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Número 415-416

Serie XLII

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El marxismo: ¿Es darwinista o lamarckiano?

EL MARXISMO: ¿ES DARWINISTA O LAMARCKIANO?
POR
RAÚL Ü. LEGUIZAMÓN
El maestro Calderón Bouchet, con la agudeza a que su emi­
nencia intelectual lo autoriza, disparó,
en la edición de febrero
de 2002 de la revista Cabildo, un certero misil sobre un tema
que da pie para algunas reflexiones. Como por ejemplo, que
el marxismo, al menos en sus orígenes y en sus pensadores
coherentes, no fue propiamente darwinista sino, en realidad,
lamarckiano.
Ya sé que esto, así planteado, parecería una suerte de
divertimento intelectual absolutamente superfluo en tiempos en
que las "papas queman". Pero precisamente, si las papas que­
man, es porque en su momento no hubo una reflexión teóri­
ca sobre la naturaleza de las papas ni sobre la naturaleza del
calor. Está mal tocar el violín cuando arde Roma, decía Chester­
ton, pero está muy bien, cuando Roma arde, estudiar teoría
hidráulica.
Y desde
que los creyentes en la papa marxista no han
dicho ni mu sobre el tema, creo que es pertinente- que alguien,
a quien le son indigestas las papas -y por consiguiente las ha
estudiado- plantee el debate sobre
el tema, que en sustancia
se resume en lo que expresé arriba: el marxismo, en lo con­
cerniente a su visión
de la naturaleza, no fue darwinista sino
lamarckiano.
Es cierto que Darwin integraba el panteón de "héroes" de
la
ex Unión Soviética, tanto como para que en el año 1959
(centenario de
la publicación de El origen de las especies),
Verbo, núm. 415-416 (2003), 453-460. 453
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se acuñaran una moneda y un sello postal con su imagen.
Como también es cierto que ia mayoría de los pensadores
marxistas se asumen como darwinistas.
Pero esto sólo se debe al materialismo implícito en la cos­
movisión darwinista, como así también, a la desastrosa confu­
sión intelectual de la inmensa mayoría de los pensadores mar­
xistas,
que simplemente no saben de lo que están hablando.
También es cierto
que a los intelectuales que pueden
tornar en serio la papa marxista, no es justo exigirles dema­
siadas sutilezas dialécticas
en este tema.
Pero cualquiera que lea el Anti-Dürbing o la Dialéctica de
la Naturaleza
(o simplemente las citas que el prof. Calderón
Bouchet coloca
en su artículo), verá claramente que Engels,
quien fue el
que aportó la cosmovisión dialéctica de la
naturaleza
que Marx no había elaborado, no era darwinista
(strictu sensu), sino lamarckiano: uso y desuso de los órganos,
herencia de caracteres adquiridos, etc. Lo mismo que Lenin,
Stalin o Michuñn. Y Lysenko, quien dirigió (!) la ciencia sovié­
tica durante
30 años.
Y es que no podía ser de otra manera, porque el gen y
por consiguiente la genética -que no tienen cabida en la con­
cepción lamarckiana- constituyen realidades espantosamente
"reaccionarias", pues, como dice Monod1 "la teoría del gen
como determinante hereditaria invariable a través de las gene­
raciones,
es totalmente incompatible con los principios dialécti­
cos.
Es, por definición, una teoría idealista, puesto que reposa
sobre
un postulado de invariancit:t' (l).
Ello explica, entre otras razones, que la investigación gené­
tica haya estado
prohibida en la ex Unión Soviética, hasta el
año 1965 (!).
Y el razonamiento - sas--no dejaba de ser coherente. Si Engels tenia razón, luego
Lenin tenía razón, al igual que Stalin. Entonces Lysenko, al
considerar
la genética como a un "enemigo ideológico" (!)
¡también tenía razón!
(1) }ACQUES MONOD, El azar y la necesidad, Tusquets ed. 1984, pág. 49.
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Pero la realidad es tozuda, como decía Lenin, y finalmen­
te,
la imperiosa necesidad de aumentar los rendimientos agti­
cola-ganaderos, gracias a la genética
--descubierta por el mon­
je Mendel- hizo
que la ex Unión Soviética, cambiara de
actitud, y comenzara a tomar en serio la genética.
Cabe destacar también que la confusión creada alrededor
de este tema, se
debe a que Darwin, el supuesto arcbienemi­
go del lamarckismo
-.según la versión oficial del establtsbment
académico- a partir de la segunda edición de El origen de
las especies, y hasta su muerte, en 1882, ¡también aceptó el
lamarckismo! (2).
Si a algún lector le parece absolutamente falsa esta afir­
mación de que Darwin fue también lamarckiano, ello se debe,
en primer lugar, al casi total desconocimiento de la obra mi­
ginal de Darwin por parte de aquellos que se llenan la boca
hablando
de darwinismo. Y también al hecho de que en rea­
lidad existen dos Darwin:
uno es el Darwin histórico, "un dili­
gente criador
de palomas" ( como lo defmió certeramente
Bemard Shaw),
a quien ya nadie tomaba en serio hacia fines
del siglo
XIX, como dice nada menos que Julián Huxley (3). El
otro es el Darwin mito (pensador genial, científico riguroso,
antilamarckiano, precursor de la genética moderna (!), etc.),
fabricado a partir de la década del treinta (del siglo xx) por
los creadores de la teoría sintética.
(2) Darwin, como consumado maestro que era en el arte de zafar, ante la
contundente objeción de Fleming Jenkins, sobre la Mdilución de los caracteres
hereditarios",
se refugió tranquilamente en el lamarckismo para el resto de sus
dias, como cualquiera puede comprobar leyendo simplemente El origen de las
especies. En el supuesto, claro, de que tenga la enorme dosis de paciencia
imprescindible
para digerir semejante mamotreto. Cabe aclarar -también, en
contra de lo que proclama el dogma oficial, sobre el desconocimiento de la
obra de Mendel por parte de Darwin -para exculpar a éste sobre los dispa­
ra.tes que dijo sobre la herencia- cabe aclarar digo, que Darwin si conocia la
obra de Mendel. Y la conoció desde el año 1865, puesto que Mendel se encar­
gó de hacerle llegar un ejemplar de su obra. Pero el pobre Darwin no enten­
dió nada.
(3) JUUÁN HUXLEY, La Evolución. Síntesis moderna, Losada, Bs. As. 1965,
pág. 22.
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Teoría ésta que es un enorme camelo, que mediante una
serie de acrobacias matemáticas
trató de armonizar la genética
con el evolucionismo, y para ello
resucitó a Danvin y su teo­
ría de las modificaciones al azar.
De todas maneras, la razón de por qué el marxismo ha
sido lamarckiano, obedece al motivo
que expuse arriba: fren­
te a la genética,
no hay dialéctica que valga. (Las papas -tra­
dicionalistas ellas-engendran obstinadamente papas y no repo­
llos. Aunque sí puedan, frecuentemente, originar nabos
... ).
Además,
en el lamarckismo, el énfasis está puesto en la lucha
de los individuos contra
el medioambtente. Esto, además de
posibilitar "la solidaridad de las clases explotadas" (las espe­
cies ... ), implica que cambiando el medio, eso es la sociedad,
se podría entonces cambiar (mejorar) al individuo.
En el danvinismo, en cambio, el énfasis está puesto en la
lucha de los individuos entre sí, lo cual, además de no dejar
espacio para la "solidaridad de clases", 1'mejoraría" la sociedad
por el libre juego de los individuos "más aptos", entendiéndo­
se por esto, claro está, a los barones de la industria y la fman­
za. Lo cual demuestra una vez más la íntima relación -verda­
deramente "camal"-existente entre el marxismo y el capita­
lismo. Pero como al marxismo
no le interesa la verdad (¡ni siquie­
ra la dialéctica!), sino el materialismo,
de la misma manera que
para el evolucionismo lo fundamental es también el materialis­
mo y no la verdad (¡ni siquiera el darwinismo!), así como la
ex Unión Soviética (el marxismo en general), terminó aceptan­
do la genética y por consiguiente el darwinismo, en los últi­
mos años ha surgido un grupo de evolucionistas occidentales
-liderado por Stephen Jay Gould (coqueto marxista confeso de
Harvard, él}-que, haciendo un giro de 1802, respecto de la
teoría darwinista clásica, pretenden demostrar ahora, con la
"teoría del equilibrio puntuadd', (también llamada "saltatoria"),
que en realidad la evolución no habría ocurrido lenta y gra­
dualmente, como sostenía categóricamente Darwin -lo cual
sería propio
de la sociedad burguesa-capitalista-, sino brusca­
mente. Es decir no por cambios graduales y progresivos -esto
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es, "evolutivos"-como sostiene el darwinismo, sino mediante
una serie de cambios súbitos -es decir "revolucionarios" -como
postula el marxismo. ("La evolución se realiza por saltos" decía
Stalin, interpretando a Engels) C 4).
Al menos eso era lo que Gould sostenía en su primer artí­
culo sobre el tema (5). Aunque luego, puesto en apuros por
la comunidad académica -ortodoxamente darwinista- haya
dado (dialécticamente) marcha atrás
y sostenga ahora que en
realidad no quiso decir eso, sino que lo que realmente quiso
decir es que los cambios graduales habrian ocurrido en "otro
lugar" C cambio
"alopátricd') que al hacerse presentes "ya
hechos", simulaban
una aparición brusca ...
Como se ve, tanto el evolucionismo como el marxismo
dan para todo, evidenciando así, rotundamente, su carácter de
pseudociencias. Explicaó. cualquier cosa, como decía Popper.
El darwinismo sostiene que merced a las mutaciones -al
azar-los individuos se hacen cada vez más aptos. Esto es, más
perfectos. El lamarckismo, en cambio, postula que existiria
un impulso interior a la perfección dentro de los organismos,
que se actualizaría al responder a las exigencias del medio
ambiente.
Obsérvese
que la postura teleonómica (finalista) está clara­
mente representada
por el lamarckismo (con su tendencia
innata a la perfección) y no por el darwinismo que sostiene
que ella es debida al azar (6). Por eso es que el marxismo ori­
ginal fue lamarckiano.
Y esto es así, porque el marxismo no es una expresión de
materialismo clásico, sino una manera de panteísmo, ya que al
(4) PAULINO AREs SOMOZA, Materialismo dialéctico y Ciencia, EUDEBA, 1971,
pág. 51.
(5) S. J. GoUID, Paleobiology, junio-julio, 1977.
(6) Por cierto
que todo esto es sólo dialéctica barata, pues las mutaciones
provienen del medio ambiente
(con lo cual se anula el protagonismo del indi­
viduo
ªdarwinista"). Y la tendencia a la perfección de los individuos del
lamarckismo, sólo se actualizarla gracias a la acción del medio ambiente (con
los cual se anula también la tendencia a la perfección lamarckiana). De mane­
ra que,
en última instancia, lo fundamental es siempre el medio y no el indi­
viduo.
El sujeto no acciona. Reacciona.
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ser una forma de pensamiento tribal, y por consiguiente
"primitivo" (7), realiza lo
que Monod tan acertadamente lla­
ma la
"proyección animístd', es decir, la proyección sobre la
naturaleza, del funcionamiento intensamente teleonómico de
nuestra propia mente, para establecer de esta manera la anti­
gua alianza entre el hombre y la naturaleza, que daba una
explicación humanamente significativa a los fenómenos cós­
micos. Y así,
de la misma manera que el darwinismo clásico
fue una proyección sobre la naturaleza del positivismo de
Spencer (del "sistema manchesteriano" que decía Speng]er), el
marxismo es
una proyección sobre la naturaleza de la dialéc­
tica hegeliana,
en su versión marxista, esto es la "lucha de
clases".
Y debido a esta proyección animista,
el marxismo preten­
de ver en la naturaleza la acción de un proyecto ascendente y
constructivo
que culminaria en el hombre y la sociedad. De
ahí la simpatía del pensamiento marxista original con la pos­
tura lamarckiana, que supone una tendencia inmanente a la
perfección en los seres vivos, la cual no sería producto del
"azar'', sino de un "proyecto".
Ahora bien.
La creencia en un proyecto de tal naturaleza,
sólo es aceptable por aquellos que creemos en una inteligen­
cia trascendente al cosmos, capaz de concebir y realizar dicho
proyecto. Pero es totalmente inaceptable si se niega dicha
Inteligencia.
La naturaleza no tiene proyectos, sino leyes. Que esas leyes
sirvan a un proyecto es otra cosa. Pero proyectos, lo que se
dice proyectos, la naturaleza
no los tiene. Y no puede tener­
los por la muy sencilla razón de que no es capaz de pensar.
Única forma
de concebir un proyecto. El agua no "proyecta"
hervir a
100" de temperatura. Simplemente hierve, pues la agi­
tación térmica
de sus moléculas así lo determina, obedeciendo
(7) Coloco la palabra primitivo entre comillas, pues los pensadores moder­
nos confunden primitivo con
salvaje. Lo cual es absolutamente erróneo.
Primitivo es lo que está primero. El salvajismo es la consecuencia de una
degradación.
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de esta manera a una ley. Ley que supone un Legislador. Y
como
tal, un Ser inteligente. Es decir una Persona ...
Valga la aclaración de que aunque los seres vivos son,
indudablemente,
depositarios de un proyecto, esto no significa
que ellos sean capaces de proyectar. Salvo naturalmente el
Horno Sapiens.
Por ello, si
se niega la Inteligencia creadora del proyecto,
no hay otra salida que refugiarse en el azar. (La postura origi­
nal de Darwin y, rotundamente, la de Monod, que es de .los
pocos
que sabe de lo que está hablando y que además tiene
el coraje suficiente para decirlo) (8).
Esta creencia del marxismo en un proyecto actuante en la
naturaleza, se origina a partir de la transposición que realizan
Marx y Engels,
de las leyes de la dialéctica hegeliana, al uni­
verso material.
Es decir, a la sustitución del idealismo dialécti­
co
de Hegel, por el materialismo dialéctico de Marx.
Ahora bien. Esta transposición
es totalmente ilegítima, por
cuanto las leyes de la dialéctica hegeliana sólo tendrian (even­
tualmente) validez,
en el seno de un sistema que reconociera
únicamente al
espíritu como realidad auténtica y permanente.
Pero conservar intactas estas leyes subjetivas, dentro de un sis­
tema puramente material, es realizar la proyección animista
con toda claridad (Monod).
Y esto es también inevitable,
pues al ser el marxismo la
culminación (materialista) del idealismo hegeliano, centra la
esencia
de la realidad en el sujeto. Porque imponer las leyes
de la dialéctica a la naturaleza, es centrar la esencia de la rea­
lidad en el sujeto y no en el objeto, destruyendo de esta mane­
ra la
"piedra angular' del método científico cual es el postu­
lado
de la "objetividad de la naturaleza'.
Esto es lo que Monod llama, impecablemente, la "quiebra
epistemológica del
materialismo dialécticd'.
(8) Monod era ateo y socialista, pero no marxista. Por eso ningún marxista
lo cita. ¡Pobre Monod!
¿Qué se iba a imaginar él, que con los años, y en un
remoto lugar del planeta, que para colmo
no es del "primer mundo",
un "reaccionario" lo
citara no sólo con admiración, sino también con afecto?
(El autor, argentino, escribe desde Méjico: n. de la r.).
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Pero esto no sólo representa la quiebra epistemológica del
materialismo dialéctico, sino el derrumbe
de todo el idealismo
moderno.
Y la crisis de Monod es una de las expresiones más lúci­
das y trágicas
de este derrumbe.
Existe verdaderamente
un proyecto en la naturaleza. Con
lo cual
se desploma el materialismo clásico. Pero este proyec­
to
no puede ser atribuido a la naturaleza. Con lo cual se des­
ploma el materialismo dialéctico.
Si el sujeto pensante es sólo
un conjunto de moléculas, como sostiene el materialismo clá­
sico, ¿qué validez podrían tener sus juicios sobre la realidad?
Si la realidad está sometida al sujeto pensante, como plan­
tea el materialismo dialéctico, ¿qué validez podría tener enton­
ces la realidad respecto
de los juicios del sujeto?
La "hybris" cartesiana, ha encontrado su "némesis".
Ha desaparecido el Horno Sapiens. Y por consiguiente,
también el revolucionario.
Sólo nos queda el burgués. Consumista, eficiente, liberado
de las "supersticiones" del pasado, pragmático, hedonista ...
Éste es el resultado final de los principios nefastos de los
ftlósofos de las brumas, de los profetas del abismo, de los aban­
derados
de la nada, de los maestros del noviciado del infierno.
Y esta breve disgresión sobre el marxismo y el lamarckis­
mo, es sólo
una pobre excusa para reflexionar sobre el tema.
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