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Número 325-326

Serie XXXIII

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La promoción social de la cultura religiosa, exigencia de la dimensión ética de la persona humana

LA PROMOCION SOCIAL DE LA CULTURA RELIGIOSA,
EXIGENCIA DE LA DIMENSION ETICA
DE LA
PERSONA HUMANA
(*)
POR
MANuEL GoNZAJ'.•z PoLA, O. P.
Entre los distintos aspectos que se pueden abordar en tomo
al tema:
religión y cultura religiosa en relación con la persona hu­
mana, en el presente estudio centramos nuestra atención y refle­
xión sobre la ligazón
y estrecha relación que tiene y debe de tener
la cultura religiosa
y · su promoción con la persona humana en su
dimensión ética
y social, en el pensamiento de, Santo Tomás.
El tema puede abordarse desde una perspectiva teológica o
racional, filosófica. Nosotros lo vamos a tratar desde
el punto de
vista racional,
prescindiendo -sin negar su existencia y su valor­
del aspecto formalmente sobrenatural de la religión cristiana, di­
manante de la virtualidad de
la fe sobrenatural, bajo el cual lo
trata Santo Tomás en
sus obras teológicas, especialmente en el tra­
tado de
la religión en su Suma teológica (II-11; c. 80 y sigs.} (1).
Y
,lo abordamos en su aspecto fundamental: la religión, como
exigencia étka de la persona humana, a la que debe la sociedad y
el Estado prestar la debida atención, favorecerla y promoverla.
(*) Comunicación inédita al III Coogreso de la S.I.T.A. sobre Etica y
Sociedad Contemporánea, ·celebrado en Roni.a del 24 al Zl de · septiembre
de 1991.
(1) En otro lugar, estudiando. la .. Teologia Natural. en Santo_ Tomás,
hemos destacado el valor filosófico-de la argumentación racional aducida por
Santo Tomás en· obras y tratados formalmente teológicos, como aportación
válida y positiva de la raz6n al estudio y conocimiento de las verdades re­
veladas asequibles a la razón natural. Véanse los estudios que citamos en la
nota siguiente.
Verbo, núm. 325-326 (1994), 631-646 631
Fundaci\363n Speiro

MANUEL GONZALEZ POLA, O. P.
En este estudio presentamos nuestra reflexión y exposición
bajo los siguientes apartados:
I. Filosofía y religión.
II. La promoción social de la cultura religiosa, exigencia de
la dimensión ética de la persona humana.
1
FILOSOFÍA Y RELIGIÓN
Los tratadistas de Historia de las religiones, de la Filoso/la
de
la religión, e incluso los historiadores del pensamiento humano
y .de la filoso/la, tratan y dis¡:uten ampliamente sobre cuándo· y
cómo se originó la reflexión filosófica sobre el hecho religioso.
Nosotros
no. entramos aq\Ú en . esa discusión. Centramos nuestra
atención
y reflexión sobre la concepción tomista .de Dios, como
objeto de la reflexión filosófica, de la que surgirá '-en el pensa­
miento de Santo
Tomás-la religión como dimensión ética del
hombre;
l. Metafísica y Teología natural.
Como es sabido, Santo Tomás.no escribió un.tratado de Teolo­
gía Natural, es decir, un tratado filosófico. acerca. de Dios, plan'.
teadd, elaborado y estructurado metódicamente desde la filosofía.
Pero sí resolvió,. en distintas obras suyas,
la mayor parte de las
cuestiones que integran dicho tratado, incluso con un
orden y
una sistematización similar, coincidente paralelamente con el plan­
teamiento
y resolución teológica de las mismas y, en la mayor
parte de las veces, desde una
perspectiva y exigencias teológicas,
cdmo hemos expuesto en otra ocasión (2).
(2) M. GONZÁLEZ POLA~ «La Teología Natural en Santo Tomás ante la
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LA PROMOCION SOCIAL DE LA CULTURA RELIGIOSA
Santo Tomás aceptó la división aristotélica de la filosofía, y
con Aristóteles y la tradición aristotélica vinculó la Teología Na­
tural, o tratado de Dios, a la Metafísica. Esta debía tratar no
solamente del ser en cuanto ser
y de las substancias inmateriales,
sino también de las primeras causas, no
sóid de las mutaciones , de
los seres --el motor inmóvil-, sino del mismo ser, superando
en esto la concepción aristotélica de Dios, que sólo lo concebía
como causa primera
de· las mutaciones de los· seres. La Teología
Natural,
por tanto, .para Santo Tomás, es precisamente la parte
de la Metafísica que estudia
la primera causa del ser. Y como ésta
es Dios, de ahí que los antiguos la denominasen ciencia divina,
ciencia teológica, teologia
(natural). Dios, pues, entra en el objeto
de la Metafísica, no directamente, que
es el ser en cuanto ser,
sino como causa primera
y última del ser, primera en el orden
ontológico
y última en el orden lógico o del conocimiento (3 ).
2. Metafísica (TN), vía de acceso a Dios.
Aunque Dios no sea el objeto formal propio de la Metafísica,
la Metafísica es la vía racional más fundamental y propia que tiene
el hombre para acceder
al conocimiento de Dios. Y no sólo en
cuanto al conocimiento de su -existencia, sino 'también de su esen­
cia o naturaleza.
a. La Metaflsica vfa de· acceso al conocimiento de la existencia
de Dios.
· '
En efecto, estudiando la Metafísica su objeto propio, el ser
en cuanto ser, descubre que ese ser no es uno, sino múltiple y,
doble perspectiva de la i-ázón y de la fe», en Atti del IX Congresso Tomistico
Internazionale
(Roma, 24-29 sept. 1990}, Roma; 1991, t. V, págs. 3849, .y
«Fe y razón en la "Teolcigía Natural". de Sarito Tomás», en Actas del ! Cón­
greso nacional de Filosofia Medieval (Zaragooa, 12-14 diciembre 1991), Za­
ragoza, 1992, págs. 347-356.
(3) Cf. SANTO TOMÁS, Comentario a )a .Metafisica de Aristóteles, Pr6-
logo1 n. 64 y lib. VI, n. 1168, ed. Marietti, 1935 y Comentario a De Trini­
tate de Boecio, c. 5, a, 4.
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_por tanto, finito; que unos seres existen en sí mismos -las subs­
tancias-y Otros en otro -los accidentes-; que son intrínseca­
mente compuestos de esencia y esse, y que su ser, el esse, no di­
mana de su esencia, sino que le adviene ab extrinseco y, por tanto,
·que no existe por sí mismo, que depende de otro y es contingente,
·Causado por otro. Y en una ulterior reflexi6n advierte que no es
posible que dependa y sea causado por toda una serie -finita o
infinita-de seres contingentes, sino que exige la existencia de
un primer ser que no sea contingente, que sea necesario y no sea
causado por otro, sino· que: exista por sí mismo: lo que solemos
llamar Dios.
b. La Metafisica via de acceso al conocimiento de la naturaleza
de Dios.
Y no s6lo en la Metafísica vía de acceso al conocimiento de
la existencia de Dios, sino también para el conocimiento de su
esencia o naturaleza.
En efecto. Demostrada la existencia de Dios a partir de la
finitud
y contingencia de los seres, bajo diversos aspectos, la Me­
tafísica, en una ulterior reflexi6n sobre ese ser, primera causa de
los demás seres y de las mutaciones implicadas en sus continuas
mutaciones
y actividad y de su obrar por un fin, va descubriendo
su esencia y sus propiedades o atributos: acto puro, ser por esen­
te, dotado de voluntad, creador y providente, etc.
Y aunque este conocimiento de la natutaleza divina
es imper­
fecto
y analógico, por proceder a partir del conocimiento que la
Metafísica tiene de los seres creados, que son efectos finitos, im­
perfectos y análogos respecto de Dios, su causa; no por eso deja
.de ser un conocimiento verdadero y válido, fundado como está en
la existencia real
de los seres y en el conocimiento verdadero y
válido de su naturaleza y perfecciones y en el principio de causa­
lidad, que también es válido y verdadero ( 4 ). .
( 4) Sobre la posibilidad y naturaleza de nuestro conocimiento de la
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LA PROMOCION SOCIAL DE LA CULTURA RELIGIOSA
3. Metafísica y religión.
Más.
En su estudio sobre Dios, causa primera de todos los
seres, creador
y providente, la Metafísica llega a precisar algo más,
que nos lleva a establecer un lazo estrecho e íntimo entre
la Me­
taf!sica y la Religión. Po¡que la Metafísica ~la Metafísica de
Santo
Tomás-llega a precisar varios aspectos de esa su acción
causal, creadora
y providente, respecto de las criaturas.
Siendo Dios inteligente y volitivo
p~r esencia, su acción cau­
sal respecto de las criaturas -creación y providencia-no es ni
puede ser una acción inconsciente y. fruto de una ,n~sidad, sino,
al contrario, tiene que ser necesariamente una acción consciente,
voluntaria
y libre, en virtud de la cual los seres son ordenados
a
la existencia. Y esa ordenación divina de los seres a la existencia
y su misma existencia en el espacio y en el tiempo son, por tant9,
obra y fruto de ese conocimiento y de. su .yoluntad, cuyo acto
propio
es el amor (5).
Este conocimiento, en
el orden. especulativo, proporciona al
hombre el culmen de sus conocimientos, naturales. Y a no sólo
conoce los seres en su acontecer histórico
y en su individualidad,
sino que llega a conocer la causa y razón última de su existencia,
que
está en Dios, lo que le proporciona una inmensa satisfacción,
por más que este conocimientó sea
analógico e imperfecto.
Pero hay, además, un nuevo aspecto que nos ofrece ese cono­
cimiento de Dios y deriva de él, en el orden práctico. Porque,
cuaudo
el hombre, en su reflexión metafísica sobre la realidad de
los seres, llega a
Conocer que éstos han sido toqÓs causados, en
·última· instancia, por Dios, s_er iÍiteligente y Volitivo· por esencia,
y· que los ha causado consciente y libremente, y por amor, llega
esencia divina, imperfecto y analógico, véase Santo Tomás, I, q. 12, a. 12, y
también su Comentario al tratado De Trinitate de Boecio, q. 1, a. 2,·y Con­
tra
gentiles, lib. IV, c. 1.
(5) Santo Tomás-vincula la causalidad divina respecto de los seres al
acto de la voluntad divina:. La ciencia divina, dice, es causa de los seres en
cuanto lleva adjunta la voluntad. Cf. I, q. 14, a. 8; y q. 20, a. 2.
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entonces a conocer que todos los seres y él mismo son criaturas
de Dios. Y es aquí y en ese momento cuando surge natural y
espontáneamente la actitud religiosa del hombre hacia Dios, su
causa y su creador,
es decir, la religión.
4. La religión, ·exigellCia del . conocimiento que el hombre
obtiené d~ DioS en la' 'Metafísica.
Ante ese conocimiento que la Metafísica alcanza de Dios
cdmo primer ser, causa de todos los seres y del hombte mis­
mo, el hombre no puede menos de reconocerse como criatura de
Dios, efecto y
fruto de su· acción causal consciente y de su amor.
Y ante esta perspectiva de su realidad misma, efecto del amor
divino, consciente y hbre,
no puede menos de reconocer a Dios
como su creador,
agradecer su bondad para con él y los demás
seres~ y venerarlo interna y externamente, es decir, venerarlo en
su interior e incluso
'éxteriOl:'mente, con actos de público recono­
cimiento, individuales y/o colectivos -culto privado y público--,
que son los actos propios fundamentales de la virtud de la reli­
gión, como explica· Santo Tomás en su Suma teol6gica, II-II,
·ce. 85 y sigs.
5. La religión, diniensión ética y exigencia natural de la
persona humana.
Pero_ ese agredecimiento y veneración que surgen natural y
espontáneamente 0
en. el hombre al reconocerse como criatura de
Dios y efecto
de su amor, es_ un aspecto nuevo, que ya no perte­
nece
propial)lente al orden especulativo, sino al orden práctico de
la voluntad. Y así es colllo surge y aparece la religión como una
dimensión nueva, del orden
moral o ético, de la persona huma--
na (6).
(6) .«La religión -dice Santo Tomás-pertenece a la voluntad, en
cuanto le compete a ella ordenar los actos de algunas potencias a dar el
debido culto a Dioso II-II, q. 83, a. 3, lum, y q. 88, a. 5.
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LA PROMOCION SOCIAL DE LA CULTURA RELIGIOSA
Y esto, en primet lugar, a nivel de la religión considerada en
sus propios actos de reconocimiento, agradecimiento y veneraci6n
de Dios, como causa primera, consciente y amorosa, de todos los
seres, y especialmente del hombre mismo; pero que debe enrai­
zarse en la voluntad a modo de
hábito, que llamamos virtud de la
religión, como enseña Santo Tomás (7).
Y nótese
bien que hasta aquí hemos hablado de la religión
como exigencia y dimensión ética de la persona humana basadas
una
y otra en el conocimiento natural de Dios, obtenido por el
hombre en su reflexión metafísica sobre la realidad mundana. No
se trata, pues, de una religión basada en el conocimiento de Dios
obtenido por revelación divina o de
la religión sobrenatural, sino
de la
religión natural, fundada en el conocimiento racional de Dios
obtenido en la Metafísica: religión, a la que puede tener
acceso
todo hombre, incluso los no-creyentes; mas, a la que puede y
debería aspirar todo hombre como meta y perfección suprema de
la petsona humana, como afirma Santo Tomás (8).
Porque~ así como todo hombre aspira a saber, como dice Aris­
tóteles al principio de su Metaflsica (9), así también puede y
debería aspirar a llegar
al culmen de ese conocimiento, que sería
el conocimiento de Dios como causa de toda la realidad, creador
y providente, que lo creó todo consciente y libremente y por amor,
y a lo que debe el hombre corresponder, reconociéndole
como tal
agradeciendo
ese su amor y venetándolo como tal, en que consiste
fundamentalmente la religión,
como acto, y a lo que debe tendet
como meta a conseguir la religión, como
virtud (II-II, 85, a. 1-4).
Santo Tomás lo subraya en
el artículo 1 de la cuestión 85, afir­
mando incluso que así lo hacían los hombres
de todos los tiem·
pos (10), y precisa que en el cumplimiento de ese deber de la
religión se perfecciona la persona humana ( 11 ).
(7) Cf. II-II, q. 85, a. 34.
(8) Santo Tomás reitera una y otra vez que venerar y dar culto a Dios,
ser supremo y principio o causa de todos los seres, deriva del dictamen de
la razón natural, II-II, q. 81, a. 2, 3 um y a. 3 y 4.
(9) Metafisica, I, 980a21.
(10) II-II, q. 85, a. !, Sed contra.
(11} Il-11, q. 81, a. 7: «Honramos y· veneramos a Dios, no para su
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MANUEL GONZALEZ POLA, O. P, .
II
LA PROMOCIÓN SOCIAL DE LA CULTURA RELIGIOSA, EXIGENCIA
DE LA DIMENSIÓN ÉTICA DE LA PERSONA HUMANA
En este segundo apartado abordamos la relación entre la re­
ligión, como dimensión ética de la persona humana, y la sociedad,
y afirmamos que esa dimensión ética de la persona humana, que
llamamos reliw.ón, exige
de la sociedad una atención especial, que
le debe obligar a promover la cultura religiosa de los individuos
que la integran. Porque
la sociedad o Estado deben ser subsidiarios
de la persona humana ;
y esta subsidiariedad debe llevarla hasta
proveer
y promover la cultura religiosa de sus miembros. Pues
tarea de la sociedad o Estado
es promover el bien común, no de
la sociedad humana en abstracto, sino de los individuos · que la
integran. Y la cultura religiosa entra dentro de los· bienes que
integran
el bien común de los hombres constituidos en sociedad.
Reflexionemos sobre ello gradualmente.
l. Todo hombre puede llegar a conocer a Dios, por vía de la
razón, como causa primera de la realidad y del hombre.
Esto es verdad, hablando de posibilidad absoluta.
Pero, de hechd, no todos pueden llegar a este conocimiento
de Dios como causa primera del ser y que es un ser inteligente y
volitivo, que creó el mundo consciente y hbremente y por amor.
Y los que lo lleguen a conseguir
serán siempre pocos, después de
mucho tiempo
y esfuerzo y con peligro de caer en graves y muchos
errores. Así
lo afirma y explica Santo Tomás reiteradamente cuan­
do trata de la necesidad de
la revelación divina, no sólo para co-
provecho ... sino por el nuestro, en cuanto que honrándole y venerándole,
nuestra
alma se somete a él y así se perfecciona».
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LA PROMOCION SOCIAL DE LA CULTURA RELIGIOSA
nocer las verdades acerca de · Dios del orden sobrenatural, sino
incluso las del orden natural, asequibles de suyd a las fuerzas de
la
razón natural ( 12).
Y esta dificultad
es aún mayor si nos referimos al conocimiento
y conciencia de
la obligación moral de recondcerlo como su crea­
dor y tributarle
el honor y culto debido. A este prop6sito recuerda
Santo Tomás lo que
ya dijo San Pablo de los paganos que pu­
diendo llegar a conocer a Dios a partir de las obras visibles de
la creación
-per visibilia ad invisibilia-no lo reconocieron como
autor de la naturaleza ni le tributaron el culto debido (Rom.,
I,
20-22). San Pablo, y con él Santo Tomás, calilifican de inexcusa­
ble
esta actitud. Pero Santo Tomás trata de explicar la dificultad
que tiene el hombre para llegar a conocer a Dios a partir de las
criaturas
--efectoS"-a Dios, su causa, por la triple vía de la
causalidad, la negación y eminencia (
13 ).
A esta dificultad, intrínseca al proceso del conocimiento de
Dios a partir de las criaturas, efectos imperfectos y análogos res­
pecto de Dios, su causa, hay que
añadir las causas extrínsecas que
el mismo Santd Tomás indica
-inspirándose en Maimónides, eu
su
Guía de perple¡os-por las que .muchos no pueden llegar a
conocer muchas verdades acerca de Dios, o las llega a conocer
muy imperfectamente y con muchos errores, y esto tras una larga
y penosa investigación, a saber: la dificultad intrínseca de este
procesd de conocimiento, que requiere no
pocos conocimientos,
la cortedad de ingenio y la indolencia de otros, y las implicacio­
nes en problemas y negocios de la vida que distraen con frecuen'
cia su atención y no les permiten dedicar a .dicha investigación
todo
el tiempo y esfuerzo que requiere. Por· estas. razones, dice
(12) Santo Tomás abordó el tema -en los siguientes escritos: In III
Sent., d. 24, q. 1, a. 3; De Verit., q. 14,.a. 10; In de Trinitate, q. 3, -a. 1;
Contra gentiles, 1, c. 4; I, q .. 1, a. 1 y II-II~ q. 2, a. 3 y 4. Santo Tomás sinte­
tiza
así estas razones en la Suma Teol6gica: «Porque estas verdades acerca
de Dios, investigadas por la razón natural, llegarían a conocerlas pocos hom­
bres,
-después de mucho tiempo y con mezcla de muchos errores» (1, q. 1,
a. !).
(13) Véase Santo Tomás, Comentario a la carta de San Pablo a los
Romanos, c. 1, lec. 6.ª y 7.a, ed. Marietti, 195.3, págs¡ 19-27.
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Santo Tomás, fue conveniente y aun necesario que Dios revelase
algunas verdades accesibles a la razón natural, para que las pu­
dieran conocer todos o muchos, con facilidad, con poco esfuerzo
y sin mezcla de errores, como recordamos anteriormente (14 ).
2. .Aspiración natural de la naturaleza humana a tal conoci·
miento
de Dios.
Ese conocimiento de Dios como causa primera de la realidad
mundana
y el consiguiente reconocimiento y veneración de Dios
como tal,
es una aspiración natural de la naturaleza y persona
humana, como hemos dicho anteriormente. Y si
nd lo logra un
buen número de personas, es por falta de
la ayuda oportuna para
poder superar las dificultades que lo impiden.
En
el orden sobrenatural, la providencia divina ha provisto a
esta deficiencia revelandd algunas de las principales verdades del
orden natural acerca de Dios, para que los hombre las puedan
co­
nocer fácilmente, en mayor número y sin mezcla de errores, como
afirma reiteradamente Santo Tomás (15).
(14) Maimónides formuló as{ las cinco razones o ca.usas que impiden
o dificultan el estudio de las verdades metafísicas: la «dificultad, sutileza y
profundidades de la materia en si misma» (l.1); la «común deficiencia mental
en los comienzos», en los jóvenes (2.a}; la «larga duración de los estudios
preparatorios»
o previos (3.a}; la carencia en muchos de las «disposiciones
naturales» para
un conocimiento perfecto por vía racional ( 4.ª) y la aten·
ción u
«ocupaci6n requerida por los menesteres (necesidades) corporales»
de la vida (5.ª), que impiden dedicar el tiempo necesario a estos estudios.
Guia de perplejos, I, c. 33, ed. Nacional, Madrid, 1984, págs. 113·118. Santo
Tomás
las conoce y utiliza, resumiéndolas, al tratar de la necesidad de la
revelación divina de algunas. verdades acerca de Dios, asequibles a la razón
natural, en las obras citadas en la nota 12, :remitiendo a él explícitamente
algunas veces.
(15) «Proveyó, pues, saludablemente -dice Santo Tomá&-la ciernen·
cia divina al mandar aceptar como de fe verdades que la raz6n humana
puede investigar, para que así todos puedan participar del conocimiento de
Dios sin ninguna
duda ni error». Contr. Gent., I; c. 4. Véanse los detnas
lugares citados eli la nota 12.
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LA PROMOCION SOCIAL DE LA CULTURA RELIGIOSA
Pero nosotros, en este nuestro estudio, abordamos el tema en
el orden natural. Prescindimos, por tanto, del aspecto y solución
sobrenatural del mismo. Y en
el orden natural, sigue necesitando
el hombre de una ayuda similar, natural,
que sería una instruc­
ción o magisterio
humand, que le instruya o guíe en el estudio o
búsqueda de la verdad hasta llegar a ese conocimiento cierto, sin
me:,cla de errores y fácilmente asequible por muchos, de Dios,
como primer ser, causa de todos los seres, a quien debe el hom­
bre
reconocer como tal y prestarle la debida veneración.
Y
¿ quién tiene la posibilidad y obligación de proporcionarle
ese magisterio natural, humano, y los medios aptos para conse­
guirlo? Evidentemente, a nivel de cada hombre, en concreto, los
pa­
dres y tutores, tienen una fundamental obligación de proveer a esa
necesidad, por sí o por otros, cuando
les sea posible, no siempre
fácil y solamente posible en cuanto ellos mismos hayan podido
conseguir antes ese
conocimiento y estén

capacitados para trasmi­
tirlo a sus hijos,
y/o medios económicos para poder cumplir esa
obligación por medio de otros. Pero esto ocurriría en pocos casos.
Pero, a nivel
más generalizado, para todos los hombres y/o
la mayor parte de ellos, la prestación de esa ayuda supera las po­
sibilidades culturales
y/o económicas de su padres y tutores. Esa
obligación e incumbencia de prestar esa ayuda revierte a
la socie­
dad d Estado, en su función subsidiaria de procurar el bien común
de los miembros de la sociedad y
de cada uno de los individuos
que
la integran. Y ese conocimiento de Dios como primer ser es
un bien a que tiene derecho todo hombre, como hemos dicho an­
teriormente.
3. Incumbencia del Estado en la promoción de la cultura re­
ligiosa de sus miembros.
Esta incumbencia que decimos revierte al Estado o sociedad,
se basa en los principios o consideraciones siguientes, que respon~
den a enseñanzas de Santo Tomás.
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MANUEL GONZALEZ POLA, O. P.
a. Naturaleza social del hombre.
Aristóteles había enseñado que el hombre es, por su naturale­
za, un animal social, civil, político ( 16); y fundamentaba esa su
sociabilidad en que está dotado del don de
la p;,.labra o lenguaje
y en la necesidad que tiene de convivir con los demás; con los
amigos, para ser feliz ( 17).
Santo Tomás acepta esa doctrina y fundamentación en sus
co­
mentarios a la Política y a la Etica de Aristóteles (18), añadiendo,
por su cuenta, en su opúscµlo .De. regno, 1, e, 1, la-insuficiencia
del hombre para valerse por sí mismo desde la infancia, como se
valen los animales, subrayando de nuevo el don de la razón y el
lenguaje, que no tienen los animales ( 19)
..
Est.a indigencia y necesidad de ayuda que tiene el hombre
para sobrevivir.
y ser feliz no se ha de entendl't como si estuviera
limitada a
la simple supervivencia, en la infancia hasta llegar a la
edad adulta, en que
ya no es tan perentoria. Afecta y se extiende
a todo el hombre, en su doble dimensión de ser corpóreo
y espi­
ritual a la vez,
y a todos los niveles de su vida humana, desde los
que afectan directamente al elemento corpóreo: integridad
corpo­
ral y adecuado desarr9llo y perfeccionamiento de sus órganos,
facultades
y funciones vitales .corpóreas, hasta el natural desarro­
llo
y perfeccionamiento de las facultades del alma, de su enten­
dimiento -perfeccionadd con un nivel adecuado de
conocimientos
y hábitos intelectivos-, y de su voluntad, perfeccionada, fortale­
cida. y robustecida con los. hábitos operativos buenos o virtudes.
(16) ARISTÓTELES, Politica I, l, 1253a3 y Etica IX, 8, 1169b18.
(17)
ARISTÓTELES, Política, I, 1, 1253a18 y Etica, IX, 8, 1169b3-
1170b19.
(18) SANTO ToMÁS, Comentarios a la Politica de Aristóteles, lib. I,
lec. 1, nn. 31-41, ed. Marietti, y a la Etica, IX, lec. 10 y 11, nn. 1885-1912,
ed. Marietti.
(19)
SANTO TOMÁs,·De regno, I~ c.,-n. 3-6. La razón-de la inSuficien­
cia del_ hombre pata valerse por· :sí ·mismo en la infancia parece haberla to­
mado
de Avicena, De anima, c. 5.
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LA PROMOCION SOCIAL DE LA CULTURA RELIGIOSA
Porque el deseo e inclinación natural del hombre a ser feliz abar­
ca, implica
y exige alcanzar todos esos grados y aspectos de desa­
rrollo
y perfeccionamiento: desarrollado, . proporcionado y sano
corporalmente, sabio,
· bueno y virtuoso en cuanto ser inteligente
y dotado de voluntad.
Es, pues, esa múltiple necesidad de ayuda que tiene
el hombre
para sobrevivir, perfeccionárse
y ser feliz, bajo.los diversos aspec­
tos
de su vida auténticamente humana, la que avala su condición
de ser
social por naturaleza, es decir, por exigencia de su propio
ser, de su propia naturaleza. Y se asocia
el hombre a los demás
para encontrar en ellos la ayuda que necesita para su desarrollo
y perfección, para ser feliz.
b. Subsidiariedad de la sociedad en la promoción del desarrollo
y perfección del hombre, en su integridad. ·
Una primera ayuda para socorrer a las necesidades más peren­
torias de su supervivencia en
la infancia, la recibe el hombre de
la sociedad familiar, de sus progenitores. A ellos incumbe proveer
a su subsistencia y desarrollo, y no sólo en la primera etapa, sino
incluso en las sucesivas etapas de ese su desarrollo y perfección
humana. Pero proveer
a estas ulteriores etapas de su desarrollo y per­
fección humana, sobre
todoen su dimensión intelectual y moral,
en
la mayoría de los casos, supera las posibilidades de la familia.
La misma sociedad familiar necesita integrarse en la sociedad po­
lltica, del Estado, para lográr su propia perfección y bienestar.
jCuánto más, tratándose de los altos niveles de desarrollo intelec­
tual y moral y a
nivel, no de solos los miembros de una familia,
sino de todos o
la mayoría de hombres en cuanto miembros de la
sociedad, en la que se ven obligados a integrarse para lograr un
nivel de perfección y de vida humana digno, cual lo exige la
pro­
pia naturaleza humana!
En esta necesidad de mutua ayuda, por la que se asocian los
hombres y se constituyen en sociedad} y en la constitución misma
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MANUEL GONZALEZ POLA, O. P.
de esa sociedad para subvenir a esa necesidad, radica -en contra­
partida-la obligación de esa sociedad, así constituida, a proveer
a sus necesidades de todo tipo: materiales, económicas, de con,
vivencia (orden social), culturales y religiosas, etc. Porque la ra­
zón y finalidad de unirse los hombres y constituirse en sociedad,
no es para constituir una sociedad, sino para proveer a las necesi~
dades de los individuos que la integran, al bien común de los
individuos de la misma sociedad, como dirá reiteradamente Santo
Tomás (20).
c. Incumbencia y subsidiariedad de la sociedad en proveer a las
necesidades culturales y morales del hombre.
Este · bien común que debe procurar y proveer la sociedad en
favor de sus miembros, no es un bien común en abstracto, sino
los bienes concretos que necesita el hombre para su pleno desa­
rrollo, perfección y felicidad.
Estos bienes, en concreto, unos son extrínsecos o externos al
hombre, como son los bienes materiales: muebles o inmuebles,
las posesiones, las riquezas .. Otros son intrfnsecos o internos, ya
sean corporales, como son el adecuado desarrollo corporal, la in­
tegridad de miembros y facultades corpóreas, la salud, robustez,
etc., ya sean in.materiales o espiritu::iles de alma, como son la
ciencia y la virtud, que ~eccionan respectivamente el enten­
(20) Santo Tomás insiste una y otra ve2: en la naturaleza social del
hombre a base de la necesidad que tiene de ayuda de los demás, de la so­
ci~ad, para procurarse lo necesario Para la -vida, para lograr su desarrollo
y perfección y
especialmente en cuanto ser-racional dotado de razón-y del
don del lenguaje. Véase .cómo se expresa en el opúscul'O De Reg,no, lib. 1,
<:, l: «El hombre sólo no puede bastarse para su existencia» (n. 2); «el
hombre sólo viviendo en. comunidad pued~ obt_ener el conocimiento de lo
que necesita para la
vida» (n. 3 ); «por sí solo no puede llegar a conocer
lo que le es necesario» (ibíd.); «necesita, pues, vivir en sociedl'ld,. ayudarse
uno a otro, de manera que cada Uno inVestigue una cosa y así se a)1Uden
mutuamente» (ibld.).
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LA PROMOCION SOCIAL DE LA CULTURA. RELIGIOSA
Entre estos distintos bienes que necesita alcanzar el hombre
para lograr su adecuado desarrollo, perfección, felicidad, la
ciencia
y la virtud son los más excelentes y los que más contribuyen a
esa su perfección y felicidad. Consecuentemente, serán también
los que la
sdciedad o el Estado deberán proveer y promover con
prefereucia para así contribuir
más eficazmente al desarrollo, per­
fección y felicidad del hombre.
Lo suele hacer la sociedad y el Estado: preocuparse y proveer
a los miembros de la sociedad de
medids necesarios y aptos para
conseguirlo. Y lo suele hacer como acto de servido a
los ciudada­
nos. Pero no
es un simple acto de servició, libre y voluntario, en
favor de los miembros de
la sociedad. Es incumbencia y obligaci6n
suya. Debe la sociedad y el Estado prestar este servido a sus
miembros con la prioridad que requiere, ya que la ciencia y la
virtud son los dos dones o perfecciones que
más dignifican y
perfeccionan al hombre.
Y entre los conocimientos y ciencias, y entre las virtudes natu­
rales que más perfeccionan al hombre en su ser humano, son la
ciencia que conduce hasta el conocimiento de Dios y la radical
dependencia del hombre respecto de
él, a saber, la Metafísica ( de
la que la
Teologla Natural no es más que un capítulo), y la virtud
de la
religi6n, que lo reconoce como su causa primera y le presta
el honor y la alabanza que merece, como tal, como hemos dicho
anteriormente.
De ahí que deba procurar la sociedad como tarea prioritaria,
favorecer y promover
los medios aptos para que los hombres pue­
dan llegar a conocer a Dios como primer ser y causa de todos los
seres
y del hombre mismo y lo pueda reconocer y venerar como
tal. Y tanto más, cuanto
es difícil llegar a obtener ese conocimiento
de Dios, por el gran esfuerzo mental que se requiere, por lo tar­
dos que son no pocos para la alta especulación metafísica y las
dificoltades
y quehaceres de la vida, que con frecuencia impiden
al hombre dedicar el tiempo necesario para llegar a este conoci­
miento de Dios, que no siempre
se verá libre de errores, cuando
el hombre emprende
ese estudio por sí mismd y no es guiado o
ayudado por otro.
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MANUEL GONZALEZ POLA, O. P.
Ante esa gran dificultad y para que muchos hombres pudieran
llegar
a conocer a Dios fácilmente y sin mezcla de errores y así
pudieran entrar en
la vía de la salvación, fue conveniente d nece­
sario -dice San.to Tomás--que Dios revelase incluso algunas
verdades acerca de Dios asequibles a
la sola raz6n natural. Esto,
en el orden
sobrenatural, como dijimos en su lugar.
Análdgamente es también necesario que alguien oriente, guíe
y ayude
al hombre a llegar a conocer a Dios, primera causa de
todos los seres y del hombre mismo, pronta y fácilmente y sin
mezcla de graves errores, en el orden natural, ya que ese conoci­
miento constituiría el ápice de su perfección en cuanto ser inte­
ligente. Y ese conocimiento
sería, a su vez, la base de una natural
y espontánea actitud consiguiente del hombre respecto de Dios, a
quien reconocería como su causa, que lo caus6 consciente y vo­
luntariamente y por amor. Y esto motivaría que la voluntad co'­
rrespondiese a esa acción divina reconociéndolo como tal, agrade­
ciendo
su bondad para con él y tributándole el hondr que se
merece como tal, que son los actos principales de la religión.
Esta ayuda que necesita el hombre para llegar a conocer a
Dios
como causa suprema de la realidad y del hombre mismd y
llegar a adoptar
la correspondiente actitud de reconocerlo y pres­
tarle el honor y veneración que
se le debe como tal, sería incum­
bencia de la sociedad. o Estado, en cumplimiento de su misión de
procurar el bien de sus miembros, prestando la atención que se
merece esta dimensiÓIJ ética de la persona humana.
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