Índice de contenidos

Número 343-344

Serie XXXV

Volver
  • Índice

La inevitable estructura mediática de la acción humana

LA INEVITABLE ESTRUCTURA MEDIATICA
DE
LA ACCION HUMANA
POR
ANTONIO SEGURA FERNs
Estado actual de la cuestión.
Este trabajo está dedicado al principio ele subsidiaridad, al
fundamento de su
naturalez-a. Es previd, pero distinto, a cualquier
consideración política, histórica, jurídica, moral o religiosa a las
que, en último extremo, fundamenta ontológicamente. Es opor­
tuno, pues en
los últimos años la subsidiaridad ha salido del ám­
bito doctrinal católico para entrar en el discurso sociopolítico
general, como se vio en la cita explícita que de
él se hizo en
Maastricht.
En el plano teórico, Y ehezkel Dror ( 1) en el «Informe
al Club de Roma
1994», tras decir que son «especialmente dig­
nas de mención las diversas ideas tendentes a incrementar la de­
mocracia participativa, a través de procesos deliberativos y de una
mayor autonomía
.de diferentes espacios sociaies» (pág. 214), al
hablar de las «relaciones entre los diferentes niveles de goberna­
ción», añade: «Nuestro último principio --el "reforzamiento de
la
gobernación continental y global, por un lado, y de la local y
las organizaciones
de base, por otro" (pág. 326 )-proporciona
tres orientaciones entrelazadas para las relaciones entre
los estra­
tos de gobernar en especial la
subsidiaridad y la facultación su­
jetas a la superación» (pág. 327).
Aun dentro del marco inmanente, no sólo funcional sino fun­
cionarial, que define el «Informe», hay que señalar la aceptación
( !) Publicado con el título La ú,pacidad de Gobernar, Galaxia-Guttem­
berg, 1994, págs. en paréntesis.
Verbo, núm. 343-344 (1996), 269-284 269
Fundaci\363n Speiro

ANTONIO SEGURA FERNS
explícita del hasta ahora concepto católico la «subsidiaridad»
como un parámetro necesario en
el actual discurso sociopolítico.
El desarrollo de este escalonamiento puede hacerse desde arriba
-Poder Soberano-- o desde abajo -los hombres, las personas
concrei~. · { , '
Filosofía de la suhsidiaridad.
Si Dror lo hace desde lo alto, Aristóteles empieza por la base,
cada hombre real, no sólo
conceptual; que, ha de vivir en comu­
nidad, ésta «constituida con mira a algún bien» (I Poi, B 1252a),
el «bien común» que determina el
orden social. Este empieza
como exigencia biológica: «es necesario que
se emparejen los que
no pueden existir el uno sin
el otro, como la mujer y el varón
con vistas a la
procreación (ib., B 125'2a, 5). Aparece ya una pri­
migenia relación de poder y dependencia en la familia cuyo ám­
bito es la casa (ib:; B 1252b, 5). Tras ésta aparece la «primera
cómunidad formada
por varias casas a · causa de las necesidades
no éotidianas,
es la aldea,, (ibídem). Mas, · como ésta no basta
para cubrir todas las necesidades humanas, «la comunidad per­
fecta de varias M!!eas es la ciudad, que :ia' tiené el nivel más alto
de · autosuficiértcia, nacida' a causa de las necesidades de la vida,
pero que subsiste
para vivir bien» (ib., 8), nó ,sólo «vivir». Ter,
mina: «Se deduce de todo esto que la dudad es una de las cosas
naturales, y que el hombre es por naturaleza un aniníal social»
(ib., B 1253a, 8). . .
Tenemos, pues, nó solamente definido el orden subsidiarió,
sino inscritó éste en
la misma naturaleza social humana, a la vez
«personal» y «social», es
decir, «racional». Veamos ahora la on­
tología de la subsidiaridad. Obviamente Se inscribe eii la catego­
ríade «relación» y ésta puede ser «según n;,mero» (cuantitativa)
Ó según «acción-pasión» (c,:;alitativa): «Las relaciones están fun­
dadas sobre
algo que las causa en el sujeto, como la igualdad sobre
la cantidad o
el dominio sobre la potestad» (In I Sent. ds. 2, ta. 2),
270
Fundaci\363n Speiro

LA INEVITABLE ESTRUCTURA MEDIATICA DE-LA -ACCION HUMANA
nos dice el Aquinate (2). Y, en suma, «la misma relación no es otra
cosa que el orden
de unas creaturas respecto a otras» (De Pot.
q.7,a.9,ra.7).
En la relación social, 10 Cúantitativo define el poder «econó­
mico» cuyo desarrollo es lineal: tiene doble pdder económico
quien tiene doble riqueza. No así en los poderes sociales, de orden
cualitativo, cuya distribución está estratificada
en niveles supe­
riores e inferiores (3 ), que además tienen «ámbitos» -extensio­
nes-diferentes en la legitimidad de su actuación. Aquí aparece
la primera nota de la «subsidiaridad», la noción de «límite». El
«todo» relacional no es homogéneo, sino repartido en diferentes
«ámbitdS» de acción, cada ·uno éspecífico respecto a diversás fun­
ciones: uno es el «ámbito» cultural y otro el «religioso», aunque
se compliqueri, Y lo mismo en otrós ámbitos de la existencia hu­
mana.
Esto afecta· a la misma existencia del poder, constituido por
la «auctoritas», o saber «socialmente reconocido» ( 4 ), que dice
á la capacidad cognitiva, y a la ·«potestas» o poder efectivo de
unos sobre otros.
En los poderes sociales, la «auctoritas» es múl­
tiple: una
es la autoridad cultural, otra la religiosa, o la civil, o la
militar,
etc. Cada una con un ámbito diferenciado donde actúa
como «potestas»
legítima, scuyd póder- «coactivo» difiere en cada
caso:
así como Max Weber (5) da al «poder político» la exclusiva
de
la coacción fisica, el «poder religioso» es fundamentalmente
un poder
«moral» y el «poder cultural» sólo discerniente en lo
académico y «moral»
-en menor grado que el religioso-en su
efectividad social.
Los hombres afectados en
· los diversos ámbitos de poder están
(2) ·Cf. A. IúmMPEL, La dOCtrine de la r'elation Chez Saint Thomas!
Vrin, 1952.
(3) Cf. TALCOTT PARSONS, El-Sistema Social, Revist~>de-·OccidentC,
1966, págs. 136-139.
(4) Cf. A.-D'ÜR.s,, :Ensayo.s de teorla poUtica,-Eunsa, i?79; -R. DoMlN­
GO, Teoria de _la a,uctorita$, '.Eunsa, 1987.
(5) Cf. M. Sobre la coacci6n por la: -violencia ver, cap. ,VIII, tomo II, págs. -661 Y sigs.
271
Fundaci\363n Speiro

ANTONIO SEGURA FBRNS
más obligados a unos que a otros «ad casum». Para Tomás de
Aquino que «alguien sea dominante requiere riqueza o poder,
y sobre estas dos cosas se funda el dominio» (In I Sent. ds. 2,
q. 1, ar.
5, ex.), anticipándose siete siglos a lo que hoy dice
Parsons, pero
no deja de señalar que «no conviene que se obedez­
ca a toda potestad, por más que esté fundada por Dios, sino que
la debida obediencia obliga sólo en aquello para lo que por Dios
ha sido instituida . . . pues en unas cosas hemos de obedecer antes
a uno que a otro, y en otras al contrario, vgr., en
algo se da que
uno debe obedecer al padre antes que
al capitán, y en otros casos
al contrario»
(In II Sent. ds. 44, q. 2, ar. 3, ex.). Esto lo extiende
al
ámbito religioso eo el caso del Metropolitano y los Sufragá­
neos.
La doctrina de la subsidiaridad queda clara.
En resumen: desde los griegos
-Platón, Aristóteles--el
«demos» se ve como «orgánico» por oposición al «oklós», masa
inorgánica, por ello la
organización del Poder es subsidiaria según
«ámbitos» de fa legitimidad que definen -ponen fin, limitan-­
los campos de
la acción humana respecto a la jerarquización de
los diversos poderes.
Antropología de la limitación humana.
Como el sujeto-término de cualquier relación social es siem­
pre el hombre, la persona, ahora vamos a invertir el análisis,
viendo
el mismo problema relacional «desde» los hombres con­
cretos. Así entramos en
el tetna de la estructura mediática de la
ínter-relación social, donde se patentiza
fa «limitación» como fun­
damento ontológico de su naturaleza, encerrada en los «límites»
de su esencia o definición, de
lo-que-es cada cosa y, por ende, de
lo-que-no-es. Este «límite», ahora referido a la capacidad operativa
de cada hombre, muestra cómo oscila entre
lo «inmediato», a la
mano (Heidegger), fácilmente accesible a la acción y patente para
el conocimiento,
y lo «mediado» por una intermediación precisa
para sobrepasar
el «límite» personal en el manejo de cosas y si­
tuaciones. seg6n su «naturaleza». Platón, hablando de esto, seña-
272
Fundaci\363n Speiro

LA INEVITABLE ESTRUCTURA MEDIATICA DE LA ACCION HUMANA
la c6mo el sobrepasar los límites en la acumulación de la riqueza
social lleva
al «Estado enfermo» (Rep., B 373a y sigs.), y Aristó­
teles dice igual respeto
al exceso de población (VII Poi., IV, B
1326a, 7). Esto implica, respecto al «crecimiento social»
la ne­
cesidad de la «mediación», para así cumplir debidamente ciertas
funciones sociales
y políticas ineludibles. Que es lo que expone
Aristóteles en el paso de
la «casa» a la «aldea» y de esta a la
«Ciudad-Estado».
En la familia se produce la primera mediatización: la obliga­
ción
inmediata de los padres de cuidar de sus hijos, es delegada
en
la práctica (subsidiariamente) tanto en la importante función
educativa cuanto en
la no menos importante del cuidado de la
salud cuando llevan a sus hijos a un colegio o clínica. Obviamen­
te en su calidad de padres ncJ entran los conocimientos pedagó­
gicos o médicos. Ni tampoco sus obligaciones laborales les per­
miten estar «full time» con sus hijos. Se impone, pues, la me­
diación lo mismo en éstos que en otros campos de los deberes
sociales o políticos por la
limitaci6n humana.
La "dimensión humana" y la operatividad.
Pero la mediación viene exigida no sólo por razones «cuali­
tativas», sino hay otras de orden «cuantitativo» que la imponen
como ruptura del «limite». Arist6teles señala cómo en «las
de­
mocracias muy populosas es difícil que los ciudadanos acudan a
las
asambleas sin paga» (VI Poi., B 1320a, 5) que les compense
dejar el trabajo ordinario,
por lo que «deben convocarse pocas
asambleas
y constituir tribunales de muchos miembros, pero por
poros días» (ibídem, 6 ), siendo ésta una reclamación evidentemente
mediática. Por eso,
ni en las muy limitadas ciudades-estados grie­
gos pudo prosperar la democracia asamblearia, que seria la autén­
tica, y tuvo que dejar paso a una forma oligárquica, el gobierno
de
pocos y además especializados, aunque fueran electivos: aquí,
igual que el «paterfamilias»
delega la educación de los hijos, en
las democracia
se delega la función judicial y gubernativa en la
estructura mediática del gobierno y judicatura.
273
Fundaci\363n Speiro

ANTONIO SEGURA FERNS
Este planteamiento social también viene c;xigido por razones
que afectan a las personas, pues
es obvia la !imitación de las ca­
pacidades cognitivas y afectivas de los hombres: entramos, pues,
en el campo de la psicología y la antropología que, para Juan
Pablo II «es una parte de la moral» ,----d. «Veritatis Splendor»,
&& 40-46-. En conjunto aparece como una síntesis de ética y
psicología mediadas por la antropología que determine el discur­
so. Efectivamente este «sínolo» actúa en las formulaciones de la
acción humana mediante mecanismos bien conocidos
.. Charles
T aylor ( 6) señala las condiciones de la misma posibilidad de in­
tercomunicación· humana:
«Razop.ar en cuestiones morales signi­
fica razonar con alguien . . . El rasgo general de la vida humana ...
es su carácter dialógico .. , La génesis de la mente humana es, en
este sentido, no monológica ... Algunos .bienes se nos hacen
accesibles
solamente por medio del disfrute en común ... Nuestra
impresión no puede determinar lo que es significativo. El relati­
vismo blando
se autodestruye . . . Las cosas adquieren importancia
contra un fondo de inteligibilidad. Llamaremos a esto horizonte,
un horizonte que nos viene «dado» y no lo inventamos nosotros:
es el concepto compartido del «bien», el «bien común» que fun­
damenta lo moral social y que
es el objeto ·de la «auctoritas» que
justifica
el poder. Este «bien» o «social integrativo» que dice
Parsons,
se intemaliza como «ego integrativo» (op. t;it., págs. 67
y 68) o «valor» en un orden también dado.
K. Jaspers (7) a la concreta expresión de ellos, la llama las
«cifras»: «Las
cifras fulguran en el fondo de las cosas. No son
conocimentos; lo que en ellas se expresa es visión e interpreta­
ción .. . Su verdad está en relación con la existencia .. . Abre
ámbitos del
ser, aclaran aquello por lo que me decido, aumenta o
palía
los movimientos en mi conciencia del ser y de mí mismo».
En otras palabras, son las directrices socialmente aceptadas que
expresan la
ortodoxia pública vigente en cada tiempo y lugar,
(6) CH. TAYLOR, La Etica de la autenticidad, Paidós, 1994, págs. entre
paréntesis ..
(7) K. JASPERS, La fe filosófica ante la revelación, Gredos, 1968, págs.
150 y sigs. · ·
274
Fundaci\363n Speiro

LA INEVITABLE ESTRUCTURA MEDIATICA DE LA ACCION HUMANA
fundante de la «auctoritas» de los «podéres». Y, aunque Jaspets
ld refiere al fundamental problema de la experiencia religiosa,
también actúan
~más inmediatament~ en otros ámbitos exis­
tenciales de la vida cotidiana: es decir, hay cifras «mayores» y
«menores». Obviamente
se da una .relación entre las cifras «ma­
yores»
~octrinales--y las ~111enores» ~stenciales-.
Stuart Hampshire ( 8 ), partiendo de la tensión que impone al
hombre su condición racional que le lleva a queter
conocer las
«razones» de su acción, nos dice que «existe una supuesta distin­
ción entre razonamiento
panl e~CÓg~ entre diferentes líneas de
conducta, o
razón práctica, y el l'azonamiento para llegar a de­
claraciones y creencias verdad.eras, o razón teórica, y esta_ distin­
ción
se asocia con una versión especifica del razonamiento prác­
tico» (pág. 37). Plantea, pµes, perfectamente nuestro problema.
Y,
¿ qué tiene que ver esto con fa subsidiaridad?
Decisiones críticas y acríticas o "rutinas" y ""decisiones": La
educación.
Pues, como vetemos: «El sujeto es la autoridad, aunque
falible, y· está en la mejor
posici6n para juzgar cuál · fue el ra­
zonamiento, si es que fue de la clase de razonamiento explícito
que puede ser verdadero» (pág. 38), o fue rutínario. < miento a que se 0.cud~ en el caso de las interpretaciones percep­
tivas debe compararse con los tipos de acción muy comunes:, que
se repiten con
mucha frecuencia , . . estas-acciones se condenSan
normalmente· en ·,utinas que se efectúan inconscientemente y sin
que se adviettan sus distintos pasos y etapas. Estas etapas y.estos
pasos a veces se hacen conscientes y se revela su existencia en
las circunstancias difíciles y críticas . . . En el proceso de apren­
dizaje,
los diferentes pasos y etapas al principio se consideran de
manera deliberada y uno por
uno; poco a poco se van interna-
(8) S. HAMPSHIRll (compilador), Moral pública y moral privada, FCE,
1983, págs. en paréntesis.
275
Fundaci\363n Speiro

ANTONIO SEGURA FERNS
!izando, y al final no sólo dejan de notarse, sino que prácticamen­
te ya no pueden notarse» (pág. 39). No otro es el proceso educa­
dor normal que conforma nuestros
hábitos, sean positivos ( «vir­
tudes») o negativos («vicios»).
Ahora, «consideremos las
reglas, convenciones y hábitos ...
que caen bajo la clasificación amplia de costumbres . . . Estas per­
miten que hagamos una buena comparación de la
moral de la vida
privada en su relación con el comportamiento implícito y explí­
citd, con la conducta ... Hasta en las sociedades modernas existe
una gran coincidencia
entre las afirmaciones de los buenos usos y
costumbres y entre
las costumbres morales» (pág. 40). Por ello,
«el sujeto, imitando a sus mayores, puede
haber aprendido a
adaptar su comportamiento a diferentes situaciones, de acuerdo
con las reglas y convenciones que le hayan sido dichas de manera
explícita ... Es una ventaja muy positiva que las maneras se in­
temalicen y que no necesitemos consultar
un código escrito apren­
dido
de memoria, o una serie de instrucciones, para estar seguros
de cómo debemos comportamos»
(pág. 41).
Aquí está la relación con la suhsidiaridad y
la intermediación:
lo inmediato, lo obvio y patente no necesita «razonamientos»
para motivarse, por ende, basta la
rutina adquirida. Virenque y
Hoffmann
-cf. «Brainstorming»- llegan a afirmar que el 85 %
de las decisiones son acríticas y solamente un 15 % precisan el
razonar crítico. Por el contrario, al salir del ámbito de lo inme­
diato
concreto en la relación humana -relación pol!tica en sen­
tido lato--se precisa la mediación racional abstracta: «El sujeto
tiene que hacer explícita para él la elección del comportamiento
y también
el razonamiento en que se apoya su conclusión» (pág.
40). Esta primera mediación no sólo
es comunicativa (Taylor),
sino efectiva, a prever sus consecuencias respecto a uno mismo
y los demás. Nótese que aquí no se habla del siempre posible en­
frentamiento
entre normativas, sino de la simple realidad exis­
tencial de la vida en común, del «mundo a la mano» (Heidegger),
cuyas pretensiones, normalmente en el terreno de la acción sub­
sidiaria, presentan
como prelación de «urgencia» algo que no
276
Fundaci\363n Speiro

LA INEVITABLE ESTRUCTURA MEDIATICA DE LA ACCION HUMANA
pocas veces enmascara la prelación de «importancia», el funda­
mento mismo que reside en
la cifras «mayores», las doctrinales
que ahora veremos.
Creencias, ideologías y ámbitos existenciales.
La diferencia del comportamiento entre unas y otras cifras
no sólo
es de grado, sino de orden. En las cifras «menores» de
lo cotidiano
es admisible la transacci6n en los posibles conflic­
tos para llegar a un consenso, pues hay «adversarios», pero no
«enemigos». Por el contrario en los diferendos entre cifras «ma­
yores» no cabe
ni la transacción ni el consenso, los oponentes
más que adversarios son enemigos pues su concepto de Bien
-común o personul-no sólo es distinto, sino excluyente pues
no puede haber dos «primeros principios» morales que pretendan
ambos ser último fundamento
de la moral pública o privada. Las
cifras «mayores» afectan tanto a
la creencias cuanto a las ideo­
logías, pese a las diferencias
entre unas y otras. No se trata aquí
del contenido de
verdad o falsedad de unas y otras, sino de su
común pretensión
de ser «primeros principios» de comprensión
de
la verdad y realidad, reguladores de la misma en tanto que in­
temalizadas por
la conciencia del sujeto: su bien objetivo con­
vertido en valor subjetivo como principio racional y práctico a
la vez para determinar las opciones libres.
R. Berlinger (9) señala que «por la pretensión totalitaria que
la ideología muestra respecto a la filosofía,
nd cabe caracterizar­
la sino como una metafísica secularizada». La diferencia, pues,
entre la fundamentación metafísica y la ideológica no afecta a
su operación
y, como dice K. Jaspers (10) está en que en la ideo­
logía «se absolutiza lo limitado». Son, en términos de N. Hart-
(9) R. BERLINGBR, «Las ideologías, signo de nuestro tiempo», Atlánti­
da 5, p,lg. 482.
(10) K. JASPERS, Psicologla Je las concepciones del mundo, Gredas,
1967, ¡nlgs. 420421.
277
Fundaci\363n Speiro

ANTONIO ~EG,URA FERN.S
mann ( 11 ), un «ismo», la elección arbitraria de un mo¡lo del ser
o ca_tegoría -mate!Ía~ .-espµitu, individuo, sociedad, etc.-que
de «particular» pasa a ser clave «universal» de toda «concepción
del mundo»
(weltanschauung).
De todos modos, a nuestros efectos, Religión, Metafísica o
Ideología no son pactables sino mutuamente excluyentes, ya no
hay
adversarios sino enemigos. Y no puede olvidarse lo que sobre
esto dice Stuart Mili (12): «El odio teológico, en un devoto sin­
cero, es uno de los casos rriás inequívoc.os de. sentimiento moral».
Por eso, los problemas más agudos riacen de la pretensión univer­
saliSta de las «cifras mayores» que se imponen <~a fortiori» sobre
la ductilidad de las «cifras menores» de lo coticlíano. Por esto, si
bien pueden
separarse físicamente los ámbitos de diferentes creen­
cias religiosas o étnicas, ello no es posible en las ideologías, que
sólo son, co,mo vimOs con Hampshire, «razOn teóriCa» de_ pre­
tensión universal y necesaria, no las rutinas y costumbres de la
«razón práctica;>. Para las creencias réligios8S o las costumbres
étnicas, .además de una «razón teórica» cán más o menos consis­
tencia, la «razón práctica» existencial, el miembro de la raza o
el creyente sÓn parte esencial, no sólo se «es» ciJyent_e o miem­
bro, sin_o que tiene i¡ue «vivir» de acuerdo con ,su coridición es­
pecffü:a. Esto explica porqué una «sociedad», un. Estado mul­
tirracial. o plurireligioso tiene siempre --oficialmente reconocida
o
simplemente· tolerada-una estructúra orgánica y subsidiaria
de «comunidades» en la que cada una
tiene sus propias ideas y,
por ende, sus propias regulaciones, que le permiten conviví¡'., con
más o menós paz, con los otros.
Pero ... esto reclama que esta estructura esté reconocida en
la constitución del Estado y conveniente
y precisameO:te regula­
da: según una jerarquía de temas hay que, primero, de¡ar-hacer
a los diferentes ámbitos sociales; si son inoperantes, hacerles­
hacer. Y, s6lo en último extremo, el Estado debe-hacer. No otro
es el principio de subsidiaridad que, por ser connatural con la
278
(11) N. liARTMANN, Ontología III, F.C.E., 1959, pág. 96 y sigs.
(12) J. STUART MILL, Sobre la libertad, Alianza, 1984, pág. 63.
Fundaci\363n Speiro

LA INEVITABLE ESTRUCTURA MEDIATICA lXE LA ACCION, HUMANA
naturaleza, personal y social, del hombre, organiza y jerarquiza
las
di,;ersas mediaciones exigidas por la vida en común. Claro
que esto choca -tiene que chocar-con el universa:lismo de la
ideología democrático,igualitaria que

ahora está siendo seriamente
cuestionada
por su ineficacia en resolver los problemas actuales.
Así
es defendida la tesis subsidiaria por J. M. Guéhenno ( 13),
para el que
la gramática lógica de la «racionalidad», que se im­
puso universa:lmente en el discurso moderno, y ha terminado en
su desarrollo por arruinar la pieza clave de la actual formulación
política democrática,
el Estado Nación que «no es ni frío ni ca·
liente, demasiado pequeño para resolver con los medios actuales
los grandes problemas mundiales, es demasiado grande para sen­
tirse integrado en él como personas» (pág. 57). Pone como ejem­
plo lo que ahora ocurre en
el Líbano e Israel --escrito hoy el
libro hablaría de
la ex-Yugoeslavia-, donde las diversas «comu­
nidades»
-judíos, maronitas, árabes-cohabitan en medio de
tensiones, como ocurre con los anglos, los hispanos, negros, ítalos,
orientales, etc., en los Estados Unidos. Estos grupos actúan. efec­
tivamente, aunque no se les reconozca políticamente, determinan~
do con fuerza la elección teóricamente inorgánica de los partidos .
. Así, frente a lo que viene, la fría lógica de la «redes». mul­
tinacjonales, «la suave
tibieza de la comunidad, con su sencillez
unidimensional,
es entonces una tentación muy natural» (pág. 60).
Para Guéhenno
se precisa un futuro modelo sociopolitico nuevo:
«Acaso la Alta Edad Media, con su profusión de príncipes, du­
ques, obispos, etc.,
se aproximase a este modelo» (pág. 69), aun­
que obviamente secularizado
y de otro contenido social. Aunque
suene raro,
es evidente la nostalgia del «orden subsidiario» que
presenta
como alternativa. más razonable a los modelos actuales,
ya obsoletos. Claramente lo dice A. Mine (14), que titula la par­
te
III significativamente: «La búsqueda de un orden». El libro
empieza con una constatación: «Después de haberse empachado
(13) J. M. GuÉHENNO, El fin de la democracia, Paidós, 1995, págs. en­
tre· paréntesis.
(14) A. M.rNc, La Nueoa Edad Media, Temas de Hoy, 1994, págs. entre
paréntesis.
279
Fundaci\363n Speiro

ANTONIO SEGURA FERNS
con las matanzas más horribles y las dictaduras más crueles, el
optimismo histórico hace mutis por el foro y concluye su reino
de más de tres siglos basados en el progreso y el orden ... ¿No
estaremos empezando a cerrar
un ciclo que, a través de una
aparente
regresión, nos estaría conduciendo a una Nueva Edad
Media?» (pág. 9). Pero, señala, como «las antiguas estructuras
(para el autor las actuales, A. S.) de orden no sobreviven
en la
Nueva Edad Media, pero
por el momento no se las ha reempla­
zado
por otras. En Europa se desmorona el modelo racional de
la
construcción comunitaria, persiguiendo el sueño federalista»
(pág. 233
), que también es «racionalista», no «natural». Y recuer­
da que «Maastricht representó
el último paso de este proceso y
no la primera etapa de un nuevo, modelo» (pág. 234 ), pues no se
trata de
un mero cambio jurídico, aunque lo implica, sino de
otra cosa, otra base doctrinal.
La Nueva Edad Media y el "retorno de Dios".
En efecto, «el cartesianismo ya no se lleva y Europa ya no
se parecerá a
un jardín francés con estructuras e instituciones
exactas y cuadriculadas
... Fronteras inciertas, minorías en busca
de status, separaciones territoriales y étnicas discutidas: éstas son
algunas otras necesidades que exigen, al menos en teoría,
un su­
plemento
de orden» (pág. 236 ). Hasta aquí todo va conceptual·
mente bien,
pero «el culmen de la paradoja ... es que la vieja
Edad Media estaba mejor equipada que la Nueva.
En efecto, Dios
era entonces la piedra
angular institucional, mientras que los im­
perios eran, ya elegibles, ya heriditarios; las ciudades tenían auto­
nonúa y ciertas regiones o condados gozaban de derechos
espe­
ciales. Hoy, en cambio, estamos condenados a lo informal y lo
imprevisible» (pág. 242) y, si no irracional, al menos, más allá
de la racionalidad a la que estamos acostumbrados: «La instaura­
ción de nuevas autoridades no
podrá enraizarse en nuestros an­
teriores esquemas conceptuales» (pág. 245).
Ahora es evidente que «se mueren todas nuestras ideologías
280
Fundaci\363n Speiro

LA INEVITABLE ESTRUCTURA MEDIATICA DE LA ACCION HUMANA
tradicionales que postulaban el progreso, el optimismo colectivo
y,
por tanto, el reino del orden» (pág. 263 ), un «orden racional».
Mine,
pasa a anali2arlas: es el final del socialismo (pág. 264 ),
pero también del liberalismo (págs. 265 y sigs.), «que está amena­
zado
por el desencanto. Cada día sus limites aparecen más visi­
bles
... se le responsabiliza de todo lo que pasa ... la caja de
herramientas de A. Smith o de D. Ricardo no está hecha para
explicar el mundo con sus
refaciones de fuerza, sus sacudidas
históricas y sus conflictos» (pág. 269), aunque ellos creyeran otra
cosa. Además hay «otra ideología que está en sus horas bajas, es
la racionalidad tecnocrática
... Este es el sofisma que, desde hace
décadas, gobierna a Occidente»
(pág. 270).
Ahora, en efecto, «la Nueva Edad Media
exige una ideología
de varias dimensiones, con profundidad histórica y capaz
de in­
terpretar
la complejidad, ¡Sin ella es la hora del desencanto del
mundo!»
(pág. 272 ). El verdadero problema es que «la primera
Edad Media tenía
la fe y en ella encontraba su coherencia última.
La segunda no se puede apoyar en esa piedra
angular» (ibídem).
Y esta es «la diferencia más esencial entre una Edad Media
y la
otra. Antaño, con su comunidad de hase y Dios, el individuo
es­
taba armado para afrontar un mundo sin perspectivas de progre­
so. Desaparecidas estas referencias, el mito del progreso las
ha
reemplazado» (pág. 274). La cuestión ahora es: ¿Qué progreso?
Por ahora queda sin definir. Y es fundamental. Estamos, pues,
el
«dürftige zeit», el tiempo indigente de Heidegger.
Realmente, Mine repite con la fraseología actual, lo que hace
sesenta años dijo
N. Berdiaeff ( 15): «Es el pensamiento de otro
mundo que está empezando, que pudiera ser una Nueva Edad
Media. Los principios espirituales
de los tiempos modernos están
gastados, sus fuerzas espirituales agotadas.
Va cayendo el día ra­
cionalista de la Historia pasada, su astro declina,
he aquí el cre­
púsculo: se aproxima
la noche» (pág. 76). Pero, si el análisis es
formalmente el mismo, su espíritu es otro: Mine, aunque
explíci-
(15) NICOLÁS BERDIAEFF, Una Nueva Edad Media, Editorial Apo-lo,
1933, págs. entre paréntesis;
281
Fundaci\363n Speiro

ANTONIO SEGURA FERNS
tamente la reconoce, trata .de eludir el compromiso religioso. El
ruso, por el contrario, proclama que «la religión no puede seguir
siendo un asunto privado como
querían los modernos . , . La re­
ligión
se convierte, en grádo sumo, en algo general, colectivo y
que rige todo los demás» (págs. 88-89). Remacha: «Si (ahora) se
carece de un Dios verdadero,
se fabrican dioses falsos. No ha
querido recibir la libertad de Dios, cayendo entonces en una
es­
clavitud cruel ante dioses de mentira, los ídolos» (pág. 97), y
este es el drama del mundo actual. Pese a ellos, «los progresistas
temen mucho una vuelta a los antiguos tiempos medievales ...
No creen en modo alguno en la vitalidad de las creencias que
puedan referirse
al espíritu de la Edad Media y menos aún en su
posible triunfo» (pág . .112). Pero entonces, «lo patético de la
creación independiente
y laica ( es que) está agotada. En el inte­
rior de todas las esferas de creación se despierta el deseo de una
elección religiosa, de una existencia auténtica
y de una transfigu­
ración de
la vida» (pág. 115), cuya mejor prueba es la añoranza
que, tanto en Yohezkel Dror cuanto en Alain Mine,
se reflejan
en el imposible intento
de una religión laica, sin Dios trascen­
dente que sea sólido fundamento de aquellas zonas, oscuras
y poco
asequibles a la mera razón humana, pero con las que no hay más
remedio que contar.
Por
dio, el centro espiritual, en un porvenir inminente, será,
como en la Edad Media, solamente la Iglesia. Otro ruso, A. Solz­
henitsyn (16), estudiando una alternativa de organización socio­
política
al caído comunismo y a la allí emergente democracia
inorgánica y liberal, dice: «La Iglesia nos
ayudará en el sanea­
tniento social solamente cuando encuentre en
sí tnisma fuerzas
para liberarse del
yugo del Estado y restablezca el vínculo vivo
son los sentitnientos de los pueblos». En su visión ruso-.ortodoxa
no
se le oculta que, como dice inmediatamente antes, «desgracia­
damertte, incluso hoy, cuando todo
el país $e ha puesto en marcha,
la jerarquía ortodoxa carece de valor». Lo cual, afortunadamente
no ocurre en toda la
ekumene católica.
(16) A. SoLZHENITSYN, Cómo organizar Rusia, Tusquets, 1991, pág. 68.
282
Fundaci\363n Speiro

LA INEVITABLE ESTRUCTURA MEDIATICA DE-LA 'ACCION HUMANA.
Colofón.
Lo. anterior muestra. la complejidad del problema y. conviene
resumirlo. Las citas traídas
de variados autores, no quieren ser
mera erudici6n, sino. prueba de
la universalidad· del problema. Se
eligi6 como directriz la estructura mediática de la acci6n humana
porque muestra, en términos aceptados por el discurso sociopo­
lítico actual, la constituci6n de la subsidiaridad, la intrínseca
li­
mitaci6n de los hombres y c6mo su naturaleza dada les impone
tanto
la ca-acción cuanto la jerarquía y el orden. Obviamente la
Iglesia, por creer en un Dios Creador
y Ordenador, siempre ha
sostenido doctrinalmente este orden de lo real y lo ha plasmado,
desde antiguo, en el principio
de subsidiaridad.
Es obvio que fue combatido por la utopía racionalista, indi­
vidualista e igualitaria antijerárquica. Pero la «tozudez de lo
real»,
la «astucia de la raz6n» que dijo G. W. F. Hegel, ha vuelto
a traer ia ineludibilidad del orden subsidario tras el fracaso del
discurso ideol6gico.
En eso estamos tras Maastricht:
a) La realidad de los Estados nacionales no puede ignorar
un orden mundial que los modernos medios de comuni­
caci6n ponen ante
la vista.
b) Este orden mundial, a su vez, no puede negar absoluta­
mente a aquéllos.
e) Dentro de cada Estado nacional, la «sociedad» política,
no pueden negarse
las exigencias de las «comunidades» de
todo orden que cohabitan en su espacio.
d) En resumen: todo estd no puede reducirse a «tecnocta­
cia».
Estas cuatro realidades no son hoy negadas por nadie. Pero
aun falta un último
y decisivo paso: admitir dentro al autor de
este orden, mos.
Si no todo se construirá sobre arena, falto de un
«Grund», un fundamento inobjetable
de la relaci6n y el orden
social. Este, forzosamente, tiene que ser superior al Hombre, a
283
Fundaci\363n Speiro

ANTONIO SEGURA FERNS
los hombres y, por ende, obligatorio para ellos, tanto en su moral
personal cuanto en la moral pública. Los conoeptos de «libertad»,
«igualdad»
y «fraternidad» deberán tener una nueva lectura,
opuesta a
la revolucionaria e inmanente con que advinieron al
discurso político en el siglo dieciocho
y la. Revolución Francesa,
origen
politico del secularizado mundo actual.
284
Fundaci\363n Speiro