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Número 425-426

Serie XLII

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Principios para la formulación de una ética revolucionaria (moral y marxismo)

PRINCIPIOS PARA LA FORMULACIÓN
DE UNA ÉTICA REVOLUCIONARIA
(MORAL Y MARXISMO)
POR
RUB~N CALDERÓN BoUCHET
A la querida memoria de don Rafael Gambra
Existe un librito de la Editorial "Anteo" publicado en su "Pe­
queña· Biblioteca
Marxista Leninista" que lleva el título de La
Móral de los comunistas. En él se recogen textos de Marx, Engels
y Lenin y de algunos otros
menos importantes que han bregado,
en alguna oportunidad; para que se reconociese en los grandes
jefes del partido, las virtudes que las antiguas escuelas filosóficas
consíderaron de especial veneración.
Si leemos, con el candor correspondiente, este modesto librito
para instrucción
de prosélitos, nos convencemos con facilidad que
tanto Marx como Engels y Lenin eran excelentes tipos que cultiva­
ban las virtudes más concurridas del elenco tradicional de la ética:
la templanza, la fortaleza, la justicia y hasta
una cierta prudencia
que respondía a
las exigencias de un oficio tan dificil como es el
de hacer la revolución social
en el ámbito de la sociedad burguesa.
Reconocemos sin inconvenientes la excelencia de sus humo~
res y el buen talante de sus disposiciones afectivas, disposiciones
que podenios encontrar también en muchos excelentes capita­
listas sin exagerar nuestra benevolencia. Esta
no muy forzada
coincidencia nOs lleva a preguntarnos: ¿en qué se diferericia la
moral comunista de la moral burguesa a la que ha puesto en la
picota de uná crítica sin atenuantes?
Verba, ndm. 425-426 (2004), 433-450, 433
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RUBÉN CALDERÓN BOUCHET
Suponganios, para entrar en 1nateria1 que el burgués ha con­
feccionado para su uso una ética propia con un rumbo clara­
mente marcado por la preferencia de los valores económicos:
antes que nada los bienes
de este mundo, una regalada paz en
el "confort" de la seguridad terrena y un suave ejercicio de la
filantropfa, la moderación y el coraje que den buena conciencia
y permitan fines de semanas en el goce de una tranquila concor­
dia familiar.
Encontramos en el mundo como en nuestra casa, chez moi,
es un dichoso sueño flamenco que la burguesía ha tratado, reco­
nozco que con gran competencia, de realizar con todo el vigor y
la fuerza que el mismo Marx le reconocía en las primeras pági­
nas
de su ilustre manifiesto.
El cuadro, como todos, tiene sus sombras y la peor de ellas
está acentuada
por todos lbs marginados del paraíso burgués que
as¡Jiran, sin inucha energía, ni competencia, a hundirse, como
buenos burgueses, en las _delicias del consumisn10.
Marx calculaba que esta buena aspiración del proletario con­
traliaba el proyecto burgués. de venderles zapatos, trajes, auto-
1nóviles, sombreros, preservativos y otros elementos de co_nsumo
qué nacían como moscas de las fábricas capitalistas; acaso pen­
saba que poQ.iendo esas mismas fábricas en 1nanos de una
comandita sostenida por el Estado y dirigida por el partido,
aumentaría la producción y el consumo se haría más intenso y
completo. Sin entrar eri sospechas sobre las intenciones 1nás o
me~os secretas del profeta de Tréveris, los propósitos morales
que terna en vista para el disfrute proletario de la ciudad opu­
lenta, eran los mismos
que el burgués ansiaba en un sueño
menos colectivista. No había diferencias
en el rumbo axiótico y
se hubieran podido poner fácilmente de acuerdo, si las veleida­
des de la fortuna
no impusieran su ley de bronce: lo que tengo
yo
no lo puedes tener tú y vice versa.
Supongo, sin ningún esfuerzo, que Marx haya sido ese alegre
camarada
que de todas las virtudes prefería la simplicidad. Este
buen hombre que amaba con exceso la revolución social, soña­
ba con modificar el cuadro de la sociedad burguesa y hacer que
todos alcanzaren,
en el banquete de la vida, si no el plato del
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PRINCIPIOS PARA LA FORMULACIÓN DE UNA ÉTICA REVOLUCIONARIA
león, por lo menos la escudilla del gato. Era un sueño burgués a
escala reducida y echado a
perder por una posibilidad, que León
Trotski
_vio con ojo claro cuando aseguró: el que tiene la plusva­
lía tiene
el poder, la ciencia y la Iglesia. ¿Soñaba Man< con tener
todas estas cosas en Sus manos o creía sinceramente que queda­
rían en manos del proletariado?
La pregunta no tiene más que una respuesta: la minoría que
tiene la plusvalía tiene también el poder total, salvo que se crea
sin pestañear,
en el cuento del salto cualitativo por el cual la
sociedad proletaria, destruídos los últimos bastiones del indivi­
dualismo burgués, se convierte efectiva y reahnente
en un armo­
nioso enjambre de concien,cia _colectiva.
Los argumentos que sostienen este ideal son de Una claridad
maravillosa y reahnente hay que ser un empedernido individua­
lista para
no tomarlos con· la debida seriedad. Recordamos el
fragmento de
La Sagrada Familia que nuestro librito trae en la
página
16:
"El hombre, ser social por naturaleza, desarrollará su verda­
dera naturaleza
en el seno· de la sociedad y solamente alli, razón
por la cual debemos medir el podet" de su naturaleza; no por el
poder del individuo aislado, sino por el poder de la sociedad".
Nada más trivial, ni más conocido, pero esta pe°'osa impre­
sión de hallarnos frente a un párrafo de Pero Grullo, tiene que
ser corregida por la_ idea de una evolución progresiva que de
enajenación en enajenación, de salto cualitativo en salto cualita­
tivo conduce
al hombre a la conquista de su plena sociabilidad.
Una de las principales alienaciones sufridas
por el hombre la
constituye la religión. En su
lntroducc16n a la Crítica de la Filoso­
ffa del Derecho en Hegel, Marx nos explica el carácter de esta ena­
jenación y nos per1nite, al 1nismo tiempo, concebir una· fundada
esperanza en su futura desaparición:
"La miseria religiosa es, de una parte, la expresión de la
miseria real y, de otra parte, lá protesta contra la miseria real. La
religión es el suspiro de la criatura agobiada, el estado último de
un mundo sin. corazón, porque es el .esPtritu de las cosas que no
tienen espíritu, la religión es el opio del pueblo".
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RUBÉN CALDERÓN BOUCHET
¿A qué miseria real se refiere Marx? ¿A la que proviene de una
desigual posesión de las riquezas materiales o a todas las que sur­
gen como consecuencia de nuestra frágil y caduca constitución
corporal> Creo demasiado simple limitar la miseria a la mala situa­
ción económica. ¿Acaso el que muere de un cáncer en la lengua
no está en la miseria? ¿Y el que padece la durisima sujeción de
una parálisis? Hay tantas miserias que seria superfluo y cansador
enu1nerarlas.
Puestos frente' a "las miserias reales, ·tan variadas como horro­
rosas y tan difícil de extirpar de la tierra aunque se elimine la reli­
gión.· ¿No es· la religión el único cons1.1elo, aunque sea ficticio,
falaz, ilusorio, para la criatura condenada a padecer siempre algu­
na 1niseria?
Marx, por razones que pueden estar ocultas en el seno de su
sistema; sabía
que la "dicha" real, esa felicidad efectiva a la que
el hombre tiende desde lo más hondo de su existencia no puede
consistir en consuelos ilusorios: "Exigir sobreponerse a las ilusio­
nes acerca de 11n estado de cosas, vale tanto co1no exigir que
cese para siempre 'es·e estado de cosas que _·suscita la ilusión. La
critica de la religión es la crítica de este valle . de lágrimas donde
la religión se origina".
Secadas las lágrimas de este valle,
no quedará nada más que
el prado celestial "ne! aer dolce qui da! sol s'allegra", y si éso no
es el paraiso se le parece como un hermano gemelo. En el fondo
Marx quiere llevamos de vuelta hacia el Edén que·
perdimos por
nuestra primera culpa o tal vez por la exagerada codicia del pri­
mer capitalista.
Si buscamos otro poco encontraremos en los escritos de Marx
una contestación a este problema ·que él pretende adecuada. Dirá
Marx
que el hombre abandonado a la soledad de su dolor y de
su miseria física tendrá que cultivar la dignidad que es, precisa­
mente, el valor "que lo eleva y
que confiere a su actividad y a
todas sus
aspú:aciones la mayor nobleza, la que le permite levan­
tarse, inajenable,
por encima de la multitud y ser admirado por
ella" (pág. 12).
Como buenos socialistas
no habíamos imaginado .la existen­
cia de esa posibilidad y tratábamos
de confundirnos en el hor-
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PRINCIPIOS PARA LA FORMULACIÓN DE UNA ÉTICA REVOLUCIONARIA
miguero social, convencidos de que había que apagar hasta la
última brasa del fuego individualista encendido
en la ignominia
de la propiedad
privada y que ahora aparece, en esta opinión de
Marx, reclamando el homenaje póstumo
de las muchedumbres
"para
que nuestras cenizas sean regadas por las lágrimas ardien­
tes de los hombres dignos" (pág.
13).
En verdad se trata de un trozo decepcionante de la literatura
marxista, donde se procura substituir la vita venturl saeculi, con
esa parodia de sobrevivencia en el recuerdo. Los compiladores
del libro, Richkova,
Lavrov y Liubicheva, lo han colocado allí
para que no fuéra1llos a creer que Marx desconoda el valor de la
dignidad humana. Desgraciadamente el corto párrafo crea en
nosotros la angustiosa sensación de que deseáramos, desde lo
más profundo, esa inmortalidad
que ofrecen las estatuas de los
héroes proletarios y
que el Partido Comunista adorna en los días
adecuados con _las ajadas coronas de las efemérides masónicas.
Po11gamos toda nuestra atención en lo que es esencial: la
propiedad social de los medios de producción y como fin último
de nuestras aspiraciones naturales la eclosión de
una vida colec­
tiva
en la que no haya más mío ni tuyo. En buena lógica comu­
nista no pueden ser nuestros ni los encantos de la buena cruna­
rada que comparte nuestra suerte, sea porque nos ha preferido y
siente -una particular estimación por nuestra persona o bien por­
que el Partido ha decidido nuestra unión.
En
la diSyunción planteada .la primera posibilidad puede
motivar justas preocupaciones, porque supone la persistencia de
un atavismo burgués que de seguir sus inclinaciones individua­
listas puede concluir en una Ceremonia donde se exigen garan­
tias de posesión, fidelidad y otras jaculatorias del repertorio
cristiano capitalista, enterradas
para siempre en el basural de la
historia.
La segunda posibilidad, de que sea el partido quien se encar­
gue de la distribución de las parejas, es más socialista, no sola­
mente porque elude preferencias individuales, sino también por­
que ofrece igualdad de beneficios a quienes por razones de un
handicap· físico o ps.icológico no se encuentran en condiciones de
despertar atenciones especiales.
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RUBEN CALDERÓN BOUCHET
Por desgracia, cuando tratamos de extraer una conclusión
finne de nuestras puestas socialistas, nos encontramos con textos
que parecen decir todo lo contrario y hasta bregan por una con­
cepción romántica del amor humano
en la que éste aparece ente­
ramente librado
al humor erótico de la pareja: Es verdad que tales
textos se encuentran
en Engels y sabemos, por haberlo leído en
la correspondencia que tuvo con ·Marx; que este buen burgués de
las barbas fluviales tenía un corazón tierno y amó, entrañable­
mente, a una joven irlandesa con la que compartió gran parte de
su vida, hasta
que los separó la muerte de ella, como en cualc
quier drama de esos que hacían llorar a las costureras de la belle
époque.
"Las relaciones entre los sexos -escribía Engels-se con­
vertirán en asunto estrictamente personal, que concenlirá sólo_ a
las personas
interesadas y en el cual la sociedad no se inmiscuirá".
¡Esto es asombroso! Resulta que en la Edad Antigua, en la
Edad Media
y en todo tiempo feudal y capitalista, el matrimonio
era
una cuestión social y competia a la sociedad entera determi­
nar
y estipular las condiciones y obligaciones contraídas por el
vínculo,
pero en cuando se disuelve la propiedad privada y las
relaciones sociales surgen
con la espontánea vitalidad de que
quien está librada de sujeciones y enajenaciones, la unión del
hombre y de la mujer se convierte en una cuestión privada.
Aquí nos encontra1nos riuevamente con una idea cristiana
· sacada de su quicio sobrenatural y convertida en piedra de toque
de una postura anarquista, porq,ue en verdad el cristianis1no hizo
del matrimonio una unión sagrada pero en la cual el hombre y
la mujer disponfan libremente de sus personas. Para el mundo
a:htiguo el 1natrimonio era una cuestión familiar y esta costumbre
pagana se prolongó a lo largo de la Edad Media, en clara con­
traposición
al ideal cristiano. Bastaba que en la ceremonia del
casamiento uno de los contrayentes manifestara su oposición
para que el lazo se rompiera con gran escándalo de padres,
padrinos
y allegados. Esta libre disposición personal para el
matritnonio es parte constitutiva del sacra1nento, en tanto sus
ministros son la pareja que voluntariamente
se une.
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PRINCIPIOS PARA LA PORMULACIÓN DE UNA ÉTICA REVOlUCJONARIA
Elideal es éste, los usos y las' costumbres pudieron imponer
otra cosa, pero el sello sacramental de la Iglesia sólo admitía el
casamiento voluntario.
La vida familiar queda así rubricada por una decisión libre,
sin· coacción .de. ninguila especie, pero constituye un sactamento,
es decir, una unión mística que participa de la vida de Cristo en
su vinculación con la Iglesia, Librada del vínculo sacramental, la
unión libre de una pareja es una concesión al humor erótico que
puede durar una temporada o toda la vida, depende de muchas
circunstancias y de los vaivenes del deseo que san· de suyo,
caprichosos y erráticos.
De cualquier modo, esta manera de solucionar el lazo
matri­
monial no puede ser reinvindicada por un socialista sin caer en
contradicción con los principios fundamentales de su postura.
Engels comprendía perfectamente bien
que la pareja unida por el
soplo más o menos ardiente de.una brisa primaveral, no se podía
hacer_ cargo de una descendencia numerosa. Ahora sí, inteivenía
el Estado o la sociedad, para solucionar a su modo el problema
de los hijos y para que éstos
no padecieran las consecuencias de
uniones tetnporarias:
"Suprimir la propiedad privada_ y educar a los hljos en Co­
mún; con ello se suprimirán también-los fundamentos -del matri­
monio actual basado en la propiedad privada: la dependencia de
la mujer con respecto· al marido y de los hijos con respecto a los
padres" (pág. 19).
No afirma que una interpretación del socialismo científico
nos condujera, irievitablemente, a la idea de una posesión en
común de todas las mujeres de la tribu, pero no creo que se
pueda soslayar la inteivención de la comunidad en la selección
de las parejas, de otra manera se introduciría, en el fundan1ento
1nis1no de la orga_nización. familiar, preferencias indivi9"uales que
tendrían, como todos los vicios burgueses, a prolongarse también
en otras actividades.
Es cierto que no podemos hablar sin apelar al idioma común
y
por muy especializados que estemos 'en nuestra disciplina
sociológica marxista, la lengua
de todos los días, impregnada por
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RUBEN CALDERÓN BOUCHET
siglos de una convivencia defectuosa y pre-histórica, nos tiende
a cada rato sus celadas obligándonos a hablar
de moral como si
fuéramos profesores de alguna escuela de catequesis católica. En
una carta
de Marx a S. Meyer leemos una distinción que hace
entre verdadera prudencia y
éso que Santo Tomás llamó la pro­
dentia carnls, que podría ser puesta al pie de un comentario a la
Suma Teológica.
"Me río de la. gente pretendidamente práctica --escribe-:--y
de su prudené::ia. Si. WlO quisiera comportarse como W1 animal,
podría dar la espalda a los males de la hunianidad y no preocu­
parse más que del propio pellejo".
Es indudable que si la evolución de la historia marcha fatal­
mente a la formación del hombre socialista, nuestras preocupa­
ciones
por el prójimo, con toda su filantropia de parroquia, están
perfectamente de más y lo mismo entraremos
en la sociedad
comunista del futuro,
aunque no nos ocupemos más que de
nuestro propio pellejo, ¿o hay que hacer la revolución por amor
al prójimo?
La reflexión que nos sugiere ese breve párrafo de Marx es
que se hace
un poco dificil, para los socialistas de carne y hueso,
hallar
un léxico adecuado para expi'esar las necesidades de una
conducta_ socialista, con los recursos. verbales inspirados en una
civilización cristiana. Acaso una de las páginas más elocuentes
sugerida
por ese deseo de formular una nueva ética, es aquella
que escribió Marx sobre la Comuna de París, para festejar los
cambios morales introducidos
en la práctica de los ciudadanos de
la Ciudad Luz.
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". . . Maravilloso en verdad. fue el cambio opef'éldo por· la
Comuna de París. De aquél Par'IS prostituido del Segundo Impe­
rio nO qú:edaba ni_ ~tros. Par'is ya no era el lugar de citas d€"
terratenientes ingleses, absentistas irlandeses, ex e:Sclavistas y ras­
tacueros Ilorteamericanos, ex propietarios rusos de . siervos y
boyardos
de Valaquia. Ya no había cadáveres en el depósito, ni
asaltos nocturnos, ni apenas hurtos; por primera vez desde los
días de febrero de 1848 se podria transitar seguro por las calies
de Par'IS" (pág. 24).
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PRINCIPIOS PARA LA FORMULACIÓN DE UNA l!TICA REVOLUCIONARIA
Este cuadro parece señalar, con rasgos indelebles, una pers­
pectiva de lo que será la sociedad comunista cuando hayan desa­
parecido todos los parásitos engendrados
por la propiedad pri­
vada de los medios de producción. Nos cuesta creerlo y
hasta
podemos ceder un poco al canto de las sirenas burguesas en los
historiadores
que han hecho de esos días maravillosos una des­
cripción
un poco tétrica.
Bastará
que desaparezcan los instrumentos compulsivos para
que todos asuman su responsabilidad con espontaneidad y cohe­
sión increíbles.
La Comuna de Paris es para Marx el testimonio
viviente de esa posibilidad inédita y
si no fuera porque se echó
a
perder demasiado pronto, los motivos de éxtasis pudieron
haJier sido más eficaces y alentadores.
11 Se supone, un poco a la ligera, que Engels era el encargado,
;dentro del tandem que fonnaba con Marx, de exponer aquellos
aspectos de la doctrina
que tenían por destinatario un público
más vasto.
La frecuentación del sistema de Hegel no había hecho
mucho
por dar a los escritos de Marx agilidad y soltura. En cam­
bio Engels tenía
un estilo periodístico que se prestaba a una más
amplia
difusión. Hay unos fragmentos del Anti-Düring donde
Engels expone algunas ideas acerca de la moral, del bien y del
mal, que nos vienen de perlas para perfilar mejor un esbozo de
la inoral comunista.
Lo primero que advierte Engels son los cambios producidos
en las nociones de bien y de mal a lo largo de la historia. Hasta
tal punto -nos asegura-de que se contradicen abiertamente.
Aprovecha
la oportunidad para apabullar un poco al buen señor
Düring a quien reprocha, entre otras tonterías, de creer que con­
viene tener una idea clara acerca de lo que es bueno y de lo que
es malo, para poder proceder con algup.a rectitud moral.
Acaso nuestro
buen Düring no vio con precisión que la anti­
gua ética cristiana/feudal se
había dividido a su vez en católica y
protestante y hasta
ha palidecido un poco ante la llamada ética
liberal. En el momento histórico
en que Engels escribe el· Anti­
Düring
se da también una ética burguesa y al parecer otra pro­
letaria, que goza
por anticipado los beneficios de uri futuro triun­
fal. ¿Cuál de todas estas éticas es la verdadera?
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RUBÉN CALDERÓN BOUCHET
Sospecha la existencia de un fondo común que ha dado pie
a la creencia
que existe una moral auténticamente humana, pero
bien observado el problema, nota que las tres principales éticas
vigentes responden a las exigencias de tres clases sociales distin­
tas: la aristocracia feudal, la burguesía y el proletariado.
"Si-cada_una posee su propia moral, necesariamente tendre­
mos que concluir que los hombres, consciente o incpnsciente­
mente, hacer derivar sus ideas morales de las condiciones prácti­
cas en que se asienta su situación Social y ésta depende de las
relaciones económicas en que se producen y cambian los pro­
ductos." (pág. 26).
Seña demasiado fácil pensar que esta reflexión de Engels !l_stá
determinada por su situación de clases y como de hecho pertene­
cía a la alta burguesía, el comunismo, por lo menos el de Engel;'¡
es una clara producción de la burguesía indu~trial anglo alemana.
Pero estos golpes dialécticos están prohibidos y se debe admitir
que Engels
hacia ciencia, pero como en buen marxismo la ética no
es ciencia, sino ideología, se puede decir que Engels hacía una ideo­
logía que
no estaba determinada por su situación económica y esto
coloca la contienda
en un plano distinto a aquél de los argumentos.
Hay
una inteligente retk,xión en torno a lo que parece ser un
principio de ética universal: no robar. Pero este principio sólo
tiene aplicación
en las sociedades que se fundan sobre la pro­
piedad privada
de los. medios de producción. Si la propiedad
desaparece el principio desaparece con ella.
La argumentación
tiene el filo de
una navaja y únicamente un empedernido parti­
dario
de conservar la propiedad a todo trance, aunque fuere la
de sus me~as, es capaz de resistir su encanto silogistico.
Eliminada para siempre la propiedad privada no hay más
necesidad de robar y como generalmente se mata para robar, el
otro principio:
no matarás, cae también por su propio peso. Me
gustaría seguir en esta línea para demostrar que los diez manda­
mientos de la
Ley de Dios dejarían de imponerse como manda­
tos porque el hombre, despojado
de toda propiedad enajenante,
los cumpliría
con solo vivir la espontánea libertad .de su natura­
leza social regenerada.
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PRINCIPIOS PARA LA FORMULACIÓN DE UNA ÉTICA REVOLUCIONARIA
"De acuerdo con éso -Iios . .in.vita EDgels--rechazamos toda
pretens:ión de querer imponemos como ley eterna, definitiva, y,
por lo ta.rito, como léy moral inmutable, cualqUier dogma. moral,
bajo el pretexto d_e que también el IlIWldo moral tj.ene sus prin­
cipios permanentes, que están p6r encima de la historia y de las
diferencias nacionales. Por el ·contrario, afirmamos que hasta hoy
la sociedad se_ ha agitado entre antagonismos de clases; la moral
ha sido siempre una ID:ºral de clases; o justificaba la dominación
y los intereses de la clase dominante; o representaba; cuando la
clase oprimida era bastante poderosa, la rebelión contra esta
dominación y los intereses futuros de los oprimidos" (pág. 27).
El paso de la sociedad dasista a una sociedad sin clases es
un salto cualitativo que deja obsoletos los principios de las éticas
anteriores
y, por lo tanto, toda obligación preceptiva o imperati­
va,
pero no porque niegue. el valor de esos principios, sino por­
que en la nueva condición del hombre redimido dejan de ser
necesarios. Sucede como
en la visión beatífica acordada a los ele­
gidos
de Dios. Allí muere la ley como regla: libero, dritto e sano
é tuo arbitrio, e fallo tora non tare a suo senno; per che io te
sovra, te corono e mitrio (Purgatorio XVII, 138-142). Pero la ley
caduca porque
ha sido asumida por el hombre nuevo en pose­
sión de su naturaleza rescatada y recién después de la purifica­
ción última recibida
en el Purgatorio. En el nuevo hombre de la
sociedad comunista la ley caduca
por reducción del repertorio
vital y anulación consecuente
de todo cuanto podría ser l¡i. pro­
piedad de
un ser humano: no se roba porque no hay más pro­
piedad;
no se ama a Dios por encima de todas las cosas, porque
no hay nada más que cosas; no se honra al padre y a la madre
porque
han sido reemplazados por el Estado; no se codicia la .
mujer del prójimo porque ningún prójimo tiene ya mujer propia.
Quedan como diversión indispensable de la humanidad redimi­
da: el homicidio y la mentira, pero como amba.s forman parte de
la industria nacional del genocidio y la desinformación, sólo se
puede cultivar en escala reducida ..
El principio teológico de que la Gracia no borra la naturale­
za,
pero la perfecciona intrínsecamente por una participación
más intima
con la vida divina, tiene en la nueva sociedad comu-
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nista un inesperado cumplimiento socio económico que, en la
pluma de Engels, cobra una fuerza de persuasión casi tangible.
Engels sabía muy
bien que no podía haber emancipación
social si no se producía, al 1nismo tiempo, una emancipación de
los individuos; por esa misma razón no había
1nás remedio que
"subvertir desde los cimientos hasta la cúspide todo el antiguo
régimen de
. producción, haciendo desaparecer la vieja división
del trabajo. En su lugar habrá
una organización de la producción
en la que ningún individuo pueda desentenderse de su parte en
el trabajo productivo, condición natural de la existencia humana,
cargándola sobre los otros, y,
por otra parte, ese mismo trabajo
productivo se convierte, de medio de esclavitud,
en medio de la
emancipación del hombre
que brinda a todo individuo la posibi­
lidad de desarrollar y ejercitar
en todos los sentidos sus capaci­
dades, tanto físicas, como espirituales, transformando el trabajo
de carga
en goce ... " (pág. 28).
Yó, que admiro en el marxismo esa suerte de delirio deduc­
tivo con su lógica implacable, no puedo detenerme mucho en
examinar minucias que han desaparecido del interés intelectual
del nuevo hombre
con la abolición absoluta de todo interés
metafísico. Dios
no hace ninguna falta en un mundo que ha que­
dado a cargo de las fuerzas productivas socialmente organizadas
y cuya. serena realización· colma -todas las. aspiraciones, sin dejar
ningún resquicio por donde· se . pueda colar la nostalgia
de un
mundo mejor. El sueño de Leibnitz completamente realizado y en
donde la vida misma se desliza sin angustias existenciales ni náu­
seas, últimas reacciones esofágicas de la caduca moral burguesa.
A quien hay que leer cuando se quiere conocer los paráme­
tros de una
auténtica. ética revolucionaria es a Vladimir Ilicht (a)
Lenin. Por supuesto, los
buenos compiladores del libro que
comentamos, han preparado su trabajo para cerebros más o
menos gravados con el
peso de los antiguos fetiches cristianos,
por esa razón, conviene, entre uno y otro párrafo inspirado en las
exigencias de la lucha revolucionaria, estar preparados para
encontrarnos · con alguna sal1nodia que parece especialmente
endilgada para el solaz de alguna vieja rezadora, así se dice de
Engels "que era
un hombre de gran ternura ... " (pág. 35) aunque
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PRINCIPIOS PARA LA FORMULACIÓN DE UNA ÉTICA REVOLIJCIONARIA
no sepamos muy bien donde se puede meter la ternura en el
gran fandango de la ,revolución social, resµlta un ingrediente
incómodo cuando. se trata
de disponer de . la vida de algunos
millares
de hombres y mujeres. Indudablemente en un obituario
esta ·pequeña concesión al corazón no está nunca de.más.
Mucho más interesante, para nuestra edificación moral, resul­
ta
el concepto de camaradería a la que Lenin sólo le reconoce
derechos cuando se
pliega a las exigencias del Partido y entra
como elemento indispensable para sostener la unidad de las tro­
pas al asalto de los bastiones burgueses,
"Reconocemos que la camaradería es un deber, que es un
'deber apoyar a todos lós:compañeros·, es un deber dar pruebas
de tolerancia para con las opiniones de nuestros camaradas, pero
para nosotros ese deber de camaradería suige del debe( ante la
social-democracia rusa y ante la social-democracia internacional
y no al revés" (pág. 16).
Respecto a la libertad de opiniones era muy claro: la admitía
como factor indispensable para completar la destrucción del orden
burgués,
no entendía que tuviera cabida en el orden instaurado
por el Partido Comunista "porque toda asociación libre, es libre de
expulsar de sus filas a todo·. aquél que aprovechándose de perte­
necer
al partido propaga puntos de mira anti-partidarios".
Esto
lo escribía mucho antes de que. el PC tomara bajo su
condµcción la política de la
URSS. Una vez en el poder estos bue­
nos consejos tomaban el carácter de una ley penal acompañada
de una indispensable sanción.
En el año 1905, Lenin podía escri­
bir "que
en hombre de la libertad de palabra, estoy obligado a
conceder pleno derecho
para gritar, asentir y escribir lo que te
plazca. Pero
en nombre de la libertad de las asociaciones tú estás
obligado a conceder el derecho de concertar o anular la alianza
con personas que dicen tal o cual cosa. El Partido es una aso­
ciación voluntaria
que inevitablemente se disgregaría ideológica
y materialmente si no· expulsara a los miembros
que predican
puntos de mira antipartidarios" (pág. 38).
Parvus error in prindpium, magnum in finem: se comete
una pequeña falta con respecto a la ortodoxia del Partido mien-
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tras éste nó está en el poder, la consecuencia es la expulsión de
una sociedad a la que pertenezco libremente. ¿Pero
en qué se
convierte esta expulsión cuando el Partido equivale a todo el
orden nacional
civil?
Como la religión es una forma de la · alienación humana es
deber del Partido comunista luchar contra ella en todos los terre­
nos,
pero no se tráta de un combate ciego y sin inteligencia:
''Hay que saber luchar· colltra la religión y p¡ua ello es ·nece­
sario
exp1:icar, desde el punto de mira materialista, los· orígenes
de la fe y de la religión entre las masas. La lucha contra la reli­
gión no puede limitarse a la lucha ideológi~a y abstracta; hay que
vincular esta lúcha a la actividad práctica concreta del movi­
miento de ~s._ que tiende a eliminar las ~es sociales de la
religión ... " (pág. 38).
Añade este párrafo cuya oculta amenaza es inútil señalar por­
que constituye
una actitud permanente de la práctica marxista:
"El marxista debe tener en cuenta toda la situación concreta
y encontrar siempre el limite entre el anarquismo· y el oportunis­
mo,.
este límite es. relativo, móvil, ,variable, pero e_xiste, para no
caer en el revolucionarlsmo abstracto, verbal y, .en realidad,
vacuo del ánarquista, ni-en el ftlisteísmo o el oportupi.smO del
pequeño burgués o del intelectuál liberal, que teme la lucha con­
tra la religión, olvida esta tarea suya, se resigna con lá fe én Dios
y nO. se orienta por los interesés de la· lucha de clases ·sino por el
mezquino . y núsero cálculo de no ofender, rechazar, ni asustar,
ateniéndose a la: máxima ultta sabia: vive y deja vivir a los de­
más ... " (pág; 39).
En lo que respecta a la dimensión familiar de la ética mar­
xista, hay
que reconorer que ·Lenin no fue mucho más allá que
Marx y que Engels. Se mantuvo en los limites de una concepción
semi romántica y casi anárquica del amor libre. Un poco.
por
excusarlo y otro póco para comprender bien su posición, tene­
mos
que considerar que el momento no era propicio para recla­
mar
una inmisción autoritaria de la sociedad en materia de sexo.
La sociedad todavía era burguesa y los la_zos legales que· unían un
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PRINCIPIOS PARA LA FORMULACIÓN DE UNA ÉTICA REVOLUCIONARIA
hombre a una mujer dependían, en gran parte, del consenti­
miento personal.
El amor libre, sí, pero arreglado según decisión
de la comunidad, todavía no.
· ·
Otra consecuencia lamentable que un verdadero socialista
encontraña en estos textos, es una cierta impotencia para discer­
nir
ccin claridad lo que distingue una ética verdaderamente comu­
nista, de eso
que no te.nemes más remedio que llamar la moral
natural.
Si pudiéramos tener como objeto de observación una
sociedad efectivamente comunista, donde no hubiera mío ni tuyo
y, en donde todas las contradicciones entre el individuo y el con­
junto social estuvieran superadas, nos
seria más fácil apreciar las
diferencias y examinar
con detenimiento como . se efectúa, real­
mente, la Conducta de
un hombre totalmente integrado con su
sociedad.
A falta de ese ejemplo tenemos
que contentarnos con apro­
ximaciones y comprender
que los jefes del comunismo cuando
hablaron de moral, lo hicieron
en un medio todavía burgués. y
ésto imponfa la adopción
de una táctica que no siempre respeta­
ba las consecuencias mórales a deducir de una auténtica socie­
dad comunista.
¿Pero existe una moral comunista? ¿ Una ética comunista? -se
preguntaba Lenin en un. discurso pronunciado ante las juventu­
des comunistas rusas el 2
de octubr.e de 1920 y en ocasión de
conmemorarse el segundo aniversario de la Revolución
boiche,
vique. Su respuesta no podfa ser sino afirmativa, pero advierte
que por el moniénio esa moral tiene que resolverse en un terre-
no totalmente ocupado por la lucha de dases: ·
"Por eso subordinaremOS nuestra moral a esa exigencia. De­
cimos: -es moral lo que sirve para destruir-la antigua sociedad
explotadoi-a y agrupar a los trabajadores alrededor del Parúdo
que creará la nueva sociedad comunista" (pág. 72).
Añade este párrafo que refuerza el tema revolucionario de la
faena emprendida:
"La. :moral comUnista es la qU:e. sirve. para esa lucha, la que
une a los trabajadores contra sus explotadores-y contra toda
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pequeña propiedad, porque la pequeña propiedad entrega a un
individuo lo qúe ha sido creado por el trabajo de toda la socie-
dad" (pág. 72). ·
En esta frase condensa los dos momentos en que se desarro­
lla la ética comunista: el momento de la guerra contra el régimen
imperante
que debe ser total y sin desmayo y, el momento que
nacerá, inevitablemente, cuando haya desaparecido todo contac­
to propietario y los hombres reconozcan
una integración com­
pleta al grupo social:
"La generación ·que tiene ahora cincuenta años, no puede
pensar en ver la sociedad comunista. Habrá muerto antes. Pero
la generación que tiene hoy quince años· verá la sociedad comu­
nista y será ella quien la construya" (pág. 74).
Los que nacimos para el tiempo en que Lenin pronunciaba
este discurso
no hemos visto la sociedad comunista, en cambio
asistimos a la crisis del régimen implantado
por Vladimir Ilicht.
Pero estos son pequeños errores
de cálculo que no invalidan la
solidez
de una expectativa que tendrá que cumplirse so pena de
convertir toda la historia del hombre en una lucha sin sentido.
Antes que
surja en nuestra mente, como un fantasma del pasado
teológico, el dogma
de la naturaleza caida, conviene tomar en con­
sideración los proyectos de Lenin para formar
la conciencia comu­
nista del proletariado y corregie asi los efectos del pecado original.
No olvidemos que el propósito del movimiento social inspira­
do en el marxismo fue transformar el mundo en la verdadera casa
del hombre. En esa visión
que podríamos calificar de esencial­
mente "poiética'', el proyecto comunista, llamado
por ellos teoría,
está subordinado a la efectiva conducción práctica del Partido:
"La teoria deberá seguir iluminando el camino de la práctica
y ayudando a descubrir y superar los obstáculos y dificultades
que traban la edificación del comunismo" (pág. 78).
Esta nueva visión del cosmos y del lugar del hombre dentro
de él modifica completamente la idea que tenia del universo la
escuela aristotélica tomista.
Ya no hay teoría en el sentido tradi-
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PRINCIP!iJS PARA LA FORMULACIÓN DE UNA ÉTICA REVOLUCIONARIA
dona! del término y desde el preciso momento en que toda la
realidad debe ser concebida como materia plástica ofrecida a la
acción transformadora del hombre, la ciencia cabalmente tal, es
un conocimiento subordinado a las exigencias del obrar produc­
tivo. En esta perspectiva
es lógico pensar que la acción encabe­
zada
por el Partido Comunista subordine a su faena todo cuanto
la ciencia
puede saber acerca dé las cosas.
Es un prejuicio de inspiración burguesá creer que el trabajo
científico
debe eludir la acción organizadora del Partido. Este
considera "importantísimo seguir desarrollando la
teotia marxista
leninista sobre la base del estudio
y la sintesis de los nuevos
fenómenos
en la vida de la sociedad soviética y de las experien­
cias del movimiento obrero revolucionario
y liberador mundial y
conjugar creadoramente la teorla con la construcción comunista"
(!bid.).
En párrafos anteriores hicimos mención de eso que podtia­
mos llamar "las celadas del lenguaje", especialmente cuando éste
se empeña
en hablar con personas que han perdido totalmente
los hábitos del pensamiento cristiano. Sabemos que los comunis­
tas "rechazaron
la moral clasista de los explotadores y oponen a
las concepciones
y costumbres depravadas del viejo mundo, la
moral comunista".
Es decir, una ética que expresa los intereses e ideales de una
nueva humanidad. Acaso algún recalcitrante reaccionario en­
cuentre un maligno placer en enumerar las veces que los labios
marxistas pronuncian con unción religiosa
los nombres de las
viejas virtudes pertenecientes al elenco moral clásico coino, si, en
el fondo, toda revolución pretendiera un reencµentro con el viejo
Adán, anterior a la calda. Visto desde el punto
de mira religioso,
la revolucióri, con su viejo propósito de encontrarse chez soi en
el mundo, es un retorno secularizado del paganismo antiguo.
La fórmula elaborada por un documento del Partido Comu­
nista inserto en nuestro librito de consulta, parece confirmar eSta
sospecha:
"La nioral comunista 1nduye las. normas éticas fundamenta­
les de toda la· humanidad. Estas fueron elaboradas por las masas
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populares a lo largo de los · milenios en la lucha contra el yugo
social y los vicios morales" (pág. 80) .
. No hablo de la prodigalidad conque son pronunciadas cier­
tas palabras vitandas: gloria, honestidad, decencia, fidelidad, sin­
ceridad, lealtad,
margnífico, etc., porque se puede sospechar que
me complazco en señalar .la vigencia de actitudes morales per­
mitidas donde sólo hay coincidencias de vocablos.
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