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Número 339-340

Serie XXXIV

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La educación en la familia

LA EDUCACION EN LA FAMILIA
POR
JuAN V ALLET DE GOYTISOLO
Dedico esta exposición " nuestro amigo y maestro, el Profesor
MARCEL DE CoRTE, fallecido el mes de abril último. Una de sus
magistrales conferencias
será la base de buena parte de esta ex­
posición. Puede) pues, considerársele como su director y coautor
principal.
l. El hombre eomo ser histórico y ser en relación. La fami·
lia, mediadora en esa historicidad y núcleo inicial de estas
relaciones.
MARCEL DE CORTE nos explicó que el hombre es un set en
relaci6n: con Dios, nuestro creador; con
el mundo que nos rodea,
y con nuestros semejantes. Otro maestro y gran amigo, el Pro­
fesor M!CHELE FEDERICO . SCIACCA, explicó que precisamente el
hombre, por «no set por sí mismo», no es un absoluto, sind que
tiene
el Absoluto, a Dios, por principio y por fin. Tampoco el
hombre f!dta en el vacío, sino que se halla en este mundo, en un
momento histórico dado y en un punto concreto ; se halla en te­
laci6n y cietta dependencia con ese
mundo que nos rodea. En él
convivimos con nuestros semejantes, con quienes formamos co­
munidades y sociedades. Como no somos seres eternos, en nuestra
unión
tempora:l y tetrena · de alma y cuetpo -somos tempora­
les-tenemos nuestro tiempo y vivimos en un momento dado
de la historia. Somos procreados, nacemos, vivimos nos desarro­
llamos, procreamos y morimos, como
los demás animales. Petd
-a difetencia de éstos-estamos dotados de razón y de libertad,
Verbo, núm. 339-340 (1995), 1071-1085 1071
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que nos permite realizamos, complementar y superar la mayor
debilidad
y falibi:lidad de nuestros instintos; pero, asi mismo,
necesitarnos una educación que comprenda nuestra formación
in­
telectual, espiritual y moral.
El hombre
áislado es sólo un producto de una imaginación
ideológica.
Comd asimismo es un objeto ideológico el hombre
aislado, pensado como
un ser que sólo en virtud del contrato
social se une con sus semejantes.
No son reales los hombres que nacen en lucha unos con otros
:-,-<:0mo los soldados de Cadmos, que de. los l,uesos de un dra­
gón enterrados, brotaron armadds de. la tierra y, apenas apare­
cieron,
entraron en lucha tod9S contra todos. HOBBES. habla ima,
ginado así. a los hombres en el estado de naturaleza.
Tampoco
aparece el hombre en la tierra en el desamparo o
imbecillitas, con el cual, en su status naturae, lo imaginaba Pu­
FENDORF, «abandonado a sí mismo, sin ninguna ayuda humana
después de su nacimiento y
provisto s6lo .de aquellas dotes del
alma y. del cuerpo que aún se poseen cuando no se ha recibido
ninguna
instrucción».
De ahí la dura crítica de Vrco, dirigida a HOBBES, a SELDEN
y, muy especialmente, a PuFENDORF. De éste, específicamente,
dice que «pone una hipótesis escandalosa del hombre, lanzado al
mundo sin cuidado
ni ayuda de otro»; y, refiriéndose a los tres,
expone dos razones
para su desaprobación: «Una, porque ninguno
de ellos
est~blece la Providencia por verdadero y primer princi­
pio; otra, porque carece de toda significación cierta
1a· autoridad
con la cual cada uno de ellos confirma su principio, por lo menos
acerca de los tiempos oscuros,
fabulosos o cercanos a fas fábulas».
Es
verdad que PUFENDORF, como remedio de la iinbecillitas,
situó la sociabilitas, la sociabilidad, que nos impulsa a convenir
en una vida social. Pero el hombre no sólo
es· un animal sociable,
además
es naturalmente social ; es decir, vive desde sus orígenes
en sociedades, escalonadas a partir de la familia. He ahí la dife­
rencia que
media entre construir la sociedad partiendo sólo del
instinto de sociabilidad y la capacidad constructora de la raz6n
humana, de una parte, frente, de otra parte, al hecho cierto de
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LA EDUCACION EN LA FAMILIA.
que el hombre es social, en el sentido de que nace ya en sociedad
y vive naturalmente en ella. Sin perjuicio
de que tenga capacidad
pata extender y
perfeccionat sus sociedades originatias a niveles
sociales mayores
y. más complejos.
Vrco,
al remitirse a la Providencia, se refirió a este modo
de ser social, ubicado
en una familia desde su nacimiento, tal
como Dios lo
ha hecho, como ser familiat y social -y no sola­
mente sociable, repito.
También
MoNTESQUIEU -en su Traité des devoirs-, haciendo
la crítica
de HoBBES, ironizaría que el primer «hombre solo, que
encontrata una mujer, sola también, no le
haría la guerra. Los
demás nacerían en una familia y pronto en una sociedad». Y, en
sus
Lettres persannes (94, 1) ironizatía: «Jamás he oído hablat
del derecho público sin que
se haya comenzado por buscat cuida­
dosamente cuál
es el origen de las sociedades, lo cual me pateee
ridículo. Si los hombres no las formaran, si se aislaran y huyeran
los unos de los otros,
habría que buscat la razón porque se man­
tienen sepatados;
un hijo nace después que su padre y así continúa
siendo; he
ahí la sociedad y la ca esa de :la sociedad».
El hombre nace, se cría y aprende en el seno de una familia,
como muchos animales. Pero, a diferencia de éstos, la crianza y
el aprendizaje van unidos a una. educación. de la inteligencia, de
la razón, del sentimiento y de la voluntad. También en esto el
hombre
es un ser en relación. Necesita no sólo cuidados,. sino
cariño, caricias y besos. Nace sin saber nada y precisa
qne: se le
enseñe y, sobre todo, que se
le enseñe a saberlo aprender de la
realidad ·que le rodea, captándolo de ella y guiándose de ella pata
aprehenderlo. Hay que enseñatle
la palabra, enseñarle a hablat.
El lenguaje constituye nuestro principal y
más perfecto vehículo
de comunicación sentimental e intelectual.
Acerca
de todo esto es magnífica y muy expresiva la comuni­
cación que el profesor
A"FONSO LóPEZ QurNTÁS desarrolló .en
el pasado curso en el Pleno. de Numerarios de la Real de Cien­
cias Morales y Políticas. El recién nacido, el niño, para ser viable,
necesita intercambios de
. sentimientos de cariño; no sólo . alimen­
tos e higiene. Esto
es algo que ha sido experimentado. Más tarde,
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requiere que se le adiestre y enseñe. Así el niño se va haciendo
hombre. A pesar de
las leyendas y novelas de niñds-lobos o niños­
monos, los escasos niños-lobos y niños-gacelas que se han hallado
han sido unos retrasados
menta:les irrecuperables. Para la inteli­
gencia son cruciales los primeros
añds de la vida del niño.
No nacemos con ideas innatas, sino dotados de una luz natu­
ral
para captarlas de las cosas y para recibirlas por la enseñanza.
Ultimamente
he recordado repetidamente el texto de SANTO To­
MÁS DE AQUINO, S. Th., 1', 78, en el cual compara la concepción
de
PLATÓN, que concibe nuestra mente como un sol con un haz
de ideas, como rayos
que proyectamos en las oosas; y la de
ARISTÓTELES, que la concibe dotada de una luz para hallar las
ideas al observar las
coeas. Así, alcanzamos los primeros princi­
pios de
la razón teórica, por la facultad del intellectus principio­
rum;
los primeros principios de la razón práctica por la facultad
y el hábito de la sindéresis (S. Th., 1 •-2ae, 94, resp.) y también
hallamos lo justo natural concreto
ex ipsa natura rei -et hoc vo­
catur ius naturale, añade en S. Th., 2ª-2 .. , 57, 2, resp.
Como ha explicado FRANCISCO DE VITORIA, ni en nuestros
sentidos externos ni en los internos, ni· en nuestra inteligencia,
se hallan la realidad y las cualidades que observamos y juzgamos
en las cosas. «Si verdaderamente no es conocido el objeto --dice
Quaest 57, 2•.2••, 2-tampoco la virtud puede conocerse, como
el ciego no puede conocer la potencia visua:l porque no conoce
el objeto, es decir, los colores. Mal, por lo tanto, juzga el ciego
de los colores y
el sordo del sonido, puesto que no conocen los
colores que son objeto
de la vista y el sonido que es objeto del
oído.
Del mismo modd es necesario conocer los objetos de las
virtudes; ya que, sin ellos las propias virtudes en modo alguno
pueden conocerse».
Los padres enseñan a los hijos las primeras palabras con las
cuales se designan ~os objetos y sus cualidades. Así les enseñan
a diferenciarlos de los demás y a distinguir
las cualidades, los
defectos
-lo bueno, lo malo, lo peligroso, etc.-, y de ese modo
se aprehenden las primeras ideas y se van comprendiendo y ra­
zonando.
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MICHEL CREUZET, en L'enseignement, ha destacado que en la
familia es donde se enseña al niño el sentido de la verdad. Los
padres combaü,ti la mentira en los hijos desde su infancia ; y la
familia es
escuela de realismo; pues, en ella no se tolera la visión
subjetiva
de las cosas, ni que los sueños se impongan a la reali­
dad, vacunándonos así contra las utopías.
También es escuela de la trascendencia
de Dios, nuestro crea­
dor y señor. Pero de esto nos hablará, especialmente, JosÉ MARÍA
PETIT SULLÁ en la clausura.
SANTO TOMÁS DE AQUINO, en su Summa contra gentiles, III,
122, con su habitual realismo, partiendo de la experiencia, explica
que en la especie humana, a diferencia de otras especies
anima­
les que arutliza en general --con todas las excepciones que se
dan-, no le hasta procrear los hijos ni sólo criarlos, sino que,
asirr.ismo, necesita instruirlos y educarlos. También advierte (en
el suplemento de su S. Th., 67, 2) que la necesidad de instruc­
ción y formación,
alcanza más· allá de la simple ·crianza, lo. cual,
impone que la familia se prolongue hasta que el menor de los
hijos haya
alcanzado sólidamente una instrucción adecuada y el
preciso dominio de sí mismo. Para esto, el matrimonio, < la intención de fa naturaleza, se ordena a la educación de la pro­
le, no sólo durante algún tiempo, sino mientras ésta viva» .
. En esa perspectiva, el profesor FRANcrsco PoY (La familia
como comunidad de equilibrio humano y 0social, en «Persona y
Derecho», l, 1974) ha escrito: «El hombre es un compuesto de
cuerpo y alma. Esta última consta de muchas potencias y capaci­
dades.
El hombre es siempre un proyecto de· hombre que necesita
desarrollar armónicamente
el conjunto de sus facultades, apetitos
y hábitos. Pues bien, esto último sólo lo consigue
de un modo
perfecto esa institución formidable
creada por la naturaleza misma
que es
la familia. Se trata de una verdad que siempre ha sidd
intuída pero sólo recientemente ha sido investigada y verificada
a fondo». Así resulta, en efecto -añadea-, de las conclusiones
más
firmes de las actuales ciencias humanas: psicología, pedago­
gía, sociología,
etc.
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2. La familia cQmo órgano de conservación y de adquisición
de toda clase de bienes, así como de su tradición.
Ya SANTO TOMÁS DE AQUINO (Ibid., 67, 1 y 2) seiialó que,
«según
Ia segunda intención de la naturaleza acerca del matri­
monio, es de
ley natural que los padres atesoren para los hijos y
así provean
por ellos para más adelante con la herencia». Al de­
cir esto, el
AQuINATENSE no se refiere sólo al patrimonio econó­
mico y
a los bienes materiales, sino también y principalmente a
aquel
acopio de experiencias y conocimientos de todo orden que
se transmiten
por tradición, y que siempre hicieron especialmente
valioso el consejo
de los ancianos.
RAFAEL GAMBRA, con su penetrante agudeza, ha escrito (El
silencia de Dios, cap. VIII) que entre lo que es existencial del
hombre se
halliu:t las tendencias al arraiga y a la continuidad.
Una y otra -dice--«tal vez coinciden con los primeros dere­
chos, con
los más esenciales bienes y libertades del ser humano,
condición de los demás:
el derecho a la continuidad, el bien esen­
cial de poseer el mundo propio con figura y sentido humanos,
de arraigarse en él; la libertad de edificar una vida propia, dife­
renciada y responsable».
Ese
arraigo se obtiene en la familia estable de ios padres, e
incluso puede
iniciarse con Ia que cada uno se hace propia. La
continuidad Ia proporciona fa tradición que se recibe, que es cons­
tantemente
adepiada .

a las nuevas circunstancias
y necesidades y
que se transmite principalmente a través
de la familia.
Este temalo.ha eiq,licado PEDRO BRUNSÓ, que lo ha vivido y
lo vive en su casa
«paira!» de Banyoles. Por eso no insisto en él.
Pero, no puedo dejar de .decir algo acerca de una función de la
familia · que está íntimamente relacionada con la · tradición. Es la
consideración de
fa familia como órgano de duración o de con­
servación de las
atlquisiciones humanas, tanto de orden material
como
de orden moral. Hace sesenta y cinco años que lo eiq,uso
brillantemente el escritor francés
P~uL BouRGET (Reflexions sur
l'héritage, en «En defense de l'ordre», cap. IX). Entre esos ór-
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ganos que permiten conservar y transmitir adquisiciones de orden
temporal, enumeró:
el lenguaje, la escritura, la imprenta, fa fa­
milia. Como ya he indicado, el primero y la última de ellos están
íntimamente relacionados.
La familia
es órgano de conservación y duración «tanto ma­
terial como moral», sigue PAUL BoURGET. «Ensayar su atribu­
ción a la comunidad
es destruir su carácter esencial. Un hogar
es el rincón limitado en tomo al cual se aprieta un grupo de seres
unidos por la sangre».
El instinto de permanencia «lucha sin ce­
sar en el corazón humano contra el invencible transcurrir del
tiempo».
En sus
Lecciones de derecho natural (1, & 21), FRANCISCO
PUY, partiendo de las tendencias fundamentales del hombre a
ser «sujeto
de memoria», de sucesión, de tradición, de entrega
y reentrega, y «sujeto de creación», de «penetración de trabajo,
de aportación y de invención», estima que son derechos funda­
mentales
de la persona humana: los derechos a la tradición y a
la creación. Aquél consiste en el «aprovechamiento
del pasado»,
que nuclearmente
se realiza en la familia y a través de ella, que
es la base de toda creación, pues ésta nunca se haoe sobre el vacío,
sino apoyándose en los saberes o en las cosas recibidas.
Esto, en ciertas cosas y circunstancias --casas campesinas,
industrias y negocios familiares, profesiones intelectuales o artís­
ticas, y oficios que continúan de padres a hijdr-, ·implica la nece­
sidad de enseñanzas, nacidas de la experiencia; de enseñanzas no
sólo técnicas sino también prácticas -en el sentido de responder
a un modo de comportamiento ético en el propio obrar profesio­
nal-que, en esos casds, se viven en la familia con una profun­
didad que no tienen las enseñanzas teóricas. En ella, tienen una
concreción aplicada a la realidad vivida en la explotación,
profe­
sión u oficio familiar, sea agrario, industrial o comercial. Por el
hecho de
referirse al ejercicio de un arte, oficio o profesión, no
es posible recibirlas sólo de la mera teoría ni de los libros.
Pero esta
enseñanza comienza con el vivir existencial, en todas
sus dimensiones, comol trataremos de observar a continuación.
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3. Educación en la familia para la convivencia social.
Este es un tema maravillosamente expuesto por el profesor
de la
Universidad de Lieja, MARCEL DE CoRTE, en su comunica­
ción al Congreso del
Office International de Lausanne III titu­
lada La educación politica. En ella se introdujo con esta frase de
AuGUSTE CoMTE: «La eficacia mora:l de la vida doméstica con­
siste en formar la única transición natural que puede habitual­
mente liberarnos de la personalidad [ quiso significar del indivi­
dualismo]
para elevarnos gradualmente hasta fa verdadera socia­
bilidad».
«En efecto
-adviette DE CORTE-: ¿Qué es lo que nos
enseña a vivir los unos con los otros,
sino es el recibir una educa­
ción politica bajo las formas
más diversas? Educación de la amis­
tad, de la obediencia, de la confianza, educación de la colaboración,
de la abnegación, de
fa responsabilidad, educación de la justicia,
de la
generosidad, del espíritu de economía, del respeto a la
piedad hacia las tradiciones, de la inteligencia
y la voluntad;
educación de
la continuidad temporal por el recuerdo del pasado,
por la ocupación en el presente, por la preocupación del porvenir;
educación en
el espacio social por las relaciones con los próximos,
los colaterales, los consanguíneos, los
uterinos, los allegados, los
emparentados, etc.».
Es una educación que, en la familia, se
afectúa -tal como
el mismo
DE CORTE explica-«con inagotable prodigalidad, sin
el menor
plan preconcebido, en función de las necesidades siem­
pre cambiantes de la vida, con la capacidad creadora y un poder
de invención que surge improvisadamente». Todo « bajo
la im­
periosa presión de la naturaleza social misma del hombre, actuan­
do en cada miembro de
la comunidad familiar, y de la naturaleza
de los seres, de las cosas y de los acontecimientos con los cuales
cada uno de ellos se baila confrontado».
Continuando, insistía: «Nada es menos estático que
la fami­
lia: todo está en ella moviéndose, iniciativa, actividad, novedad.
Nada en ella responde a un plan preconcebido; todo está, por
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así decir, Hbrado a la improvisación. Y, sin embargo, la educa­
ción que
irradia obedece a una "idea directtiz" vivida: la consi­
deración del ser y del ser mejor del grupo
y de cada uno de sus
miembros. La persona no se desarrolla aquí sino en sus relaciones
con el "bien común" que la sobrepasa y la constituye».
La educación, que así se recibe, «consiste en el hábito de los
sentimientos
socia:les en su nivel más natural, menos artificial.
En una agrupación donde está permanentemente controlado, na­
die puede disimular
su egoísmo eventua:l bajo una máscara. ¡Nin­
gún fingímiento es aquí posible ni duradero! El animal social
cdmprometido en
la discipHna de la vida en sociedad, en la me­
jora de sus relaciones con los demás,
en la subordinación de sus
instintos, emociones y pasiones a la razón y la voluntad, aparece
al desnudo, en su ser auténtico,
tal como es realmente sin el ma­
quillaje de los sistemas y de las ideologías.
»En la
familia aprendemos, con tanta faciHdad como tespi­
ramos
el aire ambiental, que el ser social y el deber social coinci'
den. El imperativo social no se impone aquí a mis actos desde
fuera, surge del interior
de mi mismo ser. La vida familiar incli­
na al hombre a reéonocer, por lo menos en sus actos, que la obH­
gación social se identifica con la espontaneidad misma del ser ;
Debes porque eres.
»El hombre izcepta aquí, bajo· el efecto• de la educación "cli­
mática" en que está bañado; su naturaleza sodal y sus deberes
sociales hacia los suyos, como se aceptó a sí mismo. No está obH­
gado a escoger entre varias familias. Sólo tiene una. No le toca
escoger a los que
le rodean: le son dados. Así aprende a consen­
tir las sociedades mayores en las que se integra, especialmente su
patria, que no es para él objeto de elección y que constituye la
peana de la sociedad política de la que es miembro».
Hasta aquí estos
párrafos son de MARCEL DE CORTE. Los he
transcrito pdrque en ellos ha dicho lo que con él pienso, pero lo
dice mucho mejor de
lo que yo lo habría dicho.
Por mi parte, añadiré que, para la convivencia social, es ne­
cesaria la educación en las virtudes teologa:les y cardinales. La;
familia es el lugar por ·excelencia para inculcarlas con vivencias
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prácticas. Tanto las teologales: fe, esperanza y caridad, como las
cardinales: fortaleza,
templanza, prudencia, constancia y justicia:
al niño
se !e debe inculcar la fortaleza ante el dolor y las adver­
sidades de
la vida ; esperanza en su progreso o recuperación ;
templanza ante
la gula ; prudencia en saber prevenir los peligros ;
cdnstancia en el trabajo, en el estudio, en los deberes en general;
en
fin,. justicia en no quererlo todo para sí, en no dañar lo ajeno
y dar a los demás aquello que les corresponde, o en tratarlos
como querríamos que ellos nos trataran.
4. Educación para integrarse en la sociedad civil.
Ha sido para mí una preocupación constante la de demostrar
la contraposición que existe entre
la sociedad de masas --0 sea, de
individuos tecnocráticamente manipulados por
el Estado-y la
sociedad civil -formada por fami:lias y sociedades intermedias-.
Esta es una sociedad de sociedades, que políticamente es corona­
da por
el Estado, y que hoy, más allá de éste, tiende a constituir
comunidades internacionales. Esa contraposición entre ambos ti­
pos de sociedades la mostrardn, hace ya cien años, JOAQUÍN CosTA
y ENRIQUE l'RAT DE LA RrBA. De ella me he ocupado especial­
mente en alguno de los capítulos de
mi Sociedad de masas y de­
recho, y he incidido en ella después en varias ocasiones.
Pues bien, sin unas familias
vigorosas en todos los niveles
sociales, tanto en el campo como y en la ciudad, no puede haber
sociedad civil que resista la masificación ni los vientos de moda.
En la familia se educa
para convivir en la sociedad civil. También
había observado esto MARCEL DE CORTE, quien en su indicada
conferencia de Lausanne
III, nos explicó: «La familia nos enseña
a suscribir, sin reservas,
lo que es el alma de toda sociedad or­
ganizada: la ;erarquia definida por los servicios que presta.
»La igualdad que fascina a nuestros contemporáneos [que no
es la igualdad esencial de todo orden, sino la del rebaño, advierto
yo]
es la definición de la muerte social. ¿Qué intercambios habría
en una asociación de iguales fuera
de un comercio verbal, falaz
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LA EDUCACION EN LA FAMILIA
y vano? El intercambio exige la diferenciación, y la diferencia­
ción, a su vez, exige la jerarquía, en la cumbre de la cual el in­
tercambio se convierte en un don. Nunca será suficientemente
subrayado que la comunidad familiar es aquella en que los padres
dan siempre sin nunca recibir
do: sus hijos cosa alguna a cambio,
fuera de las señales de afecto. Los servicios y bienes que los pa­
dres proporcionan no tienen reciprocidad por parte de los hijos.
Solo más tarde, cuando ellos mismos hayan formado un hogar,
los hijos
se volverán donantes. La reciprocidad del quid pro quo
se vierte en la sucesión.
»Ahí está la esencia misma de la jerarquía: el verdadero jefe
es aquel que da sin recibir a cambio o aquél cuya liberalidad no
tiene medida común
con lo que recibe».
Y advertía que, en ese sentido, la sociedad familiar «es el
modelo de la sociedad política ideal, donde el jefe identifica su
interés personal al interés general del que es clave, hasta el punto
de que
el primero queda anegado en el segundo». Aquí, DE COR­
TE proclamó lapidariamente: «El paternalismo, del que estúpi­
damente se ríe nuestro tiempo, es el elemento esencial de las
sociedades humanas y cuya continuidad engendra la continuidad
de la sociedad politica».
AUGUSTE CoMTE había señalado la trascendencia de la rela­
ción
padre e hijo con la vida social: «Como hijos, aprendemos a
venerar a nuestros superiores» ;

y «la paternidad
nos enseña di­
rectamente a amar a nuestros inferiores».
«La relación jerárquica entre superior e inferior, de la que
ninguna sociedad puede prescindir
-explica DE CORTE-, está,
pues,
enraizada en la familia que, por ello, es el elemento esencial
de
la sociedad política. Saca su fuerza de la permanencia de los
poderes complementarios de la naturaleza y de la educación en la
familia, pues
la naturaleza prescribe la protección del hombre por
el hombre
-sin ella no habría ser humano que pudiese sobrevi­
vir-y hace pasar del hombre al hombre la esencia misma de la
sociabilidad».
La. familia resulta así, «el lugar en el cual se realizan y trans­
miten, de modo
indivisiblemente biológico y humano, las expe-
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JUAN VALLET DE GOYTISOLO
riencias fundamentales que constituyen la osamenta de toda co­
munidad».
5. El círculo vicioso en el que hoy nos hallamos y su difícil
salida.
Creo
· indispensable efectuar aquí una reflexión, que proba­
blemente
ya os habréis hecho todos los que estáis escuchándome;
y, seguramente, os habrá inquietado, como a mí.
¿ Cumplen hoy fa· mayoría de las . familias, y acaso ni siquiera
se hallan en condiciones de cumplirla plenamente, esta función
educativa? No
quiero ser pesimista y, por otra parte, creo que la propia
naturaleza tiende a rebrotar
incluso allí donde ha sido clesttuida·.
Incluso donde se quema, pugna por volver a brotar.
Sin embargo,
es indudable que hoy la masificación, la estati­
ficación,
lds artificios del Estado tecnocrático y de fas multina­
cionales de todo tipo,
destruyen muchas viejas estructuras. Desa­
parecen casas labradoras en' lugares que quedan desiertos, allí
donde y cuando no acuden veraneantes o
turistas; la moral social
se deteriora.
El trabajo de la mujer, muchas veces imprescindible
para
el mantenimiento de la familia, disminuye su papel secular
de elemento. permanente en el
hogaMefugio, siempre disponible
para atender inmediatamente
á los hijos, Los largos desplaza­
mientos
para acudir y regresar del trabajo, del colegio, del• insti­
tuto,
la academia o la universidad, consumen mayor tiempo fuera
del hogar, tanto a
padres como a hijos. Los medios de comunica­
ción
de masas muestran ambientes, divulgan ejemplos y siembran
ideas que contribuyen
.al deterioro de la familia y de su modelo
educaciona:1.
No esperemos que el remedio venga del Estado que, tecno­
cratizando y socializando, masifica. Este trata
de excitar y halagar
las apetencias
individuales de quienes considera como votantes
potenciales: votan los
individuos; y, por otra parte, los par­
tidos,
que se alternan en el poder, representan ideologías que
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LA EDUCA CION EN LA FAMILIA
tratan de construir, toda la sociedad desde arriba, desde el tejado,
conforme la ha
concebido su propia ideología ; pero lo hacen con
los medios econ6micos que recaudan de
la propia sociedad, dis­
minuyendo sus propias posibilidades. Además, si por una parte
la subsidian, por orra, la mediatizan y privan de la autonomía
que naturalmente le
corresponde y que, sin embargo, constituye
el substrato de la vitalidad social intrínsecamente propia.
También de esto habl6 lúcidamente
DE CORTE: «Sin las
aportaciones que proporcionan las comunidades que envuelven
inmediatamente
al hombte desde su nacimiento, cotno son la fa­
milia, la patria chica y la grande, y sin aquellas otras que fluyen
de ese selld
tan indeleble como son el del nacimiento, de la vo­
caci6n a un oficio o a una profesi6n, sin la interacci6n de la
naturaleza y de la educaci6n en estas sociedades en las que el
hombre es educado, lo quiera o no, llegaríamos desprovistos, dé­
biles, inertes e inermes a la gran sociedad política, que el deseo
de
perfecci6n, que trabaja en nuestro interidr, nos conmina a
edificar y cuyo peso
nos aplastaría».
¿ Acaso -pregunto yo--los hombres masa no llegan hoy
individualmente depauperados,
«débiles, inertes e inermes a la
gran sociedad política», buscando
«el padrino» en el Estadd o
en
el partido o sindicato de masas al que se. afilia?
No en vano, desde hace dos o
tres siglos, el género humano
se ha lanzado
-en palabras del mismo DE CORTE-a «la loca
aventura» de «la destrucci6n
de las sdciedades naturales, emNen­
dida
en el siglo XVIII, en beneficio de un set políticamente inexis,
tente»: «El individuo, separado de su cuerpo carnal, separado
de sus cuerpos adicionales que son sus comunidades de destino,
reducido a su condici6n de raz6n
pura: y de buena voluntad, sin
objeto». Con ello
se «ha vaciado la gran sociedad política y el
Estado de toda su sustancia, para no dejar sino su caparazón de­
corativo y su aparato coercitivo».
El Estado que se construye artificialmente sobre este indi­
viduo aislado
-como si el Estado .se· compusiera naturalmente
así-, se convierte, dada la inanidad de los individuos aislados,
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IUA}I VALLET DE GOYTISOLO
en un aparato coerctt1vo, qne todo lo quiere proveer, prescin­
diendo de la sociedad civil y sorbiendo su sustancia.
Con individuos aislados e iguales construyó
HoBBES el Le­
viathan,
y RoussEAU concibió Demos que, al ser inviable tal como
fue alumbrado mentalmente por el ginebrino, ha sido falseado
en
la moderna democracia partitocrática. En ella las nuevas oli­
garquías
se disputan el poder por sufragio universal, con listas
cerradas y disciplina de partido. Pero, desengañémonos, en la
medida
en. que vaya siendo menor esa educación en la familia
tradicional, sus miembros
--carentes de ella-fácilmente serán,
en progresi6n inversa y
en mayor número, más corruptos.
6. Educación escogida por la familia o educación proveída
e impuesta
por el Estado.
Este es un tema crucial, y muy debatido desde hace dos si­
glos para acá. Ha sido muy bien tratado en dos libros injusta­
mente olvidados, incluso entre nosotros,
L'Enseignement de MI­
CHEL CREUZET y Educación y enseñanza. Estatismo o libertad de
EsTANISLAO CANTERO. De ese tema me ocupé, yo mismo, en el
último capítulo de mi Sociedad de masas y derecho. Capítulo
que algunos consideraron el
más reaccionario de ese libro. Pero
creo que los
hechos -la masificación de la Universidad; la gran
cantidad de licenciados en paro
o desempeñando funciones más
subalternas y humildes, incluso de barrenderos municipales; la
desesperación o el pasotismo consiguientes ; la huida a través del
alcohol y de la droga,
etc.-, desgraciadamente, confirman con
creces lo que
allí escribí.
El Estado ha aducido varias
razones para justificar su mono­
polio de la enseñanza: dirigir las opiniones politicas y morales,
como pretendió NAPOLEÓN BoNAPARTE; asumir la función de
forjar un «mundo nuevo», proclamada por
FrrnTE, en su Discurso
a la nllCÍÓn alemana ; liberar a los hijos de las ideas de los padres
para que tuvieran plena
libertad de conciencia -bajo la idea que
RousSEAu expuso en el Emilio--; la consideración de la enseñan-
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LA EDUCACION EN LA FAMILIA
za como servicio público que corresponde a1 Estado; la finalidad
de garantizar la
igualdad de oportunidades, que en estos últimos
años ha sido
el principal factor. Repito que esto ha traído las
consecuencias que antes he enumerado. Ciertamente, ningún
ta­
lento debe malograrse por razones económicas ; pero no hay razón
para que,
alegando esto --que es muy justo--, se imponga a
todos los demás un igualitarismo que a tantos otros malogra.
Si corresponde a los padres educar a sus hijos, también es
natural que sean ellos quienes les elijan sus preceptores en lo
que exceda
de sus propias posibilidades educadoras. De ahí la
libertad de enseñanza, opuesta a su estatalización.
La labor de los padres debe ser continuada por la sociedad
civil, a través del aprendizaje, las enseñanzas
técnicas, las Univer­
sidades libres, etc. Y la función del
Estado debe ser subsidiaria.
Pero
éste no es el tema que aquí he tratado de abordar, si­
guiendo principalmente a mi admirado MARCEL DE CORTE. Es
una continuación y un corolario de lo que aqu( he expuesto, que
merece ser tratado
por persona más capacitada que yo en · esta
materia.
Pienso, incluso, que podría set objeto y tema general de
una de nuestras futuras
reuniones, en la cual habrían de abarcarse
todos sus ámbitos y niveles, y que sería una buena ocasión para
que se nos recordara todo
cuanto las enseñanzas pontificias han
indicado
y repetido, tantas veces y con tanta claridad.
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