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Número 395-396

Serie XL

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La persona

LA PERSONA
POR
FRANCISCO CANALS
"Hay que decir que persona significa lo que es perfectisimo
en toda la naturaleza, a saber, lo subsistente en la naturaleza
racional
(1)" .. Es de la máxima dignidad subsistir en la naturaleza
racional, "por esto, todo individuo de naturaleza racional se dice
persona (2)".
Persona es
un ente substancial. Pero, en el género de la subs­
tancia distinguimos desde Aristóteles la substancia primera, la
única que
es subsistente y la substancia segunda o esencia subs­
tancial (3).
Persona es el nombre que damos a los subsistentes de
naturaleza racional.
En otro contexto y
en diálogo con un problema lingüístico
que se le planteó a San Agustin, y que planteó con mucho rigor
y
no pudo resolver en el De Trinitate, Santo Tomás subraya que
el término persona no significa un concepto universal de natura­
leza. Persona
no es un predicado que diga naturaleza racional.
Porque los conceptos universales, significados
por nombres
comunes, significan naturalezas y persona apunta a significar lo
subsistente, el subsistente,
no todo subsistente, sino aquellos sub­
sistentes
que tienen naturaleza racional, lo cual es de la máxima
dignidad.
En este caso el término persona, que tiene lógicamente
un
significado universal porque puede suponer muchos individuos o
(1) S. Th. 1, q. 29. a. 3.
(2) !bid., ad. 2.
(3) ARISTÓTELES, Metafísica, IV, 8 (1017b 23).
Verbo, núm 395-396 (2001), 447-462. 447
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sujetos1 todos los entes personales, v.g., las Personas Trinitarias,
los ángeles y los hombres. El término persona no es en sí ni un
concepto objetivo, pues no significa una naturaleza universal que
se diga de muchos, y de alguna manera ni siquiera significa una
perfección analógica
de la racionalidad o la espiritualidad o de la
intelectualidad que participan todos los seres espirituales.
El tér­
mino persona es de
un modo indeterminado, a diferencia de los
nombres propios,
v.g., Pedro, Pablo, algo que apunta directa­
mente a lo subsistente
en cuanto tal. Persona significa indetermi­
nadamente,
de una manera vaga, todo subsistente de naturaleza
racional. Y
de este subsistente de naturaleza racional es del que
dice Santo Tomás que constituye lo más perfecto de la naturale­
za, lo más digno de la naturaleza.
Santo Tomás dice
que sólo en el nivel entitativo de la natu­
raleza racional, los subsistentes en cuanto tales tienen interés por
sí mismos. Para Santo Tomás por debajo del ente escalonado por
los grados de perfección, por debajo de la naturaleza humana,
podemos pensar que los entes
son interesantes por la naturaleza
que tienen,
v.gr., una piedra preciosa. Son distintas las obras del
arte humano, que
son expresión del genio creativo, que repre­
sentan el modo
de ser de un pueblo, de una actitud común que
lleva el sello de lo personal y no es intercambiable, v.gr., el
Moisés de Miguel Ángel no se hace para que haya una estatua
más. Aquí se expresa Miguel Ángel.
Por debajo de la naturaleza racional todo se ordena a las pro­
piedades específicas de la naturaleza. Tal
es la intenlio naturae,
pero donde estamos en ese nivel de dignidad que tiene el sub­
sistente
en cuanto tal, entonces el valor, lo estimable, lo amable,
lo digno de ser contemplado, lo digno de entrar
en comunión de
vida es la persona, lo subsistente de naturaleza racional.
Sólo aquí hay
una primacía, una substancia primera, que no
sólo es substancia primera que participa de una naturaleza
común, sino
que es un ente personal. En realidad, si bien pone­
mos nombres propios a los barcos, a las cosas, a los pueblos, a
todos los lugares geográficos, golfos, cordilleras,
ños y montes, y
a veces, a los animales domésticos e incluso los pastores nom­
bran
una por una a las ovejas del rebaño. Pero, ciertamente, la
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LA PERSONA
posibilidad de pensar, lo que sería una aberración, retraso o
decadencia psicológica y moral tremenda;
en seres humanos que
sólo tengan números, v.gr., es el primero o cuarto de la familia y
no se le nombre por el nombre propio. El nombre propio que
vale lo humano hace el hábitat de lo humano. El nombre propio
indica precisamente esto:
la persona es éste. Y el término perso­
na nombra indeterminadamente
no una naturaleza en el plano de
la esencia, aquellos entes subsistentes que por tener esta natura­
leza racional tienen dominio sobre sus actos y también vida per­
sonal propia. Todos aquellos que son dignos de ser nombrados
por su propio nombre, éstos son personas.
Santo Tomás,
en la misma cuestión que he citado, ha dicho
antes
en el articulo 1: "De un modo más especial y más perfecto
se halla lo particular y lo individual
en las substancias racionales,
las cuales (aquí las substancias racionales
son las substancias pri­
meras, las substancias subsistentes que tienen naturaleza racio­
nal) tienen dominio de sus actos y no sólo son impulsadas sino
que obran por si mismas" (4). El dominio de sus actos se entien­
de el dominio asumido conscientemente que tiene por principio
la conciencia y la razón, y que, por tanto, es lo que llamamos la
libertad. El ente personal es un sujeto consciente, racional y libre.
Hay
un modo de hablar que Santo Tomás emplea continuamen­
te, que atraviesa toda su obra, especialmente la Segunda Parte de
la Suma Teológica y todas las Cuestiones Disputadas y Quodlibe­
tos o partes de la Suma Contra Gentiles
que se refieren al hom­
bre y su vida moral. Un concepto
que es el de vida humana, vida
humana es
la vida personal. Cada uno de los hombres tenemos
nuestra vida
en un sentido totalmente diverso en que tienen vida
los animales o vegetales, que
no sólo es el grado de vida racio­
nal, visto como grado de ser universahnente tenido.
La vida per­
sonal
es aquella serie sucesiva, asumida, recordada en el presen­
te la que fue en el pasado, expectada en el futuro la que está
en
el presente, que caracteriza el ente personal. Por esto Santo
Tomás utiliza tanto la estructura del espíritu que analizó origina­
riamente por primera vez, y que para mí es lo más revelador, lo
( 4) /bid., a. 1.
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más descubridor y creativo de San Agustín, lo más nuevo con res­
pecto
al pensamiento griego. Esta estructura del espíritu: memo­
ria de
sí, inteligencia y voluntad. Memoria de sí en San Agustín
no es recuerdo de lo pasado. Es aquella autopresencia, mismidad
que pertenece al ser del espíritu y hace
que el espíritu por ser lo
que es se posea y
por poseer pueda tener el presente de las cosas
pasadas,
que es la reminiscencia y el presente de las cosas futu­
ras que
es la expectación. Y el presente de lo presente, que es la
autoconciencia del ahora, fluyente y sucesivo. Esta dimensión del
espíritu que
en su singularidad de cada uno de la memoria per­
sonal de cada hombre define la estructura psicológica, fundada
en la estructura ontológica del ente personal, es aquella por la
que.
el hombre tiene vida humana. Si nosotros supusiéramos que
en nosotros como autoconscientes no puede estar presente ahora
lo antes vivido, no nos acordaríamos de quiénes somos hijos, de
nuestras vivencias de infancia y tampoco podríamos tener un
proyecto de vida. Para que un hombre proyecte cualquier activi­
dad tiene que tener lo que San Agustín llama el presente de las
cosas futuras, la expectación, y tiene
que tener en la unidad de
sí mismo asumida la memoria de sí mismo, tiene que tener el pre­
sente de las cosas pasadas. Por tanto, el hombre
en cuanto ente
personal se caracteriza precisamente por esta estructura: memo­
ria de sí mismo, de la que emana el lenguaje interno en el que
piensa las cosas, entiende y
puede hablar de ellas a los otros
hombres. Por esto, los hombres tienen vida personal, vida per­
fecta.
Es una cosa cierta que si nosotros vemos un libro que dice
la vida de los marsupiales,
no esperamos encontrar ninguna bio­
grafía, sino una descripción del modo cómo se refieren a
un
medio este tipo de animales, a sus instintos, pero sí podemos
encontrar muchos libros
que dicen por ej. vida de San Agustín.
Esta es la vida que sólo los hombres tienen, una vida personal,
que tiene una unidad de la mismidad del espíritu y que en su
transcurrir según aquella temporalidad
en que él ahora se desha­
ce a cada momento
en el pasado y el futuro va llegando a ser
presente, de tal manera
que es este ahora fluyente que describió
San Agustín
en las Confesiones y que está presupuesto en cada
momento que habla de la conciencia humana. A través de este
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· fluir temporal el hombre se sabe siendo él, recuerda lo que vivió,
proyecta lo que quiere vivir. Sólo las personas tienen vida bio­
gráficamen1e descriptible, de la cual merezca la pena ocuparse. Y
nadie
puede decir que ha entrado en relación de amor, de comu­
nión de vida con
una persona si no ha deseado comprender por
intimidad, por comunicación confidencial la vida de aquella per­
sona
que arna; si no le in1eresa la vida de la persona que quiere.
No hay amor
inlerpersonal sin un deseo, necesidad vital de com­
prender la vida de quien se ama. Sólo el ente personal, sólo los
cognoscen1es de naturaleza racionai conscientes cognoscitivos,
capaces de lenguaje, de voluntad, dueños de sus actos, teniendo
la iniciativa del curso de sus vidas, sólo éstos tienen vida perso­
nal. Todo esto está
en Santo Tomás muy expresado desde la
experiencia común. Quien
. quisiese investigar bien todas las
veces
que Santo Tomás habla de la vida personal del hombre y
las cosas que dice de ella, encontrarla
un lesoro antropológico­
moral y psicológico.
Vamos a dar
una especie de definición del ente personal, que
no es una definición del enle metafisico ciertamenle. Y tampoco
es una definición formal sino material, en lenguaje escolástico,
pero que se refiere a algo que es esencial al ente personal y que
en cuanto a que sólo el en1e personal es asi y que es asi por ser
persona, es decir, es digno
de ser pensado con una dimensión y
modo de ser de la persona absolutamenle nuclear en nuestra
reflexión,
en nuestra experiencia vital. Podriarnos decir que es
persona:
el ente que es sujeto y término de amor y amistad. Sólo
las criaturas racionales son capaces de ser amadas
con amor de
amistad porque la amistad se funda en una comunicación de
vida. Un
poner la vida de los que se aman en común. Sólo las
criaturas racionales comunican en la vida humana según razón.
Por eso, la amistad es del hombre en cuanto enle personal, fun­
dado y realizado
por sí misma y con mayor madurez una comu­
nión de vida personal. Dos vidas,
por ejemplo, dos amigos de tal
manera
en la amistad se unen que tienen una vida en común.
Esto se
ha dicho en mu,hos conlextos, desde el conlexto biblico
de la esposa y el esposo
que son una sola carne, es decir, tienen
una existencia humana, tienen una vida humana común, com-
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partida, hasta la expresión del poeta que llamaba a su amigo
"mitad de mi alma", es decir, como si tuviéramos una misma
ahna.
A la manera como se dice que los que se aman tienen un
sólo corazón y una sola alma. El amor de amistad implica la posi­
bilidad de esta comunicación de vida, de vida personal, no es la
comunidad
en la vida humana universalmente entendida, esto va
de persona a persona,
de vida personal singular asumida por
cada uno en su conciencia irrepetible. Esto lo dice muchas veces
Juan Pablo Il, todo individuo humano es irrepetible, cada uno es
él. Entrar en comunión de vida con este prójimo en su vida per­
sonal, esto
es propiamente la amistad. Per~ para verlo mejor
tenemos que seguir ahora unos tecnicismos de Santo Tomás de
Aquino, fundados
en los capítulos de la Ética a Nicómaco que tra­
tan de esta cuestión. En latín Santo Tomás habla de amor con­
cupiscentiae et amor amicitiae.
Amor de concupiscencia
quiere decir amor por el que el que
ama desea para él lo que desea. Concupiscencia es desear. Es el
amor
por el que uno quiere para sí cosas que le son deleitables
o le perfecciona
en su misma vida personal. La palabra concu­
piscencia tiene
en el lenguaje escolástico, tradicional, patristico
una resonancia bíblica que sugiere el desorden del hombre
empecatado1 no obstante, la concupiscencia de suyo quiere decir
deseo de cosas para uno y en sí esto no es desorden, sino una
exigencia de un ente que por definición es finito y que está aspi­
rando a perfecciones
en todos los órdenes. Según Santo Tomás
se ama para uno con amor de concupiscencia la ciencia, la vir­
tud moral, la visión de Dios en la vida eterna. Y en este amor se
funda la virtud teologal de la esperanza. Todo lo
que queremos
para nosotros lo queremos
con amor de deseo. Por qué este
nombre que nos viene a significar inmediatamente el desorden,
el egoísmo, no el deseo de bienes para uno, sino el desorden, el
egoísmo, el
no querer más que para mí y quererlo al margen de
la perfección moral
y quererlo anteponiendo el deleite al objeto,
etcétera. ¿Por qué? Porque si sólo tenemos amores de deseo
1'. no
nos trascendemos a la benevolencia y amistad, no estamos
viviendo al modo que compete al ente personal.
El ente personal
es un ente al que le va unirse en comunión con otros, de modo
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que sus amigos sean como otro yo. La benevolencia quiere para
el otro lo
que quiere para él y llegue a unificarse con los otros
en una comunión de vida que es la amistad. Porque nadie con­
seguirá este objeto
que sería el deseo natural de poseer a Dios,
nadie
se ordenaña a esto si sólo amase a Dios para sí y no se
trascendiese a amar a Dios como bien
en sí mismo y bien para
los otros. No serla un pensamiento cristiano decir: "Dios me ha
amado tanto, me ha dado la posibilidad de salvarme y voy a
gozar eternamente". Esto no es la esperanza cristiana, porque
ésta incluye la aceptación y el deseo de aceptar y recibir este don
prometido por Cristo, si Dios nos ha amado hemos de amar noso­
tros como Cristo nos ha amado. No es ilícito el amor
de concu­
piscencia, el amor de deseo para sí, aunque éste sin el amor de
caridad teologal y sin benevolencia con nuestro prójimo, sin el
amor de amistad sería algo que no nos perfeccionaría nunca éti­
camente y
no seríamos felices. Quien sólo desea las cosas para sí
nunca será feliz
en la vida. Y muchos bienes de carácter hones­
to
no los obtendrá nunca, el que quiera ser virtuoso no se hará
a sí mismo virtuoso y el que quiera ser sabio no se hará a sí
mismo sabio,
si no pone amor en la cosa misma y busca la ver­
dad. El amor de concupiscencia solo es estéril y encerrarse en él
constituye la concupiscencia desordenada. Pero el término
es el
mismo porque
el amor de deseo no desordenado, es legítimo, es
exigido, es algo que se ha de dar en el ente personal, el que tien­
de
por naturaleza a saber, dice Aristóteles. El ente personal está
constitutivamente ordenado a ser feliz, ser perfecto, el anhelo
de
perfección y felicidad es un amor de concupiscencia, de deseo
para
sí. Esta es una dimensión profundamente intrínseca al ente
personal y
en la destinación de la voluntad como inclinación de
naturaleza, por naturaleza aspira a la felicidad,
por tanto, al cono­
cimiento
de la verdad, a la virtud moral, a la convivencia con el
prójimo, a la sociabilidad, etc.
El amor de benevolencia es el amor por el que no sólo que­
remos lo
bueno para nosotros sino para los otros. Y uno puede
pensar: "en el amor de benevolencia ya tenemos el amor de
amistad". Santo Tomás dice que no. El amor de benevolencia, de
uno a su prójimo no es todavía el amor .de amistad. ¿Por qué?
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Porque la amistad requiere mutua benevolencia. Correspondencia
del amor y comunicación
de la vida. Y uno podría querer el bien
del otro y con el cual no concibiese entrar en comunión de vida,
por ejemplo, porque el otro no le quisiese a él y no se abriese a
la comunicación de la virtud. La amistad es mutua redamatlo et
communlcatlo
in operlbus vitae (5), es decir, comunicación en las
operaciones de la vida personal. Tienen
que estar las dos vidas
de los que se aman unificadas afectivamente y tendiendo a uni­
ficarse entitativamente
en la proximidad y coloquio, la conviven­
cia.
El análisis del amor en Santo Tomás es mucho más rico, yo
sólo tomo lo que me interesa para definir el ente personal como
aquel
que es capaz de amar con amor de amistad o sea capaz de
llamar a otro o responder a la llamada de otro, a entrar
en comu­
nión de vida y corresponder al amor
con amor. Esto es algo que
define al ente personal, aunque no es su constitutivo metafísico,
pero sólo las personas son así, de suyo capaces para esto. De tal
manera que de no realizar esto constituye una carencia de per­
fección moral, una carencia
de maduración en lo que se debe ser
para ser un ente personal. Se es un ente personal porque enti­
tativamente se está llamado a esto, si
no se alcanza a vivir as! y
a tener convivencia con otro
no se ha ejercido en las obras aque­
llo que es congruente,
que sea el modo de obrar que siguen al
ser del ente personal. ¿Qué es persona? Es aquel ente que es
capaz de amar y ser amado con amor de amistad, es decir, de
comunicarse
en las operaciones de la vida personal con otros
seres personales.
Que la benevolencia es insuficiente y la amis­
tad exige mutua
redamatlo Santo Tomás lo tiene tan entrañable­
mente entendido desde el capitulo
13 de San Juan, que dice algo
que resulta inaudito. En
una cuestión de la Il-Il en que trata del
orden de la caridad: Dios
por sí mismo, el prójimo en una orde­
nación de proximidades,
que tiene un fundamento natural, por­
que la gracia
no destruye la naturaleza, sino que la presupone
con el amor teologal de la caridad,
por el que hay que amar a
Dios, al prójimo
por Dios y como Cristo nos ha amado, pues un
casado tiene que amar a su mujer, un padre a sus hijos, etc. El
(5) Cf. 1, q. 20, ·a. 2, ad 3.
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LA PERSONA
amor es universal, pero no hagamos aquello que dice Max
Scheler de los filántropos,
que el amor a la humanidad sirve para
no interesarse por nadie, lo abstracto no sirve para nada. Noso­
tros
no somos positivistas como A. Comte que dice que el hom­
bre individual es
una abstracción y que lo concreto es la Huma­
nidad.
Lo concreto en realidad son los entes personales. No es el
amor cristiano amor a la Humanidad.
Es amor a los hombres y
que nuestra capacidad de apertura y convivencia bien para ellos
y disponibilidad
de comunión de vida se realice en las concretas
y naturales disposiciones de proximidad humana. Y llega a
un
capítulo donde se pregunta si este orden de caridad permanece­

en la patria celeste. Y la pregunta que va a contestar de un
modo muy sorprendente es esta: "La razón total de amor en la
patria celeste será Dios, Dios será
'todo en todo. Por ello alli el
bienaventurado amará más lo que sea más cercano a Dios por­
que amará por Dios, y, por tanto, amará desde Dios y amará
mejor a los santos más
que a sí mismo, y a los extraños más uni­
dos
que a los prójimos". La pregunta en esta cuestión se dirige a
lo siguiente: según Santo Tomás el hombre
no sólo tiene una
inclinación natural en la que se funda un precepto de ley de la
naturaleza, sino
que tiene también un deber elevado al orden
, sobrenatural y también imperado por la caridad. Que cada uno I se ame a sí mismo. Porque se nos manda amar al prójimo como
a nosotros mismos. Y cada
uno ha de amarse a sí mismo, por
ejemplo, tiene que procurarse más que por nadie su propia sal­
vación. Tiene
que cuidar sobre todo de la suya. Y esto es legíti­
mo y obligatorio. Pero para que este amor a sí mismo en inten­
sidad
no en dirección intencional de estimación, para que uno se
ame a sí mismo
no tiene que pensar que es la persona más santa
del mundo o la más genial. Basta con
una razón: que es él. Que
la unidad de mismidad la tiene consigo mismo y no con otro. El
es dueño de sus actos, no de los actos del otro. La vida personal
puesta
en su dominio de libertad de albedrío es la suya, de los
otros
por consejo, exhortación; ejemplo. La vida que realmente
es nuestra vida de cada
uno es la suya y esta es la que tenemos
que vivir. Por tanto, en intensidad subjetiva, nadie ama a nadie
tanto como a sí mismo. Pero, en cambio, a Dios en el amor de
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caridad tiene que amarlo con todas las fuerzas, con toda la
mente, pues el imperativo del amor de caridad es centrarse en
Dios, por encima de si mismo. Pero parece que en la bienaven­
turanza eterna el amor de si mismo quede diluido
en amor com­
pletamente de la Iglesia celeste. Santo Tomás lo niega.
El biena­
venturado eternamente se amará a si mismo, estará muy contento
de estar feliz. Se gozará. ¿Por qué será así? Porque a la objeción
que Dios será toda la razón de amor dice: "Para cada uno Dios
será toda la razón de amar, por cuanto que Dios es todo el bien
del hombre". Y ahora viene
una cosa que no la concede, lo que
sigue es una reducción al absoluto. "Si concediésemos, por impo­
sible, que Dios no fuese el bien del hombre, no habria razón de
amar a Dios". Este es el
punto más profundo, donde se ve la
noción de amor de amistad. Sin comunicación de vida no hay
amistad. Nosotros
no podemos entrar en comunión de vida con
Dios si Dios no comunica la vida. No tendñamos amor de amis­
tad con Dios si Dios no comunicase la vida. La caridad teologal
consiste
en que se da y nosotros hemos poclido aceptar el don
de Dios (6). Es decir, he querido hacer sentir hasta lo último el
tremendo mensaje del amor
de amistad. En el amor de amistad,
por tanto, un amigo, en el caso de la caridad teologal, Dios para
nosotros, es Bien y entra
en comunión de vida con el otro y el
otro le corresponde y se entrega a su vez, de modo
que se con­
vive
en la misma vida. Entre personas humanas no basta la bene­
volencia.
La amistad se realiza cuando un amigo puede decir del
otro: es la mitad de
mi ahna. Cuando puede decir que vive la
misma vida, . cuando se
han hecho uno en el afecto y desean
compartir
en el afecto la convivencia que le sea competente. Para
Santo Tomás es imposible el amor de amistad sin
que de él surja
el deseo de
la comunicación de hecho. Por eso, unos amigos que
no tuviesen ningún interés de no hablarse nunca, no sintieran
necesidad de verse, uno no saber del otro, éstos no son amigos.
La amistad, unión afectiva, es compatible con la separación espa­
cial, pero es exigitiva de buscar contactos, correspondencias,
comunicaciones, noticias del otro y que el otro sepa de uno. El
(6) Cf. S. Th., H-11, q. 26, a. 3, ad. 3.
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LA PERSONA
análisis de la amistad está en la tesis doctoral de Jaime Boffil
publicada
con el título "La escala de los seres y el dinamismo de
la perfección". Está analizado
el amor de amistad para fundar la
tesis que es impensable
Ji felicidad del ente personal sin el amor
personal de amistad.
Ahora voy a subrayar dos cosas: primero,
es de gran digni­
dad subsistir en la naturaleza racional. .Persona es la más dignísi­
ma
en toda la naturaleza. Persona no es nombre de naturaleza
común, sino un nombre singular, un nombre propio indetermi­
nado. Ahora bien, por tanto,
es una universalidad no específica
ni genérica sino que menciona aquellos entes que son de tal
estructura ontológica: espiritualidad, racionalidad, libertad
de
albedrío, un modo de ser, en definitiva, irreductible a cualquier
otro nivel de identidad, que les da esta dignidad. Encontré dos
textos de Santo To más
que tardé en aproximar y hace poco tiem­
po se me juntaron. ·"Todas las ciencias y artes se ordenan sólo a
uno, a saber, a la perfección del hombre, que es su felicidad" (7).
No hay
que hacer ningún esfuerzo de interpretación del texto
para ver que este "hombre"
en genitivo, "la perfección del hom­
bre,
que es su felicidad", la plenitud de vida de la persona, no es
la perfección del género humano, la perfección de la Humanidad
de Comte.
Es la perfección del hombre, de los hombres que son
personas, que quieren ser felices. A esto se ordenan únicamente
todas las ciencias y todas las artes. Lo que se ordena está al ser­
vicio de lo que ordena.
La felicidad de los entes personales, la
plenitud de bien de personas humanas es aquello a
que tienden
todas las ciencias y todas las artes humanas.
Es que estamos acos­
tumbrados a
la grandeza de las magnas creaciones del arte huma­
no, cultural, político, etc. No vemos el mensaje que esto tiene y
si lo vemos nos quedamos sobrecogidos.
De modo que, la más
genial creación arquitectónica, pictórica, musical si supusiéramos
que no nos conduce de ninguna manera a la perfección especu­
lativa, contemplativa, estética de los entes personales humanos,
es decir, que no sirve a los hombres, entonces carecería de sen­
tido
el ente humano. Nada que sea creación artística ni científica,
(j) Poeroio al Comentarlo de la Metafísica de Aristóteles.
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FRANCISCO CANALS
lo que un idealista llamaña "todos los contenidos de un espíritu
objetivo", es
un absoluto, siempre es algo referido a la felicidad
de los hombres. Habla
no ya meramente de la perfección del
hombre
que puede referirse al contexto de otro proemio, a la feli­
cidad intratemporal, sino a la felicidad absoluta y eterna.
Se trata
de las ciencias y las artes que se ordenan a
que seamos felices en
este mundo de un modo inmediato. Hablando de la vida sobre­
natural Santo Tomás es
un teólogo y si no se plantean las cosas
desde la sacra doctrina
no se entiende ni su metafisica. Él dice
"¿qué es más perfecto?:
¿el carisma, el don de profecía, la palabra
de sabiduña", carisma de Santo Tomás, Doctor de la Iglesia, o "la
gracia que nos hace hijos de
Dios?". Él va a contestar que lo defi­
nitivamente perfecto, porque todo lo otro se ordena a ésto, es
la
gracia santificante. Pero antes se formula una objeción muy bella,
que tendeña a demostrar que las gracias gratis datae o carismas
son mucho más perfectos que la gracia santificante. La objeción
consiste en lo siguiente: siempre en el universo hay menos seres
racionales que brutos, pero el hombre es más importante que
los brutos.
Es más importante la vida sensible que la vida vege­
tal, pero hay más vegetales
que animales. Y los seres no vivien­
tes
son los menos importantes. Pero hay muchísima más cantidad
de seres inertes que vivientes, por tanto, como en la Iglesia hay,
puede haber, debeña haber muchos, todos los que están en gra­
da de Dios, cuando somos bautizados, mientras que hay pocos
profetas, doctores. Parece que mucho más importante
es esto que
hay poco que lo otro que hay en todas partes. Y esta objeción de
que hay más brutos que hombres y
que ser hombre es más per­
fecto, es decir, está diciendo: lo sensible se ordena a lo racional.
Esta expresión tiene
un doble sentido. En el hombre la sensibili­
dad se ordena al espíritu y en el universo todo lo que no es
humano se ordena
al hombre. Santo Tomás dice en la Suma
Contra Gentiles que Dios no habña creado el universo sino en
orden a la felicidad de los entes personales y que la Providencia
Divina dirige las acciones singulares de los entes personales
en sí
mismos, porque mientras que en toda la naturaleza el individuo
se ordena a la naturaleza específica,
en lo personal todo se orde­
na a la persona. Y así es ordenado el mundo y así es creado el
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LA PERSONA
universo. Sólo la naturaleza intelectual es buscada por sí misma
en el acto creador y en el gobierno Providente de Dios. PÓrque
lo sensible se ordena a
lo racional. Es más perfecto lo racional no
porque haya menos hombres que animales, sino porque entitati­
vamente la razón constituye al
ente espiritual. Pertenece al ente
espiritual y le da vida. Pero
en la vida de la Iglesia es al revés, lo
que es propio se ordena a lo que es común como a su fin. Este
texto es coherente con otros, los estados de perfección
son ins­
trumentales.
La perfección cristiana no es de consejo, sino de pre­
cepto; los consejos se ordenan a cumplir perfectamente
el pre­
cepto.
El cumplimiento perfecto del mandamiento del amor de
Dios y
al prójimo es la vida cristiana perfecta y los consejos a esto
se ordenan.
Es más perfecto estar en gracia de Dios que poseer
una potestad ministerial. Es más importante ser cristiano que
Papa o ser Santo Tomás de Aquino. Y lo único importante, como
explicaba Santa Teresa a sus religiosas, es amar a Dios y
al pró­
jimo, y
si no les sirviese para esto la vida religiosa se habría estro­
peado el instrumento. Sólo es fin la gracia santificante que con­
duce a la felicidad eterna
de los hombres. Todo en lo natural, las
ciencias y las artes, y
en lo sobrenatural, todo lo que no es el
amor a Dios y el prójimo se ordena a ésto mismo. O sea lo
que
es propio se ordena lo que es común. Entonces, cuando estamos
nosotros convencidos, lo hemos estado alguna vez, lo estamos
ahora menos que nunca, de
qué es lo más importante: Todo
hombre
por el hecho de ser hombre tiene una importancia tal,
definitiva, digna del acto Creador y Providente de Dios, es aque­
llo
que decía San Pablo, pasa la fe y la esperanza, pero la ca­
ridad permanente. Pasa el genio artístico, el poder político, la
creatividad económica, la
tecnología, la riqueza. Lo que no pasa
es el ente personal y su anhelo de felicidad, es más importante
lo
que tiene cualquier ente personal, es más digno, más excelso
que lo otro, que es servicio de. Este pensamiento muy entronca­
do con una buena metafísica del ente personal, con una buena
teología de la santidad, pero, además profundamente acorde con
lo
que nos da la experiencia cotidiana, si no nos dejásemos lle­
var
por los vestigios publicitarios y por las presiones de la
mundanidad y la publicidad. No es más importante ser profesor
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FRANCISCO CANALS
universitario que ser hombre, porque si no fuese profesor uni­
versitario, servidor de la felicidad de los hombres
estarla como
campana

que resuena.
No hay nada importante que tenga tanta
relevancia como cada hombre
en su vida personal, tendiente a la
felicidad.
Lo personal es lo máximo, la gran dignidad del hombre
es ser personal. Esto
me parecen verdades de sentido común.
Esto lo digo como servicio.
El mundo occidental vive de esta con­
vicción de la máxima dignidad del ente personal
por encima de
los desarrollos culturales, económicos, creaciones artísticas, caris­
mas, la dignidad de los obispos y Papas. Esta dignidad de ser
hombres
en el orden natural y estar en gracia en el orden sobre­
natural. Esta máxima dignidad del ente personal
no tiene hoy ele­
mentos especulativos para fundarla, antes los hay para negarla, al
menos especulativamente. En el empirismo, en todo materialismo
dogmático o dialéctico, naturalista o idealista, en el positivismo,
en el marxismo. "La ilusión de uno mismo" es el título de un tra­
tado de la naturaleza humana. Quien organizase
un seminario
puede hacer una antología de negaciones de la realidad del hom­
bre como ente personal.
Le costana poco inaugurarla con el posi­
tivismo de Comte, para quien la Humanidad es lo concreto y el
individuo humano
es una abstracción. Podria fundamentarlo en
fenomenología del espíritu, en la teoria de la ciencia de Fichte,
en el sistema de la identidad de Schelling, en el idealismo mate­
rialista de Schopenhauer. Y negaciones del libre
albedrio hay
todas las
que quieran. Todas desde conceptos metafísicos, empí­
ricos, reflexiológicos. Todos vivimos pensando que los hombres
son personas, aunque no seamos consecuentes con ésto. Y tam­
bién vivimos pensando que los hombres son responsables de sus
actos. Con
la chistosa situación de que enteras políticas e ideolo­
gías que se apoyan
en filosoffas que niegan el libre albedrio
inconsecuentemente podrian hablar en serio de la moral. Porque
el propio Kant
no sabía especulativamente dónde arraigar a la
persona y el libre
albedrio, pero al menos sí como postulado
moral, pues
si se toma en serio la conciencia moral hay que afir­
mar
que el acto moral es libre. La idea del libre albedrio es una
idea cristiana. En cada plataforma electoral o
en cada discurso
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LA PERSONA
político se emplean muchlsimas valoraciones morales. Todo el
mundo predica y nadie podrá dar razón de la responsabilidad
moral del hombre, porque nadie
puede fundamentar al hombre
como
un ser racional y libre. Esto es lo que se patentiza de aque­
lla verdad
que dice que Dios ha hecho tonta la filosofía huma­
na (8), la sabiduría del hombre se ha hecho necia, es una pero­
grullada
que la Revelación nos dice. Y si no lo viésemos con
nuestro sentido común le daríamos la razón al Apóstol. La filo­
sofía humana es necia porque está haciendo sermones morales y
nunca podrá explicar, pero sí negar
la libertad de albedrío. Ha­
blará del Derecho Romano y no sabrá por qué el hombre tiene
derechos, porque
si no se es persona no se tiene derecho algu­
no. Sistemas
jurtdicos fundados en un positivismo voluntarista, en
un convencionalismo, en un golpe de Estado de la voluntad
común, de tipo democrático o
de poder totalitario, están siempre
presuponiendo
que están fundamentandó derechos humanos.
Menos
mal que no hablan tanto de la dignidad de la persona
humana, sino
que hablan de derechos humanos. Así han pasado
de este nombre de individuo subsistente de naturaleza racional
al
nombre común, donde no se sabe lo que quiere decir, porque
por lo menos especulativamente procuran no saber lo que es el
hombre.
La filosofía moderna en su mayoría es de tendencia (y
podemos exceptuar el existencialismo cristiano de
G. Marce! y
algunas otras) empirista, racionalista, panteísta, monista, y no
sabe qué es el hombre o saben que el hombre no existe o no es
un ente personal. Si dijesen en la práctica, en la política lo que
dicen en el aula o los libros no tendrían que prometer nada que
fuese liberador o que procurase la felicidad a los hombres, por­
que
no saben esto: que todas las artes y las ciencias se ordenan
a
una sola cosa, que es la felicidad de los hombres como seres
personales.
Yo ya he dicho todo lo que tenía que decir en con­
tra de las filosofías
que no están en la tradición de la filosofía cris­
tiana, que va desde los Santos Padres, pasa
por San Agustín y los
grandes escolásticos medievales.
Es una razón muy profunda
para confesar mi convencido tomismo. Santo Tomás de Aquino
(8) Cf. Rm., 1, 20-25.
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FRANCISCO CANALS
es el gran constructor especulativo de una doctrina sobre el hom­
bre
que justifica la dignidad personal.
El tema de la estructura metafisica de la persona a menudo
se ha empobrecido
en las polémicas. Hay un punto muy claro. Si
la persona es aquel ente que en su individualidad de substancia
primera subsiste de
tal manera que es racional, dueña de sus
actos y tiene la dignidad a la
que es irreductible. Y toda otra dig­
nidad habrá que buscarlo de
una u otra manera, como se quiera
matizar la terminología o la interpretación
por el modo cómo
posee el ser
un ente espiritual, porque el ser es lo digtúsiino de
todas las cosas y nada tiene perfección sino
en cuanto participa
del
esse. El esse es la actualidad de todas las cosas, aun de las for­
mas mismas
(S. Th. !, q. 4, a. 1, ad 3). Y las cosas que no viven
es porque no son tan perfectamente como los vivientes
(CG, 1, 28).
Y las cosas que viviendo tienen conocimiento sensible, pero no
tienen memoria sui, intelfgentia, voluntas, no son capaces de diá­
logo, de comunión de sociedad estrictamente humana, es
porque
no son tan plenamente como los seres racionales. El ser recibido
en un compuesto constituido por una forma no inmersa en la
materia, un alma espiritual que da racionalidad, autoconciencia y
voluntad libre. Esto es lo
que hace que el ente personal tienda
hacia la
máxima dignidad ontológica, es decir, hablando metafí­
sicamente, tenemos el ser
de un modo en que sólo los hombres
lo tenemos. Teológicamente hemos sido creados
a imagen y
semeyanza de Dios. Sin esta metafísica de participación del ser de
forma espiritual, que le da al ente la radical capacidad de auto­
conciencia
y, por tanto, de apertura intencional y de libertad de
albedrío. Sin esta fundamentación creacionista, ejemplarista de la
imagen de Dios nadie explicará de nuevo al hombre occidental
por qué los hombres son personas. Ya se ve lo importante que
es destacar el carácter
perenne del patrimonio filosófico, como
dice el Vaticano
II peremnemente válido (9). A este patrimonio
peremnemente válido pertenece la estructura del espíritu de San
Agustín y la estructura del hombre como
subsistente de naturale­
za racional, dfgnfsimo en toda la naturaleza.
(9) Cf. Optatam Totius, 15.
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