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Número 321-322

Serie XXXIII

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Monarquía y democracia en el pensamiento de M. F. Sciacca

MONARQUIA Y DEMOCRACIA EN EL PENSAMIENTO
DE
M. F. SCIACCA (*)
POR
DANILO CAsTBl..LANO (**)
Michele Federico Sciacca, gran pensador católico contempo­
ráneo,
dedicó pocas páginas de su vasta producción literaria al
pensamiento político, y aún menos a la monarquía como institución.
Sin
embargo, en ellas se condensa una serie de reflexiones que
merece la pena comentar. Nos referimos principalmente a dos en­
sayos suyos de 1956 y 1957 respectivamente (1), reimpresos por
el autor años después (2), en los que se muestra, también en esta
ocasión, inconformista y
--<:ontrariamente a una opinión bastante
difundida, según la cual
los filósofos viven en las nubes-lector
penetrante y lúcido de
la realidad politico-social en la que vivió.
(*) Con motivo de cumplirse el décimo noveno aniversario del falleci-:­
miento de quien fue ilustre colaborador de Verbo, el profesor Michele
Federico Sciacca., publicamos con mucho gusto, traducido por Coral García,
el siguiente artículo del · profesor Danilo Castellano, de la Universidad. de
Udine. Fue publicadu eu italiano en L'Altra Italia. (Roma), núm. 1/1989.
(Nota de
Verbo).
(**) Puesto que diversas tesis de este artículo las he escuchado cuando
eta pequefio
de labios de mi padre, que me enseñó que la auténtica· de·
m.ocracia es el régimen de la raz6n, y que ésta necesita la monarquía para
no disolverse en anarquía ( último grado de evolución de la república, que
se asemeja a una familia sin padre),. a él dedico estas páginas.
(1) «Mona.rchia sociale», en Monarchía, núm. 2/1956, y «Democrazía e
monarchia: tematica esenziale», en el vol. Monarc.hia e democraz.ia, Roma,
Edi2ioni L'Arco, 1957.
(2)
«Opere· complete di Michele Federico Sciai:ca»,. Figure é problemi
del pensiero contemporaneo, Milano, Marzórati, 1973, págs. 290-304.
Verbo, núm. 321-322 (1994), 9-15 •9
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Efectivamente, en los años cincuenta ( esto es, en un momento
en
el que los monárquicos italianos contaban con un amplio con­
senso) escribía que «en el momento actual el problema de la
monarquía, a pesar de estar representada por dos partidos, no
existe políticamente;, a este ritmo, en el espacio de pocos añós
terminará siendo un problema ajend a
la vida nacional y a la con­
ciencia política de los italianos». Fue, por tanto, profeta de la
«merecida sepultura» -como él mismo escribió-- hacia la que
se encaminaron los dos partidos monárquicos italianos. Pero, ¿por
qué
el problema de la monarquía, que parecía un ideal todavfa
vivo, no existfa políticamente en Italia en aquel momento? Sobre
todo porque la monarquía
habla quedado reducida a «una bandiera
storica da museo del Risorgimiento»
(3); y, en segundo lugar, por'.
que se había convertido en una cuestión sentimental.
Obviamente estas perspectivas no eran (y no son) políticas.
En realidad, la primera habría podido ( o podría) ser política. Pero
incluso ésta, si
nos fijamos bien, deja de manifestarse como tal,
sea porque histórica
(es decir, pertenece al pasado, y, por tanto
termina con el
«Risorgimento» ), sea porque el pensamiento pol!­
ticd
iluminista, difundido en el siglo XIX, difícilmente se concilia
con 'las auténticas exigencias de la política, y con las instancias de
la monarquía, sobre todo
si la concebimos como el filósofo de
Giarre ( todo ello a pesar de su juicio histórico sobre la compati­
bilidad entre monarquía
y pensamiento liberal del siglo xrx).
Sciacca ignora (y, por tanto, parece no considerar ni siquiera
político) el problema expuesto por
el legitimismd, aunque también
podemos encontrarlo en Italia en filones
político-culturales, sobre
todo católicos; prefiere plantear la cuestión en
términos de «rea­
lismd político», única manera
-según él-de hacer «política­
mente» presente el problema. En su opinión,
la monarquía, lejos
de ser una institución del pasado,
es absólutamente actual, ya que
(3) Período histórico en el que, se forma el Estado únitario italiano, y
que va de finales del siglo xvm a 1870. Sobre la cuestión, considerada desde
el ptlnto de vistá filosófico, cfr. ·n. CASTELLANO, La razionalita della política,
Napoli, Edizioni Scientifiche Italiaile, 1993, págs. 89-97.
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está esttechamente ligada a la democracia ( 4 } .. Pero no olvidemos
que
Sciacca defiende una concepción· personal de democracia, con­
ttapuesta a la democracia moderna. Así, mientras ésta desemboca
coherentemente
en. la república, porc¡ue se legitima en la ausencia
de principios,
la democracia «sciacchiana» implica la monarquía;
ya que, al no ser una anarquía disimulada, presupone la existencia
de principios reguladores de la vida política, que no admiten
cam'
bios radicales, sino· sólo modificaciones que los confirmen.
Cuando Sciacca habla de principios -es necesario precisarlo
para evitar equívocos-, no se refiere a reglas establecidas conven­
cionalmente, sino a verdades de fondo de
la realidad política que,
desde el momento en que constituyen
la esencia de la sociedad,
la inteligencia acoge. En ottas palabras, el principio no es algo
arbittario.
Por el conttario,
es una .realidad absoluta y absolutamente
«reguladora».
La misma monarquía está subordinada a dichos
principios reguladores de
la vida política. Además, hay que decir
que para
Sciacca la monarquía; al ser la «forma» a través de la
cual el pueblo ejerce su autoridad,
es la garantía de los principios
y del mismo ejercicio de
autoridad, En definitiva, la monarquía
constituye
un todo con dichos principids y con la democracia. Más
aún:
la institución monárquica es el «filtro» a través del que debe
pasar la democracia que
· no es anarquía, si la democracia misma
quiere ser y seguir siendo una forma
de gobierno.
Para
Sciacca, en efectp, .no se dan formas «puras» de gobier­
no, separadas entre sí-;_. retiene, como diversos pensadores clásiM
cos (5), que la mejor forma de gobierno es el gobierno níixto,
síntesis de los principids monárquico, aristocrático y democrático.
En su opinión,
la única forma auténtica de gobierno es una orga­
nización de poderes en
la que úno solo. es soberano, y manda
segón su virtud ;
ottos son subordinados. y gobiernan virtuosamen-
(4) Para profundizar sobre el tema, <:fr. -D. CAsTBLLANO, «Denrocrazi;I
come aristocrazia», en Studi sciacchiani, Genova, a.III, núm.,-2, julio-diciem7
bre, 1987, págs. 43-58.
(5) Por ejemplo, Santo To~ de Aquino. Cfr. Sffmma Théo~ogica, IMII,
105, T.
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te; todos participan en el gobierno. En ella -añade Sciacca-el
rey no es sólo el jefe del Estado, sino dresto del pueblo; repre­
senta, no la suma de las voluntades individuales,
«sino la volun­
tad de cada uno en la
unidad de todos»; es decir, hace «unitaria»,
puesto que le da forma, la voluntad expresada mediante sufragio,
la cual
no. es unánime, ya que, si lo fuera, serla capaz de mani­
festarse como «síntesis».
Por consiguiente, la monarquía -según el filósofo de Giarre­
ejerce una función mediadora «no sólo en los conflictos de inte­
reses de clase
y en la solución del problema social más allá de la
lucha de clases, sino en toda la vida nacional».
Pero --entiéndase
bien-la mediación que, según Sciacca,
lleva a cabo la institución monárquica en la vida política de una
nación
es radicalmente diversa de la «mediación» política tal y
como la entendemos hoy en
día. En efecto, ésta se relaciona estre­
chamente
con la «democracia moderna» ( que Sciacca rechaza), y
se limita a la gestión del mero poder otorgado por la aceptación
de las instancias, de todas las instancias, que la
mayoría de los
gobernados ha propuesto.
Por lo tanto, lo que se sintetiza en esta
perspectiva ( o como alguno dice «amalgama») no
es otra cosa que
una suma aritmética de
«portadru-es» de peticiones ; en otras pa­
labras, la denominada síntesis
es una suma de intereses y deseos.
En esta perspectiva -a nuestro parecer emblemáticamente
representada por
la concepción del Estado como «proceso»-no
son los gobernantes
los que gobiernan, ya que el gobierno está
gobernado por las presiones que sobre él ejercen las categorías
sociales capaces de condicionarlo por medio de los partidos.
La
«mediación», entendidaliteralmente, es la negación dé la política,
ya que, en función· de la conquista o con.servación del poder, debe
dar cabida también a las instancias irracionales. Es la consecuencia
a la que conduce
la democracia moderna que, al fundarse en la
«libertad negativa» (y, por tantd, en la voluntariedad), vacía de
significado
el concepto de bien (y, por consiguiente, también el
de bien común).
Por
d contrario, para Sciacca la «mediación» no es otra cosa
que
la clásica «prudencia», es decir, la aplicación de los principios
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MONARQUIA Y DEMOCRACIA EN EL PENSAMIENTO DE M. F. SCIACCA
de la auténtka política · a la situación concreta. El filósofo de
Giatre establece una analogía significativa:
la monatquia ejerce
respecto de los ciudadanos un papel semejante al que la Iglesia
ejerce respecto a los
fieles. La monarquía no se identifica con
ninguna forma de Estado,
ya que es la forma de las Naciones: la
«monatquía
es una forma plástica y un molde fijo ; como tal pue­
de comunicat diversos contenidos políticos y sociales; los adapta
a sí misma adaptándose a ellos, y los contenidos, a su Vez, se
.acomodan a ella, capaz de acogerlos. Por consiguiente, es una
forma que cada vez
que. recibe un contenido nuevo, sabe crear,
renovándose, una nueva síntesis».
¿ Sigoifica esto que la monarquía -como sostenían algunos
pensadores republicanos y anárquicos del siglo
XIX-es la forma
institucional conservadora, o mejor, «corruptora», por definición?
Sciacca lo niega decididamente, estableciendo una distinción; así,
afirma: «nos patece que la monarquía, como (institución) que en
cada época tiene su justificación en la dinámica de la tradición
viva . . .
y del ptogreso ordenado . . . es la institución contraria al
privilegio y a la reacción, a pesar de ser genuinamente tradicional,
"conservadora" de los va)ores que merece la pena conservat
vivos»,
y pata ptecisat su pensamiento añade que «la monarquía
ha sido "revolucionaria" en el siglo XIX y lo seguiría siendo hoy ...
pero es contraria .por naturaleza a la subversión: dentro del orden
y el respeto de los derechos de todos puede llevar a cabo las más
audaces reformas sociales, pero por esa misma razón revoluciona
sin subvertir».
En otras palabras, quizá se pueda afumar que la
«revolución» de la monatquia no es ( y no debería ser) otra cosa
que el establecimiento del orden, de un orden político que encuen­
tra su fundamento
y razón de ser en el orden ético. A fin de
cuentas, es un requisito que surge del mismo concepto de
«realeza».
La realeza, en efecto,

«está
al servici6 de todos, no puede admitir
que existen "siervos" y "'patrones", distinción que contradice el
mismo concepto de Rey al servicio del pueblo y de la Nación; y
que, al contrario, admite que cada hombre, libre en cuanto tal,
está al servicio de la libertad del otro, en la libertad común de
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estar todos al ~io . de los valores que Cl)nstituyen la verdad -· ·-. .
de la pers,9na y de; la sociedad humana».
¿ Fue siempre así? Probablemente Scia,;ca respondería. que a
lo
largo de la historia, a pesar de ciertos · errores, la monarquía
ha cumplido sustancialmente ( dejando
de lado las perspectivas y
los juicios de valor acerca
de cada rey y cada Casa Real) con la
función que le correspondía. No podría ·ser de otra manera, ya
que, si no, negaría su finalidad y atentaría contra sus propios in­
tereses. Así,
Sciacca constata. que la monarquía «ha dado forma
al feudalismd, y ha favorecido su evolución posterior en la bur­
guesía ;
más recientemente, en el siglo XIX, ha hecho suyo el
contenido liberal, ~sumiendo su función mediadora de freno o
impulso,
de acuerdo con el tipo de equilibrio que era necesario
instaurar, con un movimiento· progresista que es-también con­
servadurismo, y con un movinúento conservador que es también
progreso».
Sin duda
Sciacca tiene razón cuando señala que la monarquía
es
la institución que ha favorecido la tran~fórmación de la socie­
dad y sus instituciones (hasta pensar en el papel esencial que ha
desempeíiadd en la formación del Estado moderno); además,
tiene razón cuando afirma que es la «forma» que ha impedido
la subversión (radical y violenta); finalmente, tiene razón cuando
comenta que· la monarquía (constitucional)
se negaría a sí misma
como realidad política, si no

estuviera
al servicio de la justicia
pata todos y ¡,ara cada ciudadano. Menos convincentes resultan,
a nuestro juicio, algunas de . sus afirmaciones «históricas» ; por
ejemplo, la supuesta compatibilidad .entre liberalismo y monar­
quía. Efectivamente, si
el liberalismo es -ségún la. definición
de Hobhouse ( 6
)-,-«un movimiento de liberación, una remoción
de obstáculos y de apertura de canales que facilita el flujo de
.actividades libres, espontáneas, vitales»,
se debería concluir que
es incompat1ble con la monarquía. De hecho, el liber.lismo sería
la puerta de
acceso · a la democracia moderna ( que -rc;petimos­
Sciacca rechaza), que postula la república; es decir, la «forma
(6) L. T. H,oBHOUSB, Liberalismo, Firenza, Sansoni, 1973, pág. 53.
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MONARQUIA y DEMOCRACIA EN EL PENSAMIENTO DE M. F. SCIACCA
institucional empírica cuyo destino está ligado a contingencias
politicas y de partido».
En otras palabras, nos parece que la tesis de De Ruggiero, se­
gún la cual las revoluciones liberal, democrática y social representan
la expansión progresiva del mismo espíritu individualista (7),
es to­
davía válida, y que, por tanto, el liberalismo ha llevado a una de­
mocracia opuesta a la «aristdcrática» propugnada por Sciacca ..
Por consiguiente, volviendo a la analogía del. filósofo de
Giarre entre monarquía e Iglesia,
se podría afinnar que, asj como
la Iglesia no puede apropiarse de una doctrina que represente su
negación ( a pesar de poder convivir· con orientaciones de
· pensa­
miento y realidades sociales muy diferentes), la monarquía no
puede adoptar, esto es, comunicar, perspectivas que,
en última
instancia, representan la negación de la pol(tica.
Tampoco nos convence del todo la tesis según la
.. cual el rey
no
es únicamente el jefe del Estado, porque representa a la na­
ción, al pueblo, que es más que el Estado. De hecho, a lo largo
de la historia
se ha verificado exactamente lo contrario: el rey,
como jefe del Estado,
representó la persona que unió nacionali­
dades diversas.
En estos casos, el Estado era algo más que las
Naciones.
En el fondo, la idea de que la Nación es superior al
Estado,
es una idea romántica que, sobre todo en el siglo xIX,
alimentó ideologías diferentes (8).
En todo caso, priescindiendo de estas cuestiones; podemos
afirmar que Sciacca ( que
identifica la institución· monárquica con
la monarquía
hereditaria) ha formulado una radical confutación
teorética de
la república. Esta, según él, no es la «forma» que
«informa»,
ya que depende de los partidos y de las exigencias
que éstos plantean.
Por tanto, donde .se ha instaurado la repú­
blica, ha disminuido. la garantía de la democracia (de la demo­
cracia no moderna), y, sobre todo, la política se ha vaciado de
su contenido
más auténtico y elevado.
(7) Cfr. G. DE RuGGmRo~ Sto'ria d'el Uberalismó europeo, Bari, 4í:erza,
1956, pág. 76. .
(8) Cfr. sobre el tema, A. PASSERIN D'ENTREVES, La dottrina dello
Stato, Torino, Giappichello, 1967, págs. 241 y sigs.
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