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Número 315-316

Serie XXXII

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Bioética y tecnocracia

BIOETICA Y TECNOCRACIA
POR
M."-DEL CARMEN FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA CANTERO
El estudio de la bioética llama la atención por dos caracterís­
ticas muy peculiares: la rapidez de su desarrollo y su carácter mul­
tidisciplioar. A pesar de que este tema
ha adquitido importancia en el mun­
do de la ciencia en pocos años, no
ha sido obstáculo para que, al
mismo tiempo, haya provocado numerosas reflexiones morales,
impulsadas por
los avances científioos, los cuales generan, cons­
tantemente, nuevos éxitos de la biotecnología. Esos avances
oca­
sionan que la reflexión moral se ocupe de ellos y advierta las con­
secuencias que esos éxitos pueden provocar. Y
es que si resulta
indudable que sus aplicaciones pueden resultar sumamente pro­
vechosas para la humanidad, no
es menos cierto que otras aplica­
ciones pueden conducimos a efectos insospechados -incluso no
queridos por la
ciencia-y, pretendidos o no por ella, la reflexión
moral nos advierte que han de ser rechazadas ( 1
).
Su carácter pluridisciplinar se manifiesta en que es objeto de
estudio por médicos, científicos, juristas, moralistas y teólogos, lo
que no puede extrañar, puesto que su ámbito está vinculado con
las disciplinas de todos ellos. Con los científicos en general
-,es,
pecialmente con médicos y biólogos, en los aspectos que sus res­
pectivas ciencias se ocupan de los seres vivos y del hombre--,
pues avanza con los progresos aportados por la ciencia
y la técnica.
(1) Cfr. LEJEUNE, Jérome: «Las manipulaciones genéricas: los aprendi­
ces de brujo», Verbo, núm. 189-190 (1980), págs. J.201-1.222; LÁZARO MARI,
Encarnación y !'ERNÁNDEZ BuRGUEÑo, VICENTE: «El futuro biológico del
hombre», Verbo, núm. 233-234 (1985), págs. 449-468.
Verbo, núm. 315-316 (1993), 505-526 505
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M.• DEL CARMEN FERNA.NDEZ DE LA CIGONA. CANTERO
Con los juristas, en lo que atañe a aspectos muy concretos de la
vida humana y
de las relaciones sociales, y se va viendo la necesidad
de legislar en lo referente a la aplicación
de nuevas técnicas y las
consecuencias que producen, pues esos avances muestran la insu­
ficiencia de la noimarivá jurídica existente. Cort los moralistas,
puesto que
su aplicación a los seres humanos requiere inexcusa­
blemente una fundamentación
~oral, parte fundamental de esta
materia,
colno ya lo indica su nombre (2). Con los teólogos, puesto
que la
teología moral aplica los principios de la teología dogtná­
tica al orden de los actos humanos, máxime cuando además éstos
afectan directamente al ser
humano (3 ).
Conviene, además, resaltar que la bioética excita también la
curiosidad
de los profanos en la materia, que, a pesar de elld, intu­
yen su
enorme importancia en el desarrollo de la humanidad. Por
esas
razones -su relativa popularidad y su relevancia en lo que
se refiere al ser
humano'-, observamos que es una cuestión que
puede prestarse a ser manipulada desde
el poder por los distintos
partidos o tendencias políticas.
Este
será el análisis fundamental que se intentará realizar en
el presente trabajo, si bien llinitado a su posible conexión con la
tecnoctacia, pero previamente parece conveniente hacer
algunas
corisíderaciones en tomd a la fundamentación moral de la bioética.
Seg&, la definición del profesor Elio Sgreccia, la bioética es
la «filosofía
moral de la investigación y de la práctica biomédi­
ca» ( 4 ). Definición en la que recoge los diferentes aspectos de
esta -ciencia, con lo que no refleja una concepción restrictiva de
ella: filosofía moral, investigación y aplicación práctica.
La filosofía moral presenta el primer problema que es preciso
afron_tar. Debido a la -distinta procedencia de los especialistas en
(2) Una síntesis iusfilosófica, con .especial relevancia al aspecto moral,
en SERRANo Rurz-CALDERÓN, José Miguel: Cuestiones de bioética, Speiro,
2.' ed., Madrid, 1992.
(3) Cfr. RonRIGUEZ, O. P., Victorino, Estudios de antropologla teológi­
ca, Speiro; Madrid, 1991, págs. 163-199.
(4) SGRÉCCIA, Elio, Bioética: Manuale per medici e hiologi, (I Fonda­
menti de etica biomedica), Vita e Pensiero, 2! ed., Milán, 1991, pág. 33.
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esta materia, resulta complicado establecer una base en la que
todos· estén
de acuerdo y pueda comenzat · a desatrollarse un tra­
bajo que podríamos denominat unidireccional, es decir, de fun­
damentación moral común.
No
se trata tan s6lo de analizar qué aspecto debe primar
-moral, investigación, aplicación práctica---, si es que alguno
debe prevalecer, o que límites deben establecerse, si es que esta
ciencia debe limitatse ( cuestión sobre la que volveremos
más ade­
lante y que depende de la anterior}, sino de qué ética es la que
debe
informat los principios y la aplicación de las técnicas utili­
zadas.
Una vez perdida la fundamentación ética común del cristia­
nismo, ante las dificultades que ofrece
el pluralismo ideológicd de
las acutales sociedades, en
las que ese pluralismo se considera un
valor fundamental, muchas corrientes abogan por una ética civil,
que
es una ética consensuada, constituida por el mínimo moral
común de las diversas corrientes existentes en la sociedad plura­
lista y secularizada
-en realidad descristianizada, pues antes fue
cristiana-en que vivimos, y que hace dejación de principios que
son fundamentales, entre ellos,
el del respeto a la vida humana,
en
cualquiera de sus momentos.
Así, por ejemplo, Marcelo Palacios es un exponente de esta
idea en España:
,,Se hace preciso afrontar la realidad presente
desde un talante ético actualizado,
elaborado sin eufemismos ni
reservas, contrario a las valoraciones abstractas y

a los principios
preestablecidos, poco o nada receptivos a
modificatse y en muchas
ocasiones sustentados en
falacias de diversa extraéción, que in­
corpore y represente los
mínimos éticos racionales aceptados e
indispensables
pata proteger la dignidad propia de toda sociedad,
supuestos
mínimos sin ninguna influencia confesional o pattidista
que, si bien no hayan de ser siempre compartidos, sirvan para una
aplicación común»
(5).
(5) PALACIOS, Marcelo: «Biotecnología. Reflexiones éticas 'Y legales», en
la obra colectiva Biotecnología y futuro del hombre: la respuesta bioética,
EUDEMA, Madrid, 1992, pág. 30. ·
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Ahora bien, cualquiera que sea este tipo de ética, es una ética
de mínimos
y relativista, modificable con los cambios sociales,
susceptible
de caer en un grosero sociologismo e incluso de aspirar
a ser impuesta de forma dogmática y totalitaria,
lo que daría lu­
gar, para mantener un mínimo
de coherencia con el pluralismo
ideológico del que parte, a todo tipo de objeciones de conciencia,
que resultaría imposible de aceptar
-incluso desde esa perspec­
tiva del respeto del pluralismo---, pues supondría
la quiebra de
la generalidad de la norma en que se plasman muchos aspectos
éticos y harían imposible la convivencia social en una comunidad.
Ocurre con este tipo de ética algo análogo a lo que ocurre
con la
falta de fundamentación de los derechos humanos y de lo que se
entiende por dignidad humana o por naturaleza del hombre, que
originó que
se buscase en algún consenso, sin resultado eficaz para
proteger a los seres humanos (
6
).
Una ética de esa naturaleza es lo contrario de toda ética. In­
cluso podría llegar a desaparecer esa ética civil consensuada. Así,
si el pluralismo es una de sus bases de partida, a mayor pluralismo,
menor contenido de la ética, como quiera que al aumentar las
di­
vergencias, el mínimo común entre ellas ha de ser menor, pudiendo
llegar a carecer de contenido por no reunir puntos en común.
En
efecto, imaginemos que cada corriente la representamos por un
círculo
que encierra su opción o su concepción· moral. La ética
civil estaría constituida
por. la intersección de todos los círculos
de las diversas cortientes. Cuanto
más diferentes sean éstas y cuan­
tas más corrientes concurran, más -se alejan ·los círculos unos de
otros pudiendo llegar a no tener ningún contacto común a todos
ellos. Desde luegd, no
se podrá negar que resulta o puede resultar
muy difícil que
se produzca una parte común a todos ellos. ¿Cómo
llegar entonces a una ética civil consensuada? Y de llegar a ella
¿hasta dónde
descendería ese mínimo? Y dado que el pluralismo
es de por sí dinámico, aunque es cierto que las posiciones pueden
confluir, también puede aumentar su divergencia
al aumentar el
(6) Cfr. CANTERo NÚÑEZ, Estanislao: La concepci6n de los derechos
humanos en Juan Pablo II, Speiro, Madrid, 1990, págs. 30-38,
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pluralismo -que será lo normal-, con lo que el mínimo común
de aquella ética civil que
logr6 el consenso, necesariamente des­
cendería.
El esencial relativismo de este tipo de ética la hace inefi­
caz incluso para el objetivo que se propone, que no es· el acuerdo
en sí, si no el contenido de
él. Una ética de contenido variable,
incluso carente de él,
no puede informar a la bioética por ser ra­
dicalmente ineficaz.
Prescindiendo de su aspecto moral, puede pretenderse una
fundamentación legal de la bioética, constituida por los valores
constitucionalizados en las modernas constituciones (7).
Pero
es que, además, esa ética civil y esa fundamentación legal
se asentarían en
algo tan efímero como la ocasional coincidencia
de una mayoría de la opinión pública o de los partidos, o en
la
imposición de un Estado o de un grupo de Estados o incluso de
todos ellos.
En efecto, basta con que alguna parte de las que con­
curre a formar el consenso se oponga o cambie posteriormente
de
criterio, para que dicho acuerdo resulte imposible, puesto que
lo que
se rechaza es que el contenido ético buscado sea indiscuti­
ble y esté fuera del consenso
(8). Claro es que esa dificultad podría
obviarse si se declarase intangible esa coincidencia o esa imposi­
ción, peto, a parte de ser contradictorio con
la tesis consensualista
,-supone admitir un contenido ético verdadero que el consenso
no puede
tocar-, con ello se volvería al mismo resultado que con
los «principios preestablecidos», que es el que se pretende evitar.
En efecto, se habrían establecido unos «supuestos mínimos» con­
sensuados o impuestos de una vez por todas. ¿No es esto un
dogmatismo de nuevo cuño? ¿Dónde quedaría el pluralismo actual
y sobre todo fututo? ¿No
se encerraría el desarrollo del progreso
(7) Cfr. MARTÍN MATEO, Ramón: Bioética y Derecho, Ariel, Barcelona,
1987, pág. 164; apud. SERRANO Ru1z-CALDBRÓN, J. M.: Cuestiones de.,.,
pág. 69.
(8) Esta es una de las críticas efectuadas por Massini, al que seguimos
en
esta argumentaci6n, a la pretensi6n de las tesis consensualistas de fun­
damentación de los derechos humanos. Cfr. MAssm1-CoRREAS, Carlos I.:
Los derechos humanos. Paradoia de nuestro tiempo, Alfabeta Impresores,
Santiago de Qrile, 1989, pág. 81.
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en una dogmática inaceptable? ¿No son estas algunas de las «ra­
zones» alegadas
para desechar la ética tradicional? Frente a los
principios preestablecidos de la ley natural, tendríamos otros pura­
mente voluntaristas, absolutamente rechazables, pura invención,
fácilmente sustituibles
por otros y fácil instrumento en manos de
quienes tienen el poder.
Por otra parte, ¿no nos deslizaríamos hacia una ética estatal,
excluyente de cualquiet otra ética, que además, difícilmente
con­
seguiría no ser partidista? ¿Es conveniente, como por desgracia
ocurre cada
vez más en la sociedad actual, considerar que la me­
dida de la licitud o ilicitud de un acto; de su elogio o de su repro­
che, depende de si está o
no penalizado legalmente? (9). Y es que
la cnestión
es sencilla. Cuando se prescinde de una moral objetiva
radicada en la naturaleza humana, cnya
guía la constituye la ley
natural, iluminada por la luz de
la Revelación en el caso de la
moral católica, con lo que los fines subjetivos pueden correspon­
derse con los fines existenciales objetivos ( 10), cualquier otro
in­
tento de solución resulta insatisfactorio.
Los profesores Lejeune ( 11) y Serrano previenen contra lá
pretensión de establecer una ética estatal. A juicio de éste, «el
Derecho sería el instrumento por el que se impone una moral de
construcción estatal. El fenómeno no debe sorprendernos, pues
lo mismo que se observa una política cultural oficial, podríamos
asistir a
la creación de una política moral que hace lícito o ilícito
moralmente lo
decididd en los ministerios» (12).
( 9) Contra este peligro advertía la Instrucci6n Pastoral de la Conferen­
cia Episcopal -Española sobre la conciencia cristiana en la actual situación
moral de nuestra sociedad,
La verdad os hará libres, Suplemento de Avan·
zar, 1990, pág. 24.
(10) Cfr. MESSNER, Johannes: Etica social, política y econ6mica, Rialp,
Madrid, 1967, pág. 77.
(11) LEJEUNE, J.: «Variaciones procreativas», en la obra colectivá Bio·
tecnologla y futuro del hombre: la respuesta bioitica, EUDEMA, Madrid,
1992. (12)
SERRANO Rmz.CALDERÓN, J. M.: «Los aspectos íurídicos de la
bioética», en la obra colectiva Biotecnología y futuro del hombre: la res·
puesta bioética, EUDEMA, Madrid, 1992, pág. 89.
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Cabría preguntarse si la observación anteriormente transcrita no
constituye una exageración. En efecto, son muchas las voces que
rechazan esta idea, afirmando que el Estado nunca pretendió,
ni por
supuesto
lo pretende ahora, imponer una política moral, aunando
criterios de manera que los que
no piensen como sus rectores sean
discriminados, apartados, desacreditados o perseguidos.
Se piensa
que eso sólo puede ocurrir en el contexto de regímenes totalitarios
-por oposición a los demócratas-pluralistas-'-y, por qué no de­
cirlo, hasta hace muy poco, para los bien pensantes, tan sólo si se
trataba de los no marxistas (
13 ).
Pero el nacimiento de la democracia continental esta vincula­
do a
un sistema que pretendió instaurar la «virtud» e imponerla
a los ciudadanos (14). Y el carácter totalitario de
la democracia
moderoa no ha dejado de ser subrayado (15). Incluso Kelsen, en
un texto por
demás conocido, señaló que «la democracia -siem­
pre que el poder del Estado sea exclusivamente determinado por
los individuos sujetos a
él-es compatible aún con el mayor pre­
dominio del poder del Estado sobre el individuo e incluso con
el
total aniquilamiento de la libertad individual» ( 16 ).
No es a aquellos regímenes a los que queremos referirnos,
(13) Cfr. SANDOVAL PINILLOS, Luis María: Cuando se rasga el tel6n,
Speiro, Madrid, 1992, págs. 218-232 y 238-254; MARTÍNEZ-SICLUNA y SEPÚL·
VEDA, Consuelo: «75 años luchando por la libertad», Verbo, núm. 309-310
(1992), págs. 1.065, 1.072, 1.079
y 1.080.
(14) Cfr. RoBESPIERRE, Maximiliana, Discursos e informes en la Con­
venci6n, Ciencia Nueva, Madrid, 1968, págs. 137-166. Véase SERRANO Rmz­
CAr.DERÓN, J. M.: «La paradoja totalitaria y la Revolución francesa», Anales
Je la Real Academia Je Jurisprudenda y Legisladón, núm. 20 (1989), págs.
235-248
y CANTERO NÚÑEZ, E.: «La Revolución francesa: recapitulaci6n
historiográfica», Aportes,
año V, núm. 12 (1990), págs. 20.29.
(15) Cfr. CANTERO NÚÑEZ, E.: «Evolución del concepto de democra­
cia»; Aroso TORRES, Miguel: «El totalitarismo democrático»; VALLET DE
GoYTISOLO, Juan: «Ideología o participación», en la obra colectiva, ¿Crisis
en la democracia?, Speiro, Madrid, 1984, págs. 5-35, 121-154 y 63-91, respec­
tivamente; SERRANO Rmz-CALDERÓN, J. M.: «Libertad, igualdad, fraternidad,
realidad o utopía», Verbo, núm. 281-282 (1990), págs. 95-122.
(16) KELSEN, Hans: Esencia y valor de ltf deinocracilJ, Labor, Barcelona.
1934, pág. 93.
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sino a estos, a los democráticos, a los constitucional-pluralistas,
porque carecería de objeto, hoy
por hoy, _alancear moros muer­
tos ( 17
), y porque son estos los que se presentan como el para­
digma de los. regímenes políticos. Y lo haremos refiriéndonos _ a
una
característica constituida por la tecnocracia (18), aunque di­
chos regímenes
no tengan que ser necesariamente tecnocráticos.
Entendemos que la _tecnocracia es una ideología, que sustenta
a una práctica, que pretende organizar
el mundo y transformarlo,
mediante la
cienci~ y la técnica, a fin de lograr el mayor bienestar
posible, para lo cual las tareas
de la sociedad son asumidas por el
Estado, por alguna organizaci6n mulúnacional o por un super­
gobierno mundial, imponiendo
_una racionalizaci6n cuantitativa de
todas las actividades (19),
. Lp primero que hay que destacar es_ que la tecnocracia re­
nuncia a intentar comprender una naturaleza dada, objetiva, prees­
tablecida, según
un orden del universo e-del que el hombre forma
parte-y que hay que intentar descubrir. No hay más leyes que
las de
las. ciencias de. la naturaleza, las leyes de la ciencia, que
(17) Nó porque resulte imposible de conciliar el socialismo con la tec­
nocracia, cfr. VALLET DE GoYTISOLO, J.: «La tecnocracia», Verbo, núm. 158
(1977), págs. 1.155-1,U6.
(18) Para_ el desarrollo- relativo ;:¡. .la tecn~ia se seguirá sustancial­
mente
~ ~acterimción de .Juan V allet de Goytisolo, cuyas reflexiones sobre
la materia alcanzaron una notable fortuna.
en breve tiempo. Su obra princi­
pal, Ideología, praxis -Y -.mito (le la _tecnocracia (Escelicer, Madrid, 1971),
se tradujo
al portugués_ en 19:74 (Lisboa, Restaurai;io ), y su segunda edición
castellana, considerablemente aumentada (Montecorvo, Madrid, 1975), se
tradujo y public6 en Brasil en 1979 (San Pablo, Mundo cultural): además
se ha consultado «La tecnocratja», Verbo, -núm. 158 (1977), y En torno a
la tecnocracia, Speiro, Madrid, 1982.
(19) Cfr. VALLET DE GoYTISOLo, J.: Ideologla ... (1975), págs. 261-262
y «La tecnocracia», loe. cit., págs. 1.159-1.160. Hemos refundido la definición
con algunos de sus caracteres esenciales.
Bienestar posible, que puede·
ser-según las circunstancias, cuantitativa~
mente creciente; estacionario o incluso menguante si se considera que la
escasez de los recursos-y la destrucción medioambiental así lo exigen, según
indica Vallet
en sus ·obs~atjones al Club de Roma y al Informe·Meadows,
«La tecnocracia», loe. cit., págs. 1.157-1.160.
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,BIOE;'f'ICA Y TECNOCRACIA.
resultan . un instrumento para ordenar la vida de los hombres.
Alegada
la insuficiencia de la religión o de la filosofía para alcan­
zar
la unificación. del mundo, puesto .que se limitan a determina­
dos grupos o
a reducidas zonas del saber, se propone a
la ciencia
que
por su propia naturaleza de hipótesis sucesivas, tan sólo re­
quiere la voluntad de búsqueda
en lo que todos han de coincidir.
Y como postulado esencial de la ciencia, de esa concepción cien­
tífica parcial
-,-en .cuanto prescinde de otras realidades-la abso­
luta libertad de la investigación.
Ese
reducciorusmo se da la mano con la fe en el progreso. Las
sociedades serán conducidas a
un mundo feliz, . a un futuro que
será el mejor que quepa imaginar
y se pueda realizar en· cada
momento.
Pese. a los terribles avatares por los que ha pasado la
humarudad desde la «crisis de la conciencia europea», se cree aún
en idénticos o parecidos mitos:
la ciencia idolatrada y mitificada,
identificada con la felicidad ; el progreso material confundido con
el moral
y la ciencia ocupando el lugar de la filosofía y de la reli­
gión, que será . suficiente para colmar . todas las . exigencias del es­
píritu humano (20).
La falta de un orden objetivo o si se prefiere su inoperancia,
requiere una racionalización del mundo
y de los. hombres, de la
realidad, que origine ese nuevo orden que
.la tecnocracia traerá,
por medio de una plaruficación, para lo cual es preciso someter a
las cosas
y a las personas mediante una marupulación de las con­
ciencias, la enseñanza
y la opiruón, e, incluso, la genética humana.
El domiruo de la naturaleza -en sentido amplio-no sé alcanza
con el conocimiento de sus leyes, sino que se pretende, a· su costa,
imponiéndole nuevas leyes.
La realización deUdeal tecnocrático precisa de un poder fuerte
que lo imponga. Así, el Estado, del que se exigió su laicismo en
aras del pluralismo, en
una aparente paradoja, deja de ser neutral
y se convierte en el artífice impulsor de una ideología parcialísima,
Pero la paradoja no puede ser más .que ficticia, no porque consi-
(20) HAzARD, Paul: La crise de la conscience européenne, Gallimatd
(Col. idées); 1968, vol. II, pág. 123.
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M.a DEL CARMEN FERNANDEZ DE LA CIGORA CANTERO
deremos que la neutralidad significa ya una toma de posición, lo
que no estaría en contradicción con
el concepto de la neutralidad
aplicado a ciettas cosas, sino porque negada la posibilidad de una
verdad objetiva a descubrir a través
del orden de las cosas, cuando
al mismo tiempo se pretende impulsar la realidad social, se toma
pattido pot la dirección elegida a donde conducirá el impulso. Y
es que sólo la vetdad es neutral.
Lo que no cuesta admitir en las
ciencias de
la naturaleza, pues de otro modo no cabría una vetda­
dera ciencia, se rechaza para las ciencias del espíritu.
Una de sus características consiste, pues, en la importancia
de
la técnica. Es parte esencial del sistema tecnoctático, y su desarro­
llo aceletado, incluso vertiginoso, además de constituir una de las
concausas de su aparición, le
sirve de alimento para creet que lo
que pretende es posible, puesto que los progresos técnicos van
derribando las barreras que petmiten realizar lo que antaño pare­
cía imposible. Peto no sólo los progresos técnicos, sino también
los científicos. En una relación que
se apoya mutuamente, técnica
y ciencia, constituyen la savia nutricia que mueve a ese
desarrollo
social al que se aplica la dirección tecnocrática. La ciencia, ayudada
por las continuas novedades de
la técnica, se coloca en una posi­
ción
superrelevante. Esta absolutización de lo científico impide
que otro tipo de aspectos de
la realidad puedan tenet más impor­
tancia.
El progreso científico no admite verse frenado, por lo que
no cabe
alegar ningún principio moral, filosófico o religioso, que
ponga en tela de juicio
determinados descubrimientos científicos
O aplicaciones concretas de los mismos.
El objetivo del bienestar social posible, «se autojustifica en
términos
de eficacia económica» (21), con lo que sólo es compa­
tible con una falsa ética utilitarista y materialista, necesariamente
relativista. Llevado a sus extremos, por otra parte congruentes
con
el desarrollo lógico de sus premisas, la justicia, el orden, el
bien común no son más que expresiones de ese objetivo. Es decir,
es la pretensión y la realización tecnocrática la que permite predi­
car respecto de
la realidad, la justicia, el otden, la vetdad o el bien.
(21) VALLET DE GoYTISOLo, J.: Ideologla ... (1975), pág. 48.
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BIOETICA Y TECNOCRACIA
Correlato de la tecnocracia y de los sistemas constitucional­
pluralistas de los que ya se
hizo' breve mención, es la masificación
social, fenómeno nunca suficientemente denunciado (22).
Los ca­
racteres de las -masas, permiten que en una masificación genera­
lizada, las voces discordantes no sean tenidas en cuenta y, hasta
cierto punto, pueden ser consentidas.
La falta de reflexión que
caracteriza a quienes se encuentran sumidos en la masificación,
posibilita que los argumentos
de carácter moral, sean rechazados
por obsoletos. Si bien, esa pretendida obsolescencia ha sido pre­
cedida de una campaña denigratoria de esa moral y propagandís­
tica de las «razones» científicas que pretenden sustituirla.
· Los medios de comunicación en poder del Estado o influidos
por
él, o incluso sometidos en algunas cuestiones a organismos
multinacionales (23 ), desarrollan auténticas campañas de propa•
ganda y promoción de determinadas ideas y pautas de conducta,
seg,¡n convenga a la idea planificadora y organizadora directiva.
Se aprecia con toda _claridad en las campañas en pro del descenso
de
la natalidad, en la cotidianiedad de cuestiones como el aborto,
la eutanasia y
más recientemente las posibilidades de elección del
sexo de los futuros hijos.
Casi siempre promovidas en una sola
dirección aunque pueda ser diversa
la perspectiva con que se las
presenta.
Esa manipulación de
la sociedad puede incluir la del lenguaje,
fórmula eficaz para
lograr la manipulación del ser humano. Como
advierte López Quintás, «la articulación del lenguaje se halla en
estrecha vecindad con la articulación
del pensamiento. La más
leve alteración del sutil tejido del lenguaje repercute súbitamente
en
la delicada trama del pensar» (24). Así, cabe que se utilicen
(22) Cfr. VAilET DE GOYTISOLO, J.: Sociedad de masas y derecho, Ma­
drid, Tauros, 1969. Resulta muy ilustrativa la lectura de esta obra, pata ver
c6mo, desgraciadamente, los hc:chos. han confirmado que buena parte de los
análisis realizados, desgraciadamente, se han quedado cortos.
(23) Cfr. SoRIA, Mario: La informaci6n, Speiro, Madrid, 1991, págs.
47-63.
(24) LóPEZ QuINTÁS, AHonso: ~strategia del lenguaje :Y manipulación
del hombre, Narcea, Madrid, 1979, pág. 193.
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M.• DEL CARMEN FERNANDEZ DE LA CIGOJ.9A CANTERO
palabras y ·expresiones que contribuyen eficazmente a cambiar el
modo de pensar y a relativizar todas las . cuestiones, vaya o no
unido a una mentalidad
· tecnocrática.
En lo que aquí interesa, es suficiente con aludir a la utiliza­
ción, según esquemas
y planteamientos estratégicos, de «ténninos
talismán>> o «términos estratégicos», «que parecen estar más allá
de toda posible crítica; son intocables. Nadie se atreve a ponerlos
en tela de juicio porque son vistos como la
raíz misma del presti­
gio»
(25). La reiteración de un determinado:uso de palabras como
«progreso», «científico», «libertad» y ·«límites», «conveniente~
mente» utilizados en el discurso, provocan una respuesta de acep­
tación o de rechazo, coincidente con el objetivo propuesto. De esta
manipulación se han servido «ideólogos», tecnócratas o no, así
como aquellos que sostienen que la investigación
científica en ge­
neral, y por ende, la biotecnología en especial, no deben tener
límites porque
es contrario al progreso, a la libertad y al espíritu
científico. Bastaría
con utilizar el tétmino «racionalización» para
elaborar un discurso favorable a la aceptación de la tecnocracia.
Pero junto a la utilización de determinadas palabras
se en­
cuentra, también, el empleo de unas en lugar de otras; el sustituir
un término
o· expresión, cuyo sentido es difícil de cambiar o de
provocar la inhibición de la capacidad de discernimiento, por otro
qúe no encierra tales dificultades, una vez que se ha logrado ocul­
tar la significación del termino sustituido. Así ocurre, ·por ejemplo,
con la palabra «preembrión»
y las expresiones «interrupción del
embarazo» y «material
genético» en algunos de sus usos, a que
más adelante se aludirá. ¿Por qué utilizar esa palabra para esta­
blecer un período de catorce
días a partir de los cuales el ovocito
fecundado cambia de categoría? No
se produce ningún cambid
sustancial en el embrión en el decimoquinto día. Pero el diferen­
ciarlo del embrión, da pie para que durante ese lapso de tiempo
se permita cualquier tipo de experimento, que se prohíbe· a partir
de ese plazo.
Si el criterio es la anidación., como algunos autores
(25) LóPEZ QuINTÁs, A.: «La manipulación del hombre a través. del
lenguaje», Análes de 10 Real "Academia de Ciencias Morales y Politicas,
año XXXIX, nóm. 64 (1987), pág. 264.
516
Fundaci\363n Speiro

BIOETICA y· TECNOCRAC1A
afirman, ¿por qué no saltar también ese límite? En definitiva, en
un tubo de ensayo no
se produce tal anidación. Pero la sustitución
de un término por otro permite la experimentación durante un
período de su desarrollo, que, en principio parecía vedada sobre
el· embrión. De hecho, no es más que una ficción, pero termina
por ser aceptada, desapareciendo las críticas y rechazos que pro­
vocaría
la experimentación con embriones, y hace olvidar que el
«preembrión» no ha dejado de ser un embrión.
A
la expresión interrupción del embarazo en lugar de aborto
provocado,
se refirió Marías denominándola «expresión de refinada
hipocresía». Por la misma razón, señala, cabría hablar de «in­
terrupción de la respiración» para referirse a la pena de muerte
por horca o garrote: «en ambos casos se
mata a alguien» (26).
Aunque
la palabra aborto no ha desaparecido, no cabe duda de
que
es más fácil tragar su despenalización o liberalización, con
una expresión que alude
más remotamente a la provocación de
una muerte (27).
Como consecuencia de
esa masificación mediante la cual se
consegoirá la homogeneización de la sociedad, en aplicación de
una superior racionalidad poseída por
la tecnocracia, la participa­
ción de las personas, «con iniciativa
y responsabilidad en muchas
materias de la esfera
de la propia competencia» queda vedada
«porque se estima que la razón de quienes ocupan la cumbre asume
la racionalidad del
todo» (28). En esto, la tecnocracia no hace
sino acrecentar un fenómeno característico de la democracia
mo­
derna, en la que el pueblo, como decía Costa, es el servum pecus,
que
se limita a ser rey y soberano, en el acto de depositar su pa­
peleta electoral, e incluso en ese momento,
siendo absolutamente
prescindible
la persona individual.
(26) MARÍAS, Julián: «Una visión antropológica del aborto>, en la obra
colectiva En defensa de la vida, Edilibro, Madrid, 1983, pág. ·17.
(27) Sobre la manipulaci6n operada para la aceptación del aborto, cfr.
LóPEZ QuINTAS, A.: «La manipulación del hombre a través del lenguaje•,
loe; cit., págs. 270-271 y La manipulación del hombre en la defensd del aborto
(Madrid, 1985), a la que aquella remite.
(28) VALLET DE GoYTISOLO, J.: Ideologla ... (1975), pág. 107.
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M.• DEL CARMEN FERNANDEZ DE LA CIGORA CANTERO
Cuando la tecnocracia se instala en el Estado moderno, se
suman los males de aquella y de la democracia modetna. La for­
mación
técnica· y más ·que ella, la mentalidad de los tecnócratas,
impide una perspectiva total
y su parcialidad, conforme a las ca­
racterísticas antes señaladas, conducen a una acci6n uniformante
total (29). No se trata, p0r tanto, tan sólo del fenómeno de la
especialización. Los peligros que esta puede acarrear, sorteados
eficazmente cuando
se tiene conciencia de la limitación de la es­
pecialliación, difícilmente pueden ser evitados cuando se asumen
como un principio absolutivizado
los valores de la ciencia y las
posibilidades de
la técnica. Con ello la trasposición de meclios a
fines resulta evidente, como por otra parte, puede deducirse de
fo expuesto páginas atrás.
¿Qué relación puede haber entre tecnocracia
y bioé.tica? Las
antetiores reflexiones sobre la tecnocracia son suficientes para ver
que pueden afectar a la bioética.
Y una bioética carente de fun,
damentación moral auténtica, puede también contribuir a un plan­
teamiento tecnocrático, dados
los progresos de la biomédica y de
la biotecnología. De hecho, la manipulación genética del· hombre
ya ha sido apuntada como posible praxis de la tecnocracia.(30).
El desarrollo científico ha puesto en manos
del. hombre un
poder hasta hace poco inimaginable, pero cabe dudar que haya
ido
acompañado de una moralidad suficiente para asegurar su uso
correcto.
«El hombre se ha dotado en el mismo período de su historia
de dos poderes inversos: el de disponer de los medios de destruir
el mundo que
le sustenta y el de crearse a sí mismo» (31). Estas
palabras de Michaud que
reflejan las posibilidades de la ciencia
en nuestros
días, constituyen un motivo setio para la reflexión.
Suele pensarse en las aplicaciones bélicas de la
energía atómica
\:l)ando se habla de capacidad para destruir el mundo.. Y esto es
(29) Cfr. VALLET DE GmmsoLO, J: «Perspectivas parcisles y acci6n
uniformante total», Verbo, n4n>, 143-144 (1976), p,lgs. 415472.
(30) VALLET DE GonrsoLO, J.: Ideologla ... (1975), págs. 205-209.
(31) MicHAUD, Jean: «Ciencia, Etica y' Derecho», en la obra colectiva
Biotecnologia y ... , pág. 35.
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BIOETICA Y TECNOCRACIA.
consecuencia de una mala construcción de la primera bomba
atómica y todavía
más inmoral, a su aplicación, es la causa de ese
poder de destrucción. Hasta ahora su uso
bélico se ha contenido
después de ver los horrores causados ( no así

la experimentación,
que
ha causado no pocos daños al ambiente). Pero también por
falta de una moral, por convertir los medios en fines, por intentar
conseguir un progreso a cualquier precid,
se han edificado múlti­
ples centrales nucleares en los países del socialismo real, que no
reónen las debidas condiciones de seguridad, a pesar de que

erao
previamente conocidas.
Pero también se puede causar la destrucción del mundo, de
las sociedades humanas, jugando a aprendices de brujo. La biotec­
nología aplicada a los seres humaoos, si
sólo se atiende a conside­
raciones científicas y técnicas, aparte de su inmoralidad intrínse­
ca, pues los hombres no son objetos que se les pueda manipular,
puede conducir a una catástrofe difícilmente imaginable. Pero si
el resultado no importa, sino sólo su adecuación con
un progreso
previamente definido como «científico», no habrá solución para
evitar los efectos perversos de las aplicaciones científicas.
La ten­
tación del «seréis como dioses», cuando
se cae en ella, no engendra
sino demonios. Mejor
es no abrir la caja de Paodora.
Sin embargo, muchas son las opiniones y los intereses
q~e
prefieren omitir estas consideraciones. Asi, se ha llegado a afirmar
que cualquier tipo de investigación científica es buena y
útil por­
que procura un mayor conocimiento del objeto estudiado. Cuando
el objeto de la biotecnología ha dejado de ser el animal o el ve­
getal y se ha concedido especial atención al hombre, ha suscitado
un rápido interés, no sólo entre los
expertos, sino también en los
medios de comunicación
y en la sociedad y, ¿por qué no?, tam­
bién en los gobiernos.
Este interés puede
provocar que la biotecnología aplicada al
hombre, en consonancia con -u:h. interés de· la· tecnocracia, lleve a
su instrumentalización. con el objetivo tecnocrático; De ahí, la po­
sibilidad de intentar establecer una ética estatal en relación con
ella, que, como vimos, no puede
constituir el fundamento de la
bioética
y ha de ser rechazada,
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Fundaci\363n Speiro

M."· DEL CARMEN FERNANDEZ DE LA ClGOfvA CANTERO
Pero por orra parte, y con miras absolutamente dispares, ese
interés por la bioética, podría constituir un cierto remedio a la
tecnocracia y a un posible intento de establecer una ética estatal
de
,base tecnocrática. En efecto, ese interés podría suscitar figuras
sobresalientes en este tetteno, que
se aparten de los estándares de
una sociedad masificada,
y. defiendan posiciones no incluidas en
los
· cálculos tecnocráticos. Personas que se den cuenta de la nece­
sidad de situar a lós medios en el lugar que les corresponde y
restituir a los
fines· la prioridad que les es propia, poniendo aque­
llos al servicio de éstos.
Sin caer en un optimismo infundado, quisiéramos creer que,
efectivamente, el ser humano, la persona, está librando la batalla
en
la que parece que podrá recuperar su personalidad, y· que poco
a
poco, se irá desengañando y dejando de lado la idea de un pro­
greso,
a cuyos pies todo puede ser sacrificado, y que siempre es
beneficioso. En este sentido podemos observar los intentos de un
importante y representativo sector de
la bioética por frenar, limi­
tar y encauzar los avances de la biotecnología y sus aplicaciones.
El profesor
José. Miguel Serrano, en su obra Cuestiones de
bioética, enjuicia críticamente algunos de los argumentos más uti­
lizados por el sector contrario a· esa direcci6n. Así, recuerda las
afirmaciones de que
«el progreso en las áreas más directamente
relacionadas con
la ciencia y la tecnología se ,ha traducido en un
progreso en
todos los demás aspectos de la vida humana. De esta
forma, ligado de una manera indisoluble
al progreso científico,
observamos un desarrollo irrefrenable de lo humano en su
con­
junto» (32); o las que se refieren a «la neutralidad de la investiga­
ción científica y tecnol6gica, que en cuanto intenta descubrir y
manejar la realidad, no puede considerarse como mala
y, en todo
caso, si como buena» (33).
Estas afirmaciones y otras similares que podrían hacerse, son
un tanto parciales
. y contribuyen a crear cierta confusi6n. Desde
luego que
el progreso, entendido como bienestar social, como
(32) SERRANO Rmz-CA.LnERÓN, J. M.: Cuestiones de bioltica, Speiro,
2.' ed., Madrid, 1992, pág. 46.
(33) SERRANO Ru1z-CALDERÓN, J. M:: Cuestiones de ... , pág. 48.
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BIOET1CA Y TECNOCRACIA.
algo mejor que lo anterior, no sólo no es malo, sino que es un
objetivo de las personas y de las sociedades; y, por supuesto, la
investigación,
fundada en el deseo de saber y de desentrañar las
causas de las cosas,
es connatural al ser hnmano, deseable y nece­
saria para la sociedad. Pero otra cosa muy distinta es concebir el
progreso como un mito y elaborar sobre
él una ideología (34), por
lo que no resulta aceptable cualquier forma o concepción del pro­
greso, ni cualquier tipo
dé investigación.
Así, entre otras distinciones, cabría diferenciar la investiga­
ción terapéutica y
la investigación dedicada directamente a la ma­
nipulación genética. Y entre los tipos .de investigación según los
medios de que se valiesen y
el «material» que utilizasen como
objeto de investigación. Hay que rechazar todo lo que suponga
manipulación
del ser hnmano, en su origen o en su desarrollo. Y
sostener que
es errónea la afirmación dé la licitud de cualquier
forma de investigación. Y este nos parece uno de los
principales
aspectos criticables de la tecnocracia en relación al tema de la
bioética, o mejor
dicho, con la biotecnología aplicada al hombre,
puesto que no cabe una auténtica bioética asentada en la ideología
de la tecnocracia.
El profesor Serrano lo ha
destacado en su obra, indicando
que la dignidad de la persona es y debe ser inatacable. Su digni­
dad y
el respeto a la vida han de constituir los límites fundamen­
tales de la biotecnología.
Esto supone preguntarnos cuándo
se está vulnerando esa dig­
nidad de la persona o cuándo no se· respeta la vida. La respuesta
a
ésta segunda cuestión parece muy sencilla, aun ruando siempre
hay a quien le gusta complicar las cosas. Para ello
nos bastará con
traer a
la memoria dos palabras: aborto y eutanasia. El atentado
a la vida humana que supone
la primera es, desgraciadamente, un
hecho. Constituye el mayor baldón
dé la historia de la hnmanidad.
La eutanasia está en vías de serlo (35).
(34) Cfr. GAMBRA CIUDAD, Rafael: «El mito del progreso. El progreso
de la historia y el progreso en la historia», Verbo, núm. 73 (1969), págs.
159·177.
(35) En Holanda recientemente se ha Iegalhado la eutanasia activa·. -Y
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M.a DEL CARMEN FERNANDEZ DE LA CIGORA CANTERO
Pero no basta con quedarse en estas cuestiones. Tampoco es
admisible que se produzcan embriones desechables en las fecun­
daciones in vitro,
ni las investigaciones que legalmente se llevan
a
<;abo en nuestro país sobre los «preembriones», que después
son destruidos
(%}. Es sintomático que, para acallar conciencias
reticentes,
se utilice el argumento de que con lo que se está expe­
rimentando no son personas, no son miembros de nuestra especie;
es tan sólo «material genético», expresi6n que engloba a «preem­
briones», embriones
y fetos no viables.
En cuanto a
la vulneración de la dignidad humana, la justifi­
cación
es similar y los supuestos aún se amplían más. Se atenta
contra
la dignidad humana, del ser futuro y de sus padres, cuándo
se prescinde del único entorno adecuado y digno para venir al
mundo, cuando se separa el acto conyugal y el dé la procreación
con
la fecundación in vitro, sea con la propia madre o con «madre
de alquiler» o «mujer incubadora».
Se atenta siempre contra la
dignidad humana, cuando se hace del hombre un · puro objeto,
cuando · se le «cosifica»-, cuando se considera que es mera materia,
como cualquier otro ser, manipulable y moldeable.
A
veces se acude al sentimiento en lugar de a · la razón para
justificar ciertos actos. A
un sentimentalismo completamente a ras
de tierra, .deshumanizante: ¡cómo condenar a una persona a una
vida
ronsiderada no suficientemente digna o aceptable! Entrar en
el juego
de estas argumentaciones implica gravísimos riesgos.
¿Cuáles son los criterios para juzgar y evaluar la «dignidad» o
«aceptabilidad» de una vida? ¿La salud? ¿El bienestar social o
económico?
¿La aceptación por la propia familia, por la sociedad
o por uno
mismo? ¿Quién decidirá la evaluación y aplicación de
esos criterios?
¿ Qnién tiene poder para. decidir la vida o la muerte?
Si este «derecho» quedara en manos del Estado, éste podrá
el Anteproyecto del nuevo código penal espafiol, el «c6digo penal de la de­
mocracia», prevé una levedad tal de las penas, que de hecho, la vida hu­
mana en
ésos supuestos de eu.tanasiá queda desprotegida.
(36) · Cfr. leyes 35/88, de 24 de noviembre, sobre técnicas de reproduc­
ción asistida, y 42/88, de 28 de diciembre, sobre donación y utilización de
embriones y fetos humanos o de stls células,. tejidos u órganos.
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BIOETICA Y TECNOCRACIA
decidir sobre quién ha de vivir y quién no. ¿Se considera exage­
rada esta posibilidad? Se dirá que es. contradictorio con un régi­
men constitucional pluralista, y por tanto, inadmisible. Pero los
hechos son tercos
y la proximidad de. una liberalización de la
eutanasia así
como la de la ya efectuada liberalización del aborto,
permiten pensar que todo puede ocurrir.
Estos acontecimientos nos hacen pensar en lo que, con
razón,
tan duramente se criticó y recliazó del régimen del Tercer Reich:
la selección de la raza. Y si se cree que la eliminación de los su­
jetos «defectuosos» no volverá, el supuesto del aborto eugenésico
da pie
para puder pensar lo' contrario. Y si la esterilización se
defiende aduciendo motivos de superpoblación, {es inimaginable
por motivos eugenésicos?
De ahí el peligro de una «nueva mo­
ral» basada en un pretendido humanismo biológico sometido a
un totalitarismo' científico (37).
El otro factor que
parece podría apuntar en esta misma di­
rección es la investigación genética, que es estudiada ampliamente
por la
bioética, dado que puede incluirse el perfeccionamiento de
la herencia genética.
La elaboración del «superhombre», procu­
rando desarrollar ciertas facultades,
virtudes o cualidades físicas,
mediante la manipulación genética. Afortunadamente, en la
ac­
tualidad patece ser que la opinión unánime es la de que el genoma
humano es indisponible,
es decir, sigue habiendo una herencia,
un patrimonio, que constituye la esencia del hombre en cuanto
individuo de una especie, la especie humana, que no se puede
modificar.
Además, hay una serie de técnicas que tampoco son general­
mente aceptadas. Vila Coro
señala que «las recomendaciones del
Consejo de Europa,
las Comisiones de Bioética, los informes de
las Organizaciones no gubernamentales, Comités de expertos para
el estudio de los temas de bioética y, entre otras, la legislación
española, coinciden en rechazar una serie
de manipulaciones de­
nominadas «desviaciones no deseables», tales como la clonación,
(37} ar. N!i.UGTHON, Georges: Le choc du passe. Avortement, neo-na~
zisme, nouvelle morale, GARAH, La Celle Saint Cloud, 1974.
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M.• DEL CARMEN FERNANDEZ DE LA CIGORA CANTERO
la hibridación, selección de raza { ... ). Imponen ,limitaciones al uso
industrial
de embriones y fetos humanos así como de .sus estruc­
turas y tejidos con fines cosmé*os o semejantes, que se reservan
para fines estrictamente terapéuticos» ( 38
).
Sin embargo, debemos recordar que todas estas manipulacio­
nes que hoy no están admitidas legalmente, pueden modificar su
«situación legal». En cuanto ciertos intereses primasen·
o parecie­
sen más beneficiosos
económica o políticamente, esa legislación
podría ser reformada, ya que en lo que a legislar se refiere cada
velé se tienen menos en cuenta los argumentos morales, o en todo
caso
se atiende como ya hemos señalado anteriormente a una ética
de mínimos o a, una «ética».Jegal.
Para concluir querríamos referirnos brevemente a los denomi­
nados
Comités de Bioética, ya existente en diversos países. Si bien
es necesaria una adecuada información, con un punto de vista
amplio, es decir, considerando. todos los aspectos implicados en
la cuestión (médicos, jurídicos, morales
... ), vemos un grave riesgo
en la creación
por parte del Estado de estos Comités; puesto que
serían absolutamente dependientes
del mismo, Peligro que aumen­
ta en un sistema tecnocrático
en el que réalmente no existe
ningún
tipo de limitación a la. hora de llevar a cabo la aplicación
de las distintas técnicas, más que el propio criterio de los técnicos
que dirigieran, directa o
indirectamente, esta clase de operaciones.
Recordemos que los actos que
se realizan por un Estado tec­
nocrático no son dejados al azar, si no que responden a una pla.'
nificación previamente trazada. Así, la homogeneización ·que pre­
tenden, responde a la idea de debilitar
la sociedad en general y
la familia en particular, puesto que así
se lograríán individuos
desenraizados y «más manejables». En definitiva nos encamina­
mos hacia lo que ya nos advierte el profesor Serrano y ante lo
que debemos reaccionar, bajo pena'de que la persona pierda su
dignidad de tal: «La eliminación de
la realidad familiar en el ám­
bito de la reproducción sería el paso decisivo hacia la colectiviza-
(38) V1LA CoRo, M.ª Dolores: .. «Los límites de la bioética», · en Biotec­
nologia y ... , pág, 78.
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BIOETICA. Y TECNOCR4Cl:A
cron, es decir, hacia el final del reconocimiento de la persona
como persona. El desarrollo científico permitiría alcanzar así un
lími.te que ningún Estado totalitario ha conseguido jamás pero
que supondría un avance trascendental en la evoluci6n expansiva
del Estado
Moderno» (39).
La importancia de lo que está en juego es de tal magnitud,
que
es preciso una fundamentaci6n moral verdadera de la bioéti­
ca, que no puede ser otra que la que se asienta en la naturaleza
humana, fuera del poder decisorio de los hombres.
La ley natural
es la única guía verdadera de la moralidad de las acciones huma­
nas,
y a la que todas las personas, sin distinci6n de épocas, esta'
mos sometidas. Y s6lo desde una moral fundada en el Evangelio,
qu~ Dios nos ha reveladd, se podrá hacer frente con garantía ,de
éxito, a un futuro amenazador que, aunque incierto, resulta ate­
rrador.
Si la defensa de la moral cat6lica y su práctica resulta inexcu­
sable para los bautizados (40), también lo
es para el bien de la
sociedad, cualesquiera que sean sus componentes. Aunque no se
sea cristiano, no cabe negar ni se pueden ocultar los inmensos
beneficios que
el cristianismo aport6 y sigue y puede seguir apor­
tando a
la civilizaci6n. Un agn6stico como Maurras lo advirti6
con claridad cuando defend!a a la Iglesia y a la religión católica,
por
la sola raz6n de sus beneficios civilizadores: «El catolicismo
coincide con
los intereses esenciales de la patria francesa y del
mundo civilizado» (41).
Consecuentemente,
la regulaci6n legal de las cuestiones que
la biotecnología suscita, y la ética estatal que la rija, deberá re­
nunciar a todo positivismo y asentarse en el iusnaturalismo clá­
sico. La legitimación del derecho y del Estado, como advierte
(39) SERRANO RoIZ-CAr.DERÓN, J. M.: «Los aspectos jurídicos de la
bioética», en Biotecnología y ... , pág. 94.
( 40)
El profesor. Serrano señala algunas de las razones por las que los
cristianos no pueden contribuir a
la defensa de una pretendida bioética neu­
tral. Cuestiones de ... , págs. 27-41.
(41) MAURRAS, Charles: La démocratie religieuse, Nouvelles Editions
Latines, París, 1978, pág. 258.
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M.• DEL CARMEN FERNA.NDEZ DE LA CJG08A CANTERO
Martfnez-Sicluna, supone «una justificación por razones de prin­
cipios que no son otros que los que forman
parte del orden na­
rural, el orden de esa realidad jurídica previa que condiciona la
aparición del Derecho Positivo» ( 42).
De otro modo, estaremos
ante la simple «legalidad» o incluso,
si se prefiere, la «legitimidad
formal», que asegura el procedimiero pero no la bondad del con­
tenido de las normas ( 4 3 ). Como es obvio, una legitimidad de esa
naturaleza, una «legitimidad sustancial» ( 44
), impediría la tecno­
cracia
y corregiría algunos de los males de la democracia moderna.
Por último
tan solo apuntar que el argumento recurrente de
la incompatibilidad entre ciencia
y fe, sólo se produce bajo una
perspectiva deformante de la ciencia, suficientemente aludida pá­
ginas atrás, cuando se sale de sus propios límites o no admite
otro tipo
de conocimientos {45).
(42) MARTÍNE:<-SrcLUNA Y SEPÚLVEDA, C.: Legalidad y Legitimidad: la
teorla de poder, Actas, Madrid, 2.• ed., 1991, pág. 231.
(43)
MARTÍNEZ-SrCLUNA Y SEPÚLVEDA, C.: Legalidad y ... , págs. 216-236.
(44) MARTfNEz.SrCLUNA Y SEPÚLVEDA, C.: Legalidad y ••• , págs. 166-236,
en especial 2210-218.
(45) Cfr. FERNÁNDEZ BURGUEÑO, Vicente: «Ciencia y Fe», Verbo,
núm. 271-272 (1989), págs. 163-185.
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