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Número 373-374

Serie XXXVIII

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Los disfraces del «non serviam»

LOS DISFRACES DEL "NON SERVIAM"
POR
F. FERNÁNDEZ ARQUEO
SUMARIO: LA SITUACIÓN.-LA PATOPLASTIA.-LA REBELIÓN PERMANENTE.-LA RE­
VOLUCIÓN.-LA REVOLUCIÓN EN LAS CALLES DE MADRID.-1.As SECTAS.-EL LIBE­
RALISMO Y
LA DEMOCRACIA,-LA AGITACIÓN PERMANENTE.-LA MENTALIDAD DEL
REVOLUCIONARI0.-1.A GNOSIS.-CONCLUSIONES.
La situación
El año 1998 ha sido un año curioso en lo que se refiere a
las manifestaciones
de la Revolución en las calles de Madrid,
confirmadas
por otras, de las que no dispongo de tanta
documentación, en diversas capitales de España. De una
parte, ha disminuido sensiblemente la cantidad y nocividad
de la propaganda de las sectas o religiones falsas. De otra, ha
aumentado, también de manera evidente, la presencia en
política de organizaciones y actos de la Revolución. Ambos
fenómenos se habían iniciado más discretamente en el año
anterior. Estemos atentos a su evolución en el próximo de
1999.
Estas líneas pretenden ser un toque de atención para los
que padecen la costumbre de ffiinimizar, y un complemento a
las tareas exclusivamente intelectuales de muchos escritores y
lectores de Verbo.
Verbo, núm. 373-374 (1999), 219-231. 219
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F. FERNÁNDEZ ARQUEO
La patoplastia
Para entender bien no pocos aspectos de estos asuntos ayuda
remontarse a
una cuestión biológica, la patoplastia. Luego, a la
vez
que comprobamos esa utilidad, n_os damos cuenta de que
también la tiene para un estudio más general de la guerra revo­
lucionaria en curso.
La patoplastia es la modelación de la enfermedad mediante
elementos ajenos y distintos de los propios o auténticos; ele­
mentos tomados del
propio cuerpo y del ambiente. Las enferme­
dades se manifiestan, o bien por un conjunto de síntomas o seña­
les genuinos, auténticos
y típicos de esa enfermedad, o bien,
otras veces, por unas señales que
no son constantes ni peculia­
res de esa enfermedad,
que no son claras ni concretas, como
pueden ser las "molestias". Es como decir que los órganos enfer­
mos
pueden hablar en dos idiomas: uno, materno, nativo, y otro
aprendido después, como prestado, con
un deje extranjero y
tramposo, cuyo paradigma es la simulación. Estas realidades
imponen al médico, como primera tarea, la de conocer si está
ante una fenómeno real, o ante uno simulado aunque involunta­
riamente. En las formas mixtas tiene que discernir qué y cuánto
hay de verdad en lo que observa.
El observador politico, mutatis mutandis, lo mismo. Tiene
que entender qué es auténtico, y qué pertenece a la maniobra o
táctica
politica.
La rebelión permanente
Apliquemos este esquema al estudio del "Non serviam", que
es una cuestión capital. No fue una leyenda sino una realidad que
se prolongó y permanece.
Antes de que según el Génesis se estableciera la enemistad,
puesta por Dios, entre la Mujer y la Serpiente, y entre el linaje de
la Mujer y el de la Serpiente, convirtiendo el
mundo en que
hemos nacido y vivimos en un campo de batalla, ya se había pro-
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LOS DISFRACES DEL ~NON SERVIAM"
los ángeles acaudillados
por Lucifer con el lema, "Non serviam"
("no serviré"), y vencidos
por el arcángel San Miguel al grito de
"¿Quién como Dios?". Aquel "Non serviam" es la más
pura y anti­
gua expresión de la rebelión contra Dios. Luego, se continúa a
través de toda la historia general
y en la biografía de cada hom­
bre, pero ya envuelto
en manifestaciones que lo enmascaran, en
una especie de patoplastia o de disfraz, que el político, a seme­
janza del médico ante
un cuadro clinico confuso, tiene que ir
analizando para desbrozar
la situación, para ver lo que hay detrás
de ella y remontarse hasta el origen puro; para esto último
pue­
den ayudar algunos vericuetos ideológicos especulativos. Hay
que investigar qué es lo que realmente mueve cada agitación
callejera, cuál es la realidad primera, cuál es la verdad. Este cubrir
la verdad sustancial con formas distintas, lejanas y accidentales
como si fueran disfraces, explica que al demonio
se le llame
Padre de la Mentira.
En el alumbramiento del nuevo Estado
que la Guerra de Li­
beración de 1936-1939 pretendía construir, se acertó a distinguir,
grosso modo, entre la necesidad real de hacer una revolución
económica y social en favor de las clases menesterosas} y la uti­
lización de esta necesidad, y del proletariado, para el desarrollo
de la ideología
y filosofía marxistas y la conquista del Poder para
ellas.
Se hizo esa revolución política, económica y social precisa­
mente coincidiendo
con el después denostado "nacional-catoli­
cismo", a la vez
que una represión fisica caía sobre los que ha­
bían pretendido servirse de
esa necesidad con otros fines. Fue un
enorme éxito político.
No se hizo el mismo discernimiento entre lo justificado y lo
espúreo de la hostilidad al centralismo político y esta omisión
ha
tenido consecuencias malas que llegan hasta hoy.
Un inciso. Adelantemos: la Guerra Revolucionaria es
una
guerra de mentiras, de trampas} de pretextos, de enmascara­
mientos,
de segundas intenciones} de traiciones, de manipulacio­
nes del lenguaje, como hace la gnosis, etc. (Ya diremos). Los
gnósticos distinguen entre una presunta verdad oculta, el esote­
rismo, y
su manifiestación exterior más asequible y modelada, el
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exoterismo. La Gnosis es la religión de Satanás por excelencia,
por antonomasia.
La Revolución
La principal manifestación exterior y disimulada del "Non
serviam" en los tiempos modernos, su patoplastia, es la Revolu­
ción. ¿Qué es la Revolución? Es el proyecto o intento de construir
la sociedad poHtica, y
aun el mundo, de manera distinta y con­
traria a como
debe quedar construida según la voluntad de Dios.
Como acepción
menor a nivel individual, es el intento o proyec­
to
de conformar todos los detalles de la propia vida y el sentido
de la misma, de la manera más acatólica posible, como
decia de
sí mismo Ortega y Gasset. Pero la Revolución por antonomasia
es la pública, colectiva y politica.
Quedan dichos así los dos
polos de
un forcejeo, de un equilibrio en curso, con sus alterna­
tivas y contrastes.
La Revolución en las calles de Madrid
Fijado el abolengo de la Revolución, veamos su descenden­
cia, sigamos sus expresiones hasta las calles de Madrid. En
buena
parte reflejan, además, la situación en el resto de España, donde
es sorprendente encontrar los mismos días los mismos carteles y
pintadas
con las mismas frases y logotipos. La extensión nacional
de estas coberturas, que se descubre en cualquier viaje, indica la
importancia del fenómeno.
Hay
que registrar una serie de carteles y de pegatinas con el
tema de las sectas o religiones falsas, y otra serie paralela y
pariente de propagandas
de acciones y de organizaciones revo­
lucionarias anticristianas. Estas dos series no son tan indepen­
dientes y lejanas
como pudiera parecer; no es ni tan casual ni tan
superficial esta coincidencia cronológica y topográfica. Es una
asociación con fundamentos profundos. Antes que en estos años
han coincidido también en otras épocas de nuestra historia, y en
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LOS DISFRACES DEL wNON SERVIAM"
otras naciones, y no sólo con proximidad ffsica, sino también en
expresas y declaradas alianzas ideológicas y operativas. Son epi­
fenómenos, hermanos
de un mismo padre, dos patoplastias dis­
tintas
de un mismo principio malo, el "Non serviam" de Lucifer y
de su continuación más visible, la Revolución.
Confluyen
en la creación y mantenimiento de un ambiente
"permisivo" y liberal, a la europea.
El ambiente es un ente inter­
calado entre el individuo y las organizaciones. Sorprende
ver qué
ideas tan raras y tan peligrosas para la salvación de las almas cru­
zan
por las mentes de personas que, sin embargo, no han tenido
contactos ni con religiones falsas ni con organizaciones revolu­
cionarias.
Las han tornado sencillamente del ambiente, donde las
han vertido las sectas y los revolucionarios. Ya se entiende que
en ese ambiente se encuentran también otros muchos factores
que también vehiculan las ideas de la Revolución.
La sectas
El florecimiento público de las religiones falsas aparece en el
momento en que coinciden la libertad religiosa y la democracia.
La representación gráfica de su desarrollo no es una linea recta
sino
un sistema de ondas y de senos; en los años 1995 y 1996
aparece
una gran onda que luego decae y toma la forma de seno
en los años 1997 y 1998. Un rasgo de estas organizaciones en la
época contemporánea es que aparecen y desaparecen con la
inestabilidad que recuerda la
de los cultivos de hongos; tienen
vida corta;
no llegan a constituir un cuerpo estable, granítico y
secular, como, por ejemplo, la filosofía de Santo Tomás. Esta fra­
gilidad y renovación delatan
por inducción su condición de pato­
plastias aparentes
de algo más consistente y permanente que hay
detrás, que es el mismísimo Satanás.
Con la excepción
de algunas minúsculas denominaciones
protestantes y
de alguna secta no cristiana, que no adoptan una
actitud agresiva contra la Iglesia, el grueso de las religiones falsas
ataca
permanente a la Iglesia y se nutre, en España, de deserto­
res
de la misma, cuyo descontento aplauden y fomentan; se ofre-
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cen como alternativas para su malestar psicológico; son formas
de patoplastia que acogen
un oscuro y profundo resentimiento
contra Dios y contra sus exigencias a través de la única Iglesia
verdadera. Son una manifestación exterior de la revolución inte­
rior que también grita "Non serviam". Tiene el denominador
común de dar forma a un mal humor y a un descontento interno
de algunos católicos.
La libertad de cultos, esencia del liberalismo, y este mismo
como embajador de cualquier otra libertad nefasta, son, cuando
se instalan
en las filas católicas, un género chico de ese descon­
tento de algunos fieles respecto
de su propia Iglesia mientras no
alcanza altos niveles y permanece en cotas superficiales todavía
compatibles
con una adscripción a la Iglesia sencilla y elemental.
A partir de cierta intensidad, algunos malestares interiores ya
no
se pueden expresar dentro de la Iglesia con quejas de la misma,
y
adoptan otra patoplastia que puede ser el abandono y el tras­
plante
con rencor a una religión falsa.
En el mejor de los casos,
aunque la propaganda callejera de
las religiones falsas no capte y aspire el descontento de los vian­
dantes católicos y le preste forma, siempre es, cuando menos,
un
factor de debilitamiento de su fe, a veces poco o nada conscien­
te.
Aqu1 se podña traer todo el bagaje de la psicologia relaciona­
do con la propaganda subliminar; una persona que en el recorri­
do diario a su oficina ve sin mirar mil veces la palabra "yoga",
acaba interesándose
por ella.
La reacción de los católicos es mínima por la desorientación
que en ellos ha producido el tránsito de la tolerancia religiosa
como hipótesis a la libertad religiosa como tesis,
en el Concilio
Vaticano II y el pontificado de Pablo
VI. Posteriormente esta per­
plejidad
se incrementa con la propaganda asfixiante de la demo­
cracia y de sus libertades
de perdición, especialmente de la liber­
tad de expresión como parte de los "Derechos Humanos", cons­
tituidas
en una especie de nueva superreligión. Algunos articulas
y libros sobre las sectas, escritos y editados
por católicos, no se
presentan como herramientas para la destrucción del enemigo,
sino como informaciones entretenidas y neutras como si desarro­
llaran un tema de ciencias naturales. Algunos arrancamientos que
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LOS DISFRACES DEL "NON SERVIAM"
a veces, pocas, se ven de carteles de religiones falsas, son peque­
ños, únicos, e insuficientes y dan la impresión de que se han
hecho con mentalidad furtiva.
En cuanto a la infracción
de las ordenanzas municipales en
que esos carteles incurren cuando se colocan, muchas veces, en
el mobiliario urgano, papeleras, farolas, etc., no es tenida en
cuenta por los agentes de la autoridad, ni por ésta, a pesar de su
forma ostentosa y habitual. Lo mismo sucede respecto de pinta­
das, a veces enormes, de los marxistas. En el centro de Burgos
ha estado por lo menos un año, una enorme pintada con la cabe­
za del Che Guevara. En Madrid, lleva
por lo menos dos meses en
el paso subterráneo de Cibeles una pintada alta y grande, inase­
quible a particulares
que pretendieran borrarla, que dice: "Curas
y militares, parásitos sociales.-CNT".
Quede como contrapunto, que la propaganda católica en la
calle se reduce al anuncio de la Vigilia de la Inmaculada, y al
de
algunas procesiones de Semana Santa.
El liberalismo y la democracia
Antes de reseñar la presencia en las calles, junto a la propa­
ganda dicha de las sectas,
de grupos y manifestaciones políticas
anticristianas y revolucionarias, hay
que mencionar dar refinadas
formas del "Non serviam", situadas en niveles sociales más altos
que la calle, y que son en buena parte inspiradores de aquéllas,
y responsables de la puesta
en marcha de la agitación perma­
nente. Son el liberalismo y la democracia.
Desde la Revolución francesa hasta los albores del Concilio
Vaticano
II han discurrido ñas de tinta cristiana para explicar su
falta de fundamentos y la soberbia luciferina de la 'libertad de
conciencia" y de la soberanía nacional cuando se sitúa
en el pue­
blo (como en la Constitución vigente, articulo 1.2) y en su expre­
sión mediante
el sufragio universal. La soberbia de éste, piedra
clave del sistema democrático, no reconoce lúnites y franquea
cuanto puede de los que le ponen la voluntad de Dios, el magis­
terio de la Iglesia y
aun la misma ley natural. Véase lo que dice
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el Papa Juan Pablo II en su encíclica Evangelium Vitae a este res­
pecto. La contemplación de la polícroma y arborescente propa­
ganda anticristiana evoca la frase famosa de
que si Dios no exis­
te todo es posible. Mientras
no se vaya el régimen democrático y
venga otro
que sea confesionalmente católico, la Revolución
seguirá con sus infinitas modalidades, tan campante.
la agitación permanente
Volvamos a la calle, tan despreciada por los intelectuales y
que tantos sustos ha dado a la clase política. Pero antes recorde­
mos el gran principio de
que no todo lo que hacen los malos es
malo ni todo lo que
hacen los buenos es bueno. Hay que dis­
cernir y precisamente para ello esperamos
que sea útil la distin­
ción que vamos siguiendo entre lo sustancial y lo
que se pro­
mueve artificialmente.
En 1998
la propaganda en la via pública no de religiones fal­
sas sino de actividades políticas de organizaciones antricristianas,
ha crecido llamativamente en las grandes capitales españolas. Si
las pintadas, los carteles y las pegatinas de esos grupos politicos
subversivos
no han llamado más la atención hasta la alarma debi­
da,
es porque la gran diversidad de los asuntos expuestos no ha
sido interpretada como un primer escalón de la Revolución. El
bosque no ha dejado ver el árbol donde se enrosca la serpiente.
Para dar una
fe de vida suficiente, pero no excesivamente alar­
mante, la Revolución se
ha maquillado con ingredientes coyun­
turales muy
diversos.
Ejemplos: politizando cuestiones que nada tienen que ver
con la política, como unas puñaladas en riñas tumultuarias juve­
niles, o que son ajenas a la política nacional, como detenciones
y ejecuciones por causas desconocidas en países remotos. Otras
veces, se sirve de cuestiones elementales y bobas, como los
sloganS: "Una vivienda digna para todos", "Ni un hombre sin tra­
bajo", y otros análogos con los que todo el mundo está de acuer­
do y que, por ello, no justifican esas exposiciones clamorosas.
Pero
que sirven, como de paso y sin pretenderlo, para exhibir la
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hoz y el martillo, la estrella roja de cinco puntas, el puño cerra­
do y otros logotipos de la Revolución.
Sirven, sobre todo, para mantener una efervescencia perma­
nente que no busca prioritariamente los fines que se declaran, a
veces buenísimos si
se consideraran estrictamente, sino antes que
nada entretener
y tener siempre en forma y a punto unos cua­
dros de agitadores profesionalizados, unos pies de paz, y para
evaluar su entrenamiento.
Lo que hay detrás de todo eso es el deseo de armar jaleo
"porque sí", por el "Non serviam". Esto se vio claramente duran­
te la Segunda República: los obreros pedían cualquier día una
mejora material, quizá merecida, siquiera parcialmente, y apoya­
ban su petición con desórdenes variados; se les daba, y antes de
quince días ya estaban pidiendo cualquier otra cosa,
con análo­
gos apoyos violentos; también
se les daba, y nuevamente lo
mismo, vuelta a empezar con más peticiones, cada vez menos
justificadas y menos siceras, y que más bien eran pretextos,
"pegas". Eran patoplastias de la Revolución. Como los enfermos
con gastritis vomitaban pertinazmente cualquier cosa que se les
diera
por adecuada que fuera. Hasta que a su malicia se impuso
la milicia con el ayuno y el silencio; se curaron y prosperaron.
Franco fue más listo que don Miguel Primo de
Rivera; éste se
quedaba trabajando hasta altas horas de la noche en contestar a
tirios y troyanos
que le hostigaban desde todos los puntos de
España con asuntos
que el Dictador tomaba en serio porque no
percibía en ellos patoplastias de la Revolución.
Dos grandes grupos de revolucionarios se vienen manifes­
tando en nuestras calles: los marxistas y los anarquistas. Tuvieron
gravísimas desavenencias entre
sí, que culminaron en 1937 en
una pequeña guerra civil dentro de la zona roja. Después de la
caída de la
URRS los marxistas han perdído fuerza y han mode­
rado mucho, al menos externamente, sus entusiasmos antirreli­
giosos de antaño, aunque sostienen una concepción
política
opuesta al Derecho Público Cristiano. Los que llevan la voz can­
tante son los anarquistas, que no han aprendido nada de la gue­
rra y sus consecuencias y siguen siendo soezmente anticlericales.
Los dos grupos se han inventado un punto de referencia común
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para el combate, dirfamos en términos de boxeo que un "spa­
rring",
que es el "fascismo"; a todo lo llaman fascismo, Jo cual es
un anacronismo peligroso.
Es curioso y lamentable que muchos católicos no entiendan
que esas propagandas públicas son tan anticristianas como las de
las sectas. Hemos visto
en algunas vallas donde coinciden carte­
les revolucionarios
con otros de religiones falsas, que estos últi­
mos aparecerian rasgados, a medio arrancar, y, sin embargo, los
primeros estaban intactos y respetados. Más sobre este tema
puede verse en Verbo, núm. 363-364, articulo de J. Ulíbarri, "El
marxismo en España después de su calda en Rusia".
la mentalidad del revolucionario
Muchas empapeladas de sectas son hechas con mano de obra
mercenaria; a veces, menos, con mano de obra benévola o mixta.
Las pintadas revolucionarias se deben mayoritariamente a mano
de obra voluntaria, adicta. Los voluntarios de todos los sectores
son jóvenes inestables y sedientos de aventuras; por eso hay que
buscar a los verdaderos revolucionarios, maduros, consagrados y
profesionalizados
en ambientes directivos, o en las cárceles.
El revolucionario es un hombre amargado, duro y raro. Como
se reclutan por cooptación, todos se parecen; no creen en la
democracia y en eso hacen bien. Una exploración individual de
la personalidad y de la mentalidad del revolucionario, o
una más
sencilla conversación, descubre
que en su intimidad ruge un odio
incandescente a todo; es algo obsesivo que se manifiesta en
tomo a los asuntos más variados, saltando de unos a otros, sin
detenerse a profundizar en ninguno, mezclándolos todos; hay
que escribir en una pizarra o en un papel la proposición que se
va a discutir para que no se escapen en seguida de ella; hay que
fijar un orden del dfa para que no se vayan por los cerros de
Úbeda.
No atienden a razones ni admiten
el diálogo; viven una ver­
dadera consagración y al cabo de algún tiempo ya
no saben
hacer otra cosa; son los "liberados". Les da lo mismo que un
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asunto tennine de una forma o de otra, porque con indepen­
dencia de la que sea, ya se están incorporando inmediatamente
a otro conflicto
nuevo que forma parte de la evolución incesan­
te
de la humanidad; de modo que aunque pierdan batallas siguen
la guerra.
Eso del diálogo es
una ingenuidad. Están instalados en un
mundo distinto del mundo lógico de nuestra civilización occi­
dental; las premisas, los axiomas, y cada palabra
de las que las
constituyen, tiene contenidos distintos
de los que tienen entre
nosotros. Todo lo relativizan y llegan a negar y contradecir
con
arrogancia hasta el principio de contradicción, de que una cosa
puede ser y no ser al mismo tiempo; por eso se contradicen y
mienten constantemente. Como
en la parábola de Lázaro y el rico
Epulón,
hay un abismo infranqueable entre las dos mentalidades
e intentar dialogar
según una ideación lógica es perder el tiempo
y además, irritarles
aún más. No hay otras soluciones que, o
rehuir la confrontación o
recurrir a la violencia fi:Sica. De la agre­
sión dialéctica a la física
no hay más que un paso, muchas veces
anunciado más o menos veladamente,
en forma de amenazas en
sus pintadas, y cumplido más de una vez. Más allá de la violen­
cia está el ensañamiento; es frecuente
que la Revolución se ensa­
ñe con sus enemigos,
con el arma blanca o con el fuego. El ensa­
ñamiento recuerda el odio
de Satanás al cuerpo humano.
Se equivocan los intelectuales que creen en el diálogo con
los revolucionarios y los que no advierten que entre las dos men­
talidades, la suya y la nuestra,
hay una plataforma de lanzamien­
to
de su violencia física, de la revolución sangrienta de la calle,
que les arrastrará a ellos también.
Lagnosis
Las mentiras y las trampas y otras desfiguraciones menores
de la realidad que sirven a la Revolución, están muy próximas
a la manipulación del lenguaje
que hacen los gnósticos para
escrutar la Creación; secundariamente, también impulsa la sub­
versión.
Los gnósticos dicen que las palabras no son unívocas,
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sino que en cada una coexisten varios conceptos o varios mati­
ces de un mismo concepto, a veces dispares. Según ellos, una
misma realidad tiene dos versiones distintas: una, la aparente1
superficial y popular, que llaman exotérica; y otra, oculta, pro­
funda
y misteriosa, secreta y asequible solamente a unas élites
a las que se revela
en el curso y ceremonias de "iniciación" que
son verdaderamente actos de culto a Satanás; la llaman eso­
térica.
Confluye a esta situación la familiarización nada espontánea,
sino arduamente conseguida,
con los distintos niveles de con­
ciencia y su utilización adecuada al conocimiento de las cosas.
Este es otro tema que han puesto de moda en occidente algunas
sectas asiáticas invasoras.
Al final resulta que cuando los que creen en el diálogo con
la Revolución celebran un punto de consenso con ella, se des­
cubre que no han conseguido nada, porque las palabras em­
pleadas
en la redacción del texto supuestamente consensuado,
tienen distinto significado y valor para unos y para otros. Y hay
que volver a empezar.
Un
buen surtido de patoplastias y de máscaras hace a la
Revolución escurridiza e inaprensible. Solamente se le puede
hacer frente desde otras posiciones también irracionales; que
en este mundo serán de fuerza, y desde el otro mundo de
acciones divinas suprarracjonales conseguidas mediante la
oración. Hasta es doctrina de la Iglesia que Satanás puede pre­
sentarse y conducirse bajo formas
de ángel de luz. Las más­
caras desplazan el
ser hacia el devenir, y éste termina arrui­
nándolo.
Todo esto aboca a una revisión de las premisas que es lo
que llamanos crisis; a ella también confluye la dialéctica de los
marxistas. Ejemplos:
en la conocida fábula que contrasta la mala
conducta de la cigarra perezosa
con la buena de la hormiga labo­
riosa, la versión marxista da la razón a la prünera. En la antipsi­
quiatría, moda que fue fugaz pero real, los psiquiatras marxistas
reconocían validez a las actitudes del loco y se negaba a las del
psiquiatra.
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LOS DISFRACES DEL "NON SERVIAM"
Conclusiones
En 1998 se ha detectado a nivel de calle una mayor organi­
zación y talante amenazador de fuerzas y de actividades revolu­
cionarias, agresiva1nente anticristianas. Tienen una ascendencia y
un origen comunes con cualesquiera otras manifestaciones anti­
cristianas, y este parentesco puede ser formalizado en cualquier
momento para atender a objetivos
aunque no sean más que
coyunturales.
Por ello recordamos a los católicos consagrados al apostola­
do intelectual, que éste es necesario, sí, pero no suficiente para
una mayor recristianización de España, ni para una mera defen­
sa de los apoyos logísticos de la evangelización.
Aunque
la necesaria división del trabajo impida a los intelec­
tuales intervenir a la vez activamente en las luchas populares, no
por eso deben dejar de seguirlas, siquiera con la mirada, y estar
capacitados y dispuestos para intervenir
en ese ámbito, incluso a
nivel de calle,
en un momento dado que puede no estar muy
lejano, con merma y aun suspensión temporal de sus actividades
intelectuales habituales.
Se recomienda a los intelectuales católicos una mayor apli­
cación de los conocimientos que tienen de los circuitos ideológi­
cos a
la interpretación y vigilancia de sucesos reales, aun de los
ínfimos.
Deben corregir su clásica tendencia, peligrosa, a minusvalo­
rar lo que sucede en la calle.
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