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Número 383-384

Serie XXXIX

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Requisitos del desarrollo ante la mundialización o globalización

REQUISITOS DEL DESARROLLO ANTE
LA MUNDIALIZACIÓN O GLOBALIZACIÓN
La mundialización no debería llevar a un empobrecimiento cada
vez mayor de los pueblos menos favorecidos.
d,a mundialización no debería llevar a un empobrecimiento cada
"vez mayor de los pueblos menos favorecidos, obligados a menudo a ple­
"garse a las reglas económicas de los países ricas. También es necesario
"que la economía
se determine mediante pollticas sociales, tanto en el
"ámbito
nacional como en el internacional, y no esté sometida única­
"mente a factores financieros, pues esto produce situadones dramáticas
"para numerosos pueblos,
cuyas deudas hacen imposible cualquier tiJXJ
"de desarrollo. Las naciones que tienen una larga historia democrática y
'y técnica, y una vitalidad económica y social antigua, han adquirido
"ciencia
y habilidad. Pueden ponerlas al servicio de los países que tienen
"dificultades en la gestión de sus infraestructuras
y de las organizacio­
"nes indispensables para su crecimiento económico, para las exigencias
"sanitarias
y para las necesidades fundamentales de las personas. Al ha­
"cerlo, no deben tratar de beneficiarse, sino que se han de preocupar por
"sostener la edíficadón de una nadón y favorecer una justa libertad,
"que
se ha de ejercer para el bien de tocia la colectividad. Es importante,
"asimismo, promover la asistenda a los países que se esfuerzan por se­
"guir luchando contra la pobreza
y la injusticia, fuente de numerosos
"focos de violenda y de violación de los derechos humanos. En estos
»campos ha llegado la hora de que todos los pueblos den muestras de una
"solidaridad concreta y tangible, para una mejor repartición de las ri­
"quezas
mundial y de los bienes,.
JUAN PABLO II: Discurso a los nuevos embajadores de
Dinamarca, Burundi, Singapur, Ruanda y Pakistán ante la
Santa Sede
el 16 de diciembre. L 'Osservatore Romano, edi­
ción semanal en lengua española, año XXXI, núm. 52
(1617), 24 de diciembre de 1999.
Verbo, núm. 383-384 (2000), 187-194, 187
Fundaci\363n Speiro

Las exigencias de la econonúa y de la ética ante el fenómeno de la
glohalización.
,Como se puso de relieve también durante la reciente Jl Asamblea
"especial para Europa del Sínodo de
los obispos, la introducción de la
"moneda única europea, por
una parte, permite vislumbrar grandes
"oportunidades, dando mayor estabilidad a Europa
y a su desarrollo
"económico,
y produdendo un salto de calidad en la convivenda den­
"tro del continente europeo; sin embargo, por otra, conlleva riesgos, por­
"que podría favorecer la hegemonía de las finanzas y de la lógica del
"mercado sobre los aspectos sociales
y culturales.
»También pueden hacerse consideraciones análogas acerca del com­
"pl'!fo fenómeno de la globalización. No cabe duda de que existen ele­
"mentos positivos y oportunidades, sobre todo con respecto a la eficiencia
'y al incremento de la producdón, así como en Jo que atañe al proceso
"de independencia
y unidad entre los pueblos. Sin embargo, a la vez, no
"se pueden subestimar los riesgos, dado que el fenómeno de la globaliza­
"ción, dominado a menudo sólo o prlndpalmente por lógicas mercanti­
"listas en beneficio de los poderosos, podría causar ulteriores desigualda­
"des, injustidas y marginadones.
»Por tanto, es muy importante vigilar y trabajar para que se desa­
"rrollen las potencialidades que entrañan esos fenómenos, y para que
"sean controlados y neutralizados cada vez más, en la medida de Jo
"posible, los riesgos que conllevan y que, por desgracia, a menudo dan
'1a impresión de prevalecer. En esta ardua tarea, es grande la responsa­
"bilidad de cuantos se dedican a la investigación
y al estudio, pues
"pueden y deben poner las bases dentíficas para una actividad econó­
''mica que cree perspectivas duraderas de crecimiento y empleo.
»Para que esto, en vez de quedarse en mero proyecto, se haga reali­
"dad, es preciso interpretar y organizar la economía, reconociendo su
"valor y sus límites. En efecto, la actividad económica, al ser un aspecto
'y una dimensión esencial de la actividad humana, no sólo resulta ne­
"cesaria, sino que también puede ser fuente de fraternidad y signo de la
"Providencia. Desde
este punto de vista, afirmé en la endclica Centesi­
"mus annus Jo positivo que tiene un «sistema económico que reconoce el
"papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propie­
"dad privada
y de la consiguiente responsabilidad para con los medios
~de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la econo·
"mía,
(n. 42).
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,Es preciso armonizar las .exigendas de la economía con las de la
"ética. En un nivel más profundo y radical, es urgente y necesario
"reconocer, tutelar
y promover el primado indiscutible de la persona
"humana.
Una economía verdaderamente digna de este nombre debe
"plantearse y actuarse respetando la totalidad de los valores y de las exi­
"gencias
de cada persona humana y desde la perspectiva de la solidari­
"dad. En este sentido, como ya he recordado muchas veces, es urgente
"tratar de que la economía,
aun dentro de su legítima autonomía, se
"armonice con las exigendas propias de la política, ordenada esencial­
"mente
al bien común. Estn implica también buscar instrumentos jurl­
"dicos idóneos para un eficaz '"gobierno, supranacional de la economía:
"a una comunidad económica internacional debe corresponder una
"sociedad civil internacional, capaz de expresar formas de subjetividad
"económica
y politica inspiradas en la solidaridad y en la búsqueda del
"bien común, con
una visión cada vez más amplia, hasta abarcar al
"mundo entero.
,Espero de corazón que vuestro trabajo, en sintonía con la doctrina
"social de la Iglesia,
dé una contribución fundamental al esfuerzo
"común por construir
una sociedad más justa y fraterna, donde los bie­
"nes y los recursos estén al servicio de todos.
»Deseándoos que viváis can empeño y alegria el Año santo, ya in­
"minente, os encomiendo a la protección maternal de la santísima Vir­
"gen Maria, Sede de la sabiduria, y os bendigo a todos con afecto,.
JuAN PABW 11: Discurso a los profesores y alumnos de
la universidad "Luigi Bocconi", 20 noviembre. L 'Osserva­
tore Romano, edición semanal en lengua española, año
XXXI, núm. 50 (1615), 10 de diciembre de 1999.
Los modelos de desarrollo deben responder a los valores morales
de desarrollo y a la solidaridad.
,Dado que la humanidad, llamada a ser una sola familia, todavía
"está dividida dramáticamente en dos por la pobreza -al principio del
"siglo XXI, más de mil cuatrocientos millones de personas viven en una
"situación de extrema pobreza-, es especialmente urgente reconsiderar
'los
modelos que inspiran las opciones de desarrollo.
,A este respecto, se tendrán que armonizar mejor las legítimas exi­
"gencias de eficacia económica con las
de participación política y jus-
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"tida social, sin recaer en los errores ideológicos cometidos en el siglo XX.
"En concreto, ello significa entret(!jer de solldartdad las redes de las re­
"laciones reciprocas entre
Jo económico, político y social, que los proce­
"sos actuales de globalizadón tienden a aumentar.
»Estos procesos exigen una reorientación de la cooperación interna­
'Cional,
con vistas a una nueva cultura de solidaridad. Pensada como
"germen de paz, la cooperadón
no puede redudrse a la ayuda y a la
"asistencia, menos
aún buscando las ventajas del rendimiento de los
"recursos puestos a disposidón. Por el contraria, la cooperación debe
"expresar
un compromiso concreto y tangible de solidaridad, de modo
"que convierta a los pobres en protagonistas de su desarrollo y permita
"al mayor número posible de personas fomentar, dentro de las circuns­
''tancias económicas
y políticas concretas en las que viven, la creativi­
"dad propia del ser humano, de la que depende también la riqueza de
'1as nadones.
»Es preciso, en especial, encontrar soluciones definitivas al viEJo
"problema de la deuda externa de los países pobres, garantizando al
"mismo tiempo la finandadón necesaria también para la lucha contra
"el hambre, la desnutrición, las enfermedades, el analfabetismo y la de­
"gradación del medio ambiente.
»Se impone hoy, con más urgenda que en el pasado, la necesidad
"de cultivar la conciencia de valores morales universales para afrontár
"los problemas del presente, cuya nota común es la dimensión planeta­
"ria que van asumiendo. La promoción de la paz y los derechos huma­
"nos, la solución de los conflictos armados dentro y fuera de los Estados,
"la defensa de las minorías étnicas y de los emigrantes, la salvaguardia
"del medio ambiente, la batalla contra terribles enfermedades, la lucha
"contra
los traficantes de droga y armas y contra la corrupción política
'y económica, son cuestiones a las que ninguna nación puede enfren­
"tarse hoy por sí sola. Atañen a la comunidad humana entera y, por eso,
"se deben afrontar y resolver actuando juntos.
,Han de encontrarse vías para dialogar, con un lenguaje común y
"comprensible, sobre los problemas del ser
humano con vistas al futuro.
"El fundamento de este diálogo es la ley moral universal inscrita en el
"corazón humano. Siguiendo esta q¡ramática» del
espíritu, la comuni­
"dad
humana puede afrontar los problemas de la convivencia y avan­
"zar hacía el futuro respetando
el designio divino.
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»Del encuentro entre la fe y la razón, entre el sentido religioso y el
"moral, deriva una decisiva aportación en la dirección del diálogo y la
"colaboración entre pueblos, culturas
y religiones».
JUAN PABW 11: Mensaje para la Jornada mundial de la
paz del año 2000. L 'Osservatore Romano, edición semanal
en lengua española, año XXXI, núm. 51 (1616), 17 de
diciembre de 1999.
La paz en la solidaridad en un desarrollo integral.
/Paz en la üerra a los hombres, que Dios ama'. Desde la problemá­
"tica de la guerra, la mirada se dirige espontáneamente a otra dimen­
"sión, muy vinculada a ella: el tema de la solidaridad. El noble y labo­
''rioso trabajo por la paz, que pertenece a la vocación de la humanidad
"a ser y a reconocerse como familia, se apoya en el principio del destino
"universal de los bienes de la
tierra, principio que no hace ilegítima la
"propiedad privada, sino que orienta
su concepción y gestión desde su
"imprescindible función social, para el bien
común y especialmente de
"los miembros más débiles de la sociedad. Este principio fundamental
"desgraciadamente está
muy olvidado, como demuestra la persistencia y
"el crecimiento de la desigualdad entre el Norte del mundo, cada vez
"más saturada de bienes y recursos y habitada
por un número cada vez
"mayor de ancianos, y el
Sur, en el que se concentra la gran mayaría de
'1as generaciones jóvenes, privadas tcxlavfa de una perspectiva esperan­
"zadora
de desarrollo social, cultural y económico.
»Que nadie se engañe pensando que la simple ausencia de guerra,
"aun siendo tan deseable, sea sinónimo
de una paz duradera. No hay
"verdadera paz si no va acompañada de equidad, verdad, justicia y so­
"lidaridad. Está condenado al fracaso cualquier proyecto que mantenga
"separados
dos derechos indivisibles e intérdependientes: el de la paz y
'el de un desarrollo integral y solidario. das injustidas, las desigualda­
"des excesivas de carácter económico a social, la envidia, la desconfian­
''.za y el orgullo, que existen ená"e los hombres y las naciones, amenazan
"sin cesar la paz y causan las guerras. Todo Jo que se hace para elimi­
"nar
estos desórdenes contribuye a construir la paz y evitar la guerra» .
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.....................
Jis motivo de esperanza constatar que, a pesar de los múltiples y
"graves obstáculos, se siguen desarrollando día a día iniciativas y pro-
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"yectos de paz, con la generosa colaboración de tantas personas. La
"paz es un edificio en continua construcción. A su edificación con­
"curren:
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"los padres que viven dan testimonio de paz en sus familias y
educan a los hijos para la paz;
"los educadores que saben transmitir los auténticos valores, pre­
"sentes en todas las áreas del saber y en el patrimonio histórico
'y cultural de la humanidad;
"los hombres y m4Jeres del mundo del trabajo comprometidos en
"la lucha secular por la dignidad del trabajo en las nuevas si­
"tuaciones que, a nivel internacional, reclaman justicia
y soli­
"daridad;
"los gobernantes que tienen como objetivo de su acción JXJlitica,
'y de la de sus países, una firme y convencida determinación
"por la paz y lajusüda;
"todos aquellos que trabajan en primera línea en organismos
"internacionales, a
menudo con escasos medios, donde ser ,ar­
"tífices de paz, es una empresa arriesgada incluso para su inte­
"gridad personal;
"los miembros de las organizaciones no gubernamentales que,
"con el estudio j la acción, en diversas partes del mundo y en las
"más variadas situaciones, se dedican a la prevención y resolu­
"ción de los conflictos;
"los creyentes que, convencidos de que la fe auténtica nunca
"es fuente de guerra ni de violencia, promueven argumentos
"para la
paz y el amor a través del diálogo ecuménico e inter­
"religioso,.
JUAN PABLO II; Mensaje para la Jornada mundial de la
paz del año 2000. L'Os en lengua española, año XXXI, núm. 51 (1616), 17 de di­
ciembre
de 1999.
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Urgencia de una reorientación de la econonúa al bien
del hombre.
,En este sentido, resulta obligado preguntarse también por el cre­
"ciente malestar que sienten en nuestros días muchos estudiosos
y agen­
"tes económicos ante los problemas que surgen desde la vertiente de la
"pobreza,
la paz, la ecología y el futuro de los jóvenes, cuando reflexio­
"nan sobre el papel del mercado, sobre la omnipresente dimensión mo­
"netario-financiera, sobre la separación entre
Jo económico y lo social, y
"sobre otros asuntos similares de la actividad económica.
»Tal vez ha llegado el momento de una nueva y más profunda re­
'flexión sobre el sentido de la economía y de sus fines. Con este propó­
"sito, parece urgente que se vuelva a considerar la concepc.ión misma
"del bienestar, de modo que no se vea dominada por una estrecha pers­
pectiva utilitarista, d(ljando completamente al margen valores como los
"de la solidaridad y el altruismo.
»Quisiera
aquí invitar a los que se dedican a la cienda económica
'Y a los que actúan en este sector, así como a los responsables políticos, a
"que tomen nota de la urgenda de que la praxis económica y las polí­
"ticas correspondientes estén orientadas
al bien de todo hombre y de
"todo el hombre, No sólo lo exige la ética, sino también una sana econo­
"mía. En efecto, la experiencia demuestra que el desarrollo económico
"está cada vez más condicionado por el hecho de que se valoren las per­
"sonas
y sus capacidades, se promueva la participación, se cultiven más
')' mejor los conocimientos y las informaciones y se incremente la solida­
"ridad.
»Se trata de valores que, lejos de ser extraños a la ciencia y a la ac­
"tividad económica, contribuyen a convertirla
en ciencia y práctica
"integralmente
Jiumanas». Una economía que no considere la dimen­
"sión ética y que no procure servir al bien de la persona -de toda pcr­
"sona
y de toda la persona-no puede llamarse, de por sí, qxonomfa»,
"entendida
en el sentido de una racional y beneficiosa gestión de la ri­
"queza
material:1.
JUAN PABLO 11: Mensaje para la Jornada mundial de la
paz del
año 2000. L 'Osservatore Romano, edición semanal
en lengua española, año XXXI, núm. 51 (1616), 17 de
diciembre de
1999.
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El principio de subsidiariedad.
dvo cabe duda de que en el nuevo milenio continuará el fenómeno
"de la g/obalización, el proceso por el que el mundo se convierte cada
"vez más en un todo homogéneo. En este marco es importante recordar
"que la ~salud» de una comunidad politica se mide-en gran parte según
"la participación libre y responsable de todos los ciudadanos en los
"asuntos públicos.
De hecho, esta participación es «:ondición necesaria
y garantía segura para el desarrollo de todo el hombre y de todos los
"hombres»
{Sollicitudo rei socialis, 44). En otras palabras, las unidades
"sociales más pequeñas -naciones, comunidades, grupos religiosos o
"étnicos,
famih"as o personas -no deben ser absorbidos anónimamente
por una comunidad mayor, de modo que pierdan su identidad y se
"usurpen sus prerrogativas. Por el contrario, hay que defender y apoyar
"la autonomía propia de cada clase y organización social, cada una en
"su esfera propia. Esto no es más que el principio de subsidiariedad, que
"exige que una comunidad de orden superior no interfiera en la vida in­
"terna de otra comunidad de orden inferior, privándola de sus funcio­
"nes legítimas;
al contrario, el orden superior debería apoyar al orden
"inferior y ayudarlo a coordinar sus actividades
con las del resto de la
"sociedad, siempre
al servicio del bien común (cfr. Centesimus annus,
'º48). Es necesario que la opinión pública adqufera conciencia de la
''importancia del
prindpio de subsidiariedad para la pervivencia de una
"sociedad verdaderamente democrática,.
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JuAN PABLO 11: Mensaje a los participantes en la sexta
sesión plenaria
de la Academia Pontificia de Ciencias So­
ciales. L 'Osservatore Romano, edición semanal en lengua
española,
año XXXII, núm. 10 (1628), 10 de marzo de 2000.
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