Índice de contenidos
Número 319-320
Serie XXXII
- Textos Pontificios
-
Actas
-
La España del descubrimiento
-
Las capitulaciones de Santa Fe
-
Filosofía y teología del descubrimiento de América
-
Civilizar es evangelizar. La acción de España en América
-
La razón del concepto terminológico de Hispanoamérica
-
El derecho español en América
-
Proyección universitaria salmantina en Hispanoamérica (siglos XVI-XIX)
-
Canarias en el mundo hispano
-
¿Qué queda de España en Filipinas?
-
La primera evangelización del Perú. (El protagonismo de los laicos)
-
La «leyenda negra»
-
La Cristiandad de las Españas de América
-
El futuro de la comunidad hispanoamericana del V al VI centenario
-
Evangelizar, opción para resucitar en la historia de la salvación
-
De la modernidad romántica a la postmodernidad anticristiana. Crónica de la XXXII Reunión de amigos de la Ciudad Católica
-
Homilía del P. Pedro Suñer, S. J. [ XXXII Reunión de amigos de la Ciudad Católica]
-
Homilía del P. Manuel Martínez Cano [ XXXII Reunión de amigos de la Ciudad Católica]
-
Homilía del P. José María Alba, S. J. [ XXXII Reunión de amigos de la Ciudad Católica]
-
- Verbo
Autores
1993
Filosofía y teología del descubrimiento de América
FILOSOFIA Y TEOLOGIA DEL DESCUBRIMIENTO
DE AMERICA
POR
ALBERTO CATURELLI (*)
I
El Nuevo Mundo y la conciencia cristiana.
El 4 de marzo de 1493, en el más antiguo documento de la
historia de América, el Almirante
. escribía a los Reyes Cat
«en la mar» ya pr6ximo a Lisboa: «Aquel eterno Dios que a dado
tantas victorias a
Vuestras Altezas, agora les dio la más alt~
que/ hasta oi a dado a príncipes. Yo bengo de las Yndias con el
armada que Vuestras Altezas me dieron, a / donde yo pasé en
treinta y tres días, después que yo
partí de vuestros rreinos», Agre
ga más
adelante: «y seguí en mui muchos puertos en los quales,
y en / todos los
otros de las otras yslas, puse una grandísima
cruz» ( 1 ). Y ahora releamos. en el Diario del primer viaje el ve
nerable texto que narra el acto inicial: «... porque la caravela
Pinta era
más velera e iva delante del almirante, halló tierra y
hizo las señas qu' el Almirante avía mandado». Y agrega: .«A
las dos oras después de media noche pare~ió la tierra, de la cual
estarían dos leguas. Amainaron todas las velas,
y quedaron con el
treo que es la vela grande, sin bonetas, y pusiéronse a la corda,
que
se llamava en lengua de indios Guanahaní» (2). En el mismo
(*) Universidad de Córdoba (Argentina).
(1) Manuscrito del Libro Copiador, pág. 436, transcripción por ANTO
NIO RuM:EU DE ARMAS, vol. 11, Testimonio Compañía Editorial, Madrid, 1989.
(2) Diario del primer viaie, págs. 29-30, en CRISTÓBAL COLÓN, Textos'
Verbo, núm. 319-320 (1993), 1007-1025
1007
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATURELLI
texto Colón agradece a Dios por la merced que la concedido «des
cubriendo lo que descubierto avía» (3 ). El término «descobrir»
vuelve a ser utilizado cuando dice a Alejandro
VI «descubrí d' este
camino» (4) o cuando declara
«yo descubrí las Indias» (5).
Nó significa lo mismo «hallar» que «descubrir». Hallar, que
proviene de
afflare ( de ad y /lo) y del cual deriva nuestro antiguo
fallar, indicaba el topar con algo. Se trata de un simple hecho que,
una vez producido, concluye en sí mismo; por eso no genera his
toria pues el hallar no' devela algo en su ser. Aunque todo descu
brimiento supohga un hallazgo, no todo hallazgo es descubrimien
to. En
ese sentido la probable llegada de los vikingos a Terranova
en 982 no fue
más que un mero hallar sin consecuencia alguna en
el tiempo histórico. Tampoco
debe pensarse, como pretenden ¡cier
tos ideologismos innlanentistas que se trató del simple «encuen
tro» (extrínseco) de culturas de la misma jerarquía;
el mismo
término «encuentro» puede resultar equívoco pues, si atendemos
;.· su etimología, in-contra indica el . acto de coincidir el.os ct>ias o
personas en· un
punto; en tal caso no difiere dé un tropezar urto
con otro y· entoncés en nada se distingue del hallazgo. Este en
cuentro puramente empírico y extrínseco se mantiene como tal
cuando· quiere
significar la coincidencia · en el plano psicológico
qué tampoco trasciende él orden empírico. En e1 mismo sentido,
tampoco es verdadero encuentro (por imposible) el mero «cho
que» de cultúras pensadas como dos todos abstractos que sólo
«existen» como tales en
la mente de ciertos ideólogos. Nó existe
verdadera comunicación (y
por tanto· encuentro) sino en la verdad
del ser que nos es común en cuánto intencionalmente eniergente
en mi conciencia y en la de mi prójimo, ,ill el yo y en el tú. Por
¡,so, en la comunidad del ser como acto participado se constitnye
la-comunicación ( o el encuentro) conmigo y contigo, la cual es
y documentos completos. Relaciones de viaies, cartas y memoriales, Edición,
prologo y notas de CoNSUELO VARELA, Alianza Editora!, Madrid, 1982.
(3) Op. cit., pág. 127.
·· ( 4) Carla al Papa Ale¡andro VI; pág. 286.
(5) _ Relación del 'cuarto via¡e; pág. 301; también Testamento y Codicilo,
pág. 334,
1008
Fundaci\363n Speiro
FlLOSOFIA Y TEOLOGIA DEL DESCUBRIMIENTO DE AMERICA
encuentro interpersonal, único encuentro verdadero. De ahí que
cuando comprobamos la comunicación, encuentro
y mutua influen
cia entre culturas diversas, los canales de encuentro
y comunica
ción son las personas singulares, no dos todos-abstractos que,
como tales, no existen.
El descubrimiento no fue mero hallazgo (aunque estaba su
puesto) ni mero encuentro entre dos todos-abstractos; el descu
brimiento fue verdadero descubrimiento como
un acto propio de
la conciencia crítica. Esto supone el ser como prae(s)entia
encu
bierta en todo ente y, en cuanto tal, es el ser-acto, es decir, acto
de ser de todo ente y, por ello, puramente «tenido» o recibido:
Esse est actus entis (6). Sólo la conciencia crítica puede develar
a «descohrir» el ser del ente, como el ser de un continente nuevo
que «tiene» y no es el ser: «descobrir» supone lo allí estante, lo ori
ginario, encubierto, que es des-cubierto y, en el mismo acto, puesto
como ob-iectum. Este acto no puede realizarlo la conciencia primi
riva
-en estado de simpatía con el todo-todavía indistinta res
pecto del objeto
y para la cual lo otro en cuanto otro se mantiene
como sin nada. El acto fundamental y fundacional estaba impH
cito en las palabras de Colón cuando en una de sus cartas dice
que él ha ido
a «descubrir las Indias» y que emprendió el viaje
en busca de
un mundo «que fasta entonces estaba oculto» (7).
Lo desocultado no es
lo meramente hallado, sino el real descubri
miento de
un mundo en su ser que se hace presente ; de ahí que
sea menester distinguir el des-cubrimiento
inicial en el tiempo
que no concluye en sí mismo y el des-cubrimiento progresivo nun
ca agotado, siempre inexhausto,; el descubrimiento inicial que
supone lo originario allí previamente dado, en su mismo acto hace
emerger la
originalidad de lo nuevo, de lo develado o descubierto.
Por consiguiente, la novedad de América no es una mera nove
dad geográfica o científica, sino la que dice la expresión nuevo
mundo
como un todo, según ya lo proclamaba Pedro Mártir de
(6) SANTa. ToMAs, De Ver., 10,8, ad 12.
(7) Carta a doña Juana de la Torre, pág. 244.
!009
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATURELLI
Anglería antes de la muerte de Colón su amigo: «un nuevo mun
do, exclamaba, nunca oído» (8).
Descubrimiento inicial y progresivo, ruptura de la originarie
dad estante
romo acto generador de la originalidad de lo nuevo.
Acto ejercido por la conciencia del hombre
cristiano-católico.
Hecho este último que, en cuanto acto histórico evidente, ni eI
más agnóstico podría negar. Luego, la conciencia descubridora
(que supone la conciencia natural) no
es ni la conciencia metafí
sica, ni la conciencia psicológica, ni la conciencia moral; la synéí
áesis cristiana es la conciencia purificada y transfigurada por h
gracia de Cristo y cuya regla próxima es la misma voluntad de
Cristo .. En ese sentido, la conciencia cristiana testimonia el orden
nuevo del hombre nuevo que, en cuanto miembro del Cuerpo deI
Cristo-total, se renueva según la imagen de Cristo (Col. 3, 9-10);
el hombre de la conciencia cristiana es, por eso, cristóforo, por
tador de Cristo que debe participar también en
el obrar salvífico
de Cristo. Colón vio
en su propio nombre de pila un signo de su
misteriosa vocación, aunque todo cristiano sea, constitutivamente,.
cristóforo. El mundo descubierto era un mundo vie¡o; en cam
bio, para
la conciencia descubridora desde su acto inicial, tratába
se de una noveáaá naciente que por la «encamación» progresiv<>
de la Palabra llegará a ser el Nuevo Mundo. Este llegar a ser el
Mundo nuevo supone, para la conciencia cristiana descubridora,
el deber de guardar las enseñanzas recibidas (2 Tes. 2,15); pero
como es imposible que esta tradición sobrenatural no se inserte
en el tiempo histórico que alcanzó su plenitud en la Encarnación
del Verbo (Gal. 4,4), en el acto inicial
y progresivo del descubriC
miento se funden la tradición histórica natural y la tradición cris
tiana constituyendo así la tradición
integral.
Por eso, la conciencia descubridora, en cuanto descubridor
(8) Décadas del Nuevo Mundo (1530), L. I, cap. IV, pág. 9; cito po~
la trad. de JOAQUÍN TORRES AsENCIO, Noticia y bibliografía-de JosEPH:
H. SINCLAIR, Editorial Bajel, Buenos Aires, 1944. Recuérdese que Pedro
Mártir de Angleda ya hablaba de «nuevo mundo» en el Libretto de tutta,.
la navigazione del Re de Spagna de le Isole et terreni nuovamente trovatt:.
\7 enezia,
1504.
1010
Fundaci\363n Speiro
FILOSOFIA Y TEOLOGIA DEL DESCUBRIMIENTO DE AMERICA
posibilita la originalidad de lo nuevo y, simultáneamente, lleva
en sí misma
toda la cultura antigua constitutiva de la tradición
natural. Para la conciencia cristiana Dios habla a los hombres
se
gún su tipo de cultura y desde su misma cultura; el tiempo an
terior a la Encarnación es «el tiempo de la ignorancia» (Act.
17 ,30)
en el cual griegos y romanos han perseguido oscuramente el Dios
verdadero sin conocerle (ib.
17 ,23) ya como causa suprema, ya
como primer principio, ya como Aquel, enseña Santo Tomás, a
quien no se le puede atribuir ninguna perfección tal como está
en las creaturas (9). Simultáneamente cohibieron, anularon la
verdad
por la corrupción hasta sustituir a Dios por la imagen sen
sible del hombre,
de bestias y de plantas (idolatría). De ahí que
hayan sido inexcusables, como dice San Pablo.
La cultura no-cris
tiana, aunque errónea, llevaba
en sí misma las semillas del Verbo
(el logos spermatikós) como una verdadera tensión hacia Dios ver
dadero. Esta tensión sólo puede ser satisfecha
por la conversión
que salva la distancia inconmensurable entre el logos spermatikós
y
el Logos Pantós. Al convertirse a Cristo no sólo la helenidad y
la romanidad no murieron sino .que se alcanzaron a sí mismas en
la helenidad y en la romanidad cristianas>. es decir, se alcanzaron
a sí mismas en el estado de la «nueva creación». De ahí que la
conciencia cristiana,
.en el hombre español del siglo xv, implique
lo griego y lo romand, médula
de la tradición natural regenerada
por Cristo. Descubrimos así lo que podríamos llamar la
proto-his'
panidad, pues la «encarnación» de la Palabra en la Península debió
asumir (pues nada es redimido si no
es asumido) el mundo mítico
mágico prerromano
por medio de los primeros siete apóstoles cuya
evangelización
engarzó la cultura greco-romana en su continente
ibérico.
De ahí que la tradición que llevaba consigu la conciencia
descubridora de] Nuevo Mundo sea
la tradición greco-romana
ibérica-cristiana. Tal era la conciencia ibérica cuyo movimiento
histórico podemos seguir desde la conclusión del período hispano
:¡omano, hacia el 409, hasta el siglo VIII de los Santos Padres es,
(9) In Omnes S. Pauli Ap. · Ept"st. Commentaria> Ad.· Rom:, cap. J,
lectio 6.
1011
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATURELLI
paiíoles y, luego, desde el 711 en el largo período de la Recon
quista hasta el 2 de enero de 1492, fecha de
la toma de Granada
contemplada personalmente por Colón. Aquí comienza una ver
dadera
ampliaci6n de Occidente: la roja Cruz sobre las blancas
velas de las tres naves colombinas simboliza la conciencia cristiana
(greco-romana-ibérica) descubridora de la originariedad allende la
Mar Océano en el acto inicial y progresivo que llegó hasta el ex
tremo finis terrae de Occidente o, si se prefiere, hasta el Occidente
del Occidente. La antigua y
enigmática premonición de la exis
tencia de otro
murido (desde «las otras partes» del Fedro platónico
hasta la «profecía» de Séneca y desde ésta hasta Raymundo Lulio)
llegaba a su plenitud cuando Colón
clavó la Cruz en las playas de
Guanahaní. Esta misteriosa necesidad de ir hacia, era correspon
dida por la
no menos enigmática premonición del mundo precolom
bino que hacía siglos que estaba expectante por
algo que llegaba.
II
El Nuevo Mun_do y la evangelización.
Existió un primer hombre que miró con estupor y perplejidad
la llegada de las carabelas. A medida que
la noticia se difundía
sobre todo en Mesoamérica y en América Incaica donde residíari
las principales civilizaciones, habrán recordado los indígenas el
incendio de Huitzlopochtli, la aparición del gran cometa, lá
muerte y resurrección de Papantzin; hermana de Moctezuma;
las predicciones sobre los extralíos «de barbas ribicundas» de los
libros mayas o
el anuncio del Inca Vira Cocha sobre el llegar de
«gente nunca jamás vi.Sta». Estas enigmáticas predicciones emer
gen de una conciénCia en estado de inmediatez con el cosmos, ell
una suerte de inclusí6n del sujeto en el objeto; la no:disociación
entre sujeto y mundo permite esta unidad originaria que es el
humus del mito. Como es común en la conciencia primitiva ésta
exige la
repetición ( eterno retorno) que elimina lo nuevo precisa
mente en cuanto
es perpetua vuelta .de lo Mismo; por eso en las
culturas primitivas no hay historia.
En el fondo no ocurre nada
1012
Fundaci\363n Speiro
FILOSOFIA Y TEOLOGIA DEL DESCUBRIMIENTO DE AMERICA
porque siempre ocurre lo Mismo. Estadio pre-reflexivo de la con
ciencia inmersa en el cosmos concreto y en su «espacio» que es
lugar sagrado ( espacio mítico); en él es menester «pro-vacar» los
fenómenos por medio de su imitación (magia) mientras no existe
todavía
. distinción entre cosa y signo ; de ahí la ausencia de escri
tura alfabética,
pues el estadio de inmediatez se expresa en la
escritura pictográfica (re-presenciación directa de la cosa) o en
la escritura ideográfica ( el signo significa no ya la cosa sino su nom
bre). Esta conciencia del hombre precolombino heredaba en Me
soamérica aquella «cultura madre» que habría comenzado en la
cultura Olmeca, en las hoy llamadas islas de la Venta y seguido,
sin continuidad orgánica en Teotihuacán ( 400aC-800dC), los Za
potecas (I-XI), los toltecas (IX-XII), Mayas (IV-X) y aztecas
(XIV-XV). Es patrimonio común la generación del cosmos y del
hombre y la descripción del tiempo mítico-cíclico ( como en el
Popo! Vuh) en el cual se destaca la necesidad de los ciclos calendá
ricos y su expresión ritual, sea en los sacrificios humanos, sea en
el juego de pelota. La conciencia crítica-cristiana se encontró con
el dualismo en cuyo seno luchan los dioses generando las edades
del mundo (Sol cuatro-tigre, Sol cuatro-viento, Sol lluvia de fuego,
Sol cuatro-agua y, el último, Sol movimiento). El cosmos está
condenado a la destrucción
sólo. impedida por la sangre y la carne
de los sacrificios que exige Ometéotl-Tloque Nahuaque-Quetzal
cóatl; él
es el «Dueño del cerca y del junto, Dador de la vida,
noche-viento» siempre presente. Religión del horror y del
some
timiento absoluto del hombre. Dualismo mágico-mítico que se
repite en las civilizaciones de América andina expresadas en el
elemento originario, la piedra (allpa), que es la masa indiferenciada
de tierra que sustenta las numinosas fuerzas de la naturaleza por
encima de las cuales existe el Sol o Viracocha. Mientras la con
ciencia primitiva siga inmersa en la inmediatez del cosmos cuyas
fuerzas oscuras in-vaca y pro-voca (conciencia mágica) le será
im
posible el discurso tanto histórico cuanto filosófico ; por la misma
razón, cuando llegaron
las carabelas de Colón, los poco más de
trece millones de indígenes de todo el continente carecían de con~
ciencia continental y cada grupo carecía también de la conciencia
1013
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATURELLl
de patria. Aquel originario mundo mágico y aislado no era Améri
ca todavía, América no existía.
Sin embargo, el proceso de su fundaci6n comenz6 cuando el
grito ¡tierra! estall6 en la garganta de Rodrigo de Triana. La
conciencia cristiana es misiva por esencia ( cristófora) ; pcir ello
el acto, inicial y progresivo del descubrimiento, así como im
plica la tradición greco-romana en el orden natural lleva in
coada su misionalidad en cuanto participa de la misionalidad
del Verbo. Fray Pedro de C6rdoba lo dirá a los indios:
«nos
envió
Dios a vosotros»; y los doce apóstoles franciscanos lo
anunciarán a los tlamatinime aztecas: «No somos más que men
sajeros enviados a esta tierra» (10). En efecto, Cristo es el misio
nero del Padre; desde la eternidad procede del Padre; temporal
mente
procede del Padre para ser hombre por misión visible ( 11 ).
Esta misión es visible en el Verbo Encarnado y es invisible por
el don
de la gracia santificante. También es misivo el Espíritu en
cuanto procede del Padre y el Hijo
y es como el alma de toda la
Iglesia ; de
ahí que la conciencia descubridora se identifique con
el acto misionero que lo es de
toda la Iglesia ; así lo creen y viven
la Reina Isabel y Fernando, Cisneros, Carlos V, Felipe
II, que
impulsan
la «dilatación» de la Iglesia en cuanto continuación de
la misión de
Cristo en el tiempo. Dos consecuencias se siguen:
por un lado, que un pueblo convertido es, como pueblo, cristófo,
ro; por otro· que, en virtud de la Encarnación del Verbo que asume
toda la realidad humana, el orden temporal tiene
la obligación de
buscar, reconocer y estar unido
al Dios verdadero ( confesionali
dad de la Corona); por eso debe decirse que
todo el pueblo es
pañol es misionero en los siglos XVI y XVII y sentía la obliga
ción de procurar el mundo entero para Cristo (imperium católico)
proclamando, a la
vez, la unidad espiritual de todos los hombres
de la tierra.
(10) Doctrina Cristiana, Prólogo, núm. 12 y 13, en Ju.AN GUILLERMO
Dtm.AN, Monumenta Catechetica Hispanoamericana, vol. 1, Fac. de Teología,
Pont. Univ. Cat. Arg., Buenos -Aires, 1984. Y COioquios de los doce Após
toles, núm. 78, en la misma obra, págs. 330-331.
(11) SANTO TOMÁS, STh., I, 43, 2 y ad 3.
1014
Fundaci\363n Speiro
FILOSOFIA Y TEOLOGIA DEL DESCUBRIMIENTO DE A·MERICA
La conciencia descubridora se encontró con pueblos a los cua
les no había llegado noticia alguna ni de la Antigua ni de la Nueva
Alianza. Derivaban de
la Alianza cósmica tipificada en la figura
de Melquisedec, rey de Salero, quien, al llegar Abraham a Canaán,
«presentó pan y vino, pues era sacerdote del Dios altísimo ... »
(Gn. 14 18; Heb. 7 ,3 ). Figura del sacerdocio de Cristo, sacerdote
de la religión primera correspondiente a la revelación primitiva o
Alianza de Noé (12). Dios de todos los pueblos y de todas las
culturas; cuando el Señor instituyó la Eucatistía, aludió también
a la Alianza cósmica. Esta Alianza se ha pervertido en idolatrla
en todos los pueblos gentiles a los cuales el Verbo envía sus após
toles ; aquella Alianza es el vehículo ( a pesat de las sombras espe
sas de la idolatría, la magia y las supersticiones y hasta a través
.:le ellas mismas) por el cual Dios llama a los hombres ( semillas
,del Verbo). La Revelación cristiana llegada al Nuevo Mundo en
la predicación de los misioneros «tocaba» la Alianza cósmica siem
-pre latente. Esta situación manifiesta la unión orgánica de todos
los hombres ( miembros potenciales del Cuerpo) con Cristo estén
,o no en pecado; pero infinitamente distante todavía de la unión
.:le catidad de los miembros del Cuerpo Místico con la Cabeza.
Aquel oscuro conocimiento natural, como enseña Santo Tomás,
«non sufficit ad iustificationem» ( 13 ).
Los misioneros bien sabían (basta leer, por ejemplo, el De
Procuranda indorum salute del P. José de Acosta) que ningún
hombre y ninguna cultura quedan fuera del universal influjo del
Verbo (Jn. 1,9); pero también
sabían que entre aquel influjo y
fa absoluta novedad de la Encamación salutífera existe una infi
nita distancia. La predicación es, pues, absolutamente necesaria
porque no existe continuidad homogénea entre el «logos sperma
tikós» y el «Lagos Pantós». A ningún misionero se le hubiese
ocurrido sostener la existencia de un «cristianismo anónimo».
Los misioneros sabían que la «implantación» de la Iglesia no
(12) JEAN DANIÉLou, Le mystere de l'Avent, ed. du Seuil, París, 1948;
-,,éase trad. cast. Trilogía de la salvact"ón, pág. 152, Guadarrama, · Madrid, 1964.
(13) STh., I.-II., 113, 4, ad 2.
1015
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CAT U RELLJ
el re-nacimiento de indio por indio, uno por uno, por la conver
sión personal. Sabían que no existe religión pre-cristiana inculpa
ble
y de ahí la necesidad del doble momento: de ruptura con lo
«viejo», especialmente
la idolatría y de total transfiguración por
la conversión. Las religiones precolombinas eran ambivalentes:
por una lado «viejas», infectadas de errores absolutos que
cons
tituían impedimentos para la salvación y, por otro, velaban una
oscura búsqueda del Dios desconocido ; de ahí la necesidad de la
metánoia como acto sobrenatural de fe explícita, generadora de la
plena
novedad a partir de la originariedad supuesta. Por eso,
América
es radicalmente nueva no sólo con novedad geográfica,
científica y humana sino con novedad sobrenatural que es, en el
fondo, lo
Ú!Úco nuevo. El descubrimiento como acto inicial y pro
gresivo de la conciencia cristiana, se transfigura en acto inicial y
progresivo de evangelización.
La originariedad develada por el Al
mirante es fuente de originalidad tanto natural cuanto sobrenatu
ral. América es, pues, de veras, el Nuevo Mundo.
En los documentos de los Reyes Católicos, del Almirante, del
Papa, la evangelización tenía prioridad de naturaleza, como puede
comprobarse desde
la proto-evangelización del «requerimiento»
hasta
el primer catecismo que fue el de fray Pedro de Córdoba;
desde
la carta de Julián Garcés al Papa hasta la Sublimis Deus de
Pablo
III. y desde los catecismos pictográficos hasta las actas del
III Concilio Limense convocado por Santo Toribio de Mogrovejo.
En ellos puede comprobarse que el acto primero era la desmitifi
cación del cosmos ( como
en los capítulos I y III del Génesis) por
la cual las creaturas eran despojadas de todo carácter «divino»
mítico-mágico que
es propio de «los tiempos de la ignorancia»,
corrupción antigua de
la Alianza cósmica bajo el influjo del Idóla
tra por excelencia que es el demonio. Los misioneros sabían que
con Cristo la historicidad de la Revelación alcanza su plenitud y
por eso
se «encarna» en el lenguaje; de ahí su adopción, prime
ro, de
la escritura pictográfica e ideográfica y, después, tal como
nos enseñan Motolinia, Sahagún, Clavijero, Acosta y otros, hicie
ron ingresar a las lenguas indígenas,
en un verdadero sa/,to cuali
tativo inconmensurable, al estadio alfabético realizando un acto
1016
Fundaci\363n Speiro
FILOSOFIA Y TEOLOGIA DEL DESCUBRIMIENTO DE AMERICA
trascendental de mestizaje cultural: salto irreversible por el cual
(si se me permite esta licencia) el Verbo se hizo indio y habitó
entre ellos. Todos los métodos concretos de «encarnación» de la
Palabra se iluminan: desde los «gestos» o «predicación muda» de
los comienzos a los catecismos pictográficos; desde
las pinturas
propias de la escritura «testeriana» y los catecismos «en imáge
nes» ( como
el de Pedro de Gante) hasta los redactados en la len
gua indígena sobre elevada al estadio alfabético. En todos ellos,
pero especialmente en ese incomparable documento que son los
Coloquios de los doce Apóstoles franciscanos, podemos compro
brar: primero, la simple y encantadora catequesis; segundo, el
rechazo misterioso
de los tlamatilime aztecas de las Escrituras,
«el libro de las celestiales y divinas palabras» como ellos mismos
le llaman; tercero,
el nuevo discurso de los franciscanos manifes
tando, que
ya no tienen excusa ante el Dios cristiano, «el verda
dero Ypalnemoani, el cual vosotros llamáis, pero nunca
le habéis
conocido». Mientras los tlamatilime
les vuelven las espaldas pro
clamando que «los dioses también murieron» ( como los escépticos
griegos hicieron con San Pablo en el Areópago)
muriendo con
ellos definitivamente
el mundo «viejo», en los indios que se con
virtieron la indianidad no sólo no murió, sino que, curada y sal
vada en cuanto naturaleza, se transfiguró en la «nueva creación»
alcanzándose a sí misma como indianidad. Y así como en Dionisia,
Dámaris y los demás que siguieron a San Pablo se salvó y re-nació
la cultura griega transfigurada en la cultura greco-cristiana, del
mismo modo la indianidad precolombina se transfiguró en la
cul
tura indo-católica. La indianidad «vieja» murió con los tlamatilime
que
rechazaron la predicación y renació nueva y original, por ejem
plo, en
el Beato Juan Diego.
La misión temporal de Cristo Misionero no hubiese sido po
sible, sin
la íntima participación de María en la misión del Hijo.
Esta misión
es anunciada en el proto-evangelio (Gn. 3,15) y lo
grada en la plenitud del tiempo cuando envió Dios a su Hijo for
mado de mujer
(Gal. 4,4); por eso la ca-presencia de María
-aunque subordinada-ha de extenderse a todo hombre y a
toda cultura en todo
el tiempo de la historia pcrque Ella es mi-
1017
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATURELLI
sionera del Misionero Salvador. Ella está no sólo en el comienzo
de la historia,
en. el centro y en el fin de la historia, sino en el
comienzo de la historia de América;
es cristófora no sólo por lle
var nueve meses a Cristo en su seno sino porque Lo lleva a todos
los hombres como mediadora del Mediador y prepara, en cada hom
bre y en cada cultura, el adviento de Cristo adelantando la gracia
preventiva, como decía Daniélou. Ella representa a la gracia cuan
do la gracia aún no ha llegado. Y así como pcdemos hablar de
una misteriosa espera de María en las culturas paganas del Viejo
Mundo,
de análogo modo existía una remota y oscura espera de
María quizá en el rasgo femenino de Ometéotl y hasta en el culto
a la feroz y sanguinaria Quatlique. Esta diosa, venerada en
el
Tepeyac, precisamente en el lugar elegido por María para mani
festarse a Juan Diego el 9 de diciembre de 1531. María Evange
lizadora pugnaba por aparecer y explícitamente vino en
la con
ciencia descubridora «embarcada» en la nave capitana del Almi
rante. Basta contemplar su Imagen que Ella misma pintó en la
tilma de Juan Diego e
ir descifrando y amando su inagotable sim
bolismo, para comprender que María es la Madre y la Catequista
del Nuevo Mundo, conductora de
la desmitificación y transfigu
ración de los hombres y la cultura amerindios.
El Nuevo Mundo
es mariano desde el acto inicial del descubrimiento y en el pro
ceso siempre inexhausto de su evangelización. América, pues, fue
fundada católica y mariana. Mientras Europa era Europa muchos
siglos antes de la predicación de los Apóstoles
y debió convertirse
al Cristianismo, Iheroamérica fue fundada cat6lica y mariana. La
«cristiandad del Nuevo Mundo», como le llama Juan Pablo II,
no tiene sentido fuera de la fe.
El descubrimiento inicial y progresivo, descubridor y evange
lizador,
se pene de manifiesto en la potestad temporal que, explí
citamente católica,
participa del carácter misional de la Iglesia. Así
lo comprende Alejandro
VI desde la bula Inter Caetera del 4 de
mayo de 1493 (hubo dos del
día anterior) en la cual tiene comien
zo lo que llamo el
drama de. la conciencia cristiana tanto en la
conquista cuanto en la evangelización del Nuevo Mundo.
Las
Instrucciones de los Reyes Católicos al Almirante (29-V-93), las
1018
Fundaci\363n Speiro
FILOSOFIA Y TEOLOGIA DEL DESCUBRIMIENTO DE AMERICA
Ordenanzas al Gobernador Nicolás de Ovando (16-IX-1501), las
leyes de Burgos (17-XII-1512) y sus mandamientos complemen
tarios (28-VII-13 ), las Instrucciones del Emperador Don Carlos
a
Herrtán Cortés .( 1523 ), la Ordenanza General de 1526 y la le
gislación posterior, revelan el drama de la conciencia cristiana
tomada en
el sentido de la synéidesis paulina. Y eso es así porque
mientras
en el hermoso testamento de la Reina se declara que
«nuestra principal intención» es
la conversión de los indios (sus
«hijos de las Indias»), la concreta conducta humana no siempre
se ajustaba a ese fin porque como dramáticamente dice San Pablo,
«no hago lo que quiero; sino lo que aborrezco,
eso hago» porque
«ya
no soy ... yo quien lo hago, sino el pecado qwe habita en mí»
(Rom. 7, 15-16); de
ahí el drama consistente en la agonía por
salvar
la distancia entre el bien que quiero ( y debo hacer) y el
mal que no quiero (y suelo hacer) hasta que sean uno el bien que
quiero y el bien que hago. Entre las instrucciones reales y su
aplicación concreta en Indias habrá siempre una distancia ; sola
mente el Santo hace el bien que quiere ( aunque imperfectísima
mente) y rechaza
el mal que no quiere ; una expresión de Carlos V
utilizada
permanentemente en sus documentos lo pone de relieve:
la «real conciencia» a
la que apela y la conciencia de sus destina
tarios a la que urge y exhorta ; estas apelaciones de Don Carlos,
aunque impliquen el derecho, son metajurídicas y por completo
teológicas porque
se dirigen a la conciencia cristiana que está
obligada a procurar la conversión de los indios «nuestros súbdi
tos», a amarles como a hermanos, a evitar todo «mal tratamiento»
y_ los «excesivos trabajos»; al no cumplir con estas normas Cristo
sería «muy deservido». El Emperador bien sabía que algunos (de
los cuales varios están hoy en los altares) cumplirían
la ley hasta
el heroísmo ; que otros, de modo aceptable aunque imperfecto y,
por fin, que otros harían
lo contrario por que perversos habrá
hasta
el fin de los tiempos. Precisamente la «leyenda negra» de
ayer y de hoy, además de inventar fantásticas calumnias, ha exal
tado arteramente tan solo los pecados y defectos y olvidado cuanto
bien hizo la Iglesia y la Corona desde
el acto inicial del descu
brimiento.
1019
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATURELLI
España, por consiguiente, desde lo originario develado, fundo
Iberoarnérica en cuanto puso el ft.mdus, la base. Más aún, desde
Id originario fundó la originalidad del Nuevo Mundo en un acto
inicial
y progresivo irreversible. Esta verdadera fundación se ex
presa en el mestizaje somático, espiritual y cultural, en los cente
nares de ciudades, en las Instituciones, en el monumental corpus
jurídico, en la cultura, en las treinta
y tres Universidades que
erigió en las Españas ultramarinas. El
11 de octubre América no
existía. El 12 de octubre, comenzó su alumbramiento. España
es, por eso, verdaderamente Madre y las naciones iberoamericanas
son verdaderamente hermanas. He aquí también la razón más
profunda de la futura independencia de Hispanoamérica,
impll
cita en la doctrina de Francisco de Vitoria, explicita en la tesis
de tutoría de Bartolomé
de Carranza, en la del gran protectorado
transitorio de Melchor Cano
y Diego de Covarrubias. Y esta es
también
la causa por la cual, a principios del siglo XVIII, cuando
la Madre Patria conquistada por
el iluminismo secularista aban
donó el espíritu del
imperium católico, s4s hijos de ultramar
vinieron a ser
más hispánicos que España. Cuando el gran Moto
linia hablaba del quinto reino del mundo como un
imperium ca
tólico, pensaba en la naciente y futura cristiandad del Nuevo
Mundo.
111
El Nuevo Mundo Presente y futuro.
La disgregación del espíritu del Imperio ha comenzado. Rea
lista en el plano metafísico, católico y místico en el orden sobre
natural, ha permitido que la razón humana
se convierta en «regula
rerum». Esta tentación, la más irracional de la razón que se hace
absoluta ( como decía Sciacca) a la vez que convierte al singular
en lo único existente le quita todo valor metafísico; suprime
la
relación real entre la causa y el efecto y no tiene más camino que
considerar el orden temporal como autosuficiente desde que Dios
1020
Fundaci\363n Speiro
FILOSOFIA Y TEOLOGIA DEL DESCUBRIMIENTO DE AMERICA.
y el orden metafísico se evaden de la verificación empírico-sensi
ble. Ruptura implícita o explicita entre
la razón y la fe, simule
táneamente rompe con las «ilusiones» ultramundanas sustituidas
por el incoercible progreso inmanentista, a la vez que intenta
subordinar a la Iglesia al poder secularista. Esta interna lógica de
hierro del «principio» de inmanencia cambia radicalmente el fin
del Estado, rompe con las autonomías locales
y las sociedades
intermedias
y erige la «tolerancia» pluralista en la más feroz de
las intolerancias. Un Estado
unido a la Iglesia participante del
carácter misional del Cuerpo Místico, carece de sentido. La
Es
paña cristófora se vuelve contra sí misma abandonando el ideal
sobrehumano
ahora incomprensible para las cabezas encerradas
en las blancas pelucas del siglo
XVIII.
Abandonar significa «dejar algo emprendido en poder de otro».
La empresa comenzada inmediatamente en 1492 y mediatamente
en 720,
es dejada en poder de una concepción secularista del
mundo. Quizá
Ja paz de Utrech en 1713 pueda ser tomada como
símbolo del cambio
y, casi un siglo más tarde, mientras los crio
llos y españoles se cubren de gloria en las calles de Buenos Aires
derrotando a los invasores británicos entre 1806
y 1807, · Car'
los IV permite la entrada de las tropas francesas en territorio
español. Entre la originariedad supuesta
al acto descubridor de
la conciencia cristiana y la originalidad indohispánica, se interpone
ahora el iluminismo bastardo:
bastardo digo porque no es ni es
pañol ni americano. El imperium católico se corrompe en colonia
y la hispanidad indiana pronto exigirá su autonomía como remoto
pero siempre vivo fruto del sentido
del descubrimiento y la evan,
gelización del Nuevo Mundo. Paradoja de lberoamérica luchando
contra España por la hispanidad.
En toda Iberoamérica se alza la misma voz. En 1808, Manuel
Abad
y Queipo en la Nueva España proclama que criollos y pe:
ninsulares son «los españoles» sin más y sostiene que «las Améri
cas. . . deben gozar de todos los derechos generales que conceden
nuestra leyes a las
provincias de la metrópoli y a sus habitantes».
El manifiesto de Agustín de Iturbide
del 24 de febrero de 1821,
señala que
así como el Imperio Romano es como d padre de lás
1021
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CA.TURELLI
naciones europeas, España, «la naoon más católica y piadosa,
heroica
y magnánima», es la madre de los pueblos iberoamerica
nos. Iberoamérica reclama hoy su independencia
y recuerda a los
españoles que «vuestra patria es la América» ; todo nos une en
comunidad de destino y
el Acta de la Independencia mexicana del
28 de noviembre de 1821 sólo ratifica
la voluntad de la antigua
provincia
de ultramar que forma su propia familia conservando
por su Madre «todo el respeto, veneración y amor, como a su
primitivo origen».
En la Argentina, en 1809, Calixto del Corro funda la exigen
cia de
la independencia en el simple derecho natural sobre el cual
inhiere
la geografía que por sí sola hizo a América independiente
y habiendo cesado Fernando
VII cautivo, «a nosotros ha rever
tido enteramente
el poder y autoridad con que ( el Rey) se halla
revestido». Y en Buenos Aires, en las jornadas de mayo de 1810,
Cornelio Saavedra
-que será el primer Presidente argentino-
sostiene que América era de derecho independiente desde la
ab
dicación de Carlos IV: «hemos resuelto reasumir nuestros dere
chos, dice al Virrey Cisneros porque quien le diera autoridad
y
mando ya no existe». De este modo Saavedra reasume la verda
dera tradición hispand-americana inaugurada en
el Nuevo Mundo
por el descubrimiento, la conquista y la evangelización, vulnerada
ahora por
el absolutismo «ilustrado». Iberia, la más occidental
de
las tres penínsulas-madres de Occidente, es el extremo del pri
mer Mediterráneo y plataforma de lanzamiento hacia la Mar
Océano,
el segundo Mediterráneo. El Atlántico, en efecto, cerrado
al Norte por los hielos árticos, abierto al Sur donde parece que
Hércules realizó
el más gigantesco de sus trabajos uniendo tres
océanos allende
el estrecho de Drake. Y América del Sur, como
toda península, es afectada por un movimiento centrífugo que ya
impulsó la misión civilizadora de España. Producida la ruptura
con la España «iluminista» (una suerte de otra España)
San Mar
tín y Bolívar actúan. en el mismo sentido de
la tradición. Ambas
epopeyas no
se ensimisman en lo local sino que intentan restau·
rar
la unidad del todo, la de las Españas ultramarinas, la Patria
Grande. Cuando
San Martín comprendió que ya nada podía es-
1022
Fundaci\363n Speiro
FILOSOFIA Y TEOLOGIA DEL DESCUBRIMIENTO DE AMERICA
perar de la Madre Patria, decidió regresar para salvar a España
en
el Nuevo Mundo cumpliendo la aparente paradoja de comba
tir contra España por España.
Salió fuera del Río de la Plata
liberando Chile, emprendió la campaña del Pacífico, liberó
al Perú
mientras
los doctores liberales-iluministas impedían que termi
nara su proyecto. Bolívar comenzó su movimiento centrífugo en
el Caribe intentando restaurar la unidad del todo hasta Guayaquil
y hasta Bolivia. Cuando vio cómo
se desintegraba la Patria Gran
de quejóse amargamente de haber «arado en el mar». Ambos
héroes
quisieron lo mismo. Como decía Bolívar; «todos (estos
pueblos) están clamando por un Imperio» porque Iberoamérica
es una por su origen, su lengua, sus costumbres y religión. Bolí
var soñó con
la confederación del «mundo de Colón» ; pero ambos
héroes contemplaron cómo el iluminismo que ya había destrozado
a España, atomizaba la Patria americana. Sólo América Lusitana,
gracias a la
casa de Braganza y principalmente a Don Pedro I
logró salvarse de la fragmentación y conservar la unidad. El des
cubrimiento inicial y progresivo, acto inexhausto de la conciencia
cristiana fundadora, parece agotarse en la aparente frustación de
Bolívar
y San Martín. El movimiento de la razón como «regula
rerum» no
ha cesado y va constituyendo los obstáculos mortales
del «alumbramiento de la cristiandad del Nuevo Mundo» como
gusta decir Juan Pablo
II. En cuanto la razón inmanentista re-e
nuncia a la metafísica y se convierte en esclava de la verificación
empírico-sensible, genera la autosuficiencia del poder temporal
realizada por
el imperio de Al vión aún subsistente ; en cuanto
acentúa
la idea del progreso indefinido en manos de los nuevos
dioses de
la electrónica, la computación y la informática, sustenta
el actual imperio del Leviatán neoiluminista que aspira a la uni
dad secularisra del mundo-Todo-Uno (
el «nuevo orden del mun
do»); en cuanto la razón «pone» el ser que ella misma es intro
duciendo la contradicción en la realidad (es la misma realidad),
alcanza
la secularidad suprema del atroz imperio de Gog a cuya
desintegración.asistimos·. Pero la esencia común.a los tres obstáru
los une al todd en la actual gran posibilidad de un único imperio
totalitario-planetario
ya sostenido por Brzezinski, hoy proclamado
102}
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATURELLI
por el funcionario Fukuyama cuando sostiene que hemos llegado
al fin de la historia como tal ; es decir, el punto final de la evo
lución ideológica de la humanidad y la universalización de la de
mocracia. liberal occidental como la forma final del gobierno hu
mano. Ante esto, pareciera que el destino histórico de las Españas
americanas se hubiese cerrado para siempre.
¿Qué debemos esperar? ¿Qué debemos hacer? Mucho pode
mos esperar y mucho
es lo que debemos hacer. El gesto inicial
de Cristóbal Colón
al clavar la Cruz en las playas de Guanahani
es el símbolo preciso: la conciencia cristiano-mariana, descubridora
y evangelizadora, sabe que el destino histórico de Iberoamérica
no consiste en
instalarse definitivamente en el mundo porque la
Patria
es mi lugar terreno de peregrinación; de ahí que el amor
a
la Patria se confunda con el ·amor a Dios. Estas patrias «expa'
triadas» no renuncian, es claro, _al progreso físico; pero, en cuanto
peregrinas son constitutivamente anti-burguesas
y antiiluministas
y cada vez se distancian más del «espíritu» del llamado «nuevo
orden mundial», simple expresión de la nueva idolatría del hom
bre ílico entregado a
los eones del cambio y la producción-consu
mo. En este mundo extraplenomático vuelven a presentarse, como
en las sectas gnósticas, erotismo-pornografía-aborto con furtivas
formas de antropofagia, última «caída» de un mundo relapso. Por
eso, el Viejo Mundo que restaura la «vejez» precristiana del hom
bre, parece necesitar del
quinto viaie de Cristóbal Colón que debe
partir desde el simbólico Guanahaní iberoamericano hacia Europa.
Como decía
el Almirante en carta a Santángel; Dios «da a todos
aquellos que andan su .camino victOria de cosas que parecen-im
posibles»; y lo que parece imposible es la reconversión del «vie
jo» mundo a Cristo. Cuando
el sucesor de Pedro llama a Ibero
américa el «continente de la esperanza» parece allldir, ·precisamen
te, a ese misterioso destino como fruto sobrenatural de la his
panidad.
El «árbol de
la vida» (Ap. 22,14) plantado en Guanahaní;
absorbió por su raíces
el mundo precolombino y dará· su tributo;
como canta la Iglesia el
Viernes Santo, «dulce árbol donde la Vida
empieza con un peso tan dulce en su corteza». Este fruto requiere
1024
Fundaci\363n Speiro
FILOSOFIA Y TEOLOGIA DEL DESCUBRIMIENTO DE AMERICA
la renovaci6n del descubrimiento como conquista interior que ge
neralmente culmina en el martirio como el del pueblo mexicano
en la guerra de los cristeros cuyos frutos revierten sobre toda la
Patria
Grande. Tal es el camino de la «encamaci6n» progresiva
de
la Palabra en la cultura iberoamericana la que, por otra parte,
es ya una realidad insoslayable. A pesar de la extrema debilidad
de Iberoamérica ante los poderes de este mundo neoiluminista,
esto sí lo debemos hacer y lo
podemos hacer. Insisto: el descubri
miento inicial y progresivo ( conquista
interior en Cristo) genera
la
novedad del Nuevo Mundo, inconcebible fuera de la savia vital
greco-romana y fuera de la savia vital precolombina, el todo trans
figurado por la
fe cat61ica. Necesitamos para ello de la unión pro
gresiva de todas las naciones iberoamericanas. La epopeya sanmar
tiniana y el proyecto bolivariano no han fracasado, ahora transpues
tos al orden espiritual. Bolívar pensaba que Iberoamérica, situada
entre los dos Océanos, puede ser
la mediaci6n entre Europa y fl
Asia ; Hispanoamérica -las Españas del Nuevo Mundo--espera
y espera con esperanza sobrenatural. Adivina quizá un posible
encuentro entre ella y Rusia convertida a la única Iglesia de Crist~.
Presiente la penitencia que el único Señor de la historia puede
enviar a Alvi6n, a Leviatán y
a Gog;
al mismo tiempo, abre sus
brazos a la Madre España (la .España de siempre) que no tiene
por qué arrepentirse por el descubrimiento,
la conquista y la
evangelizaci6n de América. El propio Vicario de Cristo,
el 31 de
octubre de 1982 desde el aeropuerto de Barajas,
le:, dijo: «¡Gracias
España; gracias, Iglesia en España, por tu fidelidad
al Evangelio
y a la Esposa de Cristo!». Por eso, su heredera legítima, la cuarta
península de Occidente cuyo
extremo alcanza el encuentro de los
tres océanos, suplica humildemente al Misionero enviado del Pa
dre ser el pivote de la evangelizaci6n del mundo. Destino hist6rico
iniciado cuando el Almirante clav6
el árbol de la Cruz en las plá
yas de Guanahaní.
1025
Fundaci\363n Speiro
DE AMERICA
POR
ALBERTO CATURELLI (*)
I
El Nuevo Mundo y la conciencia cristiana.
El 4 de marzo de 1493, en el más antiguo documento de la
historia de América, el Almirante
. escribía a los Reyes Cat
tantas victorias a
Vuestras Altezas, agora les dio la más alt~
que/ hasta oi a dado a príncipes. Yo bengo de las Yndias con el
armada que Vuestras Altezas me dieron, a / donde yo pasé en
treinta y tres días, después que yo
partí de vuestros rreinos», Agre
ga más
adelante: «y seguí en mui muchos puertos en los quales,
y en / todos los
otros de las otras yslas, puse una grandísima
cruz» ( 1 ). Y ahora releamos. en el Diario del primer viaje el ve
nerable texto que narra el acto inicial: «... porque la caravela
Pinta era
más velera e iva delante del almirante, halló tierra y
hizo las señas qu' el Almirante avía mandado». Y agrega: .«A
las dos oras después de media noche pare~ió la tierra, de la cual
estarían dos leguas. Amainaron todas las velas,
y quedaron con el
treo que es la vela grande, sin bonetas, y pusiéronse a la corda,
que
se llamava en lengua de indios Guanahaní» (2). En el mismo
(*) Universidad de Córdoba (Argentina).
(1) Manuscrito del Libro Copiador, pág. 436, transcripción por ANTO
NIO RuM:EU DE ARMAS, vol. 11, Testimonio Compañía Editorial, Madrid, 1989.
(2) Diario del primer viaie, págs. 29-30, en CRISTÓBAL COLÓN, Textos'
Verbo, núm. 319-320 (1993), 1007-1025
1007
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATURELLI
texto Colón agradece a Dios por la merced que la concedido «des
cubriendo lo que descubierto avía» (3 ). El término «descobrir»
vuelve a ser utilizado cuando dice a Alejandro
VI «descubrí d' este
camino» (4) o cuando declara
«yo descubrí las Indias» (5).
Nó significa lo mismo «hallar» que «descubrir». Hallar, que
proviene de
afflare ( de ad y /lo) y del cual deriva nuestro antiguo
fallar, indicaba el topar con algo. Se trata de un simple hecho que,
una vez producido, concluye en sí mismo; por eso no genera his
toria pues el hallar no' devela algo en su ser. Aunque todo descu
brimiento supohga un hallazgo, no todo hallazgo es descubrimien
to. En
ese sentido la probable llegada de los vikingos a Terranova
en 982 no fue
más que un mero hallar sin consecuencia alguna en
el tiempo histórico. Tampoco
debe pensarse, como pretenden ¡cier
tos ideologismos innlanentistas que se trató del simple «encuen
tro» (extrínseco) de culturas de la misma jerarquía;
el mismo
término «encuentro» puede resultar equívoco pues, si atendemos
;.· su etimología, in-contra indica el . acto de coincidir el.os ct>ias o
personas en· un
punto; en tal caso no difiere dé un tropezar urto
con otro y· entoncés en nada se distingue del hallazgo. Este en
cuentro puramente empírico y extrínseco se mantiene como tal
cuando· quiere
significar la coincidencia · en el plano psicológico
qué tampoco trasciende él orden empírico. En e1 mismo sentido,
tampoco es verdadero encuentro (por imposible) el mero «cho
que» de cultúras pensadas como dos todos abstractos que sólo
«existen» como tales en
la mente de ciertos ideólogos. Nó existe
verdadera comunicación (y
por tanto· encuentro) sino en la verdad
del ser que nos es común en cuánto intencionalmente eniergente
en mi conciencia y en la de mi prójimo, ,ill el yo y en el tú. Por
¡,so, en la comunidad del ser como acto participado se constitnye
la-comunicación ( o el encuentro) conmigo y contigo, la cual es
y documentos completos. Relaciones de viaies, cartas y memoriales, Edición,
prologo y notas de CoNSUELO VARELA, Alianza Editora!, Madrid, 1982.
(3) Op. cit., pág. 127.
·· ( 4) Carla al Papa Ale¡andro VI; pág. 286.
(5) _ Relación del 'cuarto via¡e; pág. 301; también Testamento y Codicilo,
pág. 334,
1008
Fundaci\363n Speiro
FlLOSOFIA Y TEOLOGIA DEL DESCUBRIMIENTO DE AMERICA
encuentro interpersonal, único encuentro verdadero. De ahí que
cuando comprobamos la comunicación, encuentro
y mutua influen
cia entre culturas diversas, los canales de encuentro
y comunica
ción son las personas singulares, no dos todos-abstractos que,
como tales, no existen.
El descubrimiento no fue mero hallazgo (aunque estaba su
puesto) ni mero encuentro entre dos todos-abstractos; el descu
brimiento fue verdadero descubrimiento como
un acto propio de
la conciencia crítica. Esto supone el ser como prae(s)entia
encu
bierta en todo ente y, en cuanto tal, es el ser-acto, es decir, acto
de ser de todo ente y, por ello, puramente «tenido» o recibido:
Esse est actus entis (6). Sólo la conciencia crítica puede develar
a «descohrir» el ser del ente, como el ser de un continente nuevo
que «tiene» y no es el ser: «descobrir» supone lo allí estante, lo ori
ginario, encubierto, que es des-cubierto y, en el mismo acto, puesto
como ob-iectum. Este acto no puede realizarlo la conciencia primi
riva
-en estado de simpatía con el todo-todavía indistinta res
pecto del objeto
y para la cual lo otro en cuanto otro se mantiene
como sin nada. El acto fundamental y fundacional estaba impH
cito en las palabras de Colón cuando en una de sus cartas dice
que él ha ido
a «descubrir las Indias» y que emprendió el viaje
en busca de
un mundo «que fasta entonces estaba oculto» (7).
Lo desocultado no es
lo meramente hallado, sino el real descubri
miento de
un mundo en su ser que se hace presente ; de ahí que
sea menester distinguir el des-cubrimiento
inicial en el tiempo
que no concluye en sí mismo y el des-cubrimiento progresivo nun
ca agotado, siempre inexhausto,; el descubrimiento inicial que
supone lo originario allí previamente dado, en su mismo acto hace
emerger la
originalidad de lo nuevo, de lo develado o descubierto.
Por consiguiente, la novedad de América no es una mera nove
dad geográfica o científica, sino la que dice la expresión nuevo
mundo
como un todo, según ya lo proclamaba Pedro Mártir de
(6) SANTa. ToMAs, De Ver., 10,8, ad 12.
(7) Carta a doña Juana de la Torre, pág. 244.
!009
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATURELLI
Anglería antes de la muerte de Colón su amigo: «un nuevo mun
do, exclamaba, nunca oído» (8).
Descubrimiento inicial y progresivo, ruptura de la originarie
dad estante
romo acto generador de la originalidad de lo nuevo.
Acto ejercido por la conciencia del hombre
cristiano-católico.
Hecho este último que, en cuanto acto histórico evidente, ni eI
más agnóstico podría negar. Luego, la conciencia descubridora
(que supone la conciencia natural) no
es ni la conciencia metafí
sica, ni la conciencia psicológica, ni la conciencia moral; la synéí
áesis cristiana es la conciencia purificada y transfigurada por h
gracia de Cristo y cuya regla próxima es la misma voluntad de
Cristo .. En ese sentido, la conciencia cristiana testimonia el orden
nuevo del hombre nuevo que, en cuanto miembro del Cuerpo deI
Cristo-total, se renueva según la imagen de Cristo (Col. 3, 9-10);
el hombre de la conciencia cristiana es, por eso, cristóforo, por
tador de Cristo que debe participar también en
el obrar salvífico
de Cristo. Colón vio
en su propio nombre de pila un signo de su
misteriosa vocación, aunque todo cristiano sea, constitutivamente,.
cristóforo. El mundo descubierto era un mundo vie¡o; en cam
bio, para
la conciencia descubridora desde su acto inicial, tratába
se de una noveáaá naciente que por la «encamación» progresiv<>
de la Palabra llegará a ser el Nuevo Mundo. Este llegar a ser el
Mundo nuevo supone, para la conciencia cristiana descubridora,
el deber de guardar las enseñanzas recibidas (2 Tes. 2,15); pero
como es imposible que esta tradición sobrenatural no se inserte
en el tiempo histórico que alcanzó su plenitud en la Encarnación
del Verbo (Gal. 4,4), en el acto inicial
y progresivo del descubriC
miento se funden la tradición histórica natural y la tradición cris
tiana constituyendo así la tradición
integral.
Por eso, la conciencia descubridora, en cuanto descubridor
la trad. de JOAQUÍN TORRES AsENCIO, Noticia y bibliografía-de JosEPH:
H. SINCLAIR, Editorial Bajel, Buenos Aires, 1944. Recuérdese que Pedro
Mártir de Angleda ya hablaba de «nuevo mundo» en el Libretto de tutta,.
la navigazione del Re de Spagna de le Isole et terreni nuovamente trovatt:.
\7 enezia,
1504.
1010
Fundaci\363n Speiro
FILOSOFIA Y TEOLOGIA DEL DESCUBRIMIENTO DE AMERICA
posibilita la originalidad de lo nuevo y, simultáneamente, lleva
en sí misma
toda la cultura antigua constitutiva de la tradición
natural. Para la conciencia cristiana Dios habla a los hombres
se
gún su tipo de cultura y desde su misma cultura; el tiempo an
terior a la Encarnación es «el tiempo de la ignorancia» (Act.
17 ,30)
en el cual griegos y romanos han perseguido oscuramente el Dios
verdadero sin conocerle (ib.
17 ,23) ya como causa suprema, ya
como primer principio, ya como Aquel, enseña Santo Tomás, a
quien no se le puede atribuir ninguna perfección tal como está
en las creaturas (9). Simultáneamente cohibieron, anularon la
verdad
por la corrupción hasta sustituir a Dios por la imagen sen
sible del hombre,
de bestias y de plantas (idolatría). De ahí que
hayan sido inexcusables, como dice San Pablo.
La cultura no-cris
tiana, aunque errónea, llevaba
en sí misma las semillas del Verbo
(el logos spermatikós) como una verdadera tensión hacia Dios ver
dadero. Esta tensión sólo puede ser satisfecha
por la conversión
que salva la distancia inconmensurable entre el logos spermatikós
y
el Logos Pantós. Al convertirse a Cristo no sólo la helenidad y
la romanidad no murieron sino .que se alcanzaron a sí mismas en
la helenidad y en la romanidad cristianas>. es decir, se alcanzaron
a sí mismas en el estado de la «nueva creación». De ahí que la
conciencia cristiana,
.en el hombre español del siglo xv, implique
lo griego y lo romand, médula
de la tradición natural regenerada
por Cristo. Descubrimos así lo que podríamos llamar la
proto-his'
panidad, pues la «encarnación» de la Palabra en la Península debió
asumir (pues nada es redimido si no
es asumido) el mundo mítico
mágico prerromano
por medio de los primeros siete apóstoles cuya
evangelización
engarzó la cultura greco-romana en su continente
ibérico.
De ahí que la tradición que llevaba consigu la conciencia
descubridora de] Nuevo Mundo sea
la tradición greco-romana
ibérica-cristiana. Tal era la conciencia ibérica cuyo movimiento
histórico podemos seguir desde la conclusión del período hispano
:¡omano, hacia el 409, hasta el siglo VIII de los Santos Padres es,
(9) In Omnes S. Pauli Ap. · Ept"st. Commentaria> Ad.· Rom:, cap. J,
lectio 6.
1011
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATURELLI
paiíoles y, luego, desde el 711 en el largo período de la Recon
quista hasta el 2 de enero de 1492, fecha de
la toma de Granada
contemplada personalmente por Colón. Aquí comienza una ver
dadera
ampliaci6n de Occidente: la roja Cruz sobre las blancas
velas de las tres naves colombinas simboliza la conciencia cristiana
(greco-romana-ibérica) descubridora de la originariedad allende la
Mar Océano en el acto inicial y progresivo que llegó hasta el ex
tremo finis terrae de Occidente o, si se prefiere, hasta el Occidente
del Occidente. La antigua y
enigmática premonición de la exis
tencia de otro
murido (desde «las otras partes» del Fedro platónico
hasta la «profecía» de Séneca y desde ésta hasta Raymundo Lulio)
llegaba a su plenitud cuando Colón
clavó la Cruz en las playas de
Guanahaní. Esta misteriosa necesidad de ir hacia, era correspon
dida por la
no menos enigmática premonición del mundo precolom
bino que hacía siglos que estaba expectante por
algo que llegaba.
II
El Nuevo Mun_do y la evangelización.
Existió un primer hombre que miró con estupor y perplejidad
la llegada de las carabelas. A medida que
la noticia se difundía
sobre todo en Mesoamérica y en América Incaica donde residíari
las principales civilizaciones, habrán recordado los indígenas el
incendio de Huitzlopochtli, la aparición del gran cometa, lá
muerte y resurrección de Papantzin; hermana de Moctezuma;
las predicciones sobre los extralíos «de barbas ribicundas» de los
libros mayas o
el anuncio del Inca Vira Cocha sobre el llegar de
«gente nunca jamás vi.Sta». Estas enigmáticas predicciones emer
gen de una conciénCia en estado de inmediatez con el cosmos, ell
una suerte de inclusí6n del sujeto en el objeto; la no:disociación
entre sujeto y mundo permite esta unidad originaria que es el
humus del mito. Como es común en la conciencia primitiva ésta
exige la
repetición ( eterno retorno) que elimina lo nuevo precisa
mente en cuanto
es perpetua vuelta .de lo Mismo; por eso en las
culturas primitivas no hay historia.
En el fondo no ocurre nada
1012
Fundaci\363n Speiro
FILOSOFIA Y TEOLOGIA DEL DESCUBRIMIENTO DE AMERICA
porque siempre ocurre lo Mismo. Estadio pre-reflexivo de la con
ciencia inmersa en el cosmos concreto y en su «espacio» que es
lugar sagrado ( espacio mítico); en él es menester «pro-vacar» los
fenómenos por medio de su imitación (magia) mientras no existe
todavía
. distinción entre cosa y signo ; de ahí la ausencia de escri
tura alfabética,
pues el estadio de inmediatez se expresa en la
escritura pictográfica (re-presenciación directa de la cosa) o en
la escritura ideográfica ( el signo significa no ya la cosa sino su nom
bre). Esta conciencia del hombre precolombino heredaba en Me
soamérica aquella «cultura madre» que habría comenzado en la
cultura Olmeca, en las hoy llamadas islas de la Venta y seguido,
sin continuidad orgánica en Teotihuacán ( 400aC-800dC), los Za
potecas (I-XI), los toltecas (IX-XII), Mayas (IV-X) y aztecas
(XIV-XV). Es patrimonio común la generación del cosmos y del
hombre y la descripción del tiempo mítico-cíclico ( como en el
Popo! Vuh) en el cual se destaca la necesidad de los ciclos calendá
ricos y su expresión ritual, sea en los sacrificios humanos, sea en
el juego de pelota. La conciencia crítica-cristiana se encontró con
el dualismo en cuyo seno luchan los dioses generando las edades
del mundo (Sol cuatro-tigre, Sol cuatro-viento, Sol lluvia de fuego,
Sol cuatro-agua y, el último, Sol movimiento). El cosmos está
condenado a la destrucción
sólo. impedida por la sangre y la carne
de los sacrificios que exige Ometéotl-Tloque Nahuaque-Quetzal
cóatl; él
es el «Dueño del cerca y del junto, Dador de la vida,
noche-viento» siempre presente. Religión del horror y del
some
timiento absoluto del hombre. Dualismo mágico-mítico que se
repite en las civilizaciones de América andina expresadas en el
elemento originario, la piedra (allpa), que es la masa indiferenciada
de tierra que sustenta las numinosas fuerzas de la naturaleza por
encima de las cuales existe el Sol o Viracocha. Mientras la con
ciencia primitiva siga inmersa en la inmediatez del cosmos cuyas
fuerzas oscuras in-vaca y pro-voca (conciencia mágica) le será
im
posible el discurso tanto histórico cuanto filosófico ; por la misma
razón, cuando llegaron
las carabelas de Colón, los poco más de
trece millones de indígenes de todo el continente carecían de con~
ciencia continental y cada grupo carecía también de la conciencia
1013
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATURELLl
de patria. Aquel originario mundo mágico y aislado no era Améri
ca todavía, América no existía.
Sin embargo, el proceso de su fundaci6n comenz6 cuando el
grito ¡tierra! estall6 en la garganta de Rodrigo de Triana. La
conciencia cristiana es misiva por esencia ( cristófora) ; pcir ello
el acto, inicial y progresivo del descubrimiento, así como im
plica la tradición greco-romana en el orden natural lleva in
coada su misionalidad en cuanto participa de la misionalidad
del Verbo. Fray Pedro de C6rdoba lo dirá a los indios:
«nos
envió
Dios a vosotros»; y los doce apóstoles franciscanos lo
anunciarán a los tlamatinime aztecas: «No somos más que men
sajeros enviados a esta tierra» (10). En efecto, Cristo es el misio
nero del Padre; desde la eternidad procede del Padre; temporal
mente
procede del Padre para ser hombre por misión visible ( 11 ).
Esta misión es visible en el Verbo Encarnado y es invisible por
el don
de la gracia santificante. También es misivo el Espíritu en
cuanto procede del Padre y el Hijo
y es como el alma de toda la
Iglesia ; de
ahí que la conciencia descubridora se identifique con
el acto misionero que lo es de
toda la Iglesia ; así lo creen y viven
la Reina Isabel y Fernando, Cisneros, Carlos V, Felipe
II, que
impulsan
la «dilatación» de la Iglesia en cuanto continuación de
la misión de
Cristo en el tiempo. Dos consecuencias se siguen:
por un lado, que un pueblo convertido es, como pueblo, cristófo,
ro; por otro· que, en virtud de la Encarnación del Verbo que asume
toda la realidad humana, el orden temporal tiene
la obligación de
buscar, reconocer y estar unido
al Dios verdadero ( confesionali
dad de la Corona); por eso debe decirse que
todo el pueblo es
pañol es misionero en los siglos XVI y XVII y sentía la obliga
ción de procurar el mundo entero para Cristo (imperium católico)
proclamando, a la
vez, la unidad espiritual de todos los hombres
de la tierra.
(10) Doctrina Cristiana, Prólogo, núm. 12 y 13, en Ju.AN GUILLERMO
Dtm.AN, Monumenta Catechetica Hispanoamericana, vol. 1, Fac. de Teología,
Pont. Univ. Cat. Arg., Buenos -Aires, 1984. Y COioquios de los doce Após
toles, núm. 78, en la misma obra, págs. 330-331.
(11) SANTO TOMÁS, STh., I, 43, 2 y ad 3.
1014
Fundaci\363n Speiro
FILOSOFIA Y TEOLOGIA DEL DESCUBRIMIENTO DE A·MERICA
La conciencia descubridora se encontró con pueblos a los cua
les no había llegado noticia alguna ni de la Antigua ni de la Nueva
Alianza. Derivaban de
la Alianza cósmica tipificada en la figura
de Melquisedec, rey de Salero, quien, al llegar Abraham a Canaán,
«presentó pan y vino, pues era sacerdote del Dios altísimo ... »
(Gn. 14 18; Heb. 7 ,3 ). Figura del sacerdocio de Cristo, sacerdote
de la religión primera correspondiente a la revelación primitiva o
Alianza de Noé (12). Dios de todos los pueblos y de todas las
culturas; cuando el Señor instituyó la Eucatistía, aludió también
a la Alianza cósmica. Esta Alianza se ha pervertido en idolatrla
en todos los pueblos gentiles a los cuales el Verbo envía sus após
toles ; aquella Alianza es el vehículo ( a pesat de las sombras espe
sas de la idolatría, la magia y las supersticiones y hasta a través
.:le ellas mismas) por el cual Dios llama a los hombres ( semillas
,del Verbo). La Revelación cristiana llegada al Nuevo Mundo en
la predicación de los misioneros «tocaba» la Alianza cósmica siem
-pre latente. Esta situación manifiesta la unión orgánica de todos
los hombres ( miembros potenciales del Cuerpo) con Cristo estén
,o no en pecado; pero infinitamente distante todavía de la unión
.:le catidad de los miembros del Cuerpo Místico con la Cabeza.
Aquel oscuro conocimiento natural, como enseña Santo Tomás,
«non sufficit ad iustificationem» ( 13 ).
Los misioneros bien sabían (basta leer, por ejemplo, el De
Procuranda indorum salute del P. José de Acosta) que ningún
hombre y ninguna cultura quedan fuera del universal influjo del
Verbo (Jn. 1,9); pero también
sabían que entre aquel influjo y
fa absoluta novedad de la Encamación salutífera existe una infi
nita distancia. La predicación es, pues, absolutamente necesaria
porque no existe continuidad homogénea entre el «logos sperma
tikós» y el «Lagos Pantós». A ningún misionero se le hubiese
ocurrido sostener la existencia de un «cristianismo anónimo».
Los misioneros sabían que la «implantación» de la Iglesia no
-,,éase trad. cast. Trilogía de la salvact"ón, pág. 152, Guadarrama, · Madrid, 1964.
(13) STh., I.-II., 113, 4, ad 2.
1015
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CAT U RELLJ
el re-nacimiento de indio por indio, uno por uno, por la conver
sión personal. Sabían que no existe religión pre-cristiana inculpa
ble
y de ahí la necesidad del doble momento: de ruptura con lo
«viejo», especialmente
la idolatría y de total transfiguración por
la conversión. Las religiones precolombinas eran ambivalentes:
por una lado «viejas», infectadas de errores absolutos que
cons
tituían impedimentos para la salvación y, por otro, velaban una
oscura búsqueda del Dios desconocido ; de ahí la necesidad de la
metánoia como acto sobrenatural de fe explícita, generadora de la
plena
novedad a partir de la originariedad supuesta. Por eso,
América
es radicalmente nueva no sólo con novedad geográfica,
científica y humana sino con novedad sobrenatural que es, en el
fondo, lo
Ú!Úco nuevo. El descubrimiento como acto inicial y pro
gresivo de la conciencia cristiana, se transfigura en acto inicial y
progresivo de evangelización.
La originariedad develada por el Al
mirante es fuente de originalidad tanto natural cuanto sobrenatu
ral. América es, pues, de veras, el Nuevo Mundo.
En los documentos de los Reyes Católicos, del Almirante, del
Papa, la evangelización tenía prioridad de naturaleza, como puede
comprobarse desde
la proto-evangelización del «requerimiento»
hasta
el primer catecismo que fue el de fray Pedro de Córdoba;
desde
la carta de Julián Garcés al Papa hasta la Sublimis Deus de
Pablo
III. y desde los catecismos pictográficos hasta las actas del
III Concilio Limense convocado por Santo Toribio de Mogrovejo.
En ellos puede comprobarse que el acto primero era la desmitifi
cación del cosmos ( como
en los capítulos I y III del Génesis) por
la cual las creaturas eran despojadas de todo carácter «divino»
mítico-mágico que
es propio de «los tiempos de la ignorancia»,
corrupción antigua de
la Alianza cósmica bajo el influjo del Idóla
tra por excelencia que es el demonio. Los misioneros sabían que
con Cristo la historicidad de la Revelación alcanza su plenitud y
por eso
se «encarna» en el lenguaje; de ahí su adopción, prime
ro, de
la escritura pictográfica e ideográfica y, después, tal como
nos enseñan Motolinia, Sahagún, Clavijero, Acosta y otros, hicie
ron ingresar a las lenguas indígenas,
en un verdadero sa/,to cuali
tativo inconmensurable, al estadio alfabético realizando un acto
1016
Fundaci\363n Speiro
FILOSOFIA Y TEOLOGIA DEL DESCUBRIMIENTO DE AMERICA
trascendental de mestizaje cultural: salto irreversible por el cual
(si se me permite esta licencia) el Verbo se hizo indio y habitó
entre ellos. Todos los métodos concretos de «encarnación» de la
Palabra se iluminan: desde los «gestos» o «predicación muda» de
los comienzos a los catecismos pictográficos; desde
las pinturas
propias de la escritura «testeriana» y los catecismos «en imáge
nes» ( como
el de Pedro de Gante) hasta los redactados en la len
gua indígena sobre elevada al estadio alfabético. En todos ellos,
pero especialmente en ese incomparable documento que son los
Coloquios de los doce Apóstoles franciscanos, podemos compro
brar: primero, la simple y encantadora catequesis; segundo, el
rechazo misterioso
de los tlamatilime aztecas de las Escrituras,
«el libro de las celestiales y divinas palabras» como ellos mismos
le llaman; tercero,
el nuevo discurso de los franciscanos manifes
tando, que
ya no tienen excusa ante el Dios cristiano, «el verda
dero Ypalnemoani, el cual vosotros llamáis, pero nunca
le habéis
conocido». Mientras los tlamatilime
les vuelven las espaldas pro
clamando que «los dioses también murieron» ( como los escépticos
griegos hicieron con San Pablo en el Areópago)
muriendo con
ellos definitivamente
el mundo «viejo», en los indios que se con
virtieron la indianidad no sólo no murió, sino que, curada y sal
vada en cuanto naturaleza, se transfiguró en la «nueva creación»
alcanzándose a sí misma como indianidad. Y así como en Dionisia,
Dámaris y los demás que siguieron a San Pablo se salvó y re-nació
la cultura griega transfigurada en la cultura greco-cristiana, del
mismo modo la indianidad precolombina se transfiguró en la
cul
tura indo-católica. La indianidad «vieja» murió con los tlamatilime
que
rechazaron la predicación y renació nueva y original, por ejem
plo, en
el Beato Juan Diego.
La misión temporal de Cristo Misionero no hubiese sido po
sible, sin
la íntima participación de María en la misión del Hijo.
Esta misión
es anunciada en el proto-evangelio (Gn. 3,15) y lo
grada en la plenitud del tiempo cuando envió Dios a su Hijo for
mado de mujer
(Gal. 4,4); por eso la ca-presencia de María
-aunque subordinada-ha de extenderse a todo hombre y a
toda cultura en todo
el tiempo de la historia pcrque Ella es mi-
1017
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATURELLI
sionera del Misionero Salvador. Ella está no sólo en el comienzo
de la historia,
en. el centro y en el fin de la historia, sino en el
comienzo de la historia de América;
es cristófora no sólo por lle
var nueve meses a Cristo en su seno sino porque Lo lleva a todos
los hombres como mediadora del Mediador y prepara, en cada hom
bre y en cada cultura, el adviento de Cristo adelantando la gracia
preventiva, como decía Daniélou. Ella representa a la gracia cuan
do la gracia aún no ha llegado. Y así como pcdemos hablar de
una misteriosa espera de María en las culturas paganas del Viejo
Mundo,
de análogo modo existía una remota y oscura espera de
María quizá en el rasgo femenino de Ometéotl y hasta en el culto
a la feroz y sanguinaria Quatlique. Esta diosa, venerada en
el
Tepeyac, precisamente en el lugar elegido por María para mani
festarse a Juan Diego el 9 de diciembre de 1531. María Evange
lizadora pugnaba por aparecer y explícitamente vino en
la con
ciencia descubridora «embarcada» en la nave capitana del Almi
rante. Basta contemplar su Imagen que Ella misma pintó en la
tilma de Juan Diego e
ir descifrando y amando su inagotable sim
bolismo, para comprender que María es la Madre y la Catequista
del Nuevo Mundo, conductora de
la desmitificación y transfigu
ración de los hombres y la cultura amerindios.
El Nuevo Mundo
es mariano desde el acto inicial del descubrimiento y en el pro
ceso siempre inexhausto de su evangelización. América, pues, fue
fundada católica y mariana. Mientras Europa era Europa muchos
siglos antes de la predicación de los Apóstoles
y debió convertirse
al Cristianismo, Iheroamérica fue fundada cat6lica y mariana. La
«cristiandad del Nuevo Mundo», como le llama Juan Pablo II,
no tiene sentido fuera de la fe.
El descubrimiento inicial y progresivo, descubridor y evange
lizador,
se pene de manifiesto en la potestad temporal que, explí
citamente católica,
participa del carácter misional de la Iglesia. Así
lo comprende Alejandro
VI desde la bula Inter Caetera del 4 de
mayo de 1493 (hubo dos del
día anterior) en la cual tiene comien
zo lo que llamo el
drama de. la conciencia cristiana tanto en la
conquista cuanto en la evangelización del Nuevo Mundo.
Las
Instrucciones de los Reyes Católicos al Almirante (29-V-93), las
1018
Fundaci\363n Speiro
FILOSOFIA Y TEOLOGIA DEL DESCUBRIMIENTO DE AMERICA
Ordenanzas al Gobernador Nicolás de Ovando (16-IX-1501), las
leyes de Burgos (17-XII-1512) y sus mandamientos complemen
tarios (28-VII-13 ), las Instrucciones del Emperador Don Carlos
a
Herrtán Cortés .( 1523 ), la Ordenanza General de 1526 y la le
gislación posterior, revelan el drama de la conciencia cristiana
tomada en
el sentido de la synéidesis paulina. Y eso es así porque
mientras
en el hermoso testamento de la Reina se declara que
«nuestra principal intención» es
la conversión de los indios (sus
«hijos de las Indias»), la concreta conducta humana no siempre
se ajustaba a ese fin porque como dramáticamente dice San Pablo,
«no hago lo que quiero; sino lo que aborrezco,
eso hago» porque
«ya
no soy ... yo quien lo hago, sino el pecado qwe habita en mí»
(Rom. 7, 15-16); de
ahí el drama consistente en la agonía por
salvar
la distancia entre el bien que quiero ( y debo hacer) y el
mal que no quiero (y suelo hacer) hasta que sean uno el bien que
quiero y el bien que hago. Entre las instrucciones reales y su
aplicación concreta en Indias habrá siempre una distancia ; sola
mente el Santo hace el bien que quiere ( aunque imperfectísima
mente) y rechaza
el mal que no quiere ; una expresión de Carlos V
utilizada
permanentemente en sus documentos lo pone de relieve:
la «real conciencia» a
la que apela y la conciencia de sus destina
tarios a la que urge y exhorta ; estas apelaciones de Don Carlos,
aunque impliquen el derecho, son metajurídicas y por completo
teológicas porque
se dirigen a la conciencia cristiana que está
obligada a procurar la conversión de los indios «nuestros súbdi
tos», a amarles como a hermanos, a evitar todo «mal tratamiento»
y_ los «excesivos trabajos»; al no cumplir con estas normas Cristo
sería «muy deservido». El Emperador bien sabía que algunos (de
los cuales varios están hoy en los altares) cumplirían
la ley hasta
el heroísmo ; que otros, de modo aceptable aunque imperfecto y,
por fin, que otros harían
lo contrario por que perversos habrá
hasta
el fin de los tiempos. Precisamente la «leyenda negra» de
ayer y de hoy, además de inventar fantásticas calumnias, ha exal
tado arteramente tan solo los pecados y defectos y olvidado cuanto
bien hizo la Iglesia y la Corona desde
el acto inicial del descu
brimiento.
1019
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATURELLI
España, por consiguiente, desde lo originario develado, fundo
Iberoarnérica en cuanto puso el ft.mdus, la base. Más aún, desde
Id originario fundó la originalidad del Nuevo Mundo en un acto
inicial
y progresivo irreversible. Esta verdadera fundación se ex
presa en el mestizaje somático, espiritual y cultural, en los cente
nares de ciudades, en las Instituciones, en el monumental corpus
jurídico, en la cultura, en las treinta
y tres Universidades que
erigió en las Españas ultramarinas. El
11 de octubre América no
existía. El 12 de octubre, comenzó su alumbramiento. España
es, por eso, verdaderamente Madre y las naciones iberoamericanas
son verdaderamente hermanas. He aquí también la razón más
profunda de la futura independencia de Hispanoamérica,
impll
cita en la doctrina de Francisco de Vitoria, explicita en la tesis
de tutoría de Bartolomé
de Carranza, en la del gran protectorado
transitorio de Melchor Cano
y Diego de Covarrubias. Y esta es
también
la causa por la cual, a principios del siglo XVIII, cuando
la Madre Patria conquistada por
el iluminismo secularista aban
donó el espíritu del
imperium católico, s4s hijos de ultramar
vinieron a ser
más hispánicos que España. Cuando el gran Moto
linia hablaba del quinto reino del mundo como un
imperium ca
tólico, pensaba en la naciente y futura cristiandad del Nuevo
Mundo.
111
El Nuevo Mundo Presente y futuro.
La disgregación del espíritu del Imperio ha comenzado. Rea
lista en el plano metafísico, católico y místico en el orden sobre
natural, ha permitido que la razón humana
se convierta en «regula
rerum». Esta tentación, la más irracional de la razón que se hace
absoluta ( como decía Sciacca) a la vez que convierte al singular
en lo único existente le quita todo valor metafísico; suprime
la
relación real entre la causa y el efecto y no tiene más camino que
considerar el orden temporal como autosuficiente desde que Dios
1020
Fundaci\363n Speiro
FILOSOFIA Y TEOLOGIA DEL DESCUBRIMIENTO DE AMERICA.
y el orden metafísico se evaden de la verificación empírico-sensi
ble. Ruptura implícita o explicita entre
la razón y la fe, simule
táneamente rompe con las «ilusiones» ultramundanas sustituidas
por el incoercible progreso inmanentista, a la vez que intenta
subordinar a la Iglesia al poder secularista. Esta interna lógica de
hierro del «principio» de inmanencia cambia radicalmente el fin
del Estado, rompe con las autonomías locales
y las sociedades
intermedias
y erige la «tolerancia» pluralista en la más feroz de
las intolerancias. Un Estado
unido a la Iglesia participante del
carácter misional del Cuerpo Místico, carece de sentido. La
Es
paña cristófora se vuelve contra sí misma abandonando el ideal
sobrehumano
ahora incomprensible para las cabezas encerradas
en las blancas pelucas del siglo
XVIII.
Abandonar significa «dejar algo emprendido en poder de otro».
La empresa comenzada inmediatamente en 1492 y mediatamente
en 720,
es dejada en poder de una concepción secularista del
mundo. Quizá
Ja paz de Utrech en 1713 pueda ser tomada como
símbolo del cambio
y, casi un siglo más tarde, mientras los crio
llos y españoles se cubren de gloria en las calles de Buenos Aires
derrotando a los invasores británicos entre 1806
y 1807, · Car'
los IV permite la entrada de las tropas francesas en territorio
español. Entre la originariedad supuesta
al acto descubridor de
la conciencia cristiana y la originalidad indohispánica, se interpone
ahora el iluminismo bastardo:
bastardo digo porque no es ni es
pañol ni americano. El imperium católico se corrompe en colonia
y la hispanidad indiana pronto exigirá su autonomía como remoto
pero siempre vivo fruto del sentido
del descubrimiento y la evan,
gelización del Nuevo Mundo. Paradoja de lberoamérica luchando
contra España por la hispanidad.
En toda Iberoamérica se alza la misma voz. En 1808, Manuel
Abad
y Queipo en la Nueva España proclama que criollos y pe:
ninsulares son «los españoles» sin más y sostiene que «las Améri
cas. . . deben gozar de todos los derechos generales que conceden
nuestra leyes a las
provincias de la metrópoli y a sus habitantes».
El manifiesto de Agustín de Iturbide
del 24 de febrero de 1821,
señala que
así como el Imperio Romano es como d padre de lás
1021
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CA.TURELLI
naciones europeas, España, «la naoon más católica y piadosa,
heroica
y magnánima», es la madre de los pueblos iberoamerica
nos. Iberoamérica reclama hoy su independencia
y recuerda a los
españoles que «vuestra patria es la América» ; todo nos une en
comunidad de destino y
el Acta de la Independencia mexicana del
28 de noviembre de 1821 sólo ratifica
la voluntad de la antigua
provincia
de ultramar que forma su propia familia conservando
por su Madre «todo el respeto, veneración y amor, como a su
primitivo origen».
En la Argentina, en 1809, Calixto del Corro funda la exigen
cia de
la independencia en el simple derecho natural sobre el cual
inhiere
la geografía que por sí sola hizo a América independiente
y habiendo cesado Fernando
VII cautivo, «a nosotros ha rever
tido enteramente
el poder y autoridad con que ( el Rey) se halla
revestido». Y en Buenos Aires, en las jornadas de mayo de 1810,
Cornelio Saavedra
-que será el primer Presidente argentino-
sostiene que América era de derecho independiente desde la
ab
dicación de Carlos IV: «hemos resuelto reasumir nuestros dere
chos, dice al Virrey Cisneros porque quien le diera autoridad
y
mando ya no existe». De este modo Saavedra reasume la verda
dera tradición hispand-americana inaugurada en
el Nuevo Mundo
por el descubrimiento, la conquista y la evangelización, vulnerada
ahora por
el absolutismo «ilustrado». Iberia, la más occidental
de
las tres penínsulas-madres de Occidente, es el extremo del pri
mer Mediterráneo y plataforma de lanzamiento hacia la Mar
Océano,
el segundo Mediterráneo. El Atlántico, en efecto, cerrado
al Norte por los hielos árticos, abierto al Sur donde parece que
Hércules realizó
el más gigantesco de sus trabajos uniendo tres
océanos allende
el estrecho de Drake. Y América del Sur, como
toda península, es afectada por un movimiento centrífugo que ya
impulsó la misión civilizadora de España. Producida la ruptura
con la España «iluminista» (una suerte de otra España)
San Mar
tín y Bolívar actúan. en el mismo sentido de
la tradición. Ambas
epopeyas no
se ensimisman en lo local sino que intentan restau·
rar
la unidad del todo, la de las Españas ultramarinas, la Patria
Grande. Cuando
San Martín comprendió que ya nada podía es-
1022
Fundaci\363n Speiro
FILOSOFIA Y TEOLOGIA DEL DESCUBRIMIENTO DE AMERICA
perar de la Madre Patria, decidió regresar para salvar a España
en
el Nuevo Mundo cumpliendo la aparente paradoja de comba
tir contra España por España.
Salió fuera del Río de la Plata
liberando Chile, emprendió la campaña del Pacífico, liberó
al Perú
mientras
los doctores liberales-iluministas impedían que termi
nara su proyecto. Bolívar comenzó su movimiento centrífugo en
el Caribe intentando restaurar la unidad del todo hasta Guayaquil
y hasta Bolivia. Cuando vio cómo
se desintegraba la Patria Gran
de quejóse amargamente de haber «arado en el mar». Ambos
héroes
quisieron lo mismo. Como decía Bolívar; «todos (estos
pueblos) están clamando por un Imperio» porque Iberoamérica
es una por su origen, su lengua, sus costumbres y religión. Bolí
var soñó con
la confederación del «mundo de Colón» ; pero ambos
héroes contemplaron cómo el iluminismo que ya había destrozado
a España, atomizaba la Patria americana. Sólo América Lusitana,
gracias a la
casa de Braganza y principalmente a Don Pedro I
logró salvarse de la fragmentación y conservar la unidad. El des
cubrimiento inicial y progresivo, acto inexhausto de la conciencia
cristiana fundadora, parece agotarse en la aparente frustación de
Bolívar
y San Martín. El movimiento de la razón como «regula
rerum» no
ha cesado y va constituyendo los obstáculos mortales
del «alumbramiento de la cristiandad del Nuevo Mundo» como
gusta decir Juan Pablo
II. En cuanto la razón inmanentista re-e
nuncia a la metafísica y se convierte en esclava de la verificación
empírico-sensible, genera la autosuficiencia del poder temporal
realizada por
el imperio de Al vión aún subsistente ; en cuanto
acentúa
la idea del progreso indefinido en manos de los nuevos
dioses de
la electrónica, la computación y la informática, sustenta
el actual imperio del Leviatán neoiluminista que aspira a la uni
dad secularisra del mundo-Todo-Uno (
el «nuevo orden del mun
do»); en cuanto la razón «pone» el ser que ella misma es intro
duciendo la contradicción en la realidad (es la misma realidad),
alcanza
la secularidad suprema del atroz imperio de Gog a cuya
desintegración.asistimos·. Pero la esencia común.a los tres obstáru
los une al todd en la actual gran posibilidad de un único imperio
totalitario-planetario
ya sostenido por Brzezinski, hoy proclamado
102}
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO CATURELLI
por el funcionario Fukuyama cuando sostiene que hemos llegado
al fin de la historia como tal ; es decir, el punto final de la evo
lución ideológica de la humanidad y la universalización de la de
mocracia. liberal occidental como la forma final del gobierno hu
mano. Ante esto, pareciera que el destino histórico de las Españas
americanas se hubiese cerrado para siempre.
¿Qué debemos esperar? ¿Qué debemos hacer? Mucho pode
mos esperar y mucho
es lo que debemos hacer. El gesto inicial
de Cristóbal Colón
al clavar la Cruz en las playas de Guanahani
es el símbolo preciso: la conciencia cristiano-mariana, descubridora
y evangelizadora, sabe que el destino histórico de Iberoamérica
no consiste en
instalarse definitivamente en el mundo porque la
Patria
es mi lugar terreno de peregrinación; de ahí que el amor
a
la Patria se confunda con el ·amor a Dios. Estas patrias «expa'
triadas» no renuncian, es claro, _al progreso físico; pero, en cuanto
peregrinas son constitutivamente anti-burguesas
y antiiluministas
y cada vez se distancian más del «espíritu» del llamado «nuevo
orden mundial», simple expresión de la nueva idolatría del hom
bre ílico entregado a
los eones del cambio y la producción-consu
mo. En este mundo extraplenomático vuelven a presentarse, como
en las sectas gnósticas, erotismo-pornografía-aborto con furtivas
formas de antropofagia, última «caída» de un mundo relapso. Por
eso, el Viejo Mundo que restaura la «vejez» precristiana del hom
bre, parece necesitar del
quinto viaie de Cristóbal Colón que debe
partir desde el simbólico Guanahaní iberoamericano hacia Europa.
Como decía
el Almirante en carta a Santángel; Dios «da a todos
aquellos que andan su .camino victOria de cosas que parecen-im
posibles»; y lo que parece imposible es la reconversión del «vie
jo» mundo a Cristo. Cuando
el sucesor de Pedro llama a Ibero
américa el «continente de la esperanza» parece allldir, ·precisamen
te, a ese misterioso destino como fruto sobrenatural de la his
panidad.
El «árbol de
la vida» (Ap. 22,14) plantado en Guanahaní;
absorbió por su raíces
el mundo precolombino y dará· su tributo;
como canta la Iglesia el
Viernes Santo, «dulce árbol donde la Vida
empieza con un peso tan dulce en su corteza». Este fruto requiere
1024
Fundaci\363n Speiro
FILOSOFIA Y TEOLOGIA DEL DESCUBRIMIENTO DE AMERICA
la renovaci6n del descubrimiento como conquista interior que ge
neralmente culmina en el martirio como el del pueblo mexicano
en la guerra de los cristeros cuyos frutos revierten sobre toda la
Patria
Grande. Tal es el camino de la «encamaci6n» progresiva
de
la Palabra en la cultura iberoamericana la que, por otra parte,
es ya una realidad insoslayable. A pesar de la extrema debilidad
de Iberoamérica ante los poderes de este mundo neoiluminista,
esto sí lo debemos hacer y lo
podemos hacer. Insisto: el descubri
miento inicial y progresivo ( conquista
interior en Cristo) genera
la
novedad del Nuevo Mundo, inconcebible fuera de la savia vital
greco-romana y fuera de la savia vital precolombina, el todo trans
figurado por la
fe cat61ica. Necesitamos para ello de la unión pro
gresiva de todas las naciones iberoamericanas. La epopeya sanmar
tiniana y el proyecto bolivariano no han fracasado, ahora transpues
tos al orden espiritual. Bolívar pensaba que Iberoamérica, situada
entre los dos Océanos, puede ser
la mediaci6n entre Europa y fl
Asia ; Hispanoamérica -las Españas del Nuevo Mundo--espera
y espera con esperanza sobrenatural. Adivina quizá un posible
encuentro entre ella y Rusia convertida a la única Iglesia de Crist~.
Presiente la penitencia que el único Señor de la historia puede
enviar a Alvi6n, a Leviatán y
a Gog;
al mismo tiempo, abre sus
brazos a la Madre España (la .España de siempre) que no tiene
por qué arrepentirse por el descubrimiento,
la conquista y la
evangelizaci6n de América. El propio Vicario de Cristo,
el 31 de
octubre de 1982 desde el aeropuerto de Barajas,
le:, dijo: «¡Gracias
España; gracias, Iglesia en España, por tu fidelidad
al Evangelio
y a la Esposa de Cristo!». Por eso, su heredera legítima, la cuarta
península de Occidente cuyo
extremo alcanza el encuentro de los
tres océanos, suplica humildemente al Misionero enviado del Pa
dre ser el pivote de la evangelizaci6n del mundo. Destino hist6rico
iniciado cuando el Almirante clav6
el árbol de la Cruz en las plá
yas de Guanahaní.
1025
Fundaci\363n Speiro