Índice de contenidos

Número 303-304

Serie XXXI

Volver
  • Índice

Una lección de teología de la España católica del siglo VI de la era cristiana

UNA LECCION DE TEOLOGIA DE LA ESPANA
CATOLICA DEL SIGLO VI DE LA ERA CRISTIANA
POR
ENRIQUE T. BLANCO LÁZARO
Hoy, que parece florecer la ensefianza de la teología en cole­
gios y universidades, enseñanza que
no en todos ellos reviste el
verdadero sentido, contenido, calidad y condición que· tiene el va­
lor esencial
de la teolt>gia, olvidada por el prejuicio laicista y laici­
zante, tergiversada,
mixtificada y adulterada, ¡tantas veces!, con
nombres y etiquetas que
la desvirtúan, no 'está de más refrescar
el contenido de esta lección magistral que un obispo cartagenero
del siglo
VI d. C., nos vino a ensefiar para eterna memoria y sabio
conociinieiito.
Liciniand, Cartbaginis Spartarie Episcopus, como expresamente
dice
San Isidoro, único escritor antiguo que babia de él -esto
es, obispo de «Cartbago Spartaria», la actual Cartagena del antiguo
reino de Murcia,
y no la Cartago de Africa· como han supuesto
otr~; desterrado por el Leovigildo de arrianas creencias, rey de
visigodos en Constantinopla, escribió una epístola in qua osten­
ditur Angelos
et animas rationales esse spiritus sive toiius corporis
expertes. La dirigió al diácono Epifanio en E,q,aña, y fue susarita
por el mismo Liciniand y Severo, obispo de Málaga, también
desterrado en Oriente
por profesar su fe cat6lica contra toda he­
rejía arriana. Eran tiempos arduos, difíciles,
conflictivos, comproc
metidos, como los que ahora vivimos en medio de tanta confusión,
apostasías, herejías, cismas y criterios tergiversadores de la verdad
evangélica y de la ortodoxia.
La epístola, encaminada a explicar co:n meridiana claridad la
Verbo, núm. 303-304 (1992), 339-343
339
Fundaci\363n Speiro

ENRIQUE T. BLANCO LAZARO
definición de lo que es el alma, iba a destruir una herejía más, de
un obispo cuyo nombre silenciaron, que negaba la espiritualidad
del
alma racional y de los ángeles, afirmando que todo, fuera de
Dios, era
corpóreo. Ya en el siglo VI d. C., se hacía confesión de
materialismo, no olvidemos este
hechd, porque no hay nada nuevo
bajo
la· luz del sol. Los materialistas posteriores ni siquiera han
sido originales. Y hoy abundan
en demasía, inmersos como esta­
mos en la sociedad hedonista del ocio mal entendido, la sociedad
iconoclasta, herética, cismática, reduccionista e inmanentista que
se nos presenta como «modelo» de sociedad «moderna y progre­
sista».
La estupenda lección magistral que a continuación transcribi­
mos, tal y como la cita don Marcelino Menéndez y Pela yo en su
tomo segundo de la
Historia de los Heterodoxos Españoles -lec­
tura que debería servir, de texto .en colegios y universidades para
disipar tantos
errores y enseñar a .tantos ignaros, ilotas, ignorantes
que por
ahí proliferan-, tomada a su vez de los escritos de
San Isidoro de
~lla, es una muy clara, sencilla y definitoria
explicación
de lo que el alma es, y de cómo, sin entrar en com­
plicadas filosofías, permite llegar al entendimiento de todos tan
vital como esencial cuestión teológica, huyendo de términos,
con­
ceptos y razones .poco aptos para ser comprendidos por el vulgo.
Oigamos esta magistral voz,
y leamos esta lección, tal y corno
la es.cribi6 un obispo español del s,igld VI d. C. Leamos:
«Todo cuerpo vivo, consta
de. tres elementos: es absutdo decir
que
la sustancia. del alma esté compuesta de ninguno de ellos. Si
el alma es imagen de Dios, no puede ser cuerpo. El alma -decían
los materialistas de entonces-, es corpórea, porque está conte­
nida en algún lugar. Rogámoste que nos digas en qué lugar puede
estar contenida
el alma. Si la contiene el cuetpo, de mejor calidad
es el cuerpo continente que el alma contenida. Es absurdo decir
que el cuerpo
supera en· excelencia al alma ; luego el alma es la
que contiene y
el cuerpo lo contenido. Si el alma rige y vivifica el
cuerpo, tiene que contenerle.
Y no está limitada por el cuerpo que
contiene, a la manera del
odre lleno de agua. Está toda interior,
toda exteriormente, tanto en la parte mayor del cuerpo, como en
340
Fundaci\363n Speiro

UNA LECCION DE TEOLOGIA .. ,
la menor. Si tocas con el dedo una extremidad dd cuerpo, toda
el alma siente. Y siendo cifico los sentidos corporales, ella no está
dividicla en los sentidos; "toda ·oye; toda ve; toda hude; toda
toca; toda gusta", y cuando mueve el cuerpo de su ·lugar, ella no
es movida. Y, por eso, distinguimos bien· tres naturalezas: la de
Dios, que
ni está en tiempo ni en lugar; la del espíritu racional,
que está en tiempo, mas no en lugar; la de la materia, que está en
lugar y en tiempo. Pero acasd se replicará:. '.'El alma no puede exis·
tir fuera del cuerpo·; su cantidad está litnitada por la de é$te. Según
eso, será cada cual más sabio según fuera más alto y desarrollado
de
miembros, y vemos que sucede lo contrario, porque la cantidad
del
alma no se mide pdt la del euerpo. Si el alma es de la magni·
tud del cuerpó, ¿cómo siendo tan pequeña, encierra tan grandes
ideas?
¿Cómo podemos contener en la mente las imágenes de
ciudades,
de montes;de ríos, de todas las cosas ·creadas dd cielo
y de la tierra? ¿Qué espacio hay bastante grande para el alma,
cuando ella abarca y compendia tantos espacids?
Pero coino no es
cuerpo, contiene
de ·un moda no local (inlocaliter ), todos los lugac
res. Si un Vaso está contenido en otrd vaso, el menor será el de
dentro, el
mayor el de fuera. ¿Cómo, pues, el alma, que tantas
grandezas encierra, ha de ser menor que el cuerpo? Por eso afir,
mamos que el alma tiene alguna rualidad, pero nd cantidad·; y
Dios,· ni cantidad ni cualidad. Corno el alma no es igual a Dios,
tiene
éualidad; como no e~ cuerpo, carece de cantidad. Y creemos
con
la santa fe cat61ica, que Dios, ser incorp6reo, hi2d unas cosas
incorp6reas y otras materiales, y sujet6 lo irracional a lo racional;
lo
no inteligente a lo inteligente; lo injusto a lo justo; lo malo á
lo bueno; lo mortal a lo inmortal"».
Esta era la doctrina antropol6gica de los por antonomasia
llamados padres toledanos y la
doctrina declaradas por Licifiiano y Severo, lo eran San Agustín,
que habla definido el alma «sustancia dotada
de raz6Ó y dispuesta
para gobernar el cuerpo», y el -Obispo Mamertd Claudiano, que
en su libro
De incorporalitate animae, hábla definido que «el alma
es
la vida del cuerpo y que sti ser .sustancial es el raciocifiio».
A todo esto dicho con anterioridad, nos comenta Menéndez y
34¡
Fundaci\363n Speiro

ENRIQUE T. BLANCO LAURO
Pelayo ( tan olvidado hoy en día como lo pretendieron olvidar en
su tiempo aislándolo, soslayándolo,
discriminándolo y apartándolo
de entre los más
sabÍOÍ!; prolíficos y patriotas ilustres e ilustra­
dos de Es pafia), lo siguiente:
«Pero estos no eran más que .gérmenes: la constitución de la
doctrina se debe a Liciniano
y a Severo, como se les debe esa doc­
trina clara y peTentoria .de· la unidad y subjetividad de )as sensa­
ciones,
y esa división admirable de los seres, según las categorías
de lugar y tiempo, de cualidad y cantidad; como se les debe, final­
mente, la gran concepción espiritualista del alma "continente y no
contenida en el cuerpo", especie de atmósfera
racional en que el
éuerpo vive y que dirige al .ruerpo .. Esa idea, conservada por los
doctores espafioles, pasa a los escolásticos de la Edad Media, y
Santo. Tomás vuelve a·formularla, si bien con .sujeción al criterio
petipatético, según el cual '.'el alma es la Entelechia. primera de
un cuerpo físico, que tiene la vida en potencia"; o como dijo el
Doctor de Aquino, es "el acto o la. forma sustancial" del cuerpo,
idea en el fondo exacta,
pero más expuesta a desacertadas inter­
pretaciones que
la de . Liciniano, conforme casi a la ·de Platón en
el
Primer Al!cibíades. (Op. cit., pág .. 178)». Y luego añade más
adelante:
... «¡Cuándo nos· convenceremos de que hay algo, y aun
mucho que estudiar en
la ciencia española, hasta de las épocas
más oscuras!». Pero los enciclopedistas, racionalistas, .positivistas,
y demás adlátares y seguidores, que en España han proliferado
tras las ideas trasnochadas de
.. la ,Revolución francesa, no sólo no
han querido,. que· se estudie · a: fondo esa ciencia españolw ; es que
la,
han pretendidci desvirtuar, tidiculliándola, criticándola, acerba,
sañudamente, poniendo en entredicho
lo que esa ciencia española
significa y entraña
.en el qq¡,hater, acontecer, devenir. de la .histo­
ria de España, tantas
veces adultet'ada, mixtificada y prostituida
por esos
!llÍsmos enemigos de Dios, de la religión católica y de la
Iglesia, Madre y Maestra.
No vamos a
añadir· comentario alguno al expresado. por el
insigne
p completas,
para estudiarlo, repasarlo, sumirnos e impregnarnos de
su ciencia, .y saber. Tan sólo pedirem9s un poco de atención por
342
Fundaci\363n Speiro

UNA ·LECCION DE TEOLOGIA ....
parte de nuestros lectores, hacia el infundado .error que propal¡,.
la eterna leyenda negra contra España, de que en aquellos prime­
ros siglos del cristianismo, España no tuvo sino mediocrísimos
teólogos
y que la teología se había «petríficado». ¡Ahora si que
anda
la teología en plumas y. bocas profanas e ignorlllltes, desvir­
tuada, vulnerada, conculcada, ingerida· y agredida por los preten­
didos «teólogos» de pacotilla que tanto ruido
meten! Piensen los
que tal falsa creencia sobre la teología en España repiten por boca
de ganso o de loro, los eternos detractores de la España Católica,
Apostólica
y Romana, en Osio, en San Dámaso, en Liciniano, en
Pacencio, en San Gregorio «Bético», en Carterid, en Audenció,
en
Olimpio, en Patruino, en San Isidoro, en San Leandro, etc.,
¿o es que estos «nuevos y modernos teólogos» desacreditados, los
que podemos llamar «teólogos desteologizados», o
light, según
el vocablo
más «in» a.ctual y. reciente ignoran la existencia y las
obras de aquellos antes citados. Lean; lean; lean
y vuelvan a
leer, y encontrarán
en las Etimologlas y en tantas otras obras mag­
i¡íficas, motivos más que suficientes pera reconsiderar el inmenso
valor de la verdadera teología católica, que no es más que una,
indivisible, trascendente,
intllllgible,. eterna. Ellos responden por
la alúsima calidad que alcanzó la Ciencia teológica en España, en
aquellos primeros siglos plagados de
corifusidnÍsmd, . nebulosas,
apostasías y herejfas. Casi, casi igual que ahora, con la diferencia
de que han pasado ya mil cuatrocientos
años más, y todavía esta­
mos sumidos en las nebulosas q11e. crean Jqs ficticios . y fingidos
«teólogos» de pacotilla.
Mas nos val¡lría ~!ver a Recaredo I,
San Isidoro y San Leandro, que andar por los vericuetos de los
modernos «teólogos», esos que todavía se permiten la enorme
osadla de poner en solfa el Magisterio del Vicario de Cristo sobre
la Tierra. ¡Tremenda petulancia y soberbia infinita!
Fundaci\363n Speiro