Índice de contenidos
Número 311-312
Serie XXXII
- Textos Pontificios
-
Estudios
-
Esbozo de una metodología de los derechos humanos
-
Nación, concepto controvertido
-
Objeción de conciencia y pensamiento católico. Consideraciones sobre el fundamento de un problema ético con referencia especial a la resistencia al servicio militar
-
La aportación de la filosofía de Santo Tomás a la nueva evangelización
-
Elías de Tejada y la historia del pensamiento político español
-
La tierra, ¿diosa o creación de Dios?
-
La propaganda callejera de algunas organizaciones anticristianas
-
Agitación indigenista en Chile
-
Cristóbal Colón, según León Bloy
-
Una feliz fusión cristiana. Conversación sobre América con Jean Dumont
-
Retorno al Nuevo Mundo (Significado del viaje de la Niña III)
-
- Documentos
- Crónicas
- Información bibliográfica
- Ilustraciones con recortes de periódicos
Autores
1993
Elías de Tejada y la historia del pensamiento político español
ELIAS DE TEJADA Y LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO
POLITICO
ESPA~OL
POR
MIGUEL AYUSO (*)
En este mismo salón de actos de la Real Academia de Ciencias
Morales y Políticas, en la
sesión celebrada en memoria y hom~
naje de Francisco Ellas de Tejada, el .20 de octubre de 1987,
oíamos a Gonzalo Femández de la Mora trabar aguda síntesis
sobre
«el hombre, la obra y los libros», al tiempo que Juan Vallet
de Goytisolo
-dando cima a una trayectoria de perseverante
amistad que le ha llevado a participar alli donde se tributára
cualquier homenaje d recuerdo a nuestro inolvidable maestro--:
presentaba los inéditos dejados a su muerte, También, entre am
bos, Antonio Truyol, a través del recorrido por las páginas de
El Franco-Condado hispánico, ejemplificaba admirablemente la
universalidad
de los saberes y la actitud piadosa que laten en
tddas las páginas de Ellas de Tejada ( 1).
Dejando a un lado esta última, por
más circunscrita, si Fer
nández de la Mora glosó y sistematiz6 todo . el quehacer vital e
intelecrual
de nuestro hombre, V allet vino a
ocuparse en detalle
(*) Palabras pronunciadas pot nuestro ·amigo Miguel Ayuso d=te la
sesión celebrada en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, el
pasado 16 de febrero, para la presentación de la Historia de la literatura
polltú:a en las Españas del profesor Ellas de Tejada -fallecido hace quince
afiog.-:., y la "entrega dei primer premio que neva ·e1 ·Íiorilbié ·c1e.·é~te dotado
por la Corporad6n anfitriOna': véase· en este .mismo nútrie!<> de·. Verbo· la
cr6nica del acto.
(1) Cfr. GoNZALO FBRNÁNDEZ. ng LA MoRA, AN'l'Ómo ÍRUYOL 8ERRA
y JuAN V,uÚT DE GoYTISOLO, Francisco Ellas de Te¡ada (1917-1977) (sic).
El hombre y la obra, Madrid, 1989. · · ,
Verbo, núm. 311-312 (1993), 105-114 105
Fundaci\363n Speiro
MIGUEL A YUSO
--casi exclusivamente-del libro que hoy presentamos, entonces
inédito y que
él y Rafael Gambra habían leído con paciencia ya
mecanografiado o manuscrito.
En consecuencia, y para buscar un terreno intermedio entre
el discurso general y el análisis de una obra que anticipadamente
ya ha sido presentada, pues ambos se realizaron de modo insupe
rable, se me ha ocurrido dedicar unas palabras a la labor de Elías
de Tejada como historiador del pensamiento político español,
gé
nero en el que ejemplarmente se inscribe la Historia de la litera
tura
politica en las Españas. Además, fue el propio autor el que,
rematando el ensayo introductorio antepuesto a los tres tomos
ahora publicados por la Academia con la colaboración de
la Fun
dación que lleva su nombre y
a cuyo patronato me
honro en per
tenecer, nos abría el palenque que ahora elijo, al escribir que
«ésta» era la empresa de su vida (2), Refiriendo «ésta» sin duda
no sólo a la concreta obra que prologaba, sino
más bien a toda
una labor que años antes, en el comienzo de su ejecutoria luego
preñada de éxitos, y concretándola en España, decía constituir el
eje de sus inquisiciones.
En su escrito verdaderamente programático -pues se publicó
en 1941 cuando a la
sazón contaba con veinticuatro añ~ que
lleva por título. «Acerca de una posible historia del pensamiento
político
español», dadd a la estampa en la Revista General de
Legislaci6n y Jurisprudencia, donde don José Castán acogía de
buen grado sus colaboraciones, nos introduce primeramente en su
concepto de historia del pensamiento político, para luego apli-
carlo
al caso español (3). .
Respecto al primer aspecto, comienza --en su aproximación
lineal-admtiendo la posibilidad de una historia del pensamiento
político,
ya que todos los hechos acontecidos pueden ser objeto de
(2) Cfr. FRANcISco ELÍAS DE TEJADA, «Premisas generales para una
historia de la literatura polltica española», Verbo (Madrid), núm. 261-262
(1988),
pág. 89.
(3)
Cfr. ID., «Acerca de uua pos1ole historia del pensamiento po]ltico
español•, Revista General de Legislación y Jurisprudencia (Madrid), tomo 1,
nóm. 5 (1941), págs. 421448.
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ELIAS DE TEJADA Y LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO POLITICO
narración histórica, desde el instante en que pueden reducirse a
enumeración
exacta y ordenada y pueden entrelazarse unos con
otros y
admitir entre sí cotejo y averiguación de corresponden
cias, sin que constituya excepción el desenvolvimiento de las ideas.
A continuación, procede a ponderar la importancia de este
saber, pues
-
blos-las nociones de índole política presentan notable signifi
cación y repercusiones: toda una Serie de conocimientos; tanto
en los campos jurídicos como en otros, dependen íntimamente
de la evolución de las ideas acerca de las cuestiones capitales de
la vida pública.
La dificultad, y con ello alcanzamos el centro del
problema, reside en el hallazgo de
los puntos de vista que per
mitan señalar el contenido propio de una historia de ese tipo.
En su opinión, dos son los temas capitales que cabe afrontar.
Por un lado, averiguar
el cambio de las ideas políticas en su as
pecto general y en su consideración especial. De acuerdo con esa
aproximación, el runbito de una tal historia se configura con un
radio de acción muy amplio, pues acoge las nociones sustentadas
sobre la
gobernación de los pueblos, las tendencias más impor
tantes surgidas en tomo a
la misma, los intentos reales o ideales
de hacer efectivas esas doetrinas, las aspiraciones que han agitado
los sueños de los sabios o los afanes e ilusiones colectivas de
conductores y conducidos. El segundo bloque comprende
la evo
lución de los conceptos capitales de la filosofía de
la comunidad
política. Aquí,
cdmo tantas veces, despunta una intención' doc
trinaria, mostrándosenos como verdadero filósofo.
Ambos aspectos, distintos, deben tratarse conjuntamente en
atención a
la íntima relación que guardan. No hay historia de las
ideas políticas que no sea al mismo tiempo una historia de la
filosofía política; ni, viceversa, puede eliminarse la cuestión de
las ideas cuando se
parte de la filosofía ( 4 ).
Si, en un segundo momento, aplicámos lo anterior a España,
a las Españas segón la denominación que prefería, desembocamos
en los dominios
más cercanos al acto que hoy .nos reún7.
(4) Cfr. In., loe últ, cit., págs. 421 y sii!s.
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MIGUEL A YUSO
Agustín de Asís, prologando. un libro en que Francisco Puy
recogía
parte de su tesis doctoral, destacaba como mérito de la
obra «el tratar monográficamente un tema de la Historia del pen
samiento español, todavía sin hacer». De partida sienta que, en
España, y por lo que se refiere al campo filosófico-jurídico, es
muy difícil tratar de conocer la historia del pensamiento, pues no
está hecha, abundando las lagunas. Oertamente,
añade a conti
nuación, para no caer en injusticia --entre otros, creo, con su
ruaestro-, que hay estudios muy meritorios sobre aspectos par
ticulares, pero falta un trabajo de conjunto. Por otra parte, mo
tivos pasionales llevan a muchos autores a sobrevalorar los mo
mentos discordantes con el pensamiento común y continuo, atri
buyendo a aquéllos el progreso y a éste
el estancamiento. Razón
por la que, sin una advertencia crítica sobre su valor objetivo,
se hace muy difícil la síntesis de esta historia (5).
Sin embargo, y tal
vez por ello mismo, se hace más imperiosa
la necesidad de esta historia, motivo por
el que Agustín de Asís
aporta unas consideraciones sobre cómo
podría ha=se una tal
historia, aun limitadas a la mera estructura formal.
En primer
término, podía hacerse la historia del pensamiento español a base
de
grandes capítulos, dedicados a las mentalidades más señeras,
y de este modo
conoceríamos las reflexiones de los grandes pen
sadores. Mas la objeción es inmediata: «Pero los grandes pensa
dores solos no
hace!"l la historia, sino que la proponen. Los valioC
sos aciertos son metas del pensamiento y no comienzos; Constitu
yen parte del camino, las señales del horizonte del camino sobre
el que se traza aquél que se recorre. Por otra
parte, grandes es
pacios tempOrales vacíos de afortunados pensadores aparecerían
como períodos sin historia, sin vida».
En segundo lugar, se han
elaborado historias, o partes suyas, generalmente, «a base de
se
ñalar lo particular, lo llamativo, como si la vida nd fuese el hálito
que
la sustenta sino solamente lo externo». Lo que también es
objetable en cierta manera: «[Pues] la historia es así. el gran
(5) Cfr. AGusTIN DE Asls, «Prólogo» al libro de FRANCISCO PuY MUÑoz,
Las ideas iurldicas en la España del siglo XVIII (1700-1760), Granada,
1962, págs. I·V, ll.
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ELIAS DE TEJADA Y LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO POLITICO
teatro del mundo, en el que aparece únicamente lo relevante para
un argumento, y
nd la vida real de los personajes reales. Hay el
peUgro en esta forma de tratar la Historia, de que las luces y el
humo de los fuegos artificiales impidan contemplar y vivir la
serenidad de la noche» ( 6
).
Se impone, en consecuencia, una visión plural y armonizado
ra: «Cuando nos proponemos contemplar la vida, intelectual o
real, de un pueblo, deberemos prestar atención a todas
sus ma
nifestaciones, las geniales, las llamativas y las comunes. Las mani
festaciones geniales del pensamiento señalan los grandes hitos
· de
la continuidad intelectual.
Las llamativas dicen mucho de los sín
tomas de la vida intelectual. Pero las comunes son los
· segundos
de la vida, los pies en
el camino. Sólo en atención a las tres for
mas de
manifestárse el pensamiento, se puede conseguir la gráfica
del pulso intelectual de un pueblo».
Es esta última observación la que, para acabar,
nos conduce
derechamente a la tradición: «La historia, vista desde lo común,
aparece
como un proceso continuado. El progreso de la historia
no tolera espacios humanos sin historia; no se efectúa a saltos.
Pero también nos permiten observar
ciertas constantes, que en
manera alguna pueden formularse como leyes. Un intento de
lega
lizar la historia significaría sentencia de desahucio contra la liber
tad en los asuntos humanos.
La historia es por sí objetivación
de la libertad, y por ello
es posible observar constantes. A esta
objetivación de
la libertad que caracteriza a los procesos históri
cos en cuanto de alguna forma se· presente como "constante'', se
le llama tradición» (7).
Si nos hemos extendido en la transcripción de los juicios del
profesor Agustín de Asís,
es porque introducen una serie de as
pectos de interés en la explicación de la labor de Ellas de Tejada
como historiador del pensamiento político español. Por ejemplo,
nos permite captar el hondo acierto que reside en su labor de lo
que, sólo metafóricamente,
aceptaríamos llamar con Puy perge-
(6) .In., loe. cit., pág. 11r.
(7) fo., /oc. cit., pág. III.
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MIGUEL A YUSO
ñar una «historia de los ortodoxos». Los historiadores de las ideas,
es cierto, no
han querido relatarnos el hecho de la plataforma del
pensamiento tradicional
de nuestra patria, habiéndoles sido más
c6modo resaltat las escasas .excepciones revolucionarias: «Este
hecho ha conducido
al resultado más parad6jico de todos y es que
hasta la misma historiografía moderna tradicionalista s6lo ha
es
tudiado el pensamiento revolucionario, so color de impugnarlo y
criticarlo. Esta es la raz6n por la que más de una vez, leyendo
los
Heterodoxos, de Menéndez y Pelayo, nos ha surgido la pre
gunta de por qué no haría don Marcelino la historia de los "or
todoxos"
... » (8).
Efectivamente, aunque en un nivel cognosctivo no exactamen
te coincidente, el polígrafo santanderino dio prioridad expositiva
a la antítesis respecto de la
tesis, Elías de Tejada, no por prejui
cio conceptual, sino por
comprensi6n de ese carácter «común»
como superior a lo «extraordinario», opera el giro que restituye
la conciencia de la continuidad por encima de la disidencia. No
se trata de ocultar a los «heterodoxos», pero sí de situarlos en su
sitio, marginal respecto de los «ortodoxos» como a las claras ma
nifiesta el estudio hist6rico. Y es que constituye buena prneba
de lo anterior el mero hecho de que Menéndez Pelayo pudiera
historiarlos genéricamente, al modo
como en Francia -lo com
probé hace poco en una librería parisina-es hacedero escribir
tranquilamente una
Histoire des catholiques en France. Cosa que,
en España, por el
momento, aunque llevemos por desgracia tra
zas de aproximarnos, aún resulta extravagante.
En segundo lugar, nos aclara la función de las monografías
sobre autores concretos, que a través del análisis de éstos en
sus
detalles nos introducen en el conocimiento de una etapa determi
nada. Reconoce
Ellas de Tejada las grandes dificultades que obs
taculizan esta tarea: autores sobre los que es imposible la recons
trucci6n de su cabal figura; otros que reclaman la determinaci6n
de notas precisas, sin
las cuales es imposible calificar con certi
dumbre
el valor de su personalidad, etc. Sin embargo, nuestro
(8) FRANCISCO PuY, El pensamiento tradicional en la España del si
glo XVIII (1700-1760), pág. 231.
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ELIAS DE TEJADA Y LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO POLITICO
autor, encarece su trascendencia, señalando que es precisamente
ahí donde preliminarmente más puede y debe trabajarse: «Para
llegar a construir
la perfecta armonía arquitectónica de un gran
alcázar de mágicos perfiles de perfección científica es preciso antes
cortar las piedras de la fábrica ;
y esas piedras son forzosamente
las monografías, que, aunque breve
y acusadoramente, nos mues
.tren la verdadera importancia y la excelencia o ruindad de una
figura a estudiar y, por consiguiente, a discutir (
... ). Solamente
después de un ordenado
afán inquisitivo de las figuras de todos
los
calibres es dable llegar a trazar un cuadro general ( ... ). Y esto
es lo especialmente interesante dadas las condiciones en que nos
movemos
al emprender nuestro estudio ; son tantas las lumbre
ras olvidadas que abordarlas lleva casi siempre a sorprendentes
resultados.
De ah! lo aventurado y poco honrado que resulta
aspirar a hacer los muros sin tener cortados
los ladrillos, porque
puede ser que al
partir el granito de que se hacen éstos surgiera
entre el cuarzo, el feldespato y la mica
la luminosa brillantez de
algún diamante» (9).
Además, en tercer lugar,
del planteamiento explicitado por
el discípulo de Elías de Tejada, podemos también arrancar una
consecuencia sobre la significación cultural de
la tarea en que se
afanó éste. Es lo que también expresó nítidamente Francisco Puy,
en el prólogo a su libro sobre el pensamiento político tradicional
en
el siglo xvm, cuando lo atribuye a ser «resultado simple y
consecuente de aplicar a un problema concreto el plan general que
ocupa a mis maestros,
Agustín de Asís y Francisco Ellas de Te
jada, en busca de un replanteamiento, de una nueva disección de
la historia del pensamiento jurídico-político nacional, como tarea
previa a toda actividad científica española que quiera hacer
ade
lantar y dar valor y prestigio a nuestra ciencia jusfilosófica nacio
nal, con plena conciencia previa de su dirección auténtica y de
los desvíos de quienes, por precipitación o ignorancia, atajaron
por sendas que no llevan a ninguna parte» ( 10
).
(9) F°RANClSCO EúAs DE ToJADA, loe. últ. cit., pág. 440.
(10) FRANCISCO PuY, op. últ. cit., p,!g. 11.
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MIGUEL A YUSO
Lo mismo que, años después, en la conclusión de su comen
tario
al libro de Rudolf Steineke sobre Elías de Tejada -,-tesis
doctoral realizada en la Universidad de Colonia en vida del autor
estudiado-, reiteraba no sin cierta solemnidad: «Creo que Elías
de Tejada debe completarnos lo. más urgentemente posible esta
historia del pensamiento político, jurídico y social·
de los pueblos
hispánicos todos. Hasta que no esté escrita y recopilada, nuestros
pueblos no
podrán tener voz propia en el concierto científico
mundial de nuestros estudios. Esta misma tesis
la sostuvo Del
Veccbio para Italia a comienzos de siglo, y hoy podemos ver su
acierto rubricado por los resultados. Un pueblo no tiene voz pro
pia mientras
se limita a ocuparse en apuntalar, corear o duplicar
lo que dicen los
demás. Y creo que a sus discípulos les cabe una
gran responsabilidad en cooperar con él produciendo investiga
ciones parciales que, sumadas a las numerosas suyas, permi
tan completar esta historia, sobre todo
de la modernidad para
acá» ( 11 ).
Finalmente, una cuarta consecuencia dimana del planteamiento
general delineado, con trascendencia metodológica no desprecia
ble.
La explícita con toda su fuerza Juan V allet en la presenta
ción de los inéditos de nuestro
autor: «En estos dos libros [ se
refiere a los dos primeros volúmenes de la Historia de la literatura
polltica
en las Españas, centrados en Castilla], Elías de Tejada
recorre la historia del mismo modo que repasó las de Catalufia,
Mallorca, Valéncia, Nápoles, Cerdeña y el Franco-Condado de
Borgoña, situándose en el contexto histórico correspondiente
y
mostrando toda la cultura desarrollada en su respectivo ámbito.
No estudia sólo a
los politólogos, como hoy se dice; y á los tra
tadistas de derecho político sino incluso a autores de
la literátura
propiamente dicha;
y, a medida que los muestra y expone sus
obras, trata de hallar en ellos sus tomas de· postura en cuestio
nes políticás, induciéndolas de s~s loas, sus críticas, sus· increpa.:
dones, sus sátiras. Es decir, recorre trigales de historiadores y
(11) ID., «Una monografía alemana sobre las ideas jurídico-políticas de
Francisco Ellas de Tejada», Anuario de Filosofla dél Derecho (Madrid),
tomo XV (1970), pág. 262.
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ELIAS DE TEJADA Y LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO POLITICO
juristas y viñedos de poetas y moralistas para, a la vista del lec
tor, ir espigando y trillando o vendimiando y destilando el pen
samiento político contenido en aquellos sentidos, sentimientos
y
pensamientos y en las críticas, sátiras o increpaciones que halla
en dichos autores
y que pueden indicar la idea, el sentir y el pen
sar político
del tiempo y lugar, que recorre con nosotros, y de
los
autores con los que nos vamos encontrando» ( 12 ).
Para concluir, podemos volver a nuestro autor, y escuchar de
él lo que debe ser una verdadera historia del pensamiento polí
tico
-y del español concretamente--, en su verdadera delimi
tación:
Primero, una historia del pensamiento político está íntima
mente
ligada a la . historia general de un pueblo, pues las ideas
nacen al contacto de la realidad ambiente
y crecen o se agostan
según las exigencias de
ese mismo contorno real.
Segundo, una historia del pensamiento político
es algo que
sólo puede adquirir la madurez de
fruta lograda cuando se le
añade un análisis profundo de
los temas de la llamada filosofía
del derecho. Más aún, en cuanto que filosofía del derecho
y filo
sofía de la comunidad política son cosas difícilmente separables,
por ende, una historia del pensamiento político que deje a un
lado la evolución de las concepciones filosófico-jurídicas adolecerá
de una radical insuficiencia
y presentará la imperfección de la
cojera espiritual.
Tercero,
y más importante, la historia del pensamiento polí
tico tiene su marco natural en el clásicamente llamado derecho
político en los planes de estudios, pues «es el ingrediente lógico
que debe hacer llegar a
los alumnos la trabazón cerrada de las
doctrinas aparecidas
al calor de la meditación de los diversos
temas».
Cuarto, la historia del pensamiento político cumple un obje
tivo patriótico, porque «es el oxígeno preciso para escapar a
la
asfixia de extranjerismos mediocres» ( ... ) ; «el más poderoso me-
(12) JUAN VAI.LET DE GoYTISOLO, «Los inéditos de Francisco El.fas de
Tejada», Verbo (Madrid), núm. 261-262 (1988), pág. 46.
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MIGUEL A YUSO
dio de educación cívica, el acicate que pusiera metódicamente en
elato el orgullo sano de nuestra magna calidad de hispanos, la
lumbre que arrojara haces de
claridad en el andar a tientas de
nuestros pueblos desde
cerca de tres siglos a esta patte».
En consecuencia, podemos concluir la anterior exposición con
la síntesis que
Ellas de Tejada nos ofrece en esa auténtica decla
ración de intenciones que constituye el texto seguido: «Con ello
queda perfilado en breves trazos y sobre líneas generales lo que
creemos puede
y debe ser una historia del pensamiento político
en España. Intimamente ligada de un lado a la historia de los
conceptos estrictamente jurídicos, de otro a la de las instituciones.
Puntos de
mira propios y propio contenido evitan confusionismos
y aclaran perfiles. Precisamente lo dificil está en prefijarlos, dada
la
casi carencia de obras auxiliares. Su misión es poner de relieve
el valor de lo español en el mundo, la importancia de la gesta
realizada y de la ambición que realizar, las dimensiones de lo que
fue
y de lo que podrá volver a ser el conjunto de los pueblos de
las Españas. En los dos momentos capitales de lo español, como
España
y como las Españas, la Historia del pensamiento político
español ofrece problemas propios
y trascendentales, en grandísi
ma parte intrincados todavía» ( 13 ).
(13) FMNc1sco Ews DE TEJADA, loe últ. cit., pág. 448.
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En este mismo salón de actos de la Real Academia de Ciencias
Morales y Políticas, en la
sesión celebrada en memoria y hom~
naje de Francisco Ellas de Tejada, el .20 de octubre de 1987,
oíamos a Gonzalo Femández de la Mora trabar aguda síntesis
sobre
«el hombre, la obra y los libros», al tiempo que Juan Vallet
de Goytisolo
-dando cima a una trayectoria de perseverante
amistad que le ha llevado a participar alli donde se tributára
cualquier homenaje d recuerdo a nuestro inolvidable maestro--:
presentaba los inéditos dejados a su muerte, También, entre am
bos, Antonio Truyol, a través del recorrido por las páginas de
El Franco-Condado hispánico, ejemplificaba admirablemente la
universalidad
de los saberes y la actitud piadosa que laten en
tddas las páginas de Ellas de Tejada ( 1).
Dejando a un lado esta última, por
más circunscrita, si Fer
nández de la Mora glosó y sistematiz6 todo . el quehacer vital e
intelecrual
de nuestro hombre, V allet vino a
ocuparse en detalle
(*) Palabras pronunciadas pot nuestro ·amigo Miguel Ayuso d=te la
sesión celebrada en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, el
pasado 16 de febrero, para la presentación de la Historia de la literatura
polltú:a en las Españas del profesor Ellas de Tejada -fallecido hace quince
afiog.-:., y la "entrega dei primer premio que neva ·e1 ·Íiorilbié ·c1e.·é~te dotado
por la Corporad6n anfitriOna': véase· en este .mismo nútrie!<> de·. Verbo· la
cr6nica del acto.
(1) Cfr. GoNZALO FBRNÁNDEZ. ng LA MoRA, AN'l'Ómo ÍRUYOL 8ERRA
y JuAN V,uÚT DE GoYTISOLO, Francisco Ellas de Te¡ada (1917-1977) (sic).
El hombre y la obra, Madrid, 1989. · · ,
Verbo, núm. 311-312 (1993), 105-114 105
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--casi exclusivamente-del libro que hoy presentamos, entonces
inédito y que
él y Rafael Gambra habían leído con paciencia ya
mecanografiado o manuscrito.
En consecuencia, y para buscar un terreno intermedio entre
el discurso general y el análisis de una obra que anticipadamente
ya ha sido presentada, pues ambos se realizaron de modo insupe
rable, se me ha ocurrido dedicar unas palabras a la labor de Elías
de Tejada como historiador del pensamiento político español,
gé
nero en el que ejemplarmente se inscribe la Historia de la litera
tura
politica en las Españas. Además, fue el propio autor el que,
rematando el ensayo introductorio antepuesto a los tres tomos
ahora publicados por la Academia con la colaboración de
la Fun
dación que lleva su nombre y
a cuyo patronato me
honro en per
tenecer, nos abría el palenque que ahora elijo, al escribir que
«ésta» era la empresa de su vida (2), Refiriendo «ésta» sin duda
no sólo a la concreta obra que prologaba, sino
más bien a toda
una labor que años antes, en el comienzo de su ejecutoria luego
preñada de éxitos, y concretándola en España, decía constituir el
eje de sus inquisiciones.
En su escrito verdaderamente programático -pues se publicó
en 1941 cuando a la
sazón contaba con veinticuatro añ~ que
lleva por título. «Acerca de una posible historia del pensamiento
político
español», dadd a la estampa en la Revista General de
Legislaci6n y Jurisprudencia, donde don José Castán acogía de
buen grado sus colaboraciones, nos introduce primeramente en su
concepto de historia del pensamiento político, para luego apli-
carlo
al caso español (3). .
Respecto al primer aspecto, comienza --en su aproximación
lineal-admtiendo la posibilidad de una historia del pensamiento
político,
ya que todos los hechos acontecidos pueden ser objeto de
(2) Cfr. FRANcISco ELÍAS DE TEJADA, «Premisas generales para una
historia de la literatura polltica española», Verbo (Madrid), núm. 261-262
(1988),
pág. 89.
(3)
Cfr. ID., «Acerca de uua pos1ole historia del pensamiento po]ltico
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narración histórica, desde el instante en que pueden reducirse a
enumeración
exacta y ordenada y pueden entrelazarse unos con
otros y
admitir entre sí cotejo y averiguación de corresponden
cias, sin que constituya excepción el desenvolvimiento de las ideas.
A continuación, procede a ponderar la importancia de este
saber, pues
-
cación y repercusiones: toda una Serie de conocimientos; tanto
en los campos jurídicos como en otros, dependen íntimamente
de la evolución de las ideas acerca de las cuestiones capitales de
la vida pública.
La dificultad, y con ello alcanzamos el centro del
problema, reside en el hallazgo de
los puntos de vista que per
mitan señalar el contenido propio de una historia de ese tipo.
En su opinión, dos son los temas capitales que cabe afrontar.
Por un lado, averiguar
el cambio de las ideas políticas en su as
pecto general y en su consideración especial. De acuerdo con esa
aproximación, el runbito de una tal historia se configura con un
radio de acción muy amplio, pues acoge las nociones sustentadas
sobre la
gobernación de los pueblos, las tendencias más impor
tantes surgidas en tomo a
la misma, los intentos reales o ideales
de hacer efectivas esas doetrinas, las aspiraciones que han agitado
los sueños de los sabios o los afanes e ilusiones colectivas de
conductores y conducidos. El segundo bloque comprende
la evo
lución de los conceptos capitales de la filosofía de
la comunidad
política. Aquí,
cdmo tantas veces, despunta una intención' doc
trinaria, mostrándosenos como verdadero filósofo.
Ambos aspectos, distintos, deben tratarse conjuntamente en
atención a
la íntima relación que guardan. No hay historia de las
ideas políticas que no sea al mismo tiempo una historia de la
filosofía política; ni, viceversa, puede eliminarse la cuestión de
las ideas cuando se
parte de la filosofía ( 4 ).
Si, en un segundo momento, aplicámos lo anterior a España,
a las Españas segón la denominación que prefería, desembocamos
en los dominios
más cercanos al acto que hoy .nos reún7.
(4) Cfr. In., loe últ, cit., págs. 421 y sii!s.
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Agustín de Asís, prologando. un libro en que Francisco Puy
recogía
parte de su tesis doctoral, destacaba como mérito de la
obra «el tratar monográficamente un tema de la Historia del pen
samiento español, todavía sin hacer». De partida sienta que, en
España, y por lo que se refiere al campo filosófico-jurídico, es
muy difícil tratar de conocer la historia del pensamiento, pues no
está hecha, abundando las lagunas. Oertamente,
añade a conti
nuación, para no caer en injusticia --entre otros, creo, con su
ruaestro-, que hay estudios muy meritorios sobre aspectos par
ticulares, pero falta un trabajo de conjunto. Por otra parte, mo
tivos pasionales llevan a muchos autores a sobrevalorar los mo
mentos discordantes con el pensamiento común y continuo, atri
buyendo a aquéllos el progreso y a éste
el estancamiento. Razón
por la que, sin una advertencia crítica sobre su valor objetivo,
se hace muy difícil la síntesis de esta historia (5).
Sin embargo, y tal
vez por ello mismo, se hace más imperiosa
la necesidad de esta historia, motivo por
el que Agustín de Asís
aporta unas consideraciones sobre cómo
podría ha=se una tal
historia, aun limitadas a la mera estructura formal.
En primer
término, podía hacerse la historia del pensamiento español a base
de
grandes capítulos, dedicados a las mentalidades más señeras,
y de este modo
conoceríamos las reflexiones de los grandes pen
sadores. Mas la objeción es inmediata: «Pero los grandes pensa
dores solos no
hace!"l la historia, sino que la proponen. Los valioC
sos aciertos son metas del pensamiento y no comienzos; Constitu
yen parte del camino, las señales del horizonte del camino sobre
el que se traza aquél que se recorre. Por otra
parte, grandes es
pacios tempOrales vacíos de afortunados pensadores aparecerían
como períodos sin historia, sin vida».
En segundo lugar, se han
elaborado historias, o partes suyas, generalmente, «a base de
se
ñalar lo particular, lo llamativo, como si la vida nd fuese el hálito
que
la sustenta sino solamente lo externo». Lo que también es
objetable en cierta manera: «[Pues] la historia es así. el gran
(5) Cfr. AGusTIN DE Asls, «Prólogo» al libro de FRANCISCO PuY MUÑoz,
Las ideas iurldicas en la España del siglo XVIII (1700-1760), Granada,
1962, págs. I·V, ll.
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teatro del mundo, en el que aparece únicamente lo relevante para
un argumento, y
nd la vida real de los personajes reales. Hay el
peUgro en esta forma de tratar la Historia, de que las luces y el
humo de los fuegos artificiales impidan contemplar y vivir la
serenidad de la noche» ( 6
).
Se impone, en consecuencia, una visión plural y armonizado
ra: «Cuando nos proponemos contemplar la vida, intelectual o
real, de un pueblo, deberemos prestar atención a todas
sus ma
nifestaciones, las geniales, las llamativas y las comunes. Las mani
festaciones geniales del pensamiento señalan los grandes hitos
· de
la continuidad intelectual.
Las llamativas dicen mucho de los sín
tomas de la vida intelectual. Pero las comunes son los
· segundos
de la vida, los pies en
el camino. Sólo en atención a las tres for
mas de
manifestárse el pensamiento, se puede conseguir la gráfica
del pulso intelectual de un pueblo».
Es esta última observación la que, para acabar,
nos conduce
derechamente a la tradición: «La historia, vista desde lo común,
aparece
como un proceso continuado. El progreso de la historia
no tolera espacios humanos sin historia; no se efectúa a saltos.
Pero también nos permiten observar
ciertas constantes, que en
manera alguna pueden formularse como leyes. Un intento de
lega
lizar la historia significaría sentencia de desahucio contra la liber
tad en los asuntos humanos.
La historia es por sí objetivación
de la libertad, y por ello
es posible observar constantes. A esta
objetivación de
la libertad que caracteriza a los procesos históri
cos en cuanto de alguna forma se· presente como "constante'', se
le llama tradición» (7).
Si nos hemos extendido en la transcripción de los juicios del
profesor Agustín de Asís,
es porque introducen una serie de as
pectos de interés en la explicación de la labor de Ellas de Tejada
como historiador del pensamiento político español. Por ejemplo,
nos permite captar el hondo acierto que reside en su labor de lo
que, sólo metafóricamente,
aceptaríamos llamar con Puy perge-
(6) .In., loe. cit., pág. 11r.
(7) fo., /oc. cit., pág. III.
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ñar una «historia de los ortodoxos». Los historiadores de las ideas,
es cierto, no
han querido relatarnos el hecho de la plataforma del
pensamiento tradicional
de nuestra patria, habiéndoles sido más
c6modo resaltat las escasas .excepciones revolucionarias: «Este
hecho ha conducido
al resultado más parad6jico de todos y es que
hasta la misma historiografía moderna tradicionalista s6lo ha
es
tudiado el pensamiento revolucionario, so color de impugnarlo y
criticarlo. Esta es la raz6n por la que más de una vez, leyendo
los
Heterodoxos, de Menéndez y Pelayo, nos ha surgido la pre
gunta de por qué no haría don Marcelino la historia de los "or
todoxos"
... » (8).
Efectivamente, aunque en un nivel cognosctivo no exactamen
te coincidente, el polígrafo santanderino dio prioridad expositiva
a la antítesis respecto de la
tesis, Elías de Tejada, no por prejui
cio conceptual, sino por
comprensi6n de ese carácter «común»
como superior a lo «extraordinario», opera el giro que restituye
la conciencia de la continuidad por encima de la disidencia. No
se trata de ocultar a los «heterodoxos», pero sí de situarlos en su
sitio, marginal respecto de los «ortodoxos» como a las claras ma
nifiesta el estudio hist6rico. Y es que constituye buena prneba
de lo anterior el mero hecho de que Menéndez Pelayo pudiera
historiarlos genéricamente, al modo
como en Francia -lo com
probé hace poco en una librería parisina-es hacedero escribir
tranquilamente una
Histoire des catholiques en France. Cosa que,
en España, por el
momento, aunque llevemos por desgracia tra
zas de aproximarnos, aún resulta extravagante.
En segundo lugar, nos aclara la función de las monografías
sobre autores concretos, que a través del análisis de éstos en
sus
detalles nos introducen en el conocimiento de una etapa determi
nada. Reconoce
Ellas de Tejada las grandes dificultades que obs
taculizan esta tarea: autores sobre los que es imposible la recons
trucci6n de su cabal figura; otros que reclaman la determinaci6n
de notas precisas, sin
las cuales es imposible calificar con certi
dumbre
el valor de su personalidad, etc. Sin embargo, nuestro
(8) FRANCISCO PuY, El pensamiento tradicional en la España del si
glo XVIII (1700-1760), pág. 231.
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autor, encarece su trascendencia, señalando que es precisamente
ahí donde preliminarmente más puede y debe trabajarse: «Para
llegar a construir
la perfecta armonía arquitectónica de un gran
alcázar de mágicos perfiles de perfección científica es preciso antes
cortar las piedras de la fábrica ;
y esas piedras son forzosamente
las monografías, que, aunque breve
y acusadoramente, nos mues
.tren la verdadera importancia y la excelencia o ruindad de una
figura a estudiar y, por consiguiente, a discutir (
... ). Solamente
después de un ordenado
afán inquisitivo de las figuras de todos
los
calibres es dable llegar a trazar un cuadro general ( ... ). Y esto
es lo especialmente interesante dadas las condiciones en que nos
movemos
al emprender nuestro estudio ; son tantas las lumbre
ras olvidadas que abordarlas lleva casi siempre a sorprendentes
resultados.
De ah! lo aventurado y poco honrado que resulta
aspirar a hacer los muros sin tener cortados
los ladrillos, porque
puede ser que al
partir el granito de que se hacen éstos surgiera
entre el cuarzo, el feldespato y la mica
la luminosa brillantez de
algún diamante» (9).
Además, en tercer lugar,
del planteamiento explicitado por
el discípulo de Elías de Tejada, podemos también arrancar una
consecuencia sobre la significación cultural de
la tarea en que se
afanó éste. Es lo que también expresó nítidamente Francisco Puy,
en el prólogo a su libro sobre el pensamiento político tradicional
en
el siglo xvm, cuando lo atribuye a ser «resultado simple y
consecuente de aplicar a un problema concreto el plan general que
ocupa a mis maestros,
Agustín de Asís y Francisco Ellas de Te
jada, en busca de un replanteamiento, de una nueva disección de
la historia del pensamiento jurídico-político nacional, como tarea
previa a toda actividad científica española que quiera hacer
ade
lantar y dar valor y prestigio a nuestra ciencia jusfilosófica nacio
nal, con plena conciencia previa de su dirección auténtica y de
los desvíos de quienes, por precipitación o ignorancia, atajaron
por sendas que no llevan a ninguna parte» ( 10
).
(9) F°RANClSCO EúAs DE ToJADA, loe. últ. cit., pág. 440.
(10) FRANCISCO PuY, op. últ. cit., p,!g. 11.
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Lo mismo que, años después, en la conclusión de su comen
tario
al libro de Rudolf Steineke sobre Elías de Tejada -,-tesis
doctoral realizada en la Universidad de Colonia en vida del autor
estudiado-, reiteraba no sin cierta solemnidad: «Creo que Elías
de Tejada debe completarnos lo. más urgentemente posible esta
historia del pensamiento político, jurídico y social·
de los pueblos
hispánicos todos. Hasta que no esté escrita y recopilada, nuestros
pueblos no
podrán tener voz propia en el concierto científico
mundial de nuestros estudios. Esta misma tesis
la sostuvo Del
Veccbio para Italia a comienzos de siglo, y hoy podemos ver su
acierto rubricado por los resultados. Un pueblo no tiene voz pro
pia mientras
se limita a ocuparse en apuntalar, corear o duplicar
lo que dicen los
demás. Y creo que a sus discípulos les cabe una
gran responsabilidad en cooperar con él produciendo investiga
ciones parciales que, sumadas a las numerosas suyas, permi
tan completar esta historia, sobre todo
de la modernidad para
acá» ( 11 ).
Finalmente, una cuarta consecuencia dimana del planteamiento
general delineado, con trascendencia metodológica no desprecia
ble.
La explícita con toda su fuerza Juan V allet en la presenta
ción de los inéditos de nuestro
autor: «En estos dos libros [ se
refiere a los dos primeros volúmenes de la Historia de la literatura
polltica
en las Españas, centrados en Castilla], Elías de Tejada
recorre la historia del mismo modo que repasó las de Catalufia,
Mallorca, Valéncia, Nápoles, Cerdeña y el Franco-Condado de
Borgoña, situándose en el contexto histórico correspondiente
y
mostrando toda la cultura desarrollada en su respectivo ámbito.
No estudia sólo a
los politólogos, como hoy se dice; y á los tra
tadistas de derecho político sino incluso a autores de
la literátura
propiamente dicha;
y, a medida que los muestra y expone sus
obras, trata de hallar en ellos sus tomas de· postura en cuestio
nes políticás, induciéndolas de s~s loas, sus críticas, sus· increpa.:
dones, sus sátiras. Es decir, recorre trigales de historiadores y
(11) ID., «Una monografía alemana sobre las ideas jurídico-políticas de
Francisco Ellas de Tejada», Anuario de Filosofla dél Derecho (Madrid),
tomo XV (1970), pág. 262.
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juristas y viñedos de poetas y moralistas para, a la vista del lec
tor, ir espigando y trillando o vendimiando y destilando el pen
samiento político contenido en aquellos sentidos, sentimientos
y
pensamientos y en las críticas, sátiras o increpaciones que halla
en dichos autores
y que pueden indicar la idea, el sentir y el pen
sar político
del tiempo y lugar, que recorre con nosotros, y de
los
autores con los que nos vamos encontrando» ( 12 ).
Para concluir, podemos volver a nuestro autor, y escuchar de
él lo que debe ser una verdadera historia del pensamiento polí
tico
-y del español concretamente--, en su verdadera delimi
tación:
Primero, una historia del pensamiento político está íntima
mente
ligada a la . historia general de un pueblo, pues las ideas
nacen al contacto de la realidad ambiente
y crecen o se agostan
según las exigencias de
ese mismo contorno real.
Segundo, una historia del pensamiento político
es algo que
sólo puede adquirir la madurez de
fruta lograda cuando se le
añade un análisis profundo de
los temas de la llamada filosofía
del derecho. Más aún, en cuanto que filosofía del derecho
y filo
sofía de la comunidad política son cosas difícilmente separables,
por ende, una historia del pensamiento político que deje a un
lado la evolución de las concepciones filosófico-jurídicas adolecerá
de una radical insuficiencia
y presentará la imperfección de la
cojera espiritual.
Tercero,
y más importante, la historia del pensamiento polí
tico tiene su marco natural en el clásicamente llamado derecho
político en los planes de estudios, pues «es el ingrediente lógico
que debe hacer llegar a
los alumnos la trabazón cerrada de las
doctrinas aparecidas
al calor de la meditación de los diversos
temas».
Cuarto, la historia del pensamiento político cumple un obje
tivo patriótico, porque «es el oxígeno preciso para escapar a
la
asfixia de extranjerismos mediocres» ( ... ) ; «el más poderoso me-
(12) JUAN VAI.LET DE GoYTISOLO, «Los inéditos de Francisco El.fas de
Tejada», Verbo (Madrid), núm. 261-262 (1988), pág. 46.
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dio de educación cívica, el acicate que pusiera metódicamente en
elato el orgullo sano de nuestra magna calidad de hispanos, la
lumbre que arrojara haces de
claridad en el andar a tientas de
nuestros pueblos desde
cerca de tres siglos a esta patte».
En consecuencia, podemos concluir la anterior exposición con
la síntesis que
Ellas de Tejada nos ofrece en esa auténtica decla
ración de intenciones que constituye el texto seguido: «Con ello
queda perfilado en breves trazos y sobre líneas generales lo que
creemos puede
y debe ser una historia del pensamiento político
en España. Intimamente ligada de un lado a la historia de los
conceptos estrictamente jurídicos, de otro a la de las instituciones.
Puntos de
mira propios y propio contenido evitan confusionismos
y aclaran perfiles. Precisamente lo dificil está en prefijarlos, dada
la
casi carencia de obras auxiliares. Su misión es poner de relieve
el valor de lo español en el mundo, la importancia de la gesta
realizada y de la ambición que realizar, las dimensiones de lo que
fue
y de lo que podrá volver a ser el conjunto de los pueblos de
las Españas. En los dos momentos capitales de lo español, como
España
y como las Españas, la Historia del pensamiento político
español ofrece problemas propios
y trascendentales, en grandísi
ma parte intrincados todavía» ( 13 ).
(13) FMNc1sco Ews DE TEJADA, loe últ. cit., pág. 448.
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