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Número 373-374

Serie XXXVIII

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Javier Paredes: Félix Huarte (1896-1971). Un luchador enamorado de Navarra

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aceptación de la tesis saeta/ católica, permitida y exigida por las
circunstancias. A ello se añade
~u particular temperamento, el
suyo y no el de otros que defendían lo mismo que él. No fue par­
tidario de los hechos consumados,
máxime viendo lo inestabili­
dad política y los pronunciamientos liberales. Secundario era que
las circunstancias de la ciudad de Osma
no fuesen similares a las
de Madrid, siendo así que Lagüera debía de regir a los fieles de
la diócesis de Osma y
no a todos los católicos españoles.
Este libro es apasionante. Sin duda se
debe agradecer a la
auto_ra su trabajo. Sólo me queda desear al lector que saboree la
biografía de
un interesante obispo de la España contemporánea,
las polémicas del momento, y el complejo desarrollo de parte de
la política decimonónica
en nuestro país.
]OSÉ FERMIN GARRALDA AruzcUN
Javier Paredes: FÉLIX HUARTE (1896-1971).
UN LUCHADOR ENAMORADO DE NAVARRA<'>
El autor, acostumbrado al género de la biografla desde su
investigación sobre el político liberal navarro Pascual Madoz
(1982), presenta ahora la vida empresarial y
politica, cuajada de
realizaciones, de
ese navarro que apostó por la industrialización
y la modernización económica
de España y Navarra, primero
desde su actividad como empresario,
y, después, en 1964, desde
su cargo de vicepresidente de la Diputación Foral de Navarra,
aunque personalmente careciese de temperamento político. Ese
personaje fue Félix Huarte.
Todo ello anima al lector a adentrarse
en este libro con el
detenimiento que merecen las más interesantes investigaciones
y biograflas, aparte de la actualidad y significación de ·los con­
tenidos.
(•) Editorial Ariel, Barcelona, 1997, 508 págs.
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Las juentes.-Las fuentes utilizadas permiten al autor "res­
taurar la persona
con todos los fragmentos por pequeños que
estos seari", cumpliendo así los requisitos del buen historiador.
A las obras y realizaciones del protagonista
se suman las
fuentes escritas y orales. Estas abarcan los archivos oficiales pero,
sobre todo, el archivo particular del propio biografiado, y nume­
rosas entrevistas que el autor ha mantenido con variadas perso­
nas próximas al empresario, y que viven hoy día. Si esta historia
oral justifica ampliamente la inserción de extensos documentos­
testimonio sobre el biografiado, también
puede decirse que algu­
nas interpretaciones del autor necesitan
un apoyo más sólido que
dichos testimonios (v. gr., el de López Cando).
No
cabe duda que la lectura de esta biografía hace recordar
muchos nombres propios
que los de mi generación hemos oído
de pequeños en nuestras casas, y que en ciertos casos hoy se nos
representan como un mundo alejado por el obligado paso del
tiempo.
Los testimonios otorgan a esta biografía el sabor de los vivos,
y
al biografiado una singular fuerza, rebosante de humanidad y
plenitud. No
en vano, Félix Huarte falleció hace un puñadito de
años,
en 1971, en pleno auge de ese desarrollo en Navarra, a
favor del cual volcó sus múltiples afanes y su gran actividad
humana y económica. La huella de don Félix llega hasta noso­
tros. En este sentido, el
hecho que el desarrollo de Navarra no
pueda indentificarse con Félix Huarte, no desmerece lo más míni­
mo el impulso que él le otorgó.
En relación con la continuidad histórica, personalmente creo
que la industrialización y modernización material de Navarra más
que ser puente o bisagra entre dos épocas históricas diferentes y
aún contrapuestas, expresan unas nuevas condiciones de vida
que no tienen que implicar ruptura. Estas condiciones surgieron
parcialmente
por influencia del llamado desarrollismo de aquella
España
en la que Navarra se insertaba con pleno derecho.
Javier Paredes refleja moderadamente su propia perspectiva e
interpretación, y ,establece
una critica implícita -a veces algo
cruda y
radical-a esa Navarra que personalmente puedo deno­
minar
constitutiva, identificada por el autor con la de siempre. A
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dicha interpretación se añade la reinterpretación del pasado que
suponen las entrevistas y testimonios orales mencionados. A
pesar de esta limitación, dichos testimonios hacen posible una
narrativa rica en contenidos que interpelan la realidad, y un esti­
lo ágil
que facilita la lectura de este extenso volumen.
El marco.-En varias ocasiones, en la segunda parte de este
libro, el lector
puede advertir una excesiva ampliación del marco
de la biografía e incluso una recurrencia en los contenidos, al
analizarse con gran detenimiento y lujo de detalles el tránsito del
aislamiento de España hasta
su desarrollo, las condiciones socio­
politicas del régimen franquista, y la realidad socieconómica y
politica de Navarra durante el siglo XX. El autor, quizás advirtien­
do la extensión que ocupan estos interesantes temas, justifica
varias veces la ampliación de dicho marco. A pesar
de ello, la
narrativa
no se pierde en cuestiones secundarias o baladies. De
todas maneras, la amplitud del marco navarro se justifica más
que
el nacional, debido a la vocación navarra de Huarte y a su cargo
de vicepresidente de la Diputación Foral.
ws contenidos.-La primera parte del libro -dos capitulos­
desarrolla, con gran humanidad y simpatia, los años de niñez y
juventud del protagonista, y los mil avatares de las empresas de
construcción de Huarte. Estas empresas realizaron numerosas
obras públicas durante la II.' República, la guerra civil y la España
posterior, hasta culminar
en el llamado Grupo Huarte. En 1971,
cuando
fallecía don Félix, el Grupo estaba formado por la abru­
madora cantidad de unas 70 empresas de todos los ramos
de la
producción,
con un total de 17.611 trabajadores, cifra esta muy
elevada para entonces.
Desde esta perspectiva, el autor entra,
con delicadeza, en la
vida y pasión, puesta
al servicio de los demás, de este empresa­
rio de proyección nacional. Presenta la vida
de Félix Huarte arrai­
gada
en su Navarra natal, a la que sirvió con fervor, pero también
su proyección empresarial más allá de la muga, en el ámbito
nacional. Con profesionalidad de historiador, describe la ardua
trayectoria de
un hombre que se hizo a si mismo, desde cero,
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hasta levantar un gran coloso industrial bajo su firma, y llegar a
ocupar después el máximo cargo
pol!tico
en la Diputación Foral
de Navarra.
El autor deja bien sentado, no sin reflejar cierta iden­
tificación personal que,
en su intensa vida profesional, don Félix
siempre buscaba lo mejor y
la obra bien hecha, movido por un
afán creador y de servicio.
Este libro
no pretende realizar la historia de las empresas de
Huarte, ni una historia económica de Navarra, aunque va más allá
del marco de la estricta biografia, quizá para justificar esta desde
un mayor alcance. A la vez que explica la biografla de Félix
Huarte, el autor profundiza
en diferentes aspectos estructurales
de carácter social, económico y político, y, sobre todo, en los ele­
mentos constitutivos del sustrato de mentalidades de
una época
con poso y reposada. Ello anuncia la segunda parte.
La segunda parte -otros dos capítulos de mayor extensión y
densidad-explica el impulso y la transformación, llamada desa­
rrollismo, de los diferentes aspectos sociales, económicos y pol!­
ticos de España y de Navarra durante el siglo XX. A Huarte se
debió el
que Navarra, que debido a su autonomía foral tuvo que
desarrollar el reto industrializador por sus propios medios, andu­
viese
un camino paralelo al desarrollismo en España, sin perder
así lo que impropiamente podría llamarse el tren de la historia.
Puede destacarse como un hecho el que, por influencia de la
industrialización,
se modificasen parcialmente las formas y ritmo
tradicionales de vida, así como los valores, actitudes, y mentali­
dades más arraigadas
en Navarra. Destacar esto es importante,
pues la industria no fue el único de los factores del cambio par­
cial
en la mentalidad de los navarros.
El autor se topa con aquellas mentalidades y actitudes que,
en España y sobre todo en Navarra, pudieron -según él-sig­
nificar
un fuerte sustrato tradicionalista, del que Huarte partici­
paba como parte activa y responsable de una concreta comuni­
dad humana.
Una vez cumplida su carrera como constructor y gran empre­
sario, y después
de su elección como concejal de Pamplona por
el tercio familiar, en 1964 Huarte accedió al más alto cargo pol!­
tico de Navarra como era el de vicepresidente de la Diputación
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Foral de Navarra. Desde él, "su gestión modeló una nueva. Na­
varra en estas tres dimensiones: desarrollo económico, liquida­
ción del aislamiento del territorio y promoción educativa de los
navarros" (pág.
436).
También en esta segunda parte el autor presenta a don Félix
con un gran humanidad y .cariño. Lo hace gustando alguna forma
de identificación personal hacia el impulso renovador de Huarte
en relación con el funcionamiento interno de la Diputación y la
industrialización de Navarra. Esta identificación, manifiesta a lo
largo del libro, tiene lugar,
por ejemplo, con ocasión de la polé­
mica que el vicepresidente de la Diputación
de Navarra -Huar­
te-mantuvo con el diputado Amadeo Marco y quienes le apo­
yaban.
• • •
La interpretación del tradicionalismo.-La segunda parte del
libro ya citada quizás
sea más sugerente y delicada que la pri­
mera. En relación con las interpretaciones que contiene, discrepo
de su planteamiento recurrente sobre el tradicionalismo.
En primer lugar, nuestro investigador rechaza con insistencia
el llamado
tradicionalismo cultural, político y religioso, remitién­
dose para ello
en varias ocasiones -rompiendo asl el hilo de la
exposición-a ciertas interpretaciones de otro autor -el profe­
sor don Gonzalo Redondo-que considero más insuficientes que
agudas.
El profesor Javier Paredes no oculta sus preferencias perso­
nales
en sus interpretaciones impllcitas y a veces expllcitas, aun­
que en esto se distancie del criterio de su biografiado. Así, en
diversas páginas se presenta al tradicionalismo en Navarra como
poco conciliable con la modernidad, la renovación y el progreso
en general. Este talante, que es recurrente, supo,;:ie una crítica glo­
balizadora a diversos elementos
que algunos consideran distinti­
vos -aunque no lo sean tanto-de la Navarra tradicional.
De ser verdadera dicha tesis varios hechos resultarían
cho­
cantes. Tales como la vivencia por Félix Huarte de los aspectos
fundamentales del tradicionalismo a
la vez que, según este libro,
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era el primer modernizador de Navarra. El que los diputados
forales, inicialmente opuestos a los planes de Huarte, aceptasen
los planes de este empresario
con relativa facilidad, que existie­
se al menos un acuerdo tácito entre todos los diputados forales
en favor de la industrialización, y que el impulso industrial cua­
jase sin grandes dificultades
en la provincia foral. O bien que los
dirigentes carlistas (tradicionalistas) promoviesen la candidatura
de Huarte (contraria a los hombres del Movimiento o del fran­
quismo), fuesen sus firmes partidarios
en las elecciones, defen­
diesen importantes reformas
en el funcionamiento de la propia
Diputación Foral, y además fuese
un carlista -don Jaime del
Burgo-el redactor de no pocos discursos de Félix Huarte.
Opino que la interpretación del autor sufre cierto desenfoque,
porque no parece adecuado mostrar como emblemático del tra­
dicionalismo
las pósturas circunstanciales de algunos navarros de
alguna manera contrarios a la industrialización; exagerar el
carácter agrario y rural
de los tradicionalistas en general en una
Navarra con amplio sector primario; identificar el tradicionalismo
con lo de siempn!, identificación contraria al verdadero valor dee
la tradición según los tradicionalistas; considerar que las grandes
novedades no tenían que probar su conveniencia; valorar poco
el peso de las circunstancias; confundir el tradicionalismo con el
integrismo
(v. gr., págs. 335, 355); y vincular carlismo y caciquis­
mo como si este último no fuese sobre todo de origen y carácter
liberal. Por otra parte, hay afirmaciones
no bien probadas, y se
exageran las dificultades reales que ha podido haber en las
comunidades humanas ante los grandes cambios de finales del
siglo
xx.
Este libro manifiesta una concepción algo paradójica de lo
que se llama tradicionalismo en Navarra, porque deja constancia
de cierta variedad de posturas tradicionalistas como
son las de
Huarte (págs. 228, 294,
395, 405), los carlistas, y, por último,
Amadeo Marco
Oos llamados amadeístas). En este punto parece
indicarse
que había un tradicionalista malo y otro bueno (pág. 406).
Por otra parte, se vincula excesivamente unos hechos, que po­
dían ser
de otra forma, a un tradicionalismo que no era unívoco,
que no tenía en todos los lugares los mismos perfiles por no ser
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una ideología, y cuyo traditum no terúa por qué estar -todo lo
contrario-fosilizado.
En resumen, el libro
demuestra con claridad que "la viven­
cia intensa del catolicismo,
el sentido foral y su configuración
mental tradicionalista, alejaban a Huarte
de plan-teamientos
tanto totalitarios como liberales" (pág. 405). Por otra parte, si el
libro supone una aproximación empírica a lo que fue Navarra,
y no sólo a lo que desde las interpretaciones globales del libro
podía llamarse los arcaísmos y mitos sobre el Viejo Reino, tam­
bién supone un desenfoque de algunos de sus resultados. En
esie aspecto creo que podría realizarse un mayor esfuerzo por
comprender y otorgar a las circunstancias de la vida -al
menos-el significado y el peso que merecen en una vivencia
tradicionalista -no individualista y si comunitaria-de la
vida.
En varias ocasiones, en relación con la "posición interme­
dia" que aspiraba a la modernización sin perder la concepción
tradicional
-tradicionalista-de la vida (pág. 218), se refleja
un empirismo algo exagerado. Este reflejo empirista expresa
uns simplificación de las actitudes y mentalidades, y cierta dis­
minución de las posibilidades de la libertad humana. No obs­
tante y contradictoriamente,
por lo que a ciertos aspectos de la
dimensión poHtica
se refiere, con la cita de Garda Escudero y
López Rodó se sobreinterpreta
-y en opinión de otros se des­
virtúa-el "atado y bien atado" del general Franco (pág. 206,
nota 92).
No es este el momento de realizar una radiografía del tradi­
cionalismo como tema central en el libro, ni de analizar ciertas
afirmaciones que considern inadecuadas (págs. 282-300, 334-336)
e incluso distorsionadoras Oa ilustrada constatación del simplis­
mo cultural
del pueblo no ilustrado, no científico ni académico
[pág.
3341, los términos consideración y trabucaire de la pág. 369,
etcétera).
Si Navarra ha perdido, o ha visto rebajadas, ciertas vivencias
individuales y comunitarias consideradas como propias,
buenas
y constitutivas, anteriormente a su industrialización, considero
que es más defecto de los sujetos o agentes de la historia que
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de la propia industria y mejora de las condiciones materiales de
la vida. Una cosa es que un hecho predisponga, y otra que
señale el único camino a seguir, cerrando toda otra posibilidad
real.
Algunas páginas
pueden expresar una crítica a las posicio­
nes del autor de El crepúsculo de las ideologías (págs. 262-263),
a la concepción del
Fuero-como pacto (págs. 321-322, 352), a
cierto denominado "clericalismo"
que sobre todo dependía de
la sociedad (pág. 407), etc. Se afirma seguidamente que la ley
de libertad religiosa de 1967 Vl!lneraba el Estado confesional
católico (págs. 219, 228), y
también puede precisarse la expli­
cación
sobre la situación de los tradicionalistas o carlistas (págs.
25~256, 374, 425). Desde luego, los de la regencia, citados por
el gobernador civil franquista López Cando (pág. 377, nota
249),
no procedian del integrismo navarro, y eran los más -y
en esos años los únicos-anticolaboracioniStas con el régimen
franquista. Hemos de agradecer el
empeño archivístico. de don Javier
Paredes como acreditado investigador, su encomiable esfuerzo
por la recuperación de la biografía y la memoria de los vivos, su
buen oficio al enmarcar al hombre en sus coordenadas vitales,
sus aciertos sobre la historia
de Navarra y de España durante el
desarrolliSmo, y la sinceridad
de los planteamientos e interpreta­
ciones del autor ante
una comunidad histórica concreta como es
Navarra.
Desde el empirismo de los datos, con cariño y con respeto,
el libro ofrece una visión conjunta de la persona y obras de
Félix Huarte. También efectúa
una crítica -que desde mi pers- .
pectiva no comparto, entiendo que tiene asperezas, y deseo
abierta-al tradictonaliSmo de la Navarra que hasta hace poco
se nos ha legado, y desentraña el inicio del camino de la indus­
trialización del viejo Reino. Sólo me queda desear que el
lector realice una gustosa lectura de un libro que supone, en
general, una interesante aportación a la historia de Navarra y de
España.
JOSÉ l'ERMÍN GARRAIDA ARIZCUN
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