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Número 379-380

Serie XXXVIII

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Roca viva, A-Dios

CRÓNICAS
sus superiores. Ahora ha amainado el temporal, lo que no quie­
re decir que se haya reconstruído
la cristiandad, que sigue arro­
jada
en el recodo del camino sin que sacerdotes y levitas se
inmuten, a
la espera del buen samaritano. La empresa de denun­
cia y predicación de
la verdad católica sigue sin resultar fácil. Y
don José Ignacio Dallo lo sabe, pues ha sufrido en sus carnes la
persecución y la incomprensión.
En
Verbo, tenemos nuestra senda. Y nuestro modo de com­
bate. Y es que
en la casa del Padre hay muchas estancias. Así
pues,
no podemos dejar de saludar, con alborozo, la perseveran­
cia de nuestro hermano
en el apostolado de la prensa. Que el
Señor nos ayude a todos los que laboramos
por el Reinado de
Cristo
-y la reconquista de la unidad católica de España-a no
desmayar en una hora en la que se hace tantas veces presente el
interrogante angustiado: ¿Encontrará
fe sobre la tierra?
MIGUEL AYUSO
ROCA VIVA, A-DIOS ,.,
El catecismo enseña que enterrar a los muertos es una de las
obras de misericordia corporales. Así como ofrecer sufragios por
los difuntos se encuentra entre las espirituales.
Se me ocurre,
pues, y espero que no les parezca irreverente la comparación
-pues de una obra humana se trata, pero de una obra que que­
rría serlo también de Dios, en cuanto no ha buscado sino su amor
y servicio en todo-, que en el trance de la desaparición de la
revista
Roca viva debemos darle cristiana sepultura. Alguna expli­
cación merecen sus fieles lectores, casi todos de la primera hora,
pero da igual si se sumaron a la
de tercia, nona o a la undécima.
Del mismo modo, puestos a tributarle la despedida que nos pare­
cía más adecuada,
vamqs a recordar algunos de los momentos de
la vida de
la revista, volviendo a estampar algunas -pocas--de
(•) Reproducimos aquí la nota que Miguel Ayuso ha antepuesto al número
de despedida de la revista Roca Wva (N. de la R).
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entre sus páginas. (Vaya por delante que la selección, cualquier
selección, es en buena medida arbitraria. En el caso presente,
sobre las preferencias de quien escribe estas páginas, debe
sumarse la escasez de espacio, que obliga a excluir las contribu­
ciones de mayor longitud.)
Asi renovamos el bien que las mismas
hicieron
-o cuando menos quisieron hacer-, al tiempo que nos
unimos
en la oración por aquellos de entre los colaboradores que
nos han dejado, pero también por los que siguen en la brecha.
Del combate, a quienes acompaña el aliento, o de la vida,
que
no es menor lucha, para aquellos que, imposibilitados, ya sólo
pueden purgar sus pecados, completando lo que falta -según la
atrevida expresión de san
Pablo-a la pasión del Señor.
Con todo, y
al igual que cuando es un familiar o un amigo al
que despedimos en su tránsito de este mundo al Padre, en que
contra lo que la fe y la esperanza nos urgen se debate renuente
la carne, también
en este caso el dolor y la tristeza nos abaten.
Abatidos, aunque esperanzados, afrontamos, pues, las páginas
siguientes.
• • •
Roca viva, revista de pensamiento y vida cristiana, órgano
que fue -mientras ésta existió-de la Campaña Pro Moralidad
y Fe, hizo
el pasado año de 1999 el trigésimo segundo de su
-existencia. Treinta y dos años de una revista mensual, católica
pero independiente de cualquier mandato jerárquico, de una
fidelidad estricta al magisterio de la Iglesia y, dentro de su fina­
lidad divulgadora,
por lo general de alto nivel intelectual en sus
colaboraciones. Merece la pena, antes de seguir adelante, dete­
nernos
un instante en la paradoja que recién despuntaba de la
fidelidad al magisterio custodiada
por la independencia de la
jerarquia eclesiástica. Que no es exclusiva de Roca viva, pues
en los años en que iniciaba su carrera tanto como en los que
proseguía la marcha, esto es, los de la gran defección conciliar,
posconciliar y periconciliar
la experiencia demostraba que una
buena parte de las iniciativas incrustadas en el aparato de la
jerarquía eclesiástica
eran por lo mismo menos resistentes a la
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autodemolición que las independientes de la misma. Lo que no
quiere decir que éstas fueran absolutamente ~,existe una tal
separación
en la vida?-independientes. De hecho, Roca viva,
como
poco antes ¿Qué pasa? o Fuerza Nueva, o poco después
Iglesia-Mundo, nacía también del común designio. de hacer
frente
al aluvión progresista, en una coyuntura en que coinci­
dieron, entretejiéndose
en modo variado, según los casos, plu­
rales iniciativas particulares, sodalicios varios, algunos obispos
embozados
y también -¿por qué no decirlo?-distintos servi­
cios gubernamentales.
• • •
En la tesitura levemente apuntada, en 1968 aparecía Roca
Wva, fundada y dirigida por el sacerdote Luis Ruiz Galiana, hijo
del general Ruiz Hernández, ex-combatiente de requetés durante
nuestra guerra. A él
y a su iniciativa y empuje -no obstante las
limitaciones que, aunque joven, le imponía
la precaria salud-se
deben los inicios de la revista y la Campaña. Inmediatamente a
su lado aparecía desde el principio el padre Bernardo Monsegú,
C. P., que tras el fallecimiento de don Luis en 1987, asumiría la
dirección. Gran teólogo
y hombre de aliento, su influencia signó
la marcha de la revista incluso
en la época en que la dirigió su
predecesor
y fundador. Y finalmente, a partir de 1989, por volun­
tad del padre Monsegú, quien firma esta nota
pasarla bien a pre­
sidir un consejo asesor'" bien a figurar como director suplente, con
intervención creciente en cuanto declinaba la actividad del teó­
logo pasionista. Siempre
-para terminar-al lado de los direc­
tores,
un elenco de colaboradores fijos u ocasionales, cambiante
con los años, y compuesto
por un nutrido grupo de religiosos,
sacerdotes seculares
y laicos de amplia cultura humana y religio­
sa. Hojear
la colección de la revista deja una honda impresión de
solidez
y pugnacidad, que agranda el dolor de estas líneas de cie­
rre. Muchos de los colaboradores están entre los amigos de a
quien cabe ahora el triste honor
de sepulturero. Lo que le per­
mite aquilatar su mérito
y evocar -respecto de los desapareci­
dos-o celebrar -para los que y por muchos años están entre
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nosotros---su ingenio. Otros, aun no habiéndolos tratado, se
hallan entre las más renombradas plumas del catolicismo del
pe­
ríodo. Finalmente, algunos, menos conocidos para un horizonte
más vasto, son los fidelísimos soldados de todas las batallas y es
dado encontrar su nombre aquí
y allá en publicaciones varias.
Veámoslo más
por menudo. Aun sin poder prescindir del
trazo grueso,
por lo que anticipadamente pedimos disculpas a
quienes se omita, con grave injusticia, segura, pero cuyos nom­
bres están escritos, también seguro,
y eso es lo importante, en el
libro de la vida. Frincipando por los desaparecidos, el padre
Eustaquio Guerrero, de
la Compañía de Jesús, se asomó en algu­
nas ocasiones a nuestras páginas, dejando la huella de sus muchos
saberes. También sus compañeros de orden
y de no menor cala­
do los filósofos Juan Roig y Gironella y Martín Prieto Rivera y el
sociólogo
y moralista Martín Brugarola. Precisamente a este último
debemos una constante dedicación
al esclarecimiento de la doctri­
na católica sobre la regulación de la natalidad, de la que quedan
abundantes pruebas
en las páginas de Roca \!Jva. Como, de otro
lado, los padres Teófilo Urdánoz
y Victorino Rodríguez, de la
Orden de Predicadores, que se cuentan entre las cimas de
la filo­
sofia y la teología tomistas del siglo que va camino de concluir y
que no dejaron de sumar sus ilustres nombres al de la revista.
Y entre tantos sacerdotes seculares,
al lado de don Luis Ruiz
Galiana, Valentin Alonso
-el .IJCIS de cumplidas páginas--,
Federico
P. de Chanteiro, el canónigo de Vitoria Luis Madrid
Corcuera
-que tan destacado papel desempeñó en la
Hermandad
Sacerdotal-o el recentísimamente desaparecido
Félix Beltrán, verdadero santo. Y tantos otros.
Pienso también
en Juan Bonelli y Eulogio Ramírez -éste con
el dolor
aún caliente, pues ha fallecido durante las Navidades
últimas, aquél más lejano
pero en cambio siempre presente-,
seglares entregados al apostolado intelectual con un grado de
compromiso desconocido para los que les seguimos. Juan Bonelli
desmenuzando para los profanos los misterios de las ciencias,
desde el sillar firme de la
fe en Cristo. Eulogio, con su pluma pro­
lífica, como pocas ha habido, y generosa -pues periodista de
profesión son incontables las colaboraciones que ofreció
en ser-
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vicio de Dios sin remuneración alguna en tantas y tantas sedes­
abordando sin cansancio las cuestiones políticas y sociales. No
puedo dejar de ampliar
en este punto, tan cercana es su ausen­
cia, la figura de Eulogio Ramlrez, que fue quedándose ciego pro­
gresivamente, pero que nunca dejó de escribir artículos tan bre­
ves como acerados y que, años antes de su muerte, me confesa­
ba que dedicaba buena parte de su tiempo a escribir a políticos,
clérigos e intelectuales -a quienes no conoda-hablándoles de
Dios, de la necesidad de respetar su ley, y de la responabilidad
que tenían contraída ante su inapelable juicio. Entonces, cuando
con toda simplicidad me lo contó, como ahora, cuando me repro­
cho
no haberme interesado por su salud en los últimos años, la
emoción
me invade ante la realidad de una fe firme y abnegada,
de las
que ya no van quedando, y de una conciencia delicadísi­
ma de la necesidad de evangelizar.
Y tantos otros que seguían prestando su colaboración hasta el
último momento. De los jesuitas Pérez
Argos, Garda Segura y
Esteban, al benedictino Garrido y el agustino Antonío de
Lugo.
También el canónígo de Zamora Benjamín Martín Sánchez, y
Andrés Molina Prieto, Juan Sanz Cubero y Miguel
Rivilla San Martín.
Y Blanco
Lázaro, María Asunción Senent, José Maria Ciurana, o
Angel Gutiérrez
Sanz. Más las plumas que, en la última época, yo
había comenzado a incorporar, algunas bien curtidas
-romo la de
Manuel de Santa
Cruz-, imprescindible en tantas redes, pero que
apenas había comparecido
en estas páginas; otras prometedoras,
como las de Carmel o López-Arias y José Antonío Ullate
...
• • •
Disculpen, conforme se divisa el ténnino de la oración fúne­
bre
una -quizá impertinente-disgresión autobiográfica. A fines
de los setenta, cuando
-tras haber hecho mis primeras armas en
Verbo y en las iníciativas de los amigos de la Ciudad Católica­
comenzaba a ensanchar mi actividad apostólica a otras obras afi­
nes, trabé también relación con don Luis Ruiz Galiana, que me
quiso incorporar a la entonces declinante Campaña Pro Moralidad
y
Fe y a la relativamente vigorosa Roca viva. Rechazé discreta-
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mente el requerimiento primero, pues había visto, quizás entrevis­
to, que debia centrar mi quehacer intelectual y apostólico en la
obra de
la Ciudad Católica, entre otros empeños, pero en cambio
y
por lo mismo acepté la colaboración con la pluma en la segun­
da, aunque
en verdad fue escasa hasta los aledaños de la muerte
del fundador, creciendo a partir de
1986. En 1989, como ya he
dicho, el padre Bernardo Monsegú, queriendo garantizar la conti­
nuidad
de la revista, acudió a mí, y yo acepté la encomienda, no
sin derivarla institucionalmente hacia la Fundación Speiro, editora
de Verbo. La Providencia me volvía a llevar hada Roca viva ...
Desde entonces, y de modo creciente conforme menguaban las
facultades del padre Monsegú, he tenido que compatibilizar la lle­
vanza de
Roca viva con mis responsabilidades como jefe de redac­
ción
de Verbo y como secretario del patronato de la Fundación
Francisco
Elias de Tejada. No era fácil, desde luego, suplir al padre
Monsegú
en cuanto a su sólida teologia, amplia cultura y abnega­
da dedicación. Pero a la vista
de los acontecimientos he descubier­
to que más
difícil, por no decir imposible, era hacerlo en su mane­
jo de voluntades y su acopio
de medios. El padre Monsegú, feliz­
mente vivo a sus más
de noventa años, está hace tiempo apartado
de la vida intelectual. Espero,
por ello, que no le llegue la noticia
de este cierre, porque efectivamente le he fallado. No sólo no he
sabido dar continuidad a la revista más allá de su vida, sino que en
el curso de ésta me he visto obligado a tirar la toalla.
Ahora bien, tras la anterior confesión, que
es sincera, quisie­
ra añadir algo
en mi descargo. Que desde luego no puede hacer
olvidar mi culpa,
aunque -espero-permita calibrarla con
indulgencia a la hora de que me sea impuesta la penitencia. Roca
viva, en su diseño fundacional, era una revista dirigida en buena
medida a religiosos y sacerdotes, aunque no excluía de su radio
a los laicos cultos. Agavillaba,
de propósito, páginas de espiri­
tualidad
con textos de teología moral, liturgia y pastoral. Con
orientación firme, al anclarse en la tradición de la Iglesia, adop­
tó puntos de vista
bien netos en las batallas doctrinales y políti­
cas del posconcilio. Desde la defensa del Estado confesional,
con
protesta de la ruina espiritual a que conducía la transición y de­
nuncia de sus frutos (Constitución laicista, divorcio, aborto, etc.),
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a la crítica de todo el complejo doctrinal y práctico del progre­
sismo, instalado
en la cúpula de la Iglesia universal y extendido
en todos los niveles. Respetuosa con la jerarquía, en especial con
la más alta, pero también con las episcopales, administradas
selectivamente, acogió con discreción las voces más severas en la
crítica. Incluso, aunque ocasionalmente, en el ámbito litúrgico,
que
en España no ha encontrado sensibilidades tan a flor de piel
como ultrapirineos.
Hoy, me parece, y querría confundirme, el estilo de lector de
Roca viva, como en buena medida el que lo fue de la desapare­
cida
Iglesia-Mundo -más política, en sentido amplio, pero con
idéntica orientación-, está en trance de extinción. Personas de
avanzada edad, cada remesa de correspondencia contiene un
buen número de bajas por defunción. En particular, los clérigos
que nutrían sus filas han desaparecido por la razón apuntada. Y
no se divisa el relevo. Los donativos, que el padre Monsegú obte­
nía para cubrir el déficit inevitable
en una publicación no sub­
vencionada, han dejado de afluir, y
en verdad que de un lado no
sé dónde buscarlos, mientras que de otro se atraen mejor con la
sotana del sacerdote que no soy que con la corbata del profesor
universitario que soy. Y las colaboraciones o se han· ido extin­
guiendo, o -perdonen la franqueza-han ido perdiendo mor­
diente y actualidad. Y
una revista ha muerto cuando depende
casi
en exclusiva del original "de aluvión". Roca viva, desde hacía
añosi había iniciado la marcha hacia un género "piadoso", sin
más aditamentos, un género que la marcha del tiempo ha arrum­
bado sin contemplación alguna. Pero que tampoco hubiera agra­
dado a quienes participaron
en su fundación y sostén. Que que­
rían edificar de modo eficaz y para ello
no ahorraban armas ni he­
rramientas:
una man u sua fadebat opus et altera tenebat gladium.
Tengo, además, la impresión de que la revista había dejado
de leerse. Puedo decir que sólo he recibido dos cartas que se refi­
rieran propia y específicamente al giro que muy
poco a poco
hablamos comenzado a imprimir en su Hnea. Una de don Félix
Beltrán, que con extrema delicadeza, consideraba excesivamente
crítico
un texto ciertamente terrible, pero a mi juicio exacto, de
Romano Amerio; y otra, de sentido inverso, del padre Pérez
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Argos, que me animaba de modo genenco a seguir la nueva
senda,
en la que reconocía lo que él deseaba para la revista. Y
eso
que yo había dado a las prensas, con mi firma, sendos tex­
tos relativos a reivindicar
la misa romana tradicional y a criticar
la aplicación histórica de la libertad religiosa en España en virtud
del conocido diktat conciliar. Y que Cannelo López-Arias había
manifestado más que dudas sobre la teología
de los llamados
"movimientos", que gozan tanto del favor del pontífice felizmen­
te reinante. Y que el padre Pérez Argos había dedicado varias
colaboraciones
al Misal de San Pío V ... En la práctica no se había
advertido
por los lectores que el interés hubiera acrecido o, cuan­
do menos, que se sintieran turbados
por algunas de las incipien­
tes tomas de posición. Con todo, la que tenía proyectada renova­
ción para el recién comenzado
año 2000 -no por el fetichismo
de la fecha redonda, aunque tampoco estuviera de más
un poco
de atención a las exigencias de la publicidad, sino por la nece­
sidad de contar
con unos meses para la reorganización del for­
mato y de los colaboradores-- hubiera seguido adelante
pese a
todo de
no haber descubierto en un horizonte bien cercano la
existencia de deudas de envergadura. De tanta
que no me pare­
cía correcto dejar de pagar a los proveedores, ya que salarios ni
los hay ni los
ha habido nunca en Roca viva. Como tampoco me
lo
parecía irme sin una palabra y sin una obra, esto es, sin una
explicación y sin compensar parcialmente al suscriptor con un
número especial el dejar de recibir el resto de los números anti­
cipadamente abonados. En
tal sentido, a quienes no sean sus­
criptores de
Verbo, y deseen recibirla, con mucho gusto se les
obsequiará el número correspondiente
al último bimestre del
año 1999.
Creo que sigue siendo necesaria
una revista de formación y
vida cristiana, a la
que quizá haya de añadirse algo más de infor­
mación, como Roca viva. Pero creo que es necesario replantear
su diseño y contenidos -no su signo de firme adhesión a la fe
católica íntegra y a la tradición española-a las exigencias de los
nuevos tiempos, a los intereses de nuevos lectores. Roca viva es
una cabecera con solera. Y con poso teológico, pues la piedra
que desecharon los arquitectos es ahora
la piedra angular, y la
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Iglesia se construye con piedras vivas, y hasta las piedras gritarán
cuando la maldad impida a los hombres reconocer
que Jesucristo
es el Señor. Quizá, a
no mucho tardar, se recupere. Por el
momento sólo
puedo expresar mi voluntad de dar con la fórmu­
la adecuada. Porque, de
lo contrario, otra trinchera más de la
vieja España católica se
habrá perdido, y en el momento en que
más urgente
es el concurso de todos. La Iglesia y España lo pre­
cisan, y el
padre Monsegú y don Luis Ruiz Galiana me intiman.
Dios
lo quiera.
MIGUEL AYUSO
MICROCRÉDITO Y DESARROLLO
HUMANO
El pasado 27 de noviembre, en la localidad madrileña de
Soto del Real, tuvo lugar la reunión anual del capítulo económi­
co
de AEDOS (Asociación para el Estudio de la Doctrina Social
de la Iglesia). El tema monográfico tratado este año ha sido el
micro-crédito y desarrollo humano. El microcrédito consiste en
la concesión de pequeños créditos (créditos de una cuantía sig­
nificativamente reducida, pues según los casos, países e institu­
ciones oscilan entre los 30 y los 500 $ de media) _a aquellos sec­
tores
de población menos favorecidos que no pueden acceder al
crédito "formal"
-ofrecido por las instituciones como bancos,
etc.-por no reunir una serie de .requisitos que estas institucio­
nes exigen. En particular, el problema fundamental es la garan­
tía: las instituciones financieras "formales"
no admiten garantías
personales,
por lo que la única vía de acceso a los recursos que
estas personas precisan
es el "sector informal" (prestamistas,
usureros, etc.).
De este modo resulta que personas que con una reducida
disposición de fondos
podrían remediar en muy buena medida
su situación quedan abocadas a no poder salir del círculo infer-
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