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Número 429-430

Serie XLII

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Las verdaderas raíces de Europa y la Constitución europea

LASVERDADERASRAÍCESDEEUROPA
Y LA CONSTITUCIÓN EUROPEA
POR
FRANCISCO DE GoMIS
Cuando se está fraguando la Unión Europea, se habla de
aprobar una Constitución que sirva de referencia y dé cauce a
todas las distintas nacionalidades
que la integran. En la historia
de. Occidente hay influencias que son predominantes como la
griega, que toma_ al hombre con10 arquetipo de las perfecciones
en el arte y en la cultura, o la ro1nana, que sigue el mismo surco
que la griega, pero que sobresale en el proceso de civilización
por el cultivo del Derecho que regula y perfecciona los vínculos
sociales, redime ·a los pueblos bárbaros que se integraron · en el
Imperio Romano, ilustrándolos para que, desaparecido éste, las
mis1nas raíces siguieran construyendo las sociedades que con
unas estructuras jurídicas y sociales similares,
habrían de confluir
en la agrupación de pueblos que hoy llamamos Europa.
Ro1na, sumida progresivamente en la corrupción, acabó desin­
tegrándose co1no imperio, sustituido por sus antiguas provincias;
Y en los estertores de su agotúa hubo un movimiento religioso
fundamentado
en el sacrificio, en la inmolación propia y en la
exaltación de los más elevados sentimientos y virtudes que alum­
bró el catolicismo,
que actuó como aglutinante de parcelas de
una sociedad en disolución para estructurarla de nuevo sobre los
fundamentos de esa nueva religión, fundada
por Cristo, no con
una proyección únicamente humana y terrenal, sino con una pro­
yección total del hombre: terrenal y espiritual o eterna; que se
propagó, siguiendo el ejemplo
de Cristo, afirmando verdades que
Verbo, núm. 429-430 (2004), 783-792. 783
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les habían sido reveladas, y testimoniándolas, como verdad suma,
con el ejemplo del sacrificio de la propia vida.
Las semillas de esta nueva civilización fueron núcleos de per­
sonas que se agrupaban en. pequeñás comunidades de oración,
de expiación de los pecados y de trabajo, conservando y culti­
vando todas las artes antiguas· heredadas de los romanos, y espe­
ciahnente toda la cultura antigua, heredada y refundida en los
nuevos moldes .del cristianismo. Fue una evolución lenta pero
profunda de una sociedad cuyo principal fundamento era la fide­
lidad a Cristo y a todas sus enseñanzas recibidas por la 1nisión de
los Apóstoles. Éstos lograron elevar a los más altos valores espi­
rituales de la religión católica a todas las naciones semibárbaras
surgidas
de la disolución del Imperio Romano. Podriamos decir
que estas conversiones progresaban tan rápidamente, en parte,
porque se trataba de pueblos acaso con reacciones brutales, pero
es1)itituahnente sencillos, sin espíritu crítico negativo, y que eran
captados por los testimonios de la verdad y de la virtud de quie­
nes
la profesaban. Piénsese en el caso frecuente del obispo, que
sale al encuentro .de las huestes bárbaras invasoras, al que aca­
ban sometiéndose y respetando.
Esas
pequeñas comunidades de oración y de trabajo antes
referidas y que conservaban el conocimiento
de las artes roma­
nas, sirvieron
de aglutinante a colectivos desperdigados y desam­
parados que encontraron
en esos núcleos, presididos por la
Iglesia, un hogar de supervivencia, de civilización y de forinación
espiritual y profana. Así nacen los pueblos y villas; y esas ense'
ñanzas, también la espiritual, son esenciales al desarrollo futuro
de tales comunidades.
El carácter sobresaliente de las personas que sirvieron de fer­
mento y aglutinante, asoma
ya en plena decadencia del Imperio
Romano. En estos siglos de penetración cristiana, grandes perso­
nalidades de sobresalientes virtudes y sabiduría, fundan órdenes
religiosas
y monasterios que son centro de espiritualidad cristia­
na,
de cultura y de promoción social, que irradian a toda la socie­
dad como en el caso de las fundaciones de Cluny, como la Or­
den de Santo Domingo de Guzmán, las Mendicantes, con San
Francisco
de Asls como su patrón y guía; las de Redención de
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cautivos como los Mercedarios, congregaciones religiosas surgi­
das al calor de las necesidades de cada tiempo. Si se su prime el
mensaje de Cristo y unas pocas decenas de Santos regresariamos
al paganismo
y a la barbarie. Como dice Donoso Cortés en su dis­
curso sobre la Biblia, la verdadera libertad nace en la Cruz de
Cristo que ha sido y es signo y emblema de nuestra civilización
ruy.a raiz nace en-la revelación 'de Cristo.
Plinio el Joven, gobernador de una de las provincias del
Imperio Romano1 sainete-·.a Ttajano1 un problema que va a solu­
cionar la Historia; es acaso la prilnera. noción escrita conocida .del
ascendiente social de los cristianos. Dice Plinio, ''¿es el solo nom­
bre de cristiano
Jo que se castiga, incluso si ningún crimen ha
sido perpretado, o son los crímenes que van unidos a este nom­
bre?". . . . "Les he preguntado si eran cristianos. A los que Jo han
confesado los he interrogado una segunda y una tercera vez ame­
nazándoles
de suplicio; si perseveraban en su declaración los
condenaba sin dudar cualquiera que
fuese el sentido dado a su
confesión, porque
esta desobediencia ostensible, esta obstinación
persistente,
merecían

ser castigadas. Otros obstinados en la mis­
ma locura, los he retenido para ser enviados a Roma, porque eran
ciudadanos romanos ...
Ha circulado un libelo anónimo en el
que figuran gran número de nombres ... ", "Los que negaban su
calidad presente o pasada de
cristianos, a poco que invocasen a
los dioses
según la fórmula que he dictado y si sacrificaban con
incienso y vino delante
de tu imagen que a tal efecto había hecho
yo presentar con las estatuas de otras divinidades, si además,
insultaban
el nombre de Cristo -todo cosas imposibles, según se
dice, que puedan obtenerse de los verdaderos cristianos-a éstos
me ha parecido adecuado liberarles" .... "Por Jo demás preten­
dían que
Jo más evidente de su error residía·en el hábito de reu­
nirse en días determinados
y antes de salir el sol, a cantar un
himno a la gloria de Cristo, como si hubiesesido un dios, y haber
tomado
el compromiso solemne, no de cometer algún crimen,
sino
de no cometer robo, ni bandolerismo, ni adulterio, de respe­
tar la palabra dada ... ; que aparte
de esto, su costumbre era sepa­
rarse después y reencontrarse para tomar alguna comida en
ver­
dad perfectamente ordinaria e inocente; que habían incluso
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FRANCISCO DE GOMIS
renunciadoo a esta práctica después de un edicto por el cual,
siguiendo tus
órdenes, había prohibido las cortesanas" ... "No he
descubierto otra cosa que superstición loca y desmedida. He sus­
pendido la información
para acudir a tu opinión; me ha pareci­
do que el asunto lo
(f}{Ígia asl · en particular por el número de los
acusados;
se trata de un gran número de personas, de toda edad,
de toda condición y también de los dos sexos
que están en peligro
o van a estarlo dentro de poco. Y
no es sólo en las ciudades que
se ha extendido el contagio .de esta superstición, sino induso en
los pueblos, y hasta en el campo"
(Plinio el Joven, "Corresponden­
cia", Trad.
Y. Hucher, 1966, Unión General de Ediciones, págs.
451-453).
La nueva religión se nutre, pues, de personas tan ·convenci­
das y heroicas que, según este_ testimonio, cuando se trata de ver­
daderos
cristianos, son incapaces -dice-de apostatar, ni de
renegar del .nombre de Cristo. La Bruyere afirma que "cuando no
hay principios no hay caracteres". E inversamente, cuando los
principios son tan arraigados y heroicos se forjan los grandes
caracteres que rescatarán
para la civilización cristiana los restos
anegados del Imperio Romano, con la sucesión
de grandes Santos
que inyectarán en la nueva ·Sociedad el ejemplo de su fidelidad
hasta llegar
al bautismo de sangre.
¿Cuál es la significación
de la Iglesia católica en esta recon­
quista espiritual
en la que se va a fraguar la nueva Europa? Por
lo que
hace a nuestra tierra -y en todos los países de Occidente
se ha producido el mismo
proceso-, Vicens Vives; historiador de
gran prestigio
de la Universidad de Barcelona, declara, "la recu­
peración y verdadera consolidación del país como
colecUvidad
diferenciada es obra de los clérigos: de los pequeños y de los gran­
des. La popularidad ilimitada del obispo Oliva (primera mitad del
sigio
XI) como padre espiritual de Cataluña oscurece la tarea de
organización de los sacerdotes en las curias episcopales y
en las
rectorías y
de los monjes en sus empresas agricolas. Oliva piensa
en
un plan político, culturaly religioso muy elevado: las relacio­
nes con Roma, la fundación y la instauración de monasterios y
catedrales, el establecimiento de
un orden público garantizado
por la
Iglesia, la organización de un sistema de gobierno por los
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LAS VERDADERAS RAÍCES DE EUROPA Y LA CONSTITUCIÓN EUROPEA
Condes de Barcelona. Él dio las directrices. Pero la clerecía oscu­
ra que
Je seguía y compartía la. cura de almas con las activida­
des curialescas,
fueron los que, en definitiva, apuntalaron al
país. En cada masía, en cada casona antigua, las buhardillas
están todavía llenas de pequeños
y bien conservados pergaminos
del siglo
XI, en los cuales, a través de compraventa, procuradones
y donación,
se articuló poco a poco la estructura jurídica de
Cataluña. Y de
ello se ocupaban los clérigos" ... "La intervención
de la Santa Sede en Cataluña empezó tan pronto como el Papa
Gregario
VIL tenaz luchador contra la avasalladora influencia
del
mundo feudal y del imperio sobre la iglesia, detuvo el primer
golpe de la reacción política de emperadores y de aristócratas y
consiguió proclamar la libertad
de Roma en el nombramiento de
obispos, abates y otros cargos eclesiásticos.
Fsto tuvo largo alcan­
ce, porque reivindicó en toda Europa los principios de obediencia
religiosa y de soberanía temporal. En 1073 y 1074, apoyándose
en la tradición de los siete obispos que habrían evangelizado a
España por orden de San Pedro, e invitó a todos los príncipes de
esta tierra a reconocer que
la Iglesia era propietaria del Reino de
España.
Esta declaración tiene el interés de colocarnos ante el
retorno de la Península a
una Jerarquía europea a la cual po­
dían dirigirse los
más necesitados a pedir cobijo y protección.
Entre otros
Jo hicieron los reyes de Aragón desde Ramiro L y como
es natural los Condados catalanes" ... "Fue la Santa Sede la que
a flnales del siglo
XI reconoció la independencia eclesiástica de
Cataluña que era tanto como
aflrmar la política. ceso se produjo en la cristianización de toda Europa," . . . "El
desarrolio de la civilización urbana hizo alumbrar un nuevo tipo
ecle. de la vida interior, que habría recibido el impacto de San Fran­
cisco a través de la difusión de los
@enorets». Franciscanos y
dominicos difundieron la
buena nueva de ja pobreza y de la
humildad; los unos, y de la educación
y la enseñanza los otros. Y
así surgieron al lado dela Orden de la Merced (1218), testimonio
eclesiástico de la expansión marítima de Cataluña, los intelec­
tuales que habían de plasmar el mejor momento de la vida cata­
lana medieval". "Los nombres son importantes -San Raimundo
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de Peñafort, Ramón Llull, Francesc Eiximenis, San Vicens Ferrer,
el cardenal Margarit-y representan la mejor línea de la tradi"
ción catalana ... ". El mismo proceso se produjo en los distintos
países de Europa bajo la influencia de los clérigos y de las con­
gregaciones religiosas que conformaron las respectivas socieda­
des
en los moldes nacidos de la doctrina católica (Vicens Vives,
"Noticia de Cataluña",
Ed. Destino, 1969, págs. 83, 86-88).
En nuestros días
al tratar de la nueva Constitución europea,
la propuesta del expresidente francés se
hunde en las. raíces de
la. ambigüedad política e ideológica, y así se manifiesta contraria
a. la mención de la Iglesia católica como fermento espiritual, que
fue fundamental
en la constitución de Europa, y nos propone,
por contra, 1a-1nención honorífica de la "Ilustración" eri nuestro
debate sobre Europa.
El más somero. análisis pone de relieve la gran influencia de
la Iglesia Católica en la conversión y civilización de los pueblos
de Europa; y pretender sustituirla
por la llamada "Ilustración",
nos lleva a
la convicción de que se trata de una influencia ideo­
lógica que, para los españoles
y también para gran parte del pue­
blo católico francés, tiene sus raíces en lll1l' actitud sectaria y
anticatólica.
¿Cómo no van a reconocer las naciones que· constituyen hoy
Europa, la influencia decisiva. del cristianismo en la plas1nación
de sus más logrados avances de civilización en los cauces de la
Ley Natural? ¿Se puede olvidar la influencia cultural, espiritual, e
institucional de las órdenes religiosas, franciscanos, dominicos,
ciste1;cienses, benedictinos, jesuitas y tantas diferentes congrega­
ciones creadas por hombres. de eminente virtud que han sido ins­
tru1nentos para· organizar. la cultura, todas las artes prácticas, la
universidad y los valores espirituales de todos estos pueblos
cuyas raíces perduran hasta hoy, y cuya desaparición provoca
el letargo que, como un sudario de muerte, ha paralizado por
medio del terror y del error grandes multitudes que se han visto
sometidas
al flagelo comunista.
Hace pocos años, con inotivo del aniversario de la Revolu­
ción Francesa, el Jefe de Estado de la vecina nación, Fran,ois
Mittenand, organizó unos festejos_ públicos de gran resonancia en
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LAS VERDADERAS RAÍCES DE EUROPA Y LA CONSTITUCIÓN EUROPEA
loor de dicha Revolución. Naturalmente, el primo de Mitterrand,
Jacques Mitterrand,
por dos veces Gran Oriente de la Masonería
francesa, debía· identificarse con este homenaje que viene a sig­
nificar la exaltación de los principios que la alimentaron y la
hicieron triunfar. Los grandes principios proclamados por la Ma­
sonería fueron sostenidos-y divulgados por la fa1nosa Ilustración,
que vino a someter a una crítica negativa todos los principios de
la Iglesia católica con la afirmación de que no hay dogmas ni ver­
dades absolutas; que todo se puede cuestionar y variar. Cualquier
tirano puede imponer sus desvaríos.
Proponer a estas alturas la sustitución de la religión católica­
por la Ilustración como fundamento espiritual de Europa nos
hace recordar a Franfois Arouet, "Voltaire", inspirador y cabeza
de una escuela que forjó el mayor ataque jamás formulado con­
tra la Iglesia católica, bajo cuya influencia deletérea ha recibido
todos los ataques que quepa imaginar para su destrucción, y la
destrucción
de su mensaje. Habrá que recordar las matanzas de
frailes, las destrucciones de conventos, la expropiación de todós
sus bienes económicos que pudieran permitirle una penetran­
te actuación apostólica; la ironía1 la procacidad y la saña con
que ha sido perseguida por los secuaces de esta escuela. Basta
recordar la contraseña que Voltaire estampaba en la mayor par­
te
de su correspondencia con sus discípulos: '11 faut ecra.ser
J'lnfame", aplastar a la Iglesia ... , "que cien mil manos invisbles
atraviesen al monstruo",
borrar el recuerdo de Jesucristo, y
hacerlo "obrando co1no conjurados", como dice Voltaire, y pre­
viendo ya la próxilna revolución: "los jóvenes verán .niuchas
cosas ~dice--, verán b_uena camorra" (Abate Barruel, "Me­
morias
para servir a la historia del Jacobinismo', 4.' edic.,
Hausburgo, Libreros Asoc. 1799). En efecto, a los
pocos años
estallaba la Revolución Francesa que insufló a la sociedad el
odio, la envidia y la revancha que vendrían a sustituir el culto
a la virtud cristiana
por el holocausto que a partir de entonces
había de ensombrecer la historia de la humanidad. ¿Acaso el
hecho de que la escuela haya sido sostenida y propagada por
unos escritores que dm¡:rinaban y acabaron de perfilar la gran
elegancia de la lengua fr?.hcesa, acaso el bonito env61torio ha
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de permitir el contrabando de las ideas más contrarias al bien
común dé la sociedad?
Otra personalidad cuyas opiniones
deben ser consideradas
por su elevada visión como uno de los historiadores contempo­
ráneos de mayor mérito
en lengua española, Claudia Sánchez
Albornoz, que políticamente, fue profundamente liberal, y
que a
través
de los avatares de la política de una época tan dificil como
nuestra reciente historia, llegó a ser Jefe del Gobierno español
en
el exilio -lo que resulta paradójico por su gran formación cris­
tiana y por el conocimiento que tuvo de la historia-, formula
diversas afirmaciones sobre la ·significación de España en Euro¡Ja
a través de la historia y sobre la misión que tuvo al servicio del
catolicismo, que encajan
con la cuestión que ahora se debate
sobre la referencia
en la nueva Constitución europea de las prin­
cipales raíces
de Europa; dice Sánchez Albornoz; "que nadie se
asombre si afirmó que nuestras dos grandes jornadas bélicas: la
lucha contra Napoleón a principios del
siglo XIX y nuestra. guerra
civil de ayer -un ayer que empieza a ser histórico-han cola­
borado
-Jo afirmo y Jo reafirmo-a la forja de Occidente en
nuestro tiempo. Y he saltado hasta estas horas de
hoy porque
nadie puede negar nuestros grandes
seIVicios de tiempos medie­
vales, cuando fuimos a un tiempo rodela y maestra de Occidente,
ni los más conocidos de nuestras empresas americanas y me­
diterráneas en los tiempos nuevos" (Claudia Sánchez Albornoz,
"Mi testamento histórico-político", Ed. Planeta, Barcelona, 1975,
pág. 146).
¿Y antes de· la invasión napoleónica?: "algunos pensadores
españoles
de hoy han sostenido que hemos vivido al margen de la
vida
de Europa desde comienzos de la Edad Moderna. Aquí está
América y ahí está la Contrarreforma, factores decisivos del sur­
gir de la Modernidad, contradiciendo
esta tesis".
"Si la burguesía española no reacciona inteligentemente no
necesitará dejar ninguna carta para el juez de la historia en
testimonio
de un suicidio colectivo. Pues yo me atrevo a decir
que la coyuntura que
va a brindarse a España es la única que
la Historia puede ofrecernos, si la desaprovechamos
no ten­
dremos salvación,
no la tendrá ninguna de las regiones de
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España, todas sucumbiremos juntas" (C. Sánchez Albornoz, op.
cit., pág. 159).
"Debemos resolver de una vez para siempre los problemas que
la variedad regional crea
al distinguir Galida de Castilla, Casti­
lla de Vasconia, · Vasconia de
Aragón, Aragón de Cataluña, ...
Andaluda de Portugal y Portugal de Galicia. para siempre el problema religioso bajo el régimen de libertad y
tolerancia»"
(C. Sánchez Albornoz, op. cit., pág. 128).
"He atribuido antes el impacto de la voluntad popular en la
voluntad de la realeza legisladora de la Inquisidón, la expulsión
de los judíos, la intolerancia religiosa del gran siglo ... ; no,
no fue­
ron las iniciativas de la Monarquía impuestas a
un pueblo que
aceptaba indiferente y sumiso ... y populares fueron
las luchas
contra la herejía y contra el turco en el siglo XVI. No existió, no,
una dicotomía entre la voluntad del común y los preceptos regios.
Sí, la reconquista creó un pueblo invertebrado, insumiso a las
habituales minorías laicas, y directrices de la vida allende el
Pirineo, pero
muy identiJlcado con las esencias últimas del pen­
samiento de las minorías deric:ales" ...
"la expulsión de los moris­
cos fue
una prudente medida política inspirada en los peligros
evidentes que constituían para el reino jaqueado por los turcos,
las masas de antiguos
musuhnanes de Valencia cada vez más
numerosas y cada vez más cerca de sobrepasar ajas poblaciones
cristianas"
(C. Sánchez Albornoz, op. cit., pág. 121).
Pocos años antes de su muerte, en vísperas de la transición
española (1975), la reflexión histórica le lleva a una conclusión
que deberla tomarse en consideración· al redactar la nueva cons­
timción de que acrualmente se trata: "España esta preocupada
por su incorporación
unida).
Yo, que naturalmente soy lego en tales problemas, pienso,
por el contrario, en la unión polftica de Europa. ¿Será posible ven­
cer los orgullos nacionales? A
juzgar por la insolidaridad de todos
y por sus encontradas directrices en asuntos
muy graves para la
vida de
Jo que queda del Vi,yo Continente ~en relación a los
Estados
Unidos, a Rusia, a Israel, al mundo árabe-no es lógico
ser optimista respecto a la soñada y salvadora unión. He
ahí una
misión quijotesca para España: predicar, trabajar, luchar por la
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unidad de Europa. Antaño se dio toda por la unidad católica del
mundo.
No haría sino prolongar una tradición. 'No sólo de pan
vive el hombre'" .... "¿Acaso pueda llegarse a la unidad de una
Europa liberada, y vuelta al culto del espíritu y de Dios? Europa
libre y
una podrá seguir todavía dirigiendo la marcha de las civi·
lizaciones en el planeta. Europa libre y
una podrá crear la
economía, la sociedad, y
el Estado de mañana. La grandeza de
Europa
es necesaria para el equilibrio político del mundo y en
particular
de la América hispano-portuguesa" . . . "Esto escribí en
1942 ...
hoy he llegado a ser pesimista". , . . "Prediquemos empero
esta nueva-Cruzada" ... "Quiera Dios iluminar las mentes de los
hombres
de hoy que Je han vuelto fa espalda para evitar que los
terribles y diabólicos sueños no sean sino eso, sueños, como po­
dtiamos decir con Calderón pero no olvidemos que de algunas
grandes ciudades del ayer lejano no quedan sino ruinas y que
otras
~Troya, por ejemplo~ han surgido a la luz de nuestros
días gracias
a famosísimas excavaciones de los arqueólogos de
hoy" (C. Sánchez Albornoz, op. cit., págs. 231-232).
"Frente a esa flexibilidad francesa, · a ese juego habilidoso
entre Dios y
el diablo, España ha jugado siempre todo a una sola
carta, a la del servicio
al Omnipotente hasta caer exhausta. Ha
sido leal a sus compromisos internacionales. Y en sus problemas
interiores
nunca ha . sabido ágilmente evitar odios y rencores.
Recordemos nuestras épicas gestas contra los sarracenos en
España, nuestra lealtad
a Francia en su guerra de Cien Años y
durante el Pacto de Familia, en pugna con nuestros intereses, y
nuestra batalla sin claudicaciones contra el turco, contra Ingla­
terra y contra los
her(!jes, en Flandes, en Francia, en Alemania ...
Recordemos toda nuestra historia quijotesca sin poner
una vela
a Dios y otra al diablo sino llegando a fa ruina y al agotamiento
al servicio del Altísimo. Recordemos nuestra oposición entre el
bieJJ y el mal sin matices ni hábiles componendas ... No renegue­
mos
de nuestro ayer. Hemos hecho maravillas por obra de nues­
tro talante btmilenario. Pero ¿no ha llegado fa hora de la refle­
xión?"
(C. Sánchez Albornoz, op. ctt., págs. 222-223).
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