Índice de contenidos

Número 341-342

Serie XXXV

Volver
  • Índice

La Doctrina social de la Iglesia

LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
La misión de la Iglesia
«Como pastores, estáis llamados a preservar y a incrementar
nza vida cristiana de nuestras iglesias. Por mi p'fJl'te, considero
nimportante recordaros, una vez más, la naturaleza y los límites
"de la presencia de la Iglesia en los problemas concretos de or­
n den socieconómico qutf! interpelan vuestra conciencifl. cristiana.
"Es un deber, que bro-ta del ministerio que se me ha confiado, mi
"deber de preservar la pureza de la fe en toda la Iglesia y de
"confirmar a
mis hermanos en esta misma fe (cf. Le 22, 32).
"Junto conmigo,
sois guardianes de su integridad, maestros en su
"transmisión e instrumentos de Dios
en la aplicación concreta de
"su verdad y de sus exigencias en la vida de la Iglesia.
»En primer
lugar, hay que observar que la misión de la Igle­
"sia es, principalmente, de orden religioso·. Ciertamente, «de esta
"misma misión religiosa derivan funciones, luces y 1energías que
"pueden servir para establecer y consolidar la comunidad huma­
"mana según la ley divina ( ... ) y puede crear, me¡or dicho, debe
"crear, obras al servicio de todos, particularmente de los necesi­
"tados» (Gaudium et spes, 42). Por ello, su campo de acción
"privilegiado consistirá siempre en anunciar a todos los hombres
"a Jesucristo --«el mismo ayer, hoy y siempre» (Hb 13, 8)-,
"el Señor de todo el universo y el único nombre «dado a los
"hombres por el que nosotros debamos salvarnos»
(Hch 4, 12)
"( cf. Lumen gentium, 1). De esta verdad brota la sirlus animarum
"como fin esencial de la Iglesia y su ley suprema. De ahi la dis­
"tinción tan clara y tan luminosa que el Concilio hace entre la
"ciudad terrena, que es la sociedad civil, y la Ig~esia, que «recibe
"la misión de anunciar el reino de Cristo y de Dios e instaurarlo
"en todos los pueblos, y constituye en la tierra el_ germen y el
"principio de
ese reino» (Lumen gentium, 5; cf. Sollicitudo rei
"socialis, 41). Por eso, «la Iglesia, en su lectura de los problemas
"sociales, se coloca en un eje que trasciende los límites ·de _la
"historia humana en su pura dimensión temporal. Ella ¡amás con­
"funde el reino de Dios con la construcción de la ciudad. de los
"hombres. Ni absorbe esta ciudad, como pretenderlan los esque-
Verbo, núm. 341-342 (1996), 3-9
Fundaci\363n Speiro

"mas de diversas formas de cristiandad politica, ni por ella se
"de¡a absorber, en la linea de otras sistematizaciones, que pre­
,,tenden reducir la acción evangélica a/, compromiso sociopolttico»
"(Discurso a los obispos de Brasil de la región este-1, n. 7, 24
"de marzo de 1990: L'Osservatore Romano, edición en lengua
"española, 27
de mayo de 1990, pág. 11; cf. Discurso del 13 de
"octubre de 1991).
»AmadísimQs hermanos, en diversas ocasiones he analizado
JJ con atención este punto. Puedo recordaros mí discurso a los
"obispos del CELAM, en el que les cité el Documento de Puebla,
"que muestra las consecuencias de guiarse por una visión ideoló­
" gica que pretendiera iluminar la acción de la Iglesia, y que aca­
"baría llevando a «la total politización de la existencia cristiana,
"a la disolución del lengua;e de la fe en el de las ciencias sociales
"y al vaciamiento de la dimensión trascendental de la salvación
"cristiana» (n. 545).
»Par consiguiente, los ministros sagrados, asi como los reli­
"giosos y las religiosas consagrados, deben evitar cuidadosamente
"cualquier implicación personal en el campo de la política o del
"poder temporal, como
recordaba recientemente el Directorio para
"el ministerio y la vida de los presbíteros: «El sacerdote estará
"por encima de toda parcialidad política, pues es servidor de la
"Iglesia: no olvidemos que la Esposa de Cristo, por su univer­
"salidad y catolicidad, no puede atarse a las contingencias histó­
"ricas. No puede tomar parte activa en partidos politicos o en la
''conducción de asociaciones sindicales», y esto para poder «per­
"manecer como el hombre de todos en clave de fraternidad es­
"pirítual» (n. 33). La experiencia confirma la verdad de esta afir­
"mación: «La reducción de su misión a tareas temporales -pu­
nramente sociales o políticas, a;enas, en todo caso1 · a su propia
"identidad-no es una conquista sino una gravisima pérdida
"para la fecundidad evangélica de la Iglesia en.tera» (ib.). Ésta
"es, .asimismo, la enseñanza del concilio Vaticano JI, que recor­
,, daba que es a través de los cristianos laicos como la realidad
"temporal se impregna «del espíritu de Cristo y alcanza su fin
"con mayor eficacia en la. ;usticia, en la caridad y en la paz. En
"el cumplimiento de este deber { ... ) corresponde a los laicos el
"lugar más destacado» {Lumen gentium, 36). Con ·vuestro mi­
"nisterio y el de vuestros sacerdotes, fortaleced cada vez más la
"formación cristiana de vuestro laicado, para que, iluminado por
"el Evan¡,elio, pueda ·,,sanear las estructuras y los ambientes del
"mundo cuando inciten al pecádo» (ib.)». · ·
4
Fundaci\363n Speiro

El bien común, la solidaridad social, la vida, la libertad y la
dignidad de las personas, bases de la doctrina social
«La soliJaridad social y el respeto al bien común, por un
"lado, y la vida, la libertad y la dignidad de la persona humana,
"por otro, son, sin "flugar a dudas, los .criterios principales que
"deben ,er ob¡eto de enseñanza en vuestra pastoral social. Por
n esta razón} deseo atraer vuestra atención hacia álgunos aspectos
"de la realidad social de Brasil que, en estos últimos meses, preo­
" cupan a la Iglesia.
»El
prim(!l'o de estos aspectos se basa en la convicción de que
".el servicio al bien común, en el pleno respeto a la dignidad de
"cada ser humano, constituye el fundamento de todo ordenamien­
,, to social, ya sea en la formulación de las leyes, ya en la realiza­
,, ción de los proyectos y de las acciones que se encaminan al de­
,, sarro/lo socioeconómico y que regulan las relaciones sociales
"entre los grupos y las personas.
»En· este campo, es necesario tener la valentia de dar a cono­
,, cer a la opinión pública las acciones inmorales que per¡udican el
"interés común. «Los principios de la ética profesional, de la
"honradez, de la Peracidad, de la sinceridad y de la moral cris­
"tiana --os decia en Campo Grande-imperen en todos los
"ámbitos del
traba¡o sumano, ya sea en la esfera pública, ya en
"la privada» (Discurso a los laicos en la catedral de Campo Gran­
"de, n. 3, 17 de octubre de 1991: L'Osservatore Romano, edi­
"ción en lengua española, 1 .de noviembre de 1991, pág. 8). En
"la conciencia de
las personas ha de quedar arraigado e~ principio
"fundamental de la vida en sociedad, que es la convergencia ne­
,, cesaría de los intereses y los derechos de la persona y de los
"grupos en la búsqueda de la promoción fundamental del bien
"común de todos. Esta armonia de los intereses y las tensiones
"es
la que produce la paz social, que sólo reina donde en las per­
"sonas y en los grupos existe el culto de la verdad, la promoción
"de
la justicia, el sentido de la solidaridad y un clima de autén­
"tica libertad,
como mostró mi predecesor Juan XXIII en su en­
,, c!clica Pacem in terris, de constante actualidad.
»Por otro lado, el desarrollo de la doctrina social de la Igle­
,, sía ha confirmado cada vez más la intuición fundamental de la
"declaración Dignitatis humanae del concilio Vaticano II. En
"efecto,
la Iglesia se siente especialmente vinculada a la libertad
"del hombre y a su existencia en la sociedad.
»No necesito deciros, queridos hermanos
en el episcopado,
"cuán urgente es despertar la conciencia cristiana de cada ciuda-
5
Fundaci\363n Speiro

''dano mediante una solidaridad activa, animándolo a colaborar,
"con los medios a su alcance, para defender a su hermano de todo
"abuso que atente contra
la dignk/ad humana.
»La Iglesia,
al evang¡!lizar, llama y convoca a todos los hom­
"bres .. El cristiano es una persona a la que Dios llama a una vida
"de comunión con Él en el amor. El hombre en su totalidad, con
"la profundidad y la diversidad de aspectos de su existencia, está
"llamado
en Cristo a esa comunión con Dios-Padre y con todos
"los hombres, a
la que da vida el Espiritu Santo.
»El
traba¡o humano forma parte de esa llamada del hombre
"a la camuni6n can Dios y con todos sus h1ermanos. Gracias al
"trabajo, el hombre adquiere uno de los principales títulos de
"dignidad, en la vocación de la persona a la comunión. De ahí
"que
la Iglesia defienda y promueva siempre la dignidad del tra­
"ba¡o humano, de modo particular luchando tenazmente contra
"todas las formas de alienación, que degradan al ser humano y
uzo transforman en simple mano de obra o en mercancía.
»Debéis pedir a Dios la sabiduría para actuar con prudencia
"y la fortaleza necesaria para denunciar las injusticias perpetra­
,, das contra la persona, sobre todo contra los más débiles y des­
"protegidos de la sociedad. La marginación social reflejada en los
"grupos de mendigos,
en los menores abandonados que deambu­
"lan por las calles de las grandes ciudades; el drama de los jor­
"naleros, sometidos a una condición inhumana de· trabajo en el
"campo; los
nómadas en búsqueda de tierra para traba¡ar, por
nno hablar de otras situaciones igualmente graves, canto el ano­
"nimato deshumanizador, el clima de inseguridad que reina en
"las ciudades, el tráfico de drogas que causa innumerables victi­
"mas
y es fuente perenne de disgregación de las familias, la pros­
"tituci6n -incluso de menores, también en las minas-, consti­
"tuyen un .escenario preocupante que requiere un esfuerza con­
"junto de todos los estamentos de la sociedad, a los que la Igle­
"sia no
puede menos de dedicar una parte importante de su ac­
" ción pastoral.
»Recientemente he podUo conocer con satisfacción las metas
"del Gobierno que acaba de tomar posesión, y que establecen
"como prioridad
la justicia social en Brasil, con la finalidad de
"afrontar valientemente las fuertes desigualdades existentes
entre
"las regiones y los grupos sociales. En este sentido, «el hombre
"púe de y debe no sólo perfeccionar su dominio sobre las cosas
"creadas, sino que le corresponde además establecer un orden
"potítico, económico
y social que esté más al servicio del hom­
" bre y permita a cada uno y a cada grupo afirmar y cultivar su
6
Fundaci\363n Speiro

"propia dignidad» (Gaudium et spes, 9). Esta convzccwn llevó
"al concilio Vaticano II a aclarar que el fin principia! del desarro­
"llo econ6mico «no es el mero incremento de los productos, ni
"el beneficio, ni el poder, sino .el servicio del hombre, del hom­
"hre integral, teniendo en cuenta sus necesidades materiales
y sus
"exigencias intelectuales, morales, espirituales y religiosas» (ib.,
"64).
»Frente
al cuadro de la situación social brasileñá, estas decla­
"raciones conciliares os exigen a vosotros, como pastores de una
"inmensa grey, un proceso constante de educación de la sacie­
,, dad, que la lleve a confiar en la búsqueda del camino que saque
"a las personas del estado de desorden moral en que se (mCUen­
"tran, más que en acciones puramente técnicas. Sobr,e todo, de·
"béis intensificar en vuestras iglesias, en las escuelas católicas y
"en vuestros medios de comunicación social, la enseñanza correc­
"ta de la doctrina social de la Iglesia. Conviene promover nuevas
"iniciativas pastorales
para la educación de los laicos, especial­
,, mente de los agentes de pastoral, de manera que descubran cada
"vez más en la doctrina social los criterios evangélicos capaces de
"orientar
la presencia cristiana en la vida familiar y social; ad e­
"más, a ellos corresponde una legitima autonomia en los asuntos
"temporales, como destacó el concz1io Vaticano II (cf. Lumen
"gentium,
36; Gaudinm et spes, 43), separando clara y sere­
"namente la pastoral social de la militancia politica y de partido.
"No hay que descuidar tampoco la necesidad de ofrecer a los
"futuros sacerdotes
---asi como en la formación permanente del
"clero--una instrucción adecuada en este sentido, a través del
"estudio de los principales documentos de la. Iglesia sobre la dig­
,, nidad del hombre y la visión cristiana de la sociedad.
»El
respeto al hombre abarca una infinidad de campos: la
"defensa
de la vida ya concebida; la iluminación del caminc, para
"un ;usto sistema de seguridad social;. y el reconocimiento de
"los derechos
y deberes recíprocos, tanto de los empleados como
"de los empresarios, así como _su aplicaci6n de_ modo _concreto.
"Sé que estO' ya se hace en algunas de vuestras di6cesis, y espero
que, con el pasar del tiempo, una nueva conciencia cristiana ·de
"esta situación produzca frutos de paz y de libertad para todos.
"Además, no
os olvidéis de que «nadie echa vino nuevo en odres
"vie;os» (Me 2, 22), o sea, que la riqueza de la gracia divina no
"puede actuar en corazones endurecidos por una conducta moral
"contraria a
las enseñanzas de Cristo. Hace falta la conversión
'' del corazón y de la mente, sin la cual no podrán existir la ver~
"dad era ;usticia y la paz social».
7
Fundaci\363n Speiro

Los problemas de la vivienda y la. tierra
«Por última, me gustaría atraer vuestra atenci6n hacia· otros
"dos· aspectos particulares de la problemática social de Brasil.
"Me refiero a los problemas de la vivienda y de la tierra.
»La vivienda es una condición esencial para la normalidad
"d;; la vida familiar y una mayor eficacia de los procesos de edu­
" cación del niño y del ;oven, as! como para la preservación de
"la salud de las personas. Parece ilusorio o incluso i"acional que­
nrer invertir en la educación de los niños mediante la construc­
"i:ión 'de escuelas o la formación de ¡,rofesores} o· en la mejora
"de las condiciones de salud del pueblo mediante los hospitales
"o centros de salud} si no existe, al mismo tiempo, una polític.a
''inteligente y valiente de la vivienda. Es verdad que la condición
"iurídica d,e la propiedad de las viviendas ha de estudiarse cuí­
,, dadosamente para evitar la especulación inmobiliaria. Pero es
"fundamental que se entienda qtlf! la aplicación de grandes recur­
" sos públicos en la construcción de conjuntos de viviendas decen­
"tes, con infraestructuras, instalaciones sanitarias y un servicio
"de transporte público rápido y barato, no debe basarse simple­
"mente en un cálculo de lucra financiero, sino en una inversión
;'social
de gran alcance.
»La palabra sabia y equilibrada de la Iglesia y, en algunos ca­
"sos, también su acción concreta, pueden constituir una ayuda
"inestimable para los responsables de la polltica social del país,
"a fin de encontrar los caminos más adecuados para la solución
"del serio déficit de viviendas que aflige
al pals.
»También el problema de la tie"a ha sido una preocupación
"permanente
para el Episcopado brasileño durante · las últimas
"décadas.
El principio del destino universal de los bienes, y es­
"pecialmente de la tie"a, es fundamental en la doctrina social
"de la Iglesia, con ralees en la sagrada Escritura, en la literatura
"patrística y en la .enseñanza tomista, propuesta con. claridad en
"los grandes documentos del magisterio social, desde la Rerum
"novarum
de Le6n XIII hasta mi última enciclica social Cente­
"simus annus.
Este principio es fundamental para iluminar la vi­
" si6n cristiana del problema de la tierra.
»No
se puede tratar con superficialidad el tema de la ocupa­
" ci6n de la tierra y de su propiedad. No basta dar tierra a quien
"quiere trabajar. Lo importante es garantizar el acceso a la tie"a
"a quien quiere y tiene efectivamente condiciones para hacerla
"producir, cuando está ociosa y es improductiva (cf. Homilía del
"14 de octubre de 1991, n. 4: enciclica Mater et magistra, 134-
8
Fundaci\363n Speiro

"136). Para este fin, se precisa la colaboración clara y constante
"con
el poder público, al que corresponde dirigir el proceso de
"aplicación de
una nueva políticá 4graria, que mejore la distri­
"bución de las tierras y cree condiciones efectivas de trabajo pro­
,, ductivo y ventajoso para el productor rural y el campesino. Por
"otro lado, es necesario recordar la dor:trina tradicional, según la
"cual la propiedad de la tierra «resulta !legítima cuando no es
"valorada o sirve para impedir el trabajo de los demás u obtener
"unas
ganancias que no son fruto de la expansión global del tra,
"bajo y de la riqueza social, sino más bien de su compresión, de
"la explotación ilícita, de
la especulación y de la ruptura de la
"so/;daridad en el mundo laboral» (Centesimus annus, 43). Re­
"cuerdo, igualmente,
las palabras ,de mi predecesor León XIII,
"cuando enseña que «ni la ;ustidá} ni él bien común, autorizan
"quitar a otro lo que es suyo o, bajo capa de una pretendida
"igualdad,
caer sobre las fortunas ajenas» (Rerum novarum, 28).
"La Iglesia no puede estimular, inspirar o apoyar
las iniciativas
"o los movimientos de ocupación de tierras, ya sea mediante in­
" vasiones con el uso de la fuerza, ya a través de la penetración
"furtiva en las propiedades agr!colas».
JuAN PABLO II: Visita. Ad Limina. Discurso a
los obispos brasileños de la región sur-1, martes
21 de mar.w. L'Osservatore Romano, edición se­
manal en lengua española, año XXVII, núm. 15
(1.372), 14 de abril de 1995.
9
Fundaci\363n Speiro