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Número 427-428

Serie XLII

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Albert Manent: De 1936 a 1975. Estudis sobre la guerra civil i el franquisme

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Albert Manent: DE 1936 A 1975. ESTUDIS SOBRE
LA GUERRA CIVIL I
EL FRANQUISME('l
Alberto Manent y Segimón (Premia de Dalt, 1930) ha escrito
un libro interesante y alucinado. O, mejor, ha recogido en un
libro una serie de ártículos anteriores que·, por una parte, val~ la
pena leer y, por otra, dejan perplejo a un lector algo informado.
Hijo del poeta Mariano Manent,
buen escritor, de notable cultura
literario-político-religiosa, seglar, ha sido, en cierto modo, el Miret
Magdalena catalán. Y ya desde ahora mismo le pido perdón por
la comparación. Quiero. decir que es el perejil seglar de todas las
salsas eclesiásticas catalanistas como Miret lo es en Madrid de
todas las progresistas. Pero la diferencia a favor del catalán es
abisal. En Manent, aunque no se esté de acuerdo en muchas
cosas, se reconoce una categoría. Miret siempre me pareció de­
plorable. Hoy, cuando ya ha cumplido noventa años, pennítase­
me la caridad de
no insistir.
Manent, ya con 7 4 años o a
punto de cumplirlos, es uno de
los más jóvenes representantes
-cuántos se han quedado por el
camino o apenas están ya
en el camino-, de aquella deforma­
ción religiosa que ha venido sosteniendo
que Nuestro Señor
Jesucristo se encarnó
de María Virgen y se hizo hombre para pre­
dicar el catalán
por todos los confines del mundo. Y cualquier
obstácuio a tan divina tarea es el
peor de los pecados. El que
nunca se podrá perdonar. Ríanse ustedes de aquel contra el
Espíritu Santo. Una nadería comparado contra el más horrible
de
los pecados. El pecado contra el catalán.
Tal vez comente próximamente un reciente Diccionari d'His­
toria Eclesiástica de Catalunya, tan malo o peor que el que el
(") Publicacions de l'Abadia de fylontserrat, Barcelona, 1999, 214 págs.
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Consejo Superior de Investigaciones Científicas publicó sobre la
Iglesia de España, plagado el catalán
de errores y de tendencio­
sidades, alguna
verdadenunente repugnante -el español sólo
está plagado
de errores y de ausencias---en el que Manent fue
colaborador importante .. La impresión que se saca tras la lectura
del
mismo es muy extraña. Da noticia de 1nuchos sacerdotes már­
tires en 1936 y las biografías de todos concluyen con el hecho de
su asesinato. Lla1nado así, sin ocultación alguna. Asimis1no refie­
re como 1nuchos te1nplos fueron incendiados, dinamitados o
devastados en 1936. Sin buscar disculpas ni atenuantes. Y seña­
lando cómo en bastantes casos con pérdidas irreparables para el
arte y la cultura. También refiere
en numerosas biografías de per­
sonas más recientes con10 aquel sacerdote o religioso se secula­
rizó en aquella irunensa crisis postconciliar que sacudió a nues­
tra Iglesia. Lo refiere todo, no oculta nada y, sin embargo, la
impresión que se tiene tra.s la lectura es que la Iglesia catalana
conoció dos infiernos. Más largo el
uno que el otro. La dictadu­
ra
de Primo de Rivera y la de Franco. Lo demás fueron bagatelas.
Lo reahnente insoportable fueron ambas dictaduras. Y uno, per­
plejo, vuelve a leer el libro, los tres volúmenes del Diccionario,
buscando a los curas asesinados, los templos destruidos ... por
aquellas tan anticatólicas dictaduras y, al no encontrar nada o, a
lo 1nás, alguna 1nolestia a algún cura -a bien pocos-, algún exi­
lio impuesto y algún otro voluntario, que se pueden contar con
los dedos de una mano, uno piensa si se habrá vuelto loco o si
se han vuelto locos los redactores.
Pues Manent es acabado ejemplo
de este modo de contar la
historia.
Si para un Hilari Raguer los buenos son los malos y los
malos los buenos, para Manent los malos son malos y los buenos
también. Sólo se salvan los catalanistas. Entiéndaseme lo de bue­
nos y malos. Estoy hablando desde el catolicismo. Y, mal que le
pese a Manent, hubo quienes quisieron, e intentaron a sangre y
fuego, acabar con la Iglesia, con sus obispos y sacerdotes y con
sus fieles, con sus te1nplos y colegios, con las ilnágenes y los
objetos de culto, con todo. Y hubo otros que salvaron a la Iglesia.
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Que dejó de estar perseguida hasta la muerte para volver a ser
honrada, auxiliada y hasta levantada de las ruinas humeantes.
No
voy a decir yo que estos últimos no cometieran errores. Que los
cometieron. Y hasta
crímenes, que también. Reprobables y la­
mentables. Pero el balance es tan inmensamente distinto que no
resiste ninguna comparación. Al lado de la vida y de la muerte,
que un alcalde a1noneste a un párroco por un sermón en catalán
o que no se haya permitido la actuación de alguna asociación
católica de antes
de la guerra o la reaparición de algún medio
infor1nativo son nonadas. Es como si co1nparáran1os la molesta
picadura de un mosquito o la
fractura de una mano con un cán­
cer terminal.
Manent, como decimos, no oculta los hechos. Hablando de
los sacerdotes asesinados da la cifra de cerca de 2.500 con tres
obispos entre ellos. Aún está 1nuy cerca la conmoción nacional
que produjo el bárbaro asesinato de 200 personas en Madrid.
Pues
en Cataluña, sólo 2.500 entre obispos, sacerdotes, religio­
sos y monjas. Y dice
que unos 30.000 catalanes consiguieron sal­
var la vida abandonando, entre mil peligros -no pocos morirán
en el intento--, Cataluña. Cómo no vamos a reconocer el 1néri­
to de quienes, sobre todo desde la Generalitat, ayudaron a tan­
tos compatriotas a salvar la vida. Corrieron verdadero riesgo per­
sonal y algunos de ellos tuvieron que seguir el camino que ha­
bían facilitado a muchos porque ellos mismos llegaron a estar
amenazados.
Las páginas que Manent dedica a narrar cómo se salvaron las
personas
1nás ilustres de la Cataluña de entonces son concluyen­
tes. Cualquier lector imparcial concluirá con que era imposible
aquel régimen y
que era de estricta justicia derribarlo. El capítu­
lo que dedica a contar cón10 se salvaron las principales figuras
de la Lliga a quienes el 18 de julio sorprendió en Cataluña, salvo
en los casos de Ca1nbó, en un crucero en su yate por el Medi­
terráneo, y Bertrán y Musitu,
en Vichy, es tan definitivo y con­
cluyente que él solo justifica el libro. Ramón de Abada! se salvó
de milagro refugiado en la Generalitat hasta conseguir embarcar.
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Coll y Rodés, alcalde que había sido de Barcelona, consiguió
embarcar
en un buque alemán. Durán y Ventosa, primer secreta­
rio
de la Lliga en 1901, consejero de la Mancomunidad, senador
y diputado en el Parlamento de Cataluña logró embarcar en un
navío francés. Garriga y Massó, senador y diputado a Cortes fue
internado en una clínica psiquiátrica ocultando su personalidad
y al cabo de un año con.siguió salir de Cataluña. Maluquer y
Viladot, senador y diputaclo, tras un calvario consigue embarcar
en 1937. Puig de la Bellacasa, presidente que había sido de las
Juventudes
de la Lliga vio como, antes de conseguir huir, votó un
comité revolucionario sobre si debían matarle o no, ganando el
no por un voto. Puig y Cadafalch, el ilustre arquitecto, también
se salvó
de milagro. Rahola, diputado, senador, ministro de
Marina con Chapaprieta, estuvo en el 1nis1no trance. Como Trias
de Bes. El caso de Vallés y Pujals fue más original. Un hijo suyo,
sabiendo
que era candidato seguro al asesinato, montó una
patrulla de milicianos, lo secuestró y se lo llevó a Barcelona para
embarcarle e11 un barco francés. Ventosa, ex ministro de Hacien­
da, diputado a Cortes y al Parlamento de Cataluña, tras una
rocambolesca aventura consigue embarcar rumbo al exilio. Valls
Tabemer, diputado a Cortes, archivero de la Corona
de Aragón e
historiador ilustre había sido
detenido en la dictadura de Primo
de Rivera. Pero entonces su vida no corrió ·peligro alguno. Ahora
sí, hasta que consiguió en1barcar en un buque italiano. Escalas y
Chamení, gobernador general de Cataluña y presidente de la
Generalidad consigue salv·arse tras una odisea. Carreras y Artau
se salvó de milagro, como Casabó y Torras. Joaquín María de
Nada!, secretario
de Cambó y diputado a Cortes salvó la vida
gracias a
quien llama Manent, un Pimpinela Escarlata. Roda y
Ventura, Solé
de Sojo, Solá y Cañizares, Javier Ribó, Narciso de
Carreras, Parpa! y Bruna, Millet y Bel
conocieron peripecias simi­
lares. Desgraciadamente no pudieron salvarse Riera y Pau, expre­
sidente
de la Diputación de Gerona y consejero de la Manco1nu­
nidad, Salvans y Armengol y Pinyol y Agulló, diputados a Cortes,
Rovira y Roure, Codolá y
Gualdo ..
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Pero no fueron sólo los políticos de la Lliga quienes estu­
vieron en riesgo cierto de 1nuerte. Manent, en lo que, repito, es
lo tnás interesante de su libro, a1nplia su investigación a indus­
triales, monárquicos alfonsinos, carlistas, periodistas ... Joaquín
Bau, aunque había conseguido huir a Portugal, padeció la in­
cógnita de la suerte de su familia hasta que fue intercambiada
por la del general Miaja. Bertrán y Güell, hijo de Bertrán y
Musitu.1 lo tuvo más fácil, aunque no sin riesgo, al .estar vera­
neando en el fronterizo Puigcerdá. El conde de Godó consigue
embarcar en un buque de guerra ingles. Marcet y Coll consigue
cruzar en tren la frontera. Mateu y Pla salvó la vida de mila­
gro
aun siendo amigo personal de Lean Blum. Gloria Balbuena
también, aunque fue asesinado su tío el vizconde de Bosch­
Labrús. El barón de Segur, después marqués de Castellbell,
padre del escritor actual José Luis de Vilallonga, y su hermano
el conde de San Miguel de Castellar, tuvieron también que
poner pies en polvorosa. Al igual que el vizconde de Güell, el
conde de Egara y el del Montseny, padre de la presentadora de
Televisión Mercedes Milá, el barón de Viver ... Entre los carlis­
tas salvaron la vida de milagro José Cunill, jefe del Requeté
de Cataluña, Mauricio de Sivatte y José María Sentís. El prime­
ro
de ellos tras ser fusilado. Periodistas como "Gaziel", Llates,
Ventalló, Agustí, Brunet, Pellicena, 1nosén Tusquets ... , alguno
pese a ser significado ho1nbre de izquierda. Escritores como
Sagarra, Soldevila, Garcés, Pla, Balcells..
La lista de clérigos
que salvaron la vida gracias al exilio sería interminable. Men­
cionemos solamente al cardenal Vida! y Barraquer, a los obis­
pos de Tortosa, Gerona, Solsona, Vich y Urgel y a sacerdo-tes
tan conocidos como Carlos Cardó, Anglés, Carreras, Bonet,
Antonio de Barcelona, Rt1perto de Manresa, Basilio de Rubí o
el abad de Montserrat, Marcet.
Todos ellos, además, vieron sus domicilios saqueados y con­
fiscados, a sus amigos, 1nuertos o huidos como ellos, a quienes
les habían salvado tan1bién en fuga en la 1nayoría de los casos.
Ventura Gassol sería el mejor ejemplo de estos últimos.
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Interesante también el capitulo que dedica a la posición de
los intelectuales durante la guerra civil. El oasis que nos dice
fue Cataluña,
en los prüneros momentos debió durar n1illoné­
simas
de segundo. Al obispo de Gerona, Cartañá, fueron a bus­
carle para pasearlo el 30 o el 31 de julio. Y, como no lo en­
contraron, asesinaron a las dos pobres 1nujeres, her1nanas, que
le habían acogido. El obispo de Lérida fue asesinado el 5 de
agosto. Y el 12 del 1nis1no mes fue asesinado el obispo auxiliar
de Tarragona. Menguado oasis si no es una trágica irrisión uti­
lizar
semejante palabra. Que Cataluña fuera más tranquila que
el resto de España en los días del Frente Popular y hasta el 18
de julio ta1npoco es cierto. Hubo otras regiones de España tan
tranquilas o 1nás que Cataluña en aquellos escasos 1neses de
febrero a julio de 1936. Por todo ello extraña que quienes
vinieron a acabar con aquel baño de sangre y destrucción
sean para Manent "facciosos". Para un Manent cuyo abuelo
1naterno tuvo que esconderse en aquella n1aravillosa Cataluña
legal, como él mismo cuenta, pues hubiera sido asesinado en
Tarragona.
Tras
todo lo dicho es preciso reconocer, porque así ocurrió,
que en Cataluña, pese al baño de sangre y destrucción vivido,
hubo muchas personas qt1e salvaron &us vidas. Tuvieron que
huir.
Pero pudieron huir y se salvaron. Gracias a otras personas.
Sobre
todo de la Generalitat y del Consulado de Francia. Y entre
las de la prin1era hay que citar, con reconocimiento, porque
arriesgaban cargo y sus propias vidas en ello, a Gassol y a
España. Co1npanys y Tarradellas algo hicieron pero, sobre
todo,
dejaron hacer. Todo ello hizo que la carniceria catalana no llega­
ra a los extremos
de la madrileña, aunque no por ello dejara de
ser espantosa.
¿C61no esa inn1ensa 1nasa de personas ilustres, lo n1ás grana­
do de Cataluña, no sirvió ¡Jara hacer después una Cataluña, cata­
lana,
por supuesto, pero ta1nbién española? Los "buenos", de los
que hablaba antes, lo hicieron n1uy 1nal. No supieron hacerse con
aquella Cataluña que les recibió como salvadores. Cierto que no
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pocos se integraron en el n11evo régi1nen. Otros pasaron a la vida
privada, con óptimos resultados personales y profesionales. Y
otros se alinearon, según pasaron los años, si bien en general
muy discretamente, en el antifranquismo. Se desperdició una oca­
sión
magrúfica. Y los malos resultados de ello se han vivido des­
pués. Preocupadamente.
Cierto que
no era tarea fácil. Derechistas burgueses de la
Lliga con una fuerte carga de catalanis1no, 1nonárquicos nostálgi­
cos del régimen caido en 1931 o de una nueva monarqufa con
ecos de la Action Fran(:aise de Maurras, izquierdistas moderados
horrorizados por el abismo al que la izquierda radical habfa con­
ducido a España, carlistas
que pese al triunfo de su esfuerzo no
se sintieron vencedores, clero catalanista que vio sus filas mucho
1nás que diezmadas por la barbaiie roja.,. Pero ta1npoco se inten­
tó. Se prefirió la_ itnposición autoritaria con mimetismos nazifas­
cistas que, a la larga, creó n1uchos más anticuerpos
que adhesio­
nes. La muerte y el espanto recién vividos llamaban a rehacer
un Cataluña española. Pero lo que se intentó fue imponer una
España en la que se notara lo menos posible lo catalán. Y si no
se notara nada, mejor.
Después, el libro de Manent, ya prácticamente agotado pues
apenas le quedan cincuenta páginas mucho más anecdóticas que
catego1iales_, entta en el fantasmagórico terreno de la persecución
franquista. Reahnente espantosa, con 1nillones de 1nuertos, sobre
todo mujeres y niños, a los que antes de asesinarles se les obli­
gaba, con indescriptible
vesania, a tragarse, 1naterialmente1 las
páginas de La Atlántida. Y no en una edición precisamente de
bolsillo. Algún verdugo, de mejor corazón, les pennitia un poco
de
ali i ali en la ingestión pero fueron casos muy contados. Al
mismo tiempo se dinamitaban los espléndidos edificios moder­
nistas, se quemaban las tablas góticas y las tallas románicas
que
se habfan salvado de la etapa anterior e incluso se proscribian
palabras que hicieran recordar glorias de Cataluña. Así con10 la
palabra gaudi, gozo, aleg1fa, podía recordar al genial arquitecto
Gaudí, la sustituyeron por lranqui, para que todo el inundo pen-
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sara en el invicto Caudillo. Y como el prat, prado rememorara a
Prat de la Riba se dispuso,
por decreto-ley, que las vacas pasta­
ran en el hitlerat para que el acto bucólico y pacífico del pastar
se asociara
con aquel benéfico personaje, gloria de la Huma­
nidad, que fue el Fuhrer.
Manent nos narra alguno de los más sanguinarios episodios
de la persecución franquista. Como el de aquella revista de
Matará, llamada Museu, primero tolerada y después suspendida.
¿Qué fueron los 2.500 sacerdotes asesinados antes esta verdade­
ra brutalidad?
¿Y qué decir de la muerte violenta de La Veu de la
Parroquia para lo cual el Régimen se valió
de aquel sicario lla­
mado Benjamín Arriba y Castro que en su inmensa maldad no
permitía que nadie le llamara Benjamf! Pero nada comparable a
lo
que hicieron a aquel santo capuchino Manuel María de Llpá,
gloria de la Orden y de la Iglesia que, pese a ser filipino apren­
dió el catalán que como todos sabemos, aunque Manen! no llega
a decirlo, es la única lengua digna para hablar
con Dios. Pues el
buen padre Lipá predicó un sermón en catalán en 1950 en Arenys
de Mar. Y el feroz alcalde de la población lo fusiló -bueno, sólo
moralmente,
pero a veces lo moral duele mucho más que lo físi­
CC>-, levantándose con ostentación y retirándose del templo. Y
después,
ya en el colmo de la maldad, se quejó a su superior. Me
excusarán los lectores el tono festivo pero es que no se 1ne ocu­
rre otro para tratar de estas estupideces. Pues claro que a veces
un bobo llega a alcalde de Arenys de Mar. Yo hasta los he cono­
cido de Madrid. ¿Y qué? Pero ¿es que estas memeces son algo
ante
el baño de sangre y fuego que acababa de padecer la Iglesia
catalana? ¿Manent no es capaz de distinguir la colosal diferencia?
¿Qué mal aqueja a personas inteligentes, cultas y brillantes para
que nieguen evidencias y crean gigantes a los molinos?
Yo bien
lo sé pero esta recensión ya se ha hecho larguisima. Y mis lecto­
res son todavía más inteligentes que yo.
fRANCISC() JOSÉ fERNÁNDEZ DE LA CIGOJ\TA
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