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Número 347-348

Serie XXXV

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La Cataluña que pelea con Europa

LA CATALUJI.A QUE PELEA CONTRA EUROPA
POR
FRANCISCO CANALS VIDAL (*)
El profesor Ellas de Tejada, al concluir la primera parte de sus
estudios sobre pensamiento político catalán, titulada
La Cataluña
clásica (987-1479),
anunciaba sus ulteriores estudios que proyec­
taba con la expresión, tan característica de su pensamiento
y de
sus juicios valorativos: «Lo que van a ser los doscientos cincuenta
años siguientes: la Cataluña que pelea contra Europa» ( 1 ) .
En su intención y en el contexto de su pensamiento «Europa»
no era una expresión geográfica. Tampoco lo es evidentemente
para los «europeistas» catalanes; y así la tesis formulada expresa
muy adecuadamente la afirmación
de que Cataluña, fiel a su
plenitud conseguida en el mundo .de la Cristiandad, se enfrentó
durante la Edad Moderna a todo cuanto obró la
ruptura del
mundo cristiano.
Han sido estos ideales y actitudes políticas antropocéntricas
los que han sido valorados positivamente, como «europeos», por
todos los que han sentido hostilidad
y desprecio por la unidad cris­
tiana y por la tradición católica hispánica. Son estos ideales los
(*) Reproducimos con mucho gusto la contribución del profesor Fran­
cisco Canals al volumen dedicado a la memoria de Francisco Elías de Tejada
y Spínola dentro de la colección, dirigida por Angel Sánchez de la Torre,
Maestros Complutenses. El texto de nuestro ilustre colaborador figura en
las
páginas 95-101 del citado libro, aparecido en Madrid en 1996 con el
patrocinio de la Fundación Central Hispano (N. de la R.).
(1) FRANCISCO ELiAs DE TEJADA, Historia del pensamiento político· ca­
talán, tomo 1: La Cataluña Clásica (987-1479), pág. 431 (Sevilla, Ediciones
Montejurra, 1963).
Verbo, núm. 347-348 (1996), 731-743
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FRANCISCO CANALS YIDAL
que han inspirado la secularización antropocéntrica y anteteística
en que se ha ejercitado la apostasía del mundo occidental.
Si alguien pensase que la tesis histórica que formuló Elías de
Tejada es expresión de un deseo y opción «tradicionalista», pero
que carece de referencia real a la vida histórica de Cataluña, se
revelaría como desconocedor de la misma e incluso vuelto de es­
paldas a la consideración del real proceso de la vida catalana du­
rante los siglos modernos.
Digamos enseguida que la constatación de
la perseverante fuer­
za que d espíritu tradicional y «antimoderno», «antieuropeo»,
heredado de los siglos de Cristiandad, ha mantenido en Cataluña,
ha llevado precisamente, también desde valoraciones ideológicas
antitéticas a las que profesaba él mismo, a juicios que vienen a
dar la razón a la tesis del profesor Elías de Tejada.
Vicens Vives, historiador empeñado en el análisis social y eco­
nómico,
y hostil a la pervivencia de la historiografía romántica dd
anterior nacionalismo catalán, ha coincidido con las más radicales
afirmaciones «extrincesístas» que respecto del catalanismo habían
formulado los catalanistas de raíz «federalista» y de inspiración fi­
losófica laicista y secularizadota. Vicens Vives afirmó que, en su
maduración en torno a los últimos años del pasado siglo y el co­
mienzo del presente, el catalanismo fue «el reencuentro de Ca­
taluña con Europa después de cuatro siglos de ausencia» (2).
Rovira i Virgili había propugnado la tesis del origen extrín­
seco o centrípeto del catalanismo cultural y político, hasta el punto
de propugnar el total olvido de las guerras carlistas, a
la vez que
veía a éstas en continuidad con los alzamientos de 1640, 1705,
y con la guerra antijacobina, la guerra gran de 1793-1795 (3).
En conexión con este extrincesismo, los historiadores catalanis­
tas de signo izquierdista
y antitradicional descalifican sin más,
como testimonio de
una Cataluña sin alma y sin vida, nada menos
(2) Véase mi artículo <-eSugerencias sobre la Tradici6n catalana», en
Cristiandad, año 23, núm. 425, págs. 146 a 168 (7-VIIl-1966).
(3) A. RoVIRA I V1RGILI, HistOria del movimentS nacionalistes. Serie
III, pág. 191 (Barcelona, 1914).
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LA CATA.LUNA QUE PELEA CONTRA EUROPA
que la tenaz resistencia que los catalanes, con los otros españoles.
habían opuesto a la dominación francesa napoleónica.
Resulta sorprendente que guerras que tuvieron
el carácter de
algo asumido por
la práctica unanimidad del pueblo catalán, con
profundo arraigo popular
y rural, y ejercidas a través de la vida
gremial característica del tejido social catalán durante siglos,
fuesen calificadas como signo de que Cataluña estaba muerta como
pueblo.
El nacionalismo es al amor patrio lo que es un egocentrismo
desordenado en lo afectivo, y pretendidamente autojustificado por
una falsa filosofía, a aquel recto amor de
sí mismo que se presu­
pone incluso en
el deseo de felicidad y en la esperanza teologal
por la que nos orientamos a la bienaventuranza sobrenatural.
Pero el amor propio desordenado puede llevar, como afirmó San
Agustín a la rebeldía
y al odio contra Dios.
El nacionalismo, amor desordenado y soberbio de la «nación»,
que se apoya con frecuencia en
una proyección ficticia de su
vida y de su historia, tiende a suplantar la tradición religiosa
auténtica, y sustituirla por una mentalidad que conduce por su
propio dinamismo a una «idolatría» inmanentista, contradictoria
intrínsecamente con
la aceptación de la trascendencia divina y
del sentido y orientación sobrenatural de la vida cristiana.
La filosofía nacionalista se nutre de fuentes surgi_das en el
idealismo alemán, y ejerce
su influencia máximamente por medio
de las deletéreas confusiones en que se mueve, a modo de subli­
mación del resentimiento, el romanticismo en todas sus dimen­
siones. Desde este idealismo y sentimentalismo romántico,
la historia
real de los pueblos es encubierta, y suplantada por perspectivas
que imponen la nebulosa abstracción de un falso «deber ser», a
la realidad de los hechos y a los principios del derecho natural
cristiano.
Para Rovira y Virgili, y para Ferrán Soldevila, la «Cataluña
nacional» que
se habían forjado desde sus presupuestos filosó­
ficos, «debía ser» revolucionaria
y desde luego antiespañola (4).
( 4) Esta comprensión característica de la historiografía nacionalista de
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FRANCISCO CANALS VIDAL
No podían reconocer la auténtica «nacionalidad catalana» en
guerras contra revolucionarias, realizadas en unión con todos los
pueblos españoles, y abiertamente ejercidas
al servicio del orden
cristiano tradicional.
Pero la mayor tragedia de la Cataluña deformada en su con­
ciencia histórica por el catalanismo, no se ~a dado por influencia
de quienes han propugnado un catalanismo abiertamente extrin­
cesista
y revolucionario, sino que se ha ejercido trágicamente, a
partir-del sedicente «regionalismo», «modernista» o «noucentis­
ta», en los propios ambientes herederos, familiares y culturales,
de la Cataluña tradicional.
Los catalanistas «federalistas» y filosóficamente descristiani­
zadores, se orientaban políticamente a reclutar para el catalanismo
al izquierdismo catalán de antecedentes federalistas o republica­
nos. Los sedicentes «regionalistas» --con táctica exotérica-pero
teóricos también del nacionalismo catalán, buscaron, incluso con
pretextos de un falso
y aparente «tradicionalismo» en algunos
casos, reclutar para el catalanismo político a los descendientes
de
las familias carlistas.
Entre estos catalanistas, vistos generalmente como «conser­
vadores», profunda y explícitamente liberales, se ha producido la
mixtificación de más deletéreos resultados para la desintegración
de
la auténtica Tradición catalana.
Fue esta cultura catalanista «conservadora>> la que, a través
de aquellas nebulosas
y confusiones del «resentimiento» román­
tico, entregaba a los herederos de la tradición a la polftica de los
enemigos liberales de
la misma, y la que trataba de buscar pre­
textos en
el pasado de Cataluña, para ofrecerlos a aquellos sec­
tores «conservadores» y aun sedicentes «derechistas».
De ahí que en nuestro siglo -- mitificación decimonónica de los hombres del alzamiento catalán
antiborbónico, consumado en una
gloriosa tragedia del 11 de
septiembre
de 1714-, se haya tendido a desprestigiar la Cata-
orientación revolucionaria inspira también la HistOria de Catalunya de
Ferráh Soldevila. Véase especialmente el volumen 111 (Barcelona, 1935).
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LA CATALUIVA QUE PELEA CONTRA EUROPA.
Juña del siglo xv111, y los ideales y sentimientos «medievales»,
por los que lucharon los catalanes en aquella guerra heroica.
Y a
el propio Prat de la Riba, a pesar de pretender relacionar
el despertar moderno de Cataluña con el movimiento de los
catalanes en las Cortes de 1701, había proclamado la conveniencia
de no imitar a «los que presidieron
la decadencia de Catalu­
ña» (5).
Esta sutil y ocultamente despectiva valoración de los héroes
de 1705-1714, inició una serie de revisiones de la historia cata­
lana por las que
se ha tratado de forjar una nueva conciencia
«nacional» para Cataluña.
Los esfuerzos de quienes han buscado el origen de la cultura
moderna del catalanismo en las tareas culturales realizadas en
la Universidad de Cervera, hogar del reformismo borbónico pre­
ilustrado, o
en la llamada generación ilustrada formada por ecle­
siásticos regalistas y jansenistizantes, se revelan inconsistentes
ante un análisis atento de la vida cultural de Cataluña en el si­
glo XVIII ( 6 ).
Tales esfuerzos sirven al intento de que Cataluña olvide,
como siglos de muerte cultural, a todos los que durante la Edad
Moderna estuvieron llenos de gloriosas figuras en las que se
mantenía perseverante
el pensamiento escolástico y la concepción
del mundo que había inspirado la formación del pueblo catalán
en
la Edad Media.
(5) Prat de la Riba escribió ésto en las páginas de La veu de Catalun'ya,
siendo todav(a reciente la creación como diario de esta publicación que
sería el órgano
de la política «regionalista». Las palabras de Prat de la
Riba fueron escritas en 1901.
(6) La revisión
de la historia de Cataluña orientada a buscat en la
Universidad de Cervera el punto de partida cultural de
la Cataluña mo­
derna fue iniciada por Ignasi Casanovas, S. I. en sus estudios sobre Fínes­
tres (Biblioteca Balmes, Barcelona, 1931) y sobre Balmes (Editorial Balmes,
Barcelona,
... ). Continuó esta línea entre otros Miquel Batllori, S. I. La
búsqueda de la modernidad catalana en la generación eclesiástica ilustrada
y jansenizante ha sido obra principalmente de Joan Bonet
i Balta, cuya
inspiración han seguido otros historiadores como Ramón Cors i Blay,
es­
tudioso de la figura de Félix Amat (Barcelona, Herder, 1992).
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FRANCISCO CANALS VIDAL
De este modo, el nacionalismo catalán, actualmenre hegemó­
nico en
la vida política,. ha podido llevar a su éulminación el en­
cubrimiento prácticamente total de todo lo que, desde fines de
la Edad Media hasta nuestros días, manifiesta
la perseverante con­
tinuidad de la Cataluña tradicional. Atrevámonos a ejemplificar
concretamente algunos de estos olvidos intencionados e instru­
mentados
al servicio de la creación artificial de aquella nueva
conciencia:
El protagonismo de los catalanes en la Cruzada de Lepanto;
la pervivencia en Cataluña de aquel espíritu de cruzada que los
llevó a estar presentes en las guerras contra los turcos, desde los
tiempos del Emperador Carlos V -lo que es evocado por el
historiador «austracista» Narciso Feliu de la Penya en sus Anales
de
Cataluña-hasta las batallas que liberaron a Viena y a Buda­
pest
en 1683 y 1686.
La acción de defensa del Pontificado frente al galicanismo,
ejercida por
el insigne dominico fray Juan Tomás de Rocaberti;
la universal influencia en favor de la doctrina de Santo Tomás
que obró en
el siglo XVIII el dominico barcelonés fray Juan Tomás
de Boxadors (7).
El espíritu tradicional e hispánico de los catalanes enfrenta­
dos a la dinastía borbónica en
la guerra de Sucesión; la popula­
ridad de
la guerra antijacobina y antinapoleónica; la tenacidad
antiliberal relizada en la guerra de
la regencia de Urge!, en la
guerra de los «agraviats», y en las guerras carlistas; la abundan­
te y gloriosa pléyade de apologistas y polemistas contrarrevolu­
cionarios que van desde el obispo Strauch, pasando por Vicente
Pou y Jaime Balmes, hasta el autor de El Liberalismo es pecado.
El hecho cultural, grandioso y oculto, de que fuese Mossén
(7) Véase sobre el Cardenal Rocabertí el discurso de Torras i Bages
En Rocabertí í en Bossuet, pronunciado en 8 de mayo de 1898 en la Real
Academia de Buenas Letras de Barcelona, precisamente hablando por pri­
mera vez en lengua catalana en esta institución. Sobre el Cardenal Boxadors
véase
el estudio de Joan Tusquets El Cardenal ]oan Tomás de Boxadors
i la seva influencia en el Renaixement del tomísme (Anuari de la Societat
Catalana de
Filosofia~ Barcelona, 1, 1993).
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LA CATALUívA QUE PELEA CONTRA EUROPA
Cinto Verdaguer el cantor de la Hispanidad en su conquista evan­
gelizadora, glorificador de
Isabel, la de Castella, la Reina de les
Reines que hi ha hagut, el poeta por el que no se frustró
en la artificiosidad de las imitaciones, pretendidamente medieva­
lizantes, del romanticismo francés
y castellano, la obra literaria
de
la generación de los «Juegos florales».
Sirva este esbozo de enumeración para apoyar la afirmación de
que el catalanismo está empujando siempre a los catalanes a
aver­
gonzarse de lo que han sido, y a ocultar todo aquello que en su
historia no resulta coherente con la «Catalunya de paper» que
Torras i Bages denunciaba como forjada por la falsa filosofía que
lo ha nutrido.
De este modo el catalanismo
se ha ejercido en dirección anti­
tética a
la Tradición catalana, tal como la definió aquel venerable
Obispo,
que definió admirablemente a España como «conjunto de
pueblos unidos por la divina providencia» (8). Deseando arrin­
conar este reconocimiento de España, y el dinamismo secular de
la tradición hispánica de Cataluña, los intelectuales manipuladores
de nuestra conciencia colectiva adulan a nuestro pueblo con
el
extraño argumento de presentarlo como una excepcional avanza­
da, en lo que llaman el Estado español, de la «Europa moderna».
Esta tendencia ha culminado en la reciente pretensión de
presentar la «identidad» de Cataluña, y su «hecho diferencial», en
la perspectiva prácticamente exclusiva de las evoluciones econó­
micas-sociales por
las que surgió en Cataluña una clase burguesa
de estilo «europeo», por
una transformación -posibilitada por el
comercio con
América-de su artesanía a una industria textil;
en tiempos en que todavía en otros pueblos españoles se mantenía
una sociedad predominantemente agraria.
Se ejercita aquí también una de las deformaciones ideológicas
de la filosofía nacionalista, que condiciona el análisis sociológico,
( 8) Esta precisa afirmación, por completo opuesta a cualquier concep­
ción «nacionalista» de la Historia, la escribió Torras i Bages, siendo ya
Obispo de Vich y en el prólogo de la segunda edición de La tradició ca­
talana (TORRAS 1 BAGES, Obres completes, vol. VI, pág. 14. Biblioteca Bal­
mes, Barcelona, 1935).
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FRANCISCO CANALS-VIDAL
hasta el punto de que estamos ante el intento de definir la iden­
tidad de
un pueblo por una clase social.
El propio Vicens Vives había dicho que Cataluña era
«Un
poble de pagesos» ; y uno de los tópicos comunes a los noucentis­
tes y a los «modernistas» fue el de combatir el «ruralismo» y
«pairalismo» de la literatura del catalanismo decimonónico.
Si recordamos también los hechos sociales que
se presuponen
en !'auca del senyor Esteve, que quiso ser una sátira y vino a
resultar una glorificación de la pequeña menestralia de los boti­
guers,
esta nueva definición de la esencia del pueblo catalán desde
la hegemonía de la clase burguesa, nos podría parecer sorprenden­
te y contradictoria.
Pero es sociológicamente explicable esta evolución que ha
conducido
al catalanismo orientado a encontrar su arraigo electo­
ral en la que llaman «Cataluña profunda», a una definición que,
aspirando a moverse
en. el «esencialismo» idealista, ha venido a
caracterizar a Cataluña desde
la burguesía surgida en la Revolu­
ción Industrial.
La paradoja viene a mostrarse en su coh~rencia, si no olvida­
mos la génesis romántica del sentimiento y del movimiento cultu­
ral catalanista. El romanticismo, en efecto, que en Cataluña tuvo
su prolongación a través de la
«Renaixen~a» (9), no será nunca
comprendido en sus rasgos complejos
y aparentemente contradic­
torios,
si no se advierte en él una actitud que fue sólo posibilitada
por el ascenso
de las clases burguesas, y por las aspiraciones que
acompañaron aquel ascenso (10).
Toda la cultura romántica podría ser comprendida como un
(9) He estudiado esta continuidad entre la generación romántica cata­
lana y el movimiento literario y cultural de la llamada Renaixeftfa en mi
artículo «Catalanismo y tradición catalana» (Cristiandad, Barcelona, añO 18,
1961, núm. 362, págs. 86-90).
(10) Véase EuGEN'10 VEGAS LATAPIE, Romanticismo y Democracia (San­
tander, 1938); CHARLES MAuRRAS, Romanticisme et Révolution (Versalles,
1928) y también en mi estudio Cristianismo y Revolución (Speiro, S. A.,
Madrid, 1986, 11 edición, cap. VI sobre «El Romanticismo en la génesis
del catolicismo liberal•).
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LA.CATALURA QUE PELEA CONTRA EUROPA
conjunto de gestos reveladores de una como «sublimación» del
resentimiento contra el antiguo orden de la sociedad tradicional­
aristocrática, estamental y, en lo referente al tejido social agrario
y de la artesanía «menestrala» de las ciudades, con una vida
arraigada en las tradiciones familiares, y vertebrada en sus acti­
vidades económicas, en la estabilidad de las
«cases peirals» o en
el ritmo ordenado de lo «gremial».
El reconocimiento, asumido conscientemente, y proclamado
con complaciente autosatisfacción, de la originación romántica
del catalanismo, fue común a izquierdistas extrincesistas y a sedi·
centes «intrincesistas», teorizadores idealistas del nacionalismo
«esencial».
Todos ellos, por cierto, y en todas las direcciones del abanico
ideológico que va desde el federalismo hegeliano de Valentí Al­
mirall asumido por Rovira i Virgili, al conservadurismo sedicente
tradicional
y «balmesiano» de lgnasi Casanovas, y al entusiasmo
«ilustrado» de Joan Bonet i
Balta, admiten sin dificultad que fue
la previa castellanización lingüística de las clases cultas barcelo­
nesas la que hizo posible la apertura a la modernidad europea de
la que surgiría la conciencia y la voluntad de ser que dicen carac·
terizar el contemporáneo nacionalismo (11 ).
A modo de argumentación «ad hominem», habría que atre­
verse a decir que, desde la doctrina predominante
en el naciona­
lismo catalán, que pone la «lengua» como carácter esencial de la
«Nación»,
y teniendo en cuenta la afirmación de Prat de la Riba,
para
el cual cambiando a un hombre su lengua se le habrá cam­
biado su alma, los nacionalistas vienen a reconocer, como sus
( 11) La tesis según la cual el reformismo cultural preilustrado o ilus­
trado que fue efecto en Cataluña del reinado de la dinastía borbónica, y
que se ejerció expresamente en la asimilación de las clases cultas catalanas
a la lengua castellana
-impuesta en los tribunales y en las aulas por la
política de Carlos
III-se encuentra expresamente afirmada en el prólogo
de Joan Bonet
i Balta a la obra de FRANCESC TORT MITJANS, El Obispo de
Barcelona Josep Climent
i Avinent. (Barcelona, 1978, págs. XV-XVII). Tam­
bién en
el estudio de Hilari Raguer incluido en ·Contribució a la HistOria
de l'Esglesia catalana. Homenatge a Mossen Joan Bonet i Balta (Abadía
de Montserrat, 1993, en las págs. 183
y 184).
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1:RANCISCO CANALS VIDAL
precursores or1g1narios, a mov1m1entos surgidos entre catalanes a
los que les había sido cambiada el alma por el reformismo borbó­
nico e ilustrado.
Este afrancesamiento les preparó para la contaminación del
liberalismo de importación francesa, que les asimiló,
con instru­
mentos lingüísticos castellanos, a la España europeizada del
si­
glo xvrn y del «jacobinismo» de liberalismo centralista español.
En esto vienen a reconocer todos el origen extrínseco y < fler», por decirlo con la expresión popular con que los catalanes
motejaron,
en los años del alzamiento catalán antiborbónico de
1705-1714, los grupos minoritarios que no compartieron
la «pelea
contra Europa»
que se ejercía en aquella guerra antiabsolutista,
que fue precedente, remoto pero inconfundible, de la larga lucha
catalana contra
el Estado moderno ilustrado y liberal de impor­
tación afrancesada ( 12).
Nadie dudaría
en el plano de una sicología y ética que se
ocupase de la vida personal, individual, de un hombre, que no es
nunca el «autenticismo» garantía de autenticidad y de sinceridad.
Incluso
es fácilmente perceptible el riesgo de que una vida cen­
trada como en su ideal y fin en la realización de lo que es propio
e individual del «yo», conduce fácilmente a una situación enfer­
miz& de narcisismo obsesivo.
«Traición es, mas como mía», hace decir Zorrilla a don Juan
Tenorio. Este «solipsismo» proclamado, que se realiza muchas
veces también es el ámbito de la vanidad colectiva de las familias,
tiene su analogía, teorizada por doctrinas sobre la superior «subs­
tancialidad» del «espíritu del pueblo», en las actitudes y sentí-
( 12) Es un hecho siempre silenciado por los historiadores, especialmen­
te en la medida de su orientación catalanista, que Cataluña es, de todos
los pueblos europeos, aquel que más reiteradamente
se ha alzado en guerras
de arraigo popular contra el Estado liberal: la guerra gran de 1793-1795; la
guerra de la independencia antinapoleónica de 1808-1814; la guerra anti·
constitucionalista de
la Regencia de Urgel durante el trienio liberal de
1820-1823;
Ja guerra antiafrancesada de los agraviats en 1827; la «primera»
guerra
carlista; la de los matiners de 1846-1849; y la «segunda» guerra car­
lista
de 1872-1875.
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LA CATALU!vA QUE PELEA CONTRA EUROPA
mientes que trata de imponer a un pueblo la política cultural na­
cionalista. El nacionalismo corre así el riesgo de convertirse en
una enfermedad mental colectiva.
El propio Prat de la Riba, personalmente hombre religioso
y
de profesión práctica católica, formuló en «La nacionaJitat cata­
lana» aquella desorientadora doctrina según la cual una Cataluña
«nacional» sería siempre «catalana», aunque pudiese ser católica
o librepensadora, liberal o socialista, centralista y descentraliza­
dora. Mi maestro el padre Orlandis expresaba
su tristeza e indig­
nación por
el deformador ideal expresado en las palabras del doc­
trinario del nacionalismo conservador.
El idealismo romántico que inspira al nacionalismo relativiza
y subordina al mito metafísico de la «nacionalidad» todos los
bienes humanos, naturales y sobrenaturales. De esta manera el
pretexto de creación del «país», de construcción
de la nación,
resulta prácticamente-desintegrador de
la vida familiar, desorien­
tador del pensamiento como aprehensión de la realidad, encubri­
dor de la memoria histórica, y estímulo hacia la desorientación de
la misma doctrina de la fe católica y de la teología.
Efecto de aquella relativización
es la vigencia práctica del tó­
pico de la transigencia y el diálogo, que debilita toda fidelidad y
tocia exigencia de coherencia puesta en práctica de convicciones
asumidas como algo querido por sí mismo, y en definitiva orde­
nado al bien mismo del hombre
y de la sociedad.
Los efectos que en
la cultura catalana contemporánea, y en
la misma vida religiosa de Cataluña, ha tenido la mentalidad na­
cionalista, que mi maestro el padre Orlandis decía· que «ha cas­
trado a Cataluña», no son accidentales a
las actitudes que inspiran
al nacionalismo catalán.
La deformación obrada en el plano cultural y «pastoral» ha
llegado a ser tan profunda que en los sectores intelectuales
cató­
licos del nacionalismo se llega a dar por supuesto que toda actitud
de fidelidad
al magisterio de la Iglesia, a las enseñanzas pontifi­
cias, y a las tradiciones de la «Iglesia institucional», sólo se ex­
plica en Cataluña por la contaminación de un falso «españolismo».
La fructificación corrompida de estas corrientes ha sido des-
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FRANCISCO CANALS VJDAL
crita por Pau López y Castellote notando que «en estos momen­
tos, entre nosotros, hay un modo de presentar a Jesucristo que
deja su divinidad en una angustiosa ambigüedad. La Sagrada Con­
gregación para la doctrina de la fe, en su declaración de 1972
Mysterium fidei, expresa exactamente lo que se nos está diciendo
en las aulas y en los libros de texto de religión. Dice así: es
opuesta a la fe católica la afirmación según la cual la humanidad
y Jesucristo existiría en sí misma corno una persona humana, y no
como asumida en la persona eterna del Hijo de Dios, y que el
misterio de Jesucristo consistiría en que Dios, revelándose en
forma suprema, estaría presente en
la persona humana de Jesús.
Los que así piensan permanecen lejos de la verdadera fe en
Cristo» (
13 ).
Advirtamos que el prestigioso escritor y pedagogo, reciente­
mente fallecido, afirma expresamente que estos errores contrarios
a la fe y denunciados por la Santa Sede, son predominantes «en
las aulas» y en los «teXtos», es decir, en la enseñanza teológica
y en la formación catequética y religiosa que se va tratando de
imponer hoy en Cataluña.
Tengo la convicción de que
se da una continuidad entre esta
profunda desviación teológica y las deformaciones «nacionalistas»
de la conciencia histórica catalana contemporánea. En mi opinión
no faltan desgraciadamente algunos núcleos, dirigentes
de nuestra
vida cultural y espiritual, para los que los pretextos nacionalistas
son asumidos al servicio de una corriente de enfrenta.miento a la
doctrina católica y a la autoridad pontificia, tan profundamente
arraigada durante siglos en
la vida del pueblo cristiano de Ca­
taluña. El sedicente «nacionalismo» es instrumento de lo que po­
dríamos definir como «antipapismo».
No son de extrañar, en este contexto, los olvidos y descono­
cimientos que antes hemos intentado sugerir.
Todi! la historia, que
patentiza en los siglos modernos «la Cataluña que pelea contra
Europa», está entre nosotros totalmente silenciada; o es presen·
(13) PAu LóPEZ Y CASTELLOTE, Humanisme cristia {Barcelona, 1987,
pág. 55).
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LA CATALU/ÍIA QUE PELEA CONTRA EUROPA
tada en formas unilaterales, encubridoras del sentido profundo de
los acontecimientos.
Es siempre tarea urgente mantener viva y presente «La Tradi­
ción catalana», que proclamó Torras i Bages y que tan asiduamen­
te estudió el profesor Francisco Elías de Tejada. Por las razones
mencionadas, la reconquista para Cataluña de
la autenticidad de
su conciencia histórica se ha convertido ahora también en un
servicio urgente a la defensa de la fe católica en su vigencia en la
vida familiar, cultural y política.
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