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Número 309-310

Serie XXXI

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El verdadero Eugenio Vegas. (Crónica de la velada celebrada en Madrid el 18 de diciembre de 1992)

EL VERDADERO EUGENIO VEGAS
( Crónica de la velada celebrada en Madrid el 18 de diciembre
de 1992)
Lo que para Verbo y la Ciudad Católica significó la persona­
lidad
vigorosa y señera de Eugenio Vegas Latapie -lo que, sin
el menor género de dudas, sigue representando, pues el
magi&­
terio arraigado sigue brotando y fructificando aun despúes de la
desaparición del maestro-, resulta difícilmente ponderable. Juan
V allet, sin
embargo, acertó a explicarlo acabada y sintéticamente
en el comentario necrológico que escribió para
Verbo en 1985.
Y el resto de las colaboraciones de aquel número verdaderamente
monográfico, editado luego también separadamente como volu­
men
In memoriam Eugenio Vegas Latapie, igualmente destacaron
aspectos distintos de su vida, obra
y pensamiento, contribuyendo
a trazar mejor el
perfil y alcanzar mejor la significación de los
mismos. Gabriel Alférez, José Antonio García de Cortázar, Paco
Pepe Fernández de la Cigoña, Estanislao Cantero, Francisco
Ca­
nals, Rafael y Andrés Gambra, Paco Gomis, Jean Ousset, el ya
citado Juan Vallet y quien firma estas líneas agavillamos nuestros
recuerdos, impresiones
y reflexiones para ofre=le una despedida
acorde a su influencia y digna
de la altura de su empeño. Algu­
nos, incluso, escribimos Otros artículos para diversos periódicos y
revistas. Y desde entonces, es cierto, en distintas ocasiones -y
siempre que ha surgido la oportunidad-, han asomado a nues­
tras páginas el artículo de recuerdo, la referencia evocadora o la
cita de autoridad.
No puede extrañar, por tanto, que en el acto homenaje a
la
memoria de Eugenio Vegas celebrado el día 18 de diciembre pa­
sado, en la sede madrileña de la Casa de Cantabria, intervinieran
algunos de nuestro
amigos, o que se viera a otros muchos entre
Verbo, núm. 309-310 (1992), 1167-1170 U67
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MIGUEL A YUSO
la nutrida asistencia. Ni carece, en consecuencia, de justificación
que deje yo ahora constancia del mismo por medio de esta nota.
Para glosar distintos aspectos de la
peripecia personal e inte­
lectual de nuestro inolvidable maestro
tdmaron la palabra, bajo
la presidencia
· del responsable· de la acogedera entidad santande­
rina, Alfonso de la Serna, Gabriel Alférez, Juan V allet de Goyti­
solo, Franciséo de
Gomis, Francisco José Feníández de la Cigoña
y Pablo Beltrán
de Heredia.
El embajador Alfonso de la Serna, en
su breve intervención,
bien dicha
y con un punto de emoción, abrió el acto recordando
la vinculación de Eugenio a Santander.
Los años de su propia in­
fancia -cuando acudía en Santander a un colegio recordado por
el
poore de Eugenio Vegas-, las virtudes de pádre e hijo como
lecci6n encarnada de pedagogía y moral y alguna anécdota
ex­
presiva de las relaciones entre Víctor de la Serna y Eugenio V e­
gas, sirvieron a las mil maravillas para introducir las alocuciones
más específicas que hablan de seguir. A continuación, Gabriel
Alférez, uno de
los amigos de nuestro hombre desde los tiempos
de
la República, en que -todavía estudiante--acudía a la ter­
tulia de Acción Española, y siempre fiel de esta casa de S peiro
desde los primeros días hasta el presente, sin decaimientos ni ce­
suras, fijó las coordenadas biográficas de Eugenio. Su ingreso en
el Cuerpo Jurídico Militar y en· el de Letrados del Consejo de
Estado; los avatares de
Acción Española; la guerra y su partici­
pación -con el punto romántico y aventurero de sus huidas,
desde la retaguardia, donde pretendían retenerle es probable
que juiciosamente, hacia el
frente--; los años fuera de Espafia
con don Juan y don Juan Carlos; y
su vuelta con la readmisión
--en absoluto fácil-en el Consejo de Estado, del que llegaría
a ser Secretario General, y
el nombramiento como numerario de
la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, fueron des­
granados por Gabriel Alférez en un remembranza que en más
de una ocasión le quebr6 la voz.
Francisco de Gomis expuso las grandes líneas del pensamien­
to de Eugenio Vegas, que se encuentran en sus libros, artículos,
cartas y memorias. Pero que, ejemplarmente, se hallaban en su
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EL VERDADERO EUGENIO VEGAS
conversación y en la tertulia. Quienes hemos gozado de ese pri­
vilegio no pudimos sino asentir silenciosamente
.a la observación
de Paco Gomis. Y
es que, como precisó, «no fue un orador, pero
sí un gran dialéctico; no era un filósofo, pero sí conocía los análi­
sis que la filosofía hace de .la sociedad; fue un político, pero un
hombre de principios, opuesto a los oportunistas».
El derecho
público cristiano, los principios de la contrarrevolución, la adhe­
sión a la monarquía
-una monarquía tradicional, añado, tan
alejada de la que finalmente habría de venir
y tantos disgustos
le había de
ocasionar-y la creencia de que son las ideas las que
gobiernan a
los pueblos y éstos lo que quieren sus gobernantes,
tuvieron hueco en las palabras de Gomis.
Juan Vallet presentó
el ·último afán de Eugenio en la creación
y desarrollo de la Ciudad Católica. Y, ciertamente, hemos sido
nosotros los últimos beneficiarios de su celo apostólico
--auntén;
rica «caridad política»-y los últimos depositarios de su magis­
terio. En la Ciudad Católica encontró también él sus últimos dis­
cípulos
y en la siembra de Speiro recogió una nueva cosecha de
afectos. Juan
combinó el rigor notarial con el calor del corazón
y fue detallando el descubrimiento de la labor que en Francia
desenvolvía Jean Ousset, los primeros pasos en España, la
con­
solidación de sus actividades con las reuniones semanales, los
congresos anuales
y la publicación de nuestra revista y de una
serie por fortuna no interrumpida de libros, etc. También
reco­
rrió la participación decisiva de Eugenio en todas esas etapas. E
incluso subrayó la especificidad de esta tarea y su distinción con
la que treinta años antes
le había llevado a Eugenio a fundar
Acción Española. ·
Francisco José Femández de la Cigoña dio lectura a un inte­
resanúsimo fragmento del tercer,
y por el momento inédito, tomo
de las memorias de Eugenio Vegas. Quizá nadie mejor que él,
pues Paco Pepe
-junto con Gabriel Alférez y Pablo Beltrán de
Heredia-fue quien grabó las cintas en que Eugenio iba, pausa­
damente tanto como estudiadamente, vertiendo su prodigiosa
memoria. Y es que, ¡qué diferencia co'n las muestras de -un gé­
nero en que mucho «desmemoriado» ha echado su cuarto a es-
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MIGUEL A. Y.USO
padas! Recuerdo, a propósito, perfectamente la indignación de
Eugenio en varias ocasiones
... El trozo seleccionado, relativo a
la conspiración de los generales de 1942, nos mantuvo en vilo
incluso por el interés «cuasi-novelesco» del relato.
Pablo Beltrán de Heredia, alma
de la organización del acto,
y a quien no podemos sino agradecer y felicitar por el resultado
de la velada, CétrÓ el tumo de intervenciones. Para ello escogió
trozos de cartas que Eugenio Vegas le dirigió a lo largo de su
dilitada amistad, todos sustanciosos y muy reveladores del estado
de ánimo y de las posiciones espirituales, intelectuales y políticas
de su recordado corresponsal.
Fueron muchos los amigos de todo tiempo
reunidos para la
ocasión.
Así, su hija Leonor, con su marido el barón Christian de
Cussac, se vieron acompañados por doña Cristina de Borbón, José
Luis Vázquez Dodero, el duque de Parcent, el marqués
de Laula,
Eugenio Hernansanz, el marqués de Cerverales, Alfredo Sánchez
Bella,
Darlo Valcárcel, José Manuel Riancho, el teniente general
González del Yerro, José María Castán, Antouio y Lucas Oriol,
el marqués de Selvalegre, José Cervera, Juan Luis Calleja y las
viudas
de Javier Vela y Eugenio Rodríguez Pascual. Entre los
íntimos de la Ciudad Católica también fuimos muchos: Gonzalo
Muñiz, José Miaría Ramón de San Pedro, el padre Victorino Ro­
dríguez, O. P., Femando Claro, Estanislao Cantero, Javier Badfa,
Rafael Gambra, Juan José Morán, Alberto Galarreta, Luis
San­
doval, etc.
Salí del acto con la impresión de que,
con lo difícil que es
acertar a plasmar con la palabra los. rasgos de una personalidad
rica y una vida fecunda, se
había alcanzado notablemente. Era
Eugenio Vegas, el Eugenio Vegas que conocimos y admiramos,
el que había resaltado y se había hecho presente. Sólo su voz, a
través de las cintas magnetofónicas que se conservan, que sonó
unos instantes, me pareció lejana, distinta. Como para
volvernos
a la realidad de que ya no le tenemos entre nosotros. Desde hace
más de siete años.. . Aunque su ejemplo perdure y su magisterio
nos
alimente.
MIGUEL Aruso.
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