Índice de contenidos
Número 365-366
Serie XXXVII
- Textos Pontificios
-
Estudios
-
La conversión de Carnelutti al iusnaturalismo realista sin salir del normativismo
-
El orden de los órdenes. El concepto de orden en San Alberto y en Santo Tomás de Aquino. Su actualidad en el contexto de la filosofía política y jurídica
-
Identidad e integración: un apunte desde el derecho constitucional actual
-
De los adivinos, sus objetivos, métodos y conexiones
-
La legítima defensa en el nuevo Catecismo de la Iglesia Católica
-
El derrumbe de las ideologías: la política y el retorno a lo real
-
La política y el arte del ceremonial
-
-
Crónicas
-
Festividad de San Fernando 1998
-
Homilía del P. Agustín Arredondo, S. J. [San Fernando 1998]
-
Discurso de Gustavo Blanco [San Fernando 1998]
-
Discurso de Antonio Segura Ferns [San Fernando 1998]
-
Francisco Elías de Tejada: Realismo jurídico e instituciones hispano-napolitanas
-
Siete días de lucha social
-
Una tesis parisina sobre el foralismo español
-
Integración e identidad
-
-
Información bibliográfica
-
Álvaro d'Ors: La posesión del espacio
-
Bernardino Montejano: Aproximación al principito
-
Bruno Lima: La guerra civile spagnola (1936-1938). Aspetti politico-religiosi
-
José Antonio Vaca de Osma: Los vascos en la historia de España
-
Abel Paz: Durruti en la revolución española
-
Aleix Vidal-Quadras: Amarás a tu tribu
-
Mauro Ronco: Il problema della pena
-
José Orlandis: Estudios de historia eclesiástica visigoda
-
Autores
1998
Abel Paz: Durruti en la revolución española
INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
Abel Paz (seud. de Diego Camacho): DURRUTI
EN LA REVOLUCIÓN ESPAÑOLA
c•i
Este libro se enmarca en el centenario del nacimiento del
líder anarquista Buanventura Durruti.
El planteamiento, tanto
del biografiado
como de la Revolución en España, se realiza
desde
una perspectiva anarquista -más concretamente faísta-,
que era la propia de Durruti y al parecer también del autor.
Aunque el tema es histórico, su tratamiento
no es propiamente
académico.
l. Los temas
Este libro es muy interesante por el tema tratado: un militan
te convertido en héroe para quien, al parecer, su revolución es el
sustituto
de la religión (págs. 320-321), y la historia se reduce a
un segmento del proletariado español de tendencia sindicalista y
anarquista.
El tema central de este libro es la biografía de un luchador
revolucionario, íntimamente unida al movimiento al
que entregó
su vida. En
su vibrante quehacer revolucionario en el seno del
anarquismo radical, Durruti se agrupó más
que en la generalidad
de las masas anarquistas, en diferentes células revolucionarias lla
madas
"Los justicieros", "Los solidarios", "Los errantes", y, por
último, "Nosotros".
El libro habla de Durruti, el anarquismo y la época en la que
éste se desarrolla. Tiene varias partes. En la primera, "el rebelde"
(1896-1931), se narra tanto la azarosa y turbulenta vida del prota
gonista
y conspirador -incluidós los escenarios sudamericanos
(cap. XI-XIII), Francia, Bélgica ... -
como su continuo anhelo
abatido, propio
de un extremismo al parecer imposible.
(*) Madrid, 1996, 771 págs., introducción por José Luis Gutiérrez Molina,
Fundación
de Estudios Libertarios "Anselmo Lorenzo», col. Biografias y memorias,
núm. 3, 3.750 ptas., 165 x 248 mm.
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
La segunda parte, "el militante", (1931-1936), muestra la
actuación
y las crisis del anarquismo durante la segunda Repú
blica. En esta parte la narración recobra su brío.
En la tercera parte, "el revolucionario" (19 de julio a 20 de
noviembre
de 1936), se describe con un excesivo detalle el fra
caso del pronunciamiento militar en Barcelona gracias al empuje
de las masas anarquistas. También se describe la división y lucha,
dentro del anarquismo, entre los colaboracionistas con los repu
blicanos,
por un lado (en el Govem de la Generalitat, en la mili
tarización
de las milicias anarquistas hasta la disolución del Comi
té Central de Milicias Antifascistas
de Cataluña) y los enemigos de
toda colaboración con el orden democrático-burgués por otro.
Otros
son la formación del frente aragonés, las disensiones entre
anarquistas y comunistas, así como en el campo antifascista en
general, el empuje de la influencia estalinista, la plasmación en la
realidad aragonesa del idílico
comunismo libertario propio del
anarquismo, reflexiones
de por qué se perdió la guerra, y la lucha
de la columna Durruti en Madrid.
Llegado el momento,
y en una cuarta parte, se explican todas
las interpretaciones ofrecidas sobre la muerte sin brillo
y algo
enigmática
de Durruti.
En mi opinión, los titulares
de cada parte citada son capri
chosos,
pues todos ellos son propios de toda la biografía de
Durruti
-de ese moderno Roberpierre---, y extensibles a la CNT
y la FAl.
2. Elmétodo
En su prefacio el autor dedica esta obra al proletariado espa
ñol
y mundial (pág. 15). Tanto la dedicatoria como el libro tienen
una fuerte carga intencional.
Introducción
y libro están en perfecta consonancia. En su
extensa introducción (págs. 17-43),].
L. Gutiérrez Molina expre
sa las razones de la edición: "recuperar una de las figuras más
representativas del anarquismo español" y "replantear la histo
riografia existente sobre los años treinta del presente siglo
en
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
España" (pág. 18). De esta manera, el autor pretende sobrepasar
a los historiadores denominados de "izquierdas" y "derechas"
-"objetivamente aliados en la ocultación histórica de lo que les
molesta" (pág.
191)-, con un interesante espiritu crítico por des
velar ciertas interpretaciones consideradas verdaderas en cuanto
que dominantes. En la introducción, Gutiérrez Malina también
critica el actual olvido y la manipulación historiográfica sobre el
anarquismo, y alaba al autor Abe! Paz
por su difícil tarea de pre
tender desmontar las interpretaciones hoy
en boga. De esta
manera, el libro es presentado historiográficamente como reno
vador.
No obstante, autor y presentador aceptan la interpretación
anarquista
de la historia de España, lo que permite pensar que
con este libro lo que realmente pretenden ambos es recuperar el
anarquismo para la construcción
de la Historia, más que para el
recuerdo o la Historia escrita.
De esta manera -y esto es importante para la crítica-el
libro se concibe y desarrolla "como instrumento
de lucha: como
elemento
de resistencia a la desinformación imperante" (pág. 18).
Estamos ante
un libro beligerante, lo que quizás le quita más que
le otorga credibilidad.
Según Gutiérrez, el autor es objetivo, pero no neutral en
cuanto que manifiesta su compromiso con el anarquismo. Al
menos, quien introduce el libro, tiene el gusto de aclarar que
dicha objetividad reside en la coherencia interna del libro, en
utilizar fuentes primarias y en no manipular los documentos o
hechos. Además
de no pocos errores históricos, el autor se deja lle
var por los parámetros, las interpretaciones y expresiones anar
quistas, pretendiendo convertir así su interpretación subjetiva y
global
en una verdad objetiva. De no transformar al libro en ins
trumento de lucha y
de no utilizarlo ideológica y políticamente,
la imagen ofrecida del anarquismo hubiera estado mucho más
cerca
de la realidad.
Creemos
que este libro debe ser leído con el debido espíritu
critico, pues existe el grave riesgo de que el autor realice una uti
lización partidista de la historia y de esta manera siga un método
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
viciado desde su raíz. No en vano, muchas afirmaciones y omi
siones patentizan que este voluminoso libro a veces dice lo que
quiere
y como quiere.
Por ejemplo, el autor sólo expone los hechos y su explica
ción de forma unilateral: como resultado de ello sólo queda
la
acción y reacción de unos y otros, narrada en base a la interpre
tación anarquista.
Creemos que una debida neutralidad (lo que no impide una
contenida simpatía
por el biografiado) es paso previo para la obje
tividad.
La objetividad no sólo es posible si se cumplen ciertas
condiciones, sino que también es muy deseable y hasta necesa
ria para que la investigación se eleve la rango de ciencia históri
ca. Por su parte, la ciencia
supone comprometerse únicamente
con la verdad del pasado, con aquello que todos pueden alcan
zar independientemente
de sus posicionamientos subjetivos.
En resumen, el libro de Camacho tiene una estructura y expo
sición muy tradicional en manto narrativa y empírica. El análisis de
tendencia anarquista se encuentra en los juicios de valor así como
en la ideología o esquema interpretativo. Dicho análisis coincide en
parte con el marxista. En cuanto interpretación, se trata de un libro
ideologízado y político; ello
al menos impide que la exposición de
los hechos se realice en base a una técnica puramente narrativa
-lo que podría alcanzarse por otros caminos-, refiriéndose en
este caso los hechos a un esquema conceptual a priori.
3. Las fuentes
El texto tiene abundante apoyo literario (ca':las, discursos,
artículos de prensa, proclamas, testimonios de amigos, etc.), aun
que su elevado número convierte al libro
en eminentemente
narrativo. Hubiera sido preferible que dihos documentos, que a
veces ocupan capítulos enteros, se insertasen
en apéndices (1) y
que en el texto se realizase una debida crítica histórica.
(1) V gr., págs. 110-112, 208-212, 256-262, 294-296, 297-303, 315-316, 333-
340, 345-349,
365-371, 436-438, 495-497, 529-531, 538-539, 552-553, 564-571, 573-
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
No obstante, ya al final del libro, el lector agradece la exten
sa selección
de opiniones y textos sobre la muerte de Durruti en
función del análisis de las "contradicciones y fantasías en las ver
siones presentadas", aunque todo ello
quede más como culto al
héroe --desviación burguesa en la concepción anarquista-que
como análisis y reconstrucción
de la situación de la clase prole
taria favorable
al anarquismo.
Las abundantes fuentes orales y los testimonios recogidos mu
chas veces no gozan del debido
contraste crítico, son aceptadas
sin más, y tienen el signo
de la unilateralidad. Sus transmisiones
sólo
son anarquistas y hablan en función de la revolución anar
quista. Entre muchos ejemplos podemos citar las páginas 553-554.
Los textos carecen de la debida critica histórica y muchas veces
falta la debida precisión
en el dato con relevancia para la Historia.
Las justificaciones !eólicas del anarquismo (pág. 321) no
deben confundirse con el escaso análisis histórico, y con el carác
ter épico (págs. 316-317, 356), e incluso heróico
de no pocas de
sus páginas. Todo ello hace que este interesante libro se aleje de
alguna manera de la historia científica.
En este libro hay poca labor
de archivo y mucha de hemero
teca y
de testimonios ·escritos -¿fidedignos?-. Las referencias de
hemeroteca ascienden a un total de 77 entre diarios, revistas,
documentos, correspondencia, testimonios, discursos
y entrevis
tas, útiles lógicamente para conocer las tesis anarquistas. Las
fuentes bibliográficas, poco diversificadas, se presentan general
mente sesgadas a favor
de una determinada corriente metodoló
gica. En este sentido, el libro defrauda las expectativas y llena
páginas sin un estricto talante académico.
4. El tratamiento de los temas
Una cosa son los temas y otra cómo se tratan. Citaremos algu
nos ejemplos.
578, 591-595, 601-607, 619-620, 633-634, 637-639, 642-648, 649-661, 665-672, 675-
676, 68Q-ó86, 691-714.
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
4. l. Sobre Durruti
Durruti es convertido en un verdadero héroe --conversión
impropia para su coherencia interna anarquista y radical-y el
anarquismo queda muchas veces irreconocible. Quizás sea un
exceso del autor decir que: "Con la extinción de estas vidas (la
de Durruti y Ascaso) terminaba
uno de los más agitados capitu
las de la lucha proletaria" (pág. 674). Más bien, la agitación para
el anarquismo vendrá con la disolución "manu milit.ari" del
Consejo de Aragón dictada por Prieto -por instigación del par
tido
comunista-y ejecutada por Llster, y con la eliminación de
los anarquistas opositores.
Del héroe anarquista sólo se recoge su vida revolucionaria.
En general, es un héroe presentado con frialdad y distancia, pues
salvo la intransigencia y creencia cuasireligiosa en el radicalismo
anarquista, Durruti carece
de defectos y virtudes. No obstante,
Durruti
queda humanizado por algunas confesiones intimas, su
matrimonio, el nacimiento de su hija, el trato epistolar con su
familia, y, sobre todo, la admiración
que le brindan sus compa
ñeros revolucionarios. El héroe prevalece sobre el hombre. En
este sentido, la biografía carece
de profundidad, aunque esto sea
más fruto
de la carencia de fuentes.
Con el historial de Durruti y de los anarquistas es paradójico
afirmar: "Por naturaleza, Durruti repudiaba la violencia, y
no se
había entregado jamás a ella de buen grado, sino que sólo la
aceptaba como necesidad defensiva o último recurso, lo mejor
administrada posible" (pág. 383). No es creíble que a Durruti le
gustase matar, pues era hombre. Ocurre que los anarquü,tas siem
pre estaban en situación límite. Para ellos, la mera existencia del
enemigo
-bastaba que ellos lo considerasen como tal-siempre
era una inminente amenaza, su mesianismo les llevaba a un falso
optimismo, su demagogia era un útil resorte para impulsar a las
masas, y sus principios teóricos sobre la supresión de la autori
dad y de colectivización generalizada eran elevados a mito, cons
tituyendo asi
un sustituto de la religión.
Es interesante el testimonio de Portas sobre Durruti. Portas le
cataloga
como eterno optimista y "fanático de la revolución",
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
mientras "la mayoria de la clase obrera, sin preocuparse lo más
mínimo por esa sangría anarquista, que llenaba los campos de
fútbol o las plazas de toros ... " (pág. 312). Dunuti, el eterno
optimista, el utópico, era ajeno a la voluntad sociológica,
y más
quería transformarla
de acuerdo con su utopía que reflejarla con
fidelidad. Sin embargo, su rebeldía hacia lo que consideraba
injusticia
-y no pocas·veces lo era-y su inconuptibilidad en el
sacrificio, atrae sobre él las simpatías del lector.
Su nobre reac
ción contra el liberalismo económico fue digna de mejor causa
para muchos de su época.
4.2. Simplificaciones e identificaciones gratuitas
El libro está lleno de simplificaciones, sutiles o bien de bulto,
que pueden ser entendidas como un producto ideológico del
autor. Porque una cosa es el interesante recurso de escribir desde
dentro de los protagonistas, y otra realizar continuos juicios de
valor, justificaciones gratuitas, y callar lo
que interesa.
Hay afirmaciones
que oscilan desde lo científicamente insos
tenible hasta lo pueril y lo jocoso. Lógicamente, esto quita al libro
credibilidad, pues el lector avisado tiene
que estar continuamen
te filtrando las expresiones y recelando
que detrás de la forma se
cuele
el contenido no histórico.
Por ejemplo, la Historia como arma ideológica se propone
desvelar incluso las supuestas intenciones del enemigo político,
aunque estas suposiciones siempre sean subjetivas y fácilmente
temerarias. Dichas intenciones siempre son denunciadas como
negativas (v. gr., págs. 359, 410), para así mostrar lo malos que
eran los burgueses y sus estructuras.
Nada más empezar el primer capítulo, el autor dice
que "la
noticia de la muerte del prelado (nota: el cardenal arzobispo de
Zaragoza, Ilmo.
Juan Soldevila Romero) llenó de terror a las auto
ridades locales y de
alegría a las clases humildes' (pág. 47) (el
subrayado es nuestro). Desde luego,
que el arzbispo Soldevila,
siempre generoso con los humildes, estimulase el pistolerismo,
así como la turbia imagen que de él se ofrece en el libro (v. gr.,
pág. 101, nota 108), no se sostiene científicamente.
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
El autor, como los anarquistas que estudia, identifica la reli
gión con el estamento clerical, a ambos con el sentimiento mo
nárquico,
y, todo ello, con el anacronismo y el estancamiento.
Para el autor sólo existían en España dos situaciones sociales
posibles: o ricos o pobres. El maniqueísmo siempre está servido:
el clero, la burguesía, los militares, la casta aristocrática, y la
monarquía,
por un lado, y los proletarios por otro.
Se identificaba el pueblo industrial y campesino con el obre
ro, a éste con el proletario, y, a su vez, a éste con el anarquismo.
De esta manera, por ejemplo,
se ignora al complejo movimiento
obrero católico, a la UGT, etc. Es más, se considera que sólo el
anarquismo -y más concretamente el faísmo-era la revolu
ción, y se le identifica con la clase proletaria. De esta manera
todos los partidos revolucionarios durante la República y la gue
rra civil son considerados y denunciados como Contrarrevolucio
narios, y la situación del anarquismo durante la República es
valorada
de la misma manera que la dictadura primorriverista.
Todo ello resulta muchas veces paradójico.
Esto llevó a decir a Durruti "( ... ) la cuestión
en España no es
de democracia burguesa o fascismo, sino fascismo o revolución
social" (pág. 421). "Nuestra consigna debe ser fascismo o revolu
ción social: dictadura
de la burguesía o comunismo libertario"
(pág. 443).
En el conflicto CNT-FAI el autor, al igual que lo hizo
Durruti, opta por la FAI.
Con ocasión del advenimiento de la República, dice: "el
único sector que disfrutaba realmente de la vida estaba constitui
do por un millón de personas, entre funcionarios (burócratas),
sacerdotes, militares, intelectuales, grandes burgueses y terrate
nientes. El resto era llamado "la canalla" (pág. 245).
Todas las tendencias del variopinto sector
de "derechas" son
englobadas bajo el término genérico de "fascismo".
Gil Robles, por
ejemplo, "imitando a Hitler, se proponía instaurar una dictadura
por medios legales y con el apoyo
de los trabajadores" ya en 1933
(pág. 359). Esto es internamente coherente con la incoherencia
que inplica esta afirmación: "el fascismo es el capitalismo".
Abel Paz explica con detalle, pero también
con hostilidad, las
relaciones del anarquismo con el nacionalismo secesionista cata-
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
lán. En primer lugar, hostilidad teórica al concebir al naciona
lismo fuera del proceso general,
y, por tanto, sin repercusión
desde el punto de vista revolucionario. En segundo lugar,
con
una animadversión práctica al acusar a los nacionalistas de no
apostar fuerte con sus masas
-por otra parte inexistentes-en
sus intentonas secesionistas,
y por limitarse a realizar un cam
bio político burgués ajeno a la revolución social (págs. 387-409,
492-512).
El autor se muestra radicalmente opuesto al socialismo y al
comunismo, al primero por posibilista (oportunismo) y por
aburguesado (mero reformismo), y al segundo por contrarrevo
lucionario y admitir
en la praxis española la fase de la revolu
ción burguesa (pág. 246).
Así, el bolchevismo no sólo habría
asesinado
la revolución rusa (pág. 451), sino también la espa
ñola.
Si el anarquismo queña realizar la revolución a la vez que la
guerra, los comunistas deseaban ganar la guerra para despúes
hacer
la revolución. Entre ambos estaba Companys. Este choque
produjo
en Cataluña una desintegración interna que hizo olvidar
en la práctica la guerra. (Después todos se echarán mútuamente
la culpa del fracaso).
Lógicamente, los militares y tropas rebeldes
en 1936 son
representados feamente, y todo el
buen hacer en el campo de
batalla pertenece a las tropas leales a la República.
4.3.
Libre de toda culpa
El anarquismo nunca seña agresor injusto, pues su continua
acción violenta -terrorista, bandidaje, delitos comunes,
etc.
sería la simple consecuencia de la violencia sufrida previamente
por la estructura del poder burgués. El anarquista sería el perse
guido y nunca el perseguidor, y su violencia se justificaba sola,
aunque el autor también intente hacerlo
en alguna ocasión. Los
anarquismos serían unos benditos.
Así, y a modo de_ ejemplo, se olvida el terrorismo anterior a
1923, las matanzas de sacerdotes en Asturias en 1934, y en las de
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
1936-39. La iniciativa de la violencia se adjudica siempre a los
poderes constituidos: Martinez Anido y Primo
de Rivera con Al
fonso XIII, Miguel Maura, Azaña y Gil Robles en la República.
Más concretamente, en general se adjudica a la fuerza pública y
a los militares, ignorando --entre otras cosas-que estos últimos
estaban muy divididos durante la República. Lógicamente, los
asaltos a las iglesias
en 1936 se deben a que en ellas "se conspi
raba descaradamente desde el púlpito, y sus sacristías servían
de
depósitos de armas" (pág. 448). Y la matanza de frailes y monjas
debe ser
por el mismo motivo.
4.4. A la búsqueda de lo importante
Con el ánimo de explicarlo todo, el autor a veces se lía con
los datos C el 60% de la clase obrera que se habla enrolado en la
CNT, pág. 400, se transforma en un 70%, págs. 403, 405). Otras
veces se enreda en cuestiones secundarias en relación con el
anarquismo ibérico (2), o bien retrasa la explicación de lo que
realmente interesa.
Por ejemplo, hay que esperar_ a la página 116 para saber a
lo
que aspiraba al CNT: "¿Qué perseguía la CNT!: La emanci
pación económica y política de la clase obrera a través de expro
piación generalizada y la 'autogestión' a todos los niveles". Su
lema sería
"la lucha contra el capitalismo, el Estado y la religión"
(pág. 117).
Más adelante, aparece continuamente el objetivo del
comunismo libertario propio de los anarquistas. El autor explica
el anarquismo a través
de las cartas, artículos de prensa, etc.,
que inserta, adquiriendo las consideraciones del autor sobre la
relación entre teoría y práctica una considerable significación
(págs. 123 y 193). La teoría de la CNT y FA! figuran en la segun
da parte, capítulo VIII.
(2) Por ejemplo, se explica la división del anarquismo en Argentina
(págs. 111-113, 139-148),
se describe la situación económica general de España
en 1931 que también podía favorecer a otras organizaciones de izquierdas ade
más del anarquismo (págs. 241-244), y
se narra de una forma excesivamente pro
lija el fracaso de la rebelión en Barcelona (págs. 455-491).
531
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
4.5. La ortodoxia anarquista y los anarquismos
Es interesante la explicación de las frecuentes divisiones o
tendencias anarcosindicalistas ("treintistas" y radicales), los pro
blemas internos entre la
CNT y la FAI (3), y la afirmación de que
en 1931 domine la tendencia anarquista moderada aunque en la
práctica el triunfo sea
de los extremistas (págs. 272-279), para lle
gar así a la escisión
en la CNT (págs. 333-340). También es rele
vante la confesión de que al anarquismo le convenía agravar la
herida del proletariado, más que curarla (pág. 359).
El autor manifiesta que la gran variedad de tendencias y opcio
nes no coincidentes entre sí dentro del anarquismo eran contrarias
a la propia esencia de este movimiento e iban en detrimento del
mismo. Por mi parte, de mantener este esquema, creo que la espon
taneidad de dicha variedad transformó el anarquismo en una con
tradicción insoluble que arruinó a este movimiento. Por su parte,
Abe! Paz elige como auténticamente anarquista la línea marcada por
Durruti, Ascaso
y sus colaboradores más inmediatos, repugnando
otras líneas anarquistas como, entre otros, la de Ángel Pestaña.
El autor narra la colaboración de la CNT-FAI con los restan
tes partidos del Frente Popular, lo
que a su juicio refleja una con
tradicción con el credo
y ortodoxia anarquista. Lógicamente,
refleja las divisiones
que ello produjo. Lo que no señala, y con
ello distorsiona la historia del anarquismo, es que la CNT llegó a
reconocer la necesidad del Estado como instrumento
de lucha y
consolidación de las conquistas revolucionarias (véase el progra
ma
de unidad CNT-UGT, fechado el 18 de marzo de 1938).
4.6. Ya con los datos
El número de concejales monárquicos y republicanos de las
elecciones
del 12 de abril de 1931 que ofrece el autor (pág. 229)
es erróneo, pues se
queda con los datos de Tuñón de Lara que
(3) Páginas 107 y sigs., 200-205, 263-271, 293-294, 319, 396, 434-435, 449-
454, 579
y sigs., 626 y sigs.
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
son los mismos que los ofrecidos por el ministro de Gobernación,
marqués
de Hoyos. Hay que advertir que el total de concejales
electos fue de 81.099 y
no de 28.025 concejales.
La dejación por el conde de Romanones de la causa alfonis
na (pág. 233) es independiente de
la posición del general
Sanjurjo.
El autor recela cuando observa que en 1931 aparecieron "a la
superficie insospechados republicanos con alma verdaderamente
monárquica" (págs.
217, 221, 288). Aunque, en su día, Alcalá
Zamora y Miguel Maura, entre otros, fuesen monárquicos, no
cabe duda que en 1931 eran fervientes republicanos. Y el hecho
de
que ocupasen altos cargos fue a pesar de ser desbordados por
la marea revolucionaria desde los primeros días de la joven
República. Abe] Paz
no entiende que Alcalá Zamora enseguida
fuese sobrepasado
por la izquierda en contra de sus predicciones
o, mejor, de sus deseos (pág. 236). Puede decirse
que ambos
políticos liberales citados fueron controlados
por los partidos de
izquierda, y
no que -a diferencia de lo que dice el autor
hubiesen controlado la situación a beneficio de sus privilegios de
clade dominante.
La cuestión religiosa creada por la legislación republicana
queda totalmente soslayada
por Abe! Paz, como si no hubiera
existido. Su análisis se centra exclusivamente en la distribución
de los bienes de producción. La primera vez que cita la "cuestión
religiosa"
es en la página 298, y sin valor alguno.
El autor es repetitivo suponiendo que el Gobierno socialaza
füsta se complacía con la derecha, mientras atacaba con saña al
anarcosindicalismo. Llega a afirmar que con las Cortes azañistas
"la maquinaria estatal frenaba las Oeyes] que consideraba perju
diciales a los intereses de las clases privilegiadas o
la Iglesia"
(pág. 355).
También el autor de equivoca al señalar las cifras de víctimas
en la revolución de Asturias. Señala un total de 1.335 obreros
muertos y
2.951 heridos (pág. 41). Sin embargo, estas cifras son
las del Ministerio
de Gobernación (informe del 3-1-1935), y en
ellas se incluyen las bajas de los rebeldes y las del Ejército. Dicho
total
de 1.335 muertos incluye a 331 de la fuerza pública, y los
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
2.951 heridos recogen a 743 que serian del Ejército. Por su
parte, el Ministerio
de Guerra señala 266 bajas al Ejército, y,
Aurelio de Llano, un total de 1.196 muertos (de ellos 256 mili
tares) y 2.068 heridos (639 militares). Este es
un ejemplo de
cómo Abe! Paz tergiversa las cifras. Por otra parte, hubo de 15
a 20.000 presos preventivos en las cárceles, y no los 30 o 40.000
que señala Abe! Paz, que al parecer copia la cifra a Hugh
Thomas (pág. 417).
Es interesante la narración del IV Congreso de la CNT en
mayo de 1936 (págs. 449-454), pero debiera de incluir en ella el
programa revolucionario del doctor Isaac Puente, aprobado por
el Congreso. Dicho programa muestra el anarquismo como fue y
como se pondrá en práctica durante la guerra. Por otra parte, la
cifra de un millón de militantes de la CNT es excesiva.
En los datos
de la jornada electoral del 16 de febrero de 1936
el autor prefiere las cifras
de Jean Bécarud, que favorecen en
mucho a la izquierda, a las que ofrece Gil Robles y otros autores,
sacadas éstas de la prensa del momento.
El autor insiste en el error de que la ayuda extranjera a los
nacionales fue mayor que a los republicanos, y que gran parte
del Ejército fue contrario a la República,
lo cual, unido a las
luchas internas entre los republicanos, justificaría la derrota del
bando de la República. También afirma que Stalin aportó muy
poca ayuda material y que se excedió en su intromisión política
-esto último parece cierto-siempre contraria a la revolución
española. De todas maneras, el autor expresa bien la infiltración
comunista
en la República (pág. 621, etc.) y los errores de los
lideres anarquistas (págs. 622-626).
4.7.
El anarquismo posible
Para demostrar que el anarquismo es posible, el autor identi
fica como situación de comunismo libertario los cinco días que
duró la insurrección en el Alto Llobregat en 1932 (pág. 315), la
autogestión obrera
en Barcelona (págs. 251 y sigs.), y la colecti
vización
en Aragón (págs. 608 y sigs., etc.).
534
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
Respecto a la autogestión obrera barcelonesa Abe! Paz sosla
ya que fue planteada en momentos de guerra, duró unos pocos
días
porque enseguida pasó a ser mixta, vivía del pasado, admi
nistraba más que producía, y se daba en una situación anormal.
En Barcelona nadie estaba obligado a nada; era el caos. Por
eso
es verdad que Companys quería dar la batalla a los anarquistas,
pero carecía de medios al efecto.
El autor idealiza las colectivizaciones en Aragón, olvidando
su degeneración y fracaso. También se sabe que muchos
campe
sinos no querían las colectivizaciones, y que les fueron impues
tas
por la fuerza. Ello se convirtió en una verdadera dictadura con
métodos de ingrato recuerdo. Para los comunistas,- imponer las
colectivizaciones
por _la fuerza era arrojar a los campesinos a los
brazos
de la contrarrevolución.
Es una contradicción el hecho de que durante los primeros
meses
de la guerra los anarquistas dominasen inicialmente Cata
luña hasta practicar parcialmente la colectivización-socialización
antíestatista, y
que poco después acepten el estatismo de la
Generalitat y del
Estado de la República. Es más, será en Aragón
donde el anarquismo, que carecía de la fuerza, la estructura y la
acción del anarquismo catalán, establezca su gran ensayo
de
sociedad colectivista. Así, la CNT perdía donde inicialmente había
ganado, y ganaba
en donde tenía mucha menos presencia.
Los anarquistas, enemigos teóricos de todo gobierno, accedie
ron de hecho al poder de un Gobierno social-burgués ( 4). Frente a
ellos, el comunista Líster ha reconocido ·que los comunistas no esta
ban preparados para gobernar, sino sólo para hacer la revolución.
(4) En la práctica de.la rev9lución anarquista ahí está su participación en el
Comité
de Milicias Antifascistas (Comité que respetaba los prin~ipios del anar
quismo al tiempo
que ligaba a éste a las responsabilidades del poder guberna
mental; las Milicias fueron disueltas el 3-X-1936), el Consell d'Economía de
Gatalunya (Birlán, Abad de Santillán, Fábregas) creado por un decreto del Govern
de la Generalitat el 11-VIII-1936, el nuevo Govem de la Generalitat del 26-IX-
1936, el Conseller d'Economia de dicho Govern desde septiembre de 1936 hasta
junio
de 1937, la Comissió de la industria de Guerra, el Consejo de Aragón o
Confederación Llbertaria Aragonesa, los Departamentos anarquistas en Aragón
(pág. 611), los ministros anarquistas del Gobierno de la República (Segundo
Blanco en Instrucción Pública .. .), etc.
535
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
Por otra parte, los anarquistas también plantearon teórica
mente una organización. Tal era la compleja solidaridad de las
células laborales y las coordinaciones sociales intermedias desde
abajo hacia arriba.
Sin embargo, tenía que reconocer que si
bien el Gobierno liberal y socialista
suponía el Estado moderno
-identificado con el estatismo---, una organización como la suya
suponía una manera
de Gobierno, aunque estuviese claro que no
todo Gobierno supusiese estatismo. De cualquier manera, la
organización anarquistas implicaba un
poder práctico.
Abe! Paz soslaya,
en cuanto incomoda sus deseos, la parti
cipación
de la CNT en el nuevo Estado, ya sea en Cataluña, ya
en la República. No obstante, supone dicha participación que,
en contra de la multitud de detalles a la que en otros casos
acostumbra al lector, ni siquiera narra, mientras --eso sí-seña
la las disensiones que produjo. Asimismo, se sabe que la CNT
no se opuso a la estatización, ni puso en duda sus posibles ven
.tajas, ni defenderá a ultranza la colectivización realizada en
Cataluña. Puede decirse que la CNT renunció a la socialización
global
en Cataluña, aspecto este que debiera incidir en el libro
por significar las tesis y el marco de la acción de Durruti, la CNT
y la FAI.
Este libro muestra que el anarquismo fue un gran imposible.
Sin
duda fue su utopía, el liberalismo disgregador, las injusticias
sociales, y el temperamento propio
de los hispanos, lo que hizo
posible como deseo lo
que era imposible en la realidad. Por
otra parte, la fe ciega, la crítica radical, el deseo de unidad
social, el ensalzar al puebJo de alpargata, el tomar como base
la asamblea o democracia directa, el rechazo a los partidos po
líticos -viejos y nuevos-1 la crítica a la política en detrimen
to de la comunidad, el rechazo de las estructuras organizativas
-secas e inapelables-, el hecho de seguir adelante a pesar de
sentirse siempre engañados y traicionados, la utilización por
otros del fervor y desinterés anarquista... son elementos que
otorgaron al anarquismo cierta credibilidad entre los españoles
del momento.
El autor mantiene la pasión de la acción y, con ella, la aten
ción del lector. Por ejemplo,
en el capítulo XIV de la primera
536
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
parte (pág. 156), y los capítulos 1 (pág. 239) y XXIX (pág. 455) de
la segunda parte, el libro toma nuevos brios. La tercera parte se
hace interesantísima. La acción, a veces narrada con excesivo
detalle, y
lcis textos de agitación anarquista, sin duda excesivos,
guardan cierto equilibrio y armonía que facilita la lectura de este
extenso volumen.
]OSÉ FERMÍN GARRALDA ARIZCUN
Akix Vidal-Quadras: AMARÁS A TU TRIBU e•¡
La "modernidad" y el "progresismo" constituyen una religión
laica basada
en mitos, leyendas y ritos que se erigen en férreos
dogmas cristalizados en máximas objeto de veneración por sus
creyentes. Así, a modo de ejemplo podemos citar alguna de ellas:
"Tierno Galván fue el mejor alcalde
de Madrid", "la Teología de
la liberación es el más elevado fruto de la verdadera Iglesia
Católica", "Reagan fue
un cow-boy atómico que a poco hace esta
llar al planeta", "el aborto
no es sino una forma de disponer del
propio cuerpo", "Franco fue un sátrapa nazi-fascista", "Fidel
Castro es un profundo demócrata que lucha por la justicia social",
"el comunismo no es malo, es que no lo llevaron bien a la prác
tica", "el juicio por jurados es muy necesario", "los Ejércitos son
rémoras inútiles y peligrosas", etc., etc. Otro dogma es el de la
bondad del Título VIII de la constitución actualmente en vigor y
de la ejemplaridad del proceso autonómico llevado, y llevándo
se, a cabo. En la España de hoy sin censuras ni escándalos,
puede defenderse la república como forma de gobierno y la abo
lición
de la monarquía, abogar por la secesión de una determi
nada región o territorio, propugnar el aborto y la ampliación
de
los supuestos legales de su regulación, incitar a la negativa del
cumplimiento del servicio militar o
de la prestación social susti-
e) Planeta, Barcelona, 1998, 232 págs.
537
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Abel Paz (seud. de Diego Camacho): DURRUTI
EN LA REVOLUCIÓN ESPAÑOLA
c•i
Este libro se enmarca en el centenario del nacimiento del
líder anarquista Buanventura Durruti.
El planteamiento, tanto
del biografiado
como de la Revolución en España, se realiza
desde
una perspectiva anarquista -más concretamente faísta-,
que era la propia de Durruti y al parecer también del autor.
Aunque el tema es histórico, su tratamiento
no es propiamente
académico.
l. Los temas
Este libro es muy interesante por el tema tratado: un militan
te convertido en héroe para quien, al parecer, su revolución es el
sustituto
de la religión (págs. 320-321), y la historia se reduce a
un segmento del proletariado español de tendencia sindicalista y
anarquista.
El tema central de este libro es la biografía de un luchador
revolucionario, íntimamente unida al movimiento al
que entregó
su vida. En
su vibrante quehacer revolucionario en el seno del
anarquismo radical, Durruti se agrupó más
que en la generalidad
de las masas anarquistas, en diferentes células revolucionarias lla
madas
"Los justicieros", "Los solidarios", "Los errantes", y, por
último, "Nosotros".
El libro habla de Durruti, el anarquismo y la época en la que
éste se desarrolla. Tiene varias partes. En la primera, "el rebelde"
(1896-1931), se narra tanto la azarosa y turbulenta vida del prota
gonista
y conspirador -incluidós los escenarios sudamericanos
(cap. XI-XIII), Francia, Bélgica ... -
como su continuo anhelo
abatido, propio
de un extremismo al parecer imposible.
(*) Madrid, 1996, 771 págs., introducción por José Luis Gutiérrez Molina,
Fundación
de Estudios Libertarios "Anselmo Lorenzo», col. Biografias y memorias,
núm. 3, 3.750 ptas., 165 x 248 mm.
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
La segunda parte, "el militante", (1931-1936), muestra la
actuación
y las crisis del anarquismo durante la segunda Repú
blica. En esta parte la narración recobra su brío.
En la tercera parte, "el revolucionario" (19 de julio a 20 de
noviembre
de 1936), se describe con un excesivo detalle el fra
caso del pronunciamiento militar en Barcelona gracias al empuje
de las masas anarquistas. También se describe la división y lucha,
dentro del anarquismo, entre los colaboracionistas con los repu
blicanos,
por un lado (en el Govem de la Generalitat, en la mili
tarización
de las milicias anarquistas hasta la disolución del Comi
té Central de Milicias Antifascistas
de Cataluña) y los enemigos de
toda colaboración con el orden democrático-burgués por otro.
Otros
son la formación del frente aragonés, las disensiones entre
anarquistas y comunistas, así como en el campo antifascista en
general, el empuje de la influencia estalinista, la plasmación en la
realidad aragonesa del idílico
comunismo libertario propio del
anarquismo, reflexiones
de por qué se perdió la guerra, y la lucha
de la columna Durruti en Madrid.
Llegado el momento,
y en una cuarta parte, se explican todas
las interpretaciones ofrecidas sobre la muerte sin brillo
y algo
enigmática
de Durruti.
En mi opinión, los titulares
de cada parte citada son capri
chosos,
pues todos ellos son propios de toda la biografía de
Durruti
-de ese moderno Roberpierre---, y extensibles a la CNT
y la FAl.
2. Elmétodo
En su prefacio el autor dedica esta obra al proletariado espa
ñol
y mundial (pág. 15). Tanto la dedicatoria como el libro tienen
una fuerte carga intencional.
Introducción
y libro están en perfecta consonancia. En su
extensa introducción (págs. 17-43),].
L. Gutiérrez Molina expre
sa las razones de la edición: "recuperar una de las figuras más
representativas del anarquismo español" y "replantear la histo
riografia existente sobre los años treinta del presente siglo
en
523
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
España" (pág. 18). De esta manera, el autor pretende sobrepasar
a los historiadores denominados de "izquierdas" y "derechas"
-"objetivamente aliados en la ocultación histórica de lo que les
molesta" (pág.
191)-, con un interesante espiritu crítico por des
velar ciertas interpretaciones consideradas verdaderas en cuanto
que dominantes. En la introducción, Gutiérrez Malina también
critica el actual olvido y la manipulación historiográfica sobre el
anarquismo, y alaba al autor Abe! Paz
por su difícil tarea de pre
tender desmontar las interpretaciones hoy
en boga. De esta
manera, el libro es presentado historiográficamente como reno
vador.
No obstante, autor y presentador aceptan la interpretación
anarquista
de la historia de España, lo que permite pensar que
con este libro lo que realmente pretenden ambos es recuperar el
anarquismo para la construcción
de la Historia, más que para el
recuerdo o la Historia escrita.
De esta manera -y esto es importante para la crítica-el
libro se concibe y desarrolla "como instrumento
de lucha: como
elemento
de resistencia a la desinformación imperante" (pág. 18).
Estamos ante
un libro beligerante, lo que quizás le quita más que
le otorga credibilidad.
Según Gutiérrez, el autor es objetivo, pero no neutral en
cuanto que manifiesta su compromiso con el anarquismo. Al
menos, quien introduce el libro, tiene el gusto de aclarar que
dicha objetividad reside en la coherencia interna del libro, en
utilizar fuentes primarias y en no manipular los documentos o
hechos. Además
de no pocos errores históricos, el autor se deja lle
var por los parámetros, las interpretaciones y expresiones anar
quistas, pretendiendo convertir así su interpretación subjetiva y
global
en una verdad objetiva. De no transformar al libro en ins
trumento de lucha y
de no utilizarlo ideológica y políticamente,
la imagen ofrecida del anarquismo hubiera estado mucho más
cerca
de la realidad.
Creemos
que este libro debe ser leído con el debido espíritu
critico, pues existe el grave riesgo de que el autor realice una uti
lización partidista de la historia y de esta manera siga un método
524
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
viciado desde su raíz. No en vano, muchas afirmaciones y omi
siones patentizan que este voluminoso libro a veces dice lo que
quiere
y como quiere.
Por ejemplo, el autor sólo expone los hechos y su explica
ción de forma unilateral: como resultado de ello sólo queda
la
acción y reacción de unos y otros, narrada en base a la interpre
tación anarquista.
Creemos que una debida neutralidad (lo que no impide una
contenida simpatía
por el biografiado) es paso previo para la obje
tividad.
La objetividad no sólo es posible si se cumplen ciertas
condiciones, sino que también es muy deseable y hasta necesa
ria para que la investigación se eleve la rango de ciencia históri
ca. Por su parte, la ciencia
supone comprometerse únicamente
con la verdad del pasado, con aquello que todos pueden alcan
zar independientemente
de sus posicionamientos subjetivos.
En resumen, el libro de Camacho tiene una estructura y expo
sición muy tradicional en manto narrativa y empírica. El análisis de
tendencia anarquista se encuentra en los juicios de valor así como
en la ideología o esquema interpretativo. Dicho análisis coincide en
parte con el marxista. En cuanto interpretación, se trata de un libro
ideologízado y político; ello
al menos impide que la exposición de
los hechos se realice en base a una técnica puramente narrativa
-lo que podría alcanzarse por otros caminos-, refiriéndose en
este caso los hechos a un esquema conceptual a priori.
3. Las fuentes
El texto tiene abundante apoyo literario (ca':las, discursos,
artículos de prensa, proclamas, testimonios de amigos, etc.), aun
que su elevado número convierte al libro
en eminentemente
narrativo. Hubiera sido preferible que dihos documentos, que a
veces ocupan capítulos enteros, se insertasen
en apéndices (1) y
que en el texto se realizase una debida crítica histórica.
(1) V gr., págs. 110-112, 208-212, 256-262, 294-296, 297-303, 315-316, 333-
340, 345-349,
365-371, 436-438, 495-497, 529-531, 538-539, 552-553, 564-571, 573-
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
No obstante, ya al final del libro, el lector agradece la exten
sa selección
de opiniones y textos sobre la muerte de Durruti en
función del análisis de las "contradicciones y fantasías en las ver
siones presentadas", aunque todo ello
quede más como culto al
héroe --desviación burguesa en la concepción anarquista-que
como análisis y reconstrucción
de la situación de la clase prole
taria favorable
al anarquismo.
Las abundantes fuentes orales y los testimonios recogidos mu
chas veces no gozan del debido
contraste crítico, son aceptadas
sin más, y tienen el signo
de la unilateralidad. Sus transmisiones
sólo
son anarquistas y hablan en función de la revolución anar
quista. Entre muchos ejemplos podemos citar las páginas 553-554.
Los textos carecen de la debida critica histórica y muchas veces
falta la debida precisión
en el dato con relevancia para la Historia.
Las justificaciones !eólicas del anarquismo (pág. 321) no
deben confundirse con el escaso análisis histórico, y con el carác
ter épico (págs. 316-317, 356), e incluso heróico
de no pocas de
sus páginas. Todo ello hace que este interesante libro se aleje de
alguna manera de la historia científica.
En este libro hay poca labor
de archivo y mucha de hemero
teca y
de testimonios ·escritos -¿fidedignos?-. Las referencias de
hemeroteca ascienden a un total de 77 entre diarios, revistas,
documentos, correspondencia, testimonios, discursos
y entrevis
tas, útiles lógicamente para conocer las tesis anarquistas. Las
fuentes bibliográficas, poco diversificadas, se presentan general
mente sesgadas a favor
de una determinada corriente metodoló
gica. En este sentido, el libro defrauda las expectativas y llena
páginas sin un estricto talante académico.
4. El tratamiento de los temas
Una cosa son los temas y otra cómo se tratan. Citaremos algu
nos ejemplos.
578, 591-595, 601-607, 619-620, 633-634, 637-639, 642-648, 649-661, 665-672, 675-
676, 68Q-ó86, 691-714.
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
4. l. Sobre Durruti
Durruti es convertido en un verdadero héroe --conversión
impropia para su coherencia interna anarquista y radical-y el
anarquismo queda muchas veces irreconocible. Quizás sea un
exceso del autor decir que: "Con la extinción de estas vidas (la
de Durruti y Ascaso) terminaba
uno de los más agitados capitu
las de la lucha proletaria" (pág. 674). Más bien, la agitación para
el anarquismo vendrá con la disolución "manu milit.ari" del
Consejo de Aragón dictada por Prieto -por instigación del par
tido
comunista-y ejecutada por Llster, y con la eliminación de
los anarquistas opositores.
Del héroe anarquista sólo se recoge su vida revolucionaria.
En general, es un héroe presentado con frialdad y distancia, pues
salvo la intransigencia y creencia cuasireligiosa en el radicalismo
anarquista, Durruti carece
de defectos y virtudes. No obstante,
Durruti
queda humanizado por algunas confesiones intimas, su
matrimonio, el nacimiento de su hija, el trato epistolar con su
familia, y, sobre todo, la admiración
que le brindan sus compa
ñeros revolucionarios. El héroe prevalece sobre el hombre. En
este sentido, la biografía carece
de profundidad, aunque esto sea
más fruto
de la carencia de fuentes.
Con el historial de Durruti y de los anarquistas es paradójico
afirmar: "Por naturaleza, Durruti repudiaba la violencia, y
no se
había entregado jamás a ella de buen grado, sino que sólo la
aceptaba como necesidad defensiva o último recurso, lo mejor
administrada posible" (pág. 383). No es creíble que a Durruti le
gustase matar, pues era hombre. Ocurre que los anarquü,tas siem
pre estaban en situación límite. Para ellos, la mera existencia del
enemigo
-bastaba que ellos lo considerasen como tal-siempre
era una inminente amenaza, su mesianismo les llevaba a un falso
optimismo, su demagogia era un útil resorte para impulsar a las
masas, y sus principios teóricos sobre la supresión de la autori
dad y de colectivización generalizada eran elevados a mito, cons
tituyendo asi
un sustituto de la religión.
Es interesante el testimonio de Portas sobre Durruti. Portas le
cataloga
como eterno optimista y "fanático de la revolución",
527
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
mientras "la mayoria de la clase obrera, sin preocuparse lo más
mínimo por esa sangría anarquista, que llenaba los campos de
fútbol o las plazas de toros ... " (pág. 312). Dunuti, el eterno
optimista, el utópico, era ajeno a la voluntad sociológica,
y más
quería transformarla
de acuerdo con su utopía que reflejarla con
fidelidad. Sin embargo, su rebeldía hacia lo que consideraba
injusticia
-y no pocas·veces lo era-y su inconuptibilidad en el
sacrificio, atrae sobre él las simpatías del lector.
Su nobre reac
ción contra el liberalismo económico fue digna de mejor causa
para muchos de su época.
4.2. Simplificaciones e identificaciones gratuitas
El libro está lleno de simplificaciones, sutiles o bien de bulto,
que pueden ser entendidas como un producto ideológico del
autor. Porque una cosa es el interesante recurso de escribir desde
dentro de los protagonistas, y otra realizar continuos juicios de
valor, justificaciones gratuitas, y callar lo
que interesa.
Hay afirmaciones
que oscilan desde lo científicamente insos
tenible hasta lo pueril y lo jocoso. Lógicamente, esto quita al libro
credibilidad, pues el lector avisado tiene
que estar continuamen
te filtrando las expresiones y recelando
que detrás de la forma se
cuele
el contenido no histórico.
Por ejemplo, la Historia como arma ideológica se propone
desvelar incluso las supuestas intenciones del enemigo político,
aunque estas suposiciones siempre sean subjetivas y fácilmente
temerarias. Dichas intenciones siempre son denunciadas como
negativas (v. gr., págs. 359, 410), para así mostrar lo malos que
eran los burgueses y sus estructuras.
Nada más empezar el primer capítulo, el autor dice
que "la
noticia de la muerte del prelado (nota: el cardenal arzobispo de
Zaragoza, Ilmo.
Juan Soldevila Romero) llenó de terror a las auto
ridades locales y de
alegría a las clases humildes' (pág. 47) (el
subrayado es nuestro). Desde luego,
que el arzbispo Soldevila,
siempre generoso con los humildes, estimulase el pistolerismo,
así como la turbia imagen que de él se ofrece en el libro (v. gr.,
pág. 101, nota 108), no se sostiene científicamente.
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
El autor, como los anarquistas que estudia, identifica la reli
gión con el estamento clerical, a ambos con el sentimiento mo
nárquico,
y, todo ello, con el anacronismo y el estancamiento.
Para el autor sólo existían en España dos situaciones sociales
posibles: o ricos o pobres. El maniqueísmo siempre está servido:
el clero, la burguesía, los militares, la casta aristocrática, y la
monarquía,
por un lado, y los proletarios por otro.
Se identificaba el pueblo industrial y campesino con el obre
ro, a éste con el proletario, y, a su vez, a éste con el anarquismo.
De esta manera, por ejemplo,
se ignora al complejo movimiento
obrero católico, a la UGT, etc. Es más, se considera que sólo el
anarquismo -y más concretamente el faísmo-era la revolu
ción, y se le identifica con la clase proletaria. De esta manera
todos los partidos revolucionarios durante la República y la gue
rra civil son considerados y denunciados como Contrarrevolucio
narios, y la situación del anarquismo durante la República es
valorada
de la misma manera que la dictadura primorriverista.
Todo ello resulta muchas veces paradójico.
Esto llevó a decir a Durruti "( ... ) la cuestión
en España no es
de democracia burguesa o fascismo, sino fascismo o revolución
social" (pág. 421). "Nuestra consigna debe ser fascismo o revolu
ción social: dictadura
de la burguesía o comunismo libertario"
(pág. 443).
En el conflicto CNT-FAI el autor, al igual que lo hizo
Durruti, opta por la FAI.
Con ocasión del advenimiento de la República, dice: "el
único sector que disfrutaba realmente de la vida estaba constitui
do por un millón de personas, entre funcionarios (burócratas),
sacerdotes, militares, intelectuales, grandes burgueses y terrate
nientes. El resto era llamado "la canalla" (pág. 245).
Todas las tendencias del variopinto sector
de "derechas" son
englobadas bajo el término genérico de "fascismo".
Gil Robles, por
ejemplo, "imitando a Hitler, se proponía instaurar una dictadura
por medios legales y con el apoyo
de los trabajadores" ya en 1933
(pág. 359). Esto es internamente coherente con la incoherencia
que inplica esta afirmación: "el fascismo es el capitalismo".
Abel Paz explica con detalle, pero también
con hostilidad, las
relaciones del anarquismo con el nacionalismo secesionista cata-
529
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
lán. En primer lugar, hostilidad teórica al concebir al naciona
lismo fuera del proceso general,
y, por tanto, sin repercusión
desde el punto de vista revolucionario. En segundo lugar,
con
una animadversión práctica al acusar a los nacionalistas de no
apostar fuerte con sus masas
-por otra parte inexistentes-en
sus intentonas secesionistas,
y por limitarse a realizar un cam
bio político burgués ajeno a la revolución social (págs. 387-409,
492-512).
El autor se muestra radicalmente opuesto al socialismo y al
comunismo, al primero por posibilista (oportunismo) y por
aburguesado (mero reformismo), y al segundo por contrarrevo
lucionario y admitir
en la praxis española la fase de la revolu
ción burguesa (pág. 246).
Así, el bolchevismo no sólo habría
asesinado
la revolución rusa (pág. 451), sino también la espa
ñola.
Si el anarquismo queña realizar la revolución a la vez que la
guerra, los comunistas deseaban ganar la guerra para despúes
hacer
la revolución. Entre ambos estaba Companys. Este choque
produjo
en Cataluña una desintegración interna que hizo olvidar
en la práctica la guerra. (Después todos se echarán mútuamente
la culpa del fracaso).
Lógicamente, los militares y tropas rebeldes
en 1936 son
representados feamente, y todo el
buen hacer en el campo de
batalla pertenece a las tropas leales a la República.
4.3.
Libre de toda culpa
El anarquismo nunca seña agresor injusto, pues su continua
acción violenta -terrorista, bandidaje, delitos comunes,
etc.
sería la simple consecuencia de la violencia sufrida previamente
por la estructura del poder burgués. El anarquista sería el perse
guido y nunca el perseguidor, y su violencia se justificaba sola,
aunque el autor también intente hacerlo
en alguna ocasión. Los
anarquismos serían unos benditos.
Así, y a modo de_ ejemplo, se olvida el terrorismo anterior a
1923, las matanzas de sacerdotes en Asturias en 1934, y en las de
530
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
1936-39. La iniciativa de la violencia se adjudica siempre a los
poderes constituidos: Martinez Anido y Primo
de Rivera con Al
fonso XIII, Miguel Maura, Azaña y Gil Robles en la República.
Más concretamente, en general se adjudica a la fuerza pública y
a los militares, ignorando --entre otras cosas-que estos últimos
estaban muy divididos durante la República. Lógicamente, los
asaltos a las iglesias
en 1936 se deben a que en ellas "se conspi
raba descaradamente desde el púlpito, y sus sacristías servían
de
depósitos de armas" (pág. 448). Y la matanza de frailes y monjas
debe ser
por el mismo motivo.
4.4. A la búsqueda de lo importante
Con el ánimo de explicarlo todo, el autor a veces se lía con
los datos C el 60% de la clase obrera que se habla enrolado en la
CNT, pág. 400, se transforma en un 70%, págs. 403, 405). Otras
veces se enreda en cuestiones secundarias en relación con el
anarquismo ibérico (2), o bien retrasa la explicación de lo que
realmente interesa.
Por ejemplo, hay que esperar_ a la página 116 para saber a
lo
que aspiraba al CNT: "¿Qué perseguía la CNT!: La emanci
pación económica y política de la clase obrera a través de expro
piación generalizada y la 'autogestión' a todos los niveles". Su
lema sería
"la lucha contra el capitalismo, el Estado y la religión"
(pág. 117).
Más adelante, aparece continuamente el objetivo del
comunismo libertario propio de los anarquistas. El autor explica
el anarquismo a través
de las cartas, artículos de prensa, etc.,
que inserta, adquiriendo las consideraciones del autor sobre la
relación entre teoría y práctica una considerable significación
(págs. 123 y 193). La teoría de la CNT y FA! figuran en la segun
da parte, capítulo VIII.
(2) Por ejemplo, se explica la división del anarquismo en Argentina
(págs. 111-113, 139-148),
se describe la situación económica general de España
en 1931 que también podía favorecer a otras organizaciones de izquierdas ade
más del anarquismo (págs. 241-244), y
se narra de una forma excesivamente pro
lija el fracaso de la rebelión en Barcelona (págs. 455-491).
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4.5. La ortodoxia anarquista y los anarquismos
Es interesante la explicación de las frecuentes divisiones o
tendencias anarcosindicalistas ("treintistas" y radicales), los pro
blemas internos entre la
CNT y la FAI (3), y la afirmación de que
en 1931 domine la tendencia anarquista moderada aunque en la
práctica el triunfo sea
de los extremistas (págs. 272-279), para lle
gar así a la escisión
en la CNT (págs. 333-340). También es rele
vante la confesión de que al anarquismo le convenía agravar la
herida del proletariado, más que curarla (pág. 359).
El autor manifiesta que la gran variedad de tendencias y opcio
nes no coincidentes entre sí dentro del anarquismo eran contrarias
a la propia esencia de este movimiento e iban en detrimento del
mismo. Por mi parte, de mantener este esquema, creo que la espon
taneidad de dicha variedad transformó el anarquismo en una con
tradicción insoluble que arruinó a este movimiento. Por su parte,
Abe! Paz elige como auténticamente anarquista la línea marcada por
Durruti, Ascaso
y sus colaboradores más inmediatos, repugnando
otras líneas anarquistas como, entre otros, la de Ángel Pestaña.
El autor narra la colaboración de la CNT-FAI con los restan
tes partidos del Frente Popular, lo
que a su juicio refleja una con
tradicción con el credo
y ortodoxia anarquista. Lógicamente,
refleja las divisiones
que ello produjo. Lo que no señala, y con
ello distorsiona la historia del anarquismo, es que la CNT llegó a
reconocer la necesidad del Estado como instrumento
de lucha y
consolidación de las conquistas revolucionarias (véase el progra
ma
de unidad CNT-UGT, fechado el 18 de marzo de 1938).
4.6. Ya con los datos
El número de concejales monárquicos y republicanos de las
elecciones
del 12 de abril de 1931 que ofrece el autor (pág. 229)
es erróneo, pues se
queda con los datos de Tuñón de Lara que
(3) Páginas 107 y sigs., 200-205, 263-271, 293-294, 319, 396, 434-435, 449-
454, 579
y sigs., 626 y sigs.
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son los mismos que los ofrecidos por el ministro de Gobernación,
marqués
de Hoyos. Hay que advertir que el total de concejales
electos fue de 81.099 y
no de 28.025 concejales.
La dejación por el conde de Romanones de la causa alfonis
na (pág. 233) es independiente de
la posición del general
Sanjurjo.
El autor recela cuando observa que en 1931 aparecieron "a la
superficie insospechados republicanos con alma verdaderamente
monárquica" (págs.
217, 221, 288). Aunque, en su día, Alcalá
Zamora y Miguel Maura, entre otros, fuesen monárquicos, no
cabe duda que en 1931 eran fervientes republicanos. Y el hecho
de
que ocupasen altos cargos fue a pesar de ser desbordados por
la marea revolucionaria desde los primeros días de la joven
República. Abe] Paz
no entiende que Alcalá Zamora enseguida
fuese sobrepasado
por la izquierda en contra de sus predicciones
o, mejor, de sus deseos (pág. 236). Puede decirse
que ambos
políticos liberales citados fueron controlados
por los partidos de
izquierda, y
no que -a diferencia de lo que dice el autor
hubiesen controlado la situación a beneficio de sus privilegios de
clade dominante.
La cuestión religiosa creada por la legislación republicana
queda totalmente soslayada
por Abe! Paz, como si no hubiera
existido. Su análisis se centra exclusivamente en la distribución
de los bienes de producción. La primera vez que cita la "cuestión
religiosa"
es en la página 298, y sin valor alguno.
El autor es repetitivo suponiendo que el Gobierno socialaza
füsta se complacía con la derecha, mientras atacaba con saña al
anarcosindicalismo. Llega a afirmar que con las Cortes azañistas
"la maquinaria estatal frenaba las Oeyes] que consideraba perju
diciales a los intereses de las clases privilegiadas o
la Iglesia"
(pág. 355).
También el autor de equivoca al señalar las cifras de víctimas
en la revolución de Asturias. Señala un total de 1.335 obreros
muertos y
2.951 heridos (pág. 41). Sin embargo, estas cifras son
las del Ministerio
de Gobernación (informe del 3-1-1935), y en
ellas se incluyen las bajas de los rebeldes y las del Ejército. Dicho
total
de 1.335 muertos incluye a 331 de la fuerza pública, y los
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2.951 heridos recogen a 743 que serian del Ejército. Por su
parte, el Ministerio
de Guerra señala 266 bajas al Ejército, y,
Aurelio de Llano, un total de 1.196 muertos (de ellos 256 mili
tares) y 2.068 heridos (639 militares). Este es
un ejemplo de
cómo Abe! Paz tergiversa las cifras. Por otra parte, hubo de 15
a 20.000 presos preventivos en las cárceles, y no los 30 o 40.000
que señala Abe! Paz, que al parecer copia la cifra a Hugh
Thomas (pág. 417).
Es interesante la narración del IV Congreso de la CNT en
mayo de 1936 (págs. 449-454), pero debiera de incluir en ella el
programa revolucionario del doctor Isaac Puente, aprobado por
el Congreso. Dicho programa muestra el anarquismo como fue y
como se pondrá en práctica durante la guerra. Por otra parte, la
cifra de un millón de militantes de la CNT es excesiva.
En los datos
de la jornada electoral del 16 de febrero de 1936
el autor prefiere las cifras
de Jean Bécarud, que favorecen en
mucho a la izquierda, a las que ofrece Gil Robles y otros autores,
sacadas éstas de la prensa del momento.
El autor insiste en el error de que la ayuda extranjera a los
nacionales fue mayor que a los republicanos, y que gran parte
del Ejército fue contrario a la República,
lo cual, unido a las
luchas internas entre los republicanos, justificaría la derrota del
bando de la República. También afirma que Stalin aportó muy
poca ayuda material y que se excedió en su intromisión política
-esto último parece cierto-siempre contraria a la revolución
española. De todas maneras, el autor expresa bien la infiltración
comunista
en la República (pág. 621, etc.) y los errores de los
lideres anarquistas (págs. 622-626).
4.7.
El anarquismo posible
Para demostrar que el anarquismo es posible, el autor identi
fica como situación de comunismo libertario los cinco días que
duró la insurrección en el Alto Llobregat en 1932 (pág. 315), la
autogestión obrera
en Barcelona (págs. 251 y sigs.), y la colecti
vización
en Aragón (págs. 608 y sigs., etc.).
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Respecto a la autogestión obrera barcelonesa Abe! Paz sosla
ya que fue planteada en momentos de guerra, duró unos pocos
días
porque enseguida pasó a ser mixta, vivía del pasado, admi
nistraba más que producía, y se daba en una situación anormal.
En Barcelona nadie estaba obligado a nada; era el caos. Por
eso
es verdad que Companys quería dar la batalla a los anarquistas,
pero carecía de medios al efecto.
El autor idealiza las colectivizaciones en Aragón, olvidando
su degeneración y fracaso. También se sabe que muchos
campe
sinos no querían las colectivizaciones, y que les fueron impues
tas
por la fuerza. Ello se convirtió en una verdadera dictadura con
métodos de ingrato recuerdo. Para los comunistas,- imponer las
colectivizaciones
por _la fuerza era arrojar a los campesinos a los
brazos
de la contrarrevolución.
Es una contradicción el hecho de que durante los primeros
meses
de la guerra los anarquistas dominasen inicialmente Cata
luña hasta practicar parcialmente la colectivización-socialización
antíestatista, y
que poco después acepten el estatismo de la
Generalitat y del
Estado de la República. Es más, será en Aragón
donde el anarquismo, que carecía de la fuerza, la estructura y la
acción del anarquismo catalán, establezca su gran ensayo
de
sociedad colectivista. Así, la CNT perdía donde inicialmente había
ganado, y ganaba
en donde tenía mucha menos presencia.
Los anarquistas, enemigos teóricos de todo gobierno, accedie
ron de hecho al poder de un Gobierno social-burgués ( 4). Frente a
ellos, el comunista Líster ha reconocido ·que los comunistas no esta
ban preparados para gobernar, sino sólo para hacer la revolución.
(4) En la práctica de.la rev9lución anarquista ahí está su participación en el
Comité
de Milicias Antifascistas (Comité que respetaba los prin~ipios del anar
quismo al tiempo
que ligaba a éste a las responsabilidades del poder guberna
mental; las Milicias fueron disueltas el 3-X-1936), el Consell d'Economía de
Gatalunya (Birlán, Abad de Santillán, Fábregas) creado por un decreto del Govern
de la Generalitat el 11-VIII-1936, el nuevo Govem de la Generalitat del 26-IX-
1936, el Conseller d'Economia de dicho Govern desde septiembre de 1936 hasta
junio
de 1937, la Comissió de la industria de Guerra, el Consejo de Aragón o
Confederación Llbertaria Aragonesa, los Departamentos anarquistas en Aragón
(pág. 611), los ministros anarquistas del Gobierno de la República (Segundo
Blanco en Instrucción Pública .. .), etc.
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Por otra parte, los anarquistas también plantearon teórica
mente una organización. Tal era la compleja solidaridad de las
células laborales y las coordinaciones sociales intermedias desde
abajo hacia arriba.
Sin embargo, tenía que reconocer que si
bien el Gobierno liberal y socialista
suponía el Estado moderno
-identificado con el estatismo---, una organización como la suya
suponía una manera
de Gobierno, aunque estuviese claro que no
todo Gobierno supusiese estatismo. De cualquier manera, la
organización anarquistas implicaba un
poder práctico.
Abe! Paz soslaya,
en cuanto incomoda sus deseos, la parti
cipación
de la CNT en el nuevo Estado, ya sea en Cataluña, ya
en la República. No obstante, supone dicha participación que,
en contra de la multitud de detalles a la que en otros casos
acostumbra al lector, ni siquiera narra, mientras --eso sí-seña
la las disensiones que produjo. Asimismo, se sabe que la CNT
no se opuso a la estatización, ni puso en duda sus posibles ven
.tajas, ni defenderá a ultranza la colectivización realizada en
Cataluña. Puede decirse que la CNT renunció a la socialización
global
en Cataluña, aspecto este que debiera incidir en el libro
por significar las tesis y el marco de la acción de Durruti, la CNT
y la FAI.
Este libro muestra que el anarquismo fue un gran imposible.
Sin
duda fue su utopía, el liberalismo disgregador, las injusticias
sociales, y el temperamento propio
de los hispanos, lo que hizo
posible como deseo lo
que era imposible en la realidad. Por
otra parte, la fe ciega, la crítica radical, el deseo de unidad
social, el ensalzar al puebJo de alpargata, el tomar como base
la asamblea o democracia directa, el rechazo a los partidos po
líticos -viejos y nuevos-1 la crítica a la política en detrimen
to de la comunidad, el rechazo de las estructuras organizativas
-secas e inapelables-, el hecho de seguir adelante a pesar de
sentirse siempre engañados y traicionados, la utilización por
otros del fervor y desinterés anarquista... son elementos que
otorgaron al anarquismo cierta credibilidad entre los españoles
del momento.
El autor mantiene la pasión de la acción y, con ella, la aten
ción del lector. Por ejemplo,
en el capítulo XIV de la primera
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parte (pág. 156), y los capítulos 1 (pág. 239) y XXIX (pág. 455) de
la segunda parte, el libro toma nuevos brios. La tercera parte se
hace interesantísima. La acción, a veces narrada con excesivo
detalle, y
lcis textos de agitación anarquista, sin duda excesivos,
guardan cierto equilibrio y armonía que facilita la lectura de este
extenso volumen.
]OSÉ FERMÍN GARRALDA ARIZCUN
Akix Vidal-Quadras: AMARÁS A TU TRIBU e•¡
La "modernidad" y el "progresismo" constituyen una religión
laica basada
en mitos, leyendas y ritos que se erigen en férreos
dogmas cristalizados en máximas objeto de veneración por sus
creyentes. Así, a modo de ejemplo podemos citar alguna de ellas:
"Tierno Galván fue el mejor alcalde
de Madrid", "la Teología de
la liberación es el más elevado fruto de la verdadera Iglesia
Católica", "Reagan fue
un cow-boy atómico que a poco hace esta
llar al planeta", "el aborto
no es sino una forma de disponer del
propio cuerpo", "Franco fue un sátrapa nazi-fascista", "Fidel
Castro es un profundo demócrata que lucha por la justicia social",
"el comunismo no es malo, es que no lo llevaron bien a la prác
tica", "el juicio por jurados es muy necesario", "los Ejércitos son
rémoras inútiles y peligrosas", etc., etc. Otro dogma es el de la
bondad del Título VIII de la constitución actualmente en vigor y
de la ejemplaridad del proceso autonómico llevado, y llevándo
se, a cabo. En la España de hoy sin censuras ni escándalos,
puede defenderse la república como forma de gobierno y la abo
lición
de la monarquía, abogar por la secesión de una determi
nada región o territorio, propugnar el aborto y la ampliación
de
los supuestos legales de su regulación, incitar a la negativa del
cumplimiento del servicio militar o
de la prestación social susti-
e) Planeta, Barcelona, 1998, 232 págs.
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