Índice de contenidos

Número 347-348

Serie XXXV

Volver
  • Índice

Los obispos españoles del siglo XIX. Diócesis de Almería

LOS OBISPOS ESPAÑOLES DEL SIGLO XIX.
DIOCESIS DE ALMERIA
POR
FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA ÜGOÑA (*)
l. Juan Antonio de la Virgen María Viana OCD
(1798-1800).
Casi nada sabemos de este obispo salvo
su efímero paso por la
diócesis almeriense, de la que ni Siquiera llegó a tOmar posesión,
según refieren
Tapia (1) y Guitarte (2). Nació en Lagrán, rincón
alavés
muy próximo a Logroño, Navarra y Btirgos, perteneciente a
la diócesis de Calahorra
y La Calzada (3). Preconizado el 14 de
agosto de 1798, falleció el 28 de enero de 1800 en Murcia (4),
seguramente camino de
su diócesis. Llegaba a Almería procedente
de Caracas, donde fue
el vigesimoquinto prelado de aquella sede,
(*) El autor tiene en avanzado estado de redacción una obra sobre los obis­
pos españoles del siglo XIX, de la que, como primkia, publicamos el capítulo
segundo; no hemos escogido el capítulo primero, correspondiente a la diócesis
de Albarracín dada su brevedad, pues· tal sede episcopal se extinguió en 18 51
(N. de la R.).
(1) TAPIA,]. A.: «Almería, Diócesis de», en Diccionario de Historia Eclesiástica
de E.spaña, en adelante DHEE, I, CSIC, Madrid, 1872, 44; Guitari:e Izquierdo,
Vida!: Episcopologio español 1700-1867, Ayuntamiento de Castellón de la Plana,
1992; pág. 110.
(2) GUITARTE: Op. cit., pág. 110.
(3) GUITARTE: Op. cit., pág. 110.
(4) TAPIA: Op. cit., pág. 44, GUITARTE: Op. cit., pág. 110.
Verbo, núm. 347-348 (1996), 783-810 783
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO]OSE FERNANDEZ DE LA CIGOfeA
preconizado el 24 de septiembre de 1792 (5) y consagrado en Santo
Domingo el 14 de agosto de 1793 (6).
2.
Francisco Javier Mier y Campillo (1801-1815 ó 1816).
Este asturiano nacido
en Allés (debe ser Aller) el 18 de febrero
de 1748 (7), fue preconizado el 19 de enero de 1801 (8), o el 24 de
mayo
de 1802 (9), y gobernó la diócesis hasta su renuncia que, para
Tapia se produjo el 1 de mayo de 1816 (10), para Ruiz Fidalgo en
1816 (11), para Perlado (12) el 16 de septiembre del año anterior y
para
Guitarte el 16 de diciembre de 1815 (13). No hemos hallado
en los autores que consultamos fecha cierta de su fallecimiento.
Guitarte dice que se produjo antes del 20 de mayo de 1818 (14).
Debió ganar notable prestigio al frente
de la diócesis almeriense
ya
que cuando las Cortes de Cádiz eligieron consejeros de Estado,
el 27 de enero de 1812, fue el segundo más votado, obteniendo la
confianza de
48 diputados, sin duda tradicionalistas, en el primer
escrutinio. Como ninguno de los candidatos alcanzó la mayoría
absoluta
se pasó a una segunda votación en la que compitió con el
cardenal Borbón, arzobispo
de Toledo y de Sevilla, y con los obispos
(5) Rurz FIDALGO: «Obispos españoles», en DHEE, Suplemento, Madrid,
1987, 557; Guitarte: Op. cit., pág. 110.
(6) EGAÑA, ANTONIO DE: Historia de la Iglesia en la América española. Desde
el Descubrimiento hasta comienzos del siglo XJX. Hemisferio Sur, BAC, Madrid 1966,
pág. 1015; GUITARTE: Op. cit., pág. 110.
(7) D1z-Lo1s, MARíA CRISTINA: El manifiesto de 1814, EUNSA, Pamplona,
1975, pág. 125; Guitarte: Op. cit., pág. 122.
(8) TAPIA: Op. cit., 44; Ru1z FIDALGO: Op. cit., pág. 544.
(9) GUITARTE: Op. cit., pág. 122.
(10) TAPIA: Op. cit., pág. 44.
(11) Rurz FIDALGO: Op. cit., pág. 544.
(12) PERLAIX>, PEDRO ANTONIO: Los obi.spos españoles ante la amnistía de 1817,
EUNSA, Pamplona, 1971, pág. 172.
(13) GUITARTE: Op. cit., pág. 122.
(14) GUITARTE: Op. cit.; pág. 122.
784
Fundaci\363n Speiro

LOS OBISPOS ESPA'&OLES DEL SIGLO XIX. DIOCESIS DE ALMERIA
de La Habana y Urge!. Logró 73 votos frente a los 86 del cardenal,
que resultó elegido (15).
Que los votos liberales que se los llevó
Borbón
es pura evidencia.
Según el
Filósofo Rancio y Borrull fue uno de los obispos que
representaron
en favor de la Inquisición (16). Cuando al fin se
pudieron celebrar elecciones en las provincias, llegando así a las
Cortes los
diputados que verdaderamente eligió el pueblo espa­
ñol, conforme a las normas de
la recién promulgada Constitución
de 1812 y que dieron
lugar a una notable mayoría de diputados
tradicionalistas, el obispo de Almería fue elegido representante
por Granada,
tomando posesión de su escaño, ya en Madrid, el 15
de enero de 1814 (17).
A
panir de ese momento militó abiertamente en el campo tradi­
cionalista
que se impuso en casi todas las votaciones a sus rivales en
los pocos meses que quedaban de vida a las Corres. Quisieron los
liberales privar de su escaño al obispo de Pamplona, Arias Teijeiro,
y Mier fue uno de los
82 diputados que impusieron su candidatura
frente a
58 votos liberales. También estuvo entre lo.s diputados que
aseguraron las elecciones que se habían celebrado en Galicia con
abrumador triunfo tradicional,
en varias votaciones del Congre-so
(18). Votó en cambio
el encausamiento del diputado ultrarrealista
López de Reina, si bien en esa ocasión la mayoría de los diputados
tradicionalistas
se unió con los liberales, lo que supuso 123 votos
contra 13 (9-II-1814), (19). Fue derrotado, esta vez con muchos de
(15) Actas de las sesiones secretas de las Cortes, Madrid, 1874, pág. 541;
FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA, FRANOSCO JOSÉ: El liberalismo y la lgleJia española.
Historia de una persecución, 11. Las Cortes de Cádiz, Fundación Francisco Elías de
Tejada
y Erasmo Pércopo, Madrid, 1996, pág. 151.
(16)
AL VARADO, FRANCISCO: Cartas críticas, 11, Madrid, 1824, pág. 453;
Discusión del proyecto de decreto sobre el Tribunal de la Inquisición, Cádiz, 1813, págs.
389-390; FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA: Op. cit., pág. 217.
(17) Actas de las sesiones de la legislatura ordinaria de 1813, en adelante ASLO 13,
Madrid, 1876, pág. 336.
(18) AS1013, págs. 352, 387, 395, 399, 403.
(19) AS1013,
pág. 451.
785
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCOJOSE FERNANDEZ DE LA CIGOÑA
los de su partido, por 58 votos contra 68;cuando intentaron opo­
nerse a la causa contra el marqués del Palacio (11-II-1814), (20).
El acto más significado de su paso
por las Cortes fue el haber
firmado, con otros
68 diputados, el célebre Manifiesto de los Per­
sas (21), que constituyó una rotunda denuncia de la obra gaditana y
sirvió de base teórica a la reacción absolutista, aunque luego esta se
alejara mucho de lo propugnado por los persas en su Manifiesto (22).
Semejante conducta fue ciertamente del agrado de Fernando
VII que,
una vez restaurado el Tribunal del Santoüficio, le propuso
para Inquisidor general (2 3 ), cargo que ocupó, según Bernardino
Llorca (24), de 1814 a 1818, si bien
Martí Gilabert fecha su renuncia
en 1815 (25) ¿Renunció antes el cargo de Inquisidor que
la diócesis?
¿Lo mantuvo después .de dimitir la mitra? ¿Dejó ambos en 1815 ó
1816?
Otra incógnita más de las muchas que nos encontramos al
tratar de los obispos españoles. Y no de los de los siglos oscuros y
antiguos sino de los de ayer.
De sus días de .inquisidor general señalaremos la publicación
del decreto de Consalvi contra
la masonería el 2 de enero de 1815 (26)
y
su decreto de 5 de abril del mismo año en el que manifestaba
como había males mayores que los causados por los franceses: los
progresos de la incredulidad y la corrupción de las costumbres (27).
Reformó y amplió su seminario (28) y, aunque nunca consagró a
un obispo, asistió a diversas consagraciones: el ·2 de junio de 1805, en
(20) ASL013, pág. 457.
(21) DIZ-Lmsc Op. cit., págs. 104, 125, 276.
(22)
FERNÁNDEZ DE LA CIGO:&A, FRANCISCO Jos:é: «El manifiesto de los
petsas», en
Verbo, núm. 141-142, enero-febrero 1976,passim.
(23) MARTf GII.ABERT, FRANCISCO: La abolición de la Inquisición en España,
EUNSA, Pamplona, 1975, pág. 302.
(24)
LLORCA, BERNARDINO: Inquisición, DHEE, JI, 1200.
(25)
MARTÍ GILABERT: Op, cit., pág. 304.
(26)
ÜLEA, PEDRO: «Iglesia y masonería. El archivo de la nunciatura de
Madrid,
1800-1850», en Masonería. Política y Sociedad, 11, Centro de Estudios
Históricos de la Masonería Española, Zaragoza, 1989, pág. 572.
(27)
ÜLEA: Op. cit., págs. 571-572.
(28) TAPIA: Op. cit., pág. 43.
786
Fundaci\363n Speiro

LOS OBISPOS ESPAÑOLES DEL SIGLO X(X. DIOCESIS DE ALMERIA
Jaén, a la del obispo de Guadix, Cabello, el 12 de febrero de 1815; en
Madrid, a la de los de Lugo, Azpeitia,
y Zamora, Inguanzo, el 9 de
abril de 1815, también en Madrid, a la del de Ciudad Rodrigo, Ra­
mírez de la Piscina y el 16 de febrero de 1817, asimismo en
la capital
de España, a la del auxiliar de Canarias, Vicente Román Linares (29).
Evidentemente su cargo de Inquisidor general le bizo permanecer
en ..
Madrid. Su intervención en una consagración episcopal en 1817, con
lo que esa larga ceremonia suponía de resistencia física en los partici­
pantes, excluye la enfermedad como causa
de la renuncia. Tampoco
parece que pueda atribuirse a haber caído
en desgracia con Fernando
VII, pues quienes incurrían
en el regio enojo inmediatamente eran
alejados de la corte. El nombramiento de sucesor al frente de la In­
quisición no
se produjo hasta junio de 1818 (30), lo que podría indicar
que permaneció rigiendo el Santo Oficio hasta su muerte y que la
renuncia a la
mitra almeriense pudo deberse a la escrupulosidad del
prelado que, al no poder cumplir sus deberes de residencia por el cargo
inquisitorial, dejó el obispado. Pero todo esto no pasa de conjeturas.
3.
Antonio Pérez Minayo (1818-1833).
Ya a una edad avanzada, sesenta y un años, es nombrado el 16
de marzo de 1818 obispo de Almería el vallisoletano Pérez Minayo,
nacido en
Urueñael 7 de enero de 1757 (32). Licenciado en Derecho
civil y canónico
por las universidades de Valladolid y Toledo (33),
no dejó especial huella, al menos a nivel nacional, de su paso
por la
diócesis. Parece que hay que atribuir su nombramiento espiscopal
a influencias del confesor del rey (34).
(29) GUITARTE: Op. cit., págs. 125, 129-131, 135.
(30)
ALONSO TEJADA, Lurs: Ocaso de la Inquisición, Zero, S.A., Madrid, 1969,
pág. 31; Teruel: «Obispos liberales»,
Milenio, Lérida, 1996, pág. 200_.
(31) GIL NOVALES, ALBERTO: Diccionario biográfico del Trienio liberal, en
adelante DBTL, Madrid, 1991, pág. 518; Guicarce:
Op. cit., págs. 136-, 137.
(32)
GUITARTE: Op. cit., págs. 136, 137.
(33) DBTL, pág. 518.
(34) CÁRCEL, VICENTE: Política eclesial de 101 gobiernoJ liberales españoles, 1830-
1840, EUNSA, Pamplona, 1975, pág. 456.
787
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO]OSE FERNANDEZ DE LA CIGORA ~
Fue consagrado el 5 de julio de 1818 en el Colegio imperial de
los jesuitas, en Madrid,
por el obispo de Terne!, Montoya, asistido
de los de Gerona y auxiliar de Toledo, Allué y López Castrillo (35).
No llevaba aun dos años de obispo cuando el Trienio liberal
sacudió a la Iglesia
de España. Y curiosamente el obispo de Almería
pareció no existir. La
Colección Eclesiástica Española, de consulta
imprescindible
para la época, ni le nombra. No protestó de nada,
no se adhirió a nada.
Tampoco se volcó a favor de los liberales,
pues estos habría~ aireado su actitud tan necesitados como esta­
ban de asistencias episcopales. Solo por vía indirecta cabe deducir
algo de
su existencia y ello no le es favorable. Pérez Minayo y otros
nueve obispos no figuran
en la lista de los prelados de los que
consta solicitaron facultades al n-uncio para ocuparse de los regula­
res (36). Eran,
por tanto, los obispos más sospechosos tanto en el
antirromanismo como en la obsequiosidad ante un régimen hostil
a la Iglesia.
Figura en cambio como suscriptor de la mencionada
Colección Eclesiástica (3 7), con lo que debió sentirse, al leerla, abo­
chornado viendo tantos gloriosos testimonios dados
por sus her­
manos
en el episcopado.
Después de la restauración tampoco existe. El Consejo de ministros
se queja de que ni acusa recibo, como otros obispos, de la circular
que el titular de Gracia y Justicia había remitido solicitando que
predicaran tranquilidad al pueblo ante las primeras revueltas realis­
tas (29-VIII-1825) (38).
En este caso no cabe achacar el silencio a
simpatías del obispo
por los descontentos con la conducta tibia del
rey y
su gobierno. Más bien pasaba de todo. Hasta el extremo de
parecer como si hubiera decidido morirse el 29 (39) o el 30 de
agosto de 1833 (40) para evitarse los problemas que la muerte de
(35) GUITARTE: Op. cit., págs. 136-137.
(36)
Colección EclesiáJtica Española, en adelante CEE, II, Madrid, 1824, págs.
168-169.
788 (37)
CEE, III, pág. 285.
(38)
Actas del Consejo de Ministros 1824-1825, Madrid, 1989; pág. 310.
(39)
GUITARTE: Op. cit., pág. 137; DBTL, pág. 518.
(40) TAPIA: Op. cit., pág. 44.
Fundaci\363n Speiro

LOS OBISPOS ESPAÑOLES DEL SIGLO XIX. DIOCESIS DE ALMERIA
Fernando VII, pocas fechas después, iba a acarrear a la Iglesia de
España.
4.
Anacleto Meoro Sánchez (1847-1864).
Los peores años del liberalismo los pasó Almería sin obispo. El
Gobierno presentó para suceder a Pérez Minayo a Vicente Ramos
García, al
que los liberales querían agradecer los servicios prestados
con
una mitra pero Roma no le reconoció y, además, sus cargos en
Madrid hicieron que no se ocupara demasiado de la segunda diócesis
para la que le proponía el liberalismo. Aunque Manuel Teme! asegura
que llegó a gobernar la mitra almeriense, en calidad de gobernador
eclesiástico elegido
por el cabildo, en abierta oposición a las normas
canónicas
que impedían al obispo.electo hacerse cargo de la diócesis
para la que el rey le había designado, desde el 19 de octubre de
1836
al 18 de diciembre de 1838 (41). De la interesante figura de
Ramos García nos ocuparemos al tratar de la diócesis de Segorbe
para la que llegó a ser preconizado durante el Trienio liberal, aunque
nunca llegó a recibir la consagración.
Por fin, tras catorce años
de orfandad, es nombrado el 1 7 de
septiembre (42), o de diciembre (43), de 1847 obispo de la ciudad
andaluza Anacleto Meoro, que tomó posesión de su sede
el 16 de
abril de 1848 (44). Había nacido el
13 de julio de 1778 en Granátula
de Calatrava (Ciudad Real) (45), por lo que llegaba a su nuevo
cargo con muchos años sobre sus espaldas, sesenta y nueve.
Había sido arcediano de Murcia y llegaba con experiencia a su
sede
ya que, a la muerte del obispo de Cartagena, Azpeiria, fue
elegido vicario capitular de aquella diócesis. Su episcopado, relativa­
mente largo dados los años con los que lle~ó a Almería, fue discreto.
(41) TERUEL: Op. cit., pág. 181.
(42) TAPIA: Op. cit., pág. 45.
(43) GurTARTE: Op. cit., pág. 154.
(44) TAPIA: Op. cit., pág. 45.
(45) CÁRCEL: Op. cit., pág. 456; GurTARTE: Op. cit., pág. 154.
789
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGOf:JA
En 1862, cuando ya contaba 84 años, dirige una representación a la
reina quejándose de los libros y periódicos anticatólicos que circu­
laban por España (46).
Ese mismo año, lo que ya es mérito dada su avanzadísima edad,
y muestra de su filial devoción a Pío IX, fue uno de los obispos
españoles que acudieron a Roma con motivo de la canonización de
los mártires del Japón y de Miguel de los Santos, en lo que fue,
sobre todo,
una muestra de solidaridad con el Papa expoliado de los
Estados Pontificios, que quedaba entonces reducido a poco más
que
la ciudad de Roma (47). Creemos que era el más anciano de la
expedición episcopal que embarcó en el Berenguer en Barcelona. Y
cuando a esos años se
emprende tal viaje --de Almería. a la capital
catalana y, de allí, a la de la Cristiandad, y con los medios de enton­
ces-, es lícito suponer que el obispo abrigaría muchísimas dudas
sobre si podría llegar y, más todavía, sobre
su regreso. Pero allí
marchó, creyendo
que era su deber y, seguros estamos, que con una
ilusión inmensa, pues sin ella no cabría tal empresa que todos los
razonamientos humanos desaconsejaban.
La muchedumbre.católica
que se amontonó en los muelles de la ciudad condal para despedir a
los prelados de España tuvo que contemplar con emoción profunda
como, entre tantos pastores, seguramente con paso vacilante y tal
vez ayudado por alguno de sus hermanos, marchaba con alegre sem­
blante aquel varón cargado de años y de experiencia episcopal.
Y
creemos que aquel pastor, reducido a una humilde diócesis, dio
entonces su mejor lección
de buen obispo a toda España. Dos años
después fallecería, el 2 de enero de
1864 (48). Sus ideas debieron
ser siempre tradicionales pues en 1823 encontramos a «Don Anacleto
Meoro, Arcediano de Murcia» como suscriptor de la Colección Eclesiás­
tica Española (49).
El 1 de enero de
1849 debió firmar la carta colectiva que el
episcopado español dirigió a Pío
IX para consolarle en su refugio
790 (46)
CRUZ, LA, 1862, !, págs.
431-434.
(47)
CRUZ, LA, 1862, [, pág. 599-
(48)
TAPIA: Op. cit., 45; GUITARTEc Op. cit., pág. 154.
(49) CEE,
Il, pág. 302.
Fundaci\363n Speiro

LOS OBISPOS ESPAROLES DEL SIGLO XIX; DIOCESIS DE ALMERIA
de Gaeta (50). Más curiosa fue su Pastoral sobre el magnetismo, el
galvanismo y elfrenologismo, de 15 de marzo de 1857, que creemos
debió ser la primera que
se escribió en España sobre tales cuestio­
nes. Se habían adelantado algunos obispos franceses (Moulins, 1836;
Viviers, 1853; Marsella, 1854; Mans, 1854) (51) pero ello no
es
óbice para dejar de señalar su pteocupación por asuntos entonces
novedosos en aquel anciano de 79 años.
5. Andrés Rosales Muñoz (1864-1872).
Este obispo, que dejó bastante que desear, llegó a Almería proce­
dente de Jaén, diócesis que había ocupado desde
el 25 de junio
(52), o el 23 de noviembre, de 1858 hasta
el 27 de julio de 1864 en
que fue trasladado a su nueva Iglesia (53). Tapia cambia las sedes
y
dice que de Almería pasó a Jaén el 10 de octubre de 1872 que es la
fecha de su fallecimiento (54). Tomó posesión de Almería el 22 de
diciembre de 1864 (55).
De su paso por Jaén
nos ocuparemos al tratar de aquella diócesis
pero si conviene ahora apenas señalar que fue nombrado senador
vitalicio, de acuerdo con la Constitución de 1845, jurando el cargo
el 18 de febrero de 1861 (56). El dato
no carece de importancia si
tenemos en cuenta que fue un senador nombrado por O'Donnell,
que había sido también el que le había hecho obispo. Por ello no es
de extrañar que, siendo persona más preocupada por halagar al poder
que por velar por la Iglesia, cuando el duque de Tetúan reconoció
el reino de Italia, con escándalo de todos los católicos
y protestas de
(50) CRUZ, LA: 1878, 1, pág. 234.
(51)
CRUZ, LA: 1888, 1, pág. 553.
(52) GUITARTE: Op, cit., pág. 167; Moreno Cebada, Emilio. El santo Concilio
ecuménico del Vaticano, 1, Barcelona, s. a., pág. 269.
(53) MoNTIJANO, ].:jaén, D;6cesir de, en DHEE, 11, pág. 1.223,
(54)
GUITARTE: Op. cit., pág. 167.
(55)
TAPIA: Op. cit., pág. 45.
(56) Estadística de las CorteJ, Madrid, 1880, pág. 516.
791
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO ]OSE FER.NANDEZ DE LA CIGO:Ñ'A
todos los obispos, en.1865, Rosales fuera de los escasísimos que no
se pronunció contra la medida
(5 7).
Una vez producida la revolución que derrocó a Isabel II fue aun
peor su conducta. Según nos refiere Cárcel, el episcopado unánime­
mente reaccionó contra la pretensión del Gobierno de que todo
eclesiástico jurara la Constitución de 1869. Estaban los obispos en
Roma
y firmaron un documeri.to colectivo defendiendo su actitud,
«con la sola excepción del obispo de Almería Pérez Minayo» (sic)
(58). Evidentemente lo de Pérez Minayo, fallecido en 1833,
es un
lapsus de Cárcel.
Parece que entre el episcopado español solo Rosales (59) y el
primado Alameda se prestaron al juramento (60). Naturalmente el
obispo de Almería autorizó a
s,u clero a jurar, cosa que por otra
parte.Roma permitía, aunque con escasísimo resultado. De 38 canóni­
gos juraron
11 y de 189 sacerdotes, 24 (61). La sintonía del obispo
con su clero era, como
se ve, bien escasa. Es preciso señalar aquí la
actitud heróica de la gran mayoría del clero español que rehusó
prestar juramento a una Constitución que estimaban reprobable,
aunque Roma con restricciones mentales lo permitiera, sabiendo
que con ello quedaban en la
más_ absoluta pobreza. En este caso el
obispo no estuvo a la altura del más humilde de sus sacerdotes.
No podemos asegurar si firmó la exposición que el arzobispo de
Granada y sus sufragáneos dirigieron al Presidente del Gobierno
provisional el
26 de noviembre de 1868 contra los decretos antica­
tólicos promulgados el mes anterior (62).
(57) JIMÉNEZ NúÑEZ, FERNANDO: Los gobiernos de Isabel 11 y la cuesti6n de
Italia, Madrid, 1988, pág. 143.
(58)
CÁRCEL ÜRTÍ, VICENTE: La revolución burguesa (1868-1874), en HIE,
V, pág. 251.
(59) SANZ DE DIEGO, RAFAEL MARÍA: Medio siglo de relaciones Iglesia-Estado:
El
cardenal Antolfn Monescillo y Viso (1811-1897), Publicaciones de la Universi­
dad Pontificia de Comillas, Madrid, 1979; pág. 204.
(60)
CARCEL: La revolución ... , pág. 251.
(61) · CARCEL: La revolución ... , pág. 251.
(62) REVUELTA GONZÁLEZ, MANUEL: La Compañia de jesús en fa España
contemporánea I (1868-1883),.Madrid, 1984; pág. 131.
792
Fundaci\363n Speiro

LOS OBISPOS ESPAROLES DEL SIGLO XIX. DIOCESIS DE ALMERIA
No sorprenderá, por todo lo expuesto, ·que semejante obispo
fuera de los felicitados
por el ministro de Gracia y Justicia, Ruiz
Zorrilla,
por su reacción ante el decreto del 5 de agosto de 1869
(63). Es más chocante no verle entre los 41 obispos españoles fir­
mantes
de la exposición dirigida desde Roma a las Cortés con una
abierta condena del proyecto de matrimonio civil (64). De que el
obispo había ido a
Roma para participar en el Concilio no había
duda (65). La falta de su firma era tan escandalosa que diez días
más carde (10-I-1870)
dirigió Rosales a las cortes una exposición
por la que también él mostraba su oposición al niatriínonio civil
(66) ¿Rehusó el obispo la firma colectiva?
¿No se la pidieron los
restantes obispos conociendo
su modo de pensar? ¿Estaba ausente
de Roma? Es
de esperar que nuevos estudios aclaren esta y otras
ignorancias
que a lo largo de este trabajo van surgiendo y que de­
muestran lo
mucho que queda por desbrozar en este importante
campo de la historia contemporánea.
Rosales tenía
que encontrarse realmente incómodo entre sus
compañeros españoles en
Roma y pidió autorización para regresar a
su diócesis (67).
No perdió nada el Concilio con·su ausencia. Y no
nos extraña
que Moreno Cebada, al redactar las semblanzas de los
obispos españoles
que tomaron parte en el primer Concilio Vatica­
no,
omita la del prelado almeriense (68). Como si prefiriese no
hablar de él. Sus días estaban ya contados si realmente
murió en·
1872 fecha en que dejó de ser obispo de Almería. Tapia dice que el
10
de octubre fue trasladado aJá.én pero se trata de un error. Ruiz
Fidalgo no
da la fecha de su muerte, suponemos que por descono­
cerla (69).
Guitarte señala aquel día como el de su óbito (70).
(63) Fe Católica, La: Jaén 1869, págs. 142-144.
(64)
MORENO CEBADA, EMILIO: El Santo Concilio Ecuménico del Vaticano, II,
Barcelona, S.A., págs. 49-53.
(65) MORENO: Op. cit., J, pág. 269.
(66) Fe Católica, La: Jaén 1870, págs. 258-261.
(67)
MARTfN TEJEDOR: Concilio Vaticano I, en DHEE, I, pág. 514.
(68) MORENO: Op. cit., 11, págs. 490-626.
(69) Ru1z FIDALGO: Op. cit., pág. 551.
(70) GUITARTE: Op. cit., pág. 167.
793
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGOFfA
6. José María Orberá y Carrión (1875-1886).
Vacó tres años la diócesis, dadas las diferencias entre Roma y
Madrid sobre el Patronato regio, hasta que el 20 (71) o el 23 Ó2)
de septiembre de 1875 fue preconizado José María Orberá, que
tomó posesión el 18 de marzo del año siguiente (73). Almería, tras
el pontificado de Rosales,
debió quedar en estado de liquidación
por lo que, según nos dice el que después sería el cardenal Vico, en
un informe del 31 de diciembre de 1890 (7 4), propuesto Vicente
Calvo
y Valero para aquella sede, al conocer el estado de la misma,
«de ninguna forma la quiso aceptar» (75), por lo que Orberá, que
había sido designado pata Santander, tuvo que
cambiar aquella diócesis
con Calvo (76).
«Profesor del Seminario
de Cuenca, capellán de Madrid, benefi­
ciado en Barcelona, canónigo de
la colegiata de Covadonga, marchó
finalmente a Santiago de
Cuba» (77). Era realmente un clérigo
itinerante. Llegaba
Orberá a Almería con la aureola de los confesores tras
el calvario
que tuvo que pasar en Cuba, donde era vicario capitular,
sede vacante,
de la archidiócesis qe Santiago tras la muerte de su
arzobispo y en cuyo cabildo ocupaba la canonjía doctoral (78). El
intento de jntrusión de la archidiócesis que patrocinó el gobierno
de Amadeo de Saboya (79) en favor de Pedro Llorente condujo al
(71) TAPIA: Op. cit., pág. 45.
(72) ECHEVARRfA, LAMBERTO DE: Episcopologio español contemporáneo (1868-
1985),
Ediciones Universidad de Salamanc~. Salamánca, 1986; pág. 45.
(73) TAPIA: Op. cit., pág. 45.
(74) Reproducido en CÁRCEL ÜRTf, VICENTE. León XIII y loJ católicoJ españoles,
EUNSA, Pamplona, 1988; pág. 199 y sigs., en adelante citaremos por Vico.
(75) Vrco: págs.
243, 257.
(76) Vrco: pág. 257.
(77) CUENCA TORIBIO,, JUAN MANUEL: «El episcopado eJpañol en tiempoJ de
Pío IX. Apunte Jociológico», en Estudios de Historia contemporánea, I, CSIC, Ma­
drid, 1976; págs. 285-286.
(78) CÁRCEL: La revolución ... , pág. 267.
(79) NOCEDAL, CÁNDIDO: DefenJa del vicario capitular de Santiago de Cuba
Don joJé Orberá ante el Tribunal Supremo, Madrid, 1874.
794
Fundaci\363n Speiro

LOS OBISPOS ESPAROLES DEL SIGLO XIX. DIOCESIS DE ALMERIA
vicario y al canónigo penitenciario, ·Ciriaco Sancha, que. terminaría
sus días como cardenal primado, a la cárcel y al destierro por su
valiente defensa de la doctrina canónica. Algunos años después de
su muerte se publicó una biografía de Orberá con este expresivo
título:
El mártir de Cuba y obispo de Almeria Ilmo. D. José Orberá y
Carrión (80).
Una Instrucción pastoral del vicario capitular, que firma también
Sancha como secretario, denunciando
la intrusión del chantre Lloren­
te (81), fue el origen de todos sus males pero también la causa de su
gloria, al señalarse como intrépido paladín de los derechos de l.a
Iglesia sin que hiciesen mella en su ánimo amenazas ni persecuciones.
No entraremos en la brillante defensa que Cándido Nocedal hizo '
del canónigo, que concluyó en una sentencia absolutoria fechada en
junio de 1874 (82). Esta fue una de las penúltimas actuaciones del
(80) SoLA, JOSÉ MARÍA: El mártir de Cuba y obispo de Almerfa Ilmo. [). José
Orberá
y Carrión, Madrid, 1914.
(81)
NOCEDAL: Op. cit., 111-XIX.
(82) En el folleto citado de Nocedal no figura esa sentencia pero poseemos
otro,
que catece de la introducción numerada en romanos y de portada, que la
reproduce, la paginación de la defensa de Nocedal es la misma
que en el anterior
y tiene una página más con la sentencia. También puede encontrarse.en La Cruz,
1874, II, pág. 128. León XIII ... , págs. 53-54. Cfr. también: NOCEDAL, CÁNDIDO:
«Escrito del Excmo. Sr. D. Cándido Nocedal, presentado en el Tribunal Supremo,
apelando
de la sentencia dictada por la Audiéncia de Cuba contra los Sres.
D. José Orberá
y D. Ciriaco Sancha, por éjercer el primero el cargo de gobernador
eclesiástico, para
que fue canónicamente elegido, sede vacante, y por autorizar el
segundo; como secretario, la pastoral expedida
por dicho gobernador eclesiástico»,
en
La Cruz: 1874, 1, págs. 209-242; NocEDAL, CÁNDIDO: «Escrito del Excmo.
Sr.
D. Cándido Nocedal presentado en el Supremo Tribunal, apelando de la
sentencia dictada
por la Audiencia de Santiago de Cuba contra el Sr. D. José
Orberá,
por desobediencia al Gobernador de la Isla, que le ordenó reconocer
como arzobispo
y rendir cuentas de su administración como gobernador eclesiás­
tico, a D. Pedro Llorente», en
La Cruz: 1874, I, págs. 458-472; «Sentencia del
Tribunal Supremo de Justicia en la causa criminal contra los Sres. D. José Orbe­
rá, gobernador eclesiástico, sede vacante de Cuba, y· su secretario D. Ciriaco
Sancha», en
La Cruz: 1874, I, pág. 523; «Exposición dirigida por millares de
madres de familia
y señoras de Cuba en favor del gobernador eclesiástico, sede
vacante, canónicamente elegido»,
en La Cruz, 1874, I, págs. 242-244.
795
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCOJOSE FERNANDEZ DE LA CIGO~A
regalismo español que pretendía hasta determinar quienes tenían
la jurisdicción eclesiástica como si ello fuera competencia suya. A
Orberá le cupo la gloria de oponerse radicalmente a unas pretensiones
que ya eran insostenibles, no
solo eclesiásticamente sino incluso
políticamente. El tan denostado Syt!abu, fue la sentencia de muerte
del regalismo, absolutista al principio y liberal después. Solo por
ésto, y prescindiendo de otras razones, merece el agradecimiento
de la Iglesia.
Había nacido Orberá en Valencia, hijo de zapatero (83), el 6 de
noviembre de
1827(84) por lo que, al llegar a Almería, con notable
experiencia de gobierno en su haber, contaba solo cuarenta y ocho
años. Obispo, pues,
muy joven que hacía prometer un provechoso
pontificado que restañase las heridas del pasado. Vico, en su infor­
me, que por sus características era reservado y subjetivo, reconoce
sus esfuerzos
por restaurar la maltrecha vida eclesial de la diócesis
pero señala
que se dedicó más a obras materiales que al gobierno de
la sede (85).
La gran peregrinación a Roma proyectada por los Nocedal en
1882, como repetición del gran éxito de la de 1876 (86), fue ense­
guida boicoteada
por los pidalistas que vengaban con ello los ata­
ques carlistas y, sobre todo, nocedalistas, al intento de la Unión Católi­
ca (87). En 1876, «bajo la invocación de Santa Teresa, los Nocedal
llevaron ante el Santo Padre (que era Pío IX) a ¡8.000! españoles,
cifra que si hoy, con los medios de transporte existentes es impre­
sionante, en aquella época resultaba increíble. El prestigio entre
los católicos, jerarquía incluida, que supone este éxito a los Nace-
(83) CUENCA TORIBIO, JOSÉ MANUEL: Estudios sobre el catolicismo español contem-
poráneo, Universidad de Córdoba, Córdoba, 1991; pág. 199.
(84) CARCEL: León XIII ... , pág. 54; Echevarría: Op. cit., pág. 45.
(85) VICO: pág. 243.
(86) CARBONERO Y SOL, LBóN: Crónica de la peregrinación española a Roma,
Madrid, 1876.
(87) FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA, FRANCISCO JOSÉ: «El pensamiento contra­
rrevolucionario español: La Uni6n Católica», en Verbo, núm. 193-194, 1981;
págs. 395-442.
796
Fundaci\363n Speiro

LOS OBISPOS ESPAÑOLES DEL SIGLO XIX. DIOCESIS DE ALMERIA
da! es fácilmente comprensible» (88). Esta primera peregrinación
fue especialmente apoyada
por el obispo (88a).
El intento de repetirla en 1882, ahora ante León XIII,
se presenta­
ba
mucho más problemático por las divisiones del catolicismo
español
entre carlistas y adictos a la dinastía reinante, que conta­
ba con las simpatías de la mayor parte del episcopado pues no en
vano habían llegado a la mitra por designación de Isabel II o de
su hijo. Y un número muy considerable de obispos no estaba dis­
puesto a que Cándido y Ramón Nocedal se apuntaran un nuevo
éxito,
que sin duda se instrumentalizaría contra los que para los
carlistas eran los
católicos liberales y pata la mayoría de los obispos,
buenos o incluso excelentes católicos,
que respaldaban al menos
malo de los regímenes liberales y tal vez al mejor de los posibles.
De ahí a pensar que era bastante bueno había muy poca dife­
rencia.
Convocada la peregrinación empezaron enseguida las reservas.
Bueno era
que se organizase pero sin que nadie la mediatizara, sin
que los obispos perdieran la dirección que les correspondía en una
organización católica, sin que se excluyera a nadie ... Los Nocedales
se retiraron y todo resultó un inmenso fracaso. Pero estamos ade­
lantando acontecimientos. Orberá,
que tan obligado estaba a Nocedal
padre, pues había sido
su brillante defensor ante los tribunales,
contestó a la invitación con
una cana llena de entusiasmo: «Justo
premio merecido a los grandes servicios que Vds. han prestado a la
Iglesia, y de que yo puedo dar fe recordando el cisma de Cuba».
Pero las reservas no solo
se adivinaban sino que se manifestaban
claramente:
La peregrinación debía ser «pura y exclusivamente cató­
lica»,
es decir, desprovista de todo matiz político, y «bajo la guía y
dirección» de los obispos. O sea, no de los Nocedal (89). Orberá
marcaba las distancias y de modo muy notable. Fue prácticamente
el único obispo
que constituyó la Junta organizadora de la peregrina-
(88) FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA: La Unión ..• pág. 423.
(88a) CARBONERO Y SOL, LEóN: Crónica de la peregrinación española a Roma,
Madrid, 1876; pág. 35.
(89) Revista religiosa de El Siglo Futuro, III, Madrid, 1882; págs. 210-211.
797
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCOJOSE FERNANDEZ DE LA CIGOÑA
ción bajo su presidencia efectiva y no bajo la honoraria que les
adjudicaban los Nocedal (90).
Su preocupación por las malas lecturas fue constante. Y a en
1878 publicó una Pastoral sobre los impresos que lícitamente pueden o no
leerse (91). En 1881 felicita al obispo de Santander por su condena
de tres periódicos anticatólicos y republicanos (92). A finales de
1884, año de la publicación por León XIII de
la encíclica Humanun
genus contra la masonería, publicó un decreto contra los periódicos
madrileños Las Dominicales del Libre Pemamiento y El Motín, tan
afines a la secta (93). En
1886 prohibe la lectura del periódico local
El Hijo de la Viuda, que dirigía un clérigo apóstata y aprovecha la
ocasión para renovar la condena de
El Motín y Las Dominicales (94).
Fueron numerosos los documentos del metropolitano de Gra­
nada que respaldaron los obispos de la provincia eclesiástica: así, al
igual que los de las restantes de España,
se adhieren (22-VIII-1884)
a la defensa que el arzobispo de Santiago de Cuba, Martín de
He­
rrera, hizo en el senado de los derechos del Papa a los Estados pon­
tificios (95
). La Exposición al Congreso del arzobispo. de Granada,
que firma autorizado por sus sufragáneos el 8 de marzo de 187 8
(96) sobre el proyecto de Instrucción Pública reclama todos los
derechos que entonces exigía la Iglesia en la materia.
También expuso Monzón,
«con expresa autorización de sus RR.
sufragáneos», el 31 de marzo de 1881, contra la famosa circular del
ministro Albareda, que tanto preocupó a los católicos en materia
de enseñanza.
El documento, muy enérgico, no cabe adjudicarlo a
Orberá que solo podía ratificarlo o no como sufragáneo pero el
(90) CRUZ, LA: 1882, !, pág. 332.
(91)
CRUZ, LA: 1878, !, págs. 474-488.
(92) CRUZ, LA: 1882, ], pág. 217.
(93) MARTíNEZ LóPEZ, FERNANDO: «Política y masonería en la Almería con­
temporánea», en Masonería, Política y Sociedad, I, Centro de Estudios Históricos de
la Masonería española, Zaragoza, 1989; pág. 97.
(94) CRUZ, LA: 1886, ], pág. 597.
(9'5) ROBLES, CRISTÓBAL: Imurrección o legalidad. Los católicos y la Restauración,
CS!C, Madrid, 1988, pág. 323; CRUZ, LA: 1884, 11, págs. 388-403.
(96) CRUZ, LA: 1878, !, págs. 504-513.
798
Fundaci\363n Speiro

LOS OBISPOS ESPAÑOLES DEL SIGLO XIX. DIOCESIS DE ALMER[A
hecho es que lo ratificó (97). Este mismo año de 1881 envió al
Secretario de Estado
un telegrama protestando del atentado sacrí­
lego contra los restos mortales de Pío IX que los revolucionarios
italianos intentaron arrojar al Tíber y reclamando la libertad del
Pontificado (98).
En 1882, el 23 de diciembre, publica en su Bole­
tín Eclesiástico la encíclica Cum multa con la que León XIII intentó
inútilmente acabar con la división de los católicos españoles (car­
listas y dinásticos), pero asombrosamente, solo la publicó en latín,
sin duda para que se enteraran bien de su contenido todos sus fieles
(99). Pocos días después firmaba el mensaje de gratitud al Papa de
los obispos españoles (6-I-1883)
por la citada encíclica (100).
Aun hemos visto otra Exposición de los obispos de la provincia ecle­
siástica de Granada al ministro de Gracia y Justicia reclamando la ob­
servación de los convenios celebrados con la Santa Sede (101). Está fecha­
da el 22 de marzo de
1884 y, siguiendo su costumbre, la firma
Bienvenido Monzón en su nombre y en el de sus sufragáneos. Se
refiere a capellanías, obras pías, presupuesto de· culto y clero ...
El sucesor de aquel gran obfapo granadino que fue Bienvenido
Monzón, José Moreno Mazón, continuó con la costumbre de su
predecesor de firmar por sus sufragáneos y así le vemos el 1 O de
agosto de 1885 expresando en su nombre y en el de los obispos de
su provincia eclesiástica la adhesión a la carta de León XIII al arzobispo
de París (102). Estamos ante el asunto de la famosa carta del cardenal
Pirra al periódico L 1Amstelbode, que no pocos entendieron como
una crítica a León XIII y su línea de conducta por parte de los
nostálgicos del Pontificado anterior. Se estaba ventilando, una vez
más, el gravísimo
problema de la división de los católicos, que no
solo se producía en España. Y el Papa del ralliement, que tan menguados
resultados produjo, era inexorable en exigir .obediencias. La carta
(97) CRUZ, LA: 1881, 1, págs. 654-661.
(98) CRUZ, LA: 1881, 11, pág. 219.
(99) CRUZ, LA: 1883, ], pág. 191.
(100) CRUZ, LA: 1883, I, págs. 354-356.
(101) CRUZ, LA: 1884, 1, págs. 637-654.
(102) CRUZ, LA: 1885, 11, págs. 257-258.
799
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCOJOSE FERNANDEZ DE LA CIGOÑA
de los obispos de la provincia de Granada fue moderada y evitó
meterse con Nocedal.
Aun suscribirán, a fines de este año, 25 obispos
reunidos en
Madrid con motivo de los funerales de Alfonso XII,
entre los que estaba Orberá, otro mensaje de adhesión a León XIII
por el mismo motivo. Fue también Orberá uno de los veinticinco
obispos que, a la
muerte de Alfonso XII, rechazan el integrismo y
apoyan
implícitamente a la dinastía reinante en sonado documento
propiciado por el nuncio Rampolla y de claros ecos antinocedalia­
nos (103). Eran ya sus
últimos días pues el 23 de noviembre de
1886 fallecería a una edad episcopal bastante joven (104).
Como obispo siguió afectado del pruriw viajero que llevaba
dentro de sí desde su ordenación sacerdotal el 1 de diciembre de
1850 (105). El 19 de marzo
de 1876, a los siete días de su consagración
episcopal, asiste en
Madrid a la del obispo de Sigüenza, Gómez de
Salazar (106). Esto no es
de extrañar pues aun no había salido de la
capital de España
donde había sido consagrado el día 12 de ese
mismo mes, en la colegiata de San Isidro,. junto con el obispo auxiliar
de Toledo, Sancha, su antiguo compañero de las persecuciones de
Cuba, y el arzobispo
de Manila, Payo, por el cardenal primado Mo­
reno Maisonave (107). El 6
de febrero de 1881 asiste en Zaragoza a
la consagración del auxiliar
de aquella archidiócesis, Cervera (108).
El 18 de marzo de 1881 contesta, en carta muy favorable, a los
patrocinadores de la
Unión Católica. Su escrito está fechado en Valencia
porque «deberes propios de mi ministerio. me han tenido alejado
por algún tiempo de la capital de mi diócesis» (109) ¿Qué deberes
(103) ANDRÉS GAI.LEGO,JOSÉ: La política religiosa en España, 1889-1913,
Editora Nacional, 1975, pág. 25; BENAVIDES GóMEZ, DOMINGO: «Democracia y
cristianismo en la España de la Restauraci6n, 1875-1931», Editora Nacional,
Madrid,
1978, pág. 117; Revista Popular, Año XVI, Tomo 30, 1886, págs. 36-
37; Cruz, La: 1886, !, págs. 94-97.
(104) TAPIA: Op. cit., pág. 45; Revista popular, Tomo 30, 1886, pág. 364;
Echeverría: Op. cit., pág. 45.
800
(105) ECHEVERRÍA: Op. cit., pág. 45.
(106)
ECHEVERRÍA: Op. cit., pág. 45.
(107)
ECHEVERRÍA: Op. cit., pág. 45.
(108)
ECHEVERRÍA: Op. cit., pág. 49.
(109) CRUZ, LA: 1881, !, pág. 416.
Fundaci\363n Speiro

LOS OBISPOS ESPA~OLES DEL SIGLO XIX. DIOCESIS DE ALMERIA
pastorales le obligaban a estar en Valencia? No se nos ocurre ninguno.
Porque su afán viajero y el deseo-de visitar su ciudad
natal-no parecen
estar incluidos en sus cargas pastorales.
Tanto trajín itinerante le llevó a morir fuera de su sede. «El
martes 23 de noviembre, a las seis de la noche, murió en la paz del
Señor el Excmo. e Ilmo. Sr.
D. José Orberá y Carrión, en.la casa
matriz de las Siervas de María, donde
se hallaba hospedado desde
que llegó a esta corte para arreglar con el Gobierno asuntos importan­
tes en su diócesis. Días después fue trasladado su Cuerpo desde esta
diócesis a la estación del Mediodía, asistiendo a este fúnebre acto el
Emmo. Cardenal Arzobispo de Toledo (Payá),.los Rvmos. Obispos
de Madrid-Alcalá (Sancha), de Cádiz (Calvo Valero, otro obispo
que cuidaba poco de la residencia, sobre todo en Santander), de
Segorbe (Aguilar) y de
La Habana (Fernández de Piérola)» (110).
La predilección de Orberá por las Siervas de María y por santa
Soledad Torres Acosta fue realmente notable hasta
el extremo que
fray Toribio Minguella en la Memoria presentada al Congreso Católico
Nacional de Madrid (1889) escribe que
la fundadora «logró ver
concluida la nueva y grandiosa casa y la bellísima iglesia que merced
a la cooperación de protectores
tan valiosos como el difunto Sr.
Orberá, obispo de Almería, y
el Excmo. Sr. Marqués de Cubas, se
construyó en la plaza de Chamberí» (111). No deja de ser extraño
ver al obispo de
una diócesis pobre gastándose las rentas de la mis­
ma, o las limosnas que recibía,
en Madrid, aunque fuera en obra tan
meritoria como la
que estaban llevando a cabo las Siervas de María,
ministras de los enfermos.
Natural era que estando en tan buena inteligencia prelado y
fundadora instalara a las siervas en Almería. El mismo año que
murió le vemos colocando la
primera piedra de un nuevo edificio,
contiguo al que tenían las siervas, para asilo de huérfanos cuyos
padres habían sido víctimas del cólera que asoló Almería. El asilo
(110) CRUZ,LA: 1887,1,pág. lll.
(111) Crónica del primer Congreso Católico Nacional Español, II, Tipografía de
los Huérfanos, Madrid, 1889, pág. 381.
801
Fundaci\363n Speiro

FRANCJSCOJOSE FERNANDEZ DE LA CIGOlitA
se iba a construir a sus expensas (112) por lo que no sabemos que
suerte corrió tras la muerte del obispo.
El afecto y la admiración del prelado
por la madre Soledad To­
rres y sus hijas le llevó a algunas actuaciones de dudosa prudencia.
Quiso que el
primer dinero que se invirtiera en el noviciado de las
Siervas fuera almeriense y, para ello, no dudó en embarcar a la futu­
ra santa en una
dura peregrinación por los pueblos más perdidos de
su diócesis pidiendo limosna aquellas pobres gentes, más necesita­
das de recibirla que con posibilidades de darla. Fue una absurda
decisión episcopal que la madre Soledad obedeció con enorme sa­
crificio pero sin titubear, dejando sus funciones de superior a gene­
ral para patear, en pésimas condiciones, los rincones más ignotos
de la diócesis almeriense (113).
Tampoco fue regalo
pingüe el terreno que ofreció Orberá a la
santa fundadora para su instalación en Almería: un cementerio aban­
donado, donde el alojamiento para las monjas era la capilla mor­
ruoria y la sala antes destinada a las autopsias (114).
Pero,
si ciertamente hay amores que matan, el del obispo era
sin duda, amor a las Siervas. Y lo demostró en numerosas ocasio­
nes. Por ejemplo, cuando sabiendo la ilusión de la madre Soledad
de ir a Roma a conocer al Papa, en 1877,
--eran los días del gran
Pío
IX que tan hondo lugar ocupaba en el corazón de todos los
católicos-, Orberá, «que lo sabe, ofrécese a sufragar los gastos del
viaje en peregrinación a las Siervas de María en
gratitud, por los
múltiples servicios prestados a familiares suyos, insistiendo en que
con tal ocasión, vaya también Madre Soledad» (115). Aunque
los
afectos, y las deudas personales de gratitud, totalmente comprensi­
bles, siguen haciéndonos creer que los dineros del obispo de Alme­
ría debían tener otro destino en su diócesis.
(112) CRUZ, LA: 1886, 1, pág. 207.
(113) PRADO GERMÁN, BENEDICTINO: Madre Soledad. Siervas de María, Ma­
drid, 1953; pág. 186.
802 (114)
PRADO: Op. cit.,
págs. 184-185.
(115)
PRADO: Op. cit., págs. 215-216.
Fundaci\363n Speiro

LOS OBISPOS ESP AR OLES DEL SIGLO XIX. DIOCESIS DE ALMERIA
Pero también debemos decir de este obispo, que varios testimonios
nos
permiten calificar de manirroto, era de una enorme austeridad
personal. Prado atestigua no solo su permanente entrega a los necesita­
dos sino que «el presupuesto en comida diario de su palacio episcopal
no ascendía o apenas excedía los diez
reales» (116).
También trajo a la diócesis y «les construyó el edificio» (117) a
las religiosas de la Compañía
de María que se instalaban en Almería
el
30 de noviembre de 1855 (118). Y seguramente otras congregacio­
nes
se beneficiaron también de la generosidad del prelado. No nos
extraña pues el comentario citado de Vico de
que se dedicó más a
obras materiales que al gobierno de la mitra.
Cuenca publicó sus relaciones de las visitas
ad limina de 1877 y
1881 (119). Como la mayor
parte de esos escritos estereotipados,
ofrecen
muy escaso interés.
7.
Santos Zárate Mattínez (1887-1906).
El
último obispo almeriense de este siglo, Santos Zárate, tuvo
escasa resonancia nacional. Nacido en Villafranca Montes de Oca,
archidiócesis de Burgos, el 1 de noviembre de
1830, estudió en
aquel seminario, fue varios años capellán de las religiosas de las
Huelgas, más
tarde canónigo lectora! de Santander, donde alcanzó
fama de docto y buen sacerdote
por lo que fue propuesto, y aceptado
por
la Santa Sede, obispo de Tenerife en 1886. Se resistió el candidato,
las oposiciones a
ir a Canarias eran repetidas, y al año siguiente fue
designado obispo de Almería (120), diócesis pata la que fue preconiza­
do el 14 (221) o el 17 de marzo de 1887 y de la que tomó posesión
el
30 de ese mismo año (122). Falleció el 7 de agosto de 1906, tras
(116) PRADOc Op. cit., pág. 360.
(117) TAP!Ac Op. cit., pág. 44.
(118) Foz, M. P.: «Rivas, Inés de», en DHEE, 111, pág. 2.094.
(119) CUENCAc Estudios ... , págs. 199-237, 239-25}.
(120) Vico, págs. 242-243.
(121)
CRUZ, l.Ac !, pág. 695.
(122) TAP!Ac Op. cit., pág. 45.
803
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCOJOSE FERNANDEZ DE LA CIGO~A
diecinueve años de pontificado y a los 76 de edad (123). Fue uno de
los numerosos prelados que condenaron el fumoso
Juan José de Dicen ta,
«declarando además, a cuantos.lo presenciaren, incursos en pecado,
cuya absolución se reserva» (124).
Hemos de hacer mención aquí, ya que Zárate es el primer obispo
que aparece, por orden alfabético de diócesis, de unos importantísimos
documentos firmados en 1899 por buena parte del episcopado español.
Aunque ciertamente en ello Zárate no pasara de mero comparsa. El
catolicismo hispano estuvo dividido en los dos últimos tercios del
siglo XIX. Al principio entre carlistas e isabelinos. No cabe duda de
que al iniciarse la contienda la inmensa mayoría de los católicos, es
decir, del pueblo español, simpatizaba con las ideas de don Carlos.
Pero la localización en pequeñas áreas del territorio nacional del
dominio carlista, la prolongación de la guerra, la necesidad de vivir
como católicos en unos lugares que pronto
se vio que el Pretendiente
no iba a conquistar, el advenimiento de los moderados que firma­
ron el Concordato de 1851 con la Santa Sede, nombraron obispos y
cicatrizaron espantosas heridas
que la Iglesia habían recibido, el
indudable catolicismo de
la reina, el P. Claree, sor Patrocinio y
hasta el P. Fulgencio y otras causas que sería prolijo enumerar,
hicieron que con el
tiempo muchos buenos católicos se sintieran
cómodos, o no demasiado a disgusto, con Isabel JI. Y el Papa, que
era nada menos que Pío IX, también. Y en ocasiones hasta agradecido.
Al menos con los gobiernos moderados. El ejército español ayudándole
a recuperar los Estados Pontificios, la Rosa de oro, papales apadrina­
mientos ... , contribuían a hacer más fluidas las relaciones de un
importante sector del catolicismo español, más importante sobre
todo por la calidad que por la cantidad, con Isabel II.
La revolución de 1868 cambió la situación e hizo renacer las
esperanzas carlistas que entonces personificaba el rey de la barba
florida, Carlos VII, nieto de Don Carlos, que de nuevo se lanzó al
combate por una causa que seguía teniendo, como la de su abuelo,
(123) TAPIA: Op. cit., pág. 45.
(124) Revista Eclesiástica, I, Huesca, 1897, pág. 40.
804
Fundaci\363n Speiro

LOS OBISPOS ESPAÑOLES DEL SIGLO XIX. DIOCESIS DE ALMERIA
profundas connotaciones religiosas. La situación revolucionaria y
anticatólica hizo
que se pasaran al carlismo notables personalidades
que habían estado con Isabel II: Cándido Nocedal, Aparisi y Guijarro,
González Bravo ... Pero una vez más la suerte de las armas les fue
adversa y otras concausas hicieron imposible el triunfo. Muchos
católicos
se sintieron aliviados con la restauración alfonsina y se
desentendieron del nuevo Pretendiente. Y la mayor pattede los obispos,
nombrados por Isabel II y
por Alfonso XII, también.
Sin embargo, la mayoría del catolicismo español seguía viendo
en el nuevo régimen la consolidación de los principios liberales,
reprobados por Pío IX en el Syllabus y se mantenía alejada de las
disputas políticas, dejando en precaria situación a los moderados.
que ahora
se habían convertido en conservadores. La ruptura de la
unidad católica por Cánovas en la Constitución de 1876 no contribuyó
a acercar a esos sectores, todavía mayoritarios, a la situación, aunque
tal vez permitiera la integración en el sistema de los más moderados
de los progresistas, acaudillados
por Sagasta.
Ante esta situación, Alejandro Pida! y Man, hijo y sobrino de
dos personalidades del régimen isabelino, que se había opuesto
denodadamente a
la ruptura de la unidad católica, pensó que si esa
gran mayoría de españoles, incondicionales sobre todo de su religión,
se integrasen en el sistema, el poder estaba garantizado, la Iglesia
segura y la patria salvada. E hizo su famoso llamamiento a las honradas
masas carlistas al que me he referido en otra ocasión y a lo que ahora
me remito (125). Todo terminó, como dije, en una espantosa división
en la que todos tuvieron su parte de culpa.
Carlistas y pidalistas primero y después, escindido el carlismo
por la marcha de Ramón Nocedal, que tenía tras sí a una gran
mayoría del clero español, carlistas, pidalistas e integristas, perdieron,
en feroces luchas fratricidas, unos esfuerzos que, dirigidos contra
los enemigos de la Iglesia, hubieran obtenido resonantes triunfos.
A nuestro modo de ver todos tenían razón en parte y ninguno por
entero. Si a eso se añade que la fórmula de Pida! era muy grata al
(125) FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA: La Unión ... , passim.
805
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGOÑ'A
nuevo Pontífice León XIII, pues reproducía su famoso ratliement
pero con una situación política muchos menos adversa a la Iglesia,
es fácilmente comprensible que Ramón Nocedal, el implacable
enemigo de la componenda y
el defensor de los derechos maximalistas
de la Iglesia, fuera un molesto compañero de viaje. Bizarro paladín
del catolicismo fue abandonado por la jerarquía de una Iglesia a la
que había entregado todo y a la que quería colocar por encima de
todo. Y decimos de la jerarquía porque una gran parte del clero le
fue fiel hasta el final, pese a reiteradas advertencias de los obispos.
Pero también hay que reconocer que sus intransigencias frustraron
no pocas posibilidades. Tal vez fuera un personaje de cruzadas en
época en que se querían componendas. Y él no sabía de ellas aunque
esas componendas pudieran ser buenas para la religión.
Roma multiplicaba recomendaciones, primero privadas y luego
públicas y todas sesgadas
en favor de una de las opciones que tenía
en León XIII y Rampolla, este último, tanto como nuncio en Madrid
como después en su cargo de cardenal Secretario de Estado, dos
firmes valedores. Nocedal desvirtuaba
las advertencias con habilidades
de notabilísima inteligencia. Pero los obispos estaban
ya hartos de
este seglar que mandaba en sus diócesis más que ellos pues la mayor
parte del clero le seguía, a través de su periódico El Siglo Futuro,
como a un oráculo. El indudable apoyo de Roma a todo lo que
supusiera oposición al integrismo -línea que continuaría a la muerte
de León XIII San Pío X-potenciaba enormemente a este sector
mayoritario del episcopado. Si la declaración de los obispos que
asistieron al funeral de Alfonso
XII contenía ya notables reservas
antiintegristas, aun antes de que se produjera la escisión nocedalista
y se constituyera el partido integrista, y las Reglas prácticas del Con­
greso Católico de Zaragoza iban en el mismo sentido, ahora los
obispos iban a manifestarse
de nuevo en abierta oposición a Nocedal.
La prensa de cada una de las tres tendencias había sido el palenque
donde habían competido, más que contra los adversarios de la religión
contra los católicos de otro bando, quienes representaban las diversas
tendencias del catolicismo español. Para los integristas, los católicos
alfonsinos eran liberales y por tanto, en base a lecturas maximalistas
de textos de Pío IX, no eran católicos. Para los pidalistas, que se
806
Fundaci\363n Speiro

LOS OBISPOS ESPA~OLES DEL SIGLO XIX. DIOCESIS DE ALMERIA
veían expulsados de la Iglesia por obispos de levita, Nocedal y los
suyos eran cismáticos que no obedecían al Papa. Aunque ellos tam­
poco obedecieran cuando el Papa ordenaba silencio y caridad. Y
para los carlistas, que veían en los integristas unos traidores y en
los
mestizos unos enemigos dinásticos, era fácil regocijarse con las
heridas
que los otros se causaban entre sí y contribuir a su vez a
repartir mandobles a diestro y siniestro. Los obispos decidieron
tomar la iniciativa y llevaron al Congreso Católico de Burgos una
propuesta de actuación que, asumiendo prácticamente todos los
postulados integristas los desvinculaban del partido.
El
Preámbulo era ya particularmente agresivo. Hablaba de «cues­
tiones gravísimas por su naturaleza» cuyo «desconocimiento arrastró
a no pocos escritores,
de convicciones católicas, hasta las fronte­
ras del cisma y de la herejía» (126). Era en verdad una acusación
tremenda y exagerada que suponía una enorme victoria para Pi­
dal y los suyos. Tras ella se veía la intención leonina, queremos
decir de León XIII: lo que se haga «ha de efectuarse dentro de la
legalidad constituida» (127), que era la monarquía restaurada en
Sagunto.
Las Bases estaban en el más puro espíritu del ralliement. Unámonos
para defender la religión y dejemos las preferencias políticas para
cuando los intereses de la Iglesia no estén comprometidos (128),
aunque
en ellas se contenía otra andanada antiintegrista, en la que
no carecían de cierta razón los obispos (129). El Programa, en cambio,
satisfaría las reivindicaciones de Nocedal (130), al menos en
gran
parte.
Suscribían los textos los cardenales Cascajares
y Martín de Herrera,
arzobispos de Valladolid
y Santiago, el arzobispo de Burgos y los
obispos de Vitoria, Salamanca, Oviedo, Carcagena, Ciudad Rodrigo,
León, Zamora, Almería, Huesca, Tarazana, Lérida,Jaca, Sión, Paleo-
(126) Revista Eclesiástir:a, V, Valladolid, 1899, pág. 194.
(127)
Revista EclesiáJtica, V, Valladolid, 1899, pág. 194.
(128)
Revista EclesiáJtica, V, Valladolid, 1899, pág. 195.
(129)
Revista Ecle.riáJtica, V, Valladolid, 1899, pág. 196.
(130)
Revista EclesiáJtica, V, Valladolid, 1899, págs. 197-198.
807
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGORA
cia, Jaén, Astorga, Lugo, Segovia, Sigüenza, Tenerife, Ciudad Real,
Menorca, Osma, Avila, auxiliar de Valladolid y Barbastro (131).
Evidentemente, ya lo hemos dicho, Santos Zárate no tuvo más
que ver con esta importante manifestación de buena parte de nuestro
episcopado que el hecho de haberla suscrito. No pasó de mero com­
parsa.
La mano oculta estaba en el cardenal Sancha. Y decimos oculta
pues el primado no acudió a Burgos
ya que estaba en el ojo del
huracán debido a la polémica. suscitada por sus famosos Consejos,
públicamente rebatidos y respaldados. De ello se hablará en su lugar.
Pero como en algún obispo teníamos que hacer referencia a esta
controversia eclesial
de indudable importancia hemos optado por
el orden alfabético de las diócesis. Cuando mencionemos a los restantes
firmantes, estas líneas son
de obligada cita.
No era la primera andanada contra Nocedal. A lo largo de estas
páginas vamos a referirnos frecuentemente a la Cum multa, a los
obispos antiintegristas
y sus actuaciones, etc. Pero es preciso citar
aquí las Reglas prácticas para los católicos que dieron los obispos
asistentes al Congreso de Zaragoza (12-X-1890) y que eran otro
torpedo en la santabárbara integrista. Zárate no asistió a tal Con­
greso pero como el cardenal Benavides, «autorizado», firmó
por los
ausentes, aunque no sepamos en
que consistió tal autorización, men­
cionamos el hecho en el balance del obispo de Almería (132).
Este burgalés, consagrado
el 6 de noviembre de 1887 en la
catedral de Santander, por
su obispo Sánchez de Castro (133), sin
duda por ser canónigo de aquella catedral
--como lectora! había
firmado, en 1881, la adhesión del cabildo
al obispo de la diócesis
Calvo Valero, tras la prohibición de tres periódicos republicanos y
anticatólicos (134)-, llegaba a una diócesis que al parecer se encon­
traba en pésimo estado. Calvo y Valero había renunciado a hacerse
cargo de la misma tras los ocho años de pontificado de Rosales y
(131) Revista EdeJiástica, V, Valladolid, 1899, pág. 198.
(132)
CARBONERO Y SOL, LEÓN: Crónica Je/ segundo Congreso Católico Nacio­
nal español, Madrid, 1890, págs. 308-318.
(133) ECHEVERRÍA: Op. cit., pág. 54.
(134) CRUZ, LA: 1882, 1, pág. 53.
808
Fundaci\363n Speiro

LOS OBISPOS ESPAROLES DEL SIGLO XIX. DIOCESIS DE ALMERIA
ahora, después de los once de Orberá, no había mejorado gran cosa
la situación
si nos arenemos al informe de Vico (135).
Era
un «sacerdote digno, piadoso, muy humilde, docto, con­
sagrado a la predicación y al ministerio» que
en Santander se ha­
bía ganado «el aprecio
y el amor de todos» (136). Tuvo que «corre­
gir con actitud paternal pero eficaz los abusos del clero y despertar
con las misiones
y otros diversos medios la fe y la piedad en el
pueblo» (137).
Dedicó especial atención a
la catequesis, «que inspecciona y
visita frecuentemente
y costea casi todos los gastos que· ocasio­
na» (138). Colocó a su
hombre de confianza y secretario de cámara,
Victoriano Amadeo Rodríguez,
al frente de las catequesis diocesanas
y los frutos recogidos fueron notables. Enseguida se hizo con el
pueblo, que, según Vico, -Y su informe es de 1890, es decir, con
el prelado casi recién
instalado--, «le quiere muchísimo» pero no
el clero que, «lo respeta, sí, pero
una buena parte está todavía en
contra, porque corrige sus vicios y su indolencia» (139).
Prácticamente recién consagrado firma la felicitación del episco­
pado español a León
XIII con motivo de sus bodas de oro sacerdota­
les
(8-XIl-1887), en la que nuestros obispos siguen reclamando el
poder temporal del Pontificado (140). Poco tiempo después protesta
enérgicamente por el nuevo Código penal italiano (2-VIl-1888),
que contenía graves amenazas para los sacerdotes y los católicos en
general (141).
Por esos días, o algo después, corrigió públicamente «ciertas
inconveniencias de
un periodista de Almería contra el dogma del
purgatorio
y contra la persona del cardenal Monescillo» (142).
(135) VICO: pág. 243.
(136)
Vico: págs. 242-243.
(137)
VICO: pág. 243.
(138)
Crónica del primer Congreso Católico Nacional español, II, Tipografía de
los Huérfanos, Madrid, 1889, pág. 396.
(139)
VICO: pág. 244.
(140)
CRUZ, LA: 1888, !, págs. 66-68.
(141) CRUZ, LA: 1888, 11, págs. 151-159.
(142)
Vico: pág. 243.
809
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO ]OSE PERNANDEZ DE LA CJGQ{,¡A
Asistió al Congreso Católico de Sevilla (1892) (143) y se mostró
muy favorable a los jesuitas que, en 1891, quería se instalasen en
Almería, mostrándose dispuesto a completar los recursos que faltaban
para fundar allí una residencia (144). Según Revuelta, era uno de
los obispos integristas más destacados (145).
Si por ello hemos de
entender nocedalista, tuvo que pasarlo fatal firmando los documentos
contra Ramón Nocedal.
Si lo que quiere decir es que era de íntegra
doctrina eso lo eran aun los tenidos
por liberales, de lo que eran
tachados mucho más
por dinásticos o no carlistas que por defender
doctrinas liberales.
Durante su largo pontificado debieron ser numerosas
las congrega­
ciones religiosas que
se instalaron en su diócesis pero apenas hemos
hallado constancia de las Damas catequistas de Dolores R. Sopeña
que fundan su sexta casa en Almería
el 18 de febrero de 1906, poco
antes de la muerte del prelado (146).
Por último señalaremos que
el 23 de octubre de 1902 le encon­
tramos firmando, con su metropoli rano
y demás sufragáneos de
Granada,
y otros muchos sacerdotes y seglares la Exposición dirigi­
da al rey Alfonso XIII pidiendo no
se lleve a cabo la reforma del
Concordato de 1851 que pretendía el Gobierno (147).
(143) Crónica del tercer Congreso Católico Nacional Español, Sevilla, 1893,
pág. 28.
(144)
REVUELTA GONZÁLEZ, SJ., MANUEL: La Compañía de jesús en la España
contemporánea ... , 11, (1884-1906), Alcobendas, 1991, págs. 99 y 105.
(145) REVUELTA: La Compañía.,., [[, pág. 93.
(146) FERNÁNDEZ POMBO, ALEJANDRO Y F. DEL VADO, SANTIAGO: Vida y
ohra de Dolores R. Sopeña, BAC, Madrid, 1995, pág. 123.
(147) FERNANDEZ V ALBUENA, RAMIRO: La voz de la iglesia española, Toledo,
1903, págs. 45-58.
810
Fundaci\363n Speiro