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Número 341-342

Serie XXXV

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Deconstrucción, comprensión y explicación. A propósito de la sociedad civil

DECONSTRUCCION, COMPRENSION Y EXPLICA.CION
cita: ¿para qué? La causa principal de la confusión es termino­
lógica, pues dos siglos de hegemonía liberal e individualista han
desacostumbrado a
la gente de las palabras y referencias religiosas
y
el nominalismo celebra su triunfo ante la laicización de la cul­
tura. Las palabras ya no suenan, porque la caja de resonancia, la
Iglesia, ya no está presente con su inmensa ciencia, su compren­
sión y -en el sentido de los universales de la Edad Media-su
realismo. Habría que inventar de nuevo un lenguaje, aunque
co­
rriésemos el riesgo de quedarnos cortos y mostrásemos a los ad,
versarios que el pensamiento de derecha tartamudea y busca com­
promisos.
!La tarea es inmensa. Hay que enfrentarse a una filosofía
errónea y en ausencia de un público a punto de desertar en
masa:
medios de comunieación, universidades, fundaciones, lec­
tores serios ... A los que pese a todo quedan, hay que explicarles
y volverles a explicar. Sólo así será posible liquidar
el miedo
y
la cobardía.
DECONSTRUCCION, COMPRENSION Y EXPLICACION.
A PROPOSITO_DE LA SOCIEDAD CIVIL
POR
JUAN VALLET DE GOYTISOLO
Esta comunicac1on, que someto a este Pleno de Numera­
rios, me fue sugerida el pasado curso, al combinarme mental­
mente lo que
me suscitó la espléndida ponencia desarrollada por
José Luis Pinillos, acerca de la Jeconstrucci6n y la propuesta de
Olegario González de Cardedal, en
el almuerzo en LharJy, de
que tratáramos en éste la sociedad civil.
De la deconstrucción me he ocupado ya de paso, tratando de
la teoría general de
la interpretación, en la parte sistemática de
mi Metodología Je la Jeterminaci6n Jel derecho, volumen II, que
Verbo, núm. 341-342 (1996), 95-111 95
Fundaci\363n Speiro

JUAN VA.LLET .DE GOYTISOLO
estoy concluyendo. Los temas en torno de la sociedad civil han
constituído, desde hace muchos. años, uno de _mis más constantes
objetos de preocupación.
Al examinar la «deconstrucción» en la interpretación, Um­
berto Eco me mostró cuáles son las diferencias entre la semiosis
indefinida
de Pierce y la deconstrucción, que con Derrida ha lle­
gado al delirio.
Por
mi parte, razoné que en el pensar humano los riesgos
surgen cuando se pierde la omnicomprensividad en la perspectiva
de las cosas abarcadas. Y esto ocurre:
-
Sea por considerar que las ideas sólo pueden obtenerse
por inducción o abducción de las cosas, prescindiendo de
la capacidad de nuestra inteligencia de elevarse por el
intelectus principiorum y la synderesis hasta los primeros
principios teóricos· y práctico&; que, a su vez, se enrique­
cen y precisan con el hábito, en el constante y necesario
ir y venir de la mente a
las cosas y de éstas a aquélla. El
olvido de estas facultades nos hace caer en un naturalismo
materialista, inmanentista y determinista, como ocurría
en la interpretación que daba Averroes del Estagirita.
- O bien, por el otro
extremo, se pierde la omnicompren­
sibilidad cuando,
por el-contrario, las ideas más generales
y abstractas, idealmente intuidas, desde su altura, pierden
de vista
la realidad viva de las cosas, a las cuales preten­
den imponerse sin considerarlas debidamente.
Esa unilateralidad, en uno u otro sentidd,
resultó inevitable
cuando, con
el nominalismo, se dejó de creer en la existencia de
un orden en las cosas, no sólo físicas sino también humanas. Con
ello no quedaban otras vías al conocimientd de éstas sino unos ca­
minos monolineales abiertos entre la espesura de lo singular. Así,
para comprender el mundo, solo podía recurritse:
-
a
la revelación, pero sin sostén racfonal alguno;
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DECONSTRUCCION, COMPRENSION Y EXPLICACION
-a la inducción empirista con sus -hipótesis;
- a la intuición, puramente idealista ;
-al positivismo de los hechos, de la letra o de conceptos
dogmatizados, o de
la voluntad imperante; hecha norma.
Esto, naturalmente, tenía que repercutir en toda la
herme­
néutica, en toda exégesis, en toda interpretación.
Así, los signos, los textos, dejan de
formar en nuestra mente
un círculo intetrelacional con la naturaleza de las cosas y con la
naturaleza de la cosa a la que se refieren. Así ~e esfomá ·este
círculo hermenéutico que parte de las cosas referidas en el'texto
y se va elevando en forma de espiral, en cuyo movimiento las
cosas son integradas, cotejadas, identificadas
y encajadas en el
organigrama de nuestra intelección, para que el texto sea com­
prendido y explicado en relación a ellas.
A
partir 'de esa ruptura, para explicar un signo expresivo de
un fenómeno natural tan solo se trató
ya de explicarlo «científi­
camente», por inducciones y experimentaciones con_ las cuales se
formula una hipótesis; y, si se trata de un signo o .uro texto pro­
provinientes de otro espíritu humand,
.sólo se trata de compren­
der lo que su autor quiso significar, debiéndonOs póner, para eHo,
en hilo directo con él, o hien procurar entenderlo a través· de lá
tradicíón histórica recibida por •-el espíritu. del pueblo.· de que se
trate -como hizo la, escuela histórica alemana-,,. -, ·,
El caso es que hemos llegado a una crisis. ·de·. todo cuanto ha
surgido del nominalismo ; pero sin que a éste --que es· la causa-'­
se le incluya -en esa crisis ; puestb que casi . todas-'las reacciories
producidas, y entre ellas las decoiistructivas, se han intentado sin
pretender salir de él.
La perspectiva que nos ofreció aquí José Luis Pinillos es
mucho más amplia que la ofrecida porla interpretación de textos.
Puso certeramente la
causa remota de la deconstrucción en -el
noininalismo, por cuanto éste ·tuvo de aparej'ar el constructivismo.
Y, como reacción ante sus arbitrariedades, desde Schopenhauer,
Nietzsche, Heidegger y los «nouveaux philosopbes», vienen des-
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JUAN VALLET DE GOYTISOLO
truyéndose intelectualmente las construcciones anteriormente efec­
tuadas por el constructiv:ismo. Ahora bien, muchas veces se trata
de destruir no s6lo lo arbitrariamente construído, sino muchísi­
mo. más, como nos _mostr6 acertadamente hace unas semanas Ole­
gario González de Cardenal.
Pienso que si la
deconstrucción se circunscribe a demoler lo
arbitrario
y, en vez de dejar tan solo ruinas o de pretender nue­
vas reconstrucciones también arbitrarias, se lograse complemen­
tarla con la comprensión y la explicación
de lo que es natural al
hdmbre y a las cosas en las que nos hallamos inmersos, sin
ex­
ceder de la clásica ars adita naturam, el resultado podría ser po­
sitivo, al no limitarse tan sólo. a un derribo ciego.
IlEcONSTRUCCIÓN, COMPRENSIÓN Y EXPLICACIÓN
¿ Cómo trató el : constructivismo de cubrir el vacío dejado
p~r el nominalismo?
Creo que resulta obvio .. El mundo, para. el hombre, habla
quedado
-según el nominalismo-- sin un orden asequible a su
inteligencia.
Por ello resultaba preciso que el mismo hombre fa­
bricara un orden hecho por él mismo a su medida .
. El orden natural de las cosas, que se había visto hasta en­
tonces resplandecer en la rerum natura, u orden del universo,
y en toda
natura reí, o buen orden de cada cosa, ya parecía teo­
lógicamente frágil desde que Duns Escoto pusd la voluntad· di­
vina por encima de toda razón que no fuera producto de su
omnímoda voluntad, que podía variar en ·cualquier momento.
Pero ese orden queda totalmente esfumado si
-como afirmó
Guillermo de
Ockham-no existe en la naturaleza orden alguno
y no hay en
ella sino. cosas singulares. Así. el hombre no puede
comprender el mundo, ya que. ni siquiera le cabe abstraer sus
universales como imágenes d representaciones reales de los géne­
ros o las especies, ni los valores y fines objetivos, ni menos aún
las
causas formales de ese orden, puesto que éste se halla pen-
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DBCONSTRUCCION, COMPRBNSION Y BXPLICACION
diente solamente de la voluntad omnipotente de Dios, inescruta­
ble para
d hombre.
Los universales no serían así el reflejo de realidades, sino
meros nombres,
nomina, signos expresivos del pensamiento de
los hombres, conforme al cual éste construye mentalmente sus
correspondientes conceptos -según OckhaID-'-o bien, simple­
mente, conviene cuál es su -significado~ corno más tarde est-imaría
Hobbes, con un nominalismo aún más radical.
Dicha indigencia cognoscitiva humana trataría de ser
reme'
diácla .......,.. partir de Sir Francis Bacon de Berulam-mediante el
empleo del método de la ciencia experimental aplicado a las cien­
cias sociales, método qu~ tan evidentes éxitos había logrado en
las ciencias naturales. Así, con
d dominio de ambas ciencias, en
el futuro
se alcanzaría el regnum hominis-por medio de una civi­
liz4ción técnica.
Por este procedimiento, Hobbes construiría su Leviathan. Ha
comentado Leo Straus que
así el hombre, declarándose impoten'
te para_ conocer el mundo -y por eso mismo--, se afirmó om'
nipotente para construirlo a su guisa, partiendo de aquellas ideas
simples que considerara determinantes.
Lo que Hobbes basó en el temor del hombre a la muerte
violenta
y trató de remediar por el contrato social, Locke lo fun­
damentarfa psicológicamente, y Rousseau lo resolverfa por la
aliénation totale a la volonté générale, encarnando así Leviathan
en Demos. Pufendorf lo fundamentó con mayor penetración.
Igual que ellos rechazan toda perseitas, es decir, toda verdad
per se, toda idea a priori -con lo cual se apartaba de la línea
racionalista
pura-, y partió de la obséruatio de la imbecillitas
del hombre en el status hominis naturalis, estado de absoluta
indigencia, para
el que hallaba remedio con su socialitas, apo­
yándose en su instinto de sociabilidad.
-Esa observatio de Pufendorf, muéstra un radical cambio res­
pecto de
la obseruatio reálista de Aristóteles y de Santo Tomás,
Éstos examinaban al hombre· ya integrado en las sociedades hu­
manas
de que formaba parto, y a estas sociedades humanas en
su 'propia realidad viva. En cambio, el profesor de Lund parúa de
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JUAN Y.ALLET /JE GOYTISO:LO
descomponer la naturaleza humana conforme el método científico
empleado por Hobbes, hasta diseccionar el elemento más simple
apto para reconstruirlai; y, como tal, tomó la imbecillitas, partien­
do de la ficción del hombre «abandonado en un país desierto»
-acerca de cuya irrealidad ironizaría Vico-y de la consiguiente
necesidad de remediarlo. Para
ello, comenzaría su «construcción»
mental, tomando el instinto de sociabilidad como motor de la
raz6n humana con
.la finalidad de construir tanto un orden inte­
lectual como
el orden social.
Ahí se halla la diferencia que ofrece el método utilizado por
Pufendorf, no
sólo respecto al de los realistas, sino asimismq con
elde los idealistas en cualquiera de sus Uneas, sean la de Grega­
rio de Rímini o la de. Francisco Suárez, de Hugo Grocio o de
Descartes, que sin duda también
son diversas entre. sf.
De las construcciones realizadas en los siglos XVII y xvm por
los contractualistas, ha salido el Estado moderno y la destrucción
de
la sociedad civil, a la qw, se ha tratado de sustituir por lo que
Marce! de Corte ha calificado de
disodedad, es decir, la sociedad
de masas.
La distinción a este respecto de las sociedades organizadas y
la masa inorgánica había sido
ya presagiada a mediados del siglo
pasado por Alexis, de Tocqueville, en unos párrafos antológicos,
que
he citado muchas veces; y que, viéndola ya llegar, a finales
del
mismo siglo, nuestros pensadores Joaquín Costa, Torras y
Bages
y Prat de la Riba la definieron claramente. De ellas se
destacan
«las foules». -acerca de las que escribió Gustave Le
Bori...;_ que tan,sólo·afloran como una de-sus manifestaciones oca­
sionales, aunque más .ruidosas.
Sin duda, los «constructivistas» no preveyeron este resultado
de su constructivismo social, por la
misma ceguera que no les
permitía comprender ni explicar la sociedad civil y, .por lo tanto,
ni siquiera pudieron vislumbrar que la tarea primaria! que tenían
ante sí
no era la de ayudar ·a construir un nuevo Estado' sino
s6ld lá de adecuar la sociedad civil. a los nuevos tiempos para
que ésta no
se anquilosara. Eso requería que ella se fuese adap­
tando a las· circunstaricias, · completamente nuevas, que·-venían
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DECONS'I'RUCCION. COMPRENSION· Y EXPLICACION
produciéndose aceleradamente desde finales del siglo xv. Pero la
sociedad civil resultaba incomprensible para mentalidades
nomi.
nalistas
que no podían entender cuál era. el fermento preciso para
realizar una
reconversión desde dentro de la propia sociedad;
efectuando así,
en ella, las consecuentes adaptaciones.
Para ellos, el Estado no podía ser
la coronación de algo que
no comprendían ni podían explicarse, sino una construcción del
ingenio humano
-aislado de las cosas-- para imponerse a éstas
desde fuera,
y esa construcción debía efectuarse a partir de la
singularidad de los individuos abstractos tomados como ~emen·
tos materiales de esa construcción.
Si reducimos la naturaleza a átomos amorfos, a materia iná­
nime e. informe, sin posibilidad de vida raciona] propia, mera ex·
tensión, como la res extensa c_artesiana, entonces, como ésta, -debía
ser el objeto de experimentación, cálculo, manipulación y cons·
trucción
por la res cogitans, que ésta trataba de efectuar como
si se tratase de algo .~eparado de ella; pero, por esto, al separarse
quedaba esta
res cogitans desvitalizada y abstracta.
La naturaleia de las cosas -rerum natura-y la de cada cosa
-natura 'reí,--coino contrapunto· del intento ex.puesto
En la· naturaleza de las cosas, según su concepción clásica, res
cogitans y res extensa se hallaban inseparablemente entramadas.
El hombre
se entendía inmerso existencialmente en la naturaleza,
con
su inteligencia,· su razón, su libettad y su voluntad. No se
consideraba un observador extraño que la contemplaba desde
un punto de observación exterior, ni creía ser
algo así como una
esencia o un
noumeno de ella, ni un ente abstracto. Por el con·
trario, conforme la concepción realista, todos y cada uno de los
hombres se consideraban entramados naturalmente en ella. Y, a
su vez, la naturaleza concreta del hombre, así entendido, no era
sino la naturaleza
de todos y cada uno de los hombres, entrama·
dos entre sí y con los hombres de las generaciones ptetéritas y
futuras, y con todas .las demás cosas integrantes de la rerum
natura.
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JUAN: YALLET 'DE GOYTISOL,D
En esa integración, entendida asi wr la, concepción clásica
anterior al nominalismo, cl. hombre era considerado, a la vez,
como objeto y como sujeto no sólo pasivo sino también activo
de ese orden. Es decir,
en este aspecto se consideraba causa se­
gunda que, según el uso que hiciera de su libertad y de su razón,
producirla · ya sea buen orden o bien desorden en la esfera de
su propia incidencia ; pero ese desorden sería siempre recondu­
cido, dentro del orden dinámico universal de las cosas -según
explicó Santo Tomás en la quaestio 103, de la primera parte de
la Summa Theologiae. Así se producían --como dijo Vico-los
consecuentes surgimientos, progresos, apogeos, decadencias y fi­
nales de ,los pueblos y de las civilizaciones, conforme el orden
!eterno de Dios, trazado en la que --ese genial napolitanC>--' de­
nominaba «historia ideal y eterna».
Por otra parte, la naturaleza de
las cosas era considerada por
los clásicos ni más ni· menos que como existencialmente es con­
templada por los hombres. No por Dios, los ángeles, las águilas,
las serpientes, las abejas o las hormigas. Y percibida
rio sólo por
los sentidos externos sino también integrada en nuestro intelecto
por
los sentidos internos. Así, las percepciones captadas, .sintetiza­
das por el sentido común, son configuradas por la facultad figu­
rativa, enjuiciadas por la cogitativa en relación con el thesaurus
o ·depósito de. recuerdos formado por la memorativa que ensan­
cha
la base de nuestros juicios. Así, a través de todos ellos, la
naturaleza
es captada· intelectualmente por nuestra inteligencia y
comprendida por nuestra razón práctica. Nuestra conciencia, más
que como un espejo de las cosas, era considerada como una pan­
talla interior, en la cual y del modo indicado trazamos el diseño
de las
cosas captadas por los sentidos externos.
Asi, no sólo captamos objetos singulares sino que abstraemos
integrativamente los universales representativos de géneros o es'
pecies;
además,· por división, abstraemos sus esencias y valores
-asi como abstraemos el color de una manzana separada · de la
considéración de esta, la fuerza de un toio; el valor de ese héroe,
o la
virtud de un santo,:-; y también de ese modo, por la· facul­
tad del intellectus principiorum, captamos los primeros principios
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DECONSTRUCCION, COMPRENSION Y EXPLICACION
de la razón teórica y, por la facultad y el hábito de las sindéresis,
los primeros principios de la razón práctica.
Estos universales no consisten en «conceptos generales
abs­
tractos», definibles con exactitud y que no admiten sino que las
rosas
se hallen dentro o fuera de ellos ; y, en virtud de esa exac­
titud son susceptihles de subsunciones y conclusiones silogísticas.
Por el contrario, los universales
--<:omo ha explicado muy bien
Artbur
Kaufmann-se integran en tipos o series de tipos, que
admiten
más o menos, son fluidos ; por lo cual, requieren la
concreción de sus singulares, mediante su observación y las induc­
ciones, comprobaciones y juicios prudenciales precisos, atendien­
do, para ello, no sólo a las cosas en
sí mismas, sino también en
relación con las demás y con las posibles consecuencias.
dimanan"
tes de ellas y de su mutua relación.
Así tenemos el sensum natural.e -sesos natura/,es~ según los
aragoneses, o
seny natural, en catalán-, la naturalis ratio---bona
rah6-y la aequitas naturalis, que diseñan en nuestra· conciencia
la naturaleza de las cosas, captada tanto en su ser -en aquello
que
es stabile-como en su devenir dinámico -en lo que ad
motum pertínens-; es decir, tanto en sus estructuras ontológi­
cas, reflejo de su ser óntico --con sus causas formales-.:.-, como
Con sus fines o causas finales ---su teleología-, sus esencias y
sus valores -su axiología-.
Pero, además, para esto se requiere un ,constan.te ir y· venir
intelectual entre las imágenes mentales y las cosas -aclarando
así el entendimiento de éstas y, a la vez, enriqueciendo aquellas
imágenes
universales-, y relacionando lo natural con los artifi­
cios humanos, para -que· éstos se construyan como ars· adita natu­
ram; y no como artefactos perturbadores cuando no destructores.
Así, refiriéndose a las concreciones
efectuadas por equidad,
diría, sintetizando a Triforino muchos siglos después, Tomás
Mieres que
aequitas debet attendi non pura natura/is sed mixta
ex traditionibus iuris positivi.
Este contemplar de la naturaleza, desde dentro e integrando
la acción humana en la dinámica de las cosas
-pues los seres
vivos nacen,
fructifican, crecen y mueren, los paisajes cambian'-
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JUAN VALLET 'DE GQY.T.JSOLQ
y al hombre como un ser te1nporal e histórico, que .también forma
encadenamientos generacionales,
además. de interrelacionarse ho­
rizontalment~ con sus .contemporáneos,. implici que· ese ars. adita
naturam se realice. a través ,de la tradición, tanto con lo que ésta
tiene de conservación como en lo que implica de cambio, nece­
sari<> para adecuarse a las modificaciones de las cosas.
Comprensión y explicaci:ón
Si la naturaleza de las cosas engloba la acción humana inteJi.
gente,. su conocimiento requiere comprensión de ésta. Pero como
esta comprensión se refiere a todas las cosas, también precisa
explicaci6n.
Desde la escisión que. el nominalismo produjo entre. res cogi­
tans y res extensa, también se escindieron la comprensi6n y la
explicación. Aquella era considerada como intelección de lo ex­
presado por la inteligencia humana, a la cual se redujo la inter­
pretación,
la explicación fue circunscrita. exclusivamente a las
cosas materiales, objeto de las ciencias
físicas o naturales.
Así lo expresaría
Dilthey con toda radicalidad.
Pero, partiendo de
la precomprensi6n, tal como la entendió
Heidegger, con su
círculo hermenéutico --que más bien es un
espiral
ascendente~, esta concepción ha sido revisada.
Gadamer dice que para poder comprender un
texto deben
explicarse las. ·cosas a las cuales éste se refiere; o, como él mismo
advierte: «El· comprender debe pensarse menos c= una acci6n
de la subietividad que como un desplazarse uno misma hacia un
acontecer
de la tradición, en la que el pasado y el presente se
hallan en continua mediación».
Ha sido Paul Ricoeur quien mejor ha· mostrado la necesidad
que toda hermenéutica tiene tanto de «comprender» aquello que
otras inteligencias nos comunican, coffio de «explicar» en su ser
real·las cosas a las que se refieren en esa comunicación. «Lo que
debe
comprenderse en an relato ...:...clic-, no es ante todo a
quien habla en el texto, sino aquello de lo que habla, la cosa del
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DECONSTRUCCION, COMPRENSION-Y EXPUCACION
texto, a saber la parte del mundo que la obra despliega de cierto
modo ante el texto».
Si -como hizo notar. Aristóteles-.el poeta
componiendo una fábula,
· una intriga, un muthos, ofrece un'!
mimesis, una imitación creadora de los hombres en acción, de
igual modo «una lógica de los posibles narrables no
se acaba sino
en la función mimética por
la· cual el relato rehace el mundo
humano de la acción. No
se trata de negar el carácter subjetivo
de
la comprensión en la que concluye la explicación -pues siem­
pre. es alguien quien recibe el relato, lo hace suyo y se apropia su
sentido--, pero tampoco
se produce cortocircuito brutal alguno
entre el
análisis totalmente objetivo de las estructuras del relato
y
la apropiación del sentido que le es dado por los sujetos del
mismo. Entre. ambas operaciones se despliega
el mundo del texto;
el mundo de los trayectos posibles de la acción real. Si el sujeto
es llamado a comprenderse ante el texto, lo es en la medida en
que éste no se cierra sobre sí mismo, sino que está abierto 81
mundo que redescribe y rehace».
Así, la interpretación de los actos humanos, de los discursos,
los textos y las normas, no sólo requiere intelección
de lo que
quiso decir quien relata o legisla, sino también la explicación de
las cosas referidas o implícitas en
el relato. Pero esa explicación,
si se refiere a las cosas del mundo humano, tampoco puede efec­
tuarse únicamente conforme la efectúan las ciencias naturales o
físicas, sino ciue, además, debe abarcar· s.u phronesis. ASí, COn~
forme la naturaleza de las cosas clásicas, con el sensum natura/e
se captaba, con la naturaUs ratio se razonaba y con la aequitas
naturalis se ponderaba, observándose no sólo su estructura es­
tática sino su perspectiva dinámica, o sea, su ser y su devenir,
su teleología Y su axiología, incluyendo así su valoración ética y
jurídica. Esta última debía ser combinadamente natural y mixta
según la tradición del derecho positivo, en frase del jurista gerun­
dense del siglo xv, Tomás Mieres.
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IUAN' VALLET. DE G_OYTISQLO
Deconstrucción con propos1tos "neoconstmctivistas"
y deconstrucción con propósito revitalizador de lo natural
Se puede deconstruir por el gusto de destruir. Se puede de­
construir para reconstruir de nueva planta, como si el mundo
social fuera sólo una
realización técnica de lo poiéticamente hipo­
tetizado por nuestra res
cogitans, abstracta y desvitalizada por
falta de contacto existencial

con las cosas. Pienso, en cambio,
que, cuando
sea preciso destruir algo, ello sólo debe acometerse
una vez se haya observado bien la naturaleza de la cosa en el
ámbito de todas las cosas, para no destruir sino lo preciso. Nótese
que
el ingenio humano no se desarrolla en el vado, sino en con­
tacto con las cosas.
Se desarrolla existencialmente a fin de poder
,«ser ahí», «con los otros» -como deda Heidegger---'; pero tam­
bién se desarrolla inteligentemente, para coadyuvar al desarrollo
fecundo de la sociedad civil, que sólo puede estar formada por
hombres responsables,
con propia iniciativa, entramándose en una
sociedad de sociedades participativa en todos.los niveles.
En general, los portavoces de 1a «deconstrucción» son sólo
destructores 4e algo que consideran opresivo, aunque a veces se
trata de simples pirómanos sociales. Cierto es que no faltan quie­
nes deconstruyan para reconstruir,
pero planemdolo otra vez
poiética y tecnocráticamente
--aun cuando sus hipótesis poiéticas
las apoyen en bases científicas; sin embargo, sólo observan
las
cosas desde un punto de perspectiva exterior y superior a ellas,
sin los precisos criterios prudenciales y éticos.
En este caso, su­
cede que, muy pronto, la reconstrucción requerirá una nueva de­
construcción y así sucesivamente. Ocurre de ese modo casi siem­
pre, que quienes reedifican toman
como objeto, como materia
para configurar la sociedad, masas de individuos que confían a
un Estado
providencia, en lugar de promover la sociedad civil,
como sociedad de sociedades, participativa, de la cual
el Estado
sea
el complemento pol1tico que la culmine sin descomponerla.
Lo cierto es que vivimos en una época en la cual, cuando
no se trata de destruir, sólo por destruir, se desconstruye para
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DECONSTRUCCION, COMPRENSION Y EXPLICA.CION
reconstruir también «consttuctivistamente», ex novo, como se
construyó ayer aquello que hoy se siente la necesidad de derribar
a
fin de limpiar y explanar el solar de la nueva construcción.
Esto
es algo que en la naturaleza resulta inconcebible. La ten­
tación del
«seréis como dioses», nos impulsa dada nuestra finitud
histórica a
no seguir el orden de las cosas con la paciencia con
que Dios deja actuar a sus causas segundas.
El non serviam, nos
impulsa a ser aprendices de brujo.
Pero,
nadie es capaz de cultivar fructlferamente sino aquéllo
que puede
comprender y explicar.
LA SOCIEDAD CIVIL
Comprensión y explicación de la sociedad civil
Muchas veces· sólo comprendemos la función de .una cosa y
la explicamos cuando la contrastamos con otta, o
bien, si la echa­
mos en falta, total o parcialmente. .
La sociedad medieval que. brotó entte los escombros del· ltn­
perio romano de Occidente, incubada lentamente durante los os­
curos siglos de· hierro, se desarrolló y configuró, en el Bajo Me­
dievo, estructurándose en familias solariegas, gremios, municipios,
nacionalidades nacientes y Cortes representativas
de los diversos
estratos sociales -'-"Cclesiásticos,
feudales y municipales-presi­
didas por
la suprema auctoritas de rin príncipe. Se formaba as!
una religación
-más o menos pactista-del rey con su pueblo
orgánicamente estructurado en sus tierras ·y existencialmente vi­
talizado.
Pero, cuando la
palabrá Estado cambió de sentido y fue crea­
do el concepto bodiniano de soberanía, comenzó a sentirse un
contraste entre las que se denominan sociedad civil y sociedad
política.
Frente a esa confusión, el italianó del Reino de Nápoles J. V.
Gravina (1664-1718),
eo su De ortu et progresu iuris civilis,
publicado en 1701-1713, efectuó una clara distinción entre Es-
Fundaci\363n Speiro

IUAN·.YALLBT DB GOYTISOLO
tado politico y Estado civil, que respectivamente hablan de re­
girse por el derecho político y .el derecho civil, y debían circuns­
cribirse cada uno a su
ámbito correspondiente, que recíprocamen­
te
hablan de respetarse.
Montesquieu, en el
capitulo III del libro I de su De !'Esprit
des
lois, tomó esta distinción de Gravina. Consideró que el
Estado civil es la reunión de todas las voluntades en usos,
cos­
tumbres y hábitos dirigidos al bien común; y el Estado político
es la reunión de todas las fuerzas particulares en la relación entre
gobernantes y gobernados, para producir una armonía entre
la
libertad y la autoridad, evitando los desequilibrios tanto de la
anarquía como del despotismo.
Entonces no existía el sufragio
universal expresado por los
individuos alienados totalmente a la sociedad política nacida del
pacto.
S! exisúa cuando, en la penúltima década. del siglo siguiente,
Joaquín Costa (La libertad civil y el Congreso de juristas ara­
goneses, cap. VI) hablando de los liberales españoles de su tiem­
po exclamarla: «Piensan que el pueblo
ya es rey y soberano por­
que han puesto en sus manos la papeleta electoral: no lo creáis,
mientras no se reconozca además al individuo
y a la familia la
libertad civil
y al conjunto de individuos y de familias el derecho
complementario de esa libettad de estatuir en forma de
costum­
bres, aquella sobetanía es un sarcarmo, representa el deteebo de
darse petiódicamente un amo que le dicte
la ley, que le imponga
su voluntad. La papeleta electoral es , el harapo de púrpura y el
cetro de caña con que se disfrazó a Cristo de rey en el· pretorio
de· Pilatos».
Tres décadas
antes, Tocqueville había escrito: «En vano en­
cargaréis a esos mismos ciudadanos, a quienes habéis hecho tan
dependientes del poder central, que elijan, de tanto en tanto, los
representantes del poder». Ese uso, «ncl evitará que pierdan poco
a poco
la facultad de pensar, de sentir y de obrar por s! mismos»;
y es «difícil de concebir cómo hombres que han renunciado en­
teramente
al hábito de dirigirse a s! mismos podrán conseguir
escoger bien a quienes deban representarles
».
Hoy --nforme esa perspectiva realista (pues también se
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Fundaci\363n Speiro

DECONSTRUCCION, COMPRENSION Y EXPLiCACION
habla de ella con otros significados)-se denomina sociedad civil
a
la sociedad propiamente dicha, considerada, conforme la natu­
raleza de las cosas, como sociedad
de sociedades -no mero con­
glomerado de individuos estructurado
por el Estado-, con su
correspondiente autonomía y autogestión de conformidad al prin­
cipio de subsidiariedad.
La edticaéión e:i:J. la familia, indispensable para convivir
en, toda sociedad
civil
'La reconstitución natural ,de la sociedad civil requiere que se
comience
'por su primera célula: la· familia. Resulta imprescindible
que los hijos reciban en ella
la primera y más básica educación,
Nuestro compañero Alfonso López Quintás
en su comunicación
del pasado
curso, nos explicó esto magistralmente.
Junto con la ensefiaiilii de las palabras, con las cu"les apren­
demos a conocer las cosas y a ·diferenciarlas, es preciso que al iiiñd
se le inculquen las virtudes teologales -fe, esperanza y cari­
dad-' y cardinales -fott.,Jeza; templanza, prudencia y justicia-.
Recuerdo haber escuchado hace cerca de treinta afios, en un
Congreso Internacional celebrado en Sión, capital de La V alais,
una conferencia del profesor de la Universidad de Lieja, Marce!
de Corte, titulada L'educdtion politique. Esta educación -dijo-­
se imparte en la familia «con inagotable prodigalidad, sin ningún
plan preconcebido, en función de las necesidades siempre cam­
biantes
de la vida, con una capacidad creadora y un poder de
invención que surge improVisadamente».
La familia -explicó y resumió-resulta «el lugar en el cual
se realizan y transmiten, de modo indivisiblemente biológico y
humano, las experiencias fundamentales que constituyen la osa­
menta de toda ·comunidad.
·
Se objetará que hoy, en general, sufre la familia un evidente
deterioro, unido
al de las costumbres y a la degradación moral
de la sociedad en que vivimos, formándose así un círculo vicioso
del que parece
difícil salir, y tanto más con una crisis religiosa
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JUAN.·VALLET DE.GOYTISOLO:
como la que padecemos, que -según Juan Pablo 11 -requiere
una nueva evangelización.
¿Estamos al final
de una civilización?, ¿en las postrimerías de
un ciclo histórico? ¿Se requerirán
siglos oscuros de sufrimientos
para que ......:como observó Vico-el hombre vuelva de nuevo los
ojos al cielo y vaya templándose para recoíneuzar; de.sde 1a fami­
lia, el sucesivo fortalecimiento de las sociedades naturales que
constituyen el tejido
de la sociedad civil?
El hombre
es un ser libre cuando sigue su razón natural de
modo integralmente realista y no se deja arrastrar por sus ape­
titos y sus utopías.
No
se trata de ai.Iar el hamo noumenon del hamo phaeno­
menon,
para que aquél gobierne a éste; pues el hombre es inse­
parablemente fenoménico y nouménico. Solo en su íntegra cons­
titución toma verdadera conciencia de su realidad; y así, de
modo consciente,
su. razón práctica puede dar impulso a su vo­
luntad a fin de que, dominando sus apetitos, opte por seguir el
camino del bien individual y social.
Este camino no
se alcanza recurriendo ·a un Estado providen­
cia. Requiere la restauración
de la sociedad civil, comenzando
-repito-por la familia matrimonial.
Cierto es que· vivimos en una-sociedad crecientemente masi­
ficada; en la cual la protección de las masas obedece a una nece­
sidad social y a una clara razón de justicia. Ahora bien, esa pro­
tección cabe· realizarla con·
notable . diversidad de objetivos y pro­
cedimientos; y puede alcanzar dimensiones. y niveles muy distin­
tos. Como planteé hace más
'de quince ajios en ·mi Sociedad_ de
masas
y derecho, se puede favorecer la desmasificación del sector
protegido, promoviendo la propiedad
entre··sus miembros y esti­
mulando
su sentido de la previsión y el ahorro. Pero, también,
al dispensar
el bienestar a las masas cabe que se amplíe y fo ..
mente la masificación ; pues la sensación de que el · Estado debe
protegemos
y dispensamos el bienestar, apaga la iniciativa y hace
desistir de la asunción personal de responsabilidades y riesgos.
Por otra parte, el· Estado, actuando directamente, puede restar
iniciativas
a: los particulares, disminuir y hater más gravosa para
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DECONSTRUCCION, COMPRENSION Y EXPLICACION
éstos la creación de riqueza y, con ello, de puestos de trabajo.
La causa de que resulte más gravosa se halla en el inevitable in­
cremento de
los impuestos· -que son necesarios al Estado para
redistribuir cubriendo con ellos las necesidades que con su pro­
videncia asume, pues no puede, sin caer finalmente en
la banca­
rrota, dar
más de lo que recauda.
Adoptar la primera
de esas dos opciones no esiá, sin ·embargo,
totalmente a manos del Estado, sino que requiere, a la par, un
constante retomo
al sentido de la responsabilidad social, unido
a la autorestauración de
la sociedad civil,· comenzando · por la
familia y siguiendo después por la empresa, como comunidad
humar.ia pto4uctiva, por el municipio, etc.
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