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Número 369-370

Serie XXXVII

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Raphaëlle de Neuville: Jean Ousset et la Cité Catholique

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
pesar de que ya ha tenido encarnaciones históricas provechosísi-
1nas para la Iglesia, es la opción que nosotros oponemos a los
fundamentalis1nos,
y no la de1nocracia, que es la encamación
política del liberalismo, que "es pecado".
Disculpe
Horado Sánchez Parodi este último desarrollo,
quizá suspicaz en exceso, pero que se funda en rastros to1nados
aquí y allí de entre las páginas de su preciado y precioso libro.
En todo caso, y si no conviniera al mis1no 1nejor, no estará de más
un recordatorio como el anterior, acostu111brados como estamos
de modo constante a argumentar y juzgar desde las categorías
mentales, psicológicas y culturales de la modernidad y no las de
la cristiandad.
J. UúBARRI
Raphaelle de Neuville: JEAN OUSSET ET LA
. CITÉ CATHOLIQUE e•¡
Está por hacerse el estudio cabal del catolicismo político tras
el impacto del ciclo histórico de las revoluciones y hasta llegar,
pasando
por el Segundo Concilio Vaticano, a nuestros días. En
Italia, en Francia, en España, en Ale1nania, etc. La obra de
Raphaelle de Neuville, centrada en la biografía intelectual y apos­
tólica de Jean Ousset, y
por lo mismo de la Cité Catholfque, idén­
tica a través de sus múltiples 111etan1orfosis, constituye un intere­
sante aporte para
ese conocitniento, contraído a los últimos cin­
cuenta años de historia francesa. Para los amigos españoles de la
Ciudad Católica, que hacen Verbo desde hace casi cuarenta años, el
libro tiene, ade1nás, un alto valor añadido, el de rastrear unos ori­
genes que para algunos de entre nosotros tienen la proximidad de
la vivencia, mientras que otros los mantenemos reducidos al saber
adquirido por medio del estudio. Sabemos bien -eso sí-que
casi recién nacidos comenza1nos a vivir nuestra vida en la forma
e) Dominique Martin Morin, Bouere, 1998, 288 págs.
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más adecuada a nuestras circunstancias, tan distintas de las de
nuestro origen inmediato. Como también sabemos que nuestra
progenie
-sangre noble y vieja que corría y corre pujante por
nuestras venas-, apenas consentía sino recibir a beneficio de
inventario lo
que nos llegaba de ultrapirineos. En todo caso, y no
sólo nobleza sino también piedad obligan, quede constancia de
que para esta casa que son Verbo y la Ciudad Católica no resulta
en modo alguno ajeno el discurrir de las peripecias de Jean
Ousset contadas detalladamente en este libro.
Más allá de
un análisis pormenorizado, que aquí -en esta
simple
noticia-no podemos aspirar a afrontar, y que debe que­
dar para otra
ocasión de más vuelos, conviene dejar señal del
papel de la Ciudad Católica, combatida desde sus orígenes feroz­
mente
por quienes militaban con constancia en pro de la diso­
lución de cuanto resto del orden cristiano quedase -en una
suerte de contrafigura del lema de San Pío X-, en el seno del
movimiento católico
y del pensamiento tradicionalista actuales.
Hasta entonces, desde la pr.imera apologética anti-revolucionaria
dieciochesca
y decimonónica y a través del claroscuro maurasia­
no -con más luces que sombras, si se me per1nite expresar un
modesto parecer personal-, el catolicismo tradicionalista no
habla pensado objetivamente el problema de la metodología de
la
acción a la luz de la doctrina. Jean Madiran, amigo de la pri­
mera
época de Ousset, generoso también a la hora de despedir­
lo,
no obstante la larga discrepancia que los separó -y las razo­
nes, como casi siempre, no estaban sólo de un lado, aunque
quien firma esta nota se incline a dársela más al patrón de
Itinéralres que al gerente de Permanences-, ha señalado preci­
samente
que la parte mejor de la esperanza que Ousset nos ha
legado reside en su condición de teórico del poder temporal del
laicado cristiano.
Así pues, el presente libro reúne cualidades suficientes para
resultar de interés para nuestros lectores. Pues, en tono acadé1ni­
cos y mesurado, más no por ello sin cálida adhesión, recorre toda
una vida -la de Ousset, pero también la de la Ciudad Católica,
bajo sus diferentes nombres
y rostros-de apostolado intelectual
y polltico, al servicio de la tradición de la Iglesia, en la Francia
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que va de la posguerra al posconcilio. Podría haber ahondado en
las otras familias del catolicismo tradicionalista y en sus querellas.
Y habría sido interesante,
pese a que quizá sea preferible -y as!
se han podado-no hurgar en heridas que aún supuran.
También habría sido útil examinar las debilidades
que -sin per­
juicio
de sus grandes fortalezas-han podido tocar las obras de
Ousset, y hay veces
que parece que se hubiera dejado a un lado
el discernilniento intelectual, que a la corta siempre más que a la
larga suele achatar las perspectivas y los análisis. Pero, al mismo
tiempo,
no sé si seria de reprochar lo anterior precisamente y
sobre todo a Ousset, o quizá se trate
de un mal más extendido
en el -por lo demás-impresionante por nutrido cuadro del tra­
dicionalismo francés, sobre todo si lo comparamos
con el que es
dado ver por estos predios. Finalmente, quizá se eche de menos
un cuadro del germinar de la idea-madre de Jean Ousset fuera
del horizonte francés. Aunque, de nuevo,
puede ser cierto que tal
esfuerzo
deba afrontarse, y con la propia óptica, desde esos otros
ángulos.
En fin, la continuidad de obra
que tantos frutos ha dado
merece un respeto. Por eso, en la. persona de nuestros ami8os,
Jacques Trémolet de Villers y Jean Marie Schmitz, reciban todos
quienes se afanan
en la Ciudad Católica nuestra cordial enhora­
buena. Por el libro de
Raphaell sobre todo,
por la obra que han escrito en el cielo.
MIGUEL AYUSO
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