Índice de contenidos
Número 315-316
Serie XXXII
- Textos Pontificios
- Notas
- Noticias
-
Estudios
-
Voluntad popular, voluntad parlamentaria y confusión de poderes
-
El hombre, ¿un ser compuesto de cuerpo y alma?
-
Bioética y tecnocracia
-
La naturaleza de las cosas y la tradición en la concreción del Derecho
-
La titularidad del poder
-
Actitudes ante las sectas en la segunda mitad del siglo XX en España
-
Mis amigos muertos
-
El marqués de Pombal
-
La política de León XII en el ámbito socio-sanitario y de las obras de beneficencia
-
Arte contemporáneo
-
Desde Taiwán
-
-
Información bibliográfica
-
Alberto Caturelli: La patria y el orden temporal. El simbolismo de las Malvinas
-
Joseph Ratzinger: Una mirada a Europa: Iglesia y modernidad en la Europa de las revoluciones
-
Philip W. Powell: Árbol de odio. La leyenda negra y sus consecuencias en las relaciones entre Estados Unidos y el mundo hispánico
-
Autores
1993
El desafío de la nueva evangelización
EL DESAFIO DE. LA NUEVA EV ANGELIZACION
POR
J O_SÉ ÜR:µNDIS
SUMARIO: l. El cuarto viaje de Juan Pablo II a España.-2. Secularismo
Y' descrístianización.-3. Una ciudad de"loS hólli.bres ·sin huellas divinas.-
4. La utopía de la «ciudad .socialista».-5. 'El secularistno occidental.-
6. La nueva evangelización.-7. Salir a la· c·alle.-8. La familia cristia
na.-9. El mun~_de la comunicación social.-10. Las raíces y los frutos.
l. El cuarto viaje de Juan Pablo II a. España.
El viaje a España del Papa Juan Pablo
11, que tuvo lugar
entre los días 12 y
17. de junio de 1993, constituyó un éxito cla
moroso,. tanto por lo que se refiere· al número de personas que
se movilizaron para ver al Pontífice, como por la. actitud -por el
entusiasmo-de es~ personas en, sus . encuentros. con el Vicario
de Cristo. La presencia del Papa removió los sentimientos más
profundos que, bajo los rescoldos tal
vez engañosos de la moder
nidad siguen latiendo en los corazones de la
mayoría de los espa
ñoles, y estos respondieron con tal desbordamiento de
afecJ;o y
cordialidad que se comprende
la etnoción experimentada por los
propios acompañantes de Juan Pablo II, acostumbrados como están
a las acogidas
que le tributan las gentes de las más diversas cul
turas e idiosincrasias, en sus frecuentes viajes por toda la redondez
de la tierra.
El pueblo español -a juzgar por las apariencias externas-
sigue siendo un pueblo cristiano, uno de aquellos pueblos a los
que
se ha venido asignando tradicionalmente el apelativo de ca
tólico en el concierto de las naciones europeas. Peto también es
Verbo, nóm. 315-316 (1993), 469479 469
Fundaci\363n Speiro
JOSE ORLANDIS
muy cierto que las apariencias, por significativas que sean, no pue
den hacer olvidar la existencia de una crisis,
de un morbo desinte·
grador que socava los propios fundamentos religiosos de la socie
dad espafiola, y que esta dolencia no ha pasado inadvertida a la
preocupada visión paternal del Vicario de Cristo.
2. Seeularismo y descristianización·.
La enfermedad espiritual que padece actualmente nuestro
pueblo, aquella que
el Papa advierte y denuncia, tiene un nombre
que. sirve para expresarla con suficiente claridad: secularización.
Secularismo, secularización; son·palabras empleadas reiteradamente
por Juan Pablo 11 pata designar una realidad muy compleja en
sus causas y manifestaciones, pero
fácil de percibir y de diagnos
ticar.
El Papa lo proclamaba cuando advertía en Huelva que nues
tra sociedad ha visto · difundirse «los fenómenos del secularismo
y
la descristianización» ; y cuando repetfa en Madrid que «es
innegable la existencia de
un creciente proceso de secularización».
Si así
es como están las cosas, si la secularización es el morbo que
sufre
la sociedad contemporánea; convendrá precisar lo más posi
ble la naturaleza
de ese procesd, para conocer cuál habrá de ser
el punto
de partida de la nueva evangelización, que el Papa ha
demandado a los católicos españoles.
La secularización
podría definirse como el designio ideológico
-que desemboca en proyecto político-de construit uná civili
zación al margen
de Dios, o mejor todavía, de espaldas a Dios y
a su ley. Este designio antirreligioso, o al menos arreligioso, pre
tende ordenar
la convivencia · humana como si Dios no existiera
o al menos como si no
tuviera derecho de ciudadanía para hacerse
presente en el seno de las sociedades terrenas.
Resulta evidente que el fenómeno del secularismo contem
poráneo presenta matices que encierran
una indudable novedad.
Nunca, a
lo largo del pasado, parece haberse dado con rasgos tan
acusados como ahora una indiferencia ante lo divino, un embo
tamiento espiritual tan pronunciado, como el de esas muchedum-
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Fundaci\363n Speiro
EL DESAFIO DE LA NUEVA EVANGELIZACJQN
bres anónimas que aparentan no sentir nostalgia de Dios, y ni aún
siquiera aspiraciones transcedentes. Haría falta asomarse
a las pro
fundidades del «hombre animal» entrevisto por San Pablo, «que no
capta
las cosas del Espíritu de Dios» (I Cor. II, 14), para encon
trar
un tal ejemplar humano. El rechazo religoso por parte de los
hombres
-y más en concreto el rechazo de Cristo--aparece, sin
embargo, anunciado de modo expreso en
la páginas del Nuevo
Testamento.
3. Una ciudad de los hombres sin huellas divinas.
« Vino a los suyos y los suyos no le recibieron», escribió
San Juan en el primer capítulo del Cuarto Evangelio, recordando
el rechazo de Cristo por parte de su pueblo (fo. 1, 11). «No que
remos que Este reine sobre
nosotros», gritan los siervos de la
parábola de las «minas» (Le. XIX, 14). Es un clamor que no debe
entenderse en sentido restringido, limitado solamente al pueblo
de Israel, sino que puede ser actitud
generalizada de una porción
de
la humanidad, cualquiera que sea el lugar y el tiempo. El cre
cimiento de la maldad, que enfriará la caridad de muchos, es
anunciado por Jesucristo como un signo escatológico (Cfr. Mt.
XXIV, 12), y arroja luz sobre·
el misterioso interrogante sin res
puesta del Señor: «Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontra
ra fe sobre la tierra?» (Le. XVIII, 8).
Una ciudad de los hombres sin huellas visibles de Dios, sin
signos divinos.
En la sociedad de hoy, tan itnpregnada por lamo
derna cultura de la itnagen, la erradicación de aquellos signos
encierra particular itnportancia y las dictaduras comunistas que
sojuzgaron durante muchos años a los pueblos cristianos del cen
tro y este de Europa, procuraron conseguirla por todos los medios
a su alcance. En Polonia, el complejo industrial de Nowa
Huta
se concibió y realizó como el paradigma de lo que había de ser
la ciudad socialista del futuro, limpia de cualquier huella religiosa.
Se trata de un caso en el que voy a detenerme brevemente, en
atención a
las circunstancias tan singulares en que tuve la primera
noticia del famoso experitnento.
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Fundaci\363n Speiro
JOSE ORLANDIS
4. La utopía de la "ciudad socialista".
En el mes de junio de .1973, se celebró en Granada un con
greso sobre Historia. del Derecho e Historia Econónúca, en el
que participé comd invitado. En la comida oficial de clausura tuve
a mi lado a un personaje de excepción: Witold Kula, Catedrático
de Historia Económica de
la Universidad de Varsovia. Kula, .el
gran santón de la Historia Económica marxista en los países del
este, era un hombre
de origen judío, ya bien entrado en años y
padecía de manera evidente la enfermedad de Parkinsoil. Movidd
sin duda por mi condición de sacerdote, sacó a colación
el tema
de Nowa Huta,
y en un correcto francés me dio la más puntual
y .auténtica noticia sobre tan' interesante cuestión.
Nowa Huta era una ciudad de nueva planta, construida. en
torno a una gigantesca
siderurgia y destinada al alojamiento de
los obreros y de sus familias. Emplazada a pocos kilómetros de
Cracovia la nueva ciudad había de tener un alto valor simbólico.
Frente a
la antigua capital del reino, que albergaba los sepulcros
de los monarcas, repleta de iglesias y dormida a
la sombra de sus
campanarios; Nowa Huta se alzaría como la ciudad del
futuro,
dominada por· las chimeneas de los altos hornos y habitada por
una población
proktaria de obreros metalúrgicos. La nueva ciudad,
símbolo de la Polonia del porvenir,
se proyectó rigurosamente
limpia de signos religiosos: ni una
sola iglesia, ni una humilde
espadalia, ni siquiera una cruz había de venir a mancillar un
paisa
je urband rigurosan¡ente secularizado.
Pero sucedió que apenas instaladas en la ciudad las primeras
familias
de trabajadores de la siderurgia, se produjo un fenómeno
extraño: un domingo por
la mañana, en un solar, sin edificar
apareció una mesa y una cruz de
madera, y sobre ·aquel altar im
provisado un sacerdote venido de no se sabe dónde, celebró la
Santa Misa, rodeadd por un grupo de vecinos. La policía comu
nista -la «Militja»-una vez alertada acudió prontatI!ente y
derribó todo aquello apenas se hubieron retirado los fieles. Pero
el domingo siguiente el altar reapareció, y a partir de entonces se
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EL DESAFIO DE LA NUEVA EVANGELIZACION
hizo preciso celebrar más y más Misas ante millares de .personas
que aguantaban
a la intemperie las inclemencias de la lluvia y de
la nieve. Las autoridades
se empeñaron en terminar con aquello,
mandaron arrancar las cruces, y estalló la revuelta popular, la con
frontación abierta entre los obreros y la Policía. Llegó
por fin
la huelga general, con una sola reivindicación reclamada a gritos
por las muchedumbres: «¡queremos iglesias, queremos a Dios!».
El gobierno comunista tuvo que claudicar, y en el corazón de Nowa
Huta,
la «ciudad socialista del futuro», se levantó una impresio
nante iglesia dedicada a
la Madre de Dios, que fue solemnemente
consagrada por Karol Wojtila, arzobispo entonces de Cracovia y
futuro Papa Juan Pablo
II.
El profesor Kula ne ocultaba su perplejidad por la razón del
fracaso del estudiado ensayo de la «ciudad socialista». Me comen
. tó que tal vez las autoridades habían · cometido el error de consi
,derar
que aquellos obreros de. Nowa Huta eran ya verdaderos
proletarios, cuando se trataba aun de campesinos o hijos de cam
pesinos, convertidos en trabajadores de la siderurgia, pero aferra
dos aún a sus viejas creencias y tradiciones.
En cualquier caso el
frustrado experimento
era un enigma, sobre el que habían de me
ditar largamente los teóricos del marxismo.
5. El secularismo occidental.
El fenómeno· de la secularización en el Occidente contempo
ráneo sigue caminos muy alejados del experimento polaco, lo que
no significa que estas vías más sutiles no puedan resultar
más
eficaces. El secularismo occidental no es violento en sus manifes
taciones externas, ni pretende
recurrir a la fuerza para erradicar
de la vida social la religión y sus signos visibles. Una de las bue
nas razones en que suele arroparse es el pluralismo religioso actual,
que justificaría, y casi demandaría
el desconocimiento del valor
social de la ética cristiana.
Los prificipios fundamentales del cris
tianismo
ya no serían válidos como norma ordenadora de la vida
social en la ciudad terrena, desde
el· momento en que ha desapa-
473
Fundaci\363n Speiro
]OSE ORLANDIS.
reciclo la antigua unanimidad religiosa. El secularismo actual es
tima tolerable que el individuo rinda culto a Dios en el recinto
del templo o en
.el «santuario» de la conciencia; pero rechaza que
la cruz
de Cristo pueda tener un lugar en la calle o proyectar su
sombra sobre las realidades terrenas.
Las manifestaciones. concretas de la concepción
secularista de
la existencia son muy varias y alcanzan hasta. una cuestión tan
radical como
es la del origen de la vida. La Bioética cristiana ha
de enfrentarse con las visiones materialistas, difundidas y vulga
rizadas
sin. descanso por los medios de comunicación. «Posible
mente
.,---declaraba la Conferencia Episcopal Española en noviem
bre de
1992-en esta experiencia de la concepción secularizante
del origen
de la ·vida, radica una de las fuentes de la indiferencia
religiosa».
El matrimonio y la familia. también han sido directamente
afectadas por
el proceso secularizador. La mentalidad hedonista
-«pasárselo bien», como ideal de la vida-facilita la quiebra de
los vínculos más sagrados --como el matrimonial-, cuando al
cabo de los años
-pocos o no tan pocos--surgen las pruebas
inevitables.
-a veces el. simple desamor o el aburrimiento-- que
hacen ingrata y dificil la convivencia entre los esposos. El propio
mal uso del matrimonio
-<:onrra los dictados de la Ley de Cristo
y aún de la
Ley natural-contribuye a hacer frágil y quebradiza
la institución familiar.
La epidemia del divorcio, la suerte desdi
chada de los hijos,
el abandono de los mayores a la soledad, son
consecuencias penosas pero frecuentes del fracaso familiar.
Todo lo dicho influye en el ambiente y en la mentalidad
co
lectiva del pueblo español. En poco tiempo se ha producido en
él un gradual «acostumbramiento» a las situaciones familiares
irregulares hasta el punto de no influir negativamente ni aún
si
quiera en el plano de la actividad política, donde parece que sólo
las corruptelas de orden económico pueden resultar perjudiciales.
Ha de reconocerse que al proceso secularizador y a la configura
ción del estado de opinión actual han influido poderosamente los
medios de comunicación social. Estos
-prensa, radio, televisión-,
han mantenido mayoritariamente una orientación opuesta a la
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EL DESAFIO DE LA NUEVA EVANGELIZACION
doctrina y a los criterios de la Iglesia Católica: han sido mucho
menos cristianos que sus lectores y oyentes y han contribuido a
descristianizarlos.
La presión ejercida por esos medios sobre el
hombre de la calle ha sido muy fuerte y ha lavado muchos
c~bros.
6. La nueva evangelización.
Pero ya es hora de abrir los oídos al mensaje del Papa, con
el
fin de intentar poner por obra el gran programa de restauración
cristiana que ha confiado a los católicos españoles.
El objetivo
hacia el que debe tender ese programa se resume en una. · expre
sión que ha sido acuñada por el propio Juan Pablo II: una «nueva
evangelización»; y esa
es la urgente tarea, el gran desafío que se
abre ante nosotros. El estado de profundo deterioro en que se
encuentra la sociedad española no puede justificar el pesimismo y
la inacción. «Los signos de descristianización que
observamos
-
signación conformista o un desaliento paralizador; al contrario, la
Iglesia discierne en ellos la voz de Dios que nos llama a iluminar
las conciencias con la luz del Evangelio».
El Pontífice alertó a
los cristianos frente a la tentación de
ceder a
la presión seculatista, renunciando a la presencia en la
ciudad terrena de la que son ciudadanos de pleno derecho. «Es
inaceptable
-proclamaba en Madrid--la pretensión de reducir la
religión al ámbito privado, olvidando la dimensión pública: y so
cial de la persona». Y exhortaba así a la muchedumbre de ca:tóli
cos que le oían: «Salid a la calle, Aportad a los hombres la salva
ción de Cristo, que debe penetrar en la familia, en la escuela y en
la vida política». Y todo ello con fortale2a y valentía, a sabiendas
de que hoy ser fieles a Dios
significa:rá muchas veces avanzar a
contracorriente. «No tengáis miedo
-insistía. el Papa-ante los
poderes de este mundo, no retrocedáis ante ·las críticas ni ante las
incomprensiones».
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/OSE ORLANDIS
7. Salir a la calle.
«Salir a la calle» -como pide el Papa-significa hacer acto
de presencia en medio del mundo.
En una civilización de la itna
gen como la nuestra, los signos religiosos visibles tienen una itn
portancia considerable y su desaparición de la vida social, el que
los hombres vayan acostumbrándose a no verlos, es un factor
poderoso de secularización. Se me ocurre que en este terreno los
sacerdotes podríamos jugar un importante papel. Un factor no
despreciable
de secularización de la sociedad española ha sido la
desaparición del sacerdote de las calles
de la ciudad. No es que
no
los haya, .pero es que no se ven. El desacostumbrarniento que
ha
producido su eclipse se deja sentir de modo especial en la ac
titud de los niños. Antes al ver a un sacerdote, corrían a besarle
la mano o a pedirle una estampa. Ahora, como
si vieran un ser
extraño dicen a sµs. madres: «¡mamá, un cura!»; si es que no
preguntan ingenuamente, como si se hallaran ante
un extraterres
tre: «¡mamá!, ¿qué es ese hombre?».
Ya. sé que en muchos lugares el retomo del sacerdote a la vía
pública
no será fácil; pero valdría la pena intentarlo. Es cierto
que hay vestes clericales que
han quedado obsoletas por la propia
dinámica de
la vida moderna. Pero existen otros signos externos
capaces de . expresar claramente la identidad sacerdotal, y que re
sultan adecuados a los presentes hábitos de existencia. Una reno
vada presencia sacerdotal.en la calle animaría en pritner lugar a los
propios sacetdotes, que perderían el explicable complejo actual de
«excepcionalidad», capaz
de inhibir y retraer a muchos. Animaría
también a
los católicos, que volverían a reconocer a sus sacerdo
tes. Y
a
los ojos de todo el mundo aparecerían otra vez unos hom
bres que tienen una misión pública en la Iglesia, que son signos
visibles de la presencia de Dios en
el mundo y han de cumplir el
mandato de Cristo de ser sus testigos hasta
los últitnos confines
de la tierra (Cfr.
Act. l, 8).
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EL DESAFIO DB LA NUEVA EVANGELIZACION
8. La familia cristiana.
La nueva evangelización ha de incidir necesariamente en una
de las instiruciones que más ha padecido durante la época con·
temporánea: la familia. «El alejamiento de Dios
-advertía Juan
Pablo
II-el eclipse de los valores morales, ha favorecido tam·
bién el deterioro de
la vida familiar, hoy profundamente desga·
rrada por
el aumento de las separaciones y divorcios, por la
sistemática exclusión de la natalidad, incluso a través del crimen
del
aborto». La respuesta cristiana a tanto desorden no puede ser
inás que una: la nueva evangelización de la familia: «Es necesario
-
cristiana».
La familia cristiana puede establecerse sólidamente sobre
la institución del
matrimonio -sacramento, indisoluble,. recta
mente ordenado y abierto a la vida. El auténtico ideal familiar
a que alude Juan Pablo
II ha de cimentarse sobre el. amor raz<>
nable y fecundo, nunca sobre el egoísmo, que sólo puede generar
frustaciones y fracasos.
La protección de la familia no sólo es un
imperativo de la justicia, sino hasta un acto de sensatez política
por parte de los gobiernos y hombres públicos. Occidente,
si ne,
rectifica pronto, recibirá el estipendio de su ceguera: el suicidio
demc,gráfico y las nuevas invasiones bárbaras -provenientes de
Asia y
Africa-que constituirán quizás el fenómeno más grave
del siglo xxr.
La paternidad responsable y generosa es además
con.dición sine qua non para la expansión de la Iglesia. La conti·
nuidad del sacerdocio católico, la existencia de vocaciones al pleno
seguimiento de Jesucristo, sólo puede garantizarse gracias a los
hijos de las familias que sean cristianas y fecundas. Que .muchas
familias de hoy
se decidan a serlo es el reto planteado por el Vi
cario de Cristo.
El Papa reclamó también eón energía una libertad escolar, al
alcance de todas las familias. «Es preciso -'fueron sus palabras-
que los padres y madres cristianos sigan afirmando y sosteniendo
el derecho a una escuela católica auténticamente libre, donde se
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/OSE ORLANDIS
imparta una verdadera educación religiosa». A esta reivindicación
tantas veces formulada por la Iglesia sólo se me
ocurre añadir
unas sencillas consideraciones.
En primer término, que no es justo
que
la libertad escolar solamente sea derecho de unos pocos, pri
vilegio de una minoría de padres bien acomodados, únicos en
condiciones
de beneficiarse de una escuela libre que haya venido
a ser artículo de lujo; y hoy por
hoy ha de reconocerse que la
gran mayoría de las familias carecen de los recursos indispensables
para poder ejercer su derecho, teóricamente reconocido,
a la libre
elección de escuela. Y todavía una segunda observación: en Espa
ña, la escuela libre no corre de momento peligro de morir de
muerte violenta; corre
el riesgo, y muy grave, de ir extinguiéndose
lentamente por asfixia económica.
9. " El mundo de la comunicación social.
· El mensaje de Juan Pablo II versa todavía sobre otros temas
que no
es posible examinar aquí. Pero hay al menos uno que re
sulta obligado recordar, dada la importancia que entraña para lá
nueva
evangelización que el Papa ha pedido a los españoles. Me
refiero al tema de los medios de comunicación social. «Es innega
ble
--dijo el Pontífice en Madrid-la existencia de un creciente
proyecto de
secularización, que halla puntual eco en algunos me
dios de comunicación social, favoreciendo la difusión de una in
diferencia religiosa que se instala en la conciencia personal y co
lectiva».
Es demasiado evidente para poder ponerse en duda que el
mundo de las .comunicaciones -prensa, radio, televisiones públi
cas y privadas--tienen hoy, salvo contadas y conocidas excepcio
nes, una inspiración secularista e inclnso hostil hacia
el cristianis
mo
y la Iglesia Católica. Se trata de algo bien sabido, a que ya se
hizo alusión antes, pero que importa recordar ahora, cuando se
trata de revisar los objetivos para la acción contenidos en las alocu
ciones y discursos de Juan Pablo II.
Los católicos españoles han de ser conscientes del efecto de-
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Fundaci\363n Speiro
EL DESA-FIO DE LA NUEVA EVANGELIZACION
moledor que. han tenido para las convicciones religiosas del pueblo
los incontables errores, torpezas y
.abandonos que se han produci
do en este campo
de tanta importancia para la configuración de
las conciencias, a
nivel personal y colectivo. Los medios de comu
nicación en su gran mayoría,
han ido a parar a manos laicistas y
han jugado el papel
de poderosos instrumentos de secularización.
Deber de todos los católicos
es conseguir ahora que haya medios
capaces de servir de instrumentos de evangelización. Y esa tarea,
y esa responsabilidad compromete a todos, desde el empresario o
periodista· hasta
el último de los televidentes o lectores de perió
dicos. De la acción que se lleve a cabo en este terreno dependerá
en buena medida el
éxito del mensaje que Juan Pablo II vino a
traer a España.
10. Las raíces y los frutos.
En mensaje del Papa -y esta es nuestra definitiva conclu
sión-no caerá en el vacío si consigue suscitar una reacción am
plia y positiva. De la validez de la respuesta que sean capaces de
dar los católicos dependerá que las raíces cristianas, que todavía
existen en el alma
de la mayoría de los españoles, generen nueva
savia y el árbol añoso vuelva a cubrirse otra vez del follaje, de
las flores
y los frutos de una nueva primavera cristiana. Esta será
la señal inequívoca de que estamos en camino de
·afrontar victo
riosamente el desafío de una nueva evangelización.
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SUMARIO: l. El cuarto viaje de Juan Pablo II a España.-2. Secularismo
Y' descrístianización.-3. Una ciudad de"loS hólli.bres ·sin huellas divinas.-
4. La utopía de la «ciudad .socialista».-5. 'El secularistno occidental.-
6. La nueva evangelización.-7. Salir a la· c·alle.-8. La familia cristia
na.-9. El mun~_de la comunicación social.-10. Las raíces y los frutos.
l. El cuarto viaje de Juan Pablo II a. España.
El viaje a España del Papa Juan Pablo
11, que tuvo lugar
entre los días 12 y
17. de junio de 1993, constituyó un éxito cla
moroso,. tanto por lo que se refiere· al número de personas que
se movilizaron para ver al Pontífice, como por la. actitud -por el
entusiasmo-de es~ personas en, sus . encuentros. con el Vicario
de Cristo. La presencia del Papa removió los sentimientos más
profundos que, bajo los rescoldos tal
vez engañosos de la moder
nidad siguen latiendo en los corazones de la
mayoría de los espa
ñoles, y estos respondieron con tal desbordamiento de
afecJ;o y
cordialidad que se comprende
la etnoción experimentada por los
propios acompañantes de Juan Pablo II, acostumbrados como están
a las acogidas
que le tributan las gentes de las más diversas cul
turas e idiosincrasias, en sus frecuentes viajes por toda la redondez
de la tierra.
El pueblo español -a juzgar por las apariencias externas-
sigue siendo un pueblo cristiano, uno de aquellos pueblos a los
que
se ha venido asignando tradicionalmente el apelativo de ca
tólico en el concierto de las naciones europeas. Peto también es
Verbo, nóm. 315-316 (1993), 469479 469
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muy cierto que las apariencias, por significativas que sean, no pue
den hacer olvidar la existencia de una crisis,
de un morbo desinte·
grador que socava los propios fundamentos religiosos de la socie
dad espafiola, y que esta dolencia no ha pasado inadvertida a la
preocupada visión paternal del Vicario de Cristo.
2. Seeularismo y descristianización·.
La enfermedad espiritual que padece actualmente nuestro
pueblo, aquella que
el Papa advierte y denuncia, tiene un nombre
que. sirve para expresarla con suficiente claridad: secularización.
Secularismo, secularización; son·palabras empleadas reiteradamente
por Juan Pablo 11 pata designar una realidad muy compleja en
sus causas y manifestaciones, pero
fácil de percibir y de diagnos
ticar.
El Papa lo proclamaba cuando advertía en Huelva que nues
tra sociedad ha visto · difundirse «los fenómenos del secularismo
y
la descristianización» ; y cuando repetfa en Madrid que «es
innegable la existencia de
un creciente proceso de secularización».
Si así
es como están las cosas, si la secularización es el morbo que
sufre
la sociedad contemporánea; convendrá precisar lo más posi
ble la naturaleza
de ese procesd, para conocer cuál habrá de ser
el punto
de partida de la nueva evangelización, que el Papa ha
demandado a los católicos españoles.
La secularización
podría definirse como el designio ideológico
-que desemboca en proyecto político-de construit uná civili
zación al margen
de Dios, o mejor todavía, de espaldas a Dios y
a su ley. Este designio antirreligioso, o al menos arreligioso, pre
tende ordenar
la convivencia · humana como si Dios no existiera
o al menos como si no
tuviera derecho de ciudadanía para hacerse
presente en el seno de las sociedades terrenas.
Resulta evidente que el fenómeno del secularismo contem
poráneo presenta matices que encierran
una indudable novedad.
Nunca, a
lo largo del pasado, parece haberse dado con rasgos tan
acusados como ahora una indiferencia ante lo divino, un embo
tamiento espiritual tan pronunciado, como el de esas muchedum-
470
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EL DESAFIO DE LA NUEVA EVANGELIZACJQN
bres anónimas que aparentan no sentir nostalgia de Dios, y ni aún
siquiera aspiraciones transcedentes. Haría falta asomarse
a las pro
fundidades del «hombre animal» entrevisto por San Pablo, «que no
capta
las cosas del Espíritu de Dios» (I Cor. II, 14), para encon
trar
un tal ejemplar humano. El rechazo religoso por parte de los
hombres
-y más en concreto el rechazo de Cristo--aparece, sin
embargo, anunciado de modo expreso en
la páginas del Nuevo
Testamento.
3. Una ciudad de los hombres sin huellas divinas.
« Vino a los suyos y los suyos no le recibieron», escribió
San Juan en el primer capítulo del Cuarto Evangelio, recordando
el rechazo de Cristo por parte de su pueblo (fo. 1, 11). «No que
remos que Este reine sobre
nosotros», gritan los siervos de la
parábola de las «minas» (Le. XIX, 14). Es un clamor que no debe
entenderse en sentido restringido, limitado solamente al pueblo
de Israel, sino que puede ser actitud
generalizada de una porción
de
la humanidad, cualquiera que sea el lugar y el tiempo. El cre
cimiento de la maldad, que enfriará la caridad de muchos, es
anunciado por Jesucristo como un signo escatológico (Cfr. Mt.
XXIV, 12), y arroja luz sobre·
el misterioso interrogante sin res
puesta del Señor: «Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontra
ra fe sobre la tierra?» (Le. XVIII, 8).
Una ciudad de los hombres sin huellas visibles de Dios, sin
signos divinos.
En la sociedad de hoy, tan itnpregnada por lamo
derna cultura de la itnagen, la erradicación de aquellos signos
encierra particular itnportancia y las dictaduras comunistas que
sojuzgaron durante muchos años a los pueblos cristianos del cen
tro y este de Europa, procuraron conseguirla por todos los medios
a su alcance. En Polonia, el complejo industrial de Nowa
Huta
se concibió y realizó como el paradigma de lo que había de ser
la ciudad socialista del futuro, limpia de cualquier huella religiosa.
Se trata de un caso en el que voy a detenerme brevemente, en
atención a
las circunstancias tan singulares en que tuve la primera
noticia del famoso experitnento.
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JOSE ORLANDIS
4. La utopía de la "ciudad socialista".
En el mes de junio de .1973, se celebró en Granada un con
greso sobre Historia. del Derecho e Historia Econónúca, en el
que participé comd invitado. En la comida oficial de clausura tuve
a mi lado a un personaje de excepción: Witold Kula, Catedrático
de Historia Económica de
la Universidad de Varsovia. Kula, .el
gran santón de la Historia Económica marxista en los países del
este, era un hombre
de origen judío, ya bien entrado en años y
padecía de manera evidente la enfermedad de Parkinsoil. Movidd
sin duda por mi condición de sacerdote, sacó a colación
el tema
de Nowa Huta,
y en un correcto francés me dio la más puntual
y .auténtica noticia sobre tan' interesante cuestión.
Nowa Huta era una ciudad de nueva planta, construida. en
torno a una gigantesca
siderurgia y destinada al alojamiento de
los obreros y de sus familias. Emplazada a pocos kilómetros de
Cracovia la nueva ciudad había de tener un alto valor simbólico.
Frente a
la antigua capital del reino, que albergaba los sepulcros
de los monarcas, repleta de iglesias y dormida a
la sombra de sus
campanarios; Nowa Huta se alzaría como la ciudad del
futuro,
dominada por· las chimeneas de los altos hornos y habitada por
una población
proktaria de obreros metalúrgicos. La nueva ciudad,
símbolo de la Polonia del porvenir,
se proyectó rigurosamente
limpia de signos religiosos: ni una
sola iglesia, ni una humilde
espadalia, ni siquiera una cruz había de venir a mancillar un
paisa
je urband rigurosan¡ente secularizado.
Pero sucedió que apenas instaladas en la ciudad las primeras
familias
de trabajadores de la siderurgia, se produjo un fenómeno
extraño: un domingo por
la mañana, en un solar, sin edificar
apareció una mesa y una cruz de
madera, y sobre ·aquel altar im
provisado un sacerdote venido de no se sabe dónde, celebró la
Santa Misa, rodeadd por un grupo de vecinos. La policía comu
nista -la «Militja»-una vez alertada acudió prontatI!ente y
derribó todo aquello apenas se hubieron retirado los fieles. Pero
el domingo siguiente el altar reapareció, y a partir de entonces se
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EL DESAFIO DE LA NUEVA EVANGELIZACION
hizo preciso celebrar más y más Misas ante millares de .personas
que aguantaban
a la intemperie las inclemencias de la lluvia y de
la nieve. Las autoridades
se empeñaron en terminar con aquello,
mandaron arrancar las cruces, y estalló la revuelta popular, la con
frontación abierta entre los obreros y la Policía. Llegó
por fin
la huelga general, con una sola reivindicación reclamada a gritos
por las muchedumbres: «¡queremos iglesias, queremos a Dios!».
El gobierno comunista tuvo que claudicar, y en el corazón de Nowa
Huta,
la «ciudad socialista del futuro», se levantó una impresio
nante iglesia dedicada a
la Madre de Dios, que fue solemnemente
consagrada por Karol Wojtila, arzobispo entonces de Cracovia y
futuro Papa Juan Pablo
II.
El profesor Kula ne ocultaba su perplejidad por la razón del
fracaso del estudiado ensayo de la «ciudad socialista». Me comen
. tó que tal vez las autoridades habían · cometido el error de consi
,derar
que aquellos obreros de. Nowa Huta eran ya verdaderos
proletarios, cuando se trataba aun de campesinos o hijos de cam
pesinos, convertidos en trabajadores de la siderurgia, pero aferra
dos aún a sus viejas creencias y tradiciones.
En cualquier caso el
frustrado experimento
era un enigma, sobre el que habían de me
ditar largamente los teóricos del marxismo.
5. El secularismo occidental.
El fenómeno· de la secularización en el Occidente contempo
ráneo sigue caminos muy alejados del experimento polaco, lo que
no significa que estas vías más sutiles no puedan resultar
más
eficaces. El secularismo occidental no es violento en sus manifes
taciones externas, ni pretende
recurrir a la fuerza para erradicar
de la vida social la religión y sus signos visibles. Una de las bue
nas razones en que suele arroparse es el pluralismo religioso actual,
que justificaría, y casi demandaría
el desconocimiento del valor
social de la ética cristiana.
Los prificipios fundamentales del cris
tianismo
ya no serían válidos como norma ordenadora de la vida
social en la ciudad terrena, desde
el· momento en que ha desapa-
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]OSE ORLANDIS.
reciclo la antigua unanimidad religiosa. El secularismo actual es
tima tolerable que el individuo rinda culto a Dios en el recinto
del templo o en
.el «santuario» de la conciencia; pero rechaza que
la cruz
de Cristo pueda tener un lugar en la calle o proyectar su
sombra sobre las realidades terrenas.
Las manifestaciones. concretas de la concepción
secularista de
la existencia son muy varias y alcanzan hasta. una cuestión tan
radical como
es la del origen de la vida. La Bioética cristiana ha
de enfrentarse con las visiones materialistas, difundidas y vulga
rizadas
sin. descanso por los medios de comunicación. «Posible
mente
.,---declaraba la Conferencia Episcopal Española en noviem
bre de
1992-en esta experiencia de la concepción secularizante
del origen
de la ·vida, radica una de las fuentes de la indiferencia
religiosa».
El matrimonio y la familia. también han sido directamente
afectadas por
el proceso secularizador. La mentalidad hedonista
-«pasárselo bien», como ideal de la vida-facilita la quiebra de
los vínculos más sagrados --como el matrimonial-, cuando al
cabo de los años
-pocos o no tan pocos--surgen las pruebas
inevitables.
-a veces el. simple desamor o el aburrimiento-- que
hacen ingrata y dificil la convivencia entre los esposos. El propio
mal uso del matrimonio
-<:onrra los dictados de la Ley de Cristo
y aún de la
Ley natural-contribuye a hacer frágil y quebradiza
la institución familiar.
La epidemia del divorcio, la suerte desdi
chada de los hijos,
el abandono de los mayores a la soledad, son
consecuencias penosas pero frecuentes del fracaso familiar.
Todo lo dicho influye en el ambiente y en la mentalidad
co
lectiva del pueblo español. En poco tiempo se ha producido en
él un gradual «acostumbramiento» a las situaciones familiares
irregulares hasta el punto de no influir negativamente ni aún
si
quiera en el plano de la actividad política, donde parece que sólo
las corruptelas de orden económico pueden resultar perjudiciales.
Ha de reconocerse que al proceso secularizador y a la configura
ción del estado de opinión actual han influido poderosamente los
medios de comunicación social. Estos
-prensa, radio, televisión-,
han mantenido mayoritariamente una orientación opuesta a la
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EL DESAFIO DE LA NUEVA EVANGELIZACION
doctrina y a los criterios de la Iglesia Católica: han sido mucho
menos cristianos que sus lectores y oyentes y han contribuido a
descristianizarlos.
La presión ejercida por esos medios sobre el
hombre de la calle ha sido muy fuerte y ha lavado muchos
c~bros.
6. La nueva evangelización.
Pero ya es hora de abrir los oídos al mensaje del Papa, con
el
fin de intentar poner por obra el gran programa de restauración
cristiana que ha confiado a los católicos españoles.
El objetivo
hacia el que debe tender ese programa se resume en una. · expre
sión que ha sido acuñada por el propio Juan Pablo II: una «nueva
evangelización»; y esa
es la urgente tarea, el gran desafío que se
abre ante nosotros. El estado de profundo deterioro en que se
encuentra la sociedad española no puede justificar el pesimismo y
la inacción. «Los signos de descristianización que
observamos
-
Iglesia discierne en ellos la voz de Dios que nos llama a iluminar
las conciencias con la luz del Evangelio».
El Pontífice alertó a
los cristianos frente a la tentación de
ceder a
la presión seculatista, renunciando a la presencia en la
ciudad terrena de la que son ciudadanos de pleno derecho. «Es
inaceptable
-proclamaba en Madrid--la pretensión de reducir la
religión al ámbito privado, olvidando la dimensión pública: y so
cial de la persona». Y exhortaba así a la muchedumbre de ca:tóli
cos que le oían: «Salid a la calle, Aportad a los hombres la salva
ción de Cristo, que debe penetrar en la familia, en la escuela y en
la vida política». Y todo ello con fortale2a y valentía, a sabiendas
de que hoy ser fieles a Dios
significa:rá muchas veces avanzar a
contracorriente. «No tengáis miedo
-insistía. el Papa-ante los
poderes de este mundo, no retrocedáis ante ·las críticas ni ante las
incomprensiones».
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7. Salir a la calle.
«Salir a la calle» -como pide el Papa-significa hacer acto
de presencia en medio del mundo.
En una civilización de la itna
gen como la nuestra, los signos religiosos visibles tienen una itn
portancia considerable y su desaparición de la vida social, el que
los hombres vayan acostumbrándose a no verlos, es un factor
poderoso de secularización. Se me ocurre que en este terreno los
sacerdotes podríamos jugar un importante papel. Un factor no
despreciable
de secularización de la sociedad española ha sido la
desaparición del sacerdote de las calles
de la ciudad. No es que
no
los haya, .pero es que no se ven. El desacostumbrarniento que
ha
producido su eclipse se deja sentir de modo especial en la ac
titud de los niños. Antes al ver a un sacerdote, corrían a besarle
la mano o a pedirle una estampa. Ahora, como
si vieran un ser
extraño dicen a sµs. madres: «¡mamá, un cura!»; si es que no
preguntan ingenuamente, como si se hallaran ante
un extraterres
tre: «¡mamá!, ¿qué es ese hombre?».
Ya. sé que en muchos lugares el retomo del sacerdote a la vía
pública
no será fácil; pero valdría la pena intentarlo. Es cierto
que hay vestes clericales que
han quedado obsoletas por la propia
dinámica de
la vida moderna. Pero existen otros signos externos
capaces de . expresar claramente la identidad sacerdotal, y que re
sultan adecuados a los presentes hábitos de existencia. Una reno
vada presencia sacerdotal.en la calle animaría en pritner lugar a los
propios sacetdotes, que perderían el explicable complejo actual de
«excepcionalidad», capaz
de inhibir y retraer a muchos. Animaría
también a
los católicos, que volverían a reconocer a sus sacerdo
tes. Y
a
los ojos de todo el mundo aparecerían otra vez unos hom
bres que tienen una misión pública en la Iglesia, que son signos
visibles de la presencia de Dios en
el mundo y han de cumplir el
mandato de Cristo de ser sus testigos hasta
los últitnos confines
de la tierra (Cfr.
Act. l, 8).
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EL DESAFIO DB LA NUEVA EVANGELIZACION
8. La familia cristiana.
La nueva evangelización ha de incidir necesariamente en una
de las instiruciones que más ha padecido durante la época con·
temporánea: la familia. «El alejamiento de Dios
-advertía Juan
Pablo
II-el eclipse de los valores morales, ha favorecido tam·
bién el deterioro de
la vida familiar, hoy profundamente desga·
rrada por
el aumento de las separaciones y divorcios, por la
sistemática exclusión de la natalidad, incluso a través del crimen
del
aborto». La respuesta cristiana a tanto desorden no puede ser
inás que una: la nueva evangelización de la familia: «Es necesario
-
La familia cristiana puede establecerse sólidamente sobre
la institución del
matrimonio -sacramento, indisoluble,. recta
mente ordenado y abierto a la vida. El auténtico ideal familiar
a que alude Juan Pablo
II ha de cimentarse sobre el. amor raz<>
nable y fecundo, nunca sobre el egoísmo, que sólo puede generar
frustaciones y fracasos.
La protección de la familia no sólo es un
imperativo de la justicia, sino hasta un acto de sensatez política
por parte de los gobiernos y hombres públicos. Occidente,
si ne,
rectifica pronto, recibirá el estipendio de su ceguera: el suicidio
demc,gráfico y las nuevas invasiones bárbaras -provenientes de
Asia y
Africa-que constituirán quizás el fenómeno más grave
del siglo xxr.
La paternidad responsable y generosa es además
con.dición sine qua non para la expansión de la Iglesia. La conti·
nuidad del sacerdocio católico, la existencia de vocaciones al pleno
seguimiento de Jesucristo, sólo puede garantizarse gracias a los
hijos de las familias que sean cristianas y fecundas. Que .muchas
familias de hoy
se decidan a serlo es el reto planteado por el Vi
cario de Cristo.
El Papa reclamó también eón energía una libertad escolar, al
alcance de todas las familias. «Es preciso -'fueron sus palabras-
que los padres y madres cristianos sigan afirmando y sosteniendo
el derecho a una escuela católica auténticamente libre, donde se
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imparta una verdadera educación religiosa». A esta reivindicación
tantas veces formulada por la Iglesia sólo se me
ocurre añadir
unas sencillas consideraciones.
En primer término, que no es justo
que
la libertad escolar solamente sea derecho de unos pocos, pri
vilegio de una minoría de padres bien acomodados, únicos en
condiciones
de beneficiarse de una escuela libre que haya venido
a ser artículo de lujo; y hoy por
hoy ha de reconocerse que la
gran mayoría de las familias carecen de los recursos indispensables
para poder ejercer su derecho, teóricamente reconocido,
a la libre
elección de escuela. Y todavía una segunda observación: en Espa
ña, la escuela libre no corre de momento peligro de morir de
muerte violenta; corre
el riesgo, y muy grave, de ir extinguiéndose
lentamente por asfixia económica.
9. " El mundo de la comunicación social.
· El mensaje de Juan Pablo II versa todavía sobre otros temas
que no
es posible examinar aquí. Pero hay al menos uno que re
sulta obligado recordar, dada la importancia que entraña para lá
nueva
evangelización que el Papa ha pedido a los españoles. Me
refiero al tema de los medios de comunicación social. «Es innega
ble
--dijo el Pontífice en Madrid-la existencia de un creciente
proyecto de
secularización, que halla puntual eco en algunos me
dios de comunicación social, favoreciendo la difusión de una in
diferencia religiosa que se instala en la conciencia personal y co
lectiva».
Es demasiado evidente para poder ponerse en duda que el
mundo de las .comunicaciones -prensa, radio, televisiones públi
cas y privadas--tienen hoy, salvo contadas y conocidas excepcio
nes, una inspiración secularista e inclnso hostil hacia
el cristianis
mo
y la Iglesia Católica. Se trata de algo bien sabido, a que ya se
hizo alusión antes, pero que importa recordar ahora, cuando se
trata de revisar los objetivos para la acción contenidos en las alocu
ciones y discursos de Juan Pablo II.
Los católicos españoles han de ser conscientes del efecto de-
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EL DESA-FIO DE LA NUEVA EVANGELIZACION
moledor que. han tenido para las convicciones religiosas del pueblo
los incontables errores, torpezas y
.abandonos que se han produci
do en este campo
de tanta importancia para la configuración de
las conciencias, a
nivel personal y colectivo. Los medios de comu
nicación en su gran mayoría,
han ido a parar a manos laicistas y
han jugado el papel
de poderosos instrumentos de secularización.
Deber de todos los católicos
es conseguir ahora que haya medios
capaces de servir de instrumentos de evangelización. Y esa tarea,
y esa responsabilidad compromete a todos, desde el empresario o
periodista· hasta
el último de los televidentes o lectores de perió
dicos. De la acción que se lleve a cabo en este terreno dependerá
en buena medida el
éxito del mensaje que Juan Pablo II vino a
traer a España.
10. Las raíces y los frutos.
En mensaje del Papa -y esta es nuestra definitiva conclu
sión-no caerá en el vacío si consigue suscitar una reacción am
plia y positiva. De la validez de la respuesta que sean capaces de
dar los católicos dependerá que las raíces cristianas, que todavía
existen en el alma
de la mayoría de los españoles, generen nueva
savia y el árbol añoso vuelva a cubrirse otra vez del follaje, de
las flores
y los frutos de una nueva primavera cristiana. Esta será
la señal inequívoca de que estamos en camino de
·afrontar victo
riosamente el desafío de una nueva evangelización.
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