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Número 335-336

Serie XXXIV

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Homilía del P. Agustín Arredondo, S. J. [San Fernando 1995]

FESTIVIDAD DE SAN FERNANDO 1995
HOMILIA DEL P. AGUSTIN ARREDONDO, S. J.
La celebración que, · hoy vivimos lQs .-amigos de· la Ciudad Católica,
entronca sin el menor esfuerzo con el supremo acto religioso al que ahora
asistimos. Porque
lá ayuda de Dios, por una parte, en el sacrificio· ·re­
dentor que aqui vivimos como nunca se recaba; y por otra, el· afán que
nos anima de centrar todo en
Ctisto; es la razón por la que El se ofreció
al Padre. Ambas cosas, pues,, 14 gracia ,que· requerimos y el empeño que
alentamos, nos ponen irresistiblemente atraidos hacia Cristo, según ya
previó que atraeria todo a Si desde la cruz (Jn 12,32). En ella, por tanto,
radica
la fuerza de nuestro impulso y lti · orientación certera de nuestro
empeño. -
Pero además, tanto en la palabra de Dios que hemos oido, como en
la vida que recordaremos de nuestro patrono San Fernando, descubri­
mos que también Fernando, también
Pablo, y también Cristo, vivieron
un común problema
que, por huma,w, advertimos q-Ue también es nues­
tro; a saber: la formación del grupo· selecto que oriente una ·sociedad
al logro de su bien.
En efecto,
el Salvador del mundo, capaz de hacer cualquier cosa con
la fuerza de su Espíritu, adopta también para su obra medios humanos;
congrega cabe
Sf a aquellos doce apocados que un día quisieron seguirle
con una idea más o menos borrosa de lo que pretendian ---...que era la
Ciudad Católica-. y cenan a la sazón por última vez con quien va a
sellar enseguida su ideario con su Sangre.
Y
será en lo humano un equipo de selectos el que a fin de cuentas
salve
y multiplique su obra.
También -por su parte el Apóstol de las gentes está de despedida en
la lectura oída de los Hechos de_ los _Apóstoles; y también congrega su
equipo· en Mileto, los principales de E/eso, a quienes había anunciado
lo que llama palabra de gracia, y pldn de Dios. Y les encarga la vigi­
lancia y actuaci6n perseverante sobre la incipiente Iglesia. Son colabo­
radores primero, y continuadores en el futuro. de quien les habla trans­
mitido esa misión como El la había recibido del Padre.
Y a fin de cuentas, otra vez-en lo humano serán un equipo de selec­
tos el que salve
y multiplique su obra.
Pasarán desde entonces once largos siglos; pasaron con ellos también
sus protagonistas; pero lejos de disolverse
los nacientes grupos, fueron
también
sus ¡efes sustituidos por otros y otros; y superando todo ginero
de oposición,
y ·etapas de l_os más crueles martirios, acabará campeando
su verdad en el mundo;
esa verdad que creemos que predicó aqui el
mismo Pablo personalmente,
y que en la España cristiana medieval era
tenida por la más estimada presea.
Y en esto viene
al mundo un niño cuando apenas falta un pár de
años
para que nazca el siglo XIII. Un niño que no debió haber venido
al mundo, puesto que posteriormente fue declarado nulo el matrimonio
de su padres. Pero eso no hace al caso. A Cristo en lo humano le habla
pasado lo mismo, por alguna unión ilícita de su prosapia. La Providencia
sabe
lo que permite; y a través de lo permitido logra siempre lo que
quiere
..
El hecho es que este niño tenia por abuelo al gran Alfonso VIII.
que catorce años
más tarde iba a liquidar en gran parte aquella pesadilla
de
la España invadida, desde que el día de las Navas de Tolosa empezó
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a ceder terreno en no poco tiempo todavia, pero sin apenas interrup­
ción. Tiene además una madre que, juera de ser
como tantas madres de
santos, será por su
sagacidad y diplomacia ejecutora eficaz, por dos ve­
ces, de la doble grandeza real del que a los diecinueve años serd Rey de
Castilla y trece años después también de León. Verdadera programación
familiar
y política que no es extraño redundara con el tiempo casi se­
minal1nente en el esplendor cultural de su hijo el Rey Sabio, y en la
apoteosis que en todo aspecto nacional fue
la vida de Fernando.
Treinta
y cinco años de reinado tenia por delante nuestro gigante, en
aquella auténtica generación del
98, su año natal, fecunda como en pocos
siglos, setecientos años anterior a la
así clásicamente llamada.
Porque, en sentido
más o menos amplio, convivió en la España del
XIII con esta privüegiada familia el Conquistador de nuestro Levante,
consuegro de Fernando;
y el paladín de la fe contra los albigenses, Do­
mingo de Guzmán y su pléyade de frailes Predicadores; y el poeta que
en San Millán nos
enseñó a hablar en caBtellano; y aquel excepcional
Don Rodrigo
/iménez, Arzobispo de Toledo y primer historiador patrio;
y los dos Raimundos: el de Peñafort que sistematiza el disgregado
de­
recho canónico; y Lulio, el místico filósofo, que acabará defendiedo la
fe con su propia sangre.
Estos son los grandes; que como volaron alto fueron vistos por todos.
Pero también la vida diaria de Fernando, que tanto hizo en tan poco
tiempo, tenía por fuerza que girar como centro de otras
más próximas
constelaciones, no por menos conocidas, necesariamente menos eficaces.
·Y así fue. Diganlo, si no, aquellos fieles gue"eros pr6ximos a su
señor. asiduos acompañantes en las casi continuas
campallas del Rey de
Castilla;
y tantos otros procedentes de León, cuando después de seis años
de
guerraB incansables toma posesión el 1230 de aquella segunda monar­
quía. Súmense a esto los piquetes recabados de las milicias municipales,
la selecta aportación de las Ordenes Militares en sus hechos de guerra.
y los merinos, adelantados y consejeros elegidos en la organización de
la paz, a quienes oia con interés según la pluma filial de Alfonso el Sabio.
¡Qué edad aquella, que nos parece un sueño!
La grandeza del ideal
y
la fuerza · del espíritu son el secreto humano de tamaños espectáculos.
Lo que di;o Menéndez Pelayo al historiar estos días: «La vida exterior
se desarrolló próspera
y fecunda, por lo mismo que la vida interior y
espiritual era tan intensa». Y otra vez, añadimos, fue en lo humano un
equipo de selectos adictos
al Rey quien colaboró insustituiblemente en
la gesta de Fernando.
En
fin, muere nuestro Rey, ansiando al mismo tiempo más guerra y
más paz, tal dia como hoy en 1252. Y es a siete siglos de distancia, prác­
ticamente justos, cuando empieza a distinguirse serpeante entre nosotros,
ni menos
al sur que en las Islas Canarias, ni menos al norte que en Ca­
taluña, tal cual equipo de gente selecta que piensa, ora y difunde su
carisma,· y salvas laB distancias y dada la múltiple diversificación mo­
derna de las actividades humanas, trabajan, en una diminuta parcela,
por
la reconstrucción de la CIUDAD CATOLICA, la de Fernando, que nos
inspira
y protege,· la de Pablo, que en nuestro suelo se gast6 y desgastó
por ella
(2 Cor 12,15); la de Cristo, que desde el cielo nos bendice, está
aquí en medio de los reunidos en su nombre
(Mt 18,20), y ve con agrado
en este
día el resumen de nuestra seria labor anual.
Gente que piensa, hemos dicho. Porque nuestro primer objetivo
es
hacer pensar a los que no piensan como es debido. Pero no basta con
esto. Si no ¿por qué Cristo,
al notificarnos el gran mensaje de que El
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es la luz del mundo, nos dice a conti,:iuaci6n seguida·que el que -le. sigue
no anda en tinie~las? (Jn 8,12). Pues. p(}Tque la luz no es J.'!''ª g~zar _de
un espectáculo visual y hacer de la vida ijn descarado caleidoscopio, sino para que no andemos en tinieblas los. que andamos, los que tenemos que
andar, ·los que hemos .nacido para andar. Pedro. en. el Tabor goza viendo
aquella
teofania, y se encuentra allt muy bien;. y se le ocurre quedarse
alli. Y
es--el-Espiritu Santo a través de· San Lucas quien valora aquella
actitud: Pedro no sabia
lo que se decía. (Le 9,33).
En esta vida en que vemos tan en tinieblas, a muchísimos de los for­
madores y dirigentes-de la sociedad, háganos Fernando sentir hondamen­
te
la responsabilidad de los que hemos optado por pensar. No hemos
errado la dirección. Muchos,. confiamos que por este camino llegaron a
la meta. Para ellos nuestra oración agradecida; para nosotros el gozo de
seguir andando, y no en tinieblas; que es el indescriptible placer de
destilar cada día esa minúscula gota de verdad y bien, que esperamos
tanto fecundard el
Altisimó con eficacia, lo mismo que en el siglo XIII,
cuanto sea también intensa en nosotros la vida del esptritu.
Que con Fernando
y con su. ayuda, triunfemos en la reconquista de
la gloria. eterna que en triste hora perdimos en los albores de la huma­
nidad, con
la restauración de una CIUDAD CATOLICA, que en sus dos pa­
labras nos dice todo.
Que como decia Pablo al hacer
en Mileto el balance de su obra, po­
damos decir que nos hemos ahorrado medio alguno en público ni en
privado
para que la gente crea en fesús. (Act 20,20s).
Y al mismo Corazón de Cristo, que quiere sea un_ hecho su reinado
en España, ( que a El
se consagró especialmente también un memorable
dia de San Femando), y rogó por los suyos en la oración leida del fin
de su vida, podamos decirle un día lo que de Si dijo al Padre. en aquella
coyuntura: He manifestado
tu nombre a los hombres que me diste de
en medio del mundo. (Jn 17,6).
DISCURSO DE JOSE MIGUEL SERRANO
RUIZ-CALDERON
Celebramos a San Fernando; con una misa y con una cena.-Y tras
esto, que es lo importante, decimos unas palabras, que no son lo impor­
tante, cómo en las misas antiguas, en las que el sermón era lo de menos.
Por lo menos asi me lo han contado, que yo no viví tan felices tiempos.
Si -no nos llamamos Fernando, por lo menos no todos, y mi Fernando
se ha quedado
en casa, y si no somos eso que hoy llaman colectivos que
tuvieron
por patrón a San Fernando, y lo celebran no sabiendo porqué,
cómo el cuerpo de Ingenieros, esos que tienden. puentes en Mostar,
parece que tenemos que dar cuenta de esta reunión, no porqué yo prt?
tenda jugar ·al · listillo deconstructor, dispuesto a ver críticamente y ex­
plicar de forma nueva lo · que otros hacen sabiendo perfectamente por
qué. Por el contrario, ·me mueve el deseo de explicar a ·los otros lo que
hacemos, que
visto con ojos ·extraños resulta pintoresco.
Nos entenderían mejor
si celebraramos el ·día del político católico,
no es que nuestros conciudadanos piensen que debe o puede haber po­
líticos católicos, pero entenderían mejor un dia asi llamado. Seria un dia
más de los que se celebran desde la Revolución, que empezó celebrando
el
dia de la cosecha y de la vaca lechera o eZ-trigo y ha terminado con
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