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Número 315-316

Serie XXXII

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Desde Taiwán

DESDE TAIWAN
POR
]ESÚs LóPEZ MlIDBL
No es fácil resumir, en unas cuartillas, las vivencias de una
estancia breve
-la Semana Santa-en la Isla de Formosa. Taiwán.
China no comunista, para entendemos. Lejana en la distancia de
España. Exótica, bella. No ha sido un viaje turístico, o de ·placer.
Sí ha habido mucho de compartit esos días señalados con una
parte de los misioneros españoles --dominicos y
dominicas-es­
pecialmente, que están allí, en pie. Algunos, comd el P. Marce]ino
Delgado, el P. Monteto o el P. de la Cruz desde los años 1934 o
1936.
El desplazamiento estaba motivado, singularmente, por la
cir­
cunstancia de quetet conocer a la M. María Gloria de Dios, priora
del monasterio «Madre de Dios», de Kaohsiung, novicia que fue
de
«sor Teresita del Niño Jesús», en el Madre de Dios de Olmedo
-años 1952-54-, cuya biografía hicimos por encargo de las
M.M. Dominicas del Monasterio «Nuestra Señora
:del Rosario de
Daroca» (Zarag02a). Obra que motivó -entre otros factores­
la iniciación de su Proceso de Canonización, actualmente en Roma.
El testimonio escrito de
M. Gloria estaba incorporado en la obra,
peta no la conocíamos. Y pareció conveniente vivir esos días junto
a aquel monasterio del lejano
-lejaníshno-Oriente. Para per­
cibir así el espíritu, el alma, la vida monacal y contemplativa de
las
cerca de treinta religiosas dominicas, en las que se vislumbra
aún el rico sentido misionero de sor Teresita, con el aporte de
M. Teresa Ortega en las fundaciones del «Madre de Dios», por
todo
el mundo.
Aparte de· las glosas y conversaciones · acetca de « Vivir con
amor en la
verdad», para mí, el impacto espiritual más fuerte fue
Verbo, núm. 315-316 (1993), 647-650 647
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percibir que, dentro de ese mundo chino, que ciertamente nd
tiene parecido con el occidental, hay una viabilidad ecuménica
cristiana. Hay un desarrollismo natural, no tecnocrático, de Taiwán:
el
país de mayor reserva de divisas, se trabaja hasta las diez o las
once de la noche; se exporta mucho, apenas se importa; con una
capacidad de imaginación o de «imitación» impresionantes; con
muchos niños ; con un sentido trascendente -en reencarnación
de la vida-de las obras y del hacer el bien ; con una limpieza
de costumbres
-y de programas televisivos-, aunque sí mucha
polución y motos; con 10.000 dólares
de renta per cápita; con
un sentido de gratitud hacia su héroe y
defensdr del anticomunismo
en Asia, Chian Kai-Shek,
cuyo monumento de varias hectáreas,
en T aipe, sirve de fermento educativo y
de ejemplaridad para el
pueblo taiwanés
...
Todo eso -sumado al idioma, costumbres, «letteros», grafo­
logía,
geografía-puede hacerse dificil a una penettación. cristiana
o apostólica. Pero
1o significativo es que las misiones de domini­
cos y de dominicas visitadas, y especialmente el «Madre de Dios»
dé · Kaohsiung, constituyen reservas y avanzadillas de nuestra fe.
A raudales. De la comunidad de religiosas dominicas, unas vein­
tiuna son chinas (alguna anda por Olmedo, y otra estará pronto
en el «Madre de Dios» de Angola). Pero qué hermoso oírlas pre­
guntar por «sor Teresita»
y, sobre todo,. verlas rezar y cahtar.
Qué alegría interior. No me exttafia que el señor obispo Paul
Shan,
jesuita, con quien c011versamos larg¡nnénte, quisiera pasar
co11 ellas la Semana Santa. O que constituya un centto de espiri­
tualidad en Taiwán, al que acuden
religiosos y religiosas de otras
comunidades cristianas, como. reducto de vida contemplativa, e
incluso de otras religiones. o agnósticos, para encomendar
sus pro­
blemas y suplicar una oración. ·
Ocurre aquí que el mensaje misionero que sor Teresita Pérez
Iriarte y M. Teresa Ortega tuvieron
-en estilos diferentes--se
vuelve un
poco, o se manifiesta, en la sociedad de nuesttd tiempo,
como una «transfusión de sangre» para nosotros, fos · «cristiaÍlos
cómodos» o «viejos» del mundo· occidental. En el que la fe apenas
se. valora: Y es verdad que se vuelve de allí aprendiendo, como
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una ejercitación espiritual, nueva, superadora. Como un mazazo
pata nuestra inercia. Por el «hombre nuevo» que los chinos
--con­
vertidos-muestran palpablemente. Cuento una anécdota:
Habíamos llevado una imagen de Santo Domingo de Guzmán
que las religiosas de Olmedo nos habían encomendado. Y por
nuestra parte, además de unas pequeñas estatuillas, capillas o
man­
tos traídos de Zatagoza, una imagen de la Virgen del Pilat de
medio tamafío. ¡Qué alboroto
se atmó en el locutorio! (El cris­
tianismo, allí, tiene que mostrarse en expresiones vivas, pues son
signos, y no palabras, ni sílabas, lo que expresa su forma de co­
municabilidad. Como un jeroglífico impresionante, en las mani­
festaciones externas, o del lenguaje.
Se entonan los himnos a Santo
Domingo. Y el de la Virgen
del Pilar ... cantado por todas las
voces -hay .solamente dos atagonesas, M. María Gloria, priora,
y sor
Encarnación-, mayoritarismente las chinas. Y ¡qué bien lo
hicieron! Me patecía estat en
,;l Pilat de Zatagoza un 2 de enero.
Lu,;go, en la iglesia, se daría lectura a un texto de entronización
pe
la Virgen del Pilat, compuesto por el sacerdote atagonés Mosén
Jesús L. Bello, previa la bendición de las
imágenes por el P. José
Legido,. sa:lmantino (La revista El Pilar les llega como comunica­
ción prioritaria de
Espafía).
Hay en T aiwán el reconocimiento del valor de la educación,
que subyace en la filosofía érica de Confucio, como resorte de
reatme moral y de progreso. Visitamos un gran colegio de domi­
nicos chinos,
ya «independientes» de la provincia espaiíola. Y otro
colegio
de ursulinas. Un sistema educativo coherente, y con un
respeto y atención por las familias y de la sociedad ( en Hong-Kong,
conocíamos el
de dominicos, pata unos 8.000 alumnos).
Pese a la industrialización y
al desattollismo, me hace pensat
que este grao puebld de Taiwán mantiene las raíces
de lo familiat,
muy atraigadas. Esto no es obstáculo para potenciar -por la
educación,
también-su propia identidad nacional, y el respeto
a las demás creencias. No
me extrafía que, pese a las distancias y
experiencias duras, vividas por algunos de estos misioneros ---el
P. Ceferino de
la Cruz ha escrito un precioso libro, editado en
inglés y castellano,
Mis dias de prisi6n en la China comunista-,
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gran parte de ellos quieran permanecer allí hasta el finl!l de sus
días. Junto a los más jóvenes, valientes, abiertos, alegres (P.P. Juan
José, José Ignacio, etc.).
Si uno
tiene ocasión de conocer a algunos chinos «converti­
dos» -como Magdalena, un ángel que nos fue puestd por las do­
minicas de Kaohsiung, como guía y experta-, o Clara, por domi­
nicos chinos
en Taipei, resulta hermoso percibir un poco, o entre
adivinar,
lo que serían los «primeros cristianos» por su generosi­
dad, la
lozanía de su hermandad como hijos de Dios, lo hermoso
de su entrega, de su hacer el bien con naturalidad, como en pun­
tillas,
reverencil!lmente.
Hemos vuelto de un Taiwán ~feliz, pujante y trabajador­
admirando y conociendo laa raíces de su gran futuro. En lo ma­
terial
y en lo espiritual: porque, al fin y al cabo, la fortaleza de
su fe, aunque en minoría, les hace pensar en· lo hermoso de ese
trásplante fecundo, del mensaje evangélico que nace en la tierra
de Jesús
y que proyecta en el Lejano Oriente, allá en la China
~ la continental, parece que la firmeza de sus misioneros y la
oración están facilitando el final
de la persecución--, y en la na­
cionalista; en Taiwán, que fue la última fortaleza anticomunista,
y que sigue siendo vigía y reserva en avanzadilla ético-moral y
cristiana. El «Madre de Dios», de Kaohsiung-Taliao, nos ha de­
jado esa huella
y esa esperanza.
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