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Número 327-328

Serie XXXIII

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Amor humano y familia cristiana en el alba del siglo XXI

AMOR HUMANO Y FAMILIA CRISTIANA
EN EL ALBA DEL SIGLO XXI
POR
A. LOBATO, o. P.
INTRODUCCIÓN
El amor es uno de los constitutivos de lo que llamamos vida
humana, de tal modo que donde hay seres humanos hay amor,
donde no hay amor no hay humanidad. El
hombre no se conoce
bien a sí mismo, ignora las riquezas que lleva dentro de sí, y
con­
viene que la advierta. Hay en el amor una potencia creativa; mo­
deladora del hombre y su cultura, pero quizá no hay una clara
conciencia de ello.
¿Qué ocurre en nuestro tiempo con el amor humano? Se diría
que por desgracia esta fuerza poderosa actúa, está presente, pero
va a la deriva, como barco sin capitán, con las velas infladas,
porque ha perdido la memoria de su
origen divino y desconoce
su
fin; Es la barquilla española vista por Lope de Vega: Pobre
barquilla
mla, entre las olas sola, ¿ad6nde vas perdida, adónde,
di, te engolfas? En nuestra cultura actual la potencia del amor
humano
se ve malgastada, como la herencia del hijo pródigo, quizá
por inconsciencia, por pereza, por inercia, porque en una sociedad
de masas y de poderosos medios de comunicación,
los hombres
se toman marionetas, cuyos hilos secretos manejan solo algunos
con fines interesados. En este final de siglo, esa potencia admira­
ble
del amor humano está obstruida, anúlada. Por este desvío
del amor, se priva a los hombreS: del resorte más grande para rea­
lizar la empresa de ser hombre. En 1956 Eric Fromm, en su
análisis penetrante de
la . socjajad actual, denunciaba la equivoca-
Verbo, núm. 327-328 (1994), 713-759
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A. LOBATO, O. P.
ción radical de los hombres de hoy ante el problema del amor,
y proponía un arte de amar, no al estilo de Ovidio, que escribió
para los latinos una
Ars amandi, sino en correspondencia con el
ser del hombre actual, que
se prepara con trabajo y disciplina para
todo en
. Ja vida, y no hace lo mismo para el amor que es la clave
de la vida.
Su propuesta implicaba una toma de posición: «El
amor
es la respuesta al problema de la existencia humana: "el
amor en su forma madura, implica confianza, actividad, humildad,
coraje y es
la única respuesta verdaderamente sensata a las con­
tradicciones de la existencia humana"» (1).
Ante esta situación
de empobrecimiento, de impotencia, es
preciso reaccionar, intentar un cambio de marcha. Muchos se com­
placen en ver el amor como una fuerza ciega, como el Cupida de
los ojos vendados, el arco tenso y la
flecha a punto de ser dispa­
rada al
corazón de quien se ama. Es hora de quitar esa venda y
tener los ojos bien abiertos.
Hay muchos modos de hacerlo. Yo
no me voy a complacer en la condena, en la descripción del mal
que padecemos, en la ceguera tan extendida. Prefiero tender la
mirada hacia adelante, ser un sembrador de esperanza,
creador de
futuro. En vez de un lamento sobre la desgracia de estas gene­
raciones desviadas en lo más profundo del ser humano, mi pro­
yecto
es el de alentar en vosotros, en ml mismo, la fuerza trans­
formante del amor humano, y lograr que despierte lo que está
dormido, «el genio que duerme en
el fondo del alma, esperando
la voz que le diga:
Levántate y anda», como hacía el romántico
Bécquer. Este fue siempre
el método de los buenos pedagogos.
Con esta actitud, mientras asistimos con rabia contenida a
la agonía
atormentada
de la larga noche del final del siglo xx, yo os invito
a mirar hacia lo alto
y poder vislumbrar ya las primeras luces del
alba del siglo xxr.
La esperanza es la virtud de la vida presente,
el
al,iento de todos los que se sienten en camino. El tercer mile·
nio tiene que ser más humano, más cristiano. Un mundo diferente
sólo
se logra con hombres nuevos, renovados por dentro, ilusio­
nados por la aventura que describía en la hora del renacimiento
(1) E. FRoMM, El arte de amar, ed. Il Saggiatore; Milano, 1963, pig. 21.
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AMOR HUMANO Y FAMIUA CRISTIANA EN EL ALBA DEL SIGLO ,XXI_
Pico de la Mirándola, como «el gran milagro»: Magnum o Ascle­
pi, miraculum est homo
(2).
Una gran empresa no· puede ,;er improvisada, requiere una
adecuada preparación, tiene que contar con fundamentos bien
só­
lidos. No basta cambiar las estructuras exteriores. Hay que «rom­
per la cara,
el espejo no hay por qué» decía Quevedo. Los hom­
bres, como todo
lo vivo, sólo se hacen nuevos desde el corazón y
la voluntad. Esto sólo se logra desde una decisión del hombre
que se reconoce persona y se decide a actuar como
tal. El amor
tiene poder para transformar
la vida y para dar origen a un mo­
mento nuevo de la historia.
Un nuevo modo de amar, da origen
a
un nuevo modo de ser. Para lograr un hombre nuevo, se requiere
que sea nuevo su amor.
Pero, ¿quién puede dar a los hombres una lección sobre el
amor? Con fina ironía, Descartes iniciaba su Discurso del método,
cdmo prólogo a la nueva hora europea de hacer filosofía, diciendo
que en materia de bon sens,
de sentido común, no hay nada que
enseñar, porque cada cual piensa que no sólo tiene lo suficiente,
sino
más que los otros, como si ,;e tratase de la cosa mejor repar­
tida en el mundo (3 ). Algo semejante acontece con el amor. Buena
parte
de los hombres piensa que nada hay que aprender en esto,
como en la vida, que ellos ya saben bastante. Es cierto que la
naturaleza enseña a todos
lo decisivo del amor, mucho más que
la escuela puede enseñar. Por eso aquí se trata de una reflexión,
no de una lección escolar.· El tema del amor trasciende las aulas,
no se deja encerrar en
ell~s. No es algo que se aprende en Íos
hbros, ni se puede reducir a ideas.· El amor es anterior a la es­
cuela.
No sin motivo un hombre tan sagaz como Sócrates, confiesa
por
boca de su discípulo Platón, cuando dialoga sobre el amor,
que todo cuanto sabe acerca
de él, se lo ha enseñado una mujer,
Diótima, la sacerdotisa de Mantinea: Fue precisamente esta
mu;er
(2) Pico DE LA MIRÁNDOLA, Oratio De hominis dignitate, Ed. Atanor,
Roma, 1986, pág. 6.
(3) R. DESCARTES, Discurso del métodó, Ed. Revista de Occidente, Ma·
drid,
1954, pág. 2.
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mi maestra en las cosas del amor ( 4 ). Lo que se aprende en los
libros
se borra pronto de la memoria si no se cultiva, lo que en­
seña la naturaleza nunca se puede olvidar. El mismo Descartes
confiesa en su
Discurso, un poco más adelante, que al final de sus
estudios en las mejores escuelas de su tiempo, necesitaba salir a
viajar por el mundo para aprender
de la vida real las cosas que
la escuela
no enseña y que los. hombtes necesitan. Y fue en medio
de sus aventuras de viajero y de soldado cuando tuvo su intuición
radical sobre el punto de partida del conocimiento,
pienso, luego
existo, Je pense, done je suis, cogito ergo sum (5).
La lección del amcJr la enseña la vida: no sólo la vida de los
demás, sino
más bien la vida prdfunda que tiene el sujeto, el
núcleo del cual
es portador. No se debe olvidar que el hombre
aprende por dos caminos simultáneamente: el de la tradición y
el de la invención; Por el primero se inserta en una tradición que
nos llega,
como gran regalo del pasado. Apoyado en ella, cuando
a su modo la ha asimilado, el hombre se alza como un enano
so­
bre las espaldas de un gigante, y tiene un horizonte mayor. Sólo
así se sitúa a la altura de los tiempos, en el vértice de la historia.
Este modo
de instalación cultural es nuestra base sólida, la más
común y la más provechosa. La segunda vía es la de la aportación
de cada uno al proceso de la cultura, la de la invención, la de la
creatiyidad.
Todo sujeto está llamado a ser originario, porque su
ser es nuevo, no· es mero ejemplar de una especie,.es un ser perso­
nal, una individualidad que no tolera ser reducida a mera abstrac­
ción. Unamuno reclamaba esta singularidad, de ser
.«especie única,
Miguel de Unamuno
y Jugo» ( 6 ). Desde ella es posible el desa­
rrollo de la subjetividad, la adquisición de las virtudes humanas,
las intelectuales
y las mor.Jes, las que perfeccionan la dimensión
especulativa que todos tenemos
y las que.hacen al hombre-bueno,
ese hombre en plenitud que todos estamos llamados a ser. Este
modo
de aprender vitle más que la disciplina.
(4) PLATÓN, El banquete 201 d. Ed. Aguílar, Madrid, 1966, pág. 593.
(5) DEscARTES, Discurso del método, ibid., pág. 64.
(6) MIGUEL DE UNAMUNo", El sefftimiento··trágico de la vida, Ed. A.gui.
lar, Obras, vol. II, pág. 1007.
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AMOR HUMANO Y FAMILIA CRISTIANA EN EL ALBA DEL SIGLO XXI
El ser humano es un ser viviente y no crece por yuxtaposición
como las rocas en el fondo de los mares, o las estalactitas en lo
profundo de las cavernas, sino que crece como
los seres vivientes:
como las caracolas que van añadiendo anillos a su concha, los
ár­
boles que despliegan nuevos círculos de consistencia detrás de la
áspera corteza, los dedos de la mano que crecen desiguales desde
dentro.
Lo que no se ha hechd carne y sustancia del alma de cada
uno no sirve para fundamento de lo humano. No hay proporción
entre
lo que se come y lo que se asimila. Lo que cuenta en verdad
es la asimilación del alimento, porque estd
es lo que nutre y no
pesa, lo que vitaliza y da persistencia al milagro de la vida en cada
sujeto. Hay una
paideia personal. Hay un modo de ser maestro
de sí mismo.
Si en la dimensión intelectual, es preciso que uno
vaya a la escuela, que tenga un maestro, que siga un proceso lento
hasta situarse en el horizonte del saber, de una de
las ramas. de
este inmenso árbol, en cambio para el adecuado desarrollo de la
dimensión volitiva, para el progreso en el amor el proceso
es dis­
tinto, puede ser el inverso: la escuela está dentro, el maestro es
intetior, hay una voz .de conciencia que es guía, hay una fuerza
que impulsa, una mistetiosa libertad que
es como un manantial
impetuoso que debe brotar hacia lo alto y tiene que ser capaz de
superar toda esclavitud y hacer crecer el ser personal.
El amor
es expansión de la vida, y el sujeto tiene la mejor parte. Uno mis­
mo tiene que aprender a amar, guiado por sí mismo. Por ello la
lección del amor no puede ser una lección escolar, en la cual el
discípulo está llamado a repetir lo que ha oído del maestro. El
amor todo
lo hace nuevo, es creador de vida ·y de diferencia. Es
siempre una sorpresa.
La presente reflexión trata de penetrar en esta zona personal
donde el amor tiene su hontanar
secreto y de donde· toma· su fuer­
za incontenible. Aun visto así, el tema del amor es oceánico, no
se deja apresar, salta más allá de todos los confines. Se hace ne­
cesaria una limitación. Yo he desarrollado con preferencia el fil6n
antropol6gico-ético, es decir, Li conexión que tiene el amo'.t con
el ser del hombre, y la correlación con su desarrollo en
la ma­
durez personal.
Se busca saber en qué medida y en qué manera
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el amor ayuda a ser hombre, en qué proporción configura la propia
personalidad. Aun conociendo las dimensiones negativas
de lo
humand,
por otra parte bien patentes, expresadas desde antiguo
en la famosa frase del poeta Terencio:
Homo sum, nihil humanum
a me alienum puto, cuyo sentido es más bien negativo, y lo hu­
mano
se descubre desde sus deficiencias en el error y el mal, que
retoman constantemente
en cada hombre y cada generación, y ad­
mitiendo la necesidad de combatir esas miserias y desvíos, la
tarea principal de toda pedagogía es la de suscitar las energías
latentes en cada sujeto humano y en cada generación. Hay que
apostar por
el futuro del hombre, darle confianza y mantener una
certeza en
la posibilidad de progreso, nd al estilo iluminista del
siglo
XVIII, sino al modo cristiano. En definitiva el cristiano apuesta
por el futuro, está seguro de que siempre a la postre al menos,
el bien vence al mal, y el amor es capaz de dar sentido a toda vida
humana, y
por ello es capaz de ser heroico.
Desde estos supuestos
yo quisiera situarme en lo más avanza­
do de la antropología y de la ética humana, y desde esos dos pi­
lares bien consistentes, descubrir en la vida la fuerza del amor
humano, tanto en
la persona singular, cuanlf) en la persona que
comparte
su vida del modo más connatural, en la familia. Todo
hombre es ser personal
y ser familiar, al mismo tiempo. Esas dos
dimensiones tienen· prioridades respectivas, una
de las cuales es
genética, porque
comienza. en el seno de la familia y alcanza el ser
personal, y otra óntica, pues el ser personal origina y funda
la raíz
de la vida familiar. Y en ambas el amor es .el arquitecto, la roca
y
la fuerza de esa corriente vital de lo humano. El progreso hu­
mano está en la aplicación
real de estos dos· momentos ya conquis­
tados por quienes nos han precedido. Lo que resta es llevarlos a
la
praxis y con ellos dar origen ·a la novedad del hombre, al siglo
plenamente humano. Porque ambos, ser personal y ser familiar,
con el desarrollo integral de
la potencia del amor, son todavía
programa
más que obra, posibilidad más que realidad lograda. El
poeta latino Virgilio, uno de
lós padres de la cultura humanista
medieval, invitaba
á · su modo y con su mentalidad pagana a esta
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gran empresa: Omnú, vincit amor: et nos cedamur Amori (7). El
amor todo lo puede, dejémonos llevar por el amor. Virgilio era
un pagano. Nosotros, testigos del amor de Dios, nos situamos en
la perspectiva cristiana, cuya ley es el amor, que en
definiti11a
coincide con el ser. En esta nueva perspectiva se realiza la fusióp.
del ser y del amor. Dime cómo amas, te digo cómo eres ..
El desarrollo del tema del amor, dentro .de estas coordenadas,
y en este contexto, se hace en dos momentos: en
el primero la
reflexión versa sobre el amor y el ser personal; en el segundo
sobre
el amor y la familia, pues la familia está cons.tituida por las
relaciones
interpersonales. En una visón integradora J,¡, lo huma­
no, podremos ver
cómo se enlanzan las dimensiones de la na,tu­
raleza y de la gracia, lo humano y lo cristiano, la persona y la
familia.
El amor es el vínculo misterioso que todo lo une, sin
anular las diferencias. A nosotros nos interesa descubrir cómo en
la vida personal del hombre y en la vida de la familia, todo
de­
pende del amor. Es el motor inicial y terminal, que atrae e impul­
sa. Por ello Dante, en el Paraíso
.ha podido escribir con acierto:
L'amore, che muove il sole e le altre stelle (8).
I. AMOR y PERSONA
Estas dos palabras, transportadas a sus resonancias semánti­
cas y culturales, nos sitúan en un horizonte. de actualidad. Hay
valores vigentes, que
están en ese mundo. ·sutil e impalpable de
la cultura. La cultura es nuestro envolvente, la atmósfera humana
sin
la cual nadie respira, lo que el hombre necesita añadir a la
naturaleza para realizar su emergencia y
no asfixiarse bajo el peso
de las necesidades que lo natural de la materia le impone.·
La cul­
tura. se compone de diversos elementos, no todos al mismo nivel,
con el mismo peso
especifico. Toda cultura tiene una forma, y
esa
se define por los llamados valores (9). El valor máximo de-
(7) VraGILIO, Edoga X, v. 69.
(8) DANTE, Divina Comedia, Paradiso, c. XXX.
(9) El discurso de Juan Pablo II eo la sede da la UNESCO en París,
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pende del aprecio de los hombres, cuya estimación puede variar,
de suyo se toma por tal aquel por el cual el hombre es capaz de
sacrificar todo lo demás. La constelación de los valores apreciados
gira en torno a ese valor supremo. Podemos decir que
el amor y
la persona
se encuentran hoy en esa constelación.
A pesar de
!Os desvíos, todavía el hombre actual estima que
el amor
es cotizado, que sin amor la vida no merece vivirse, que
todo
se puede sacrificar por el amor, que la felicidad va de la
mano del amor
y que la mayor desgracia es perder el amor. El
amor es estimad.O, lo que no está claro en nuestro tiempo es en
qué consiste en verdad el amor. Es todavía una palabra, cuyo sen­
tido se · difumina en las brumas de la subjetividad. Lo mismo po­
demos decir que acontece con la persona: es uno de los valores
en alza. Esta palabra que nació
para designar lo más extrínseco,
la máscara, ha ido penetrando a fondo en la cultura moderna hasta
llegar a ser preferida a todas las demás cuando se trata del hombre.
Esta constatación implica una cierta paradoja: la preferencia
por la persona contradice buena parte de las direcciones en uso
en
la cultura actual. Por más que estemos envueltos en un mundo
materialista que trata de reducir el ser humano a productor y
consumidor ; a pesar de que vivimos en un mundo de imágenes y
apariencias, que todd lo resuelve en los fenómenos;
por más que
las teorías de los filósofos nieguen el acceso a lo profundo de
la
realidad y destierran la metafísica, y las hipótesis de los científi­
cos
reduzcan todo a medida y número, a quarclcs y leptones, el
hombre de hoy necesita oír la palabra persona, cuando defiende
sus derechos humanos,· cuando se encuentra con otro, cuando· nu­
tre aspiraciones de realizarse como personalidad. Ha percibido
que
la palabra le viene como anillo al dedo. Solo en ella se expresa
la dignidad de la que se sabe portador. Solo ella responde a la
convicción de que no es un número, un elemento de la masa, no
es parte, ni objeto, ni posesión de nadie. Tiene conciencia de ser
el 2 de junio de 1980, sobre la cultura, puede ser designado como la Charta
Magna de la cultura en sus relaciones con el hombre, sujeto y objeto de
la cultura. Cfr. AAS, 1980, p,lgs. 1232-1254.
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persona, y por ello un nombre personal, se sabe un yo con una
dimensión de misterio. Así
es la verdad. El hombre, todo hom­
bre es un ser personal, y como tal tiene que realizarse en una ac­
tividad decisiva para su desarrollo.
Resulta por taoto que amor y persona son actuales, muy
vi­
gentes, quizá a contrapelo de la cultura ambiente, como un islote
bien firme en medio del océaoo, qne
nd se deja erosionar por las
olas cambiaotes. Es una cierta paradoja, pero asíes. Amor y per­
sona son dos de los más altos valores. de toda vida humana. Cuaodo
uno trata de
conocer el pasado cultural de estos vocablos, el sig­
nificado de que son portadores, constata que en definitiva, ambos
tienen un sello cristiaoo, una marca
de origen que resulta indele-­
ble. Sólo en la tradición cristiaoa el amor ha sido revelado a los
hombres con una profundidad nueva,
s6lo en el seno de esta tra­
dición
el ser humano ha podido comprenderse como persona. El
pensamiento pagaoo no llegó nunca a este misterio. Tratar de ol­
vidarlo es incorrecto. Tratar de desviar estas dos manifestaciones
del
ser humaod
del origen cristiaoo ha resultado fatal.
· Es nece­
sario volver
· a las fuentes, hacer que estas «ideas cristiaoas que
se han vuelto locas» en la fiesta de la modernidad, en feliz· ex­
presión de Chesterton, vuelvao como el hijo prodigo a la casa del
padre y se reconozcao en toda su profundidad y graodeza. No son
ideas excluyentes, sino integraotes. Implicao todo lo valioso
en
las
precedentes concepciones del hombre, porque en este caso se
cumple esa
ley formulada con tanto acierto por Tomás de Aquino:
la gracia no destruye la natutaleza, la lleva a su perfección {10).
Perfilado el tema de nuestra reflexión, en sus notas de rela­
ción vital con el ser del
hdmbre, en sus posibilidades, en su ac­
tualidad y vigencia cultutal, en sus limites aotropológicos, estamos
en grado de aproximarnos a
la comprensión de la relación entre
amor y persona. Lo vamos a desarrollar en tres instancias com­
plementarias: desde el ser, desde la historia, y desde la praxis.
Hay en ello un
proceso circular: la persona funda el amor, y me­
diante su ejercicio desarrolla la personalidad. Resulta así bien
(10) SANTO ToMÁS, Suma de Teolog!a, T, q. l. art. 8 ad 2.
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A, LOBATO, O. P.
claro que amor y persona se condicionan mutuamente, porque van
implicados el uno en
el otro.
1.1.
El amor personal.
El ser humano es un ser pluridimensional, no unidimensional
como tratan
de hacerlo en nuestro tiempo ( 11 ). Desde una visión
espacial
el hombre se despliega en las cuatro dimensiones: hacia
arriba y hacia abajo, y topa con Dios y con el mundo; hacia aden·
troy hacia afuera, y se encuentra consigo y con los otros. No hay
cuerpo sin tres dimensiones, no hay hombre sin estas cuatro, por­
que
es una totalidad que trasciende el cuerpo. La comprensión del
hombre
es . punto de partida para todo comportamiento frente a
él. Designarlo como persona implica un modo de comprensión.
Pero puede ser desde fuera o desde dentro.
En realidad toda com­
prensión tiene sus principios desde fuera, desde la sensibilidad.
El hombre posee una preciosa condición, que no tienen los otros
seres, a la
cual debe su capacidad de desarrollo, la imitación. Ya
Aristóteles advirtió esta
peculiatidad de lo humano. El ser hu­
mano, desde su infancia imita y se complace
en fa imitación (12).
Por ello nació el
teatro,"y en él un reflejo de la vida humana, una
comprensión
· del hombre que se ve a sí mismo desde fuera. La
vida es más rica que el teatro, y el hombre desde . el principio
sintió necesidad de llevarla al teatro. Para indicar la distancia en­
tre
1a vida y su representación inventó la máscara. Todas las cul­
turas han usado la máscara, y la siguen usando. Fueron los etruscos
quienes dieron a la máscara un nombre y la llamaron persona.
Hay un testimonio de ello en la tumba de los auguri en Tarqui­
nia. Los romanos tomaron ese nombre de
los etruscos y durante
(11) H. MARCUSE, El hombre unidimensional, México, 1968.
(12) ARISTÓTELES, Poética 4, 1448 b: «El imitsr es connatural al hom­
J;,re y se manife.st6 ello d~ su misma infancia -el hombre difiere pre­
cisamente de los demás ariimales en que es muy apto para la imitación y
es
por medio de ella como adquiere sus primeros conocimientos-y en
segundo
lugar., todos los hombres experimentan placer en sus imitaciones».
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AMOR HUMANO Y FAMILIA CRISTIANA EN EL ALBA DEL SIGLO XXI
siglos persona significó solamente máscara. Hay que llegar .a Sé­
n~ca, en el siglo r para que el nombre se aplique tanto a la figura
cuanto a
la singularidad excéntrica del emperador Claudio; que.Jo
hizo sufrir
y lo llevó al destierro. .
Los griegos dieron origen a un teatro que llevaba a escena lo
más radical del hombre, su lucha contra el destino, la tragedia,
con el fin de lograr la katarsis complejos, frustaciones y una cierta descarga a su agresividad,
originada ante
las inexorables leyes de la naturaleza, más fuertes
siempre que
su débil voluntad. El héroe trágico, destinado,a.mo­
rir, se representaba mejor bajo la máscara; De la tragedia pasaron
a
la comedia, pero siempre con la máscara, el prosopon, algo que
oculta
el rostro de la persona, para que se refleje sólo el perso­
naje (
13 ). Ese concepto de 'máscara persiste en cada uno de 19s
hombres que seguimos en el gran teatro del mundo, cual lo d¡,s­
cribian en el siglo de oro los españoles y llevaba a la escena C.al­
der6n de la Barca. No hay hombre sin máscara.
La persona comienza siendo el fenómeno humano, rdación
de presencia y apariencia ante los demás.
S~limos a la calle, ejer­
cemos los roles de
la vida, cubiertos con alguna máscara, conscien­
tes de que estamos en
el. teatro.
Esta visión del hombre
des.de fuera resulta inconsistente, se
desmorona por sí sola. como cas.tillo de naipes, como lo ha hecho
el aparato. tan bien montado del mundo marxista. El hombre se
conoce . desde .. otra perspectiva mucho más profunda. Para ver al
hombre es preciso navegar hacia lo interior del mismo. Para ello
es neces~rio .recuperar las categorías de espíritu, de libertad, de
infinito y creadOr. Sólo .la revelación ha dado esta nueva visión
de lo que implica el ser hombre: Dios
es ser personal, espíritu,
(13) · ArusTÓTELES, Poética, c. 6, 1449 b: «La-tragedia es pues la imi­
tación de una acción de carácter el¡;vado y completa, dotada de cierta ex­
tensión, en un lenguaje agradable, lleno de bellezas de una especie particular
según slls diversas partes, imitación que ha sido hecha o lo es por persoria­
jes en acción y no por medio de una narración, la cual, moviendo a com­
pasión y temor, obra en el espectador la purificación propia de estos estados
emotivos».
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A. .. LOBA.TO, ·o. P,
omnipotente. Dios es creador y decide comunicar su bondad, y
en un acto de amor crea al hombre. El Génesis lo describe en ese
acto de
creaci6n, al final de su obra ad extra, formándolo como
un alfarero, del
limo de la tierra y con el soplo de su aliento, a su
imagen y semejanza, como compendio de toda su obra. Hagamos
al hombre. Y ha comenzado el hombre sobre la tierra, imagen de
Dios, ser libre, var6n y mujer, colocado en el paraíso, sefíor del
mundo que
le rodea. Todo cuando ha acontecido con Adán, en
cierto modo, Dios lo realiza
con cada hombre.
Porque en la materia organizada que corresponde a cada uno
de los hombres, Dios crea e infunde directamente el alma,
y así
se forja el nuevo ser, un hombre singular, porque Dios lo ha plas­
mado y lo ha introducido en el mundo, que al principio es el
paraíso materno. Dios creador le ha dado al hombre una categoría
y una dignidad que no tiene ningún otro ser del cosmos. El hom­
bre es un efecto del amor de Dios, que crea e infunde la bondad
en las cosas.
Lo ha hecho por amor, y al hacerlo, se ha revelado
como amor. Dios mismo se ha hecho hombre y ha manifestado
de nuevo
su profundo misterio de amor. Es padre del hombre,
es principio que envía su hijo al mundo, y
es motor que envía al
Espíritu. Este misterid de Dios uno y distinto, ha sido motivo de
largas reflexiones en el pensamiento cristiano, y finalmente ha
sido significado en una cierta
y lejana comprensi6n a través del
vocablo persona: Dios es uno y no puede ser sino uno en ·su esen­
cia. Pero es afa vez trino en las personas. Lo singular en la trini­
dad, lo que hace la distinci6n y no rompe la unidad, es una rela­
ci6n
al modo de siistancia. Las personas divinas son reales, y son
relaciones subsistentes,
eri la unidad de la esencia. El misterio de
Dios
es un misterio personal (14).
La palabra persona, que del. teatrd pas6 a la trinidad, sigui6
su marcha de peregrinaci6n afortunada en la historia del pensa­
miento. En el siglo
VI, con Boecio logra una primera aproxima­
ci6n definitoria que todavía no ha sido superada.
Se entiende
(14) SANTO ToMÁS, Suma de Teologla, I, 29, 3-3.
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AMOR HUMANO Y FAMILIA CRISTIANA EN EL ALBA DEL 'SIGLO XXI
por persona «una substancia singular de naturaleza racional» (15)
y por ello el concepto de persona se extiende a todo ser de natu­
raleza racional, a Dios, a
los ángeles, a los hombres. En el pen­
samiento medieval
se comprende como lo más singular e incomu­
nicable,
distinctum subsistens, como el nombre que designa al
mismo tiempo la naturaleza más noble
y el modo de ser más per­
fecto, es la expresión adecuada a
la dignidad en el ser y el modo
de ser (16
).
Con la modernidad la persona pasa a significar la realidad que
es puro fin y no puede reducirse a medio. Para Kant la realidad
se divide en cosas y personas, en medios y fines. Los medios tie­
nen un precio,
y pueden ser cambiados por otra realidad equiva­
lente, las personas son un fin
y están por encima de todo precio,
tienen un valor intrínseco, son una
dignidad. Persona y dignidad
son equivalentes. Ya desde antiguo se
decían personas las que
tenían alguna dignidad o rango en la Iglesia ( 17).
En la actualidad
es
la palabra que designa el ser humano en su dimensión de to­
talidad incomunicable en
el ser y principio de apertura infinita
en
el obrar. Karol Wojtyla propone dejar de designar al hombre
con otra palahra que no sea la de persona, porque ninguna otra
refleja su dignidad como ésta: el hombre no se designa por sus
funciones de trabajador, de ciudadano, sino por. su ser perso­
nal (18).
(15) BoEG10; Liber de persona et duabus naturis, c. 4. PL, 64, 1338-
1354, CTr. A. LOBATO, «Persona y naturaleza en Boecio», en Miscelánea
Manuel
Cuervo López, Salamanca, 1970, págs. 443-471.
(16) SANTO TOMÁS, QQ. Disp. De Potentia, 9,3: «La persona significa
una cierta naturaleza con un modo de existir. La naturaleza que la persoria
incluye en su sign.ificaci.6n, es la más digna de la naturalezas, a saber la
naturaleza intelectual por su género. Igualmente el modo ·de·· existir que
implica la persona es el más ·digno, a saber que -algo sea -subsistente: per
se existens».
(17) E. KANT, Fundamentos de la metafísica de ias costumbres, ed. Ma­
drid, 1921, pág. 169.
(18) KAROL WoJTYLA, Ser y persona, Madrid, BAC, 1982. Cfr. A. Lo­
BATO, «La perroná en el pensamiento de Karol Wojtyla», en Angelicum,
1979, págs, 17-62.
125
Fundaci\363n Speiro

A. LOBATO, O. P.
La persona es nombre de dignidad, del sujeto en su singulari­
dad, que excluye toda abstracción: ni
es parte, ni es universal, ni
es accidente. Es una subsistencia incomunicable. Es diferente. Así
Id revela el rostro, que impone la alteridad y maniliesta algo del
secreto escondido a los demás: la persistencia en el ser, la
dife­
rencia de todo el resto, la emergencia. La persona se designa como
el
yo, como un su¡eto. La persona posee el acto de ser, y tiene la
capacidad de estar presente a sí, de modos diversos, la certeza
inconmovible
de. su existencia, el privilegio de volver sobre sí,
típico de las sustancias espirituales.
La persona designa al todo
completo,
es la integración de todos los niveles que se dan en el
hombre:
el de la materia, el de la vida, la sensibilidad, y la pre­
sencia del espíritu, principio de unidad
y de actividad. La persona
es cognoscente: todo lo puede llevar a su interior y hacerlo suyo.
La persona está abierta a la totalidad de los bienes, los nece­
sita, los busca, va hacia ·ellos, los desea y los posee. Esta capacidad
de salida de sí mismo y
de encuentro con los bienes, con las de­
más personas, con los fines, es la dimensión del amdr en la per­
sona. El amor
es la proyección del ser personal hacia lo otro y
hacia los otros: hacia
el bien, hacia las cosas para hacerlas suyas,
con
el deseo y .el gozo de la posesión. El hombre es este ser dis­
tendido hacia afuera.
La persona se proyecta amando y por el amor se realiza. La
intención, la elección, el consentimiento, el uso de las cosas, todo
depende del amor, del. ejercicio de la libertad. El amor designa
ese· horizonte y tiene esas manifestaciones.
El amor brota del ser persona, de su riquéza o de su indigen­
cia, de la plenitud o de
la finitud. El concepto de persona. supera
cualquier otra concepción del hombre sin confundirse con ninguna.
El ser persona se aplica por igual al varón y a la mujer. De suyo
se refiere siempre a la persona real, existente en su singularidad,
la que puede decir
yo, la que conocemos como un tú. La persona
s6lo
se designa apropiadamente con su nombre personal, por su
pronombre. Pero rehúye siempre el ser parte, ser accidente, ser
universal.
La persona es el concepto más denso de todos, porque
incluye esencia y existencia, sustancia y accidentes, ·caracteres y
726
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AMOR HUMANO Y FAMILIA CRISTIANA. EN EL ALBA DEL SIGLO XXI
notas individuantes. Esta es la novedad, que resulta inabarcable.
La persona lleva consigo el misterio de su ser y . de su propio
desarrollo
hasta la plenitud. La persona es «lo más digno en la
naturaleza»: digttissimum iw tota natura, como dice Tomás de
Aquino (19).
A cada ser humano
se le concede el don de la existencia per­
sonal, pero al mismo tiempo se le confía la tarea de llevarla a
plenitud, de desarrollar su propio ser libremente.
En definitiva
este
es su gran quehacer. Mientras hace muchas cosas en la vida,
tiene que
realizar su propia existencia personal. Y esta sólo llega
a. madurez cuando su amor es ·proporcionado a. su ser personal.
En
el fondo este es el gran problema de todo hombre: amar pata
ser, dar con el amor la respuesta adecuada a su propia existencia.
La persona tiende al amor, pero el amor es a un tiempo su pri­
vilegio y su riesgo. Porque
el aínc;,r es salida de síhacia los bienes
que apetece y necesita, o que proyecta y crea. El amor
es el lazo
de unión entre estos. dos extremos.
Es el final de un camino de
unión. Por el amor
el homore se hace lo que ama, se identifica
con
d bien que busca. Como los bienes son. de muchas dases y
el ser personal tiene su categoría
y su dignidad, está llamado a
amar los bienes proporcionados a su ser: si su _amor es .inferior,
el amor lo rebaja, si lo que ama Ío supera, el amor lo ennoblece,
si lo que ama es de su condición, el amor lo modela como hombre.
Por ello la persona en la actividad de amar se encuentra y se
pierde,
se hace y se destruye, baja. y sube, desciende a la esfera
de lo animal que tiene próxima, o trasciende los confines de lo
humano para deificarse, o resta . en la plenitud y alcanza lo que
Menandro decía que era una maravilla,
un hombre . verdadera­
mente hombre,
un ser personal de condición humana. Su. amor
es su peso, su ley de gravedad, y su ley de levitación.
(19) SANTO TOMÁS, Suma de Teologla, I, 29, 3.
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A. LOBATO, O. P.
1.2. Las etapas del amor.
En la medida que se comprende a si mismo el hombre es ca­
paz de realizarse. Toda la historia de Occidente ha vuelto a re­
flexionar sobre la sentencia del templo de Delios, que dejó im­
presionado a S6crates: gnothi seautón. Y en la medida en que se
ha percibido ha tratado de realizarse. Hay dos modos decisivos
de autoconocimiento: uno viene por la experiencia
y otro por la
gracia, uno
es simplemente humano, el otro trasciende lo humano
y
se adentra en el misterio de Dios. :Mejor que Sócrates, Agustín,
perdido en el laberinto de sus
desvíos del pensamiento y de la
vida, oraba a raíz de su conversión: Noverim Te, noverim me, o
expresaba su profundo deseo: Deum et animam scire cupio (20).
Sólo ante Dios, ante
la verdad absoluta, el hombre descubre la
verdad total, la que se le oculta ante los animales y ante los
demás hombres. Esto lo sentía hondamente Kierkegaard, el pri­
mer existencialista cristiano de la hora moderna que
se enfrenta
con valentía ante la
teoría hegeliana (21).
En la medida en que se comprende el hombre en la totalidad,
da sentído a la vivencia que percibe
en sí mismo, la del amor per­
sonal. El · amor ha sido interpretado desde las· tres vertientes en
que
se manifiesta. En el pasado el hombre ha percibido su doble
dimensión, de ciudadano de
dos mundos, el sensible de la natu­
raleza y
el racional del logos. Y desde ambos, con una persistencia
a toda prueba
ha tratado de dar razón del amor personal que vive
antes de comprender (22).
Las tres etapas del amor se designan apropiadamente con los
nombres griegos, en los que primero se han expresado. Hay una
comprensión del
amor desde el nivel que tiene el hombre en co­
mún cou los demás seres de la naturaleza en toda su extensión
(20) SAN AousTÍN, Soliloquia, I, 2, 7, y II, l.
(21) S. KmrurnGAARD, «Estadios en el camino de la vida», Obras, Il,
A 807.
(22) J. DE F1NANCE, L'homme citoyen de deux mondes, Roma, PUG,
1980.
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AMOR HUMANO Y FAMILIA CRISTIANA EN EL ALBA DEL SIGLO XXI
que integra la physis de los griegos, el mundo de la materia y el
mundo de la vida.· Hay otra compreru;ión del amor desde la ver­
tiente típica del hombre, caracterizada por su dimensión
de ser
racional, inteligente, capaz de encuentro
con el hombre a nivel de
semejante, como un reflejo de
sí mismo, otro yo. Y se da una
terceta comprensión del ser humano
como imagen y semejanza
de Dios,
como fruto del amor de Dios creador del hombre pata
manifestat
su bondad y para compartir su felicidad. La estructura
abierta del hombre ha sido dada en vistas a ese encuentro, en el
ejemplar perfecto que
es Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios hecho
hombre
y puede aproximarse a su perfección en cada uno de los
hombres. En este nivel el amor se manifiesta en una nueva di­
mensión, más que recibir y conseguir lo que a uno le falta, es una
donación.
Los nombres griegos de estas tres etapas son eros, philia,
agapé.
Estos tres vocablos entran de muchos modos en nuestro len­
guaje usual
y castellano. Los tres se presentan en la história de
la cultura, del amor, de la persona, de modos diversos. Basta aquí
indicar diacrónicamente algo de su contenido y su desarrollo, con
las consecuencias inevitables, tanto en su separación, como en su
integración. Dime cómo amas, te digo como eres. Amas tierra,
dice Agustín, eres tierra. Amas cielo, qué te digo, eres un ciela.
V amos a entrar en estas tres sendas del amor humano, siempre
recorridas, nunca terminadas, con
la aynda de algunas evocaciones
de
la historia cultural.
El
amor como eros es de origen griego. Pero responde a una
concepción real, a una experiencia del hombre, que persiste de
modo bien patente
y no puede ser anulada, ni ignorada. «Eros es
una potencia tan radical y tan extendida que de hecho ,·es una po­
tencia universal ... se extiende a todas las cosas mundanas, huma'
nas y divinas», afirma Platón (23 ). Que el amor tenga una dimen­
sión cósmica
se afirma yá en 'Hesíodo, como en Patménides y
Empédocles. Pero no ha sido tematizado de modo expreso y apli­
cado al
hombre hasta Platón. El eros se entiende a partir de Só-
(23) PLATÓN, El Banquete, 188 D 4-9.
·729
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A_. LOBATO, O. P.
crates, como una tendencia albien, como la inc;linación a poseer
el bien para siempre. La fondón del eros en la vida del hombre
la explica mejor que ninguna teoría., el mito que narra S6crates
en el diálogo del Banquete o Symposion, en el discurso sobre el
amor que escuchó a Diótima. Este mito merece ser
evocado con
las palabras de S6crates; . . . .
«Cuandd
n,ició Afrodita, los. dioses celebraron un banquete,
y entre ellos estaba también .Poros el hijo de Metis. Una vez que
terminaron de cenar, se presentó a mendigar, como era usual al
celebrarse una
fiesta, Penía, y quedóse a la puerta. Sucedió que
Poros, borracho
de néctar, pues aún no existía el vino, entró en
el jardín
.de. Zeus, y en el sopor de la embriaguez se puso a dor­
mir .. Entonces, Penia, moti.vada por la falta .de todo lo que. t!'nfa
Poros, pensando cómo tener un hijo de Poros, se acostó con él
y concibió a Eros. Por esto Ero~ es escudero y acólito de Afrodita,
por haber sido engendrado en . sus fiestas natalicias ; al mismo
tiempo es por naturaleza amante de la belleza, porque Afrodita
es bella. En cuanto E~os es hijo .de Penía y de Poros; participa
de la suerte
de ambos. En primer lugares pobre siempre, y est4
muy lejos de ser
bell~ y delicado, como le s~pone el vulg\); por
el contrario
es rud~ y escuálido, anda descalzo y carece dehog¡,r,
duerme siempre en el suelo y .sin lecho, acostándose al. sereno en
las puertas y
en. los caminos, pues por tener la condición de "su
madre, es siempre compañero inseparable de, la pobreza. Mas por
arra parte, según la condición de
su padre, acecha a .los bellos y
a .los buenos, es valeroso, intrépido y diligente; cazador temible,
que siempre urde
algun,i trama, es apasionadd por la sabiduría y
fértil en recursos; filosofa a
.lo largo de. toda su vida y es un char­
latán terrible, un embel~sador y un sofism. Por su naturaleza no
es ni inmortal
ni mortal, sino que un mismo dí~ a ratos fldrece
y vive, si tiene abundancia d,; rerursos, a. ratos muere)' de nuevo
yu~ve a revivir graci~s a la naturaleza de su padre. Pero lo que
procura, siempre
se desliza de . .sus manos. de manera que no es
pobre
jamás el amor, ni tampocd es rico. Se encuentraen el tér­
mino medio entre la
sabiduda y la ignorancia» ( 24).
(24) PLATÓN, El Banquete, 203, a-b.
730
Fundaci\363n Speiro

AMOR HUMANO Y FAMILIA CRISTIANA EN EL ALBA DEL SIGLO XXI
El amor es un mediador, el que une los e,memos, el que hace
de frontera
y horizonte para la uni6n de las realidades separadas.
El amor hace de dos
uno solo. En el mismo diálogo se narra el
mito del
andr6giilo, del ser humano originario, var6n y mujer al
mismo tiempo, dividido luego en dos mitades, que ahora se abra­
zan cuando se encuehtran, y
por ello a esta reconstrucci6n 'de la
unidad primitiva «damos el nombre
de Eros> (25).
Esta
hermosa narraci6n del mito, tiene algo más que un con­
tenido poético:
es una visi6n de la realidad. Desde que se ha des­
cubierto el complejo de las causas
de · lcis · entes, hay que esfilr de
acuerdo con la fuerza de la causa
final, como primera de las· cau­
sas, por la cual todo se mueve, y todos. los seres son atraídos
hacia su fin. El fin
niuevé como el amor: os eromenon, dice Aris­
t6teles (26).
Todos los serés que se mueven, no sólo se ,mueven por otro,
sino hacia otro, porque son atraídos hacia el fin, que es su bien.
Todo lo que se muevé se mueve hacia el fin. Si el fin no mueve
al agente, no hay posible movimiento. Ahora bien, hay dos modos
de movimiento hacia el fin de cada cosa: unos seres se-mueven
hacia el fin sin conocerlo, son dirigidos hacia él con toda certeza
por
la· misma naturaleza que· es obra de una inteligencia ; otros se
mueven al fin que conocen.
La ordenación al fin, la teleología es
universal: los elementos se atraen, las plantas se completan, los
animales se aparean, los hombres son llevados por el apetito. Hay
un apetito natural, que va con el ser finito, y
es apetito de indi­
gencia.
Cada uno se mueve hacia el fin que es el bien apetecido
porque carece de
él, y en él encuentra su perfecci6n. El mundo
visto' así, ,como conjunto de seres que se muevert y son movidos,
ofrece a la inteligencia un admirable y grandioso panorama. En
definitiva todo el mundo tiende al bien, y el bien último tiene
que ser el bien infinito. Todo se mueve por el fin, y ese en de·
finitiva
es Dios {27),
(25) PLATÓN, El ·Banquete, 192, b-5.
(26) AfilsTÓTBLES, Met., XII, 6, 1971 b 3.
(27) SANTO ToMÁS, Suma de Teología, 1-11, 1,2.
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A. LOBATO, O. P.
Es posible describir la teleología oculta que mueve el universo.
Se descubre en los minerales por las afinidades químicas, en la
vida vegetal, en el mundo
animal, se experimenta con fuerza en
cada uno de los hombres. Virgilio describe esta ley de atracci6n
de modo
poético: el le6n da caza al lobo, el lobo persigue las ca­
britillas, la. cabra anda en busca de brotes tiernos de los arbustos,
y Alexis anda perdido por ti, Corydon. Todos los seres son arras­
trados
por eras: trahit sua quemque voluptas (28), Esta atracci6n
natural que completa
la indigencia del singular y hace posible la
uni6n de la realidad, en todos los niveles, es una ley, tddavía no
admitida plenamente
por la ciencia actual.
En buena parte del pensamiento de nuestro tiempo, por
in­
flujo del positivismo, los fines quedan silenciados por no estar al
alcance de la expetiencia, y no poder ser comprobados sino en los
proyectos del hombre. Esa ley mueve al hombre en diversos ni­
veles: en la lucha por la vida, por su conservaci6n y su defensa,
en el afán de dominio sobre las cosas, y en
la tendencia a la pro­
pagad6n de la vida. De ella nace el apetito sexual, como un grado
del apetito
natural, con su fuerza y su instinto.
Todos
esos modos de proyecci6n del apetito natural que busca
el bien a su medida, han sido desarrollados en la historia. Nuestra
cultura
se complace en el .cultivo del mito del eros, como fuerza
sexual que busca
la belleza para poseerla y gozarla, pero sin la poe­
sía que llevaba consigo el mito antiguo. Basta pensar a Freud y a
su intento de reducir el hombre a los dos instintos radicales de
eros
y thanatos, a la pasi6n sexual, y a la violencia despiadada que le
acompafia cuando es puro instintd egoísta. Freud ha sido capaz
de desatar el instinto sexual en la cultura contemporánea. A par­
tir de él, son muchos los que viven con la obsesi6n del hombre
reducido s6lo
a sexo. El mal no está en el descubrimiento de la
dimensi6n sexual del hdmbre en toda su fuerza. El mal está en
la reducci6n, en querer que el hombre sea s6lo eso, o que el sexo
(28) VIRGILIO, Ecloga JI, 63-65: «torva leaena' lupum sequitur, lupus
ipse capellam, florentem cytisum sequitllr lasciva capella, te Corydon, o
Alexi».
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AMOR HUMANO Y FAMILIA CRISTIANA EN EL ALBA -DEL SIGLO XXI
sea. lo primario en la vida. El hombre es ciertamente animal, pero
penetrado todo él por la dimensión espiritual del alma, que
es su
forma sustancial. No es sólo Freud quien distorsiona reductiva­
mente el amor humano.
La teoría de. la evolución ha favorecido
esta interpretación arcaica.
Los materialismos de nuestra hora con sus determinismos han
vuelto de
nuevo a poner la felicidad del hombre en la explotación
del sexo.
Se ha llegado, más que en ninguna otra época a la in­
terpretación del amor
des.de la perspectiva del sexo. Así la cul­
tura del film, de la pornografía, del erotismo, de la homosexuali­
dad, donde apenas hay más horizontes que los típicos del eros.
El resultado lo denuncia un hombre tan poco sospechoso como
Eric Fromm, que se opone a la interpretación freudiana del amor
y propone como antídoto un cierto arte de amar, que implica
teoría y
práctica: «Si queremos saber cómo amar tenemos que
proceder del mismo
modo que lo hacemos cuandq queremos apren­
der un arte cualquiera».
Todo está en convencerse que nada hay
más importante que el arte de amar (29).
Eros como instinto natural, como fuerza pulsional de un apeti­
to que
el hombre tiene por su misma condición de ser natural,
viviente, animado, es uno de los componentes del amor humano.
En
· nuestro tiempo, quizá nadie ha percibido su fuerza como el
romántico Teilhard de Chardin, que ha
interpretado el mundo
como un proceso evolutivo, que todo lo arrastra, del cual el hom­
bre es

sólo la punta de lanza, que va convergiendo hacia
el punto
omega. El amor natural
es la potencia más · profunda de tensión
en
el hombre, que recoge todo el proceso ascendente del univer­
so (30).
La inclinación sigue al ser, y el ser del hombre trasciende el
mundo de la physis. En el hombre hay un elemento constitutivo;
que Aristóteles designó como
energueia, como acto de la materia
organizada, como
psiché, como alma, Ulla de cuyas potencias es la
inteligencia, el nous. Es normal que haya una tendencia que res-
(29) E. FROMM, El arte de amar; ibid .• págs, 17'18.
(30)-TEILHARD DE CHARDIN, Le· Phénoméne humain, París, 1955, pá­
gina 204.
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4, LOBATO, O. P.
ponde en el hombre a este principio. Y esta tendencia se designa
como amor humano, como
philia. Al hombre, constituido por un
principio superior, le compete una actividad del apetito correla­
tiva.
El ser humano conoce y ama, y conoce al hombre con el cual
convive y es capaz de amarlo como otro yd .. · Así surge el nuevo
modo
de amar, que los seres inferiores no tienen, el amor de
amistad.
Debemos . a los pensadores griegos la reflexión sobre la amis,
tad, el amot del hombre que trata de superar la alteridad, haciendo
de dos uno. «Dos marchando juntos»,. son los amigos, en la des­
cripción temprana de
Homero (31). Sócrates confesaba su aprecio
de
la amistad: «Deseo apasionadamente adquirir amigos, y un
buen amigo me contentaría infinitamente más que la codorniz
más
linda .del mundo, que el más hermoso de los gallos, e incluso
-Zeus es testigo----que el mejor de los caballos o de los perros.
Podéis creerme; preferiría un amigo a todos los tesoros de Darlo.
Tan grande es mi avidez de amistad» (32).
Ha sido Aristóteles el mejor teórico .griego de la amistad como
amor
humano. La consideró «lo más necesario para la vida» {33).
Para Aristóteles
el a,nig<> es <>tro yo (34 ), y el amot de amistad
consiste· en querer el bien del
amigo como si fuera uno mismo,
Aristóteles meditó

largamente sobre
la philia. Le dedicó un libro
de la
Etica Eu4emia, dos libros, VIII y IX, de la Etica a Nic6-
maco,
y varios capítulos. de la Magna Moralia y alguno de la Re­
t6rica (35). En su concepto la amistad es la tendencia al bien del
hombre,
y según es el bien así es la amistad. Tres son las clases
que Aristóteles distingue en
el bien: útil, deleitable y honesto.
Cada uno
de esos bienes da origen a un tipo de amistad. La autén­
tica es la que brisca el bien del amigo, y por ello es siempre recí­
proca, y no puede extenderse a muchos.
(31) HOMERO, Iliada, X, 224.
(32)
PLATÓN, Lysis, 221 e.
(33) ARISTÓTELES, Ethic. Nic., 8, 1155 a4.
(34) ARISTÓTELES, Magna Moralia, II, 15, 11213-a13.
(35) AmsTÓTELES, I. libri dell'amicizia a cura di R. Laurenti, Lofredo,
Napoli, 1986.
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AMOR HUMANO Y FAMILIA CRISTIANA EN EL ALBA DEL SIGLO XXi
En realidad Arist6teles ha intuido que la amistad es uno de
los caminos para modelar al hombre en el bien: «La amistad de
los buenos crece en la medida en que
se intensifican sus relacio­
nes. Así los amigos están seguros de que serán mejores en
la me­
dida en que ejercitan la amistad y se corrigen mutuamente; en
realidad
se modelan el uno frente al otro, en cuanto eligen del
amigo
algo que les agrada. Así lo ha dicho el poeta: "Aprenderás
el bien de los buenos"» (36
). .
La philia tuvo muchos cultivadores, entre los latinos, como
Cicer6n en su
diálogo Laelus De Amicitia, Séneca en muchos de
sus tratados describe la amistad del sabio, que tiene amigos para
el ejercicio de la virtud de la amistad, a la cual impele la misma
naturaleza del hombre, porque participa del logos que mueve toda
la naturaleza (37).
En la literatuta hispano-árabe tenemos un espléndido tratado
del amor humano,
El collar de la paloma, Tratado del amor y los
amantes de Ihn
Hazm del siglo XI, traducido ejemplarmente por
E. García G6mez,
y prologado exquisitamente por Ortega y
Gasset (38). Ibn Hamz se ocupa de la esencia del amor, de sus
señales y los efectos. No faltan COJ:?.sideraciones sobre el amor .y
la castidad. Hay páginas que describen escenas encantadoras acaeci­
das en las calles de la Córdoba califal, como el encuentro del poeta
al-Ramadi con la esclava Jalwa en la puerta
de los Drogueros, La
belleza
de la esclava despertó en él un ame»: que se le filtró por
todo el cuerpo
y lo mantuvo en vilo dutante largo tiempo. El wnor
para
Ibn Hazm es el encuentro de dos almas. «Mi ,parecer es que
el amor consiste en la unión entre par~es d~ almas, que en este
mundo creado, andan divididas en. relación a como priroero .eran
en su elevada esencia... en el sentido de la mutua relación que
sus potencias tuvieron en la morada de su altísimo mundo . y de
(36) ARISTÓTELES, Etbica ad Nicomacum, IX, 12-1172 a 10-14. El ver­
so citado, que es. del. gusto de Aristóteles, es del poeta Teognides, 3.5-36.
(37) SÉNECA, Cartas a Lucilio, I, IX, ed. Aguilar, Madrid, 1957, pág .. 448.
(38) IBN· !IAzM, El _co.ll,ar de la paloma. Tratado sobre el amor 'y ](Jls
amantes, Madrid, Sociedad de Estudios y .Publicaciones, 1952.
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A. LOBATO, O, P.
la vecindad que ahora tienen en la forma de su actual composi­
ción» (39).
Ibn Hazm sabe de
la potencia del amor para cambiar a los
hombres. El amor tiene fuerza poderosa para convertir
al ser hu­
mano. «Por el amor,
los tacaños se hacen desprendidos; los hura­
ños desfruncen el ceño,
los cobardes se envalentonan; los ásperos
se vuelven sensibles ; los ignorantes se pulen; los desaliñados se
atildan; los sucios se limpian ; los viejos se las dan de jóvenes ;
los ascetas rompen
sus votos, y los castos se toman disolutos» ( 40).
No era desconocido el tema
del amor y los efectos que produce,
y quizá el libro
del cordobés influyera al célebre Juan Ruiz, el fa­
moso Arcipreste de Hita, quien escribió en su Libro del Buen
amor
los versos siguientes: El amor faz sotil al ome que es rudo /
fá:r.ale fabrar fermoso al que antes es mudo/ al ome qtllf! es covarde
fázelo muy atrevudo / al perezoso faze ser presto e agudo / e al
v'ieio faz perder mucho la-vtjez / (41).
También el filósofo Ibn .Said de Badajoz, unos años posterior
a
Ibn Mazm, en su libro de Kitab al-hada'iq (Libro de los Cercos),
describe desde categorías neoplatónicas el alma humana y ve al
hombre como microcosmos, «la criatura más extraordinaria como
obra de arte y la más maravillosa». Es un ser llamado a conocerse
y mediante el conocimiento de
sí mismo y del mundo, lograr su
perfección. Uno
de los caminos hacia la perfección de la que es
capaz, es el encuentro con los amigos, la amistad, por la cual se
logra el equilibrio del alma y se camina hacia el complemento de
la sabiduría ( 42). ·
El amor humano y la amistad han tenido intenso cultivo en
la vida y
el pelis'1miento moderno, pero apenas han aportado nada
nuevo a lo descubierto por la cultura griega, a no ser en la línea
del
pensamiento religioso cristiano, porque en el fondo no han
llevado
más adelante la cóncepci6n del hombre. Desde Descartes
(39) IBN HAzM, El collar de la paloma, ibid., pág. 75-76.
(40) IBN HAzM, El collar de la· paloma, ibid., pág. 53.
(41) ARCIPRESTE' DE HITA, Libró Jet Buen amor, vv. 156-157.
( 42) IBN SAID DE BADAJOZ, Libro de los cercos, trad. de Asin Palacios,
«Al Andalus», V, 1940, págs. 63-154. ·
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AMOR HUMANO Y FAMILIA CRISTIANA EN EL ALBA DBL SIGLO XXI
a Ortega y Julián Marías la amistad es un tema obligado de los
pensadores. Laín Entralgo ha dedicado a estos trabajos un ensayo
digno
de mención (43). La philia como encuentro con el otro al
nivel afectivo
recíproco es und de los modos de forja auténtica
de la humana existencia. En una concepción machista
se pensaba
que
la amistad no se daba sino entre varones, y no era posible
entre personas de distinto sexo. Una
idea más acertada sobre el
ser humano no puede excluir la amistad auténtica entre los dos
sexos. En
la amistad hay una superación del eros y una reciproci­
dad de afecto desinteresado, un signo de
la presencia del espíritu
y de la libertad.
El agapé constituye la etapa tercera en la manifestación del
amor. Todo
parte del misterid de Dios. Dios trasciende cualquier
comprensión humana.
Sr "tomprehendis non est Deus. La inteli­
gencia humana, bien apoyada
en la experiencia y por las tres vías
clásicas, barrunta con certeza su existencia y balbucea con tem­
blor su misterio, En cada hombre ha puesto Dios un instinto recto
y natural por
el cual tiende a El, lo conoce y lo ama, Los senci­
llos lo perciben mejor, los
drgullosos de su sabiduría lo confun­
den. Pablo denuncia
el desvío y recuerda la responsabilidad inex­
cusable de quien ve las cosas visibles e ignora al invisible que las
ha cteado ( 44
).
La revelación ha venido en ayuda de esta pobreza humana, En
la Esctitura tenemos dos manifestaciones preciosas de esta «verdad
sublime», la verdad de Dios.
La primera es del Antiguo Testamento.
Dios
se revela como ser en plenitud. A Moisés, que le pregunta por
su nombre en
el momento de aceptar la misión que se le confía,
Yaweh le responde:
Yo soy el que soy: eheyé asher eheyé (45).
La expresión admite muchas interpretaciones, pero una de ella's
muy fundada es la que la refiere al ser personal de Dios, que
habla en presente, que identifica su ser con
el ser absoluto. Así
la entendieron algunos rabinos como Maimónides,
y los mejores
( 43) P. LAfN ENTRALGo, Sobre la Amista4, Revista de Occidente, 1972.
(44) Rom, 1, 20-23.
(45) Ex, 3,14.
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.A. LOBATO. O. P.
escolásticos como Tomás de Aquino. Desde esa feliz interpetación
era posible ver la confluenciii de dos tradiciones de pensamiento:
la hebrea, depositaria de
la revelación del Dios personal, y la grie­
ga, anticipadora de los preámbulos de la revelación por su pene­
tración en el ser
y el entender. El Dios del pueblo hebreo era uno,
personal, creador, perfección
y santidad absoluta, misterio inefa­
ble
.. Y AWEH. El dios de Aristóteles, en quien el pensamiento
pagano logró la máxima altura, era sólo acto;
energueia, un enten­
dimiento que se conoce a
sí mismo (46). Tomás de Aquino une
estas dos tradiciones
y en su genial filosofía del ser como acto,
encuentra un nombre apropiado a esta revelación
y misterio del
ser. Dios es,
ipsum esse subsistens ( 47).
El otro nombre que Dios ha revelado de su misterio lo
encon:
tramos en el Nuevo. Testament9. El nuevo nombre de Dios lo ma­
nifiesta Juan, el discípulo amado, el que mejor ha glosado el man­
dato del amor:
Theos estin agapé: Dios es amor (48). Es preciso
comprender todo el contexto del
ml!lldato del amor, al cual todo
hombre está llamado ante
Dips, para amarlo con todo su ser, su
alma
y su corazón, el mandato equivalente de .amor al prójimo, por
encima
de toda otra ley, el modo de amar que es preciso aprender
de Dios creador, que ama sólo para comunicar su bondad en las
cosas,
y el modo como Dios amó al mundo al dar a su Hijo en el
misterio de la encarnación, de la vida,
la pasión y la muerte, sólo
por amor y para salvar a todos los hombres. Este nombre prolonga
el sentido del primero y lo. apara. Dios es ser en plenitud, pero
un s.er person~f~ que comunica en sus obras, que en. ·sí mismo es
don, y eso se desi~ con la palabra, caridad, agapé, amor.
El misterio del ser se desvela en el misterio del amor. Y el
hombre logra conocer la
. otra cara del amor. Hasta ahora sólo
comprendía
el amor que busca el bien, lo desea y lo goza. Era un
bien que enriquece nuestra
pobre.za: Dios ama de otro modo, no
presupone el bien en -quien runa,. lo crea~ .lo hace bueno, no recibe;
(46) ARISTÓTELES, Met., XII, 7, 1072.b 13.
(47) SANTO ToMÁS, Suma contra los Gefttiles, 'I, 13; De ente et essen·
tia, c. 5, Suma de Teologia, !, 3,4.
(48) I, Jn, 4,8.
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AMOR HUMANO Y FAMILIA CRISTIANA EN EL ALBA DEL. SIGLO XXI
da, entrega. Amar es dar vida y dar la vida, es olvido de sí, y
amor del otro. La cruz y la resurrección son las dos caras del amor
y de
la revelación del amor. Todo cambió con esta .perspectiva.
Y a Pablo puede hablar
de la caridad en términos de exaltación;
como lo más
grande. Sin el amor «soy nada», con el amor

me
con­
formo a Dios que es amor ( 49).
El adtnírable poema del Cantar de. los Cantares es la forma
del amor humano, que anticipa el amor que es Dios; Esta ·reve,
!ación
del

misterio
de Dios, amor. subsistente en la persona, del
Espíritu, que obra
·sólo por amor, y .ama a cada, uno de los seres
humanos, creados para
compartir con Él eternamente el amor, da
sentido a la estructura personal del
hombre; El mundo es para
el hombre, creado para amar
y ser amado. Cada persona singolar
está interpelada por el amor creador, redentor, para que ame, como
Dios lo ama.
La nmredad nunca soñada es que el. amor precede
al conocer, que la lihertad como veía Hegel ha sido revelada, que
en el principio era el amor. El· amor de caridad es el amor aprO"'
piado al nuevo ser del hombre. Integra el. ímpetu y los arrebatos
del
eros, y busca la unión, incluye toda la ternura y la, intimidad
de la philia, y la supera. Tomás ha sido el primero.que h.a dado
la noción de caridad como amistad del hombre con Dios:. entre
ambos hay un. amor de benevolencia, es mutuo y se funda en una
comunicación, la vida de Dios que se otorga al hombre; por ello
la
caridad es una amistad del hombre con Dios (50).
'
En el ·amor cristiano se funde todo lo natural, lo típicamente
humano y el don
de Dios, que es amor. El amor en· esta teti:era
etapa logra llenar la estructura personal, que está hecha a. la me­
dida de Dios. Agustín, el hombre que amó con toda su alma y
fue llevado y traído por el amor desviado, escribió la sentencia
definitiva en el pórtico de sus Confessidnes: Nos hiciste Señor para
ti, y nuestro coraz6n está inquieto hasta que descanse en Ti (51 ).
(49) I Cor, 13.
(50) SANTO ToMÁS7 Suma de Teología, 1111, 23_, 1: «Amor autem
super ha~c commu"tiicationem fundatus est c~itas. Únde manifeStaÚm est
i¡Uod caritas ~micitid Juaédam. esto hoininis ad Deilin». · - .
· (Jl) SAN AGUSTÍN, Confessiones, I, l.
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A. LOBATO, O, P.
Las tres etapas son como peldaños de una escala que los hom­
bres en la historia han subido fatigosamente. Puede el hombre
instalarse en uno de ellos,
.en dos, o llegar, ·si recibe el don, hasta
el tercero, Como ocurre en las figuras y en el alma, lo superior
contiene a lo inferior y lo supera.
·Es. posible, es deseable, pero no
es fácil para la mayoría de los humanos la unificación de. las tres
etapas, y sólo en ellas el amor adquiere su plena significación. La
estructora total del ah¡,a implica esta escala, El amor es · lazo de
unión de los. momentos anteriores. Schopenhauer, en su teoría
del
amor; apenas rebasaba el primer escalón y por ello requería
para el amor: juventod, salud, belleza.
El que ha comprendido el
amor cristiano, y ama como
es· amado, ama a las personas por sí
mismas, aunque no tengan, como tantas veces ocurre ninguna de
las tres condiciones que requiere el eros. Pascal describía el modo
de amar de la mayoría, cuando afirma «se aman las cualidades;
no las personas». Eso puede .ocurrir en los dos primeros estadios,
no en el tercero. Todo ser humano, por el hecho
de serlo es ima­
gen de Dios, una imagen. que puede estar desfigurada, pero es
digna de ser amada y cuanto mayor sea el amor,
menos se deja
llevar por las apariencias· engañosas.
·
Ya
en el rostro humano hay una presencia del misterio per­
sonal, que requiere siempre ser tratado con respeto y dignidad.
Mucho
más cuando uno está cierto de que ese rostro es imágen de
Dios. Cuanto
más desfigurado esté mejor ·interpela por la digni­
dad del hombre, e invita a amarlo como lo ama Dios, cdn la do­
nación de s! mismo para estar a su lado como amigo. El amor
humano, llamado a
recorrer estas tres etapas, puede decirse amor
peregrino,. siempre caminante, nunca instalado del todo, siempre
en peligro de
desvío por estar amenazado •de egoísmo, y por ello
siempre nuevo, creador; vida del hombre. ·
1.3. El amor arquitecto de la persona.
I,a~ causas_ s~ causas rci;íprQClls·. En el caso del amor y la per­
sona,
podemos pregµntarnos ¿cuál es el principio, cuál de los dos
precede, la persona o el amor? Ambos pueden decirse principio.
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AMOR HUMANO Y FAMILIA. CRISTIANA EN EL ALBA. DEL SIGLO XXI
Si partimos de una· consideración radical y absoluta, tenemos que
afirmar que el obrar
sigue. al set, y como el amor es actividad, el
ser ¡,erso,;,al es su principio. El amor es amor de una persona
concreta.
La persona es anterior, el amor es su modo propio de
proyección: Dime ·lb que eres, te digo l.o que amas. En los seres
finitos,
.además de la consideración óntica, no hay que olvidar la
perspectiva genética, porque su set es también un hacerse, el ser
fontal da origen a los actos,
y, los actoo refluyen en el mismo ser
y al mismo tiempo que
lo despliegan lo van llevruidd a sú perfec­
ción.
Del acto fontal brotan los actos segundos, pero de las .actos
segundos se sigue
el modo de ser del sujeto libre. La perspectiva
del procesd genético invierte los términos de la primacía:· Dime
lo que
amas, te digo lo que eres. Precede el acto, resulta L! virtud;
con actos buenos se edifica
el hombre bueno. As! se ha .hecho fa
historia del hombre. As! han surgido los santos y los criminales.
En absoluto vale el adagio .de Agqst!n, tan profui,do: «Dos-amo­
res hicieron _dos ciudades, el amor de sí mismo hasta -el desprecio
de Dios, hizo la ciudad terrena, el amor de Dios hasta el desprecio
de s! mismo, edificó L! ciudad de Dios» (52).
El amor es creativo, arquitecto, -edificante. Lo que vale para
la ciudad y es_ el alma_ de la historia de lds hombres en el tiempo,
vale también
para-el ser humano_. Cada hombre es una edificación
del amor.
El an¡w: construye la' perse>naiidad del hombre. El su­
jeto personal
_se . va_ construyendo desde el amor. Esta · afirmación
es de gran trascen_dencia porqué: lo más importante en la vida de
un hombre es su misma vida, su realización hnmana y personal.
Aquí vale
fa· sentencia profunda del Señor, ¿qué aprovecha al
hombre -~onquistar todo. el mundo, si pierde. su alma? (53 ). Por
ello es m~y importante tener conciencia del papel del amor en
esta fábrica
de la propia personalidad. Porque si es el propio su­
jeto el que ama
y el que es responsable de cóme> ama, lo es _tam­
bién de cómo logra la medida de su propio ser.
El amor es el secreto del hombre, su fuerza más profunda.
(52) SAN AcausTÍN, De Civitate Dei, 14, 28.
(53) Mt, 16, 28.
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A> LOBATO, O. · P.
El amor es incompatible con la coacción, la fuerza, la presión ex­
terior. Requiere la
espontancidad, la libre disposición de si mismo,
Tiene que brotar de dentro y. ser' una actividad que compete total­
mente al sujeto;
El amor del hombre tiene que ser una actividad
humana, y por ello
voluntaria y libre; El problema del atnor hu,
mano está en conjugar, estas dos cosas: su interioridad y el· do­
minio sobre
él. Porque el que ama no está muy seguro' si es él
quien atna, o el amor ama en, él, si lcdleva o es lleitado, si vive
en sí o fuera·de sí, como el hombre inspirado, eLalienado, el ebrio.
La tensión entre esa fuerza que brota espontánea en el interior
del que ama
y, como fuego que arde se diría que lo está queman­
dd, y la voluntad humana que trata de apropiarse de ella, de hacer
suyo todo cuanto acontece
en su interior, es lo que cilracteriza el
amor humano,
en todos sus tres momentos. El esfuerzo por su­
perar · la ruptura y establecer la armonía en la unión de los con­
trarios es lo
típico del amor humano. En cada uno de los tres
niveles
tiene un modo diverso de presentarse esta tensión. Ei se­
creto de la persona ·está en conocerlo y vi,Jirld con la responsabi­
lidad que compete
al· ser personal tnadÚ'ro. .
En la primera fase del amor, eti el reino del eros, el hombre
experiínenta su propia naturaleza, vive el amor natural, instintivo,
comcdnclinación
radical al bien adecuado. En esta fase entra todo
lo ·que de· algún modo sigue a la naturaleza humana, que a un
tieinpo tiene tendencias análogas a las de los cuerpos, las plantas,
los animales y
los ángeles. Esta fase corresponde a un principio
interno al hombre, que se designa como ley natural. Todo lo· que
compete al hombre
está regido desde lo más interior, que es su
propia forma· espiritual,
el alma humana. Es ella 'la que integra
los diversos componentes de
1a corporeidad y de la vida que hay
en
el hombre: · ·
Todó lo htimanÓ está penetra& de una dimensión espiritual.
La ley natural es una
, cierta particÍp,',ci6n existe
en la mente divina. El hombre tiene esa ley infundida en
lo más íntimo: la
advierte en la conciencia, que le acompaña siem­
pre, en las intuiciones
de lo que !e conviene hacer, en.los principios
que proclama dentro
su razón práctica. Hay en el hombre al mis-
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AMOR HUMANO Y FAMILIA CRISTIANA EN EL ALBA DEL. SIGLO X}(.!
mo tiempo una. inclinación al bien, de in!l capacidad de orientación reguladorá de la. tendencia. · L¡¡ ley !la­
tural tiene sus preceptos. para· la .voluntad que ama,. y k, impone
amar el bien, .apartarse del mal; buscar su felicidad, desear la ple,.
nitud, huir de lo que hace daño. Quien sigue esa ley profunda
pone· los cimientos de su amor. El mismo Pahlo. la · enumeraba
así: nada contra la .conciencia; todo en orden al bien {54 ).
Esa ley profunda e interior, es la ley del hombre y es el prin­
cipio
del· amor humano. Siguiendc; .esa ley · el hombre pone los
cimientos
de su propia realidad personal. Una analogía con esta
edificación en el amor la tenemos en la arquitectura biológica que
el
embrión va haciendo de sí mismo en las primeras ocho · sema­
nas, en· 1as cuales la madre lo alberga, pero él se construye no
sólo el cuerpo, sino la propia casa, la placenta y es una maravilla
viviente. Tenla razón la madre de los Macabeos cuando decía a
sus hijos ya prontos para el. martirio: «Yo nó sé c6md habéis
apárecido
en mi seno; no os he dado yo el aliento de vlda, ni
compuse vuestros
miembros» ( 55), Todo el proceso de la fábrica
del cuerpo ha partido del
interior,' de la mistt1a célula genninal
Jecundada. Un
milagro análogo es la orientación de las inclinacio­
nes, la vida afectiva, el amor
como. •C\Ívidad · dirigido. dcisde la
ley natural que hay en todo hombre. Desd¡,, su pritt1er rnomento,
por un impulso natural, el hombre ya colabora con Dios y se
cumple la: sentencia: «Hagamós ar hombre~. · · . . ·
Algo análogo ocurre en· el amor hut¡18!lO. E1 s~eto está en
colaborar eón Dios, á través de la fidelidad a. la IÉ!y · natural que
es la ley rnás profunda del hombre, y resuena en toda conciencia
despierta,
a través de los prlmeros preceptos· (J6 ). Él impulso ¡le!
eros tiene que humanizarse desde 1á regulación que le ittlpone la
ley natural. Esa
ley natural no_ exduye, incluye la )ibertad hum~-
(54) Rom, 14,. 23. Cfr. A.-LoBAto, ,«Conscienza morale e storicitá dtill'
uomo», en Crisi e. risvetlio della coscienza ne1 nostrQ tempo _a, cura di A~ i.o-
báto, Bologna ESD, 1989, págs. 9'46. .
(55) 2 Macabeos, 1, 22.
-(56) SANTO TOMÁS, Suma de teologla, I.II, 94, i-6.
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A. LÜBATO, O.· P.
na y la responsabilidad del sujeto. El hombre está llamado a amar
con toda
su alma, al modo humano.
En la segunda fase del amor humano tenemos la
amistad, el
encuentro de dos personas «caminando juntas», según la deliciosa
descripción de Homero. Esta etapa implica
ya la experiencia hu­
mana integral, el conocimiento que precede· a la inclinación y al
apetito.
Es aquí donde el amor surge en conexión con la belleza,
la perfección, el esplendor de la bondad en
las cosas y las perso­
nas. Son las cualidades las que suscitan la atracción. Aquí puede
entrar
.el amor pasión, con sus momentos de inclinación, deseo; y
tendencia al
goce y fa.posesión de los bienes y de las personas.
Pero también• aquí.
el ser humano está llamado a dirigir esa
inclinaciór,. haciéndose dueño de todo el proceso. La pasión va cOn
el hombre. De suyo es un movimiento que tiene. su principio en
el alma y. repercute en el corazón. El hombre . está en grado . de
hacerse. dueño.de todo el proceso,que se. despliega en varios mo­
mentos: inten\ióri de ir hacia el fin, opción entre los diversos
modos de llegar 'a
éi, ejercicio de las potencias para su posesión.
La voluntad
es libre en todo el proceso, y el acto libre está en las
manos. di,! hombre. La dialéctica entre la pasión y la razón, entre
lo que agrada y lo que . manda o prohíbe .la recta raz611,. entre lo
que elijo
y lo que debería elegir, es casi siempre un drama perso­
nal, 11na dura real¡dad . que todo hombre experimenta.
Al sujeto se Íe pide crecimiento en la. virtud. y madurez para
el salto existencial de.la elección, para consentir, .optar y usar sólo
lo que es conforme al bien que le dicta la ley interior de la razón
práctica. ELamor.humano está regulado por.la ley de la eticidad
de los actos del hombre. La pasión
ayuda a que sea el acto más
voluntario, más pleno cqando es adecuado, y. puede mitigar la
responsabilidad cuando
es muy intensa ye~ capaz de cegar el juicio
de
la razón, llamada a dar su dictamen desde la conciencia y la
prudencia. En todo caso el amor bien ordenado hace al hombre
bueno, y
el amolé desordei;u;do lo. pervierte. La~. buenas amistades
eiÜfkin y sorÍ el espacio 'de la felicidad, las amistades eg~ístas,
perversas, hacen malo al hombre. ta auténtica amistad sólo.puede
estar fundada en la
comunicl!CÍón del bien entre los que se aman.
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AMOR HUMANO Y FAMILIA CRISTIANA EN EL ALBA DEL .SIGLO XXI
Y con esa comunicación edifican su personalidad en la virtud. No
hay amistad sin presencia
del espíritu. Todo ser humano necesita
de los amigos. y
en el ejercicio de la. amistad se manifiesta. como
es, y
logra dar sentido a su vida. Tddos somos de algún modo
fruto de los
amigos que hemos encontrado en nuestro camino.
La persona humana puede lograr su plenitud en el amor cuando
es tocado por la gracia y es capaz de amar los bienes, los amigos,
y a Dios, siguiendo el mandato y el
ejemplo de Jesucristo. En
este modo de amar, se invierte el orden, el hombre no busa! tanto
recibir de los demás, cuanto darse a los demás y ser un difusor
del bien. Esta etapa comienza por el don
dehunor que se da al
hombre:
El amor de Dios ha sido de"amado en nuestros corazo­
nes por el Esp!riiu Santo que nos ha sido dado (57). El amor ctis­
tiano es un don que se adapta
a la estructura del hombre y puede
integrar todas las inclinaciones cuando son
conformes con la ley
natural y la razón, tanto el eros, cotno la philia, y los supera por­
que en cierto modo es Dios quien ama en el hombre . y lo lleva a
darse a los demás. Quien
se deja transformar ·por el amor logra
la meta de lo humano, la deificación, La caridad se hace>alma y
fortna de todos los actos, y el hombre alcanza la perfección. Es
entonces. cuando
se hace discípulo ·auténtico· de Cristo, cuyo signo
es el
amor.
Acontece con el amor algo. análogo a lo que le ocurre al hom­
bre. en la dimensión intelectual, porque hay una cierta correspon­
dencia
entre el conocer y el amar. La inteligencia se· manifiesta
en la palabra. El hombre es el ser que habla, hablando· expresa,
significa y comunica
lo que entiende. Pero la palabra tiene al
menos
tres niveles, uno en la palabra hablada, otro en la palabra
mental, y
el definitivo en la palabra del corazón. Aquellas son
muchas pero sólo valen como signos de lo que el hombre piensa,
y los pensamientos· cobran su valor humano en cuanto son signos
de lo que
el hombre vive, de su palabra del corazón en la cual
está la
rab: de su mismo entender (58); Algo así ocurre en el amor
·· (17) Ron:Í, 5, 5.
(58) SANTO ToMÁS, In Evang ... Ioantiis, ·Prot..
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A-,. LOBATO, O. P.
humano. Hay· amores sensibles que se .dispersan en los objetos,
hay amor
de dilección a las personas queridas, pero hay un .amor
profundo del corazón, a una persona, a Dios, que es capaz de dar
sentido a la vida del hombre. Toda conversión profunda en el
hombre
supone un. cambio en el amor, que de superficial se ha
hecho
interior, y de las realidades humanas se ha levantado a
amat cosas y personas en Dios. El rostro de los amigos le hace
más presente la imagen de Dios. Son los místicos cristianos, ,omo
Juan de la Cruz, los que mejor han expresado la transformación
del
h llega a olvidarse de sí para darse del todo
a los demás, sin. buscar
otra-"cosa que aumentar su amor. Nada .de lo humano queda anu­
lado, t!J(Ío queda integrado en la profunda unidad. El amor así
logra la unión, el éxtasis, el celo,
la: felicidad; En esta etapa la
tensión de los opuestos ha dejado paso a una unidad superior. El
amor ha -logrado un · hombre 1mevo.
En estas .fases se declara.la potencia del amor que mueve desde
dentro y cambia a los
h como el inspirado por un dios, está endiosado, entusiasmado como
dice
l'latón. Como el amor lleva al hombre hacia afuera; la trans­
formación que opera en él .está determinada por el bien que ama.
l'uede ser sólo lo útil, y así son las cosas; sólo lo agradable, y
así se buscan
sólo los placeres. El hombre no encuentra su me­
dida en esos niveles cuando son .exclusivos: l'ueden ser las per­
sonas
a quienes se ama del modo debido, con amor de donación.
Ahí .está en su posiéión adecuada .. El-. amdr edifica, el amor: con­
sume al hombre. Se advierte esta distinta suerte en· los dos mo­
mentos del hijo pródigo del evangelio de Lucas, el de huida y
alejamiento
de la casa del padre, y el de la vuelta a la casa del
padré. El· primer momento. es el del descensd, en que dilapida
todas
sus riquezas, :se hace esclavo y queda hambriento e infeliz.
El
de la vuelta es. el de la enuada en sí lnismo, el del perdón, del
abrazo, del banquete
con vestido nuevo; el del encuentro cori el
Padre.
El amor brota de
la persona, irradia en todos los. ámbitos. de
la dimensión humana,
y _realiza la unidad de lo disperso. El amor
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AMOR HUMANO Y FAMILIA CRISTIANA EN EL ALBA DEL. SI.GLO -x;cl
se revela como arquitecto de. la persona en su dimensión de per­
sonalidad, porque tiene en sus .manos lo interior y dirige la !ilri­
tad del hombre. La libertad es el gran don de la revelación cris­
tiana. Hegel reconocía, que sólo con· el cristianismo aparece
· la
libertad y la interioridad digna del hombre. De ambas dimensio­
nes brota el amor que modela a los hombres y les da su peso. La
frase de Agustín es decisiva: Amor meus pondus meum, eo feror
quocumque
/erar. El amor es el peso del hombre, allí va donde
su peso
lo lleva. Pero a la hora de dejarse llevar, glosando al poeta
Virgilio que afirmaba
trahit sua quemque · voluptas, reéuiría a
Cristo, que arrastra a los que ama
y les enseña a amar y amando
a
dar sentido pleno a su vida. La persona se nutre del amor y en
el amor encuentra su atmósfera adecuada. El amor humano tierie
su realización en
las relaciones interpersonales. Por ello su lugar
privilegiado es
la familia.
11. AMOR. Y FAMILIA
. En el príncipió era. el amor, y como el amor es fuerza expan­
siya de la persona,
Ullll fuerza circular, que va de persona a per­
sona,. de la. conveniencia a la diferencia, de 1a indigencia a la
abundancia para volyer enriquecido, el lllllot es creador, fuent!:
de felicidad y. arqttltei:to · de la vida humana. El lllllºr maduro es
de persona a persona, y es fiel a
la. persona. Si ya la amistad no es
de muchos
~porque ruµigo de muchos, amigo de nadie--, el amor
que comprende todos los grados de la vida humana se centra en­
tre dos personas y se hace ,orporal, efectivo, espiritual, cristiano.
Esto es posible en la vida .familiar. En el principio era la familia,
fruto del amor, fuente. del amor .humano. Hay una ilimensidn hú­
mana de la familia, una institución de la · naturaleza qué va ron
el ser del hombre, tan fuette que '.ni por el pe-ado, nLcon el cas­
tigo del diluvio, fue aholi.da o fue olvidada;· pero que sólo. con
fa revelación del amor de píos" ha recóbrado la dignidad. de cSlÍ
principio, y ha quedado garantizada por un sacramento. La farrií-
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A. 'LOBA.TO. O. P.
lia vive del amor, y sólo el amor ·en plenitud puede dar vida a la
familia, y por medio de ella lograr 1os tiempos nuevos.
En la historia del hombre. desde
una perspectiva del .amor,
sólo hay tres momentos: el primero,.el del origen, institución de
la
naturaleza, de p[el,lll comunión de varón y mujer ; el segundo,
el de
la. caída originaria, dominado por el eros, expuesto a la .cdns­
tante batalla del egoísmo que se torna agre,,ivo en sus múltiples
frustraciones, y
el .tercero, el del amor confortado por un sacra­
mento en fanúlia. En los tres momentos el amor humano es el
.amor personal arquitecto o destructor.
2.1. El misterio de Dios y la familia, humana.
En el principio era la familia. Así
es en realidad. en Dios y
en
el hombre imagen suya. La fanúlia se construye y compone de
personas y crea el espacio adecuado para las personas. Esta es­
pléndida realidad tiene su principio en el misterio trinitario, el
misterio
de Dios que se ha revelado lentamente en el curso de
los tiempos, a través de muchas palabras en la .historia de la sal­
vación. En verdad sólo en Jesucristo ha sido dado a conocer al
hombre. La Buena noticia del Evangelio es la revelación del Padre.
Jesucristo
se ha manifestado como . el Hijo, uno con. el Padre.
Antes de volver al Padre prometió
a ¡.;;. suyos el envío del Espí­
ritu, qrie
realizó en Pentecostés. Dios es uno y nd puede ser sino
uno. El misterio de Dios, revelado en Jesucristo,
es su unidad de
esencia y
su trinidad de personas, que no rompen la unidad. En
este misterio divino
se hace patente que Dios es amor y es un
amor fecundd, principio fontal del cual
procede el Hijo como Veic
bo, y a través de ambos el Esp!ritu como amor. La vida profunda
de Dios es familiar, interpersonal. Este gran misterio, insondable,
es el misterio originario. La vida divina que se comunica al hom­
bre tiene
su origen en este misterio y vuelve a él.
El hombre
participa de algún moti& de este misterio. Dios lo
ha querido y lo ha creado a su imagen y semejanza. ¿Qué signi­
fica para el hombre estar hecho a imagen y semejanza de bios?
748
Fundaci\363n Speiro

AMOR HUMANO Y FAMILIA CRISTIANA EN EL ALBA DEL SIGLO XXI
Hay diversos modos de· hacei;·hermenéutica para comprendei: esa
imagen
O huella en el hombre. En la tradición ha tenido más peso
la lectura desde la dimensión espiritual. Solo· el hombre era hecho
a imagen y
semejanza de Dios porque sólo él participaba del es­
píritu. Todo el resto del .mundo corporal es sólo huella del paso
de Dios,
un vestigio que no alcanza a ser imagen. Esta interpre­
tación teológica abre
el espacio para · otra lectura. La imagen de
Dios· puede verse no sólo en lo espiritual del hombre, no sólo en
el ser singular, sino en la totalidad de la creación del hombre,
por
la cual el hombre participa de modo eminente de los dones
dispersos en toda la creación, de modo
intensivo y .,;., hace un
mundo en pequeño. La teoría del hmnbre microcosmos, ya en
vigor desde los
filósofos ~iegos, era ádecuada pata ver en él un
reflejo
de la infinitud de Dios. Una -tercera lectura de la imagen
de Dios en el hombre se da en la misma condición familiar del
ser humano. El hombre
es imagen de Dios porque es un ser fa­
miliar, y el amor es su fuerza.
Esta lectura se revela adecuada. Porque Dios creó al sei hu­
mana para que viviera en familia: . ho hizo al hombre solitario,
sino dual, y
los quiso unidos por el amor, fecundos por el don
de la vida, llamádos a cooperar en la obra continua de la ge­
neración en la transmisión de la vida. Por todo esto también la
familia. realiza la imagen de Dios, y de un modo más completo.
En efecto, la
familia, en i,I hombre como en Dios, tiene su hase
en el amor de
las· personas, en la mutua comunicación de la vida,
en la donación recíproca, y lleva el sello
de la fecundidad que
sigue
al amor. El amor interpersonal logra toda su dignidad. y
abraza todas las posibles dimensiones, la fuerza del eros, la eleva­
ción de la filia, la comunicación mutua del agapé. La imagen de
Dios
se realiza de modo pleno en la familia; Hay en ella unidad
en la diversidad, unión de personas plenamente compenetradas
en
los diversos niveles del amor: el varón se encuentra referido a la
mujer
y la mujer al varón; los padres. y los hijos tienen lazos pro­
fundos de
n¡¡turaleza no sólo cprporal sino afectiva. Cada una de
las. personas tienen un puesto, ·un nombre personal, es respetada
1749
Fundaci\363n Speiro

A. LOBATO, 0,-P;
por lo que es y no podo que tiene, es cuidada conforme a lo que
necesita.
Hay. una circularidad de vida:· ·todos. se desviven y. se .ocupan
mutuamente. los unt!>s de lo;; otros y todos comparten lo que la
vida
humana lleva consigo: las alegrias y las penas, el dolor _y los
momentos
fugaces de la felicidad .. El amor familiar es circular,
vínculo envolvente.
Hay ,fundamento para vet en la familia la
Ím'fflen de Di~ en la tierra: Ii,sta se verifica en cualquier familia,
y se ha verificado de modo pl<:110 <;n la familia de Nazaret, com­
puesta por. las tres personas más altas· que ha conocido la historia:
Jesús
de Nazaret, Marfa y José. Toda familia cristiana está invi­
tada a
mirarse en ese limpio espejo,. en ,,Jcual relulO<' Dios en el
mundo y su
inl~gen familiar. no tiene• defectos ..
La relación, .como orra, cl,iye para una .. aproximación al ser
personal,
ha cobrado fuerza desde el misterio de Di9s, para el cual
no es apropiada la categoría de sustancia. En Dios no hay acciden­
tes;
no hay sujetos separados, sólo puede haber distinción. de per­
sonas a través de las. relaciones ¡¡]_. modo de sustancia porque son
permanentes y
di~tintas, ·. y rio rompen la. unidad del sef divino.
La persona está llamada a vivir en
una red' de relaciones inteq,erso­
nales.
En la vida familiar la relación hacé posible la compenetra­
ción de todos sus 'miembros en el amor. b familia se. compone
de sujetos personales. Cada uno de ellos es un yo, que tiene fren­
te ,r sí, romo distinto e igual en cierto modo, un H,. No hay yo
sin
tú. Cuando el yo y el tú entrari en relación de intercambio
personal,
por las vfas del i:onocimientd, del afecto, de la actividad,
resulta el nosotros, la comunidad humana, la familia.
En esta vida familiar quedan excluidos los sujetos designados
con el pronombre de la persona en· distancia, ¿¡, ellos y apenas
hay
para un vosotros. En la familia se· da una alteridad de persa·
nas. en vías de fusión. Cada 'persoli!l es un mundo y tiene una:vida
profunda, a v<:ees ·consciente, ináecesible•·desde fuera. Cuando ella
750
Fundaci\363n Speiro

AMOR HUMANO Y FAMILIA CRISTIANA EN EL ALBA D_BL SIGLO XXI
misma desde dentro decide libremente entrar en comunión· con
los demás, su misterio se abre en cierto
modo>' su esfera envol­
vente entra en conexión con la
del otro sujeto, y los dos comien­
zan a ser como dos horizontes en aproximación, en vías de fusión.
El proceso está
llamado a perdurar en el tiempo, porque una total
identidad
es imposiblec El amor es el intento de hacer de dos· uno
sin lograrlo del todo.
La relaciones .familiares. no son unilaterales, de suyo son re­
cíprocas. Cada uno deposita su confianza en el otro, trata de co­
nocerlo a fondo, se complace en los. bienes del otro, lo reconoce
en su condición de persona
y lo respeta en · su alta dignidad. El
cuerpo es el punto de partida del .encuentro y el rostro el .ll,gar
de la maoifestación de esa intimidad, La mirada a los ojos, va
más allá de lo que los ojos pueden significar y tiende como a pe­
netrar en lo profundo del ser que se abre y se expresa en el len­
guaje de la mirada,
el más propicio para el amor. El amor en fa­
milia se expresa como ver mirando; mirar contemplando, tratar
de penetrar en lo profundo
del otro para captar los signos del
corazón y del almá. Sin eso no hay amor profundci. El cuerpo
tiene su lenguaje, pero tiene que dejarse compenetrar por el afecto,
el aprecio,
el ideal que lo sublima y lo estima, en una cierta idea­
lización' del amado.
As! .·se desvela la persona y se compenetra.
Cuando este amor madura,
háce pdsible la· fusión integtal: 'todo
se comparte, hay una sola vida vivida en comunión.
He aqul el ser humano en plenitud, el andrógino. Los mitos
hablan de ese hombre primitivo. Aristófanes lo describe en
su
origen y en su desgracia cuando, por envidin de los dioses, fue
dividido.
La familia realiza ese sueño originario de unidad del
hombre y la mujer. Ese es·el hombre creado por Dios que necesita
compartir y vivir en unidad profunda. La 'relación del encuentro
interpersonal
se prolonga en. los hijos.· La familia tiene que estar
abierta a la fécundidad,
a la esperanza. El hombre no puede rea;
lizar sino una pahe de sus aspiraciones, •pero se hace permanente
en los hijos, se perpetúa en la familia. El aniór familiar adquiere
todas las modalidades
del,.desinterés y de la murua entrega;
La vida es futuro; y por ello 'el amor es siempre nuevo. · Los
751
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A. LOBATO, o.: P.
padres se consagran a sus · hijos, se entregan a ellos, los llevan
adelante, como personas que se modelan.
Los. padres están llama­
dos a
ejercer en familia la tarea del pedagogo y del escultor. Es
preciso modelar a cada uno en su diferencia, desde el proyecto
interno que los impulsa, respetando su personalidad en camino.
La
madre en su ternura, el ·padre con su organización y su acogida.
La familia no vive sólo
de pan, vive de amor. La casa es como
el vestido de
la familia. Por ello todos .los miembros se sienten
a gusto en
su casa, cuando la familia funciona bien, se saben
acogidos,
queridos, ocupando un puesto irremplazable, tienen su
nombre
y encuentran su. libertad.
El mundo de la familia· es el de la relación sin posesión, desin.
teresada, de entrega
y de servicio, sobre todo de los esposos. y de
los padres. Los hijos
no entran plenamente en esa relación mutua.
Su destino
es cortar el cordón umbilical y seguir adelante en la
promoción de la propia humanidad: Uno quiere a otro en la fa.
milia
para que dé su medida humana. La tarea de la familia es
formadora, ordenada a la promoción del hombre hasta la pleni­
tud, forjadora de la personalidad. Hogar, dulce hogar, donde se
labran la personalidad de cuantos lo componen, y donde el hom­
bre se hace
persona.· La familia se hace. hogar, y el hogar da al
hombre
lo que fuera no puede encontrar. Las relaciones interper­
sonales de amor,
de.· entrega familiar, son las que graban más el
ser humano, de modo .que
nadie las puede suplir.
3.3. Itinerario familiar,
El itinerario de 1a familia es· el irinerario nunca concluido del
amor humano
. y cristiano, capaz de superar los -obstáculos que
nuestra cultura
le ha tenido y que le seducen .. La familia del
futuro. ha
de partir de' la convicción de qué no tiene otra -roca
más sólida que 1a del amor. Hay sólo dos modos de fabricar la
casa, como dice el final del Sermón .de la rndntaña: con el funda­
mento sólido o sobre.la arena.
El fundamento es la roca.· El amor
auténtico es el arquitecto que funda Ja · casa sobre roca. El· amor
752
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AMOR HUMANO Y FAMILIA CRISTIANA EN EL ALBA DEL SIGLO XXI
loco funda sobre las cualidades y no sobre las personas, se apoya
sólo
en las apariencias: en la belleza, flor de un día, en las dotes
externas,
en los haberes, en el linaje. La casa es el vestido de· la
familia, la que le cobija de la intemperie. Con el paso de .los días
y el cambio de las estaciones, con
el fluir de.la vida y de la cultu­
ra, es seguro que hay
un cambid. Para todas las casas el temporal
trae los mismos problemas, la lluvia, los vientos, los torrentes,
la
erosión. La casa fundada sobre .la roca, tiene .consistencia, los
vientos no
la abaten, las aguas pasan a su lado, los moradores pue­
den contemplar desde la ventana. el paso de las aguas, la calma
de los vientos, y gozar del sol que vuelve a
salir cuando ha pasado
la tempestad,
En otros tiempos la familia· tenía estabilidad: era suficiente,
autónoma, tenía bienes, había toda ,una serie de. generaciones en
torno al patriarca, estaba organizada en estratos que la sociedad
defendía,
el amor podía ser débil, pero la institución era fuerte.
La cultura actual
ha dejado solos a los miembros de la familia,
como a la intemperie, nd hay otros lazos fuertes que los que los
ligan entre ellos. Buena parte de las. familias no tiene otro patri­
monio que.
el trabajo para poder subsistir, y éste se ha hecho un
grave problema;. las leyes civiles no. suelen tener en cuenta de
modo adecuado a la familia, porque no presentan problemas y de
suyo no dan votos en. las
urnas. La familia actual se encuentra
asediada
por· todos los costados. La cultura ambiente exalta el
amor libre y presenta un ideal de. vida que · no se atiene a las ins0
tituciones ; lds hombres quedan · seducidos por los films donde
todo la felicidad se
cifrá en el tener, en. el triunfo a toda costa y
en el disfrute sin trabas de· cuantos bienes ofrece la vida presente.
La familia
está a la deriva, amenazada por la mentalidad relativista
de
la mayor parte, por los ejemplos de los que se divorcian. y vuel•
ven a casarse, de los que no se atreven a unirse con· vínculo -serio
y permanente, por la ruptura del vínculo de los· que se creían se­
guros.
La familia actual no tiene apoyo externo que le pueda garanti­
zar
la estabilidad. Le queda sólo el víticiilo que enlaza a las per­
sonas.
La fuerza de la familia es la fuetza de .los esposos que se
153
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A. i...OJJATO, O. /'.
aman de verdad, y que protegen. su amor profundo con una do­
nación· que no pide ni busca. sino que se da a. sí mismo. De suyo
esto puede ser una
purificación, que debe ser comprendida y ace¡>­
tada con todos sus riesgos. Porque en verdad el amor es más fuer­
te que nioguno de los vínculos de las ideologfas, de los egoísmos
y
de. los poderes. Sólo el amor que crece entre los esposos los
coníirma en su unidad· y les da estabilidad.
Ese amor maduro tiene que desarrollar la personalidad de cada
uno.
de los dos: la indigencia se convierte en riquéza. El hombre
y la mujer se unen porque son personas cuya personalidad sólo cre­
ce en el amor recíprocd. El amor verdadero desea que el otro llegue
a ser en plenitud: te amo para que
seas plenamenú, tú mismo,
no para que te
satneta~ a mis gustos y deseos. Cuando éste es
mutuo, estamos en la vía regia de la familia. Así no sólo se enti·
quece el matrimonio
con la dualidad de cuerpo y alma, de varón
y mujer, sino con la diversidad de personalidad. Si el sujeto hu­
mano es sietnpre iosóndable y sorprendente, lo es en su doble
faceta de
la masculinidad y la femineidad. Pues sólo en el amor
se expansiona y da su medida. Pablo exhortaba a crecer en el amor
en todas las cuatro dimerisiónes,
hacia arriba, y hacia lo profundo,
ló ancho y lo largo, significadas en la C1'1lZ de Cristo, que es la
expresión de quien ama hasta dar la vida ·por los que ama. La
mujer · es capaz de sentimientos y· de actitudes heroicas insonda­
bles, el hombre
es capaz de .madurar en la fidelidad, por encima
de ·toda dispersión afectiva. Hay matrimonios que han dado la
medida en una reciprocidad ideal. Hay muchos matrimonios ejetn­
plares, donde la mujer resplandece con la femineidad, con el genio
de la mujer, y
el varón realíza su ejemplar. de humanidad. Lo
pleno no es frecuente, pero
es posible; Hay muchos que se hácen
sombra, son estorbo
el uno para el otri>, por un desvío en la orien­
tación del amor; él Ílo la deja crecer; ella no lo deja en paz. El
amor y la profesión
a. veces se hacen incompatibles.
Me agrada citar un ejemplo ideal para nuestro tiempo de un
matrimonio que inició
cOn una serie de dudas sobre el sentido de
la vida, que estaban decididos al suicidio, si en el plazo del año
no encontraban sentido a la existencia, que buscando
crecer en la
754
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AMOR HUMANO Y FAMILIA CRISTIANA EN EL ALBA DEL SIGLO XXI
vida y dar la medida del genio toparon con él y les conmovi6 hasta
lo profundo, que fueron capaces de conversi6n siendo judíos, que
cultivaron a fondo la vida espiritual, la vida intelectual,
la vida
familiar, y en
los tres campos no será fácil decir quién iba por
delante. Pocas veces en
la historia hay algo semejante: los esposos
Maritain, Jacques Maritain, y Raissa Oumansoff, han sido ejem­
plares en muchos aspectos.
Lo eran en lá vida cultural: Raissa
era
más fina como poeta, él era más agudo como fil6sofo y escri­
tor.
Lo fueron en su vida espiritual: Raissa desarrolló una espi'
ritualidad profunda como revela su diario, él se hizo hermanito
de Foucault mientras Pablo
VI quería hacerlo cardenal. El ina­
trimonio M.aritain trabaj6 unido en el campo cultural, en el diplo­
mático, en el apostolado. Su casa daba cita a unos
)00 personajes
de la cultura francesa antes de la
guerra. Lo que más vale en los
15 volúmenes de las Obras completas de ambos,
es su pensamiento
filos6fico, inspirado en
Toinás de Aquino y los testimonios de su
vida espiritual, que ha crecido a la par, y ha crecido en la
comu'
nidad eclesial, frente a un mundo adverso. No

le ocurría lo mismd
a S6crates con Xantipa.
El crecimiento de la persona en la familia
se atiene al lema de vivir unidos siendo diferentes:
La persona crece en su línea interior, su perfil de distinción,
y se anula en
la uniformidad opresiva y en la ficción impuesta.
Hasta el presente el hombre
ha impuesto sus gustos a la mujer,
el futuro tiene que ser la armonía de ambos como personas la
que modela
el nuevo estilo de esposos.' Sólo el ainor es capaz de
renunciar a muchas cosas, y
áplicar la norma de Juán Bautista:
conviene que yo inengüe y él crezca.
El amor forja también a los'hijos en el calor del hogar: en su
diferencia y
eti su plena arinonía. No basta tráer los hijos al mun­
do que
ya es un milagro en los tiempos actuales, es preciso darles
una promoción qué nadie sino
los padres pueden dar, y seguirlos
hasta· la plena madurez de jóvenés que se valen por sí mismos y
hacen uso recto de la libertad. La tarea de la familia es ésta sobre
todas las demás.
Se ha tratado de revindicar un poco la primacía
de la función interpersonal sobre la función procreadora. Aquélia
se cree indispensable, ésta se separa de la vida .familiar, Recuerdo
755
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A~ LOBATO, O. P.
el alarde de vanidad francesa cuando el ministro de_ Justicia, el so­
cialista Badinter, se present6 _ en Viena con la siguiente propuesta
al Consejo de Europa: los franceses del siglo XVIII dimos los_ de­
rechos humanos al mundo, FJ.'all<;ia en el siglo XX da a cada mdi­
viduo el derecho a la procreaci6n, porque_ ya con el_ método de
clonaci6n será pdsible dar la vida a un ser nuevo sm el matrimo,
nio. No es ese el camino del futuro. La vida.tiene sus cauces de
naturaleza y debe sex respetada.al máximo y promovida. Los aten­
tados
-a ella son cada día más intolerables, tanto en la aurora de
la vida como en el ocaso, en los principios y en los procesos ter­
mmales. Los padres deben respetar a cada uno de sus hijos.
Hay ejemplos de
heroísmo en nuestros días, de madres que
prefieren
morir_ para que su hijo viva, de_ matrimonios que se
entregan a la promoci6n total de sus hijos. Es una entrega que se
hace s6lo por amor. Pero es la que realjza a los padres.
La familia no puede crecer smo toda entera, teniendo en cuen­
ta cada uno de
los-miembros, sobre todo los más necesitados. El
tesoro
familiar son los_ hijos, mayor tesoro cuando son niños.
Todos saben lo delicada que es la primera infancia y los años de
la primera socializaci6n, cuando se aprenden las cosas más difíci­
les de la vida, las que se graban
en el alma y que nadie smo la
familia pueden ensefiar.
En la familia se aprende a hablar, a ser
hombre, a vivir
como Dio,;_ manda.
La mfancia merece el máximo respeto. El nuevo ser aprende
desde que comienza la vida en el seno materno. La mirada del
niño es un mterrogante que no deja de lado su mocencia y acusa
a los adultos que no la respetan. Los niños mmusválidos son un
tesoro aún más. precioso, ellos requieren cariño, más que otra cosa.
También los enfermos, los mayores, piden ante todo cariño, por­
que lo necesitan
y _de ordmario en una cultura de la eficiencia les
falta. Están en situación de que todo lo demás les sobra. Pensar
en un tipo de familia en
la que el amor mterpersonal todo lo puede
es pensar en un
mundo_. diferente del que vivimos, en un mundo
mucho más humano del que estamos conociendo. Y este mundo
soñado es posible, no s6lo para los jóvenes que trazan su ideal
de vida antes de recorrerla, smo para los que viven ya en camino
756
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AMOR HUMANO Y FAMILIA CRISTIANA EN EL ALBA DEL SIGLO XXI
y no están satsifechos de la marcha. La familia es una construc­
ción, como dice Pablo, un campo de cultivo. Cada día se edifica
o cada día
se destruye. Sólo el amor recto garantiza que se lleve
a cabo del modo debido.
Frente a tantos decepcionados de la familia, que
la haceo y
la deshaceo eo el mundo moderno con la misma facilidad que· los
nómadas ponen la tienda y la levantan cuando cambian las circuns'
tandas, hay que abogar por una familia plena y compeoettada,
que a pesar de
las circunstancias desfavorables, ha encontrado su
punto de apoyo sólo en el amor y eo la mutua entrega, en
la forja
de un hogar con el ideal cristiano de Nazaret. Frente a una
so­
ciedad sin padres, sin educadores, se vuelve a la forja de las per­
sonas en el yunque del hogar familiar, la mejor escuela.
CONCLUSIÓN
Las tentaciones de la hora moderna son una consecuencia de
los valores que ha cultivado.
El hombre de hoy está tentado de
caer en
el nihilismo, el absurdo y la desesperaci6n. Es el pecado
contra el ser, la razón y la esperanza de la vida. Es grave esta si­
tuación. Pero en vez de entretenerse en lamentos y volver a pen­
sar con pesimismo que a nuestra parecer} cualquier tiempo pasado
fue mejor, yo estimo más oportuno mirar al futuro y confiar en
el hombre,
recobrar la antorcha que ha movido al hombre a lo
largo de la noche del tiempo, y hacer posible
la llegada de los
tiempos
nuevos, Hasta ahora se ha puesto el acento en las tres
dimensiones que fascinan
mrui al hombre, en el tener, el poder y
el saber.
·
Todo ello es ingrediente de la vida humana. Pero la vida como
tal, la vida humana y personal,
es un valor previo, y es preciso
recobrar los valores
pdr los cuales la misma eiristencia cobra su
sentido. Para ello hay que retomar
la corriente de la vida en· sus
fuentes.
La vida humana se nutre en
las fuentes del espíritu, y desde
ella da sentido y valor
a las realidades de la vida y del hombre,
757
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·..4.. LOBATO, O. P.
Es muy importante la sociedad y lo son sus dimensiones, la eco­
nómica, la política, la cultural. Es muy importanre mantener el
equilibrio de la totalidad. Pero hay algo que está por
encima y
es anterior a la sociedad y

a la cultura y que
las hace posibles.
Esa dimensión
es la persona, y en la persona, después de la reve­
lación cristiana es el amor. El ser humano ha nacido para amar.
Si no ama no
es hombre. Tiene que amar el bien y la verdad,
amar a las personas, amar dándose a sí mismo. Esta
es su tarea.
Y esta tarea es personal.
Al
final de este recorrido se hace claro que esta tarea no es
de la escuela, es de la vida. Y no de la vida que necesita muchos
tropiezos en la misma piedra y muchos descalabros en la cabeza
ajena para aprender. Tenemos a la vista los resultados del
firutl
de siglo xx: el siglo de la expansión admirable de las ciencias y
de la técnica, el siglo de las conquistas planetarias, cuando el
hombre
ha realizado la mayor parte de los suefíos de dominio
sobre los elementos adversos, de prolongación de la vida, de
pe­
netración en los secretos d.el universo.
Pero al mismo tiempo es el siglo de las mayores barbaridades
de la historia, del
hundimiento de los mayores imperios, sin que
nadie los haya combatido, de las mayores opresiones en nombre
de ideologías de la raza, del imperio, de la clase.
Se ha olvidado
el
f,mdamento. La persona ha olvidado su condición de ser creada
para amar. Y ha dejado de lado dos
¡,ilares que requieren mucho
cuidado, el de la persona y el de la familia, que sólo crecen como
las plantas cuando
el clima no las sofoca, cuando hunden sus
raíces en el terreno que tiene agua y con ella es posible mantener
la vida. Pues el aire y el agua, la vida y la fuerza, la tierra y el
fuego, vienen a la persona por el amor, y con el amor que lleva
al fin
es posible todo lo demás que es bueno y noble, digno del
ser que se transciende amando y crea nuevas las cosas por el amor.
El escritor francés Mallarmée, con agudeza de talento y
sen­
timiento de antiespañol decía del amor: «El amor es como las
posadas en España: sólo se encuentra en ¿¡ lo que a él se lleva».
En verdad se queda corto, porque como son dos los cj_tie llevan,
cada uno
se lleva el doble de lo que pone. Y ocurre que en los
758
Fundaci\363n Speiro

AMOR HUMA.NO Y FAMILIA CRISTIANA EN EL ALBA DEL SIGLO XXI
dolores y los gozos del amor personal y familiar se da la paradoja
qne refleja
el proverbio alemán: el dolor compartido es medio
dolor, el gozo compartido es gozo doblado: Getei/te Freude do­
ppelte Freude, geteilte Schmerz, mittel Schmerz.
En vez de confiar la edificaci6n de la propia casa a cualquier
albañil, que entiende poco del oficio, cuando se trata de
la per­
sona y de
la familia, hay que encargar la obra al amor como ar,
quitecto. Con s6lo eso ya comienza la aurora del siglo l el cielo brilla
ya el lucero de la mañana.
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