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Número 351-352

Serie XXXVI

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Juan José Morán

INMEMORIAM
JUAN JOSE MORAN
Ha muerto Juan José Morán González. Y seguro estoy que su
nombre no dirá nada a la mayoría de los lectores de
Verbo, ya que
fueron m~y escasas sus .colaboraciones en la revista. Salvo error u
omisión, solamente
he encontrado estos dos trabajos en sus páginas:
en el número 187 La propiedad y el fisco (págs. 913-921) y en el nú­
mero 197-198
El fisco y el principio de subsariedad(págs. 1021-1028).
En cambio,.todos los que frecuentaron las reuniones semanales
de la Ciudad Católica, o sus congresos anuales, recordarán su permanen­
te presencia, su permanente disponibilidad, su permanente entrega.
Este castellano viejo y cabal había nacido en Sando (Salamanca)
el 5 de febrero de 1930 por lo que falleció, tras brevísima enfermedad,
a los 66 años de edad.
Trasladada enseguida su familia a Madrid., ingresó a los 16 años
en el Banco Central donde, concluida su carrera de Derecho,
se
incorporó como letrado de plantilla a su Asesoría Jurídica donde
demostró, al igual que
en su despacho particular, unas excepcionales
aptitudes como abogado que le granjearon merecido prestigio.
En el citado Banco conoéió a Eugenio Vegas y propto nació
entre ambos una profundísima amistad que realmente imprimió
carácter en Juan José. Creo que pti.edo afirmar, con con~cimiento
de causa, que Juan José Morán fue la persona en la que Eugenio, de
entre sus muchos amigos, tenía más confianza. Y su correspondencia
fue total. No creo que ninguno de los discípulos intelectuales de
Eugenio Vegas Latapie llegase a tales extremos de identificación
con el pensamiento del maestro como
Juan José.
Todo lo que pensaba
el uno lo pensaba el otro. Sin una fisura,
sin una reserva. Tal fidelidad no era efecto de una escasa capacidad
Verbo, núm. 351-352 (1997), 149-155 149
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intelectual de Juan José que se doblegara con facilidad a los mu­
chos saberes de Eugenio. Más bien se trataba de una identificación
plena
que le llevaba, por otra parte, a una admiración absoluta.
De esa sintonía de pensares y quereres nació la vinculación de
Juan José a la Ciudad Católica. Cuando Eugenio Vegas, desengañado
de la política concreta, quiso implantar en España lo que Jean Ousset
había creado en Francia,
Juan José Morán estuvo a su lado desde el
primer momento. Recuerdo su presencia en el primer acto fundacional
que fue una cena en un restaurante que se hallaba en las proximidades
de la plaza de la Opera.
Desde ese día Juan José fue un asiduo asistente a las reuniones
semanales y a todos los congresos que la Ciudad Católica celebró.
No faltó a uno solo de los casi cuarenta que se han realizado. Dos o
tres días antes de su muerte se clausuraba el último, que fue el
primero al que no asistió. Ese día fui a visitarle al hospital y me
expresó su pesar
por que la enfermedad le hubiera impedido acudir
a Pozuelo.
Recuerdo también que en los citados congresos, cuando se celebra­
ban simultáneamente varios actos,
Juan José Morán no acudía al
que por el tema o el ponente le podía interesar más. Observaba cuál
de ellos estaba más desasistido de público para que con su presencia,
y la de algún otro amigo que buscaba, el acto no resultara desairado.
Tenía muy claro que aquéllo no era un entretenimiento sino un
servicio y como tal lo desempeñaba. Y con tal discreción que sólo
los muy avisados se daban cuenta de su proceder.
Creo recordar también, aunque en las cuestiones administrativas
nunca tuve nada
que ver, que su firma era obligada en talones,
pagos, etc. No podían estar los escasos recursos de Verbo y la Ciudad
Católica en manos más honradas y competentes.
Ya he dicho que las vinculaciones de Juan José Morán con esre
moVimiento cívico apostólico nacieron de Eugenio Vegas, pero hubo
otro factor que las hizo si cabe más sentidas y profundas. En 1957
se casó con Carmina Calero, mujer ejemplar por muchos conceptos.
De notable belleza física y gran simpatía sostuvo la entrega de su
marido y se convirtió en una propagandista admirable de la revista
Verbo, para la que consiguió numerosos suscriptores. Dios se la llevó
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a una edad todavía muy joven y creo que a partir de ese momento
Juan José se sintió más obligado para con un movimiento en el que
· tantas ilusiones habían puesto su
mujer y Eugenio Vegas.
De profunda religiosidad, ya se ha encontrado en el cielo con
esas dos personas que tanto supusieron en su vida. A nosotros, desde
la tristeza de estas horas, no nos cabe sino alegrarnos de que Dios
nos pusiera en el camino a Juan José Morán González. Porque si le
imitamos seremos sin duda mejores.
FRANCISCO ]OSÉ FERNÁNDEZ DE LA ÜGOÑA.
P. OSVALDO LIRA SS. ce.
El año 1996 se nos ha llevado para siempre al P. Osvaldo Lira,
aquel religioso chileno, menudo de cuerpo y grande de alma, que
llegó a ser uno de los puntales de la resistencia católica tradicional
frente a la ola de descreimiento y apostasía que ha invadido, aun
dentro de la propia Iglesia, a nuestro siglo.
Hace ahora dos años, la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile
le
dedicó un cálido homenaje con ocasión de su 90 cumpleaños. Fruto
de ese homenaje fue un grueso volumen de testimonios en torno a
su personalidad y pensamiento en el que colaboramos casi cuarenta
amigos y discípulos, unidos todos
en una misma gratitud y admi­
ración hacia el maestro que ahora nos ha dejado.
Muy joven todavía, en 1940, el P. Lira fue enviado por sus
superiores de los Sagrados Corazones a Europa para completar sus
estudios de teología y filosofía. Al poco de su llegada a Bélgica, la
invasión alemana le obligó a venirse a España donde permanecerá
sin interrupción hasta 1952. Conoce entonces la España de la recién
lograda victoria
en la Cruzada de Liberación, con su fervor religio­
so y patriótico, con sus ansias de reconstrucción moral
y material
en medio de ruinas y de heridas aún no restañadas. La sagacidad de
su espíritu le mostró enseguida la trascendencia de la lucha que se
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