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Número 421-422

Serie XLII

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Félix Núñez Uribe: Ramón Etxeberría. Fuego en la palabra

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
Félix Núñez Uribe: RAMÓN ETXEBERRÍA.
FUEGO EN LA PALABRA e•>
La sombra de Javierre es alargada. Y este es un libro típica­
mente javierrano: superficial, difuso,
poco trabajado, inflado arti­
ficialmente, sin el menor aparato crítico, fácil de leer
... Su autor
es
un sacerdote periodista nacido en Vitoria en 1932. Y no pare­
ce mal cura. Sólo
poco trabajador.
Ramón Echebenfa
-as! se firmaba él, sin t, sin x y con acen­
to--fue uno de los componentes de aquel prodigioso grupo
sacerdotal
que nació en la capital alavesa a comienzos de la déca­
da de los treinta del pasado siglo y que ha dejado, tras su paso,
un verdadero aroma de santidad. Ya hemos comentado aquí una
biografía de Aldabalde y seguramente nos ocuparemos de otra
aparecida 1:"ecientemente de Goicoecheaundía. Sin duda fueron
ellos las figuras más destacadas del grupo inicial, pero también
totalmente impregnado de su espíritu
y de su radical voluntad de
ser santos, este sacerdote encantador que fue Ramón Echeberría
(1904-1997).
El libro, voluminoso, apenas nos dice nada de el. Nació en
Amézqueta, estudió en el seminario de Vitoria. Ejerció de párro­
co
en pueblos perdidos, fue director espiritual en el seminario de
Saturrarán (1930-1937)
y, liberado Bilbao, vuelve al ministerio
parroquial
en el dificilísimo núcleo minero de La Arboleda, hasta
que en 1941 le encomiendan la dirección de la Casa de Ejercicios
Villa Santa Teresa
de San Sebastián. Fruto granado de la obra de
los Ejercicios Espirituales Parroquiales
que el grupo sacerdotal
de Vitoria consideraba fuente importantísima de su apostolado.
Hasta
que en 1976 se jubila, cerrándose poco después Villa Santa
Teresa. Antes había sido
poco más de dos años párroco en
Tenerife. Después nada -fue operado por un urólogo dos veces
en 1985-, hasta su muerte en 1993. Su biografía, que son 152
páginas del libro,
podrian resumirse en quince o veinte. Lo demás
es
pura paja.
(') BAC, Madrid, 2002, 419 págs.
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Que nos oculta cuestiones interesantisimas. ¿Cómo fue su
minist¡,rio sacerdotal en aquella cuenca minera que acababa de
ser derrotada
por el ejército de Franco? ¿Cómo vivieron estos
sacerdotes la trágica quiebra
que se produjo en 1936 en el clero
vasco? ¿Qué actitud tuvieron ante
el régimen franquista' ¿Y ante
el nacimiento
de ETA que fue conocido tanto por Echebenia
como
por Goicoecheaundía e lceta? ¿Qué les pareció el Concilio
y
todo lo que se coció invocando su espíritu? ¿ Y la secularización
del País Vasco con prácticamente
el cierre de sus seminarios
antes rebosantes? Y
no olvidemos que estos sacerdotes fueron
miembros destacados
en la formación de aquellos centros en los
años gloriosos
de los mismos. ¿Qué opinaba de su obispo Setién?
Pues,
de todo esto, nada de nada. Pero es que nada. Y me
parece una tomadura de pelo escribir una biografía asi. Aunque,
como había que llenar páginas, se dedican
una decena a hablar­
nos
de las apariciones de Ezquioga y otra de Pildáin. ¿Por qué?
Aparte de por
lo ya dicho de darle veinte páginas más al libro y
de hacer creer a los lectores memos, que serán el 95% del cuer­
po, que el autor sabe mucho y
de muchas cosas, para ocultar el
escasísimo trabajo
de investigación realizado. Y ya me parece
hiperbólico decir escasísimo.
Lo de Ezquioga es de aurora boreal. No aporta el más míni­
mo dato sobre que Echeberría estuviera a favor o en contra de
las discutidas apariciones. Pero, como vivía
en la provincia, algo
debería pensar. Casi
como si en una biografía de la Madre
Maravillas se dedicara
un capítulo a explicar el crimen del expre­
so
de Andalucía porque hubiera ocurrido en los años de la car­
melita. En el suponer que fuera contemporáneo porque, la ver­
dad, es
que no tengo ni idea de cuando ocurrió tal crimen. A
Pildain le conoció y le trató. Y fue a
Ca_narias a darle ejercicios
espirituales a sus seminaristas llamado
por el obispo, pero eso no
justifica que nos biografíe al ilustre obispo canario cuando no lo
hace de quienes sin duda le fueron mucho más próximos. Me
refiero a los obispos de Vitoria, Eijo, Martinez Núñez, Lauzurica
y Ballester y a los
de San Sebastián, Font, Bereciartúa, Argaya y
Setién. Sus obispos diocesanos, a la mayoría
de los cuales ape­
nas nombra el biógrafo y a alguno
ni siquiera.
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Después recoge Núñez una serie de textos de Don Ramón,
también sin el más mínimo aparato crítico. Si son cartas desco­
nocemos no ya quien fue el destinatario sino hasta su mismo
nombre. Aun así, traslucen a un santo sacerdote enamorado de
Dios. E inmensamente dolorido por el "espectáculo de esta
hemorragia incesante, de estas "fugas"
de sacerdotes y religiosos
"heridos",
que no han sabido encontrar, en su consagración
sacerdotal, una vivencia lo suficientemente rica y válida para
continuar fieles a la misión aceptada y al compromiso jurado"
(pág. 176). Todo ello es "realidad lúgubre, decepcionante, impen­
sable
hasta' ahora, y síntoma de que algo muy serio falla en las
filas creyentes
... " (pág. 178). Nos parece un texto importante. Y
muy revelador de lo
que él pensaba. Y aún volverá sobre lo
mismo (págs. 236-237).
Como también nos parece reveladora de otras 1nuchas cosas
una fotograffa del libro (pág. 206). Es de 1985. Tenía pues Don
Ramón ochenta y un años. No los aparenta. Va erguido, con paso
rápido
... Con sotana. Y teja ... Ya sé que el hábito no hace al
monje y que, si votos, para qué rejas ... Sí, sé todo eso, pero, vien­
do la fotograffa, parece un santo sacerdote.
La asepsia del biógrafo nos lleva, como hemos dicho, a mil
lagunas. Pero, a veces, de los textos transcritos surge
tierra fir1ne
sobre la que asentar conclusiones. Este cura vasco, vasquísimo:
Echeberria, Ayerbe, E ce iza, Saralegui..., que dominaba el vas­
cuence y a veces lo utilizaba en su correspondencia, tenía muy
claro donde estaban los suyos. Y los suyos eran las carmelitas de
Guadalajara "mártires, porque murieron vilmente asesinadas, por
la única razón de ser monjas" (pág. 298). Y su solemne procla­
mación martirial,
que a tantos preocupaba y a algunos incluso
molestaba, fue para
Don Ramón "la oportunidad providencial de
la beatificación de nuestras carmelitas" (pág. 300).
Cierra el libro
un conjunto de testimonios sobre Don Ramón
(págs. 317-419),
en este caso. con constancia de los autores de
los mismos. Todos ellos nos hacen lamentar lo insuficiente de la
biografía que comentamos porque, verdaderamente, Don Ramón
Echeberria debió ser
un sacerdote excepcional. Y también un
santo sacerdote. Ojalá otra biograffa, más trabajada, con más noti-
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cias, nos permita conocer más a este cura que, por el parco ape­
ritivo, parece espléndido. Y
uno de los últimos representantes de
un clero vasco que fue reahnente ejemplar.
Mucho mejor el biografiado que la biografía.
Que es una
muestra más de la prolífica e insoportable escuela javierrana.
FRANCISCO Jos~ FERNÁNDEZ DE LA Cioo&A
Jacinto Peraire Ferrer: EL CINCA BAJA TEÑIDO
DE SANGRE. LOS "CURETAS" DE MONZÓN Y LOS
GASCO DE SENA, CAMINO DE LA GLORIFICACIÓN
MARTIRIAL CRISTIANA <'l
Jacinto Peraire ha escrito un hermoso libro sobre cuatro már­
tires de 1936. La redacción, fluida, salta de unos a otros pero ello
no da sensación de relato deslabazado. Había muchas unidades
entre ellos.
La primera la del martirio, por supuesto. Y, tras él,
lógicamente, el amor
de los asesinados a Cristo y a su Iglesia. La
juventud de tres de ellos. Dos, además, eran sacerdotes. Y los
otros dos, seglares, padre e hijo. Y
en el mismo entorno geográ­
fico: las tierras alto aragonesas que vierten
al Cinca.
El obispo de Barbastro-Monzón hace una breve presentación
del libro
en dos páginas sentidas y valientes. Algo ha cambiado
afortunadamente
en nuestra Iglesia. Ya los obispos se sienten
orgullosos de los mártires. Y
no es la primera vez que oímos a
monseñor Omella expresarse
en este sentido. Muchos sabemos
que, desgraciadamente} que vergonzosamente, no siempre había
sido así. Si han pasado aquellos repugnantes días, y los obispos
que los protagonizaron, demos gracias a Dios y
no ahondemos en
una herida que parece ya cicatrizada. Monseñor Omella tiene
encomendado el regir a
la diócesis más mártir de España. En la
que fueron asesinados prácticamente todos sus sacerdotes. Exac­
tamente el
87,So/o del clero secular. Sí, -de cada cien sacerdotes,
e) BAC, Madrid, 2003, 201 págs.
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