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Número 423-424

Serie XLII

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Un episodio de la guerra española de liberación que no fue divulgado

UN EPISODIO DE LA GUERRA ESPAÑOLA
DE LIBERACIÓN QUE
NO FUE DIVULGADO
POR
JosEP SERRA r PAMIEs'''
Me dispongo a escribir sobre los propósitos de elementos
extremistas incontrolados
que proyectaron destruir una parte de
Barcelona antes
de que se produjeran la entrada de los "naciona­
les". Y es para
mi una satisfacción poder decir que aquellos pro­
pósitos fueron desbaratados
por Miquel Serra Fa.mies, el cual era
entonces Conseller de la Generalitat y Secretario del
P.S.U.C.
Afirmo ser cierto que mi hermano logró evitar unos actos de
(*) Transcribimos un capitulo del libro de Josep Serra i Pamies titulado Fou
una guerra contra tots. Ocupa las páginas 171 a la 183 (Editorial Portie, colección
Nartex, núm. 21. Barna, 1980, ISBN: 84-7306-131-4).
La tesis de su autor es desconcertante y queda reflejada en el mismo título
del libro. Se manifiesta
como nacionalista catalán lleno de resentimientos contra
manifestaciones de un "nacionalismo español" de tono castellanista, que le han
herido ya sea en zona roja, ya sea en zona nacional. Demócrata según la demo­
cracia de los partidos políticos, es enemigo de todas las dictaduras, sin distinción
de la ética en que se inspiran sus actos de gobierno. Católico perseguido por el
régin1en comunista imperante
en Cataluña de 1936-1939 y hermano de un comu­
nista que ocupaba altos cargos, y de otro hermano que fue Comisario Político en
el Ejército Popular, y al que José Serta logró arrancar de la pena de muerte, en la
postguerra, y que falleció en la Cárcel Modelo de Barcelona, donde cumplra una
condena de 30 años, sin querer saber nada con la Iglesia.
En el capítulo que aquí traducimos, titulado uoposición del Consellers Miquel
Serra P3.mies a un antibarcelonismo cruel", Josep Serra i Pamie.s narra cómo su
hermano, el comunista, libró la ciudad de Barcelona de una crudelísima destruc­
ción,
planeada por aquellos que, en su huída, sólo querían dejar al enemigo tie­
rra
quemada, de acuerdo con la estrategia rusa... (Nota de Antonio Sospedra y
Buyé, C.P.C.R, autor
también de la traducción).
Verbo, núm. 423-424 (2004), 285-296. 285
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JOSEP SERRÁ I PAMIES
represalia con proporciones catastróficas. Además me interesa
puntualizar que las destrucciones que, afortunadamente, fueron
evitadas
no hubieran podido favorecer, en lo más núnimo, a la
causa republicana. Por el contrario hay que reconocer que hubie­
sen sido múltiples los perjuicios causados a la población civil,
tanto en lo que se refiere a los valores industriales medio desar­
ticulados en aquellos momentos, como en lo que refiere a los
sectores obreros 1nás humildes, incluidos entre ellos varios tnilla­
res de refugiados procedentes de todas las tierras de España y
pertenecientes a
ideologías en pugna. La realidad de aquello
hubiese sido
una venganza locamente pensada, al mismo tiempo
que contraproducente y de efectos políticos estériles.
Me interesa hacer constar que alguno de los amigos de mi
hermano, y también núos,
han contribuido a que me decidiera a
escribir el presente capítulo,
en el cual predomina el material de
primera mano que integran diversos informes inéditos logrados a
través de las cartas recibidas de Méjico, así como de noticias de
procedencia rusa.
No olvido que, ya hace tiempo, llegó la hora de poner cosas
en claro. Debo añadir lo siguiente: dado que Miquel Serra fue sis­
temáticamente ultrajado
por los elementos violentados por los
efectos de la
de1Tota, y al mismo tiempo aguijoneados por
influencias soviéticas de después de la guerra, no sería ni lícito ni
fraternal el que
yo continuara manteniendo el silencio que duran­
te los años de la última Dictadura fue difícil romper. Y
no puedo
olvidar tampoco que él, mi hennano, fallecido en México el 14
de junio de 1968, ya no pudo defenderse, y que sus hijos, a causa
de su juventud y de su ignorancia de las singularidades propias
de las tragedias de la
gue1Ta, no se hallan en situación de poder
hablar con exactitud de los hechos que es preciso narrar. A causa
de esto, ellos 1nismos1 1nás de una vez, tne han pedido que yo
me cuidara de facilitar tan interesante información.
Pienso (a pesar de que
se trata de una acción protagonizada
por un familiar mío) que bien merece ser considerada como uno
de los actos más interesantes de la historia de Barcelona en los
últimos tiempos de la guerra
civil española, dado que puede ser
presentado como
un caso personal y personalísimo del Conseller
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UN EPISODIO DE LA GUERRA ESPAÑOLA DE LIBERACIÓN QUE NO FUE DIVULGADO
de la Generalitat que tuvo la suerte de poder beneficiar a la
Ciudad Condal con
un gran servicio.
Y a continuación
de lo dicho, debo repetir nuevamente que
-como no lo ignoran los barceloneses----en los propósitos de
los extremistas
no tuvieron ni arte ni parte las fuerzas republica­
nas
y socialistas que, con el soporte de la Generalitat, durante la
guerra, habían luchado
en favor de la libertad y de los derechos
de Cataluña.
Como que el episodio, dada su importancia, me obliga a dar
una serie larga de detalles relacionados con aquellas lamentables
discordias, comenzaré reproduciendo
un fragmento de la crónica
de Francisco Lucientes
en el diario La Vanguardia del 12 de
febrero de
1946. En ellas son mencionados diversos nombres de
políticos españoles que, después de la guerra
civil, fueron llama­
dos a Rusia:
"/ ... ! Uno de los deseos de «La Pasionaria• era temtlnar con el
Partido Socialista Unificado de Cataluña, rama regional del Partido
Comunista Español. grupo catalán que disponía de relativa autonomía
dentro de la férula comunista. El jefe de los comunistas catalanes,
Comorera, fue convocado a Moscú por 4La Pasionaria,, quien lo ins­
taló suntuosamente en el Hotel Lux, donde claudicó ante el ultimatum
de &La Pasionaria,, pese a las protestas de Miguel Sena P3.mies, Secre­
tario del Partido Socialista Unificado de Catalunya, ~La Pasionaria, y
Camarera acordaron quitar de en tnedio al estorbo vociferante que
suponía Serra Pamies, e idearon un proceso de responsabilidades
políticas por la pérdida de la guerra comunista española.
"Serra Pami.es, al estilo de Bujarin, Zinovief, Radek y tantos otros
fue recluido en los sótanos de 1a Lubianska «maduro y un di.a se le
trajo a proceso público donde ante la ínfima categoría del inculpado
no actuó el Andrei Vichinski, ahora diplomático en Londres para la
O.N.U., y
en otros días fiscal verdugo en la eliminación de tantos
revolucionarios prestigiosos enemigos de Stalin, como los aludidos
Bujarin, Zinovief y Radek. Miguel Serra Pamies tuvo por fiscal a un
esbirro que designó Carrasco, alias Korsakof, pero el procesado llegó
a
la vista de su causa tan consumido que, oyéndose acusar de ser el
principal culpable de la pérdida de la guerra comunista española,
sufrió
un terrible ataque de nervios del que quedó entontecido para
siempre y a un pie solo de la tumba. la liquidación de Serra Palllies
envalentonó a Lister y Modesto en su largamente reflexionada con­
juración contra Valentín González «El Campesino•".
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JOSEP SERRA I PAMIES
En cuanto a este texto que acabo de reproducir, he de con­
fesar que, de momento, no llegó a causarme la impresión de
tragedia
que el lector se habrá podido imaginar, dado que para
los familiares de Miquel
Serra, Rusia ya era cosa pasada; eran
unos horrores felizmente pretéritos (1). A Dios gracias, algun
tiempo antes de aparecer
en La Vanguardia aquel texto, la
familia de Serra había recibido cartas de nuestro Miguel escritas
desde el acogedor país mejicano. Sentiamos el gozo de saber
que estaba vivo, libre de la monstruosa persecución, de la que
había logrado deshacerse, a pesar de que la salida oficial de
Rusia
que le habían autorizado obedecía al criminal propósito
de liquidarlo antes de
que llegase a traspasar las fronteras del
paraíso soviético.
Y Rusia,
en aquel mismo tiempo -¡qué mundo!-luchaba al
lado de diversas naciones europeas, que decían defender la liber­
tad
y los derechos de los pueblos. Y a capricho del "padrecitd'
Stalin, rusos y extranjeros, dudosos o considerados enemigos del
régimen, eran sacrificados a millones, con aquella misma cruel­
dad con que Hitler los hacía llegar a los campos de extemúnio
de Mathausen (2)
y a otros lugares. ¡Pobre humanidad! ¡Incom­
prensible!
La crónica del Sr. Lucientes de La Vanguardia, que acabo de
presentar, cuando se produjo la evolución de algunos aspectos
de la Dictadura, me inspiró la idea de sugerir a mi hermano que
(1) Ya no temiamos la agresividad de los rusos. De todos modos Miquel
Serra, en Méjico, se vio obligado a llevar una vida austera, aislada de los exilia­
dos españoles, entre los cuales circulaban noticias tendenciosas acerca de los
hechos de la guerra civil. El tuvo la suerte de no dejar sus huesos en Rusia, pero
no olvidemos que, aun viviendo marginado, estuvo
en grave peligro de ser vícti­
ma de los agentes secretos adictoS a Moscú. Stalin no perdonaba a nadie. Y
Miguel Serra habría luchado enérgicamente contra algunos políticos españoles
incondicionales del
padrecito. No puede ser olvidado el caso de Trotski, asesina­
do por
el agente secreto Ramón Mercadé, hijo de Barcelona, el cual con un pico
de escalador, le partió la cabeza.
(2)
La tan activa como admirada escritora Montserrat Roig ha comentado
extensamente
en libros y en conferencias, los horrores de los campos de con­
centración
de Mauthausen, Dachau, Buchenwaud y otros lugares de exterminio,
sirviéndose del testimonio de diversos sobrevivientes. Pero Miguel Serra había
hablado
de los crímenes practicados por los rusos, no inferiores en crueldad.
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UN EPISODIO DE LA GUERRA ESPANOLA DE LIBERACIÓN QUE NO FUE DIVULGADO
publicara un libro en el que explicara su estada en Rusia. Le
escribí el 15 de abril de 1949 y él me contestó con fecha de 22
de junio del mismo año. Transcribo aquí su carta literalmente,
dejando solo sin publicar las dos primeras páginas
en las que
sólo trata de asuntos familiares. Esas son, por lo tanto, las expli­
caciones dél perseguido primero
y exiliado después, Miguel Serra
i Pamies:
-Cuando yo llegué a Méjico, como sabes ("fotut") jodido ? y sin
blanca,
mi presencia, viniendo de donde venía, y diciendo las mil
pestes de aquello que había visto, provocó toda clase de comenta­
rios y, en general, una notable curiosidad.
Unido a otros amigos publiqué un manifiesto político, a cuyo
ideario me atengo todavía. Entre la prensa catalana de América (se
editaban unas 10 o 12 revistas -de no refugiados-) tuvo una aco­
gida unánime. Todos los -comentarios fueron favorables.
La prensa comunista se alzó contra la nueva posición y atacó
despiadadamente. Lo clasificó como una nueva rama de una escisión
trotskista. Lo clasificó como una doctrina "nacionalista-pequeño bur­
guesa-trotskistizante".
Desde aquel momento iniciaron los comunistas una persecución
intelectual y física. Su prensa no dejaba de hablar. Yo, falto de ele­
mentos materiales así como de soporte colectivo, empecé callando y
continúo, todavía hoy,
en el mutisn10.
La propaganda me la hicieron ellos mismos. No solo hablaron
constantemente
en la prensa americana sino que todavía siguen
hablando
en la de Francia.
Poco después
de la escisión, una empresa americana (EE.UU.)
me pidió lo que podríamos llamar unas memorias de los "Siete meses
en Rusia". Empecé a.escribir, y cuando ya podía darse por acabada
la descripción, un como remordimiento de conciencia me impuso
marcha
atrás. Anulamos el contrato, por el que iba a cobrar cinco mil
dólares y el 10% del valor de la venta.
Poco
más tarde los Estados Unidos entraron en guerra al lado de
los que yo tanto combatía y, seguramente, por razones de Estado
hubiesen incluso recogido
la edición.
Mi proceso de siete meses -tan bochornoso como poco divul­
gado--tuvo diversas facetas. La acusación central era que yo "había
minado la resistencia civil
de Cataluña; ser la cabeza organizadora de
una escisión del P.S.U.C. y el reconstructor de la aburguesada Unión
Socialista
de Cataluña. No puedo contarte en qué basaban las acusa­
ciones,
ni cómo las formulaban, porque sería una larga tarea no acle-
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JOSEP SERRA I PAMIES
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cuada a una carta. Pero sí que voy a contarte una fase emotiva y que
defendí con todo entusiasmo.
Cuando parecía que las sesiones del Tribunal ya llegaban a su
término, en una sesión muy concurrida en la que asistían, entre otros,
Pick, presidente
del Partido Comunista Alemán; Dimitrov, actual Jefe
del Gobierno de Bulgaria, el fiscal me hizo preguntar por medio del
intérprete:
-"¿Cómo y por qué no llevó a buen término la destrucción de
Barcelona?".
Si no hiciera un paréntesis, no podrías comprender lo que sig­
nificaba tal pregunta.
El Partido Comunista de España, sin exceptuar a ninguno de
sus dirigentes, sentían, y quizá continuan sintiendo, un odio feroz
a Cataluña. Los rusos, el Estado Mayor Militar ruso, aplicaban la
consigna
de "tierra quemada par-a el enemigon, y en toda la retira­
da ~tar de Cataluña aplicaron la consigna, en lo posible. Esto lo
sabéis mejor los que os quedásteis que no los que nos fuimos de
Cataluña.
El Estado Mayor Militar, cuando las fuerzas contrarias se halla­
ban junto al río Llobregat, acordaron defender Barcelona; pero unas
horas más tarde fue acordado evacuar la ciudad, alegando que la
población civil
n,o estaba dispuesta a colaborar.
Entonces
hubo una reunión del P.C.E. y P.S.U. y los militares
encargados de demoliciones para destruir en lo posible Barcelona. La
mayoría de los militares eran de la Brigada Lister, y se tomó el acuer­
do de comenzar la destrucción de fábricas, todas las instalaciones del
Puerto,
"La Barcelonesa" de la calle de Mata, y la térmica de Sant
Ad.ria, y finalmente, volar los túneles del Metro.
En Barcelona, según los técnicos, había varios miles de tonela­
das
de trilita, que eran suficientes para llevar a término las demoli­
ciones propuestas. En el Metro había miles de toneladas de muni­
ciones, especialmente
de artillería. Aseguraban que con la voladura
del Metro quedaría destruida una cuarta parte de Barcelona.
Los reunidos estaban admirados de la magnitud de la empresa,
pero todos daban su asentimiento a las órdenes.
Yo
tuve un golpe de audacia. Dije que debía ser un hombre
del ·mundo civil y con responsabilidad política el que debía deci­
dir
el momento. Todos estuvieron de acuerdo, y comenzó la pre­
paración.
Mi actuación, en apariencia entusiasta y decidida, fue dilatoria..
La reunión de los técnicos era una reunión constante. Errores en las
direcciones y
todo lo que te puedas imaginar. Mientras yo me estaba
jugando la vida, no se destruía nada, o bien poca cosa. Los "naciona­
les"
no acababan nunca de entrar, hasta que por fin llegaron. Cuando
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UN EPISODIO DE LA GUERRA ESPAl'lOLA DE LIBERACIÓN QUE NO FUE DIVULGADO
ellos estaban en la plaza de Cataluña nosotros todavía nos hallába­
mos
en el Hotel Ritz. Barcelona no era destruida.
En
el proceso, me hice cargo de la responsabilidad de haber
desobedecido al acuerdo de la destrucción de Barcelona. Dije que si
pedí ser el director de la destrucción fue para frustrarla. Lo hice con
plena conciencia. Alegué que l:a destrucción de la cuarta parte de
Barcelona, ocasionando la muerte de unos doscientos mil ciudada­
nos, era un crimen civil y no un acto militar. Defendí este hecho por
espacio de tres horas. Los que tenían que juzgarme no se atrevieron
a contestarme. Consultaron a
la superioridad (Stalin) y llegaron a la
conclusión de que aquella matanza civil habría provocado un acto de
repugnancia internacional
en perjuicio del Partido Comunista.
¿Crees
tú que si los barceloneses supieran, conocieran, este epi­
sodio tendrían para nú un acto de gratitud? A mf, que podía perder
la vida en Barcelona durante mis dilaciones y contraórdenes, prime­
ro; y en Moscú, después, en el proceso. ¿Crees tú que ninguno de
aquellos vecinos a los que esperaba una muerte segura, me daría las
gracias?
No,
hermano mío José, los pueblos se olvidan de los peligros
que ya pasaron y viven del presente. Si alguna gesta recuerdan, son
las gestas bárbaras. No las humanas.
Si un día, como espero, volvemos a Barcelona, yo seré comba­
tido por unos y no seré defendido por nadie. Para el pueblo yo seré
un fracasado, un derrotado, con suerte, un hombre gris. Tendré las
máximas dificultades para ganarme las judías, porque se me cerrarán
muchas puertas.
En el Trust de electricidad de México, filial de la "SOFINA" como
hasta hace poco lo era "La Barcelonesa", trabajaban refugiados, inclu­
so de filiación comunista, pero Serra Pamies, cuando intentó encon­
trar allí trabajo no fue admitido por ser "hombre peligroso". No saben
lo que yo hice para que no fuera destrufda la térmica de la calle Mata.
Si lo supieran ... me desconoce.dan.
Por eso no escribo. Por eso callo. Y gracias a esta actitud, toda­
vía estoy vivo.
Tú, quizá,
no opines igual, quizá intentarfas popularizar episo­
dios y actos notorios, intentando una popularidad personal. Yo sé
que, momentáneamente, recibiría unos aplausos de los que no están
conmigo, o dicho mejor, que ''yo no estoy con ellos" (3).
(3) Ciertamente, de hallarme yo en el lugar de mi hermano hubiese publi­
cado los hechos sufridos y presenciados en Rusia, respondiendo a un deber de
conciencia. Pensaba y continúo pensando que hay qlie luchar contra las falseda­
des y contra la maldad. :f:I, en cambio, no se atrevió a hacerlo, aunque en un pri­
mer momento se lo había propuesto. Incluso llegué a sugerirle que me escribie-
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JOSEP SERRA I PAMIES
Y el día en que in1pere la normalidad, la gente estará de fiesta,
y si yo sacara a relucir aquellos hechos, el comentario de la mayoría
sería
un comentario sarcástico; el más suave di.ria que ando buscan­
do una plaza de guardia urbano.
QuiZá la bella Barcelona, cuya destrucción evité yo un día, será
destruída por bombas atómicas. Deseemos que aquel dl'.a otro cata­
lán lo evite.
No
sé cómo acabar esta carta; he caído en la tentación de escri­
bir
cosas pasadas. Digo que no quiero divulgarlas, y el hecho de
comunicarlas, aunque sea por vez primera, demuestra que tengo
ganas de hacerlo y me traiciono a nú mismo.
Todos tenemos dotes naturales. Yo no tengo la de escribir con
claridad; y es la dote que más quisiera poseer. tQué quieres que
haga, si estoy desposeído de tal cualidad?
. No podemos hacer las cosas en contra de la naturaleza. Hemos
nacido así
y así moriremos, como tú dices: "genio y figura ... ». Si esta
carta la leyera el amigo Ricard, seguro que haría planes fantásticos de
reivindicación ... , luego, no haría nada.
Yo no puedo decir la verdad a medias. Hay que comenzar desde
el principio, no hay que perdonar ninguna debilidad. A mi entender,
y dejándome llevar por los hechos, ni un hombre se salva del incum­
plimiento de sus deberes, ni como catalán ni como hombre público.
Todos, absolutamente todos; somos responsables de la tragedia de
nuestro pueblo. Lo único que yo podría demostrar es que yo no he
sido un cobarde.
Si teneis censura y el censor no es un hombre inteligente, estoy
seguro de que no dejará llegar esta carta a tus manos. Si es humano;
ra una serie de cartas, que yo debería recibir una tras otra durante un tiempo con­
vencional, en las que fuera contándome los horrores de Rusia; principalmente
aquellos
en los que él había sido protagonista. Y al tnismo tiempo le propuse
recoger yo las cartas en un libro que hubiese podido llevar el título de Cartas de
mi hermano, con el fin de que él quedara al margen de complicaciones. Miquel
Serra,
empero, siempre fue más idealista que político. Consideremos que el
desencanto que le produjo la Rusia que él conoció, fue una herida profunda en
propia plel de hombre sinceramente decepcionado.
Entonces
no se publicaban libros en catalán. Y quizá no habría sido oportu­
no acoger en catalán aquello que desde Méjico él me hubiese podido contar, pues
hablar mal de Rusia podía parecer que favorecía a Franco. No obstante, sigo pen­
sando que el silencio de mi hennano me privó de un material de primera mano
interesantísimo,
que no llegó a convertirse en letra escrita. También parece cosa
muy probable
que en el tiempo de la Dictadura no habría sido posible publicar
un libro conteniendo noticias provinientes de un socialista y antiguo miembro de
la Generalitat de Catalunya que, sin la menor renuncia, continuaba firmemente
adicto a sus ideales
de siempre.
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la dejará llegar. ·Yo le ruego que·te haga llegar la primera y segunda
página.
Salud, y muchos recuerdos a todos. Que llueva mucho y que
nuesf!o pueblo confíe en el porvenir,.
MJQUEL
La carta de mi hermano Miguel, que acabo de reproducir, no
es ciertamente un docu1nento flaco de tintas. Parece, e1npero1
que en ella deja de explicar buena parte de su trágica odisea en
Rusia. Y la razón es que tantas decepciones se convirtieron en un
muy complicado drama personal, bien difícil de contar, involu­
crado con los problemas de Barcelona y de Cataluña,
que lo mar­
caron para toda su vida. Su caso
no fue el de uno que simple­
mente hizo política. Por lo mismo, defraudado y dolorido, se con­
virtió
en exiliado del silencio de las grandes nostalgias.
Debo decir que durante mucho tiempo fueron nwnerosas las
ca1tas
de mi hermano y las mías que no llegaron a su destino, ni
tampoco era posible escribir todo lo que hubiésemos querido
comentar. La censura era muy rigurosa y muchas cartas suyas,
guardadas en lugares luego olvidados, acabaron perdiéndose
temporalmente o quien sabe si para siempre.
A menudo la
poliáa me visitó para saber cosas de mi herma­
no exiliado. Y en una de aquellas visitas, un agente me preguntó:
-" ¿Sabe V d. si su hermano pertenece a la Masoneria?".
Al contestarle que estaba seguro de que jamás había sido
1nasón, me replicó muy solenmemente:
-"Vd. me ha contestado en términos muy absolutos. En
cambio, nuestras noticias ... ".
Entonces intenté remachar el clavo, diciéndole todavía con
mayor decisión:
-"¡Estoy seguro, segurisimo! Además, creo que en España
siempre seremos igual: los católicos
-por suerte, antes más que
ahora-damos la culpa de todos los males a los misteriosos
masones, protestantes, judíos ... y los no católicos la cargan a los
jesuitas ... ".
El agente soltó una gran carcajada. A partir de aquellos mo­
mentos,
ya solo me dijo unas palabras discretas, intrascendentes:
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JOSEP SERRA I PAMIES
nada más que preguntas "técnicas". Y después de hacer algunos bre­
ves apuntes en su carnet de notas, se despidió muy cortésmente.
También recojo
aqul, literalmente, las siguientes declaracio­
nes de Francesc Ramos, publicadas
en las páginas de El Correo
Catalán del 22 de mayo de 1977:
.. Debíamos celebrar una pequeña reunión en la que se analiza­
rían los aspectos militar y político de la guerra civil. Pero solo se hizo
un análisis político al que contribuyeron Camarera, Del Barrio y
Serra Pamies (La reunión a que alude se celebró en Moscú, presidi­
da por Dolores Ibarruri "La Pasionaria").
· Al preguntarle Rodrigue.z Pujol, el periodista:
-"¿Por qué fue Vd. detenido?".
Francesc Ramos contestó:
-"Supongo que todo se sabe, y yo había dicho más de una vez
que
por aquello que estaba viendo en la U.R.S.S., no había yo lucha­
do en España. Los chequistas ('tiquistas', de 'tikach', que quiere decir
huir en ruso y los llamábamos nosotros) seguían consignas de Stalin
y se dedicaban a reprimir a todos los que habían luchado de verdad
en la guerra".
"Serra Pamies (continua declarando Francesc Ramos) había sido
acusado de pertenecer
al Segundo Buró Francés. Del disgusto le
quedó al hombre una
parálisis parcial"•.
Mi hermano, en una de sus primeras cartas, me conmentó
que había sufrido
una parálisis facial, no parcial como, probable­
mente
por error de imprenta, queda dicho en la interviú. Él me
dio la culpa de aquel percance a las bajas, exageradamente bajas,
temperaturas rusas. También me dijo que le quedaba la señal,
medio disimulada,
en su fisico.
Refiriéndose a las heladas temperaturas, Ramos
ha dicho en
la núsma interviú, cosas muy concretas:
,Durante nueve meses / .. . ! de la celda de castigo donde te des­
nudaban hasta que te helabas.
Entonces te aplicaban aire caliente a
más de sesenta grados, hasta en los interrogatorios, bajo los focos,
durante horas sin donnir, sometido al lavado de cerebro
... •.
No continuaré con las declaraciones de Ramos, el ayer per­
seguido y actualmente activo parlamentario del P.S.O.E. Pero
encuentro interesante
el siguiente comentario retransmitido por el
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UN EPISODIO DE LA GUERRA ESPAfilOLA DE LIBERACIÓN QUE NO FUE DIVULGADO
prestigioso periodista Jordi Jané, desde la revista Oriflama, núm.
21 del 15/21 de octubre de 1977. En una información extensa
sobre
el fusilamiento del mártir Presidente Companys presentada
bajo
un título tan preciso como éste, "Por primera vez habla un tes­
tigo presencial del martirio
de Lluis Companys", Jané nos presenta
una interviú que él hizo a un testigo del fusilamiento del más re­
presentativo
de los patriotas catalanes de aquel tiempo. Y al decla­
rante, al informador, el mencionado cronista., le da el tratamiento
de "hombre muy seguro de lo que está diciendo".
Yo aquí, ahora, me limitaré a reproducir el comentario que
(hablando de Companys ---<:orno en un inciso--) aquel mismo
espectador y testimonio anónimo hizo sobre el Conseller Miquel
Serra i P3.mies:
..COmpanys --dice-marchó de Barcelona hacia el 20 de enero.
De su gobierno, sólo quedó Serra Pamies, Conseller de abastos ( 4).
Serra fue el último en marchar. Dicen que terúa orden de volar algu­
nos edificios o zonas de Barcelona, que ya había sido previamente
minados, pero
él no cumplió aquella orden. Sí es verdad o no e.s ver­
dad ésto de que tenía que dinamitar Barcelona, jamás se sabrá. Es
una de aquellas cosas que dice la gente ... •.
Los últimos dfas de Barcelona fueron de una muy extraordi­
naria confusión. Y más
que ninguna otra cosa, de pánico por
posibles destrucciones y venganzas. Pero no pueden ser dados
detalles de aquello que, por suerte,
no se produjo. Otra cosa muy
diferente habría sido
si hubiera constancia real de aquel proyec­
to
de venganza contra Barcelona y toda Cataluña. No se puede
prever como habría acabado todo. Sólo podemos pensar que,
acabada la guerra,
una Barcelona destruida habría quedado aún
más lejos del anhelado renacer.
No cabe ninguna duda
de que el criminal propósito fallado
respondió a los programas del comunismo internacional.
El pro­
ceso
de Moscú, antes narrado, aclara el caso del polftico catalán
que a última hora no les fue adicto, sino que fue un decidido
obstaculizador
de su proyecto dictatorial.
(4) Primero fue Consejero de Abastos, y después de Obras Públicas.
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JOSEP SERRA l PAMIES
También hablaron insidiosamente de Miquel Serra unos pe­
riódicos catalanes, publicados en la Cataluña francesa, influen­
ciados
por Rusia y los extremistas amargados por aquel sabotaje
que supuso para ellos no poder destruir Barcelona.
Sin duda debemos convenir
en que no hay noticia más inte­
resante
de aquellos días que la noticia que hace referencia al
buen éxito del gesto de verdadera humanidad que evitó que los
criminales propósitos llegasen a término.
Barcelona
no fue destruida.
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