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Número 331-332

Serie XXXIV

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En torno a la «cuestión democristiana»

EN TORNO A LA "CUESTION DEMOCRISTIANA"
POR
MIGUEL AYUSO
l. El Mensaje de 6 de enero de 1994 a los obispos italianos.
En medio de la grave crisis política que ha llevado a I talla a
un «cambio de régimen», de
la primera a la segunda República,
la prensa internacional atribuyó, como no podía ser menos,. cierta
trascendencia al mensaje dirigido por Su Santidad el Papa Juan
Pablo
II a los obispos italianos el día 6 de enero de 1994,, pro­
longado luego en otras intervenciones, tales como lá alocución al
inaugurar los nueve meses de oraci6n por Italia el día 15 de mar­
zo del mismo año.
Destinatario del mensaje, en úlrima instancia, era el ,pueblo
italiano, del que los obispos son pastores y responsables ante
Dios,;
de ahí su carácter no reservado, sino público, estampado como
apareció en las páginas de
L'Osservatore, Romano { 1 ). Ocasión,
«el actual
momento histórico», un momento a la s,azón indudable­
mente electoral para Italia, pero,
más allá, inscrito en los que el
Papa denomina «cambios históricos» producidos en Europa
des­
pués de 1989. Y objetivo, subrayar «la responsabilidad de los
católicos ante
los desafíos del momento histórico actual».
Son, muchos los aspectos interesantes contenidos en
él: , la, de­
finición del «patrimonio más precioso del pueblo italiano» como
herencia de la fe, herencia de
la cultura y herencia de la unidad;
el rechazo de las opiniones según
las, cuales en la nueva situación
política «ya no sería necesaria una
fuerza de inspiración cristiana» ;
la exigencia de una profunda renovación social y política;
el «amor
al bien de la propia nación», «con comportamientos de solidari-
(1) Cfr. L'Osservatorre Romano, edición semanal en lengua española,
de 14 de enero de 1994.
Verbo, núm. 331-332 (1995), 21-30 21
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MIGUEL A YUSO
dad renovada», como superadores del separatismo, etc. Sin embar­
go, no son menos los juicios discutibles:
la valoración de la historia
italiana de
los últimos cincuenta años; la visión de la unidad
europea y
su· evolución ; la denuncia de las que llama «tendencias
corporativas», etc. Como quiera que
Su Santidad el Papa nos ani­
ma, en este momento «en que se está haciendo el balance político
del pasado, de la posguerra hasta hoy», a no permanecer indife­
rentes o ajenos al mismo, no estará de más dedicar alguna
con­
sideraci6n a tratar de esclarecer esas que nos parecen sombras
entre las luces del mensaje pontificio.
Dejando para el final el tema de
la democracia cristiana -de
especial resonancia y trascendencia-, y empezando con el pro­
ceso de unidad europea, Juan Pablo
II considera que es «suma­
mente importante y urgente proseguir con valentía
el esfuerzo de
edificación de
la nueva Europa, con una firme adhesión a los idea­
les
. que, en el pasado reciente, han inspirado y guiado a grandes
estadistas como Alcide de Gasperi en Italia, Konrad Adenauer
en Alemania y Robert Schuman en Francia, transformándolos en
los
padres de la Europa contemporánea». Preguntándose a con­
tinuación: «¿Nd es significativo que, entre los principales pro­
motores de
la unificación del continente, se encuentren hombres
animados
por una profunda fe cristiana? ¿No fueron los valores
evangélicos de
la libertad y la solidaridad los que los impulsaron
a realizar su valiente plan?». Más adelante completa el cuadro,
al afirmar que «las tendencias que hoy pretenden debilitar a Italia
son negativas también para Europa, y nacen asimismo sobre el
telón de fondo de la negación del cristianismo». «En esa perspec­
tiva
se quisiera crear una Europa, y en ella también una Italia,
que sean aparentemente neutrales en el plano de los valores, pero
que en realidad colaboren a la difusión de un modelo de vida
post-iluminista. Eso
se puede apreciar también en algunas ten­
dencias que influyen en
el funcionamiento de instituciones euro­
peas. Contra la orientación de quienes fueron
los padres de la
Europa unida, algunas fuerzas actuales de esta comunidad pare­
cen
más bien reducir el sentido de su existencia y de su acción a
una dimer~sión puramente económica y secularista».
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EN TORNO A LA «CUESTION DEMOCRISTIANA»
Este juicio sobre la operatividad actual de las instituciones
europeas
-vertido discreta y certeramente al tiempo--, y que
me parece indiscutible, entraña, sin embargo, a mi modo de ver,
una oscuridad respecto a la génesis del
mal. Paraciera como si el
proyecto de construcción
de Europa, alentado por los valores y
los hombres cristianos, hubiera sufrido en nuestros días una
de­
riva que lo hubiera hecho descarrilar. Cuando, en realidad, ma­
quilla el hecho de que el Tratado de Roma impuso un modelo
masónico, barriendo y desplazando el otro proyecto en liza, de
raíz cristiana, aunque no netamente católico -los personajes ci­
tados eran liberales-, apoyado por Pío XII (2). No se trata, pues,
de un «déficit democrático» devenido imperante en virtud de la
tecnocracia y burocracia de Bruselas,
y que habría puestd entre
paréntesis el «plano de los valores», sino de un auténtico «pecado
original» que no ha dejado de manar frutos según su especie.
El peligto que
el Papa divisa en unas «tendencias corporati­
vas» que sólo están mencionadas
-junto al separatismo----, pero
en absoluto definidas o siquiera desarrolladas, merece
también
un comentario. ¿Se refiere, como exigiría la precisión terminoló­
gica, a una concreta solución para el problema de la representación
política?
¿O responde al designio de rechazar, sin mencionarla
con su nombre, a una fuerza política determinada, encarnación
de una ideología que se considera perjudicial? No creemos razo­
nable la primera hipótesis, pues parece que el corporativismo no
es sino un término para referirse a la opción por la representación
orgánica de los cuerpos sociales básicos
y según el principio de
subsidiariedad, frente a la ideológica que los partidos políticos
monopolizan
y que ha sido precisamente uno de los aspectos del
«régimen» que en Italia han comenzado a entrar en crisis. Los
politólogos
y constitucionalistas vienen advirtiendo desde hace
tiempo, paralelamente a
la puesta en evidencia de la crisis de la
(2) Cfr. MANuEL DE SANTA CRUZ, Apuntes y documentos para la bis~
toria del tradicionalismo español (19)9-1966), 28 tomos, Sevilla y Madrid,
1979-1991, donde hay
esparcidas, al hilo de explicar la actitud de los tradi­
cionalistas españoles, interesantísimas noticias sobre el tema. El tomo del
año 1957 resulta especialmente revelador.
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MIGUEL A YUSO
partitocracia, del auge del corporaUVISmo o del neocorporaliv1s­
mo (3). Otra cosa es que, en Italia principalmente, tal término
venga connotado por resonancias muy particulares que hacen desea­
ble una mayor precisión, con el fin de no desacreditar un entero
proyecto político fidelísimo con
la doctrina social y política de
la Iglesia. En España, por ejemplo, aunque ya nadie se acuerde,
la Comunión Tradicionalista acogió a esta terminología su Obra
Nacional Corporativa ( 4 ), proyecto de desarrollo socio-político de
abajo arriba, respetuoso· de
la libertad de los grupos sociales y
bendecido por las autoridades eclesiásticas. Como se ve, a esos
efectos lo he
rraido a colación, no es fácil situar correctamente
stricto sensu el sentido de la denuncia papal. Tampoco parece que
se trate de una alerta ante el fascismo, que en todo caso, dada la
gravedad, debiera haberse realizado con toda nitidez, y
no sin
menos aclaraciones que las recién demandadas, habida cuenta de lo
perturbador de
la categoría politológica del «fascismo» (5), como
tal, fuera de un marco histórico, unas condiciones sociales y unas
coordenadas ideológicas muy definidas, que no sé basta qué punto
pueden extenderse a las fuerzas
políticas hoy en liza.
2. Cuestión católica y cúestión democristiana.
Queda finalmente la cuestión de la democracia cnst1ana. El
mensaje de Juan Pablo II parece expresar un cierto elogio e in­
cluso
añoranza de la núsma. Presentidos en las palabras dedicadas
a De Gasperi, se van concretando en la explicación que gira en
(3) Cfr. GONZALO FERNÁNDEZ DE l.A MoRA, «Neocorporativismo y re­
presentación política» .Razón Española (Madrid), núm. 16 (1986), págs. 133
y sigs.; 1osÉ Z~FRA VALVERDE, «La idea representativa», Raz6n Española
(Madrid), núm. ·12 (1985), págs. 7 y sigs.
(4) Cfr. MANuEL DE SANTA Cirnz, op. cit., tomo 1, págs. 110 y 171;
tomo 2, págs. 119 y sigs.; tomo 4, pág. 65; tomo 12, pág. 67; RAFAEL
GAMBRA,
Tradición o mimetismo, Madrid, 1976.
(5)
Cfr. GONZALO F'ERNÁNDEZ DE LA MoRA, «España y el facismo»,
Verbo (Madrid), núm. 188 (1980), págs. 991 y sigs., y las réplicas -ceñidas
a un punto muy concreto-de Rafael Gam.bra y Manuel de Santa Cruz,
en el número siguiente de la misma revista.
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EN TORNO A LA «CUESTION DEMOCRISTIANA»
tomo de la necesidad o no de una fuerza de inspiración cristiana.
En cuanto afirma que «la presencia de los laicos cristianos en la
vida social
y política no sólo ha sido importante para oponerse a
las diversas formas de totalitarismo, comenzando por el comunista,
sino que sigue siendo necesaria para
expresar en el plano social
y político la tradición y
la cultura cristiana de la sociedad italiana».
Para hacerse palmarios en la alusión a los que, «inspirándose en
los valores cristianos, han contribuido a
gobernar Italia a lo largo
casi de medio siglo,
logrando innegables méritos con respecto al
país y su desarrollo». Y en las posteriores:
«( ... ) Un balance hon­
rado y verídico de los años que van desde la
posguerra hasta hoy
no puede
olvidar todo lo que los católicos, junto con otras fuerzas
democráticas, han hecho por el bien de Italia,
es decir, no se
pueden olvidar todos los notables logros que han llevado a Italia
a
entrar en el número de los siete países más desarrollados del
mundo, ni se puede subestimar o desconocer el gran mérito de
haber salvado la
libertad y la democracia».
Con el fin de oonttibuir a ese «balance político» de
la posgue­
rra hasta hoy, que
Su Santidad invita a efectuar, oonío ya ha que­
dado dicho, creo que cabe disentir firme y respetuosamente de
tales juicios.
El profesor Roberto de Mattei, en un opúsculo de­
dicado precisamente a exponer las razones de esa discrepancia,
basada sobre una rigurosa documentación
histórica, ha ofrecido
una contribución
clarificadora que destaca lo contradictorio del
llamamiento al mundo católico efectuado
por el Pontífice y
el concreto juicio histórico y político que expresa sobre la
his­
toria italiana de los últimos cincuenta años. Pues, al tiempo que
denuncia la dramática situación
actual, parece proponer oomo
punto de referencia la clase dirigente católica que ha gobernado
Italia desde la posguerra y que
ti~ne en Alcide de Gasperi una
suerte de «padre» político e ideológico (

6
). Destaca De Mattei la
responsabilidad de la clase dirigente elegida con los votos de los
católicos y demuestra la progresiva cesión
de la Democracia Cris-
(6) Cfr. ROBERTO DE MATTEI, Il centro che·ci portO a sinistra, Roma,
1994. Puede verse también la recensión de Danilo Castellano, que comparte
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MIGUEL A YUSO
tiana al radicalismo, al materialismo y al colectivismo. Así, en
este medio siglo, el partido que ha gozado del apoyo de los
obis­
pos -también de los papas--y de los católicos italianos ha efec­
tuado uu extraordinario y acelerado proceso de secularización,
cuyas gtaves consecuencias deberá combatir Italia en
los próximos
decenios de su existencia (7).
Por su parte,
el profesor Danilo Castellano, no hace mucho,
y en términos
más generales, esto es sin especial referencia al men­
saje papal, ha destacado la importancia del «caso italiano» para
todos los católicos del mundo y en particular los europeos. Im­
portancia que no es de hoy, y que no
se fuuda tanto en la ausen­
cia de alternativa que ha permitido a la Democracia Cristiana
constituirse en eje del sistema, cuanto porque
se ha presentado
como
el «partido único de los católicos», e incluso como «partido
católico» (8). Desde luego que el Episcopado italiano y la Curia
romana siempre lo han sostenido y apoyado, por
más que las ra­
zones de este sostén hayan podido mudar con el tiempo. Sin em­
bargo, la Iglesia no puede compartir sus orientaciones de fondo,
pues el magisterio político-social de los papas e incluso
el Con­
cilio Vaticano II se hallan en los antípodas de las opciones legis­
lativas de la OC. Esto ha creado --escribe el profesor de Udine---­
uua situación verdaderamente singular, ya que la cuestión católica
no coincide en Italia
con la cuestión democristiana. Más aún,
cuando, tras los años de la Constituyente, laicos católicos han
comenzado a rechazar
la DC y sus opciones liberal-democráticas,
totalmente la tesis central y formula atendibles reparos de detalle, en Ins­
taurare (Udine), núm. 2/1994, págs. 8-9.
(7) Cfr. Rocco BuTIGLIONE, «El Papa y la unidad de Italia», Razón
Española (Madrid), núm. 65 (1994), págs. 313 y sigs. A pesar del título re­
daccional a la traducción del texto del profesor italiano, lo cierto es que se
trata
de una lectura general, en clave democristiana, del tan repetido men­
saje del Papa de 6 de enero de 1994.
(8)
Cfr. DANI'Lo CASTELLANO, «11 "caso italiano"», Instaurare (Udine),
núm. 2/1994, pág. 7. Existe una versión francesa, publicada sin título, en
Catholica (París), núm. 42 (1994), págs. 77-78. Más antigno en el tiempo,
pero muy interesante, es el ensayo de G1ovANNI CANTONI, La lezione italia­
na, Piacenza, 1980.
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EN TORNO A LA «CUESTION DEMOCRISTIANA~
esto es, relativistas. ¿Cómo explicar entonces -se pregunta el
profesor de
Udine--el apoyo constante de los obispos italianos
a
la DC?». La respuesta exige remontarse lejos en el tiempo: «En
resumen, puede decirse que Pío
XII creyó --cometiendo, a mi
juicio, un grave
error de evaluación-poder influir sobre el in­
terior del sistema demoliberal y controlarlo.
De ahí la necesidad
de contar con un partido único de los católicos italianos, aunque
no
se tratase de un partido católico. En otras palabras, Pío XII,
después de haber tratado en vano de orientar en sentido católico
las opciones democristianas
-sobre todo con ocasión de la Asam­
blea constituyente de 1946--, intentó hacer aplicar la Constitución
italiana en sentido cristiano. Empresa imposible, como demuestra
tanto la jurisprudencia del Tribunal constitucional italiano, cuanto
el obstruccionismo declarado por los democristianos a la Consti­
tución
-¡que ellos mismos habían votado!-en la inmediata
posguerra.
En suma, se ha tratado del mismo error que cometie­
ron los católicos durante el siglo xrx y los comienzos del xx. Juz­
garon posible condicionar el interior del Estado moderno, esen­
cialmente anticristiano, conquistando
la sociedad civil. Pero fue
el Estado el que condicionó la sociedad civil, sobre todo cuando
se pasó del "Estado policía" al "Estado social", poniendo enton­
ces en grandes dificultades al mundo católico».
Por eso --continúa el sagaz analista-, ante la secularización
a que ha llegado
la sociedad italiana bajo gobiernos de constante
mayoría democristiana, y con el concurso determinante de la
DC, el problema de la «refundación», entendido como vuelta a los
orígenes, esto es, al Partido popular italiano, no es sino una cues­
tión falsa. Porque la vuelta a los orígenes, es una vuelta ... a los
orígenes demoliberales, presentes incluso en Sturzo. Vuelta a la
democracia liberal que
es la aceptación del relativismo y, consi­
guientemente, la misma negaci6n de la política. Pues no se trata,
en el fondo, de una elección entre conservadores y progresistas,
y menos aún de la aceptación de la mediación como criterio de
gobierno, que llevaría a exaltar una particular concepción del cen­
trismo. El verdadero problema -es su conclusión-radica hoy
en la verdad de la política,
esto es, en el gobierno en aras del bien
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MIGUEL A YUSO
común, que es el bien de todo hombre en tanto que hombre y,
por tanto, el bien común a todos los hombres ( 9 ). Bajo este prisma,
el «caso italiano». no es italiano: es común a casi todos los países.
3. La ruina espiritual de un pueblo por efecto de una po·
lítica.
En España pedemos evocar un conjunto de desarrollos del
profesor Francisco Canals coincidentes con
los que acabamos de
tratar.
Su mayor mérito radica en haber manifestado con toda
nitidez
cómo en la España contemperánea se ha producido «la
ruina espiritual de un pueblo por efecto de una pelítica» (10). A
su juicio, no resultaría serio negar cualquier conexión entre los
hechos reveladores de una devastadora
descristianización de los
pueblos de España
y los procesos políticos ocurridos en estos años,
que
han presenciado -según se insiste en decir-el final de una
época y la entrada de España en el mundo de la modernidad, el
progreso
y la democracia. Afirmar esta conexión entre un proceso
político
y el proceso descristianizador no puede, sin embargo, ser
acusado de confusión de planos o de equívoca interpretación de
lo que
es en sí mismo perteneciente al Evangelio y a la vida cris­
tiana: «Precisamente perque aquel lenguaje profético del Magis­
terio ilumina, con
luz sobrenatural venida de Dios mismo, algo
que resulta también patente a la experiencia social y el análisis
filosófico de las corrientes e ideologías a las que atribuimos aquel
intrínseco efecto descristianizador.
Lo que .el estudio y la docilidad
al magistedo pontificio
penen en claro, y dejan fuera de toda duda,
es que los movimientos políticos
y sociales que han caracterizado
el curso de la humanidad contemperánea en los últimos siglos, no
son sólo opciones de orden ideológico o de preferencia por tal o
(9) Cfr. DANILO CAsTELLANO, La raciona/ita della politica, Nápoles,
1993, donde se desarrolla
la tesis en varios de los ensayos reunidos en este
volumen. ·
(10) Cfr. FRANc1sco CANALS, «El ateísmo como soporte ideológico de
la democracia», Verbo (Madrid), núm. 217-218 (1983), ,págs. 893 y sigs.
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EN TORNO A LA «CUESTION DEMOCRISTIANA»
cual sistema de organización de la sociedad política o de la vida
económica. El liberalismo que condenaron Pío
IX y León XIII ;
el socialismo que juzgaron de forma tan grave Benedicto XV o
Pío
XI; el comunismo cuya "inttínseca perversidad", que denun­
ciaba Pío XI, ha sido
tan decisivamente discernida por Juan Pa­
blo
II; son la puesta en práctica en la vida colectiva, en .la vida
de la sociedad
y de la política, del ininanentismo antropocéntrico
y antiteístico. En definitiva, tales sistemas sociales y políticos son
la puesta en práctica en la vida colectiva de la humanidad de lo que
Pablo VI
definía la teligión del hombre que se hace Dios» (11).
En este contexto
se entenderá mejor que el mismo profesor
Canals haya hablado
-refiriéndolo a varias coyunturas españolas,
pero en un ámbito doctrinal más
amplíO:-del «deseable fracaso
de la democracia cristiana» (12).
Tras un breve repaso de la his­
toria de la democracia cristiana europea e hispanoamericana, y de
sus precedentes sociales e ideológicos, llega a concluir que «su
presencia
es tanto menos necesaria y tanto más perjudicial cuanto
más profunda ha sido a lo largo de los siglos la presencia pública
y la presencia social de
la fe católica en una nación». En efecto,
al igual que donde la democracia cristiana
se alía con las fuerzas
que prolongan las causas surgidas en países verdaderamente plu­
rales en lo religioso y que habían formado su unidad política con
una intencionalidad anticatólica
-piénsese en el partido llamado
socialcristiano
bávaro-, tiene una actitud más consttuctiva y pó'.
sitiva en defensa de los valores que formaron el mundc, occiden­
tal; en cambid, en los países latinos, y especialmente en los países
hispánicos, sobre todo a partir de la influencia poderosamente
desorientadora de Maritain,
se empeñan en desintegrar la unidad
sociológica de la tradición católica, para imponer
el «pluralismo>>
en nombre de una pretendida inspiración cristiana que, en el fon-
(11) In., «Reflexión y súplica ante nuestros pastores y maestros»,
Cristiandad (Barcelona), núm. 670-672 (1987), págs. 37 y sigs.; MIGUEL Aru­
so, «Sobre el concepto de contrarrevolución, hoy», Verbo (Madrid);núm. 317-
318 (1993), págs. 737 y sigs.
(12) Cfr. In., «El deseable fracaso de la democracia cristiana en Es­
paña•, El Alcázar (Madrid), de 8 de agosto de 1986.
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MIGUEL A YUSO
do, prácticamente se traduce en una tarea de «cristianos para Ya
democracia».
4.
Un texto de Danilo Castellano.
Valgan
las anteriores ··explicaciones como poruco al impor­
tante ensayo del ya citado Danilo Castellano, que
Verba tiene
hoy
el honor de publicar en versión castellana de nuestro amigo
Armando Marchante. Tiene su origen en la contribución dirigida
akLiber amicorum de Cario Francesco D'Agostino. D'Agostino,
como se sabe,
es un destacado escritor y publicista católico, de
los primeros en impugnar el esquema democristiano, lo que ha
continuado haciendo hasta
el día de hoy con gran vigor y perspi­
cacia (
13 ). En su libro homenaje -que lleva la misma rúbrica
que
el ensayo de Castellano-, de 1987, además del de éste, y de
la presentación de Paolo Zolli, se reunieron textos de Darlo
Com­
posta, Ennio Innocenti, Francesco Leoni, Pietro Giuseppe Grasso,
Francesco Novello, Giovanni Durando y Fabio lvf.arino, todos cen­
trados en la temática de la democracia cristiana y sus errores
teóricos y prácticos. Nos ha parecido que el ensayo de nuestro
amigo el profesor Castellano (14), más tarde reproducido en su
volumen
La razionalita della política (15), que he comentado hace
poco en estas páginas (16 ), merecía por su alto valor doctrinal y
su significado político,
ver la luz entre nosotros. Igualmente he­
mos pensado que presentaba interés para los lectores españoles la
ilustración que
el jurista Alfredo Mantovano acaba de hacer sobre
la actitud de la DC ante
el aborto. Por esd, como complemento,
damos su texto
en versión de Estanislao Cantero.
(13) Cfr. CARl.o FRANCESO D'AGosTINo, La «ülusione» democristiana,
Roma, 1951, que es su obra más significativa.
(14)
Cfr. DANILO CAsTELLANO, «Questione cattolica e questione demo­
cristiana», en
el volumen Questione cattolica e questione democristiana.
Líber amicorum di Carla Francesco D'Agostino, Padua, 1987, págs. 99 y sigs.
(15) Cfr. In., La razionalita della política, cit., págs. 107 y sigs.
(16) Cfr. MIGUEL AYUSO, recensión. a Danilo Castellano, La raz.ionalita
della política, cit., Verbo (Madrid), núm. 323-324 (1994), págs. 417 y sigs.
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