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Número 413-414

Serie XLII

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El ideal caballeresco medieval y la reina Isabel la Católica

EL IDEAL CABALLERESCO MEDIEVAL Y LA REINA
ISABEL LA CATÓLICA
POR
RAFAEL JOSÉ R. DE ESPONA (')
Presentación
Se trata en este texto sobre uno de los aspectos que he
considerado
no suficientemente estudiado en el conjunto de las
numerosas publicaciones
y conferencias que han tenido lugar
sobre la figura
de la Reina Católica (Madrigal de las Altas
Torres 22-4-1451 tMedina del Campo 26-11-1504), a propósito
de la causa de canonización y del advenimiento de la conme­
moración del 5.º centenario de su muerte, que se cumplirá en
el próximo año 2004. Dicho proceso comenzó el 26-11-1971
(tras
14 afias de investigación histórica) aprobándose por la
Sagrada Congregación
de las Causas de los Santos el 6-12-1990,
y encontrándose actualmente el proceso de la ya declarada
Sierva
de Dios (1974) en Roma.
Introducción
El objeto de esta exposición versa sobre la relación existen­
te entre el ideal caballeresco de la Edad Media y la personali­
dad de la Reina Católica, aspecto que creo fundamental para
(*) Traen causa las presentes páginas, debidas al Abogado del Ilustre
Colegio
de La Coruña Rafael de Espona, de la conferencia pronunciada
el
18 de febrero pasado en el Instituto Teológico Compostelano (N. de la R.).
Verbo, núm. 413-414 (2003), 287-300. 287
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RAFAEL JOSÉ R. DE ESPONA
percibir en toda su dimensión la figura de la Reina como per­
sonaje del siglo
xv: el ideal caballeresco va a influir en el caris­
ma santificante propio
de la Reina. Las fuentes principales para
?ocumentarnos sobre la Reina se encuentran recogidas en la
positio histórica de la causa, donde se han aclarado definitiva­
mente los interrogantes planteados sobre la biografía
de la
Reina: el derecho sucesorio -verificado
en la Concordia de
Guisando de 1468 y las confirmaciones pontificias-, la legiti­
midad matrimonial -gracias a la dispensa secreta del nuncio
Veneris y a la Bula subsanatoria del 1-12-1471 del Papa
Sixto
N (V. Rodríguez Valencia y L. Suárez Femández)-y la
expulsión
de 1492, además de la estrictamente canónica cues­
tión
de la fama de santidad. Estudioso especialista de la Reina
Católica y figura clave
en la Causa es el Dr. D. Vida! González
Sánchez, a cuya erudición y generosidad científica manifiesto
mi gratitud; tanto
en su tesis doctoral sobre la Política
Integradora
de los Reyes Católicos en la reconquista de Málaga,
como
en su obra analítica sobre la fama de santidad de la
Reina y
en su estudio sobre el Testamento de Doña Isabel, el
Dr. V. González demuestra un profundo conocimiento históri­
co, sobre el cual
puedo cimentar mi exposición.
Para adentramos
en la tesis que voy a presentar, anticipa­
damente quiero hacer
una inteipelación para despojar todo
análisis
de dos errores metodológicos frecuentes en la doctrina
actual: anacronismo e historicismo analíticos. En virtud del ana­
cronismo, es imposible comprender sin desvirtuarlas las moti­
vaciones y conductas
de individuos que vivieron en otro tiem­
po, con una mentalidad radicalmente diferente a la actual;
desde el historicismo, no cabe conciliar ciertos carismas santi­
ficantes que han brotado en distintas épocas, lo cual no se
ajusta a la inmutabilidad
de la doctrina eclesiástica.
El ideal caballeresco medieval en la España del siglo xv
En la sociedad española de finales del siglo xv la caballeria
sigue siendo el arma fundamental
de la guerra, así como la
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EL IDEAL CABAUERESCO MEDIEVAL Y LA REINA ISABEL LA CATÓLICA
emblemática ocupación de la Nobleza y el principal cauce de
ennoblecimiento de quienes, siendo plebeyos, por sus rentas
han podido adquirir armas y caballo al servicio de los monar­
cas (como los caballeros ,pardos, y ,cuantiosos,). Hablamos del
bajomedievo,
en el cual -fruto del proceso cristianizador alto­
medieval de la doctrina de la guerra- nos encontramos una
caballería plenamente cristianizada, con instituciones como
,tregua de Dios, sólidamente asentadas. En la España del siglo
xv, son frecuentes torneos y justas, vistosos espectáculos aris­
tocráticos que contribuyen a mantener vivos toda la iconogra­
fía
y el código de honor que inspiran el universo caballeres­
co.
La realidad política -ultimándose en proceso reconquistador
multisecular
y afianzándose la expansión internacional del
Reino, tanto
por el mar Mediterráneo como por el océano
Atlántico-
y social --con un estamento nobiliario sólido y real­
mente dirigente, capaz de asimilar las nuevas élites ciudadanas
(como el caso de los Ciudadanos Honrados Catalanes, equipa­
rados hasta la identificación
con los Caballeros del Principado)
y rurales (como el caso de los labradores hacendados andalu­
ces, accediendo a la caballería
por via de ,cuantía,)--propicia
la permanente exaltación del ideal caballeresco, como garante
del orden
y del bien común en la sociedad temporal del siglo:
a la •potestas, bélica del caballero se le une la ,auctoritas,
que
emana del honor que rige sus actos, el cual se legitima ple­
namente al someterse a la doctrina de la Fe, siendo cauce de
realización de la Justicia. Todo el pueblo siente participar de
la gloria caballeresca al consumarse la Reconquista
con la toma
de Granada (1492), haciendo a su vez frente al temible sarra­
ceno
que acababa de posesionarse del Imperio de Bizancio
(1453).
El descubrimiento de las Indias (1492) añade nuevas
ansias
de acometer gestas y alcanzar el honor. Estas grandes
campañas, dirigidas desde la Nobleza, implican a toda la socie­
dad y promocionan colectivamente a capas mesocráticas, e
incluso a humildes aguerridos: la ósmosis caballeresca es total,
actuando como referente social
y motor de la conciencia
nacional desde la aristocracia al estado llano. Cuando estos
procesos geopolíticos se subordinan a
la Fe del Reino identi-
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RA.FAEL JOSÉ R. DE ESPONA
ficándose como empresas apostólicas, surge entonces un acu­
sado clima de providencialismo y un ambiente general de lla­
mada las gestas, y a través de ellas el ascenso hacia la gloria.
La beligerancia frente al turco renueva el compromiso de
Cruzada, y las noticias que llegan de América evocan tierras
exóticas por descubrir, cuyos pueblos indígenas deben ser
atraídos a la Iglesia para la salvación
de sus almas. Si Huizinga
habló
de un otoño del medioevo en el siglo xv, por entonces
llegaba a España
una nueva primavera el ideal caballeresco,
proclamando Hernando
del Pulgar (secretario de los Reyes
Católicos)
que España daba entonces el mayor número de
caballeros andantes de Europa. Como ha señalado Jean Flori,
la subordinación
de la caballeria a la Fe revela el proceso de
tránsito del caballero mundano al caballero cruzado; las genui­
nas órdenes religiosas
de caballeria españolas -cuyo maestraz­
go asumirá el Rey Católico- Santiago, Calatrava, Alcántara y
Montesa se encuentran plenamente activas, mientras que los
sepulcristas, teuotónicos
y hospitalarios se mantenían en erran­
te desarraigo desde hacía dos siglos. El espíritu caballeresco
español del siglo xv tiene presente el ·Elogio a la nueva caba­
lleria• de San Bernardo de Claraval en un renacer del entu­
siasmo cruzado altomedieval, el cual había pervivido
en los rei­
nos peninsulares durante los siglos
XIIl y XIV; así, Fray Gonzalo
de Arredondo escribe su ..Castillo Inexpugnable de la Fe•
exhortando a la reconquista de Tierra Santa.
En la literatura, Pascual
de Gayangos ha resaltado el movi­
miento español literario
de caballerias del siglo xv, el cual
•parece haberse sentido más tarde
que en ningún otro pueblo
de Europa•. Debe resaltarse que nuestro género de caballerias
pone la fantasía como estímulo a la vida real, mientras que en
Europa estos libros servían de refugio a la irrealización de
hazañas caballerescas reales: el Santo Grial está en Europa, no
en Tierra Santa; en dicho sentido, afirma P. de Gayangos que
•el espíritu caballeresco, ya decadente en los demás reinos de
Europa, estaba en nuestra sociedad -a finales del siglo xv-más
floreciente y vigoroso
que nunca•. De tal manera se produce
este apogeo
que la literatura española caballeresca crea el
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EL IDEAL CABALLERESCO MEDIEVAL Y LA REINA ISABEL LA CATÓLICA
III ciclo literario caballeresco denominado ·greco-asiático·, con
reminiscencias constantes al Imperio Bizantino y a las coorde­
nadas y vectores que apuntan a Tierra Santa; serán los afama­
dos caballeros andantes Lisuarte, Reymundo, Amadís, Belianís,
Clarindo y Ruge!
de Grecia, Febo el Troyano, Lidamante de
Armenia, Felixmarte de Hircania, Florisel de Niquea o Valeriano
de Hungría, los que con sus hazañas •ganarán honra• en la ruta
que otrora recorrieron los cruzados hacia el Santo Sepulcro.
Como acertadamente ha resaltado
Juan Bautista de Avalle-Arce,
el ,Amadís
de Gaula, de Garci Rodríguez de Montalvo y el
Tirante el Blanco, no casualmente son contemporáneos a los
Reyes Católicos. Creemos poder afirmar que la continua inci­
dencia sobre la temática greco-asiática manifiesta
un anhelo
subyacente
por retomar el afán altomedieval por Tierra Santa
y materializarlo: el lector
de caballerías español del siglo xv no
se consuela estérilmente como el europeo, sino que alimenta
la ebullición espiritual auténtica de un reino que siente la lla­
mada a la Cruzada; como se lee en la dedicatoria del autor del
Palmerín
de Inglaterra a D. Alonso Carrillo, son necesarias este
tipo
de lecturas "Pªra traer los ánimos a las armas y ejercicio
de ellas, conmoviendo los ánimos varoniles a semejantes cosas
hacer que los antiguos hicieron,. Por si fuera poco este clima
próximo a la apoteosis, el descubrimiento del Nuevo Mundo
va a hacer realidad todas las tópicas ensoñaciones literarias de
los libros de caballerías sobre tesoros fabulosos, bestias fero­
ces, regiones irunensas por conquistar y pueblos desconocidos.
En un proceso de retroalimentación, literatura y realidad se
entrecruzan.
En suma, cuando Europa abandonaba el ideal caballeresco
medieval al tiempo que cedía en su teocentrismo, España vive
un apogeo caballeresco en su pleno sentido medieval: el
arquetipo del caballero cristiano como figura clave
en la estruc­
tura
de la Civilización Cristiana feudal. La Reina D.ª Isabel
nació y se crió en este ambiente, y desde muy joven se vio
inmersa en la óptica de gobierno que la introdujo en la vida
política, encontrándose pendiente la conclusión
de la
Reconquista: las gestas legendarias
se presentaban cara a cara
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RAFAEL JOSÉ R. DE ESPONA
con las hazañas pendientes de llevar a cabo. Al igual que Sta.
Teresa de Ávila leyó en su infancia libros de caballerías, los
cuales pidió San Ignacio para acompañar su convalecencia,
resulta indudable
que la Reina Católica conoció esta literatura.
De
la biografía regia se desprende claramente que el realismo
que caracterizó a su conducta tanto privada como pública en
el plano gubernativo, de lo que se colige que la heroicidad y
ambición de las empresas promovidas
por la Reina correspon­
dían a
un plan de gobierno estratégicamente trazado, desde la
íntima asunción de los deberes espirituales a los
que habla de
responder la politica temporal. En su reinado hay ideales pero
no fantasías, y esos ideales derivan de la Fe que eleva al caba­
llero a la categoría de cruzado.
La personalidad dela Reina Católica y
las empresas apostólicas
En la Reina Doña Isabel confluyen -<:orno reina de la reu­
nida España- diversos cetros de sus monarquías, los cuales
predominan
en distintas etapas de su vida:
l. Como Reina de Jerusalén: Por su matrimonio (18-12-1469)
con
don Femando de Aragón, recién casada doña Isabel será
su primer título
de soberanía el de Reina de Sicilia, lo cual
llevaba aparejado el trono latino
de Jerusalén. Desde este
momento y hasta el final
de sus días, la recuperación de Tierra
Santa para la Cristiandad fue su meta, ya que como reina
nominal jerosolomitana le correspondía la responsabilidad de
organizar una nueva cruzada. A los 18 años era ya Reina de
Jerusalén, y a la reconquista del Santo Sepulcro ofreció
en todo
momento oraciones, devociones y limosnas. Así, como ha
explicado el padre García Oro a propósito de la politica del
Cardenal Cisneros, se planeó cuidadosamente una campaña
de
expansión mediterránea -fijando bastiones en las plazas norte­
africanas-- para preparar el terreno a una cruzada definitiva
que
capitanearía el Príncipe don Juan, su hijo, al tiempo que en el
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EL IDEAL CABALLERESCO MEDIEVAL Y LA REINA ISABEL LA CATÓLICA
terreno de la diplomacia se enviaba la Legatio Babilónica con
Pedro Mártir de Anglería y se concedía una donación perpetua
de 1.000 ducados de oro anuales para la Custodia del Santo
Sepulcro.
El gran proyecto de cruzada, reconocido en los
,Diálogos•
de Ramírez de Villaescusa, sufrió un duro revés con
la pérdida del Príncipe don Juan.
2. Como Reina de Castilla: Con la torna de Granada, la
Reina Católica culminó la Reconquista, cruzada permanente
durante centurias, cerrando así una etapa en la historia de
España; a su vez, ello tenía resonancias europeas, puesto que
suponía un freno al Islam, amenazante ante Occidente desde
el Imperio Otomano.
Asi, el Papa Inocencio VIII definió la
guerra
de Granada como ·la causa de Dios,. La Reina intervi­
no personalmente en la campaña, arengando a las tropas, ins­
peccionando las lineas del frente y haciendo su entrada triun­
fal
en la ciudad junto a su esposo el Rey Don Femando. El
fin exitoso de la Reconquista recomponía el mapa peninsular
devolviendo
la unidad territorial de los tiempos del Reino
Hispanogodo
de Toledo (a excepción de Portugal, próximo a
incorporarse a la reunida Corona Española). Este logro
se aña­
dia a la unidad dinástica lograda
en la casa de Trastámara y la
unidad politica conseguida
por el matrimonio de los Reyes
Católicos; la conciencia nacional común
de los pueblos penin­
sulares
-desde el origen común en el Reino Hispanogodo­
cimentada
en el proceso de Reconquista progresivo a la vez
que se iba recomponiendo la fragmentación politica altome­
dieval, junto a
una religión -la Católica- y una tradición jurí­
dica romano-visigoda también comunes, cristalizaba política­
mente
en una Corona con una única potestad, aunque
manteniendo administrativamente instituciones y leyes particu­
lares. Todo este formidable
poder reunido en la Corona de
España experimentará una fuerza centrffuga, no por una ,teo­
ría del espacio vital• sino
por empresas apostólicas.
3. Como Reina de América: La primera preocupación de la
Reina, descubierto el Nuevo Mundo, fue
su evangelización para
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RAFAEL JOSÉ R. DE ESPONA
llevar la Fe e implantar la justicia entre los indios. El plan de
gobierno de la Reina para las Indias es plasmado en su
Testamento: libres vasallos (son sus protegidos), siendo por ella
rescatados los esclavos vendidos
por Colón (como demuestra R.
Altamira), con hidalguía convalidada, instituciones administrati­
vas, universidades ...
Las leyes de Indias serán un código legisla­
tivo cristiano.
De todo lo expuesto se desprende que el pensamiento
político
de la Reina se concreta en la Cruzada de Reconquista, el
plan
de Cruzada a Tierra Santa y la evangelización y civiliza­
ción
de América. La Reina sabía que, una vez lograda la unidad
política, territorial y religosa, la Corona
de España se convertía
en un referente ante las demás naciones como motor potencia de
la Cristiandad; para ello, la fortaleza espiritual interior del
reino, tanto en sus instin.iciones como en la sociedad, resultaba
imprescindible para sostener proyectos a largo plazo. La confe­
sionalidad plena del reino
se entendía como necesaria para lide­
rar la expansión
de la Civilización Cristiana. Es llegado este punto
donde cabe referirse a la ,cuestión judía, relacionada con la Reina
Católica.
La cuestión judia está relacionada con el ideal caballeresco
medieval
en tanto en cuanto el apogeo de este último y su subli­
mación
en el ideal de cruzada incide directa y negativamente en
la primera. Ya hemos apuntado que, según la concepción de la
confesionalidad estatal medieval
de la Reina Católica (que jurídi­
camente podemos calificar como rígida), todos los súbditos
deben ser cristianos. Si esta postura basta como causa del decre­
to de expulsión de 1492, aún se añaden dos motivaciones más.
De
un lado, la profecía de la conversión de los judíos antes del
fin de los tiempos; a este respecto, si la evangelización del Nuevo
Mundo era efectiva y la derrota del Islam al tiempo que se recu­
peraba Tierra Santa tenía lugar,
poco faltaba para creer próximo,
una vez llevado el Evangelio a todas las naciones, el día del
Juicio. Así pues, había que conminar a los judíos a su conversión
(pero sin coacciones, tal como indica la R. C. de 27-1-1500 ,que
ningún moro por fuerza fuere tomado cristiano-). Por otra parte,
a la Reina Católica le llegaban informes constantes,
por parte del
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EL IDEAL CABALLERESCO MEDIEVAL Y LA REINA ISABEL LA CATÓUCA
llamado (por el Prof. Hernández Franco) ,partido, Cristiano Viejo,
de conspiraciones judías para minar la fortaleza del Reino (así
cuatro décadas después
de la muerte de doña Isabel, el Cardenal
Silíceo escribía al Papa informando del hallazgo
de una antigua
carta enviada
en vísperas de la expulsión de 1492 por los diri­
gentes de la comunidad hebrea de Constantinopla a sus homólo­
gos
de Toledo, diseñando un golpe institucional conspiratorio
contra España). Por ello,
cabe hablar de un ,antisionismo, de la
Reina Católica,
aunque los hechos demuestran que no existió
antisemitismo alguno, pues el regio matrimonio se rodeó de cor­
tesanos 'de raza hebrea: el confesor de la Reina Fray Hernando
de Talavera, su médico Lorenzo Badoc, los secretarios reales
Lope
de Conchillos y Luis de Santangel y el Inquisidor General
Fray Tomás
de Torquemada eran de notoria sangre judeoconver­
sa.
El establecimiento de la Inquisición tuvo como fin el comba­
tir la herejía y el criptojudaismo, como ha demostrado el Prof.
Escudero
en refutación a B. Netanyahu, pero al tiempo que pro­
movía la labor del Santo Oficio, la Reina Católica rechazaba los esta­
tutos
de limpieza de sangre, que desde mediados del siglo xv se
intentaban implantar.
La expulsión de los judíos de España fue la
última de Europa, tras lo cual el pleno del claustro de la
Universidad
de Paris envió su felicitación a la Reina (1493). Doña
Isabel admitía el coste
en vasallos y bienes que habla supuesto para
sus dominios; a su vez, la Bula
de Alejandro VI reconocia que ,la
expulsión buscaba exclusivamente el bien espiritual y la salvación
de las almas,. Cabe recordar que, no existiendo tampoco racismo
contra los
de sangre mora, la Reina concedió privilegios de hidal­
guia a diferentes musulmanes conversos: Diego de Hurtado (,moro
principal
de Orán,), Pedro de Granada (nieto del rey Abderramán)
o Felipe
de Figueroa (biznieto de Halí Babdah") son algunos ejem­
plos
de la estima regia hacia conversos de estirpe islámica.
Fusión de carismas santificadores en la Reina Católica
Sobre la iniciativa de canonización de la Reina Doña Isabel
deseo aportar
un breve análisis relativo a la definición del
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RAFAEL JOSÉ R. DE ESPONA
carisma santificante propio, y su ubicación sistemática en
lo que ,grosso modo, denominaríamos ,elenco• de santos
medievales.
La forma en que la acción de la Gracia se ha
manifestado de modo concreto en la Reina Católica, y la
manera en que su acción comprensiva y volitiva la ha encau­
zado
en sus obras, nos dará los caracteres propios de su
carisma. Encontramos así grandes similitudes entre Doña
Isabel y tres célebres santos: San Femando de Castilla, San
Luis
de Francia y Santa Juana de Arco. Ciertamente, debemos
reconocer que igualmente se perciben claras concomitancias
históricas con San Hermenegildo (564-585), cuya influencia
decisiva (señalada
por el Prof. Orlandis Rovira) en la con­
versión del arrianismo
por parte del Reino Hispanogodo se
manifestó
en el III Concilio de Toledo (589), y también con
las reinas Santa Isabel de Hungría y Santa Isabel de Portugal
las cuales, al igual
que la Reina de España, fueron piadosas
terciarias
de la Orden de San Francisco.
l. Como San Femando 111, Rey de Castilla (1199-1252,
canonizado
en 1671), fue su dedicación la Reconquista fren­
te al Islam. Al igual que San Femando unió los reinos cas­
tellano y
leonés (lo cual llevó consigo la guerra contra su
propio padre), Doña Isabel selló con su matrimonio la unión
de las coronas castellana y aragonesa. Ambos monarcas se
distinguieron asimismo por impulsar una política restrictiva
de los excesos potestativos nobiliarios, combatiendo los abu­
sos en aras de la justicia mediante el equilibrado fortaleci­
miento
de la autoridad real.
2. Como San Luis IX, Rey de Francia (1215-1270), cano­
nizado
en 1297), la Reina preparó la Cruzada hacia Tierra
Santa. Como
bien explica René Grousset a propósito de
San Luis, ambos soberanos pusieron los recursos de sus
reinos a disposición de la recuperación del territorio que
debía ser dominio de la Cristiandad, vinculando su acción
internacional
con la defensa de los Santos Lugares. En la
dimensión interna de su reino, tanto San Luis como la
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EL IDEAL CABALLERESCO MEDIEVAL Y LA REINA ISABEL LA CATÓLICA
Reina Católica se caracterizaron por administrar personal­
mente justicia como práctica habitual, en un deseo de perci­
bir y colmar directamente las necesidades y quejas
de sus
vasallos.
3. En el caso de Santa Juana de Arco (1412-1431, cano­
nizada
en 1902), la Reina Católica marcaba igualmente los
rasgos
de su carácter femenino con desusada fortaleza, arro­
jo y
pruebas de valor personal ante el combate, para lo que
caracterizaba la función social de la mujer del siglo xv. Si
la Doncella de Orleans acaudillaba tropas y --;:on desprecio
al peligro-se exponía a las armas enemigas, vemos a Doña
Isabel acudir valientemente a controlar en persona el motín
que cercaba a su hija en el alcázar de Segovia, al igual que
acudió al campamento de Santa Fe para arengar a sus tro­
pas (como ya lo había hecho en Loja) para la toma de
Granada, inspeccionando a caballo el frente. El patriotismo
de Santa Juana de Arco, capitaneando la defensa de la
nación
-en palabras del Papa León XIII- primogénita de la
Iglesia
(desde la conversión del Rey Clovis en 496), tiene un
paralelismo en el patriotismo de Doña Isabel, en cuanto que
defensora -en su regia condición-de la nación segundogé­
nita de la Cristiandad. La fortaleza que la Providencia pro­
porcionó a la Doncella
de Orleans parece apreciarse también
en el temple de la Reina Doña Isabel.
En los carismas santificantes descritos se manifiestan dos
aplicaciones prácticas del concepto teórico de Cruzada: la
guerra defensiva del reino cristiano ante una invasión infiel
(en el caso de San Fernando) y la guerra de recuperación
de los Santos Lugares -entendidos éstos como patrimonio de
toda la Cristiandad-usurpada su posesión por los infieles
(en el caso de San Luis). Relacionado con ello, pero sin
tratarse propiamente de una Cruzada, no obstante existe una
evidente legitimidad en el combate abanderado por la
Doncella
de Orleans: la guerra defensiva de la soberanía
de una potencia cristiana (Francia) llamada a liderar la
Civilización Cristiana. Estos tres carismas son fusionados
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RAFAEL JOSÉ R. DE ESPONA
en la personalidad de la Reina Católica, que fue cruzada en
Granada y hacia Tierra Santa, además de inflexible ante las
injerencias portuguesas en la guerra sucesoria que a punto
estuvo de debilitar irreversiblemente a Castilla; de haber
resultado vencida Doña Isabel, seguramente
no hubieran
podido tener lugar las empresas apostólicas que llevó
a cabo.
Pero, además
de lo antedicho, cabe añadir a esta fusión una
nota genuina del carisma
de la Reina Católica: el hecho incues­
tionable del decidido talante
con el cual afrontó la insólita
novedad del descubrimiento del Nuevo Mundo. Desde el
primer momento -con enorme realismo a la vez que en con­
fiado providencialismo- la Reina pone sus dominios a disposi­
ción de cumplir la voluntad divina.
Tal era la preocupación de
la Reina Católica
por la evangelización de Indias que, mos­
trando una formación doctrinal muy superior a lo habitual
entre los reyes,
en su testamento la Reina fija las directrices de
la política americana, con una meta esencial: la salvación de
las almas en el seno de la Iglesia. La Reina es, todo a la vez,
·dama caballeresca· (valga la expresión), cruzada y gobernan­
te. En esta última faceta, la Reina percibió también la saluda­
ble conveniencia de una renovación en las estructuras ecle­
siásticas de sus dominios, y podemos por tanto afirmar -<:orno
así lo hace el Cardenal

Rouco
en su tesis doctoral- su directa
implicación
en el proyecto de renovación de la Iglesia promo­
vido
por los Reyes Católicos, ante la crisis de la Cristiandad en
el siglo xv.
Sabemos que la Reina Católica, además de caracterizarse por
un buen conocimiento de la doctrina de la Iglesia, mantuvo con
constancia a lo largo
de su vida frecuentes prácticas de piedad,
devoción, oración y mortificación, de las cuales han quedado
autorizados testimonios
que se refieren a diferentes etapas de su
biografía, desde su niñez y adolescencia -protegida
por Fray
Martín
de Córdoba, quien para ella escribió el tratado pedagógi­
co-moral
.._¡ardín de las nobles doncellas-hasta sus últimos días
y la hora de su muerte.
La Reina afrontó firmemente la decaden­
cia moral de la corte
de Enrique IV, en sus primeros años, y -ya
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EL IDEAL CABALLERESCO MEDIEVAL Y LA REINA ISABEL LA CATÓLICA
en su madurez- soportó con resignación cristiana la trágica muer­
te de su hijo el Principe Don Juan, al cual le esperaban gloriosas
empresas y cuantiosa herencia.
Conclusión
La Reina de España Isabel la Católica recoge plenamente
la tradición medieval española y
el espiriru del radical teo­
centrismo que impregnaba la Civilización Cristiana del me­
dioevo.
Al tiempo, junto a su esposo el Rey Don Fernando,
contribuye al robustecimiento de la autoridad real (unión de
las coronas, asunción del maestrazgo de las Órdenes Militares,
creación de
la Santa Hermandad ... ) y el atemperamiento del
régimen señorial (respecto a la Nobleza: limitación de privi­
legios, castigo de abusos, derribo
de fortalezas; en cuanto
al estado llano: fomento
de libertades -sentencia de Guada­
lupe-y desarrollo urbano con la consiguiente promoción
a la mesocracia urbana de la clase menestral y comer­
cial).
El ideal caballeresco medieval es potenciado desde el plan
de gobierno de la Reina Católica, integrado por empresas apos­
tólicas y
por una expansión mundial presididos por el espíritu
misional y de cruzada: todas las gestas, hazañas y batallas se
ponen al servicio de la Fe.
El adjetivo y título de ,Católica, con el que la Reina Doña
Isabel ha pasado a la historia, habiéndolo así legado a sus
sucesores
en el trono de España, fue concedido por el Papa
Alejandro
VI, tras recibir el informe favorable de los cardena­
les Caraffa, Picolomini y Costa. En
el texto de la bula de con­
cesión (15-1-1496) de dicho dictado de catolicidad
-honoñfico
y apostólico al tiempo-se contiene la opinión pontificia al res­
pecto
de la trayectoria política y personal de los Reyes
Católicos, en la cual se reafmna solemnemente a los monarcas
hispanos como ,defensores de la Fe y de la Iglesia Católica, a
la que con las armas y vuestra propia sangre os empeñasteis
en defender sin descanso,.
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Desde la Santa Sede, y gracias a la virtud de la Reina Doña
Isabel,
quedó fijado para siempre el titulo de ·Majestad
Católica• para los Reyes
de España.
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