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Número 365-366

Serie XXXVII

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La reconstrucción de Europa

LA RECONSTRUCCIÓN DE EUROPA
Europa y el cristianismo
« ••• la edificación de la Unión europea supone, ante todo, el respeto
"a todas las personas y a las diferentes comunidades humanas, recono­
"ciendo sus dimensiones espiritual, cultural y social. Hoy es grande la
"tentación de afirmar que creer en Dios es un simple fenómeno contin­
''gente de naturaleza sociológica. La Je en Cristo no es un hecho pura­
"mente cultural, propio de Europa; ló prueba su propagación en todos los
"continentes. Por el contrarío, los cristianos han contribuido amplia­
"mente a
formar la conciencia y la cultura europeas. Esto tiene impor­
"tancia para el futuro del continente, porque si Europa se construye
"excluyendo la dimensión trascendente de la persona y, en particular, si
"rehúsa reconocer a la Je de Cristo y al mensaje evangélico su fuerza ins­
'Piradora, pierde gran

parte de
su fundamento. Cuando se ridiculizan
"los símbolos crtsttanos y se descarta a Dios de la construcción huma­
"na, esta última se debilita, porque carece de bases antropológicas y
"espirituales. Además, stn referencia a
la dimensión trascendente, la
"actividad política se reduce, frecuentemente, a ideología. En cambio,
"los que tienen una vistón cristiana de la política están atentos a la expe­
"rtencia de la fe en Dios en medio de sus contemporáneos; inscriben su
"actividad en
Zstn proyecto que sitúa al hombre en el centro de la so­
"ctedad y tienen conciencia
de que su compromiso es·un servicio a sus
"hermanos, de
los que se sienten responsables ante el Señor de la
"htstorta».
JUAN PABLO Il: Discurso a un grupo de diputados del
Partido Popular
europeo, con motivo del 40 aniversario
del Tratado
de Roma. L 'Osservatore Romano, edición se­
manal
en lengua española, año XXIX, núm. 14 (1475), 4 de
abril de 1997.
Verbo,
núm. 365-366 (1998), 371-378 371
Fundaci\363n Speiro

Europa debe fundarse en la unidad del espíritu
cristiano enseñado en el Evangelio por la tradición de la Iglesia
~Hoy, dieciocho años después, seria preciso volver a aquella homtlía de
"Gntezno que,
en cierlo sentido, se convirtió en el programa de mi pontt­
"ftcado. Stn embargo, fue ante todo una humilde lectura de los designios
"de Dios, vinculados con
los últimos veinticinco años de nuestro milenio.
"En esa ocasión dije: "¿No quiere, quizá, Cristo; no dispone quizá el
'Espíritu Santo
que este Papa polaco, este Papa eslavo, manifieste preci­
"samente ahora
la unidad espiritual de la Europa cristiana? Sábemos que
"esta unidad cristiana de Europa está compuesta por dos grandes tradi­
"ciones:
la del Occidente y la del Oriente. (. . .) Sí. Cristo quiere, el Espíri­
"tu Santo d'ispone que todo cuanto yo dtgo sea dtcho aquí y ahora, prect­
"samente
en Gniezno~ (Homilía en la catedral dedtcada a la Asunción de
"la Vtr.gen María, 3 de junto de 1979, número 5· L'Osservatore Romano,
"edtctón en lengua española, 10 de junio de 1979, pág. 10).
»Desde este lugar se derramó entonces la gran fuerza del Espíritu
"Santo.
Aquí el pensamtento sobre la nueva evangelización comenzó a
"revestir
formas concretas. Mientras tanto se llevaron a cabo grandes
"transformaciones,
sur.gieron nuevas postbtlidades, aparecieron otros
"hombres. Cayó el
muro que dividía a Europa. Cincuenta años después
"del tntcto de la
segunda gerra mundial, sus efectos dejaron de empañar
"el rostro de nuestro continente. Terminó medio siglo de separactón, por
"la que millones de habitantes de la Europa central y oriental pagaron
"un precio terrible. Por eso, aquí, ante la tumba de San Adalberto, hoy
"doy gracias a Dios todopoderoso por el gran don de la libertad que ha
"concedido a las naciones
de Europa, y lo bago con las palabras del
"Salmista:
«Hasta los gentiles decían: ''El Señor ha estado grande con
"ellos". El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres,, (Sal.,
"124, 2-3).
,,Queridos hermanos y hermanas, después de tantos años repito lo
"mismo: es necesaria
una nueva disponibilidad. En efecto, se ha visto, a
"veces
de modo doloroso, que la recuperación del derecho de autodeter­
"minactón
y la ampliación de las libertades políticas y económicas no
"basta para la reconstrncción de la unidad europea. ¡Cómo no mencio­
"nar
aquí la tragedia de las naciones de la ex Yugoslavia, el drama de la
"nación albanesa y los pesos enormes que han soportado todas las socte­
"dades
que han reconquistado la libertad y con gran esfuerzo se liberan
"del
yugo del sistema totalitario comunista/
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Fundaci\363n Speiro

»¿No será que, después de la caída del muro Visible se ha descubierto
"otro, invisible que sigue dividiendo nuestro continente: el muro que
''pasa por los corazones de los hombres? Es un muro hecho de miedo y de
"agresividad, de falta de comprensión hacia los hombres de origen dtver­
"so, de diferente color de ptel, de diversas convicciones religtosas. Es el
"muro del egoísmo político
y económico, de la disminución de la senst­
"btlidad
ante el valor de la vida humana y la dignidad de todo hombre.
~Incluso los indudables éxitos del último período en el campo econó­
"mico, político
y social no logran ocultar la existencta de ese muro. su
"sombra se extiende a toda Europa. La meta de una auténtica unidad
"del continente europeo está aún lejana. No habrá unidad en Europa
'hasta
que no se funde en la unidad del espíritu. Este fundamento pro­
'fundísimo de la unidad llegó a Europa y se consolidó a lo largo de los
"siglos gractas al cristianismo con su Evangelio, con su comprensión del
"hombre
y con su contribución al desarrollo de la historia de los pueblos
''.Y de las naciones.
»Esto no significa que queramos apropiarnos de la historia. En efec­
"to, la htstorla de Europa es un gran río, en el que desembocan numero­
"sos afluentes, y la variedad de las tradiciones y culturas que la forman
"es su gran riqueza. Los fundamentos de la identidad de Europa están
"construidos sobre el cristianismo. Y su
actual falta de unidad espiritual
"brota
principalmente de la crisis de esta autoconciencia cristiana.
»Hern1anos
y hermanas, fue Jesucristo, "el mismo ayer, hoy y siem­
"pre"
(cf Hb., 13, 8), quien reveló al hombre su dignidad. Él es el garan­
"te de esta dignidad. Fueron los patronos de Europa -San Benito y los
"santos Ctrtlo
y Metodier-quienes injertaron en la cultura europea la
"verdad sobre Dios
y sobre el hombre. Fueron los ejércitos de santos
"mtstoneros,
que nos ha recordado hoy san Adalberto, obispo y mártir,
"quienes trajeron a los pueblos europeos ta. enseñanza sobre el amor al
''prójimo, incluso sobre el amor a los enemigos: una enseñanza conflr­
"mada con la entrega de la vida por ellos.
,,De esta buena nueva, del Evangelio, vtvteron en Europa, en el
"decurso
de los siglos, hasta el dia de hoy, nuestros hermanos y herma­
"nas. La repetían los muros de las iglesias, de las abadías, de los hospita­
''les y de las universidades. La proclamaban los volúmenes, las esculturas
''.Y los cuadros; la anunciaban las estrofas poéticas y las obras de los com­
''positores. Sobre el Evangelio
se pusieron los cimientos de la unidad espt­
"rltual
de Europa.
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~Por consiguiente, desde la tumba de San Adalberto pregunto:
'tNos es licito rechazar la ley de la vida cristiana, que afirma que da
'fruto abundante sólo quien da su vida por amor a Dtos y a los her­
"manos, como semilla
plantada en la tierra? Aquí, desde este lugar,
'tepito el grito que lancé al inicio de mi pontificado: ¡Abrid de par en
"par las puertas a Cristo!
~En nombre del respeto a los derechos del hombre, en nombre de la
"liberiad, de la igualdad y de la fraternidad; en nombre de la solidari­
"dad tnterhumana y del amor, grito: ¡No tengáis miedo! Abrid de par
"en par las puertas a Cristo. Sin Cristo no es posible comprender al
'hombre. Por eso, el muro, que se alza hoy en los corazones, el muro
"que dtvide a Europa,
no será derribado si no se vuelve al Evangelio,
''pues sin
Cristo no es posible construir una unidad duradera. No se
"puede lograr separándose
de las raíces de las que crecieron las nacio­
"nes y las culturas de Europa, y
de la gran riqueza de la cultura espi­
"ritual de los siglos
pasados~.
JUAN PABLO 11: Homilía durante la misa con ocasión del
milenario del martirio
de San Adalberto, en Gniezcno,
martes 3
de junio. L 'Osservatore Romano, edición semanal
en lengua española, año XXIX, núm. 25 (1486), 20 de junio
de 1997.
El concepto cristiano del hombre modelo para
la construcción de Europa
«úJ verdadera paz nace del corazón: "Tú estás en medio del contt­
"nente como un corazón fuerte': dice vuestro himno federal. En los últi­
"mos años este país en el centro de Europa se ha unido a la comunidad
"de los que se han puesto en camino hacta una meta común: la unifica­
"ción del continente. Para edificar la nueva Europa hacen falta muchas
"manos, y sobre todo muchos corazones, que
no sólo palpiten por la
"carrera y el dinero, sino por el amor a Dtos y al hombre. Abrigo la espe­
"ranza de
que el corazón de Europa permanezca fuerte y sano.
»En efecto, entre las riquezas del patrimonio cristtano el concepto
"del hombre
es lo que más profundamente ha influido en la cultura
"europea.
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»Para proyectar correctamente una casa hace falta un instrnmento
"'de medida adecuado. Quien no conoce la medida, no logra el objetivo.
''Los constructores de la Casa europea cuentan con la imagen del hom­
"bre
que el crtsttanismo infundió en la antigua cultura del continente,
"creando los supuestos sobre
los que se ha podido actuar con la creatiVi­
"dad que todos admiran. Por consiguiente, el concepto del hombre
"creado a imagen y semejanza de Dios no es una pteza de museo; por el
"contrario, representa la clave
de bóveda de la Europa actual, gractas a
"la cual las múltiples piedras, que son las diversas culturas, pueblos y reli­
"gtones,
pueden mantenerse unidas para la constrncción del nuevo edi­
''flcio. Stn este criterio de
medida,, la casa europea en construcción corre
"el peligro de desplomarse, sin perdurar·.
]UA"I PABLO 11: Discurso durante la ceremonia de bien­
venida
en el aeropuerto de Salzburgo, viernes 19 de junio,
por la mañana. L 'Osservatore Romano, edición semanal
en lengua española, año XXX, núm. 26 (1539), 26 de junio
de 1998.
No basta llenar las manos de bienes materiales, cuando el
corazón del hombre permanece vacío sin encontrar el sentido de
la vida. Aviso a Europa
»Seis años después, cuando se derrumbó el muro de Berlín y cayó el
"telón de acero, parecía
que dejaba de existir la línea de separación entre
"los dos bloques. Desde entonces muchos entustasmos se han apagado y
"muchas esperanzas han quedado defraudadas. No basta llenar úntca­
"mente las manos de bienes materiales, cuando el corazón del hombre
"permanece vacío,
sin encontrar el sentido de la vida. 1:!.'/ hombre no tiene
"siempre esta conciencia
y a menudo prefiere distracciones superficta­
"les, en vez de la verdadera alegria interior. Sin embargo, al final se ve
"obligado a constatar que no se puede vtvt.r únicamente de pan y diver­
"siones.
»De hecho, la linea de separación entre los dos bloques no ha desa­
"parecido
ni de la realidad económica nt de los corazones humanos.
"Incluso
en un país socialmente ordenado y económicamente próspero
"como
Austria se difu.nden el desvarío y el miedo al futuro.
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»¿No es verdad que se han producido tnstdtosas grietas tncluso en la
"sólida y hasta hoy convalidada estructura de cooperación entre los gru­
''pos soctales, que ha contrtbutdo notablemente al bienestar del país y a
"la prosperidad de la población?
»¿No se están dtfund'lendo entre los ciudadanos austriacos, sólo pocos
"años después del
refenfudum, el escepticismo y la .frustración con res­
"j)ecto a su adhesión a Europa?».
JcAN P.ABW 11: Discurso del Papa a las autoridades y al
Cuerpo diplomático, sábado
20 de junio. L 'Osseroatore
Romano, edición semanal en lengua española, año XXX,
núm. 26 (1539), 26 de junio de 1998.
Europa debe respirar con sus dos pulmones en la construcción
de una verdadera comunidad humana desde el punto de
vista histórico, cultural y religioso, abriendo las puertas a Cristo
«Espero que se den los pasos necesarios para acercar el este y el
"oeste del continente: los dos pulmones que Europa necesita para poder
"respirar.
·l.a diversidad de las tradiciones orientales y occidentales pro­
"moverá
la cultura europea y constituirá, a través de la memoria y el
"tntercambto
reciproco, una base para la anhelada renovación esptri­
"tual.
Por eso, más que de una "ampliación hacia el este", se deberla
"hablar
de una "europeización" de toda el área continental.
»Permtttdme profundizar en este pensam'lento. Al comienzo de mi
"pontificado invité a los fieles reunidos en Roma, en la plaza de San
"Pedro, a abrir las puertas a Cristo (cfr. Homilía, 22 de octubre de 1978).
"Hoy, en esta ciudad tan Importante desde el punto de vista bfstórtco,
''cultural
y religtoso, repito mi llamamiento al viejo continente: "Europa,
"abre las puertas a Cristo".
,.Esta exbortact6n no nace de una fantasía soñadora; se funda en un
"realismo abierto a la esperanza. En efecto, la cultura, el arte, la bistorla­
''.Y el presente de Europa han stdo foryados, y lo siguen siendo, por el crts­
"ttantsmo, basta el punto de que nt siquiera hoy existe una Europa com­
''J)letamente secu/artzada o tncluso atea. No sólo lo atestiguan las tglesias
''.Y los monasterios en muchos países europeos, las capillas y las cruces
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''plantadas a la vera de los caminos europeos, las oraciones y los can­
"tos cristianos en todas las lenguas del continente. Más claramente aún
"lo confirman los numerosos testtgos vivos: hombres y mujeres que bus­
"can, preguntan, creen, esperan y aman; los santos ·ctel pasado y del
"presente.
»Evocando con gratitud y orgullo el gran tesoro del crtstta,nismo, os
"pido que acojáis este patrimonio como una propuesta que la Iglesia viva
"quiere presentar al final del segundo milenio cristiano. Nadte pretende
"considerar
la untversalización de este patrimonio como una victoria o
"como
una confirmación de superioridad. Profesar ciertos valores signt­
"ftca solamente comprometerse a cooperar en
al construcción de una
"verdadera comunidad humana universal: una comunidad en la que
"no baya líneas de separación entre mundos diversos.
~ También de nosotros, los cristianos, dependerá que Europa, con sus
"aspiraciones terrenas,
se cierre en si misma, en sus egoísmos, renun­
"ciando a su vocación
y a su misión histórica, o que recupere su alma
"mediante la cultura de la vida, del
amor y de la esperanza,.
JUA.1'1 PABLO 11: Discurso a las autoridades y al Cuerpo
diplomático, sábado 20 de junio. L 'Osservatore Romano,
edición
semanal en lengua española, año XXX, núm. 26
(1539), 26 de junio de 1998.
Crear un espacio de libertad, justicia y paz,
en la construcción de Europa
nLos constrnctores de la nueva Europa deberán afrontar otro gran
"desafio: el de crear
un espacio global europeo de libertad, de justicia y
"de paz, en lugar de la isla de bienestar occidental del continente. Los
''países más rtcos inevitablemente deberán afrontar sacrificios concretos
·'para nivelar poco a poco la /Jrecba Inhumana del bienestar existente en
"Europa. Hace falta
una ayuda espiritual para proseguir la construcción
"de las estructuras democráticas y su consolidación, y para promover
"una cultura
de la política y las condiciones justas del Estado de derecho.
"Para este esfuerzo la Iglesia ofrece como orientación su doctrina social,
"centrada en la solicitud y en la responsabilidad por el bom/Jre, enco-
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Fundaci\363n Speiro

"mendado a ella por Cristo, •No se trata del hombre "abstracto", sino del
'hombre real, concreto e histórico ( . .) que la Iglesia mJ puede ahandu­
"nar~ (Centessimus annus, 53),.,
JUAN PABLO II: Discurso a las autoridades y al Cuerpo
diplomático, sábado 20 de junio. L 'Osseroatore Romano,
edición semanal en lengua española, año XXX, núm. 26
(1539),
26 de junio de 1998.
Europa debe constnrir su unidad en la pluralidad
«Con estos sentimientos, extiendo la mirada, más allá de las fronte­
"ras
de esta país, hacia toda Europa, hacía todas las naciones de nuestro
"continente, con
su historia, desde el Atlántico basta los Ura!es, desde el
"mar del Norte basta el Mediterráneo. Austria, en pa11icular, ha compar­
"ttdo las vtctsttudes de Europa, ejerciendo un Influjo decisivo. De modo
"ejemplar, muestra que múltiples etnias pueden vtvir en un espacio redu­
"cido, con un intercan2biu fructuoso, colaborando creativamente para
"construir la unidad en la pluralidad. 1::n el actual territorio austriaco,
''jJequeño en comparación con otras naciones, han arraigado las carac­
"terísticas
de los celtas y de los latinos, de los germanos, de los húngaros
''.Y de los eslavos, y se trata de características que perduran en la pobla­
"ción. Así, Austria se
ha convertido en el espejo y el modelo de la Europa
''unida que no qutere marginar a nadie, sino dar espacio a todos».
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]VA.' PABLO 11: Discurso durante la ceremonia de bien­
venida
en el aeropuerto de Salzburgo, viernes 19 de junio,
por la mañana. L 'Osservatore Romano, edición semanal en
lengua española, año XXX, núm. 26 (1539), 26 de junio
de 1998.
Fundaci\363n Speiro