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Número 363-364

Serie XXXVII

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La sanidad militar en la guerra revolucionaria

LA SANIDAD MILITAR EN LA GUERRA
REVOLUCIONARIA
POR
F. FERNÁNDEZ ARQUEO
Estas lineas pretenden contribuir al fomento y mantenimien­
to
de vocaciones seglares a la politica. Se habla mucho de la
escasez de vocaciones sacerdotales
y religiosas y poco de que
también faltan seglares consagrados al servicio de la Iglesia en el
área
pol!tica. Dentro de ésta nos referiremos a algunas nuevas
formas de lucha
pol!tica, a su repercusión en la salud de sus pro­
tagonistas y a la eficacia
que la disponibilidad de psiquiatras
adiestrados
en estos casos puede tener en la conservación y dura­
ción
en buena forma de eficacia de los escasos politicos que sir­
ven a la Iglesia.
Aun a riesgo de parecer exagerados,
y aun de serlo realmen­
te en algunos casos, pero no en otros, tomaremos como punto
de referencia la misión de un psiquiatra en una unidad piloto de
guerra revolucionaria. Las caricaturas exageran algunos rasgos,
pero facilitan su comprensión; dicho sea para quienes piensen
que lo que sigue solamente es real en casos excepcionales, pero
no en la práctica diaria. La guerra revolucionaria es una exagera­
ción, una caricatura de una actividad pol!tica intensa habitual en
todas partes, y a ésta se puede aplicar, con sordina, lo que diga­
mos de la primera.
Dejando balbuceos anteriores, incluso ancestrales, que cons­
tituirían un libro, podemos situar el comienzo de la guerra revo­
lucionaria o psicológica, en grande, a partir de los años cincuen­
ta de este siglo que termina. La aprende el ejército francés en
Indochina, la trae, elabora y aplica en la guerra de la indepen­
dencia de Argelia (1954-1962)
y ahl es copiada para su institu-
Verbo. núm. 363-364 (1998), 299-305 299
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F. FERNÁNDEZ ARQUEO
cionalización en todas partes del mundo; inmediatamente, en los
paises sudamericanos, y después, incluso
en España, por ETh. No
se
puede entender ésta sin estudiar la guerra de la independen­
cia de Argelia con
la que tiene similitudes impresionantes.
En la guerra clásica
la voluntad propia se impone al enemi­
go mediante la ocupación física del territorio y el dictado directo
de órdenes de los jefes del ejército de ocupación a las autorida­
des locales autóctonas. La guerra revolucionaria tiene la mis1na
finalidad de imponer la voluntad propia, pero sigue otros medios;
desprecia y reduce la ocupación del terreno y la sustituye
por la
ocupación de las mentes
de los enemigos, convirtiéndoles en
colaboradores dóciles, aparentemente no coaccionados, incluso
en aliados. En términos de la Segunda Guerra Mundial, los con­
vierten
en "Quislings". La ocupación de las mentes hace que esa
forma de guerra se llame también "psicológica" y
que sea "total",
como la revolución. No produce derramamiento de sangre, como
las armas de fuego, pero produce enfermedades mentales leves.
Esta nueva ocupación
de las mentes se consigue mediante el
juego combinado de la propaganda y de la coacción;
pero no de
una coacción ejercida directamente a través de unas bocas de
fuego que apuntan, sino a través de una pieza intermedia entre
ellas, dirigidas a otros, y los ocupados,
que es el terror. El terro­
rista
no pide a su víctima nada que le es propio, sino únicamen­
te
que engendre terror dirigido a otros. La propaganda es cada
vez más sutil, más sofisticada, más cara y fruto de maniobras de
producción complicadas en las que intervienen mecanismos de
coacción propios e intrinsecos, independientes de los generales.
La coacción y el terror también pueden ser engendrados por pro­
cedimientos no Itsicos, como es el chantaje.
La velocidad y la sorpresa, inherentes siempre a toda acción
militar clásica, son en la guerra revolucionaria mayores y hacen
que la conducción de ésta
se lleve a veces a un ritmo frenético
que implica un gran desgaste en la salud del personal.
Es posible que algun lector piense que me estoy alejando de
las luchas politicas y deslizándome hacia las guerreras, o tal
vez
a las civico militares, como son las policiacas contra la subversión
y el terrorismo.
Es precisamente una novedad que las distancias
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LA SANIDAD MILITAR EN LA GUERRA REVOLUCIONARIA
entre los delitos comunes y los pol!ticos se están acortando y
difuminando y
que aparezcan nuevas actividades mixtas de pol!­
tica y guerra, o más bien puramente intermedias

entre ellas, de
las cuales es paradigmática la guerra revolucionaria,
donde los
antiguos conceptos confluentes tienen cada vez sus perfiles
menos nítidos. No
se resiente de este deslizamiento el tema pol!­
tico al que queremos servir, porque a él se puede aplicar gran
parte de lo concerniente a la guerra revolucionaria con el
bene­
ficio de resultar más fácil de comprender.
La guerra de la independencia de Argelia es un lúto en la his­
toria de la sanidad militar francesa. Clásicamente estaba centrada
en la cirugía para la recuperación de heridos por arma de fuego.
A partir de esa guerra, donde se estrena la guerra revolucionaria,
experimenta un creci1níento por una variante cualitativa, que es
la psiquiatría. Tienen que atender a los trastornos mentales,
siquiera mínimos} o a los psicológicos, que empiezan a sufrir los
que
"llevan" la guerra revolucionaria en las nuevas unidades pilo­
to dedicadas a ésta.
Casi al mismo tiempo aparece
un hito análogo en la sanidad
militar norteamericana
que en la guerra de Corea empieza a ensa­
yar medicamentos contra el miedo. En la Segunda Guerra Mun­
dial, el uso de anfetaminas contra el cansancio fisico, musculoes­
quelético, manifestó tener un efecto colateral euforizante.
Como nos situamos
en la bisagra entre lo militar, lo civil y lo
policíaco, resulta
que a esta querencia también acuden psiquia­
tras civiles con la pretensión de especializarse
en estas asisten­
cias. Sólo
en lo que va de año 1998, y en España, he constatado
sin querer tres reuniones de alto nivel de psiquiatras civiles estu­
diando temas mentales relacionados con
la guerra revolucionaria
como
son la violencia, el fanatismo y ciertas formas de proseli­
tismo y adoctrinamiento. Lástima que sus ponencias hayan teni­
do un indisimulado sabor especulativo, y no el experimental que
debieran, por la escasez de enfermos voluntariamente ofrecidos
por si mismos para estos estudios. Siempre las enfermedades
mentales han sido más pudorosainente exigentes con el secreto
médico; las relacionadas con las luchas políticas violentas lo son
aún más. A la antigua dedicación médica a descubrir casos de
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simulación de enfermedades inexistentes, se opone hoy la de
descubrir disimulaciones
de enfermedades reales cuyo conoci­
miento es universal pero mayor
en psiquiatría y en España. Con
frecuencia nos preguntan a los médicos si España está tan ade­
lantada
en medicina como las naciones que más. Respondemos
que sí, que poco más o menos estamos al nivel internacional
superior, pero con la excepción de la psiquiatría, que aún no ha
encontrado familiariedad
en la gran masa de la población, tan
consumista,
por otra parte, de todas las demás ramas de la me­
dicina.
Si queremos, pues, que una naciente vocación política inten­
sa, o contra la guerra revolucionaria, o político militar, o policía­
ca, o antiterrorista,
no sucumba prematuramente a las primeras
embestidas de su trabajo; si queremos que dure, para que una
especialización tan larga, costosa y dificil, rinda algún tien11)0
proporcionado y no exija constantes recambios imposibles; si
queremos que las bajas no sean tan numerosas y duraderas que
hagan agobiante la exigencia de cubrirlas; si queremos que el
rendimiento sea óptimo, entonces, tenemos que montar dos
corrientes paralelas y de direcciones cruzadas: una, de instalación
y ofrecimiento de servicios de.asistencia psicológica o psiquiátri­
ca
en centros de alta decisión pol!tica, militar o ávico militar que
trabajen a ritmo trepidante, alienante. Otra, de mentalizar a su
personal para
que recurra espontánea y voluntariamente a ellos,
inmediatamente.
¿Cúales
son los síntomas, o grupos de síntomas, que deben
alertar al luchador y llevarle espontánea y voluntariamente, es
decir, precozmente, al psiquiatra? ¿Cuáles
son los que el psiquia­
tra de
un equipo de luchadores debe estar escrutando y tratando
de detectar precozmente entre los compañeros que le
son con­
fiados, para ayudarles a tiempo? Contestar a estas preguntas es
empezar a redactar
el índice de una subespecialidad nueva. Me
limitaré a señalar cuatro grupos:
Las enfermedades.-En primer lugar, las enfermedades orgá-·
nicas no mentales, pero con un fuerte componente piscosomáti­
co, como la úlcera gastroduodenal, el colon irritable, y otras.
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LA SANIDAD MIUTAR EN LA GUERRA REVOLUCIONARIA
Cuando empiezan a aparecer, hay que valorar que su compo­
nente psicosomático, conocido teóricamente, es un precoz indi­
cador de que las cosas no marchan bien en el individuo y/o en
el equipo.
Las recafdas.-Los sintomas relacionados con trastornos an­
teriores, incluso muy anteriores, tanto orgánicos como mentales.
Las recaidas son la primera respuesta a la sobrecarga. Los hom­
bres, como los floreros, se rompen por donde están previa1nen­
te cascados. El ideal seria que no se incorporaran a actividades
duras quienes
han tenido dificultades psicológicas anteriores,
quienes
no tengan una mentalidad a prueba de bomba. Pero el
consumo de recursos humanos es tan grande en estas luchas, que
muchas veces no se encuentra lo que se quiere y hay que acep­
tar lo
que se encuentra; precisamente el psicólogo del equipo
con su asistencia permitirá aprovechar candidatos que, en teoría,
seria mejor descartar ya desde el principio.
Lafatiga.-Viene después el gran tema de la fatiga. Hay que
contar con buenas técnicas de descanso. Aquí podria ir un libro.
Se atribuye al mariscal
J ofre, francés de origen catalán, haber sido
el primer programador del ocio y del descanso
en su gran cuar­
tel general durante la Primera Guerra Mundial: estancias
con jue­
gos y esparcimientos y prohibición de hablar
de temas profesio­
nales, fuera de las sesiones
de trabajo preestablecidas. (No solo
por contraespionaje.) En la Guerra Mundial siguiente, la segunda,
se hicieron famosas las residencias de descanso para las dotacio­
nes de los submarinos alemanes.
Pero se combatía la fatiga globalmente, empíricamente, arte­
sanalmente. Después de la guerra revolucionaria de Argelia, se
han visto sutiles síntomas suyos que hay que remediar más ana­
líticamente, más especializadamente, más pronto. Uno, paradóji­
co, es el aumento de actividades; también se ha descrito en con­
ductores de automóviles que cuando empiezan a estar cansados,
antes de darse cuenta, aumentan la velocidad. El incremento de
la actividad
por encima de la asignada, no es solamente un fenó­
meno cuantitativo, sino también cualitativo, que lleva a ingeren-
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cias en tareas ajenas y a fricciones con los co1npañeros de traba­
jo. A ellas concurren otras dos consecuencias de la fatiga, más
conocidas vulgarmente, que son la irritabilidad y la crispación. En
todas estas situaciones el médico tiene ya una primera misión, de
evitar o mitigar esos roces interpersonales típicos de los equipos
que trabajan a gran presión.
Más fácil de apreciar y comprender es el otro extremo, clási­
co, de la fatiga,
que es el descenso en el rendimiento. No sólo
exige suplencias en los demás, sino que crea en éstos una sen­
sación de inseguridad, porque la seguridad de un equipo tiene su
nivel
en el nivel más bajo de la de todos sus componentes. Pero
la
peor consecuencia del cansancio es que propende al pesimis­
mo, al derrotismo, a
la deslealtad y a la traición, si bien estas con­
ductas tienen mecanismos etiopatológicos propios.
Alteraciones del pensamlento.-El cuarto gran grupo de
trastornos psicológicos de nuestro tema está formado
por las
alteraciones anormales del curso lógico del pensamiento.
Se
pasa indebidamente de lo particular a lo general y de lo gene­
ral a lo particular, hay
pequeñas interrupciones en los niveles
habituales de
la conciencia, pequeños delirios y pequeñas obse­
siones.
Son situaciones que desembocan tempranamente en la des­
confianza
respecto de los demás, en los que se sospecha pueda
haber enemigos infiltrados; las relaciones de unos con otros
empiezan a resentirse; aparecen odios y afectos raros.
Me expli­
caba
un jefe de la 0.A.S. (Organization de l'Armée Secrete, fran­
cesa,
en Argelia) que habían padecido una epidemia de descon­
fianzas
que les había hecho mucho daño.
Más graves pueden ser las intuiciones geniales; se empieza a
rumiar
que lo que se está haciendo es un error, y que hay que
cambiar. Con razón se dice que el punto dificultoso del espiona­
je
son las transmisiones, porque gente dispuesta a dar informa­
ciones alternativas con buenísma fe es relativamente fácil de
encontrar en cualquier cuartel general o centro civil de alta deci­
sión política.
Los trastornos de ideación tienen como resultados más fre-
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LA SANIDAD MILITAR EN LA GUERRA REVOLUCIONARIA
cuentes que las decisiones fulgurantes o iluminadas, las situacio­
nes de indecisión y abulia, también muy peligrosas.
No queda completo el tema sin estudiar las especificaciones
que han de reunir los psiquiatras destinados en un grupo piloto
de guerra revolucionaria.
Lo aplazo porque desgraciadamente
estamos tan en mantillas que no se libraría de ser una especula­
ción sin respaldo experimental.
Quedan caudalosas cascadas de cuestiones infinitas. Sola­
mente he pretendido señalar la puntita de
un iceberg.
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