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Número 411-412

Serie XLII

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Teófilo Viñas Román: Agustinos en Salamanca. De la Ilustración a nuestros días

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la religión, o mejor, la filosofia griega, el derecho romano y el
cristianismo, como en la presentación habitual. A1ú reside el alma
"europea"
de Europa, frente a una disolución de aquélla que no
puede sino conducir, como vemos día a día, a la de ésta. Un
nuevo e interesante volumen de la reputada colección del
Instituto Rosmini, bajo la dirección siempre eficaz e inteligente
de
Danilo Castellano.
PEDRO MANCHA
Teófilo Viflas Román, OSA: AGUSTINOS EN
SALAMANCA. DE LA ILUSTRACIÓN
A NUESTROS DÍAS
Teófilo Viñas, agustino de cierto nombre intelectual, ha escri­
to
un libro apasionado sobre lo que significaron sus hermanos de
Orden en una ciudad tan vinculada a la institución agustiniana.
Nombres insignes
de la Iglesia y de la patria son gloria perenne
del convento de San Agustín salmantino, en algún momento de
sus vidas o hasta su muerte. Y en Salamanca reposan los restos
de varios de ellos. San Juan de Sahagún, Santo Tomás de
Villanueva, San Alonso de Orozco, Fray Luis
de León ... Son estre­
llas
de primera magnitud. Y por lo que vino después, hicieron
bueno aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Cierto
que era prácticamente imposible mejorar la cota. Pero cierto tam­
bién que lo que vino, desde la Ilustración, no merecía ni ocu­
parse
de ello.
Estamos ante un caso más de historia local, si bien en esta
ocasión tiene más interés para la gran historia. El autor adolece
de un vicio muy generalizado entre los religiosos pero que en la
orden agustiniana alcanza cimas inmarcesibles. Lo suyo es lo
mejor y apenas
hay algo bueno fuera de lo suyo. Esto, que puede
ser positivo en la vida personal religiosa de cada fraile --es
e) Ediciones Escurialenses, El Escorial, 1994, 336 págs.
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absurdo ser dominico si se cree que lo mejor es ser francisca­
no-, traspasado ese límite nos lleva a hacer hagiograffa barata
en vez de historia. Viñas hace historia, pero bastante tocada del
defecto
al que aludimos.
Comienza el libro
por los agustinos de Salamanca, o que en
algún momento estuvieron vinculados a Salamanca, de los tiem­
pos ilustrados. Maravillosos para Viñas y con figuras gloriosas de
la Iglesia y de la Orden. Pues, salvo el caso de Flórez, cuya labor
de historiador es ajena a Salamanca, lo demás es sumamente dis­
cutible. Literariamente nadie se acuerda
de ellos. Si fray Luis es
una cumbre de nuestra lengua, Diego González es basurilla. Y
los demás, otro tanto. Además, varios
de ellos eclesialmente son
más que sospechosos. Contribuyeron, como nadie, a echar sobre
la
Orden una sospecha de heterodoxia que Fraile Miguélez no
consiguió disipar del todo un siglo después con sus meritorios
trabajos.
La tragedia que supuso para la Iglesia la invasión napoleóni­
ca, las Cortes de Cádiz, el Trienio liberal y la desamortización
es
sin duda lo mejor del libro. Son episodios locales pero extrapola­
bles al resto
de España. Los hechos son los hechos y prevalecen
sobre interpretaciones más o menos sectarias. Esa es la gran apor­
tación de
la historia. Y el lector, en no pocas ocasiones, saca con­
secuencias distintas de las que le sugiere el historiador de moda.
En 1835 desaparecen los agustinos
de Salamanca y no regre­
sarán, si no como Orden al 1nenos en persona, hasta el nombra­
miento del P. Cámara como obispo diocesano. Las breves pági­
nas sobre aquel notable y discutido obispo se nos antojan cortas
pero
no era el fraile el objeto del libro. Lo posterior, muy discre­
tito. No pasa de la anécdota local.
Muy interesante la narración del hallazgo
de los restos mor­
tales
de Fray Luis de León, pero ello no fue mérito agustiniano
sino, sobre todo,
de aquel ejemplar seglar católico e insigne his­
toriador, Vicente de la Fuente.
Errores, pocos. Alguno grave, pues parece indicar alguna
quiebra teológica que, por no deducirse del resto de las páginas,
creemos atribuible
al celo desmedido, que hemos comentado, por
sus hermanos de hábito. El sospechosísimo padre Centeno denun-
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ció herejías en los catecismos de Astete y Ripalda, sobre todo en
los de éste. Salió malparado en su denuncia, cosa por otra parte
lógica
pues supondría que la Iglesia española amparó la herejía
durante siglos. Pues Viñas
-,;e salve la Orden aunque perezca el
mundo-, asegura que "el tiempo le dalia la razón en sus ctiticas"
(pág. 75). Vamos, que recientemente la Iglesia, española o uni­
versal,
ha dicho que el P. Ripalda es un hereje. ¿Dónde? ¿Cuándo?
No
nos creemos que Alfonso XIII, él dice Alfonso XII pero es
evidentemente un lapsus, llorara al enterarse de la muerte del
obispo Cámara (pág. 219). Aquel jovencito maleducado, rey
desde el día en que nació, tuvo que traerle sin cuidado la muer­
te del
obispo de Salamanca, como la de cualquier otro obispo.
En
la inauguración del monumento que Salamanca erigió a
su notable obispo fray Tomás Cámara, estuvo presente el también
agustino José López de Mendoza, él le llama simplemente José
López, obispo de Jaca (pág. 219). Pero en 1910 llevaba ya una
década como obispo de Pamplona. Llamar Mamé, al conocido
rector
de la Universidad salmantina Mamés Esperabé de Arteaga
(pág.
235), nos parece una simple errata de imprenta.
Estamos, pues, ante
un libro no carente de interés, que mani­
fiesta,
sobre todo, aunque no fuera esa su intención, la más que
discreta presencia agustiniana en la Salamanca de los dos últimos
siglos.
FRANCISCO Josg FERNANDEZ DE LA CIGOllA
Pío Moa: DE UN TIEMPO Y DE UN PAÍS
LA IZQUIERDA VIOLENTA (1968-1978)(')
El autor, ex-dirigente del PCE (r)-GRAPO y que comenzó su
militancia política
en el PCE, confiesa en el prólogo que el libro
fue escrito
entre 1979 y 1981, del que se hizo una primera edi­
ción publicada y distribuida personalmente con grandes esfuer­
zos
y que se reproduce en esta segunda sin correcciones.
(*) Ediciones encuentro (2.ª edición), Madrid, 2002, 361 págs.
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