modo simb6lico· y anticipa:d9r, 'los ·d<;>lores de
la pasión de Cristo. -El-sentido lit~, por Jp tanto,. es doble.__.,
(118) AGUSTÍN ANTOLÍNEZ (nacido en 1554 y muerto .en· 1626): Disser­
tatio de sensibus Sacrae · ScriptUrae,' lín<;aS 1700 y sigs. ·Este· _ttat11dito lo
publicó por efe,, primera "el •padre Gonzálo Día!t en la.·revista La Ciudad
de Dios, págs. 479 a: 534 del "°!. CLXXVII, año de 1964.
Ssn Agustín t1lVO la intuición. geoW de la polisemia literal bíblka,
conforme s_e ve en. sus_ Gonfeiiones, XII, 26, 30,_ 31, y _De doctrina chris­
tiana, I~I, 27. Siguen al IIiPD?;-Dse _SANT9. 'I'.o~M-_ (Suma teo'ló~a •. I, 1, a. 10, «.lh corpore». ·La:traduccion de·la «B1blioteca no vierte _exactamente el original lat_ino, desvirtuándolo), fray Luis DE
LEÓN (La· perfecta casada, introaucci6n, pág. 243 de la «B. A. C.» [Ma­
drid¡ 1959]; Los nombres de Cristo, pág. 406). Y de los demás citados
en la nota 116: BELARMINO (loe; cit.)¡ ÜPSTRAET (!, págs. 128 y sigs.), fu.
BERT (I; ·págs. 37 y sig.), LE -Gios íqs.16, 17), Jul!NIN (págs. 113 y .sigs.),
VALLA (I, 238), PERRO NE (IV, pág. 425,nota 2). ·
Pero nadie pOObablemente supere a. San :Buenaventura en tratar con
tanto ingenio, profundidad y entusiasmo el tema, disertando acerca de los
sentldosi; figuras, teorías,· Jrutc;,s y misterios contenidos en la Escritura Sa­
grada, y recalcando "fa a~dancia de· tos mismos: «¿_Quién· puede conocer
-.Ja infinidad de las ·semillas, ·no· obstante haber-en una. sola cle ellas infihl.
tas · selvas y luego _infinitas . semillas? As.f, dé la Escritura se pueden sacar
infinitas teorías~, las 01ales· nadie sino _ sólo, -Dios -puede-,abarcar. Pues ·BSÍ,
como de las plantas se originan: nuevas ·semillas; 'así:-también de la "Escri­
tura nuevas teorías y sentidos nuevos, y por eso .. se diSt:ingue la -Sa~ada
Escritura, de donde, como si una gota -se· exitajera:·.'der mar, igúa1 son todas
las teorías
que se -sacan:: respecto de_ áqüellas que sé püeden . s'acar» · ( Cola~
ciones sobre el hexámeron, XIII, § 2}. · 'La ti:Sis de· 1a-pluralidad· de_ acep-
1275
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MARIO SORIA
queza de la inspiraci6n divina arguye Opstraet. para sostener ]ji
polisemia literal (119). Déspués'ábrese pasd la séntencia que re­
duce a.uno dicho sentido, sentencia· cuyo,iruclador babfasido•nada
·menos
que Lutero (120) .. El jesuita Nicolau·llega .. a•llamar «pro­
greso
teol6gico» tal, ·emprobrecimiento semán.tico (~21). Y en
estos
último.s tiempos, al corromperse ya casi totalmente la exége­
sis
por el 'racfon~lismo; ha aaibado•ptedominando el sentido lite­
ral único, en perjuicio d~Jtet•l múltiple, del que los. te6logos
llaman típico, o sea el s · · cado que un suceso referido en el
Antiguo Testamento tiene, por
antici)?aci6n e intetpretaci6n, de
un hecho.futuro de la historia.de Cristo, la Iglesia, la humanidad,
etc;, con elJamentable resultado. de set hoy los hbros sagrados
virtualmente una especie
de cuerpo sin alma, simple registro de
acon.tecimientos 'políticos, suciales, económicos o raciales, objeto
de' estudio .más que eje la teólogía; de la historia, la arqueología
y la
sociología. .
49. La filosofía contemporánea se ha dedicado al análisis
del lenguaje y de su · significado, consciente del enigma que en­
cierra el .sonido significante; mas, áteniéhdose al puro hecho del
habla,
prohibiéndose. indagar si a la palabra corresponde una rea­
lidad
extralingüística, concibe el lenguaje como un conjunto ar­
bitrarid ,!k, signos yse.tápia la puerta que':darfa ~so a la solu­
ci6n.
de las . dificultades. San Juan de la µm: prueba existir una
relación
. insoslayable. entre el pensamiento y la palabra, la reali­
dad y el habla, la poegía y 1a filosofiá o teología. Sus versos rio
son únicamente juegos de ·vbc\lblos píen medidos, que tengan su
fin
último' en acreditar la pericia del vate y 'la eufonía <:opsiguien­
te, puesto que. sintetizan de forma magistral belleza e idea, ex-
cion~s la desa~tÍa d:·doctor ,fran~ano desde la colacÍón. décimotercera·. ,a
la déciniondvena; El carmelita abulense· opina igual -que el peri.s.ador italia­
no: «...:·.1.os. santQS doetores., ·aunque·-dicen y·. más_ digan,.·nunca·-pueden
acabar: de decJru:arlo ( el s como tampoco por palabras '.se.·pudo_ 'ello. decit.-Y :así;.: lo que de ello Se
declara; ordinariamente esr::Io· menos -qu.e ·contiene: en<.sí» (Cántico~ prólo-
~ §. l~ ' ' ' ' Es -curiOso-.que en el ,siglo XVI-,se·sostenga_c-que una .. de.-las .causas de la
polivalencia significativa , de, la· Biblia sea ( según afirman, por ejemplo,
M.E1CHOR GANo, en.sus LugtJr..es teológicos,,. librci:TI, cap. 1.5, y.fray LUIS
D&,,LBóN, en su versión del CJlfltar 'de·los ,aantares, pág. 64), la ambigüedad
del idioma. -hebreo;, ·que dificwt-a la traducción exácta a1 griego, y viceversa,
lo,.inismo.,que.Ja·,ttaslaci6n. ·idiotiSmOS d.e.-todds ellos., ·· _,.;; ·_·;,, -. ,L, ,
,(119) Op. cit,;,I,;págs,, 128,y.sigs .. , ·· , , .
:, (120). l'BRR<>NI" Op,.cit.,§239 nota 3, §:241 y.nota 1. (121) , Op. itt,, §•205, pág, 1106, . ·. .
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POESIA Y PROSA EN LA OBRA DE S. JUAN DE LA., CRUZ
periencia y doctrina, inspiraci6n y razonamiento. El carmelita se
encuentra en las antípodas .de esa especie
de masturbación esté­
tica que es el
arte por.el ante .. Y así demuestra necesitar en mu­
chos
casos un texto literario . .el apoyo. filosófiro y teol6gico para
ser exactamente comprendido, de
modo· :paralelo a como los ob­
jetos que nos rodean exigen .meditaciones más hondas que la
simple consideración cotidiana o
la reflexión superficial para ser
bien: entendidos,· El carmelita nos enseña que a menudo la fe
religiosa es
instrumentd -inexcusable de 'la' comprensión racional.
Porque, si la poesía del místico ·
de Fontivetos· se •mantiene in­
marcesible,
¿ cómo podríamos declarar arrumbado, salvo en deta-
lles secundarios,
el saber que la inspiró? - ·
Insistiendo en esto últimó, observemos que los poemas de
fray Juan no son una excepcióri, vale decir que no sólo su poesía
tiene
como elemento esencial ·una doctrina:mspiradqra. Dé cual­
quier· obra religiosa resulta incompleta la comprensión, sHe pres­
cinde de: las ideas que en ella palpitan. Cabe· poner' de relieve
la
excelencia estética, la maestría del artista; las influencias su­
fridas,
el efecto que dicha -obra ha de tener· eh los artistas pos­
teriores, ere., pero sin que-se agote"con todo ello el sentido, por­
que-al intél,prete le falta uno de los elementus' necesarios 'para la
intelección:completa de sü objeto: le fali~ 'cultut:a religiosa. ·
Así;
en un icon~ se notan Ía 'vivacidad _de los colores, el con­
traste_ de los_ miSJ¡,OS respecto · det fondor ddta(io-, _1a. fro,ntalídad
de las figuras
y demás -elementos taracterístk:os ; · pero se ignora
con
'oom,nciií que'estai; pecuHaridaqes son· sólo qpreslót\. de un
concepto teo)6gico: fa representildón: del santo "respectivo g)ori­
fie~dd, ·id que Dios'Ji' slrv,é de ápoy&, santo. cuyo -cuerpo,_ penetra­
do pór la grada, no p¡;iíyecta sombra: Del' mismo modó, se pone
de_ relieve, en la representación bizantina dé la transfiguración
en el Tabor, el tesplaridor,que 'rode.! a C,;isto, más brillante por
el círculo u óvalo oscuro def cual se' diesiaca, sin saber que ese
círculo u óvalo significa la inmensidad y profundidad divinas,
mientras
que 'el E.~to)', es la foz y rev¡,ladón de aquélllis, El
iconógrafo tiene, in menie esfa idea -y dé :j,llii brdta la ·bellez, pe-
culiar del ciiadró .. ' ' ' ,, ' . '" u ! . • ;,
•-_Igualmente, d Crístd DlÍibio 'én fa cruz, cfo neri~uto. Ce­
llirii, hermOSa iniage'ri dé '.ltiátñl 'ex;ístenie • e11 la'·Bas!Jié.F,d~ El Es­
corial,
vistó de facto dirfase'no,¿ólg,¡r,'con\ir sería lógico 'en ),111
cuerpo ihene, síno sbstetíerse: a sí inísmd, 'por-la ten~ión d~ bril­
zos y pectorales; -¿ Fálló del escu'lt&.r, arirti:¡tie · de · frente . ttó' haya
tacha
que po~?, ¿N<¡j set~ más: l?!w:una demostració¡i de que el
hombie· fállecídQ en la c,:ui: os ,sqPi,,ehu1Dano, puesto que;: aun
.1277
Fundaci\363n Speiro

M.ARI'9 SORIA
después de su defunci6n,, tiene visos de alentar con una especie de
vida milagrosa?, Análogamente, en
la,iglesia de San Pablo, en Bae­
za, un Cristo expirante ,parece desprenderse con fuerza inusitada de!
rr.adero.
No conocemos , al autor del mismo, pero sí eabe decir
que la fe del escultor ,betiense es lá misma que la del italiano:
la creencia en
la divinidad del muerto o moribundo. Esto explica
la sotprendente composición. : ,
También las .obras modernas piden, intérpretaci6n parecida,
Demos
como ejemplo laiglesia madril~ de San Manuel y San Be­
,nito; cuyo, arquitecto es: Femando de Atb6s. Neobizantina, aeaba­
da el año 191 O. Plim ta :de cruz casi griega. Sobre ella se eleva
una gran cúpula con su linterna. Alrededor de esta última, mo­
saico,, dorados dibujan un sol. Un poco, llliÍS abajo, anclm franja
granat~, a,, modo ,,de c¡,nefa'adom,ida, circunda la b6veda y de
ella parten )ínea~, hasta, los santos que ocupan el espacio entre
lo,, ventanales que se abren en la cúpula._ Las pechinas, cebijan
a los animales ,simb6licos de los cuatro evangelio,¡. Linda combi­
naci6n crom,ática: d de ; disposici6n simétriea de las figuras ; proporción adecuada
de las
mismas, etc. Todo fo,cuaLconstituye un herm,oso conjunto
de vario y ameno celorido. Pero la raz6n profunda de semejante
disposici6n no se: expliea sin co)locer la idea teol6giea que la
anima. El sol figurado es .simultáneamente el sensil;,le, que entra
por la linterna, y e! inteligil;,le, la lw; de ,la gracia. La franja gra­
nate, el influjo \lívino; su color, recuerdo de la sangre de Cristo.
,Los santos que se encuentrag junto a los ventanales; quienes re­
cil;,en la claridad, a la ve:,; de! día y de Di9l'. El tetramorfos ,sos­
tiene la fábrica, porqµe Ja coÍlstrúcci6n rq,osa en las pechinas y
los
arcos, pero al mismo, tiettlpo la obra ,divina se lleva tpda a
cabo, s6lo en vista de la revelaci6n
evangélica. ,, ·
Por lo tanto, teolog{a, fjfosofía y arte se aprietan en una piña,
lo
cual naturalment~ hay, que . apliearlo también a · nuestro poeta.
50. l;lnl() q~~ atafie tr. ~cci6ri e~piritual que algunos
c;IlCUentran "",.la.significación !1~tablecida de J~yal~hr¡¡s,, Se;t
mediante el uso, los diccionarios o la autoridad. aeadémicá, pre­
cisamente
la polisemia es. capaz de (Olilentar la lib~d ,lingüístiea,
al déscul;,rir en palabras y q,sas un~ ,grr.n cantWad <;le .s,ent)ctos,: si
bien eludiendo el. a!:i~urdo i lÍI ~fráélicci6n. El empeño de .lin­
gijistas ~o . Rolar:Íáó ll~Í:l¡es • ge 'zafarse. Jle \,J._ pres@ta . s,uji;d.on
~titúida, ~ n,,~o 4el]dioll}'Í. ( «E1l~1ígll~ie és fáici~ta») (122),
(122) Ro'lF '.KLOllP-: «Ri>lartd'' Barilies; tJn,.,,.;.ess' 'hn :Reiéh \fer
Zeichnen», 1278
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POESlA Y PROSA EN LA OBRA DE S. JUAN .DE LA CRUZ
no se lleva a cabo destruyendd todo sentido objetivo y convir­
tiendo
el habla en un batibúrrillo anárquico y. disparatado, sino
equilibrando
significacl6D; · predeterminada ye creación. semántics,
de tal forma que sea la' polifacética realidad; como tierra feraz
de la que broten innumerables· seres. y . donde se sucedan y entre­
crucen
sin cesar formas con formas, el cimiento de la anhelada
autonomía, con la sola condición de ejercitar h, fe y la fantasía
junto a la inteligencia
y la memoria:_ -' ·
· 51. Sí atendemos a nuestro csrmelita, la cápacidad que tie­
nen las cosas de refll!jar á Dios, esa dualidad fundaméntal de ser
ellas mismas y además participadamente algo distinto; no s6lo
inspira
metáforas, sínillicsdencias, aliteraciones,. etc'., sino que és­
tablece la relación de una forQla de escritura (poesía) ron. otra
(prosa);
de un emblema o énipresa con sus acotacíónes o pará­
frasis, de la intuición !iterarla con. la especulácíón, El fraile de
Fontiveros, fundiendo
adtnirablemente el· platonismo con la · exu­
berante simbología bíblics, es ejemplo de una cspacidad tropo­
lógics cssi infinita
y muestra cómo anudar el. vínculo universal
de todos los seres entre
sí y con la causa suprema de los mismos:
«Mi Amado, las montañas,
los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonorosos,
el silbo de los aires amorosos ;
»La noche Sosegada . . .
en par de los !~antes del auroríi,
la música c,µladá, '
la soledad sonora,
_ . .
la cena
que recrea y enamora» (123 )e
~2. Aplicando cuanto se ha dichó a la interpretación de ui,
pasa¡e de San Juan, o~etv~os lo sigmente. úmsic!etemos uno
de los versos de la. estrofa . que acabátnos, d_e dtár, dédmócullrta
del
Cántico, segán la_ ·disposi.ci.<$n .d,;!~5{,~.o.ge¡,nense _(124):
«El silbo de los aires··"!nor05 . (123} Cántico m>iritual, c,¡trofas.14,y 15.i ., . . ' : ....
(124) Es sabid'!-que exist'!'1' dos .~.o~es. del Cán#co.: una, la qel
~ce A,_ ~e San Lucar de Barrameda; menos l_a_rga' que la. ]1-ennehse, Q · aet códice B.-. . ' ., i . e " •;\! rT:·J: ,' ,': '· '":··,,· '.
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Fundaci\363n Speiro

MA.Rlc> SOR:IA
. Empieza !el autor a ·descifrar laJ estrofa correspondiente, ad­
virtiendo
qué «por ser Díos todas las. ,COS$· al alma y el bien de
todas ellas, sé mejanza de la·bondad'de Jas.=.a• en las dichas .canciones ... En
lo cual se ha de entender. que todo :iQ que aquf se. dei;lara está
en. Díds eminentemente en infinita w~a o, por.mejor. decjr,
cada una de estas gr~de.as, que se .dicen e.s Díos,, y todas ellas
juntas son
Dios»(§ 5). Con)q cual se establece el. nexo o analogía
entre la naturaleza
y la vida mística, de tal modo que, a pesar
de la incomunicabilidad de)a última, haya por lo menos un res­
quicio
semáli.tiw y qntológico . que, ¡,<;tnüta comprender fo que
dice
el carme)ita, puesto que, !a .. falta ,colllpleta de rel,¡clpn entre
el COQ.templatiyo y el lector daría origen a i¡na serie de' disparates
y ,equívocos.. . . . . . · ·· : , . . · · · · . · · .
Asimismo,. senóta '+' es~a. glosa que el autor parece tantear
wimero el. tettetJa, escribiendo m~as poé,as)íneas explicativas de
los tres
versos CClU. ,c;iue: émpie¡fa la: trra: . .
«Mi, .. am~dó,' las nIODt.añ~s~
. los valles solí¡arios nemorosos,
las ínsulas· extl"añá:S».
Después, sigue una extensa declaración de·
«los ríos sOno~osos»,
y, por último, viene a nuestro ve.rso. En los tres primeros de la
estrofa, se refiere
el. escritor a l¡i: 'similitud entre los sentimientos
naturales
y la experiencia místicá·; .é,n .. ,l\>s siguientes, y concreta­
mente en el que examinamos, los. términds glosados adquieren
un significad e¡ . pi;culiar, postergáru:fose un · póco la comparación,
aunque maritenifudose 'sicin]?re. De eSta fonfui", ··«silbo» es «una
subidísi1J'.!a y sabrosísima in~elig,;ncia. de .Dios y d,e sus virtudes»
(§ 12); . «aire~Jú:qoros~», «las yirtudes y grac;ias del A1llado, las
cuales,
niedian~e Ja clicha unión. del Esposo; embisten eh el alma»
(ibfdem ) .. I,,as '.corsideiáci~n¡,s. si¡;uientes. COQ.tinúah explanando
este sehticto' ál'go anómalo: Pero' no· líay que· olvidar que, si bien
el autor
entien9.e estas palabras. de mooq, un. tanto arbitrario,
siempre
COQ.setva la aualogía cm¡ la experiencia natural. Aquí
San Juan, cuya estética es predominantemente visual, hace un
ensayo de esté1ca auditivá o musical; lo 9ue lé sirve de' matavilla
para poridet#:Ma te inimaginable, pero' que puede llegar a· captarse, como si . elijé,
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Fundaci\363n Speiro

POESIA Y PROSA EN LA OBRA DE S. JUAN PI$. LA CRUZ.
ramos, por su revés, intentándo ,vislumliár la finura casi inlper­
ceptible de semejÍlllte reliición; El carmelita.no deja .de hru;er bin­
qpié en este aspecto: «Y: llámale "silbo!' ·porque, así como el
silbo del aire causado se entra,agudamenteen'el vasillo.del oído,
así esta· sutilísima y delicada iriteligenciá se entra con admirable
sabor
y deleite en lo futlmo: de la substímcia,del alma ..• La caus~
es · porque se le da substancia · entendida , y desnuda de. accidentes
y
fantasmas, porque se d,cal entendimiento cjue.llatn11n las -filó-
sofos pasivo
o posible» (§ 14); '
Por
otra parte, la glosa' tiene @ínO,fin la ·expliq,ción de los
fenómenos de la vida cdfiterilplatlvá y, :tUnque San Juan repita
sus.'1,xplicacioties, ·pw;zca desvialfse
-~ 'liece~. de la meta, esctliba
pasajes
que podrían substituirse' por."otros. y los pasajes su),sti­
tuidos tener su lugar en tratados distíµtos; etc., too.o este arbitrio
no afecta a las vigas maestras de la enseñanza del fi;aile de f tiveros, La exuberancia de sus mones · ,y: sentimientos lleva al
aritor 'por toda clase désendero;v,y,vericuetos, desviándolo,,de
su ruta; péi:o 'el 'attlorosb caminante, que se pierde,bajo los á¡¡\,o­
les en busca de Dios ~be qué ffi,r,hermosa, ivuelve siempre al
camino principal; y SUS, meandros dan al itinetatio ll!1'1· riqqeza
y una variedad que no . tendrían, caso de ser, menos genial el
caminante. El Cántico deja traslucir a cada paso la tremenda ex­
periencia del autor ; por eso también en este libro se resiente el
sistema, afloran las nn,eticidnes,. se, contagia de lipsmo la ptosa,
aunque,~in divorciarse;nuncaJa o~ del,acervo ~pírico, natural
o
sobr.enatural,. acervo de <)q¡¡d,¡,; salen . ,i¡icontables conc~ptos , e
imágénes;. _,,. .,. ,_.. ___ · -:1,-'_ .. 1 . .-·
.. ,· -·_~,, .-, _·. _.
· ·Sefutlemos, por último, que, ese,.; pdsibilidad de'cambiruda, disPdsiQÓll d~,,~trof~, Y,hasta .4e ~'!t­
teS',enteras• del· comentario,, de n;iodo ql!elo atiti;rlor sea postetiór
y viceversa, taL·oomo sucede•éon,l;¡s <;los re.cL,,cr;i~s·.del. ¡:'ánti<:-o,
tahto en la parte poética como ,:!). ~,prpsaica, ~s algp car~cterís­
tico
·no. sólo de San,Juan. Para_,<;01"J;9borar .Jp.qu,e _decirn.QS, · eira­
mínens,flos tercetos de la elegia sexta de¡);;l',l"n@do d~ f.l;er¡cet)l y
se verá ,que ,muchos pueden mudar, ~ sitio, sin .9.ue se i¡lt,er-1' él
significado
·det cdnjunto:. tercetQs qu,e, s,;,sujetan a1 qrden que les
asignó
el, autor, sólo merced .~ ,juegp a,ltlll"J:Ú!P-9 élé la rlwa, f> se¡i
de forma completamente a,,tjfipi
davía es la posibilidad de mwla.nz.11t::~ la,, _,;es~~a» ,prlll! del mismo, autor, donde, las octavas ~eal~ reptI"'l 1 ( 125) FERNANDO DE HllruIBRA: Poeslas ( edición de Vicente-García de
Diego; Madrid,
1970), págs. 126 y sig .. ,,J ·
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Fundaci\363n Speiro

MkRIO SORIA
siendo tan, tenue el lillo.a11gumental,, que: quizá s6)o la estrofa
primera '# las Quienes· se:admiren,éle esto o,.lo eilcuentren no más,que en
un solo pocla; .nada,.saben, pciesía antiguamente se desarrollaba con la'tigidi,z de la Etica de
Espinoza o. ·de .los versifica&<-es p¡irenétkosr no diciendo 11a~
cuyas premisas, no se l:¡ubieu,n ,sentado», ni estando nada nunca
salvo en su sitio. Olvidan, sin. embai:go, queJ,asta en los libros
de pensamiento puro, en las exposiciones científicas, en los ma,
nuales pedagógicos hay ,madllsimo,d;¡,,arbitrario, conforme a la
conveniencia del escrito,: if a llll'lí, olvida, igualmente, quecla poesl¡¡; J?Qt lo, general .no .giscurrr de
fonna rectilin"l!: lo hace por· saltos, r¡:¡tomos,' sOJl)resas, ·anticipa:
cioáes,
obediente a la imaginaci6n y,elsentÍlllÍento. l'aia enten­
derla
y dirigú:la. ha la raz6n de .lid41r · q;in. bripsos caballos y ne;,.
siempre logrará. dominsrlmu:,L.a ®CO!lf~ •que a ''veces' se
obsérva entre•la,poesfay
·la prosa mente ·heterogéneo· de. ,ambas; petó las, ~ci¡,.s. ~ales no
impiden el acuerdo superiór,:dir síru:esis'cde ,vetso y glosa, lírica
y''t~Ología; espootaneidád
,y, •sistetha,dnventiva seuiántica y suje­
ción al dogmit,:,cofitemplaci:ón y 1: y •sabiduría .. : 0
' , ." , e
. 53 .. Digíifuos·páraé terlni,w, qué>ia:x)a invetsa de quiei,és
sostienen ser''llñ¡tilel romen'tarip :tJé,:IM •poemas simjuanistas, o
una superfetaci'óii>attifíciosa'e interesada, o hasta ¡¡Ít;estmboipara
)a debida C<¡>tnp!.'.ellsÍÓ!l 1e ~quéJl?s, la glosa sirve para que,el~r
por lo menos ban:lmte la, prodigiosa áventnra del contempláuvo
abül.etise, Estó es •posible 'nietoéd a 'ilierltá•.écimunidiid'gi:loseoló­
gica existé\ite eritte 'jtüéstto autor' y 'su:,ptíblico;,similar a la. qqe
~· a 'cualqu!ér'~~or con quien ;Jo lea: Sin duda, la i!Ituici6n
estetlc'a ·
'y rnístici' d¡,F <:artnelita,e, · en· stt" itotalidad fa transferible
e
inefahli1 .pero 'esto ifü:, tésülfa rtiida =~ónal, porque tamo
biéh till.es características las· tiene' él conocimiento. sensible más
corriente. Piénsese,' por ejemplo, 'eli un color determinsdo ; .. trá­
tese de comuru'carla petécpción del: inismo; a lo sumo se Jog¡ará
la comugicaci6.n paidalthente, · por medio· de. wmparaciones y
dftunloquios; Ll!' ¡,rqpiJ>' setísaciro, eli su· aspecto. ,subjetivo, i,erá
imposihle desc:ribif)a y m,,icho menos repe!irla en persona extraña,
La pcísibilidíia de oomünicacion sé' funda, pues;, en 'el' caso
presente,
en la comprensión semántica de cada escrito; segundo,
'' (126) Op, cit., págs. 169 y sigs.
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POESIA Y PROSA EN LA OBRA DE S. JUAN DE LA CRUZ
en la capacidad de mirar, siquiera sea como por una rendija, la
inmici.ón sobrehumana.
de Juan de Yepes, una vez conocidos fra­
ses,· oraciones, versos,,,estrofas, etc. ·J...o,.contrario significaría, re:.
chazando el .testimonio de la expe!"iencia, convertir la prosa y el
verso
de;!. fraile de Fontiveros ,-en. algarabía insignificativ!l o en
conjuntos
-sintácticos . de los cuales estuviese ausente toda vibra­
ción (permítasenos la palabra} ~tica o• religiosa. Tiene, pues¡ el
lect.or una capacidad -limitada, pero innegable, de comprensión,
capacidad que estriba
en· ]as facultades espirituales comunes entre
quien
escribe y quien lee, amén . .de una preparación doctrinal y
cultural que hace accesible a la par las teorías del tratadista y la
hermosura
.. del versd. El rechazo de 1á ¡,rosa sanjuanista; .así como
las objeciones a
la dilucidación mediante. la misma de los . tres
grandes
poemas del carmelita, nacen no · de una diversidad autén­
tica entre dos modos .• de. conocimiento, sino de úna impreparación
que hace difícil entender otra cosa que bastas materialidades. De
esta forma,
a priori, se desacraliza la poesía y parece pegadizo
todo intento de darle un sentido que no sea erótico o meramente
imaginativo vulgar.
El propio autor se percata muy bien de la imposibilidad de
contar de forma exhaustiva los maravillosos dones de Dios. «Sería
ignorancia
--escribe--pensar que los dichos de amor en inteli­
gencia mística, cuales son los de
las presentes canciones, con al­
guna manera de palabras se puedan bien explicar... Porque,
¿quién
podrá escribir lo que a las almas amorosas, donde El mora,
hace entender?
Y ¿ quién podrá manifestar con palabras lo que
las hace sentir?
Y, ¿quién, fiualmente, lo que las hace desear?
Cierto, nadie lo puede. Cierto, ni ellas mismas, por quien pasa, lo
pueden; que ésta es la causa por qué con figuras, comparaciones
y semejanzas, antes rebosan algd de lo que sienten y de la abun­
dancia del espíritu vierten secretos y misterios, que
con razones
lo declaran» (127). En otro lugar sostiene lo mismo: «Alguna
repugnancia he tenido... en declarar estas cuatro canciones
... ,
por ser de cosas tan interiores y espirituales, para las cuales co­
múnmente falta lenguaje; porque lo espiritual excede al sentido,
y
con dificultad se dice algo de la substancia.. . Y con este presu­
puesto,
arrimándome a la Escritura divina, y como se lleve en­
tendido que todo lo que se dijere es 0tantd menos de lo que allí
hay, como es lo piutado de lo vivo, me atreveré a decir lo que
supiere» ( 128
). Esta convicción, siu embargo, no le impide escribir
(127) Cántico, prólogo, § l.
(128) llama de amor viva, prólogo, § l.
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M-.4.RIO SORIA.
sus largas tratado,;, probando>no ser .inútil cuanto, explica, ni
mucho'menos. La.doctrina de San Juari es, enciertomodo; apofá­
tica,.vale decir que ,vers,vsobre .asuntos: inefables e incomunica­
bles, como la teología, de'. los: escritos atribuidos a San Dionisio
Areopagita; pero . semejante dificultad · no ,detiene la pluma del
griego ni la del español, .porque.'toda, inefabilidad es relativa, so
peru, de extinguirse lcmguaje·y pei;tsamiento en la <>scuridad.
, De otro lado, si j) tud la inteligencia, puede .el espíritu apelar, a la memoria, la fan­
tasía,
la sensibilidad; puede emplear,, además de la especulación,
la
poesfa . .con todos sus artificiOl','·la retórica, la música. Si dis­
tinguir, juzgar, deducir nd bastan,, legítimamente sé ,apela al su­
gerir, imaginar, conmover, Donde no· alcance el concepto, alH es
muy,próbabkqtle lleguelametáfora. No otra cosa hace San Juan,
relácionand\l poesía y. prosa, verso y comentario; intuición Í' doc-
trina. -· -:.: ·
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'L
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