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Número 411-412

Serie XLII

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Pío Moa: De un tiempo y de un país. La izquierda violenta (1968-1978)

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ció herejías en los catecismos de Astete y Ripalda, sobre todo en
los de éste. Salió malparado en su denuncia, cosa por otra parte
lógica
pues supondría que la Iglesia española amparó la herejía
durante siglos. Pues Viñas
-se salve la Orden aunque perezca el
mundo-, asegura que "el tiempo le daría la razón en sus criticas"
(pág. 75). Vamos, que recientemente la Iglesia, española o uni­
versal, ha dicho que el
P. Ripalda es un hereje. ¿Dónde? ¿Cuándo?
No nos creemos
que Alfonso XIII, él dice Alfonso XII pero es
evidentemente
un lapsus, llorara al enterarse de la muerte del
obispo Cámara (pág. 219). Aquel jovencito maleducado, rey
desde el día
en que nació, tuvo que traerle sin cuidado la muer­
te del obispo de Salamanca,
como la de cualquier otro obispo.
En la inauguración del monumento
que Salamanca erigió a
su notable obispo fray Tomás Cámara, estuvo presente el también
agustino José López de Mendoza, él le llama simplemente José
López, obispo
de Jaca (pág. 219). Pero en 1910 llevaba ya una
década como obispo de Pamplona. Llamar Mamé, al conocido
rector
de la Universidad salmantina Mamés Esperabé de Arteaga
(pág. 235), nos parece
una simple errata de imprenta.
Estamos, pues, ante un libro no carente de interés, que mani­
fiesta, sobre todo, aunque no fuera esa su intención, la más que
discreta presencia agustiniana en la Salamanca de los dos últimos
siglos.
FRANCISCO JOSÉ FERNANDEZ DE LA CiGOIIA
Pío Moa: DE UN TIEMPO Y DE UN PAÍS
LA IZQUIERDA VIOLENTA (1968-1978)'')
El autor, ex-dirigente del PCE (r)-GRAPO y que comenzó su
militancia política
en el PCE, confiesa en el prólogo que el libro
fue escrito entre 1979 y 1981, del
que se hizo una primera edi­
ción publicada y distribuida personalmente con grandes esfuer­
zos y que se reproduce en esta segunda sin correcciones.
(*) Ediciones encuentro (2.ª edición), Madrid, 2002, 361 págs.
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En el proceso de catarsis que representa el volcar la propia
vida sobre el papel, el autor disecciona la época y los hechos que
le tocaron vivir con una frialdad y precisión que me causó asom­
bro. Quizás porque vi desfilar de nuevo el tipo de vida de la que
en buena parte fui testigo cercano.
Contra lo
que a primera vista pueda parecer, no se trata del
relato de un converso1 sino que se acerca más bien a la autocñ­
tica de un comunista tratando de mirar friamente su reciente
actuación, que considera en buena parte justificada, para detec­
tar
en dónde se equivocó. Esto es precisamente lo que hace más
valioso su testimonio, tanto
para comprender la época como la
actuación
de los diferentes grupos políticos radicalizados.
Una de las cosas que se traslucen en el relato es esa fe
mesiánica de los comunistas en los voluminosos textos de los
teóricos marxistas y
de manera especial Marx y Lenin y, en algu­
nos grupos, Mao, Stalin e incluso el albanés Hoxha. Debo con­
fesar
que nunca he visto a un obispo o a un sacerdote católicos
citar a
un Padre de la Iglesia con el dogmatismo y la unción con
que los comunistas citaban alguna frase de Lenin o de Marx,
hasta
el punto de que nadie se atrevía a disentir de tan autori­
zada opinión a pesar de que sospecho que frecuentemente era
apócrifa.
En análisis
de la realidad conservando la óptica de la izquier­
da más radical es la que explica una visión distorsionada de lo
que fue el Régimen de Franco en los años 40 y 50, pero eso resul­
ta perfectamente explicable
por no haberla vivido y ser esa época
con la que se justificaba la actuación de los grupos de izquierdas
más o
menos violentos que empezaron a surgir a mitad de los
años 60.
Por otra parte, en aquel ambiente se aceptaba el este­
reotipo más negro de los
años 40 y 50 como si fueran datos, sin
ponerlos
en duda ni molestarse en contestarlos, de la misma
forma
que actualmente la ¿historia? de los años 36-76, se reduce
a unas cuantas frases descalificadoras o insultantes como si fue­
ran verdades irrefutables.
En la descripción de los pisos utilizados como vivienda de los
conspiradores
y el ambiente que se respiraba en ellos, se pueden
reconocer a otros varios muy parecidos a los que accedí en aque-
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llos años y que utilizaban la media docena de grupúsculos para
sus escasos y activos militantes.
Resultaba también esclarecedora la ingenuidad de algunos
religiosos, acogiendo
en sus colegios a personajes de estos gru­
pos para dar conferencias, concretamente
en la zona de Quinta­
na, consiguiendo
ahí los mejores resultados al dirigirse a un terre­
no virgen de adolescentes idealistas y deseosos de actividad.
Todo
el que haya vivido ese ambiente aquella época sabe que
eso fue literalmente así.
Otras organizaciones de origen cristiano, entre las que desta­
caba la
ORT, empapadas de la llamada "teología de la liberación",
a pesar de ir abandonando progresivamente su matiz cristiano
tiñéndolo de marxismo,
son instrumentalizadas por los partidos o
grupos íntegramente marxistas
que encima se burlan de ellos y
de su esfuerzo
por hacerse perdonar no se sabe qué.
Otro tanto podria decirse
de párrocos bien intencionados o
débiles que dejaron que
se tomaran sus locales parroquiales
como cobertura para actividades políticas ajenas totahnente a la
pastoral. Igual de certero me parece el diagnóstico sobre la ignorancia
política
de los militares (oficiales) y su funcionamiento rutinario,
fruto
de la experiencia de "mili" del autor, y a pesar de ello lo
impermeables
que resultaban para la acción política, incluso los
suboficiales y soldados.
La obra no carece de detalles cómicos, como la descripción,
en la página 79, de los esfuerzos para conseguir un arma, pri­
mero
de los serenos, comprobando que normahnente no la lle­
vaban, después de los guardias municipales a los
que les pasaba
otro tanto o la llevaban fuera
de uso medio oxidada y encima
tenían tal confianza en sí mismos que reaccionaban violenta­
mente ante cualquier ataque persiguiendo al culpable. Me per­
mito apostillar que, aunque
con los ojos de hoy puede resultar
increíble, incluso los
policías armados veteranos frecuentemente
llevaban
la cartuchera vacía o con una pistola de madera simula­
da para
no llevar peso. Por cierto, la plantilla de Policía Armada
en aquella época no llegaba a la mitad de la que existe en la
actualidad, con otro nombre,
en la Policía Nacional.
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Esta confianza queda subrayada (pág. 123), al recordar la
ausencia de vigilancia en organismos oficiales, ministerios, ban­
cos, periódicos, etc., hasta el punto de que los ordenanzas no se
dirig!an al visitante si este
no requería información.
Él relato sobre la estancia en Bilbao en el año 72, y la atmós­
fera
que se respiraba allí, así como la escasa influencia de ETA, a
pesar
de lo que se diga en contra fabricando una historia a medi­
da, está muy bien reflejada y coincide con la
que pude palpar,
durante
una prolongada estancia en Vascongadas por esas mis­
mas fechas y
un poco antes.
Impresiona la frialdad del autor,
que trata de atenerse a los
hechos, como cuando se refiere al asesinato de Carrero Blanco y
descarta la intervención de la
CIA, a pesar de que menciona que
es insinuada por la propia ETA en la descripción que hacen en
"Operación Ogro", y reseña unas afirmaciones parecidas de
Arzallus, poniendo
en duda su verosimilitud, en las que atribuye
a los servicios secretos americanos el nacimiento de
ETA con ele­
mentos del
PNV en la posguerra.
La conversión en "Partidos de Masas" del OMLE, en el año
1974,
con 150 a 170 militantes como reconoce el autor, puede
resultar aparentemente exagerada, pero mi impresión de enton­
ces, contrastada por otras personas que se movían en ese
ambiente, era que seguramente su número era incluso menor y
que todos los militantes de izquierda, incluyendo al PSOE y
exceptuando
al PCE, probablemente no llegaran al millar. Lejos
de restar mérito a su labor,
lo que demuestra es que grupos redu­
cidos, dedicados de lleno a
una labor, pueden no sólo hacer
mucho ruido sino también alcanzar una influencia considerable,
cosa
que por cierto habían demostrado ya durante los años 30
pequeños grupos.
Lo exiguo de las cifras de militantes de izquierdas lo recono­
ce el propio autor
en la página 213, en la que dice que "Los mili­
tantes realmente activos, incluso en el PCE, no pasaban de unos
centenares, acaso raros, millares, y a menudo escasas decenas". El
escaso número de militantes lo atribuye acertadamente, no a la
persecución o al miedo, sino a la indiferencia de la población tra­
bajadora
que tenía otras preocupaciones y aspiraciones. Por mi
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parte, mi impresión de aquellos años era que el único partido de
verdadero peso, tanto
por su organización como por sus medios
materiales y económicos, era el
PCE, cuyos miembros adoptaban
un aire de superioridad pretendidamente aristocrático por lo
ofensivamente elitista, que parecían estar diciendo sin admitir
discusión:
no hay más izquierda que nosotros.
Lo curioso del caso es que no recuerdo que ninguno de los
activistas de entonces alcanzara el poder, ni siquiera periférico.
Es de agradecer una descripción de una época (1968-1978),
con pinceladas desde el
63, vista desde el punto de vista de la
oposición más radical
no sólo al Régimen del 18 de julio sino
incluso a todo el abanico
en el que podían englobar los sistemas
occidentales e incluso
al soviético que por entonces trata de pre­
sentar una cara más conciliadora.
Tengo la impresión de que la historia de la mecánica interna
del partido, de sus tensiones y depuraciones, que desde luego
no
conozco, es tan auténtica como la de los robos de multicopistas,
conocidas entonces con el eufemismo de
expropiaciones o socia­
lización de la propiedad,
el retrato del ambiente decadente del
exilio,
la dureza de la actuación de la policía gala en compara­
ción con la española, la resistencia de los trabajadores a partici­
par en acciones sindicales que no fueran reivindicaciones econó­
micas, la impermeabilidad de los emigrantes a la propaganda
subversiva, etc.
Mención especial merece la parte dedicada a la bomba en la
cafetería Rolando asesinando a
11 civiles y causando decenas de
heridos, págs.
161 y 162, atribuida entonces a ETA y sobre la que
desde hace tiempo no existen dudas y que sin embargo no suele
incluirse entre los asesinatos de
ETA. Es curioso en este sentido
cómo se
pone en evidencia la ceguera de los militantes de la
extrema izquierda de entonces que se niegan a reconocer el aten­
tado como de un grupo de izquierdas y que arroja cierta luz
sobre la incomprensible actitud de ceguera
en la actualidad de
numerosos militantes del entorno de
ETA, ante los asesinatos
perpetrados por ésta.
La lectura del libro, junto con mi propia experiencia perso­
nal, me
ha llevado a la reflexión, de que buena parte del fracaso
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de la transición y de la derecha tradicional, se debe a la debili­
dad de la oposición durante un periodo tan prolongado, lo que
llevó al Régimen a una vida apacible y de un exceso de confian­
za
en si mismo. A su vez, el éxito ininterrumpido de la progre­
sión
de libertades en el terreno político, educativo y económico
de aquel régimen, llevó a la población, cualquiera que fuera su
situación real y su ideología, al convencimiento de que el pre­
sente era mejor que el pasado y de que en el futuro mejorarian
más las cosas para ellos
y sus hijos.
A su vez, esto es lo que obliga a que en la situación actual,
los llamados poderes fácticos al sentirse incapaces de mejorar el
presente y el futuro, empeoren el pasado rehaciéndolo cons­
tantemente de una manera simplificada y evitando el estudio de
la historia en las escuelas o promoviendo la publicación de obras
literalmente impresentables desde el punto de vista meramente
histórico. Inevitablemente me viene a la memoria "1984" de
Orwell, cuando
al describir las actuaciones de los ministerios de
la Abundancia
y de la Verdad, dice que cuando se reducen las
raciones de
artículos de consumo, todo se arreglaba falseando y
cambiando las previsiones realizadas en el pasado, si bien los
datos del presente son igualmente falsos.
En el epílogo, escrito
20 años después, deja traslucir que el
enfoque y determinados juicios hubieran sido distintos, pero
como testimonio me parece mucho más útil que haya conserva­
do el enfoque de la obra tal como la escribió.
Creo que
uno de los testimonios que resultan más significati­
vos, es la descripción y reproducción de las tediosas discusiones
políticas, sobre todo porque en el momento de escribirse el autor
participaba plenamente del esquema mental que las sustentaba.
Mejor que cualquier critica
ponen de' manifiesto la "empanada
mental" a
que conduce el marxismo y de la que en buena parte
participábamos los que
nos acercamos a él con curiosidad inte­
lectual atraídos por el halo pretendidamente científico de ese sis­
tema, y por algunos éxitos que paredan avalarlo.
En
el caso del autor} como en otros muchos, en un momen­
to de crisis y a la ·edad de 16 años, se encontró con un camino
que le ofrecía una aparente redención a cambio de la entrega
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total y resulta comprensible que cayera en el error de pensar que
si el sistema de capitalismo descarnado era malo el comunista
más radical debla
ser bueno.
La obra resulta demoledora para la versión oficiosa de nues­
tro
pasado más reciente simplemente por su gélida sinceridad; la
imagen
que resulta es lo más próximo a la verdad y como suele
decirse, "la realidad y la
verdad son muy impertinentes".
ANTONIO DE MENDOZA CASAS
Alfonso Torres: EL LOBBY JUDÍO
PODER Y MITOS DE LOS ACTUALES HEBREOS ESPAÑOLES ('l
En diciembre de 2002 se puso a la venta este libro, que en
seguida empezó a venderse muy bien, sin apenas publicidad.
Hemos visto, muy pronto, reseñas suyas
en la prensa francesa. A
este éxito
han debido contribuir el aviso boca a boca entre ami­
gos cospicuos de estos temas y, sobre todo, un fondo más o
menos subconsciente que yace en la sociedad española de inte­
rés,
un tanto morboso, por todo lo relacionado con conspiracio­
nes políticas, nacionales e internacionales, protagonizadas por el
judaísmo y la masoneria. Este libro es una excepción a la regla
que muestra asociadas a esas dos fuerzas; no se habla en él de
Masoneria. ¿Por qué esta excepción?
A otro género también muy interesante y relativamente más
nuevo pertenece este libro. Es el de "periodismo de investiga­
ción", que censa ya en España un buen número de títulos. Todos
ellos, y éste también, narran asuntos complicados y misteriosos
que a la gente le suenan, pero que se desconoce en sus detalles
que desea sinceramente conocer, y que el autor se los propor­
ciona y para eso, en buena medida, compra el libro. Quien escri-
(*) ALFoNso ToRRES ROBLES, llEl "lobby» Judío~ Poder y mito de los actuales
hebreos
españoles. La Esfera -actualidad, Avda. Alfonso XIII, 1, bajos, 28002
Madrid,
4.º mayor, rústica, 430 págs.
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