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Número 363-364

Serie XXXVII

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Imposturas pseudo-científicas

IMPOSTURAS PSEUDO-CIENTÍFICAS
POR
PATRICIO H. RANDLE
Tres anécdotas que ilustran la falta de seriedad de los inte­
lectuales deberla aleccionar a quienes se dejan someter dócil­
mente a los nuevos mandarines de turno.
Hace ya algunos lustros Time Magazine publicó un recuadro
luego reproducido
por La Nación de Buenos Aires con el título
de "La Tecnológica", en la que agrupados en tres columnas-la
primera con un sustantivo y las otras dos con calificativos-apa­
recían aislados los términos
de la jerga técnico-científica en
boga.
Pero el lector
podía escoger una palabra de la primera colum­
na y combinarla libremente con otras de la segunda y tercera. Así
sallan frases disparatadas pero con apariencia de muy sofistica­
das: Planeamiento
-Cognitivo y Fractal o bien Introspección­
Axial e hiperespacial, etc.
Lacan, el incomprendido
Otra anécdota totahnente diferente pero afin en el fondo es
la
que me tocó vivir personahnente en Paris. Era la época en que
todo el mundo se llenaba la boca nombrando aJacques Lacan, si
bien nadie podía explicar
en lenguaje llano de dónde proverúa
tanta fama. Decidido a romper el enigma
me dirigí al College de
France donde dictaba su curso anual sobre lo real, lo simbólico
y lo imaginario.
Aunque llegué
con quince minutos de anticipación el aula ya
estaba repleta con público (mayormente femenino) sentado
en
Verbo, núm. 363-364 (1998), 307-311 307
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las escaleras. De pronto apareció el gran maestro y todo el
mundo sacó sus cuadernos y sus lapiceros para no perder una
palabra de su exposición. He aquí que, contrariamente a lo espe­
rado, dijo: "Ustedes saben
que a mi me gusta venir con la clase
debidamente preparada,
pero esta vez debi viajar por asuntos
personales y
no pude hacerlo.
"De tal modo que, antes que improvisar, creo que sería mejor
que dediquemos esta clase a rapasar lo que hemos visto hasta
ahora y aclarar los puntos
que a ustedes no les hayan quedado
daros. De tal modo, les sugiero que me digan el tema que qui­
sieran volver a escuchar".
Un silencio sepulcral dominó el ambiente. Nadie supo, o no
quiso, o no pudo, explicar qué cuestión no habla entendido hasta
ahora. Ante lo cual Lacan insistió diciendo:
"No creo que no haya
dudas,
ni preguntas, ni confusiones después de haber tratado tan­
tas cuestiones tan complejas". El silencio se hizo aún más cerra­
do y tanto que el profesor decidió hacer él una sintesis de todos
los asuntos que, a su juicio, merecían ser vueltos a considerar. Y
asi transcurrió la clase, durante la cual todos los alumnos la pasa­
ron escribiendo frenéticamente sus apuntes sin perder palabra.
Sin embargo, cuando concluyó su exposición Lacan y se diri­
gió al público rogándoles le hicieran alguna pregunta, el silencio
ominoso volvió a invadir el aula.
Transgresor puesto a prueba
El tercer caso es más reciente. Hace poco más de un año Social
Texts, una revista norteamericana muy reputada de Ciencias Socia­
les, publicaba un articulo con el título de: "Transgredir las fronteras:
hacia una hermenéutica transformativa de
la gravitación quántica".
Su autor era Alan Sokal, un profesor de física de la New York
University con una notable cultura general y el articulo exhibia un
impresionante aparato erudito a juzgar por las citas y la bibliografía,
en las que aparecía más de una vez el "editor" de la Revista.
Sokal envió su colaboración como
una respuesta a criticas
emitidas por algunos científicos contra ciertas actitudes autode-
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nominadas posmodemas, fue aceptado por los referees de la
publicación Oo que supuestamente es una garantía de calidad de
los artículos) y apareció
en Social Text -46/47 (1996), pági­
nas
217-252-un número especial monográfico sobre el tema.
Hasta aquí todo era normal. No
hubo críticas negativas y, en
general, pareció que la tesis de la nota era aceptable por la ma­
yoría.
Inesperadamente, su autor, pocos meses después, revelaba
que se trataba de una broma, que el artículo no era más que una
parodia destinada a denunciar el relativismo posmodemo para el
cual la objetividad
es una simple convención social.
Por supuesto, el episodio desató una reacción en cadena
desde Estados Unidos hasta Europa y, a principios de 1997, Sokal
tuvo
que explicar a los lectores de Le Monde "Por qué escribí mi
parodia" (31 de enero). Poco después, animado
por el apoyo que
recibió
de científicos e intelectuales serios se puso a escribir un
libro en colaboración con Jean Brickmont, un profesor de fisica
teórica de la Universidad de Lovaina que acaba de salir:
Impostu­
res intellectuelles (París, octubre de 1997).
En esta obra medular, Sokal da las explicaciones de por qué
concibió su parodia, esto es, las analogías forzadas entre las cien­
cias experimentales y las sociales, o el uso indiscriminado de
conceptos científicos
en interpretaciones filosóficas, o bien las fra­
ses superficialmente concretas,
pero completamente arbitrarias.
Lo curioso, lo impactante, es que el artículo de marras no
levantó críticas por mucho que su autor pidiera reiteradamente
comentarios y sugestiones. Pero el caso, más que excepcional,
podría ser juzgado como un test. el del amor a la pedantería de
muchos "científicos sociales"
que pretenden legitimar sus teorías
apelando a las ciencias duras.
Desatinos al por mayor
El primer desatino deliberado de Sokal consistió en declarar
muy suelto de cuerpo que "la realidad ftsica es una construcción
lingüística y social" y el segundo en citar el discurso oposicional
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en la ciencia posquántica (original de Andrew Ross, que pasa por
ser una autoridad en los Estados Unidos).
Al respecto, Sokal explica que se trata de un eufemismo para
la comunicación con los muertos, los campos magnéticos y otras
locuras New Age; conclusiones del riesgo de sacar implicaciones
filosóficas de una teoría
física y, peor aún, de una teoría física
"inventada". Aunque peor todavía quizá sea extraer conclusiones
políticas de una teoría "espacio-tiempo" a escala 10." (sic), sin
que a nadie se le mueva un pelo.
Frente a semejantes embustes
uno puede legítimamente pre­
guntarse ¿por
qué es tan fácil engañar a un público supuesta­
mente culto y la respuesta es,
según Sokal, porque la filosofía
posmoderna adora la multiplicidad de puntos de vista, la impor­
tancia del obseroador y el indeterminismo.
Tengo para mí que la razón más profunda es que en las cien­
cias sociales se
ha ido instalando una progresiva falta de rigor en
general y en cuestiones científico-experimentales donde es más
flagrante.
Así pues, el afamado Jean Fran~ois Lyotard, en La conditton
posmoderne, mezcla alegremente la física de partículas, la cos­
mologia, la teoría del caos y de la complejidad.
Pero la parodia alcanza su culmen cuando esta autor cita
impertérrito el comentario que sobre la relatividad hace el
reputad!simo Jacques Derrida, ya denunciado por Andrés
Plotnitsky
en su trabajo "Sobre todo, no es verdad: Derrida, la
relatividad y la guerra
entre las ciencias" (*) que, empero, no
pudo hacer descender un cent!metro de su pedestal al !dolo de
turno.
Quedaría por hacer referencias del libro Impostures Intellec­
tuelles donde comienzan por ocuparse de Lacan, que confunde
los números irracionales con los imaginarios, se jacta de utilizar
"los últimos avances de la topologia" (en verdad bastante viejos
ya) o intenta relacionar la matemática con el
sexo en textos cada
vez 1nás oscuros.
(•) Disponible en Internet: http//jefferson. Village. Virginia. edu/pmc/issue
plotnisky. 197. h.t.m.1.
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Otro caso es el de Jean Baudrillard -otra bestia sagrada­
que llega a afirmar que las guerras modernas se desarrollan en
un espaciO no-euclidiano. Así como Michel Foucault, Louis
Althusser, Gilles Deleuze
y otros "famosos" e indiscutidos por el
"establishment' de las ciencias sociales.
¿Para
qué seguir? Nosotros los argentinos nos hemos reído
avant-la-lettre
con el discurso de Macedonio Femández que con
humor-no exento de genio-nos previno saludablemente con­
tra el
macaneo (palabra que no se puede traducir exactamente al
francés ni al inglés) científico.
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